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UNIFICACION ESPIRITUAL DE SHABAT

Hazlo saber a los israelitas.

(Tratado de Shabat 10a)

Si limitas tu andar en Shabat

y te abstienes de atender tus propios asuntos en Mi sagrado día;

si llamas al Shabat un deleite

y al [día] sagrado de Dios 'honrado';

si lo honras al no realizar tus negocios,

al no atender tus asuntos,

ni hablar de cosas [mundanas],

entonces te deleitarás en Dios.

Yo te haré montar las alturas del mundo

y disfrutar de la heredad de tu padre Jacob,

pues la boca de Dios ha hablado.

(Isaías 58:13, 14)

DE ESTE FRAGMENTO APRENDEMOS la recompensa por observar Shabat. A quienes


honran el Shabat y se deleitan en él al máximo de sus habilidades, Dios hará "montar las
alturas del mundo y disfrutar de la heredad de tu padre Jacob". Maimónides sostiene que
ésta es la recompensa terrenal que recibimos por observar Shabat. Hay una recompensa
adicional que aguarda a la persona que observa el Shabat, en el mundo venidero.

Dios dijo a Moisés: Tengo un obsequio precioso entre Mis tesoros ocultos y su nombre es
Shabat. Ve y hazlo saber a los israelitas.

(Shabat 10a)

Este obsequio precioso, oculto, no es el Shabat en sí, pues la obligación de observar


Shabat figura expresamente en los Diez mandamientos. El obsequio, dice el Talmud, es la
recompensa por cuidar el Shabat, que recibiremos en el mundo futuro. La recompensa en
este mundo fue revelada por Isaías. La recompensa en el mundo venidero no figura en la
Biblia; es el tesoro oculto que Dios dijo a Moisés lo hiciera saber a Israel. Tener conciencia
de la recompensa que aguarda a quien observa Shabat no es un elemento secundario del
precepto sino una parte necesaria del mismo. En casi ninguna otra mitzvá se nos informa de
la recompensa por su cumplimiento, como señalaron los sabios: "Sé tan cuidadoso con una
mitzvá ligera como con una importante, pues no conoces la recompensa que se da por las
mitzvot" (Ética de los Padres 2:1). En cambio, sobre la recompensa por cuidar Shabat se
nos informa por partida doble. Este conocimiento en sí nos ayuda a alcanzar un estado más
elevado de conciencia, que potencia nuestra capacidad de sentir y apreciar Shabat.

Bien amado es el hombre pues fue creado a imagen [de Dios]. Informarle que fue creado a
imagen [de Dios], como está escrito: "A imagen de Dios Él hizo al hombre" (Génesis 9:6) es
indicativo de un amor incluso mayor. Bien amado es el pueblo de Israel, pues son llamados
hijos del Omnipresente. Informarles que son llamados hijos del Omnipresente, como está
escrito: "Hijos sois vosotros del Eterno, vuestro Dios" (Deuteronomio 14:1) es indicativo de
un amor incluso mayor.

(Ética de los Padres 3:18)

Enviar un obsequio anónimo a un amigo es ciertamente una expresión de afecto, mas


informarle sobre el origen del obsequio podría motivar al receptor del mismo a sentir afecto
por su amigo, el dador. Al informarnos que somos Sus hijos, con la capacidad para adquirir
un estado más elevado de percepción, Dios expresa Su amor y nos pide reciprocidad. Dios
anhela que Israel alcance un estado superior de conciencia. Al informarnos sobre Su amor,
Dios busca despertar esta misma emoción fuerte en nosotros.

Observamos el funcionamiento de esta misma dinámica en dos lugares distintos del servicio
diario de oraciones. Antes de recitar la plegaria del Shemá, pronunciamos una bendición
sobre el amor de Dios hacia Israel, la que empieza con "Un amor eterno nos has prodigado,
Eterno, Dios nuestro" y finaliza "Bendito eres Tú, Eterno, que elige a Su pueblo Israel con
amor", a lo cual siguen inmediatamente las palabras del Shemá:

Escucha, Israel,

el Eterno es tu Dios,

el Eterno es Uno.

Amarás al Eterno, tu Dios, con todo tu corazón,

con toda tu alma y con toda tu fuerza.


