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Ὦ ξεῖν’, ἀγγέλλειν Λακεδαιμονίοις ὅτι τῇδε

κείμεθα, τοῖς κείνων ῥήμασι πειθόμενοι

Extranjero, informa a los espartanos, que aquí


yacemos obedeciendo a sus preceptos.

Batalla de las Termópilas Batalla de las Termópilas


Parte de Guerras Médicas

Leónidas en las Termópilas, por Jacques-Louis David (1814)


Fecha 11 de agosto, 480 adC
Lugar Termópilas
Resultado Victoria pírrica del Imperio Persa

Beligerantes
Ciudades-Estado griegas Imperio Persa
Comandantes
Leónidas I, Rey de Esparta † Jerjes I, Emperador de Persia
Fuerzas en combate
300 espartanos, 700 tespios
Unos 6.000 aliados griegos. De esta fuerza inicial, el tercer día se
retiraron todos menos unos 1.000 Entre 150.000 y 400.0001
(aunque Heródoto afirma una cifra de 5.283.220 hombres
(Heródoto, VII, 186))
Bajas
300 espartanos y 700 tespios muertos, incluyendo a Leónidas I,
más entre 500 y 1.000 del resto de aliados ~ 20.000 según
estimaciones modernas

La Batalla de las Termópilas (Puertas Calientes por los manantiales


calientes que existían allí) fue un importante escenario del conflicto
entre las polis griegas, con Esparta y Atenas a la cabeza y el
Imperio Persa en el 480 adC.

Preliminares

La expansión constante de los griegos por el Mediterráneo, tanto


oriental como occidental, llevó a crear colonias en las costas de
Asia Menor. Estas colonias estaban en territorios controlados por el
Imperio Persa que siempre les concedió un elevado grado de
autonomía,2 pero los colonos helenos siempre quisieron la absoluta
libertad, se sublevaron contra el poder imperial y obtuvieron algunas
victorias iniciales, pero conocían su inferioridad ante el coloso
asiático, por lo que pidieron ayuda a los griegos continentales. Pese
a que los espartanos se negaron en un principio, los atenienses sí
los apoyaron, dando comienzo a las Guerras Médicas.

El soberano persa Jerjes I se propuso terminar con la sublevación


de los griegos asiáticos y conquistar Grecia para cortar
definitivamente los apoyos que aquellos recibían.

Ante la llegada de los persas a territorio europeo las reacciones


fueron diferentes. Atenas quería detener la invasión como fuese y
solicitó ayuda a los espartanos para luchar en la Batalla de Maratón
(septiembre del 490 adC). Sin embargo, como se ha dicho, el origen
del problema residía en las colonias griegas en Asia y Esparta no
había fundado ninguna ni tampoco las había ayudado, como se ha
indicado, por tanto los lacedemonios no se sentían implicados, tanto
es así que a la Batalla de Maratón no acudieron por estar
celebrando unos juegos sagrados.

Sin embargo, la situación cambió cuando el Gran Rey de Reyes o


Dios de Dioses, como era nombrado por los soberanos persas, se
presentó frente a la Hélade con su ejército. En ese momento, y ante
la necesidad, se unieron las distintas polis griegas que
tradicionalmente se habían enfrentado entre ellas haciendo realidad
la frase griega de:

Los hombres podrán cansarse de comer, de beber e incluso de


hacer el amor; pero no de hacer la guerra.
La primera batalla se libraría en un lugar llamado valle de las
Termópilas, un angosto desfiladero de unos 12 metros de anchura
(actualmente más de un kilómetro debido a la erosión3 ).

Allí esperó a los persas un ejército compuesto por 300 hoplitas


espartanos (a los que hay que sumar otros 600 ilotas, pues cada
espartano llevaba dos siervos a su servicio), 500 de Tegea, otros
500 de Mantinea, 120 de Orcómeno y 1.000 hoplitas del resto de
Arcadia: 400 de Corinto, 200 de Fliunte, 80 de Micenas, 700 tespios
y 400 tebanos, además de 1.000 focenses y todos los locros. Por
tanto, los lacedemonios o espartanos constituían una de las fuerzas
más pequeñas, pero debido a su reputación y a ser los únicos
soldados profesionales, los demás griegos delegaron en ellos de
forma espontánea el mando del contingente.

