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INTRODUCCIÓN (b):

LA EVOLUCIÓN DE LA ECONOMÍA MUNDIAL


DESDE LA CRISIS DE 1929 HASTA LA
ACTUALIDAD
Crisis de 1929
Se considera la crisis más importante del capitalismo. Fue una crisis de las denominadas de
demanda, que se inició en EEUU y posteriormente se expandió al resto del mundo. El detonante fue
la estrepitosa caída (40%) de la Bolsa de Nueva York en el famoso martes negro del 29 de octubre
de 1929. Entre 1929 y 1932 la Bolsa se desplomaría un 80%.
La depresión tuvo lugar después de un periodo de intensa expansión económica. La crisis bursátil
tendría un fuerte impacto en todo el sector financiero lo que provocó la restricción del crédito por
parte de la banca. Como consecuencia se resintió, por un lado, la inversión y el consumo y, por otro,
las exportaciones, al difundirse la crisis al resto del mundo. Entre 1929 1932 el PIB de EEUU
disminuyó en torno a un cuarto y el industrial alrededor de un 50%. Se perdió uno de cada cuatro
empleos y los precios descendieron más de un tercio. El nivel de actividad económica precrisis no
se recuperaría hasta 1940.
La crisis contribuyó a la liquidación definitiva del patrón-oro, que era el sistema que regía los
intercambios de monedas y los pagos internacionales, y que había experimentado una suspensión
previa en el contexto de la Primera Guerra Mundial.
La reacción de muchos países consistió en aumentar las barreras proteccionistas al comercio, lo que
no contribuiría a la recuperación. Por otra parte, la política monetaria restrictiva de la Reserva
Federal de EEUU se consideró un error que contribuyó a profundizar los problemas de demanda que
padecía la economía. Por último, a la incertidumbre derivada de la crisis del patrón-oro se añadía la
producida por la deflación, aspecto que complicaba sobremanera la articulación de soluciones.
Los primeros síntomas de recuperación no se dejarían sentir hasta después de 1933, año en que se
pone en marcha la política del New Deal de Roosevelt, consistente en un programa de intervención
estatal mediante un plan de inversiones públicas en infraestructuras y en apoyo de la industria.
También se reforzó la solvencia del sector bancario y se establecieron medidas más estrictas de
regulación del sector. Las medidas adoptadas contribuyeron a parar el deterioro de la economía,
pero la recuperación fue muy lenta, y de hecho hasta después de la Segunda Guerra Mundial la
economía no recobraría el dinamismo precedente.
No obstante, se produjeron algunos avances sociales importantes, como el establecimiento de un
salario mínimo, la regulación de la jornada laboral, el establecimiento del seguro de desempleo y de
un sistema de pensiones.
El modelo económico después de la Segunda Guerra
Mundial (1945-1973)
El principal reto después de la guerra era reparar los daños ocasionados por la contienda y superar
definitivamente los efectos de la crisis de 1929, que se manifestaban en un escaso dinamismo de la
actividad económica. Durante este periodo iban a producirse tal cúmulo de innovaciones
institucionales y transformaciones estructurales que propiciarían la constitución de un nuevo
modelo económico capitalista, cuyas características principales serían las siguientes:
1. Nueva institucionalidad a nivel mundial
Después de la guerra EEUU decide asumir el papel de nación hegemónica a nivel mundial.
Desde principios del siglo XX disponía del potencial para ello, pero no había sido su prioridad,
siendo Gran Bretaña la que desempeñase tal rol.
Para ello iba a arbitrar una institucionalidad consistente en establecer un marco regulador
de las relaciones económicas internacionales:
a) Se crea un nuevo patrón monetario y financiero internacional: el Sistema de Bretton
Woods
Se trataba de crear un organismo que regulase las relaciones de cambio entre las
monedas y los pagos internacionales. Tras la suspensión del patrón-oro, los tipos de
cambio de las monedas flotaban y eran habituales las medidas de devaluación para
fomentar las exportaciones, pero, en la medida en que se generalizaban las medidas,
todos los países resultaban perjudicados.
En julio de 1944, EEUU convocó la Conferencia de Bretton Woods a la que asistieron 44
países y allí se aprobó un nuevo sistema monetario internacional. Era un sistema de tipos
de cambios fijos, con el dólar de moneda hegemónica, al ser la única moneda convertible
en oro. El dólar establecía un precio fijo con el oro de 35 dólares la onza y después cada
una de las monedas restantes fijaba un precio con el dólar. El sistema era de patrón de
cambio-oro, con el dólar como principal moneda de reserva. Se pretendía con ello la
estabilidad monetaria a nivel internacional y facilitar el equilibrio externo de los países.
Para reforzar la estabilidad del sistema se creó el Fondo Monetario Internacional (FMI)
con la función de otorgar financiación en divisas a los países que, tras registrar déficits
en sus relaciones exteriores, experimentasen dificultades para financiar esos déficits, y
evitar así que tuviesen que acudir a la devaluación de sus monedas para propiciar el
equilibrio de sus cuentas exteriores.
b) Se crea el Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT)
Como ya se ha comentado, tras la crisis de 1929 proliferaron las políticas proteccionistas
que establecían barreras al comercio internacional, política que iba en perjuicio de todos
los países. Para paliar estos problemas se creó en 1947 el GATT con el objetivo de regular
y liberalizar el comercio internacional, lo que contribuyó a su posterior dinamismo.
Entre 1945 y 1973 se redujeron gradualmente las restricciones comerciales, pero todavía
subsistieron notables protecciones, sobre todo comparado con la profunda liberalización
que tendría lugar a partir de la década de 1990. En 1994 el GATT se transforma en la
Organización Mundial de Comercio (OMC), que es el actual organismo regulador del
comercio internacional.
c) Se crea la ONU y la OTAN
La nómina de instituciones económicas creadas para organizar y articular las relaciones
económicas internacionales se completó con otras dos de carácter político y militar, la
ONU y la OTAN, que sirvieron para apuntalar la hegemonía de EEUU en el concierto
mundial.

