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2. Estancamiento económico
La prioridad macroeconómica de esta crisis fue atajar esa elevada inflación mediante
políticas monetarias (aumento de los tipos de interés) y fiscales (subida de impuestos)
restrictivas, que provocaron una contracción de la producción y un aumento de los
impuestos. Pero las medidas encaminadas a atajar el problema inflacionario hacían que se
resintiese el crecimiento económico. Hasta mediados del primer lustro de la década de 1980
la actividad productiva permaneció prácticamente estancada, y las tasas de desempleo se
mantuvieron en niveles altos hasta la década de 1990.
3. Reconversión industrial y reindustrialización
La de 1973, a diferencia de la Gran Depresión de 1929, era una crisis de las denominadas de
oferta, es decir, provocada por factores relacionados con la oferta productiva. En este caso
la considerable subida de los precios del petróleo y de las materias primas iba a afectar muy
gravemente a una industria que era muy intensiva en el uso de energía. Los costes de
producción aumentaron de manera súbita y a niveles desorbitados. Con los nuevos costes
muchos sectores productivos se encontraron con dificultades enormes para colocar sus
productos en el mercado. Era preciso reconvertir buena parte de la industria transitando
hacia procesos productivos menos consumidores de energía y que fuesen menos intensivos
en trabajo, pues los salarios crecientes con la inflación también eran un problema. Esta
reestructuración también venía forzada por la creciente competencia de la producción
industrial nipona que, debido a las carencias energéticas del país, había desarrollado el
modelo de producción flexible, muy ahorrador de energía. De pronto, muchos sectores
productivos (siderúrgico, minero, construcción naval, electrodomésticos de línea blanca,
textil, etc.) quedaron obsoletos. Su reconversión, sin embargo, seguía los mismos cánones:
reducción de la capacidad de producción, fuerte ajuste de empleo y salarios,
reestructuración financiera e incorporación de nuevos procesos de organización gerencial.
Por otra parte, era preciso promocionar la inversión en nuevos sectores y de ampliar la
capacidad de sectores ya existentes con viabilidad futura, para así compensar las pérdidas
de capacidad y empleo que exigía la reconversión. Todo esto se realizó con importantes
ayudas del Estado, que contribuyeron a la crisis fiscal.
2. Revolución tecnológica
El proceso de innovación tecnológica es constante, pero, en ocasiones, los cambios son tan
profundos que modifican radicalmente las bases precedentes y generan disrupciones que
desbordan el marco productivo y afectan a toda la sociedad. Se habla entonces de revolución
tecnológica, que es lo que ha acaecido con el conjunto de nuevas tecnologías (inteligencia
artificial, robótica, impresión 3D, big data, realidad virtual, nuevos materiales, biotecnología,
nanotecnología, etc.) que se desarrollaron en las últimas décadas, y en la que destaca su
vertiente digital: generación, almacenamiento y procesamiento de datos.
Esta revolución tecnológica ha transformado los procesos productivos existentes, ha
provocado la emergencia de nuevos sectores y de nuevos productos, ha mudado el mundo
laboral e incorporado nuevos conceptos de trabajo, ha introducido nuevos modelos de
organización y gestión de los negocios, ha generado nuevas formas y canales de comercio,
ha alterado el modo de relacionarse de las personas; en definitiva, nos ha transportado a un
nuevo modo de vida.