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Se han realizado esfuerzos de sentido amplio para hacer comprensible que la atenci ó n primaria es el
nivel de atenció n en el cual la actividad de los psicó logos puede ser de la mayor utilidad. Se han presentado
algunos enfoques que conservan cierto sesgo de la llamada "salud mental" tradicional. Por ejemplo, Diekstra
(1991) propone cinco categorías de problemas que son susceptibles de intervenciones psicoló gicas en el
nivel primario de atenció n:
a) Problemas de ansiedad y estrés, los que incluyen: ansiedad generalizada, ataques de pá nico, fobias, ideas
obsesivas y rituales, y enfermedades inducidas o agravadas por el estrés (como por ejemplo, la migrañ a, el
asma y la enfermedad cardiovascular);
b) T rastornos de los há bitos, los que incluyen: varios comportamientos habituales que conducen al distrés
personal; y problemas sociales y de salud, como por ejemplo, el há bito de fumar, la obesidad, la bulimia, el
alcoholismo, la enuresis, la encopresis y la adicció n a las drogas;
c) Dificultades y decisiones educacionales u ocupacionales, las que incluyen: decisiones en los puntos de
transició n a lo largo de la vida, como por ejemplo, la terminació n de la escuela, el cam bio de trabajo, la
jubilació n. Problemas que surgen en el contexto educacional-ocupacional, por ejemplo, problemas en los
estudios, falta de confianza en las habilidades sociales;
d) Problemas interpersonales, sociales y maritales, los que incluyen: problemas que surgen en las relaciones
con los demá s, por ejemplo, timidez, falta de "asertividad", discordias conyugales, problemas psicosexuales,
conducta agresiva y antisocial;
e) Ajuste psicoló gico a la enfermedad física y a otros
acontecimientos significativos de la vida: aquí incluye el ajuste al trauma de la enfermedad y la
hospitalizació n, el ajuste a las incapacidades cró nicas, el nacimiento de los hijos, los accidentes, la
enfermedad terminal y la muerte. Aunquees
innegab le que esos problemas que señ ala Diesktra son de mucho interés y pueden ser abordados desde la
psicología, hay otros problemas que se quedan fuera.
Con independencia de las características de cada comunidad, y de la especificidad de sus realidades,
hay un conjunto de temas que generalmente aparecen como prioritarios para la psicología en atenció n
primaria, y ese cará cter prioritario se debe a que son los temas vinculados con variables psicoló gicas que
má s afectan el estado de salud de las personas, los cuales, si reciben una correcta atenció n, pueden conducir
a introducir mejorías importantes en el nivel de salud de la població n.
Como veremos má s adelante, cada uno de ellos se rel aciona con aspectos bioló gicos, sociales y del
comportamiento, y son estos ú ltimos los que se destacará n má s adelante, para de esa manera considerar qué
asuntos nos pueden servir de pautas o guías para el trabajo de psicología en la atenció n primaria. En escrito
anterior, he sugerido que el mejor eje que puede ser seguido para ese propó sito es el del ciclo vital (Morales,
1995). En esa línea se presentará a continuació n una esquematizació n de esos temas prioritarios, y su
significado para la psicología de la salud en la atenció n primaria:
Salud reproductiva:
La salud reproductiva es la base del inicio del ciclo vital. La "calidad del producto" (como a veces dicen de
un modo un tanto técnico los especialistas médicos que trabajan en esta á rea para referirse a la salud del
recién nacido), depende en mucho de que el proceso reproductivo se desarrolle en las mejores condiciones
posibles, condiciones estas que a su vez dependen tanto de circunstancias asociadas a las condiciones de
vida, como a la calidad de los servicios de salud y a factores de comportamiento. Muy asociado a este
proceso está el primer añ o de vida del niñ o, en el cual pueden aparecer muchos problemas que pueden
comprometer su desarrollo futuro e incluso su vida. Debe recordarse que uno de los indicadores que con m á s
interés se toman en cuenta para evaluar el estado de salud de una població n es la tasa de mortalidad infantil.
Esta es una expresió n cuantitativa de la proporció n de niñ os que mueren en el primer añ o de vida en relació n
con el nú mero de niñ os nacidos vivos en un período de tiempo en un territorio determinado; la disminució n
de este indicador es generalmente uno de los propó sitos prioritarios de los servicios de salud.
6) pobre preparació n de la pareja y de los demá s familiares para el acontecimiento del parto y para brindar
cuidados físicos y emocionales al recién nacido
7) malas prá cticas nutricionales del recién nacido (por ejemplo, destete precoz)
8) insuficiente desarrollo de los comportamientos paternos que propicien la satisfacció n de las necesidades
psicoló gicas del niñ o en el primer añ o de vida.
INTRODUCCIÓN
La má s elemental consideració n sobre el “campo de la salud” debe poner de manifiesto que su relació n con
la psicología como ciencia, disciplina y profesió n tiene cará cter esencial y necesario. Hay aclarar que cuando
aquí se habla de “campo de la salud” no se refiere só lo a la “salud mental”, á rea con la que frecuentemente
queda asociada la psicología en la representació n del pú blico, en las clasificaciones de profesiones y hasta en
los organigramas de entes oficiales.
La acepció n “salud mental”, una franca herencia del dualismo cartesiano, en el mejor de los casos podría
referir al conjunto de fenó menos y procesos relacionados que darían cuenta del bienestar subjetivo y del
comportamiento bien adaptativo, positivamente transformador de las personas, lo que es parte indisoluble,
inseparable, de la salud integral.
En la vida real lo que denota la acepció n “salud mental” es un amplio á mbito que incluye a las enfermedades
de expresió n preponderante mental, a las personas que las padecen, a los conocimientos y pr á cticas para
atender a esas personas así como a los servicios en los que se presta la asistencia. También alcanza a las
políticas pú blicas y las regulaciones para llevar a cabo dicha asistencia y para realizar la prevenció n de tales
enfermedades. La psicología estudia por supuesto, fenó menos relacionados con procesos subjetivos y de
comportamiento, pero en el vasto campo de la salud su papel puede y debe ir má s allá de los linderos de ese
á mbito que se denomina “salud mental”.
Por otro lado, tampoco se habla del “campo de la salud” en el estricto sentido en que lo hizo Laframboise
(1973), que fuera la base de la política pú blica canadiense sobre salud que representara y divulgara Lalonde
(1974), ya que si bien esta contribució n ha sido muy ú til para modificar la visió n que prevalecía en la época
y reducir el peso que hasta entonces se atribuía a los factores bioló gicos en la causalidad de las enfermedades
concediendo mayor importancia a mejorar lo que fue llamado el “sistema de salud” y el “estilo de vida”, lo
que se define allí es el campo de las afectaciones de la salud, es decir, só lo una parte del problema. Segú n
aquella visió n, el campo de la salud debe entenderse en cuatro amplios componentes: biología humana,
medio ambiente, estilo de vida y organizació n de la atenció n de la salud, componentes que fueron
identificados mediante el examen de las causas y los factores bá sicos de la morbilidad y la mortalidad en el
Canadá , y como resultado del aná lisis del modo en que cada elemento afecta el grado de salud en el país;
está claro que tal aná lisis fue hecho desde la enfermedad y no desde la salud.
El “campo de la salud” como se propone aquí que lo veamos, comprende diferentes planos, todos
interrelacionados, entre los que pueden destacar los siguientes:
(1) La salud de las personas, como un componente esencial del proceso de la vida, un proceso dialéctico
en permanente desarrollo que incluye diferentes estados (entre ellos los de bienestar y eficiencia y los de
enfermedad y muerte) y el trá nsito entre los mismos, así como sus diversas expresiones y sus determinantes
bioló gicos, ambientales, econó micos, sociales, psicoló gicos, culturales y espirituales.
(2) Los conocimientos ya sean de cará cter científico, como los expresados en los saberes populares, las
representaciones culturales y las prá cticas derivadas que se relacionan tanto con la salud entendida como
bienestar, como con el riesgo de enfermar, las enfermedades, la recuperació n y el final de la vida.
(3) Las políticas pú blicas, los sistemas, servicios, programas e instituciones de todo tipo en relació n con
la promoció n y fomento del bienestar y la salud. Esto incluye la gestió n de salud positiva, la limitació n y
control de los riesgos de enfermar, la protecció n de las personas, la atenció n integral a las situaciones de
pérdida de la salud y a la recuperació n má s plena y la atenció n de las personas y sus familias en la situació n
de fin de la vida.
(4) Los instrumentos legales de todo tipo y nivel y las políticas y prá cticas correspondientes que
garanticen el derecho a la salud, la vida en ambientes saludables y el pleno acceso de todos los ciudadanos y
ciudadanas a todas las posibilidades de alcanzar el má s alto nivel de salud posible, incluyendo los recursos
má s avanzados para la recuperació n de la salud, y a los que protejan a toda la sociedad de potenciales
acciones dañ inas a la salud de cualquier procedencia, entre ellas las del “mercado de la enfermedad”.
(5) La formació n de recursos humanos para el trabajo en el campo desde la perspectiva de las muchas
disciplinas implicadas en mayor o menor grado, de las diferentes á reas de las ciencias y las tecnologías.
Asimismo la formació n de los recursos humanos no profesionales: activistas y promotores de salud,
representantes comunitarios y de grupos de la població n, entre otros actores sociales.
(6) La investigació n científica, la orientació n y prioridades de la misma, los recursos disponibles, el uso
de los conocimientos y su introducció n en la prá ctica social, en relació n con la promoció n y gestió n de la
salud positiva, la prevenció n y la atenció n de las personas enfermas.
(7) Las prá cticas de las profesiones que se vinculan con el campo, sus regulaciones éticas y corporativas.
(8) La participació n de los ciudadanos, ya sea en términos políticos, sociales y comunitarios en la gestió n
de su propia salud y en la toma de decisiones sobre la misma, en los diferentes escenarios en los que
transcurre la vida (las comunidades, los ambientes laborales, las escuelas, los espacios de consumo, etc.).
Lo que es comú n en todos los planos de ese campo, es la presencia del factor humano. Las personas son las
protagonistas de su salud, y esta es un componente principal de sus vidas, sus motivaciones, sus
realizaciones; su afectació n es fuente de malestar subjetivo. La salud comprende un componente subjetivo y
de comportamiento, no puede entenderse la salud sin entender este componente. Existe una unidad
inseparable entre estos componentes y los bioló gicos y sociales, la salud es unitaria Las personas no son
receptores pasivos de influencias, son activos protagonistas de su propia salud, y aquí radica un elemento
bá sico para entender por qué los modelos de causalidad derivados de la acció n de agentes bioló gicos sobre
un “huésped” en un ambiente en el que se destacan sus elementos físicos, tan propios de los primeros
tiempos de la epidemiología, no pueden ser aplicados de manera universal.
En tanto seres sociales, es en la interacció n con otros seres humanos, que construimos nuestros propios
sentidos sobre la salud y las enfermedades, aprendemos y reforzamos prá cticas y há bitos, desarrollamos
motivos y actitudes, expresamos nuestros bienestar y nuestro sufrimiento, afrontamos de uno u otro modo las
tensiones y noxas potenciales del ambiente, nos comportamos de manera má s o menos saludable, recibimos
y damos apoyo y mediatizamos a través nuestros estados emocionales el impacto de las tensiones. En la
determinació n de los estados de bienestar y salud, en la construcció n de la salud positiva, la prevenció n de
situaciones de riesgo, la vivencia y respuesta en situació n de enfermedad, la construcció n en nuestro entorno
del ambientes má s o menos saludables y la contribució n al bienestar y la salud de las personas con las que
nos relacionamos, se concretiza y expresa, entre otros modos, ese factor humano.
La psicología es la ciencia, la disciplina y la profesió n que se ocupa del estudio y atenció n del factor humano
en la sociedad contemporá nea. En los ú ltimos 150 añ os, la psicología emergió como ciencia positiva,
desarrollá ndose en ese periodo de tiempo discursos teó ricos metodoló gicos diversos. En el curso de esos
añ os nació el estudio del inconsciente y la clínica psicoló gica, se produjeron importantes avances en los
conocimientos sobre el aprendizaje, la cognició n y las capacidades, la motivació n y las actitudes, los grupos
humanos y las comunidades, entre otros notables acontecimientos que contribuyeron al establecimiento de
las bases de al establecimiento de la disciplina.
Sin embargo en relació n con ese vasto campo de la salud, la actividad de la psicología ha estado dominada la
mayor parte del tiempo por una visió n que alcanza muy preferencialmente a la situació n de enfermedad,
concretamente la de la llamada enfermedad mental. En el desarrollo de la profesió n de psicó logo se generó
una orientació n prioritariamente a los individuos y a la atenció n de en los servicios de salud. En la bú squeda
de una nueva perspectiva, de mayor amplitud, desde fines de la década de 1960, surgió , progresivamente, el
planteo de la psicología orientada en sentido amplio al campo de la salud. Es muy interesante observar que
esto ocurrió casi al mismo tiempo en tres realidades socio econó micas y geográ ficas diferentes sin conexió n
o relació n entre las mismas: Cuba, Estados Unidos y Argentina, en este país como Psicología Sanitaria, una
línea que ha desarrollado una importante reflexió n crítica de los sistemas de atenció n de la salud y desde la
que ha surgido importantes propuestas. (Saforcada, 2006). Un factor comú n estuvo en la insatisfacció n de los
psicó logos con el modelo clínico tradicional y con su limitada visió n de lo que la psicología puede hacer en
el campo.
La psicología de la salud puede definirse como “la rama aplicada de la psicología que se dedica al estudio de
los componentes subjetivos y de comportamiento del proceso salud-enfermedad y de la atenci ó n de la salud.