2. Aplicación de políticas económicas keynesianas de manera generalizada


Keynes había publicado en 1936 su famosa obra titulada “Teoría general de la ocupación, el
interés y el dinero”, que recogía sus reflexiones acerca de lo que él consideraba las políticas
más adecuadas para afrontar la crisis de 1929. Según Keynes esta crisis tenía su origen en
problemas de demanda, por lo que su resolución pasaba por estimular a los agentes
económicos, inversores y consumidores, a aumentar sus gastos. Pero consideraba que en el
contexto de la crisis era difícil, al menos en el corto plazo, que estos agentes adoptasen esta
decisión de modo espontáneo. Era necesario cambiar sus expectativas acerca de la evolución
general de la demanda y para ello se podía utilizar la política fiscal apoyada incluso por la
política monetaria. Lo que Keynes proponía era poner en marcha políticas fiscales expansivas
mediante, por un lado, el aumento del gasto público en infraestructuras u otros proyectos
de fomento de la industria y, por otro, la reducción de impuestos. Al ser el gasto público (G)
un componente de la demanda agregada (C+I+G+(X-M)), su aumento podía estimular la
inversión(I) y, con más inversión y más empleo, se podía dinamizar el consumo (C). Por otro
lado, con la reducción de impuestos a inversores y consumidores se lograba que estos
agentes dispusiesen de más recursos para gastar, expandiendo con ello la demanda. Por
último, como complemento de la política fiscal se podía recurrir a una política monetaria
expansiva, con reducción de los tipos de interés, para estimular la demanda de crédito para
invertir y consumir.
Durante el periodo que sucedió a la guerra hasta 1973, cada vez que los países
experimentaban problemas con el crecimiento o el empleo recurrían a la aplicación de
políticas fiscales expansivas.

3. Se expande de manera muy dinámica la actividad económica, y especialmente la industrial


Se registraron tasas de crecimiento del producto sin precedentes, lo que llevo a denominar
al periodo 1945-73 como la edad de oro del capitalismo. El motor fundamental de ese
dinamismo fue el sector industrial, caracterizado por una fabricación masiva y muy
mecanizada. Fue el momento álgido de la producción en serie con cadenas de montaje
intensivas en trabajo y con una gran diversificación de tareas, que se conocería como el
modelo fordista. Tuvo lugar una notoria expansión de las industrias automovilística, de
electrodomésticos, química, de la construcción, etc. También se observó un fuerte
crecimiento de la productividad, favorecido por las innovaciones tecnológicas, la escala de
los nuevos procesos productivos y los nuevos sistemas de organización empresarial.
4. Mercados de trabajo fuertemente regulados y protegidos
La tendencia del periodo fue la de una creciente normativización de las relaciones laborales,
con una fuerte protección de los derechos de los trabajadores y un fortalecimiento del papel
de los sindicatos. En ese marco se logró el pleno empleo e importantes aumentos de los
salarios, fruto de la distribución del aumento de la productividad, lo que favoreció un gran
dinamismo de la demanda.

