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REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXIX | N° 4 | 2012

Subjetividad social
Janine Puget

La subjetividad social o la socialización de un sujeto ha sido tradicional-


mente pensada como resultado de una paulatina transformación y diversifi-
cación de las primeras relaciones objetales, de las representaciones, de los afec-
tos y de la activación de movimientos pulsionales. Diferentes escritos de Freud
remiten a ello, tanto en lo que hace al aspecto evolutivo del desarrollo del su-
jeto como a lo que concierne a su pertenencia a los conjuntos y a las masas.
Paulatinamente la experiencia clínica puso en evidencia que ello no alcanza
para abordar la complejidad de un tema como es el de la subjetividad social
(Puget, 1997) en tanto producción continua en diversos conjuntos. En ese caso
se trata de habitar espacios diversos e ir construyendo lugares de pertenencia,
ir tejiendo relaciones basadas en imposiciones mutuas. El conjunto impone y
cada uno impone (efecto de alteridad ineludible) y de estas mutuas imposiciones
surgen posicionamientos subjetivos. Aquí interviene una dimensión ética política
tal como lo propone Hanna Arendt (1974), para la cual son fundamentales la
acción y la opinión. Habitar espacios sociales pone en contacto con la frágil e
inestable pertenencia social así como con la pérdida de la ilusión de alcanzar
una identidad sólida. Los resultados son impredecibles. Pertenecer y habitar
conjuntos es condición necesaria de la vida si bien no es condición suficiente.
Habitar expone al o a los sujetos a hacer algo con la particular alquimia que
se da en la vida entre otros. El espacio social es permeable a los eventos políticos,
sociales, culturales, climáticos presentes e imprevistos, los que modifican su or-
ganización. A su vez plantean problemas nuevos, desconocidos y otros no co-
nocidos. Dichos eventos no afectan por igual al sujeto singular ni necesariamente
a los espacios vinculares tradicionalmente llamados pareja y familia.
Ser e ir deviniendo sujeto de su mundo interno, de sus vínculos cercanos
y de los conjuntos es del orden de lógicas propias. La singularidad del sujeto
social se define en cada conjunto.
Lo dicho se basa en una metapsicología capaz de sentar las bases de la par-
ticularidad de la subjetividad social y vincular que se superpone a la metapsi-
cología clásica.
Desde el punto de vista dinámico son definitorios los conflictos generados
basados en dos principios que aluden a la fragilidad de las relaciones: el Prin-
cipio de Incertidumbre referido a la siempre imprevisible zona de encuentro.
Este se superpone a los Principios binarios propuestos por Freud. El Principio
de Insuficiencia (Bataille G. citado por Blanchot 1983) se refiere a la incom-
pletud del sujeto y a la de cualquier relación entre dos o más otros. Este prin-
cipio se superpone al Principio de semejanza y a la búsqueda de completud.
La insuficiencia no genera suficiencia ni completud (Blanchot 1983, p.15).
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Desde el punto de vista económico la diferencia radical es el motor de ac-