Consecuentemente, a la psicología de la salud le interesa el estudio de aquellos procesos psicoló gicos que
participan en la determinació n del estado de salud, en el riesgo de enfermar, en la condició n de enfermedad y
en la recuperació n, así como las circunstancias interpersonales que se ponen de manifiesto en la prestació n
de los servicios de salud, lo que se expresa en el plano prá ctico en un amplio modelo de actividad que
incluye acciones ú tiles para la promoció n de salud, la prevenció n de las enfermedades, la atenció n de los
enfermos y personas con secuelas, y para la adecuació n de los servicios de salud a las necesidades de los que
los reciben” (Morales Calatayud, 1999, p. 88).
En psicología de la salud se entiende que su radio de acció n y sus objetos concretos de trabajo pueden estar
en los individuos, en las familias, en los grupos, en las comunidades, en las instituciones y en la sociedad en
su conjunto, todo depende de cuá l sea la naturaleza del problema que deba ser reconocido, evaluado,
interpretado y sobre el cual se debe actuar para obtener un resultado deseado para el mejoramiento de la
salud. Incluye asimismo los problemas que se desprenden de la atenció n de la salud y la enfermedad, lo que
supone de hecho diversos asuntos psicoló gicos, son acciones que se producen por personas y para personas.
La psicología en el campo de la salud implica asumir una definició n en tanto disciplina aplicada, por el
campo (la salud) y no por un método (el clínico), la psicología clínica resulta insuficiente para abordar toda
la complejidad del campo. Asimismo, la psicología en este campo debe entender la integralidad bio-psico-
social (y también cultural y espiritual) no solamente en el discurso sino también en la prá ctica. Con
independencia del nivel de generalizació n o precisió n, la mayor parte de los enfoques sobre psicología de la
salud enfatiza los aportes que pueden hacer los conocimientos surgidos de la psicología tanto para
comprender el proceso de la salud-enfermedad y sus determinantes, como para fundamentar una praxis
abarcadora que contribuya a interpretar los problemas de salud de las poblaciones, las comunidades, las ins-
tituciones, los grupos, las familias y las personas y a la construcció n y recuperació n de la salud en todos los
niveles.
Se debe alertar sobre la necesidad de defender un concepto de psicología de la salud que deje claro el énfasis
en la promoció n y la prevenció n, así como su distanciamiento del modelo médico restringido, rechazando la
tendencia a definir la psicología de la salud como una parte de la psicología clínica en una “psicología clínica
y de la salud” (Piñ a, 2003). El desarrollo de la psicología de la salud y su integració n al campo de la salud en
el sentido que se considera aquí este campo presenta tensiones que en muchos casos operan como notables
resistencias, sin embargo también se puede hablar ya de ciertos logros y por supuesto, de sus muchas
potencialidades.
(1) La progresiva aparició n de la psicología de la salud como disciplina en los programas de grado.
(2) La emergencia de programas de formació n a nivel de maestrías y doctorados.
(3) La existencia y creciente actividad de organizaciones científicas internacionales y nacionales en la
regió n.
(4) La consolidació n de algunas publicaciones perió dicas especializadas (como la Revista Psicología y
Salud de la Universidad Veracruzana, la primera en surgir dedicada a esta á rea de la psicología en el á mbito
hispano hablante).
Como potencialidades:
(1) La posibilidad de integrar los avances alcanzados en nuestra regió n, vincular actores y producciones,
integrar y sistematizar conocimientos provenientes de diferentes á reas y enfoques.
(2) La articulació n de los desarrollos de otras á reas de la psicología en la regió n, como las provenientes
de la las neurociencias, en particular en lo referente al neurodesa- rrollo, la psicología comunitaria, la
psicología ambiental, la psicología política y la psicología econó mica.
(3) Los desarrollos de un nuevo paradigma de salud en la regió n, como el de Salud Comunitaria, en el
contexto del cual puede alcanzar el mayor sentido el desarrollo de la psicología en el campo de la salud.
Las posibilidades que brinda el progresivo desarrollo de políticas pú blicas orientadas a la inclusió n social, el
mejoramiento del acceso a la salud y los programas que se derivan de esas políticas, para generar espacios de
trabajo para realizar acciones de psicología de la salud. Entre las á reas de trabajo que esos espacios pueden
generar se encuentran la contribució n a la elaboració n y puesta en marcha de políticas pú blicas de salud, el
fortalecimiento de la Atenció n Primaria de la Salud y la promoció n de salud, así como la nutrició n y el
desarrollo infantil, entre otra.
En esta misma línea, en OMS (s.f.) define a los Determinantes Sociales de la Salud como: ...las condiciones
en las que la gente nace, vive, trabaja y envejece, incluido el sistema de salud. Esas circunstancias son el
resultado de la distribució n del dinero, el poder y los recursos a nivel mundial, nacional y local, que depende
a su vez de las políticas adoptadas.
Los Determinantes Sociales de la salud (DSS) constituyen las causas de la mayor parte de las desigualdades
sanitarias, forman parte de ellos las condiciones de vida y los determinantes estructurales, así también,
contribuyen al conocimiento de “las causas de las causas” para explicar y actuar sobre las inequidades en
salud.
Asimismo, las principales influencias sobre la salud pueden ser pensadas como una serie de capas dispuestas
una sobre otras. En general, como se muestra en la Figura 1, hay una mayor estructura política,
socioeconó mica, cultural y ambiental. Después se encuentran las condiciones materiales y sociales, en las
cuales las personas viven y trabajan determinadas por varios sectores como la vivienda, la educaci ó n, los
cuidados en salud, la agricultura, etc. Luego, el apoyo mutuo de la familia, amigos, vecinos y la comunidad
local. Finalmente, hay acciones tomadas por los individuos como alimentos que eligen comer, há bitos de
fumar y beber. La edad, sexo y genética tienen también su parte, pero sobre estos factores fijos hay poco
control.( Dahlgren & Whitehead 1991)
Para poder incidir en los determinantes sociales, en primer lugar, y siguiendo el modelo de Dahlgren y
Whitehead, se recomienda realizar una reducció n de los determinantes estructurales que actú an sobre el
contexto social y dan lugar a las desigualdades y la exclusió n, aluden al contexto sociopolítico y a las
políticas socioeconó micas, por ejemplo, en referencia al acceso al trabajo o a la educació n.
En segundo lugar, actuar sobre los determinantes intermedios para disminuir la vulnerabilidad en relaci ó n a
las condiciones de trabajo y exposició n al ambiente entre otros; en este lugar se ubican las condiciones má s
directamente relacionadas con la vida de la població n: la alimentació n, el ingreso, los factores psicoló gicos;
aquí también se ubica el sistema de salud, sin embargo, se lo considera un determinante social debido a las
consecuencias que producen las diversas formas en que se estructuran los sistemas de salud en las
sociedades, estas formas a menudo pueden llegar a implicar el pago para mejorar la salud o el deterioro de la
misma.
Asimismo, la Organizació n Panamericana de la Salud (2012) señ ala que es esencial reconocer los
mecanismos por los cuales los determinantes sociales influyen en la salud puesto que implica analizar la
estratificació n social y el contexto socioeconó mico y político, es lo que se denomina determinantes sociales
estructurales y está n dados por los factores que fortalecen los estratos sociales y definen la posició n
socioeconó mica de los individuos, cuyos componentes son fundamentalmente: la gobernanza, las políticas
pú blicas y los valores culturales y sociales. El aná lisis, a su vez, alcanza a los determinantes intermedios, es
decir, a las diferencias en relació n a la exposició n y vulnerabilidad a los entornos perjudiciales para la salud,
entre los elementos que los constituyen se encuentran las condiciones psicosociales y ambientales, la
cohesió n social y el propio sistema de salud.
Posteriormente, intervenir sobre los efectos negativos como consecuencia de la posició n socio-econó mica y
todo lo relacionado con la cobertura de salud. Por ello, se hace necesario comprender la importancia de
incidir sobre los determinantes sociales por su impacto sobre la salud, impulsar alianzas intersectoriales y
fomentar el trabajo conjunto entre los diversos sectores.
antitéticos -de esto surge la importancia de buscar características con la mayor capacidad de determinació n
posible-, las cosas o fenó menos será n antagó nicos: la presencia de una o bien excluye a la otra o la degrada.
La utilidad de aplicar la técnica de construcció n de paradigmas a este campo, no se limita só lo a la posible
diferenciació n de líneas
de concepciones y prá cticas de salud sino que, a partir de las
referencia a un conjunto de atributos que caracterizan a la cosa, entendiendo por caracterizar el "determinar
los atributos peculiares
de una persona o cosa, de modo que claramente se distinga de las
demá s"2
complementarias. En el primer caso, sobre todo cuando la acció n está dirigida al mismo objeto en el mismo
escenario pero a partir de visualizaciones y/o conceptualizaciones diferentes, generalmente no
son complementarias y, si los atributos o características son
antitéticos -de esto surge la importancia de buscar características con la mayor capacidad de determinació n
posible-, las cosas o fenó menos será n antagó nicos: la presencia de una o bien excluye a la otra o la degrada.
La utilidad de aplicar la técnica de construcció n de paradigmas a este campo, no se limita só lo a la posible
diferenciació n de líneas
de concepciones y prá cticas de salud sino que, a partir de las
dimensiones, subdimensiones y atributos hallados se puede construir una grilla de aná lisis, evaluació n y/o
visualizació n de:
- la naturaleza real de planes, programas o proyectos
antes de iniciar su desarrollo, en ejecució n o ya finalizados;
- la concordancia o discordancia entre la naturaleza de
los objetivos propuestos en ellos y las estrategias y herramientas utilizadas o a utilizar para alcanzarlos;
- los insumos, tá cticas, estrategias y objetivos que se
manejen en procesos de planificació n, para decidir su inclusió n o no en planes, programas o proyectos que se
estén elaborando;
- los resultados parciales o finales de planes, programas
o proyectos en ejecució n o ya finalizados;
- las políticas y los contenidos de los curricula de
formació n de RRHH para la salud;
- los efectos de cancelació n que se pudieran producir
cuando se mezclan en un mismo campo programá tico o en una misma estrategia de acció n,
conceptualizaciones y/o prá cticas provenientes de paradigmas contrapuestos;
- las consecuencias, en relac ió n con la efic acia y
eficiencia, de acciones provenientes de uno de los paradigmas a través de l as cuales se persiguen objetivos
provenientes del otro.
En el apartado siguiente se analiza a grandes rasgos el devenir histó rico de las concepciones y prá cticas
científicas en salud, para pasar luego a un segundo apartado en el que se aplica la técnica descripta a las
concepciones detectadas, a fin de constatar si surge só lo un paradigma o má s de uno; por ú ltimo, en el tercer
apartado se analiza ciertos aspectos importantes de la evolució n del paradigma o modelo salubrista.
Evolució n histó rica de las concepciones y prá cticas científicas en salud
Antes de entrar a una descripció n del devenir histó rico de estas concepciones y prá cticas, es conveniente
hacer una breve consideració n inicial con respecto a la manera en que se ha configurado, a lo largo de los
tiempos, el escenario del saber y la praxis en salud en la humanidad.
La conveniencia surge, por un lado, de la relatividad de los saberes en salud y la importancia que hoy se les
está dando a las medicinas tradicionales, tanto por parte de universidades de gran prestigio como de la
Organizació n Mundial de la Salud3 , que ha hecho hincapié sobre el valor de la homeopatía y de la medicina
ayurvédica (Fendall 1982). Por otro, del hecho de que algunas de estas medicinas se centran en la salud
positiva y no tanto en la enfermedad, como ocurre en la medicina científica, coincidiendo así con las
orientaciones actuales de la Nueva Salud Pú blica (Ashton 1990), que surgió en Canadá a comienzos de la
década de los 70 y proyectó su influencia a otros lugares de avanzada en el tema de la salud.
Breves consideraciones sobre la relatividad de los saberes en salud
Al observar lo producido po r la humanidad en el campo del
conocimiento y las prá cticas en salud se observa que todos los
pueblos han dado or igen, dentro de su cultura, a un á rea específica
referida a esta cuestió n. Asu vez, este emergente cultural a
generado siempre un papel diferenciado y altamente valorado en las sociedades: el de "sanador" o "cuidador
de la salud".
Dentro de los desarrollos conocidos se destaca el de los persas de la antigü edad, como así también el de los
chinos, á rabes y hebreos que han generado medicinas altamente desarrolladas, al igual que los pueblos de la
América precolombina (Maya, Inca, Mapuche, Toba, Guaraní, etc . ) .
La medicina científica -que se desarrolló en Europa- es só lo uno de los cuerpos existentes de conocimiento y
prá cticas en salud; sin duda, el de má s reciente desarrollo y el que orienta todas las ciencias de la salud que
habilitan a los profesionales universitarios y sus prá cticas en los países de América Latina.
Grandes países, desde el punto de vista demográ fico y cultural, como la India y China Popular -
aproximadamente un tercio de la població n humana del planeta- desarrollan sus actividades de atenció n de la
salud predominantemente en funció n de la medicina ayurvédica y china respectivamente (Newell 1975) .
También se podría citar dentro mismo del mundo occidental, en especial Europa, a la homeopatía como un
caso de medicina que responde a cá nones diferentes de los propios de lo que se reconoce como medicina
científica que para aquella, como se señ aló anteriormente, es alopá tica.
Má s aú n, en el caso de la India coexisten legalmente cinco medicinas, cuatro de ellas con sus respectivas
facultades de medicina: alopá tica occidental, ayurveda, unani y siddha. También tiene presencia la medicina
occidental homeopá tica, pero sin facultad de medicina. Algunas de estas facultades tienen posgrados en los
cuales los médicos se diploman en forma cruzada, lo que los hace facultativos de mayor polivalencia y
eficacia dentro de esta cultura.
