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¿QUÉ ES LA RIQUEZA?
¿Qué es la riqueza?
A dos grupos de personas se les hizo la siguiente pregunta:
¿Qué es la riqueza?
El primer grupo contestó de la siguiente manera:
Arquitecto: tener proyectos que me permitan ganar mucho dinero.
Ingeniero: desarrollar sistemas que sean útiles y muy bien pagados.
Abogado: tener muchos casos que dejen buenas ganancias y tener un
BMW.
Médico: tener muchos pacientes y poder comprar una casa grande y
bonita.
Gerente: tener la empresa en niveles de ganancia altos y crecientes.
Atleta: ganar fama y reconocimiento mundial, para estar bien pagado.
El segundo grupo contestó lo siguiente:
Preso de por vida: caminar libre por las calles.
Ciego: ver la luz del sol y a la gente que quiero.
Sordo: escuchar el sonido del viento y cuando me hablan.
Mudo: poder decir a las personas cuánto las amo.
Inválido: correr en una mañana soleada.
Persona con una enfermedad terminal: Poder vivir un día más.
Huérfano: Poder tener a mi mamá, mi papá, mis hermanos, y mi Familia.
“No midas tu riqueza por el dinero que tienes, mide tu riqueza por aquellas
cosas que no cambiarías por dinero”
EL PAQUETE DE GALLETAS
Una señora que debía viajar a una ciudad cercana llegó a la estación de
tren, donde le informaron que este se retrasaría aproximadamente una hora.
Molesta, la señora compró una revista, un paquete de galletas y una botella
de agua. Busco una banca y se sentó a esperar.
Mientras ojeaba la revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer el
periódico. Sin decir una sola palabra, estiró la mano, tomó el paquete de
galletas, lo abrió y comenzó a comer. La señora se molestó; no quería ser
grosera pero tampoco permitiría que un extraño se comiera su comida. Así
que, con un gesto exagerado, tomó el paquete, sacó una galleta y se la
comió mirando al joven con enojo. El joven, tranquilo, respondió tomando
otra galleta, y sonriéndole a la señora, se la comió. La señora no podía
creerlo. Furiosa, tomó otra galleta, y con visibles muestras de enojo, se la
comió mirándolo fijamente.
La actuación de miradas de fastidio y sonrisas continuó entre galleta y
galleta. La señora estaba cada vez más irritada y el joven cada vez más
sonriente. Finalmente, ella notó que solo quedaba una galleta. Con
paciencia, el joven tomo la galleta y la partió en dos. Con un gesto amable,
le dio la mitad a su compañera de almuerzo.
-¡Gracias! -respondió, arrebatándole la galleta al joven.
Finalmente, el tren llegó a la estación. La señora se levantó furiosa y subió
al vagón. Desde la ventana, vio que el joven continuaba sentado en el
andén y pensó “Qué insolente y maleducado. ¡Qué será de nuestro mundo a
cargo de esta generación tan grosera!”.
De pronto sintió mucha sed por el disgusto. Abrió su bolso para sacar la
botella de agua y se quedó estupefacta cuando encontró allí su paquete de
galletas intacto. Todo este tiempo, ¡el joven le estuvo compartiendo sus
galletas! Apenada, la señora quiso regresar para pedirle disculpas pero el
tren ya había partido.
Moraleja: ¿Cuántas veces nuestros prejuicios y decisiones apresuradas nos
hacen cometer errores y despreciar a los demás? Nuestra desconfianza hace
que juzguemos a otras personas, catalogándolas en estereotipos o
colocándolas dentro ideas preconcebidas y alejadas de la realidad. Por lo
general, nos inquietamos por sucesos que no son reales y nos atormentamos
con problemas que quizás nunca ocurran.
EL HOMBRE Y EL MUNDO
Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba
resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Pasaba días en su
laboratorio en busca de respuestas para sus dudas.
Al principio el padre no dio crédito a las palabras del niño. Pensó que sería
imposible que, a su edad, hubiera conseguido recomponer un mapa que
jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus
anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño.
Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido
colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había
sido capaz?
LA RIQUEZA
EL MAESTRO Y EL ALACRAN
EL CAZADOR
Un cazador andaba disparando en el monte cuando vio a
un hombre que le preguntó.
— ¿Qué haces?
—Estoy cazando —contestó.
—Ven, sígueme.
Aquel hombre lo condujo y, como en un sueño, el cazador
vio a todos los animales que había herido sin matar.
— ¿Ya viste cuántos animales has lastimado? Cuando
vayas a cazar, apunta bien, porque si nada más los lastimas
y hieres, te voy a mandar a mis perros para que te
castiguen.
El hombre se asustó mucho, pues supo que aquel hombre
era el Dueño de los Animales. Ya nunca volvió a cazar.
EL CIELO Y EL INFIERNO
En un reino lejano de Oriente se encontraban dos amigos que tenían
la curiosidad y el deseo de saber sobre el Bien y el Mal. Un día se
acercaron a la cabaña del sabio Lang para hacerle algunas preguntas. Una
vez dentro le preguntaron:
-Anciano díganos: ¿qué diferencia hay entre el cielo y el infierno?…
El sabio contestó:
-Veo una montaña de arroz recién cocinado, todavía sale humo. Alrededor
hay muchos hombres y mujeres con mucha hambre. Los palos que utilizan
para comer son más largos que sus brazos. Por eso cuando cogen el arroz
no pueden hacerlo llegar a sus bocas. La ansiedad y la frustración cada
vez van a más.
Más tarde, el sabio proseguía:
-Veo también otra montaña de arroz recién cocinado, todavía sale humo.
Alrededor hay muchas personas alegres que sonríen con satisfacción. Sus
palos son también más largos que sus brazos. Aun así, han decidido darse
de comer unos a otros.
AFILAR EL HACHA
En cierta ocasión, un joven llegó a un campo de leñadores con el propósito
de obtener trabajo. Habló con el responsable y éste, al ver el aspecto y la
fortaleza de aquel joven, lo aceptó sin pensárselo y le dijo que podía
empezar al día siguiente.
Durante su primer día en la montaña trabajó duramente y cortó muchos
árboles.
El segundo día trabajó tanto como el primero, pero su producción fue
escasamente la mitad del primer día.
El tercer día se propuso mejorar su producción. Desde el primer momento
golpeaba el hacha con toda su furia contra los árboles. Aun así, los
resultados fueron nulos.
Cuando el leñador jefe se dio cuenta del escaso rendimiento del joven
leñador, le preguntó:
-¿Cuándo fue la última vez que afilaste tu hacha?
El joven respondió:
-Realmente, no he tenido tiempo… He estado demasiado ocupado cortando
árboles…
LA TRISTEZA Y LA FURIA
En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás
donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta…
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas.
Había una vez… un estanque maravilloso. Era una laguna de agua
cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y
donde todas las tonalidades del verde se reflejaban
permanentemente… Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron
a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al
estanque.
La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se
bañó rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua… Pero la furia es
ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda
y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró… Y sucedió que
esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza… Y así vestida de tristeza, la
furia se fue. Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse
en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o
mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente,
salió del estanque. En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al
desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa
de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia,
ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien,
encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del
disfraz de la furia, en realidad…, está escondida la tristeza.
EL SACO DE PLUMAS
Había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo,
todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que este había alcanzado.
Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese
amigo, y visitó a un hombre muy sabio a quien le dijo:
"Quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo. ¿Cómo puedo
hacerlo?", a lo que el hombre respondió: "Toma un saco lleno de plumas
ligeras y pequeñas y suelta una donde vayas".
El hombre muy contento por aquello tan fácil tomó el saco lleno de plumas
y al cabo de un día las había soltado todas.
Volvió donde el sabio y le dijo: "Ya he terminado", a lo que el sabio
contestó: "Esa es la parte más fácil. Ahora debes volver a llenar el saco con
las mismas plumas que soltaste. Sal a la calle y búscalas".
El hombre se sintió muy triste, pues sabía lo que eso significaba y no pudo
juntar casi ninguna.
