El registro histórico de la humanidad, está lleno de misterios, paradojas y contradicciones; evolutivamente se presentan hipótesis permanentes que indican nuevas visiones para entenderla. Los pueblos que ignoran su historia irremediablemente van hacia la pérdida de su esencia y la de sus antepasados, consecuentemente de las generaciones precedentes. De ahí la necesidad de generar conciencia para la preservación histórica de cada grupo humano, sin tener en cuenta la etnia, raza, cultura o densidad poblacional, pueblo o ciudad a la que pertenece. Las raíces históricas generadas por nuestros antepasados nos dan identidad. La identidad genera amor hacia nosotros mismos a nuestra tierra, el lugar que nos vio nacer, sentido de pertenencia con los nuestros, consecuentemente amor a la patria, al suelo que nos cobija, a la tierra que nos alimenta. al espacio que nos permite interactuar y desarrollarnos. El hombre desde su aparición fue eminentemente social, de nómadas a sedentarios necesitaban vivir en comunidad. Su subsistencia y desarrollo radicó en renovar permanentemente los vínculos que los unieron con sus antepasados, de ahí los ritos ceremoniales para dar descanso eterno a nuestros muertos con la esperanza de una vida eterna entre los dioses que adoraban. La ausencia de conciencia histórica, así como la manifiesta desidia en la conservación de restos arqueológicos que identifican culturalmente a los pueblos, nos llevará irremediablemente a desvincularnos de nuestras verdaderas raíces. Esto genera en el inconsciente una total ausencia del sentido de pertenencia, negación de identidad como individuos respecto a nuestra comunidad, que irremediablemente se disipa con el consumismo individual de tecnología lo que probablemente oculta el interés por la historia, dejándola a esta en un segundo plano como fundamento del desarrollo continuo y permanente de las sociedades ya organizadas. Como particularidad, he de decir que la ausencia por más de 50 años del terruño en ningún momento me desligo del interés por sus orígenes. Contrariamente a este supuesto de olvido, permanentemente encontré espacios para retornar, incrementar conocimientos con relatos, cuentos, mitos, leyendas, que permitan revalorar la historia de nuestros ancestros, sea cual fuera la aproximación de ideas, creencias, posiciones o antecedentes de estudio. Consciente de lo pendular y paradojal de los hechos históricos, es obligación de cada uno de nosotros empecinarnos en búsqueda de vestigios, restos arqueológicos o antecedentes históricos que aún persistan y que muchos se empecinas en depredarlos o deteriorarlos su extinción. Estamos a tiempo, generemos conciencia, unifiquemos nuestros corazones por amor al terruño, que el espíritu de nuestros antepasados nos ilumine y nos involucre a todos en el ideal supremo de no permitir que en unos años la historia a escribirse contribuya también en pérdida de nuestra identidad cultural. En ese afán de búsqueda de indicios, evidencias o pruebas, que permitan por intermedio de la historia saber quiénes somos como ciudadanos de esta pujante ciudad, me permito en compartir experiencias que posibilite contagiarnos de múltiples conocimientos de interés público, revivir lo que fueron quienes por siglos nos precedieron como habitantes de este maravilloso espacio geográfico dentro del Valle del Jequetepeque, lugar por siempre hermoso llamado Guadalupe. En esta línea de búsqueda de conocimiento y contagiado de ese virus de la curiosidad, tomo contacto con amigos y pueblerinos que durante largas horas de pláticas y remembranzas me hacen conocer fabulosos y extraordinarios cuentos y mitos ya perdidos en el tiempo, entre ellos el de la existencia de una ciudad antigua hecha de piedras superpuestas perdida en las afueras de nuestra ciudad. Esta ciudad o ciudadela serían restos arqueológicos de periodo aún no determinado en el tiempo, donde los espíritus de los antiguos habitantes reclaman al mundo su olvido. Es en las noches de luna cuando sus antiguos habitantes se manifiestan con rituales y persistentes cánticos que rebotan en las laderas de los cerros que fueran su hogar, produciendo estruendos repetitivos por los ecos generados quizá solo esperando ser evidenciados y reconocidos por el hombre actual y no condenárseles al eterno olvido. Historia tan fascinante, propia de nuestros