5. Pacto social capital-trabajo


El pacto entre los dos agentes dispuso que los trabajadores se beneficiasen de las elevadas
tasas de crecimiento económico y de los fuertes aumentos de la productividad, de manera
directa, a través de incrementos salariales, y de manera indirecta, por la constitución del
Estado de Bienestar (educación, sanidad, pensiones, seguro de desempleo, ayudas
familiares), que fue aumentando su cobertura y sus prestaciones. Al capital también le
interesaba que los trabajadores experimentasen aumentos salariales, pues eso ensanchaba
la demanda de consumo, y que accediesen a las prestaciones del Estado del Bienestar,
porque les proporcionaba trabajadores bien formados y con buena salud. Fue la época de la
expansión de las clases medias.

6. Importante intervención del Estado en la economía


Algunas de las políticas implementadas para la superación de la crisis de 1929 supusieron
una mayor intervención estatal en el ámbito de las infraestructuras y de algunas iniciativas
empresariales. Previamente el Estado operaba como empresario en algunos sectores
estratégicos o básicos como telecomunicaciones, energía, transporte, etc. Inmediatamente
después de la Segunda Guerra Mundial adquirió un papel más protagonista nacionalizando
algunos sectores en crisis y, a partir de ahí, fue ampliando su base empresarial con presencia
en sectores, como la siderurgia, el sector naval, las telecomunicaciones, la energía, el
transporte ferroviario, el automóvil, etc. Incluso en algunos países existía una importante
banca pública. En algunos casos, esa presencia pública empresarial se ejercía en régimen de
monopolio.
El Estado también mantenía un notable control sobre el sector empresarial privado por la
vía de la regulación de sus actividades y de los mercados en los que se desenvolvían.
La actividad económica internacional estaba también muy restringida por la acción estatal.
Se había liberado en parte el comercio, pero las operaciones de capital (inversiones,
préstamos internacionales, cambio de divisas, etc.) estaban sometidas a serias restricciones.

Crisis del petróleo de 1973


Los procesos industriales desarrollados durante el periodo 1945-73 fueron muy intensivos en el
consumo de energía, sobre todo petróleo, que era muy barato. En octubre de 1973, los países
productores pertenecientes a la OPEP decidieron dejar de exportar el combustible a los países que
habían apoyado a Israel en la guerra del Yom Kipur contra Siria y Egipto y aumentar el precio del
crudo, que se cuadriplicó en pocos meses, pasando de 3 a 12 dólares barril.
Esta subida se agregaba a la que ya estaban experimentando los precios de la mayoría de las
materias primas, como consecuencia del fuerte aumento de la demanda, derivada del elevado
dinamismo de la producción. Los efectos de estas alzas se dejaron sentir muy pronto en un aparato
productivo muy dependiente del petróleo.
Los dos problemas más notorios de esta crisis fueron la inflación y el estancamiento económico, con
un rápido aumento del desempleo. Emergía así un fenómeno desconocido hasta ese momento en
la historia del capitalismo: la coincidencia de inflación con desempleo, que se denominaría
estanflación. Hasta ese momento, cuando el capitalismo había experimentado crisis de producción
con desempleo, los precios bajaban, y significativamente, en vez de subir.
La crisis surgía, además, en un contexto de inestabilidad monetaria internacional derivada de la
quiebra del Sistema de Bretton Woods. Este patrón monetario empezó a resentirse como
consecuencia del fuerte aumento de la oferta monetaria en dólares, no respaldada por las
consiguientes reservas de oro, llevada a cabo por EEUU para financiar su expansión inversora
internacional, sus crecientes déficits en cuenta corriente y los gastos asociados a la guerra de
Vietnam y la ubicación de bases militares por todo el mundo. El 15 de agosto de 1971, el presidente
Nixon se vio forzado, ante las presiones de varios países, sobre todo Francia y Gran Bretaña, a
devaluar el dólar un 10%, y decidió, a su vez, suspender la convertibilidad del dólar en oro. En marzo
de 1973 se consumó la quiebra del sistema al eliminar el tipo de cambio fijo del dólar con el oro,
con lo que todas las monedas pasaron a un sistema de libre flotación de su valor. Desde ese
momento hasta la actualidad el sistema monetario imperante a nivel mundial es un sistema de tipos
de cambio flexibles o flotantes en el que el valor de las monedas lo determina la oferta y la demanda
en el mercado de divisas.
Los principales efectos de esa crisis fueron los siguientes:
1. Elevadas tasas de inflación durante las décadas de 1970 y 1980
Como ya se ha señalado, uno de los principales problemas de esta crisis fue la inflación. Los
factores que la impulsaron fue la subida de los precios de las materias primas desde
principios de los setenta, los del petróleo en 1973 y 1978-79, y los aumentos de los salarios
por encima de la productividad en los años previos e iniciales de la crisis. Como consecuencia
las tasas de inflación de los países desarrollados se situaron por encima del nivel de dos
dígitos durante la década de 1970 y primeros años ochenta.

