El estudio del contrapunto supone el estudio de la conducción de las voces. Su finalidad es
desarrollar la capacidad de escuchar, entender y controlar las relaciones fundamentales que surgen cuando dos o más líneas melódicas se combinan para formar un todo coherente. La conducción de las voces consta de aspectos principales: la organización de cada una de las líneas de los componentes y su combinación en un tejido musical inteligible. Una vez dominado el primer aspecto, escritura de líneas individuales. La construcción del cantus firmus, la línea melódica a la que más tarde se le agregará un contrapunto. Las reglas principales que rigen la escritura de los cantus firmus son fundamentales para el estudio del contrapunto, y prevalecen a lo largo de las cinco especies. En el cantus firmus encontramos la forma más simple de organización melódica. El cantus firmus no es, por lo tanto, una melodía propiamente dicha al menos no en el sentido habitual, sino una abstracción de ésta en el cual el elemento lineal está separado de otros aspectos del diseño melódico. A pesar de esta simplicidad, los cantus firmus no tienen por qué carecer de calidad estética. En realidad, un cantus firmus bien construido pone de manifiesto embrionariamente muchas de las características patentes en organismos musicales más desarrollados; entre ellos, dirección, continuidad, variedad, equilibrio y compleción. El cantus firmus constará de notas del mismo valor rítmico para poder así combinarse con contrapuntos de distintas especies. La consiguiente ausencia de diferenciación rítmica en realidad, de organización rítmica posee un importante valor pedagógico, puesto que resalta los factores puramente lineales. El carácter de la línea melódica debe resultar del contorno melódico por sí solo, sin la ayuda de la variedad rítmica. Al no existir un agrupamiento en tiempos fuertes y débiles, todas las notas reciben el mismo énfasis por lo tanto lo mejor es escribir el cantus en redondas, ya que figuras de menor duración sugerirían casi inevitablemente una organización métrica, la alteración periódica de tiempos fuertes y débiles. El cantus no debe ser tan extenso como para que la homogeneidad de las figuras resulte molesta, pero si lo suficiente como para constar de un principio, un punto culminante y un final. La duración puede variar, y como noma el cantus constará de entre ocho y dieciséis notas. Algunos intervalos, fáciles de ejecutar en un instrumento, resultan difíciles de cantar. Por lo general, los intervalos de poca envergadura son más fáciles de cantar, como los consonantes más que los disonantes y los diatónicos más que los cromáticos Específicamente, el cantus firmus no debe contar con intervalos que sobrepasen la octava, y tampoco saltos disonantes o semitonos cromáticos. Los saltos disonantes incluyen todas las séptimas y todos los intervalos disjuntos aumentados y disminuidos. Incluimos en este grupo el intervalo de segunda aumentada, ya que, aunque se origine por la alteración de un movimiento por grados conjuntos, resulta más disjunto que conjunto. Por semitono cromático entendemos el «unísono aumentado», como Fa natural-Fa sostenido o Si natural- Si bemol; este intervalo cromático no aparece en ninguna escala diatónica. Por el contrario, el semitono diatónico, o segunda menor, por ejemplo, Re natural-Mi bemol, aparece en cualquier escala, y no tiene por qué ser el resultado de una inflexión cromática; por lo tanto, puede incluirse libremente. La estabilidad de un intervalo en la dimensión horizontal depende tanto de su envergadura como de su grado de consonancia o disonancia una décima melódica, por ejemplo, posee mucha más tensión que una tercera melódica. Cuando escuchamos una línea melódica experimentamos más que una mera sucesión de notas. Percibimos un movimiento tonal. El hecho de que la música sea un arte cinético, que implica movimiento, forma parte de la experiencia de toda persona musicalmente sensible; la analogía entre música y movimiento se encuentra en escritos que se remontan a los tiempos más antiguos. En el mundo limitado del contrapunto de especies el único factor que cuenta es el punto álgido melódico en relación con el comienzo y al fin del ejercicio. Esta nota servirá como objetivo del movimiento procedente de la pri-mera nota, y al mismo tiempo como comienzo de la segunda curva melódica descendente a la nota final. La nota culminante no debe repetirse. Es posible construir una línea melódica en el cual la nota culminante sea la más grave en el lugar de la más aguda; dichas líneas son generalmente más efectivas en el registro grave. En el interés de la variedad deberemos emplear de vez en cuando movimiento disjunto. La mayoría de los cantus firmus cuentan con dos o tres. Todos los cantus firmus cambian de dirección varias veces. Estos cambios entre movimiento ascendente y descendente provienen de las curvaturas de la dirección principal de la línea antes mencionadas. En resumen: cada cantus contará entre dos y cuatro saltos, y la dirección de la línea melódica deberá cambiar en varias ocasiones durante el curso del ejercicio. El número de saltos no es lo único para tener en cuenta, ya que el modo en que se presenta es incluso más importante. Por razones obvias los saltos de una cierta envergadura requerirán mayores precauciones. Un movimiento conjunto descendente desde el punto álgido hasta la tónica final ofrecería poca variedad melódica; después de tanto movimiento conjunto la línea necesita un cierto cambio. Cuando el salto es mayor de una tercera deberá estar seguido de un sentido; en la mayoría de los casos, este cambio se realiza por movimiento conjunto. Este tipo de movimiento, con su tensión mínima, contrae fuerza disgregadora del salto mejor que el movimiento disjunto. Además, el movimiento disjunto a continuación de un salto tiende a aislar la segunda nota del salto. Si el contexto predominante es de movimiento corto, en ocasiones es posible continuar un salto con otro en el sentido contrario sin romper con ello la continuidad. En resumen: los saltos mayores de una tercera deberán continuarse con cambio de sentido, preferentemente por movimiento conjunto. Evítense los saltos consecutivos en la misma dirección, así como más de dos saltos consecutivos en general. Un cantus firmus se encuentra en estado de equilibrio cuando ningún elemento individual predomina hasta el punto de poder perjudicar la estabilidad de su totalidad. El desequilibrio puede resultar en alguno de estos factores: excesivo movimiento en una misma dirección, tensiones melódicas no resueltas y repeticiones de la misma nota o de grupos de notas. Un cantus firmus extenso puede asimilar mejor una progresión conjunta extensa que un cantus corto, no es posible establecer por tanto una limitación de validez universal. Cinco notas parecen ser el límite en la mayoría de los casos. En general se deberá cambiar de sentido después de un salto igual o mayor de una quinta: de hecho, saltos incluso menores funcionan con la máxima efectividad cuando cambian el sentido de la dirección precedente.