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1. Antecedentes históricos.
2. El Derecho vigente.
Desde principios del pasado siglo se anunciaba una nueva Ley para sustituir a la 1879, pero
ésta no se publica hasta la Ley 29/1985, de 2 de agosto, de Aguas. Esta Ley constituye la
clave de bóveda de nuestro Derecho de Aguas, ya que la mayoría de su articulado tiene el
carácter de norma básica, si bien las sucesivas modificaciones parciales, han aconsejado la
refundición. De ahí que, en la actualidad, la norma básica y fundamental en la materia esté
constituida por el Real Decreto Legislativo 1/2001, de 20 de julio, por el que se aprueba el
texto refundido de la Ley de Aguas. Junto a ella, destaca por su trascendencia, la Ley 10/
2001, de 5 de julio, del Plan Hidrológico Nacional, modificada por el Real Decreto-ley
2/2004, de 18 de junio, que deroga el conocido como “trasvase del Ebro”.
Complementan éstas distintos Decretos que desarrollan aspectos relevantes del régimen
jurídico de este bien demanial, principalmente los que aprueban el Reglamento de Dominio
público hidráulico (RDPH), el Reglamento de la Administración Pública del Agua y de la
Planificación Hidrológica (RAPAPH), o los organismos de cuenca o el consejo del Agua, etc.
Las innovaciones fundamentales que introduce esta moderna regulación, y que merece
destacar de entrada, son, entre otras, las siguientes:
a) Impone una única calificación jurídica para todo el recurso: dominio público estatal,
eliminando el derecho a patrimonializar las aguas subterráneas.
b) Garantiza un tratamiento unitario del recurso, cualquiera que sea su origen, superficial o
subterráneo: la unidad de cuenca hidrográfica.
c) Comporta el reconocimiento por vez primera del valor ecológico del agua y su relevancia
en el medio natural (derivación de las previsiones del art. 45 CE): planificación, control de la
contaminación.
d) Da respuesta a los requerimientos que dispone la CE en torno a la distribución de
competencias entre el Estado y las CC.AA.
Trascendente resulta, en definitiva, la consideración del agua, tal y como señalaría la
Exposición de Motivos de la Ley (en su redacción de 1985), como “un recurso natural,
escaso, indispensable para la vida y la inmensa de las actividades económicas, irreemplazable,
no ampliable por la mera voluntad del hombre, irregular en sus forma de presentarse en el
tiempo y en el espacio, fácilmente vulnerable y susceptible de usos sucesivos”.
3. Principios generales o básicos para el ejercicio de las funciones públicas en materia de
aguas.
La opción demanializadora de toda la fase continental del ciclo hidrológico, incluidas las
aguas subterráneas renovables, supone considerar al agua no como un recurso reservado al
sector público, sino como un bien sujeto a un título público de intervención que lo excluye del
tráfico jurídico privado.
Conforme a la doctrina sentada en la STC 227/1988, de 29 de noviembre, la demanialidad es
la base para una regulación del uso del recurso acorde con el principio constitucional de tutela
ambiental. Teniendo en cuenta su carácter de recurso escaso y vital, la ordenación del mismo
no debe tener como primer fin salvaguardar los derechos e intereses patrimoniales
individuales sino cumplir el mandato de velar por la utilización racional del recurso y proteger
el medio ambiente. El disfrute de un medio natural de calidad, sería, por ello, una de las
necesidades colectivas cuya satisfacción legitima la inclusión de categorías genéricas de
bienes en el dominio público natural.
Sobre este punto de partida, la Ley dispone los siguientes principios rectores de la gestión en
materia de aguas:
A) Objetivos o materiales (art. 14).
a) Valoración unitaria.
Lo que comporta ejercitar las funciones atendiendo a las perspectivas conjuntas de la unidad
de gestión, el tratamiento integral y la economía del agua.
b) Configuración de la cuenca hidrográfica como unidad de gestión.
La cuenca se define como el territorio en el que las aguas confluyen al mar a través de una red
de cauces secundarios que convergen en un cauce principal único. El art.16 considera
invisible esa unidad a efectos de la gestión del recurso. Esa unidad tendrá, además, efectos en
orden al reparto de competencias entre el Estado y las CC.AA, así como de cara a la
Administración hidráulica y por último en cuanto a la planificación, como veremos.
c) Compatibilidad de aprovechamientos y protección de la naturaleza.
La gestión pública del agua debe compatibilizarse con la ordenación del territorio y la
conservación y protección del medio ambiente. A este último fin se destinan las acciones que
reclaman un tratamiento integral y la economía del agua, además de las que tienen como
finalidad controlar la degradación del recurso.
B) Competenciales y organizativos.
a) La descentralización.
Dos preceptos constitucionales: el art. 148.1.10 y el 149.1.22 inciden directamente sobre este
recurso, o si se prefiere contienen sendos títulos específicos de las CC.AA y del Estado sobre
el mismo.
El art. 149.1.22 atribuye al Estado la competencia exclusiva sobre la legislación, ordenación y
concesión de recursos y aprovechamientos hidráulicos “cuando las aguas discurran por más
de una Comunidad Autónoma”, en tanto el art.148.1.10 atribuye a las CC.AA competencias
sobre “los proyectos, construcción y explotación de los aprovechamientos hidráulicos, canales
y regadíos de interés de las CC.AA: las aguas minerales y termales”.
Pero además, el agua como objeto de regulación y gestión, se ve afectado por otros títulos de
ambos entes, conexos, pues el recurso en cuestión es base de otras muchas actividades
públicas y privadas, lo que provoca un entrecruzamiento competencial de compleja
interpretación y aplicación.
La Ley de Aguas, toma como base el art 149.1.22 y conforme al mismo distribuye las
competencias del siguiente modo:
- el Estado tiene atribuido el gobierno de las cuencas hidrográficas que excedan del ámbito
territorial de una sola Comunidad Autónoma (art.17);
- las CC.AA: el gobierno de las cuencas intraautonómicas.
Esta solución es aplicable tanto a las aguas superficiales como a las subterráneas renovables.
Hay que añadir que este sistema permite que algunas CC.AA. litorales (no las de interior)
puedan ejercer competencias legislativas y ejecutivas plenas en la materia (respetando la
legislación básica) y dotarse de una Administración hidráulica propia.
La STC 227/1988, citada ya, vendrá a confirmar estos extremos, al resolver el recurso de
inconstitucionalidad contra la misma, aun cuando declarará inconstitucionales ciertos
preceptos, otros los calificará de supletorios para la legislación autonómica, y en ciertos casos
salvará la constitucionalidad mediante una doctrina integrativa. Para el Tribunal
Constitucional:
1) las competencias específicas de aquellos preceptos hay que ponerlas en relación con otras
competencias o materias conexas e implicadas repartidas en diferentes apartados
( concesiones, medio ambiente, ordenación del territorio, etc.).
2) la demanizalización de todos los recursos hidráulicos es conforme al art. 132.2 CE y
corresponde al Estado con fundamento en los arts. 149.1 y 8 (legislación civil y condiciones
básicas de todos los españoles):
3) el criterio territorial de la cuenca hidrográfica que exceda de una Comunidad Autónoma
para el ejercicio de las competencias del Estado es plenamente constitucional, al margen de
lógica para una adecuada gestión administrativa, pero debe compatibilizarse con el criterio del
interés comunitario o autonómico;
4) la Ley, por otro lado, no regula las competencias relacionadas con el art.148.1.10, en tanto
las mismas son autonómicas. Hay que pensar, sin embargo, que ese título competencial,
habilitante para todas las CC.AA. se yuxtapone al de la cuenca hidrográfica, por lo que se
supone un límite a las facultades de regulación y gestión del Estado.
5) Otro límite a las facultades estatales lo constituyen el resto de competencias autonómicas,
como las de medio ambiente.
b) Desconcentración, coordinación y eficacia.
El TC recordará también la relevancia de la coordinación de las diferentes Administraciones
públicas para el funcionamiento armónico y eficaz del sistema de descentralización. Esa
coordinación se garantiza con la presencia de las CC.AA y de otros entes públicos en los
principales órganos de la Administración hidráulica( Consejo del Agua y Organismos de
cuenca) y a través de la elaboración y aprobación de los planes hidrológicos.
La desconcentración se cataliza a través de estos últimos organismos, que en cada cuenca
ejercitan la mayoría de las funciones estatales (unidad de gestión), en tanto se presume que
este sistema organizativo, es a su vez, el más adecuado o eficaz para la mejor tutela del bien
demanial.
c) La participación de los usuarios.
Por último, principio organizativo relevante es el de participación de los usuarios en el seno
de la Administración ad hoc así como a través de la constitución de Comunidades de
Usuarios, lo que permite que en el proceso de toma de decisiones estén representados los
distintos intereses afectados por la política hidráulica.
Este derecho de participación es cualitativamente de mayor alcance que el de información
(art.15), que permite a cualquier sujeto acceder a la misma en materia de agua,
particularmente a la relativa a vertidos y calidad de las aguas.
II. ALCANCE DEL DOMINIO PÚBLICO HIDRÁULICO.
1. Clasificación de las aguas.
Los predios o fundos privados colindantes al dominio público hidráulico se ven afectados con
diversos fines, a través de diferentes limitaciones y servidumbres legales.
a) Servidumbre de policía del dominio público.
Las propiedades de los márgenes lindantes con los cauces y lechos públicos, queda sujeta en
toda su extensión longitudinal a una servidumbre de policía de 100m. de anchura. En esta
zona se sujeta a autorización administrativa cualquier actividad o uso del suelo que pueda
afectar al DPH, degradarlo o alterar el normal régimen de las corrientes (art. 6.1b. y 96).
b) Zona de servidumbre de uso público y salvamento.
Los primeros cinco metros de anchura soportan además la servidumbre de uso público que
permita el paso para servicio de vigilancia del cauce, para pesca y para el salvamento
(art.6.1.a. y 96).
c) Servidumbre legales de escorrentía, acueducto, saca de agua y abrevadero, de estribo de
presa, de parada o partidor, y las de paso (arts. 47 y 48 en relación con los ats. 557 y
siguientes CC ).
2.2 Medidas en relación con el agotamiento del recurso.
Las medidas configuran tratamientos especiales para hacer frente a los supuestos más graves
de carestía o peligro para el mantenimiento en condiciones del recurso. En realidad suponen la
aplicación de restricciones o controles especiales de los usos del agua y de aquellas
actividades que pudieran afectarla, tratando de paliar los efectos que en esos casos pudieran
producirse tanto para los abastecimientos de agua potable como para los equilibrios
ecológicos.
Esas limitaciones afectarían en general a todos los usuarios, con independencia del título que
posean para realizar los aprovechamientos, sin que ello suponga un supuesto de expropiación
forzosa de derechos ni un caso de responsabilidad patrimonial a causa de un funcionamiento
anormal del servicio.
a) Regímenes especiales de explotación de recursos hídricos.
El organismo de cuenca puede establecer, dependiendo de la disponibilidad de los recursos
superficiales y subterráneos y de acuerdo con el art. 55, medidas dirigidas a fijar una
explotación sucesiva, simultánea o alternativa de las distintas fuentese de aprovisionamiento;
o el establecimiento de turno en el uso de agua; o limitar con carácter temporal el uso.
b) Declaración de acuífero sobreexplotado.
Se produce cuando existe una merma progresiva de las reservas acumuladas que amenaza con
el agotamiento, debido a que las extracciones son superiores al ritmo de recarga natural.
Los efectos de esta situación son graves por razones diversas: seca los manantiales y priva de
aportes a ríos y lagunas, hace descender el nivel de saturación del subsuelo, etc. La
declaración tiene como fin prevenir y a su vez reconducir la situación, al imponer una
ordenación de todas las extracciones (art. 56). El procedimiento que aquí no explicamos está
detallado en el art. 171 RDHP.
c) Medidas frente a la salinización de acuíferos.
