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Apuntes de Derecho Administrativo II, curso 2021/2022


Profesor: Germán Valencia Martín

TEMA 13. EL DOMINIO PÚBLICO HIDRÁULICO (AGUAS


CONTINENTALES)

Sumario: 1. Introducción y marco normativo. 2. Bienes que integran el dominio


público hidráulico. 3. Régimen transitorio de la Ley de Aguas. 4. Titularidad y
competencias sobre el dominio público hidráulico. 5. La Administración pública del
agua. 6. La planificación hidrológica.

1. INTRODUCCIÓN Y MARCO NORMATIVO

1.1. Introducción

“Dominio público hidráulico” es la denominación que recibe


tradicionalmente en el Derecho español el dominio público que recae sobre las
aguas continentales (aguas terrestres o aguas dulces).

El dominio público hidráulico constituye uno de los ejemplos más


relevantes del llamado dominio público natural (esto es, como ya sabemos,
géneros -o subgéneros- completos de bienes formados por la naturaleza que la
ley declara íntegramente de dominio público, excluyendo así su posibilidad de
apropiación privada). En tanto que dominio público natural, la titularidad del
dominio público hidráulico (como ya nos consta, aunque luego volveremos de
nuevo sobre ello) corresponde al Estado. Y la razón de ser actual de la
demanialización de las aguas continentales, siendo como son un recurso escaso
y esencial para toda clase de actividades (abastecimiento de poblaciones,
agricultura, industria, etc.), consiste en garantizar una distribución equitativa de
este recurso a precios razonables. Ahora que ya conocemos también las distintas
modalidades de uso de los bienes de dominio público, se puede decir igualmente
que consiste en ordenar su aprovechamiento privativo consuntivo, que constituye
el uso (destino o afectación) principal de esta clase de bienes.

A lo largo de la historia, las aguas continentales siempre han sido consideradas


como bienes de dominio público (o categorías históricas equivalentes, como la
romana de las res communis omnium), pero con distinto alcance o extensión
según países y épocas históricas. En algunos momentos históricos pudo bastar
con demanializar los grandes ríos navegables o flotables, para posibilitar la libre
navegación o flotación por los mismos (usos comunes especiales). Pero España,
país parcialmente árido, ya tempranamente (con toda claridad, como veremos, en
el siglo XIX) declaró de dominio público todas las aguas continentales
superficiales (ríos grandes o pequeños), para poder ordenar desde el poder
público su aprovechamiento consuntivo; y desde la Ley de Aguas de 1985, todas
las aguas continentales, tanto superficiales como subterráneas, pues obviamente
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los consumos -las demandas- de agua son hoy muy superiores a los de épocas
pasadas.

El Preámbulo de la Ley de Aguas de 1985 explica con hermosas y certeras


palabras el porqué de la demanialización actual de todas las aguas continentales:
“El agua es un recurso natural escaso, indispensable para la vida y para el
ejercicio de la inmensa mayoría de actividades económicas; es irreemplazable, no
ampliable por la mera voluntad del hombre, irregular en su forma de presentarse
en el tiempo y en el espacio, fácilmente vulnerable y susceptible de usos
sucesivos. Asimismo el agua constituye un recurso unitario, que se renueva a
través del ciclo hidrológico y que conserva, a efectos prácticos, una magnitud casi
constante dentro de cada una de las cuencas hidrográficas del país…”.

1.2. Marco normativo

A) Antecedentes

Como acabamos de señalar, España ha sido siempre un país pionero y avanzado


en la regulación del dominio público hidráulico, precisamente por ser más árido
que nuestros vecinos europeos. Por eso merece la pena hacer una breve
referencia a algunos hitos normativos que sirven de antecedente a la legislación
actual:

(1) La primera Ley de Aguas (las leyes relativas al dominio público hidráulico se
llaman tradicionalmente en nuestro país leyes de Aguas) moderna (y en su tiempo
muy avanzada) fue la Ley de Aguas de 1866, que, como ya hemos indicado,
declaró de dominio público todas las aguas superficiales (lo que por entonces era
una novedad en el panorama comparado), y reguló con gran precisión y detalle
sus distintas modalidades de uso (de esta ley vienen las categorías de uso de los
bienes de dominio público que estudiamos en el tema anterior: comunes,
generales y especiales, privativos, etc.).

