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Generalidades de Antibacterianos

Elaborado por: Víctor Mauricio León Serpa, MVZ, Espc. Sanidad Animal

1 INTRODUCCIÓN
Los fármacos que son tóxicos de manera selectiva para los microorganismos invasores con mínimos efectos sobre el
huésped se llaman quimioterapéuticos y su aplicación en pacientes se denomina quimioterapia. Este término engloba
también las sustancias utilizadas para combatir los tumores y en este momento se asocia más con esta rama específica
de la farmacología. Este término lo utilizaremos para ambos usos, aunque al menos en la opinión pública el término
quimioterapia se asocia de forma concreta con los fármacos antineoplásicos que producen efectos secundarios, como
pérdida del cabello, náuseas y vómitos (RANG and col, 2008).

Todos los organismos vivos son susceptibles de sufrir infecciones. Los animales domésticos no son ninguna excepción a
esta regla y pueden desarrollar enfermedades producidas por virus, bacterias, protozoos, hongos y helmintos. La
administración de quimioterapéuticos data de los trabajos realizados por Ehrlich y cols., y el desarrollo de los fármacos
derivados de metales pesados, como salvarsán para tratamiento de la sífilis1. El desarrollo exitoso de este tipo de
compuestos durante los últimos 80 años, sobre todo en la “revolución antibiótica”, representa uno de los avances
terapéuticos más importantes en toda la historia de la medicina. Es evidente que la posibilidad de conseguir una
toxicidad selectiva depende de la capacidad de explotar las posibles diferencias bioquímicas entre los organismos
infectantes (o las células tumorales, que son “invasores” internos) y el huésped. La mayor parte de este documento
describe los fármacos utilizados en la lucha contra las infecciones, pero en este capítulo de introducción se analiza de
forma amplia la naturaleza de estas diferencias bioquímicas y se resumen las dianas moleculares para la acción
farmacológica (RANG and col, 2008).

Por desgracia, nuestros éxitos en el desarrollo de fármacos para atacar a estos invasores se han visto contrarrestados
por el éxito que estos han conseguido para oponerse a los efectos del fármaco, lo que determina la aparición de
resistencias farmacológicas (RANG and col, 2008). En este momento, los invasores, sobre todo algunas bacterias,
parecen próximas a ganar la partida. Este problema resulta muy importante y dedicaremos algún espacio a los
mecanismos de la resistencia y los medios mediante los cuales se propaga.

El concepto de sustancias vivas que puedan matar a otras sustancias vivas (antibiosis) es mucho más antiguo que la
misma ciencia microbiológica. La aplicación de la terapéutica antibacteriana, sin saber que era tal, es casi tan antigua
como el ser humano. Los chinos hace más de 2500 años ya conocían las propiedades terapéuticas de la cáscara de soja
enmohecida, con la que curaban furúnculos e infecciones similares y usaban ese material como tratamiento estándar de
esos trastornos o enfermedades (Doti, 2009).

Durante siglos, la literatura médica describió los efectos benéficos de la aplicación de tierra y diversos vegetales en
infecciones; probablemente esas tierras y vegetales fueran fuentes naturales de hongos y bacterias formadores de
antibióticos (Doti, 2009).

Pasteur y Joubet, ya en 1877, observan que el bacilo del ántrax crecía rápidamente cuando se inoculaba en orina
previamente esterilizada, pero no lo hacía, en cambio, si las bacterias comunes del aire contaminaban al mismo tiempo

1
Los compuestos derivados del mercurio se usaban antes en el tratamiento de la sífilis. En aquel momento se decía “una noche con
Venus, toda la vida con mercurio”.
la orina. Dichos autores concluyeron que la “vida destruye vida” entre las especies inferiores, más aun que en los
animales y vegetales superiores, y declararon que este fenómeno podría significar un gran progreso en la terapéutica
médica (Doti, 2009).

La era moderna de la quimioterapia comienza con el uso clínico de la sulfanilamida descubierta por Domagk en 1936,
quien observa el poder antibiótico de esta sustancia, motivo por el cual recibe el premio Nobel de Medicina en 1939. La
edad de oro de la terapéutica antimicrobiana se inicia con el descubrimiento de Alexander Fleming de la penicilina. En
1941 comienza a producirse en gran escala y es sostenida en ensayos clínicos por primera vez. Hoy en día, más del 30%
de todos los pacientes hospitalizados reciben uno o más tratamientos con antibióticos, y millones de infecciones
potencialmente fatales se han curado (Doti, 2009).

Pero al mismo tiempo, estos agentes terapéuticos figuran entre los peor utilizados de todos los que están a disposición
del médico veterinario clínico. Uno de los resultados de este mal uso, lo constituye la aparición de la antibiótico-
resistencia que, a la vez, genera la necesidad cada vez mayor de nuevas drogas (Doti, 2009).

El término quimioterapia fue acuñado por Ehrlich a comienzos del siglo XX con el fin de describir la utilización de
sustancias químicas sintéticas para destruir microorganismos infecciosos. En los últimos años, la definición del término
se ha ampliado e incluye los antibióticos (sustancias que producen algunos microorganismos [o algunos químicos
farmacéuticos] y que matan o inhiben el crecimiento de otros microorganismos). Aquí lo ampliamos todavía más para
englobar las sustancias que matan o inhiben el crecimiento de las células tumorales (RANG and col, 2008).

2 DEFINICIÓN
Un antibiótico es una sustancia producida por diferentes especies de microorganismos (hongos, bacterias, actomicetos)
y que a determinada concentración inhibe el desarrollo o elimina a otros microorganismos. Los antibióticos difieren en
sus propiedades físicas, químicas y farmacológicas, espectro de acción y mecanismos de acción (Doti, 2009).

Casi todos se han identificado químicamente y algunos se han sintetizado. La química sintética ha enriquecido el arsenal
terapéutico y ahora se agrupan los antibióticos propiamente dichos, las sulfas y los derivados de las quinolonas como
fármacos antimicrobianos, antibacterianos o quimioterapéuticos de las enfermedades infecciosas (Doti, 2009).

Hasta la fecha han sido descubiertas más de 20.000 sustancias con características antibacterianas, de las cuales
solamente se emplea un centenar en forma terapéutica. En medicina veterinaria el número es muchísimo menor (Doti,
2009).

Los quimioterapéuticos son sustancias químicas que tienen como finalidad ser tóxicas para el microorganismo patógeno
(o las células neoplásicas), pero inocuas para el huésped. Antes de exponer la base molecular de esta toxicidad selectiva,
debemos definir qué queremos decir por microorganismos infecciosos (RANG and col, 2008).

La palabra «microbio» se utiliza generalmente para describir a bacterias, virus y hongos, y el término «parásito» para
describir a protozoos y helmintos. Sin embargo, en este documento sólo nos interesan los microorganismos que
producen enfermedades y la respuesta inmunitaria del huésped no distingue entre las categorías arriba mencionadas,
que se emplean exclusivamente con fines de comodidad semántica. Se utilizará el término patógenos para describir
estos invasores. Es importante recordar que muchos microorganismos comparten nuestros espacios corporales (p. ej., el
intestino) sin producir enfermedad (en este caso se habla de comensales), aunque pueden volverse patógenos en
circunstancias adversas (p. ej., si el huésped desarrolla una inmunodeficiencia) (RANG and col, 2008).

Los organismos vivos se clasifican en procariotas (formados por células sin núcleo [bacterias]) y eucariotas (formados
por células con núcleo [es decir, protozoos, hongos, helmintos]). Los virus figuran en una categoría aparte, dado que no
son, en sentido estricto, células, ya que carecen de su propia maquinaria bioquímica para generar energía o cualquier
tipo de síntesis. Los virus deben utilizar la maquinaria metabólica de la célula huésped y, por eso, plantean un problema
particular para el ataque quimioterapéutico. Siguen existiendo unos misteriosos agentes proteináceos, llamados priones,
que provocan enfermedad pero resisten a todos los intentos de clasificación, y para los cuales no se dispone de
terapéutica conocida de momento (RANG and col, 2008).

En otra categoría más se encuentran las células cancerosas, que son células del huésped que se han escapado de los
dispositivos de regulación que controlan a las células normales. Se puede considerar que las células cancerosas son, en
un sentido especial, “extrañas” o “parasitarias”, pero son evidentemente más similares a las células normales del
huésped que cualquiera de los microorganismos de las categorías que se han considerado más arriba, lo que hace que
sean un problema especialmente difícil con respecto a la toxicidad selectiva. En cualquier caso, se han realizado avances
notables, sobre todo tras el trabajo pionero de George Hitchings y Gertrude Elion, cuyo “diseño racional de fármacos
“permitió el desarrollo de muchos «anti metabolitos» importantes, incluidos los fármacos frente a la leucemia (RANG
and col, 2008).

El término quimioterapia fue acuñado por Ehrlich a comienzos del siglo XX con el fin de describir la utilización de
sustancias químicas sintéticas para destruir microorganismos infecciosos. En los últimos años, la definición del término
se ha ampliado e incluye los antibióticos (sustancias que producen algunos microorganismos [o algunos químicos
farmacéuticos] y que matan o inhiben el crecimiento de otros microorganismos). Aquí lo ampliamos todavía más para
englobar las sustancias que matan o inhiben el crecimiento de las células tumorales (RANG and col, 2008).

Prácticamente todas las criaturas vivas, tanto el huésped como el parásito, tienen el mismo programa básico: el ADN (la
excepción son los virus ARN) y ciertos procesos bioquímicos son comunes a muchos organismos (si no a todos). La
identificación de fármacos que afectan al parásito pero no al huésped humano precisa encontrar diferencias bioquímicas
cualitativas y cuantitativas entre ellos (RANG and col, 2008).

