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NN MAYO 2022
Esto implica por un lado, que los campos deben estar distribuidos en articulación
integral a lo largo de toda la formación de grado, como forma de “ir construyendo el perfil
docente de manera global y articulada”.2 Al mismo tiempo es necesaria también, la
formación en el marco de una única institución formadora, que permita un mayor
acercamiento a las problemáticas específicas de la profesión y la vinculación temprana
con la complejidad y multidimensionalidad de la realidad educativa.
Aunque las ATD siempre han tenido un carácter consultivo, hemos vivido períodos
en los que el concepto de Docente planteado respondía explícitamente a su carácter
profesional y más allá de su carácter formal, tuvo un papel central en el aporte, discusión,
elaboración e implementación de políticas educativas. En un contexto de reconocimiento
social del Docente como profesional, esta participación fue plena (participación de la ATD
en el Debate Educativo y en la Comisión de Implantación del IUDE, o en las Comisiones
de elaboración de propuestas para el Plan 2008 de F.D). Esto se da en un contexto de
reconocimiento de la profesionalidad del docente, como especialista en temas de
educación y enseñanza. Cuando, por el contrario, se cuestiona o se desconoce el
carácter profesional de los docentes como portadores del conocimiento específico acerca
de la educación y la enseñanza, la participación se vuelve formal y pone en cuestión
cualquier transformación que se plantee.
Ahora bien, planteados los aspectos que entendemos previos al análisis de una
transformación curricular, plantearemos algunos conceptos que surgen de los
documentos elaborados por el CFE4 que también nos parece necesario discutir, alguno de
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IX ATD Nacional de Formación Docente. La Paloma, julio de 2001.- XII ATD Nacional de F. Docente /
Carmelo, marzo de 2005.
4
ANEP-CFE (2021) “Aportes para la reflexión sobre el diseño curricular de la formación de grado de los
educadores”.
los cuales esta ATD ya se pronunció, sin embargo en el contexto social, político y
pedagógico actual, estos conceptos adquieren otro significado:
● Docente- En un marco de Pedagogía crítica con fundamento en autores como
Freire o Giroux, esta ATD en distintas instancias definió al docente como
profesional entendiéndolo como “un profesional inclusivo, transformador y con
capacidad para trabajar en equipo dentro de la comunidad o institución. Se define
al educador como “un trabajador intelectual comprometido con su tiempo histórico
que hace de la praxis su objetivo profesional y que no reduce su papel al trabajo de
aula. Un educador que aprehenda la realidad educativa en su historicidad compleja
y dinámica...” (Giroux)” (ATD, abril 2016)
La construcción del educador como profesional implica el desarrollo de la triple
dimensión socio-profesional, académica y ética. Existen muchos actores de la educación,
sin embargo solo uno hace de la educación su profesión. “Al profesional de la educación
lo concebimos más allá, en su desempeño en distintos ámbitos sociales porque es el que
reflexiona y elabora los fundamentos de su propia profesión sustentada en una formación
en las Ciencias de la Educación, el saber disciplinar y la práctica pre-profesional” (ATD,
abril 2016).
En los Documentos actuales no hay una definición explícita de educación ni de
educador. Se establece que “los mejores profesores no son únicamente instructores,
son también mentores y guías que deben ganarse la confianza de los alumnos, ayudarles
a encontrar su rumbo en la vida y capacitarlos para creer en sí mismos…”
“La formación de grado debe proveer los marcos de fundamentación y esquemas
de intervención práctica (considerando) especialmente los aspectos metodológicos
que están implicados en la formación.” Obviamente este cambio en el concepto de
docente como supuesto de la transformación curricular que se plantea exige un análisis
de esta ATD
Todas las reformas de los sistemas educativos plantean un escenario de crisis, sin
referencia a la historicidad de los procesos, sin distinguir que los problemas de la
educación están condicionados socialmente y políticamente.
● Análisis intertextual -Siguiendo a autores como Ball (2006, citado por Rizvi y
Lingard, 2013, p.31) que acuña el concepto de “grupo político” entendemos que la
política se sitúa en un conjunto de políticas interrelacionadas. El concepto de grupo
político remite a la intertextualidad entre las políticas que constituyen dicho grupo,
y refiere a la remisión específica y explícita de otros textos en el uso repetido de las
palabras, frases y conceptos.
Es necesario realizar una lectura intertextual del documento MRN (2022), con otros
documentos oficiales: Ley 19889 (LUC), Plan de Desarrollo 20-2024, Borrador del Diseño
Curricular del CFE (2021) y Resolución del MEC 0355/22. Pero no sólo hay que hacer esa
lectura intertextual con los documentos oficiales, sino con otros textos, como los
discursos, notas de prensa, etc.
