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Dolor y política
sentir, pensar y hablar desde el feminismo
Marta Lamas
OCEANO
DOLORY POLÍTICA
Sentir, pensar y hablar desde el feminismo
ISBN: 978-607-557-291-8
2. Pensar la época, 21
Los mandatos de género yel postfeminismo, 25
La Cuarta Ola, 28
Elfeminismo antisistema, 34
Las marchas, las protestas y las huelgas, 39
La diamantina ylos destrozos, 43
La multitudinaria marcha de 2020, 49
oc io ne s, id eo lo gí a y políica, E
5. De em ad, 12:
la sexualid
Las guerras en torno a
minista, pe
Una rancia disputa fe
lidad 2.132
¿Convicción 0 responsabi
Mis incidentes, 138
2
Juicios previos y prejuicios, 14
149
6. Epílogo: ¿qué significa hablar?,
La política de la no-violencia, 152
Herejes sin riesgo, 158
163
La “temporalidad afectiva” de dolory rabia,
Elfeminismocrítico y el malestar sobrante, 166
Notas, 173
Bibliografía, 191
ANEXOS
A. Determinaciónde las prácticas sociales individuales
según Pierre Bourdieu, 213
B. Movilización Nacional contra las Violencias Machistas, 214
C. Carta delas francesas, 220
D. Acciones inmediatas UNAM, 223
E. Cien gritos y consigas (Reforma), 224
F. Yo no soy Ayotzinapa, 228
G. Poema de María Teresa Priego, 230
H. Del amor a la necesidad, 235
l. Manifiesto desde los feminismos mexicanossobre el acoso sexual
y otras formas de violencia contra las mujeres,
241
J. Declaración de Cambridge sobrela Concie
ncia, 247
K. Declaración de Toulon, 249
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S1 yy.
cuestionando que
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al salir ala calle, desplegando en el espacio público sus cuerpos, sus emo-
ciones y sus palabras para que su dolor y rabia sean escuchados y vistos,
dejo fuera lo que ocurre con multitud de iniciativas y acontecimientos fe-
ministas, muchos de los cuales se llevan a cabo endistintas entidades del
país, con movimientos locales muydestacados. Además, las feministas es-
tán desarrollando cantidad de expresionespolíticas creativas y esperanza-
doras; en especial, son notables sus manifestaciones artísticas, sus formas
de solidaridad interna y sus espacios de encuentro y disfrute. Sin embar-
go, en este texto no abordola contribución que han hecho —ysiguen ha-
ciendo— muchas de ellas con sus prácticas artísticas y culturales que,
como señala Mouffe, son fundamentalesparala revitalización del proyecto
emancipador de la política democrática radical. La contribución de las
prácticas artísticas y culturales a la ruptura de las representaciones tradi-
cionales de la feminidad merece una reflexión aparte, que en estas pági-
nas no puedorealizar.'? No sólo en México, sino también en otros países
de América Latina, muchasactivistas despliegan una variedad de accionesy
reflexiones desde una forma distinta de organización: las constelaciones
(Borzacchiello 2018; Gago et al. 2018) ylas artistas no son una excepción.'”
En estas páginas relato principalmente lo que he escuchado de un sector
muy específico de universitarias de la UNAM'* y, en menor medida, del
ITAM (pues tengo vínculos con alumnas y exalumnasde esas instituciones
con las que hablo y discuto).
Al analizar el entramado, afectivo y cultural que da sustento a los
actos solidarios y transgresores de estas jóvenes activistas me confronto
con mi propia subjetividad. Como académica yactivista feminista soy, a la
vez, observadora y parte de lo que observo,y enfrentola difícil tarea de asu-
mir la autorreflexión, cuestión que el psicoanalista y antropólogo George
Devereux (1977) plantea como indispensable. En su obra clásica sobre el
métodoen las ciencias sociales, Devereux insiste en la necesidad de explo-
rar no sólo la estrategia de investigación, las “decisiones” acerca de lo que
se investiga, sino tambiénlas angustias y las maniobras defensivas de quien
investiga. Según Devereux, es imprescindible el estudio del interés afectivo
personal del científico por su material y, por fortuna, segúnél los llamados
trastornos o perturbaciones creados porla existencia y las actividades de la
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e e 'a as / la stos
Nuestra época, que Guy Debord perfiló tempranament
a del es
ciedad del espectáculo” (1999), ha desarrollado “la can
del vacio (Lipovetsky 198 3).