ciones en las que se basa la relación con el otro, la relación entre varios otros.
Es condición necesaria no anular el espacio entre dos sostenido por la curio-
sidad por el otro, los otros. Conocer al otro y al conjunto forma parte de los
conocimientos imposibles. La lógica de la complejidad permite concebir la
irreductible alteridad y ajenidad del otro y la experiencia de hacer entre varios
otros en un permanente fluir. La diferencia radical se superpone a la dimensión
que, para el psiquismo singular, ocupa el inconsciente freudiano.
Desde el punto de vista tópico proponemos espacios superpuestos y dis-
continuos, heterólogos. No se articulan armoniosamente lo que se opone al
ideal de armonía e integración. Las discontinuidades son entre presente y pa-
sado, entre valores actuales y valores heredados, entre culturas, entre mundo
representacional e histórico y mundo presentacional y actual.
Corresponde discriminar dos formaciones sociales superpuestas:
A.- Unas conformadas como estructuras con lugares prefijados para recibir a
sus huéspedes. Estas son la familia, las instituciones y la sociedad. Si bien los lugares
tienen nombre, ocuparlos requiere un movimiento activo. Esto es, por ejemplo,
hacerse cargo de valores heredados y del funcionamiento del conjunto. Piera Au-
lagnier (1975) propuso un modelo, el del contrato narcisista el que con algunos
ajustes resulta útil. En estos espacios se delimitan fronteras de las cuales surgen
categorías de incluidos-excluidos así como de excluidos-excepcionales. Estos res-
ponden a la lógica de la excepción ya conocida desde tiempos medievales (Milner,
2011 p.23) y desarrollada por Agamben (2003) con gran sutileza. Los estados de
excepción (políticos, sociales y económicos) dependen de la variabilidad de los va-
lores y de las necesidades y tolerancias de los conjuntos. Esta categoría permite
a las organizaciones (países, instituciones, etc.) mantener un cierto nivel de armonía
y predictibilidad. La característica de los intercambios se basa en la reciprocidad
y obligatoriedad, así como en la activación de mecanismos identificatorios.
La obligatoriedad recibe un refuerzo dado por una marca de origen: pagar
la deuda a los ancestros (escritos sociales de Freud) la que genera un hacer con
carácter reparatorio (el parricidio). La fidelidad a los ancestros puede trabar
ciertas producciones sociales. Aquí fidelidad se emplea en uno de los signifi-
cados mencionados por Badiou (1989 pp. 16-17, 1997), o sea fidelidad a la
verdad de la historia y de los orígenes.
B.- Otros conjuntos son de formación espontánea, metafóricamente cons-
tituidos sobre espacios fluidos (Bauman, 2000; Lewkowicz, 2004), o sobre are-
nas movedizas (Puget, 2002). Se constituyen en el presente, producen expe-
riencias resultantes del hacer juntos con otros, de la aventura de vivir. Dan
cuenta de la fragilidad de la pertenencia social. La experiencia crea marcas, las
que a su vez crean inconsciente. Los intercambios no son recíprocos ni com-
plementarios, no esperan retribución, abren caminos que no tienen regreso.
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El que da se despoja de algo para dar a otro/s que habrá de recibir pero no de-
volver a quien le dio (Espósito, Blanchot). Proviene de la necesidad de hacer
entre otros y de soportar las vicisitudes del ir deviniendo miembro de conjuntos
variados. La pertenencia incluye desde su inicio su posible disolución.
Eventualmente los nuevos conjuntos adquieren cierta solidez y permanen-
cia, así como un nombre: por ejemplo en la Argentina, las Madres de Plaza
Mayo. Estas son un prototipo de conjuntos creados por casualidad y por la
necesidad de hacer entre varios. Otro ejemplo son los agrupamientos espon-
táneos comunitarios que provienen de un hacer algo con un presente que de-
pende de políticas económicas a veces devastadoras.
Lo imprevisible es una categoría inherente a la temática vincular y en lo
que se refiere a la subjetividad social pone de relieve el azar del encuentro y
lo que se activa en las relaciones en función de necesidades actuales.
En síntesis cada época produce nuevos sujetos y modos de relacionarse, nue-
vos lenguajes que dan mayor significado a las discontinuidades. Ello genera des-
concierto y perplejidad al faltar garantes sociales seguros. Lo imprevisible es
una traba para la coherencia y continuidad en la transmisión transgeneracional.