2. Estancamiento económico
La prioridad macroeconómica de esta crisis fue atajar esa elevada inflación mediante
políticas monetarias (aumento de los tipos de interés) y fiscales (subida de impuestos)
restrictivas, que provocaron una contracción de la producción y un aumento de los
impuestos. Pero las medidas encaminadas a atajar el problema inflacionario hacían que se
resintiese el crecimiento económico. Hasta mediados del primer lustro de la década de 1980
la actividad productiva permaneció prácticamente estancada, y las tasas de desempleo se
mantuvieron en niveles altos hasta la década de 1990.
3. Reconversión industrial y reindustrialización
La de 1973, a diferencia de la Gran Depresión de 1929, era una crisis de las denominadas de
oferta, es decir, provocada por factores relacionados con la oferta productiva. En este caso
la considerable subida de los precios del petróleo y de las materias primas iba a afectar muy
gravemente a una industria que era muy intensiva en el uso de energía. Los costes de
producción aumentaron de manera súbita y a niveles desorbitados. Con los nuevos costes
muchos sectores productivos se encontraron con dificultades enormes para colocar sus
productos en el mercado. Era preciso reconvertir buena parte de la industria transitando
hacia procesos productivos menos consumidores de energía y que fuesen menos intensivos
en trabajo, pues los salarios crecientes con la inflación también eran un problema. Esta
reestructuración también venía forzada por la creciente competencia de la producción
industrial nipona que, debido a las carencias energéticas del país, había desarrollado el
modelo de producción flexible, muy ahorrador de energía. De pronto, muchos sectores
productivos (siderúrgico, minero, construcción naval, electrodomésticos de línea blanca,
textil, etc.) quedaron obsoletos. Su reconversión, sin embargo, seguía los mismos cánones:
reducción de la capacidad de producción, fuerte ajuste de empleo y salarios,
reestructuración financiera e incorporación de nuevos procesos de organización gerencial.
Por otra parte, era preciso promocionar la inversión en nuevos sectores y de ampliar la
capacidad de sectores ya existentes con viabilidad futura, para así compensar las pérdidas
de capacidad y empleo que exigía la reconversión. Todo esto se realizó con importantes
ayudas del Estado, que contribuyeron a la crisis fiscal.

