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Aplicación espiritual
Para nosotros, los flecheros evocan a los creyentes a
los cuales Dios dio la capacidad especial de poder
discernir de lejos los peligros que amenazan a los
hijos de Dios y de impedir que se acerquen. Hay
toda clase de peligros que se presentan, y es útil
poder mantenerlos a distancia antes que causen
estragos en el rebaño del Señor.
José, el arquero
Encontramos una cita notable de los arqueros en la
bendición de Jacob para su hijo José: “Le causaron
amargura, le asaetearon, y le aborrecieron los
arqueros; mas su arco se mantuvo poderoso, y los
brazos de sus manos se fortalecieron por las manos
del Fuerte de Jacob” (Génesis 49:23-24). Aquí
también encontramos arqueros de ambos lados. José
había sido hostigado por ellos, pero los resistió. Este
hombre de Dios había sido expuesto a numerosos
peligros, pero, con la ayuda de Dios, venció esas
pruebas de una manera que podemos imitar.
Rama fructífera es José, Rama fructífera junto a
una fuente, Cuyos vástagos se extienden sobre el
muro. Le causaron amargura, Le asaetearon, Y
le aborrecieron los arqueros; Mas su arco se
mantuvo poderoso, Y los brazos de sus manos se
fortalecieron Por las manos del Fuerte de Jacob
(Por el nombre del Pastor, la Roca de Israel), Por
el Dios de tu padre, el cual te ayudará, Por el Dios
Omnipotente, el cual te bendecirá Con
bendiciones de los cielos de arriba, Con
bendiciones del abismo que está abajo, Con
bendiciones de los pechos y del vientre.
Génesis 49:22-25
Luego, el mismo José nos es presentado como
arquero. Su arco se mantiene poderoso y los brazos
de sus manos se fortalecen. Esto nos habla de fuerza
y de energía. Para tirar con arco, era necesario tener
fuerza, sino no se podía lanzar la flecha al blanco.
Pero, ¿cuál es el origen de esa fuerza? “las manos
del Fuerte de Jacob”. José no tenía ninguna fuerza
en sí mismo; ella venía de Dios. Para poder
defendernos, manteniendo al enemigo a distancia,
necesitamos fuerza. Sin embargo, la fuerza necesaria
no se encuentra jamás en nosotros mismos; está en
nuestro Señor, que se complace siempre en dárnosla,
si nos confiamos en él solo. La descripción del
combate espiritual en Efesios 6 es introducida con
estas palabras: