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Apuntes de cátedra
Imagen de tapa: Sirena de John William Waterhouse
5
Índice
Donación ....................................................................................................................... 9
Historización ............................................................................................................. 9
Presentación ............................................................................................................... 10
Referencia etimológica .................................................................................... 13
La construcción histórica ............................................................................. 19
Cultura, Religión y Mito, de Graciela Iannuzzo .................. 25
El juego en humanidad ................................................................................... 37
Ficción .............................................................................................................................. 46
El origen de lo social ......................................................................................... 51
El salvaje Post-posmoderno ....................................................................... 60
Animismo mágico ................................................................................................ 63
Moshé ............................................................................................................................... 71
El que fue sacado de las aguas ................................................................ 78
El estar mal por la cultura ........................................................................... 92
La ideología totémica y su tabú ............................................................. 97
El odio primordial ............................................................................................... 103
La conquista del fuego .................................................................................... 105
Errancia .......................................................................................................................... 107
Primero lo sexual .................................................................................................. 108
El Padre ........................................................................................................................... 111
El fin de la historia .............................................................................................. 113
8
Donación:
Esta escritura está dirigida a todo aquel que le interese la his-
toria de la humanidad, su cultura y sus mitos y, de manera parti-
cular, a los estudiantes del espacio de Historia de las Culturas y
Mitologías (F.H.A.Y.C.S.).
Historización:
El espacio de Historia de las Culturas y Mitologías fue incor-
porado en el primer diseño curricular realizado en el año 2000.
La propuesta curricular de la carrera de Psicología se inicia en el
año 2001 y se ubicó la cátedra de Historia de las Culturas y Mi-
tologías (propuesta de mi autoría) en el tercer año del diseño de la
carrera; en segundo año se ubicó Antropología, siendo correlativa
a Historia de las Culturas y Mitologías. Su duración de cursado
académico fue anual y, en la modificación del plan de estudio lue-
go realizada en el año 2013, el espacio fue reubicado en segundo
año de la carrera y reducido su cursado a una cátedra cuatrimes-
tral (al igual que la cátedra de Antropología).
Reducir las referencias simbólicas, en cuanto a la historia de
las culturas y sus mitologías, produce una pobreza simbólica. Los
tiempos cambian y son los mismos, y la pasión del ser en su odio,
amor e ignorancia arrebata la existencia de una manera humana,
demasiado humana, al decir del pensador del martillo.
La miseria humana muestra su rostro salvaje de ilustrado
progreso, el que devora la carne cruda de los inocentes y ya no
hay más comida totémica que comer.
A medio vestir, por no poder investir la palabra, por el salva-
je recorte de las posibilidades de ser, desde el ofrecimiento de la
ignorancia como estructura del desconocimiento, tan generosa y
despiadada, con un beso sibilino que sopla la tempestad de la au-
sencia y en el invierno del claustro se ven estudiantes que buscan
la libertad en el augurio del sol, para leer en sus manos vacías una
transmisión plena de ausencias, y en el espejo, que no puede col-
garse en los pasillos, habita la sombra de un fantasma que desde
la muerte reclama, en el dolor de su angustia y su ira.
10
Presentación:
La propuesta de este ensayo es ofrecer un escrito azaroso,
aleatorio, en puntos y coma, con pie de página que el lector se
resistirá a leer, y también brindar la posibilidad de una cartografía
diferente y en la diferencia.
He trabajado en esta cátedra (la etimología de la palabra cá-
tedra nos remite a catedral y a cadera) desde su creación y, por la
pasión del odio, muchos la han querido destruir sin reconocer el
valor simbólico que representa ofrecer el don del saber acerca de la
historia de las culturas y las mitologías a las nuevas generaciones.
A través de dos décadas he puesto mi pasión en ella y, en estos
momentos, la puedo pensar de la manera en que mis letras hablan.
Intentaré utilizar de eje articulador la metáfora (para hacer pre-
sente al inconsciente en su estructura metafórica y metonímica),
estableciendo lazos desde la lógica holística y también desde otras
lógicas: rizomática, tríptica y cuaternaria.
¿Por qué articular historia de las culturas y mitologías desde
la metáfora?
Porque la metáfora constituye esa lógica innominada de la
que nadie habla por estar ella por fuera de la academia y ser ex-
cluida del campo “científico”. Sólo el psicoanálisis puede recu-
perarla en sus posibilidades hermenéuticas y heurísticas. Porque
permite pensar lo que la excluye y ella incluye; en su estructura de
vacío convoca al objeto de conocimiento a jugar a la ausencia y
desde lo que falta crea en heurística el origen; inventa tras la fic-
ción del deseo en amor, para luego dar lugar a una hermenéutica
en interpretación, traducción y explicación, la que abreve en las
aguas de la exégesis y, así, el alma en sed de saber busca en los tex-
tos sagrados que murmuran ecos de verdad en el vacío del tiempo.
La metáfora se sirve de la analogía, pero no es simple analogía, es
un jugar a las escondidas. El niño se aventura a jugar, en cambio,
el adulto abandona su capacidad lúdica ante el padecer de lo coti-
diano y la exigencia de la rigurosidad de una lógica binaria.
La metáfora nos retorna a una dimensión mítica y lúdica y,
entendida desde la estructura del inconsciente, nos permite desli-
zarnos en un tiempo sin tiempo que se historiza en cada época, en
cada siglo, en cada cultura y en el lenguaje de cada civilización.
Es aquello muerto que, puesto en letra (campo simbólico), habla
11
Referencias etimológicas
1
Las estructuras clínicas se pueden leer a partir de la metáfora, es la neurosis
en su posibilidad de pasaje en división y falta tramitada en el complejo
de Edipo la que puede sostener esta operatoria metafórica, la psicosis en
su forclusión la excluyo ya que no hay objeto ausente, su sufrimiento es
precisamente por esa omnipresencia que no se ausenta y en la perversión el
objeto esta mostrándose en el fetiche, el que denegando esa falta insiste en
una analogía que se fija, nada en el vacío se traslada, porque el vacío no es
posible, y en tiempos del mercado el objeto se ofrece en valor de fetiche y
allí el sujeto queda en analogía para per – verse en el reflejo de narciso.
14
2
Ferrero, Antonio. (2019). La palabra, un don para la infancia, los cuentos
de hadas. Laborde. Rosario. Declarado de Interés educativo por el Consejo
General de Educación de la Provincia de Entre Ríos. Resolución 4728.
17
3
Ferrero, Antonio. (2018). Epistemología, Mitología y Psicoanálisis. Mito-
poiesis. Editorial Delta. Paraná.
18
La construcción histórica
Una construcción remite a una reconstrucción desde el len-
guaje oral o escrito. El lenguaje en transmisión oral es una voz
que se pierde, distorsiona, muda a eco, retorna en sueño y el decir
se cubre de imágenes proyectadas de parlantes encadenados en
la cueva de la historia que, ante el fuego de la pasión, proyecta
sombras de verdad, tan eternas como la divinidad, la que en carne
de deseo y amor late desde el corazón del susurro de la vida, gene-
ración tras generación.
La construcción en cuanto reconstrucción busca un origen en
el rastro, en la huella de lo que se conserva en lo que se perdió, y
queda sostenida en un resto de tiempo en reconstrucción.
Para la demarcación de la ciencia popperiana, es el armar
una narración que en ficción (psicoanálisis) guarda la consisten-
cia de un paradigma sustentado en el vapor de la ensoñación. La
comunidad científica que anhela el poder, el control y dominio no
puede reconocer a los mitos y su ensoñación, sin desconocer que
el psicoanálisis es una estructura de poder.
Unos y otros caminantes se dispersan en el desvarío de un en-
cuentro sin nombre; unos y otros recurren a la escritura como una
morada, como la huella de la ausencia en donde se aloja el silencio
en pos de una historia que espera por ser contada.
Para abordar esta temática he de tomar como referencia
un texto de Sigmund Freud: “Construcciones en Psicoanálisis”4
(1937), cuya fecha es significativa porque Freud fallece en el año
1939. Contextualizar la escritura es importante. Él está viviendo
un año de gran sufrimiento físico y psíquico, después de una gue-
rra mundial (1914 - 1918) y en la puerta de una segunda guerra
mundial (1939 - 1945). Freud está realizando una reconstrucción
de su propia teoría, sabiendo que dejará su legado a la humanidad
y también que su muerte está próxima. Átropos, la que corta el
hilo de la vida, ya estaba sentada a dos metros de la cabecera de
su lecho.
En el texto mencionado, hay un juego de analogía entre el
trabajo de un psicoanalista sobre la historia singular de un sujeto,
4
Freud, Sigmund. (1981). Obras Completas. Tomo III. Construcciones en
Psicoanálisis. Biblioteca Nueva. Madrid.
20
5
Ídem. Pág. 3365.
6
Ídem. Pág. 3366. “Su trabajo de construcción o, si se prefiere, de recons-
trucción, se parece mucho a una excavación arqueológica de una casa o de
un antiguo edificio que han sido destruidos y enterrados. Los dos procesos
son en realidad idénticos, excepto que el psicoanalista trabaja en mejores
condiciones y dispone de más material en cuanto que no trata de algo des-
truido, sino con algo que todavía se halla vivo (…) el psicoanalista deduce
sus conclusiones de los fragmentos de recuerdos, de las asociaciones y de
la conducta del sujeto. Los dos tienen un derecho innegable a reconstruir,
con métodos de suplementación y combinación, los restos que sobreviven.”
21
7
Ídem. Pág. 3367.
22
8
Ídem. Pág. 3367.
9
Ídem. Pág. 3372. “Pienso que este enfoque de los delirios no es enteramente
nuevo, pero pone de relieve, sin embargo, un punto de vista que por lo
común no se halla en el primer plano. Su esencia es que no sólo hay mé-
todo en la locura, como el poeta ya percibió, sino también un fragmento
de verdad histórica (…) Este trabajo consistiría en liberar el fragmento de
verdad histórica de sus distorsiones y sus relaciones con el presente y ha-
cerlo remontar al momento del pasado al cual pertenece. La transposición
del material desde un pasado olvidado al presente o a una expectación
futura es realmente una ocurrencia habitual en neuróticos no menos que
23
11
Ídem. Pág. 3373.
25
12
Cicerón, Marco Tulio: Disputaciones Tusculanas. Gredos, Madrid,
2005.
26
13
Cassirer, Ernst: Antropología filosófica. Fondo Cultura Económica,
México, 1968.
14
Müller, F.M.: Mitología comparada. Visión Libros, Barcelona, 1990.
28
15
Müller, F.M.: Íd. Pág, 15.
16
Durkheim, É.: Las formas elementales de la vida religiosa. Schapire, B.
Aires, 1968. Cap. iii.
17 En
Los actos obsesivos y las prácticas religiosas (1907), escrito para el primer
número de la “Revista de Psicología Religiosa”, dirigida por Joh Bresler (Psi-
quiatra) y Gustav Vorbrot (Teólogo), Freud aborda el tema de la religión y
concluye: “…uno podría atreverse a concebir la neurosis obsesiva como la
pareja patológica de la religiosidad; la neurosis como una religiosidad indi-
vidual y la religión, como una neurosis obsesiva universal”.
29
18
Eliade, Mircea, Mito y realidad. Labor, Barcelona, 1991. Cap. i.
19
De Bello Gallico, Lib. vi, Cap. xvi y ss.
20
La estatua de...
30
Los Tantálidas
Tántalo, rey de Frigia o de Lidia, hijo de Zeus y de Pluto, la Ri-
queza, había heredado la soberbia de su padre y espléndidos bienes
materiales, atributos de su madre. Los dioses olímpicos lo invita-
ban a sus festines y confiaban en él. Como a su progenitor, se le ad-
judicaban varias esposas; pero, fue Dione –casi con seguridad, hija
del Océano- la que le dio sus hijos más famosos: Pélope y Níobe.
21
Frazer, James George: La Rama Dorada. Magia y Religión. Fondo
de Cultura Económica, México. 1969.
22
Iannuzzo, Graciela: La Maldición de Pélope. En Teogonías Olímpi-
cas. Delta Editora, Paraná, E, Ríos, 2013.
31
Atreo se casó con una nieta del rey Minos, Aérope. El pa-
dre de esta, Catreo, había consultado el oráculo preguntándole
cómo moriría. La respuesta fue que sucedería a manos de uno de
sus hijos. Él guardó secreto; pero, para evitar el cumplimiento del
augurio, entregó a Nauplio, piloto de los Argonautas, a Aérope
y su hermana Clímene, para que las vendiera como esclavas. Un
hermano de Aérope y otra hermana huyeron de la corte. Nauplio
llevó a las dos doncellas a Argos, se casó con Clímene y dio a Aé-
rope en matrimonio, al rey Atreo.
33
Los Labdácidas
Lábdaco, nieto de Cadmo, perdió a su padre Polidoro, cuan-
do tenía un año; por este motivo, su abuelo Nicteo se encargó de
la regencia. Cuando Lábdaco llega al poder, su reinado fue marca-
do por la guerra contra Atenas, a causa de un conflicto fronterizo.
23
Equidna -hija de Crisaor y Calírroe, nieta paterna de Medusa y Posei-
dón, nieta materna de Océano y Tetis- unida a Tifón –hijo de Tártaro
y Gea- engendra a Ortro; unida a él, de esa relación incestuosa nacen
el León de Nemea y la Esfinge. Ver genealogías Nº 3 y Nº 9, de estos
Estudios.
24
Predecían el futuro mediante guijarros y así le enseñaron a Hermes.
36
GRACIELA IANNUZZO
25
Este era el acertijo: ¿Qué ser con una sola voz, tiene a veces dos pies,
a veces tres, a veces cuatro y es más débil cuanto más pies tiene? o
¿Cuál es el animal que camina en cuatro patas a la mañana, en dos al
mediodía y en tres al atardecer?. Otro enigma era: Son dos hermanas,
una de las cuales engendra a la otra y, a su vez, es engendrada por la
primera… El día y la noche, había que responder (en griego, los dos
sustantivos son femeninos).
26
La maldición es ineludible y alcanza al linaje completo del maldecido,
por tres generaciones. “El mito nos instruye del pánico que provoca-
ban las maldiciones… Pronunciada, la maldición se convierte en una
potencia objetiva”. Burckhardt, Historia de la Cultura Griega, Iberia,
Tomo I.