Se entiende que un acuífero o zona está en un proceso de salinización cuando, como
consecuencia directa de las extracciones, se registre un aumento generalizado y progresivo de
concentración salina en las aguas, con peligro de convertirlas en inutilizables (art. 244
RDHP). El origen de este fenómeno es la sobreexplotación del acuífero que al reducir el
espesor de la capa de agua dulce, provoca el ascenso del agua marina.
Para proteger las aguas subterráneas frente a las intrusiones salinas, el art. 99 prevé que se
realicen acciones como la limitación de la explotación, o la redistribución espacial de las
captaciones.
d) Perímetros de protección.
Previstos con diversas finalidades (conservación y recuperación del recurso y del entorno:
humedades, etc), la actuación consiste en determinar que sobre una superficie terrestre
determinada se aplicará un régimen especial de utilización del DHP, prohibiendo actividades
que puedan constituir un peligro de contaminación o degradación (art. 97).
e) Medidas ante estados de necesidad hidrológica.
En caso de sequías extraordinarias de sobreexplotación grave de acuíferos, o en otros estados
de urgencia o situaciones excepcionales el Gobierno –o los gobiernos regionales en las
cuencas de su competencia- puede adoptar determinadas medidas para superar la crisis. El art.
58 prevé limitaciones especiales a la utilización del DHP aún cuando hubiese sido objeto de
concesión. Distintos Decretos han adoptado medidas de esta índole para zonas determinadas
de la practica totalidad de las cuencas hidrográficas estatales. En la mayoría de ellas la
aprobación del decreto lleva implícita la declaración de utilidad pública de las obras, sondeos
y estudios, a efectos de la ocupación temporal y la expropiación forzosa de bienes y derechos,
así como la de urgente necesidad de ocupación.
2.3. Tutela de la calidad de las aguas
Con el fin de obtener unos niveles de calidad de las aguas para cada tipo de uso, desde las
perspectivas técnico-sanitarias, distintas disposiciones establecen la regulación y fijan los
mecanismos de control: para aguas potables, vida piscícola, etc. en desarrollo de lo dispuesto
en la LA.
Al margen, la propia Ley y el RDHP establecen unas normas destinadas a proteger la calidad
del recurso frente a la contaminación: inmisión en el medio de sustancias y energías no
biodegradables susceptibles de efectos nocivos sanitarios, ambientales y económicos (art. 97).
Para ello, como ya hemos indicado, establece unos objetivos generales, y por otro lado unas
técnicas de control a las que vamos a referirnos ahora, basadas entre otros, en el principio
ambiental fundamental : quien contamina, paga.
a) Autorización de vertidos.
Partiendo de la prohibición general de actividades que pueden conllevar un peligro o riesgo de
contaminación de las aguas o degradación del DHP, la LA prohíbe efectuar vertidos directos o
indirectos, acumular residuos sólidos, escombros o sustancias, o realizar acciones sobre el
medio físico o biológico afecto al agua o a los perímetros de protección del acuífero (art.
100). También se pueden prohibir actividades y procesos industriales cuyo efluentes puedan
constituir un riesgo grave de contaminación (art. 103).
Cualquiera que pretenda realizar una actividad de riesgo de contaminación o degradación,
debe obtener previamente una autorización (art. 101). La misma tiene como fin ajustar los
vertidos a unos límites tolerables, y gravarlos económicamente (canon).
El procedimiento requiere un proyecto técnico que fije las instalaciones de depuración que
garanticen el tratamiento adecuado a la calidad del medio receptor: se debe realizar una
información pública y la autorización ha de concretar los límites cuantitativos y cualitativos
del vertido, que en ningún caso pueden superar los valores que reglamentariamente se
establece (art. 246 y ss RDHP).
b) Depuración.
Además de las exigencias de depuración mencionada, y de conformidad con la normativa
comunicaría, se impone el tratamiento de las aguas residuales urbanas y se impide trasladar a
otro medio receptor los residuos o lodos de depurada. En esta línea, hay normas que
incentivan la utilización de esos lodos como abono agrícola.
c) Reutilización.
Las condiciones de reutilización directa de aguas depuradas las fija el Gobierno en función de
los procesos de depuración, su calidad y usos previstos, pero salvo catástrofes y situaciones de
emergencia su uso está prohibido para el consumo humano (art. 109 LA). La reutilización
requiere asimismo concesión.
d) Conservación y restauración de humedales.
Los medios hídricos (pantanosos, humedales) son objeto de especial protección por sus
valores científicos, paisajísticos, culturales y ecológicos (ecosistemas: diversidad biológica), y
teniendo en cuenta las amenazas que sufren a consecuencia de vertidos contaminantes, obras
hidráulicas, o sobreexplotación de acuíferos.
El art. 111 define las zonas húmedas, como zonas pantanosas o encharcadizas, entre las que se
incluyen las marismas y las turberas, ya sean de aguas dulces, salobres o salinas, naturales o
artificiales.
Se sujeta a concesiones o autorización, con carácter general toda actividad que afecte a los
humedales, y se postula el fomento de la creación de éstos de forma artificial, y la
rehabilitación de los deteriorados o desaparecidos.
2.4. Régimen de infracciones y sanciones.
Los arts. 116 y 117 disponen el cuadro de infracciones administrativas calificadas por su
gravedad respecto al orden y aprovechamiento de los bienes o su trascendencia para la
seguridad de las personas o bienes y demás circunstancias propias del ámbito sancionador.
Esas infracciones son susceptibles de ser castigadas con sanciones pecuniarias de hasta 100
millones de pesetas (601.012,10 euros).
Las sanciones calificadas de leves y menos leves graves corresponde imponerlas al
Organismo de cuenca, en tanto las graves al Ministro de Medio Ambiente.
Cabe utilizar las multas coercitivas como medio de ejecución forzosa (art. 119), sin que el
importe de éstas pueda superar individualmente el 10 por 100 de la sanción máxima fijada
para la infracción cometida.
Tras la Constitución era, pues, necesario dictar una nueva legislación en materia de costas
de sentido mucho más protector. Así la legislación vigente en la materia está integrada
principalmente por la Ley de Costas de 28 de julio de 1988, y por su Reglamento de
desarrollo, aprobado por Real Decreto de 1 de diciembre de 1989, y modificado
posteriormente por Real Decreto de 18 de septiembre de 1992.
Pero la ley y el Reglamento de Costas no son las únicas disposiciones en esta materia. Entre
la legislación restante cabe destacar también la Ley de Puertos del Estado y de la Marina
Mercante, de 24 noviembre de 1992, si bien existen antecedentes históricos.
La regulación en materia de costas ha cambiado mucho con el paso del tiempo, sobre todo en
cuanto a su consideración. Así, ya en la Edad Media, las Partidas consideran público el uso de
las orillas del mar, así como el agua del mar y la arena del fondo, permitiendo la construcción
en la ribera (Partida III Y IV) . La consideración como cosa de todos, pronto cambiará, tanto
por motivos de seguridad, como por razones de utilidad económica, pasando a integrarse
como bienes del dominio público marítimo-terrestre, de propiedad del Estado en el Derecho
histórico.
No obstante, las primeras regulaciones en materia de costas fueron realizadas según las
Leyes reguladoras del Agua - ya terrestres o continentales, así Ley de Aguas de 1866, y Ley
de Aguas de 1879 que es cuando se diversifica ya el régimen jurídico, separando el dominio
público hidráulico ( objeto exclusivo de esa Ley) del marítimo terrestre. Este pasa a ser objeto
de regulación específica y sectorial (Ley de Puertos de 1889, Ley de 19 de enero de 1928, Ley
de Costas de 1969, etc.), que se mantienen en la actualidad con la legislación vigente.
Estas afectaciones, muchas de ellas agresivas al entorno medio ambiental (la disminución de
los aportes sólidos de los ríos ha ocasionado la regresión del 17 por 100 de la línea de costa,
la destrucción de dunas litorales, las extracciones abusivas de áridos, etc.), se han visto
agravadas con la acumulación de otras prácticas de degradación física de espacios de
interacción (marismas, por ejemplo), desecadas y dedicadas posteriormente a las
consolidaciones urbanísticas, y con la frecuente apropiación de porciones del dominio público
litoral, ya por haberse reconocido la propiedad particular ya por privatizaciones de hecho.
1. GENERALIDADES
En nuestro Derecho, como sabemos, los bienes de las Administraciones públicas se dividen
en dos clases: bienes de dominio público (por ejemplo: las aguas, las minas, las carreteras,
parte de los bosques o los bienes que integran el dominio público marítimo-terrestre) y bienes
patrimoniales o de dominio privado (un local del Ayuntamiento).
Los bienes de dominio público son los que están destinados a un uso o servicio público y
precisamente en razón a su destino, están sometidos a unas reglas completamente distintas de
las que se aplican a la propiedad privada. Así, a diferencia de la propiedad privada, los bienes
de dominio público son inalienables, imprescriptibles e inembargables (la Constitución en su
Art.132.1 hace referencia a estos tres rasgos característicos de los bienes de derecho público),
lo que ya sabemos qué significa. También es necesario distinguir entre bienes de dominio
público natural y bienes de dominio público artificial. Los primeros comprenden un conjunto
de categorías completas de bienes que por naturaleza están llamados a satisfacer finalidades
públicas y por esa razón se declaran en bloque como demaniales (aguas, costas, etc,.). Los
segundos, en cambio, pertenecen a categorías de bienes que de ordinario suelen estar en
manos privadas pero que singularmente considerados pueden estar a destinados a un uso o
servicio público y en tal caso ser bienes de dominio público (por ejemplo, una calle no es más
que un trozo de suelo, y el suelo normalmente es de propiedad privada, pero al estar destinado
al uso público es de dominio público).
De igual forma hay que tener presente que mientras los bienes de dominio público artificial
pueden pertenecer a distintas Administraciones públicas (estatal, autonómica y local), los
bienes de dominio público natural (y entre ellos el que conforma el dominio público
marítimo-terrestre) pertenecen exclusivamente al Estado (como ha declarado el TC al
interpretar el Art. 132.2 de la CE).
El dominio público marítimo-terrestre recibe este nombre porque incluye una serie de
categorías de bienes que se encuentran unos en la parte terrestre y otros en la parte marítima
de la costa. Los artículos 3 a 6 de la Ley de Costas determinan cuáles son estos bienes que
integran el dominio público marítimo-terrestre. Podemos distinguir dos clases: unos son los
que la Constitución menciona (recordemos el artículo 132.2, que antes hemos reproducido) y
otros, los que ha añadido el legislador al dictar la Ley de Costas.
B) "Las playas o zonas de depósito de materiales sueltos, tales como arenas, gravas y
guijarros, incluyendo escarpes, bermas, dunas tengan o no vegetación, formadas por la acción
del mar o del viento marino u otras causas naturales o artificiales".
En resumen, pues la primera porción del dominio público marítimo-terrestre es la ribera del
mar, que incluye esa zona anfibia que denominamos zona marítimo-terrestre y las playas,
incluyendo la zona de dunas.
2- " El mar territorial y las aguas interiores, con su lecho y subsuelo, definidos y regulados
por su regulación específica"
Este segundo componente del dominio público (el mar territorial y las aguas interiores) es
ya marítimo. Y la regulación específica a que hace referencia la Ley de Costas, y que
delimita el mar territorial y las aguas interiores está integrada por la Ley de 4 de enero de
1977 sobre mar territorial, el Decreto de 5 de agosto de 1977, de bases para la delimitación de
las líneas de base recta, y una serie de Tratados Internacionales.
