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PENSAR EL DERECHO COMO NO CIENCIA

José Isidro SAUCEDO GONZÁLEZ ∗

SUMARIO: I. Introducción. II. Dimensión conceptual. III. Dimensión


histórica. IV. Nueva racionalidad. V. Conclusión. VI. Fuentes.

I. INTRODUCCIÓN 1

Con estas notas iniciamos nuestra inserción en la filosofía del derecho a nivel
reflexivo; lo hacemos con la plena conciencia de contribuir con la misma
honestidad intelectual con que lo hemos hecho desde la filosofía política y la
historia del derecho en México. Nuestra presencia en el ámbito jurídico en el
campo de la docencia permite que propongamos estas líneas con el firme
propósito de escudriñar la racionalidad analítica del derecho en un área por demás
interesante para el filósofo, que es la epistemología.

En tal sentido, pensamos que el derecho exige en nuestro tiempo una


recontextualización en por lo menos dos dimensiones; una conceptual y otra
histórica. La primera tiene que ver con modelos epistemológicos seguidos por
autores que han considerado al derecho en términos de proximidad con las


Doctor en filosofía por la UNAM; profesor de Epistemología jurídica en la División de Estudios de
Posgrado en la Facultad de Derecho de la UNAM; editor en el Instituto de Investigaciones Jurídicas
de la UNAM; Investigador Nacional nivel I por el Conacyt.
1 Agradezco las observaciones de la maestra Rosa María Olivares y la doctora Karla Mariscal en

la lectura del borrador, así como la paciencia de mis alumnos del Posgrado de Derecho para
reflexionar la primera versión de este material que se constituye como la aproximación de un
trabajo mayor que nos espera en el futuro.

1
ciencias duras como la física, la química, la astronomía, la geografía, entre otras; o
bien, con las ciencias del pensamiento como la lógica y la matemática. También
habría que colocar en un punto central a las ciencias sociales, porque al parecer el
derecho entraría como una de ellas, si es que se admite su estatuto
epistemológico como científico. En cuanto a la dimensión histórica, la reflexión en
torno al derecho reviste las circunstancias espacio-temporales en que han
expresado sus diversas doctrinas, por ejemplo, la Filosofía del derecho 2 de Hegel
en los inicios del siglo XIX, o la ciencia del derecho de Kelsen 3 en el siglo XX.

El presente ensayo, en cambio, pretende mostrar que cuando se le exige a un


razonamiento la metodología equivocada, lo más que logra producir son
aproximaciones heurísticas, algunas con cierto éxito por corto tiempo, pero sin
llegar a conectar el objeto con su producto de manera verdadera. Hart sería un
caso paradigmático en este sentido. 4

Consideramos, atreviéndonos conceptualmente y desde ahora, que el derecho


es en primer lugar un producto racional estructurado en normas cuya finalidad
central es dotar de directrices organizativas a los grupos humanos que
acuerdan seguirlas con el fin de subsistir socialmente, lo cual requiere de varios
principios, entre ellos, que les beneficien de manera justa al conjunto aun
cuando no aplique a todos por igual; asimismo, que a los responsables de

2 Hegel, G. W. F., Filosofía del derecho, México, UNAM, 1985. Desde la Introducción el filósofo
alemán catapulta al derecho como ciencia: “El objeto de la ciencia filosófica del derecho es la idea
del derecho, el concepto del derecho y su realización”, p. 21. Mención aparte el perfil idealista
sobre el materialista.
3 Kelsen, Hans, Introducción a la teoría pura del derecho, México, UNAM, Instituto de
Investigaciones Jurídicas-Asociación Peruana de Derecho Constitucional, 2002. “Los hechos —
dice Kelsen— son el objeto de las ciencias naturales… En consecuencia, de acuerdo con este
punto de vista de derecho, la doctrina o ciencia del derecho no se diferencia esencialmente de las
ciencias naturales… la doctrina jurídica describe su objeto con enunciados o declaraciones en el
sentido de que algo es o no es”, p. 20.
4 Véase por ejemplo el intento por definir al derecho como sistema jurídico; lo que propuso fue

“avanzar la teoría jurídica proporcionando un análisis más elaborado de la estructura distintiva de


un sistema jurídico nacional, y una mejor comprensión de las semejanzas y diferencias entre el
derecho, la coerción y la moral, como tipos de fenómenos sociales”, El concepto de derecho, trad.
de Genaro R. Carrió, México, Editora Nacional, 1978, p. 21.

