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La alimentación
La comida en el frente
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Probable t ·¿ des alirn 0
f • mene era en el frente donde menos necesi ª •ércit
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ª an, s1 1en las condiciones h1g1e01cas
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·r-.. lt:in , p ~ a l d_, lo t s lim_onio de soldados de amb ejé r-
it u p. ~r n hamb1 e en su unidades: «Yo pa é má hambr qu
n 1:ig;irt COJO,»
\ estido y frío
. .
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HISTORIAS ORALES DE LA GUERRA CIVIL
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. .a de María Antonia (Madrid) se vio f
La f ami11 orzad
as de vino del bar que regentaban en 11.K d . a a q
todas 1as eUb t; 11 . . ina tid llet-..
1 frl
, 0 No contentos con e o, pros1gu1eron co Para h·1at 1
frente a · . D l · d n el p a
cubría el suelo del pasillo. e m1si:1:10 mo o, Eugenia Sá arqué ~et
.d había deJ·ado con una h13a de meses para . Uchez qu~
man o 1a lnc 0 ' cuy
b o de quemar las contraventanas y la mesa d tporars o
fr ente, h u b . e1corn e a\
. _ madrileños acostubra an a caminar hasta los edor, l
nmos _ montes os
Pardo para recoger len~. , de ~I
Algunas personas solo podian entrar en calor durant
1abo ral , como es el caso de Sergia Fernández (Peñacabealslu horatio
, y l a un1ca , . calefa .era
nea) . «Los inviernos eron muy fnos
fu , , Sala.
ma • . d cc1on d
0
podía disfrutar era la propia e 1os trenes -que lirnpiab e que
y a- e 1
horas de trabajo.» ' n as
La dureza de las condiciones climáticas en algunas carn ~
cretas es destacada por Jesús Fernández (Puebla de Lillo pla~as) con.
., , eon q
vestía con la ropa elaborada por l a Seccion Femenina: «N ' ue
todavía estábamos b1en . vestI"d os, porque eramos , de Falange yosotros
. , ten1,a.
mos camisas, capotes y b otas, pero h. u b o tien:ipo que los soldados lle-
vaban en Teruel, con un metro de nieve y mas, hasta zapatillas blan.
cas, porque no había botas.» No es de extrañar que en la caja de 1o
camiones se apilaran los soldados para dormir, sin otro consuelo qu:
una cantimplora de coñac.
El puesto de telegrafista que ostentaba Dionisia Encinas le permi-
tió no sólo disfrutar de la misma comida que sus superiores, sino gua-
recerse del frío mejor que el resto de su unidad, que soportó en Terne!
temperaturas de hasta 23 y 24 grados bajo cero. En la misma campa•
ña, Antonio Sánchez-Cámara, comandante del ejército nacional, apar·
te de soportar las gélidas temperaturas, hubo de dormir bajo una lona
sobre la que corrían ratas. En esa batalla murieron por congelamien·
to n1uchos conocidos de Valentín Martínez (Almodóvar del Campoi
Ciudad Real), pues la mayoría combatía con alpargatas a temperatu·
ras escalofriantes. Una noche en Teruel Lorenzo Delso Ysus camara l ·
d , , b he an·
as de armas se empezaron a reír sin saber por qué. Se esta an .
do, .pue st0 que era «una risa tonta que nos producía la baja tealrnperaDe
tura»· Tuvieron· que pasarse la noche andando para entrar ene . , or.•t de
no haberse levantado, hubieran muerto. Un veterano del eJerci ?rna·
Franco n ª tural d e Val1adolid que prefiere permanecer en el anoni rto por
to qu d , · ' rnue
' e ~ ,vivamente impresionado al ver a un conducto:
congelacion,, con los ojos abiertos y la sonrisa en los labios. paraba
Cuando
. Angel Bamos . tuvo que vigilar. . , f,errea que se
la via . le
a s1IJ1P
Segovia y M drid 1 . , h bía un
caset ª , a rueve lo cubría todo y solo ª 5 solda¿os
para ~i::r resguardarse del frío. Allí se juntaban todosd~ todos,
· Para darse calor tenían que tumbarse de la
coll
~
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ntr r 111, ~ 1 1 s qu ~ liu l i ran ·ntrado n la a ta
bieto d , n e n-
o J. e nort11, 1e · .