Una situació n similar, aunque mucho menos estudiada, ocurre con las diversidades culturales de la
psicología aplicada al campo de la salud.
Estas reflexiones buscan minimizar el etnocentrismo y las actitudes y comportamientos autocrá ticos que se
observa en los profesionales universitarios del campo de la salud, de modo de lograr una mayor aptitud para
un fructífero ejercicio del juicio crítico e incrementa la posibilidad de abrirse a los enfoques comunitarios
participativos -Atenció n Primaria de la Salud (APS) (OMS/UNICEF 1978), Sistema Locales de Salud
(SILOS) (Paganini 1990), Intervenció n de la Comunidad en el Desarrollo Sanitario (ICS) (Oakley 1990),
etc.- tan reclamados como ú nica vía de solució n a los problemas crecientes
de salud en todo el mundo.
Por razones técnicas , un enfoque comunitario parti cipativo
requiere que el equipo profesional de salud tenga una posició n
relativista cultural y no etnocéntrica ni autocrá tica.
Los componentes estilos de vida y ambiente humano contribuyen, aproximadamente, con el 70% del total del
aporte al mejoramiento de las condiciones de salud, aumentando esta influencia en funció n de la disminució n
de la magnitud del limite superior del rango de edad tomado en cuenta.
El peso de estos dos componentes en la determinació n de los emergentes del proceso de salud-enfermedad
deriva, como se dijo al comienzo de este apartado, en dos consideraciones:
a- al hablar de estilos de vida y de ambiente humano se está haciendo referencia a població n sana, pues
cuando el dañ o se ha instalado el componente convocado es el sistema de salud;
b- de un escenario de salud colectiva en el que tenían la mayor importancia los factores bioló gicos se ha
pasado a uno en el que la investigació n científica y las prá cticas profesionales muestran que los factores con
mayor poder de determinació n en el proceso de salud-enfermedad, son de naturaleza
psicosociocultural.
La primera de estas consideraciones lleva a privilegiar el trabajo en salud positiva, o sea la promoci ó n y
protecció n de la salud, por sobre lo asistencial. Este encauzamiento de la acció n es justamente la que hoy
caracteriza a las nuevas orientaciones en Salud Pú blica y define el contenido de las principales
recomendaciones de los organismos internacionales de salud.
Por otra parte, también se debe tener en cuenta que las acciones de protecció n y promoció n de la salud son
de muy bajo costo y, en el á mbito de su ejecució n en terreno, son de muy baja complejidad; no así en sus
soportes teó ricos ni en los procesos a través de los cuales se llega a la elaboració n de ciertas herramientas de
trabajo.
No obstante, acompañ ando el modo en que se distribuye la inversió n en salud tal como muestra el Esquema
N° 8, la formació n de los profesionales de salud también se centra en la enfermedad, en una proporció n no
menor al 90% del total que reciben; el resto se vincula en general con la prevenció n primaria de la
enfermedad. La formació n en salud positiva, aun tomando en cuenta posibles contenidos levemente
relacionados con higiología, es absolutamente inexistente.
8: Componentes determinantes de salud y distribució n del gasto total en salud en Estados Unidos.
La distorsió n profesional y el perjuicio para la sociedad que implica esta restricció n en la formació n del
recurso humano de salud, se hace má s flagrante en el caso del psicó logo debido fundamentalmente a cinco
cuestiones que son bá sicas, aun cuando el planteo de las dos primeras es siempre muy polémico:
a- el campo de la salud negativa o de la enfermedad es fundamentalmente médico, tanto desde el punto de
vista de la aplicació n multidisciplinaria de las ciencias al campo de las alteraciones negativas del proceso de
salud-enfermedad, como desde el punto de vista de las concepciones legas relacionadas con este proceso -
desde un punto de vista puramente empírico, no hay má s que pensar a quién recurre la gente cuando alguien
se siente mal-;
b- el campo de la salud positiva -que puede definirse, prescindiendo de adjetivaciones, como el conjunto de
gente en situació n de relativo bienestar físico, psicoló gico y social- es, en lo que hace al proceso de
salud-enfermedad, primordialmente psicosociocultural quiere decir que es, en lo que hace a
aportes profesionales, preponderantemente psicoló gico y antropoló gico;
c- las personas sanas involucran, del total de la població n, un porcentaje mucho mayor que el de personas
enfermas;
d- entre las personas sanas está n los que poseen há bitos perjudiciales para la salud, al igual que quienes se
encuentran transitando estadios prodró micos de enfermedad;
e- las orientaciones actuales de la nueva salud pú blica priorizan y privilegian ampliamente las acciones en
salud positiva -protecció n y promoció n de la salud- y esta cuestió n de trabajar con la gente sana para evitar
que enferme tiene fuertes fundamentos éticos, cientificotecnicos, socioeconó micos y economicopoliticos.
La enfermedad nunca fue rentable para la sociedad pero ahora, por primera vez en la historia del capitalismo
y del liberalismo deshumanizado, también ha dejado de ser rentable para las empresas de salud y para los
gobiernos. Los clá sicos mercados de la enfermedad hoy no son regidos ni por los prestadores directos -
profesionales, clínicas y sanatorios o, en síntesis, curadores- ni por la industria de la tecnopatología -química,
electroelectró nica y nuclear-, sino por las empresas de medicina prepaga. Aquellos circunscribía su mercado
a los enfermos, estos ú ltimos a los sanos y los sanos son muchos má s que los enfermos o que se sienten
enfermos.
Esta ú ltima masa poblacional es marcadamente má s voluminosa que la anterior, pero a ella estas empresas
les venden un intangible potencial, como las de seguros de vida o accidentes, el cual se hace tangible actual
cuando ocurre el dañ o, pero atender el dañ o implica, para estas empresas, perder rentabilidad. En el nuevo
escenario, quienes deciden y orientan el gasto, seguidos por los gobiernos, no les interesa la enfermedad lo
cual, por razones muy diferentes, los hace solidarios con quienes propugnan los enfoques de la nueva salud
pú blica.
Se puede representar a la totalidad de la població n, con relació n al proceso de salud-enfermedad, con las
cuatro circunferencias concéntricas de la Situació n 1 del Esquema N° 9 que dan lugar a la formació n de
cuatro coronas la má s externa de las cuales representa a la població n sana y las subsiguientes a un gradiente
que va de la enfermedad fá cilmente evitable a la inevitable.
ESQUEMA N° 9: Esquema de la situació n global de salud de una població n desde el punto de vista de los
emergentes del proceso de salud-enfermedad (Situació n 1) y de la proporció n de cada emergente modificada
por el trabajo en protecció n y promoció n de la salud y prevenció n primaria de la enfermedad (Situació n 2)
: Emergente de salud positiva
: Emergente de enfermedad totalmente evitable
: Emergente de enfermedad dificultosamente evitable | : Emergente de enfermedad inevitable
Imperativo ético-profesional
Imjperativo cientificotecnico
Imperativo de desarrollo nacional
En términos generales, el desarrollo en salud de una sociedad estará indicado por el ancho de las dos coronas
má s externas . En términos má s específicos, el grado de subdesarrollo sanitario estará indicado,
proporcionalmente, por el ancho de la corona gris má s clara, la de la enfermedad totalmente evitable en
funció n de los conocimientos científicos del momento y los recursos disponibles -técnicos, humanos,
econó micos, etc.-.
Es precisamente sobre estas problemá ticas fá cilmente evitables sobre las que las estrategias de protecció n y
promoció n de la salud y prevenció n primaria de la enfermedad tienen el mayor y má s rá pido impacto.
A su vez, cuando estas estrategias se extienden espacial y temporalmente lo suficiente, tambi én comienza a
reducirse el espesor de la corona intermedia -los problemas de salud má s complejos y no tan fá ciles de
revertir-. Esto es lo que se representa con la Situació n 2 del Esquema 9, lo cual lleva a una utilizació n má s
eficaz de los recursos disponibles y a gestiones político-administrativas má s eficientes en el campo de la
salud.
La segunda consideració n -del peso preponderante de lo bioló gico se ha pasado a una fuerte predominancia
de lo psicosociocultural- llevaría a un aná lisis pormenorizado de lo que encierran los conceptos de ambiente
humano y estilos de vida, lo cual no sería pertinente en el presente trabajo. No obstante, requiere hacer unas
breves observaciones generales que fundamenten la afirmació n con respecto a que la naturaleza de estos dos
componentes es psicosociocultural.
Con respecto al componente estilos de vida no es necesario abundar en detal les dado que los
comportamientos que c on figuran l os particulares y diferenciados estilos de vivir de la gente -uso del
tiempo de ocio; há bitos de interrelació n humana en los entornos sociales; há bitos alimenticios y de uso y
abuso de substancias tó xicas; alternancia del tiempo de trabajo, ocio y sueñ o; etc.-, dependen de una serie de
variables tales como las representaciones sociales, los sistemas valorativo-actitudinales, los sistemas de
significació n de la realidad circundante, los sistemas de atribució n, los procesos de socializació n y de
influencia social, etcétera. Estas variables son, indudablemente, de naturaleza psicosociocultural.
Por otra parte, el componente ambiente humano queda definido casi en su totalidad por los mismos factores
o variables mencionados con relació n a los estilos de vida; con la diferencia que en este caso no configuran
comportamientos, sino que configuran las condiciones del ambiente a través de los comportamientos
humanos.
Frecuentemente se hace referencia a la contaminació n fisicoquímica, bioló gica, etcétera, del ambiente -
humos con substancias cancerígenas y otras substancias patogénicas, ruido, substancias radioactivas lanzadas
al ambiente sin ninguna precaució n, substancias venenosas y de alta peligrosidad, existencia de animales
silvestres o domésticos mal cuidados que son vectores de enfermedades, etc.-, pero sistemá ticamente se pasa
por alto que esos contaminantes está n presentes como consecuencia de comportamientos humanos.
En otros casos son los comportamientos relacionados con la higiene del há bitat lo que le otorga capacidad de
dañ o a un vector animal, siendo también la falta de medidas de previsió n y preventivas las que aumentan el
dañ o ocasionado por desastres naturales o producidos por acciones humanas criminales -por ejemplo: falta
de recursos humanos adecuadamente capacitados en psicología y medicina de desastres para operar en casos
de catá strofes y falta de organizació n previa de equipos de socorristas-.
Los estilos de vida, al igual que los comportamientos ambientales que frecuentemente forman parte de ellos,
segmentan a la sociedad porque los estilos implican una tipología de no muchas categorías -por ejemplo, en
Francia, el Segos MacroTest detectó en la década de los 80 diecisiete corrientes culturales o estilos de vida
en todo el país- y en su conjunto agrupan a toda la sociedad, quiere decir que cada estilo involucra a un
nú mero considerable de ciudadanos.
Esto permite que las acciones tendientes a transformar o mantener los entornos humanos como espacios
salutó genos5 modificando o reforzando estilos de vida y/o comportamientos ambientales tengan un fuerte
efecto multiplicador, lo cual aumenta la eficacia -capacidad resolutiva- y la eficiencia -bajo costo relativo- de
las acciones de salud desarrolladas en relació n con estos dos componentes.
UNIDAD 2
Humanización de las prácticas de salud. Una Revisión sistemática para la prevención de la violencia en
los servicios de salud
La atenció n en salud desencadena un proceso diná mico a partir de la demanda de los usuarios que requiere
un trato humanizado para beneficio de la població n y de los mismos profesionales de la salud. Sin embargo,
no siempre las prá cticas humanizadas se hacen presentes en los servicios de salud encontrá ndose situaciones
que muchas veces reproducen hechos de violencia vividos por los usuarios en bú squeda de ayuda.
Violencia ejercida, en primer lugar, desde la institució n de salud respecto de la organizació n que impide el
acceso -las barreras edilicias- y, en segundo lugar, desde el personal de salud que, con sus pr á cticas poco
acogedoras, no brinda la atenció n que requieren los pacientes. Así también, los usuarios y familiares incurren
en situaciones de violencia, algunas veces, debido al maltrato recibido en la institució n. La violencia es un
tema de salud pú blica pero el inconveniente que suscita es la dificultad de encontrar una definici ó n que
incluya todos los aspectos que involucra, pues se trata de un concepto complejo. No obstante, la
Organizació n Mundial de la Salud (OMS) en su Informe Mundial sobre la violencia y la salud (2002), la
define como el empleo de la fuerza o el poder –puede ser también bajo la forma de amenaza- contra uno
mismo, otra persona, grupo o comunidad, que pueda ocasionar lesiones, muerte o dañ os psicoló gicos, entre
otras cuestiones, que impliquen un perjuicio para el desarrollo de la vida. Así también, en el informe
recomienda brindar atenció n de calidad, rehabilitació n y apoyo para prevenir complicaciones de salud, así
como incorporar a los programas de formació n profesional mó dulos sobre violencia.
Zanatta et. al. (2018) advierten en su estudio sobre la presencia de violencia en la formaci ó n de recursos
humanos, má s precisamente en enfermería, que tiene consecuencias en la salud de los que son formados y en
las prá cticas de salud que brindan.
Chapell y Di Martino (1998 citados en Burgos Moreno et al. 2003) manifestaron que la violencia se hace
presente en circunstancias donde se percibe mala calidad en los servicios sanitarios o inadecuada atenció n,
así como, en casos de abusos o trato injusto.