(2) La Ley de Aguas de 1866 regulaba también el dominio público marítimo-


terrestre. Pero pronto ambas temáticas se escindieron. Su sucesora, la Ley de
Aguas de 1879 se ocupó únicamente de las aguas continentales, y las costas
pasaron a regularse en la legislación de puertos (en primer término, la Ley de
puertos de 1880). La Ley de Aguas de 1879 (que recogía el contenido en materia
de aguas continentales de la de 1866) es el texto legal que estuvo vigente hasta la
Ley de Aguas de 1985.

(3) El otro hito relevante de este breve repaso histórico fue la creación de las
Confederaciones Hidrográficas (Ebro, Duero, etc.), que se produjo en la época de
la Dictadura de Primo de Rivera (años 20 del siglo XX), y que trajo consigo (lo que
también suponía una novedad en el panorama comparado por aquel entonces) la
opción por la gestión pública unitaria del agua por cuencas hidrográficas
completas (una cuenca hidrográfica es, dicho simplificadamente, la que forma un
río principal –Ebro, Duero, etc.- y todos sus afluentes), que es la manera más
racional y sensata de gestionar el agua (es decir, de ordenar el reparto de los
caudales).
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B) Legislación actual

La Ley de Aguas vigente, que vino a sustituir a la de 1879, es la Ley de


Aguas de 1985 (Ley 29/1985, de 2 de agosto, de Aguas), que fue luego objeto de
varias reformas parciales, y que rige en la actualidad como Texto Refundido de la
Ley de Aguas de 2001 (Texto Refundido de la Ley de Aguas, aprobado por Real
Decreto Legislativo 1/2001, de 20 de julio), el cual también ha sido objeto desde
entonces de algunas modificaciones parciales.

El dominio público hidráulico es un tema que cuenta con una legislación muy
abundante y sujeta a continuas reformas de más o menos calado. El Texto
Refundido de la Ley de Aguas de 2001 es sólo la Ley de cabecera de un grupo
normativo (siempre legislación estatal) que consta de otras leyes importantes
(como la Ley del Plan Hidrológico Nacional, también de 2001) y numerosos
desarrollos reglamentarios.

La Ley de Aguas de 1985 (hoy, el Texto Refundido de la Ley de Aguas de


2001) trajo consigo tres novedades principales respecto de la legislación anterior,
que estudiaremos con más detalle en apartados posteriores:

(1) La demanialización completa de todas las aguas continentales, no sólo


las superficiales, que ya eran de dominio público, sino también las subterráneas.

(2) La distribución de competencias para la gestión del agua entre Estado y


Comunidades Autónomas [interpretando el reparto de competencias previsto a
este respecto en la Constitución (art. 149.1.22) y los Estatutos de Autonomía],
según el criterio de “cuenca hidrográfica” (competencia estatal en las cuencas
intercomunitarias, y autonómica en las cuencas intracomunitarias o internas).

(3) La previsión de una planificación sistemática previa a la asignación


(concesión) de los recursos hídricos (caudales), que hasta entonces era
excepcional, a través de los Planes Hidrológicos de Cuenca y del Plan Hidrológico
Nacional.

En materia de aguas, también tiene cierta importancia la normativa comunitaria


europea, aunque sólo en lo relativo a la gestión cualitativa del agua (conservación
de la calidad del agua -temática ambiental) y no en lo relativo a la gestión
cuantitativa del agua (distribución de caudales). La disposición de cabecera de
esta normativa comunitaria europea es la Directiva Marco del Agua de 2000, de la
que provienen figuras nuevas como las “demarcaciones hidrográficas” (que
incluyen, junto a las cuencas, las aguas costeras, esto es, las aguas marinas
hasta una milla marina de distancia, por su íntima conexión con las aguas
continentales desde una perspectiva ambiental).
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2. BIENES QUE INTEGRAN EL DOMINIO PÚBLICO HIDRÁULICO

En la actualidad integran el dominio público hidráulico los siguientes tipos


de bienes (arts. 2 y sigs. del Texto Refundido de la Ley de Aguas de 2001 -en
adelante, TRLA):

(1) En primer lugar, y fundamentalmente, todas las aguas continentales,


tanto superficiales como subterráneas.