Las bacterias provocan la mayor parte de las enfermedades infecciosas y la figura 1 muestra, en forma de diagrama
simplificado, las estructuras y funciones principales de una célula bacteriana «genérica». Rodeando a la célula está la
pared celular, que contiene de manera característica peptidoglicano en todas las formas de bacterias, excepto en los
micoplasmas. El peptidoglucano es exclusivo de las células procariotas y no tiene contrapartida en las eucariotas. En el
interior de la pared celular se encuentra la membrana plasmática, que es similar a la de las células eucariotas y que
está formada por una bicapa de fosfolípidos y proteínas. Funciona como una barrera permeable selectiva con
mecanismos de transporte específicos para diversos nutrientes. Sin embargo, en las bacterias, la membrana plasmática
no contiene esteroles, lo que puede dar lugar a una penetración diferencial de las sustancias químicas (RANG and col,
2008).
La función de la pared celular es dar soporte a esta membrana plasmática subyacente, que está sometida a una presión
osmótica interna de alrededor de 5 atm en las bacterias Gram negativas y alrededor de 20 atm en las Gram positivas. La
membrana plasmática y la pared celular juntas constituyen la envoltura (RANG and col, 2008).

En el interior de la membrana
Figura 1: Estructura y funciones de una Bacteria plasmática está el citoplasma. Al
igual que en las células eucariotas,
contiene enzimas solubles y otras
proteínas, los ribosomas,
implicados en la síntesis proteica,
todas las pequeñas moléculas
intermediarias que intervienen en
el metabolismo y todos los iones
inorgánicos. Sin embargo, la célula
bacteriana, a diferencia de la
célula eucariota, no tiene núcleo;
en su lugar, el material genético,
formado por un solo cromosoma
que contiene toda la información
genética de la célula, se encuentra
en el citoplasma, sin membrana
celular alrededor. En mayor
contraste con las células
eucariotas, no hay mitocondrias y
toda la generación de energía
tiene lugar en la membrana
plasmática a través de los sistemas enzimáticos que se encuentran en ella (RANG and col, 2008).

Algunas bacterias presentan componentes adicionales, una cápsula o uno o más flagelos, pero la única estructura
adicional con relevancia para la quimioterapia es la membrana externa, por fuera de la pared celular. La naturaleza de
esta estructura tiene importancia desde un punto de vista taxonómico, dado que permite clasificar a las bacterias según
se tiña con la tinción de Gram («Gram positivas») o no («Gram negativas»). En las bacterias Gram negativas esta
membrana puede impedir la penetración de los antibacterianos y también evita el acceso de la lisozima (una enzima
microbicida presente en los leucocitos, las lágrimas y otros tejidos corporales y que degrada los proteoglicanos) (RANG
and col, 2008).

Las reacciones bioquímicas que pueden ser dianas de los antibacterianos se muestran en la figura 1. Se dividen en tres
grupos:

 Clase I: la utilización de glucosa o de alguna fuente alternativa de carbono para generar energía (ATP) y la síntesis
de compuestos sencillos de carbono (como los intermediarios del ciclo del ácido tricarboxílico), que se emplean
como precursores en la siguiente clase de reacciones (RANG and col, 2008).
 Clase II: la utilización de estos precursores para la síntesis por mecanismos dependientes de energía de las
moléculas necesarias para la supervivencia y crecimiento de la célula: aminoácidos, nucleótidos, fosfolípidos,
aminoazúcares, hidratos de carbono y factores de crecimiento (RANG and col, 2008).
 Clase III: ensamblaje de las moléculas pequeñas en macromoléculas: proteínas, ARN, ADN, polisacáridos y
peptidoglucano (RANG and col, 2008).

Otras dianas posibles son las estructuras formes de la célula, como la membrana celular o, en organismos superiores
(p. ej., hongos y células cancerosas), los microtúbulos y otros tejidos específicos (p. ej., el tejido muscular en los
helmintos) (RANG and col, 2008).
Al considerar estas dianas, se pondrá énfasis en las bacterias, pero también se hará referencia a protozoos, helmintos,
hongos, células cancerosas y, cuando proceda, virus. Evidentemente, la clasificación siguiente no es rígida; un fármaco
puede afectar a reacciones de más de una clase o a más de un subgrupo de reacciones de una clase (RANG and col,
2008).

2.1 REACCIONES BIOQUÍMICAS COMO POSIBLES DIANAS


2.1.1 Reacciones clase I
Las reacciones de clase I no son dianas prometedoras por dos razones. En primer lugar, los mecanismos para obtener
energía a partir de glucosa no difieren mucho entre las bacterias y las células humanas, dado que ambas utilizan la vía
de Embden-Meyerhof y el ciclo de los ácidos tricarboxílicos para obtener energía a partir de la glucosa. En
segundo lugar, incluso si se bloquean las vías de la glucosa, las bacterias podrían utilizar como alternativa una amplia
variedad de compuestos diferentes (aminoácidos, lactato, etc.) (RANG and col, 2008).

2.1.2 Reacciones clase II


Las reacciones de clase II son mejores dianas, porque algunas vías que intervienen en las reacciones de clase II aparecen
en las células parasitarias, pero no en las células animales. Por ejemplo, las células animales no tienen la posibilidad, que
conservan las bacterias, de sintetizar algunos aminoácidos, los denominados aminoácidos «esenciales», así como
factores de crecimiento (denominados vitaminas en fisiología veterinaria). Cualquiera de estas diferencias representa
una diana potencial. Otro tipo de diana aparece cuando una vía es idéntica en las bacterias y los seres humanos, pero
presenta una sensibilidad diferencial a los fármacos (RANG and col, 2008).

2.1.2.1 Folato
La biosíntesis de folato es un ejemplo de una vía metabólica que se encuentra en las bacterias, pero no en los animales.
Hace falta folato para la síntesis de ADN tanto en unas como en otros. Los animales no pueden sintetizarlo, ellos lo
obtienen de la dieta, y han desarrollado en la evolución un mecanismo de transporte para captarlo hacia el interior de
las células. Por otro lado, la mayoría de las especies de bacterias, así como las formas asexuales de los protozoos del
paludismo, no han desarrollado los mecanismos necesarios de transporte y no pueden emplear el folato preformado,
sino que tienen necesariamente que sintetizar su propio folato de novo. Se trata de un ejemplo importante de una
diferencia que ha resultado útil en la quimioterapia. Las sulfamidas contienen la fracción sulfanilamida, un análogo
estructural del ácido p-aminobenzoico (PABA), que es esencial para la síntesis de folato. Las sulfamidas compiten con el
PABA por la enzima implicada en la síntesis de folato y de esta manera inhiben el metabolismo de las bacterias. En
consecuencia, son bacteriostáticas y no bactericidas (es decir, suprimen la división de las células, pero no las
matan) y, por tanto, sólo son realmente eficaces en presencia de una respuesta adecuada del huésped (RANG and col,
2008).

La utilización de folato, en forma de tetrahidrofolato, como cofactor de la síntesis de timidilato, es un ejemplo de una vía
en la que las enzimas de los seres animales y las bacterias presentan una sensibilidad diferencial a las sustancias
químicas. Esta vía es prácticamente idéntica en los microorganismos y los animales, pero una de las enzimas clave, la
dihidrofolato reductasa, que reduce el dihidrofolato a tetrahidrofolato, es muchas veces más sensible al antagonista de
folato trimetoprim en las bacterias que en los animales. En algunos plasmodios, esta enzima es algo menos sensible a
trimetoprim que la enzima bacteriana, aunque más que a pirimetamina y proguanil, que se usan como antipalúdicos
en humanos. Por otro lado, la enzima animal es muy sensible al efecto del análogo de folato metotrexato y este
compuesto se emplea en la quimioterapia contra ciertos cánceres. Metotrexato es inactivo en las bacterias porque,
aunque su estructura es muy similar a la de folato, precisa una captación activa por las células. Trimetoprim y
pirimetamina entran en las células por difusión (RANG and col, 2008).
La utilización de bloqueo secuencial con una combinación de dos fármacos, que afectan a la misma vía en el parásito en
diferentes puntos, por ejemplo, sulfamidas y antagonistas de folato (figura 46.2), puede tener más éxito que el empleo
de cualquiera de ellos por separado. Además, unas concentraciones más bajas de cada uno de los fármacos son eficaces
cuando se utilizan juntos (RANG and col, 2008).

2.1.2.2 Pirimidinas y análogos de purinas


El análogo de pirimidina fluorouracilo, que se utiliza en la quimioterapia antineoplásica, se convierte en un nucleótido
fraudulento que interfiere en la síntesis de timidilato. Otros fármacos para la quimioterapia antineoplásica que originan
nucleótidos fraudulentos son los análogos de purina mercaptopurina y tioguanina. Flucitosina, un antimicótico,
se desamina a fluorouracilo en el interior de la célula; existe una selectividad por las células fúngicas, porque esta
desaminación ocurre en mucho menor grado en el huésped humano (RANG and col, 2008).

2.1.3 Reacciones clase III


Las reacciones de clase III son dianas especialmente buenas para la toxicidad selectiva, porque las células no pueden
captar sus macromoléculas del entorno y hay diferencias muy pronunciadas entre las vías implicadas en las reacciones
de clase III de las células de mamíferos y de las células parasitarias (RANG and col, 2008).

2.1.3.1 Síntesis de peptidoglucano


El peptidoglucano constituye la pared celular de las bacterias y no aparece en eucariotas. Es el equivalente de una malla
no distensible que envuelve toda la bacteria. En algunas bacterias (Gram negativas), la malla está formada por una sola
capa, pero en otras (Gram positivas) presenta hasta 40 capas de grosor. Cada capa consta de múltiples esqueletos de
aminoazúcares (alterna N-acetilglucosamina con residuos de ácido N-acetilmurámico) (figura), de los cuales el último
tiene cadenas laterales peptídicas cortas que están unidas mediante enlaces cruzados para formar un enrejado
polimérico, lo bastante fuerte para resistir las elevadas presiones osmóticas internas y que puede suponer hasta el 10%
al 15% del peso seco de la célula. Los enlaces cruzados son diferentes en las distintas especies. En los estafilococos están
formados por cinco residuos de glicina (RANG and col, 2008).

