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Publicidad y diseño: el
nuevo reto de la comunicación. Infinito.
● pp. 83-86
Entonces, ¿cómo se decide -y por qué- el carácter entre icónico y textual de un mensaje
gráfico publicitario? Vemos aquí cinco criterios objetivos, que presentamos por orden lógico,
y que deben ser considerados en esta toma importante de decisión:
● la naturaleza del producto o del servicio que propiciará tal ventaja o beneficio (de
qué producto o servicio se trata)
El destinatario
Hay en esto una relación triangular básica. En ella se cruzan los datos sociológicos,
demográficos, económicos, culturales y sus estilos de vida, cuadros de valores, códigos y
símbolos, por una parte, Y por otra parte, la clase de información motivante que
corresponde a los objetivos comerciales o institucionales de la empresa (información en
términos de propuesta, que es la traducción comunicacional del "texto de base")
El contenido de la información
El contenido del mensaje -o la información útil para el destinatario- no es, por consiguiente,
una simple promesa formulada en abstracto, sino una relación inseparable entre el
receptor/consumidor y la satisfacción/producto. El contenido de un mensaje puede ser, por
ejemplo, definido así: "energía inmediata para el deportista". Ya vemos que en esta
definición se incluye el destinatario y su actividad (deporte), que enlaza con la promesa que
se le ofrece (recuperar energía), y por supuesto, el producto que la hará realidad: una
bebida isotónica.
Hay una primera cuestión en este triángulo de razonamientos que el diseñador gráfico debe
plantearse: el producto, el objeto, el servicio ¿es mostrable? A veces es mostrable porque
es un objeto físico, pero puede convenir no ser mostrado (un componente, una substancia).
Lo que sí seguramente es mostrable es, por ejemplo, su embalaje. En otros casos no es
tanto el producto lo que conviene mostrar, sino lo que con él se obtiene: un postre
suculento, un bronceado envidiable o una conducción fiable y segura. Éste es el punto de
contacto estratégico entre el contenido de la información y la naturaleza del producto.
Lo que sí siempre es mostrable, o más exactamente, lo que sí siempre debe ser mostrado,
es la Marca, este supramensaje en el que con frecuencia se funda la motivación de compra
-e incluso la fidelidad del consumidor o el usuario-.
Hasta aquí, pues, ya vemos que el predominio del texto o de la imagen vendrá determinado
por las condiciones de este triángulo. Dados tal tipo de público, tal promesa o información y
tal clase de producto (incluido su precio), ¿qué mensaje será el más eficaz: aquel que
argumenta razonadamente una propuesta de compra porque se trata de un bien de
equipamiento, un producto técnico donde se requiere seguridad, garantía, etc., o aquel otro
que solamente muestra una imagen fuerte, emocional y carismática con una apelación
seductora contundente?
El soporte o el medio
Este apartado supone en primer lugar una consideración técnica: de qué clase de medio se
trata, ¿gráfico, exterior, embalaje, aviso, spot, publicación?
Dicho esto, no nos referiremos ahora a lo que sería un plan de medios en tanto que
estructura estratégica de los soportes de comunicación publicitaria, sino a aspectos más
cualitativos:
Este apartado está en buena medida ligado al anterior. Pero la situación receptora se
orienta claramente al contexto, al lugar, al espacio concreto -y a sus influencias sobre el
receptor-donde se realizará el contacto o el interfaz entre ese receptor y el mensaje.
Hay productos con los que entramos en contacto por ejemplo, en un restaurante, en casa
de unos amigos, o en una tienda especializada. En otras ocasiones, el contacto se realiza
en el supermercado, y allí encontramos dos sujetos muy particularmente dependientes del
diseñador gráfico publicitario: los embalajes (que aparte de ser contenedores de sus
productos son sus propios afiches) y el material de merchandising. Sin embargo, más
corrientemente entramos en contacto remoto con el producto a través de su publicidad en
los media, es decir, con la imagen del producto, antes que con el producto mismo.
Debe hacerse aquí, por tanto, una serie de consideraciones de tipo espacial, ergonómico,
visual, incluso comportamental. Porque no es lo mismo el espectador sentado
cómodamente ante el televisor recibiendo su cascada de estímulos, que aquel otro individuo
activo en trance de buscar, elegir, comparar un producto en un supermercado. He aquí el
último factor determinante de cómo ha de ser el mensaje. La situación de contacto y su
contexto son esenciales.