2
administrar las normas generalmente aceptadas posean la integridad ética y
moral sin parcializar sus decisiones en forma adversa a como está pensado el
cuerpo o sistema normativo de donde emerge la capacidad decisoria de los
operadores del derecho.

Hagamos ahora la exposición de la primera de las dos dimensiones reflexivas


anunciadas, o sea la dimensión conceptual.

II. DIMENSIÓN CONCEPTUAL

Esta dimensión conceptual la abordaremos en tres apartados; en primer lugar


como herencia doctrinal, cultural e idiomática; en segundo lugar propondremos
dos ejemplos para México y en tercer lugar mostramos a tres autores
sudamericanos que creemos podrían ser representativos del Cono Sur.

1. La herencia doctrinal, cultural e idiomática

Hemos de admitir que la dependencia reflexiva proviene en primer lugar con el


idioma en que se piensa determinado cuerpo explicativo sobre una parcela de
realidad; en segundo lugar, hay que ubicar al idioma como vehículo de una cultura
enmarcada en la historia o devenir de un pueblo o sociedad, con lo cual y como
tercer momento, los argumentos expositivos de ese fragmento real (hechos o
ideas) se adhieren a los portadores de tal o cual doctrina, ciencia, razonamiento,
discurso, etcétera.

No obstante, el reconocimiento hereditario solamente nos ubica la


conceptualización matricial de dependencia, mas no impone la permanencia en la
misma, pues de lo que se trata es de situar las herramientas de pensamiento y no
necesariamente sus resultados o productos del pensar.

Lo anterior tampoco significa abandonar la deuda intelectual cognoscitiva, pues sin


las herramientas previas sería imposible asumir cierta aprehensión del objeto o
materia que intentamos descifrar, explicar o corroborar. De ahí que seamos

3
responsables al conservar la tradición epistemológica sobre el derecho como
resultado de la cultura mexicana de habla española y, al mismo tiempo, el vínculo
romano y grecolatino, así como francés e hispano, para pensar en un primer
momento las nociones que sobre el derecho se han hecho en México y de las
cuales nos nutrimos. 5

2. Dos ejemplos en México

Creo encontrar dos casos en México donde puede apreciarse el apego a la


tradición de pensamiento jurídico con respecto al concepto del derecho como
ciencia y que representan el enfoque epistemológico que estamos sometiendo a
revisión. Se trata de Jaime Cárdenas Gracia y Rolando Tamayo y Salmorán. Cada
uno de estos autores mexicanos posee una bibliografía jurídica abundante y
diversa, 6 pero la dedicada a la teoría del derecho puede ser mostrada en los
títulos siguientes. Para el caso de Cárdenas Gracia en su Introducción al estudio
del derecho, 7 y en el caso de Tamayo y Salmorán en su obra Elementos para una
teoría general del derecho. 8

5 Omitimos aquí la evolución del derecho en México, que en la época que se instala la
Universidad, lo hace bajo el nombre de Escuela Nacional de Jurisprudencia, antes Escuela de
Leyes, y al día de hoy, jurisprudencia significa un tipo de resolución o sentencia jurisprudencial, o
sea un tecnicismo.
6 Entre los títulos de Cárdenas Gracia destacan: Transición política y reforma constitucional en