Según las fuentes clásicas griegas, los soldados persas


conformaban un ejército que oscilaba entre los 250.000 y el millón
de efectivos, Heródoto incluso lo eleva a varios millones de
soldados.

Los datos sobre los efectivos griegos la historiografía actual los


considera más o menos realistas y, durante muchos años, la
cantidad ofrecida por Heródoto sobre los persas no fue puesta en
duda. No obstante, a principios del siglo XX el historiador militar
Hans Delbrück calculó que la longitud de las columnas para
abastecer a una fuerza de combate millonaria sería tan larga que
los últimos carros estarían saliendo de Susa cuando los primeros
persas llegaran a las Termopilas.4 Cálculos actuales, comenta
Quesada, sitúan la cifra de persas en unos 200.000 o incluso
250.000, un ejército colosal para los medios logísticos de la época.
Se observa la desproporción de las fuerzas enfrentadas; pero lo
estrecho del paso anulaba la diferencia numérica y la formación de
falange de los helenos les concedía cierta ventaja sobre los persas,
equipados con una panoplia mucho más ligera y por tanto menos
protectora, además sus largas dory (lanzas de falange, pero no tan
largas como las sarisas) podrían ensartar a los enemigos antes
incluso de que estos pudieran tocarlos; así había sucedido en la
pequeña confrontación de la Batalla de Maratón.1 Por tanto
inicialmente la lucha no tenía por qué ser suicida.

Heródoto de Halicarnaso indica que el más valiente de los griegos


fue el espartano Dienekes, pues antes de entablarse el combate
dijo a los suyos que le habían dado buenas noticias, que le habían
dicho que los arqueros de los persas eran tantos que «sus flechas
cubrían el sol» y «volvían el día en noche» (ὡς ἐπεάν ὁι βάρβαροι
ἀπιέωσι τὰ τοξεύματα τὸν ἥλιον ὑπό τοῦ πλήθεος τῶν οῒστών
ἀποκρύπτουσι "que cuando los bárbaros disparan sus arcos,
ocultan el sol bajo la cantidad de sus flechas") y que de este modo,
si los persas les tapaban el sol, en lugar de tener que combatir bajo
él, podrían luchar a la sombra (εἰ ἀποκρυπτόντων τὣν Μήδων τὸν
ἥλιον ὑπό σκιή ἔσοιτο πρὸς αυτούς ἡ μάχη καὶ οὐκ ἐν ἡλίω) (5 ).
Dienekes, y los espartanos en general, consideraban el arco como
un arma poco honorable, ya que evadía el enfrentamiento cuerpo a
cuerpo.

Se dice que Jerjes, al toparse con los soldados griegos, pese a la


advertencia de Demarato consideró inverosímil que un ejército
griego tan pequeño fuese a plantar cara al suyo (Her. VII, 209).
Pasaron cuatro días y Jerjes, impaciente, envió un emisario
exigiendo a los griegos que entregasen sus armas inmediatamente
para no ser aniquilados. Leónidas respondió: «Ven a buscarlas tú
mismo» (Μολών Λαβέ) (literalmente "ven y cógelas"). Así dio
comienzo la batalla.

La batalla

Fila tras fila los persas se estrellaron contra las lanzas y escudos
espartanos sin que estos cedieran un centímetro. De esta forma, a
pesar de la grave desventaja numérica, Leónidas y sus hombres se
opusieron a las oleadas de soldados enemigos con un número
mínimo de bajas, mientras que las pérdidas de Jerjes —aunque
minúsculas en proporción a sus fuerzas— suponían un golpe para
la moral de sus tropas. Durante las noches, Leónidas solía decirles
a sus hombres: «Jerjes tiene muchos hombres, pero ningún
soldado».

Frustrado e impaciente, Jerjes envió al frente a sus diez mil


Inmortales, su fuerza de élite, llamados así porque cada vez que un
Inmortal caía, otro corría a reemplazarlo, manteniéndose en la
cantidad fija de diez mil hombres. Sin embargo, los resultados
fueron los mismos. Los persas morían a cientos, la moral del
ejército decaía y los griegos no mostraban signos de cansancio. La
batalla continuó de esta forma durante tres días. Fue entonces
cuando Jerjes, abatido, recibió la ayuda que necesitaba.