(2) Pero el dominio público hidráulico no se compone sólo del contenido (el
agua), sino también del continente. De modo que también integran el dominio
público hidráulico: (a) los cauces o álveos de las corrientes superficiales, (b) el
lecho o fondo de los lagos, lagunas y embalses, y (c) los acuíferos (formaciones
geológicas que albergan las aguas subterráneas).

El cauce o álveo de una corriente superficial (de un río) es el terreno ocupado por
la corriente hasta donde llegan las aguas en las mayores crecidas ordinarias. Las
fajas laterales del cauce (esto es, del dominio público) situadas por encima del
nivel de aguas bajas (esto es, cubiertas unas veces por agua y otras no) se
denominan riberas (las riberas del río). Más allá del cauce se extienden los/las
márgenes de los ríos, que pueden estar ocupadas ya obviamente por terrenos de
propiedad privada, pero sobre los que pesan algunas servidumbres en las que no
vamos a detenernos ahora1.

(3) Por último, forman parte también del dominio público hidráulico las
aguas procedentes de la desalación (o desalinización) de aguas marinas.

Puede advertirse, pues, que en la actualidad en Derecho español las aguas o


bienes hidráulicos de propiedad privada son rigurosamente excepcionales.
Además de las aguas que siguen siendo de propiedad privada en aplicación del

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Una “zona de servidumbre” de cinco metros de anchura, para uso público; y una “zona de policía” de 100
metros de anchura, en la que se limitan los posibles usos del suelo.
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régimen transitorio que examinaremos a continuación (y que constituyen el


principal supuesto de aguas privadas), tan sólo son de propiedad privada: las
charcas en terrenos de propiedad privada y los cauces (también en terrenos de
propiedad privada) por los que discurran ocasionalmente aguas pluviales (arts. 5 y
10 TRLA).

3. RÉGIMEN TRANSITORIO DE LA LEY DE AGUAS

Como hemos visto en el breve repaso efectuado de la historia del Derecho


de aguas español, hasta la Ley de Aguas de 1985 las aguas subterráneas (esto
es, las extraídas a través de pozos, o las que fluyen naturalmente del subsuelo –
manantiales) podían ser objeto de apropiación privada.

Había, pues, a la entrada en vigor de la Ley de Aguas de 1985 numerosas


aguas privadas (pozos ya abiertos o manantiales ya fluyentes en terrenos de
propiedad privada) respecto de las cuales había que tomar una decisión.
Demanializarlas habría supuesto un gran coste económico (hubiera sido una
expropiación –una expropiación legislativa). Por eso, el legislador adoptó el
régimen transitorio que seguidamente vamos a explicar, basado en un derecho de
opción.

Conviene, antes, tener claro qué es lo que, con arreglo a la legislación anterior,
podía ser objeto de apropiación privada (es decir, a qué nos estamos refiriendo al
hablar de aguas privadas). No se trataba de todas las aguas existentes en el
subsuelo por debajo de cada terreno de propiedad privada (los acuíferos no
respetan, obviamente, los límites de las propiedades superficiales), ni tampoco de
las aguas ya extraídas (lo que no plantearía ningún problema transitorio, esto es,
pro futuro). Aguas privadas eran los caudales que cada propietario (de un pozo o
de un manantial) venía extrayendo (o aprovechando) a la entrada en vigor de la
Ley de Aguas (tantos m3 de agua al año) o, dicho de otra forma, el derecho a
seguir extrayendo (o aprovechando) esos determinados caudales.

La Ley de Aguas de 1985 concedió, en efecto, a los propietarios de aguas


privadas (en el sentido indicado) existentes a su entrada en vigor un derecho de
opción entre dos alternativas:

(1) La primera, transformar esas propiedades en un simple derecho de


aprovechamiento (de aguas privadas) por espacio de 50 años. Para ello debían
inscribir esos aprovechamientos en el Registro de Aguas de la Confederación
Hidrográfica correspondiente; y esta primera opción se estimulaba con los
siguientes incentivos: el primero y principal, contar con la protección
administrativa derivada de esa inscripción (frente a otros usuarios que detrajeran
del subsuelo el caudal de esos aprovechamientos), y la segunda, un derecho
preferente a obtener una concesión administrativa por el mismo caudal una vez
expirado el periodo de 50 años.