Cuando se sintetiza la capa de peptidoglucano, la bacteria tiene el problema de transportar los «ladrillos»
citoplasmáticos hidrófilos para ensamblar esta estructura insoluble y muy grande en el exterior de la membrana celular
a través de la estructura hidrófoba de la membrana. Esto se logra mediante su unión a un transportador lipídico muy
grande, que contiene 55 átomos de carbono, que los «remolca» a través de la membrana. En la figura se presenta en
grandes rasgos el proceso de la síntesis de peptidoglucano. En primer lugar, el ácido N-acetilmurámico, que tiene unido
uridina difosfato (UDP) y un pentapéptido, se transfiere al transportador lipídico C55 de la membrana, con liberación de
uridina monofosfato. Esto se sigue de una reacción con UDP-N-acetilglucosamina, que da lugar a la formación de un
disacárido que transporta el pentapéptido y que está unido al transportador. Este complejo es el bloque básico de
construcción del peptidoglucano. En Staphylococcus aureus, los cinco residuos de glicina se unen a la cadena
peptídica en este estadio, como se muestra en la figura. El «bloque de construcción» se transporta ahora al exterior de
la célula y se añade al extremo del peptidoglucano que está creciendo, el «aceptador», con la liberación del lípido C55,
que todavía tiene unidos dos fosfatos. Posteriormente, el lípido pierde un grupo fosfato y queda disponible para otro
ciclo. Entonces tiene lugar la unión cruzada entre las cadenas laterales peptídicas de los residuos de azúcares de la capa
de peptidoglucano y la eliminación catalítica de la alanina terminal suministra la energía necesaria (RANG and col, 2008).

Los antibióticos pueden bloquear la síntesis de peptidoglucano en diferentes puntos. Cicloserina, que es un análogo
estructural de d-alanina, impide la adición de las dos alaninas terminales a la cadena lateral tripeptídica inicial del ácido
N-acetilmurámico por inhibición competitiva. Vancomicina inhibe la liberación del bloque de construcción desde el
transportador, impidiendo así su adición al extremo del peptidoglucano que está creciendo. Bacitracina interfiere en
la regeneración del transportador lipídico al bloquear su desfosforilación. Las penicilinas, las cefalosporinas y otros
betalactámicos inhiben la transpeptidación final que establece las uniones cruzadas al formar enlaces covalentes con
proteínas transportadoras de penicilina que presentan actividad transpeptidasa y carboxipeptidasa, lo que impide la
formación de enlaces cruzados (RANG and col, 2008).
2.1.3.2 Síntesis proteica
La síntesis proteica tiene lugar en los ribosomas. Los ribosomas son diferentes en eucariotas y procariotas, y esta es la
base para la acción antimicrobiana selectiva de algunos antibióticos. El ribosoma bacteriano consta de una subunidad
50s y una subunidad 30s, mientras que en el ribosoma de los mamíferos las subunidades son 60s y 40s. Los otros
elementos implicados en la síntesis peptídica son el ARN mensajero (ARNm), que forma el molde para la síntesis
proteica, y el ARN de transferencia (ARNt), que transporta los aminoácidos individuales hasta el ribosoma. El ribosoma
tiene tres lugares de unión para el ARNt, los puntos A, P y E (RANG and col, 2008).

Para empezar la traducción, se transcribe el ARNm en un molde de ADN, que se une a la subunidad 30S del ribosoma.
Posteriormente, la subunidad 50S se une a la 30S para formar una subunidad 70S3, que se desplaza a lo largo del ARNm
de forma que los codones sucesivos del mensajero pasan a lo largo del ribosoma desde la posición A a la P. Los antibióticos
pueden afectar a la síntesis proteica en cualquiera de estos estadios (RANG and col, 2008).

2.1.3.3 Síntesis de ácidos nucleicos


Los ácidos nucleicos de la célula son ADN y ARN. Hay tres tipos de ARN: ARNm, ARNt y ARN ribosómico (ARNr). Este
último es parte integral del ribosoma, es necesario para su ensamblaje y también facilita la unión del ARNm. El ribosoma
montado tiene actividad peptidil transferasa (RANG and col, 2008).

El ADN es el molde para la síntesis de ARN. Aparece en la célula en forma de doble hélice. Cada cadena o hebra es un
polímero lineal de nucleótidos. Cada nucleótido está formado por una base unida a un azúcar (desoxirribosa) y un
fosfato. Hay dos bases purínicas, adenina (A) y guanina (G), y dos bases pirimidínicas, citosina (C) y timidina (T). El ADN
de una sola cadena está constituido por grupos azúcar y fosfato con las bases unidas. Los puentes de hidrógeno
específicos entre G y C y entre A y T de cada una de las dos hebras (es decir, emparejamiento de bases
complementarias) son la base de la estructura bicatenaria del ADN. Las hélices de ADN están enroscadas. En el tubo de
ensayo, la espiral tiene diez pares de bases por cada vuelta. In vivo, la espiral se desenrosca en alrededor de una vuelta
de cada veinte, formando una superespiral negativa (RANG and col, 2008).

El inicio de la síntesis de ADN precisa en primer lugar la actividad de una proteína que produce la separación de las
hebras. El proceso de replicación inserta una superespiral positiva, que se relaja mediante la ADN girasa (también
denominada topoisomerasa II). Durante la síntesis de ADN se añaden unidades de nucleótido (cada una de las cuales
consta de una base unida a un azúcar y a tres grupos fosfato) por emparejamiento de las bases con los residuos
complementarios del molde. Hay condensación con eliminación de dos de los grupos fosfato, catalizada por la ADN
polimerasa. El ARN se encuentra exclusivamente en forma de hebra sencilla. El grupo azúcar en este caso es ribosa y
los ribonucleótidos contienen las bases adenina, guanina, citosina y uracilo (RANG and col, 2008). Es posible interferir
en la síntesis de ácidos nucleicos de cinco maneras diferentes:

 Inhibición de la síntesis de los nucleótidos.


 Alteración de las propiedades de emparejamiento de las bases del molde.
 Inhibición de la ADN o ARN polimerasa. Inhibición de la ADN girasa.
 Efectos directos sobre el propio ADN.

2.1.3.3.1 Inhibición de la síntesis de nucleótidos


Se puede conseguir mediante un efecto sobre las reacciones anteriores de la vía metabólica. Algunos ejemplos de
fármacos con este efecto se han descrito en las reacciones de clase II (RANG and col, 2008).

2.1.3.3.2 Alteraciones de las propiedades de emparejamiento de bases del molde


Tienen este efecto los fármacos que se intercalan en el ADN. Son ejemplos las acridinas (proflavina, acriflavina),
que se utilizan de manera tópica como antisépticos. Las acridinas duplican la distancia entre pares de bases adyacentes y
dan lugar a una mutación del marco de lectura (figura 45.7), mientras que algunos análogos de purina y pirimidina
producen un emparejamiento erróneo (RANG and col, 2008).

2.1.3.3.3 Inhibición de ADN y ARN polimerasa


Dactinomicina (actinomicina D) se une a los residuos de guanina del ADN y bloquea el desplazamiento de la ARN
polimerasa, impidiendo así la transcripción y posteriormente la síntesis proteica. Se utiliza en la quimioterapia
antineoplásica y también como herramienta experimental, pero no es útil como antibacteriano. Los inhibidores
específicos de la ARN polimerasa bacteriana que actúan uniéndose a esta enzima en células procariontes, pero no en
eucariontes, incluyen rifamicina y rifampicina, que son activas, en concreto, contra Mycobacterium tuberculosis
(responsable de la tuberculosis). Aciclovir (un análogo de guanina) se fosforila en las células infectadas por el virus
herpes y la primera fosforilación la realiza una cinasa específica del virus que da lugar a trifosfato de aciclovir, que ejerce
un efecto inhibidor sobre la ADN polimerasa del virus herpes (RANG and col, 2008).

Los retrovirus ARN tienen una transcriptasa inversa (polimerasa vírica de ADN dependiente de ARN) que hace una
copia en ADN del ARN vírico; la copia de ADN vírico se integra en el ADN de la célula huésped en forma de provirus.
Diversos fármacos (cidovudina, didanosina) se fosforilan por las enzimas celulares a la forma trifosfato, que compite
con los trifosfatos equivalentes de la célula huésped que son esenciales para la formación de ADN provírico por la
transcriptasa inversa vírica. Citarabina (arabinósido de citosina) se emplea en la quimioterapia antineoplásica (capítulo
51). Su derivado trifosfato es un potente inhibidor de la ADN polimerasa en las células de mamíferos. Foscarnet inhibe
la polimerasa vírica de ARN al fijarse al lugar de unión de pirofosfato (RANG and col, 2008).

2.1.3.3.4 Inhibición de ADN Girasa


Las fluoroquinolonas (cinoxacino, ciprofloxacina, ácido nalidíxico y enrofloxacina) actúan inhibiendo la
ADN girasa, y estos quimioterapéuticos se utilizan sobre todo en infecciones por bacterias gramnegativas. Estos
fármacos son selectivos por la enzima bacteriana porque es estructuralmente diferente de la de mamíferos. Algunos
anticancerosos, por ejemplo, doxorrubicina, actúan sobre la topoisomerasa II de los mamíferos (RANG and col, 2008).

2.1.3.3.5 Efectos directos sobre ADN


Los fármacos alquilantes forman uniones covalentes con bases del ADN e impiden la replicación. Los compuestos que
tienen esta acción se utilizan exclusivamente en la quimioterapia antineoplásica e incluyen los derivados de la mostaza
nitrogenada y las nitrosoureas. Mitomicina también se une covalentemente al ADN. Ningún antibacteriano actúa por
este mecanismo. Bleomicina, un antineoplásico, determina la fragmentación de las hebras de ADN tras la formación
de radicales libres (RANG and col, 2008).