(Lasch 1979) y se ha convertido en “la era
NvA
Los valores individualistas han derivado en una preocupación SXCE
tard 19 19). Más
porel Yo, y ha aparecido “la condición posmoderna” (Lyo
2) y
recientemente Byung-Chul Hanhabla de La sociedad del cansancio (201
de La agonía del Eros (2014), y reflexiona acerca de cómo se ha producido
una nueva subjetividad, tanto enlo individual como enlo social. En estas
páginas me interesa revisar aspectos de la subjetividad.
¿A qué me refiero con “subjetividad”? Las psicoanalistas Lucila
Edelmany Diana Kordonseñalan:
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:
o neutro, sino mujeo
res, hombres, trans,, así como personas con iden-
oe CiS”ri ) trans
ae: edades y perte-
tidades no binarias, disidentes y queer que, a Su vez,
s (clase social) en
nencias étnicas diferentes, OCu pan posiciones distinta
derivadas de sus
zonas geopolíticas diferentes y, aclemás, las diferencias
esdistinciones
capitales sociales, económicosy culturales introducenfuert
:
“interse ccional” se
entre ellas (Bourdieu 1998). Desde esta perspectiva A :
analiza cómo cada uno de dichos elementos impacta,y a se conb;-
nan y entrelazan (intersectan) con los demás. Aunque existen cuestiones
que las jóvenes comparten generacionalmente, cada una encarna las mar-
cas de su clase social y su pertenencia étnica, y no viven lo mismolas de
bachillerato que las que ya trabajan como tampoco las que no estudian.
Las jóvenes urbanasa quienes el acceso ala educación superiorjunto con
la libertad sexual de los métodos anticonceptivosles abrieron un horizon-
te de potencialidades personales hansido las principales destinatarias del
fenómenocultural que se expresa en una subjetividad que ha recibidoel
nombre de postfeminista. Subrayo el término destinatarias porque hace ya
muchos años han sido el público objetivo de la mercadotecnia delas in-
dustrias culturales, y las de la moday la belleza.*
El término postfeminismo transmite simultáneamente una idea de
superación del feminismo, pero también de que el feminismo ya llegó a
su fin, incluso que falló. Es ambiguo, pues denota tanto el agotamiento de
la política feminista como una expresión más avanzada del feminismo, y
se suele interpretar de distinta manera en la academia que en los medios
de comunicación (Genz y Brabon 2009).* A finales de los años ochenta se
empieza a hablar de postfeminismo en los medios de comunicaciónde al-
gunos países europeos, Estados Unidos, Canadáy Australia, y su uso cobra
fuerza en los noventa. Varias autoras analizan el postfeminismo, y retomo la
interpretación de Angela McRobbie (2009), quien plantea que el repudio
al feminismo fue alentado por los medios masivos de comunicación, las
revistas femeninas, los programas de televisión y la literatura “chick lil".
ae calificaron de postfeministas las actitudes de muchas jóvenes que asu-
mían una imagen de feminidad sexyy se comportaban de manera aserti-
va, e
con frecuencia diciendo: ndo: * “Yo no soy
SOV feminista”,
ms ei
aunque en la práctica
asumieran planteamientos feministas.
