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CUADRO COMPARATIVO

EL CONSUMO DE DROGAS Y SU RELACIÓN CON LAS HABILIDADES


SOCIALES EN ADOLESCENTES
IMPORTANCIA El desarrollo de Habilidades Sociales influye significativamente
para disminuir las conductas de riesgo, así pues, los adolescentes
clasificados en el grupo con buenas habilidades sociales son
notablemente menos consumidores de sustancias psicoactivas que
los que tienen bajas competencias en habilidades sociales.
CARACTERÍSTICAS La prevalencia del uso y abuso de drogas es alta en la adolescencia
y la adultez temprana; teniendo en cuenta la alta disponibilidad de
drogas, estos ahora tienen que aprender a vivir con ellas y tomar
decisiones acerca de usarlas o dejarlas.
DEFINICIÓN La adolescencia es definida como una etapa de transición
psicológica, un período de cambios físicos,
emocionales, cognitivos, de valores y de relaciones sociales; que
crea una fuerte integración social en grupos iguales y comienza el
proceso de emancipación familiar.
La droga es toda sustancia química o natural que, introducida en el
organismo por cualquier vía de administración, produce de algún
modo alteraciones en el normal funcionamiento del sistema
nervioso central del individuo, haciéndolo también susceptible a
crear dependencia, ya sea psicológica, física o ambas.
Las habilidades sociales son las conductas que han sido
adquiridas o aprendidas viviendo en sociedad, pueden ser no
observables u observables, no verbales o verbales; están regidas
por el ambiente más no son un rasgo de personalidad, se
caracterizan por ser competencias que expresan sentimientos,
actitudes, deseos, opiniones o derechos del adolescente de una
manera adecuada ante las adversidades
EL CONSUMO DE DROGAS Y SU RELACIÓN CON LAS HABILIDADES SOCIALES
EN ADOLESCENTES

Adolescencia
La Organización Mundial de la Salud (OMS), precisa la adolescencia como la etapa que
acontece entre los 11 y 19 años, considerándose dos períodos, la adolescencia temprana 12 a 14
años y la adolescencia tardía 15 a 19 años. En cada una de las etapas se presentan cambios tanto
en el aspecto fisiológico (estimulación y funcionamiento de los órganos por hormonas,
femeninas y masculinas), cambios estructurales anatómicos y modificación en el perfil
psicológico y de la personalidad; pero, la condición de la adolescencia no es similar y varía de
acuerdo a las particularidades individuales, de grupo y la perspectiva.

La adolescencia es preciada como una etapa de transición psicológica, un período de


cambios físicos, emocionales, cognitivos, de valores y de relaciones sociales; que crea una fuerte
integración social en grupos iguales y comienza el proceso de emancipación familiar. Como la
adolescencia es una época de experimentación natural, aumentan las influencias de los
compañeros, que pueden conducir a conductas de riesgo: inicio temprano de la actividad
sexual, falta de protección durante las relaciones sexuales, bajos niveles de actividad
física, consumo de alcohol y otras sustancias psicoactivas (Aular, 2011).

Consumo de drogas
La droga es toda sustancia química o natural que, introducida en el organismo por
cualquier vía de administración, produce de algún modo alteraciones en el normal
funcionamiento del sistema nervioso central del individuo, haciéndolo también susceptible a
crear dependencia, ya sea psicológica, física o ambas (Organización Mundial de la Salud, 2005).

La prevalencia del uso y abuso de drogas es alta en la adolescencia y la adultez temprana;


teniendo en cuenta la alta disponibilidad de drogas, estos ahora tienen que aprender
a vivir con ellas y tomar decisiones acerca de usarlas o dejarlas. En este sentido, es importante
el proceso de socialización con la familia, los amigos, la escuela y los medios de comunicación.
Varios informes científicos indican que los adolescentes y adultos jóvenes entre 13 y 25 años son
más vulnerables y tienen más riesgo de adicción, exponiéndolos a otros problemas
biopsicosociales asociados a su consumo. Los adolescentes corren un riesgo tan alto porque se
ven afectados por la compleja interacción de diferentes aspectos biopsicosociales (Tena et al.,
2018).

La adolescencia es un período crítico del desarrollo humano, en ella


necesitan desarrollarse física, emocional, social, académicamente, entre otros. El estudio de la
autonomía y la identidad son sus elementos definitorios; esto dependerá de su historia pasada, si
su familia es solidaria o no y comprensiva, si hay problemas, grupo de amigos, entre
otros. El consumo de drogas por lo general no ocurre solo, sino junto con otras conductas
desviadas, antisociales o conductas que se consideran socialmente problemáticas (Becoña, 2000).