4. Crisis fiscal de los Estados


Las finanzas públicas se debilitarían de manera inmediata con la crisis:
- En primer lugar, por el importante aumento de las transferencias de rentas que los países
importadores de petróleo tuvieron que realizar a los países exportadores.
- En segundo lugar, por la merma de los ingresos del Estado como consecuencia del menor
nivel de actividad económica y menores niveles de empleo y salarios.
- Y, en tercer lugar, por el aumento de los gastos estatales en seguros de desempleo y
subvenciones a las empresas para afrontar los procesos de reconversión industrial.
Las dificultades fiscales se afrontaron, por un lado, con aumento de los impuestos,
perjudicando con ello el crecimiento económico, y, por otro, con emisión monetaria,
agravando así el problema inflacionario. El aumento de la deuda pública fue la tercera vía de
financiación.
5. Crisis del keynesianismo
Habíamos reseñado que Keynes había enfatizado el papel de las políticas fiscales como vía
para estimular la demanda agregada e impulsar el crecimiento de la producción y el empleo.
También se había comentado el recurso habitual a esta herramienta en la práctica de los
gobiernos, cuando desfallecía la actividad económica, durante el periodo de posguerra.
Sin embargo, la crisis de 1973 no sería una crisis superable con las políticas keynesianas,
debido a que, como ya hemos señalado, era una crisis de oferta, y Keynes había desarrollado
su “Teoría General” pensando en afrontar la crisis de 1929, que era una crisis de demanda.
En una situación en la que coincidían inflación y desempleo, y en la que había graves
problemas del lado de la oferta productiva, las políticas de activación de la demanda, en vez
de aumentar la producción, alentaban la escalada de precios, con lo que se agravaba la crisis.
Era prioritario entonces controlar la inflación antes de proceder a estimular la demanda
agregada. Pero la resolución del problema de precios también pasaba por reconvertir la
oferta industrial, y eso llevaría tiempo, de ahí que la inflación fuese un problema muy
duradero en esta crisis.

6. Crisis de la deuda en América Latina


Los países latinoamericanos recurrieron a préstamos internacionales para financiar los
proyectos de industrialización desarrollados durante las décadas de 1960 y 1970. Los
excedentes de los países exportadores de petróleo se depositaban en la banca internacional
y esta los recolocaba en préstamos a los países latinoamericanos, que acumularon
importantes niveles de deuda externa. La crisis de 1973, y la consecuente aceleración
inflacionaria, provocó un endurecimiento progresivo de las medidas monetarias, con subidas
constantes de los tipos de interés, lo que provocó un fuerte aumento de los pagos que tenían
que hacer los países endeudados. A su vez, experimentarían un fuerte deterioro del valor de
sus monedas, que incrementó aún más los pagos situándolos en niveles imposibles de
atender, de modo que en 1982 se inició una cascada de impagos y de solicitud de moratorias
y de renegociaciones de la deuda.

Un nuevo modelo económico a partir de la década de 1990


La crisis de 1973 quedaría superada en la segunda mitad de los ochenta: la inflación se moderó y el
crecimiento fue más dinámico. A partir de ese momento acontecieron importantes
transformaciones estructurales que, añadidas a los cambios que había impuesto la crisis de 1973,
configuraron un nuevo modelo económico, con las siguientes características:
1. Globalización
Durante la segunda mitad de los ochenta y, sobre todo, en los noventa se procede a una
mayor apertura internacional en los ámbitos comercial y de la inversión productiva, y, muy
especialmente, en el de las transacciones financieras, muy restringidas hasta ese momento.
Esto iba a provocar una interdependencia económica creciente entre los países y la
incorporación plena al mercado mundial de economías muy centradas en el mercado interno
y que experimentarían un fuerte crecimiento aprovechando la mayor libertad comercial y la
deslocalización de las inversiones productivas de los países desarrollados que buscaban
ventajas competitivas en salarios u otros factores. Esto benefició a muchos países
subdesarrollados, que se fueron conformando como economías emergentes, siendo el caso
más paradigmático, por su éxito fulgurante, China.
Ese proceso se puso en entredicho durante la presidencia de Donald Trump en EEUU, y se
llegó a hablar de una desglobalización, consistente en el aumento del proteccionismo
comercial e inversor y en una relocalización de inversiones desde los países emergentes
hacia los países centrales. La crisis del coronavirus, con las distorsiones que provocó en las
cadenas de suministro, también reforzó una reestructuración geográfica de algunas de las
fases de los procesos productivos en favor de los países desarrollados.
El mundo es mucho más global que en la década de los setenta y los problemas son también
más globales. Sin embargo, el proceso de globalización no estuvo acompañado por la
constitución de instituciones multilaterales que posibilitasen la coordinación de acciones de
los gobiernos en aras de afrontar con solvencia esos desafíos globales. Es más, se da una
limitación creciente de la capacidad de actuación de los Estados nacionales debido a la
ventaja y poder que obtienen las grandes compañías de su libertad de movimiento entre
países que disponen de muy diferentes marcos jurídicos, impuestos, regulaciones sociales,
etc. Estas sociedades eluden el pago de impuestos allí donde tienen actividad económica,
desviando los beneficios a paraísos fiscales y países de baja tributación, limitando las
posibilidades de gasto de los Estados. Por otra parte, las grandes multinacionales
condicionan las políticas económicas y las regulaciones de los mercados que realizan los
gobiernos, amenazando con la retirada de sus inversiones o con la suspensión de las nuevas.
En el mundo más global los Estados han perdido poder y las grandes corporaciones y la banca
lo han ganado.
En cuanto a la hegemonía en este nuevo mundo global asistimos a una pérdida de peso
económico y de dominio político de EEUU y un ascenso vertiginoso del poder económico y
tecnológico de China, así como una creciente influencia política.