México, México, UNAM, 1994; Una Constitución para la democracia, México, UNAM, 1996; Crisis
de legitimidad y democracia interna de los partidos políticos, México, Fondo de Cultura Económica,
1992; Lecciones de los asuntos Pemex y Amigos de Fox, México, UNAM, 2004; La argumentación
como derecho, México, UNAM, 2005; Teoría de la argumentación jurídica, México, UNAM,
Posgrado Facultad de Derecho; Manual de argumentación jurídica, México, Porrúa-UNAM, 2014.
De Tamayo y Salmorán se cuentan: La Universidad, epopeya medieval, México, Huber, 1998; La
ciencia del derecho y la formación del ideal político. (Estudio histórico de la ciencia jurídica y de su
impacto en la ciencia política), México, UNAM, 1989; Introducción al estudio de la Constitución,
México, Fontamara, 2002.
7 Cárdenas Gracia, Jaime, Introducción al estudio del derecho, México, UNAM, Nostra Ediciones,

2009.
8 Tamayo y Salmorán, Rolando, Elementos para una teoría general del derecho (Introducción al

estudio de la ciencia jurídica), México, Themis, 1992; también puede considerarse un segundo

4
En el segundo capítulo de Introducción al estudio del derecho, Jaime Cárdenas
ofrece el debate de si el derecho es una ciencia. Sus fuentes son Kirchmann,
Atienza, Wroblewski y Kuhn, entre otros. La conclusión de Cárdenas es la
siguiente: “Nosotros pensamos que conviene hablar más que de ciencia jurídica
de ciencias jurídicas, esto es, distintas disciplinas que con enfoques diversos
reflexionan sobre su objeto de estudio que es el derecho”. 9 Lo cual no deja de
situarlo en el modelo epistemológico de pensar al derecho como ciencia.

En cuanto a Rolando Tamayo, éste apunta que “la determinación del concepto del
derecho delimita el campo de la ciencia del derecho”, 10 afirmación que aparece
luego de discurrir lo que pensaban Kant, Hart, Kantorowicz, Nino y Kelsen acerca
del uso de la expresión “derecho” en el lenguaje de los juristas. Con
independencia de coincidir con él en la dependencia inicial e incluso inercial de las
palabras al interior de cierto esquema lingüístico (idioma-cultura), vale la pena
acusar la pertenencia de este autor en la razonabilidad del discurso jurídico como
ciencia, en otras palabras, su base epistemológica es la relación derecho-ciencia,
aspecto en el que quisiera situar la reflexión, aunque en un sentido de
desplazamiento o distanciamiento explicativo.

En el segundo de sus trabajos citados, Rolando Tamayo igualmente anota que


“para construir la ciencia del derecho los juristas determinan su objeto, crean el
‘universo de su discurso’. Los juristas no describen el mundo, sino una parte de él:
el derecho”. 11 Sólo que en esta oportunidad su trayectoria la inicia en Thales de
Mileto, pasando por Aristóteles para llegar a la jurisprudencia romana con Gayo y
establecer la racionalidad paradigmática del discurso jurídico en nuestro tiempo.

3. Representativos sudamericanos

trabajo teórico del mismo autor: Razonamiento y argumentación jurídica. El paradigma de la


racionalidad y la ciencia del derecho, México, UNAM, 2003.
9 Cárdenas Gracia, Jaime, Introducción al estudio del derecho, cit., pp. 44-68, esp. 47.

10 Tamayo y Salmorán, Rolando, Elementos para una teoría general del derecho (Introducción al

estudio de la ciencia jurídica), cit., p. 207.


11 Id., Razonamiento y argumentación jurídica. El paradigma de la racionalidad y la ciencia del

derecho, cit., p. 124.