Efialtes y el paso alternativo

Un griego llamado Efialtes (que significa «pesadilla») ofreció


mostrarle a Jerjes un paso alternativo que rodeaba el lugar donde
estaba Leónidas para acabar con su resistencia de una vez por
todas. Sin dudarlo, Jerjes envió un importante número de sus
fuerzas por ese paso. Este paso se encontraba defendido por los
focios, pero al verse sorprendidos durante la noche por los persas,
huyeron al primer contacto, sellando de esta manera la suerte de
los defensores de las Termópilas.
El desfiladero de las Termópilas, pequeño paso que limitaba en un
extremo con el Golfo Maliaco y en otro con los montes Oeta y
Calídromo. Comunicaba Lócrida con Tesalia.

Cuando Leónidas detectó la maniobra del enemigo y se dio cuenta


de que le atacarían por dos frentes, reunió un consejo de guerra,
donde ofreció a los griegos dos opciones: podían irse por mar a
Atenas o permanecer en las Termópilas hasta el final. Es en este
punto donde Heródoto menciona su creencia de que Leónidas
permitiera la marcha de los aliados influenciado por «la consulta
previa que, a propósito de aquella guerra, realizaron los espartiatas
al Oráculo nada más estallar la misma. La respuesta que recibieron
de labios de la Pitia fue que Lacedemón sería devastada por los
bárbaros o que su rey moriría. Esa respuesta la dictó a los
lacedemonios en versos hexámetros y rezaba así»:

Mirad, habitantes de la extensa Esparta,


o bien vuestra poderosa y eximia ciudad es arrasada por los
descendientes de Perseo, o no lo es;
pero, en ese caso, la tierra de Lacedemón llorará la muerte de un
rey de la estirpe de Heracles.
Pues al invasor no lo detendrá la fuerza de los toros o de los leones,
ya que posee la fuerza de Zeus.
Proclamo, en fin, que no se detendrá hasta haber devorado a una u
otro hasta los huesos.6

Cita de Leónidas I en la batalla- Μολὼν λαβέ! (molon labe!)-Venid y


conseguidlo!

Quedaron él, los lacedemonios y algunos tebanos. Mientras el resto


de la fuerza que había decidido irse se retiraba hacia Atenas, los
300 soldados de la guardia de Leónidas y mil griegos leales (los
tespios y los de Tebas) se quedaron a presentar batalla y
resistencia hasta el final; la suerte estaba echada. Al despuntar el
alba del cuarto día, Leónidas dijo a sus hombres: «Tomad un buen
desayuno, puesto que hoy cenaremos en el Hades». Fue tal el
ímpetu con el que los espartanos lucharon que Jerjes decidió
abatirlos de lejos con sus arqueros para no seguir perdiendo
hombres. Leónidas fue alcanzado por una flecha y los últimos
espartanos murieron intentando recuperar su cuerpo para que no
cayera en manos enemigas.

Tras la derrota
La batalla duró cinco días y los persas consiguieron derrotar a los
temidos espartanos, pero éstos ya habían retrasado notablemente
el avance persa, diezmado la moral de su ejército, causando
considerables pérdidas y dando tiempo a los demás griegos para
evacuar sus ciudades y preparar la defensa.

Paso de las Termópilas. Se cree que la línea de costa en tiempos


de la batalla se encontraba donde ahora pasa la carretera, o incluso
más cerca de las montañas.

El tiempo durante el que los retuvieron fue bien utilizado para


evacuar la ciudad y reunir un gran ejército que después lograría la
victoria en Platea por tierra y en la Batalla de Salamina por mar, tras
lo cual las aspiraciones persas de dominar la Hélade quedarían
deshechas.3 No obstante, los ejércitos de Jerjes causarían serios
daños a las ciudades griegas y muchas de ellas serían quemadas y
arrasadas, como le sucedió a la propia Atenas, que fue pasto de las
llamas, incluyendo los principales templos de su Acrópolis.