37
El juego en humanidad
Una de las referencias bibliográficas que he tomado, para la
escritura de este ensayo, es el libro de Johan Huizinga27, Homo
ludens, con el propósito de poner a jugar en la escritura el deseo
de danzar, en relación al juego en la historia de la humanidad, y
hacer en una ronda de palabras que ronde el origen y transmute
en danza y en cultura. Juego que constituye, juego <> cultura, lo
que se cultiva en la pulsión de ser tras el lenguaje que transmite
un decir. Fantasma que danza entre pulsión de vida <> pulsión de
muerte, el que juega a la ilusión de por-venir.
Huizinga parte del principio de que primero es el juego y, a
partir del juego28 (Ludens), el hombre (Homo) se torna hombre ci-
vilizado, siendo el juego lo que está en la base de toda civilización.
En Freud, el principio primero (fundamento fundamentador) es lo
sexual y, por represión de lo sexual, deviene la cultura, destino en
sublimación de la pulsión. Juego de la sexualidad en sexuación,
puesta en juego de la identificación inconsciente y su elección de
objeto erótico; señas del ideal de un devenir en ausencia y de un
porvenir de proyecciones de imágenes desnudas y danzantes. Dan-
zan las imágenes en el espejo de agua que se ondula con el viento.
Podemos jugar con la conjetura de que la construcción me-
táfora es la constitución, en ella se halla la constitución del sujeto
(Ley), tiempos del complejo de Edipo, metáfora paterna, Nombre
del Padre. Es, para el psicoanálisis, el origen de la exogamia como la
posibilidad del inicio de toda cultura, al pasar el hombre del juego
corporal al lenguaje y, en él, a toda forma de expresión. Interdicción
del deseo de la madre que permite la creación en invención.
“En la cultura arcaica el lenguaje poético es, todavía, el me-
dio de expresión más eficaz. La poesía cumple con funciones más
amplias y vitales que la mera satisfacción de aspiraciones litera-
rias. Traslada el culto en palabras, decide sobre las relaciones so-
ciales, es portadora de sabiduría, derecho y moral. Todo esto lo
hace sin padecer en su naturaleza lúdica, porque el marco de la
27
Huizinga, Johan. (2007). Homo Ludens. Editorial Alianza. Bs As.
28
Ídem. Pág.17. “Ahora se trata de mostrar que el juego auténtico, puro,
constituye un fundamento y un factor de la cultura.”
38
29
Ídem. Pág. 171.
30
Ídem. Pág. 11. “El juego es más viejo que la cultura…”
31
Ídem. Pág. 16. “Las grandes ocupaciones primordiales de la convivencia
humana están ya impregnadas de juego. Tomemos, por ejemplo, el lengua-
je (…) Tras cada expresión de algo abstracto hay una metáfora y tras ella
un juego de palabras (…) En el mito encontramos también una figuración
de la existencia, sólo que más trabajada que la palabra aislada. Mediante el
mito, el hombre primitivo trata de explicar lo terreno y, mediante él, funda
las cosas en lo divino.”
39
En agalma,32 los cuernos de los toros y los machos cabríos por sa-
crificar, festival de la sexualidad y la muerte, adoración en becerro
de oro. Cuernos que, en Moisés, (las Escrituras describen a Moisés
con cuernos al bajar del Monte Sinaí) mudaron a Tablas de la Ley.
Represión de la sexualidad para regular en exogamia el goce.
La potencia sexual (cuernos) sujeta a la letra; el mayor sacri-
ficio al decir freudiano, contener la pasión en pulsión por un ideal
que cumplir.
Al decir del poeta de los laberintos, en cuanto a la condición
humana en la historia de la humanidad: “Le tocó malos tiempos
en que vivir, como a todos los hombres”. Ante el malestar en la
cultura (trabajado en otro ensayo), ante una humanidad nacida
para sufrir, sólo le cabe la alegría del juego para poner a jugar
sus pasiones, las que desde antiguo se sabe que son divinas y, por
ello, se necesita de los dioses para que encubran su potencia, es-
condiendo el poder que yace en el cuerpo que late en pulsión, en
entusiasmo (la etimología griega la remite a chispa divina). Es el
juego el que hace cultura en lo que enlaza en cultivo.
“En ningún caso se ha descrito, quizá, con tanta claridad la
relación entre culto y danza, música y juego, como en Las Leyes
de Platón. Los dioses, se nos dice, han instituido las fiestas de ac-
ción de gracias por compasión a la humanidad nacida para sufrir,
como descanso a sus preocupaciones, y han dado a los hombres
como compañeros de fiesta a las Musas, a Apolo, conductor de
las Musas, y a Dionisio para que, mediante esta divina comunidad
festiva, se restaure constantemente el orden de las cosas entre los
hombres.”33
Recuperar el orden social es recuperar el juego en Ley de me-
táfora. Cada generación debe transmitir el juego para inaugurarlo
en acción y luego, en articulado lenguaje, transmutarlo en cultura;
debe saber con-sagrarse a esta tarea para evitar el sino de la soledad
y el desamparo en el padecimiento social y el sufrimiento psíquico.
32
Ídem. Pág. 213. “agalma.(…) Se ha derivado de un tronco verbal
en cuya esfera de significaciones constituyen el centro conceptos
como júbilo, regocijo, exaltación y, también, fanfarronear, os-
tentar, celebrar, adornar, brillar, alegrarse”.
33
Ídem. Pág. 2103.
40
34
Ídem. Pág. 14. “Pero, quiérase o no, al conocer el juego se conoce el espíritu”.
35
Ídem. Pág. 156.
36
Ídem. Pág. 16. “Ahora bien, en el mito y en el culto es donde tienen su
origen las grandes fuerzas impulsivas de la vida cultural: derecho y orden,
tráfico, ganancia, artesanía y arte, poesía, erudición y ciencia. Todo esto
hunde así sus raíces en el terreno de la actividad lúdica.”
37
Ídem. Pág. 24. “El juego, decíamos, propende en cierta medido, a ser bello.
El factor estético es, acaso, idéntico al impulso de crear una forma orde-
nada que anima al juego en todas sus figuras. Las palabras con que sole-
mos designar los elementos del juego corresponden, en su mayor parte, al
dominio estético. Son palabras con las que también tratamos designar los
efectos de la belleza: tensión, equilibrio, oscilación, contraste, variación,
traba y liberación, desenlace. El juego oprime y libera, el juego arrebata,
electriza, hechiza. Está lleno de las dos cualidades más nobles que el hom-
bre puede encontrar en las cosas y expresarlas: ritmo y armonía.”
41
38
Ídem. Págs. 35 - 36. “El hechicero, el vidente, el sacrificador comienzan de-
marcando el lugar sagrado. El sacramento y el misterio suponen un lugar
consagrado. Por la forma, es lo mismo que este encerrado y se haga con un
fin santo o por puro juego (…) Si aceptamos, por el contrario, la identidad
esencial y originaria de juego y rito, reconocemos, al mismo tiempo, que
los lugares consagrados no son, en el fondo, sino campos de juego…”
42
39
Ídem. Pág. 37. “Los dos polos del estado de ánimo propio del juego son el
abandono y el éxtasis.”
40
Ídem. Pág. 34. “El violinista siente una emoción sagrada, vive un mundo
más allá y por encima del habitual y, sin embargo, sabe que está ejecutando
o, como se dice en muchos idiomas “jugando”. (…) Los conceptos de rito,
magia, liturgia, sacramento y misterio entrarían, entonces, en el campo del
concepto de “juego”.
41
Ídem. Pág. 26. “La posición de excepción que corresponde al juego se pone
43
45
Ídem. Pág. 106. “Se sacan palitos, se arrojan piedras o se abre al azar el
libro sagrado. De aquí aquel mandato del Éxodo (28,30), de meter el urim
y el tummim - no importa lo que hayan sido – en el “bolsillo del tribunal”
que el sumo sacerdote llevaba en su pecho…”
46
Ídem. Pág. 165. “En cualquier forma en que el mito nos haya llegado a
nosotros es, siempre, poesía.”
45
Sefirot, para enseñar que las raíces están en el cielo y los frutos del
árbol de la vida en la tierra. Tradición que jugó a saltar de rama en
rama en ese árbol exotérico y divino; en las letras, las habichuelas
mágicas para llegar al cielo, temiendo que los caídos, ante el des-
cuido de la humanidad, lo prendan fuego.
El psicoanálisis invita a jugar lo que el amor en deseo transfie-
re, para poner en acto ese inconsciente de ardiente chispa divina,
y el convite a algunos no les interesa, no quieren jugar, otros se
retiran sin empezar y, los menos, al iniciarse el jugar, se esconden
sin poderse hallar y, los que salen en piedra libre, ansíen ellos
poder contar.
Si yo, tú y él salimos a jugar, quizás nosotros, vosotros y ellos
quieran empezar a jugar también, y una historia habrá para con-
tar.
Ficción
La escritura que aquí se presenta en forma de texto (tejido)
tiene el formato de un caleidoscopio. El lector puede tomar los
fragmentos que son pequeños ensayos y hacerlos girar para for-
mar diferentes figuras lógicas, figuras rizomáticas, trípticas, cua-
ternarias, holísticas, todo dependerá de cómo se hagan girar las
letras.
En este fragmento ensayístico jugaré con los colores de los mi-
tos tras la luz incandescente de la ficción, la que proyecta sombras
hirientes al iris de los que están atraídos por la pasión. Imágenes
en luz danzante de la caverna de Platón, las que en el instante de
desaparecer se renuevan en un nuevo movimiento. Sombras de di-
vinas ideas que se deshojan como margaritas al viento. Rescataré
imágenes de algunos de los mitos, a los que hace referencia Freud
en su escritura, para hacerlos danzar en la imaginación del lector.
Freud, en las noches, se quedaba solo con su bruja la metap-
sicología y su mítica pasión, la pulsión. Solo y recostado en su
diván, nimbando en humo de tabaco la habitación, ensoñaba para
luego escribir y, en sueño diurno, la Esfinge se posa en su pecho y
lo interroga: ¿Qué es el hombre? ¿Si me amas, dime qué es lo que
deseo? Freud no teme a las uñas de sus garras que buscan afir-
marse en su pecho; vacila si la pregunta es genérica o particular, si
47
El origen de lo social
Para pensar el origen de lo social he de tomar como referencia
el texto de Sigmund Freud: Tótem y Tabú47, obra que consta de
cuatro ensayos publicados en la revista de psicoanálisis: Imago.
Freud ubica como subtítulo lo que en el artículo original iba como
título: “Algunos aspectos comunes entre la vida mental del hom-
bre primitivo y los neuróticos”.
En la escritura de Freud hay un sesgo darviniano, así como
un etnocentrismo, al considerar a los pueblos originarios como
primitivos y salvajes.
47
Freud, Sigmund. (1981). Obras Completas. Tomo II. Tótem y Tabú. Biblio-
teca Nueva. Madrid.
52
48
Ídem. Pág. 1746.
53
49
Ídem. Pág. 1746.
54
50
Ídem. Pág. 1748. “¿Qué es un tótem? Por lo general, un animal comestible,
ora inofensivo, ora peligroso y temido, y más raramente una planta o una
fuerza natural (lluvia, agua) que se hallan en una relación particular con
la totalidad del grupo. El tótem es, en primer lugar, el antepasado del clan,
55
53
Ídem. Pág. 1753.
54
Ídem. Pág. 1758. “Para nosotros, presenta el tabú dos significaciones
opuestas: la de lo sagrado o consagrado y la de lo inquietante, peligroso,
prohibido o impuro. En polinesio, lo contrario de tabú es noa, o sea lo or-
dinario, lo que es accesible a todo el mundo. El concepto de tabú entraña,
pues, una idea de reserva, y, en efecto, el tabú se manifiesta esencialmente
en prohibiciones y restricciones. Nuestra expresión “temor sagrado” pre-
sentaría en muchas ocasiones un sentido coincidente con el de tabú.”
57
55
Ídem. Pág.1763. “Sabe, en efecto, el de personas que se han creado por sí
mismas prohibiciones tabú individuales y que las observan tan rigurosamente
como el salvaje las restricciones de su tribu o de su organización social, y si no
estuviese habituado a designar a tales personas con el nombre de neuróticos
obsesivos, hallaría muy adecuado el nombre de enfermedad del tabú.”
58
56
Ídem. Pág. 1766. “…señalamos como factor decisivo la prohibición im-
puesta al sujeto en sus más tempranos años infantiles. Ulteriormente, en
toda evolución de la neurosis pasa a desempeñar este papel principal el
mecanismo de la represión sobrevenida en dicha época de la vida. A con-
secuencia de esta represión, que se muestra enlazada con un proceso de
olvido (amnesia), permanece ignorada la motivación de la prohibición de-
venida consciente, y todas las tentativas encaminadas a descubrirla tienen
necesariamente que fracasar (…) La tendencia prohibida se desplaza de
continuo para escapar a la interdicción que sobre ella pesa e intenta re-
emplazar lo que le está vedado por objetos y actos sustitutivos. Pero la
prohibición sigue estos desplazamientos y recae sucesivamente sobre todos
los nuevos fines elegidos por el deseo. A cada nuevo avance de la libido
reprimida responde la prohibición con una nueva exigencia. La coerción
recíproca de las dos fuerzas en pugna crea la necesidad de una derivación
– de una disminución de la tensión existente - , necesidad en la que hemos
de ver la motivación de los actos obsesivos. En la neurosis se nos revelan
estos actos como transacciones, constituyendo, por una parte, testimonios
de arrepentimiento y esfuerzos de expiación, y, por otra, actos sustitutivos
con los que la tendencia intenta compensar la privación de lo prohibido. Es
ley de la neurosis que tales actos obsesivos vayan entrando cada vez más
59
El “salvaje” Post-postmoderno
Los nuevos paradigmas vacían de significación el campo sim-
bólico; lo transmutan a una decadencia nimbada de escepticismo
en donde el eclecticismo se funda en un discurso que devasta la
transmisión, al fragmentarla en imágenes desprovistas de palabras
que porten una verdad. El poder se nutre de la destrucción (reina
en la división) y la subjetividad es despedazada en nombre de la
libertad. Una subjetividad de la post-verdad, en donde todo es
ficción en ideología de relato, sin sustento del mundo exterior,
negando y rechazando su existencia en la confirmación de lo ima-
ginario, como real y simbólico a la vez; un delirio que, al ser sos-
tenido en lazo social, el sujeto en su singularidad no lo puede
reconocer al estar involucrado y ser partícipe del mismo, locura
de la época de la deconstrucción.