Humanizar las prá cticas implica garantizar los derechos de los pacientes, como también, establecer un
diá logo entre ellos y los profesionales de la salud que posibilite el intercambio de conocimientos, a la vez, un
trabajo en equipo del personal de salud en condiciones dignas que contribuya a transformarlos en
coadministradores del proceso que comprende sus prá cticas. (Ministerio de Saú de, 2004). La postura
acogedora es fundamental para humanizar los servicios y la promoció n de una atenció n integral que
responsabiliza a los profesionales en la atenció n de la salud y los convoca a un trabajo interdisciplinario
(Silva y Alves, 2008). Asimismo, Baró (2018) señ ala que es necesario favorecer un espacio de encuentro y
confianza que ayude a afianzar vínculos con la comunidad y, especialmente, con los adolescentes y jó venes
que no suelen utilizar los servicios de salud; a su vez, se pregunta por la mirada que tiene el profesional del «
otro » que asiste a la consulta.
Respecto del interrogante planteado, Fernandes et. al. (2018) manifiestan que la escasa empatía y la
comunicació n deficiente, entre otras cuestiones,
Humanización de las prácticas de salud. Una Revisión sistemática para la prevención de la violencia en los
servicios de salud.
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pueden acarrear consecuencias devastadoras en salud que se traducen en violencia e intolerancia hacia quien
asiste en busca de ayuda.
Así también, afrontar con responsabilidad el vínculo que se establece entre profesional y paciente puede
significar consecuencias positivas en salud.
Dada la problemá tica planteada, es relevante investigar có mo influyen las prá cticas humanizadas en la
prevenció n de la violencia en los servicios de salud. ¿Qué rol tienen las prá cticas acogedores e integrales en
la disminució n de la violencia en la atenció n y tratamiento de los problemas de salud?
Objetivo Identificar el vínculo entre la violencia en los servicios de salud y la ausencia de prá cticas
humanizadas.
Método Se realizó una revisió n sistemá tica de investigaciones en los idiomas portugués y españ ol desde los
añ os 2018 hasta enero de 2020 en SCIELO, vinculadas a los constructos: Humanizació n de las prá cticas y
Violencia en los servicios de salud. El criterio de inclusió n fue la relació n de los términos de bú squeda en
los estudios realizados y los criterios de exclusió n fueron artículos narrativos y aquéllos que estudiaban
violencia sin vinculació n con la humanizació n de las prá cticas. Se encontraron 76 artículos, de los cuales 33
cumplían con los criterios de elegibilidad. Se hallaron 15 registros duplicados que fueron eliminados para el
aná lisis.
Resultados
Se analizaron 33 artículos y se observó en cada uno de ellos la relevancia y/o la ausencia de la humanizació n
de las prá cticas en salud especialmente en relació n a situaciones de violencia. 2 investigaciones referidas al
maltrato durante la formació n académica de los profesionales de la salud y en las residencias, cuyas
consecuencias se trasladaban al trato con los usuarios. - 3 estudios sobre violencia laboral en los servicios de
salud y abuso verbal a trabajadores de salud por parte de pacientes y familiares. - Así también, 3 estudios
referidos a violencia institucional donde se hizo referencia a vulneració n de derechos y estilos de
comportamiento del personal de salud que predisponen a situaciones de violencia. -En relació n a la violencia
institucional, se encontraron 11 artículos sobre violencia obstétrica, algunos de ellos valoran las buenas
prá cticas como relevantes para la continuidad de cuidados, otros dieron cuenta de la violencia institucional
que sufren las mujeres en situació n de parto. - 5 investigaciones se refirieron a la atenció n de la població n
infantil y adolescente. También se revisaron un (1) artículo sobre violencia intrafamiliar y un (1) artículo
sobre maltrato a las personas mayores y ausencia de protocolo en red para el tratamiento integral. - 7 estudios
se encontraron sobre la atenció n de mujeres víctimas de violencia. Se reconoció la necesidad de establecer
protocolo de atenció n que contemple la integralidad de los servicios, el funcionamiento en red y las prá cticas
humanizadas. A continuació n se presentan las tablas con los artículos revisados segú n los términos de
bú squeda.
Discusión
Se identificaron algunos ejes sobre violencia en los servicios de salud y, en una gran mayor ía, falta de
prá cticas acogedoras e integrales en los servicios.
Respecto del maltrato durante la formació n académica y el riesgo de trasladar a la violencia a las prá cticas,
Zanatta et. al. (2018) señ alaron en su estudio que la violencia está establecida en la formació n y genera
distancia en las prá cticas de cuidado y malestar físico en los profesionales de la salud. Asimismo, Montes-
Villaseñ or et. al. (2018) identificaron que un 87% de los residentes que participaron en la investigació n había
sufrido maltrato –en su mayoría psicoló gico- durante la formació n. Manifestaron que la violencia durante la
formació n es una dificultad para el desarrollo profesional.
Respecto de la violencia laboral en los servicios de salud, la investigació n llevada a cabo por Bordignon et.
al. (2018) reveló que un 61,2% de los profesionales de enfermería padecía de enfermedad médica y algunos
de ellos sufrieron violencia laboral Así también, Paravic-Klijn y Burgos-Moreno (2018) y Rodríguez Campo
y Paravic-Klijn (2018) reconocieron una mayor prevalencia de abuso verbal por parte de pacientes y
familiares, especialmente cuando no reciben la atenció n esperada, no comprenden lo que se les dice, o
reciben un trato indebido.
Otras investigaciones se refirieron a la atenció n de la població n infantil con ausencia de atenció n integral
(Sanine et. al., 2018), así también, la importancia de la escucha y la atenció n de las singularidades en la
atenció n de adolescentes (Ramos Ferreira Leal,
2019, Rossi, et. al. 2019). Se analizaron artículos sobre violencia intrafamiliar, donde se observó la
necesidad de prá cticas acogedoras a las familias (Sckek et. al., 2018). Una investigació n (Plassa et. al., 2018)
sobre maltrato a las personas mayores reveló una ausencia de protocolo en red para el tratamiento integral de
los casos y el abandono de la continuidad del proceso por parte de la víctima.
Se encontraron numerosos artículos relacionados con la violencia obstétrica, algunos de ellos valoran las
buenas prá cticas como relevantes para la continuidad de cuidados (Barbosa Pereira et. al., 2018) y a
embarazadas (Warmling et. al., 2018).
Otros dieron cuenta de la violencia institucional que sufren las mujeres en situació n de parto con vulneració n
de derechos (Rocha-Acero et. al., 2019, Andrade y Vieira, 2018, Marrero y Brü ggemann, 2018, Sosa
Sá nchez e Itzel, 2018).
Respecto de la violencia institucional, algunas investigaciones coincidieron en la existencia de sometimiento
de usuarios a largas esperas en el establecimiento sanitario, como también vulneració n de derechos y estilos
de comportamiento del personal de salud que predisponen a situaciones de violencia (Bellamy y Castro,
2018, Rodríguez Campo y Paravic-Klijn,2018).
Vinculado a la atenció n de mujeres víctimas de violencia, algunas investigaciones reconocieron la necesidad
de incluir en la formació n de los profesionales la temá tica sobre mujeres que viven esta problemá tica debido
al escaso conocimiento que poseían (Remigio Moreira et. al., 2018, Borth et. al., 2018, Marques et. al.,
2018). Otros estudios identificaron falta de articulació n de la red de atenció n y seguimiento (Trigueiro et. al.
2018, Baragatti et. al., 2018, Soares y Lopes, 2018). Sin embargo, la investigació n realizada por Mafioletti
et. al. (2018) identificó la trayectoria del Programa de Atenció n a las Mujeres en Situació n de Violencia de
Curitiba como contribució n a la atenció n integral de las mujeres en el marco de humanizació n de las
prá cticas.
La violencia es un problema de salud pú blica que requiere una atenció n y tratamiento integral y humanizado
por parte del personal de salud. Algunas investigaciones manifestaron la importancia de establecer prá cticas
acogedoras e integrales como contribució n a un mejor pronó stico en salud, y una disminució n de violencia
por parte de los usuarios hacia los profesionales. La gran mayoría de los estudios encontrados se referían a
violencia obstétrica y a la atenció n de mujeres víctimas de violencia, algunos dieron cuenta de la
reproducció n de la violencia en los servicios de salud, personas víctimas de violencia vuelven a vivir
situaciones en las instituciones sanitarias que vulneran sus derechos. A pesar de la escasez de estudios sobre
violencia en la formació n de los profesionales de la salud, constituye un hallazgo que merece seguir
investigá ndose puesto que podría ser uno de los factores para prevenir la violencia en las prá cticas de salud.
6) pobre preparació n de la pareja y de los demá s familiares para el acontecimiento del parto y para brindar
cuidados físicos y emocionales al recién nacido 7) malas prá cticas nutricionales del recién nacido (por
ejemplo, destete precoz) 8) insuficiente desarrollo de los comportamientos paternos que propicien la
satisfacció n de las necesidades psicoló gicas del niñ o en el primer añ o de vida. b) Ejemplos de acciones que
pueden ser emprendidas: 1) trabajo con grupos de adolescentes para fomentar comportamientos preventivos
de embarazos y enfermedades de transmisió n sexual; identificació n de los grupos de adolescentes de la
comunidad con má s riesgo para estos problemas y elaboració n de programas específicos para el trabajo con
ellos; uso de facilitadores (multiplicadores) surgidos de los propios adolescentes y de técnicas de trabajo con
grupos; adiestramiento de maestros, médicos y enfermeras para su participació n en estas intervenciones. 2)
diseñ o de intervenciones para favorecer comportamientos que propicien la mejor evolució n del embarazo de
las mujeres de la comunidad, que pueden incluir: acciones a nivel de la pareja y la familia, recursos
informativos y trabajo a nivel grupal, adiestramiento de médicos y enfermeras en recursos de comunicació n
y motivació n, organizació n de acciones educativas y de profilaxis del parto, identificació n de mujeres y
parejas con dificultades y realizació n de trabajo, incluso de nivel clínico, con ellas. 3) diseñ o de acciones
grupales e individuales para la transmisió n de informació n acerca de las necesidades físicas y emocionales
del niñ o en el primer añ o de vida, entrenamiento de médicos, enfermeras y trabajadoras sociales para su
participació n en estas acciones. 4) identificació n de niñ os con dificultades en su desarrollo en el primer añ o
de vida y establecimiento de programas individualizados de ayuda.
5) implemento de programas para estimular el comportamiento de lactancia materna, con el involucramiento
de la comunidad, y de los miembros de equipo de trabajo del centro de atenció n primaria.
II.- Salud del niño: Después del primer añ o de vida, son menos frecuentes la presentació n de problemas de
salud que conducen a la muerte de los niñ os, no obstante pueden presentarse algunos problemas que pueden
tener ese desenlace, así como otros que pueden dañ ar o limitar el buen desarrollo de sus potencialidades.
Generalmente, la salud del niñ o se analiza en dos períodos, el primero desde el cumplimiento del primer añ o
de vida hasta los cuatros añ os, y posteriormente, de los cinco añ os en adelante hasta los nueve añ os, una
divisió n que sigue má s bien criterios estadísticos que psicoló gicos. Los á mbitos preferentes en los que
transcurre la vida del niñ o en estas etapas son el hogar y la escuela.
a) Problemas frecuentes en esta á rea susceptibles de ser abordados desde la psicología: 1) ambientes
domésticos y sociales propiciadores de accidentes 2) inadecuados patrones de crianza infantil, insatisfacció n
de las necesidades emocionales y de juego 3) ambientes familiares disfuncionales 4) inadecuados
comportamientos preventivos para las enfermedades comunes de la infancia, uso inadecuado de los recursos
disponibles para la atenció n de la salud del niñ o 5) pobre preparació n del niñ o para la entrada en la escuela
6) dificultades de aprendizaje y de adaptació n a la escuela 7) comportamientos paternos que propician la
formació n de há bitos nutricionales incorrectos b) Ejemplos de acciones que pueden ser emprendidas: 1)
diseñ o y aplicació n de programas a nivel individual y grupal para el mejoramiento de los patrones de crianza
infantil 2) identificació n de familias disfuncionales e intervenciones de ayuda para sus problemas 3)
identificació n de ambientes familiares y comportamientos proclives a la producció n de accidentes de los
niñ os, intervenciones para modificar estas situaciones a nivel individual, familiar y grupal 4) observaciones
de los ambientes escolares y proporcionamiento de sugerencias a los maestros; detecci ó n temprana de niñ os
con dificultades de aprendizaje y de adaptació n a la escuela; realizació n de estudios diagnó sticos y acciones
de atenció n a los problemas de estos niñ os. 5) identificació n de las prá cticas frecuentes de la població n en
relació n con la prevenció n de las enfermedades comunes de la infancia, diseñ o de estrategias para la
modificació n de estas prá cticas; adiestramiento y asesoramiento del equipo de trabajo del centro de atenci ó n
primaria para su participació n en esas acciones 6) organizació n de horarios de consulta que permitan el fá cil
acceso de los padres y maestros, y en los que pueda brindarse orientació n, e incluso, terapéutica psicoló gica,
a los problemas de los niñ os.