2. Revolución tecnológica
El proceso de innovación tecnológica es constante, pero, en ocasiones, los cambios son tan
profundos que modifican radicalmente las bases precedentes y generan disrupciones que
desbordan el marco productivo y afectan a toda la sociedad. Se habla entonces de revolución
tecnológica, que es lo que ha acaecido con el conjunto de nuevas tecnologías (inteligencia
artificial, robótica, impresión 3D, big data, realidad virtual, nuevos materiales, biotecnología,
nanotecnología, etc.) que se desarrollaron en las últimas décadas, y en la que destaca su
vertiente digital: generación, almacenamiento y procesamiento de datos.
Esta revolución tecnológica ha transformado los procesos productivos existentes, ha
provocado la emergencia de nuevos sectores y de nuevos productos, ha mudado el mundo
laboral e incorporado nuevos conceptos de trabajo, ha introducido nuevos modelos de
organización y gestión de los negocios, ha generado nuevas formas y canales de comercio,
ha alterado el modo de relacionarse de las personas; en definitiva, nos ha transportado a un
nuevo modo de vida.

3. Fin del modelo fordista de producción e irrupción de nuevas formas de organización


empresarial y productiva
El sistema fordista se caracterizaba por implementar procesos productivos muy rígidos. Se
trataba de una producción a gran escala, estandarizada y desarrollada en una cadena de
montaje en serie, que requiere de un consumo de masas. La propia producción creaba la
demanda.
Requería de trabajadores especializados, con pocas responsabilidades en la ejecución de los
trabajos-la cadena lo rige todo-, sometidos a una organización muy jerárquica, que perderían
el control de su tiempo productivo, marcado ahora por la máquina, en concreto,por el ritmo
de la cadena de producción. La estabilidad en el empleo que garantizaba este sistema y las
altas productividades alcanzadas que permitían importantes mejoras salariales, posibilitaron
que esos trabajadores fuesen nutriendo la amplia clase media emergente.
La crisis de 1973 y las innovaciones tecnológicas del momento-tecnologías de la información-
provocarían la crisis del modelo fordista de producción. El nuevo paradigma productivo sería
la “especialización flexible”, desarrollada por productores nipones, especialmente Toyota.
En el modelo de especialización flexible la producción se adapta de manera fácil y
permanente a los cambios de la demanda, derivados de cambios en los gustos o preferencias
de los consumidores. En esta nueva producción la escala no es un problema -es aplicable
tanto a grandes como a pequeñas cantidades-, favorece, por tanto, la presencia de pequeñas
y medianas empresas, y a las grandes les permite atender mercados segmentados y
pequeños.
También es capaz de incorporar, rápidamente y con bajo coste, cambios en los procesos
productivos y en las mercancías, permitiendo incluso la fabricación en línea de un producto
que incorpora variantes con características diferentes que satisfacen exigencias
personalizadas de los clientes.
Requerirá trabajadores multifuncionales, polivalentes, capaces no solo de resolver los
problemas que surgen durante el proceso de producción, sino de adelantarse a ellos. La
organización productiva será más horizontal para propiciar la participación y la iniciativa de
los trabajadores.
En el siglo XXI está teniendo lugar una revolución tecnológica cuyo alcance es aún
impredecible, pero que ya está produciendo disrupciones muy importantes en los procesos
productivos, en los mercados, en los productos, en las relaciones entre productores, clientes
y proveedores, en el trabajo y las relaciones laborales y en los patrones y hábitos de
consumo. Afecta, prácticamente, a todos los sectores, ya sean tradicionales o punteros, y a
todas las fases productivas: diseño, fabricación, logística, comercialización y marketing.
Tiene un alto componente de digitalización, con la inteligencia artificial como eje central,
aplicada a grandes cantidades de datos, que son procesados automáticamente mediante
algoritmos, y que trasmiten decisiones a multitud de sistemas y dispositivos.
Esto permite la automatización y robotización de los procesos productivos y comerciales,
que, por otra parte, operan con una mayor flexibilidad y rapidez de adaptación a los cambios
en la estructura de la demanda. La aplicación de la inteligencia artificial está haciendo,
incluso, que muchas decisiones económicas (concesión de un crédito, compra de acciones,
aprobación de un seguro, transacciones de divisas, etc.) se deleguen en algoritmos que
actúan de modo autónomo.
Esta revolución posibilita una mayor eficiencia y unas importantes economías de escala con
una reducción significativa de los costos operativos y de transacción.
Entre las nuevas estructuras productivas emergentes destacan las plataformas digitales, que
son entidades intermediarias que conectan oferentes con demandantes, que asoman a los
consumidores a una gran variedad de oferentes y que permite a estos acercarse a una masa
de demandantes inimaginable en el marco analógico precedente. Por otra parte, los
oferentes pueden adaptar más fácilmente su oferta a la demanda y los demandantes
beneficiarse de unas más amplias posibilidades de elección en calidades y precios.
Estas plataformas generan importantes economías de red derivadas de la utilización masiva
por parte de los usuarios. Las economías de red consisten en que cuanto más amplia sea la
utilización de la plataforma por parte de uno de los lados de los usuarios más incentivará el
que sea utilizada por nuevos usuarios de ese mismo lado o en el otro lado. Cuanta más gente
use Amazon para comprar o vender, mayor será su atractivo para que oferentes y
demandantes recurran a ella.