Asimismo en el marco de la globalización actual aún si los gobiernos nacionales
tienen la principal autoridad para desarrollar sus propias políticas públicas, la naturaleza
de esa autoridad ya no es la misma debido a que están afectados por una economía
global; en un sistema político económico, que es capitalista, en esta fase del capitalismo
denominado cognitivo o eufemísticamente “sociedad del conocimiento”.
Por lo tanto nos encontramos ante documentos de organismos internacionales
Banco Mundial (2015) o de la OCDE (2016) con recomendaciones para Uruguay, en la
línea de las políticas educativas que se plasman en este documento MCN.
Retornan políticas educativas de los noventa del siglo XX como la
descentralización - “la autonomía de centros”- y políticas focalizadas (CEPAL, 1992), con
consecuencias probadas negativas para los sistemas educativos. La autonomía de
centros implica descentralizar los problemas, “que se hagan cargo las comunidades”, y el
Estado interviniendo cada vez menos; con la paradoja que referido a la producción de
políticas educativas el que decide sin participación de los actores, es el gobierno. Además
la descentralización en los sistemas educativos llevaron en los últimos treinta años a
fuertes procesos de privatización de la educación pública en América Latina.
Se percibe que el texto del MCN no remite a una concepción de educación, siendo
que en la literatura pedagógica hay un vasto estado del arte. Las referencias son
mínimas, y en algunos casos forzados del sentido original como la cita referida a Pedro
Figari, (2022, p.14) quien fuera un crítico al dualismo entre prácticas sin formación, o
experimentar sin enseñanza, además de defensor de nuestra autonomía y americanismo.
Por otro lado, Figari es antagónico a la cita inicial de Enrique Rodó, que guarda una
concepción iluminista, elitista y colonialista que interpreta como “ruda arcilla” a la
población en cuanto muchedumbre, anónima y nunca singular.
Asumir una concepción de educación implica pensar el hecho educativo situado y
condicionado por la sociedad política. En el texto no se nombra, ni se problematiza qué
concepción de sociedad política es hegemónica en el contexto de la globalización actual.
Cuando se refiere a la sociedad, aparecen expresiones como “sociedad que está en
permanente transformación y cambio”.
Cuando nos referimos a los procesos educativos y la calidad de los mismos es
imprescindible, “La coherencia entre las dimensiones epistemológica y pedagógica de la
educación y la carrera profesional de los docentes como actores educativos
fundamentales, su formación inicial y los espacios reales de que disponen para su
formación permanente” (GRE, 2011, p. 25).
La concepción de un currículo centrado en los aprendizajes, minimiza el campo
pedagógico y didáctico, psicologiza dichos campos y se le da primacía a la evaluación
escindida de la enseñanza. Cuando explicita una concepción antropológica del currículo,
aparecen conceptos vaciados de contenido, en el sentido que pueden admitir múltiples
significados o aparecen desagregados. A modo de ejemplo: “personas libres,
responsables e íntegras” (2022, p.14), “diversidad”, “inclusión”, etc.
Un modelo de educación centrado en el aprendizaje del estudiante se concreta en
el Uruguay con la creación del primer Jardín de Infantes de América Latina, obra de la
maestra Enriqueta Compte y Riqué a fines del siglo XIX, y tiene fuerte impulso-
democratizador, activista, contextualista, experimentalista- en la primera mitad del siglo
XX y principalmente hasta la dictadura que lo barrió. Si bien el escolanovismo coloca al
alumno/a como centro, considera fundamental el rol docente para orientar la dirección
de las experiencias educativas a la manera de Dewey y para crear ambientes que
posibiliten las mismas.
Miguel Soler influenciado en sus primeros ensayos pedagógicos por estas ideas,
equilibra y complejiza a lo largo de su producción intelectual sobre la importancia del
estudiante y en la del docente, en la undécima reflexión de su obra “Reflexiones
Generales sobre la educación y sus tensiones” así lo expresa: “El alumno es el centro del
proceso, pero el educador es también esencial” (2003). Varias tendencias
contemporáneas posteriores evidencian el lugar de la relación -y el vínculo pedagógico-,
en contra del centralismo en algunos de los focos en los que se ha intentado reducir la
complejidad del acto o fenómeno educativo. Especialmente, la Teoría de las competencias
quiere evadir y reducir los problemas de enseñanza, aprendizaje y organización
disciplinar, contextos y diferentes realidades y capacidades sean del individuo como de su
grupo, del medio, de las instituciones, entre grupos y entre generaciones, todo ello a un
problema del sujeto. (Alliaud y Antelo, 2011) Y más reducidamente que el sujeto, se
focaliza en el aprendizaje para reducir a un foco abstracto toda la complejidad de la
educación: “Con probabilidad, la celebración creciente de la formación de competencias
omita deliberadamente el atolladero” (Alliaud y Antelo, 2011, p. 36) Omiten y niegan
entonces el acontecimiento y la riqueza del vínculo pedagógico y las decisiones políticas,
filosóficas, éticas, pedagógicas y epistemológicas, que operan en todo modelo de
enseñanza.