(2) La segunda alternativa era mantener su propiedad en los mismos


términos en que venían disfrutando de ella antes de la entrada en vigor de la Ley
(es decir, el derecho a seguir extrayendo esos caudales en el futuro sin límite
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temporal), pero sin poder contar entonces con la protección administrativa (la
derivada de la inscripción en el Registro de Aguas) frente a posibles usurpadores
de esos caudales.

La Ley de Aguas de 1985 dio un plazo de tres años desde su entrada en


vigor (que se produjo el 1 de enero de 1986) para que los afectados ejercitaran
ese derecho de opción, entendiendo que en caso de silencio se inclinaban por la
segunda alternativa.

Mayoritariamente, los propietarios de aguas privadas no expresaron


entonces ninguna elección, por lo que también mayoritariamente se inclinaron
(por silencio) por la segunda alternativa. Estos pozos o manantiales privados
anteriores a la entrada en vigor de la Ley de Aguas de 1985 (que no se
transformaron en derechos de aprovechamiento) continúan siendo, pues, a día de
hoy aguas privadas (el principal, por no decir el único, supuesto de aguas
privadas existentes en Derecho español).

Este régimen transitorio fue objeto de impugnación en los recursos de


inconstitucionalidad interpuestos en su día frente a la Ley de Aguas de 1985, por
supuesta vulneración del art. 33.3 CE. La Sentencia del Tribunal Constitucional
que resolvió esos recursos (la STC 227/1988, de 29 de noviembre) desestimó, no
obstante, con suma facilidad dicha impugnación. No hay expropiación, porque el
propietario puede optar, como hemos visto, por seguir siéndolo. Y tampoco se le
priva de nada por carecer en este caso de la protección administrativa del
Registro de Aguas, pues no era éste un derecho que tuviera con anterioridad.

La Ley de Aguas de 1985 también obligaba a los titulares de aguas privadas que
optasen por mantener la propiedad a que declararan los caudales que vinieran
extrayendo, para su inscripción en un apartado especial del Registro de Aguas (el
Catálogo de aguas privadas), con el fin de poder tenerlos en cuenta en los
trabajos de preparación de la planificación hidrológica. Se les dio igualmente, en
principio, un plazo de tres años desde la entrada en vigor de la Ley, pero la
mayoría no cumplieron con este deber (ni en ese plazo ni con posterioridad). Así
hasta la Ley del Plan Hidrológico Nacional de 2001 (disposición transitoria
segunda), que concedió un último plazo de tres meses con la amenaza de no
tener en consideración esos caudales (al otorgar concesiones a otros usuarios) a
menos que estuvieran reconocidos por Sentencia firme. Esta amenaza sí surtió
efecto, y la mayoría de los propietarios afectados regularizó su situación.

4. TITULARIDAD Y COMPETENCIAS SOBRE EL DOMINIO PÚBLICO


HIDRÁULICO

Como ya nos consta, el dominio público hidráulico, en tanto que dominio


público natural, es de titularidad estatal, por las razones que fueron expuestas por
la STC 227/1988, de 27 de noviembre. Pero como también sabemos, cuando se
trata del dominio público natural, una cosa es la titularidad y otra las competencias
para la gestión del mismo.

Pues bien, en relación con el agua, la Constitución (art. 149.1.22) y los


Estatutos de Autonomía reparten las competencias entre Estado y Comunidades
7

Autónomas atendiendo a un criterio territorial. La Constitución reserva al Estado


competencia exclusiva sobre las aguas que discurran por el territorio de más de
una Comunidad Autónoma (“legislación, ordenación y aprovechamiento de las
aguas cuando discurran por el territorio de más de una Comunidad Autónoma”), y
en consecuencia todas las Comunidades Autónomas han asumido competencia
(también en principio exclusiva) sobre las aguas que discurran íntegramente por
sus respectivos territorios.

Esta regla de reparto, susceptible en principio de distintas interpretaciones,


fue concretada por la Ley de Aguas de 1985 siguiendo el criterio de “cuenca
hidrográfica completa” (como ya dijimos, y simplificadamente, el territorio
abarcado por un río principal y todos sus afluentes), atribuyendo, pues, al Estado
competencia exclusiva sobre las cuencas intercomunitarias (las que discurren por
el territorio de varias Comunidades Autónomas), y a las Comunidades Autónomas
competencia sobre las cuencas intracomunitarias o internas (las que discurran
íntegramente por el territorio de cada una de ellas).