4. Crisis del Estado de Bienestar


La crisis de 1973 supuso el inicio del declive del Estado de Bienestar que, hasta ese momento,
había sido uno de los logros más destacables del modelo de crecimiento de posguerra. La
crisis no solo truncó la marcha ascendente de las coberturas y prestaciones del sistema de
bienestar, debido a la crisis fiscal de los Estados, sino que inicio una senda de cambios
estructurales que iban a suponer un cuestionamiento de sus bases y de su sostenimiento
futuro.
El sistema se había diseñado y desarrollado en sociedades con:
a) altas tasas de crecimiento
b) pleno empleo
c) salarios crecientes, que permitían una financiación del sistema también creciente
d) una población poco envejecida y, por tanto, poco exigente en el pago de pensiones.
Después de la crisis el contexto cambió radicalmente:
a) la actividad económica se comprimía y cuando empezó a crecer lo hacía a tasas mucho
más bajas que las precedentes
b) ya no se recuperarían los niveles de pleno empleo, y las altas tasas de desempleo fueron
habituales en muchos países, lo que provocaba mayores gastos por el seguro de
desempleo
c) los salarios reales en vez de aumentar se estancaban o disminuían, lo que mermaba los
recursos del Estado del Bienestar, financiado con cotizaciones sociales e impuestos
d) la estructura poblacional empezó a mostrar un perfil cada vez más envejecido, lo que
inducía a un aumento progresivo de la factura de las pensiones y de los gastos sanitarios
En estas nuevas condiciones, el sostenimiento de las coberturas y prestaciones del Estado
del Bienestar se volvía harto complicado. En la actualidad, la mayor parte de países están
procediendo a su reforma, sobre todo, en el ámbito de las pensiones, que es una de las
coberturas que muestra más fragilidad financiera.
5. Auge del neoliberalismo y cuestionamiento de la intervención del Estado en la economía
El neoliberalismo es una ideología política y una doctrina económica crítica con la
intervención del Estado en la economía, pues considera que el mercado es el mecanismo
que mejor promueve el crecimiento y el bienestar y defiende, por tanto, un Estado mínimo.
Sus planteamientos comenzaron a ser ampliamente aceptados por los gobiernos a partir de
finales de la década de 1970, sobre todo después del triunfo de Margaret Thatcher en Reino
Unido y Ronald Reagan en EEUU.
La globalización iniciada en los ochenta, con la liberalización del comercio y las inversiones,
fue, en parte, fruto de sus propuestas y, a la vez, supuso un impulso al proceso que
preconiza. A partir de esa época arraigan las políticas de:
- Desregulación económica
Se pretendía dejar mayor libertad de acción a la iniciativa privada ampliando su ámbito
de decisiones y reduciendo las intervenciones estatales.
- Liberalización de los sectores productivos
Estas políticas pretendían fomentar la competencia en aquellos sectores más
monopolizados u oligopolizados, promoviendo la incorporación de nuevos agentes.
- Privatización de empresas públicas
Durante el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial el Estado llegó a desempeñar
una importante faceta empresarial, sobre todo en Europa. En la década de los noventa
las masivas privatizaciones llevadas a cabo liquidaron prácticamente los sectores
empresariales públicos.
- Flexibilización de las relaciones laborales y de los mercados de trabajo
El modelo precedente se caracterizaba por ser muy rígido, con una reglamentación muy
estricta y protectora de los trabajadores. Ahora se iba a flexibilizar ese marco en todas
sus vertientes: ajuste de plantillas y horarios, asignación de funciones a los trabajadores,
salarios, relaciones laborales.