La deconstrucción, en el intento de destrucción, busca el te-
soro del lenguaje para implosionarlo. Saben los ideólogos de la
devastación qué es lo que hay que hacer al dejar sin el tesoro
significante a una cultura y, de esta manera, golpear en la piedra
fundante y así, de pronto, todo se cae. La pasión que se resguarda
en el lenguaje fluctúa en su circularidad de tiempo sin objeto; sólo
rompiendo las letras ésta queda herida de muerte en un balbuceo
que nadie entiende o en el grito ahogado de la desesperación.
El hombre ama ocultar la verdad en lo que construye como
saber, y las huellas borradas por el soplo de décadas, centurias,
siglos, al esconderse, simulan perderse. El hombre actual, perdido
en su pasión de odio e ignorancia, depreda el campo simbólico con
la misma intensidad que aniquila la naturaleza que le da cobijo.
En riesgo el pasaje de la constitución subjetiva de la imagen al
nombre transmutado en Ley por la metáfora paterna.
En ensayos anteriores se dio cuenta de la importancia de la
metáfora para la constitución psíquica inconsciente del sujeto; es
“salvaje” el acto al hacer un pasaje a lo “literal”, acción en acto
que hace intervenir un real sin representación.
Tiempos “salvajes” de deconstrucción de lo simbólico para
hacer del sujeto el reflejo de un fantasma que busca encontrarse
en las imágenes del mercado, o de una ideología en pulsión de
61
57
Ídem. Pág. 1804. “No debe, pues, sorprendernos hallar que el hombre pri-
mitivo transfiere al mundo exterior la estructura de su propia psiquis.”
58
Ídem. Pág. 1783. “En sus desesperados esfuerzos para defender contra las
tentaciones de su propia imaginación se impuso la regla de no entregar
nada de su propia persona, a la que identificaba en primer lugar con su
nombre y en segundo con su escritura. De este modo terminó por renun-
ciar a escribir en absoluto.”
59
Ídem. Pág. 1787.
60
Ídem. Pág. 1794. “Vemos, pues, que el predominio de las tendencias se-
xuales sobre las tendencias sociales constituye un rasgo característico de la
neurosis; pero estas mismas tendencias sociales no han nacido sino de la
mezcla de elementos egoístas con elementos eróticos.”
62
Animismo mágico
La aplicación del animismo61 resulta tener su Ley psicológi-
ca, la que implica una omnipotencia63 de ideas que genera una
62
61
Ídem. Pág. 1795. “En el sentido estricto de la palabra, el animismo es la
teoría de las representaciones del alma; en el sentido amplio, la teoría de
los seres espirituales en general.”
62
Ídem. Pág. 1796. “El animismo es un sistema intelectual. No explica úni-
camente tales o cuales fenómenos particulares, sino que permite concebir
el mundo como una totalidad. Si hemos de dar fe a los investigadores, la
Humanidad habría conocido sucesivamente, a través de los tiempos, tres
de estos sistemas de pensamiento, tres grandes concepciones del universo:
la concepción animista (mitológica), la religiosa y la científica. De todos
estos sistemas es quizá el animismo el más lógico y completo.”
63
Ídem. Pág. 1802. “Sin embargo, no podemos ver en la “omnipotencia de
las ideas” el carácter distintivo de esta neurosis, pues el examen analítico
nos lo revela también en las demás. En todas ellas es la realidad intelec-
tual, y no la exterior, lo que rige la formación de síntomas. Los neuróticos
viven en un mundo especial, en el que, para emplear una expresión de que
ya me he servido en otras ocasiones, sólo la moneda neurótica se cotiza.
Quiero decir con esto que los neuróticos no atribuyen eficacia sino a lo
intensamente pensado y representado afectivamente, considerando como
cosa secundaria su coincidencia con la realidad”.
64
Ídem. Pág. 1800. “Los motivos que impulsan al ejercicio de la magia re-
sultan fácilmente reconocibles. No son otra cosa que los deseos humanos.
Habremos únicamente de admitir que el hombre primitivo tiene una des-
mesurada confianza en el poder de sus deseos, En el fondo todo lo que in-
tenta obtener por medios mágicos no debe suceder sino porque él lo quiere.
De este modo, no tropezamos al principio sino con el deseo.”
64
65
Ídem. Pág. 1803. “Si aceptamos la evolución antes descrita de las concep-
ciones humanas del mundo, según la cual la fase animista fue sustituida
por la religiosa, y está, a su vez, por la científica, nos será también fácil
seguir la evolución de la “omnipotencia de las ideas” a través de estas fases
(…) En nuestra confianza en el poder de la inteligencia humana, que cuenta
ya con sus leyes de la realidad, hallamos todavía huellas de la antigua fe en
la omnipotencia.”
66
Ídem. Pág. 1804. “El arte es el único dominio en el que “omnipotencia de
las ideas” se ha mantenido hasta nuestro días. Sólo en el arte sucede aún
que un hombre atormentado por los deseos cree algo semejante a una sa-
tisfacción y que este juego provoque – merced a la ilusión artística – efectos
afectivos (…) Con razón se habla de la magia del arte y se compara al
artista a un hechicero.”
65
67
Ídem. Pág. 1813. “El totemismo es un sistema a la vez religioso y social.
Desde el punto de vista religioso consiste en las relaciones de respeto y de
mutua consideración entre el hombre y el tótem.”
68
Ídem. Pág. “El psicoanálisis nos enseña, por el contrario, que los primeros
deseos sexuales del hombre son siempre de naturaleza incestuosa, y que es-
tos deseos reprimidos desempeñan un papel muy importante como causas
determinantes de las neurosis ulteriores.”
69
Ídem. Págs. 1837 - 1838. “El psicoanálisis nos ha revelado que el animal
66
totémico es, en realidad, una sustitución del padre, hecho con el que se
armoniza la contradicción de que estando prohibida su muerte en época
normal se celebre como una fiesta su sacrificio y que después de matarlo
se lamente y llore su muerte. La actitud afectiva ambivalente, que aún hoy
en día caracteriza el complejo paterno en nuestros niños y perdura muchas
veces en la vida adulta (…) La teoría darviniana no concede, desde luego,
atención ninguna a los orígenes del totemismo. Todo lo que supone es la
existencia de un padre violento y celoso, que se reserva para si todas las
hembras y expulsa a sus hijos conforme van creciendo (…) la organización
más primitiva que conocemos (…) Basándonos en la fiesta de la comida
totémica, podemos dar a estas interrogaciones la respuesta siguiente: Los
hermanos expulsados se reunieron un día, mataron al padre y devoraron
su cadáver, poniendo así un fin a la existencia de la horda paterna (…) al
devorarlo se identificaban con él y se apropiaban una parte de su fuerza. La
comida totémica, quizás la primera fiesta de la Humanidad, sería la repro-
ducción conmemorativa de este acto criminal y memorable que constituyó
el punto de partida de las organizaciones sociales, de las restricciones mo-
rales y de la religión.”
67
70
Ídem. Pág. 1840.
68
71
Ídem. Pág. 1822 “Los arunta suprimen, como ya indicamos, toda relación
entre la concepción y el acto sexual. Cuando una mujer se siente fecunda-
da, es que en el momento en que experimenta dicha sensación ha habido
un espíritu que aspiraba a la resurrección…”
72
Ídem. Pág. 1841. “La sociedad reposa entonces sobre la responsabilidad
común del crimen colectivo, la religión sobre la conciencia de la culpa-
bilidad y el remordimiento, y la moral, sobre las necesidades de la nueva
sociedad y sobre la expiación exigida por la conciencia de culpabilidad.”
73
Ídem. Pág. 1845.
69
74
Ídem. Pág. 1847.
70
75
Ídem. Pág. 1849.
76
Ídem. Pág. 1850.
71
Moshé
La contigüidad es parte del arte rabínico de interpretación,
¿por qué ubicar una contigüidad entre Tótem y Tabú, y Moisés
y la religión monoteísta? Porque Freud siempre sigue el mismo
principio, no abandona su postulado de que en el origen de lo
social hay un asesinato, luego la comida totémica y, en fraterni-
dad, la Ley y la herencia. En su novela77 historia, Freud ficciona
un asesinato, el de Moisés78, al igual que conjetura otra filiación
posible.
77
Yerushalmi, Yosef Hayim. (1991). El Moisés de Freud. -Judaísmo termina-
ble e interminable. Nueva Visión. Bs As. Pág. 58. “Y en 1938, luego de que
se publicara en Imago las dos primeras partes, declaró en una carta a su
hijo Ernst: “Es mi primera aparición como historiador ¡bastante tarde!”
78
Ídem. Pág. 54 “Pronto descubrí la fórmula: Moisés creó a los judíos. De
modo que di a mi obra el título: El hombre Moisés, una novela histórica.”
72
79
Ídem. Págs. 176 – 177. “En otra parte escribí que, así como la ‘vida de un
pueblo’ es una metáfora biológica, del mismo modo la ‘memoria de un
pueblo’ es una metáfora psicológica.”
73
80
Ídem. Pág.33
74
na, que quizás descienda hacia él como una Valquiria hebrea, esas
selectoras de los mejores caídos en batalla.
Ha sido suficiente dolor para un solo hombre, tan inconscien-
temente realista como risueñamente trágico.
Al final de su existencia, ante esta diosa primordial (Nix), que
engendra por sí sola el destino, ante ella ¿podrá intervenir Moshé?
Dejaremos el interrogante abierto para luego regresar.
El asesinato es un acto que hace huella81 y marca un retorno.
Freud escribe un texto que transmuta la hermenéutica (in-
terpretación, explicación, traducción) en una exégesis (interpre-
tación de textos sagrados), para concluir en una heurística (crea-
ción, invención).
Quizás, la mítica pulsión tiene un lazo misterioso con otro
concepto mítico freudiano, la filogénesis en la ontogénesis: “Freud
está, en cierto sentido, implícito en el relato bíblico: ‘No sólo con
vosotros haré esta alianza y este juramento, sino con aquel que
está aquí con nosotros en este día ante Dios nuestro Señor, y tam-
bién con aquel que no está aquí con nosotros en este día’. (Deute-
ronomio 29:13-14), sobre la base de lo cual los sabios talmúdicos
aseveraron más adelante que las almas de todas las generaciones
de judíos aún no nacidos ya estaban presentes en Sinaí (…)” Han-
ns Sachs (…) Freud, maestro y amigo: “Es como si Freud siguiera
intuitiva e inconscientemente los pasos de sus ancestros y una de
las tradiciones judías más antiguas: la creencia de que todos los
judíos, nacidos o por nacer, estuvieron presentes en el monte Sinaí,
y que allí asumieron por sí mismos el ‘yugo de la Ley’.”82
Exégesis para comprender, hermenéutica para interpretar, heurís-
tica para crear.
81
Ídem. Pág. 85. “En cuanto a Jung, el concepto específico de un inconsciente
colectivo es superfluo dado que “el contenido del inconsciente, ciertamen-
te, es en todo caso una propiedad colectiva y universal de la humanidad”.
Y así, por último, se revela el secreto de la tradición religiosa. Su poder
radica precisamente en el retorno de lo reprimido, en el desencadenamien-
to de recuerdos, hasta entonces inconscientes, de sucesos reales del pasado
remoto. Lo que he denominado el drama esencial de Moisés y la religión
monoteísta, en tanto diferente de su trama externa, se encuentra aquí.”
82
Ídem. Pág. 87.
75
83
Ídem. Pág. 88. “…el retorno de lo reprimido es la contraparte freudiana
de la revelación bíblica, ambos igualmente trascendentales e insondables,
cada uno dependiente, en última instancia, no de la evidencia histórica sino
de cierto tipo de fe, a fin de ser creíble.”
84
Ídem. Págs. 196 - 197, “Me parece que en el lugar más recóndito de su
corazón usted creía que el psicoanálisis es en sí mismo una prolongación
metamorfoseada adiciona, si no final, del judaísmo, despojada de sus ilu-
sorias formas religiosas, pero conservando sus características monoteístas
esenciales, al menos según usted las entendió y describió. En síntesis, me
parece que creía que, así como usted es un judío sin dios, el psicoanálisis
es un judaísmo sin dios (...) En 1977 se creó en la Universidad Hebrea
de Jerusalén el profesorado Sigmund Freud (…) Anna, su Antígona, fue
invitada a asistir, pero no pudo ir en persona. En cambio, envió un docu-
mento que fue leído en su nombre a los analistas congregados (…) Durante
su existencia, el psicoanálisis se conectó con diversas instituciones acadé-
micas, no siempre con resultados satisfactorios…Repetidas veces también
experimentó el rechazo por parte de las mismas, que le criticaban que sus
métodos fueran imprecisos, que sus hallazgos no estuvieran expuestos a la
prueba experimental, que fuera anticientífico, incluso que fuera una “cien-
cia judía”. Aunque los otros comentarios despectivos pueden ser evalua-
dos, creo que es la connotación mencionada en último término la que, en
las presentes circunstancias, puede servir como título de honor.”
76
85
Números 21:9.8. “Y el SEÑOR dijo a Moisés: Hazte una serpiente abrasadora y ponla
sobre una asta; y acontecerá que cuando todo el que sea mordido la mire, vivirá. 9 Y
Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre el asta; y sucedía que cuando una
serpiente mordía a alguno, y éste miraba a la serpiente de bronce, vivía.”
77
Arco Iris, o la que se enrosca entre las ramas del árbol de la vida,
buscando las frutas de las Sefirot. Serpiente que enrosca la escritu-
ra de Freud, serpiente de papel, mas no de bronce; tinta que no se
puede tañer en campanadas de gloria, ni usar como un instrumen-
to que llama a la danza y el combate (o quizás sí). Es una serpiente
de tinta que se mueve buscando morder la pluma que corona su
mano. Es una serpiente que se empluma y se torna alada en la es-
critura de Freud. Esa ave del arca de su pensamiento, paloma que
luego del diluvio de la modernidad trae en su pico la rama de olivo
y, de ese olivo, el sagrado aceite, que ungirá a los profetas, aquellos
que el pueblo hebreo, en sagrado acto, sacrificará.
