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La doble revolución europea (Revolución Industrial y Revolución francesa) fue el proceso que
marcó el pasaje de la Edad Moderna a la Edad Contemporánea, aunque se considera que el hecho
que representa el inicio del período es la toma de la prisión real de la Bastilla, en 1789.
Algunos autores sostienen que la Edad Contemporánea ya habría finalizado y que estaríamos
viviendo una nueva etapa, sin embargo, aún se carece de perspectiva histórica para poder
identificar el hecho que habría iniciado esta nueva era y cuáles serían sus características
distintivas.
Para facilitar su estudio, se puede dividir a la Edad Contemporánea en las siguientes etapas:
Revolución y restauración (1789–1848): se inició con la Revolución francesa y se extendió hasta las
revoluciones europeas de 1848. Esta etapa se caracterizó por la tensión entre las fuerzas que
buscaban acabar con la monarquía absoluta y las que trataban de preservarla.
Capitalismo, naciones e imperialismo (1848-1918): etapa durante la cual tuvieron lugar la Segunda
Revolución Industrial y la competencia entre las potencias imperialistas, que culminó con la
Primera Guerra Mundial.
Período de entreguerras (1919-1938): se extiende desde la firma del Tratado de Versalles hasta la
anexión de Austria y Checoslovaquia por Alemania. Se caracterizó por el auge de los regímenes
totalitarios (nazismo, fascismo, estalinismo) que cuestionaron la democracia liberal.
Segunda Guerra Mundial y Guerra Fría (1939-1989): durante la cual los Estados Unidos y la Unión
Soviética vencieron a las potencias del Eje y luego fueron la cabeza de 2 bloques política e
ideológicamente enfrentados, el capitalista y el socialista.
Algunas de las características más importantes de la Edad Contemporánea son las siguientes:
Se produjo la paulatina desaparición de los imperios coloniales (español, portugués, británico,
francés, holandés, alemán, etc.) y la afirmación de los Estados nacionales independientes. En
América Latina, los procesos independentistas cobraron fuerza a partir de 1810. En Asia y África lo
hicieron luego de la finalización de la Segunda Guerra Mundial.
La monarquía como forma de gobierno fue perdiendo terreno ante la república, debido al avance
de principios como la división de poderes, la periodicidad en los cargos de gobierno y la soberanía
popular. En general, donde la monarquía pervivió lo hizo bajo la forma constitucional o
parlamentaria, en la cual el rey es jefe de Estado pero no jefe de gobierno, cargo que recae en un
presidente o un primer ministro según cada caso.
Comunismo
El otro gran sistema de la Edad Contemporánea que tuvo especial relevancia en el siglo XX, debido
a su enfrentamiento con el modelo capitalista. El comunismo es el sistema económico basado en
la no existencia de propiedad privada y en la igualdad de todas las personas.
La industria estaba entorpecida con reglas, se prohibía el tráfico de distintos productos, como
cereales, que se debían consumir en el lugar de producción y se aplicaban derechos de aduana,
que en muchos casos anulaba el intercambio
Los acelerados cambios tecnológicos en los medios de comunicación (ferrocarriles, aviones, barcos
transatlánticos) posibilitaron los viajes entre distintos lugares del planeta y los grandes
movimientos migratorios.
Las masivas migraciones del campo a las ciudades, que se produjeron desde fines del siglo XVIII,
elevaron continuamente el porcentaje de población urbana, que hoy es mayoritario en casi todo el
mundo.
Bibliografía:
Dahrendorf, Ralf. El recomienzo de la historia. De la caída del Muro a la Guerra de Irak. Buenos
Aires, Katz Editores. 2007.
Fontana, Josep. Por el bien del Imperio: una historia del mundo desde 1945. Barcelona, Pasado y
presente. 2011.