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LA BOLSA ROJA

Por Maryuri Franco Góngora

Antes de llegar a la iglesia a cumplir con nuestra celebración de Recarga,


entramos a la gran y fantástica bodega que está llenita de cositas bonitas, que
son renovadas continuamente y a donde vamos un par de veces al mes para
observar que cositas nuevas llegaron y deleitar nuestros ojitos con tantas cosas
hermosas.

Ya terminando el recorrido de esa gran edificación, puestecita en un rincón, en


uno de los anaqueles más apartados estaba UNA BOLSITA ROJA; al verla, mis
pequeñitos ojos se abrieron tal cual enormes platos soperos y con muequitas de
complicidad, le dije a mis hijas: “esa bolsita me está diciendo… cómprame,
llévame!!!”

-¿Para que era? JUmm


-¿Para que servía? Jumm

Yo asumí que para algo de cocina, pues los artículos que le rodeaban eran de
cocina. Mis pies caminaron apresuradamente, la tomé, la pagué, yo sólo sabía
que yo quería llevar a casa MI BOLSITA ROJA.

Cuando ya tuve oportunidad de abrirla cual sería mi sorpresa al ver lo que hacía
mi simple bolsa de tela roja… ¡HACE PAPITAS AL HORNO EN 4 MINUTOS!!!,
sin grasa, rápida, fantástica porque al sacarla no está caliente… también cocina
vegetales, hace maíz!!!! wow… mi bolsita roja es FANTÁSTICA!!!!

Ya, un día después (o sea hoy), luego de algunas papitas con sour cream, tras
unas cuantas mazorcas con mantequillita y sal, pienso que, a veces he perdido
la oportunidad de conocer maravillosos seres humanos ubicados en el anaquel
de la vida, olvidados, despreciados o simplemente ignorados por aquellos que
pasamos a su lado y no nos damos cuenta lo fantásticos que son.

Asumimos conocerlo todo, creemos que la primera impresión es la que vale y no


nos damos la oportunidad de descubrir en ellos los dones otorgados por Dios,
nos perdemos al maravilloso ser humano con talentos inimaginables, con chispa
de la vida, con cualidades insuperables, ponemos títulos, nos guiamos por lo que
los demás dicen.

Creo que es tiempo de buscar “Bolsitas rojas” por el mundo, encontrar amigos
incondicionales, que se salgan del molde de mi mente y ver en cada uno el reflejo
del amor de Dios para mi a través de cada sonrisa, de cada mirada, de cada
palabra.

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