Al volver, el hombre sabio le dijo:
"Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento,
así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está hecho.
Lo único que puedes hacer es pedirle perdón a tu amigo, pues no hay forma
de revertir lo que hiciste".
"Cometer errores es de humanos y de sabios pedir perdón".
EL AGUILA Y EL LEON
El águila les dijo a los otros animales:
—No se metan con los hombres, contra ellos no podemos hacer nada,
porque son muy listos.
—No es cierto —rugió el león—, a mí nadie me gana. Yo soy el rey —y
enseñaba sus garras presumiendo.
El león salió al monte buscando a un hombre para demostrarle que él era
más valiente. Se encontró uno que estaba cortando leña.
— ¡Te voy a comer! —le amenazó.
— ¿Por qué? Yo no te he hecho nada. Siquiera espérame a que acabe de
cortar mi leña.
El hombre dio un golpe fuerte con su hacha y ésta se quedó atorada.
—Tú que eres tan fuerte —le dijo al león—, ayúdame a sacar mi hacha.
El león quiso sacar el hacha, y la pata se le quedó atorada. Mientras tanto,
el hombre huyó.
El león regresó y les dijo a los otros animales:
—De veras que no podemos con los hombres, son muy listos.
Por eso es que, hasta la fecha, los leones no molestan a los hombres, les
tienen miedo.
SIN PARPADEAR
Durante una guerra civil en Corea, cierto general avanzaba implacablemente con
sus tropas, tomando provincia tras provincia, y destruyendo todo lo que
encontraba a su paso. El pueblo de una ciudad, al saber que el general se
aproximaba -y habiendo oído historias de su crueldad- huyó a una montaña
cercana.
Las tropas encontraron las casas vacías. Después de mucho buscar, descubrieron
a un monje zen que había permanecido en el lugar. El general ordenó que viniese
ante su presencia, pero el monje no obedeció.
Furioso, el general fue donde se encontraba el monje.
-¡Tú no debes de saber quién soy yo! -rugió-. ¡Yo soy quien puede atravesar tu
pecho con mi espada, sin parpadear siquiera!
El maestro zen se volvió hacia él y le respondió serenamente:
-Usted tampoco debe de saber quién soy yo. Yo soy aquel que puede ser
atravesado por una espada, sin parpadear siquiera.
Al escuchar esto, el general se inclinó, hizo una reverencia, y se retiró.
EL REY Y EL BIEN
Thomas Michael Powell
Érase una vez un rey que, oyendo de la existencia de un sabio, lo mandó traer
para que fuera su consejero. Comenzó el rey de llevarlo siempre a su lado y
consultarlo sobre cada acontecimiento de importancia en el reino. El consejo
principal del sabio era siempre: "Todo lo que pasa es siempre para bien". No pasó
mucho tiempo antes que el rey se cansara de oír la misma cosa una y otra vez.
El rey amaba cazar. Un día mientras cazaba, el rey se dio un tiro en un pie. Presa
de su dolor, se volvió hacia su consejero - siempre a su lado- para pedirle su
opinión. Y el consejero respondió corno siempre "Todo lo que pasa es siempre
para bien."
Un mes más tarde, salió el rey otra vez a cazar. Pero se fue demasiado adelante
de sus acompañantes y fue capturado por una tribu hostil. Los nativos lo llevaron
a su pueblo para ser sacrificado para los dioses. Por sus tradiciones, solamente
ofrendas perfectas son aceptables a los dioses y el rey parecía un espécimen
excepcional. Pero el próximo día, cuando llegaron los nativos para llevarlo al
sacrificio, al inspeccionarlo descubrieron la cicatriz en su pie y tuvieron que
rechazarlo para el sacrificio. Lo soltaron y se fue corno flecha para su reino -
dándose cuenta de lo que le decía su consejero: "Todo es siempre para bien."
El rey llegó a liberar al consejero quien, al escuchar sus aventuras, le señaló que
bien que lo había encarcelado porque ya que siempre estaba a su lado y no tenía
imperfecciones, lo hubieran sacrificado en el lugar del rey.