Su movimiento es un silencioso zigzagueo sobre el papel; un
deslizarse en los sueños configurando figuras de imágenes por ol-
vidar. Freud siente que le inocula un sueño de verdad y recae sobre
su diván a ensoñar. Sus ancestros llegan a él, se niega a levantar la
mirada (es Jonás en retirada); ansía mirar el horizonte y los abis-
mos que el romanticismo alemán abrió en su pecho; desea cami-
nar los Alpes y deambular por las calles empedradas de Pompeya,
buscando en el sol de mediodía a la bella Gradiva, la que al cami-
nar se desliza sin tocar la tierra. La que se desliza entre la vida y
la muerte. ¿Un fantasma que se encarnará en el sueño freudiano?
Esa doncella de pies descalzos y andar liviano y que dice lla-
marse Zoe Bertgang, y lo que se cifra en Zoe (vida) y en Bertgang,
significa lo mismo que Gradiva, la que resplandece al caminar.
Busca, en su pasión, a la sibilina pitonisa de Apolo (el ladrón
del oráculo) y ante su templo, Tiresias contempla la cópula de dos
serpientes enroscadas y ansía ser mujer.
Él busca, en aquellas doncellas, La doncella, la que decir en
palabras no puede, (por su neurosis de conversión). Ellas aman a
su nuevo Señor, un Amo que pasó de la hipnosis al silencio, y él la
dibuja como real (es Irma) en su imaginario texto de “Interpreta-
ción de los sueños”; él, un Señor y Amo del nuevo siglo.
Lo rodean en coro, anilladas en el oro y en el amor; juran
ser fieles hasta su muerte y mudar en sus inmutables viudas y no
dejar que los jóvenes parricidas devoren su cadáver, pero, una vez
expuestos sus restos, buscan nuevos anillos para sus delicadas ma-
nos antes de que éstas se arruguen, alianza de viudas que buscan
matrimonio.
78
86
Freud, Sigmud. (1981). Obras Completas. Tomo III. Moisés y la Religión
Monoteísta. Tres Ensayos – 1934 -8 (1939). Biblioteca Nueva. Madrid.
Pág. 3243. “He aquí el objeto de mi breve ensayo. Su pretensión a tener
cabida en la revista Imago se basa en que su tema es una aplicación del
psicoanálisis.”
87
Ídem. Pág.3242. “la forma hebrea activa (Mosche podría significar, a lo
sumo: el que saca de las aguas) (…) el término egipcio “mose” (que signifi-
ca “niño”) y representa una abreviación de nombres más complejos, como,
por ejemplo, “Amen - mose”, es decir, “niño de Amon”, o “Ptah - mose”,
“niño de Ptah”, nombres que a su vez son abreviaciones de apelativos más
largos (…) el nombre abreviado “Niños” se convirtió pronto en un sustitu-
to cómodo para el complicado nombre completo…”
88
Ídem. Pág. 3271. “Semejante continuación de mi trabajo vendría a relacio-
narse con opiniones formuladas hace veinticinco años en Tótem y tabú…”.
79
ras, las que a gritos llaman para que la revele un poeta profeta en
exégesis de amor. Uno, que la postmodernidad asesinó.
Una vez rescatado ese niño Mose de las aguas maternas89 y
hecho un héroe, ella se posará en sueños sobre su pecho y lo inte-
rrogará. Querrá saber si Eros es en él.
Retorna Freud en Moshé - Mose a los postulados del Com-
plejo de Edipo y de la novela familiar, la “novela del neurótico”,
transmutada en fábula, leyenda, mito, religión… ¿Hay una ambi-
valencia afectiva al volver al padre y, a la vez, un acto de parrici-
dio intelectual en la inversión del nombre?
¿Se funda el psicoanálisis sobre un asesinato? ¿La institución
psicoanálisis?
Freud afirma, en Tótem y Tabú, que toda institución se funda
en un asesinato, por lo tanto, en cada institución hay crímenes que
saldar, deudas adquiridas que pagar. Lo que nos permite jugar en
ficción con el enigma, transpolando la figura de la Esfinge, la que
ahora ya no es tebana (Tebas conocida como Waset, ciudad egip-
cia, centro de culto, y la ciudad más venerada del antiguo Egipto),
sino Esfinge en sedas egipcias, que interroga.
Si jugamos a la metonimia en metáfora, al deslizar el nombre
Moshé en Mose, por qué no hacerlo con la que finge que no sabe
en lo que pregunta. La Esfinge que, siendo egipcia, se desliza en
alado interrogante al con-texto griego, allí donde Sófocles le da
89
Ídem. Pág. 3244. “Un héroe es quien se ha levantado valientemente contra
su padre, terminando por vencerlo. Nuestro mito traza esta lucha hasta
la protohistoria del individuo, al hacer que el niño nazca contra la vo-
luntad del padre y que sea salvado contra los malos designios de éste. El
abandono en la caja es una inconfundible representación simbólica del
nacimiento: la caja es el vientre materno; el agua, el líquido amniótico. En
incontables sueños, la relación padre - hijo es representada por el extraer
o salvar de las aguas (…) Pero la fuente última de toda esta fábula se halla
en la denominada “novela familiar” del niño. Por medio de la cual el hijo
reacciona ante las modificaciones de su vinculación afectiva con los pri-
mogenitores, especialmente con el padre. Los primeros años de la infancia
están dominados por una grandiosa supervaloración del padre, de acuerdo
con lo cual los reyes y las reinas de los cuentos y los sueños representan
siempre a los padres (…) En consecuencia, las dos familias del mito, la
ilustre tanto como la humilde, son imágenes de la propia familia, tal como
se le presenta al niño en períodos sucesivos de su vida.”
83
90
Ídem. Pág. 3248.
84
ser cierta, quizás para darle una nueva posibilidad al ser. Esa ve-
rosimilitud que el psicoanálisis no abandono.
Quizás, el oro tallado en magnífica figura de becerro, fue
montado en un pedestal de barro.
¿Y cuáles son los pies de barro de la teoría del psicoanálisis?
Para evitar el destino de Cam, no miremos la desnudez del padre.
Freud muestra cómo se liga la divinidad al nombre91; portar
lo divino en un significante, en su posibilidad de abarcar el todo
para luego desaparecer en un borramiento que hace huella mné-
mica y transmuta a Ley hebrea, en la misma piedra mudada a
mandamiento (manda y miento).
Si seguimos el principio freudiano del retorno de lo reprimi-
do, se puede inferir el asesinato de Akhnaton - Mose <> Mose -
Akhnaton92. En Freud, es importante el valor de la etimología, de
la gramática en semántica y su tensión con el mito, para poner en
juego la hermenéutica en exégesis con valor de heurística, y esto
es lo que lo hace un maestro.
91
Ídem. Págs. 3250 – 3251 – 3252. “Durante la gloriosa dinastía XVIII, bajo
cuya égida Egipto llegó a ser por vez primera una potencia mundial, ascen-
dió al trono, por el año 1375 a J.C. un joven faraón que primero se llamó
Amenhotep IV, como su padre, pero que más tarde cambió de nombre,
y por cierto algo más que su nombre. Este rey se propuso imponer a sus
egipcios una nueva religión, una religión contraria a sus tradiciones mi-
lenarias y a todas sus maneras familiares de vivir. Tratábase de un rígido
monoteísmo la primera tentativa de esta clase emprendida en la historia de
la humanidad, en cuanto alcanzan nuestros conocimientos (…) En el sexto
año de su reinado la enemistad había llegado a punto tal que el rey modi-
ficó su nombre, pues una parte del mismo era el proscrito nombre divino
Amon. En lugar de Amenhotep se llamó Ikhnaton. Pero no sólo extinguió
el nombre del odiado dios en su propio gentilicio, sino también en todas
las inscripciones, incluso donde aparecía formando parte del hombre de
su padre, Amenhotep III. Poco después de repudiar su nombre, Iknaton
abandonó Tebas, dominada por Amos, y se construyó río abajo una nueva
residencia, que denominó Akhetaton (‘horizonte de Aton’). Sus ruinas se
llaman hoy Tell – el – Amarna.”
92
Ídem. Pág. 3253. “Si el parentesco fonético entre el nombre egipcio Aton
(o Atun). La palabra hebrea Adonai y el nombre del dios sirio Adonis, no
es tan sólo casual, sino producto de un arcaico vínculo lingüístico y semán-
tico, entonces se podría traducir así aquella fórmula judía: “Oye, Israel,
nuestro dios Aton (Adonai) es un dios único”.
85
93
Ídem. Pág. 3258. “Moisés habría sido “torpe de lengua”, es decir, habría
padecido una inhibición o un defecto de lenguaje, de modo que en las
pretendidas discusiones con el rey necesitó la ayuda de Aarón, el cual se
consideraba hermano suyo. También esto puede ser verdad histórica y
contribuiría a dar mayor vida al retrato del gran hombre. Pero es posible
asimismo que tenga una significación distinta y más importante. Podría ser
que el texto bíblico aludiera, en ligera perífrasis, al hecho de que Moisés
era de lengua extranjera, que no podía comunicarse sin intérprete con sus
neoegipcios semitas, por lo menos al comienzo de sus relaciones. Es decir,
una nueva confirmación de la tesis de que Moisés era egipcio.”
94
Ídem. Pág. 3259. “Este historiador aporta dos importantes indicios a nues-
tra precedente argumentación: primero el que Josué conmina al pueblo a
circuncidarse “para quitar de vosotros el oprobio de Egipto”; luego la cita
de Heródoto, según la cual los fenicios (seguramente se refiere a los judíos)
y los asirios de palestina confiesan haber aprendido de los egipcios la prác-
tica de la circuncisión.”
86
95
Ídem. Pág. 3272. “Vivimos en una época harto extraña. Comprobamos,
asombrados, que el progreso ha concluido un pacto con la barbarie.”
96
Ídem- Págs. 3264 - 3265. “En la deformación de un texto sucede algo
semejante a lo que ocurre en un crimen. La dificultad no está en come-
terlo, sino en borrar las huellas. Quisiéramos dar a la palabra “deforma-
ción” (Entstellug) el doble sentido que denota, por más que hoy ya no se
le aplique. En efecto, no significa tan sólo alterar una forma, sino también
desplazar algo a otro lugar, trasladarlo. Por consiguiente, en muchos casos
de deformación de un texto podremos contar con que hallaremos oculto
en alguna otra parte lo suprimido y lo negado, aunque allí se encontrará
modificado y separado de su conexo, de modo que no siempre será fácil
reconocerlo.”
97
Ídem. Pág. 3274. “Como antes, vacilo frente a mi propio trabajo y echo
de menos ese sentimiento de unidad y pertenencia que debe existir entre el
autor y su obra. No es que me falte convicción de la exactitud de sus resul-
tados, pues ya la adquirí hace un cuarto de siglo, en 1912, cuando escribí
el libro sobre Tótem y Tabú; desde entonces mi certidumbre no ha cesado
de aumentar.”
87
98
Ídem. Pág. 3283. “También allí nos encontramos con el fenómeno de la
latencia, con la aparición de manifestaciones incomprensibles y necesi-
tadas de explicación, con la condición básica de una vivencia temprana,
olvidada más tarde. (…) Todos estos rasgos análogos los presenta, en el
terreno de la psicopatología, la génesis de las neurosis humanas, fenómeno
correspondiente por entero a la psicología del individuo, mientras que las
manifestaciones religiosas atañen, desde luego, a la de las masas.”
88
99
Ídem. Pág. 3295. “Si Moisés fue ese primer Mesías, Cristo hubo de ser
suplente y sucesor, y en tal caso Pablo también pudo decir a los pueblos,
con cierta justificación histórica: ‘Ved, el Mesías en verdad ha vuelto, pues
ante vuestros ojos ha sido asesinado’. En tal caso, también la resurrección
de Cristo tiene una parte de verdad histórica, pues él era, en efecto, Moisés
resucitado, y tras éste, el protopadre de la horda primitiva, que había vuel-
to en transfiguración para ocupar, como hijo, el lugar del padre”.
100
Ídem. Pág. 3298. “Lo olvidado no está extinguido, sino sólo “reprimido”;
sus huellas mnemónicas subsisten en plena lozanía, pero están aisladas
por “contracatexias”. No pueden establecer contacto con los demás proce-
sos intelectuales; son inconscientes, inaccesibles a la consciencia. También
puede suceder que ciertos sectores de lo reprimido escapen al proceso de
la represión, permaneciendo accesibles al recuerdo y penetrando ocasio-
nalmente en la consciencia, pero aun entonces aparecen en completo aisla-
miento, como cuerpos extraños inconexos con el resto.”
101
Ídem. Pág. 3307. “Según lo que hemos expuesto, la gran idea religiosa
sustentada por el hombre Moisés no era, en el fondo, la suya propia, sino
que la había tomado de su rey Ikhnaton:”
102
Ídem. Pág. 3300. “Pero la investigación analítica ha ofrecido algunos resul-
tados que deben ser materia de reflexión. Ante todo, nos encontramos con
el carácter universal del simbolismo lingüístico. La sustitución simbólica
89
106
Ídem. Pág. 3314.
107
Ídem. Pág. 3321. “El término ‘lo reprimido’ es aplicado aquí en una signifi-
cación impropia, no en su sentido técnico. Tratase de algo pasado, desapa-
recido, superado en la vida de un pueblo, algo que me aventuro a equipa-
rar a lo reprimido en la vida psíquica individual. Por ahora no podríamos
decir en qué forma psicológica subsiste eso, lo pasado, durante el lapso de
su latencia. No es fácil trasladar los conceptos de una psicología individual
a la psicología de las masas, y por mi parte no creo que se adelantaría
mucho adoptando el concepto de un inconsciente ‘colectivo’. De por sí,
el contenido del inconsciente ya es colectivo, es patrimonio universal de
la Humanidad. (…) Nos vemos obligados a concluir que los sedimentos
psíquicos de aquellos tiempos primordiales se convirtieron en una herencia
que en cada nueva generación sólo precisa ser reanimada, pero no adqui-
rida. Adoptamos tal conclusión teniendo presente el ejemplo del simbo-
lismo, sin duda alguno innato, que data de la época en que se desarrolló
el lenguaje, que es familiar a todos los niños sin necesidad de haber sido
instruidos al efecto, y que es uno y el mismo en todos los pueblos, a pesar
de todas las diferencias idiomáticas.”
108
Ídem. Pág. 3322. “Los sentimientos infantiles poseen una intensidad y una
profundidad inmensamente mayores que los del adulto, y sólo el éxtasis
religioso puede ser tan exhaustivo. Así, un rapto de devoción a Dios es la
primera reacción ante el regreso del gran Padre.”
