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1.1. Introducción
los consumos -las demandas- de agua son hoy muy superiores a los de épocas
pasadas.
A) Antecedentes
(1) La primera Ley de Aguas (las leyes relativas al dominio público hidráulico se
llaman tradicionalmente en nuestro país leyes de Aguas) moderna (y en su tiempo
muy avanzada) fue la Ley de Aguas de 1866, que, como ya hemos indicado,
declaró de dominio público todas las aguas superficiales (lo que por entonces era
una novedad en el panorama comparado), y reguló con gran precisión y detalle
sus distintas modalidades de uso (de esta ley vienen las categorías de uso de los
bienes de dominio público que estudiamos en el tema anterior: comunes,
generales y especiales, privativos, etc.).
(3) El otro hito relevante de este breve repaso histórico fue la creación de las
Confederaciones Hidrográficas (Ebro, Duero, etc.), que se produjo en la época de
la Dictadura de Primo de Rivera (años 20 del siglo XX), y que trajo consigo (lo que
también suponía una novedad en el panorama comparado por aquel entonces) la
opción por la gestión pública unitaria del agua por cuencas hidrográficas
completas (una cuenca hidrográfica es, dicho simplificadamente, la que forma un
río principal –Ebro, Duero, etc.- y todos sus afluentes), que es la manera más
racional y sensata de gestionar el agua (es decir, de ordenar el reparto de los
caudales).
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B) Legislación actual
El dominio público hidráulico es un tema que cuenta con una legislación muy
abundante y sujeta a continuas reformas de más o menos calado. El Texto
Refundido de la Ley de Aguas de 2001 es sólo la Ley de cabecera de un grupo
normativo (siempre legislación estatal) que consta de otras leyes importantes
(como la Ley del Plan Hidrológico Nacional, también de 2001) y numerosos
desarrollos reglamentarios.
(2) Pero el dominio público hidráulico no se compone sólo del contenido (el
agua), sino también del continente. De modo que también integran el dominio
público hidráulico: (a) los cauces o álveos de las corrientes superficiales, (b) el
lecho o fondo de los lagos, lagunas y embalses, y (c) los acuíferos (formaciones
geológicas que albergan las aguas subterráneas).
El cauce o álveo de una corriente superficial (de un río) es el terreno ocupado por
la corriente hasta donde llegan las aguas en las mayores crecidas ordinarias. Las
fajas laterales del cauce (esto es, del dominio público) situadas por encima del
nivel de aguas bajas (esto es, cubiertas unas veces por agua y otras no) se
denominan riberas (las riberas del río). Más allá del cauce se extienden los/las
márgenes de los ríos, que pueden estar ocupadas ya obviamente por terrenos de
propiedad privada, pero sobre los que pesan algunas servidumbres en las que no
vamos a detenernos ahora1.
(3) Por último, forman parte también del dominio público hidráulico las
aguas procedentes de la desalación (o desalinización) de aguas marinas.
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Una “zona de servidumbre” de cinco metros de anchura, para uso público; y una “zona de policía” de 100
metros de anchura, en la que se limitan los posibles usos del suelo.
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Conviene, antes, tener claro qué es lo que, con arreglo a la legislación anterior,
podía ser objeto de apropiación privada (es decir, a qué nos estamos refiriendo al
hablar de aguas privadas). No se trataba de todas las aguas existentes en el
subsuelo por debajo de cada terreno de propiedad privada (los acuíferos no
respetan, obviamente, los límites de las propiedades superficiales), ni tampoco de
las aguas ya extraídas (lo que no plantearía ningún problema transitorio, esto es,
pro futuro). Aguas privadas eran los caudales que cada propietario (de un pozo o
de un manantial) venía extrayendo (o aprovechando) a la entrada en vigor de la
Ley de Aguas (tantos m3 de agua al año) o, dicho de otra forma, el derecho a
seguir extrayendo (o aprovechando) esos determinados caudales.
temporal), pero sin poder contar entonces con la protección administrativa (la
derivada de la inscripción en el Registro de Aguas) frente a posibles usurpadores
de esos caudales.
La Ley de Aguas de 1985 también obligaba a los titulares de aguas privadas que
optasen por mantener la propiedad a que declararan los caudales que vinieran
extrayendo, para su inscripción en un apartado especial del Registro de Aguas (el
Catálogo de aguas privadas), con el fin de poder tenerlos en cuenta en los
trabajos de preparación de la planificación hidrológica. Se les dio igualmente, en
principio, un plazo de tres años desde la entrada en vigor de la Ley, pero la
mayoría no cumplieron con este deber (ni en ese plazo ni con posterioridad). Así
hasta la Ley del Plan Hidrológico Nacional de 2001 (disposición transitoria
segunda), que concedió un último plazo de tres meses con la amenaza de no
tener en consideración esos caudales (al otorgar concesiones a otros usuarios) a
menos que estuvieran reconocidos por Sentencia firme. Esta amenaza sí surtió
efecto, y la mayoría de los propietarios afectados regularizó su situación.
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La STC 227/1988, en los recursos de inconstitucionalidad interpuestos por varias Comunidades Autónomas
frente a la Ley de Aguas de 1985, dijo que, aunque en efecto el art. 149.1.22 CE pudiera admitir distintas
interpretaciones, la elegida por el legislador estatal (cuencas hidrográficas completas) era perfectamente
constitucional, pues se apoyaba en criterios “lógicos, técnicos y de experiencia”. Dando un paso más allá, las
posteriores SSTC 30 y 32/2011 han venido a decir que, por las mismas razones, el criterio de cuenca
hidrográfica completa es el único constitucionalmente admisible como criterio de distribución competencial.
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La competencia estatal para dictar una legislación común en toda España en materia de aguas se apoya no
sólo en el art. 149.1.22 CE, sino también en otros títulos competenciales (arts. 149.1.18 y 23 CE,
fundamentalmente).
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La ley (arts. 81 y sigs. TRLA) obliga a que todos los usuarios de aguas de
una misma toma o concesión (por eje., todos los regantes que riegan sus campos
con el agua de una misma concesión) se agrupen formando una Comunidad de
usuarios (que cuando se trata de aguas para regadío se llaman Comunidades de
regantes).
6. LA PLANIFICACIÓN HIDROLÓGICA
Cada Confederación Hidrográfica elabora un único Plan para todas las cuencas
incluidas en su ámbito territorial de actuación, aunque sean varias (como ocurre
en el caso de la del Júcar), salvo la del Cantábrico que elabora dos Planes
(Cantábrico occidental y oriental).
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Adviértase de las convenciones terminológicas: los recursos son “hídricos”; las obras y el dominio público
“hidráulico”; las cuencas y demarcaciones “hidrográficas”; y la planificación y los planes “hidrológicos”.
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