Saber que Dios nos ama infinitamente nos motiva a amarle con todo nuestro ser, hasta que
nos unimos con Él. Además, el código de la ley judía señala que, durante la repetición de la
plegaria de la Amidá, en la sección conocida como Kedushá, debemos alzar los ojos al
Cielo. La obra mística titulada Séfer Hejalot describe la respuesta de Dios:

Diles a Mis hijos que cuando Me santifican con las palabras de la Kedushá, "Santo, santo,
santo es el Señor de las Huestes", deben alzar los ojos hacia el Cielo y dejarse transportar
a las alturas en ese momento, pues no existe placer mayor para Mí en el mundo que el
momento en que alzan los ojos hacia los Míos mientras que Mis ojos están fijos sobre ellos.
En este momento... apresuro su redención.

La finalidad de la Kedushá consiste en generamos un estado de conciencia más elevada en


la que tenemos mucho más presente nuestra relación con lo Divino. Según el Séfer Hejalot,
Dios nos da a conocer Su amor por nosotros con el objeto de motivarnos a responderle de
igual forma. Poco después de recitar la Kedushá se encuentra la bendición en la que
pedimos se nos conceda sabiduría y entendimiento. Esto se refiere a una clase particular de
unificación espiritual que sólo puede darse cuando el amor entre el hombre y Dios es
recíproco.

Son varias las clases de amor que nos vinculan con el Creador, incluyendo aquél que nos
recuerda al amor de un Padre por su hijo, como reza el versículo: "Amé a Israel cuando
todavía era mozo" (Osías 11:1). Un padre ama a su hijo incluso si éste no corresponde a su
amor. Si el amor es mutuo, tampoco significa que sea exclusivo. Asimismo, el amor de un
padre por su hijo predilecto no disminuye su afecto por sus demás hijos. Hay un nivel de
amor distinto llamado da'at, conocimiento, que corresponde al estado elevado de conciencia
en el que logramos aferrarnos intensamente a Dios. En este plano perceptivo superior, los
espíritus se fusionan mutuamente hasta convertirse en uno solo. Da'at es el término bíblico
utilizado para referirse a la unión conyugal: "Y Adán conoció a Eva". También es la metáfora
utilizada en el Cantar de los Cantares para ilustrar el amor de Dios hacia Israel. Para
alcanzar la unión y el apego apasionado del vínculo conyugal, tanto el marido como la mujer
deben sentir el amor con idéntica intensidad y el amor debe ser exclusivo. Para aferrarnos a
Dios en el nivel de da'at, el amor debe ser mutuo y exclusivo; debemos concentrar en Dios
todas nuestras emociones. Nada inferior a esto puede calificarse como un apego irrestricto
a Dios. Esta es la unificación espiritual de Shabat, cuando nos "deleitamos en el Eterno".
Shabat es la señal de un pacto, un día de unificación especial entre Dios e Israel. Es el
único día de la semana en el que podemos alcanzar la intimidad absoluta con lo Divino,
dado que en Shabat Dios nos informa sobre el amor que siente por nosotros,
manifestándonos que nuestro amor es importante para Él, que Él quiere que Lo amemos y
nos brinda la oportunidad de hacerlo. "Tengo un obsequio precioso entre Mis tesoros
ocultos y su nombre es Shabat. Ve y hazlo saber a los israelitas." El vocablo hebreo
lehodi'am, informarles, proviene de la palabra da'at. Durante los seis días de la semana,
nuestra relación con el Todopoderoso se asemeja al amor entre padre e hijo. Sólo en
Shabat podemos unirnos a Dios por medio de da'at, esa luz especial que ilumina la relación
entre el Creador y "la Congregación de Israel, Su Amada del alma". Toda la semana nos
preparamos para forjar el lazo espiritual de da'at en Shabat. Al recitar diariamente el Shemá
y la Kedushá nos hace recordar el ardiente vínculo de amor que se materializa en Shabat.
Dios Mismo nos ha comunicado la recompensa para que emprendamos que la observancia
de Shabat engendra una cercanía con el Creador que no se puede lograr de ninguna otra
manera.

EL HERRERO Y LA NOVIA

Los Diez Mandamientos incluyen un "motivo" para el descanso sabático:

Recuerda el día de Shabat para santificarlo. Durante los seis días de la semana podrás
trabajar y realizar todas tus tareas, màs el sábado es Shabat para el Eterno, tu Dios. No
harás nada que constituya labor... Fue durante los seis días de la semana que Dios hizo el
cielo, la tierra, el mar.…, màs Él descansó el sábado. Por ello, Dios bendijo al Shabat y lo
santificó.

(Éxodo 20:8-11)

El precepto de cuidar Shabat se distingue de todos los demás en el Decálogo. Los otros
mandamientos, contra el asesinato y la idolatría, o que nos ordenan honrar a nuestros
padres, no fueron ordenados para enseñarnos a emular a Dios. Empero en Shabat se nos
ordena descansar porque Él lo hizo. ¿Cuál es el nexo entre nuestro descanso humano y el
Divino?