De acuerdo con estas disposiciones, el mar territorial ocupa una extensión de doce millas
náuticas contadas a partir de las líneas de base rectas. Estas líneas de base rectas son las que
unen los puntos salientes de la costa (cabos, etc,.) señalados por el Decreto de 5 de agosto de
1977, mencionado anteriormente.
Las aguas interiores y el mar territorial son zonas de soberanía nacional a todos los efectos:
sobre la columna de agua, de lecho, el subsuelo, los recursos del mar y el espacio aéreo
suprayacente.
Esta legislación está integrada por la Ley de 20 de febrero de 1978, sobre la zona
económica exclusiva y una serie de Convenios Internacionales.
Ocurre que esta Ley sólo se aplica a la costa atlántica y cantábrica, no a la mediterránea.
En la mediterránea, España ha firmado convenios internacionales con Francia e Italia sobre
delimitación de zona económica exclusiva y la plataforma continental, con el criterio de
equidistancia de las líneas de base respectivas. Pero no hay ningún convenio al respecto con
Marruecos, por lo que en nuestra costa malagueña la zona económica exclusiva no está
delimitada.
Los Art. 4 y 5 de la Ley de Costas amplían la lista de bienes de dominio público a otros,
que forman parte del dominio público porque así lo ha querido el legislador.
Se trata de una larga lista de bienes accesorios de los anteriores. Así, entre otros: (1) los
acantilados sensiblemente verticales hasta su coronación,(2) determinadas obras del Estado,
como, por ejemplo, los faros o los puertos del Estado, y (3) las islas y los islotes que estén
formados o se formen en el mar territorial, en las aguas interiores o en los ríos hasta donde se
hagan sensibles las mareas, salvo las que fueran propiedad privada al aprobarse la Ley,
respecto de las cuales sólo serán de dominio público la zona marítimo-terrestre, las playas y
demás bienes que tienen este acuerdo con lo que ya hemos visto.
Al igual que la Ley de aguas de 1985, la Ley de Costas se tuvo que enfrentar al problema
de los derechos adquiridos con arreglo a la legislación anterior, más permisiva en cuanto a la
titularidad privada y al alcance del dominio público marítimo-terrestre. El problema derivaba
de la correcta consideración de este tipo de bienes y de su apropiabilidad o no. En este
sentido, las Partidas, siguiendo al derecho romano permitieron las edificaciones con tal de
que no se impidiese el uso público de la costa por parte de todos. La Ley de 1866 estableció
que las playas y las riberas eran de dominio público, pero admitió "la propiedad privada de
fincas colindantes o de terrenos ganados al mar". Esto no era preocupante, por contra, en un
momento en donde el uso económico y turístico del litoral no era fuerte, pero contribuyó a la
degradación u usurpación de zonas de dominio público, a lo que contribuyeron las
legislaciones de puertos. La Ley de Costas de 1969 intentó reaccionar contra todo ello al
pretender imponer la propiedad pública en toda la zona DPMT, salvo en las inscripciones
registrables de 30 años o más, lo que no prosperó.
Será la ley de Costas de 1988 la que atajará el problema, por cuanto al ampliar el DPMT
con respecto a la ley anterior tuvo que hacer frente a los enclaves de propiedad privada,
incluso reconocidos por sentencia firme, que se situaron en la nueva zona de DPMT. Para ello
el legislador jugó con una técnica similar a la de la Ley de Aguas: la conversión "ex lege" de
los derechos dominicales en concesiones administrativas, si bien no se permitió la opción de
mantener la propiedad privada "disminuida" u optar por una concesión administrativa, como
se hizo con la ley de Aguas.
Los recurrentes de la Ley de Costas, alegaron ante el TC que "la transformación del
derecho de propiedad en un derecho concesional implicó una muy singular forma de
expropiación administrativa que más bien era confiscación, con lo que se vulneró el Art. 33.3
CE que exige indemnización bastante". EL TC, en la STC 149/1991, de 4 de julio, en cambio,
admitió la constitucionalidad de la Ley, de sus Disposiciones Transitorias, fundamentalmente
en base a los siguientes argumentos:
a) el ART.33 de la CE se vulnera cuando el sacrificio de la propiedad no conlleva ningún
tipo de indemnización.
b) lo que hay que ver es si esa indemnización es. por contra, bastante o suficiente para
mantener que no ha habido una confiscación; siendo que esa indemnización la fija
directamente la Ley de Costas.
c) La Ley de Costas lo que hace es mantener prácticamente el "statu quo", pero convirtiendo
el título de propiedad en un derecho de uso y ocupación, con lo cual no hay una privación sin
indemnización.
d) la conversión del título, además, es por un plazo muy prolongado, hasta 60 años, sin pago
de canon alguno, lo cual es más que razonable.
e) a todo ello hay que añadir que aún conservando los derechos dominicales, los titulares de
enclaves en zonas DPMT estarían sujetos a las limitaciones que establece la propia Ley.
Como decíamos, en la zona que es de dominio público no puede haber terrenos de propiedad
privada, pero más allá de esa zona lógicamente comienzan los terrenos de propiedad privada.
La legislación de costas no se contenta con prohibir la apropiación privada de la zona de
dominio público, sino que, además, con distintas finalidades de interés público, impone a los
propietarios de los terrenos contiguos a la ribera del mar una serie de servidumbres o
limitaciones.
Una servidumbre, en general, es una limitación a los derechos del propietario de un terreno.
Las servidumbres pueden ser legales o voluntarias, y beneficiar a otro particular o a la
colectividad. Las servidumbres en materia de costas son servidumbres legales y en beneficio
de la colectividad.
Las servidumbres en materia de costas se cuentan a partir del límite interior (terrestre) de la
ribera del mar, y son paralelas a esta línea, salvo una que es transversal a la misma. Son las
siguientes (Art.. 20 y sigs. de la Ley de costas) (al final se adjunta un croquis de las mismas) :
1. Servidumbre de tránsito
Abarca una primera franja de 6 metros, medidos tierra adentro desde el límite interior de la
ribera del mar. Los propietarios de terrenos incluidos en esta zona deben dejarla
permanentemente expedita para el paso público peatonal y para los vehículos de vigilancia y
salvamento de costas. Es decir, en esos primeros seis metros el dueño del terreno no puede,
por ejemplo, colocar ninguna valla que impida el paso. Puede ampliarse a 20 metros en
lugares de difícil o peligroso acceso. Puede ser ocupada excepcionalmente para obras a
ejecutar en el DPMT o para la ejecución de paseos marítimos.
2. Servidumbre de protección
Alcanza los primeros 100 metros desde la línea interior de la ribera del mar, y según el Art.
23 puede ser ampliada otros 100m. En esta zona de 100 metros (que se reduce a 20 metros en
las zonas que ya sean urbanas a la entrada en vigor de la Ley, en virtud de sus disposiciones
transitorias) hay una limitación de los usos posibles de los terrenos. En primer lugar, cualquier
utilización de estos terrenos (salvo para cultivo) necesita autorización administrativa, y, en
segundo lugar, se prohíben determinadas utilizaciones, como, por ejemplo, las edificaciones
destinadas a vivienda o habitación.
Además, los primeros 20 metros de esta zona soportan una servidumbre adicional, pues en
ellos se pueden depositar temporalmente objetos o materiales arrojados por el mar y realizar
operaciones de salvamento marítimo (por eso, antiguamente se conocía como servidumbre de
salvamento), y no se pueden realizar cerramientos, salvo en las condiciones que se determinen
reglamentariamente (el Reglamento de la Ley de costas sólo autoriza cerramientos opacos de
una altura máxima de un metro).
Para aclarar lo que llevamos dicho hasta el momento con ayuda de un ejemplo, imaginemos
que se quiere construir un bloque de apartamentos en un terreno contiguo a la ribera del mar,
previamente delimitada por la Administración de acuerdo con la definición legal de la misma
( por supuesto no se puede autorizar la construcción sobre la misma playa o en zona de dunas,
pues estos terrenos son de dominio público). Los primeros 6 metros, correspondientes a la
servidumbre de transito, aun siendo propiedad privada deberán quedar libres para el paso de
cualquiera. Desde los 6 metros hasta los 20 metros (servidumbre de salvamento) se podrá
hacer ya algún cerramiento, pero no podrá ser opaco más que hasta una altura de un metro,
salvo que se empleen elementos vegetales vivos. Desde allí hasta los 100 metros (servidumbre
de protección) se podrán hacer los jardines, la piscina o incluso una cafetería, pero no el
bloque de apartamentos, que no podrá levantarse antes de los cien metros.
En general, la Ley de Costas distingue tres tipos de actividades a desarrollar por los
particulares en esta zona:
a) usos libremente permitidos (Art.24.1) como los cultivos y las plantaciones y las
instalaciones deportivas descubiertas o las obras que por su naturaleza no puedan tener otra
ubicación o presten servicios necesarios o convenientes para el uso del DPMT
No obstante esta rigidez, algunas de las actividades prohibidas del Art. 25 pueden ser
exceptuadas por el Consejo de Ministros, así como otras que se adecuen al planeamiento. Con
arreglo al Art. 29, se requiere autorización para la extracción de áridos y la autorización
previa de vertido para las licencias de obras o usos que la requieran.
Esta es la única servidumbre transversal a la ribera del mar, y tiene por finalidad garantizar
el acceso público y gratuito al mar, tanto peatonal como rodado. Sin embargo, no se trata de
una servidumbre de aplicación inmediata, sino más bien de una obligación dirigida a las
autoridades urbanísticas (Ayuntamientos y Comunidades Autónomas) de crear en las zonas
urbanas y urbanizables suficientes accesos públicos y gratuitos al mar. Según la Ley de Costas
tiene que haber en estas zonas un acceso peatonal por lo menos cada 200 metros y un acceso
rodado por lo menos cada 500.
4- Zona de influencia
Esta zona comprende los primeros 500 metros contados desde el límite interior de la ribera
del mar. Tampoco se trata de una servidumbre de aplicación inmediata. De nuevo se trata de
una obligación dirigida a las autoridades urbanísticas y con un doble contenido;
a) Crear dentro de esta zona, en los tramos de playa, suficientes aparcamientos para evitar
que se aparquen los vehículos dentro de la zona de tránsito
b) Evitar en esta zona la formación de pantallas arquitectónicas o acumulación de volúmenes
( es decir, las torres monstruosas de apartamentos hoteles). Desgraciadamente, esta obligación
no afecta a las torres ya construidas.
Los bienes de dominio público pueden ser objeto de utilización por la Administración
(como es el caso del edificio que aloja unas oficinas administrativas), pero en general están
destinados a su utilización por los particulares. Ahora bien, hay como sabemos distintas
formas de utilización de los bienes de dominio público por los particulares, sujetas cada una
de ellas a distintos requisitos.
Se suelen distinguir las siguientes formas de utilización de los bienes de dominio público en
general : usos comunes (generales y especiales) y usos privativos.
1- Usos comunes: son aquellos que no excluyen la utilización del mismo bien por otras
personas. A su vez, dentro de los usos comunes se puede distinguir entre:
a) Usos comunes generales : en los que no concurre ninguna circustancia especial, y
b) Usos comunes especiales: que son aquellos que, aunque no excluyen la utilización del bien de
dominio público por otras personas, presentan alguna circunstancias esencial de intensidad,
peligro o rentabilidad.
2- Usos privativos (u ocupaciones): que son aquellos que excluyen el aprovechamiento del
mismo bien por otras personas
La diferencia radica en que mientras los usos comunes generales son públicos, libres y
gratuitos, los usos comunes especiales y los usos privativos sólo pueden realizarse contando
con el visto bueno de la Administración (ya sea mediante una autorización o una concesión
administrativa) y normalmente no son gratuitos, sino que exigen el pago de precio a la
Administración.
La Ley de Costas sigue este esquema general relativo a las formas de utilización por los
particulares de los bienes de dominio público, y va regulando en los Art.. 31y sigs los usos
que pertenecen a cada una de estas categorías.