6. Terciarización acelerada de las economías de los países avanzados


La terciarización es un proceso que se profundiza a medida que se desarrollan las economías;
va perdiendo peso relativo la agricultura y la industria, y la generación de valor se concentra
en el sector terciario. Sin embargo, en ese periodo confluyeron dos fenómenos que
aceleraron el proceso. Por un lado, la deslocalización de muchas actividades industriales
hacia países emergentes, en el marco de la globalización y, por otro, la fuerte expansión de
la actividad financiera.
Algunos autores alegan ese mayor peso del sector terciario como uno de los elementos que
explican el estancamiento de la productividad que se manifiesta en las últimas décadas,
pues, en general, el sector terciario registra aumentos de productividad más moderados que
los del sector industrial.

7. Precarización del mercado de trabajo y retroceso de las clases medias


Los trabajadores habían experimentado importantes mejoras de ingresos en las décadas de
los cincuenta y sesenta, y muchos pasaron a formar parte de la clase media. Ahora el
panorama es totalmente distinto, se observa una precarización de una parte importante de
los trabajadores. Los factores que lo explican son varios:
- La flexibilización de los mercados de trabajo, con condiciones menos favorables para los
trabajadores y con proliferación de contratos temporales y a tiempo parcial no
voluntarios.
- La aceptación forzada por parte de los trabajadores de salarios más bajos y condiciones
laborales más precarias ante las amenazas de cierre y deslocalización de empresas que
se ven afectadas por la competencia, en el marco de la globalización, de los países
emergentes.
- La ruptura del pacto social capital-trabajo como consecuencia de la mayor
internacionalización de las empresas que en el nuevo marco tienen menos interés, por
un lado, en la formación y salud de los trabajadores – tienen muchos trabajadores
globales -y, por tanto, son menos proclives a financiar el Estado de Bienestar de su país
de origen, y, por otro, en la mejora de salarios -los trabajadores nacionales ya no juegan
un papel tan decisivo en la demanda de esas empresas globales-. Para los empresarios
se vuelve prioritario ahorrar lo máximo posible en salarios, pago de cotizaciones sociales
e impuestos, y esto afecta decisivamente a los ingresos directos e indirectos de los
trabajadores.
- Las migraciones masivas que experimentan los países desarrollados y su influencia en la
moderación salarial
- La terciarización de la economía como consecuencia de que, como ya se ha señalado, los
salarios en el sector servicios suelen ser más bajos que en el industrial.
- El estancamiento de la productividad, que no posibilita aumentos salariales sin afectar al
nivel de empleo.
La consecuencia de todo esto es que hay un grupo de trabajadores que se mueven en la
precariedad permanente, bien como desempleados o como trabajadores temporales o a
tiempo parcial, con bajos salarios. Por su parte, las clases medias de la industria, al perder
sus trabajos por las deslocalizaciones, pasan a trabajar en el sector servicios con más bajos
salarios. Por el contrario, hay dos grupos sociales que han experimentado una mejora de
rentas muy notoria en este tiempo. Por un lado, los grandes accionistas de las exitosas
empresas tecnológicas y de entidades financieras y, por otro, los altos profesionales y
gerentes de esos mismos sectores, que gozan de elevados honorarios.
Estas trayectorias tan disímiles han provocado un importante aumento de la desigualdad en
los países desarrollados en las últimas décadas, al tiempo que la desigualdad global se
reducía significativamente, debido a la considerable reducción de la pobreza que
experimentaron los países emergentes, grandes beneficiados de la globalización industrial.

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