De acuerdo con lo anterior el proceso de socialización familiar es considerado uno de los


factores determinantes para el inicio y mantenimiento de conductas de riesgo, ya que constituye
la base para el desarrollo de características individuales de los adolescentes, como la
personalidad, el autoconcepto, los valores y las habilidades comunicativas entre otros. La falta de
interiorización normativa y lenguaje conversacional de resolución de conflictos en las relaciones
familiares dificulta la adaptación efectiva y aumenta la probabilidad de conductas
autodestructivas y de riesgo en los adolescentes (Valenzuela et al., 2013).

Habilidades sociales y drogas


Las habilidades sociales son las conductas que han sido adquiridas o aprendidas viviendo
en sociedad, pueden ser no observables u observables, no verbales o verbales; están regidas por
el ambiente más no son un rasgo de personalidad, se caracterizan por ser competencias que
expresan sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos del adolescente de una manera
adecuada ante las adversidades, de la misma forma, permiten una mejor adaptación y
desenvolvimiento dentro de la sociedad llegando así a tomar las mejores decisiones de su vida
(De González et al., 2013).

Cacho, Silva y Yengle (2019) afirman que las habilidades sociales se refieren a la
capacidad compleja de emitir conductas que son reforzadas positiva o negativamente y de no
emitir conductas que son reprobadas por los demás; así mismo estas habilidades sociales y
conductas de riesgo tienen una relación altamente significativa, lo que demuestra que el
desarrollo de Habilidades Sociales influye significativamente para disminuir las conductas de
riesgo. Para Gonzálvez, Espada, y Guillén (2014) los adolescentes clasificados en el grupo con
buenas habilidades sociales son significativamente menos consumidores que los que tienen bajas
competencias en habilidades sociales; así pues, el consumo se relaciona con la conducta
antisocial y el asertividad.

Las habilidades sociales actúan como agentes protectores para evitar el consumo de
alcohol y otro tipo de drogas, jugando un papel importante en el nivel de ajuste de los individuos;
estas podrían jugar un papel de protección para evitar que las personas desarrollen conductas
adictivas; así pues cuanto antes construye el adolescente su identidad personal y psicosocial,
puede afrontar de manera eficaz la presión que pueda inducir al consumo de sustancias, puesto
que cuanto más temprano tiene lugar el primer contacto con el consumo de drogas, mayor
frecuencia de consumo habrá en el futuro así como de consumos más peligrosos (Laespada,
2003).

Dentro de los componentes de las habilidades sociales se encuentra la empatía la cual es la


habilidad que tienen las personas para ponerse en el lugar de otros y así comprender sus
sentimientos, emociones, reacciones y entender su punto de vista; esta guarda estrecha relación
con las conductas prosociales que protegen a los adolescentes del consumo de drogas entre otras
conductas de riesgo; esta habilidad se ha identificado como protectora del consumo y facilitadora
de una socialización positiva. Por el contrario, un adolescente con comportamientos antisociales,
resistente a las normas y agresivo en sus relaciones interpersonales, tiene características de riesgo
para la conducta de consumo de drogas, en tanto dichos aspectos perturban la socialización y por
lo tanto la consolidación de la identidad, tanto individual como social (Florenzano, Sotomayor y
Otava, 2001).

Así mismo la inteligencia emocional que es la habilidad que tiene la persona para conocer
sus propias emociones es decir reconocer el sentimiento que está ocurriendo en un momento
determinado, el manejar las emociones para que se puedan expresar de forma adecuada,
motivarse a sí mismo, el reconocer las emociones de los demás se basa en la empatía y el
establecer buenas relaciones con los demás. Por último, el asertividad que es la persistencia,
seguridad en uno mismo, la tenacidad, el poner límites claros y concisos, identificar las
emociones y saber expresarlas de forma respetuosa y clara, así mismo es el expresar lo que
piensa la persona respetando el criterio de los demás (Velastegui et al., 2022).

Los adolescentes que son vulnerables a el consumo de sustancia son aquellos en los que
confluyen determinadas características personales, familiares, educativas y sociales que
incrementan la probabilidad de implicarse en usos de drogas; por consiguiente, internamente de
esas características personales se encuentran la deficiencia en el desarrollo de las habilidades; así
pues el conjunto de estas características se denomina factores de riesgo, dentro de las mismas,
situaciones y conductas de riesgo (Peñafiel, 2009).