2.2 ESTRUCTURAS DE LA CÉLULA COMO POSIBLES DIANAS


2.2.1 Membrana
La membrana plasmática de las células bacterianas es bastante similar a la de las células de los mamíferos, ya que consta
de una bicapa de fosfolípidos en la que están insertadas proteínas. Sin embargo, esta estructura se puede desorganizar
con más facilidad en algunas bacterias y hongos (RANG and col, 2008).

Las polimixinas son antibióticos peptídicos catiónicos, que contienen grupos hidrófilos y lipófilos, con un efecto
selectivo sobre la membrana de las células bacterianas. Se comportan como detergentes, rompiendo los fosfolípidos de
la membrana celular y destruyendo la célula (RANG and col, 2008).

Las células fúngicas, a diferencia de las células de los mamíferos y las bacterias, poseen grandes cantidades de
ergosterol en la membrana plasmática. El ergosterol facilita la unión de los antibióticos poliénicos (p. ej., nistatina y
anfotericina), que actúan como ionóforos y producen una fuga de cationes (RANG and col, 2008).
Los azoles, como itraconazol, presentan acción antimicótica porque inhiben la síntesis de ergosterol, alterando la
función de las enzimas asociadas a la membrana. Los azoles también afectan a las bacterias Gram positivas y su
selectividad se asocia a la presencia de elevadas concentraciones de ácidos grasos libres en la membrana de los
microorganismos sensibles (RANG and col, 2008).

2.2.2 Organelas intracelulares

2.2.2.1 Microtúbulos y microfilamentos


Los benzoimidazoles (p. ej., albendazol) tienen actividad antihelmíntica porque se unen de manera selectiva a la
tubulina del parásito e impiden la formación de microtúbulos. Los alcaloides de la vinca vinblastina y vincristina
son anticancerosos que alteran el funcionamiento de los microtúbulos durante la división celular (RANG and col, 2008).

2.2.2.2 Vacuolas alimenticias


La forma eritrocítica del plasmodio del paludismo se alimenta de la hemoglobina del huésped, que es digerida por
proteasas de la vacuola alimenticia del parásito y el producto final, el hemo, se destoxifica por polimerización.
Cloroquina presenta una acción antipalúdica al inhibir la polimerasa del hemo del plasmodio (RANG and col, 2008).

2.2.3 Fibras musculares


Algunos antihelmínticos tienen una acción selectiva sobre las células musculares de los helmintos (capítulo 50).
Piperacina es un agonista de los canales de cloruro específicos de parásitos regulados por el ácido gamma
aminobutírico (GABA) en el músculo de los nematodos, hiperpolarizando la membrana de la fibra muscular y paralizando
al gusano; las avermectinas aumentan la permeabilidad al cloruro en el músculo de los helmintos, posiblemente por
un mecanismo similar. Pirantel (que apenas se utiliza ya) y levamisol son agonistas de los receptores colinérgicos
nicotínicos del músculo de los nematodos, lo que origina una contracción seguida de parálisis (RANG and col, 2008).

3 TOMANDO CONCIENCIA
El profesional veterinario debe tener presente que en todo momento que al indicar el uso de un antibacteriano de
alguna manera está utilizando un recurso no renovable y por lo tanto deberá cuidarlo con todo el celo profesional
posible. Cada vez que utilizamos un antibacteriano, estamos modificando e interactuando con la naturaleza por lo que
merece el máximo de atención y cuidado (Doti, 2009).

La historia de los antibacterianos desde un punto de vista científico, es muy reciente comparada con la historia de la
humanidad. Si nos remontamos a épocas anteriores a la segunda guerra mundial (1939-1945) no existían
medicamentos para combatir eficazmente las bacterias patógenas productoras de infección en el hombre y los animales.
Cualquier ser vivo podía morir por una simple infección, la cual hoy se combate y resuelve con un antibacteriano en
cuestión de horas (Doti, 2009).

Las especies animales estaban adaptadas a esta situación, de manera que los que sobrevivían eran los más fuertes; estos
a su vez daban origen a individuos más resistentes, capaces de sobre llevar infecciones y/o resolverlas con sus propios
mecanismos de defensa (Doti, 2009).

A partir de 1939 el ejército alemán comienza a utilizar masivamente las sulfamidas en sus heridos de guerra, y luego, el
ejército de los aliados, la penicilina. El ser humano empieza a interferir con la naturaleza, salvando ya no solo a los
individuos más fuertes; lo mismo ocurre con los animales y la medicina veterinaria (Doti, 2009).

Los antibacterianos han salvado millones de vidas desde su advenimiento y también han intervenido en la selección
natural de individuos o animales resistentes a infecciones. Por lo tanto, en la población humana y animal actual
conviven individuos sensibles a las infecciones con individuos resistentes, y en sus descendientes probablemente
predominen los individuos más débiles (Doti, 2009).

Ahora bien, la pregunta que nos hacemos es: ¿Qué pasaría con estas poblaciones actuales, susceptibles a infecciones, sin
loa antibacterianos?; seguramente se imaginará la respuesta (Doti, 2009).

Si bien los antibacterianos no van a desaparecer de un día para otro, pueden en cambio desaparecer lentamente o
perder eficiencia, con el aumento de cepas bacterianas resistentes (Doti, 2009).

En el año 1954, doce años después de la utilización masiva de la penicilina, aparecen las primeras cepas resistentes con
cuadro clínicos graves. Esto se repite con cada uno de los antibacterianos conocidos y la aparición de cepas resistentes
ocurre en menor cantidad de tiempo (Doti, 2009).

En el año 2000, las estadísticas marcan un incremento de la resistencia microbiana en la población humana como nunca
antes se había visto. Tal fue la sorpresa de los infectólogos y sanitaristas que dieron por llamar a ese periodo como el
año de la “Crisis de resistencia” (Doti, 2009).

Las infecciones intrahospitalarias se han visto incrementadas sensiblemente en los últimos años. El mal uso de los
antisépticos en nuestros quirófanos o salas de internación puede hacer fracasar a la mejor técnica quirúrgica (Doti,
2009).

El veterinario que trabaja en producción porcina o en avicultura comercial, convive a diario con cepas de bacterias
multiresistentes. El veterinario que hace sanidad en criaderos de caninos conoce perfectamente lo difícil de luchar
contra cepas resistentes capaces de matar a toda una cría en cuestión de 2-3 días (Doti, 2009).

En la clínica diaria resulta más difícil encontrarse ante situaciones de resistencia tan extrema, pero a pesar de ello no se
debe bajar la guardia, simplemente es necesario tomar conciencia. Preocupa sobre manera el uso indiscriminado de la
cefalexina en piodermias caninas recurrentes, en las que se observó cómo lentamente el antibiótico va haciéndose
menos eficaz en el mismo paciente, o de qué forma los periodos de interrecurrencia se van acortando (Doti, 2009).

Si existe una batería de antibacterianos eficaces en el tratamiento de la piodermia recurrente ¿Por qué no utilizarlos?,
¿Por qué no rotarlos?; bien podríamos comenzar el tratamiento con amoxacilina + ácido clavulánico o enrofloxacina
dejando la mejor herramienta como último recurso (Doti, 2009).

La investigación de la industria farmacéutica ve cada vez más limitada la tarea de proveernos de nuevos antibacterianos
y la carrera entre la investigación y la resistencia bacteriana la vienen ganando sin lugar a dudas, los microorganismos
(Doti, 2009).

Tomar conciencia. De eso se trata todas las explicaciones que veremos en este documento. Brindar al médico
veterinario un mayor conocimiento del arsenal terapéutico antibacteriano del que se dispone es nuestro objetivo. El
uso racional de los antibacterianos es nuestro trayecto (Doti, 2009).

Eliminar la renuencia a cambiar los tratameinto conocidos, justamente para frenar la resistencia de las bacterias, es una
su responsabilidad (Doti, 2009).

4 EL ANTIMICROBIANO
Para que un antimicrobiano nos de satisfacción, como clínicos, de poder combatir y exterminar la infección en nuestro
paciente, como primera medida debemos conocerlo en profundidad. El conocimiento del arsenal terapéutico con el que
contamos hoy en día los veterinarios nos permitirá elegir el arma a utilizar: “el antibiótico ideal para esa infección y para
ese paciente”. Pero la correcta elección del antibacteriano, por sí sola, no nos garantiza el éxito terapéutico; el mismo
recurso, debe ser utilizado de una manera distinta para cada ocación (Doti, 2009).
Recién entonces podremos estar totalmente seguros que elegimos “el antibiótico ideal para esa infección, que utilizando
de una manera determinada en ese paciente, nos garantice el éxito terapéutico”. Esto constituye el verdadero éxito de
un buen veterinario clínico ante una infección; lo demás es cuestión de suerte (Doti, 2009).

Ahora bien, usted se preguntará primero: ¿Qué es imprescindible conocer de un antibiótico? Inmediatamente, su
segunda pregunta será: ¿debo conocer absolutamente todas las características de todos los antibióticos? La respuesta es
sencillamente NO. Porque un buen veterinario clínico, a pesar de contar con un innumerable arsenal de antibióticos, en
la práctica diaria no maneja más de 6, a lo sumo 8 antibióticos (Doti, 2009).

Lo que en realidad debemos preguntarnos es: ¿Qué características no puedo ignorar de los 6 u 8 antibióticos que
manejo a diario?, estas son (Doti, 2009):

 que el patógeno que provoca la infección sea sensible al antibiótico elegido. Para ello debo conocer el espectro
de acción del antibiótico.
 ¿quiero que el patógeno muera ante la presencia del antibiótico? ¿o simplemente detenga su crecimiento y que
de él se encarguen las defensas del paciente?. Para ello debo saber si el antibiótico elegido es bacteriostático o
bactericida. Conocer esta característica, nos orientará acerca del tiempo a esperar para la resolución del cuedro
clínico, así como también evaluar antes de la elección del antibiótico el estado inmunlogico del paciente (Doti,
2009).
 Que el patógeno y el antibiótico entren en contacto en el sitio de la infección. Para ello debo conocer la
farmacocinética y farmacodinamia del antibiótico.