abuelos que con el espíritu mítico de antaño entretenían nuestras noches alrededor de un fogón ya concebido en alguna casa o quizá alrededor de una fogata improvisada. Lo cierto es que esta historia tan corta, interesante y misteriosa, paradójicamente contravino el agnosticismo que reina en cada uno de nosotros, naciendo entonces la pregunta que irremediablemente inquieta la mente del hombre curioso con ansias de aventura en búsqueda de la verdad ¿existirá la ciudad o ciudadela de piedras de los relatos?, ¿qué generó el cuento en los abuelos?, ante tal situación revivió nuevamente la inquietud de aventura; la misma historia la escuche siendo mozalbete por parte de mi padre, él aseguraba con certeza absoluta la verdad de la existencia de la ciudadela a la que se hace referencia. No se diga más sobre la verdad o no de lo que hasta ahora se relata. No hay más remedio que ir a su encuentro, si existe la ciudadela estará ahí como lo estuvo siempre, es entonces el momento de atender el reclamo de los ancestros y saldar las cuentas de su olvido ante el mundo. Ármese la expedición en búsqueda de la fantasía de los relatos míticos de los abuelos. ¿Dónde es, cómo se llega, cuánto tiempo se emplea, qué medio de transporte es el adecuado, cuáles son los riesgos?; muchas preguntas para una aventura que más que búsqueda de la verdad se podría convertir en una expedición traviesa, como ejercicio para las piernas o manera de desestresarse de las actividades propias de la ciudad. Terminado acá el relato de cuentos, ficción, mitología e imaginación de leyenda, es hora de afrontar la realidad, cualquiera que esta sea, la experiencia en busca de la ciudadela promete ser única.
AL ENCUENTRO DE LA CIUDADELA DE LAS PIRKAS
Después de una larga caminata, se pone ante los ojos la realidad de los relatos, la evidencia existe, está ahí, imponente, inmensa, majestuosa, se descubre en todo su esplendor, la que llamaremos La CIUDADELA DE LAS PIRKAS. Así desde ese momento nombrada en calidad de simbólico bautizo para hacerla conocer abiertamente al mundo y que forme parte de la historia ancestral orgullo de todo guadalupano quien ah de revalorar el vínculo con sus raíces. Ciudadela de las Pirkas , nombre que refleja la maravilla que ante los ojos se revela, restos de una cultura avanzada, deducción hecha por la precisión y características constructivas. Quizá las únicas en el valle y porque no a lo largo de la costa peruana considerando su gran cercanía al litoral, la inmensidad del área que ocupan las edificaciones, todas hechas con pirkado de piedras sin tallar, superpuestas unas sobre otras con tal presión y exactitud que dan estabilidad a sus grandes murallas y paredes, todas ellas de gran dimensión tanto por su altura, como también por la función sólida para formación de terraplenes y plataformas con características de andenería, hechas quiza como mecanismo de defensa ante el avance de cualquier enemigo, quizá para la adecuación de ambientes para viviendas, plazas, centros ceremoniales pequeños o quizá para el almacenamiento de víveres. Asombra el panorama visual que se presenta ante cualquier observador. Comparo, reflexiono, digo para mi mismo, esto es de maravilloso tan igual o más que los restos arqueológicos ya existente como legado de nuestros antepasados, refiriéndome a los restos existentes hoy conocidos como PAKATNAMU. Ya sea por la primera impresión causada o por la realidad ahí existente, desde el aspecto visual en extremadamente maravilloso. Las murallas de piedras se superponen y prolongan a distancias considerables sobre plataformas. La altura de la Ciudadela en su conjunto es bastante considerable (a la actualidad comparativamente serían grandes edificios de alturas próximas a los de uno de 10 a 15 pisos). Se eleva a las alturas pretendiendo confundirse con el azul del cielo o quizá buscando el abrigo más cercano del sol. Las características arquitectónica de PIRKAS, (manposteria-piedra,caliza, piedra arenisca, grava y pizarra), corresponderían a una similitud bastante apreciada a los Chachapoyas, tomando como referente que esta técnica ancestral constructiva tuvo influencia de los Wari, Chavín, quizá y porque no, de los Tiahuanaco. Estas reflexiones aparecen de inmediato ante tan extraordinaria técnica constructiva del inmenso complejo arqueológico que se nos presenta al