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Los hundimientos
México, al igual que muchos países de América Latina, se habían mantenido al
margen de la Segunda Guerra Mundial desde que estalló el conflicto en
septiembre de 1939.
La postura entre los países de América Latina era de no intervención, aunque
muchos gobiernos -entre ellos el mexicano- sí condenaron las invasiones de la
Alemania nazi.
La declaración de guerra
Ante la nula respuesta alemana a la exigencia de compensación por parte de
México, el gobierno de Manuel Ávila Camacho pidió al Congreso una declaración
de guerra.
"Se declara que, a partir del día 22 de mayo de 1942, existe un estado de guerra
entre los Estados Unidos Mexicanos y Alemania, Italia y Japón", establecía el
documento.
"El 13 de mayo el ataque vino. No decidido y franco, sino desleal, embozado y
cobarde, asestado entre las tinieblas y con la confianza absoluta en la impunidad.
Una semana más tarde se repitió el atentado frente a esta reiterada agresión, que
vulnera todas las normas del derecho de gentes y que implica un ultraje sangriento
para nuestra patria", le dijo el presidente Ávila Camacho a la nación.
"Entran muchísimas divisas que ayudan a que el país tenga un despegue", añade.
Además, comenzó el programa "Braceros" que permitió a decenas de miles de
mexicanos trabajar legalmente en Estados Unidos, lo que dio pie a la primera
gran migración a ese país.
"Se van a trabajar no solo en los campos agrícolas, sino también en los
ferrocarriles, en la industria".
Estados Unidos no podía permitirse que el país vecino cayera en el bando
contrario, por lo que le dedicó buena parte de su atención.
"Probablemente hubo cierta dosis de presión norteamericana para entrar [en la
guerra]. Pero lo que no deja de llamar la atención es cómo estos políticos
mexicanos aprovechan ese contexto para lanzar económicamente a México, que
va a irse consolidando en los siguientes años", señala Valdez.
En los siguientes 20 años, México vivió un crecimiento económico notable que
llegó a llamarse el "milagro mexicano".
La vieja enemistad
Más allá de los acuerdos políticos, entrar en la guerra no era algo popular para el
pueblo mexicano.
Una encuesta, de las primeras que hubo en el país, explica Carrillo-Reveles,
mostraba que cerca del 70% de los mexicanos no apoyaba el que México
participara en la Segunda Guerra Mundial.
Y acompañar a Estados Unidos en un esfuerzo bélico era igual de impopular.
En la década de 1930 se cumplió un siglo de la anexión de Texas por parte de
EE.UU. y estaba por llegar el centenario de la guerra con Estados Unidos en la
que México perdió la mitad de su territorio (1848).
"Había un sentimiento histórico antiestadounidense muy fuerte, y también
antibritánico, porque hay que recordar que después de la expropiación petrolera
de 1938, Inglaterra rompe relaciones con México", señala Carrillo-Reveles.
Además, el gobierno mexicano enfrentaba inestabilidad política, tanto por los
grupos opositores de los sectores de la izquierda, incluidos los comunistas, como
de los derechistas, con grupos alineados a la ideología fascista.
La guerra, sin embargo, fue aprovechada por el gobierno para cerrar flancos:
"Surge la oportunidad de transformar el discurso de enfrentamiento político que
provoca el cardenismo [del gobierno de Lázaro Cárdenas, 1934-1940] en una
política de unidad nacional para los mexicanos", indica Carrillo-Reveles.
Y hubo una muy intensa campaña de propaganda gubernamental -apoyada
desde EE.UU., advierte Valdez- para convencer a los mexicanos de las razones
de estar con los aliados.
"No hay secretaría de Estado mexicana que no haya impreso un cartel donde la
bandera mexicana y la norteamericana aparezcan juntas. Pero no necesariamente
creo que se haya diluido ese sentimiento en contra de Estados Unidos", explica el
historiador.
Pero más allá de lo que hizo el Escuadrón 201, Carrillo-Reveles destaca cómo
México tuvo una contribución importante en la victoria de los aliados a través de
todo el apoyo de fuerza laboral e industrial a Estados Unidos.
"Contribuyen de manera muy importante a que la economía de Estados Unidos
no pare y que pueda mantener incluso a flote a una Europa que está
colapsada completamente", señala.
Por mucho tiempo circularon versiones sin sustento, señalan los historiadores, de
que Estados Unidos fue el que hundió al Potrero del Llano y el Faja de Oro. "Hoy
no hay absolutamente ninguna evidencia de que haya sido Estados Unidos",
apunta Valdez.
En cambio, el tiempo mostraría que la guerra fue un momento transformador para
México: "Y si se piensa, todo esto es producido por el hundimiento de un barco".