III.- Salud del adolescente En el sector salud, generalmente se considera la adolescencia como el período
que va de los 10 a los 19 añ os, al igual que ocurre en la etapa anterior, este criterio es má s estadístico que
psicoló gico. Frecuentemente esta larga etapa se separa en dos partes, la primera de los 10 a los 14 añ os y la
segunda de los l5 a los 19. En los datos de algunos países y regiones, puede observarse un aumento de los
índices de mortalidad en este grupo de edad, ocupando casi siempre el primer lugar los accidentes. Ademá s
de los problemas que aparecen descritos dentro del acá pite de salud reproductiva, muchos de los cuales
conciernen a los adolescentes, en este grupo de edad pueden encontrarse otros.
a) Problemas frecuentes en esta á rea susceptibles de ser abordados desde la psicología: 1) inicio de prá cticas
nocivas para la salud a largo plazo, como la conducta de fumar o la de ingerir bebidas alcohó licas (en
algunos contextos incluye también el uso de drogas) 2) aumento del riesgo de accidentalidad al ampliarse el
espacio en el que se desplazan, o por la prá ctica de deportes que implican asumir riesgos 3) dificultades de
adaptació n al medio familiar, la escuela y el ambiente social 4) aparició n de problemas nuevos que pueden
implicar toma de decisiones en asuntos tales como los estudios, la actividad laboral, o las relaciones de
pareja. b) Ejemplos de acciones que pueden ser emprendidas: 1) realizació n de estudios y observaciones
dirigidas a identificar la frecuencia de comportamientos nocivos para la salud entre los adolescentes de la
població n con la que se trabaja, así como para caracterizar las circunstancias del ambiente que los favorecen;
diseñ o de estrategias para abordarlos a nivel de la escuela y los grupos de la comunidad, identificació n y
adiestramiento de "facilitadores", realizació n de actividades grupales con técnicas y contenidos específicos
apropiados para este grupo de edad; 2) asesoramiento y capacitació n de maestros y miembros del equipo de
atenció n primaria acerca de los problemas psicoló gicos de los adolescentes y las técnicas que pueden usarse
3) organizació n de servicios de consulta, orientació n psicoló gica e incluso, terapéutica, de fá cil acceso para
los adolescentes (pueden utilizarse formas de acceso discretas, buzones, consultas anó nimas, etc.).
IV.- Salud del adulto
La adultez es la etapa productiva de la vida, la que corresponde a la afirmació n de un rol profesional, a la
consolidació n de una relació n de pareja estable, y a la creació n de una familia. Estos procesos generan una
multiplicidad de acontecimientos con los que será necesario interactuar, pero al mismo tiempo, se producirá n
progresivamente cambios degenerativos en los diferentes sistemas orgá nicos que afectará n su
funcionamiento y que obligará n a esfuerzos adaptativos. Se presentará n enfermedades cró nicas que
requerirá n atenció n y rutinas de autocuidado. Por ejemplo, en un trabajo realizado en Cuba sobre la
població n adulta, el 30% tenía obesidad y sobrepeso, el 15%, hipertensió n arterial, el 8% asma bronquial,
entre el 5 y el 10%, cardiopatía isquémica y el 3% diabetes (Díaz y Ferná ndez, 1990). En otro estudio se
apreció que el 10.5% de las personas estudiadas había experimentado algú n acontecimiento definido como
significativo para su vida en el curso de los ú ltimos 6 meses, particularmente en el á mbito de su vida familiar
(55% de los acontecimientos), de su estado de salud (20%), o del trabajo y los estudios (10%), (D íaz y
Morales, 1990).
Las demandas del ambiente, las condiciones materiales de existencia, los recursos de asistencia disponibles,
y los comportamientos que se desplieguen, tendrá n una influencia muy marcada en el mantenimiento del
estado de salud y en la evolució n de los padecimientos. Generalmente se ha considerado que la adultez se
extiende hasta la edad de la jubilació n, que en la mayoría de los países está alrededor de los 60 añ os.
Ademá s de los problemas descritos en el á rea de salud reproductiva, pueden presentarse otros. a) Problemas
frecuentes en esta etapa: 1) reacciones de adaptació n a los cambios y situaciones comunes de la vida (inicio
de la vida laboral, demandas laborales, cambios de trabajo, asunció n de liderazgos laborales y sociales,
participació n política, disponibilidad de recursos econó micos, adquisició n de vivienda y bienes, matrimonio,
relaciones conyugales, divorcio, nacimiento de los hijos, liderazgo familiar y educació n de los hijos,
interacció n social) 2) mantenimiento de "estilos de vida" poco saludables (asumir riesgos, fumar, ingerir
bebidas alcohó licas, malas prá cticas nutricionales, sedentarismo) 3) enfermedades agudas y cró nicas 4)
accidentes y sus secuelas 5) dificultades en el funcionamiento familiar y en la relació n de pareja 6) uso
inadecuado de los servicios de salud disponibles 7) uso inadecuado del tiempo libre 9) aislamiento social. b)
Ejemplos de acciones que pueden ser emprendidas: 1) realizació n de observaciones y estudios dirigidos a
conocer los comportamientos nocivos para la salud frecuentes en los adultos de la comunidad, as í como para
identificar las circunstancias que los favorecen; diseñ o de estrategias para abordarlos con intervenciones a
nivel de los individuos, las familias y la comunidad 2) organizació n de formas de trabajo, preferentemente
coordinadas con los demá s miembros del equipo de salud, para la disminució n de los riesgos de accidentes,
especialmente viales y laborales (modificaciones en el ambiente, desarrollo de competencias, etc.) 3)
realizació n de trabajo con grupos de la comunidad en relació n con los "estilos de vida" nocivos para la salud
(suministro de informació n, estrategias de modificació n de los comportamientos), selecció n y adiestramiento
de "facilitadores" 4) pesquisaje de los individuos con dificultades en el afrontamiento de situaciones de
tensió n y de disponibilidad de apoyo social, y organizació n de formas de atenció n para los mismos 5)
realizació n de intervenciones de asesoramiento, e incluso terapéuticas, dirigidas a las familias disfuncionales
6) organizació n de consultas y otras formas de atenció n psicoló gica de fá cil acceso a personas que busquen
ayuda para el control de comportamientos nocivos (por ejemplo, el de fumar), para el manejo de situaciones
de tensió n, e incluso, para problemas específicos, como manifestaciones de dolor cró nico 7) integració n de
recursos psicoló gicos en la atenció n de los enfermos cró nicos (hipertensos, diabéticos, etc.), a través de las
consultas y otras formas de atenció n brindadas por el centro de atenció n primaria para estas personas 8)
asesoramiento y capacitació n de los demá s miembros del equipo de atenció n primaria en relació n con los
aspectos psicoló gicos de los problemas de salud de los adultos.
V.- Salud de los adultos mayores (tercera edad) El aumento que se ha venido produciendo en la
expectativa de vida, hace que en se produzcan cambios en la estructura de la població n. Cada vez, en muchos
países, hay má s personas que rebasan los 60 añ os, por lo que es explicable que este grupo de edad se distinga
del resto de los adultos, tanto en el aná lisis de sus problemas como en el diseñ o de políticas y servicios de
salud para las mismas. El problema ya no es só lo lograr que las personas vivan má s añ os, sino darle la mejor
"calidad de vida" a esos añ os. En esa etapa de la vida, las enfermedades cró nicas pueden ser má s frecuentes,
imponer má s limitaciones y requerir má s cuidados. También las personas se enfrentan a acontecimientos de
mucha importancia, como la jubilació n, el desmembramiento de la familia que crearon (por la salida de los
hijos adultos del hogar o la muerte del có nyuge), e incluso, a la progresiva disminució n de sus fuentes de
apoyo social (por la muerte o invalidez de los amigos y contemporá neos). En ciertos ambientes sociales, los
miembros má s jó venes de la familia, entre ellos las mujeres, pasan mucho tiempo fuera de la casa en sus
centros de trabajo y estudio y en sus actividades recreativas, quedando el adulto mayor sin compañ ía por
largas horas. Otros son los ú nicos habitantes de su hogar.
a) Problemas frecuentes en esta etapa: 1) reacciones de adaptació n a los cambios y situaciones frecuentes en
esta etapa: jubilació n, reducció n de los recursos econó micos, viudez, disminució n del liderazgo en el seno de
la familia, muerte o alejamiento de amigos, aceptar la convivencia con personas nuevas (por ejemplo, nueras
o yernos) 2) aumento de las limitaciones impuestas por las enfermedades cró nicas, adaptació n de rutinas
personales a las exigencias de los tratamientos de esas enfermedades, disminució n de al capacidad de
desplazamiento independiente, déficits sensoriales 3) disminució n de las oportunidades de uso placentero del
tiempo libre y dificultades de adaptació n a los cambios del ambiente social que obstaculizan esas
distracciones (cambios en los sistemas de transporte urbano, megacentros de espect á culos, televisió n con
programaciones dirigidas a los má s jó venes, etc.) 4) uso inadecuado de los servicios de salud disponibles 5)
aislamiento social y disminució n de la autoestima; estados depresivos
b) Ejemplos de acciones que pueden ser emprendidas: 1) realizació n de observaciones y estudios dirigidos a
conocer los comportamientos nocivos para la salud má s frecuentes entre los adultos mayores, así como las
circunstancias del ambiente familiar y social que favorecen esos comportamientos o que incrementan las
posibilidades de dificultar la adaptació n a los cambios y situaciones de la vida típicos de la etapa; diseñ o de
intervenciones apropiadas para estos problemas 2) pesquisaje de los individuos con mayores dificultades y
con comportamientos que afectan la evolució n de sus enfermedades cró nicas o pueden constituir riesgo para
las que aú n no han debutado, y ofrecimiento de acciones de ayuda psicoló gica, incluso de nivel terapéutico,
apropiadas, incorporació n de acciones psicoló gicas en los servicios de tratamiento médico que se brindan a
estas personas 3) intervenciones a nivel de las familias cuyas dificultades de funcionamiento afecten los
comportamientos de salud de sus adultos mayores 4) fomentar programas dirigidos a la formació n y
fortalecimiento de redes de apoyo social, que incluyan, ademá s, acciones dirigidas a mejorar la eficiencia
física y la evolució n de las enfermedades 5) ofrecimiento de servicios de atenció n psicoló gica de fá cil acceso
para estas personas (consultas, grupos terapéuticos, servicios por línea telefó nica, etc.) 6) asesoramiento y
capacitació n de los demá s miembros del equipo de trabajo de atenció n primaria, en relació n con los
problemas psicoló gicos de este grupo de edad.
Un caso paradigmá tico muy concreto e ilustrativo sobre el modo de abordar un problema de salud en la
atenció n primaria incorporando las variables psicoló gicas, el trabajo en equipo y la investigació n operativa,
es el del proyecto denominado "Círculos de Abuelos" en Cuba. El grupo que realizó el estudio inicial en una
comunidad urbana de La Habana, constituía el equipo de trabajo de un centro de atenció n primaria, e incluía
a epidemió logos, psicó logos, médicos internistas, especialistas en medicina deportiva y médicos de familias.
Ellos contaban con los datos demográ ficos que mostraban la tendencia de aquella població n a envejecer.
Tenían otros datos que mostraban que estaba aumentando el nú mero de mujeres incorporadas al trabajo.
Ellos también conocían, por sus experiencias directas con la comunidad que había muchos adultos mayores
que vivían solos o que permanecían solos durante muchas horas del día, y diseñ aron un estudio, elaboraron
un cuestionario y recogieron informació n que confirmaba el aislamiento social en que se encontraban esas
personas. Entonces diseñ aron una estrategia de intervenció n basada en la agrupació n de los adultos mayores,
invitá ndolos a constituir un "círculo" con su propia estructura y liderazgo, estimulá ndolos y facilitá ndoles la
organizació n de actividades para que se comunicaran, realizaran ejercicios físicos adecuados para su edad
con asesoría de instructores profesionales, y tuvieran actividades recreativas. Luego capacitaron a los
médicos de familia y a las enfermeras para este tipo de trabajo, y así surgió un modelo que se ha extendido a
todo el país, y se ha encontrado que los adultos mayores que participan en estos "círculos" y han superado el
aislamiento social, tienen mejores niveles de salud, tienen mejor controlados sus padecimientos cró nicos,
consumen menos medicamentes y van menos veces a los hospitales por episodios agudos que antes de
integrarse a esta actividad o que los no participan en los mismos. Los "círculos" han tenido un impacto
positivo en el estado de salud de este grupo de població n. Una informació n má s detallada sobre esta
experiencia puede encontrarse en el trabajo de Ordó ñ ez y cols. (1987).
Al asumir como línea de pensamiento la que sigue el ciclo vital, ha sido posible presentar muchos problemas
que se consideran frecuentes (no quiere decir que sean los ú nicos ni que sean universales), y algunos
ejemplos de las acciones que pueden ser emprendidas. Aunque en los ejemplos mencionados se se ñ alan
algunos que se refieren a la participació n de miembros de la comunidad en las acciones, el tema de la
participació n popular en salud, de suma importancia en atenció n primaria, no ha ocupado un acá pite
particular. En este sentido es necesario complementar la exposició n anterior indicando que corresponde a la
psicología en ese nivel de servicios contribuir a promover ese tipo de participaci ó n, a través de diferentes
vías, tales como la obtenció n de informació n acerca de la evaluació n que los miembros de la comunidad
hacen de cuá les son sus principales problemas de salud y sobre sus expectativas acerca de lo que pueden
hacer de manera conjunta con el centro de salud de atenció n primaria para resolverlos; la identificació n de
líderes naturales de la comunidad y su motivació n y capacitació n y la asesoría y capacitació n de los
miembros del equipo de salud para el trabajo con ellos y con la comunidad en general.
De acuerdo a los objetivos de cará cter introductorio de este texto, el inventario de ejemplos de acciones que
se han brindado está n en el nivel del "qué", es decir, informan acerca de lo que puede hacerse, pero no hay
referencias amplias acerca del "có mo" llevarlas a cabo. Este es uno de los grandes problemas de la psicología
de la salud, ya que el acervo de experiencias en este sentido no está suficientemente recuperado, y mucho
menos analizado y evaluado. Los psicó logos de la atenció n primaria, generalmente formados en la tradició n
clínica, han tenido que realizar muchos esfuerzos creativos en aquellos lugares en los que han desempe ñ ado
su trabajo. No obstante, la informació n fragmentaria de la que ya se dispone, requeriría un espacio de
exposició n que rebasa los límites trazados para este texto, por lo que esos elementos será n objeto de atenció n
en otro texto, ya en preparació n, sobre procedimientos para el trabajo de psicología en atenció n primaria de
salud.