Según algunos historiadores, sólo sobrevivieron dos soldados


espartanos de los que habían quedado en Las Termopilas,
Alejandro y Antígono de Esparta, quienes vieron la muerte de su rey
y tras la lluvia de flechas se escondieron bajo sus escudos para
aparentar que estaban muertos. Alejandro, más tarde, fue uno de
los mejores guerreros de Esparta, pero no se le recordó como a
otros héroes. Tras las Termópilas combatió en Platea, otra vez
contra los Persas. Allí murió, tras recibir cuatro flechas en el pecho.

La leyenda de los espartanos frente al sacrificio de los Tespias

Se cree que ningún griego logró sobrevivir; pero, quizá por el mito
espartano o por alguna otra razón, la cultura popular se ha centrado
más en el esfuerzo lacedemonio (un 5% de sus fuerzas) que en el
de los 700 hoplitas de Tespias, quienes constituían casi el 100% de
los hombres útiles. Un ejemplo de este ostracismo popular puede
ser la película 300, basada en la novela gráfica del mismo título, en
la cual ni siquiera se menciona que los tespias eran la mayoría de
las fuerzas ni que también lucharon hasta el fin.
Esta abnegación resulta aún más sobresaliente si tenemos en
cuenta el carácter no militarista de su sociedad. En la idiosincrasia
espartana rendirse o huir ante el enemigo resultaba una de las
mayores bajezas que un ciudadano podía cometer, tanto es así que
las madres lacedemonias decían a sus hijos al entregarles su gran
escudo hoplos "vuelve con él o sobre él" eufemismo para decir que
victorioso o muerto pero no sin él por haberlo tirado para correr más
ligero; los espartanos que lo hacían sufrían un desprecio y
abandono terrible; cosa que no les sucedería a los Tespias y pese a
todo se quedaron junto a Leónidas.

Un icono de la cultura occidental


El sacrificio de los griegos tuvo amplias repercusiones en la Grecia
de la Antigüedad. Tal fue su fama que hasta el día de hoy es
considerado como uno de los ejemplos máximos de sacrificio ante
una tarea imposible, en la cual unos pocos valientes se opusieron a
la maquinaria de guerra más poderosa conocida, y dieron sus vidas
luchando por su tierra, su honor y su libertad. Es una de las batallas
más memorables, decisivas y célebres que presenció el mundo,
comparándosela tal vez con los Campos Cataláunicos, el sitio de
Numancia, Cannas, el Sitio de Cartagena de Indias, la Batalla de
Qadesh, o más recientemente, el Desembarco de Normandía.[cita
requerida]

La hazaña fue recordada en una lápida conmemorativa escrita por


el poeta Simónides y referida por Heródoto (VII 228), que decía
así:Ὦ ξεῖν’, ἀγγέλλειν Λακεδαιμονίοις ὅτι τῇδε
κείμεθα, τοῖς κείνων ῥήμασι πειθόμενοι Extranjero, informa a los
espartanos, que aquí
yacemos obedeciendo a sus preceptos.7

En la Segunda Guerra Mundial la propaganda nazi, a través de la


revista Signal, comparó la Batalla de Stalingrado con lo sucedido en
las Termópilas, un intento heroico de los occidentales por detener a
las hordas bárbaras. También los nazis llamaron «escuadrilla
Leónidas» a los pilotos suicidas que se lanzaban contra los puentes
para detener el avance soviético en 1945.

La batalla en el cómic
El dibujante y guionista Frank Miller creó una novela gráfica sobre la
Batalla8 tomando como referencias el relato de Heródoto y la
película El león de Esparta, entre otras fuentes, para dar luego su
visión de los hechos, mítica e idealizada, separándose
deliberadamente de ellos en aspectos como las indumentarias y
armas utilizadas.
Anteriormente a la obra de Miller, los autores argentinos Héctor
Germán Oesterheld y Alberto Breccia tratan el episodio de las
Termópilas en una de las entregas de su obra Mort Cinder, que es
considerada un clásico de la historieta mundial.

La batalla en el cine
Los trescientos espartanos (The 300 spartans, 1961), también
traducida como El león de Esparta, dirigida por Rudolf Maté.
300, estrenada en 2007 y dirigida por Zack Snyder, basada en la
obra de Frank Miller, el cómic homónimo mencionado
anteriormente.