Este es el criterio de distribución competencial en la materia que sigue


vigente, pues el Tribunal Constitucional ha avalado su constitucionalidad en
distintas ocasiones (primero en la STC 227/1988, y luego en las SSTC 30 y
32/2011, de 16 y 17 de marzo, respectivamente2), y que supone en la práctica
que la gestión del agua en nuestro país (planificación hidrológica, otorgamiento de
concesiones, etc.) es mayoritariamente de competencia estatal, pues todas las
grandes cuencas hidrográficas son intercomunitarias (Ebro, Duero, Tajo,
Guadiana, Guadalquivir, Miño, Turia, Júcar, Segura, etc.).

A las Comunidades Autónomas litorales les queda, pues, la gestión (pues la


legislación de aguas también es esencialmente de competencia estatal y por tanto
la misma en toda España3) de sus respectivas cuencas internas (catalanas –Ter,
Llobregat, etc.-, andaluzas –Tinto, Odiel, etc.). Algunas Comunidades Autónomas
litorales como la valenciana ni siquiera han asumido efectivamente la gestión de
sus cuencas internas (Serpis, Algar, etc.), que siguen siendo gestionadas por el
Estado en el marco de las correspondientes Confederaciones Hidrográficas.

Resta añadir que el reparto de competencias por cuencas es sólo el principal


criterio de distribución competencial en materia de aguas, pero no el único, pues
algunas de las actividades que comporta la gestión del agua (o del dominio
público hidráulico) se rigen por otras reglas de distribución competencial. Así, por
ejemplo, las obras hidráulicas (pantanos, canales, regadíos, etc.) son de
competencia estatal cuando sean de “interés general”, y de competencia
autonómica cuando sean de “interés autonómico” (art. 149.1.24 CE y

2
La STC 227/1988, en los recursos de inconstitucionalidad interpuestos por varias Comunidades Autónomas
frente a la Ley de Aguas de 1985, dijo que, aunque en efecto el art. 149.1.22 CE pudiera admitir distintas
interpretaciones, la elegida por el legislador estatal (cuencas hidrográficas completas) era perfectamente
constitucional, pues se apoyaba en criterios “lógicos, técnicos y de experiencia”. Dando un paso más allá, las
posteriores SSTC 30 y 32/2011 han venido a decir que, por las mismas razones, el criterio de cuenca
hidrográfica completa es el único constitucionalmente admisible como criterio de distribución competencial.
3
La competencia estatal para dictar una legislación común en toda España en materia de aguas se apoya no
sólo en el art. 149.1.22 CE, sino también en otros títulos competenciales (arts. 149.1.18 y 23 CE,
fundamentalmente).
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concordantes estatutarios), o la pesca fluvial es siempre de competencia


autonómica, incluso en cuencas intercomunitarias (art. 148.1.11 CE y
concordantes estatutarios).

5. LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA DEL AGUA

De acuerdo con lo indicado en el apartado anterior, la Administración


General del Estado gestiona las aguas en las cuencas intercomunitarias y las
Administraciones autonómicas (litorales) lo hacen en sus respectivas cuencas
internas. Precisar a través de qué órganos u organismos la una y las otras llevan
a cabo esa gestión no tendría especial interés si no fuera porque en este campo
(el de la Administración del agua o Administración hidráulica) intervienen dos
clases de organismos tradicionales cuya existencia conviene conocer: las
Confederaciones Hidrográficas y las Comunidades de usuarios (sobre todo,
Comunidades de regantes).

5.1. Confederaciones Hidrográficas

Como ya señalamos en la introducción, desde los años veinte del siglo


pasado, la gestión del agua (otorgamiento de concesiones, autorizaciones de
vertido, etc.) se lleva a cabo en nuestro país por cuencas hidrográficas completas
y a través de unos organismos estatales denominados Confederaciones
Hidrográficas.