En primer lugar, la Ley de Costas prevé la utilización pública, libre y gratuita de los bienes
del dominio público marítimo-terrestre (en particular de las playas) para los usos comunes
generales acordes con la naturaleza de aquél. como pasear, estar, bañarse, navegar, embarcar,
y desembarcar, varar, pescar, coger plantas y mariscos y otros actos semejantes que no
requieran obras e instalaciones de ningún tipo.
Pues bien, para la realización de cualquier uso especial, además de someterse a las
reglamentaciones pertinentes, hace falta disponer de una autorización administrativa, y
además dicha utilización no es gratuita, sino que requiere el pago de un precio público.
Los usos privativos u ocupacionales son todos aquellos que requieren la ejecución de obras o
instalaciones no desmontables, y son usos privativos porque implican una utilización
excluyente de la parcela del dominio publico ocupada por las obras o instalaciones.
La ley de Costas establece una limitación general para las ocupaciones del dominio público
marítimo-terrestre, y es que sólo se podrán permitir para aquellas actividades o instalaciones
que, por su naturaleza, no puedan tener otra ubicación.
Por otro lado, la Ley de Costas distingue dos clases de ocupaciones: las ocupaciones con
instalaciones desmontables (podríamos pensar , por ejemplo, en un chiringuito de playa
fácilmente desmontable) y las ocupaciones con obras o instalaciones no desmontables (por
ejemplo, un chiringuito permanente, una instalación portuaria, una industria, etc,.)
Las primeras, como implican una ocupación menos estable del dominio público, sólo
requieren una autorización administrativa, al igual que los usos especiales. En cambio, las
segundas, requieren un título administrativo más sólido, que es el que representa la concesión
administrativa.
En resumen, pues, mientras que los usos comunes generales son libres, públicos y gratuitos,
los usos comunes especiales y las ocupaciones con instalaciones desmontables requieren una
autorización administrativa, y las ocupaciones con instalaciones no desmontables una
concesión administrativa.
Entre autorizaciones y concesiones hay algunas diferencias. Tanto unas como otras implican
el pago de un precio público, pero, por ejemplo, las autorizaciones se conceden por un plazo
más reducido, como máximo un año, que las concesiones, que pueden llegar a los 30 años, y
las autorizaciones son revocables por la Administración con más facilidad que las
concesiones.
La protección del dominio público se basa en primer lugar en las tres notas que lo
caracterizan y a las que ya hemos hecho referencia (inalienabilidad, imprescriptibilidad e
inembargabilidad) y que reitera el Art. 7 de la Ley de Costas, y que pueden resumirse en la
idea de que los bienes de dominio público no pueden ser objeto de apropiación privada. Con
respecto al dominio público que estamos estudiando, lo que esto significa en definitiva es que
en los bienes del dominio público marítimo-terrestre no puede haber zonas de propiedad
privada (por ejemplo, no puede haber playas privadas), todo lo cual se refuerza con las
previsiones de los Art.. 8 y 9.
Junto a la potestad sancionadora, para defender los bienes del dominio público frente a
posibles usurpaciones de terceros, las leyes conceden a la Administración una serie de
potestades, que le permiten reaccionar de manera expeditiva frente a dichas usurpaciones : se
trata de las potestades de deslinde y recuperación de oficio.
Como estas potestades son aplicables a toda clase de bienes de dominio público y tienen
regulación general en otras Leyes Administrativas, la Ley de Costas sólo se ocupa de las
especialidades en materia de costas. En este sentido, la Ley de Costas ha reforzado la potestad
de deslinde, para evitar que en el futuro puedan darse situaciones, como las que
desgraciadamente se dieron en el pasado, de apropiación privada del dominio público costero,
y contra las cuales sea después difícil reaccionar. Así, el deslinde practicado por la
Administración tiene acceso al Registro de la Propiedad y con base en el mismo se pueden
rectificar incluso los asientos del Registro. Por otro lado, el plazo de la acción civil para
reclamar la propiedad frente a un deslinde administrativo en materia de costas se reduce a
cinco años desde la práctica del deslinde, frente a los treinta años que es el plazo general que
marca el Código civil. Y Por último, se obliga a los Registradores de la Propiedad a que
tomen ciertas cautelas (como la petición de un informe a la Administración del Estado) antes
de proceder a la inmatriculación de fincas próximas al dominio público, para evitar que se
inscriban fincas que invadan el dominio público marítimo-terrestre.
La nueva Ley de Costas es, en general, una buena Ley. Desde luego, mucho más protectora
de nuestras costas que lo era la legislación anterior. El problema es que no se va a aplicar
sobre una costa virgen, sino sobre unas costas que ya han sufrido en las últimas décadas
numerosas agresiones, por el afán de explotar las potencialidades turísticas de nuestro país.
Por eso, mucho de los problemas existentes son ya irreversibles o, cuando menos, sólo podrán
ser corregidos a muy largo plazo. La Ley, por ejemplo, no puede ordenar el derribo inmediato
de todos los apartamentos y chalets que se han ido construyendo en estos años en plena zona
de playa o dunas, es decir, sobre terrenos que son de dominio público, porque no sería
socialmente aceptable.
Así, respecto de los enclaves de propiedad privada en terrenos de dominio público, se permite
su mantenimiento, como concesiones administrativas, durante un periodo de 60 años.
Por otro lado, las exigencias de las servidumbres de protección y de la zona de influencia
sólo son aplicables íntegramente en las zonas todavía no urbanizadas.
De acuerdo con las previsiones constitucionales de los Art.. 149.1.20 (al Estado corresponde
en exclusiva la competencia sobre los puertos de interés general), y 148.1.6 (competencia de
las CCAA en materia de puertos), la Ley 27/1992 de 24 de noviembre, únicamente concreta
los bienes e instalaciones portuarias sobre las que el Estado ostenta la titularidad y ejerce las
competencias, aunque de paso dicha Ley establece el régimen jurídico de la ocupación de los
bienes de dominio público marítimo-terrestre estatal que la construcción o ampliación de los
puertos de competencia autonómica requiera. Dicha ley ha sido objeto de modificaciones
posteriores, y en concreto hay que tener en cuenta la Ley62/1997, de 26 de diciembre, de
reforma de la Ley de puertos del Estado y la Ley 48/2003. de 26 de noviembre, de régimen
económico y de prestación de servicios de los puertos de interés general.Así, pues, solo
aludimos en este punto a los puertos estatales; no obstante, hay que destacar que determinadas
Comunidades Autonómas costeras han dictado normas propias sobre la gestión de los puertos
cuya titularidad y competencia han asumido, por ejemplo, la ley 5/1998 de puertos de
Cataluña, o la ley 14/2003, de 8 de abril, de Canarias.
Se consideran puertos marítimos los parajes de la costa más o menos abrigados, bien por la
disposición natural del terreno o bien por obras construidas al efecto, y en los cuales exista de
manera permanente y en debida forma tráfico marítimo.
Los puertos marítimos se integran por un conjunto de espacios terrestres, aguas marítimas e
instalaciones que se hallen situados en la ribera del mar o de las rías, siempre que reúnan
condiciones físicas, naturales o artificiales y de organización que permitían la realización de
operaciones de tráfico portuario y estén autorizadas por la Administración(Art.2.1 LPu).
La organización debe ser la suficiente para efectuar las operaciones de tráfico portuario en
las adecuadas condiciones. Los puertos marítimos pueden ser :
*comerciales o no y
*de interés general o no, dependiendo de sus condiciones y funciones.
Son puertos comerciales aquellos que por sus características de tráfico reúnen condiciones
técnicas, de seguridad y control administrativo para realizar las actividades portuarias (estiba,
desestiba, descarga, trasbordo, almacenamiento; etc,.).
No lo son los puertos pesqueros, los destinados a proporcionar abrigo a las embarcaciones en
caso de temporal ni los destinados a ser utilizados principalmente por embarcaciones
deportivas o de recreo (Art.3). Estos últimos son los puertos deportivos, cuya regulación y
competencia corresponde a las Comunidades Autónomas.
Son puertos de interés general los que figuran incluidos en el anexo de la Ley, clasificados
por sus actividades comerciales internacionales, por su influencia económica o servicio a
industrias estratégicas y demás criterios técnicos o geográficos ( En la provincia de Alicante,
lo son los de : Alicante y Torrevieja, y en la Comunidad Valenciana además los de Gandía,
Valencia, Sagunto, Castellon y Vinaroz).
A. Determinaciones generales
Todos los bienes portuarios (aguas marítimas, terrenos, obras e instalaciones fijos de los
puertos del Estado) son bienes de dominio público estatal.
En todos estos puertos se delimitará una zona de servicio que incluirá las superficies de tierra
y agua necesarias para la ejecución de sus actividades y los espacios que garanticen la
posibilidad de desarrollo de la actividad portuaria. Se prevén también medidas de
coordinación entre las Administraciones con competencias sobre el espacio portuario para que
se respete su uso en los planes generales y demás instrumentos de ordenación.
B. Organización portuaria
La utilización del dominio público portuario estatal (Art.92 a 125 Ley 48/2003) se rige por
las reglas generales del dominio público marítimo-terrestre, esto es, requiere la
correspondiente autorización o concesión otorgada por la Administración portuaria,
requiriéndose concesión cuando se tratare de ocupaciones que impliquen obras permanentes o
no desmontables u ocupación por más de tres años; pago de canon y el otorgamiento por la
Autoridad portuaria. La prestación de servicios portuarios puede ser realizada directamente
por la Administración o mediante gestión indirecta.
4. Otras medidas
La Ley contiene normas especiales de policía de los puertos del Estado (Art.106) y medidas
dirigidas a garantizar la actividad portuaria y la navegación (Art.. 107 a 112), así como un
detallado catálogo de infracciones y sanciones aplicables al ámbito de la marina mercante y
portuario (Art.113 a 124).
Antes de precisar el concepto y clasificación del dominio público viario, conviene precisar el
esquema de distribución de competencias constitucionales sobre esta materia, que descansa
básicamente sobre dos criterios: el interés general de la vía, y un criterio de territorialidad.
Por una parte, el art. 149.1.24 CE atribuye al Estado como competencia exclusiva las “obras
públicas de interés general o cuya realización afecta a más de una Comunidad Autónoma”; lo
que se complementa con la del apartado 21 que le atribuye asimismo el “régimen general de
comunicaciones; tráfico y circulación de vehículos a motor”, si bien este es un título
competencial autónomo.
El dominio público viario está constituido por un conjunto de vías de titularidad estatal,
autonómica y local (carreteras, caminos rurales, vecinales, calles, redes férreas…).
En el ámbito estatal el marco normativo está integrado por la Ley 37/2015 de 29 de
septiembre, de Carreteras (LCa), norma fundamental en la materia; por el Reglamento
General de Carreteras (RGC) aprobado por RD 1812/1994 de 2 de septiembre, que deroga al
de 1977, y por la Ley 8/1972 de 10 de mayo sobre construcción, conservación y explotación
de autopistas en régimen de peaje. Más recientemente debe estacarse al RD 1911/1997, de 19
de diciembre, por el que se modifica parcialmente el Reglamento General de Carreteras de
1994.
Por su parte, el art. 148.1.4 atribuye a las CC.AA la competencia sobre “obras públicas de
interés de la Comunidad en su propio territorio”, y el apartado 5 les asigna la competencia
sobre “carreteras cuyo itinerario se desarrolla íntegramente en el territorio de la Comunidad
Autónoma”. Sobre estas bases las CCAA han procedido a dictar sus propias leyes de
carreteras, en ocasiones siguiendo sin diferencias el esquema de la ley estatal (p.ej. Murcia,
Ley 9/1990), o en otras muchas peculiaridades (Ley valenciana 6/1991).