_¿Qué tal?- preguntó el sabio _. ¿Viste los tapices de Persia que hay en mi
comedor? ¿Viste el jardín, que el Maestro Jardinero tardó diez años en crear?
¿Reparaste en los bellos pergaminos de mi biblioteca?
¿Pero dónde están las dos gotas de aceite que te confié? -preguntó el Sabio.
El joven miró la cuchara y se dio cuenta de que las había derramado.
-Pues éste es el único consejo que puedo darte- el secreto de la felicidad está
en mirar todas las maravillas del mundo, pero sin olvidarse nunca de las dos
gotas de aceite en la cuchara.
EL COFRE
LA EXACTA HONORABILIDAD
El próximo otoño cuando veas a los gansos dirigiéndose hacia el sur para el
invierno, fíjate que vuelan formando una “V”.
Tal vez te interesa saber lo que la ciencia ha descubierto acerca del por qué en
esa forma.
Se ha comprobado que cuando cada pájaro bate sus alas, produce un
movimiento en el aire que ayuda al pájaro que va detrás de él. Volando en “V”
la bandada aumenta por lo menos un 71% más de poder que si cada pájaro
volara sólo.
Las personas que comparten una dirección común y tienen sentido de
comunidad pueden llegar a donde desean más fácil y rápidamente porque van
apoyándose mutuamente.
Cada vez que un ganso sale de la formación siente inmediatamente la
resistencia al aire, se da cuenta de la dificultad de hacerlo sólo y rápidamente
regresa a su formación para beneficiarse del poder del compañero de adelante.
Si nosotros tuviéramos la inteligencia de un ganso nos mantendríamos con
aquellos que dirigen en misma dirección.
Cuando el líder de los gansos se cansa, se pasa a uno de los puestos de atrás
y otro ganso toma su lugar.
Obtenemos mejores resultados si tomamos turnos haciendo los trabajos más
difíciles.
Los gansos que van de tras graznan (producen el sonido propio de ellos) para
alentar a los que van adelante a mantener la velocidad.
Una palabra de aliento produce grandes beneficios.
Finalmente, cuando un ganso se enferma o cae herido por un disparo, otros
dos gansos se salen de formación y lo siguen para ayudarlo y protegerlo. Se
quedan acompañándolo hasta que esté nuevamente en condiciones de volar o
hasta que muere, y sólo entonces los dos acompañantes vuelven a su bandada
o se unen a otro grupo.
Si nosotros tuviéramos la inteligencia de un ganso nos mantendríamos uno al
lado del otro apoyándonos y acompañándonos.
“La soberanía del hombre está oculta en su conocimiento”
COMÉ LA FRUTA
El maestro sufi contaba siempre una parábola al finalizar cada clase, pero los alumnos
no siempre entendían el sentido de la misma…
– Maestro – lo encaró uno de ellos una tarde. Tú nos cuentas los cuentos pero no nos
explicas su significado…
– Pido perdón por eso. – se disculpó el maestro – Permíteme que en señal de reparación
te convide con un rico durazno.
– ¿Te gustaría que, ya que tengo en mi mano el cuchillo, te lo corte en trozos para que te
sea más cómodo?…
El maestro hizo una pausa y dijo: – Si yo les explicara el sentido de cada cuento… sería
como darles a comer una fruta masticada.
EL COJO Y EL CIEGO
En un bosque cerca de la ciudad vivían dos vagabundos. Uno era ciego y
otro cojo; durante el día entero en la ciudad competían el uno con el otro.
Pero una noche sus chozas se incendiaron porque todo el bosque ardió. El
ciego podía escapar, pero no podía ver hacia donde correr, no podía ver
hacia donde todavía no se había extendido el fuego. El cojo podía ver que
aún existía la posibilidad de escapar, pero no podía salir corriendo – el
fuego era demasiado rápido, salvaje- , así pues, lo único que podía ver con
seguridad era que se acercaba el momento de la muerte.