109
Ídem. Pág. 3323. “En efecto, a pesar de los múltiples brotes de asomos de
esa idea en los diversos pueblos, fue en la mente de un judío, de Saulo de
Tarso – llamado Pablo como ciudadano romano - en la que por vez pri-
91
111
Freud, Sigmud. (1981). Obras Completas. Tomo III. El malestar en la cul-
tura. 1929 (1930). Biblioteca Nueva. Madrid.
112
Ídem. Pág. 3022.
113
Ídem. Pág. 3023.
93
114
Ídem. Pág. 3024
94
115
Referencia a un juego de composición en secuencia, los jugadores escribían
por turno en una hoja de papel, la doblaban para no dejar toda la escritu-
ra expuesta y así la pasaban al siguiente jugador, al ver solo el final de lo
escrito el nuevo jugador reconstruye y agrega, sus teóricos fueron Robet
Desnos, Paul, Éluard, André Bretón y Tristan Tzara, y el nombre que le
dieron fue: « Le cadavre - exquis - boira - le vin - nouveau » (El cadáver
exquisito beberá el vino nuevo), lo que se agrega puede o no pertenecer a la
realidad, pero en el juego se torna realidad por cuanto inscribe una nueva
imagen, afirmando como valor lo anónimo y grupal, teniendo en cuenta lo
automático, buscando un efecto hipnótico o de desvanecimiento subjetivo.
98
116
Le Rider, J. Plon. M. Raulet. G. Rey-Flaud. H. (1998). Sobre El malestar en
la cultura de Sigmund Freud. Nueva Visión. Bs. As. Pág. 39.
117
Ídem. Pág. 16. “…el banquete totémico que consagra, en Tótem tabú, la
muerte del padre primordial y demuestra que el canibalismo desempeña un
papel decisivo en la constitución de la civilización puesto que, de manera
metafórica, instituye la primera forma de sociedad y crea al mismo tiempo
la matriz del sentimiento religioso.”
99
118
Ídem. Pág. 27.
119
Ídem. Pág. 40.
120
Ídem. Pág. 45.
101
121
Freud, Sigmund. (1981). Obras Completas. Tomo III. El malestar en la
cultura. 1929 (1930). Biblioteca Nueva. Madrid. Pág. 3028.
102
122
Ídem. Pág. 3030.
123
Ídem. Pág. 3028. “Desde luego, ninguno de los que comparten el delirio
puede reconocerlo jamás como tal.”
124
Ídem. Pág. 3032
125
Ídem. Pág. 3034.
103
El odio primordial
En la dialéctica entre el órgano y la idea sin órgano, o sus-
tituyendo al órgano como causa de goce, hay una distancia que
hace cultura y es la represión y la renuncia a la pulsión olfativa,
para adquirir el sujeto la posición erecta y abandonar (en parte)
su estado animal: “La erección del hombre a la posición vertical se
hallaría, pues, en el origen del proceso de la cultura…”126
Pulsión en libido sublimada, que busca un destino en el lazo
social al precio de la renuncia, en el costo del mal estar, un estar
mal con la propia pulsión, la que no cesa en demandar en amor y
muerte, ¿puede ser reconocida la energía que en odio primordial
se despliega en una idea puesta en acto por un logos de muerte?
Una idea en ideología que arroja al sujeto a un más allá del
principio de placer confrontándolo con la máxima de la religión
cristiana: amar al prójimo como a sí mismo. Una paradoja, ya
que al espejo de la ideología, en sus despliegues de identificación y
proyección inconsciente, lo activa la pulsión de muerte para des-
truir al otro que ya no es un semejante sino un rival.
La pregunta retorna una y otra vez sobre el odio primordial y
cómo éste se pone en acto en la deconstrucción - destrucción, para
disolver las tensiones de las diferencias en una búsqueda de homo-
geneidad ideológica127 y de poder, que refleje a todos los sujetos de
una manera igual. En la homogeneidad hay un significante que se
torna primordial y que impide toda traslación; excluye la analogía
y, al hacer calco-manía, se suspende la traslación anulando en el
acto una transposición.
Cae la metáfora paterna y, con ella, se retorna a esa leche ma-
terna que ahoga al querer tragarla toda al mismo tiempo; retorno
a esa boca de cocodrilo que se cierra sin dejar respirar; a esas
fauces ideológicas que dejan al sujeto sin posibilidad de un deseo
propio, y lo apropiado queda por fuera, en ese Otro y su goce, lo
que hace que toda ideología extrema (en su hegemonía) se torne
126
Ídem. Pág. 3039.
127
Le Rider, J. Plon. M. Raulet. G. Rey-Flaud. H. (1998). Sobre El malestar en
la cultura de Sigmund Freud. Nueva Visión. Bs. As. Pág. 46 “En el racismo
se advierte el mismo odio hacia la diferencia, odio que se ejerce en nombre
de la in-diferencia que se impone a los miembros de la comunidad”.
104
128
Ídem. Pág. 53.
129
Ídem. Pág. 42. “Freud (…) fue el primero en mostrar que el amor descan-
sa sobre la represión y la inversión a odio (…) los miembros de grupos
comunitarios abrigan una voluntad velada de autarquía que, en nombre
del “narcisismo de las pequeñas diferencias”, los hace elegir sus objetos
de amor dentro del mismo grupo (nacional, racial o local) y volcar el odio
hacia lo externo sobre los que no pertenecen a la comunidad.”
105
130
Ídem. Pág. 43.
131
Ídem. Páginas 46 - 47.
106
Errancia
Humano demasiado humano: “El doloroso rechazo de Ulises
a la oferta de Calipso, que le propone la inmortalidad, nos enseña,
por el contrario, que el hombre está condenado a la guerra y a la
errancia, al precio del deseo y de la muerte.”132
Freud no cesa de interrogarse por el precio a pagar ante el
sacrificio pulsional; la energía de la represión destinada a Eros
trabaja en diálogo, entre ese logos que, al disolverse, muestra el
rostro descarnado de Thánatos, con ojos sin pestañas, sin velos
que, al mirar fijo, hieren en la verdad que descubren, esa verdad
sin carne. Son los huesos del lenguaje que articulan palabras en
consonantes.
Y la violencia se hace poder y fuerza: “El estado hereda la
omnipotencia del padre primitivo; es ‘la institución que le permite
a la pulsión de muerte desplegarse en toda su amplitud’. Por una
parte, la aplica contra el individuo a fin de obligarlo a unirse a
la comunidad; por otra parte, la ejerce en nombre de la comuni-
dad…”133
Y la errancia en la femineidad es una puerta que Freud con-
templó y Lacan abrió.
Errancia de cuarenta años, en el desierto de un pueblo que te-
nía que blanquear los huesos de la generación que creció en Egip-
to y dar lugar a la nueva generación, la que nace en y del desierto,
la que en secreto portará la circuncisión en la Ley de Moisés.
132
Ídem. Pág. 69
133
Ídem. Pág. 81
108
Primero lo sexual
Freud, en su indagación sobre la causa del malestar en la cul-
tura, hace referencia al comunismo y su utopía, en cuanto a su
intento de modificar las pulsiones a partir de la administración del
dinero (aboliendo el capital y generando una justa distribución).
Señala que la disputa comenzó entre los hombres antes de la pro-
piedad privada, cuando ésta no existía en el lazo social, afirmando
que el dinero es un fenómeno, no una causa. Vuelve a retomar la
causalidad ya planteada en su texto Tótem y Tabú: Es primero lo
sexual y, por efecto de la represión, deviene lo social (soxial).
¿Qué representa el dinero? ¿Qué representa la propiedad
privada? ¿Por qué unos pocos se apropian de la riqueza? ¿De qué
se trata la riqueza? ¿Qué es lo que no distribuye el Amo para ser
tal? ¿El esclavo ama a su Amo?
El dinero es una metáfora para el psicoanálisis; en analogía
hace referencia al cuerpo en su intercambio (Levi Strauss - Las
109
134
Freud, Sigmund. (1981). Obras Completas. Tomo III. El malestar en la
cultura. 1929 (1930). Biblioteca Nueva. Madrid. Pág. 3046.
110
135
Ídem. Pág. 3067.
136
Ídem. Pág. 3054.
111
El Padre
Dijo el profeta del apocalipsis: “Dios ha muerto”, y le replicó
el profeta que siguió sus huellas hasta la puerta de la post-posmo-
dernidad: “Y el hombre también”.
Y otra vez repito lo que no puede ser escuchado: J. Lacan, a
través de su postulación teórica, nos permite diferenciar al pro-
to-padre (macho de la horda primitiva), de la función del padre
(la que no es sin la función materna y de lo que cae como resto,
como vacío) desde la metáfora paterna, en donde la Ley cumple
la interdicción del incesto que permite la exogamia, salir de la
endogamia y hacer lazo social en la heterogeneidad, afirmando la
diferencia. Es un riesgo confundir al macho de la horda primitiva
con el padre simbólico y destruir a los dos al mismo tiempo postu-
lando, desde lo imaginario, una nueva hegemonización, disolvien-
do la ley, retornando a la horda en sus diferentes modos y, desde
allí, a los actos que disuelven el lazo social: el incesto, el asesinato
y el canibalismo.
Incesto en la ideología hegemónica de cualquier tipo (endoga-
mia). Asesinato en lo que no se puede nombrar (ritual del ofreci-
miento de sacrificio a los oscuros dioses) y canibalismo en el devo-
rarse unos a otros, como en las películas de los zombis, mudando
lo social a un deambular de muertos vivientes.
El destino que nos cabe es el desamor en todas sus formas y
el advenimiento de sus sombras en las formas de goce que se pro-
mueven vitalizando la pulsión de muerte.
Lo que antes era la contra-cultura, es ahora la cultura, pasan-
do a ser toda diferencia la contra-cultura. Por lo que ésta es poder
nombrar el espanto de la cultura, que ya no se puede habitar (en
sólo unas décadas su reverso), porque el hombre es siempre distin-
to y, a la vez, siempre el mismo.
Al seguir la cultura una lógica binaria, para algunos sólo cabe
esperar un próximo movimiento dialéctico que anule el actual
movimiento generando lo opuesto, pero la realidad demanda otra
lógica de interpretación.
“El destino es considerado como un sustituto de la instancia
parental; si nos golpea la desgracia, significa que ya no somos
amados por esta autoridad máxima, y amenazados por semejante
112
pérdida de amor…”137
¿Qué le sucede al sujeto sin el amor sostenido en la ley que lo
ampara? Sin esa función simbólica que permita instaurar la falta y
ofrecer en la prohibición habilitar al deseo que nos permita amar.
¿Qué nos cabe esperar sin la metáfora? ¿Sin los poetas del
deseo y el amor?
¿Qué nos cabe esperar ante la peste en pestilencia del desamor?
Ante los que anuncian el apocalipsis, ante los que promueven
la tragedia; aquellos pensadores que revelan la verdad desde el
rostro de la pulsión de muerte, ante esa revelación insoportable,
nuestro rostro se descarna y la mirada ya no tiene pupilas que
contener en sus cuencos.
Hay ciencia y arte en el psicoanálisis, las que se esfuerzan,
pero también las que no olvidan este saber de los poetas, lugar en
donde buscar, una y otra vez.
“No podemos por menos de suspirar desconsolados al adver-
tir cómo a ciertos hombres les es dado hacer surgir del torbellino
de sus propios sentimientos, sin esfuerzo alguno, los más profun-
dos conocimientos, mientras que nosotros para alcanzarlos debe-
mos abrirnos paso a través de torturantes vacilaciones e inciertos
tanteos.”138
En cuanto al asesinato como fundante, es una mancha de san-
gre que debe ser transmutada en óleo y generar nuevos colores.
De no poder el hombre hacer poiesis con ese acto, el destino es la
repetición idéntica, y la mancha cada vez se acrecienta más y más
en la culpa inconsciente.
“…el sentimiento de culpabilidad como problema más im-
portante de la evolución cultural, señalando que el precio pagado
por el progreso de la cultura reside en la pérdida de felicidad por
el aumento del sentimiento de culpa.”139
A pie de página del texto trabajado en este ensayo, hay una
referencia al monólogo ubicado en el acto tercero de Hamlet: “Así
la conciencia nos hace a todos cobardes…”
137
Ídem. Pág. 3055.
138
Ídem. Pág. 3060.
139
Ídem. Pág. 3060.
113
El fin de la historia
Francis Fukuyama plantea el fin de la historia al producirse
un pensamiento único, en donde las ideologías no son necesarias
ya que rige un sistema económico liberal capitalista, el que adopta
diferentes formas y el que surge como triunfante al caer el comu-
140
Ídem. Pág. 3063.
114
El asesinato
Insisto en recordar que el asesinato funda toda institución
para Freud. Si la primera institución es el Lenguaje y allí, lo que
115
141
Grimal, Pierre (1994). Diccionario de Mitología Griega y Romana. Paidós.
Bs. As. Pág. 88.
117
142
Freud, Sigmund. (1981). Obras Completas. Tomo III. El Porvenir de una
Ilusión. 1927. Biblioteca Nueva. Madrid.
143
Ídem. Págs. 2961 - 2962 “La cultura humana -entendiendo por tal todo aque-
llo en que la vida humana ha superado sus condiciones zoológicas y se dis-
tingue de la vida de los animales, y desdeñando establecer entre los conceptos
de cultura y civilización separación alguna-; la cultura humana, repetimos,
muestra, como es sabido, al observador dos distintos aspectos. Por un lado,
comprende todo el saber y el poder conquistados por los hombres para llegar
a dominar las fuerzas de la Naturaleza y extraer los bienes naturales con que
satisfacer las necesidades humanas y, por tanto, todas las organizaciones nece-
sarias para regular las relaciones de los hombres entre sí …”
118
144
Ídem. Pág. 2981.
119
145
Ídem. Pág. 2962.
146
Ídem. Pág. 2963.
120
147
Ídem. Pág. 2967.
148
Ídem. Pág. 2967.
149
Ídem. Pág. 2969. “Pero la indefensión de los hombres continúa, y con ello
perdura su necesidad de una protección paternal y perduran sus dioses, a
los cuales se sigue atribuyendo una triple función: espantar los terrores de
la Naturaleza, conciliar al hombre con la crueldad del destino, especial-
121
151
Freud Sigmud. (1981). Obras Completas. Tomo III. Psicología de las Ma-
sas y Análisis del Yo. 1920 - 1921. Biblioteca Nueva. Madrid.