I. 2. Concepto.
A) Carreteras.
No son términos coincidentes los de carretera y vía pública. Todas las carreteras son vías
públicas, pero no todas las vías públicas son carreteras (p.ej., vías pecuarias, calles urbanas,
caminos rurales, etc).
Se conceptúan como carreteras (expresión genérica) las “vías de dominio y uso público
proyectadas y construídas fundamentalmente para la circulación de vehículos automóviles”.
los caminos privados, construidos con la finalidad análoga a los caminos de servicio
los caminos de dominio público local (caminos vecinales o rurales), algunos de los cuales
pueden formar parte de la red viaria si son aptos para el tráfico, pero no se consideran
carreteras y no están sujetos a su legislación.
las vías pecuarias, que son los lugares por donde tradicionalmente circula o ha circulado el
ganado.
Ahora bien, aquí hay que partir de que sí son carreteras los trozos de carreteras estatales que
discurran por suelo clasificado como urbano o formen parte de una red arterial, es decir,
travesías (la LCa, no obstante juega con otras definiciones en las que no entraremos, como la
de tramos urbanos, arts. 36 y ss). En esta travesía, pues, lo más destacado es que hay una
concurrencia con la legislación urbanística y la de régimen local.
En suma, dentro de la concepción doctrinal de “vía pública” puede excluirse también las
urbanas, que se excluyen del concepto normativizado de carretera, quedando reguladas por la
legislación de régimen local y la legislación del suelo. Sin embargo, sí forman parte del
sistema viario las vías urbanas que tengan la condición legal de travesía o estén incluidas en
una red arterial, lo que hace que estén sujetas a la legislación de carreteras.
La delimitación de qué sean travesías, se realiza por el órgano estatal de oficio o a instancia
del Ayuntamiento interesado, a través del oportuno expediente (art. 121 y ss. del RGC).
B) Clasificación.
Se puede establecer una doble distinción: por las características y por la titularidad de la
carretera.
a) autopistas: las proyectadas, construidas y señaladas como tales para la exclusiva circulación
de vehículos automóviles cuando reúnan estas características:
constar de distintas calzadas para cada sentido de circulación separadas entre sí.
c) vías rápidas: carreteras de una sola calzada y con limitación total de accesos a
las propiedades colindantes.
2. Por la titularidad.
La ley valenciana de carreteras de 1991, regula las vías públicas autonómicas o locales, lo que
hace que junto a la legislación estatal, se pueda establecer las siguientes clases de carreteras:
a) De titularidad estatal.
Forman la Red de Carreteras del Estado. Esas carreteras son de “interés general” y estarán
integradas en la RED del Estado cuando formen parte de itinerarios de tráfico internacional;
constituyan acceso a un puerto o aeropuerto de interés general; sirvan de acceso a los
principales pasos fronterizos o enlacen la CC.AA, soportando un tráfico de largo recorrido
(art. 4 LCa).
b) De titularidad autonómica.
Forma la Red de la Comunidad Valenciana, destinada a unir entre sí los núcleos básicos del
sistema de asentamiento, conectar con la Red de Carreteras del Estado y proporcionar accesos
a las grandes infraestructuras del sistema de transporte. Las carreteras valencianas pueden a su
vez, formar parte o no de la llamada Red Básica. Las de la Red Básica son en todo titularidad
de la Generalitat Valenciana, mientras la no básicas pueden serlo de la Administración local.
c) De titularidad local.
Forma la Red de Caminos de Dominio Público, compuesta por todas las vías de titularidad
pública no incluidas en los apartados anteriores, susceptibles de tránsito rodado. Las vías
públicas de titularidad local se regulan en la LBRL (arts. 25.1 d) y 36.2 a)) distinguiendo entre
municipales y provinciales, en función del servicio que estén llamadas a satisfacer.
A.- Uso.
La legislación de carreteras vigente, complementada en este punto por las normas reguladoras
sobre tráfico, circulación de vehículos a motor y seguridad vial partiendo del principio del uso
común y general de las vías, salvo en las exigencias inherentes a la habilitación para conducir,
establece diferentes limitaciones al régimen de utilización o uso de las mismas (limitar acceso
o circulación, control de cargas, etc).
B. Defensa.
Para garantizar el destino de estas vías, la LCa y la legislación autonómica establecen una
serie de limitaciones y servidumbres, que consisten básicamente en:
Se considera dominio público: a) los terrenos ocupados por las carreteras estatales; b) sus
elementos funcionales, es decir, toda zona permanente afecta a la conservación de la misma o
a la explotación del servicio público viario, tales como las destinadas a descanso,
estacionamiento, auxilio y atención médica de urgencia, pesaje, parada de autobuses y otros
fines auxiliares o complementarios; c) una franja de terreno de ocho metros de anchura en
autopistas y vías rápidas, y de tres metros en el resto de carreteras.
En este ámbito espacial sólo podrán realizarse obras o instalaciones previa autorización del
Ministerio de Obras Públicas (hoy de Fomento), para la prestación de un servicio público o
para la ejecución de infraestructuras.
Se articulan dos zonas de protección: la zona de servidumbre y la zona de afección, a las que
hay que unir lo que la ley denomina “línea límite de edificación”.
a) Zona de servidumbre.
Consiste en dos franjas de terreno a ambos lados de las carreteras, delimitadas interiormente
por la zona de dominio público y exteriormente por dos líneas paralelas a las aristas exteriores
de la explanación a una distancia de 25 meteros en autopistas, autovías y vías rápidas, y de 8
metros en el resto de carreteras, medidas desde las citadas aristas.
El uso o disfrute por los titulares de estos terrenos, se sujeta a esta servidumbre de derecho
público, lo que limita la disposición de las misma (obras o instalaciones que afecten la
efectividad de la servidumbre o afecten a la seguridad de la carretera), si bien pueden hacer
cultivos, sin autorización
En esta zona no podrán realizarse obras ni se permitirán más usos que aquellos que sean
compatibles con la seguridad vial, previa autorización, en cualquier caso, del Ministerio de
Fomento.
Según el art. 78 RGB, la zona de servidumbre se podrá utilizar para:
estacionamiento temporal de vehículos que no puedan circular por averías u otras causas
b) Zona de afección
Consiste en dos franjas de terreno ambos lados de las carreteras, delimitadas interiormente por
la zona de servidumbre y exteriormente por dos líneas paralelas a las aristas exteriores de la
explanación a una distancia de 100 metros en autopistas, autovías y vías rápidas, y de 50
metros en el resto de las carreteras, medidas desde las citadas aristas.
Junto a todo ello, la LCa estableció una prohibición general que en su momento fue de gran
relevancia social, se hace referencia a la prohibición de realizar publicidad en cualquier lugar
visible desde la zona de dominio público, sin que ello conllevase en ningún caso derecho a
indemnización (art. 24 LCa y 88 RGC), excluyendo los tramos urbanos de las carreteras o las
señales de información para el tráfico. Esta prescripción fue impugnada ante el TC tanto por
parecer desproporcionada como por disponer la LCa que dicha prohibición se aplicará sin
indemnizaciones, e incluso ha habido alguna decisión del TS (STS del 17 de diciembre de
1997) que resolvió la legalidad del famoso “toro de Osborne”, que en buena lógica incumple
lo previsto en el art. 24 de la Ley de carreteras del estado, lo que fue socialmente contestado
desde otros ámbitos (p. ej., declarándolo como bien protegido, monumento, bien de interés
cultural, etc). Así, esta sentencia admite dicha publicidad por cuanto “el Toro de Osborne no
es ya un símbolo publicitario para los ciudadanos, sino que se integra en el paisaje como un
elemento decorativo”, a pesar de que “legalmente la imagen entra en el concepto europeo de
publicidad encubierta o subliminal.., sobre lo cual ha de prevalecer el interés estético o
cultural que la colectividad ha atribuido a la imagen del toro”, lo que justifica su conservación
en consonancia con el art. 3.3 del Código Civil, conforme al cual “las normas se interpretarán
según la realidad social de su tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo fundamental al
espíritu y finalidad de las mismas”
La primera peculiaridad del sistema de delimitación que articula la ley valenciana consiste en
remitir, en primer término, a la planificación viaria la función de determinar las anchuras de
las distintas zonas que regula la mencionada ley: en defecto de planificación la ley establece
las distancias mínimas.
En este sentido, dispone que la zona de dominio público (art. 32) abarcará la superficie
necesaria para la calzada, arcenes, y elementos de protección medioambiental o funcionales.
Como puede observarse, se adiciona a la demanialidad los elementos necesarios de protección
ambiental, así como también se adiciona las necesarios para previsión de ampliaciones. Se
aumenta, con ello, notablemente la discrecionalidad del planificador para delimitar los bienes
de dominio público.
Las medidas mínimas que establece la ley, son: ocho metros en autopistas, cinco en autovías y
vías rápidas, y tres en las restantes carreteras que integran el sistema viario autonómico; se
opera también aquí con la noción de arista exterior de la explanación como base del cálculo
de las distancias.
En la zona de dominio público no se permite la realización de otras actividades que las
directamente relacionadas con la construcción, conservación o explotación de la vía, y previa
autorización de la Administración tutelar de la vía.
Mediante la planificación viaria se fijará una zona de protección con la amplitud que se
consideré necesaria en cada caso. En defecto de plan la amplitud será de 50 metros en
autopistas y autovías, 25 metros en vías rápidas y en las demás vías de la Red Básica, y 18
metros en el resto de las carreteras. En los terrenos clasificados como urbanos las zonas de
protección podrán venir determinadas en el planeamiento urbanístico, previo informe
vinculante de la Administración titular de la vía.
En las zonas de protección no podrán realizarse obras ni se permiten más usos que aquellos
que sean compatibles con la seguridad vial, previa autorización, en cualquier caso, de la
Administración titular de la vía.
Por último indicar que el art. 50 de la Ley valenciana establece un importante instrumento
procesal de protección del dominio público, como es la acción popular. No será, pues, preciso
acreditar legitimación alguna para denunciar las presuntas infracciones a las previsiones de la
ley, mientras que el art. 49 declara como nulos de pleno derecho determinados actos.
Son caminos públicos definidos como caminos de paso para el ganado trashumante, que en
una época tuvieron una especialísima significación y constituyeron un instrumento procesal
fundamental de la economía ganadera. Hoy, se hallan en franco retroceso, y hay que estar a la
Ley 3/1995, de 23 de marzo, de Vías Pecuarias, que es parcialmente básica, y son vías de
dominio público destinadas principalmente al tránsito de ganado, que llegan a merecer expresa
mención constitucional en el art. 149.1.23, con arreglo al cual se diseña el reparto de
competencias según el esquema “bases más desarrollo”.
A) Definición.
Según el art. 1.2 de la Ley 3/1995, “son las rutas por donde discurren o ha venido
discurriendo el tránsito ganadero”. Es decir, el fin esencial de estas vías es servir precisamente
a este tránsito, pero el legislador, consciente del desuso de algunas de estas vías permite (art.
1.3 en relación con el 16-17) otros usos compatibles o complementarios.
Con arreglo al art.2 de la Ley 3/1995, de23 de marzo las vías pecuarias “son bienes de
dominio público de las Comunidades Autónomas y, en consecuencia, inalienables,
imprescriptibles e inembargables”, por lo que, en cuanto dependencias demaniales se actúan,
siempre por las Comunidades Autonomas, las potestades de autotutela típicas de todo bien
demanial que la Ley recoge y enumera en los arts. 5 y ss. (el derecho y deber de investigar de
oficio la situación de los terrenos que se presuman pertenecen a vías pecuarias; la
clasificación; el deslinde; el amojonamiento y la desafectación).
C) En cuanto al deslinde.