Los dos se dieron cuenta que se necesitaban el uno al otro. El cojo tuvo una
repentina claridad: “el otro hombre, el ciego, puede correr, y yo puedo ver”.
Olvidaron toda su competitividad.
En estos momentos críticos en los cuales ambos se enfrentaron a la muerte,
necesariamente se olvidaron de toda estúpida enemistad, crearon una gran
síntesis; se pusieron de acuerdo en que el hombre ciego cargaría al cojo
sobre sus hombros y así funcionarían como un solo hombre, el cojo puede
ver, y el ciego puede correr. Así salvaron sus vidas. Y por salvarse
naturalmente la vida, se hicieron amigos; dejaron su antagonismo.
EL BAMBÚ JAPONÉS
No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla,
buen abono y riego. También es obvio que quien cultiva la tierra no se detiene
impaciente frente a la semilla sembrada, y grita con todas sus fuerzas: ¡Crece, maldita
sea! Hay algo muy curioso que sucede con el bambú y que lo transforma en no apto
para impacientes:
Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.
Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la
semilla durante los primeros siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría
convencido de haber comprado semillas infértiles.
Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de
bambú crece
¡más de 30metros!
¿Tardó sólo seis semanas crecer?
No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.
Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando
un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener
después de siete años.
Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones
rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del
crecimiento interno y que éste requiere tiempo.
EL CIEGO
Había un ciego sentado en la vereda, con una gorra a sus pies y un pedazo de madera
que, escrito con tiza blanca, decía:
"POR FAVOR AYÚDEME, SOY CIEGO".
Un creativo de publicidad que pasaba frente a él, se detuvo y observó unas pocas
monedas en la gorra.
Sin pedirle permiso tomó el cartel, le dio vuelta, tomó una tiza y escribió otro anuncio.
Volvió a poner el pedazo de madera sobre los pies del ciego y se fue.
Por la tarde el creativo volvió a pasar frente al ciego que pedía limosna, su gorra estaba
llena de billetes y monedas.
El ciego reconoció sus pasos y le preguntó si había sido él, el que re escribió su cartel y
sobre todo, qué había escrito.
El publicista le contestó:
"Nada que no sea tan cierto como tu anuncio, pero con otras palabras".
Sonrió y siguió su camino.
El ciego nunca lo supo, pero su nuevo cartel decía:
"HOY ES PRIMAVERA, Y NO PUEDO VERLA"
Cambiemos de estrategia cuando no nos sale algo, y verán que puede que resulte mejor
de esa manera.
Lo difícil es encontrar nuevas estrategias para lograr respuestas diferentes.
Decía Einstein: "Si hace lo que siempre ha hecho, obtendrá los resultados que siempre
ha obtenido”
Años más tarde esa joven muchacha se enfermó gravemente. Los doctores locales
estaban muy preocupados. Finalmente la enviaron a la gran ciudad donde llamaron a
especialistas para que estudiaran su rara enfermedad. Uno de esos especialistas era el
Dr. Howard Kelly. Cuando él se dio cuenta del nombre del pueblo de donde ella venía,
una extraña luz brilló en sus ojos. Inmediatamente él se levantó y fue al cuarto donde
ella estaba. Vestido en sus ropas de doctor fue a verla y la reconoció inmediatamente.
Luego volvió a su oficina determinado a hacer lo imposible para salvar su vida. Desde
ese día le dio atención especial al caso. Después de una larga lucha, la batalla fue
ganada. El Dr. Kelly pidió a la oficina de cobros que le pasaran la cuenta final para darle
su aprobación. La miró y luego escribió algo en la esquina y la cuenta fue enviada al
cuarto de la muchacha. Ella sintió temor de abrirla porque estaba segura de que pasaría
el resto de su vida tratando de pagar esa cuenta. Finalmente ella miró, y algo llamó su
atención en la esquina de la factura. Ella leyó las siguientes palabras: “Pagado por
completo con un vaso de leche.” Firmado, Dr. Howard Kelly.
EL CÍRCULO 99
En un país no muy lejano había un rey muy triste, el cual tenía un sirviente que se
mostraba siempre pleno y feliz.