5
Esta parte será provisional, pues abordaremos a tres juristas sudamericanos; dos
argentinos y un colombiano. El primero se trata de Oscar Correas, crítico del
derecho que se anticipa en su desarrollo del derecho como ciencia cuestionando
la pertinencia de este proyecto, pues “la actividad de los juristas difícilmente puede
ser considerada ciencia”. 12 Pero en seguida repara que “el científico del derecho,
aunque quisiera no hacer lo mismo que hacen los juristas en general, de todos
modos debe producir un discurso en el cual reputará que cierto tramo del continuo
discursivo circulante es un caso del modelo”; por lo cual su postura es de tránsito
entre dos discursos: el formal como científico del derecho y como crítico del
mismo, hecho que se confronta en el primer sentido cuando señala que “La
ciencia postulada por Kelsen es imposible”, al tiempo que precisa que los
científicos que llaman ciencia del derecho es la dogmática jurídica, y ésta, “con las
pretensiones de objetividad que proclaman sus cultores, en realidad no se practica
en ninguna parte”. 13

Por otro lado, Carlos Santiago Nino, también argentino, se adscribe al concepto de
derecho como ciencia jurídica, “misma que… se suele denominar… con la misma
palabra ‘derecho’, que nombra lo que constituye su materia de investigación”. 14
Caracterización que de manera implícita reconoce el estatuto de cientificidad para
el derecho, aun cuando advierte que no es porque se la quiera poner al lado de
otras actividades reconocidas como ciencias para que goce del halo de prestigio y
aprobación que rodea a toda actividad reconocida como “ciencia”. Por lo cual,
dice:

“nos sugiere la conveniencia de que la tarea de proponer modelos de ciencia


jurídica vaya precedida de una investigación de las funciones, métodos y
presupuestos de la actividad que los juristas efectivamente desarrollan, con

12 Correas, Oscar, Crítica de la ideología jurídica. Ensayo sociosemiológico, México, UNAM, 1993,
p. 87. Nació en Argentina; fue profesor en la Universidad Nacional de Córdoba, en 1975;
actualmente es investigador en la Universidad Nacional Autónoma de México.
13 Ibidem, p. 101.

14 Santiago Nino, Carlos, Introducción al análisis del derecho, segunda edición, Buenos Aires,

Editorial Astrea, 2003, p. 315.

6
el fin de determinar si el método propuesto puede satisfacer las mismas
funciones que esa actividad pero recurriendo a métodos y presupuestos más
eficaces”. 15

A su vez, el colombiano Marco Fonseca Ramos, en su trabajo “Las fuentes


formales del derecho colombiano a partir de la nueva Constitución”, define al
derecho como el “conjunto de conocimientos, principios e instrumentos que
constituyen la denominada ciencia del derecho” y seguidamente dice: “definimos la
ciencia del derecho como técnica jurídica”. 16 Lo cual no agrega nada más ni nada
menos a la ratificación de pensar al derecho como ciencia. Ante ello, podemos
concluir provisionalmente que tanto en México 17 como en Argentina y Colombia,
hasta el momento, establecen sin lugar a dudas que el derecho es ciencia, o sea,
es un hecho la existencia de esa concepción epistemológica del derecho entre los
mexicanos y los sudamericanos nombrados.

Ahora abordaremos la segunda dimensión anunciada, o sea, la histórica, en sólo


dos apartados. Uno que llamaremos “Primeras aproximaciones” y al segundo lo
denominaremos “El interlocutor principal: Manuel Atienza”.

III. DIMENSIÓN HISTÓRICA

Hagamos, de aquí en adelante nuestras reflexiones sobre las razones de tal


circunstancia.

15 Ibidem, p. 320.
16 Fonseca Ramos, Marco, “Las fuentes formales del derecho colombiano a partir de la nueva
Constitución”, en Revista de Derecho, Universidad del Norte, 1, 1992, p. 32.
17 Ya en el siglo XXI, en un ensayo denominado “La objetividad de las proposiciones jurídicas”, su

autor, Jorge Adame Goddard, establece la misma nomenclatura para el derecho, aunque como
“ciencia social”, y junto a sus argumentos aparecen autores que lo precedieron, como Eduardo
García Máynez y Rafael Preciado Hernández. Véase Cáceres, Enrique y otros, Problemas
contemporáneos de la filosofía del derecho, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas,
2005, p. 2.