La Ley de vías pecuarias sigue la brecha abierta por la Ley de Costa, en el sentido de que:
es título bastante para que las CC.AA inscriban en el Registro de la Propiedad su dominio
(vid. arts. 8.3 y 4).
Las vías pecuarias son conocidas en cada Comunidad Autónoma de muy diversa forma:
cañada, cordel, vereda, etc. y la Ley estatal las califica en función de la anchura, p.ej. cañada,
no superior a 75m; cordeles, no mayor de 37´5m y veredas, anchura no mayor de 20m. No
obstante, permite otras denominaciones tradicionales.
- usos compatibles con la finalidad de la vía (art.16) como por ejemplo el uso agrícola que no
implique ocupación, como el paso de vehículos y maquinarias, pero respetando la prioridad de
paso del ganado; las plantaciones lineal, cortavientos u ornamentales.
La ley creó, por último, la Red Nacional de Vías Pecuarias; mientras que a las CC.AA
corresponde ejecutar todas las funciones de conservación y protección de estas vías, pudiendo
disponer de normativa propia, lo que es el caso de algunas de ellas.
También tienen la condición de dominio público las vías férreas, de titularidad estatal y
adscritas a RENFE, que es una entidad de derecho público estatal, cuando forman parte de
itinerarios nacionales o están bajo el Estatuto de esa entidad; y de titularidad autonómica, en
el caso de ferrocarriles de vía estrecha o de competencia regional.
El marco normativo fundamental regulador de este demanio está constituido por la Ley
23/1973, de 21 de julio, de Minas (LM) y su reglamento de desarrollo aprobado por R.D.
2857/1978, de 25 de agosto.
2
El art. 9 Ley de montes de 2003, establece que las entidades locales tienen competencia sobre la gestión
de montes de su titularidad no incluidos en el Catálogo de montes de utilidad pública, la gestión de los
montes catalogados cuando lo establezca la ley autonómica, la disposición del rendimiento económico de
los aprovechamientos forestales de su titularidad, entre otros.
La LFV, moviéndose dentro de los parámetros que impone la definición de la antes citada ley
básica, realiza una definición técnica de monte más acorde con la Constitución y con su tiempo
cuando al concepto técnico añade también aquellos terrenos que cumplan o puedan cumplir
funciones ecológicas, paisajísticas o recreativas, incorporando por tanto los principios que el art.
45 de la Constitución establece, al tener en cuenta además de los aspectos productivistas los
medioambientales. Por otro lado, identifica monte con terreno forestal, concepto mucho más
moderno y útil por cuanto destaca el destino del terreno a que nos referimos. Con esto,
tendremos un concepto tanto geográfico-físico (descriptivo), como expansivo (por indicar lo que,
como veremos, puede convertirse en monte).
Así, según la LFV "son montes o terrenos forestales todas las superficies cubiertas de especies
arbóreas, arbustivas, de matorral o herbáceas, de origen natural o procedentes de siembra o
plantación, que cumplan o puedan cumplir funciones ecológicas, de protección, de producción,
paisajísticas o recreativas" (art. 2).
Por otra parte, acota el propio concepto tanto negativa como positivamente. Positivamente, al
indicar que "igualmente, se considerarán montes o terrenos forestales:
También delimita el concepto negativamente, porque indica la LFV que "no tendrán la
consideración legal de terrenos forestales:
a) Los suelos clasificados legalmente como urbanos o aptos para urbanizar, desde la aprobación
definitiva del Programa de Actuación Urbanística.
b) Los dedicados a siembras o plantaciones de cultivos agrícolas.
c) Las superficies destinadas al cultivo de plantas y árboles ornamentales y viveros forestales" (art.
3).
En cuanto a la clasificación, ésta reviste una importancia decisiva por cuanto va a determinar el
grado de protección a que se someterá un monte o terreno forestal, esto es, su régimen jurídico
concreto. Aquí, como no podría ser de otro modo, se va a unir al dato de la titularidad del monte
el de su protección. Así, la LFV en su art. 7 establece la siguiente clasificación:
*de dominio público -públicos
*patrimoniales -(de utilidad pública) -privados
*x(protectores)
Para que tenga la consideración de bien de domino público un terreno forestal, es precisa su
afectación a un uso o servicio público. Pero además podran ser declarados demaniales "aquellos
montes o terrenos forestales que se vinculen a la satisfacción de intereses generales y, en
concreto, a la protección y mejora de la calidad de vida y a la defensa y restauración del medio
ambiente" (art. 8.1 LFV). Estos montes, por su propia naturaleza, son "inalienables,
imprescriptibles e inembargables. La Administración titular podrá recuperar de oficio en
3
Advertir que el art. 32 de la Ley 10/1998, de 28 de diciembre, de medidas fiscales, de gestión
administrativa y financiera, y de organización de la Generalitat Valenciana, suprimió un apartado
de éste precepto por el que se consideraban montes a "Los terrenos yermos y aquellos en los que
la actividad agraria haya sido abandonada por un plazo superior a diez años, que se encuentren
situados en los límites de los montes o terrenos forestales o, sin estarlo, hayan adquirido durante
dicho período signos inequívocos de su estado forestal, o sean susceptibles de destino forestal".
cualquier momento su posesión, sin que se admitan interdictos ni procedimientos especiales en
esta materia" (art. 10 RFCV).
Realizada esta clasificación, que está anudada al concreto régimen jurídico a que ha de someterse
la propiedad forestal como luego veremos, para dotar a la misma de la necesaria seguridad
jurídica, se crean unos Registros públicos: El Catálogo de Montes de Dominio Público y de
Utilidad Pública, y el Catálogo de Montes Protectores. De ahí que nos refiramos, por ello, a
montes "catalogados" -incluidos en los Catálogos- y "no catalogados".
Se trata de "registros públicos de carácter administrativo" (art. 25.1 RFCV). La incripción en el
primero supone la presunción posesoria del titular del monte y tanto uno como otro Catálogo
"serán aprobados por Decreto del Gobierno Valenciano, así como sus modificaciones" (art. 26
RFCV).
Tal es la importancia de estos Registros, que los Registradores de la Propiedad, en cuyo término
municipal haya terrenos forestales de propiedad pública, están obligados a notificar directamente
a la Administración forestal todas las inmatriculaciones que se soliciten de fincas que no estén
inscritas a favor de persona alguna, que afecten a terrenos rústicos, al amparo del artículo 205 y
concordantes de la Ley Hipotecaria. Asimismo, los documentos para la matriculación de fincas
colindantes o enclavadas en terrenos forestales de propiedad pública habrán de hacer constar ésta
circunstancia y se acompañarán de certificación, expedida por la Administración forestal, de que
no forman parte de dichos terrenos (art. 10 LFV).
Las reclamaciones que puedan realizarse sobre la inclusión de montes en estos Catálogos que
entablen las entidades afectadas y no se refieran a cuestiones de propiedad, posesión o
cualesquiera otras de índole civil, serán de carácter administrativo. Asimismo, sólo podrá
realizarse la exclusión de estos Catálogos por Decreto del Consell, previo expediente instruido
con audiencia de la entidad propietaria o a instancia de ésta, "en el que se acredite que el monte
no reúne ya las condiciones que fueron determinantes de su inclusión" (art. 31.1 RFCV).
a) Los límites de las facultades dominicales ordinarias de la propiedad forestal son los
siguientes:
- la libre disposición por los propietarios privados para enajenar sus terrenos o los derechos reales
que sobre éstos puedan existir, se condiciona al ejercicio del derecho de tanteo y retracto a favor
de la Administración forestal.
- Se prohibe el cambio de uso de los terrenos forestales, entendiendo por tal cualquier actividad que
conlleve una alteración sustancial del suelo o de la vegetación existente, sin la debida
autorización administrativa.
- Los montes de dominio público y los catalogados como de utilidad pública o protectores no
podrán ser roturados ni destinados a usos no forestales.
- Las repoblaciones forestales se efectuarán, en todo caso, previa autorización administrativa.
- Se prohiben los aprovechamientos no previstos o superiores a los señalados, o no autorizados.
- La repoblación forestal en los montes de dominio público y en los catalogados de utilidad pública
o protectores.
- La realización de los aprovechamientos conforme a la Ley y a la Programación.
- La eliminación de los restos de talas y la lucha contra las plagas que puedan afectarle.
- La adopción de las medidas preventivas y extintivas necesarias frente a los daños catastróficos y
especialmente frente a los incendios forestales.
- Facilitar las actividades inspectoras de la Administración sobre los predios.
Planificación y gestión
En la legislación autonómica se configuran una serie de instrumentos que sirven a la Ley para
completar el concreto estatuto jurídico de la propiedad forestal. Estos instrumentos, además del
Inventario Forestal de la Comunidad Valenciana (art. 47 RFCV), son los siguientes:
Como desarrollo planificador del PGOF se prevén los PFD. Su contenido, con concretas
determinaciones para cada demarcación, es el previsto en el art. 56.2 RFCV y su elaboración
corresponde a la Dirección General competente en materia forestal de la Consellería de Medio
Ambiente, mediando audiencia a las otras Administraciones públicas así como el trámite de
información pública, debiendo aprobarse por el Conseller de territorio y vivienda.
Serán aprobados por el Director General competente en materia de montes para la gestión de los
terrenos forestales de dominio público, de utilidad pública o protectores, con audiencia de los
propietarios de los montes. También podrán aprobarse dichos Programas para otros terrenos
forestales a instancia de sus propietarios.
Los PGMF determinarán "los aprovechamientos a ejecutar, los tratamientos selvícolas de la
masa forestal y los trabajos a realizar en el monte que sean necesarios para la persistencia y
mejora de la cubierta vegetal" (art. 61.1 RFCV), debiendo revisarse cada diez años como
máximo.
Régimen de Aprovechamientos.
La Ley autonómica ofrece una definición sumamente descriptiva de lo que considera
aprovechamientos forestales. Son aprovechamientos forestales -indica- "las maderas, leñas,
cortezas, pastos, frutos, resinas, plantas aromáticas, plantas medicinales, setas y trufas, productos
apícolas y, en general, los demás productos y subproductos propios de los terrenos forestales"
(art. 30 LFV).
Con carácter general, todo aprovechamiento forestal, cualquiera que sea la naturaleza del monte,
requerirá autorización administrativa, salvo los de leñas de coníferas, en los que será suficiente
previa comunicación que, con arreglo al RFCV "deberá ser previamente comunicado por el
propietario a la Administración con una antelación de un mes, como mínimo", a su ejecución
(art. 73.3). Asimismo, queda prohibido en los terrenos forestales el descuaje y trasplante de
cualquier tipo de especie forestal, arbolada o de matorral, a no ser que ello sea consecuencia de
otros trabajos previamente autorizados por la Administración forestal (art. 72.2 RFCV).
De igual forma, en los montes de dominio público, de utilidad pública y protectores, los
aprovechamientos se efectuarán conforme a los PE debidamente aprobados, bastando en estos
supuestos la notificación previa.
En todo caso, se somete a autorización administrativa todo intento de transformar el suelo
forestal en suelo agrícola, por el nítido peligro que ello conlleva de cara a su eventual y posterior
incorporación al proceso urbanizador. Así, se indica que requerirá, en todo caso, autorización
administrativa las roturaciones de terrenos, aunque se trate de suelos aptos técnica y
económicamente para el cultivo agrícola o el establecimiento de actividades agropecuarias.
No obstante, usos que pueden catalogarse de comunes se encuentran exceptuados de
autorización o conocimiento previo de la Administración, bastando el consentimiento tácito del
propietario. Estos son: "la extracción de leñas residuales de aprovechamientos maderables o de
limpias y podas con destino a usos domésticos, la recogida consuetudinaria episódica de frutos,
plantas y setas" (art. 73.4 RFCV). Ello no obstante, podrá regularse el ejercicio de estos
aprovechamientos e incluso prohibirse totalmente cuando éste resulte gravemente perjudicial,
por su intensidad u otras causas, para la flora, la fauna o alguno de los objetivos de la Ley
forestal. A tal fin, la Consellería de Territorio y Vivienda "señalará anualmente aquellas zonas en
que sea necesaria su autorización para llevar a cabo los citados aprovechamientos" (art. 73.5
RFCV).