Algunas investigaciones han demostrado que las habilidades sociales adecuadas pueden
ayudar a las personas a funcionar socialmente lo suficiente como para prevenir problemas de
salud mental a lo largo de la vida. Dentro de los problemas que pueden presentarse en las
diferentes etapas del desarrollo, la dependencia de sustancias, es un fenómeno multifactorial
complejo que también se ha convertido en un problema de salud pública. Los déficits en
habilidades sociales han sido identificados como un factor de riesgo para el consumo de
sustancias, y aunque no es un factor directo y decisivo en el desarrollo de problemas con las
drogas, muchos estudios han demostrado que es una variable importante que influye en el
consumo excesivo de estas (Anguiano et al., 2010).

Se han encontrado resultados como que algunos consumidores necesitaban de las


habilidades sociales requeridas para enfrentarse a situaciones conflictivas; así mismo que los
hijos de personas consumidoras posiblemente asimilarán que el consumo de drogas es un
requerimiento para un afrontamiento conveniente de las situaciones sociales, y que nunca
aprendieron las habilidades sociales necesarias que pudiesen utilizarse en ausencia de sustancias.
Así mismo se ha estimado que si un individuo cuenta con un descenso de asertividad general o
poca capacidad determinada para responder oponiéndose a las demandas de su grupo, el riesgo
de abuso de sustancias acrecienta (Londoño y Valencia, 2008).
De acuerdo con Díaz y García (2006), en un estudio con estudiantes, posicionaron el
consumo de drogas y alcohol como un cuadro complejo de trastornos de adaptación que incluye
dificultad para adaptarse a la sociedad y una tendencia a involucrarse en un comportamiento
impulsivo; dificultad para hacer frente a las demandas de adaptación al entorno escolar, así como
sentimientos de aislamiento y falta de habilidades comunicativas seguras. Así mismo en otro
estudio realizado se confirman que las habilidades sociales juegan un papel importante en la vida
de un individuo; pues pueden actuar como factores protectores que evitan que las personas
desarrollen conductas adictivas, y aunque las habilidades sociales no son los únicos factores que
llevan a un individuo a conductas adictivas, juegan un papel importante no solo en la prevención
sino también en el tratamiento (Lázaro et al., 2009).

Por consiguiente, Sánchez et al. (2014) refiere que hay una relación característica del
contexto comunitario con el consumo de drogas ilegales a través de la autoestima social, ya que
el hecho de participar en actividades comunitarias y de sentirse integrado y partícipe de los
recursos que en ella se encuentran se corresponde con la autoestima social, que hace reseña a la
capacidad para tener amigos y de conservar esas relaciones. Es decir, existe una relación
indirecta del contexto familiar con el consumo de drogas a través de la autoestima social, la
autoestima escolar, las expectativas académicas y la sintomatología depresiva. De acuerdo con lo
dicho, en otro estudio se manifiesta que los factores de riesgo operan de forma desigual en chicos
y chicas; pues los chicos tienen significativamente más factores de riesgo, tanto personales como
contextuales, y menos factores de protección que las chicas; para ellas, los factores de protección
son más personales y familiares, al igual que sus factores de riesgo (Schinke, Fang y Cole, 2008).

Del mismo modo Camacho (2005) afirma que la aplicación de un programa de


habilidades sociales, eleva y mejora el afrontamiento con el entorno en el grupo experimental, es
decir al mejorar las habilidades sociales se evita que los estudiantes se involucren en conductas
de riesgos. La autoestima media la relación entre la orientación futura y la orientación al riesgo
al ser esta una dimensión de las habilidades sociales, entonces se puede afirmar que, al mejorar el
nivel de autoestima, disminuye las conductas de riesgo.
Por consiguiente, en otro estudio se identificaron que los motivos que impulsan al
consumo de drogas son la presión por parte de amigos, como la principal razón; seguido de
problemas intrafamiliares, la curiosidad, la búsqueda de nuevas experiencias placenteras, y por el
concepto de que todos quienes los rodean lo hacen; esto demuestra la influencia de los patrones
de socialización, como el caso de los amigos, en el consumo de sustancias adictivas (Araya et al.,
2011).

Así mismo en otra investigación la habilidad de resistencia a la presión fue medida como
intención conductual, ya que no todos los estudiantes presentaban consumo de drogas ni habían
sido persuadidos para consumir, donde se llegó a la conclusión que las intenciones preceden a la
conducta y el predictor más exacto de la conducta de una persona es por tanto su intención de
llevarla a cabo. Es así que se presume, que los adolescentes que manifestaron la intención de
resistir la presión para el consumo, instrumentarán esta conducta de rechazo cuando el contexto
así lo demande (Pérez de la Barrera, 2012).
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