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d 111 npitán a r t r la haber pa a<l ham re, per
n~f ~í . N - hi im unas hnqu ta · on la tela de un paraca'cl .
\ qu na i Ia l1crmana le M ar fa Va a I ( ant iag <le e mp
sí 1 :'o. t a .,)
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El ni, d l f . 6 . o
Ln Con111 n ·u ma re con ccc1on cam1 ne con la tela d
t 1a, neo d azucar. ' L .,(.6 ·1· b h e
un . , . . as Set anas se ut1 iza an abitualmente para
eh1borar la r~pa i~tenor. . .
La austeridad impuesta por la guerra en el aliño indum entario fue
tho de di\ersas situaciones insólitas, como la que narra Terencia-
:~o Alvarez, nacido :n 1927 en Vill~buena del Puente (Zamora):
«Muchos años despues de aquello tuvimos una cena entre antiguos
alumnos de bachillerato. La mayoría no lográbamos reconocemos,
pero otros sí. ~a cosa pro~ovía gritos d~ _s~ipres~, fr~ses humorísti-
cas y comentanos de todo tipo. Uno se d1ng10 a m1 gntando mi nom-
bre. y exclamó: "¡Me acuerdo perfectamente de ti. Llevabas siempre
un abrigo medio verde, medio caqui!" Cuando le conté a mi madre la
anécdota, sorprendida de tal alarde de memoria, me contestó riendo:
"Pues es verdad, hijo. Me acuerdo perfectamente. ¿Cómo no me voy a
acordar? Fue un abrigo de tu padre, después un abrigo tuyo y final-
mente una chaqueta de tu hermana. Duró unos veinte años para toda
la familia.»
Paradójicamente, los actos de exaltación triunfalista sirvieron para
vestir, aunque estralafalariamente, a los niños pobres. Carmen Ayala
ofrece un botón de muestra: «Mijas es un pueblo patriótico, en el que
la gente es muy extravertida y por cualquier cosa poníamos los balco-
nes engalanad.os. Como la bandera nacional es roja y amarilla y los
balcones grandes, yo tenía mucha tela de esos colores y les hacía ropa
ª. todos los gitanillos y niños harapientos que veía desnuditos. Daba
nsa ver a tantos niños vestidos de rojo y a otros tantos de amarillo.»
Muchas familias pobres no pudieron calzar decentemente a sus hijos
hasta bien entrada la posguerra y en este sentido, Luis Martos (Fines,
~mena) no estrenó sus primero~ zapatos hasta que cun1plió los die-
ciocho años (en 1942): «Antes lo que me ponía eran esparteñas de
esparto que nos hacíamos no~otros n1isn1os o unas alpargatas que
nos ,podía n comprar mis padres y que só'1 o ut1·¡·1Z,\...<.b amos el .día
que ibamos d ·¡ - de V1lla-
rej 0 d ª sa1·ir a algún sitio.» En la población
•
n1a n ena ~
e Salvanés nadie tenía zapatos, todos usaban alpargatas, segun
124
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la n l s l bdlds.' br ·a ran d e ·hec hos para co nfecci o na r co n ell .
L · ·a Id d 5 E c uri oso Jo que podía d a r de sí u .~ Jer.
J s 'º n
, <L µc1rn . las• muj e res vestidas con saco . Yo ten ía un s1rnple
. \'. he v1 s lo a . ; na v .
·n o. « . l hiJ'os y la pobre muJer pues cog1a un saco ec1.