Problemas teórico-clínicos

De esta manera de concebir la subjetividad social surgen cuestiones teórico-


clínicas. Una de ellas es la de saber discernir en una sesión psicoanalítica lo
que proviene del mundo representacional, heredado y lo que proviene del
mundo presentacional presente, actual.
Implementar intervenciones que tomen en cuenta las diferencias sociales
y políticas entre analista y analizandos.
Saber cuándo es posible asociar el sufrimiento a dificultades provenientes
de la pertenencia social sea por fidelidades a los ancestros, por lo silenciado
en las familias etc. o cuando se trata de un sufrimiento producido por causas
no identificables que hacen a imposiciones sociales.
Discriminar cuando los sentimientos de impotencia y de injusticia son con-
secuencia de lo que impone el conjunto y cuando provienen de la activación del
sentimiento de castración. Ejemplo de ello es la falta de trabajo, los despidos ma-
sivos, la indigencia: cuestiones que no se pueden remitir solo al pasado infantil.
Discriminar cuando el analista habrá de proveer una explicación o tendrá
que intervenir en tanto otro creándose un campo construido entre dos o más.
En ese caso se trata de pensar los eventos presentes, actuales trabajando con
los datos que surgen de las situaciones creadas.
Tener en cuenta la imposibilidad de predecir con exactitud porqué y cómo
se va perteneciendo a un dado conjunto. A veces los sistemas explicativos que
provee el pasado histórico y un cierto determinismo permiten eludir el con-
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tacto con la fragilidad de las pertenencias. De esta manera se anula el inte-


rrogarse acerca del porqué estamos donde estamos. Tal vez pueda ser útil la
alerta creada por Lacan con el concepto del Sujeto supuesto saber.
Reconocer que los medios masivos imponen significados e ideas que a
veces se oponen a la posibilidad de interrogación.
Discriminar las diferencias y semejanzas entre formas de pertenecer a di-
versos conjuntos (pareja, familia, mundo social estable y fluido)
Analizar el ideal de libertad e independencia (al estilo Robinson Crusoe), cuando
éste es una defensa ante la comprobación que vivir es poder depender de otros.
Dar diversos significados a la capacidad de elegir y decidir.

DESCRIPTORES: SOCIALIZACIÓN / SUJETO / SUBJETIVIDAD / REPRESENTACIÓN / REALIDAD MA-


TERIAL / SUFRIMIENTO / FIDELIDAD.
PROPUESTOS: ANCESTROS.

KEYWORDS: SOCIALIZATION / SUBJECT / SUBJECTIVITY / REPRESENTATION / MATERIAL REALITY /


SUFFERING / FIDELITY.
PROPOSED: ANCESTORS.

PALAVRAS-CHAVES: SOCIALIZAÇÃO / SUJEITO / SUBJETIVIDADE / REPRESENTAÇÃO / REALIDADE


MATERIAL / SOFRIMENTO / FIDELIDADE.
PROPOSTO: ANTEPASSADOS.

Bibliografía

Agamben G. (2003). “Etat d’Exception“ Homo Sacer. L’ordre philosophique, Seuil.


Arendt H. (1974). La condición humana Buenos Aires, Paidos, 1993.
Aulagnier P. (1975). La violencia de la interpretación. Del pictograma al enunciado. Buenos
Aires, Amorrortu, 1977.
Badiou A. (1989). “Manifeste pour la philosophie, Paris, Du Seuil.
Bauman Z. (2000). Modernidad liquida, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2002.
Blanchot M. (1983). La Communauté Inavouable, Les Editions de Minuit, 1983.
Lewkowics I. (2004). Pensar sin Estado. La subjetividad en la era de la fluidez, Buenos
Aires, Paidós.
Milner J-C (2011). Pour une politique des êtres parlants. Verdier.
Puget J. (1997) “Subjetividad y sexuación”. Psicoanálisis de A.P.de B.A. Vol. XIX, Nº
3. pág. 477.
—— (2002). Diálogo sobre arenas movedizas. No sé que va a pasar... no sé qué me
va a pasar. Encuentro Interdisciplinario rioplatense. Perplejidad e incertidumbre en el
hombre contemporáneo. AUDEP, Uruguay. 2002

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