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am
noventa, cuando empecéa darclases en el rramM. En ese Anioness, un
plio grupo de universitarias de clase mediay alta asunila que el feminis-
mo era algo del pasado, aunque disfrutaban de sus “triunfos” (la libertad
sexual y el derecho a ser económicamente independientes); las más po-
litizadas hablaban de “empoderamiento” y veían con buenosojoslas ac-
ciones afirmativas (como las cuotas en puestos políticos). Incluso entre
quienes tomaban mi clase (Género ypolítica) muy pocas se asumían fe-
ministas. En ese entonces lamenté, junto con otras colegas, que las jóve-
nes nose interesaranen el feminismo. Sin embargo, en 2013 me llevé una
sorpresa. Una docena de jóvenes (algunas habían sido mis alumnasyse-
guían estudiando en el ITAM) me propusieron hacer un grupo de lectura
en mi casa para analizar La mística de la feminidad de Betty Friedan, que
cumplía ya mediosiglo. ¡Qué extraño su interés por leer a la pionera de
la Segunda Ola, y además hacerlo porfuera de la currícula académica! En
ese momento, incluso en ese sectorprivilegiado de estudiantes, la postura
calificada de postfeminismo era la generalizada y esas chicas eran una rare-
za. Ellas no se identificaban a sí mismas como postfeministas, sino como fe-
ministas, y crearon un grupo feminista en el rram al que nombraron “La
Cuarta Ola”. Posteriormente escribirían acerca de su proceso (Meltis el
al. 2014), y en ese texto se describen como jóvenes de entre 20 y 25 años,
de clase media yalta, estudiantes de relaciones internacionales y ciencia
política, provenientes de varios estados de la república y distintos entor-
nos académicos ysociales. Pese a las diferencias por haber estudiado en
escuelas católicas o laicas, compartían un común denominador: “el pri-
vilegio de una educación privada” (2014:119). Ellas mismas preguntan:
“¿Por qué jóvenes formarían un grupo feminista? Parece algo del pasado”
(2014:119).
La Cuarta Ola
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90117
Orgad (2017) as S e
analizan este fenómeno y plantean que ha ocurrido unaes-
pecie de reformulación (remaking) del feminismo a través de la construc-
« . C *
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exhorta a las chicas y las mujeres a modelarse ellas mismas, sino que tam-
bién reconfigura las preocupaciones feministas.
Una versión anterior de esta “seguridad en una misma” fue el “em-
poderamiento”. Desde los años ochenta empezó a circular el mensaje de
quesi las mujeres nos empoderábamos podríamos cambiar el mundo, en
especial, que podríamos convencer a los hombres de transformarlas in-
justas y desiguales relaciones en que todes estamos inmerses. Pronto, la
problematización crítica que varias feministas hicieron al término lo resituó
dentro dela tendencia empresarial / liberal del feminismo.'” Lascríticas se
centraron en si es posible que todas las mujeres (incluyendoa las indíge-
nas, las campesinas, las viejas, las que tienen una discapacidad, etcétera)
se “empoderen”o si para lograr tal “empoderamiento” se debe trabajar
para una emancipación colectiva. Las conferencias de corte empresarial
hablaban de empoderamiento de las mujeres para referirse a la promo-
ción de éstas en altos puestos de trabajo asalariado, de representación po-
lítica y de gestión pública y, sobre todo, como las nuevas consumidoras.
Obvio que tal empoderamiento político y económico de algunas mujeres
no llega a la inmensa mayoría que sigue inmersa en desigualdades sus-
tanciales, asociadas a su clase, sus orígenes étnicos y demás características
sociales. Y, aun en el caso de las privilegiadas que supuestamente estaban
“empoderadas”, muy pocas lograron emanciparse del mandato cultural
de la feminidad. Sí, de lo que incluso esas mujeres privilegiadas no se han
emancipado aún es de las prescripciones culturales que han internaliza-
do: ser buenas, obedientes, recatadas y hacerse cargo, “por amor”, del cui-
dado de los demás.
