Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Mi esposa Orietta que siempre creyó en mí, fue el asidero con la realidad
que necesitaba para reorganizar mis prioridades mientras el Espíritu de
Dios me confrontaba como mi falta de cordura.
Quiero compartir con usted algunas lecciones sobre el manejo del tiempo
que he aprendido con base en reordenar mis prioridades con Dios que me
permitieron superar la crisis y servir a Dios sin descuidar a mi familia, ni mi
relación con El.
1. Sea diligente
Nuestra prioridad debe ser nuestra relación con Dios. Él obra en lo divino
hoy (2 Corintios 6:2). El no espera que corramos, sino que seamos
diligentes con lo que nos comisiona, dando cuenta de ello, ofreciendo
nuestro mejor esfuerzo a cada paso del camino.
Los problemas son obstáculos que vencer uno por uno, y no a ser
contempladas y aplastados por ellos mediante la duda y el temor.
Existe una gran reserva de ayuda divina disponible para aquellos que abran
su corazón y que acudan con humildad ante al Padre para pedir Su ayuda.
La alternativa es negarnos a reconocer nuestra necesidad y que intentemos
caminar en nuestras propias fuerzas, y traemos de cumplir voluntad de
Dios en el limitado poder de nuestra carne. Este es el camino estéril que
lleva al desastre.
4. No se rinda
Mientras esperamos en Dios, Él nos dirigirá por su Espíritu Santo para que
al girar a la izquierda o a la derecha, oigamos una voz detrás de nosotros
diciendo: “Este es el camino, andad por él” (Isaías 30:21).
Estamos en esta tierra para aprender a ser cada día más como Jesús, a
desarrollar el carácter de Cristo en nosotros, por ello no podemos permitir
que nuestra ambición personal encubierta en una “visión muy espiritual”
tome el lugar de nuestra relación con Dios.
Recuerde que el líder que deja de aprender deja de liderar, pero que el
siervo de Dios necesita balancear sus habilidades y conocimientos con su
integridad aprendida y potenciada a través de una relación diaria e
íntima con Jesús.
Podemos aspirar a grandes cosas, pero que sean las que Dios quiere que
ambicionemos. La medida de que lo que ambicionamos es correcto es
proporcional a como tratamos a la gente que Dios ama, como servimos a
otros.
Todos necesitamos visión de Dios, pero una verdadera visión requiere que
cooperemos con otros y construyamos juntos. Empezar a manejar el
tiempo como un regalo de Dios del cual daremos cuenta es un primer buen
paso, que debemos adoptar hoy mismo.