152
Ídem. Pág. 2563.
153
Ídem. Pág. 2565. ““El más singular de los fenómenos presentados por una
masa psicológica es el siguiente: cualquier que sean los individuos que la
componen y por diversos o semejantes que pueda ser su género de vida, sus
123
154
Ídem. Pág. 2566. “Entre la concepción de Le Bon y la nuestra hay cierta
diferencia, resultante de que su noción de lo inconsciente no coincide por
completo con la adoptada por el psicoanálisis. Para Le Bon, lo inconsciente
contiene, ante todo, los más profundos caracteres del alma de la raza, la
cual no es propiamente objeto del psicoanálisis.”
125
155
Ídem. Pág. 2576.
126
156
Ídem. Paginas. 2582 - 2583
157
Ídem. Pág. 2584.
127
La Identificación
La identificación: Recordemos como la postula Freud: “…la
manifestación más temprana de un enlace afectivo a otra persona
(...) la identificación es siempre posible antes de toda elección de
objeto. Lo que ya resulta mucho más difícil es construir una re-
presentación metapsicológica concreta de esta diferencia. Todo lo
128
158
Ídem. Pág. 2585
159
Ídem. Pág. 2587.
129
puede ocupar el lugar del ideal de yo, donde va a hacer una distin-
ción difícil de distinguir entre el efecto de “fascinación” y de “ser-
vidumbre amorosa”, señalando que desde el enamoramiento a la
hipnosis no hay gran distancia. Recordemos el contexto en el que
surge el psicoanálisis, con un efecto del magnetismo animal desde
la figura de Mesmer, con la propuesta del método de la hipnosis
con Charcot, y con los movimientos sociales en donde los líderes
mueven grandes masas, texto escrito después de la Primera Gue-
rra Mundial y en instancias previas a la Segunda Guerra Mundial.
Freud desplegará diferencias y puntos de encuentro entre
el enamoramiento y la hipnosis, ambos ligados a la sensualidad
coartada en sus fines, ya que afirma que el amor sensual está des-
tinado a extinguirse en la satisfacción. Pero, en cuanto al tema
acerca de la hipnosis, se abre un enigma: “En la hipnosis hay aún,
en efecto, mucha parte incomprendida y de carácter místico.”160
En el inicio del psicoanálisis, la mítica hipnosis, la que dará
paso a la mítica pulsión. Una nueva ciencia gnóstica que esconde
en misterio lo sagrado.
Mito de Edipo (metáfora) que Freud ubica en casi todos sus
ensayos.
Y, en la estructura de todo mito, la metáfora. La eterna y
mítica metáfora.
Metáfora en su estructura: primero la analogía, luego el vacío
por la ausencia de objeto, traslación y, a la vez, en la sustitución la
transposición. Y, a partir de esta escena que organiza toda escritu-
ra ensayística de Freud, el método indiciario, una y otra vez seguir
los rastros, las huellas, de ese objeto (inconsciente) que no cesa de
moverse de lugar en lugar, con la fuerza de un Titán (trilogía de la
metapsicología: dinámica, tópica y económica).
En este capítulo, Freud realiza su reconocido esquema en
donde dibuja una tópica, su movimiento y su económica, es decir,
una metapsicología acerca de su tema planteado, otorgándole un
fundamento epistémico tríptico, articulando la relación del yo con
el ideal y con el objeto, distinguiendo el objeto interno del objeto
externo, ligazón que activa la identificación y la proyección in-
consciente.
160
Ídem. Pág. 2591.
130
161
Ídem. Pág. 2592.
131
162
Ídem. Pág. 2593.
163
Ídem Pág. 293.
164
Ídem Pág. 296. “En 1912 adopté la hipótesis de Ch. Darwin, según la cual
la forma primitiva de la sociedad humana habría sido la horda sometida
al dominio absoluto de un poderoso macho. Intenté por entonces demos-
trar que los destinos de dicha horda han dejado huellas imborrables en la
132
166
Ídem. Pág. 2608.
167
Ídem. Pág. 2610.
135
Consideraciones
Buscar el origen de lo social desde lo social es una tautología
que produce una fenomenología espejada, la que genera un cierto
efecto de fascinación que es curioso y a la vez inútil.
Indagar acerca de la causalidad de lo social nos compromete
con lo sexual y con el intento de hacer lazo social tras la insisten-
cia pulsional de vivir en Eros (amor – deseo – pasión exaltada) y
la igual insistencia pulsional de vivir en Thanatos (desamor - odio;
asesinato / suicidio), dialéctica que lo social occidental europeo
tenso entre la construcción (modernidad) y la deconstrucción
(posmodernidad), de una razón racional de ser, produciendo ideas
que mudaron a ideologías, sosteniendo siempre como principio la
afirmación de uno de los opuestos (principios) en juego (lógica bi-
naria), pero si postulamos que esos opuestos (principios) son solo
una ilusión para velar el vacío, entonces la dicotomía se diluye y
podríamos ingresar a una lógica metafórica en donde el vacío es
el centro, entonces el juego de la existencia se pone en acción en
lo que se desplaza (como significante) para trasladarse desde una
“transposición”, eso (en ello) que en sustitución viene a ocupar
un lugar vacío desde la ausencia de un objeto “real”, con el valor
que le otorga el fantasma (imagen) el que busca afirmarse en la
palabra (anhela un cuerpo simbólico), palabra que en cada letra
anuda ese “tejido” (texto) social, el que cubre al sujeto y se “esti-
ra” en amparo, por el solo hecho de que esta agujereado.
Discurso que discurre en las turbulentas aguas de lo social.
La verdad es de lo que nadie quiere saber, antigua Parresia
que camina descalza en las arenas del desierto, ante la ideología
empoderada de hegemonía en festejo sonríe la retorica y en la
corte del poder danza embriagada y frenética la adulación. Nueva
oratoria que en soberbia desconoce las antiguas leyes.
Y el lector ante esta encrucijada de camino; ¿cuál ha de se-
guir?
¿Parresia?, ¿Retorica?, ¿Adulación?
136
El poeta nos enseño que entre la tierra y el cielo hay más co-
sas de las que un hombre puede comprender.
La vida guarda sus misterios así como la muerte y es de incau-
tos desafiar ese orden sagrado tan antiguo como el tiempo.
En espera…
En la sombra de los misterios el silencio de la espera,
Cristal al sol los velos del tiempo,
Transparencia la de una mirada de amor.
La Peste
No se trata del psicoanálisis como peste, idea peregrina de
Freud al llegar al nuevo continente desde la agotada Europa. El
psicoanálisis portaba el deseo de la cura, si bien el maestro francés
dice que lo importante es acompañar y aliviar en referencia a la
función de un analista.
La peste en muchas épocas danzo en el aire y por el aire se
transmitió.
Tiempos en que el pensamiento y las ideas llamaban a la
muerte, ella escucho; antigüedad, medioevo, modernidad, posmo-
dernidad.
Dicen algunos cabalistas que en el momento que un amor
acontece en el cuerpo o en el alma, un demonio es engendrado.
La cultura griega poseía un dios (para Platón solo era un dai-
mon) a Eros y su hermano gemelo Anteros, el amor y su sombra;
el desamor, uno no podía estar sin el otro y cuando el amor des-
cansaba el desamor trabajaba en forma de celos, envidia, intriga,
porque anhelaba destruir lo que su hermano había conquistado.
Cuando una pasión se torna una idea, esta puede devastar
como la peste, la historia nos muestra la muerte, persecución y
tortura en la Inquisición, pero también en otras épocas.
La Inquisición no es un hecho histórico, es una modalidad
existencial que tiene la figura del Uróboro, circular en su eterno
retorno.
Al exigir en celo el amor único, la idea mudada en ideología
se torna cruel y tiránica. Al reclamar la hegemonía en exclusividad
destruirá todo lo que no la reconozca o amenace, y todos están
expuestos al aire de ese pensamiento, el que de forma contagiosa
se extiende y hace que los cuerpos ingresen a un éxtasis mortuorio
de conciencia y su razón encuentra extraños y temibles sueños,
141
168
Mircea Eliade. (1974). Tratado de Historia de las religiones. Tomo I. Edi-
ciones Cristiandad. Madrid.
142
169
Ídem. Pág. 9.
170
Ídem. Pág. 9.
171
Ídem. Pág. 18.
143
172
Ídem. Pág. 32.
144
173
Ídem. Paginás.38 - 39 “La ambivalencia de lo sagrado no es sólo de orden
psicológico (en la medida que atrae o repele), sino también de orden axio-
lógico; lo sagrado es a un mismo tiempo “sagrado” y “maculado” (…) No
puede uno acercarse impunemente a un objeto maculado o consagrado
cuando se está en condición profana, es decir, cuando no se está preparado
ritualmente. Lo que – con una palabra polinesia adoptada por los etnó-
logos – se llama tabú, precisamente esa condición de los objetos, de las
acciones o de las personas “aisladas” y “prohibidas” por el peligro que su
contacto lleva consigo. En general, es o se convierte en tabú todo objeto,
acción o persona que tenga en sí, en virtud de su propio modo de ser, o que
adquiera por una ruptura de nivel ontológico, una fuerza de naturaleza
más o menos incierta (…) Otro término malgache es loza, que los dicciona-
rios definen en los siguientes términos: “Todo lo que es ajeno o contrario al
orden natural, un prodigio, una calamidad pública, una desgracia extraor-
dinaria, un pecado contra la ley natural, un incesto.”
145
174
Ídem. Pág. 57 “El rito coincide con su “arquetipo” por la repetición; el
tiempo profano queda abolido, Asistimos, por decirlo así, al mismo acto
que se realizó in ello tempore, en el momento de la aurora cosmogónica.”
146
175
Ídem. Pág. 43.
176
Ídem. Pág. 45.
177
Ídem. Pág. 47.
147
178
Ídem. Pág. 59.
179
Ídem. Pág. 80.
148
qué crean los dioses? ¿Para quién? ¿Para qué? … Una serie de pre-
guntas que de la multiplicidad pasa a la unidad en el monoteísmo,
y las respuestas son el sistema que religa (religión) a las diferentes
culturas en su humanidad.
Una pregunta que no deja de ser una demanda de amor; el
hombre, un niño ante el dios o diosa creadora, en la intemperie
de un tiempo limitado por la muerte, en el desamparo de una
existencia, en peligro por la fuerza y abuso de los semejantes, en
fragilidad ante el azar y las enfermedades, en la soledad de una
libertad simulada al tener que entregar la fuerza de su poder (pul-
sión) a la sociedad para pertenecer a ella y ser reconocido en lo
que acumula, creyendo que su ser es el tener, trasmutando la epi-
fanía a divina propiedad.
En la desolación del encuentro con el otro, en la náusea exis-
tencial de la posmodernidad, en el deliro en errancia de un sueño
ofertado en el mercado, en un capital de objetos inútiles, en el
espacio vacío de una esperanza cercada en alambres, de allí se
espera que emerja algo que no se parezca a lo existente.
La analogía en metáfora nos permite pensar una referencia de
exégesis bíblica, la que puede ser la figura del arcángel de cuatro
rostros: Águila, toro, león y hombre. Implica una condensación
que cifra un misterio. En muchas religiones, el toro es la figura en
que se representa una divinidad fecundadora, así como el viento
(águila) pero, para tal hecho, debe luchar (león), y la creación está
ligada siempre a la palabra (hombre), en el hombre la potencia y
la posibilidad divina.
El águila, en analogía, representa la posibilidad de volar y
tener visión; implica poder desprenderse de la tierra y dejarse
llevar por las corrientes de viento jugando con ellas como las
olas en el mar.
En muchas culturas, aún permanece este substrato. La hu-
manidad resiste esa chispa divina que manifestarse no puede.
Las sombras de la codicia y de la barbarie tecnificada devoran
el alma y crean una nueva sombra, la que carece de alma. El
hombre actual es una sombra capturada por el espejo de la
vanidad.
150
180
Ídem. Pág. 120. “Vemos, pues, que ese conjunto cielo lluvioso-toro-gran
diosa constituía uno de los elementos de unidad de todas las religiones
protohistóricas del área euroafroasiática. Indudablemente, aquí se acentúa
la función genésico-agraria del dios tauromorfo de la atmósfera. Lo que
ante todo se venera en Min, Ba’al, Hadap, Teshup y otros dioses taurinos
del rayo, esposos de la gran diosa, no es su carácter celeste, sino sus posi-
bilidades fecundadoras. Su sacralidad deriva de la hierogamia con la gran
madre agraria. Su estructura celeste se valora por su función genésica. El
cielo es, ante todo, la región donde “muge” el trueno, donde se forman las
nubes y se decide la fertilidad de los campos, es decir, la región que asegura
la continuidad de la vida sobre la tierra.”
181
Ídem. Pág. 122. “Todo lo que está en relación con la fecundidad pertenece,
en forma más o menos directa, al amplio círculo luna-aguas-mujer-tierra.”
151
Morir y Renacer
Los astros más elegidos en la mitología de las diferentes cul-
turas, para encarnar la divinidad, son el sol182 y la luna183, a los
que se les otorgan distintos poderes. La luna hace fluir la energía
del cosmos en la naturaleza y en los procesos de cambios, la mu-
tación, la muerte y el nacimiento y renacimiento, poder que se
atribuye a su marea de sutil energía que impregna y mueve todos
los elementos de la naturaleza. Para algunas culturas, el hombre
porta en su ser mucho de la luna (psijé), así como del sol (nous) y
de la tierra (soma). Es la tierra que pisa la que reclama su cuerpo,
y el tiempo hace que el principio de gravedad lo atraiga más y más
a la tierra, hasta abrazarlo en silencio.
“Por eso para Plutarco (…) para quien el hombre está com-
puesto de cuerpo (soma), de alma (pyché) y de razón (nous), las
almas de los justos se purifican en la luna, mientras el cuerpo
vuelve a la tierra y la razón al sol.”184
Es Plutarco el que sostiene que el alma va a la luna en donde
residirá con sus sueños y recuerdos. Si es posible una transmigra-
ción de las almas, al retornar el alma para reencarnarse, cada una
se encuentra obligada a olvidar, pero todo no se puede olvidar y
ciertos sueños continúan y, de esta manera, atraviesan el tiempo y
se sueñan una y otra vez por las nuevas generaciones.