Mientras que en el Tercer Mundoel término empoderamiento se uti-
lizó por los grupos feministas para fortalecer a las mujeres que enfrenta-
ban distintas formas de opresión machista, en el Primer Mundo adquirió
una connotación negativa para ciertos sectores críticos del feminismo,
como algunos de izquierda, que lo analizaron desde lo que ahora se de-
nominan tecnologías del yo, siguiendo a Foucault.'* Las tecnologías del yo o
técnicas de sí mismo son mecanismos que permiten a los sujetos hacer, con
sus propios medios o con ayuda de otras personas, un cierto número de
operaciones sobre sus cuerpos y pensamientos, conducta y formasde ser,
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El feminismo antisistema
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lo hacen
variadas formas de violencia y al exigir al Estado hacerse cargo,
: ; ñ 1e:
detallando cada horror que viven, en especial señalan q
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hacían referencia al
“favores sexuales”. Dejan do de lado algunos tuits que
adulterio, al desamor o a la indiferencia de la pareja, las denu
ncias de los
tiMeToo mexicanos fueron un potente indicadordel sufr
imiento, la in-
dignación yel hartazgo de muchísimas mujeres pur los episodios de hos-
tigamientolaboral, abuso, agresión, incluso violación, que han padecido,
Además, junto a la rabia por los abusos de poder llevados a cabo parjefes,
y porlas insinuaciones groseras y los toqueteos de colegas, también fue
notorio el miedo a perderel empleo. Y para muchas denunciantes sus pa-
labras tuvieron un costo personal, pues hubo represalias tanto en el plano
individual como enel social: desde el hostigamiento mediático hasta ame-
nazas telefónicas, además del quiebre de algunas amistades.
Aunque en México hay un consenso social velado acerca de que es
verdad que existen esos horrores, el activismo de las denunciantes exhibió
la magnitud y gravedad de lo que ha estado ocurriendo, y eso que quienes
se expresaron pertenecen básicamente a un sector urbano de clase media:
faltarían todavía t+MeToo de obreras, campesinas e indígenas. Este sesgo
de clase ha sido una de las mayorescríticas que han recibido los +MeToo a
nivel mundial. Las denunciantes suelen ser mujeres de clase media urba-
na, con una presencia mediática mayor de mujeres blancas y famosas. Las
denuncias mexicanas se insertaron en el amplio reclamo contrala violen-
cia hacia las mujeres, pero también se consideraron “acoso” expresiones
sexualizadas, como miradas de deseo o palabras de admiración que pue-
den incomodar a quien las recibe, pero que no necesariamente implican
violencia, ofensa o agravio. Hay, pues, una resignificación semántica, en la
que el términoacosoes utilizado para nombrar actos machistas. El rechazo
de muchas mujeres a expresiones sexualizadas que no son necesariamen-
te dañinas, pero a las que se les otorga una connotación negativa (como
los “piropos”), obliga a revisar cómo llegamos a pensar lo que hoypen-
samos, no sólo del acoso, sino más ampliamente acerca de las relaciones
de coqueteo, cortejo y seducción entre mujeres y hombres.” Aclaro que
lo que estoy relatando tiene que ver con mujeres que habitan
en grandes
ciudades; aunque hay feministas que acompañanlas luchas de las mujer
es
de medios suburbanos y rurales, la información
acerc a de lo que les ocu-
rre a ellas no trasciende igual.
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ió n fu e in sa ti sf
; ac to ri
ds a para las víE cti.
de violencia de género cuya res oluc :
A a
a establecer una Comisión Tripartita y una aUnidad
dificaci
mas. Además proponí
S : ificaci
de Atención a la Violencia de Género, junto Con una mo ón de la
iva de genero
gén y fe-
currícula para que se incorporen talleres con perspectiva
Ele * studio p para todaslas ];.]
minismos, y cursos de género en los planes de e
cenciaturas.