El abordaje intertextual de documentos de políticas educativas en la actualidad
nos permite tener criticidad acerca de cómo se han impuesto los currículos por
competencias en diversos países del mundo. Del Rey profesora francesa realiza una
investigación rastreando los currículos por competencias en distintos países como
Francia, Canadá, México y Chile. (2012) La noción de competencia se cristaliza en el
cruce de al menos tres procesos y ninguno es educativo en esencia. El primero,
psicométrico es un proceso de medida y de evaluación de las aptitudes, originado
fundamentalmente en la psicología cognitiva y que culmina en la evaluación de
resultados. El segundo es económico político, que comienza después de la Segunda
Guerra Mundial, cuando apoyándose en la economía de la educación, se concibió a la
educación como mercancía. El tercero es un proceso de gestión de los recursos humanos
que contaminó a la escuela en los 80, “el nuevo management de las empresas”. (Del Rey,
2012, p. 49)
Siguiendo a Del Rey, con la aparición y la sofisticación de un proceso mundializado
de evaluación de los resultados escolares, la evaluación por competencias se impone.
Esta tardía llegada al Uruguay de las competencias para Formación Docente permite
aprender de las experiencias de otros países. El lenguaje de las reformas son como un
eco que repercute: éxito garantizado, diez u ocho de competencias generales
dependiendo de la creatividad de los “expertos”, aprender a lo largo de la vida, porque el
modelo que actualmente vende la empresa de sí misma es el de “organización
aprendiente” (Del Rey, 2012, p.67), flexibilidad para el mercado cambiante.
En una entrevista en “La Diaria”, la Dra Adriana Aristimuño, Directora ejecutiva de
Políticas Educativas de la ANEP declaró “Tenemos un propósito, que luego se va a
plasmar en una resolución, que es no tocar la asignatura de Educación Media ahora. Si
nos planteáramos discutir asignaturas nos meteríamos en un tema complejísimo, de
muchísima presión, porque toca a muchas personas” (La Diaria, 14 de mayo, 2022). Esto
quiere decir que los saberes disciplinares no se transforman por ahora porque habría
mucha resistencia.
Desde las valoraciones contemporáneas de Daniel Brailovsky advertimos que es
necesaria una lectura política en tanto la Teoría de las competencias son
fundamentalmente:
“una pieza de un mecanismo más amplio, en tanto “se pretende que las
competencias actúen como guías para la confección y desarrollo de los currículum, de las
políticas educativas; que sirvan de instrumento para la comparación de sistemas
educativos, constituyendo toda una visión general de la educación” (Gimeno Sacristán,
2008, p. 14). Esto explica en buena medida el incondicional apoyo que recibe el enfoque
desde organismos internacionales. “ (Brailovsky, 2019, p. 89)
Por último, y sobre las secuelas del modelo universal y comparativo de la
evaluación de los aprendizajes cabe una valoración sobre algunas consecuencias sobre
la función evaluadora en la enseñanza y en la concepción misma de aprendizaje, opuesta
a las ideas de un currículum espiralado basado en características Vaz ferreirianas como
la penetrabilidad, el escalonamiento y lo fermental de la enseñanza. Ello no es
cuantificable instantáneamente como “cambio de conductas”. Así se devela que el mismo
origen de las competencias se relaciona a una función evaluadora global, origen que:
“va unido a la exigencia psicológica conductista de identificarlas como
comportamiento observable y este origen de las competencias va a mantenerse como una
de las secuelas más condicionantes en su historia”. (Martínez Rodríguez, 2008, p. 104.