En la plegaria del Kidush que recitamos el viernes por la noche sobre una copa de vino,
decimos los siguientes versículos:

Dios bendijo el séptimo día y lo santificó, pues en él descansó de toda Su obra que Dios
creó para [que pudiera] seguir funcionando.

(Génesis 2:3)

Una lectura somera nos daría a entender que Dios terminó la obra de la Creación al sexto
día y que por ello descansó al séptimo, porque la obra estaba terminada. Sin embargo,
nuestros sabios señalan que al llegar Shabat, no toda la obra de la Creación de Dios había
finalizado y algunas partes de la misma permanecían incompletas. El Midrash compara esto
a un herrero que alza el martillo para golpear el yunque y luego se percata de que el sol se
está poniendo y se aproxima Shabat, tras lo cual apoya el martillo sin propinar golpe,
dejando su labor incompleta. Esto nos enseña que Dios interrumpió Su obra no porque ya
había terminado, sino porque había llegado Shabat. Si Dios hubiera finalizado toda Su obra
al sexto día, podría haberse conjeturado que el descanso de Dios se debió a que no había
nada más por hacer. Resulta obvio que Dios podría haber terminado toda Su labor antes de
Shabat, mas Él quiso enseñarnos que una persona nunca puede terminar todo su trabajo,
sino que debe dejarlo en suspenso, tal como hizo Dios, para poder vivir el Shabat a
plenitud.

LA LUZ OCULTA

El primer día de la Creación, cuando Dios dijo "Hágase la luz", Él creó una Luz Infinita que
impregnaba toda la Creación. Sin embargo, Dios supo que llegaría el día en que los
malvados surgirían y, preocupado de que utilizaran indebidamente esta iluminación
espiritual, Él ocultó la luz, permitiendo que sólo fuese percibida en ocasiones especiales,
tales como Shabat y las festividades, oportunidades en las que Dios Se une con la raíz
espiritual de todo Israel para generar una intensa percepción de lo Divino. Para que esta
comunión de almas sea total, ambas partes deben manifestar un compromiso mutuo. Para
que Shabat sea un día de revelación de la Luz oculta y de unión intensa con lo Divino,
ambas partes deben cesar completamente sus labores. Dios santificó el día sabático
mediante la interrupción de toda Su obra, para poder unirse a Israel en una intimidad
perfecta. A la vez, Dios pide a Israel que dejen de trabajar en Shabat tal como Él hizo. Así
como Dios dejó sin terminar Su obra creativa para unirse a Su pareja, también Israel debe
emularlo, dejando de lado toda preocupación mundana —de obra y también de
pensamiento— para poder aferrarse a Dios en una unión apasionada. Sin mediar una
separación absoluta de los asuntos materiales, no pude tener lugar ninguna unificación
espiritual. Una vez desarraigado por completo todo pensamiento en torno de necesidades
mundanas y sintamos haber alcanzado nuestras metas cotidianas, podremos alcanzar el
nivel de da'at, donde lo único que importa es la intimidad con el Creador.

EL MANÁ

El Señor bendijo el séptimo día y lo santificó.

El Midrash relata que Dios bendijo y santificó el Shabat con maná. Durante la semana, caía
suficiente maná del Cielo para satisfacer las necesidades cotidianas de cada persona. En la
víspera de Shabat, caían dos porciones, una para el viernes y la otra para Shabat. Santificar
el Shabat con maná quiere decir que en Shabat no caía maná del todo. A diferencia de los
cultivos terrenales, que crecen por su cuenta, el maná debía ser creado nuevamente cada
día. Al no hacer caer el maná en Shabat, Dios demostró que estaba dejando Su obra en
suspenso para dedicar esa jornada a cultivar Su vínculo con Israel. El maná representa el
sustento de la persona, el "pan de cada día". Una persona que quiere observar Shabat
puede preguntarse: -Pero si no trabajo, ¿cómo puedo ganarme el sustento?" Empero, el
Zohar señala que nuestro sustento para toda la semana depende precisamente de que
interrumpamos nuestras labores. Dios "bendijo y santificó el Shabat con maná". Santificar
significa retrotraerse de lo físico hacia el estado de unión interna. Cuando ingresamos en
Shabat a una unificación de almas con Dios, la Fuente de las bendiciones, entonces todos
nuestros esfuerzos durante la semana fructificarán. Como enseña el Zohar, Shabat es el
manantial de todas las bendiciones. Dios suspendió Su obra para convertir al Shabat en
fuente de bendiciones. Al interrumpir nuestras ocupaciones mundanas, nos conectamos con
Dios en Shabat para recibir Su bendición y sustento toda la semana.