Estos dos últimos términos suelen confundir a muchos, pero la definición es más sencilla de los que suponemos. ¿Qué
debemos averiguar de la farmacocinética de un antibiótico utilizado casi a diario en nuestra clínica? (Doti, 2009):

 Debemos distinguir cual es la o las vías de administración posibles para un tratamiento sistémico o local. Por
ejemplo, si el antibiótico se absorbe bien por la vía oral para un tratamiento sistémico (amoxacilina), o si no lo
hace y por lo tanto se concentra en la luz intestinal para tratar localmente una enteritis bacteriana (neomicina).
 Es muy importante determinar su biodisponibilidad, es decir el total del fármaco que administramos, cuanto se
aprovecha y cuanto se pierde. También cual es la concentración máxima que alcanza en el plasma (Cmax) y en
qué tiempo ésta se consigue (Tmax)
 Un punto clave es conocer si el antibiótico penetra bien en los tejidos, como es su afinidad con las proteínas
plasmáticas encargadas de transportarlo a los tejidos. Esto se denomina concentración tisular, y es de suma
importancia ya que las infecciones se encuentran en los tejidos y es allí donde verdaderamente actua el
antibiótico. Podemos encontrar un antibiótico con buena concentración sérica (Cmax) pero sin la capacidad de
penetrar en un determinado tejido, donde nos interesa que alcance concentraciones capaces de inhibir o
destruir al microrganismo patógeno.
 ¿el antibiótico que elegimos penetra dentro de las células o no?, es decir ¿tiene buena concentración
intracelular?. Una gran cantidad de microorganismos patógenos presentan la característica de vivir dentro de
determinadas células. Por ejemplo Brucella o Ehrlichia permanecen de esta forma la mayoría del tiempo,
provocando de vez en cuando una bacteremia para luego volver a alojarse dentro de las células. El caso inverso
es el del Staphylococcus intermedius que solo entra en la celular (macrófagos) cuando fuera de la misma está
siendo atacado por un antibiótico como la cefalexina o la gentamicina. En esos casos, debemos utilizar
antibióticos que penetren en los macrófagos, por ejemplo, enrofloxacina o azitromicina para atacarlos también.
allí.
 El volumen de distribución de un fármaco (Vd) es fundamental, que para alcanzar concentraciones eficaces en
determinados órganos, es necesario que el antibiótico atraviese determinadas barreras (por ejemplo la barrera
hematoencefálica, placenta, humor vítreo, humor acuoso, abscesos, tejidos isquémicos, tejidos necróticos) y
esto lo logra mejor cuando presenta un alto grado de liposolubilidad, tiene pequeño tamaño de partícula, o

Gráfico 2: Curva de eficacia de la enrofloxacina y la gentamicina contra Staphylococcus aureus.


Relación entre el aumento de la concentración inhibitoria (CIM) y el porcentaje de mortalidad del
microorganismo (farmacodinamia) (Doti, 2009).

cuando el grado de ionización (pKa) del antibiótico es acorde al pH de determinado órgano o tejido.
 Es muy importante conocer la vida media del antibiótico, ya que de ella depende directamente el intervalo entre
dosis.
 Y, por último, no podemos ignorar por qué vía de eliminación irá desapareciendo del organismo. Esto puede ser
determinante, por ejeplo, para la elección de un antibiótico que se elimine inalterado por orina ante una
infección urinaria. Así como también lo es en aquellos pacientes con insuficiencia renal o hepática para saber si
debemos proceder disminuyendo las dosis o prolongando el intervalo entre las mismas.

¿Qué debemos considerar sobre la farmacodinamia de un antibiótico utilizado a diario en la clínica veterinaria?

La fármaco dinamia estudia y describe el efecto del antibiótico sobre un determinado microorganismo patógeno. Aquí
se ponen en juego valores de potencia de las drogas, determinando como influyen diferentes dosis del antibacteriano
sobre el porcentaje o la tasa de supervivencia del microorganismo (Doti, 2009).

Este proceso se comprenderá mejor al analizar el gráfico 2. Allí se ve en qué medida, incrementando la concentración
del antibiótico, aumenta la mortalidad de bacterias o disminuye la tasa de persistencia bacteriana. Inicialmente, con
menores concentraciones de gentamicina se logra controlar un mayor porcentaje de bacterias; esta situación se invierte
luego a favor de la enrofloxacina controlando un 100% de las cepas de Staphylococcus aureus con concentraciones de
1µg/ml para controlar el 97% de las cepas estudiadas (Doti, 2009).
El conocimiento del mecanismo de acción es importante ya que puede determinar la combinación de antibióticos. Es
posible saber que fármacos son complementarios según su mecanismo de acción; como ejemplo: se puede utilizar una
combinación de penicilina que interfiere la síntesis de la pared bacteriana y aumenta la permeabilidad, con amikacina
que al encontrarse con una bacteria más permeable a su introducción pasiva, actúa con mayor eficacia (Doti, 2009).

Entre los parámetros de eficacia es necesario considerar el efecto postantibiótico (EPA); este factor conocido en la
últimas décadas ha llevado a modificar pautas terapéuticas que hasta hace unos años parecían verdades absolutas (Doti,
2009).

Una vez desaparecido el antibiótico del organismo, o por lo menos desaparecido en niveles detectables, se observa la
imposibilidad de reproducción de las bacterias por algún lapso de tiempo que varía en función del antibiótico. Los
aminoglucósidos, y sobre todo las fluoroquinolonas, presentan un EPA muy prolongado (algunas horas), que permite
alargar los intervalos entre dosis, en cambio los beta-lactámicos suelen presentar un EPA muy débil y con ellos no se han
podido modificar demasiado los esquemas posológicos (Doti, 2009).

Otros factores a tener en cuenta, descubiertos hace apenas algunos años y que van modificando paradigmas posológicos
son: (Doti, 2009).

 Efecto postantibiótico subconcentración inhibitoria mínima (EPA-SCIM) que es el efecto de inhibición ejercido a
concentraciones inferiores a las CIM; reduce la tasa de crecimiento bacteriano y provoca cambios morfológicos en
los patógenos; se cree que sería el efecto responsable de los EPA más prolongados in vivo que in vitro.
 Efecto de refuerzo leucocitario postantibiótico (RLPA), está relacionado con una menor resistencia de los
microorganismos a ser fagocitados y lisados por los macrófagos durante el periodo postantibiótico.

Por último, uno de los conceptos de mayor actualidad y que más ha modificado pilares de la terapéutica antibacteriana
es el referente a la relación farmacocinética-farmacodinamia (FC/FD) (Doti, 2009):
En la actualidad, este vínculo está bien estudiado en algunos antimicrobianos y comienza a aparecer en las indicaciones
comerciales de los antibióticos de uso veterinario que llevan rango de dosis (Doti, 2009).

Recién cuando nos resulte familiar este concepto de relacionar la farmacocinética con la farmacodinamia de un
antimicrobiano, experimentamos un profundo conocimiento de su manejo (Doti, 2009), ver gráfica 3.

En función de la relación FC/FD podemos clasificar los antibacterianos en tres grandes grupos:

1. Antibióticos bactericidas tiempo-dependientes


2. Antibióticos bactericidas concentración-dependientes.
3. Antibióticos bacteriostáticos.

4.1 ANTIBIÓTICOS BACTERICIDAS TIEMPO-DEPENDIENTES


Dentro de este grupo se encuentran los antibióticos beta-lactámicos, los cuales producen su efecto bactericida en

Gráfico 3: Muestra la relación entre la farmacocinética y la farmacodinamia (FC/FD) de un


antimicrobiano (Cmax AUC/CIM, AUC 0-24h/CIM>CIM) (Doti, 2009).

función del tiempo de acción sobre las bacterias susceptibles (Doti, 2009).

La eficacia de este grupo de antibióticos depende del tiempo en que sus concentraciones plasmáticas eficaces
permanecen en valores por sobre CIM (concentración inhibitoria mínima), para un determinado microorganismo
susceptible (Doti, 2009).

Por lo tanto, los intervalos entre dosis deberá ser planteados de manera tal de no permanecer con niveles séricos sub-
CIM durante las 24 horas del día. En algunas ocasiones podemos mantenerlos en concentraciones por debajo de la CIM
como máximo 1 o 2 horas. El incrementar las dosis y obtener niveles más altos de antibiótico en sangre, no permite
modificar el esquema anterior y no logra una mejor eficacia del tratamiento (Doti, 2009).

A continuación se muestra lista de antibióticos bactericidas tiempo-dependientes:


amoxacilina cefalotina
amoxacilina + ácido clavulánico ceftiofur
ampicilina imipenem
cefadroxil metronidazol
cefalexina penicilinas
rifampicina sulfadiacina + trimetoprim

4.2 ANTIBIÓTICOS BACTERICIDAS CONCENTRACIÓN-DEPENDIENTES


Los antibióticos que forman parte de este grupo, como los aminoglucósidos y las fluoroquinolonas, ejercen un efecto
bactericida en función de la concentración: a mayor concentración en sangre y tejidos, mayor mortalidad de bacterias y
menor tasa de persistencia bacteriana (Doti, 2009).

Por lo tanto, la eficacia está directamente influida por el aumento del pico de concentración plasmática (Cmax), en
relación con al CIM para una determinada bacteria, estableciendo un cociente (Cmax:CIM) como área bajo la curva de
concentración plasmática con relación al tiempo (Doti, 2009).j

Este cociente en el caso de las fluoroquinolonas se encuentra en el rango 5-10:1, es decir: la eficacia máxima en el
tratamiento la logramos con concentraciones plasmáticas de 5 a 10 veces por encima del valor de CIM (Doti, 2009).

