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Cuando sabes bien quién eres, es más fácil hacerte valer; esta es una regla a
nivel personal y empresarial. Para encontrar lo que te diferencia de la
competencia, piensa primero en los valores que caracterizan a tu marca y
cómo estos pueden transmitir algo especial a tus consumidores.
Recuerda que tus clientes ya te han elegido y muchos de ellos suelen tener
patrones en común que pueden contribuir a construir tu estrategia de
diferenciación. Al igual que el ejercicio anterior, piensa en ellos y en cómo tu
marca puede adherirse a su día a día. ¿Por qué ellos no dejarían tu marca?
¿Por qué eligieron tus productos o servicios? ¿Qué aspectos son sus favoritos?
Como pudiste ver en los ejemplos, esas compañías han hecho esfuerzos
duraderos y constantes por evidenciar la exclusividad, el lujo, la tecnología.
Sin embargo, no todas las diferenciaciones deben enfocarse en crear piezas
limitadas o costosas. No todos los clientes buscan esos atributos en los
productos o servicios; al contrario, algunos requieren mayor practicidad,
compatibilidad, sencillez y mejor precio. Piensa en lo que necesitan o en lo
que podrían aspirar con tu marca.
3. Busca cómo innovar tu servicio o producto actual
Si vas por el lado contrario y optas por un alto costo, pregúntate: ¿realmente tu
producto o servicio es tan excepcional para que sea el más caro en el
mercado? Lo principal es encontrar un balance en tu estrategia de
diferenciación, para que no termine convirtiéndose en un desacierto.
Las estrategias de integración
son procesos que las empresas pueden utilizar para mejorar su
competitividad, eficiencia o cuota de mercado ampliando su influencia en
nuevas áreas. Estas áreas pueden incluir la oferta, la distribución o la
competencia.