El hombre, a través de la historia, ha contemplado la luna
ensoñando sus sueños, anhelando su caricia y su olvido, sintiendo
cuándo decrece su forma, percibiendo la hoz y el filo de su corte,
182
Ídem. Pág. 183. “El héroe solar tiene además siempre una ‘zona oscura’: la
de sus relaciones con el mundo de los muertos, la iniciación, la fecundidad,
etc. El mito del héroe solar contiene asimismo elementos de la mística del
soberano o del demiurgo.”
183
Ídem. Pág. 188. El sol es siempre igual a sí mismo, no cambia, no tiene
‘devenir’. La luna, por el contrario, crece y decrece, desaparece, su vida está
sujeta a la ley universal del devenir, del nacimiento y de la muerte. La luna,
como el hombre, tiene una ‘historia’ patética, porque su decrepitud, como
la del hombre, desemboca en la muerte. Durante tres noches no hay luna
en el cielo estrellado. Pero a esta ‘muerte’ sigue un renacimiento: la ‘luna
nueva’. Esta desaparición de la luna en la oscuridad, en la ‘muerte’, no es
nunca definitiva”.
184
Ídem. Pág. 207.
153
185
Ídem. Pág. 216. “Según la tradición india, la humanidad está hoy en el
Kaliyuga, es decir, en la ‘edad sombría’, época de confusiones y de total
decadencia espiritual, última etapa de un ciclo cósmico que se cierra.”
154
186
Ídem. Pág. 213.
155
187
Ídem. Pág. 232.
188
Ídem. Págs. 236- 237. “Los protosardos veneraban las fuentes, ofreciéndo-
les sacrificios y levantando junto a ellas santuarios (…) Junto a los templos
y las aguas tenían lugar las ordalías, fenómeno religioso característico de
todo el grupo atlanto - mediterráneo (…) En Lilibeo (Marsala), el culto
griego de la Sibila vino a superponerse a un primitivo culto local que tenía
su centro en una gruta inundada de agua; los protosicilianos acudían a
ella para las ordalías o las incubaciones proféticas; durante la colonización
griega, la Sibila profetizó y dominó en ella, y desde el cristianismo se ha
venido perpetuando allí una devoción a San Juan Bautista, a quien está
dedicado el santuario erigido en el siglo XVI en la antigua gruta, que ha
seguido siendo hasta nuestros días lugar de peregrinación por sus aguas
milagrosas. Los oráculos están situados muchas veces cerca de las aguas.
Junto al templo de Amfiraos, en Oropos, los que eran curados por el orácu-
156
La Roca
¿Por qué el hombre construye pirámides y templos de piedra?
Dólmenes y menhires, figuras en Tótem de sólida roca, allí
donde algo es adorado por lo que representa.
Piedra divina en la magia que absorbe, majestuosa en lo que
se hace presente y tal hecho, la hace preciosa, en el brillo de sus
colores, y la seducción de sus laberintos en esmeralda, seduce en
un querer sin poder olvidar.
Piedra, fragmento de estrella en un cielo de tierra.
Agalma, la de una mirada plena.
Devoción190 por “eso” que está en el misterio de la inmovi-
lidad, baúl y arcano del tiempo, cifrado e inmutable, allí espera,
siglo tras siglos.
Piedra suave en alquimia, piedra de muralla en defensa, pie-
dra en ataúd que resguarda a los vivos ante el deseo de retornar de
los muertos. Ante el deseo de muerte que tienen los muertos hacia
los que desearon su muerte, ya que ninguna muerte es de muerte
natural en el mundo antiguo; por ello, aquellos que causaron una
muerte no podrán descansar en paz y su acto se extiende a todos
los de su sangre.
La piedra nos remite a otro tiempo, no es el material de cons-
trucción de la posmodernidad; no es el plástico, ni el cartón, ni
el líquido (líquido que cifra nuestra época). Es esa fuerza en la
piedra la que hacía que antiguas culturas construyeran falos de
190
Ídem. Pág. 253. “La dureza, la rudeza, la permanencia de la materia consti-
tuyen para la conciencia religiosa del primitivo una hierofanía. Nada más
inmediato y más autónomo en la plenitud de su fuerza, nada más noble
ni más aterrador que una roca majestuosa, que un bloque de granito au-
dazmente erguido. Ante todo, la piedra es. Es siempre la misma, subsiste,
y lo que es más importante, golpea. Aun antes de cogerla para golpear, el
hombre tropieza con ella. Si no siempre con su cuerpo, sí al menos con la
mirada. Y percibe así su dureza, su rudeza, su poder. La roca le revela algo
que trasciende de la precaria condición humana: un modo de ser absoluto.
Ni su resistencia, ni su inercia, ni sus proporciones, ni sus extraños contor-
nos son humanos: son índice de una presencia que deslumbra, que aterra,
que atrae y que amenaza. En su tamaño y en su dureza, en su forma y en
su color, el hombre encuentra una realidad y una fuerza que pertenecen a
otro mundo, distinto del mundo profano del que él forma parte:”
158
191
Ídem. Pág. 255. “…el sentido originario de los monumentos líticos fune-
rarios, porque la muerte violenta deja un alma agitada y hostil, llena de
resentimientos. Cuando la vida se interrumpe bruscamente, se supone que
el alma del muerto tiene tendencia a continuar, junto a la comunidad de la
que se le ha separado, el tiempo que normalmente hubiera durado su vida.”
192
Ídem. Págs. 266 - 267. “En su camino hacia Mesopotamia, Jacob atravesó
159
La piedra agujereada
Dicen los antiguos que para ver el mundo mágico es necesa-
ria una piedra horadada por el agua; una piedra trabajada por
la paciencia del tiempo y la constancia del agua, gota a gota, en
la insistencia de abrir una ventana a una realidad extraordinaria
velada por una mirada de ensoñación.
El Rey de su madre
Un niño que ansía el lugar de su padre al precio del asesinato,
desde el deseo de su madre, es una historia compleja que se hace
un complejo psíquico constitutivo de todo sujeto que camine en
dos pies sobre la tierra.
161
194
Mircea Eliade, (1974). Tratado de Historia de las religiones. Tomo II. Edi-
ciones Cristiandad. Madrid. Pág. 9.
162
195
Ídem. Pág. 16 “Los hombres no están vinculados entre sí más que por sus
madres, e incluso este vínculo es precario. En cambio, esos hombres se
sienten vinculados al mundo cósmico que los rodea de una manera infini-
tamente más estrecha de lo que una mentalidad moderna, profana, puede
concebir. Son, en el sentido concreto y no alegórico de la palabra, ‘hijos del
lugar’.”
163
196
Ídem. Pág. 26. “Lo que nosotros llamamos vida y muerte no son sino dos
momentos distintos del destino total de la tierra madre; vivir no es más que
separarse de las entrañas de la tierra, y la muerte se reduce a una vuelta
a “casa”. El deseo, tan frecuente, de ser enterrado en la tierra patria no
es sino una forma profana del autoctonismo místico, de esa necesidad de
volver a su propia casa.”
197
Ídem. Pág. 27. “…existe entre la tierra y las formas orgánicas por ella en-
gendradas un vínculo mágico de simpatía. Juntas, constituyen un sistema.
Los hilos invisibles que vinculan la vegetación, la fauna y los hombres de
un lugar al suelo que los ha producido, los sostiene y alimenta han sido
hilados por la vida que palpita tanto en la madre como en sus criaturas. La
solidaridad que existe entre lo telúrico de un lado y lo vegetal, lo animal y
lo humano de otro, se debe a la vida, que es la misma en todas partes”.
198
Ídem. Pág. 28. “El crimen es un sacrilegio que puede tener consecuencias
muy graves en todos los niveles de la vida por el mero hecho de que la
sangre derramada “envenena” la tierra. Esta calamidad se manifiesta en el
hecho de que campos, animales y hombres quedan estériles. En el prólogo
de Edipo Rey (25s), el sacerdote se lamenta de la desgracia que ha caído
sobre Tebas: “La ciudad se va muriendo en los gérmenes fructíferos de la
tierra, en los rebaños de bueyes que pacen, en los partos de las mujeres;
todos terminan sin nacimiento (…) Un rey prudente, un reino basado en la
164
El árbol de la vida
El árbol,201 una metáfora desde su analogía; desde lo que sus-
tituye y traslada, raíz en ausencia que se mueve en rizoma de ser.
Recordemos las Sefirot de la cábala hebrea, un árbol de la
vida (el mundo del alma) y sus veintidós senderos de aprendizaje,
el que tiene su raíz (que se nutre de divinidad) en el cielo (raíz
oculta) y su copa en frutos en la tierra. Y el otro árbol a nombrar
es el conocimiento del bien y del mal, cuya raíz está en el cuerpo y
su fruto es el descubrimiento de la sexualidad y, a partir de su ha-
cer, el obrar en el bien o el mal, lo amargo y dulce de la existencia,
el nacer y reproducir, la espera y la muerte, la tensión en el cuerpo
ante el deseo y el amor.
La divinidad habita en el árbol y es la vida, tanto del alma
como del cuerpo. Hay quienes pueden subir a las ramas de ese
202
Ídem. Pág. 43. “…el árbol se convierte en objeto religioso en virtud de su
poder, es decir, en virtud de aquello que manifiesta (y que trasciende de él).
Pero ese poder está respaldado a su vez por una ontología; el árbol está
cargado de fuerzas “sagradas porque es vertical, porque crece, pierde ho-
jas, pero las recobra, es decir, se regenera (“muere” y “resucita”) infinidad
de veces (…) Un árbol se convierte en sagrado en virtud de su poder; dicho
de otro modo: porque manifiesta una realidad extrahumana…”
203
Ídem. Págs. 63 - 64 “El conjunto hombre pirmordial (o héroe) en busca de
la inmortalidad – árbol de la vida – serpiente o monstruo que guarda el
árbol (o impide por astucia que el hombre pruebe sus frutos) aparece tam-
bién en otras tradiciones. El sentido de esa coexistencia (hombre, árbol,
serpiente) está bastante claro: la inmortalidad es difícil de adquirir; está
concentrada en un árbol de la vida ( o una fuente de la vida), emplazado
en un lugar inaccesible (en el confín de la tierra, en el fondo del océano,
en el país de las tinieblas; en la cúspide de una montaña muy alta o en su
“centro”); un monstruo (una serpiente) guarda el árbol, y el hombre, que
tras múltiples esfuerzos consigue acercarse a él, tiene que luchar con el
166
La iniciación
La serpiente danza y en su danzar ofrece la vida en fertilidad
y, a la vez, todas las muertes en su fecundidad. Ella espera al niño
/ niña, en su pasaje de niñez-pubertad a la adultez (la adolescencia
es una creación de los tiempos modernos). Ese paso, pasaje en
pasión, en la antigüedad sólo es posible a través de una iniciación.
La generación que sobrevivió a la danza de la serpiente le ofrece a
la nueva generación un saber sobre la vida y la muerte, a través de
la iniciación sexual: las abuelas a sus niñas y los hombres mayores
a sus jóvenes.
Se ofrecen historias ejemplares (mitos) que habitar, por me-
dio de la identificación y proyección inconsciente; se le ofrece la
metáfora en canción y danza, en cifrado número por develar; se le
ofrece un tiempo sin tiempo que ensoñar. Se le ofrece el rito para
iniciar la acción hacia la vida.
Tras los nombres secretos de lo divino, los senderos de la ini-
ciación.
Y las historias hablan de aquellos que buscaron la inmorta-
lidad y no supieron conseguir la juventud y la salud eterna (re-
generación). Una sin la otra es un tormento, hasta que el desvelo
sin el dormir enloquece al hombre; sumirse en la hybris es querer
emular a la divinidad y el castigo es el conseguirlo y, así, el logro
es el fracaso porque no hay una iniciación para sostener el peso
del tiempo.
El que accede a la sexualidad, en su genitalidad sin iniciación,
se expone a un peligro de muerte, al dulce veneno, al abrazo de
la pasión que enrosca hasta triturar la razón, a la desmesura en el
caos de los sentidos, al desvarío en el tormento de la encrucijada
de la existencia.
La historia, en su cultura, es el pasaje en diálogo de los ritos
con sus mitos. Si se pierde esta iniciación, se pierde el hombre,
porque se ofrece al desconocer, se ofrece a la pasión de la ignoran-
cia y retorna a ser un inocente salvaje (posmoderno) que, al lanzar
una flecha, se hiere a sí mismo.
Es la flecha de la pulsión que no puede buscar por destino el
cielo de la sublimación.
La iniciación de la bella durmiente que cien años esperó y
recibió el beso de la desilusión y el desamparo la habitó; y en el
169
La fertilidad
La fertilidad, en diferentes culturas, estuvo ligada a la naturale-
za y a sus ciclos.204 Para activarlos y acompañarlos, el hombre debe
realizar rituales205 en hierogamia con la naturaleza y, de esta mane-
ra, por una magia simpática (analogía en imitación), se contagia y
activa de manera sobrenatural el ciclo de la vida206 y la muerte.
204
Ídem. Pág. 130. “El vínculo entre los antepasados, las cosechas y la vida
erótica es tan estrecho, que los cultos funerarios, agrarios y genéticos se
entremezclan a veces hasta fundirse totalmente.”
205
Ídem. Pág. 99 “En todas partes encontramos la misma intuición funda-
mental y la misma tendencia a celebrar el acontecimiento cósmico en un
microcosmos, a celebrarlo simbólicamente.”
206
Ídem. Pág. 101. “El rito se “realiza” en fórmulas distintas de las de un
ideograma, un mito o una leyenda. Pero todas estas fórmulas expresan una
171
209
Ídem. Págs. 136 - 137. “Generalmente, la orgía corresponde a la hieroga-
mia. A la unión de la pareja divina debe corresponder en la tierra el frenesí
genético ilimitado. Junto a las parejas jóvenes que repetían la hierogamia
sobre los surcos debían acrecentarse al máximo todas las fuerzas de la
colectividad. (…) La orgía hace circular la energía vital y sagrada. Los
momentos de crisis o de opulencia sirven especialmente de pretexto para
desencadenar orgías. En muchos sitios, en tiempos de sequía, las mujeres
corren desnudas por los campos con el fin de despertar la virilidad del cielo
y provocar la lluvia.”
173
El sacro oficio
El sacro oficio de representar en un ritual el origen210; rea-
lizar una acción que tiene la intención de poner en escena “lo
perdido”.