7
1. Primeras aproximaciones

Admitamos en primer lugar que los responsables de ejercer el derecho son los
juristas en su versión de abogados o académicos dedicados a la investigación; sin
embargo, en su fase de aprendizaje, debieron formarse con sus maestros, quienes
a su vez se formaron con otros profesores y de manera “natural” aprendían lo
dicho por unos y otros. Poner en duda la palabra del profesor era como contrariar
la palabra acreditativa del curso. No obstante, si tanto los mexicanos como los
argentinos en América reproducían los mismos esquemas conceptuales, no lo
hacían sólo por no contrariar al maestro, sino porque en gran medida estaban
obligados a ello debido a la contemporaneidad del discurso, ya que de no hacerlo
sería ir en contra de lo establecido en la universidad o la institución en la cual
radicaba su profesionalización. Constituían lo que se ha denominado comunidad
de usuarios, 18 por lo que el derecho necesitaba ser abordado como ciencia y
ajustarlo hasta donde más se pudiera para ceñirse a la racionalidad establecida.

Por lo que hoy habrá que preguntarse desde este momento si no estaremos
haciendo un discurso deconstructivo debido a la contemporaneidad de lo
posmoderno que implica alejarse de la racionalidad ilustrada y adentrarse en rutas
reflexivas de carácter crítico para aproximarse a nuevas valoraciones idiomáticas
que nos reflejen un quehacer más propio y menos prestado epistemológicamente.

2. El interlocutor principal: Manuel Atienza

Llegó el momento de que pensemos en un personaje central para estas


reflexiones: Atienza.

Manuel Atienza es un estudioso del derecho, las normas, la justicia, la dogmática


jurídica, entre otros conceptos matriciales del discurso jurídico que representan el

18 Creo que es innecesario acudir a Thomas Kuhn para circunscribir la comunidad de juristas que
comparten un paradigma, puesto que tal concepto lo estableció para el desarrollo de las ciencias
naturales, no para las ciencias sociales y menos aún para el derecho.

8
conjunto lingüístico explicativo y referencial de los usuarios del derecho en sus
diversas acepciones. De nacionalidad española, se ha nutrido de la tradición
alemana, italiana, hispana y latinoamericana. Se trata de un intelectual de prestigio
en lengua española con relación a la producción teórica del derecho.

Sin embargo, considero que es el mejor ejemplo de la transición epistémica en


este campo de conocimiento, pues empieza desde 1985 con su Introducción al
derecho, 19 a mostrar las dudas sobre la cientificidad del derecho, pues allí afirma
que “el carácter científico del derecho aún objeto de debates”, lo que es
significativo para admitir su posibilidad de no ciencia. Después precisa el concepto
del derecho como tecnología o técnica al parafrasear a Julio Germán von
Kirchmann, diciendo que éste “tenía razón —y la sigue teniendo— al sostener que
la jurisprudencia no es una ciencia”. 20 Pero difiere en el punto de lo que sí es, o
sea, Kirchmann dice que no es ciencia, y punto; Atienza admite que no es ciencia,
de acuerdo. Entonces, ¿qué sí es? A lo cual responde que “La jurisprudencia es
una técnica”, no menos estimable que la ciencia. 21

Independientemente de su adscripción al derecho como ciencia, tecnología o


técnica, Atienza se sitúa en un punto de transición histórica con respecto a la
forma de reflexionar el objeto del derecho, sean las normas, la justicia, la validez
de las sentencias, la misma jurisprudencia que se establece como precedente en
las distintas instituciones aplicadoras o procuradoras de justicia. Reconozco mi
ignorancia con relación si habrá otros que como él cuestionen desde esa fecha la

