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Tema 1.

La reducción de la delincuencia por medio de la disuasión e incapacitación penal

1. Disuasión general.
1.1. Conceptualización.

La disuasión general puede ser definida como la evitación por parte de los
ciudadanos de una conducta dada como consecuencia de la consideración anticipada
de los efectos negativos asociados con las sanciones formales e informales que resultan
de esa conducta. La teoría de la disuasión asume que la amenaza de sanciones
penales, influye en el proceso de toma de decisiones por parte de la ciudadanía y reduce
la probabilidad de que los individuos que componen la sociedad emprendan actividades
delictivas al aumentar os costos asociados con la misma.
A los costes directos representados por la sanción penal hay que sumar una
serie de costes indirectos ligados a la respuesta social que se les da a aquellos sujetos
que reciben una sanción penal. En este sentido, William y Hawkins se refieren a 3
categorías generales de costes indirectos asociados a las sanciones penales:

El estigma de la detención: Se refiere a la degradación social y a la pérdida de


respeto que genera el etiquetamiento como delincuente.

Los costes en términos de relaciones sociales:


Ser detenido no solo afecta a la
reputación social, también puede influir negativamente en las relaciones
sociales.

Los costes en términos de su implicación en oportunidades vitales:


Si un individuo
piensa que la detención policial puede dañar su probabilidad de obtener un
trabajo, una educación o, por ejemplo, de casarse, el proceso de disuasión es
más probable.

La literatura sobre disuasión también destaca la necesidad de distinguir entre


disuasión general inicial (que se refiere a los efectos asociados al establecimiento
original de la prohibición de una conducta y su penalización) y disuasión general
marginal (que alude a aumentos o descensos en el nivel de disuasión que resulta de
cambios bien en la certeza del castigo o bien en la severidad del mismo).

¿En qué medida podemos hablar de un efecto disuasorio general? Von Hirsch y
sus colaboradores, en su discusión sobre la disuasión general, destacan 5 prerrequisitos
para poder hablar de efectos disuasorios marginales, así como de una serie de factores
que pueden minar los efectos disuasorios de las penas:

 El público debe ser consciente de que la probabilidad de ser descubierto o la

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Políticas de Seguridad y Prevención del delito. 1º Semestre. Grado de Criminología.
Tema 1. Introducción

severidad de la sanción ha cambiado.

 La ciudadanía debe tomar en consideración los cambios introducidos en la


certeza o severidad de la sanción penal a la hora de decidir si van a cometer un
delito o no.

 El público debe creer que existe un riesgo real de que van a ser descubiertos y,
eventualmente, detenidos.

 Los ciudadanos deben pensar que el cambio introducido por las nuevas medidas
tendientes a incrementar la certeza o la severidad del castigo penal los van a
afectar o les van a ser aplicadas.

 El delincuente en potencia no solamente debe tomar en consideración este


cambio político criminal, sino que además ha de estar dispuesto a cambiar su
conducta como consecuencia del mismo.

Von Hirsch y sus colaboradores también destacan una serie de efectos paradójicos que
pueden resultar como consecuencia de cambios en la certeza y severidad de las penas:

1. Efectos contraproducentes: Por ejemplo, el aumento en la severidad o certeza de


una pena puede resultar en situaciones en que una pena sea considerada
excesiva, discriminatoria y, por tanto, no legítima por un sector público.

2. La pérdida de los efectos estigmatizantes de la pena: El estigma que acompaña a


las sanciones penales requiere que estas no sean tan comunes que la
“vergüenza social” que las acompaña desaparezca.

3. La disminución de los efectos disuasorios inicialmente generados por la política: El


efecto disuasorio marginal que los castigos pueden tener de forma inicial,
disminuye con el paso del tiempo.

1.2. Investigación empírica.

Existen numerosos estudios que han tratado de evaluar la disuasión general de


las penas, llegando a la conclusión de que este efecto existe. Sin embargo, es más
problemático el grado en que se puede hablar de un efecto disuasorio general marginal
de la severidad de las penas, que se considera muy limitado o nulo.

Según Durlauf y Nagin “hay escasa evidencia que aumentos en la severidad de


las penas arrojen efectos disuasorios marginales sustanciales” y además se puede
argumentar de forma convincente que los niveles actuales de severidad no pueden
justificarse si se consideran los beneficios y costes sociales y económicos.

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Patrones y Procesos delictivos. 2º Semestre. Grado de Criminología.
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Nagin,en su revisión sistemática de los estudios de disuasión, ofrece una


clasificación de los estudios de disuasión general según la que estos estudios han
evolucionado en 3 direcciones: los estudios de series temporales interrumpidas, los
estudios ecológicos y los estudios sobre percepción de sanciones. A los que habría que
añadir los experimentos sobre disuasión y los estudios sobre la relación entre niveles
reales de punitividad y percepción de la misma.