Las Confederaciones Hidrográficas (u Organismos de Cuenca) son entes


institucionales de corte clásico (Organismos Autónomos) dependientes de la
Administración General del Estado (del Ministerio con competencias en materia
de aguas, que hoy es el Ministerio con competencias en materia de medio
ambiente), creados por la ley para la gestión del agua en una o varias cuencas
indivisas de competencia estatal (intercomunitarias).

En la actualidad, hay nueve Confederaciones Hidrográficas: Cantábrico, Duero,


Ebro, Guadalquivir, Guadiana, Júcar, Miño-Sil, Segura y Tajo. Al final del texto se
adjunta un mapa explicativo.

Aun siendo organismos estatales, en sus órganos de gobierno hay


representación también de las Comunidades Autónomas (arts. 26 y sigs. TRLA).
Así, al Presidente de cada Confederación lo designa el Gobierno nacional; pero
en la Junta de Gobierno, junto con representantes de la Administración General
del Estado, hay representantes de las distintas Comunidades Autónomas
incluidas dentro de su ámbito territorial, en proporción a sus respectivas
poblaciones y territorios.

Las Confederaciones Hidrográficas se encargan de todas las tareas que


implica la gestión cotidiana de las aguas (del dominio público hidráulico) de su
competencia: elaboración de los Planes Hidrológicos de Cuenca, otorgamiento de
concesiones de caudales y otros títulos habilitantes para la utilización del dominio
público hidráulico -autorizaciones de vertido, etc.-, imposición de sanciones por
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infracciones a la legislación de aguas, etc.4. Su régimen jurídico de actuación es


el propio de los Organismos Autónomos, es decir, un régimen esencialmente de
Derecho público.

Para la gestión de las aguas de su competencia (cuencas internas) las


Comunidades Autónomas han imitado el modelo estatal, creando también
Organismos Autónomos que suelen denominar Agencias (Agencia catalana del
agua, Agencia andaluza del agua, etc.).

5.2. Comunidades de usuarios

La ley (arts. 81 y sigs. TRLA) obliga a que todos los usuarios de aguas de
una misma toma o concesión (por eje., todos los regantes que riegan sus campos
con el agua de una misma concesión) se agrupen formando una Comunidad de
usuarios (que cuando se trata de aguas para regadío se llaman Comunidades de
regantes).

Las Comunidades de usuarios constituyen un ejemplo de Corporaciones de


Derecho público, esto es, de entidades públicas no territoriales o especializadas
de base asociativa (no institucional). Se trata, pues, de entidades de Derecho
público que agrupan (forzosamente) a los interesados en una determinada
actividad (aquí, a usuarios de aguas), a las que se encomienda (en régimen de
autoadministración) el ejercicio de ciertas tareas públicas que tienen como
destinatario a sus propios componentes (reparto de los caudales de la concesión,
construcción y mantenimiento de acequias, etc.).

Como todas las Corporaciones de Derecho público, las Comunidades de


usuarios tienen un régimen de actuación mixto: público en lo relativo a su
organización y en el ejercicio de las tareas públicas encomendadas (bajo la tutela
de la Administración hidráulica correspondiente), y privado en todo lo demás. Sus
órganos de gobierno son también los típicos de una Corporación de Derecho
público (Asamblea, Presidente y Junta de Gobierno), pero como singularidad
incluyen un órgano encargado de dirimir los conflictos entre sus miembros (los
llamados, en el caso de las Comunidades de Regantes, Jurados de Riego).

Uno de ellos tiene, además, status jurisdiccional (como tribunal consuetudinario y


tradicional de los previstos en el art. 125 CE): el Tribunal de las Aguas de
Valencia, que no es sino el Jurado de Riego de la Comunidad de regantes de la
Vega del Júcar.

6. LA PLANIFICACIÓN HIDROLÓGICA

La gestión racional del agua exige una previsión de los recursos


disponibles (aguas superficiales, subterráneas, procedentes de la desalación de
aguas marinas, etc.) y de las necesidades a atender (demandas de agua para
4
Hablamos de “gestión cotidiana”, porque obviamente las decisiones principales (aprobación de planes
hidrológicos, definición de las líneas maestras de la política hidráulica, etc.) las toma el Gobierno o el
Ministerio con competencias en la materia.
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abastecimiento de poblaciones, regadíos, industria, etc.). Esta es precisamente la


tarea que cumple la planificación hidrológica, que en el pasado se daba sólo
ocasionalmente, pero que con la Ley de Aguas de 1985 se impuso ya con
carácter sistemático, a través de dos tipos de planes: los Planes Hidrológicos de
Cuenca y el Plan Hidrológico Nacional (arts. 40 y sigs. TRLA)5.