19 Atienza, Manuel, Introducción al derecho, México, Fontamara, 2000, p. 16. El mismo Kirchmann
había afirmado a mediados del siglo XIX “El carácter a-científico de la llamada ciencia del derecho”,
en Savigny, Federico Carlos von et al., La ciencia del derecho, Buenos Aires, Losada, 1949, pp.
245-286. Asimismo, en Kirchmann, Julius Hermann von, La jurisprudencia no es una ciencia, trad.
de Antonio Truyol y Serra, Madrid, Civitas, 1949, pp. 29 y ss. Se trata de una conferencia expuesta
en 1847 ante la Sociedad Jurídica de Berlín; él tendría 45 años y se le considera uno de sus textos
juveniles; ha trascendido su trabajo por el espíritu y solidez de la argumentación, aun cuando no se
esté de acuerdo con el mismo.
20 Atienza, Manuel, Introducción al derecho, México, Fontamara, p. 252.

21 Idem.

9
pertinencia de enfatizar el estatuto de la cientificidad para el discurso jurídico; 22
por lo pronto, pienso que es en lengua hispana el mejor exponente de este punto
inflexivo de racionalidad.

IV. NUEVA RACIONALIDAD

Creemos prudente ahora hacer nuestra propuesta, iniciada allá por 1994. En un
trabajo inicial acerca de la necesidad de pensar realidades nuevas con categorías
nuevas, quien esto escribe anotaba que el pensamiento muchas veces actuaba
por inercia y reproducía el conocimiento común. “Las ideas producidas así por el
pensamiento dan cuenta de un estado de cosas normal, esperado, lógico y,
digamos, natural”. 23 ¿Cómo es entonces que llegamos a comprender nuevas
realidades si permaneciéramos con las herramientas conceptuales del pasado,
que por su inadecuación al hecho nuevo provoca la invalidez explicativa de su
dinámica? ¿En dónde opera el cambio conceptual?

Nuestra respuesta era que, en primer lugar, el pensamiento que reconoce alguna
inadecuación entre el hecho y lo expresado, establece la duda como inquietud
epistemológica; “la sorpresa se hace presente y se le reconoce como una actitud
propia de la racionalidad humana”. 24 En otras palabras, es el mismo pensamiento
quien comienza por rechazar lo establecido y propone un nuevo sistema reflexivo.

Es en tal sentido que consideramos hoy inadecuado el concepto de ciencia para el


derecho, pues los esfuerzos hechos para otorgarle el estatuto de cientificidad a
esta disciplina teórica en nuestra época, ya no corresponde al ímpetu con que se
le venía dando hasta finales del siglo XX.

22 Ver a Schmitt, Carl, Sobre los tres modos de pensar la ciencia jurídica, Madrid, Tecnos, 1996;
no obstante, el sólo título impide admitir que se trata de un estatuto epistemológico distinto al
científico.
23 Saucedo González, José Isidro, El Estado transicional contemporáneo. Fuentes para su
comprensión, México, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, s/f, inédito, p. 1.
24 Idem.

10
Por ello proponemos en primer lugar dejar de pensar al derecho como ciencia para
así asumir la viabilidad epistemológica de darle el estatuto racional que le
corresponde en nuestros días, a sabiendas que llegará otro momento histórico que
reclame novedades conceptuales para el tipo de reflexividad que se haga en torno
al conjunto de normas que regulan el comportamiento social a fin de lograr la
convivencia humana entre los que aceptan tanto los derechos como las
obligaciones de acuerdo con los ámbitos espacial y temporal con el que se
construyen los ordenamientos y sus motivaciones.

Asimismo, es necesario dejar sentado que los estudios sobre el derecho, que
generalmente se les llama doctrinales, son los que someten a valoraciones de tipo
teórico las finalidades, los principios, los recursos, los operadores, las estructuras
institucionales, las arquitecturas de aplicación, la extensividad de las normas para
la sociedad en la que se encuentran insertos los códigos, las constituciones, las
leyes, los reglamentos, etcétera.