Los estudios ecológicos sobre severidad del castigo: Examinan la variación natural
en las tasas del delito y de punitividad a través del tiempo y del espacio y tratan
de examinar si un mayor grado de punitividad conduce a un nivel menor de
delincuencia. Estos estudios ecológicos generalmente se han concentrado en
analizar si existe una relación entre la magnitud de la población penitenciaria,
como indicador del grado de punitividad, y los niveles del delito. Los proponentes
de que la “prisión funciona” como mecanismo político criminal consideran que
mientras más delincuentes hay en prisión menos delincuencia habrá como
resultado de los efectos disuasorios y de incapacitación que ello implica.

No obstante, estos estudios encuentran serios problemas metodológicos y


estadísticos que hacen difícil su realización e interpretación: el problema de la
simultaneidad, el problema de la causalidad y el problema de poder determinar
si la relación entre severidad penal y niveles de delincuencia es el producto de
la disuasión o de la incapacitación.

La opinión mayoritaria es que, al menos hasta el momento, existe poca evidencia


que sugiera que incrementar la severidad de las sanciones penales tenga un
efecto disuasorio que merezca la pena.

Los estudios sobre certeza del castigo: Se han centrado en analizar la labor policial
y han empleado medidas de presencia o productividad policial como indicadores
de la certeza del castigo. Hay muy pocos estudios sobre disuasión que hayan
empleado como indicadores de la certeza del castigo la actividad y eficiencia de
fiscales o jueces a la hora de condenar y sancionar delincuentes.

La primera generación de estudios sobre policía, disuasión y certeza del castigo


valoraban en qué grado las variaciones en la severidad de las sanciones penales
tienen un impacto en los niveles de delincuencia, examinando el vínculo entre
medidas de recursos policiales y captura. El problema es que la mayoría de estos
no resolvían de forma adecuada el problema de la simultaneidad.
La nueva generación de estudios a nivel macro de presencia policial sugiere que
aumentar la presencia policial en la calle está asociada con reducciones de la
delincuencia. Sin embargo, a pesar de que estos nuevos estudios solucionan
algunos de los antiguos problemas, no solucionan todos.

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Es importante destacar también los estudios de series temporales interrumpidas


que examinan los efectos de intervenciones policiales específicas, así como la
investigación cuasi-experimental y experimental sobre programas policiales que
intensifican la presencia policial en determinadas áreas.

Los estudios sobre percepciones: Dirigidos a examinar si las percepciones sobre


diversas dimensiones de las sanciones tienen un impacto en la conducta de los
individuos. Están basados en 3 tipos diferentes de métodos: las encuestas
transversales (preguntan a los participantes cuáles son sus percepciones sobre
la certeza y severidad de las sanciones y sobre su comportamiento delictivo
previo o sobre su intención de cometer delitos; estos estudios han encontrado
que la percepción del riesgo de detención es más elevada entre las personas
que delinquen menos o que expresan una menor predisposición a delinquir), las
encuestas de paneles (preguntan a los participantes sobre sus percepciones
sobre la certeza y severidad de sanciones y sobre su comportamiento delictivo)
y los estudios basados en escenarios hipotéticos (estudios transversales en los
que se describe una situación delictiva a los participantes, se les pregunta cuál
es su percepción de la certeza y severidad de sanciones en dicho caso, y se les
pregunta qué harían si se encontraran en dicha situación; estos estudios han
encontrado generalmente efectos disuasorios con independencia del tipo de
delito).

Según Nagin y Pogarsky, las consecuencias extralegales asociadas a las


sanciones
penales tienen al menos un efecto disuasorio tan grande como sus
consecuencias legales, si no mayor.

Experimentos en disuasión general: Aunque estos estudios son escasos, ofrecen


resultados muy interesantes. Típicamente permiten a los participantes
comportarse de forma deshonesta para obtener una recompensa.

Percepciones del castigo y niveles de criminalidad: La teoría de la disuasión asume


que la amenaza de sanciones penales influye en el proceso de toma de
decisiones por parte de los potenciales delincuentes y reduce la probabilidad de
que emprendan actividades delictivas al aumentar los costos asociados con
ellas.

Esta teoría asume, por tanto, que 1) los niveles de punitividad son percibidos por
el público general de forma apropiada, y que 2) el público está dispuesto a
modificar su conducta como consecuencia de estas percepciones. La evidencia
que tenemos, sin embargo, es limitada. Estas encuestan no pueden esclarecer
si unos niveles mayores de punitividad se traducen en menores tasas de
delincuencia. Incluso si pudiéramos demostrar una relación entre percepciones
de sanciones y comportamiento, la política penal orientada a disuadir por medio
de variaciones en la intensidad penal podría fracasar si no consigue las

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percepciones ciudadanas.