6.1. Planes Hidrológicos de Cuenca

Los Planes Hidrológicos de Cuenca tienen un cometido amplio y complejo,


que, en lo que aquí más importa, consiste esencialmente en concretar de manera
pormenorizada los recursos hídricos asignados en principio a cada una de las
necesidades o demandas de agua existentes dentro del correspondiente ámbito
territorial de planificación (por eje., las aguas del pantano X irán destinadas
prioritariamente al abastecimiento de tales o cuales poblaciones; las aguas del
acuífero Y, a los regadíos de tales o cuales zonas; etc.).

Los Planes Hidrológicos de Cuenca son elaborados (y sometidos


periódicamente a revisión) por las Administraciones hidráulicas correspondientes
(Confederaciones Hidrográficas, en el caso de cuencas intercomunitarias; y
Agencias autonómicas, en el caso de cuencas internas); y su aprobación
corresponde en todo caso al Gobierno de la nación (que en el caso de los planes
de cuencas internas implica un simple control de legalidad, no de oportunidad), y
se lleva a cabo por tanto mediante Real Decreto.

Cada Confederación Hidrográfica elabora un único Plan para todas las cuencas
incluidas en su ámbito territorial de actuación, aunque sean varias (como ocurre
en el caso de la del Júcar), salvo la del Cantábrico que elabora dos Planes
(Cantábrico occidental y oriental).

Hoy en día vamos por la cuarta generación de Planes hidrológicos de Cuenca


(aprobados por Real Decreto 1/2016, de 8 de enero).

Por imperativo de la Directiva Marco del Agua, el ámbito territorial de la


planificación hidrológica son hoy las “demarcaciones hidrográficas”, que, como ya
indicamos, incluyen junto a las cuencas las aguas costeras (una milla marina).

Los Planes Hidrológicos de Cuenca tienen valor normativo (reglamentario),


y por lo tanto vinculan los posteriores actos administrativos de otorgamiento de
caudales (concesiones).

No obstante, la simple existencia de una previsión de asignación de recursos en el


Plan no genera por sí misma derechos adquiridos, que sólo nacen a partir del
otorgamiento de las concesiones (por lo tanto, la eventual modificación de un Plan
no genera por sí sola un derecho de indemnización).

5
Adviértase de las convenciones terminológicas: los recursos son “hídricos”; las obras y el dominio público
“hidráulico”; las cuencas y demarcaciones “hidrográficas”; y la planificación y los planes “hidrológicos”.
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6.2. Plan Hidrológico Nacional

El Plan Hidrológico Nacional, como su propio nombre indica, es único y de


competencia estatal. Su aprobación (y posterior revisión) ha de hacerse por Ley
(art. 45 TRLA).

La función del Plan Hidrológico Nacional es adoptar las medidas


necesarias de coordinación entre los Planes Hidrológicos de Cuenca. Pero hay,
además, un tipo de decisión que la Ley de Aguas (art. 45 TRLA) reserva en
exclusiva al Plan Hidrológico Nacional, que es la aprobación de transferencias de
recursos hídricos entre distintos ámbitos territoriales de planificación hidrológica
(trasvases entre cuencas incluidas en distintos Planes Hidrológicos de Cuenca).

La Ley del Plan Hidrológico Nacional se aprobó en 2001 (Ley 10/2001, de 5 de


julio), e incluía la previsión del famoso y polémico trasvase del Ebro hacia las
cuencas del sureste español, que fue derogada (sin que el trasvase llegara a
hacerse) mediante una reforma de la ley llevada a cabo en 2004 (por Real
Decreto-ley 2/2004, de 18 de junio), que contempló en su lugar un refuerzo de las
plantas de desalación de agua marina para paliar el déficit hídrico de estas tierras.
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Mapa de las demarcaciones hidrográficas españolas y, a la vez, de las


nueve Confederaciones Hidrográficas estatales (en colores) y de las
Administraciones hidráulicas autonómicas (en negro)

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