Todas las mañanas, cuando le llevaba el desayuno, el sirviente lo despertaba tarareando
alegres canciones de juglares. Siempre había una sonrisa en su cara, y su actitud hacia la
vida era serena y alegre.
Un día el rey lo mandó llamar y le preguntó:
-Paje, ¿cuál es el secreto?
-¿Qué secreto, Majestad?
-¿Cuál es el secreto de tu alegría?
-No hay ningún secreto, Alteza.
-No me mientas. He mandado cortar cabezas por ofensas menores que una mentira.
-Majestad, no tengo razones para estar triste. Su Alteza me honra permitiéndome
atenderlo. Tengo a mi esposa y a mis hijos viviendo en la casa que la corte nos ha
asignado, estamos vestidos y alimentados, y además Su Alteza me premia de vez en
cuando con algunas monedas que nos permiten darnos pequeños gustos. ¿Cómo no estar
feliz?
-Sino no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar -dijo el rey- Nadie puede ser
feliz por esas razones que has dado.
El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación.
El rey estaba furioso, no conseguía explicarse cómo el paje vivía feliz así, vistiendo
ropa usada y alimentándose de las sobras de los cortesanos.
Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le preguntó:
-¿Por qué él es feliz?
-Majestad, lo que sucede es que él está por fuera del círculo.
-¿Fuera del círculo? ¿Y eso es lo que lo hace feliz?
-No, Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.
-A ver si entiendo: ¿estar en el círculo lo hace infeliz? ¿Y cómo salió de él?
-Es que nunca entró.
-¿Qué círculo es ese?
-El círculo del noventa y nueve.
-Verdaderamente no entiendo nada.
-La única manera para que entendiera sería mostrárselo con hechos. ¿Cómo? Haciendo
entrar al paje en el círculo. Pero, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el
círculo. Aunque si le damos la oportunidad, posiblemente entrará por sí mismo.
-¿Pero no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
-Si se dará cuenta, pero no lo podrá evitar.
-¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo
círculo, y de todos modos lo hará?
-Tal cual, Majestad. Si usted está dispuesto a perder un excelente sirviente para entender
la estructura del círculo, lo haremos. Esta noche pasaré a buscarlo. Debe tener preparada
una bolsa de cuero con noventa y nueve monedas de oro.
Así fue. El sabio fue a buscar al rey y juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y
se ocultaron junto a la casa del paje. El sabio guardó en la bolsa un papel que decía:
"Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no le cuentes a
nadie cómo lo encontraste".
Cuando el paje salió por la mañana, el sabio y el rey lo estaban espiando. El sirviente
leyó la nota) agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció. La apretó
contra el pecho, miró hacia todos lados y cerró la puerta.
El rey y el sabio se acercaron a la ventana para ver la escena. El sirviente había tirado
todo lo que había sobre la mesa, dejando sólo una vela, y había vaciado el contenido de
la bolsa. Sus ojos no podían creer lo que veían: ¡una montaña de monedas de oro! El
paje las tocaba, las amontonaba y las alumbraba con la vela. Las juntaba y
desparramaba, jugaba con ellas... Así, empezó a hacer pilas de diez monedas. Una pila
de diez, dos pilas de diez, tres, cuatro, cinco pilas de diez... hasta que formó la última
pila: ¡nueve monedas! Su mirada recorrió la mesa primero, luego el suelo y finalmente
la bolsa.
"No puede ser", pensó. Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era más
baja. "Me robaron -gritó-, me robaron, ¡malditos!” Una vez más buscó en la mesa, en el
piso, en la bolsa, en sus ropas. Corrió los muebles, pero no encontró nada. Sobre la
mesa como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había
noventa y nueve monedas de oro. "Es mucho dinero -pensó- pero me falta una moneda.
Noventa y nueve no es un número completo. Cien es un número completo, pero noventa
y nueve.
El rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, tenía el
ceño fruncido y los rasgos tensos, los ojos se veían pequeños y la boca mostraba un
horrible rictus. El sirviente guardó las monedas y, mirando para todos lados con el fin de
cerciorarse de que nadie lo viera, escondió la bolsa entre la leña. Tomó papel y pluma y
se sentó a hacer cálculos. ¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar para comprar su moneda
número cien? Hablaba solo en voz alta. Estaba dispuesto a trabajar duro hasta
conseguirla; después, quizás no necesitaría trabajar más. Con cien monedas de oro un
hombre puede dejar de trabajar. Con cien monedas de oro un hombre es rico. Con cien
monedas de oro se puede vivir tranquilo. Si trabajaba y ahorraba, en once o doce años
juntaría lo necesario. Hizo cuentas: sumando su salario y el de su esposa, reuniría el
dinero en siete años. ¡Era demasiado tiempo! Pero, ¿para qué tanta ropa de invierno?,
¿para qué más de un par de zapatos? En cuatro años de sacrificios llegaría a su moneda
cien.
El rey y el sabio Volvieron al palacio.
El paje había entrado en el círculo del noventa y nueve. Durante los meses siguientes,
continuó con sus planes de ahorro. Una mañana entró a la alcoba real golpeando las
puertas y refunfuñando.
-¿Qué te pasa? -le preguntó el rey de buen modo.
-Nada -contestó el otro.
-No hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.
-Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué querría Su Alteza, que fuera también su bufón y juglar?
No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente. No era agradable
tener un paje que estuviera siempre de mal humor.
Reflexión:
Muchos de nosotros hemos entrado en el círculo del noventa y nueve alguna
vez: sentimos que nos falta algo para estar completos, y pensamos que sólo
entonces podremos disfrutar de lo que tenemos. Como siempre algo "falta"
parece que la felicidad deberá esperar hasta que todo esté completo... y entramos en un
círculo en el que nunca podemos gozar de la vida.
Muchas veces pensamos que la satisfacción y el bienestar llegarán "cuando tenga un
buen sueldo" o "una buena casa", "cuando me case", "cuando tenga un hijo", "cuando
me jubile y tenga tiempo", cuando consiga tal o cual meta.. sin embargo el bienestar y la
plenitud ha de venir de dentro, no desde fuera, y estar presente a lo largo de todo el
camino de nuestra vida. Nos generamos insatisfacción y sufrimiento si nos centramos en
añorar lo que nos falta y dejamos de disfrutar de lo que si tenemos.
Esta es la trampa del círculo: no entendemos que con 99 podemos ser felices, podemos
sentirnos plenos a lo largo del camino, si nos centramos en esa moneda que creemos que
falta y dejamos de valorar lo que tenemos nunca estaremos "completos" siempre nos
faltará algo.
No dejemos de disfrutar de lo que tenemos por añorar lo que creemos que nos falta.
LOS DOS LOBOS QUE LUCHAN
Cuenta una antigua leyenda india, concretamente de los Cherokees, que un
sabio anciano hablaba durante una noche de luna llena con sus
nietos. Alrededor de una hoguera, al anciano le gustaba hablar de sus
emociones con los niños, y contarles bellas historias que les ayudara a
entender nuestros actos.
Esa noche, sus nietos le miraban con mucha atención. El anciano se movía
nervioso, aturdido. Y los niños le preguntaron:
– Abuelo, ¿qué te pasa?
Y él contestó:
– Siento como si dos lobos estuvieran peleando dentro de mí, en mi corazón.
Uno de ellos es un lobo violento, lleno de rabia, vengativo y envidioso… El otro
lobo sin embargo es bueno, compasivo, generoso… está lleno de amor.
Los niños se quedaron atónitos. Y después de un largo silencio, preguntaron:
– Abuelo, ¿y quién ganará la pelea?
Y el abuelo contestó:
– Aquel a quien yo alimente.
Moraleja: ‘Puedes ser un lobo lleno de ira y rencor o un lobo repleto de
generosidad y amor. Todo depende del lobo al que alimentes’.
LA MULA Y EL POZO
-“Disculpe señor, ¿de verdad cree usted que el difunto vendrá a comer el arroz?”