Aquí conviene subrayar que el uso recreativo de los montes no se considera simple uso común,
dada su inherente peligrosidad, y se establece que corresponde a la Administración forestal
regular la actividad recreativa en los montes, bajo el principio de armonización con la
conservación y protección del medio natural. De hecho, todas las autorizaciones que puedan
otorgarse y que ahora veremos podrán revocarse "por razones de prevención de incendios" (art.
98 RFCV).
Esta actividad o uso recreativo deberá, en todo caso, sujetarse a las siguientes condiciones:
- en zonas determinadas, se podrán establecer límites al tránsito de personas y vehículos.
En este sentido, establece el Reglamento que el límite de velocidad en las pistas o caminos que
discurran por terrenos forestales queda limitada a 30 Km/h (art. 91.1 RMCV). Asimismo,
dispone el art. 94 RFCV que en zonas determinadas podrá limitarse e incluso prohibirse el
tránsito de vehículos y personas, en función de su impacto negativo sobre el medio natural o de
conformidad con lo establecido en el art. 156 RFCV. Este precepto dispone que en los días y
zonas en los que el índice de peligro de incendio sea extremo, "podrá estar restringida o
suspendida la circulación de personas y vehículos por las pistas y caminos forestales".
- se prohiben las actividades motorizadas realizadas campo a través, excepto en los circuitos
autorizados al efecto.
Desde luego que de esta prohibición quedan exceptuados los vehículos y personas pertenecientes
a la Administración en función de las necesidades del servicio, así como aquellos vehículos de
servicios de urgencia, públicos o privados, cuando actúen con tal carácter (art. 92.2 RFCV).
- las acampadas deberán contar con la autorización del propietario del monte y del órgano
competente de la Administración forestal
Lo que sólo se permitirá en las zonas autorizadas para esos fines por la Consellería de Territorio
y Vivienda, siendo de obligado cumplimiento las medidas generales que para la prevención de
incendios se establecen en los arts. 136 a 160 RFCV. Todo ello se regula en el Decreto
233/1994, de 8 de noviembre, de acampadas y uso de instalaciones recreativas en los montes de
la Comunidad Valenciana, desarrollado por Orden de 2 de febrero de 1995.
- podrá prohibirse el uso de elementos o las actividades productoras de ruido
Esto siempre que puedan alterar los hábitos de la fauna silvestre, así como cualquier actividad
recreativa en los montes que influya en los mismos o que entrañe grave riesgo para la protección
y conservación del medio natural (art. 97 RFCV).
b) El aprovechamiento de pastos
De la amplia noción de aprovechamiento que realiza la LFV se excluyen los relativos a las
actividades cinegéticas, que se regularán por su legislación específica. No obstante, indica el
RFCV, "requerirá la autorización de la Consellería de Territorio y Vivienda la caza en terrenos
forestales con arbolado joven de menos de 5 años, así como la aclimatación de especies
cinegéticas. Ambas actividades se podrán denegar cuando puedan ser perjudiciales para la
regeneración del monte o impidan o dificulten gravemente los objetivos de la Ley Forestal" (art.
80).
Con arreglo al art. 50.1 LFV, corresponde a la Administración establecer "las medidas adecuadas
para vigilar y prevenir la erosión, las plagas, enfermedades, los incendios y los efectos de la
contaminación atmosférica sobre los montes, así como para contrarrestar sus efectos". Y con esa
finalidad, la Administración forestal podrá, incluso, establecer las medidas cautelares oportunas
en la zona donde se aprecie la concurrencia de tales circunstancias. Asimismo, los titulares de los
terrenos forestales afectados por altos riesgos "deberán aplicar con la máxima diligencia las
medidas fijadas por la Administración, colaborando con ella para suprimir o limitar los efectos
de los siniestros y recuperar las áreas afectadas".
Para dar paso a esa situación en una zona determinada, será precisa la declaración de alto riesgo,
que llevará a cabo la Administración forestal mediante resolución motivada.
Tales riesgos, tal y como vienen expuestos en la LFV, son los siguientes:
Dada su particular relevancia, nos centraremos en el régimen que se prevé para los incendios
forestales en orden a su prevención y reparación de los daños que ocasionen, que son ciertamente
graves como es bien sabido. De ahí que las posibilidades interventoras de la Administración se
incrementen exponencialmente.
Así, se establece que corresponde a la Administración de la Generalitat Valenciana la
"planificación, coordinación y ejecución de las medidas y acciones necesarias para la prevención
y lucha contra los incendios forestales, conjuntamente con las demás Administraciones públicas
y en colaboración con los particulares" (art. 55.1 LFV). A estos efectos, e incluidos dentro de los
PFD -desarrollo del PGOF, como sabemos- se aprobarán los planes sectoriales de prevención de
incendios, que "contendrán las previsiones necesarias respecto a las actuaciones y medios para la
prevención y extinción de incendios" (art. 55.2 LFV). Las determinaciones que debe contener
vienen fijadas en el art. 139 RFCV.
Serán aprobados por la Consellería de Territorio y Vivienda, quedando los propietarios de
terrenos forestales obligados a adoptar las medidas previstas en los mismos, así como "las
limitaciones o prohibiciones que se impongan a los posibles aprovechamientos de los mismos"
(art. 142.2 RFCV).
Con carácter subordinado a estos planes, cabe la posibilidad de que las entidades locales con
terrenos forestales en su territorio elaboren planes locales de prevención de incendios, que serán
obligatorios en las zonas declaradas de alto riesgo, debiendo ser remitidos a la Consellería de
Territorio y Vivienda. Si el municipio en cuestión careciera de medios para elaborarlos, podrá
solicitar apoyo técnico a la Consellería. Su contenido obligatorio lo establece el art. 140 RFCV.
Volviendo a la Administración local, se posibilita que en su ámbito puedan aprobar los
denominados planes locales de quemas, que "serán la normativa reguladora en la gestión del uso
cultural del fuego adecuado a las peculiaridades de cada territorio" (art. 148 RFCV). Su
contenido y efectos jurídicos vienen previstos en los arts. 149 y 150 RFCV.
Se prevén además concretas obligaciones para las entidades locales y los propietarios de terrenos
forestales, que en las zonas de alto riesgo de incencio forestal "tendrán la obligación de adoptar
las medidas adecuadas para prevenir los incendios forestales y deberán realizar por su cuenta los
trabajos que les correspondan en la forma, plazos y condiciones fijadas en los planes de
prevención de incendios para lo cual podrán establecerse ayudas técnicas o económicas" (art.
55.5 LFV).
Si no realizasen en el tiempo y forma que se determine los trabajos señalados, la LFV prevé que
la Administración podrá proceder, previo apercibimiento, a la ejecución subsidiaria.
Siguiendo con las medidas precautorias, en el art. 145 RFCV se prohíbe en los terrenos forestales
y en los colindantes o con una proximidad menor de 500 metros, las siguientes actividades:
a) arrojar fósforos o colillas encendidas
b) encender fuego con la finalidad de cocinar o calentarse fuera de los lugares preparados al efecto
c) la instalación o mantenimiento de depósitos o vertederos de residuos sólidos que incumplan las
condiciones legalmente establecidas para su instalación
d) arrojar basura o cualquier otro tipo de desecho fuera de las zonas establecidas al efecto
e) el lanzamiento de cohetes, globos o artefactos de cualquier clase que contengan fuego, o puedan
producirlo
f) la quema de márgenes de cultivos o restos agrícolas o forestales y la quema de cañares, carrizales
o matorrales ligada a algún tipo de aprovechamiento ganadero, cinegético o de cualquier otro
tipo entre el 1 de julio y el 30 de septiembre. Período de tiempo que podrá ser variado por la
Dirección General competente en función de las condiciones de peligro de incendio.
De igual modo, se prevén ciertas actividades potencialmente peligrosas que podrán realizarse en
el monte, previa autorización del Servicio Territorial competente de la Consellería, tales como el
almacenamiento de madera, material inflamable o explosivo, operaciones de destilación de
plantas aromáticas o el uso de grupos electrógenos o motores, entre otras, así como las quemas
señaladas en apartado f) anterior fuera de los períodos de tiempo señalados (art. 146 RFCV).
Actividades todas ellas que aparecen reguladas en la Orden de 30 de marzo de 1994.
También se prohíbe, con carácter general, "en los días y las zonas en los que el peligro sea
extremo", encender cualquier tipo de fuego, pudiendo también restringir o suspender la
circulación de personas y vehículos por las pistas y caminos forestales (art. 156 RFCV).
Una vez se ha producido un incendio forestal, la Ley señala una serie de medidas a adoptar, con
independencia de la intervención que tendrán los servicios de extinción de incendios. Estas son:
a) La incentivación de los grupos de voluntarios que promuevan los municipios para la cooperación
en labores de prevención y extinción de incendios.
b) la obligación, que corresponde a los titulares de terrenos forestales y a las entidades locales en
cuyo territorio se declare un incendio, de participar en los trabajos de extinción, con todos sus
medios técnicos y humanos
c) la posibilidad, aún sin contar con la autorización de los propietarios, de entrar en terrenos
forestales, utilizar caminos y aguas, abrir y establecer cortafuegos, dando cuenta posteriormente
a la autoridad judicial en el más breve plazo posible.
Ya extinguido el incendio, se instaura el deber de repoblar los terrenos incendiados "por sus
propietarios directamente o en la forma y condiciones que se establezcan en los convenios que se
suscriban con la Administración, o por la Generalitat en los casos en que se trate de montes de
utilidad pública o dominio público, restaurándose la cubierta vegetal cuando no sea posible la
regeneración natural a medio plazo" (art. 157.1 RFCV).
También se reiteran las prohibiciones de recalificar el suelo incendiado en la ordenación
urbanística para convertirlo en apto para edificar. Asimismo, se prohíbe el pastoreo en ese suelo
en los 5 años siguientes; la transformación en suelo agrícola en los 20 y las actividades
extractivas en los 10 años siguientes, "salvo autorización expresa y motivada de la
Administración forestal, previo informe del Consejo forestal"
Finalmente, hay que señalar la creación, en la Consellería de Territorio y Vivienda (art. 159.3
RFCV), del Registro de Terrenos Forestales Incendiados de la Comunidad Valenciana. Registro
que tendrá carácter público y donde se inscribirán con el suficiente detalle la superficie y el
perímetro de los montes siniestrados.
La acción de la Administración
Junto a las funciones de policía que la Ley encomienda a la Administración, lo que incluye tanto
la vigilancia como el ejercicio de la potestad sancionadora, configurándose el correspondiente
régimen de infracciones y sanciones (Título VIII, arts. 68 a 76 LFV y Título IX, arts. 167 a 184
RFCV), vamos a detenernos en otras actividades que se prevé ejerza la Administración forestal y
que se identifican con las convencionalmente denominadas de fomento.
Así, la Generalitat "podrá prestar ayuda económica y técnica a los propietarios públicos y
privados de terrenos forestales no gestionados por ella, o a las personas físicas o jurídicas a
quienes éstos hubiesen cedido el uso o disfrute de sus terrenos o establecido acuerdos que
impliquen la mejora de la conservación y de producción mediante trabajos forestales" (art. 163.1
RFCV).
A este fin, y debiendo tener en cuenta las previsiones que se contengan en los Planes ya
referenciados, en el RFCV se distingue entre ayudas y subvenciones. Su concesión y posterior
gestión concreta se enmarca dentro del régimen que para las acciones concertadas prevé el
RFCV, esto es, los convenios que a celebrar con "los municipios, otras entidades públicas o
propietarios particulares" se regulan en los arts. 115 a 120 del señalado cuerpo normativo.