Nuestro concepto de derecho

Por lo anteriormente dicho, creo que es conveniente considerar al derecho como


un discurso jurídico escrito y oral, cuyos componentes claves como la justicia, la
libertad, la ley y la dignidad, entre otros, permiten por su articulación epocal, darle
pertinencia y validez aceptable socialmente. Las construcciones argumentativas
de lo jurídico se estructuran, a su vez, en al menos dos articulaciones inmediatas,
según lo anticipamos, una, la de la legalidad y otra, la doctrinal; ninguna de las dos
corre de manera independiente, sino que se entrecruzan al momento de ser
recurridas por motivos operacionales por los responsables de las instituciones
obligadas a tomar decisiones conforme se interprete la norma en situaciones
según el orden prescriptivo: civil, penal, fiscal, constitucional, electoral, procesal,
mercantil, notarial, etcétera.

Reconocemos que al prescindir del estatuto de cientificidad del derecho, tampoco


lo colocamos en un estatuto puramente valorativo, pues mantiene la rigurosidad

11
de la lógica como apoyo teórico inmanente al establecer en primer lugar la
sistematicidad y la coherencia argumentativa; su racionalidad lógica intrínseca no
la convierte por ese solo hecho en ciencia, sino que su apoyo está en este
proceder científico; lo mismo podría argumentarse cuando en las valoraciones de
personalidad de los sujetos que infringen las leyes, se acude a la sicología, o si en
acciones colectivas contrarias a la legalidad, el juez de la causa se apoya en la
sociología, la antropología o cualquier otra ciencia. O sea: el acudir a las ciencias
no convierte en quien se sustenta en ellas en científico, y menos aún a su
discurso, puesto que no está haciendo la ciencia de apoyo, ya que su centro
discursivo idiomático tiene relación con la aproximación, alejamiento o
concordancia entre una acción calificada contraria a la norma y su posible
accionar de quien o quienes actuaron conforme a lo establecido en la legislación
correspondiente.

Por otro lado, conviene recordar que en el derecho no se han abandonado las
valoraciones sobre las pruebas ofrecidas como razones o causas que puedan
inculpar o exculpar a los acusados. Es decir, la verdad de los hechos es uno más
de los argumentos jurídicos del derecho para calificar o descalificar un
comportamiento como delito.

V. CONCLUSIÓN

Considero que hay al menos dos elementos que hoy es indispensable incluir en la
propuesta de pensar el derecho como no ciencia; se trata de la idea de la justicia y
de la ética en la construcción del discurso jurídico.

Cuando se precisaba al derecho como ciencia, se obligaba a depender sólo de


silogismos para tomar decisiones de consecuencia lógica sin reparar si se actuaba
con la idea de justicia, pues sólo había legalidad de por medio; a su vez, los
jueces en ocasiones no les importa si actúan mal o bien frente a sus decisiones,
pues ellos solamente cumplen con su trabajo y se despojan de si sus decisiones
tienen como consecuencia un daño moral colateral no contemplado en la
legislación aplicable.

12
Dicho lo anterior propongo dejar atrás el concepto de derecho como ciencia por su
efecto distractor en atribuirle la especificidad racional de su construcción histórica
y argumentativa y buscar en las unidades epistémicas que lo componen como la
justicia, la ley, la legitimidad, el poder, la libertad, la democracia, la dignidad, la
ética, la moral, el delito, la pena, entre otros, que lo proyectan como un discurso
construido desde la racionalidad, sí, pero también con sentimiento humano.

Abandonar los esfuerzos de dotar del estatuto científico al derecho no implica


dejar de hacer el derecho sea en la legislación o en la reflexión teórica; sólo
significa hacer a un lado el esfuerzo poco útil y depositarlo en búsqueda de su
mismidad como reflexión teórica con los atributos que sus unidades epistémicas le
aporten al construir su especificidad conceptual.

La parte operativa del cambio de estatuto epistemológico para el nuevo derecho


no lo construiremos nosotros los que poseemos pensamientos inadecuados o de
transición; creo que la renovación conceptualizadora vendrá de las nuevas
generaciones de juristas que piensen al derecho con sus componentes de acuerdo
a la racionalidad original con la que construyan el discurso jurídico de nuevo tipo y
compromiso histórico.