¿En qué grado la ciudadanía tiene una idea adecuada de la severidad y certeza
de las penas? En líneas generales, numerosos estudios han demostrado que los
ciudadanos ordinarios generalmente tienen un conocimiento bastante limitado
del funcionamiento del sistema jurídico, del contenido de la ley y del derecho
penal, y de la severidad de las sanciones penales. A menudo, el público en
general tiende a infraestimar la severidad de las sanciones penales.
Los resultados de este tipo de estudios cuestionan los efectos marginales de la
disuasión, la posibilidad de que variar la celeridad, severidad y certeza del
castigo penal vaya a tener un impacto disuasorio y de reducción de la
delincuencia dado que el público en general no parece ser consciente de las
diferencias en el nivel de penalidad entre diferentes áreas. Puede que el derecho
penal tenga un efecto disuasorio general, pero, aparentemente, aumentar la
presión penal, por sí solo, no parece que altere las percepciones de dicha presión
penal. Uno de los problemas de estos estudios, sin embargo, es que no
examinan el efecto medio con la población en general.

Disuasión general y comunicación de la amenaza penal: la disuasión focalizada:


Según Apel, la disuasión implica la comunicación de información sobre
desincentivos a una audiencia para aumentar su percepción del riesgo y
desmotivar la participación en comportamientos socialmente indeseables. Si
esto es así, el proceso de disuasión debe variar en función de distintas
poblaciones, conductas prohibidas, contextos sociales y entidades
sancionadoras. El énfasis en la comunicación y la relevancia de la percepción
ha sido el objeto de estudios que han tratado de seleccionar audiencias
concretas como objetivos específicos de la comunicación de la amenaza penal.

1.3. Investigación sobre disuasión general y políticas públicas.

Estos estudios, en conjunto, sugieren que el aparato de justicia penal en su


conjunto tiene un efecto disuasorio general: “Cuando se hace conscientes a los
delincuentes en potencia de que existe un riesgo sustancial de castigo, muchos de ellos
son inducidos a desistir”. Como Tonry destaca, a la hora de comprender el
comportamiento delictivo, el control social informal es mucho más relevante que el
control jurídico-penal y el derecho parece ser más importante en cuanto puede
condicionar el control social informal, más que de forma directa.

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En este sentido, Nagin destacaba que todavía existen demasiadas lagunas en


nuestro conocimiento como para poder formular recomendaciones concretas de política
criminal:

1. Es preciso desarrollar un conocimiento de cómo y por qué la gente responde de


forma diferente a las políticas penales en distintos lugares y momentos.

2. Es preciso estudiar, no solo los efectos de estas políticas a corto plazo, sino
también calibrar sus consecuencias directas y secundarias a más largo plazo.

3. No sabemos casi nada sobre la relación entre percepciones del riesgo de


sanción y políticas que tratan de alterar percepciones.

4. Existe un conocimiento fragmentario del vínculo entre las políticas deseadas o


planificadas y lo que ocurre en la práctica una vez se implementan.

Von Hirsch y sus colaboradores obtienen conclusiones similares a las de Nagin. Sin
embargo, según ellos las políticas penales orientadas a incrementar el nivel de disuasión
general deben tener en cuenta las siguientes consideraciones:

1. El costo social y económico conocido o estimado de la política en cuestión:


Incrementos en la penalidad dan lugar a costos financieros muy grandes, lo que
plantea cuestiones de conflicto de prioridades. También es preciso tomar en
consideración el costo social asociado con el mantenimiento en prisión de una
proporción importante de determinados segmentos de grupos sociales
excluidos.

2. La limitada probabilidad de que se produzca una reducción de la delincuencia


como consecuencia de los efectos disuasorios generales: Existen numerosas
dudas sobre la magnitud de la reducción en la delincuencia que se puede
obtener por medio de la elevación de los raseros penales actuales.

3. La probabilidad de moderada a alta de que los actores del sistema de justicia


penal alteren su comportamiento para atenuar los efectos de políticas penales
que consideren desmesuradas: Hay una abundante bibliografía que documenta
cómo fiscales, jueces y jurados modifican su comportamiento frente a reformas
penales que tienden a incrementar la penalidad más allá de lo que se considera
razonable, por lo que la implementación de estos aumentos de penalidad muy a
menudo se considera agua de borrajas.

4. Tensiones con el principio de proporcionalidad: Las alteraciones de la penalidad


de determinados delitos pueden alterar los esquemas de proporcionalidad entre
los castigos para delitos de diversa gravedad.

Las distintas revisiones concluyen en que todo parece sugerir, en todo caso, que
las alteraciones de la probabilidad de una condena tienen efectos disuasorios más
robustos que las alteraciones en la severidad de las penas, sobre todo cuando se da
publicidad a las mismas. De ahí que Durlauf y Nagin hayan propuesto que tiene más

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Tema 1. Introducción

sentido dejar de invertir en políticas públicas orientadas a aumentar la gravedad de las


penas, y en su lugar invertir en políticas públicas que hagan el castigo más certero.
Otros autores son críticos con esta propuesta y consideran que aumentar la
certeza del castigo mediante una mayor inversión policial no tiene por qué funcionar en
todos los casos. Así, proponen un mayor compromiso con políticas orientadas a reducir
la delincuencia, que vayan más allá de la disuasión y el sistema de justicia penal y que
puedan ser, al mismo tiempo, más efectivas y menos costosas.

3º Curso del Grado de Criminología. Políticas de Seguridad y Prevención del delito.


Centro Asociado de Ponferrada.

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