Gráfico 4: dosificación de un antibiótico bactericida tiempo-dependiente.


Los aminoglucósidos y las fluoroquinolonas producen un efecto postantibiótico sub-CIM que puede variar entre 1-6
horas. Por lo tanto, aumentando significativamente la concentración podemos obtener tasas de persistencia bacteriana
mínimas, estableciendo de esta manera un régimen posológico de varias horas sin concentraciones antibióticas en
plasma (periodo ventana, véase gráfico 5) (Doti, 2009).

A continuación se listan algunos de los bactericidas concentración dependiente (Doti, 2009):

Amikacina Gentamicina
Enrofloxacina Marbofloxacina
Difloxacina Orbifloxacina

Gráfico 5: dosificación de una antibacteriano bactericida concentración dependiente.

4.3 ANTIBIÓTICOS BACTERIOSTÁTICOS


A este grupo pertenecen los antibióticos de acción predominantemente bacteriostática como tetraciclinas, cloranfenicol,
macrólidos y lincosamidas (Doti, 2009).

El éxito terapéutico de los bacteriostáticos depende de mantener permanentemente concentraciones plasmáticas por
sobre la CIM durante las 24 horas del día. El manejo posológico de un bacteriostático es similar al de un bactericida
tiempo dependiente, con lo cual es conveniente mantenerse constantemente por sobre los valores CIM. Si bien algunos
bacteriostáticos presentan un efecto postantibiótico prolongado, el éxito del tratamiento depende mucho de las
defensas del huésped; por lo tanto, se debe cuidar mucho este aspecto y evitar los niveles sub-CIM, para lo cual
debemos ser muy convincentes con el dueño del animal para que respete los intervalos entre dosis indicados (Doti,
2009).

A continuación listamos algunos de los bacteriostáticos comúnmente usados en clínica veterinaria (Doti, 2009):

Azitromicina Clindamicina
Cloranfenicol Doxiciclina
Eritromicina Lincomicina
Tetraciclina

4.3.1 Toxicidad y efectos adversos


Es relevante conocer los efectos tóxicos que puede presentar el antibiótico sobre el huésped (nefrotoxicidad y
ototoxicidad de los aminoglucósido, reacciones anafilácticas con las penicilinas) para controlar de cerca a los pacientes
durante el tratamiento y determinar en caso necesario la suspensión del mismo. Es menester conocer los efectos
indeseados como vómitos, diarreas, coloración de orina, etc., para que no nos sorprendan, nos confundan y no lleven a
suspender tratamientos erróneamente (Doti, 2009). Este tópico se verá con más detalle al analizar cada uno de los
antibióticos en particular.

5 CLASIFICACIÓN DE LOS ANTIBACTERIANOS

5.1 CLASIFICACIÓN POR SU EFECTO


Resulta imprescindible conocer el efecto de las sustancias antibacterianas. Estas pueden ser bacteriostáticas o
bactericidas, y en función de ello, se debe planificar un correcto tratamiento (Doti, 2009).

5.1.1 Bacteriostáticos
Los antimicrobianos bacteriostáticos son aquellos que inhiben el desarrollo de una determinada bacteria a una
determinada concentración o CIM (Doti, 2009).

El mismo antibacteriano puede matar a esa bacteria pero a una concentración bacteriana mínima (CBM) muchísima más
elevada. Cuando la diferencia entre la CIM y la CBM de un antibacteriano es muy grande, consideramos a éste como
bacteriostático (Doti, 2009).

El efecto bacteriostático consiste en detener la multiplicación de las bacterias patógenas; éstas pierden capacidad para
reproducirse y son destruidas por las propias defensas del huésped (ver gráfico) (Doti, 2009).
Al tomar la decisión de utilizar un bacteriostático debemos tener en cuenta el estado inmunológico del animal, así como
también darle tiempo suficiente al tratamiento como para que las defensas del huésped puedan terminar con la
infección (Doti, 2009).

Gráfico 6: modo de acción de un bacteriostático

Cuando utilizamos un bacteriostático en los primeros días de tratamiento la tasa de persistentica bacteriana
seguramente será alta, motivo por el cual no se debe suspender dicho tratamiento antes de tiempo para evitar las
recidivas, tal y como lo muestra el gráfico anterior (Doti, 2009).

5.1.2 Bactericidas
Un agente antimicrobiano bactericida mata a las bacterias a la misma concentración o muy similar a la que las inhibe. La
diferencia entre las CIM y la CBM es muy estrecha (Doti, 2009).

En general los bactericidas son más eficaces cuanto mayor es la multiplicación bacteriana (ver gráfico) (Doti, 2009).

Las fluoroquinolonas, como la enrofloxacina y la marbofloxacina, y las polimixinas son consideradas bactericidas
absolutas debido a que ejercen su acción aún si las bacterias se encuentran en fase de reposo. Esta característica junto
a su capacidad para penetrar dentro de las células, puede ser muy bien aprovechada en el tratamiento de algunas
infecciones ocasionadas por estafilococos los cuales suelen permanecer en forma latente dentro de los macrófagos
como en la mastitis bovina o la piodermia canina (Doti, 2009).
El bactericida ejerce su acción sin depender de las defensas del huésped, motivo por el cual son de primera elección en
animales inmunosuprimidos ver gráfica) (Doti, 2009).

Gráfico 7: modo de acción de un bactericida

Gráfico 8: Influencia de los mecanismos de acción de los antibacterianos según la tasa de


reproducción de las bacterias.
5.2 CLASIFICACIÓN POR SU GRUPO QUÍMICO O FAMILIA Y POR SU MECANISMO DE ACCIÓN
Según al grupo químico al que pertenecen se los clasifica en familias (Doti, 2009):

Tabla 1: clasificación según grupo químico o familia.


Familia Mecanismo de acción Efecto
Beta-lactámicos Bactericidas
Penicilinas naturales Inhiben la formación de la pared Penicilina G sódica
celular bacteriana interfiriendo con el Penicilina G procaínica
proceso último de la síntesis de Penicilina G benzatínica
Penicilinas de absorción oral peptidoglicanos. Penicilina V
Penicilinas antiestafilocócicas Cloxacilina – dicloxacilina – meticilina
– nafcilina – oxacilina
Penicilinas de espectro extendido Ampicilina – amoxaxilina – mecilinam
Penicilinas antipseudomonas carbenicilina – ticarcilina – azlocilina
– mezlocilina – piperacilina
Penicilinas resistentes a temocilina
betalactamasas
Cefalosporinas Bactericidas
Cefalosporinas de primera Inhiben la formación de la pared cefacetril – cefaloridina – cefalotina –
generación celular bacteriana interfiriendo con el cefazolina – cefapirina – cefalexina –
proceso último de la síntesis de cefadroxil – cefadrina
Cefalosporinas de segunda peptidoglicanos. cefuroxima – cefaclor – cefoxitima –
generación cefamandol – cefotetan
Cefalosporinas de tercera ceftriazona – ceftiofur – cefotaxima –
generación cefixima – cefatamet – cefoperazona
– ceftazidima
Cefalosporinas de cuarta generación cefepima – cefapirina – cefquinona
Otros beta-lactámicos Bactericidas
Inhibidores de betalactamasas Ácido clavulánico – sulbactam –
tazobactam
Carbapenem imipenem – (cilastatina) –
meropenem – biapenem
Monobactam aztreonam
Tribactam sanfetrinem
Antibióticos péptidos Bactericidas
Polimixinas Rompen la estructura de los polimixina B – colistina
fosfolípidos de la membrana celular e
incrementan la permeabilidad de la
misma
Glucopéptidos Inhiben la síntesis de la pared celular, vancomicina – teicoplanina –
al inhibir la formación de avoparacina
peptidoglicanos
Aminoglucósidos Bactericidas
Se unen a las subunidad ribosomal neomicina – kanamicina –
30s bacteriano, induciendo una mala estreptomicina – gentamicina –
lectura del código genético del ARN amikacina – tobramicina –
mensajero, inhibiendo la síntesis de apramicina – sisomicina – netilmicina
proteínas
Lincosamidas Bactericidas
Inhiben la síntesis de proteínas, lincomicina – clindamicina –
uniéndose a la fracción 50s pirlimicina
ribosómica e inhibiendo la peptidil
transferasa
Macrólidos Bacteriostáticos
Inhiben la síntesis de proteínas, Eritromicina – azitromicina – tilosina
uniéndose a la fracción 50s – tilmicosina – tulatromicina –
ribosómica espiramicina – roxitromicina –
claritromicina.
Anfenicoles Bacteriostáticos
Se une irreversiblemente a la Cloranfenicol – tianfenicol –
subunidad ribosómica 50s inhibiendo florfenicol
la síntesis de proteínas
Tetraciclinas Bacteriostáticos
Se une irreversiblemente a las Tetraciclina – clortetraciclina –
subunidad ribosómica 30s inhibiendo oxitetraciclina – metacilina –
la síntesis de proteínas doxiciclina – minociclina
Sulfonamidas, diaminopirimidinas y Bacteriostáticos / bactericidas
sus combinaciones
Interfieren con la síntesis de ácido sulfametacina – sulfanilamida –
fólico impidiendo que el ácido para sulfadiacina – ftalilsulfatiazol –
amino benzoico (PABA) se incorpore sulfametoxazol – sulfametoxina –
a la molécula del ácido fólico y como trimetoprima – sulfadiacina –
consecuencia inhibe la síntesis de ormetoprima – aditoprima –
ADN baquiloprima
Fluoroquinolonas Bactericidas
Actúan inhibiendo la ADN girasa,
produciendo un desenrrollamiento
del ADN bacteriano, que ocasiona la
muerte celular
Furanos Bactericidas
Las enzimas bacterianas nitrofurazona – furazolidona
nitroreductasas degradan a los
nitrofuranos. Estos productos de
reducción evitan la traslación del
ARN mensajero alterando la
interacción codón-anticodón.
Nitroimidazoles Bactericidas
Causan una profunda ruptura de las metronidazol - dimetridazol –
cadenas de ADN e inhiben su tinidazol
reparación anulando a la ADN-asa 1.
Rifamicinas Bactericidas
Inhiben la ARN polimerasa, se unen a rifampicina – rifabutina – rifapentina
la enzima e impiden el inicio de la
síntesis de ARN.