Bibliografía

Fuentes primarias
Heródoto (1994), Historia. Obra completa: Tomo IV, Libro VII,
Polimnia, Trad. y notas de C. Schrader. Rev.: B. Cabellos Álvarez.
Biblioteca Clásica Gredos 82. Madrid: Editorial Gredos. ISBN 978-
84-249-0994-9.
Sicilia, Diodoro de (2006), Biblioteca histórica. Obra completa: Tomo
III, Libros IX-XII (Libro XI), Traducción de Juan José Torres
Esbarranch. Biblioteca Clásica Gredos 353. Madrid: Editorial
Gredos. ISBN 978-84-249-2858-2.
Heródoto & Diodoro de Sicilia (2007), La batalla de las Termópilas:
dos crónicas de la antigüedad, Reedición Heródoto: Libro VII &
Diodoro: Libro XI, Editorial Gredos. Barcelona: RBA. ISBN 978-84-
7901-122-2.

Fuentes secundarias
Bengtson, Hermann (1987), Historia de Grecia. Desde los
comienzos hasta la época imperial romana, Madrid: Editorial
Gredos. ISBN 978-84-249-1077-8.
Cartledge, Paul (2007), Termópilas, Barcelona: Editorial Ariel. ISBN
978-84-344-5229-9.
Cebrián, Juan Antonio (2001), Pasajes de la Historia. ISBN 84-
95645-41-6.
Lawler, Thomas B. (1928), Historia General del Mundo, Ginn &
Company.

Novela histórica
Pressfield, Steven (1998), Puertas de Fuego.

Notas
↑ a b Quesada, Fernando, Termópilas una derrota convertida en
victoria, nº 100 de La Aventura de la Historia, Arlanza Ediciones,
Madrid, febrero de 2007, ISSN 1579-427X
↑ Eliot, Julian, El Gran Rey - Darío I, el organizador del Imperio
Persa, nº 458 de Historia y Vida, Grupo Godó, Barcelona, enero de
2007, ISSN 0018-2354
↑ a b Enciclopedia Larouse Ilustrada
↑ Varios, Historia de la Guerra - The Times (Atlas), La esfera de los
libros, Madrid, 2006, ISBN 84-9734-505-3
↑ Heródoto de Halicarnaso, Libro VII,
http://www.ebooksbrasil.org/eLibris/nuevelibros.html, Los Nueve
Libros de la Historia Heródoto de Halicarnaso (484 A.C. - 425 A.C.),
Traducción P. Bartolomé Pou, S. J. (1727-1802), Versión para
eBook eBooksBrasil, Fuentes Digitales texto: wikisource.org Prólogo
del Traductor, Noticia sobre el Traductor y notas edición
elaleph.com, Contenido disponible bajo los términos de GNU Free
Documentation: http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html
↑ Heródoto (1994), Historia. Obra completa: Tomo IV, Libro VII,
Polimnia, 286-287, Madrid: Gredos. ISBN 978-84-249-0994-9.
↑ Una nota sobre la traducción: Ya sea de forma poética o
interpretada, el texto no debería leerse en tono imperativo, sino
como una petición de ayuda aparte de un saludo para un visitante.
Lo que se busca en la petición es que el visitante, una vez deje el
lugar, vaya y le anuncie a los espartanos que los muertos siguen
aún en las Termópilas, manteniéndose fieles hasta el fin, de
acuerdo a las órdenes de su Rey y su pueblo. No les importaba
morir a los guerreros espartanos, o que sus conciudadanos
supieran que habían muerto. Al contrario, el tono usado es que
hasta su muerte se mantuvieron fieles. Se puede traducir de
muchas formas, usando «Lacedemonia» en vez de «Esparta»,
sacrificando comprensión por literalidad.
↑ Miller, Frank, 300, Norma Editorial, Barcelona, 2006, ISBN 84-
8431-028-0

Véase también
Heródoto
Historias (Heródoto)
Historia de Grecia
Guerras Médicas
Guerra en la Antigua Grecia
Presentación en Flash de la batalla de las Termópilas (diario El
País)

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