to
A cuatro días de iniciado el paro, el 8 de noviembre fue reelec
Enrique Graue porla Junta de Gobierno de la UNAM para Un segundo pe-
riodo como rector. El 14 de noviembre un grupo de estudiantes marchó
pacíficamente para exigir medidas contra el acoso, y cuando ya habían
terminado su movilización, aparecieron grupos de encapuchados que
atentaron contra las instalaciones universitarias, destruyeron vidrieras,
vulneraron el emblemático mural de Siqueiros (Patrimonio de la Huma-
nidad), saquearon y destrozaron la librería Henrique González Casano-
va, robaron pertenencias de los trabajadores y amenazaron al rector de
la Universidad (Gaceta 5098). Se dijo que los encapuchados eran provoca-
dores, pero ¿pagados a cuenta de quién? ¿A quién beneficiaron y a quién
perjudicaron? Más bien parecían integrantes del “bloque negro” que ocu-
pa el Auditorio Justo Sierra/Che Guevara de la Facultad de Filosofía y
Letras.” A esas situaciones de violencia colectiva, donde no se visualiza
lo que está encubierto, pues hay una mezcla de intereses que producen
una confusión que dificulta comprender quién es quién y qué motivoslos
mueve, Javier Auyero (2002) las llama la zona grisun espacio que se pro-
duce en eventos de violencia colectiva, donde interactúan diversos actores
sociales que tienen también intereses diversos.
Los miembros de la comunidad universitaria, las directoras y di-
rectores de las entidades académicas, publicaron el 17 de noviembre un
mensaje titulado “Defender la UNAM”, y dos días después el rector Graue,
en el discurso de su toma de posesión el 19 de noviembre, abordó de ma-
nera directa el tema de la violencia y el acoso;
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.Y
Eliminación de la Violencia contra las Mujeresylas Niñas (Gaceta 5101)
por-
aunquela portada de la Gaceta del 5 diciembre reprodujo la atractiva
tada FEMINIsMOSde la Revista de la Universidad que se presentaría en la Fe-
ria Internacional del Libro, junto con una entrevista a Guadalupe Nettel,
su directora, y un fragmento del artículo “Feminismos desde Abya Yala”,
de unade las feministas decoloniales más importantes, Francesca Garga-
llo (Gaceta 5103), de nada sirvieron esas señales de apertura al feminismo.
El año 2019 terminó con la Facultad de Filosofía y Letras en paro.
Sin duda la protesta estudiantil empezó a tener efectos. El 16 de
enero de 2020 la portada de la Gaceta anunciaba: “El protocolo da resulta-
dos. Todas y todos contra la violencia de género”y ponía los númerosen
relación con los alumnos suspendidos o expulsados (108);” los académi-
cos sancionados (159)* y los trabajadores (99).* Al buscar en las páginas
interiores más información, lo único que se encuentra es un breve artícu-
lo titulado “Hay diversas propuestas teóricas del movimiento feminista.
Concibe el poderdiferente al patriarcado”. Ninguna explicación acerca
de cuánto dura la suspensión o qué implica una amonestación. Luego ven-
dría otro gesto simbólico, éste de mayor peso: en la sesión del 12 de febre-
ro de 2020, el pleno del Consejo Universitario de la UNAMresolvió quela
violencia de género “es causa grave de responsabilidad” y modificó la es-
tructura del Tribunal Universitario para “garantizar la equidad de géne-
ro en su integración” (Gaceta 5117). Así se equiparó la violencia de género
como una falta especialmente grave a las que ya lo eran, como la hostili-
dad por razones de ideología o portar armas en los recintos universitarios
(Fuentes 2020). En relación con el aumento del número de vocales en la
composición del Tribunal, principal órgano disciplinario de la Universi-
dad, Diana Fuentes (2020), profesora de la FryL subraya que:
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despare cidas o asesinadas. Luego irían las mujerese con criaturas peque-
QUA
ñas o con alguna discapacidad, desp ués| as organizaciones feministas y
ch: ymultitudinaria, con
hasta atrás los grupos con hombres. Fue una mar
mujeres de todo tipo, edad yclase social, que salieron a demostrarsu so.
