Está en la página 1de 1

La pedagogía fluctuante

Transcurrido los siglos XIX y XX, denotamos que la historia educativa se encuentra impregnada por
el contexto económico, político y social transformador, como uno de los vértices formadores del
ser humano y con mayor capacidad de absorción del contexto inmerso, logrando hasta la
actualidad, una continua fluctuación entre los deseos de aquellos padres cuya educación ha sido
frustrada por la inserción laboral inmediata, y la vorágine tecnológica-virtual en la que se
encuentran sus hijos adolescentes.

Mayoritariamente en las aulas nos encontramos con alumnos cuyos padres fueron incapaces de
finalizar sus estudios porque las necesidades económicas familiares condicionaron el avance y se
optó por salidas laborales inmediatas. Es por ello que en el extremo de la soga nos encontramos
con el deseo de los padres de que sus hijos sean sujetos con estudios, En el otro ápice vemos un
adolescente con el peso psicológico de la frustración de sus progenitores. Un adolescente que
experimenta su formación rodeada de la virtualidad avasallante, donde la inmediatez devora al
punto medio entre nuestros extremos. En el centro de nuestro juego de sogas nos encontramos
con una pedagogía considerada como la herramienta posible para la formación individual, que por
momentos se inclina hacia el ideal de formador de sujetos socialmente activos tradicionalmente,
con aquel currículum no adaptado a la realidad actual, y por momentos intenta adaptarse a la
realidad del adolescente actual tecnologizado, con una psiquis basada en la inmediatez de
resultados. Es allí donde el docente, con una pedagogía basada en Freyre requiere implementar
estrategias, como dice Bleichmar citado en el texto “Crisis, escuela y condición adolescente” de
Marcela Gomes Sollano “…podemos contribuir a recuperar el concepto de adolescente…como ese
espacio psíquico en el cual el tiempo deviene proyectos y los sueños se tornan el trasfondo
necesario del mismo.” Tomando las palabras de Larrosa, “se trata de que nadie deba aceptar
dogmáticamente la experiencia de otro y de que nadie pueda imponer autoritariamente la propia
experiencia a otro. Por eso el sujeto de la formación no es el sujeto de la educación o del
aprendizaje sino el sujeto de la experiencia: es la experiencia la que forma, la que nos hace como
somos, la que transforma lo que somos y lo convierte en otra cosa”.

También podría gustarte