UNA SEÑAL PARA TODA LA ETERNIDAD

Los hijos de Israel cuidarán el Shabat, haciendo del Shabat un pacto eterno para sus
generaciones. Es una señal para toda la eternidad entre Mí y los hijos de Israel, que en seis
días hizo Dios los cielos y la tierra, pero en el séptimo día Él dejó de trabajar y se dedicó a
lo espiritual.

(Éxodo 31:16-17)

El Rashbá explica que la "señal" es la única forma de alcanzar la cercanía con Dios. Él nos
ordenó cesar nuestras actividades en Shabat precisamente con esa finalidad. Como toda
señal, es verificable, dado que, al entregarnos totalmente a la experiencia sabática,
descubrimos que nuestra percepción de la Providencia Divina en nuestra vida cotidiana se
agudiza. Aunque carezcamos de una percepción consciente de esta unificación de almas
durante las etapas iniciales de la observancia de Shabat, con el tiempo aumentará nuestra
sensibilización hacia el nexo especial del que disponemos con Dios ese día. A un gentil que
estudia el judaísmo como antesala a su conversión y que quiere vivir el Shabat, siempre se
le pide que realice premeditadamente al menos una acción que constituya labor cada
Shabat, una profanación menor, hasta que se convierta y reciba el Shabat como señal de su
pacto con Dios. El Talmud advierte que quien observa Shabat sin haber primero recibido el
pacto pone su vida en peligro, tal como quien interfiere en la relación íntima entre un león y
su pareja. Sólo quienes forman parte del pacto pueden aspirar a la unificación de almas que
es de propiedad exclusiva de quienes observan Shabat.
LA REINA NOVIA

Ven Amado mío, al encuentro de la Novia. Demos la bienvenida al Shabat... ¡Ven, oh Novia,
oh Reina Shabat!

(Rabí Shlomó Haleví Alkabetz)

Este himno, que cantamos en la sinagoga antes de ponerse el sol en la víspera de Shabat,
se basa en la descripción talmúdica de la forma en que los sabios recibían el sagrado día:

Rabí Janina solía envolverse en su túnica y decir: "¡Venid, salgamos a recibir a la Reina
Shabat!"

Rabí Yanai solía ataviarse y decir: "¡Ven, oh Novia! ¡Ven, oh Novia!"

(Shabat 119a)

La Reina Shabat es la novia de Israel. Cada día de la semana tiene su pareja: domingo y
lunes, martes y miércoles, jueves y viernes. "Sólo yo quedo sin pareja", se quejó el Shabat
ante Dios, según dice el Midrash. "Te daré a Israel como pareja", le contestó el
Todopoderoso. Por ello, en el Kidush recitamos el versículo "Recuerdo el día de Shabat
para santificarlo". En hebreo, el verbo "santificar" también significa "desposarse": lekadesh.

Shabat llega al ponerse el sol el día viernes, mas no esperamos hasta ese preciso momento
para interrumpir nuestras labores, dado que antes debemos prepararnos para dar la
bienvenida a la Reina Novia. Debemos bañarnos, vestir nuestras mejores prendas y
suspender todo nuestro trabajo al menos 18 minutos antes de la puesta del sol. Finalmente,
antes de recibir el Shabat, debe invadirnos la sensación de que todo nuestro trabajo está
listo, para poder así entregarnos en cuerpo y alma a la comunión de almas de Shabat.
Retomando la alegoría del herrero, no nos cuesta imaginarnos que, si al levantar el martillo
hubiera divisado a su hermosa novia avanzando a su encuentro, resplandeciente en su
vestido nupcial, grande habría sido su frustración por no haber guardado su martillo más
temprano, incluso antes de finalizar su trabajo. Dios, pese a haber ocultado la luz de la
Creación para evitar su uso incorrecto, la revela en Shabat. Esta luz refulgente celaba la
unificación espiritual entre Dios y las almas de Israel, Su Amada del alma, revelando su
iridiscencia sólo merced a los límites que Dios impuso sobre Sí al interrumpir la obra de la
Creación cuando llegó la Novia, Shabat. Al aceptar sobre sí una restricción similar, los hijos
de Israel adquirieron la capacidad de recibir la señal que Dios les concedió, permitiéndoles
vivir esta intimidad con su Amado a plenitud.

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