CARTA DE OTAWA
PROMOCIÓN DE LA SALUD
La promoció n de la salud consiste en proporcionar a los pueblos los medios necesarios para mejorar su salud
y ejercer un mayor control sobre la misma. Para alcanzar un estado adecuado de bienestar f ísico, mental y
social un individuo o grupo debe ser capaz de identificar y realizar sus aspiraciones, de satisfacer sus
necesidades y de cambiar o adaptarse al medio ambiente. La salud se percibe pues, no como el objetivo, sino
como la fuente de riqueza de la vida cotidiana. Se trata por tanto de un concepto positivo que acentú a los
recursos sociales y personales así como las aptitudes físicas. Por consiguiente, dado que el concepto de salud
como bienestar trasciende la idea de formas de vida sanas, la promoció n de la salud no concierne
exclusivamente al sector sanitario.
PREREQUISITOS PARA LA SALUD
Las condiciones y requisitos para la salud son: la paz, la educació n, la vivienda. la alimentació n, la renta, un
ecosistema estable, la justicia social y la equidad. Cualquier mejora de la salud ha de basarse necesariamente
en estos prerequisitos.
PROMOCIONAR EL CONCEPTO
Una buena salud es el mejor recurso para el progreso personal, econó mico y social y una dimensió n
importante de la calidad de la vida. Los factores políticos, econó micos, sociales, culturales, de medio
ambiente, de conducta y bioló gicos pueden intervenir bien en favor o en detrimento de la salud. El objetivo
de la acció n por la salud es hacer que esas condiciones sean favorables para poder promocionar la salud.
PROPORCIONAR LOS MEDIOS
La promoció n de la salud se centra en alcanzar la equidad sanitaria. Su acci ó n se dirige a reducir las
diferencias en el estado actual de la salud y a asegurar la igualdad de oportunidades y proporcionar los
medios que permitan a toda la població n desarrollar al má ximo su salud potencial. Esto implica una base
firme en un medio que la apoye, acceso a la informació n y poseer las aptitudes y oportunidades que la lleven
a hacer sus opciones en términos de salud. Las gentes no podrá n alcanzar su plena salud potencial a menos
que sean capaces de asumir el control de todo lo que determine su estado de salud. Esto se aplica igualmente
a hombres y mujeres.
La primera Conferencia Internacional sobre la Promoció n de la Salud reunida en Ottawa el día 21 de
noviembre de 1986 emite la presente CARTA dirigida a la consecució n del objetivo "Salud para Todos en el
añ o 2000." Esta conferencia fue, ante todo, una respuesta a la creciente demanda de una nueva concepció n
de la salud pú blica en el mundo. Si bien las discusiones se centraron en las necesidades de los pa íses
industrializados, se tuvieron también en cuenta los problemas que atañ en a las demá s regiones. La
conferencia tomó como punto de partida los progresos alcanzados como consecuencia de la Declaració n de
Alma Ata sobre la atenció n primaria, el documento "Los Objetivos de la Salud para Todos" de la
Organizació n Mundial de la Salud, y el debate sobre la acció n intersectorial para la salud sostenido
recientemente en la Asamblea Mundial de la Salud.
ACTUAR COMO MEDIADOR
El sector sanitario no puede por sí mismo proporcionar las condiciones previas ni asegurar las perspectivas
favorables para la salud y, lo que es má s, la promoció n de la salud exige la acció n coordinada de todos los
implicados: los gobiernos, los sectores sanitarios y otros sectores sociales y econó micos, las organizaciones
benéficas, las autoridades locales, la industria y los medios de comunicació n. Las gentes de todos los medios
sociales está n involucradas como individuos, familias y comunidades. A los grupos sociales y profesionales
y al personal sanitario les corresponde especialmente asumir la responsabilidad de actuar como mediadores
entre los intereses antagó nicos y a favor de la salud.
Las estrategias y programas de promoció n de la salud deben adaptarse a las necesidades locales y a las
posibilidades específicas de cada país y regió n y tener en cuenta los diversos sistemas sociales, culturales y
econó micos.
LA PARTICIPACIÓN ACTIVA EN LA PROMOCIÓN DE LA SALUD IMPLICA:
LA ELABORACIÓ N DE UNA POLÍTICA PÚ BLICA SANA
Para promover la salud se debe ir má s allá del mero cuidado de la misma. La salud ha de formar parte del
orden del día de los responsables de la elaboració n de los programas políticos, en todos los sectores y a todos
los niveles, con objeto de hacerles tomar conciencia de las consecuencias que sus decisiones pueden tener
para la salud y llevarles así a asumir la responsabilidad que tienen en este respecto.
La política de promoció n de la salud ha de combinar enfoques diversos si bien complementarios, entre los
que figuren la legislació n, las medidas fiscales, el sistema tributario y los cambios organizativos. Es la
acció n coordinada la que nos lleva a practicar una política sanitaria, de rentas y social que permita una mayor
equidad. La acció n conjunta contribuye a asegurar la existencia de bienes y servicios sanos y seguros, una
mayor higiene de los servicios pú blicos y de un medio ambiente má s grato y limpio.
La política de promoció n de la salud requiere que se identifiquen y eliminen los obstá culos que impidan la
adopció n de medidas políticas que favorezcan la salud en aquellos sectores no directamente implicados en la
misma. El objetivo debe ser conseguir que la opció n má s saludable sea también la má s fá cil de hacer para
los responsables de la elaboració n de los programas.
LA CREACIÓ N DE AMBIENTES FAVORABLES
Nuestras sociedades son complejas y está n relacionadas entre sí de forma que no se puede separar la salud de
otros objetivos. Los lazos que, de forma inextricable, unen al individuo y su medio constituyen la base de un
acercamiento socio-ecoló gico a la salud. El principio que ha de guiar al mundo, las naciones, las regiones y
las comunidades ha de ser la necesidad de fomentar el apoyo recíproco, de protegernos los unos a los otros,
así como nuestras comunidades y nuestro medio natural. Se debe poner de relieve que la conservaci ó n de los
recursos naturales en todo el mundo es una responsabilidad mundial.
El cambio de las formas de vida, de trabajo y de ocio afecta de forma muy significativa a la salud. El
trabajo y el ocio deben ser una fuente de salud para la població n. El modo en que la sociedad organiza el
trabajo debe de contribuir a la creació n de una sociedad saludable. La promoció n de la salud genera
condiciones de trabajo y de vida gratificantes, agradables, seguras y estimulantes.
Es esencial que se realice una evaluació n sistemá tica del impacto que los cambios del medio ambiente
producen en la salud, particularmente en los sectores de la tecnología, el trabajo, la energía, la producció n y
el urbanismo. Dicha evaluació n debe ir acompañ ada de medidas que garanticen el cará cter positivo de los
efectos de esos cambios en la salud pú blica. La protecció n tanto de los ambientes naturales como de los
artificiales, y la conservació n de los recursos naturales, debe formar parte de las prioridades de todas las
estrategias de promoció n de la salud.
EL REFORZAMIENTO DE LA ACCIÓ N COMUNITARIA
La promoció n de la salud radica en la participació n efectiva y concreta de la comunidad en la fijació n de
prioridades, la toma de decisiones y la elaboració n y puesta en marcha de estrategias de planificació n para
alcanzar un mejor nivel de salud. La fuerza motriz de este proceso proviene del poder real de las
comunidades, de la posesió n y del control que tengan sobre sus propios empeñ os y destinos.
El desarrollo de la comunidad se basa en los recursos humanos y materiales con que cuenta la comunidad
misma para estimular la independencia y el apoyo social, así como para desarrollar sistemas flexibles que
refuercen la participació n pú blica y el control de las cuestiones sanitarias. Esto requiere un total y constante
acceso a la informació n y a la instrucció n sanitaria, así como a la ayuda financiera.
EL DESARROLLO DE LAS APTITUDES PERSONALES
La promoció n de la salud favorece el desarrollo personal y social en tanto que proporcione informaci ó n,
educació n sanitaria y perfeccione las aptitudes indispensables para la vida. De este modo se incrementan las
opciones disponibles para que la població n ejerza un mayor control sobre su propia salud y sobre el medio
ambiente y para que opte por todo lo que propicie la salud.
Es esencial proporcionar los medios para que, a lo largo de su vida, la població n se prepare para las
diferentes etapas de la misma y afronte las enfermedades y lesiones cró nicas. Esto se ha de hacer posible a
través de las escuelas, los hogares, los lugares de trabajo y el á mbito comunitario, en el sentido de que exista
una participació n activa por parte de las organizaciones profesionales, comerciales y benéficas, orientada
tanto hacia el exterior como hacia el interior de las instituciones mismas.
LA REORIENTACIÓ N DE LOS SERVICIOS SANITARIOS
La responsabilidad de la promoció n de la salud por parte de los servicios sanitarios la comparten los
individuos, los grupos comunitarios, los profesionales de la salud, las instituciones y servicios sanitarios y
los gobiernos. Todos deben trabajar conjuntamente por la consecució n de un sistema de protecció n de la
salud.
El sector sanitario debe jugar un papel cada vez mayor en la promoci ó n de la salud de forma tal que
trascienda la mera responsabilidad de proporcionar servicios clínicos y médicos. Dichos servicios deben
tomar una nueva orientació n que sea sensible y respete las necesidades culturales de los individuos.
Asimismo deberá n favorecer la necesidad por parte de las comunidades de una vida má s sana y crear vías de
comunicació n entre el sector sanitario y los sectores sociales, políticos y econó micos.
La reorientació n de los servicios sanitarios exige igualmente que se preste mayor atenció n a la investigació n
sanitaria así como a los cambios en la educació n y la formació n profesional. Esto necesariamente ha de
producir un cambio de actitud y de organizació n de los servicios sanitarios de forma que giren en torno a las
necesidades del individuo como un todo.
IRRUMPIR EN EL FUTURO
La salud se crea y se vive en el marco de la vida cotidiana; en los centros de ense ñ anza, de trabajo y de
recreo. La salud es el resultado de los cuidados que uno se dispensa a sí mismo y a los demá s, de la
capacidad de tomar decisiones y controlar la vida propia y de asegurar que la sociedad en que uno vive
ofrezca a todos sus miembros la posibilidad de gozar de un buen estado de salud.
El cuidado del pró jimo, así como el planteamiento holístico y ecoló gico de la vida, son esenciales en el
desarrollo de estrategias para la promoció n de la salud. De ahí que los responsables de la puesta en prá ctica
y evaluació n de las actividades de promoció n de la salud deban tener presente el principio de la igualdad de
los sexos en cada una de las fases de planificació n.
EL COMPROMISO A FAVOR DE LA PROMOCIÓ N DE LA SALUD
Los participantes en esta conferencia se comprometen: - a intervenir en el terreno de la política de la salud
pú blica y a abogar en favor de un compromiso político claro en lo que concierne a la salud y la equidad en
todos los sectores; - a oponerse a las presiones que se ejerzan para favorecer los productos dañ inos, los
medios y condiciones de vida malsanos, la mala nutrició n y la destrucció n de los recursos naturales.
Asimismo se comprometen a centrar su atenció n en cuestiones de salud pú blica tales como la
contaminació n, los riesgos profesionales, la vivienda y la població n de regiones no habitadas; - a eliminar las
diferencias entre las distintas sociedades y en el interior de las mismas, y a tomar medidas contra las
desigualdades, en términos de salud, que resultan de las normas y prá cticas de esas sociedades; - a reconocer
que los individuos constituyen la principal fuente de salud; a apoyarlos y capacitarlos a todos los niveles para
que ellos, sus familias y amigos se mantengan en buen estado de salud; y del mismo modo se comprometen a
aceptar que la comunidad es el portavoz fundamental en materia de salud, condiciones de vida y bienestar en
general; - a reorientar los servicios sanitarios y sus recursos en términos de la promoció n de la salud; a
compartir el poder con otros sectores, con otras disciplines y, lo que es aú n má s importante, con el pueblo
mismo; - a reconocer que la salud y su mantenimiento constituyen el mejor desafío e inversió n social y a
tratar el asunto ecoló gico global de nuestras formas de vida.
La conferencia insta a todas las personas interesadas a formar una fuerte alianza en favor de la salud.
LLAMADA A LA ACCION INTERNACIONAL
La Conferencia insta a la Organizació n Mundial de la Salud y a los demá s organismos internacionales a
abogar en favor de la salud en todos los foros apropiados y a dar apoyo a los distintos pa íses para que se
establezcan programas y estrategias dirigidas a la promoció n de la salud.
La Conferencia tiene el firme convencimiento de que si los pueblos, las organizaciones gubernamentales y
no gubernamentales, la Organizació n Mundial de la Salud y todos los demá s organismos interesados aú nan
sus esfuerzos en torno a la promoció n de la salud y en conformidad con los valores sociales y morales
inherentes a esta CARTA, el objetivo "Salud para Todos en el añ o 2000" se hará realidad.