5.3 COMBINACIÓN DE FÁRMACOS ANTIBACTERIANOS


Es muy frecuente la necesidad de combinar dos o más antibacterianos para combatir enfermedades infecciosas de cierta
complejidad. En estos casos ocurre que a pesar de que contamos con poderosos antibacterianos de amplio espectro,
nos es prácticamente imposible que un solo componente cubra todo el espectro bacteriano de ciertas infecciones (Doti,
2009).

Cuando combínanos en un mismo tratamiento dos antibacterianos pueden ocurrir tres situaciones que de ninguna
manera podemos ignorar: sinergismo, antagonismo y adición (Doti, 2009).

Una combinación antibacteriana es sinérgica si el efecto de los fármacos combinados es significativamente superior a la
suma de sus actividades por separado (Doti, 2009).

Una combinación es aditiva si el efecto de dicha combinación es igual a la suma de los antibacterianos administrados
independientemente. Y es antagónico cuando el efecto de la combinación es significativamente inferior al efecto que se
lograría utilizando los mismos fármacos por separado (ver gráfico) (Doti, 2009).

Gráfico 9: Isobolograma. Efecto de la combinación de dos agentes Cualquiera de estas tres


antimicrobianos para inhibir el desarrollo bacteriano. combinaciones se traslada desde el
plano teórico hasta la practica sin
poder tener un método de evaluación
concreto de las mismas (Doti, 2009).

En líneas generales, podemos afirmar


que si combinamos en el mismo
tratamiento un bacteriostático junto a
un bactericida, la acción
predominante será la del primero y,
como tal, frente a una detención de la
actividad reproductiva microbiana, el
bactericida no puede actuar (Doti,
2009).

En 1951, Lepper anunció que el índice


de mortalidad de pacientes humanos
con meningitis neumocócica tratados
con penicilina solo era del 21%,
mientras que los pacientes que
recibían una combinación de
penicilina más clortetraciclina tenían
un índice de mortalidad del 79% (Doti,
2009).

Este estudio fue confirmado por Mathies y colaboradores en 1967, quienes trataron niños con meningitis bacteriana de
múltiples etiologías con ampicilina sola o con una combinación de ampicilina más cloranfenicol más estreptomicina. El
índice de mortalidad en el grupo de ampicilina fue de 4,3% mientras que con la combinación fue del 10,5% (Doti, 2009).

El efecto antagónico probablemente sea muy poco frecuente en las infecciones clínicas. La combinación bacteriostático
más bactericida produce frecuentemente sólo efecto bacteriostático; si los mecanismos de defensa del huésped está en
buenas condiciones, probablemente esto incline la balanza a su favor (Doti, 2009).

Basado en esto podemos afirmar que de las siguientes combinaciones pueden surguir (Doti, 2009):

Bactericida + Bactericida = Sinergismo

Bactericida + Bacteriostático = Antagonismo

Bacteriostático + Bacteriostático = Adición


En la práctica diaria es frecuente encontrarse con errores en la combinación de los antibacterianos (Doti, 2009).

En animales de producción intensiva como los cerdos, frente a infecciones respiratorias graves es muy común
encontrarse con animales tratados con tetraciclina (bacteriostático) vía alimento y a la vez observar que el personal
inyecta gentamicina (bactericida) cada 12 horas. Los errores de este tipo seguramente aumentarían la mortalidad de los
animales afectados o serán responsables del restablecimiento de los mismos en mayor cantidad de tiempo, con las
consecuentes perdidas económicas que esta situación acarrea (Doti, 2009).

Un claro ejemplo de sinergismo es la combinación de penicilina G procaínica + dihidroestreptomicina; aquí no solo


observamos una mayor actividad contra ciertas bacterias sino que aumenta el espectro de acción de ambos fármacos
(Doti, 2009).

En caninos, tenemos amplia experiencia de los buenos resultados obtenidos con la combinación de penicilina G
procaínica, benzatínica y dihidroestreptomicina en un punto de aplicación, combinadas con enrofloxacina a dosis doble
por vía IM, en otro punto de aplicación. De esta manera logramos combinar el efecto sinérgico con aumento del
espectro de acción y efecto prolongado contra bacterias Gram positivas y gramnegativas (Doti, 2009).

Deberíamos evitar, en lo posible, las combinaciones de antibacterianos ya que seguramente la toxicidad de ambos
fármacos será aditiva cuando no sinérgica (Doti, 2009).

6 RESISTENCIA BACTERIANA
Se conoce como resistencia bacteriana a un conjunto de mecanismos mediante los cuales los microorganismos se hacen
inmunes a un antibiótico al que anteriormente eran sensibles (Doti, 2009).

Esta característica fue descubierta por Ehrlich y colaboradores en 1907, cuando observaron treponemas resistentes a los
compuestos arsenicales que se utilizaban en la época para combatir la sífilis. Otros autores denominan a la resistencia
como el “talón de Aquiles” de la antibioticoterápia, pues el descubrimiento de nuevos fármacos se ha acompañado
constantemente de cepas resistentes que primariamente eran sensibles a estos (Doti, 2009).

Las necesidades mundiales de proteínas han llevado a un tipo de crianza de animales bajo presión a nivel productivo,
que se conoce como crianza intensiva de cerdos, pollos o bovinos en feed lot. Para ser posible este tipo de producción
se recurre al uso constante de antibióticos, algunos utilizados como promotores de crecimiento y otros simplemente
para frenar los brotes de mortalidad ocasionados por infecciones típicas del confinamiento, como la colibacilosis o la
pasteurelosis (Doti, 2009).

Este uso masivo de antibióticos ha originado frecuentes fallas en la terapia, las que se relacionan directamente con el
fenómeno de resistencia bacteriana (Doti, 2009).

En pequeñas especies, el veterinario que trabaja en criaderos caninos o en refugios para animales con condiciones
mínimas de bioseguridad, se enfrenta cara a cara y día a día con la resistencia bacteriana, tanto como veterinario que
trabaja en producción porcina o en avicultura industrial (Doti, 2009).

Hoy conocemos más detalladamente los procesos involucrados en el fenómeno de fármacoresistencia. Los
investigadores advierten el gran peligro para la salud humana y animal de seguir utilizando antibacterianos como lo
venimos haciendo en la actualidad. Como ejemplo, podríamos citar las implicaciones y graves riesgos que puede
ocasionar la transferencia de resistencia plasmídica (llamada también resistencia infecciosa), la que se caracteriza por
trasmitir, en segundos, resistencia a diferentes antibióticos, hasta 15 a la vez, en un solo paso y entre bacterias de
diferentes géneros (Doti, 2009).
Para comprender las consecuencias del uso indiscriminado de antimicrobianos es necesario conocer los diferentes
mecanismos de formación de resistencia al emplear estos f´rmacos (Doti, 2009).

Para empezar, debemos recordar que los microorganismos difieren entre sí, tanto como en su filogenia como también
en su estructura y metabolismo. Esto da lugar a que ciertos antibióticos no tengan capacidad de acción sobre alguno de
ellos con lo cual nos encontramos ante una “resistencia natural específica”; como ejemplo tenemos la ineficiencia de
las primeras penicilinas sobre gérmenes gramnegativos (Doti, 2009).

Pero lo que aquí nos ocupa no este tipo de resistencia, sino la que se adquiere y se trasmite. En grafico 10 se describen
los mecanismos de formación de resistencia (Doti, 2009).

Gráfico 10: mecanismos de formación de resistencia bacteriana.

6.1 RESISTENCIA BACTERIANA CROMOSÓMICA


6.1.1 Gérmenes mutantes
Se entiende como mutación genética a un cambio en la secuencia de bases purícas y pirimídicas del ADN bacteriano;
ocurre al azar, es heredable y da como resultado un cambio en el comportamiento del microorganismo ante un
determinado antibiótico (ver gráfico) (Doti, 2009).

Los gérmenes mutantes son de baja frecuencia de aparición y su resistencia se remite a un solo antibacteriano. No
obstante, este cambio no es forzosamente inducido por el uso o mal uso de un antibacteriano en cuestión. En este
caso, el antibiótico sólo ejerce
Gráfico: mutación cromosómica. presión de selección poblacional
eliminando los gérmenes sensibles y
conservando los mutantes como
población dominante (Doti, 2009).

Estas mutaciones pueden deberse a


factores físicos o químicos; entre
otros, los más comunes pueden ser
el calor, las radiaciones ultravioletas
y las radiaciones ionizantes. Pueden
deberse a un solo gen, como por
ejemplo, el que afecta la síntesis de folato generando resistencia a las sulfamidas (Doti, 2009).

Pero es más común el hecho que sea un gen extra o adicional, el que confiere la resistencia, tal como la del
Staphylococcus a la penicilina, originada por un gen específico responsable de la síntesis de betalactamasas, enzimas
ausentes en los gérmenes sensibles (Doti, 2009).

6.2 SISTEMAS DE TRANSFERENCIA DE RESISTENCIA GENÉTICA (EXTRACROMOSÓMICA)


En las bacterias, se encuentran genes que no están incorporados a los cromosomas. A éstos se les denomina plásmidos,
y por distintos factores se transfieren de una bacteria a otra generando “bacterias resistentes”. Generalmente estos
mecanismos son los responsables de la presencia de gérmenes con patrones de resistencia múltiple (a varios
antibióticos), son de alta heredabilidad y frecuentemente de rápida aparición (Doti, 2009). A continuación se describen
los sistemas de transferencia de resistencia extracromosómica.

