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Adolescencia
La Organización Mundial de la Salud (OMS), precisa la adolescencia como la etapa que
acontece entre los 11 y 19 años, considerándose dos períodos, la adolescencia temprana 12 a 14
años y la adolescencia tardía 15 a 19 años. En cada una de las etapas se presentan cambios tanto
en el aspecto fisiológico (estimulación y funcionamiento de los órganos por hormonas,
femeninas y masculinas), cambios estructurales anatómicos y modificación en el perfil
psicológico y de la personalidad; pero, la condición de la adolescencia no es similar y varía de
acuerdo a las particularidades individuales, de grupo y la perspectiva.
Consumo de drogas
La droga es toda sustancia química o natural que, introducida en el organismo por
cualquier vía de administración, produce de algún modo alteraciones en el normal
funcionamiento del sistema nervioso central del individuo, haciéndolo también susceptible a
crear dependencia, ya sea psicológica, física o ambas (Organización Mundial de la Salud, 2005).
Cacho, Silva y Yengle (2019) afirman que las habilidades sociales se refieren a la
capacidad compleja de emitir conductas que son reforzadas positiva o negativamente y de no
emitir conductas que son reprobadas por los demás; así mismo estas habilidades sociales y
conductas de riesgo tienen una relación altamente significativa, lo que demuestra que el
desarrollo de Habilidades Sociales influye significativamente para disminuir las conductas de
riesgo. Para Gonzálvez, Espada, y Guillén (2014) los adolescentes clasificados en el grupo con
buenas habilidades sociales son significativamente menos consumidores que los que tienen bajas
competencias en habilidades sociales; así pues, el consumo se relaciona con la conducta
antisocial y el asertividad.
Las habilidades sociales actúan como agentes protectores para evitar el consumo de
alcohol y otro tipo de drogas, jugando un papel importante en el nivel de ajuste de los individuos;
estas podrían jugar un papel de protección para evitar que las personas desarrollen conductas
adictivas; así pues cuanto antes construye el adolescente su identidad personal y psicosocial,
puede afrontar de manera eficaz la presión que pueda inducir al consumo de sustancias, puesto
que cuanto más temprano tiene lugar el primer contacto con el consumo de drogas, mayor
frecuencia de consumo habrá en el futuro así como de consumos más peligrosos (Laespada,
2003).
Así mismo la inteligencia emocional que es la habilidad que tiene la persona para conocer
sus propias emociones es decir reconocer el sentimiento que está ocurriendo en un momento
determinado, el manejar las emociones para que se puedan expresar de forma adecuada,
motivarse a sí mismo, el reconocer las emociones de los demás se basa en la empatía y el
establecer buenas relaciones con los demás. Por último, el asertividad que es la persistencia,
seguridad en uno mismo, la tenacidad, el poner límites claros y concisos, identificar las
emociones y saber expresarlas de forma respetuosa y clara, así mismo es el expresar lo que
piensa la persona respetando el criterio de los demás (Velastegui et al., 2022).
Los adolescentes que son vulnerables a el consumo de sustancia son aquellos en los que
confluyen determinadas características personales, familiares, educativas y sociales que
incrementan la probabilidad de implicarse en usos de drogas; por consiguiente, internamente de
esas características personales se encuentran la deficiencia en el desarrollo de las habilidades; así
pues el conjunto de estas características se denomina factores de riesgo, dentro de las mismas,
situaciones y conductas de riesgo (Peñafiel, 2009).
Algunas investigaciones han demostrado que las habilidades sociales adecuadas pueden
ayudar a las personas a funcionar socialmente lo suficiente como para prevenir problemas de
salud mental a lo largo de la vida. Dentro de los problemas que pueden presentarse en las
diferentes etapas del desarrollo, la dependencia de sustancias, es un fenómeno multifactorial
complejo que también se ha convertido en un problema de salud pública. Los déficits en
habilidades sociales han sido identificados como un factor de riesgo para el consumo de
sustancias, y aunque no es un factor directo y decisivo en el desarrollo de problemas con las
drogas, muchos estudios han demostrado que es una variable importante que influye en el
consumo excesivo de estas (Anguiano et al., 2010).
Por consiguiente, Sánchez et al. (2014) refiere que hay una relación característica del
contexto comunitario con el consumo de drogas ilegales a través de la autoestima social, ya que
el hecho de participar en actividades comunitarias y de sentirse integrado y partícipe de los
recursos que en ella se encuentran se corresponde con la autoestima social, que hace reseña a la
capacidad para tener amigos y de conservar esas relaciones. Es decir, existe una relación
indirecta del contexto familiar con el consumo de drogas a través de la autoestima social, la
autoestima escolar, las expectativas académicas y la sintomatología depresiva. De acuerdo con lo
dicho, en otro estudio se manifiesta que los factores de riesgo operan de forma desigual en chicos
y chicas; pues los chicos tienen significativamente más factores de riesgo, tanto personales como
contextuales, y menos factores de protección que las chicas; para ellas, los factores de protección
son más personales y familiares, al igual que sus factores de riesgo (Schinke, Fang y Cole, 2008).
Así mismo en otra investigación la habilidad de resistencia a la presión fue medida como
intención conductual, ya que no todos los estudiantes presentaban consumo de drogas ni habían
sido persuadidos para consumir, donde se llegó a la conclusión que las intenciones preceden a la
conducta y el predictor más exacto de la conducta de una persona es por tanto su intención de
llevarla a cabo. Es así que se presume, que los adolescentes que manifestaron la intención de
resistir la presión para el consumo, instrumentarán esta conducta de rechazo cuando el contexto
así lo demande (Pérez de la Barrera, 2012).
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