frente. Impresionados nos genera mayores inquietudes, es quizá que al igual que los chachapoyas, los habitantes de esta magnífica ciudadela construían sus vivienda también sobre plataformas alrededor de pequeños patios erigidos sobre cimientos sólidos previamente edificados para este fin y que agrupaban familias o gente con características afines sectorizados para una mejor administración. Las construcciones de viviendas, bien pudieron haberse hecho con material perecedero en el tiempo, se requiere mayor esfuerzo de estudio para determinar o dar por cierta esta posibilidad. A la vez que se sube a la cumbre de los cerros que sirvieron como fuente de material constructivo y espacios de convivencia, se encuentran mayores vestigios de actividad humana, restos de artesanía enseres de cocina ollas de barro o arcilla bastante fragmentadas, el análisis de estos restos permitiría determinar el espacio de tiempo y tipo de civilización o cultura ahí establecida. A una altura considerable subiendo por senderos y caminos estrechos que dan acceso a cada plataforma, desde arriba se tiene una vista privilegiada, puede apreciarse con mayor claridad en las faldas de los cerros, murallas simétricamente construidas que delimitarían posiblemente lo que sería un centro administrativo, quizá religioso o vivienda de la élite de la cultura asentada en el lugar. Estas descripciones son presentadas como hipótesis iniciales de una serie de investigaciones que se hacen impostergables para dar mayor luz a estas teorías.
El recorrido a la Ciudadela de las Pirkas, ubicada en las afueras de
Guadalupe, al norte del Perú, se interrumpe después de cuatro horas de caminata, no por falta de voluntad de los ahí presentes sino por la llegada de la oscuridad de la noche y lo agreste y accidentado del terreno. El ocaso llega, la puesta del sol se acelera como reclamando que abandonemos el lugar y no interrumpamos mas el reposo de quienes ocuparan esta maravillosa ciudadela. La noche nos sorprende en lo alto de los cerros, quizá a la mitad del total a recorrerse, sin que nos permita llegar a la cúspide, de haber llegado hubiéramos disfrutado como los antiguos habitantes el estar lo más cerca del abrigo del sol o quizá lo más cerca del cobijo de la luna hasta un nuevo amanecer. Calcular el área total de una Ciudadela con las características descritas, construida entre despeñaderos en las faldas de los cerros sería quizá por ahora poco coherente. La inmensidad de la Ciudadela de las Pirkas, está aún no determinada, sin embargo, las cuatro horas de recorrido empleadas no fueron suficientes para cubrir la totalidad de su extensión; por esta vez las alturas nos ganaron. Queda entonces el desafío de una nueva visita para coronar su cumbre e identificar con mayor claridad aspectos de estudio que a simple vista pasan desapercibidos. La relevancia de este tipo de técnica constructiva radica en el empleo de piedras no labradas superpuestas (pirkas), características poco comunes halladas en la costa del Perú, las culturas asentadas cerca al litoral, generalmente utilizaron como técnica constructiva el barro y el adobe, lo que hace presumir que los hallazgos característicos encontrados, bien pudieran ser de época de mayor antigüedad a los Moche o Chimu, esto con relación a las ruinas de PAKATNAMU.
CIUDADELA DE LAS PIRKAS – GUADALUPE – PERU.
Restos históricos inconmensurablemente maravillosos que requieren un estudio prolijo para determinación de la etnia o cultura que la habitara, estudios que permitirán determinar con exactitud el tiempo de su existencia y era a la que perteneciera. Los restos arqueológicos descritos, merecen una atención privilegiada de las autoridades locales, provinciales, regionales y nacionales. Su protección y conservación debe empezar por la toma de conciencia de cada uno de nosotros. Destruir la historia es un acto de desprecio hacia las nuevas generaciones al abstraerlas de sus orígenes causándoles gravosamente falta de identidad. No podemos permitir la primacía del individualismo antes que la convivencia grupal con características y rasgos comunes propios, apuntemos a ser una comunidad más justa con nuestro pasado. Es el momento de iniciar esta cruzada de reflexión. GUADALUPE: Provinia de Pacasmayo Región La Libertad Costa Norte del Perú Altitud 92-m-s-n-m. Km.Aprox. 690 Panamericana Norte