6.2.1 Transformación
Se conoce este fenómeno desde 1944, gracias a Avery y Mac Carty; se produce cuando el ADN extracromosómico de una
bacteria dadora, el gen de resistencia, es absorbido a la superficie de la bacteria receptora, y pasa luego al citoplasma de
la misma (Doti, 2009).

Sólo los gérmenes Gram positivos son propicios para el mecanismo de transformación. Cualquier tipo de ADN puede
ingresar a la bacteria receptora, pero que genere resistencia dependerá de cuán parecidas sean filogénicamente la
bacteria dadora y la receptora (Doti, 2009).

Gráfico 11: transferencia de resistencia bacteriana por transducción. 6.2.2 Transducción


Se entiende por transducción a
la transferencia de material
genético (ADN cromosómico o
plásmidos) de una bacteria
dadora a otra receptora a través
de un bacteriófago (Doti, 2009).

Este mecanismo ocurre con


frecuencia en gérmenes
patógenos Gram positivos o
Gram negativos. Generalmente,
el segmento de ADN que se
transduce está limitado al
tamaño del fago. Por este
motivo, no generaría el pasaje
1-) Bacteria dadora con una porción de ADN del plásmido conteniendo un gen de de plásmidos multiresistentes a
resistencia al antibiótico A. 2-) La bacteria es atacada por un bacteriófago (virus varios antibióticos
de bacterias). 3-) El bacteriófago inocula su genoma en la bacteria, éste se simultáneamente, pero sí
incorpora al ADN de la bacteria y comienza a comandar al genoma del microbio, resistencia a un solo antibiótico
produciendo grandes cantidades de nuevos bacteriófagos. 4-) La bacteria estall y (Doti, 2009).
libera al medio los nuevos bacteriófagos, pero uno de ellos lleva dentro suyo el
plasmido de resistencia al antibiótico A, que tenía la bacteria dadora. 5-) Ahora 6.2.3 Conjugación
ese bacteriófago inocula el plásmido de resistencia a otra bacteria que se Para transferir material genético
denomina receptora . por conjugación se necesita el
contacto directo entre la bacteria dadora y la receptora (Doti, 2009). El puente intercelular que se forma para la
transferencia está codificado por una porción de plásmido y no por los genes de los cromosomas de la bacteria (ver
gráfico).

Se distingue a la célula dadora por un puente en la superficie denominado “pili sexual”, que al unirse a una célula
receptora forma este verdadero puente de unión intercelular (Doti, 2009).

El factor de resistencia “R” se desprende de la doble cadena de ADN plasmídica en forma de una sola cadena que deja a
la bacteria donante con la mitad de la información genética, pero rápidamente regenera la parte faltante
complementaria (Doti, 2009).

Al ser transcripta la cadena simple del factor “R” a la célula receptora, ésta desarrolla un nuevo pili sexual adquiriendo
ahora la capacidad de bacteria dadora (ver gráfico) (Doti, 2009).

Esta acción se complementa con otro factor de transferencia de origen plasmídico denominado RTF o factor de
transmisión de resistencia que ayuda a la generación de vellosidades de transferencia (Doti, 2009).

Gráfico 12: descripción de los tres factores que componen un plásmido. Este sistema de conjugación permite
la generación o el traspaso de
resistencia a más de un antibiótico
(Doti, 2009).

Si bien el mantenimiento y la
replicación de factores R a células
hijas durante la división celular
depende de RTF, esto puede perderse
por el uso de algunas sustancias como
la acridina o por altas temperaturas
(Doti, 2009).

Los factores R atacan sitios


específicos de la membrana celular de
la bacteria receptora; cuando estos
receptores de membrana están
En el segmento de ADN del plásmido o factor de trasmisión de resistencia cubiertos no pueden ingresar más
RTF, se encuentra la codificación genética mediante la cual la bacteria forma plásmidos a esa bacteria (Doti, 2009).
las proteínas consecutivas de los puentes intercelulares o “pilis sexuales”.
En las bacterias Gram negativas, los
plásmidos que contienen los factores R son grandes y suelen ser transferibles (conjugativos) mientras que en las
bacterias Gram positivas son más pequeños y no se transfieren (no conjugativos) (Doti, 2009).

Este es el mecanismo más importante y de mayor frecuencia entre las entero-bacterias como Escherichia coli y,
asimismo, es el factor de mayor relevancia clínica ayq que explica los fenómenos de resistencia en condiciones de
producción intensiva con hacinamiento de lso animales (Doti, 2009).

Se conocen factores R con determinantes de resistencia a estreptomicina, más tetraciclinas, más cloranfenicol, más
eritromicina. Las bacterias que mayoritariamente utilizan este método de resistencia son E. Coli, Proteus spp,
Salmonella spp, Haemophilus spp y Pseudomonas spp (Doti, 2009).

Dentro del mecanismo de resistencia infecciosa, como se denomina a la conjugación, se ha descubierto un elemento que
aparentemente se originaría en el plásmido, denominado “trasposón pendular conjugado”; es un pequeño fragmento de
ADN que sería responsable de unir a los plásmidos al genoma de la bacteria, con lo cual estos genes de resistencia a uno
o varios antibióticos quedan definitivamente grabados en el genoma del microorganismo, originando clones de bacterias
cromosómicamente resistentes (Doti, 2009).

Estos elementos serían más frecuentes en los gérmenes Gram negativos, explicando de esta manera la aparición
repentina de propagación rápida y estabilización de cepas multiresistentes (Doti, 2009).

Gráfico 13: Transferencia de resistencia por conjugación.


7 SELECCIÓN DEL FÁRMACO ANTIMICROBIANO
La terapia antimicrobiana se basa en la toxicidad selectiva del fármaco para los organismos invasores en lugar de las
células de mamíferos. Es importante seleccionar un agente al que el microorganismo es sensible y mantener las
concentraciones de tejido eficaces (por encima de la concentración inhibitoria mínima o CMI) hasta que se elimine la
infección. Se pueden usar pruebas de sensibilidad para estimar la CIM de bacterias específicas y luego se consultan las
tablas para ver si la CIM está por debajo del punto de umbral. Si la CIM está por debajo del umbral, se predice que el
microorganismo será Susceptible (S) a la terapia; Si es igual al umbral, se predice que el microorganismo será Intermedio
(I) (en estas situaciones las dosis terapéuticas altas pueden funcionar); Si la CIM está por encima del umbral, se predice
que el microorganismo será Resistente (R). Las concentraciones del punto de interrupción han sido determinadas por
grupos como el Instituto de Estándares Clínicos y de Laboratorio (CLSI) después de la revisión de datos clínicos y de
laboratorio (Ajrens and Martin, 2008).

Los datos farmacocinéticos sobre los antimicrobianos introducidos más recientemente contienen información de punto
de interrupción. Se señala que las pruebas de sensibilidad y los puntos de umbral son indicadores útiles para el resultado
clínico, pero en todo el animal factores adicionales como unión a fármacos, distribución de fármacos y un sistema
inmune activo afectan el resultado de modo que la experiencia clínica sigue siendo esencial.

Hay seis preguntas de selección que son útiles para usar de forma rutinaria para ayudar a la selección (Ajrens and
Martin, 2008):

 ¿Se requiere un agente antimicrobiano? ¿Existe una infección que responda a su tratamiento? Evitar: "Por si acaso".
 ¿Dónde está la infección (qué órgano / tejido) - ¿cuáles son los problemas de acceso a superar?
 ¿Qué patógeno (s) se encuentran generalmente en el lugar de la infección?
 ¿Qué agente antimicrobiano tiene las propiedades farmacocinéticas necesarias para llegar a la localización y
también llegará a una concentración por encima de la MIC para que la MIC esté por debajo del punto de ruptura?
 ¿Qué dosis y ruta es necesaria para lograr el efecto deseado?
 ¿Cuánto tiempo debe durar el tratamiento?

Hay 4 factores adicionales para ayudar a la selección (Ajrens and Martin, 2008):

 Un compuesto bactericida es preferible a un compuesto bacteriostático.


 La toxicidad y el costo limitan la selección de un fármaco antimicrobiano.
 En los animales productores de alimentos, los residuos en la leche y la carne que requieren la necesidad de tiempos
de retirada antes del sacrificio (tiempos de abstinencia) son muy importantes y limitan el uso de antimicrobianos
específicos. Los animales no deben ser sacrificados para la carne o su leche utilizada durante el período de pre-
prisión (véase el apéndice para el período de espera para cada medicamento).
 Debe apreciarse que la concentración plasmática rige los intervalos de dosis en un régimen de tratamiento, pero son
los tiempos de residencia de tejido los que rigen los tiempos de retirada antes de la prisión en animales de
producción.

8 BIBLIOGRAFÍA
1. Rang, H. P; Dale, M. M.; Ritter, J. M.; Flowers, R. J. (2008). Capítulo 46 Antibióticos. En: Rang y Dale Farmacología.
Páginas 661 - 678. Barcelona, España. Ed Elsevier.
2. Ajrens, Franklin A and Martin, Richard J. (2008). Chapter 15 Antimicrobial Drugs. In: Hsu, Walter H. Handbook of
Veterinary Pharmacology. Ames, Iowa, USA. Ed Wiley-Blackwell. Pag 347 – 378
3. Doti, Fernando (2009). Uso práctico de los antibióticos en la clínica de pequeños anoimales. Ed. Intermedica.
Buenos Aires, Argentina.
4. Riviere, Jim E and Papich, Mark G. (2009). Section 9 Chemotherapy of Microbial Diseases. In: Veterinary
Pharmacology & Therapeutics 9 Ed. Páginas 819 – 1049. Iowa, USA. Ed Wiley-Blackwell.

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