u t nfa 1e e 'b . Y Io p •
na q _, d e azul Le hacía arn a un aguJero con las rn ·
01 ro , Jo stem a · angas
brazos si era verano.» Y
aca b a ,1OD •,' afirma que eI ves t'd 1· ·
1 o era una comp 1cación 1-
Jose u1 a n ' . ,b 1 . ne1uso
·os n1ili tares: «Necesita amos ca zonc1llos y fuirn
para 1os prop l os al
pue 61 o ma
's cercano
' ·
Yo g
. anaba 299 pesetas y un calzoncillo ve
n1a, a
t . r una pesela y media. El tendero, que era un listo, los hab·
cosa d .d. b a
to a quince pesetas. Entonces ec1 irnos comprar ragas, po~q
pue S 1 tu· 1· , 1 ue
daba tres a una peseta. Al vo ver irnos a exp 1carse o al alférez. Le
dijimos que de maricones, n~~a, pero que la peseta era la peseta. 1 0
veas el revuelo que se organizo y las bromas. Tres sargentos (iba con
los sobrinos de Muñoz Seca) con bragas, pero luego nos imitaron más
de uno y sé que algunos llevaban bragas de colores. Imagínate si nos
cogen los rojos con bragas encima.» No es de extrañar que en estas
circunstancias las n1edias se convirtieran en un artículo de lujo.
No parece, sin embargo, que atravesaran similares problemas de
vestuario los combatientes alemanes llegados a España: «Cuando
vinieron los alemanes el raso y los cordones desaparecieron de La
Bañeza y León, porque los cogieron ellos para hacerse pijamas. Ves•
tían de maravilla. Las telas estaban racionadas, sábanas y telas blan·
cas no se encontraban y tela para hacer vestidos, nada. Por eso hice
yo de un colchón viejo que andaba rodando por casa, una bata para
andar por casa.»
Los soldados nacionales no echaron en falta el tabaco en ningún
mo:11ent?. de la guerra, pues les llegaba de Marruecos. No obst ~'.
tenian dificultades para conseguir el papel de fun1ar, que era prod .
1
ª:
dl~ en el Levante. Pablo de la Fuente que combatía en las filas 1d ~p~~
b 1canas era uno d 1
, e os mue h os fi.1111adores
' frustra dos: «Al finalc. 01ear·
guerra, e 1o que e . ,
d , 1de HI '
de las f ' b . d aieciamos era de tabaco. Ten1an10s pape el por
.a neas e Tarra 1 , b' · el paP
el tabaco de 1 ' . 'sa Y o que hac1an10s era can1 1m en una
1
piedra a las tr~s ~ac1onales. Tirában10s un paquete envuedttan otrO
paquete con el ~a\ eras ;e los nacionales y ellos nos ma~ \na trio·
chera a otra . >> . aco. os poníamos de acuerdo a voces e
11
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RALES DE LA GUERRA CIVIL
HISTOR TAS O
128
] a s c o p r e s t aba, Servicio de condu ctor en el ciér .
J c1 to
Teófi lo Ve teró de que, a caus a de l rcI>u.
l1a r la u err a . Se e n a Ea
blic ano al es ta gu na gua' rdería habían contraído la sarn lta de
higien e, lo s m . -
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r c ió a cwda 1 os Y a'
se of e la que vivía, d ormía con un , uo Para
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r así q ue su cuerpo en trase n 0 9Ue
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u er p pa ra evi ta
le cubiía tod o :� c
� pa trona no llegó a enterarse .i con 1:� ��n.
tacto con al s sa anas. u ig,e.
ne preci. sa.'._tanto os l mn . - os como él mismo san aron.
11 a ma do Pedro, e] herm ano de Amparo Vi cente (
Otro n. mo, . V
. muno, a causa de la es carlatina d urante ] a guerra. «Cuando adle¡·n.
cia), e ¡.
raba, so,1 o ha c1a , re petir su deseo de que; se fueran 1 os m1.li. c.ianos d
. e
casa, aquello s tres milicianos que le hab1an . usurpa d o s u ha bi ta ción,,,
La pelagra se llevó a l a madre de M:g�e1 G 1·1• (M d n'd), pero fue l ª
tuberculosis la que se cobró numeros1s1mas v1das durante la guerraa
entre ellas la d e la hermana de Ánge les Pérez (Madrid). Fue una de¡�
enfermedade s más terribles, por cuanto se operaba e n vivo, s in
tesia, esto es, rompiendo las costillas y desecando los pulm n anes
dolor del paciente no podía ser sino horroros o. Para Amali o es. El
Solana era ésta «la enfermedad que más se temía, a Gutiérrez
cura». Al car lista Francisco Lapied ra, la tuberc porque no tenía
donar el frente. ulosis ]e obligó a aban-
anner