Hago una propuesta temeraria con el fin de acercar la racionalidad del derecho
como metalenguaje que reflexiona sobre las normas y sobre sí mismo y cuyo
resultado es a veces una teoría del derecho, otras una dogmática jurídica o bien
una jurisprudencia de carácter doctrinal, con reglas de metodología apropiadas
tanto para el objeto de investigación como para los procedimientos rigurosos que
ya han sido aplicados en otros momentos y latitudes (Alemania, Italia,
Sudamérica, Norteamérica y, por supuesto, España y México, entre otros); se trata
de un nombre que dé cuenta explicativa del derecho y su evolución, de la norma y
sus unidades epistémicas, de sus corrientes y sus filosofías: propongo que se le
denomine “iurislogía”, o sea, estudio del derecho.

13
VI. FUENTES

Adame Goddard, Jorge, “La objetividad de las proposiciones jurídicas”, en


Cáceres, Enrique y otros, Problemas contemporáneos de la filosofía del
derecho, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2005.

Atienza, Manuel, Introducción al derecho, México, Fontamara, 2000.

Cárdenas Gracia, Jaime, Transición política y reforma constitucional en México,


México, UNAM, 1994.

———, Una Constitución para la democracia, México, UNAM, 1996.

———, Crisis de legitimidad y democracia interna de los partidos políticos, México,


Fondo de Cultura Económica, 1992.

———, Lecciones de los asuntos Pemex y Amigos de Fox, México, UNAM, 2004;
La argumentación como derecho, México, UNAM, 2005.

———, Teoría de la argumentación jurídica, México, UNAM, Posgrado Facultad


de Derecho.

———, Introducción al estudio del derecho, México, UNAM, Nostra Ediciones,


2009.

———, Manual de argumentación jurídica, México, Porrúa-UNAM, 2014.

Correas, Oscar, Crítica de la ideología jurídica. Ensayo sociosemiológico, México,


UNAM, 1993.

Fonseca Ramos, Marco, “Las fuentes formales del derecho colombiano a partir de
la nueva Constitución”, en Revista de Derecho, Universidad del Norte, núm.
1, 1992.

14
Hart, J., El concepto de derecho, trad. de Genaro R. Carrió, México, Editora
Nacional, 1978.

Hegel, G. W. F., Filosofía del derecho, México, UNAM, 1985.

Kelsen, Hans, Introducción a la teoría pura del derecho, México, UNAM, Instituto
de Investigaciones Jurídicas-Asociación Peruana de Derecho Constitucional,
2002.

Kirchmann, Julius Hermann von, “El carácter a-científico de la llamada ciencia del
derecho”, en Savigny, Federico Carlos von et al., La ciencia del derecho,
Buenos Aires, Losada, 1949.

———, La jurisprudencia no es una ciencia, trad. de Antonio Truyol y Serra,


Madrid, Civitas, 1949.

Santiago Nino, Carlos, Introducción al análisis del derecho, segunda edición,


Buenos Aires, Editorial Astrea, 2003.

Saucedo González, José Isidro, El Estado transicional contemporáneo. Fuentes


para su comprensión, México, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, s/f,
inédito.

Schmitt, Carl, Sobre los tres modos de pensar la ciencia jurídica, Madrid, Tecnos,
1996.

Tamayo y Salmorán, Rolando, La Universidad, epopeya medieval, México, Huber,


1998.

———, La ciencia del derecho y la formación del ideal político. (Estudio histórico
de la ciencia jurídica y de su impacto en la ciencia política), México, UNAM,
1989.

———, Introducción al estudio de la Constitución, México, Fontamara, 2002.

———, Elementos para una teoría general del derecho (Introducción al estudio de
la ciencia jurídica), México, Themis, 1992.

15
———, Razonamiento y argumentación jurídica. El paradigma de la racionalidad y
la ciencia del derecho, México, UNAM, 2003.

16

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