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6 septiembre 2017 Espiritualidad
Una gran cantidad de personas afortunadamente, ya conocen que existen las
“cartas de duelo” o “las cartas de liberación”, para soltar todos aquellos problemas
emocionales o situaciones del día a día que venimos cargando y que nos afectan.
Muchas personas, creen que deben escribir la carta con groserías, malas
palabras, ofensas, etc. Y como dichas personas “nunca dicen malas palabras”, no
la escriben así.
Lo cierto es, que esa carta “va a quemarse” al final. Sí, quemarse con fuego.
Yo, Ana María Pérez Pérez, me libero de llamarme María como mi madre, porque yo no
quisiera de ningún modo, repetir su vida, enfermar como ella, vivir como ella.
Me libero mamá de tu carácter apacible, porque me hubiera gustado ver que sabías
defenderte y luchar por tus sueños.
Me libero mamá, de que no hayas tenido la oportunidad de estudiar y te hayas visto
obligada a cuidarnos y a llevar la casa tú sola desde muy joven.
Me libero mamá, de la mala elección que hiciste al enamorarte de mi padre, porque
definitivamente, era un hombre que no te convenía, pero no lo viste a tiempo.
Me libero de repetir tu vida mamá.
Me libero del dolor tan grande que siento al haber crecido sin un padre cariño a mi lado,
que me enseñara qué tipo de hombre buscar o de qué tipo de hombre enamorarme.
Me libero de mi niñez, porque honestamente no fui feliz, siento que no jugué lo suficiente,
que a muy corta edad tuve que cargar con responsabilidades que no eran mías.
Me libero de ser una mujer en constante búsqueda del amor y de ver en el amor, la única
razón de ser feliz.
Me libero de que toda esa ansiedad por ser amada, la venga yo cargando de mis tías
Pepita, Yolanda y Claudia.
Me libero de no haber podido estudiar lo que yo hubiera querido, y libero a mi madre de
no haberme podido pagar una carrera.
Ese es justamente “el tono” que deben llevar las cartas de duelo.
Si yo soy de las personas que dice o se expresa mejor con groserías, claro que
puedo escribirlas, pero no para ofender a alguien, sino con la intención de soltar el
odio o el coraje.
Me libero de tu maldita suerte tío Anselmo, eso no lo quiero para mí. (Si se fijan, no
estoy maldiciendo al Tío Anselmo, sino al tipo de suerte que no quiero para mí).
Ahora bien, cuando la carta va dirigida sólo a la pareja, o sólo a la mamá, o sólo a
un hecho específico, procuren decir la misma idea de formas distintas, se vale. Por
ejemplo, tal vez tengo la intención de escribir una carta de duelo o de liberación
para mí pareja, porque ya estoy harta de muchas cosas.
Me libero de todo el coraje que siento, cuando tengo que repetirte que no dejes tus libros
en la mesa del comedor.
Me libero de aquel domingo en que preferiste ir a comer con tus papás que acompañarme
a misa.
Me libero de todas las promesas que no me has cumplido, como esa de que íbamos a tener
un hijo pronto, porque ahora, cuando quiero hablar de eso, me evades.
Yo siempre he pensado, que tener un plazo de 30 días para terminar una carta, es
apenas suficiente. Porque obviamente duele la mano y la muñeca al escribir tanto.
Regálense el tiempo necesario para sacar todo lo más que puedan. Y el día, en
que digan: Ya acabé mi carta, déjenla por ahí unas 24 horas más, porque les
aseguro, que más recuerdos llegarán todavía y podrán añadirlos.
Espero que con esta explicación, te sea más fácil redactar tu o tus cartas de duelo.