RASTREPO – CONCEPTOS Y DEFINICIONES
Introducció n
Como preá mbulo de la descripció n sobre las contribuciones má s notables a la nueva teoría de la PS, es
fundamental señ alar que su desarrollo se inicia con un cambio trascendental del concepto de salud, gestado
en los ú ltimos cuarenta añ os. El concepto biomédico hizo crisis, y se ha generalizado un nuevo paradigma
que considera a la salud como un concepto holístico positivo que integra todas las características del “bien
estar humano”, y que ademá s conciba dos aspectos fundamentales: la satisfacció n de las llamadas
“necesidades bá sicas” y el derecho a otras “aspiraciones” que todo ser humano y grupo desea poseer; es
decir, que ademá s de tener donde vivir, qué comer, donde acudir si se está enfermo y contar con trabajo
remunerado, también nece a acceder a otros componentes de la salud, tales como: los derechos humanos, la
paz, la justicia; las opciones de vida digna, la calidad de esa vida; la posibilidad de crear, de innovar, de
sentir placer; de tener acceso al arte y la cultura y en fin, de llegar a una vejez sin discapacidades y con plena
capacidad para continuar disfrutando la vida hasta que el ciclo vital se termine. No se puede separar este
nuevo concepto de salud de la bú squeda de una prá ctica má s comprometida con las necesidades y
aspiraciones de la gente, y ello es cierta mente, un objetivo central de la PS. Salud ya no es só lo disponer de
atenció n a la enfermedad, sino que implica muchas otras cosas, por lo tanto, la cobertura y acceso a los
servicios de salud no puede ser má s la “meto” de la salud pú blica. La interrelació n de la PS con la equidad
social está determinada a su vez por el nuevo paradigma de salud, y tiene hoy grandes implicaciones en los
procesos de reforma de los sistemas de salud. Se supone que dichas reformas buscan el respeto y
salvaguardia de los principios de equidad social y, no so lamente, la igualdad en el tipo de atenció n médica
para todas las personas, lo que se tratará en otros artículos de este libro.
1. Antecedentes cercanos a la Conferencia Internacional de Promoción de la Salud y la Carta de
Ottawa
En el artículo anterior de este libro se pre sentó un recuento histó rico de la PS, por lo que en éste solo se
abordan los antecedentes má s cercanos a la Conferencia Internacional de Promoció n de la Salud celebrada
en Ottawa, Canadá y de su declaració n, La Carta de Ottawa. Entre ellos, es justo referirse a la teoría de
Antonovsky para quien la base de la salud, es lo que
llamó “Sentido de la Coherencia”, definido como “una orientació n general que expresa la magnitud del
profundo sentimiento de con fianza constante pero diná mico, de que los entornos interno y externo de cada
uno, son predecibles y de que hay grandes probabilidades de que todo vaya tan bien como es razonable
esperar”-, este concepto implica la importancia de las condiciones sociales que rodean la vida de los
individuos, para condicionar su capacidad de actuar dentro del continuum -de lo salutogénico a lo pato
génico- que el mismo autor plantea, y en el que se mueven tanto el individuo como los grupos sociales.
Antonovsky vincula de esta forma el estado de salud, tanto individual como colectivo, a todos los factores
socioculturales e histó ricos que permiten o . hacen posible el desarrollo de la confianza para actuar en forma
“salutogénica o pato génica”7 (Antonovsky 1979, 1987).
Otro de los má s inmediatos insumos para la Conferencia Internacional de Ottawa de 1986, ha sido el Informe
Lalonde (1974), del político y Ministro de Salud de Canadá , que contiene un cuestionamiento de las políticas
de salud de su país, motivado porque los recursos en el á rea de la salud se dedicaban fundamentalmente a la
organizació n y mantenimiento de los servicios asistenciales a la enfermedad, y muy poco para incidir en los
condicionantes de las enfermedades má s prevalentes y responsables de la mayor mor talidad de los
canadienses (enfermedades cró nicas no trasmisibles tales como cardio vasculares, cá ncer, diabetes,
accidentes, etc.). Para Lalonde, los principales factores condicionantes de estas enfermedades, los ambientes
y los comportamientos o estilos de vida, no teman la misma prioridad que se le daba a los servicios
asistenciales, aun cuando eran responsables en su conjunto, de má s del 80% de la causalidad de dichas
enfermedades. Este informe ampliamente difundido, sin duda tuvo repercusiones en el naciente movimiento
de la PS. Sin embargo para algunos críticos, formuló pocas recomendaciones que obligaran al gobierno
canadiense a modificar los determinan tes mayores de la situació n precaria de salud de algunos grupos de
població n (Buck 1985).
Otra influencia positiva para la construcció n de la PS, son los estudios epidemioló gicos de intervenció n
sobre factores de riesgo para enfermedad coronaria de Carelia del Norte, Finlandia, cuyo éxito fue
ampliamente difundido en los añ os 70 y 80.
Este famoso proyecto, se basa en un enfoque poblacional para influenciar los comportamientos y en el
impulso a políticas pú blicas saludables, tales como producció n de alimentos, educació n en las escuelas y
con trol del tabaquismo, entre otras (Puska 1995). Lamentablemente, muchos de los que desarrollaron
proyectos semejantes, dieron mayor importancia a las intervenciones para cambios de comportamiento
individual y menos a su estrategia política poblacional.
No hay duda de la influencia de la estrategia de la OMS sobre la Atenció n Primaria de Salud en Alma Ata
(1977) y de la filosofía de “Salud para Todos en el Añ o 2000”, que fueron inspiradoras de muchas iniciativas
en todos los países del mundo, para mejorar las condiciones de salud de los má s postergados. De estos
planteamientos se han derivado mú ltiples documentos, que sería muy largo enumerar y que con tribuyeron,
en todos los países, a mejorar la atenció n de la salud. Por razones de ex tensió n, se deja aquí esta
enumeració n.
2. La Carta de Ottawa
La Conferencia Internacional de Promoció n de la Salud de Ottawa, Canadá 1986, organizada por la OMS, la
Asociació n Ca nadiense de Salud Pú blica y el Ministerio de Salud y Bienestar Social de Canadá , re unió 200
delegados de 38 países y aprobó la muy conocida Carta de Ottawa, que se considera como el documento má s
importante para el marco de referencia de la PS, porque no só lo sentó sus bases doctrinarias, sino que abrió
el camino para pasar de la retó rica a la acció n. En la organizació n de dicha Conferencia, pesó la necesidad
de reactivar el compromiso de los países miembros de la OMS para alcanzar la Meta de “Salud para Todos
en el Añ o 2000”, que no avanzaba como se esperaba, “el desarrollo de la Promoció n es una reacció n al
fracaso anteriores reconocer que la salud de la gente es uno de los recursos má s productivos y positivos”4
(Mahler 1986). La PS surge entonces, como una nueva forma de reactivar los procesos de acci ó n inter
sectorial y las intervenciones en el terreno político, para lograr mejores condiciones de salud en el mundo.
La Carta se acoge al nuevo concepto de salud discutido que abarca las necesidades humanas en forma
integral y amplia, p i también insiste, en que se necesitan estrategias definidas como la “abogacía” o “ca-
bildeo”, la participació n y la acció n política, para lograr que las necesidades de salud sean conocidas y
promocionadas; da un valor a los procesos de empoderamiento de los grupos y las personas, para que puedan
desarrollar su má ximo potencial de salud, y a la mediació n, para que intereses antagó nicos se conciben y los
actores de gobierno y ciudadanía, puedan modificar las condiciones que se oponen al bienestar. La agenda
para impulsar las acciones se con vierte en parte fundamental del documento y constituye la herramienta que
ha hecho posible concretar las acciones propias i la PS; contempla cinco grandes á reas estratégicas a saber:
1. Construir Políticas Pú blicas Saludables. 2. Crear los entornos favorables (ambientes físicos, sociales,
econó micos, polí ticos, culturales). 3. Fortalecer la acció n comunitaria. 4. Desarrollar aptitudes personales
(estilos de vida). 5. Reorientar los servicios de salud.
Má s adelante se discutirá n las implicaciones prá cticas de estas cinco á reas de acció n.
3. Otras declaraciones y ' documentos que siguieron a la Carta de Ottawa
A la Conferencia de Ottawa siguieron otras Conferencias Internacionales que produje ron declaraciones y
planteamientos importantes, entre las que se destacan:
Conferencia de Adelaida-Australia, 1988.
Tema: Políticas Pú blicas Saludables. La Declaració n de esta Conferencia, definió la política pú blica
saludable como “la que se dirige a crear un ambiente favorable para que la gente pueda disfrutar de una vida
saludable” y llamó la atenció n, sobre la necesidad de pedir cuentas a los que formulan las políticas pú blicas
sobre su impacto en la salud.
Grupo de Trabajo de la QMS, 1989.
Tema: Promoció n de la Salud en países en desarrollo. Dió origen al documento “Un Llamado para la
Acció n”, en el que se recomendaron estrategias de acció n social como el abogar por causas de salud pú blica,
el fortalecimiento del soporte social a las comunidades pobres, y el empoderamiento de los grupos má s
postergados y marginados; todo ello, para que se pudieran reactivar los procesos de desarrollo en los países
má s pobres, afectados por la crisis econó mica de los 80s.
• Conferencia de Sundsval-Suecia, 1991.
Tema: Ambientes Favorables para la Salud. En sus conclusiones, destacó la interdependencia entre la salud y
el ambiente en sus diferentes dimensiones: físicas, culturales, econó micas y políticas.
Conferencia y Declaración de Santa Fe de Bogotá-Colombia 1992, con la participació n de todos los
países de América Latina. Tema: Promoció n de la Salud y Equidad. Reafirmó los principios de la PS de la
Carta de Ottawa y enfatizó sobre la importancia de la solidaridad y la equidad como condiciones
indispensables para la salud y el desarrollo de esta regió n.
• Conferencia y Carta de Trinidad y Tobago, 1993. Tema: Promoció n de la Salud del Caribe de habla
inglesa. También reafirmó los principios y compromisos con la PS en esta subregió n.
• Conferencia y Declaración de Jakarta, 1997. Considerada como la segunda gran conferencia
internacional sobre la PS después de Ottawa. Planteó la necesidad de avanzar en la lucha contra la pobreza y
otros determinantes de la salud en países en desarrollo. De igual modo, enfatizó sobre la movilizació n de
sectores privados y la conformació n de alianzas estratégicas.
V Conferencia Mundial de Promoción de la Salud, México, 2000. Tema: Hacia una mayor equidad.
México, junio 6 - 9 de 2000 (en preparació n).
Estos documentos y numerosos artículos y libros, constituyen el bagaje con que cuenta la salud pú blica
actual para jugar un papel má s comprometido con los principios éticos de la vida en comunidad. No obstan
te, su desarrollo conceptual y metodoló gico ha sido un proceso de construcció n difícil en los ú ltimos añ os, y
como dice Kickbush (1994), es todavía “un niñ o del cual nos sen timos orgullosos”.
4. Controversias sobre la Promoción de la Salud, definiciones y conceptos
En las ú ltimas décadas la PS ha tenido un gran auge en la implantació n de proyectos y programas que
persiguen mejorar no só lo la cantidad sino la calidad de vida de la gente, pero ha traído también grandes
confusiones para definir cuá l es realmente su campo de acció n y ubicació n dentro de la salud pú blica. Terris
(1992) afirma: “Existe una gran confusió n con relació n al concepto de Promoció n de la Salud. Este es un
concepto amplio, y la tendencia ha sido, para diferentes grupos limitarse a uno u otro aspecto de la
formulació n completa”, y se refiere en particular a la confusió n que introdujo la publicació n del documento
del Cirujano General de los Estados Unidos en 1979, titulado “Gente Saludable: Informe del Cirujano
General sobre Promoció n de la Salud y la Prevenció n de la Enfermedad” (Healthy People: The Surgeon-
General’s Report on Health Promotion and Disease Prevention) que definió la prime ra en términos de
estilos de vida y, la prevenció n de la enfermedad, como la protecció n de la població n de los riesgos
ambientales. Segú n Terris, este enfoque condujo a una variedad de interpretaciones sobre el papel de la PS y
a su limitació n de cambios en estilos de vida, que en nuestro concepto, han ocasionado muchos problemas
para la definició n del campo de acció n de la PS en el á mbito de las instituciones de salud.
Traducció n de la autora.
Otro problema presentado fue el surgimiento de dos corrientes, cada una de las cuales privilegia una
dimensió n de la PS; una de ellas, especialmente fuerte en Estados Unidos, prioriza los cambios de com-
portamientos o estilos de vida mediante intervenciones má s individuales; la otra, defiende la acció n socio-
política que involucra má s actores y trasciende al sector de la salud; en esta corriente se han ubicado má s los
canadienses y los europeos, con el desarrollo de experiencias má s integradas y multisectoriales como las de
ciudades saludables.
En ú ltimo término, la falta de claridad sobre los fines ú ltimos de la PS, que se di rigen a conseguir
sociedades má s saluda bles en el sentido má s holístico, y de entender que se implanta con modelos socio-
ecoló gicos para obtener respuestas a los problemas de tipo socio-político, ha dificultado el desarrollo y
aplicació n de la PS en nuestros países.
Concretamente en los países de América Latina y el Caribe, la incorporació n de la PS como una de las
estrategias para el logro de la equidad, no ocurrió tan rá pido después de la Conferencia de Ottawa en 1986,
lo que motivó la realizació n de las Conferencias de Santa Fe de Bogotá (Colombia) y de Puerto Españ a
(Trinidad y Tabago). Por esto, es importante insistir en la discusió n sobre algunos de los aspectos
controversiales, como ú nica forma para avanzar y conseguir mayor comprensió n los alcances de la PS y
lograr má s uniformidad, claridad y coherencia conceptual, y mejores resultados en la bú squeda de la equidad
y el mejoramiento de la calidad de vida de las poblaciones.
