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Facultad, área de conocimiento

Asignatura: Procesos Educativos y Realidad Escolar

ACTIVIDAD 4.

Versión Fecha Motivo de modificación Elaboración Revisión Aprobación


Nombre y apellidos
Cargo

Actividad 4: 3
Actividad 4:
Visualice el vídeo José Antonio Fernández Bravo: Enseñar desde el cerebro del
que aprende (Fernández Bravo, 2015) que se facilita en el siguiente enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=Au30rHyFbRI

A continuación, señale las ideas principales que expresa el ponente. Después,


elabore una reflexión personal (no un resumen) sobre las ideas que se abordan en la
ponencia y su aplicación en la enseñanza de Educación Secundaria. La respuesta no
debe exceder las dos páginas mecanografiadas a ordenador, tipo de letra Arial 11 y
espaciado 1,5.

La idea central de la conferencia de Fernández Bravo es la importancia de enseñar


desde la mente del que aprende, no desde la del que enseña. Para ello, se vale de curiosos
casos que muestran los errores que se comenten en el proceso de enseñanza-aprendizaje
cuando este se plantea desde la mente del que enseña. Por ejemplo, cuando un docente
demandó al alumno que no contara presionándose los dedos con la boca, este al instante se
metió los dedos en el bolsillo, pero no eso no impidió que los siguiera presionando, pero
esta vez a escondidas del docente. La conclusión que se extrae es que puedes hacer las
cosas mal mientras no te vean, aunque así el error persiste porque no se le explica al
alumno el porqué, sino que simplemente se le aplica una sanción.

Una idea secundaria de la principal tiene que ver con la disposición del alumnado a
la hora de enfrentarse a un problema. El conferenciante entiende que los problemas que se
le plantean a los alumnos no se enfocan en invitarle a querer resolverlo, sino a que lo
resuelva mediante la comprensión según la concepción del enseñante. Y pone también un
ejemplo básico basado en la clasificación, en el que se pide a un alumno que coloque en
diferentes cajas varios tipos de figuras (cuadrados, rectángulos, triángulos y círculos), pero
no se le permite usar su criterio, por lo que, de nuevo, el error recae en que el criterio
“correcto” de clasificación de estas figuras parte de la mente del docente (del que enseña) y
no del alumno (del que aprende).

Otra idea que dista un poco de la principal, aunque sin apartarse del todo, parte de la
importancia de distinguir entre los conceptos de contenido (lo que se enseña), conocimiento
(lo que se aprende) y comprensión. Con este último término arguye el ponente una idea
esencial: “lo importante no es cómo de bien resuelve un ejercicio un niño, sino cuánto de
bien le produce hacerlo”. Dicho de otro modo, el aprendizaje no puede producirse
obteniendo respuestas esperadas, sino dejando a cada cual que obtenga la suya
combinando una serie de aspectos (representados por franjas de colores en el vídeo de la
conferencia): creer en sí mismo, querer hacer, indagar, obtener conocimiento, comprender y
conocerse a sí mismo para lograr el objetivo final de crear un tipo conocimiento propio y
autónomo.

Las apreciaciones del conferenciante ofrecen, a mi juicio, notas positivas, pero


también negativas. A continuación, se explicarán las dos, tomando como punto de partida en
ambos casos el fin último de crear conocimiento.

En primer lugar, comparto con Fernández Bravo la importancia de que el aprendiente


desarrolle su creatividad a la hora de aprender. Me llama la atención el ejemplo que plantea
sobre la diferencia de sumar tres más cinco, cuya única solución posible es ocho, y entre
poner ocho igualado a nada, ya que ahí cabrían diferentes soluciones. Y es que esas
soluciones variadas solo se pueden obtener si el alumno quiere aprender y desea indagar
en las respuestas, ya que, como se dice en la conferencia, el conocimiento se obtiene
gracias al esfuerzo intelectual, que solo puede nacer del interés por el conocimiento.

También me posiciono de su parte cuando afirma que es preferible creer en lo bien


que le hace al alumno aprender algo antes que en lo bien que lo hace. Y es que a veces se
pone el foco en el resultado final como meta, pero no se va más allá en los beneficios que le
produce al niño el hecho de aprender. Dicho de otro modo, es mejor saber para qué le sirve
al niño saber que tres más cinco son ocho que el hecho mismo de saberlo.

Pero es precisamente la búsqueda de esa finalidad la que no se explica de manera


clara. Quiero decir que poner en manos de un alumno la indagación acerca de las bondades
(funcionalidades) de su proceso de aprendizaje es dejar abierto un abanico demasiado
extenso de posibilidades, tantas que incluso esa bastedad de opciones complicaría el
principio anterior de libertad creativa.

Convendría entonces establecer unos límites dentro de la creatividad a la hora de


forjar el conocimiento, sin imponer, eso sí, la respuesta que los docentes esperan. Acaso un
buen ejemplo sería una tarea simple como la de pedir a un alumno que asocie cada letra a
un número (por ejemplo, la ‘a’ sería el 1) para crear un mensaje encriptado para su
madre/padre contándole una mala noticia, de manera que le cueste reconocer el mensaje y
le permita buscarse una excusa ante la regañina que se avecina.

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