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Guerras de interpretaciones

Comentario Crítico

Hernández Miranda Abraham

Me gustaría poder empezar este comentario crítico con las primeras impresiones que me
generó la revisión de esta lectura; considero que ofrece un panorama muy crítico acerca del
gran impacto que ha tenido el narcotráfico en el país, pero no solamente como un discurso
cuantitativo o amarillista como se suele apreciar en los medios de comunicación, sino desde
una visión que tiene que ver con el propio discurso del Estado, desde un enfoque de
interpretación de los discursos; otra impresión que me resulta muy cruda es el poder
comprender estos grandes contextos de violencia enmarcados en el narcotráfico, a través de
los discursos de género que ofrece el Estado; esta forma de ver dichos contextos me ha
resultado impactante por el trasfondo que emana de él.

En ese sentido, mi análisis se sitúa precisamente en la comprensión de lo que implica estar


en el espacio público; un espacio público que no es otro más que el de tener miedo, en el
que se paraliza el pensamiento y el que está impregnado de un militarismo gubernamental;
es decir, que el espacio público ha dejado de pasar de ser un espacio en el cual se expresa la
libertad, las emociones, el libre tránsito y, sobre todo, el respeto hacia el otro, por un
espacio donde impera la violencia a través de un discurso que segrega en gran medida la
figura de la mujer. Espacio y discurso por el cual, incluso hoy día se sigue normalizando la
violencia, se siguen invisibilizando las muertes, los feminicidios y a tal grado que la misma
sociedad se enoja más porque las mujeres se manifiesten que por la misma violencia que
sufren día a día.

Es por lo que en este punto cobra gran sentido la interrogante que hace la autora muy
acertadamente: ¿qué pasa con una sociedad cuando la gente tiene demasiado miedo de
pensar? Con esta pregunta que lanza está poniendo en evidencia que es mejor quedarse
callados, no pensar y mucho menos actuar para vivir sin miedo y en paz; en la medida de
que piensas, hablas y actúas es como llegará una consecuencia pronto, por eso aquellos que
dejan a lado el miedo, en el mayor de los casos, terminan muertos como lo ilustra la autora.
Sin embargo, a mí me gustaría agregar una pregunta que surge a través de este panorama:
¿cómo dejar de sentir miedo de pensar? No quisiera responder, ya que aún no tengo una
respuesta clara, pero quisiera tener un acercamiento con una idea central que ofrece la
autora y es la noción de hacer un ejercicio de interpretación sobre el significado de la
violencia. Con esto, considero, que se tendría un panorama más amplio sobre cómo estamos
interpretando la violencia, pero también, sobre el propio discurso que le damos a esta
noción; porque de aquí dependerá si seguimos un discurso con una connotación patriarcal
(apegado a lo que establece el Estado) o le damos una connotación en donde no se siga
reproduciendo la idea de que la violencia es culpa por el género, por la condición social,
por la posición política y cultural o por creer que se tiene nexos con el narcotráfico; en
síntesis, como menciona la autora, dejar a lado los discursos que reproduzcan la
explotación capitalista, un estado corrupto y el odio social.

Esto me orilla a repensar la invitación que nos ofrece la autora al decir que” los activistas y
académicos del país están arriesgando sus vidas en esta guerra de interpretación, que es una
guerra de economía política si alguna vez hubo una. Y necesitan ayuda. Creo que los
geógrafos críticos tienen las herramientas para participar en esta lucha. Y tenemos que
utilizarlas ahora”. Modificando lo anterior con que también considero que las y los
trabajadores sociales cuentan con las herramientas necesarias para participar en la lucha y
gran parte de esa herramienta, si así se me permitiría ejemplificarlo, es la intervención
social.

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