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UNIVERSIDAD GRUPO ISIMA.

LICENCIATURA EN DERECHO.

DERECHOS HUMANOS.

NOMBRE DEL ALUMNA:


YESENIA MORENO FIERRO.

GRADO 4 GRUPO A

FECHA DE ENTREGA:
17-FEBRERO-2023.

FASHION FAST.

Sabemos que nuestras acciones cotidianas tienen consecuencias ambientales en


mayor o menor medida. Cada vez hay más iniciativas pensadas a favor del
ambiente y, sobre todo, personas preocupadas por reducir su impacto diario.

Sin duda, hay cosas que podrían eliminarse o sustituirse para disminuir la


contaminación. No obstante, sería difícil pensar, por ejemplo, en un mundo sin ropa
ni textiles. Prácticamente, no hay forma de eliminar este insumo en ninguna parte
del mundo. 

Tan solo en 2020 y con una pandemia a cuestas, se espera que las ventas en la
industria de la moda alcancen alrededor de 664 mil 470 millones de dólares a nivel
mundial (1).

Eso no significa, por supuesto, que no podamos transitar a un consumo responsable


en el que reduzcamos nuestra adquisición de ropa, en función de su durabilidad y
calidad, y no con base en tendencias innecesarias. Esto implica no elegir la fast
fashion, optar por marcas sustentables y locales,  además de reparar, reutilizar y
renovar lo que ya tenemos.

Por eso, vale la pena conocer a qué nos referimos cuando se habla de fast fashion y
cuál es su impacto ambiental. De esta forma, estarás más consciente de lo que
adquieres. Si te interesa que los gobiernos diseñen medidas para que todas y todos
podamos consumir menos y mejor, haz clic aquí y exijamos alternativas viables y
ecológicas

La fast fashion provoca que se introduzcan al mercado muchas colecciones de ropa


“en tendencia”, durante lapsos breves. Así, se sigue este modelo de producción
donde se fabrican prendas con materiales de baja calidad para asegurar un precio
barato, por lo que incluso podríamos hablar de ropa prácticamente desechable.
Además, su velocidad de manufactura repercute en su escasa durabilidad.

Actualmente, la industria de la moda, bajo esta lógica, produce decenas de


colecciones de ropa al año, en contraste con el viejo modelo de colección
primavera/verano y otoño/invierno

Tan solo de 2000 a 2015, según A New Textiles Economy, un reporte de la


Fundación Ellen MacArthur, la producción de ropa se duplicó: alrededor de 50 mil
millones de prendas fueron fabricadas en el 2000, ¡pero quince años después se
produjeron más de 100 mil millones!

A la par de este aumento, en una media mundial, las veces que se usa la ropa han
decrecido en un 36% en el mismo lapso. La ropa desechada, que podría usarse
aún, se traduce en 460 mil millones de dólares perdidos. ¡Hay prendas que se usan
únicamente de 7 a 10 veces y se tiran!

FAST FASHION

En “breve historia de la moda”, describe esta industria como una que ha evidenciado
cambios significativos a lo largo de la historia, haciendo posible siempre distinguir
entre la alta costura y la producción destinada al resto de la población -a los nobles
ni privilegiados-. Sin embargo, autores como Caro y Martínez-de-Albéniz proponen
que sus cambios más radicales -y notorios- han tenido lugar en las últimas décadas.
Para Caro y Martínez-de-Albéniz, las empresas del grupo Inditex -Zara, Bershka,
Stradivarius, entre otras-han implementado estrategias tan exitosas que superaron,
en 2008, a Gap como el mayor vendedor de ropa a nivel global.

Este fenómeno también ha sido explicado bajo la perspectiva de democratización de


la moda, pero ¿a qué época se remonta este acontecimiento? Para responder a
esta pregunta, es necesario hacer referencia a la democratización de la industria de
la moda que, como lo propone Pous 38, se remonta -en primer lugar- a la impresión
de la primera edición de Vogue en 1892. Muchos años después, en medio de la
Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos buscaba llamar la atención de los
costureros en París -quienes solo tenían ojos para los nazis-, con el lanzamiento de
las pasarelas en la semana de la prensa.

El fast fashion empezó a adquirir popularidad en la década de los 80, transformando


súbitamente la industria de la moda a través de la producción dinámica distribuida
‘estratégicamente’ alrededor del mundo, con el fin de producir mayores cantidades
reduciendo el tiempo empleado. Así pues, De la Torriente 41 afirma que fue así
como se convirtió en el más claro ejemplo de la democratización de la moda,
tomando fuerza en puntos como la imitación de prendas de importantes casas de
alta costura -como por ejemplo Diane von Furstenberg y Anna Sui- para que
pudieran estar en manos de gente que muy difícilmente podría permitirse pagar los
precios originales. Estas cadenas han llegado al punto de verse en problemas de
propiedad intelectual, que han saldado muchas veces con las ganancias de su
producción en masa.
Es pertinente resaltar, también, el papel del marketing en el éxito de este sistema,
así como el rol que han jugado las injusticias laborales y la pésima calidad de las
materias primas; pues son las circunstancias que han permitido mantener los
precios bajos. Se trata pues, de un sistema insostenible:
contamina el planeta, mantiene a una parte importante de la población mundial en la
miseria y fomenta patrones de consumo absolutamente dañinos.

Fichas bibliográficas

https://link.springer.com/chapter/10.1007/978-0-387-98026-3_3#citeas
37 Ibid., p. 1

POUS, Terri. The Democratization of Fashion: A Brief History. En: TIME. [Sitio Web].
Nueva York.

Fashion & Beauty. 6, febrero, 2013. [Consultado 2, febrero, 2018]. Disponible en:
http://style.time.com/2013/02/06/the-democratization-of-fashion-a-brief-history/

                                                                                   

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