Citado en Brailovsky, 2019, p.89)
Desde este análisis es que rechazamos la concepción del currículo del MNC
también cuando afirma que “se trata que los estudiantes aprendan y los maestros hagan
contribuciones para que el aprendizaje suceda” (2022, p. 31). Por nuestra parte
sostenemos que no hay posibilidad de construir aprendizajes sin enseñanza y sin
participación del docente, sin conocimientos provenientes de los saberes disciplinares,
sin experiencias educativas protagonizadas entre docentes y estudiantes que reflexionen
sobre la relación con el mundo y con el saber, con la ciencia, las tecnologías, el arte y las
humanidades. En defensa de un oficio docente, se comparte entonces que "existe una
distancia considerable entre formar competencias y hacer de la enseñanza una obra"
(Alliaud y Antelo, 2011, p. 36)
La educación como patrimonio de la humanidad y como espacio de encuentro
intergeneracional, a través de los objetos culturales de las distintas disciplinas del
conocimiento, se pierde en este enfoque curricular. ¿Y quiénes son los perdedores en una
propuesta educativa con estas características? Los y las estudiantes más pobres, con
acceso restringido al saber y al conocimiento, que quedan solos “apenas con sus propios
recursos para que se les arreglen como bien o mal puedan”. (Skliar, 2018, p. 24) Y
además se evade en pensar la relación debatible y polémica entre educación, sociedad y
mercado laboral, que debe ofrecer una educación problematizadora y no una mera
capacitación al mercado laboral, práctica como acrítica. Se puede revertir la desigualdad
cuando se incrementa el capital cultural y se concibe la educación como Derecho
Humano, garantizada por un Estado que se haga cargo de cumplirla.
En síntesis, el rechazo de esta Sala a un currículo por Competencias se sustenta
en que no se inscribe en una concepción de la Educación como Derecho Humano en
tanto concibe a la educación como mercancía.
Por eso afirmamos con Miguel Soler en el centenario de su nacimiento,
“deberíamos desear que los maestros sean profesionales y ciudadanos comprometidos”
(Soler, 2009) y esto es muy diferente a concebir a los maestros como personas que
simplemente sólo “hagan contribuciones para que el aprendizaje ocurra” según se
argumenta en el MCN 2022.
Entonces, “Ser partidarios del enseñar, de la responsabilidad del enseñar que,
como sugiere su raíz latina supone ofrecer, dar, donar signos que otros descifrarán a su
tiempo y a su modo. Lo contrario es también cierto: no ser partidarios de esa figura débil y
escuálida -ser sólo mediadores del aprendizaje- en la que se quiere transformar a los
educadores como simples evaluadores mezquinos de lo que hacen los demás.” (Skliar,
2018, p. 25)
Alliaud, Andrea y Antelo, Estanislao (2011) “Los gajes del oficio: enseñanza, pedagogía y
formación”, Aique, Bs. As.
Bazán Campos, Domingo (2008) “El oficio del pedagogo. Aportes para la construcción de
una práctica reflexiva en la escuela”, Homo Sapiens, Rosario.
Brailovsky, Daniel (2019) “Pedagogía (entre paréntesis)” Noveduc, Bs As.
Del Rey, Angélique (2012) “Las competencias en la escuela”, Paidós, Buenos Aires.
Figari, Pedro (1965) “Educación y Arte”, Biblioteca Artigas de
Clásicos Uruguayos, Colombino Hnos, Montevideo.
Gimeno Sacristán, José (2008) ”Diez tésis sobre la aparente utilidad de las competencias
en la educación” En “Educar por competencias. ¿Qué hay de nuevo?” Ed Morata, Madrid.
GRE (2013) Documento N° 6 “ Para pensar la formación docente”, Montevideo.
Banco Mundial (2015) Uruguay: desafíos y oportunidades 2015-2020, Banco Mundial,
Montevideo.
Litwin, Edith (1997) “Configuraciones didácticas” Paidós, Bs As.
OCDE (2016) “OCDE Revisión de Recursos Educativos: Uruguay”. (Traducción parcial
del texto en inglés al castellano) INEED, Montevideo.
Perrenoud, Philippe (2001) “La formación de los docentes en el siglo XXI”, Facultad de
Psicología y Ciencias de la Educación, Universidad de Ginebra.
Poggi, Margarita y Croso, Camila y otros (comp.) (2015) “Las leyes generales de
educación en América Latina: el derecho como proyecto político”, iipe - Unesco
Soler Roca, Miguel (2003) “Reflexiones Generales sobre la Educación y sus tensiones”.
Fondo Editorial Queduca, Montevideo.
----------------- (2019) “Rastrojos”. Fondo Editorial Queduca, Montevideo.
Skliar, Carlos (2018) “Educar en épocas de aceleración e innovación” Rev. Nómadas,
N°49. Universidad Central, Colombia.