Para muchos no es claro si la PS es una ciencia, una disciplina, una política, o un programa. La mejor
concepció n sobre la PS, en opinió n de Bunton y Macdonald (1992), es que se acerca má s al concepto de una
“disciplina académica o mejor aú n a un conjunto (set) de varias disciplinas acaadémicas”, es decir, que la PS
incorpora una serie de disciplinas dentro de su marco teó rico-prá ctico, entre las cuales se identifican las
siguientes: Política Social, Educad t i, Sociología, Psicología, Epidemiología, Comunicació n, Mercadeo
Social, Filosofía y Economía. Lo interesante es que esta mezcla no resulta en una “colcha de retazos”, sino
que con elementos de todas esas disciplinas, crea un nuevo “vestido” que tiene identidad propia y aplica
técnicas y metodologías que requieren un alto grado de experticia, creando así una fuerza multidisciplinaria
para producir “bienes sociales” en la forma má s efectiva, ética y equitativa posible.
Una pregunta muy pertinente que surge es: ¿Qué papel juega la medicina en esta concepció n de la PS. Es
claro que la medicina, en lo que toca con lo social (medicina social), tiene mucho que ver con la PS, pero es
la salud pú blica la que prá cticamente se confunde con la PS. Por ello, la llamada “nueva salud pú blica”
(Ashton y
Seymour 1988, Kickbush 1994), se basa en los nuevos conceptos, estrategias y métodos de la PS y como tal,
ofrece las mejores potencialidades para fortalecer y apoyar un movimiento social, que busque un mejor nivel
de salud y de calidad de vida de los diversos grupos de població n en los difefentes territorios. Se le reconoce
por ello, el cará cter unificador que reú ne diversos campos de estudio para lograr mú ltiples ac ciones; ésto es,
lo que le da el cará cter de política, por cuá nto envuelve aspiraciones6 que implican transformaciones
profundas en los ambientes, los individuos y los grupos, para cambiar las condiciones negativas a su pleno
desarrollo.
6 Definició n de Política planteada por Beltrá n L. R. En: Políticas de Comunicació n en Salud, en la
Conferencia sobre Políticas Nacionales de Comunicació n Social en Salud. Quito, 1991. ’ Seminario dictado
en la Divisió n de Promoció n y Protecció n de la Salud de OPS/OMS, Washington, D. C., 1994.
Por desgracia la prá ctica de la salud pú blica, al parecer no ha evolucionado al mis mo ritmo en que ha
evolucionado la PS, trascendiendo la exclusividad del accionar médico, a la expansió n a otros campos de
terminantes de ganancias en bienestar de las poblaciones humanas. El trabajo de salud pú blica/PS, no se
puede continuar circunscribiendo a los despachos de los funcionarios de salud, sino que se tiene que realizar
en los espacios y gabinetes de gobernantes locales, líderes políticos, ge rentes de otros sectores,
organizaciones comunitarias de diversa índole, empresas privadas, organizaciones no-gubernamentales, etc.
Esta nueva forma de actuar para conseguir el má s alto compromiso de lo grar una sociedad no só lo má s
productiva, sino má s justa y equitativa, constituye la esencia de lo que persigue la PS, y por ende la salud
pú blica.
Existen varias definiciones de PS, entre las cuales se citan las siguientes:
• Carta de Ottawa (1986): “La PS consiste en proporcionar a la gente los me dios necesarios para mejorar su
salud y ejercer un mayor control sobre la misma”. Má s que una definició n, es una propuesta para volver a la
gente como la ú nica que puede llegar a alcanzar el poder de transformar su realidad y de tomar las decisiones
para ello. • OPS/OMS (1990): “La PS es concebida, cada vez en mayor grado, como la suma de las acciones
de la població n, los servicios de salud, las autoridades sanitarias y otros sectores sociales y pro ductivos,
encaminados al desarrollo de mejores condiciones de salud individual y colectiva”. Esta definici ó n fue apro-
bada por los Ministros de Salud de los países miembros de la OPS/OMS en 1990, lo que revela que debieron
pasar cuatro añ os desde Ottawa, antes que en esta regió n se hicieran los compromisos gubernamentales para
incluir la PS como un componente de las políticas nacionales de salud.
o Hancock7 (1994): “La PS es la buena salud pú blica que reconoce las relaciones entre la salud, la política y
el poder”. “Puede decirse que la PS es acerca del poder a dos niveles: el primero, como el que se extiende a
los individuos y grupos para que sean capaces de tomar má s control sobre sus vidas y su salud en el nivel
personal y comunitario, y el segundo, en el que la salud se establece como una parte vital de la agenda
política”.
Este experto, enfatiza la interrelació n íntima entre la salud y el poder, o la capacidad de los grupos para
influir en políticas pú blicas que mejoren sus condiciones de vida y para tomar decisiones que atañ en a su
propia salud y calidad de vida.
• Nutbeam (1986): “La PS es el proceso mediante el cual los individuos y las comunidades está n en
condiciones de ejercer un mayor control sobre los determi nantes de la salud y, de ese modo, mejorar su
estado de salud. Se ha con vertido en un concepto unificador para todos aquellos que admiten que, para
poder fomentar la salud, es necesario cambiar tanto las condiciones de vida como la forma de vivir”. Es una
descripció n má s completa para facilitar la comprensió n de la PS y su cará cter unificador. • Kickbusch
(1994): “PS no es el trabajo social de la medicina, por el cual pue den conseguirse unos pocos dó lares ex
tras. Realmente trata acerca de una nueva salud pú blica, un nuevo tipo de política pú blica basada en los
determi nantes de la salud”. Esta autora considera que la PS ofrece espacios sociales legítimos, para asumir
el desafío del cambio de una agenda centrada en el consumo de servicios de atenció n médica, hacia la
producció n social de la salud con democracia y participació n, en la que la PS está profundamente
comprometida.
Se puede continuar con una larga lista de citas sobre conceptos y definiciones, pero la muestra anterior es
suficiente para percibir las diversas interpretaciones sobre los alcances de la PS. Sin embargo, es coincidente
el concepto de que la PS, se dirige a modificar fundamentalmente los determinantes de la salud, entendida
ésta, como el bienestar y la ó ptima calidad de vida.
Un aspecto que vale la pena considerar en detalle sobre los conceptos y definiciones de la PS, es el de las dos
dimensiones en que se implantan las intervenciones: la individual y la poblacional o colectiva, aun que como
se ha visto, para muchos expertos la PS se refiere siempre a la dimensió n poblacional. Sin embargo, se
acepta que hay algunas intervenciones promocionales en el á mbito personal, dirigidas a lograr cambios
conductuales que genéricamente se conocen como los “estilos de vida”. El á mbito má s social, má s
“estructural”, es donde se plantean las acciones para modificar los ambientes físicos, sociales, culturales y
políticos, para influir en las causas ú ltimas o determinantes de las condiciones de vida/salud. Lo importante,
es que ambos niveles estén conectados, porque no se pueden concebir actividades educativas dirigidas al
individuo para que cambie su comportamiento, separadas del marco de políticas pú blicas saludables y de
proceso^ participativos de empoderamiento.
5. Argumentos contra la Promoción de la Salud
Desde los griegos como se vio anterior mente, la PS ha sido a veces cuestionada, hoy existen opositores a la
PS que se valen de diferentes argumentos para tratar de descalificarla. Estudiantes de medicina, en un
ejercicio de la Cá tedra de Pro moció n de la Salud en la Facultad de Salud de la Universidad del Valle, expre-
saron todos estos argumentos8 en contra
de la PS: “es una utopía, inú til e irrelevante para el médico que debe atender má s importantes como tratar el
trauma y las enfermedades; es una carga adicional y difícil para los médicos porque ellos no pueden hacer
que la gente asuma su responsabilidad por su salud; es imposible de implantar en sociedades capitalistas;
contraviene la bú squeda de la felicidad y el placer por las prohibiciones sobre comer cosas ricas, fumar un
buen cigarrillo, y contra viene la bú squeda de la felicidad”. Estas opiniones de futuros médicos, reflejan las
tendencias de la formació n médica hacia lo asistencial en términos de curació n como su ú nico papel, pero
también reflejan el concepto tan limitado que tienen de la PS, muy individualista y sin proyecció n social,
ú nicamente orientada a lograr que la persona cambie comportamientos nocivos para la salud.
Este tipo de argumentos que se esgrimen para debilitar a la PS, son "‘está ndares” segú n algunos autores
(Downie, Tannahill y Tannahill 1996), y los clasifican en varias categorías que vale la pena considerar: • La
PS asume una posició n de “superioridad moral”, como la que define lo positivo en salud, en oposició n a la
medicina clínica y desprecia al modelo biomédico. Este argumento se comba te aclarando la importancia de
ambas materias, el espacio para cada una de ellas y la necesidad de ampliar los mo delos “médicos” en el
quehacer de la salud. « La PS propone intervenciones “gratuitas” sin suficiente comprobació n cien tífica.
Este argumento tiene validez y debe entonces impulsarse la investigació n evaluativa, y dar a las acciones una
base só lida demostrativa. ® La PS asume un papel “fascista” al imponer ciertos estilos de vida. É sta crítica
también tiene base verdadera cuando el trabajo de PS se limita a pro mover cambios de estilos de vida, sin un
enfoque amplio de políticas pú blicas, intersectorialidad y participació n comunitaria. * La PS se convierte en
el “imperialismo de la salud” cuando se apodera de todo lo positivo de la vida, es decir del “bien estar” como
su producto. Es necesario tener una posició n má s flexible y me nos protagó nica cuando se trata de re conocer
otras contribuciones a ese bienestar; pero también, argumentar que esta crítica es un sofisma, porque
justamente lo que reconoce la PS es que el bienestar se consigue con la acci ó n de todos. ® La OMS ha
declarado que la PS es un recurso para la vida; ésto puede interpretarse como “autosuficiencia” (self-
absotption)-, lo relevante segú n Downie y Tannahill Tannahill (1996), es que la “salud es un valor, pero no
el valor supremo”. Este argumento de auto-suficiencia es fá cil de refutar, teniendo claro que la PS trata de lo
“saludable” y, como todo el mundo acepta, ésto implica muchos otros campos de acció n y de producció n de
bienes sociales. © La PS es vista como la “comercializació n de la salud”. Este argumento, es vá lido si al
trabajar en promoció n, no se tiene muy claro su valor ético y se disfrazan programas “seudo educativos”
como de PS. La educació n para la salud tiene bases metodoló gicas serias, que implican incrementar la
conciencia social y empoderar a los grupos para que puedan hacer los cambios en sus comportamientos.
Reducir la PS al uso de “gimnasios” que venden “salud” como una mercancía, se opone total mente a la
filosofía de la verdadera pro moció n (Milio 1988). • En el contexto actual de reformas en el Sector Salud, un
argumento nuevo que puede atentar contra la PS es el de la “competencia por recursos financie ros”. En este
sentido, los defensores de las políticas de salud circunscritas al desarrollo y mantenimiento de “buenos
servicios de salud”, temen que un énfasis en PS lleve a la distracció n de re cursos a otros sectores y actores
sociales, mientras que los servicios de atenció n a la enfermedad se debilitan y sufren la escasez de recursos
del Es tado. Esto ú ltimo puede ser posible, a juzgar por lo que se observa —al me nos en Colombia—, pero
no se debe a la asignació n de recursos a otras instancias fuera del sector salud, sino a otras causas complejas
de organizació n del nuevo sistema. ® Un argumento similar que puede ser interpretado como “anti-
promoció n”, es esgrimido por Lamata (1994), quien se refiere al Informe Lalonde, ya comentado, y al
modelo de Dever (1976), sosteniendo que éstos introducen una “minusvaloració n del impacto del sis tema
sanitario sobre la salud y enfermedad”-, y discute los efectos favorables para la producció n de salud, de “una
política pú blica responsable de producir buenos servicios de prevenció n,' de diagnó stico y de tratamiento a
un coste razonable”. Se cree que este tipo de servicios es el que busca la PS, y está n muy claras las acciones
de reorientació n de los servicios de salud en la Carta de Ottawa, y el énfasis de mú ltiples trabajos no es de
reducir recursos ni reconocimientos a la atenció n de la enfermedad, sino admitir que hay muchos otros
protagonistas cuyas acciones son necesarias para mejorar la salud, y que el sector debe activar todas esas
fuerzas a través de estrategias diferentes a las intervenciones tradicionales de la medicina. Tampoco es
posible negar —como lo sugiere La- mata—, que la atenció n médica y su tecnología, cuando crecen en
forma alarmante arrastrando altísimos cos tos, se convierten en un determinante de las condiciones de salud y
que “una sociedad que gasta en asistencia sanitaria tanto como para no poder, o no querer gastar lo adecuado
en otras actividades de mejora de la salud, podría realmente estar reduciendo la salud de su població n”
(Evans y Stoddart 1994, pp. 29-73).
Conclusiones
De las diferentes consideraciones conceptuales que se han discutido, se concluyen cuatro puntos: 1. La PS se
nutre de muchas disciplinas y crea una innovadora teoría y prá ctica de salud pú blica que permite cumplir con
metas y objetivos sociales, como conseguir comunidades e individuos que actú en má s “salutogénicamente”,
alcanzando mayor bienestar con equidad social. La unió n de los esfuerzos de todos los actores sociales y
productivos para lograr producir má s salud, no implica el desconocimiento de las responsabilidades de la
persona en su nivel individual para con su salud y la de los demá s, pero prima el trabajo con las comunidades
mediante nuevos modelos y escenarios de acció n.
La discusió n sobre las bases conceptuales y los argumentos que se esgrimen en su contra, es ú til y necesaria
para continuar la construcció n teó rica y prá ctica de la PS, y para apropiarse de conceptos, estrategias y
métodos que permitan mejores acciones de la nueva salud pú blica.
La PS no se opone al mejoramiento los servicios de salud para la atenció n de riesgos y enfermedades, pero
señ ala la necesidad de reorientarlos para que cumplan un mejor papel en el me joramiento de la salud
colectiva.