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Innovación Educativa en el aula.

De acuerdo con algunos teóricos la innovación educativa “es el proceso


encaminado a la solución de problemas de calidad, cobertura, eficiencia y
efectividad en el ámbito educativo, resultado de un proceso participativo de
planificación, que surge desde la práctica educativa del profesorado y que
confronta las creencias de los docentes y administrativos y plantea formas
alternativas de enseñar, aprender y gestionar (Blanco y Messina, 2000: 20).
A partir de estas definiciones podemos reflexionar en dos situaciones que se
plantean al profesor universitario: si la innovación educativa es una actitud,
entonces implica en primer lugar el deseo y la convicción de los actores del
proceso educativo (docentes, estudiantes, directivos) para pensar en hacer
algo diferente porque se necesita o se ha identificado que hay que romper con
el orden establecido. Así vista, la innovación educativa, sea una actitud o sea
un proceso, implica ciertas condiciones para que se concrete en el quehacer
educativo.
En primer lugar, innovar requiere transformación y un cambio significativo de
aquello sobre lo que innova, en ese sentido los actores educativos deben tener
claridad que alguna parte o todo el acto educativo requiere renovarse por
múltiples razones, sea que ya no responde a las necesidades del entorno, que
su influencia en la formación de los sujetos se ha debilitado o que los
estudiantes hoy son diferentes. Innovar conlleva una intencionalidad, por lo
cual requiere de planificación, si en un momento del acto educativo se hace
algo diferente y esto obtiene buenos resultados no implica que no pueda
incluirse en la dinámica, pero su permanencia deberá responder a un por qué
se hace y a un para qué se hace. Puede ser que en alguna parte del quehacer
docente algo nos funcione a razón de serendipia, pero para que se convierta en
innovación deberemos anclarlo a la reflexión sobre nuestro quehacer y al
impacto significativo que en términos de aprendizaje represente.
La innovación como tal no es el fin del acto educativo, aunque en algunos
discursos o contextos pareciera que “innovar” es una acción de fuerza en la
que no se pregunta el para qué, sino que impera el deber ser, la verdadera
innovación es el camino por el cual se transita en aras de un fin mayor que es
la mejora del proceso educativo. Valga además que a estas condiciones se le
unen la convicción de que innovar es una necesidad a la cual puede darse hoy
respuesta y tener que esperar algunos mañanas para verla cristalizada, por lo
que además implica calma, paciencia, espera, de quien desde su oficio de ser
docente sabe que el aprendizaje se construye de una plataforma a otra. Ya con
esto vamos presuponiendo que innovar en el aula no es una empresa menuda,
pero que el docente universitario está hoy más que nunca involucrado con la
innovación educativa en su papel de agente de promoción de saberes que
transformen la sociedad en la que está inserto.

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