-“Sí”- responde el chino, “cuando el suyo venga a oler sus flores…”
Respetar las opiniones del otro, es una de las mayores virtudes que un ser
humano puede tener. Las personas son diferentes, por lo tanto actúan diferente y
piensan diferente. No juzgues…solamente comprende.. , y si no lo puedes
comprender… OLVÍDALO.
Recuerda las 5 reglas para ser feliz, según la sabiduría oriental:
1. Libera tu corazón del rencor y del odio
2. Libera tu mente de preocupaciones.
3. Vive sencillamente.
4. Da más.
5. Espera menos.
Cuenta una leyenda que al principio del mundo, cuando Dios decidió crear a la mujer,
encontró que había agotado todos los materiales sólidos en el hombre y no tenía más de
que disponer.
Ante este dilema y después de profunda meditación, hizo esto:
Tomó la redondez de la luna, las suaves curvas de las olas, la tierna adhesión de la
enredadera, el trémulo movimiento de las hojas, a esbeltez de la palmera, el tinte
delicado de las flores, la amorosa mirada del ciervo, la alegría del rayo del sol y las
gotas del llanto de las nubes, la inconstancia del viento y la fidelidad del perro, la
timidez de la tórtola y la vanidad del pavo real, la suavidad de la pluma del cisne, y la
dureza del diamante, la dulzura de la paloma y la crueldad del tigre, el ardor del fuego y
la frialdad de la nieve.
Mezcló tan desiguales ingredientes, formó a la mujer y se la dio al hombre.
Después de una semana vino el hombre y le dijo:
Señor, la criatura que me diste me hace desdichado, quiere toda mi atención, nunca me
deja solo, charla intensamente, llora sin motivo, se divierte en hacerme sufrir y vengo a
devolvértela porque NO PUEDO VIVIR CON ELLA.
Bien, contestó Dios y tomó a la mujer.
Pasó otra semana, volvió el hombre y le dijo:
Señor, me encuentro muy solo desde que te devolví a la criatura que hiciste para mí, ella
cantaba y jugaba a mi lado, me miraba con ternura y su mirada era una caricia, reía y su
risa era música, era hermosa a la vista y suave al tacto. Devuélvemela, porque NO
PUEDO VIVIR SIN ELLA.
EL CHINO Y EL CABALLO
LA ANCIANA
PRESTAME TU RECUERDO
Decía John Lennon que vivimos en un mundo en el que nos escondemos para hacer el amor,
mientras la violencia se practica a plena luz del día.
HOY PODEMOS AFIRMAR QUE:
Vivimos en un mundo donde vibra más fuerte un teléfono que un corazón.
Vivimos en un mundo en el que la comida está repleta de químicos, mientras un jabón contiene
cereales, miel y vitaminas.
Vivimos en un mundo donde los televisores son más delgados y la gente más gorda.
Vivimos en un mundo donde los teléfonos son más inteligentes que sus dueños.
Vivimos en un mundo donde pintar un grafiti es un delito y matar un toro es arte.
Vivimos en un mundo donde la forma de vestir se valora más que la de pensar.
Vivimos en un mundo donde una pizza llega más rápido que la policía, o un urber llega antes
que una ambulancia.
Vivimos en un mundo donde los animales son mejores amigos que las personas.
Vivimos en un mundo donde no se intentan solucionar los problemas, sino convivir con ellos.
Vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el difunto y donde el festejo de una
boda es más importante que el amor.
Vivimos en un mundo donde las redes sociales están llenas de fotos felices y gente triste.
Vivimos en un mundo en el que se le exige más a un futbolista que a un político.
Estamos convencidos de que ese mundo es el que nos ha tocado vivir, sin reflexionar sobre el
hecho de que cada uno tiene el poder de vivir en el mundo que elija y no en el que le toca.
Tú decides el mundo que quieres tener. Tienes el poder de cambiar el tuyo y, por ende, el de
aquellos que te rodean.
Aquí NADA es imposible. Lo imposible, sólo tarda un poco más...
Lennon dijo imagina...