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En otras palabras, o bien Esparta

perdería a su rey durante la batalla, o


bien sería conquistada. Ningún rey
espartano había jamás muerto en
la guerra. El mensaje fue muy
descorazonador para la polis laconia.9
La alusión a los leones hace referencia
a Leónidas, anunciando su muerte o la
desaparición de Esparta, porque Jerjes
contaba entre sus filas a Demarato, el
depuesto rey espartano. Los
sacerdotes de Delfos habrían supuesto
que los persas devolverían el trono a
Demarato después de la victoria.
Según Carlos Schrader, «es posible
que el oráculo se gestase post
eventum, ya que en las últimas
palabras del mismo puede haber una
referencia a la mutilación del cadáver
de Leónidas, que tuvo lugar tras la
batalla.»1011
Esparta decidió entonces enviar dos
heraldos elegidos entre
la aristocracia para presentarse ante
Jerjes. Según Heródoto, se trataba de
aplacar la «cólera de Taltibio», el
legendario heraldo de la Ilíada, que se
abatió sobre Esparta después de que la
ciudad matara al heraldo enviado
por Darío en 492 a. C.12 Más
prosaicamente, se trataba de buscar
una salida diplomática a la crisis.13
Jerjes se negó a pactar y ni siquiera se
molestó en reclamar «la tierra y el
agua», símbolos de la soberanía
aqueménida.
En el otoño de 481 a. C., la alianza que
la historiografía griega llama la «Liga
helénica» se reunió en el istmo de
Corinto y su dirección recayó en
Esparta.14 La ciudad laconia decidió
enviar una fuerza armada bajo el
mando del diarca Leónidas para
defender el desfiladero de
las Termópilas, a fin de retener a
los persas y dar el tiempo suficiente a
la flota griega de replegarse más allá
del estrecho que forma la isla
de Eubea con la costa de la Grecia
central. En el relato herodoteo de
la expedición, las tropas griegas
enviadas al paso de las Termópilas
sumaban en total 6000 soldados:
300 hoplitas espartiatas,
1000 tegeatas y mantineos,
600 orcomenios, 400 corintios, 200
de Fliunte, 80 micenios, 700 tespios y
400 tebanos leales.15 Frente a ellas se
encontraban 1,7 millones de persas.16
si se considera que Heródoto se
equivoca en el cálculo
de peloponesios presentes, al
mencionar 3100 hombres, dado que
también cita una inscripción que indica
4000 soldados.17 Vuelve a aparecer la
misma cifra en otro pasaje de su obra
como el número de muertos de las
Termópilas.18 En cuanto a los griegos,
otras fuentes informan que el
contingente lacedemonio constaba
también de 900 o 1000 periecos,19 sin
olvidar a los sirvientes hilotas.20
Respecto a los persas, se ha supuesto
que Heródoto confundió los términos
«quiliarquía» (1000) y «miriarquía»
(10.000), al evaluar las fuerzas diez
veces más numerosas de lo que eran.
Por lo tanto, las fuerzas persas
presentes en la batalla de las
Termópilas serían 210.000 hombres y
75.000 animales.21
Sin embargo, el equilibrio de fuerzas
era claramente favorable a los persas.
Según los espartanos, los griegos que
solicitaron su ayuda les dijeron que
ellos constituían las avanzadillas del
grueso del ejército y que «era
inminente la llegada cualquier día del
resto de los aliados»;22después de que
terminaran las fiestas Carneas y
los Juegos Olímpicos.23«Además, las
escuadras navales atenienses
y eginetas montaban guardia en el
mar».22 Para Leónidas era claramente
una misión suicida: escogió entre los
300 hoplitas, que constituían su guardia
personal, a aquellos ciudadanos que
tenían descendencia masculina. Por
consiguiente, no eran
únicamente hippeis, cuerpo de élite
compuesto por los diez primeros
grupos de edad movilizados, sino de
una mezcla de hippeis y de soldados
ordinarios.24
Después de haber tomado posiciones
en las Termópilas, los griegos
repelieron con éxito varios ataques
persas: situados en el lugar más
estrecho del desfiladero, luchaban
en filas apretadas25 y estaban bien
protegidos por sus grandes escudos.26
Transcurridos unos días, los griegos
fueron traicionados por un tal Efialtes
de Tesalia: Leónidas se encontró
rodeado por las tropas
del sátrapa Hidarnes. Heródoto refiere
que para algunos, los griegos no
consiguieron llegar a un acuerdo sobre
la actitud a tomar: algunos
abandonaron su puesto para volver a
sus ciudades respectivas, mientras que
el monarca espartano decidió
quedarse.27 Según Heródoto, Leónidas
reexpidió la mayor parte de sus tropas
para salvar sus vidas, pero juzgó
inapropiado para un espartano
abandonar su posición.
El oráculo emitido por la Pitia reforzó su
determinación.8 Mantuvo con él a los
lacedemonios,
los tebanos y tespios voluntarios.
La descripción del final de la batalla
varía según las fuentes. Para Heródoto,
Leónidas y sus hombres se situaron en
la parte más ancha del desfiladero y
lucharon hasta el último hombre: «los
griegos se batieron en retirada hacia la
zona más estrecha del paso y, después
de rebasar el muro [focense], fueron a
apostarse en la colina, excepto los
tebanos»2829nota 2 Diodoro
Sículo y Justino epitomando
a Pompeyo Trogo, mencionan un
ataque nocturno contra
el campamento persa: los griegos
sembraron el desorden en las tropas
enemigas, masacraron grandes
cantidades antes de caer, rodeados,
bajo las flechas y jabalinas persas.30
Relato muy probablemente fantasioso,
puesto que el campamento de Jerjes
distaba del de los griegos cerca de 8
kilómetros.31 Las historiadoras Christien
y Ruzé plantean la cuestión de por qué
Leónidas se quedó únicamente con los
trescientos espartiatas, los hilotas, los
tespios y los rehenes tebanos en esta
fase decisiva de la batalla,32 y mandó al
resto de los efectivos griegos a sus
casas, abocando a una muerte segura
a los que permanecían con él.
Elucubran que Heródoto insiste en la
ideología espartana de la bravura y de
la gloria, al remitir sobre este aspecto al
epitafio de los muertos espartiatas en
VII.228.33
El monarca aqueménida recorrió el
escenario de la batalla, paseó entre los
cadáveres y mandó que a Leónidas le
cortasen la cabeza y que la clavasen
en un palo. Heródoto dice que
«Léonidas, mientras aún vivía, fue la
persona con quien más se irritó el rey
Jerjes» y continúa diciendo «que de lo
contrario jamás hubiese ordenado
ultrajar su cadáver de esa manera, ya
que los persas son, que yo sepa, las
personas que más suelen honrar a los
soldados valerosos».11nota 3
En 440 a. C., el cuerpo de Leónidas fue
trasladado a Esparta, donde se le
consagró un magnífico mausoleo.
Sobre su tumba se erigió una estela,
que siglos después pudo
ver Pausanias y en la que figuraban los
nombres de los
trescientos espartiatas que murieron.34
Hoy su mausoleo luce abandonado.
Las fiestas Leonidas fueron instituidas
en su honor. Asimismo fue objeto de
un culto heroico.35

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