s
lidaridad conla lucha contrala violencia. Hubo pancartas rudimentaria
-
hechas a mano, y también pancartas muy bien impresas. Mujeres en cami
setas con diseño; algunas “aniformadas” con unos sombreros morados.A]
nesles grita-
principio, cuando unos chicos se acercaron a ver, unas jóve
ron: Hombres ¡afuera! e inmediatamente otras dijeron: Hombres¡atrás!, mar-
cándoles el lugar acordado. Cerca de donde yo estaba parada había un
muchacho con uncartel que decía: Por mi madre, por mis hermanas, por mi
novia. También vi dos o tres pancartas que decían: Feminismo no es contra
los hombres, es contra el machismo.
Hubo consignas nuevas, que me sorprendieron: $ nosotras somos
las nazis, ¿por qué somos las que morimos?, Nacer en una familia machista me
hizo feminista, Me prefiero violenta que muerta y Me vestí de pared para que aho-
ra sí te indignes si me pasa algo. Como era de esperarse, hubo protestas con-
tra el gobierno: El Estado opresor es un macho violador y también aludiendo
a AMLO: Sr. Presidente, disculpe las molestias, nos están matando. La mezcla
era alucinante: dolor, rabia, entusiasmo,alegría, indignación, curiosidad.
Grupos de jóvenes cantaban: Ahora que estamos juntas, ahora que sí nos ven,
abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer. La ola violeta estuvo salpicada
de pañuelos verdes, incluso hubo un contingente de la Marea Verde: Que
no haya aborto legal, también es violencia patriarcal, Aborto sí, aborto no, eso lo
decido yo; Ni puta por coger, ni madre por deber, ni presa por abortar, ni muerta
por intentar,
Esta movilización se distinguió no sólo por el número enorme de
contingentes organizados, una verdadera ola violeta, sino que logró que
se escuchara lo que Jesús Silva-Herzog Márquez (2020) calificó “El es
truendodelas ausentes”. Las pancartas*! hechas a mano porlas mujeresre-
petían Ni una más. Ya no tenemos miedo. No estás sola. Una somos todas, pero
también había algunas desgarradoras, que recordaban con sus nombres
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jo de las
en la Ciudad de México, quedóclara la contribución del traba
mujeres, pues muchos lugares tuvieron que suspender las actividades,
Como bien señaló Lucía Melgar, el +$M y H+9M fueron “un paso más por
la justicia y la igualdad” (2020:16). Cinco días después de la marcha,el
13 de marzo el gobierno empezaríaa alertar sobre el peligro de la covip
y a insistir en su recomendación “Quédense en casa”. La pandemia forzó
a las paristas de MOFFYL a terminar con la toma de las instalaciones de la
Facultad, y el 14 de abril levantaron el paro yse retiraron, por considerar
en riesgo su salud. Marisa Belausteguigoitia, profesora investigadora dela
Facultad de Filosofía y Letras de la UNAMrelata:
discuten y disienten acerca delos límites de la protesta: ¿e) fin justifica los
medios? Aunque no están en disputa Jos hechos, el marco interpretativo
varía. Unas consideran que con violencia no se combate a la violencia,
que existen otros cauces para vehicular el descontento, que los destro.
zos no sientan un precedente precisamente ejemplar para “darla batalla”
en futuras causas. Sin embargo, otras recuerdan que para defenderJa Jj.
bertad, para luchar contra opresiones de todo tipo, para defenderse de
agresiones y para combatir porlo que se cree justo, ha sido indispensable
utilizar la violencia, A mí también me preocupalo que dice Wendy Brown
respecto a no comprender adecuadamente lo que está pasando. Ella se-
hala que nuestra época afronta un buen número de peligros políticos,
muchos delos cuales han sido potenciados “por una comprensióninade-
cuada de las formas de poderespecificamente posmodernas” (1995:33),
Y claro, dudo y me pregunto si es adecuadala comprensión que tenemos
acerca de estas nuevas configuraciones políticas,