Junto a esto, y con el fin de dar cumplimiento al mandato general que la Ley establece para la
Administración forestal de la Generalitat Valenciana (artículo 39 LFV) de incrementar su
patrimonio forestal, se prevé la posibilidad de expropiar terrenos forestales de propiedad privada
(arts. 105 y 106 RFCV) y de realizar permutas de terrenos forestales catalogados, "total o parcial
con otros catalogados o no, cualquiera que fuese su dueño" (art. 107 RFCV).
La Ley entiende por ENPs " aquellos espacios del territorio nacional, incluidas las aguas
continentales, y las aguas marítimas bajo soberanía o jurisdicción nacional, incluidas la zona
económica exclusiva y la plataforma continental, que cumplan al menos uno de los requisitos
siguientes y sean declarados como tales:
a. Contener sistemas o elementos naturales representativos, singulares, frágiles, amenazados o
de especial interés ecológico, científico, paisajístico, geológico o educativo.
b. Estar dedicados especialmente a la protección y el mantenimiento de la diversidad biológica,
de la geodiversidad y de los recursos naturales y culturales asociados” (art. 27.1).
Los ENPs constituyen, un género común, que es susceptible de clasificaciones; y en este
sentido la nueva Ley es muy exhaustiva.
La Ley parte de las categorías de la Ley 4/1989, a saber, parque, reserva natural, monumento
natural y paisaje protegido, con la incorporación específica de las Áreas Marinas protegidas
(art. 29) y la creación de la red de áreas marinas protegidas, en línea con las directrices de la
Unión Europea (art. 32), así como la posibilidad de crear espacios naturales protegidos
transfronterizos (art. 40).
La declaración y gestión de los espacios naturales protegidos corresponderá, en todo caso, a
las Comunidades autónomas en cuyo ámbito territorial se encuentren ubicados (art. 36). Para
estos espacios la presente Ley mantiene la posibilidad de crear zonas periféricas de
protección, la declaración de utilidad pública, a efectos expropiatorios de los bienes y
derechos afectados, así como la facultad de la Administración competente para el ejercicio de
los derechos de tanteo y retracto.
La Ley recoge la Red Ecológica Europea Natura 2000, compuesta por los Lugares de
Importancia Comunitaria, las Zonas Especiales de Conservación y las Zonas de Especial
Protección para las Aves (arts. 41 a 48). Estos espacios tendrán la consideración de espacios
protegidos, con la denominación específica de espacios protegidos Red Natura 2000, con el
alcance y las limitaciones que las Comunidades autónomas establezcan en su legislación y en
los correspondientes instrumentos de planificación. Las Comunidades autónomas definirán
estos espacios y darán cuenta de los mismos al Ministerio de Medio Ambiente a efectos de su
comunicación a la Comisión Europea, así como fijarán las medidas de conservación
necesarias, que implicarán apropiadas medidas reglamentarias, administrativas o
contractuales, y asegurar su inclusión en planes o instrumentos adecuados, que respondan a
las exigencias ecológicas de los tipos de hábitats naturales y de las especies presentes en tales
áreas, vigilando el estado de conservación y remitiendo la información que corresponda al
Ministerio de Medio Ambiente, que presentará el preceptivo informe cada seis años a la
Comisión Europea. La definición de estos espacios se realizará conforme a los criterios
fijados en la Directiva 92/43/CEE del Consejo, de 21 de mayo de 1992, relativa a la
conservación de los hábitats naturales y de la fauna y flora silvestres, que ha sido objeto de
transposición por norma de rango reglamentario.
Asimismo la Ley también se centra en las áreas protegidas por instrumentos internacionales
de conformidad con, y en cumplimiento de lo dispuesto en los Convenios y acuerdos
internacionales correspondientes (humedales de Importancia Internacional, sitios naturales de
la Lista del Patrimonio Mundial, áreas marinas protegidas del Atlántico del nordeste, Zonas
Especialmente Protegidas de Importancia para el Mediterráneo (ZEPIM), Geoparques,
Reservas biogenéticas del Consejo de Europa, etc.) para las que el Ministerio de Medio
Ambiente, con la participación de las Comunidades autónomas, elaborará, en el marco del
Plan Estratégico Estatal del Patrimonio Natural y la Biodiversidad, unas directrices de
conservación, que deberán ser aprobadas por acuerdo de la Conferencia Sectorial de Medio
Ambiente, en paralelo con las correspondientes a las de la Red Natura 2000, como marco
orientativo para la planificación y gestión de estos espacios (art. 49).
B) Instrumentos de planificación de los ENPs.
Parece razonable sostener, por tanto que estamos ante una competencia compartida, aunque
también con ámbitos materiales exclusivos atribuidos a cada ente.
1.1 Concepto
No hay una definición legal de patrimonio histórico, pero de los bienes que lo integran, cabe
extraer como noción que “es el conjunto de bienes muebles o inmuebles, documentos y otros
objetos o derechos que tienen valor artístico, histórico, antropológico o similar, ya con
carácter estatal o autonómico (patrimonio histórico español/o autonómico).”
Cuando son de propiedad privada, tales bienes se consideran de interés público, quedando
sujetos al régimen establecido en la LPHE, por lo que sin perjuicio de la utilidad que presten a
sus propietarios, quedan sometidos a severas limitaciones e incluso a las reglas de
imprescriptibilidad e inalienabilidad (art. 28 LPHE).
El Patrimonio histórico del Estado estará compuesto de todos los inmuebles y objetos muebles
de interés artístico, histórico, paleontológico, arqueológico, etnográfico, científico y técnico.
También del patrimonio documental y bibliográfico, yacimientos y zonas arqueológicas, y
sitios naturales, jardines y parques, que tengan valor artístico, histórico o antropológico (art.
1.2 LPHE).
La LPHE regula claramente unas medidas de protección para los bienes inmuebles, como es
su declaración como Bienes de Interés Cultural; y otras para los bienes muebles de singular
relevancia que deban ser incluidos en el Inventario General del patrimonio Histórico Español.
Junto a esto regula la protección de otros patrimonios singulares (arqueológico, etnográfico y
documental y bibliográfico)
Esta declaración que corresponde realizar a la Administración del Estado sobre sus bienes
(Ministerio de Cultura) cuando se trate de los adscritos a servicios públicos de titularidad
estatal o los que forman parte del Patrimonio Nacional. Por contra corresponde hacerla a las
CCAA en su territorio. Comporta el nacimiento de unas obligaciones y deberes para los
propietarios, así como limitaciones para su utilización, y por consiguiente el ejercicio de
potestades por los órganos administrativos competentes. La declaración de BIC se lleva a
cabo mediante RD de manera individualizada, a través del oportuno expediente, y recae en
todo caso sobre bienes inmuebles, si bien también serán BIC los muebles incluidos en el
inmueble.
Por ministerio de la Ley (art. 40.2) son BIC las cuevas, abrigos y lugares con arte rupestre
-si son muebles de interés cultural quedan fuera del comercio, a salvo cesiones gratuitas
u onerosas a organismo públicos o instituciones eclesiásticas.
De otra parte, hay que recordar la especial vocación integral del derecho urbanístico, en
cuanto a la regulación de todas las actividades. El Plan General, por ejemplo, debe delimitar
como zona diferenciada uno o varios núcleos históricos tradicionales, así como incluir un
Catálogo de bienes y espacios protegidos (arts. 77 y 78 LUV, y 184 a 188 ROGTU). Su
función consiste en seleccionar bienes de interés histórico-artístico, paleontológico,
arqueológico, etnológico y otros representativos
Los catalogos incluyen como mínimo los bienes inmuebles de interes cultural y bienes
de relevancia local. Sus elementos se clasifican en tres niveles de protección
En general, contiene distintas limitaciones para todo elemento catalogado, como, instalar
rótulos comerciales o similares, obras de reforma parcial de plantas bajas, en los términos que
disponga el Plan o el Catálogo.
a) con arreglo al art.1.2. “el patrimonio cultural valenciano está constituido por los
bienes muebles e inmuebles de valor histórico, artístico, arquitectónico, arqueológico,
paleontológico.... o de cualquier otra naturaleza cultural existentes en el territorio de la
Comunidad valenciana o que hallándose fuera de él, sean especialmente representativos de la
historia y la cultura valenciana”.
También forman parte del patrimonio cultural valenciano, en calidad de bines inmateriales del
patrimonio etnológico, las creaciones, conocimientos y prácticas de la cultura tradicional
valenciana, así como los bienes inmateriales de naturaleza tecnológica de la Comunidad
Valenciana.
- bienes de interés cultural valenciano: se incluyen dentro de este tipo: los bienes
inmuebles (monumento, conjunto histórico, jardín histórico, sitio histórico, zona
arqueológica, zona paleontológica, parque cultural, espacio etnológico,), bienes muebles
(colección o fondos de museos, y colecciones museográficas), documentos y obras
bibliográficas, y bienes inmateriales (actividades, creaciones, bienes inmateriales de
naturaleza tecnológica)
c) crea el Inventario General del Patrimonio Cultural valenciano (art. 15 y ss.), siendo
que la inclusión de un bien en el mismo comporta una serie de obligaciones generales de sus
propietarios a las que se refiere el art. 18 (conservación, mantenimiento en integridad,
cesiones obligatorias para exhibición, visitas, etc.).
d) crea la figura de los Bienes de Relevancia Local (art. 46), para todos aquellos
inmuebles que no reuniendo los valores a que se refiere el art. 1 de la Ley para ser declarados
BIC, tiene no obstante cierta significación cultural. Dichos Bienes deben ser incluidos en los
Catálogos de Bienes y Espacios Protegidos a que se refiere la legislación urbanística, y el art.
47 de la Ley Valenciana, en los términos expuestos..
e) regula otros patrimonios especiales como el arqueológico y paleontológico; los
museos y colecciones museográficas permanentes; y el patrimonio documental, bibliográfico,
audiovisual e informático.
La Ley valenciana permite atribuir la calificación de BIC, además de los del Estado, asi como,
espacio etnológico, zona arqueologica, zona paleontologica,parque cultural, también a bienes
muebles declarados individualmente como colección o como fondos de museos y colecciones
museográficas; a los documentos y obras bibliográficas u otras; y a los llamados bienes
inmateriales, es decir, las actividades, conocimientos, usos y técnicas representativas de la
cultura tradicional valenciana, junto con los bienes inmateriales de naturaleza tecnológica.
El procedimiento previsto en la Ley valenciana para esta declaración es, brevemente, (vid.
art.s 27 y ss.):
De acuerdo con la ley de patrimonio cultural valenciano, los planes de ordenación previstos
en la legislación urbanística que afecten a bienes inmuebles declarados de interés cultural se
deben ajustar a la declaración de interés cultural. La declaración posterior a la aprobación de
los planes conlleva la modificación de éstos si fuera necesaria para su adaptación al contenido
de la declaración.
Además, la declaración de un inmueble como bien de interés cultural, determinará para el
ayuntamiento correspondiente la obligación de aprobar provisionalmente un plan especial de
protección del bien y remitirlo al órgano urbanístico competente para su aprobación
definitiva, en el plazo de un año desde la publicación de la declaración, aun en el caso de que
el municipio de que se trate careciere de planeamiento general. La aprobación provisional
deberá contar con informe previo favorable de la Conselleria competente en materia de
cultura que deberá ser emitido en el plazo de tres meses, transcurrido el cual se tendrá por
formulado en sentido favorable. Dicho informe se emitirá sobre la documentación que vaya a
ser objeto de aprobación provisional. En el caso de monumentos y de jardines históricos
existen condiciones especiales.