Circularidad del tiempo, eterno retorno, recreación para la
creación; emular el acto de sacrificar para compensar el sacrificio
de la divinidad, la que muere o entrega parte de sí, en generosidad,
para la subsistencia de la humanidad.
Afilada la daga de Abraham ante el tierno cuello de Isaac.
Los clavos se hunden en el madero al traspasar la carne del
Cristo.
210
Ídem. Págs. 125 – 125. “Hay que buscar el sentido de estos sacrificios
humanos en la teoría arcaica de la regeneración periódica de las fuerzas
sagradas. Está claro que todo rito o escenario dramático que persigue la re-
generación de una “fuerza” es, a su vez, la repetición de un acto primordial
de tipo cosmogónico que tuvo lugar ab initio. El sacrificio de regeneración
es una “repetición” ritual de la creación. El mito cosmogónico implica la
muerte ritual (es decir violenta) de un gigante primordial, de cuyo cuer-
po se hicieron los mundos, brotaron las hierbas, etc. Lo que ante todo se
vincula a tal sacrificio es el origen de las plantas y de los cereales (…) las
hierbas, el trigo, la vid, etc., brotaron de la sangre y de la carne de una cria-
tura mítica sacrificada ritualmente “en los comienzos”, “en aquel tiempo”.
De hecho, el sacrificio de una víctima humana para la regeneración de la
fuerza manifestada en la cosecha se propone la repetición del acto de la
creación que dio la vida a los granos. El ritual reproduce la creación; la
fuerza activa de las plantas se regenera por una suspensión del tiempo y un
retorno al momento inicial de la plenitud cosmogónica. El cuerpo despe-
dazado de la víctima coincide con el cuerpo del ser mítico primordial que
dio vida a los granos por su despedazamiento ritual.”
174
211
Ídem. Pág. 149. “Toda cratofanía y toda hierofanía, sin distinción, transfiguran
el lugar en que han acontecido: aquel espacio profano pasa a ser un espacio sa-
grado. Así, para los canaques de Nueva Caledonia “hay entre la maleza innume-
rables rocas, piedras horadadas, que tienen un sentido especial. Aquel agujero es
propicio para buscar la lluvia, este otro es la morada de un tótem, en el de más
allá ronda el espíritu vengativo de un hombre asesinado. Todo el paisaje está así
animado, sus más pequeños detalles tienen una significación, la naturaleza está
cargada de historia humana.”
175
212
Éxodo 3; 2 “Y se le apareció el ángel del Señor en una llama de fuego, en
medio de una zarza; y Moisés miró, y he aquí, la zarza ardía en fue-
go, y la zarza no se consumía.3Entonces dijo Moisés: Me acercaré ahora
para ver esta maravilla: por qué la zarza no se quema. 4 Cuando el Señor
vio que él se acercaba para mirar, Dios lo llamó de en medio de la
zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. 5 Entonces
Él dijo: No te acerques aquí; quítate las sandalias de los pies, porque el lugar
donde estás parado es tierra santa. 6 Y añadió: Yo soy el Dios de tu padre,
el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Entonces Moisés
cubrió su rostro, porque tenía temor de mirar a Dios”.
213
Génesis 28:17 “Y tuvo miedo y dijo: ¡Cuán imponente es este lugar! Esto no
es más que la casa de Dios, y esta es la puerta del cielo.”
214
Mircea Eliade (1974). Tratado de Historia de las religiones. Tomo II. Ediciones Cris-
tiandad. Madrid. Pág. 151. “De hecho, el hombre no “elige” nunca el lugar: se limita a
“descubrirlo” (…) es decir, el espacio sagrado se le revela bajo una u otra especie.”
176
Intimidad sagrada
Esa serpiente entrelazada, que es la cadena del código gené-
tico, porta en misterio el ciframiento de toda la creación, lo que
hace que haya una hermandad entre todos los seres vivientes.
El cuerpo humano, considerado como un templo, es una con-
cepción sostenida por muchas culturas, en especial el tantrismo
hindú, en donde la sexualidad, en términos genitales, es sagrada,
porque une el cielo y la tierra; y es la mujer el íntimo umbral, el
portal entre dos mundos. En ella se penetra hacia el santuario
de la divinidad, allí donde el suceso maravilloso de la creación
acontece.
En tiempos antiguos, sólo los elegidos podían penetrar ese
“umbral” para acceder a esa divina Arca de la Alianza. Si el varón
la violentaba (profanaba) merecía la muerte. Era necesario prime-
ro ser purificado e iniciado en los misterios de la sexualidad y, en
especial, en el ingreso al laberinto215 de la femineidad, porque no
pocos perecieron cuando la luz de la luna se ocultó o transmutó
en profundas sombras.
Es un laberinto, cuyo centro es un vacío (es la metáfora por
excelencia); quizás, La metáfora216 (mito) sagrada que buscaban
los descifradores de enigmas. Centro y vacío que permite ir hacia
todas direcciones y, por ello, los incautos se desorientan ante el
desafío de la intimidad sagrada.
215
Ídem. Pág. 163. “Sin prejuzgar la significación ni la función originarias
del laberinto, lo que es indudable es que suponen la idea de la defensa de
un “centro”. No todo el mundo podía pretender entrar en un laberinto y
salir de él indemne; la entrada tenía el valor de una iniciación. En cuanto
al “centro”, evidentemente podía tener formas muy distintas. El laberinto
podía defender una ciudad, una tumba o un santuario, pero en todos los
casos defendía un espacio mágico religioso que no debían violar los no
llamados, los no iniciados.”
216
Ídem. Pág. 197. “La función principal del mito es fijar los modelos ejem-
plares de todos los ritos y de todas las acciones humanas significativas. (…)
Asistimos en él a una transfiguración hierogámica del acto de generación.
La pareja humana se identifica con la pareja cósmica: “Yo soy el cielo -
dice el marido - tú eres la tierra” (…) y la concepción se convierte en una
construcción de proporciones cósmicas...”
177
217
Ídem. Pág. 176. “Estas repeticiones periódicas bastan ya casi para demos-
trar que las mismas fechas traen consigo los mismos hechos (…) En religión
como en magia, la perioricidad significa ante todo la utilización indefinida
de un tiempo mítico hecho presente. Todos los rituales tienen la propiedad
de ocurrir ahora, en este instante. El tiempo que vio el acontecimiento
que se conmemora o se repite con el ritual en cuestión, es hecho presente,
“re-presentado”, si puede decirse, por muy remoto que lo imaginemos.”
178
218
Ídem. Pág. 205. “…las grandes diosas indias (Kali, etc.), como las grandes
diosas en general, reúnen tanto atributos de dulzura como atributos terro-
ríficos. Son a la vez divinidades de la fecundidad y de la destrucción, del
nacimiento y de la muerte (y con frecuencia también diosas de la guerra). A
Kali, por ejemplo, se la llama ‘la dulce y la benevolente’, lo cual no impide
que su mitología y su iconografía sean terroríficas (Kali está cubierta de
sangre, lleva un collar de cráneos humanos, sostiene un cáliz hecho de un
cráneo, etc.) y que su culto sea el más sangriento de Asia. En la India, cada
divinidad presenta, junto a una ‘forma dulce’, una ‘forma terrible’ (krodba-
murti). En este aspecto, Shiva puede ser considerado como el arquetipo de
toda una serie de dioses y diosas, puesto que crea y destruye rítmicamente
el universo entero.”
179
219
Ídem. Pág. 208. “La mujer” en un texto mítico o ritual no es nunca la “mu-
jer”; nos remite al principio cosmológico incorporado en ella.”
220
Ídem. Pág. 211. “El mito del andrógino esférico se funde con el del huevo
cosmogónico. Así, por ejemplo, según la tradición taoísta, en los orígenes
los “halitos” - que entre otras cosas encarnaban a los dos sexos – estaban
confundidos y formaban un huevo, el Gran Uno, del que se separaron más
tarde el cielo y la tierra. Es evidente que este esquema cosmológico sirvió
de modelo a las técnicas de fisiología mística de los taoístas (…) El mito
del dios andrógino y del ‘antepasado’ (el ‘hombre primordial’ bisexuado es
el paradigma de todo un conjunto de ceremonias colectivas que tienen a
reactualizarse periódicamente aquella condición inicial considerada como
el modo perfecto de la humanidad.”
221
Ídem. Pág. 212. “Morfológicamente, el ritual del “cambio de trajes” es
análogo a la “orgía” ceremonial; era frecuente además que este “disfrazar-
se” diera ocasión a orgías propiamente dichas.”
180
El retorno a la eternidad
Las letras del silencio, en palabras ensoñadas, retornan222 en
el dormir de la humanidad.
La ficción es parte del origen223. El trabajo de Mircea Elia-
de se encuentra muy influenciado por los postulados de C. Jung:
“Si se quiere entender bien esta misión de ‘historia ejemplar’ que
el mito le ha cabido es preciso relacionarla con la tendencia del
hombre arcaico a realizar concretamente un arquetipo ideal, a vi-
vir ‘experimentalmente’ la eternidad en este mundo; aspiración
que descubrimos al analizar el tiempo sagrado.”224
En toda su obra se encuentra una insistencia con los postu-
lados de símbolo225 y de arquetipo, entendido a modo junguiano.
Es de rescatar la erudición de Mircea Eliade y las fuentes de refe-
rencias y de información que ofrece al lector, pero a la vez es de
señalar que, con todo ese recorrido de viajes, experiencias, cono-
cimiento de lenguas antiguas y títulos universitarios no ha podido
hacer una metáfora que cifre en enigma su saber, ni ubicar cuál es
222
Ídem. Pág. 218. “…el mito reintegra al hombre a una época atemporal, que
en realidad es un ilud tempus, es decir, un tiempo auroral, ‘paradisíaco’,
allende la historia. Al realizar un rito cualquiera, el hombre trasciende el
tiempo y el espacio profanos; de la misma manera, al ‘imitar’ un modelo
mítico o simplemente al escuchar ritualmente (es decir, tomando parte en
ello) el recitado de un mito, el hombre es arrancado del devenir profano y
vuelve al gran tiempo.”
223
Ídem. Pág. 218. “La historia que fue en los orígenes debe repetirse porque
toda epifanía primordial es rica; dicho de otro modo: no se agota por
una sola manifestación. (…) La función de historia ejemplar que los mitos
tienen se percibe además en la necesidad que el hombre arcaico siente de
mostrar las ‘pruebas’ del acontecimiento registrado en el mito.”
224
Ídem. Pág. 219
225
Ídem. Pág. 235. “…el símbolo prolonga la dialéctica de la hierofanía: todo
lo que no está directamente consagrado por una hierofanía se convierte en
sagrado por el hecho de participar de un símbolo.”
181
226
Ídem. Pág. 219
227
Ídem. Pág. 251. “La existencia humana discurre, pues, simultáneamente
en dos planos paralelos: el de lo temporal, el devenir y la ilusión y el de la
eternidad, la sustancia, la realidad.”
228
Ídem. Pág. 246. “…la existencia auténtica del hombre arcaico no se reduce
a la existencia fragmentada y enajenada del hombre civilizado de hoy.”
182
Letras de fuego
El proceso de escritura de este ensayo, con destino de apun-
tes de cátedra, fue muy agotador, a la vez que implicó una gran
lucidez en la reflexión y un poder de palabra en el esfuerzo de
construcción metafórica.
Por circunstancias inesperadas que me ubicaban en otra posi-
ción, en relación a la cátedra de Historia de las Culturas y Mito-
logías, sentí que debía dejar una huella de escritura ante mi inten-
ción de retirarme de la academia.
Para mí implicaba la instancia final de una iniciación en la te-
mática, la que se realizaba desde tiempos antiguos; experiencia exis-
tencial que mudó a formato académico cifrado en una nominación.
La articulación de la revisión de historias en mitologías de
diferentes culturas, ligadas desde una interpretación psicoanalíti-
ca enlazada a la hermenéutica, exégesis y heurística, fue una tarea
que me significó un gran esfuerzo y me agotó, porque sentía que
la lectura por realizar era excesiva y que el ver y concluir ante
ella demandaba de una lucidez que debía mudar a una síntesis
estética, es decir, debía ser articulada con delicadeza y belleza,
guardando el misterio y el enigma, respetando la sacralidad de
los mitos, y la única manera posible era a través de la metáfora.
Al mismo tiempo, me sentía obligado a la transposición didáctica
que exige la academia para la comprensión, por lo que debía ser
claro y preciso. Y mi escritura tiene un valor testimonial a nivel
real, imaginario y simbólico.
También, y muy a mi pesar, estuve obligado a los pie de pá-
gina, quizás en demasía para el lector -como para mí- pero si hu-
biese tomado la vía de transmutarlo a poesía sin dar cuenta de
las referencias simbólicas, el texto sólo hubiera estado dirigido a
eruditos en el tema que tendrían que descifrar en las palabras el
juego de las metáforas que danzan en la escritura.
Sentí una gran resistencia al escribir y me esforcé hasta la ex-
tenuación. Podía reconocer el porqué, pues en el último tiempo de
mi transcurso en la academia mi pesar aumentó y con él un senti-
miento de que mi escritura eran letras sin esperanzas, sin porvenir
ante un devenir de deconstrucción y desolación.
Fue así que soñaba, en el transcurso de la escritura de este
ensayo, que no podía realizar una metáfora, una que diera cuenta
183
del enigma en creación, hasta que otro sueño, al final de esta tarea,
me habitó y habilitó, a la vez que cambió mi posición y también
los destinarios y, entonces, la metáfora se ofreció en posibilidad.
Mis Letras ya no eran sólo un resto que caía en la indiferen-
cia ante la abulia y la enajenación. A mis letras las quemaba, las
transmutaba en un fuego que, al encenderse, las hacía fluir etéreas,
buscando al aire como destino, anhelando el azar de lo divino
desde una causalidad ajena a mi intención.
He expresado mi verdad en la verdad y, de renunciar a ella,
tendría que dejar de escribir.
El sueño me alivió y me permitió el descanso; soltar las letras
al fuego para que por un instante eterno dancen ígneas y luego se
desvanezcan.
Soltar las letras para que muden en el aliento de lo descono-
cido, tan extraño, tan divino y, a la vez, tan sagrado.
Y quizás, algún día, quien camine sin dejar huella sobre la arena,
agitada por la espuma de la mar, sienta la brisa de estas letras y
sonría.