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El liderazgo del papa Francisco

Eduardo Casas

Muchos afirman que la Iglesia pasa por una profunda crisis. Aunque no sólo ella, la sociedad entera es
también sujeto social de una marcada crisis de identidad, con carencia de referentes y liderazgos. Con el Papa
Francisco, la imagen de la Iglesia se ha modificado positivamente en el imaginario colectivo. Los creyentes –
e incluso aquellos que no lo son- hemos encontrado un líder mundial. La política global, en cambio, aún lo
está buscando.

La Iglesia constató que el eje del mundo había cambiado, se había desplazado -desde Europa- hacia
los países emergentes. Es por eso que eligió un líder latinoamericano con un estilo no autoritario, propulsor
de valores universales, en contra de la violencia, la injusticia y la discriminación. Un líder, capaz de
devolver esperanza y abrir nuevos horizontes a una sociedad desencantada, modelo para los desheredados,
excluidos y desahuciados del sistema, con la fuerza para despertar, en ellos, la convicción de su dignidad,
derechos y espíritu crítico.

Con palabras sencillas y claras a la par de simbólicos y audaces, enseña que la política es la fuerza
responsable del bienestar de todos. Ha empezado a llevar a cabo -en la comunidad creyente- la renovación
que el mundo político parece incapaz de realizar.

Propulsando un espíritu de transformación nos ha recordado que la Iglesia debe ser “pobre y para los
pobres”, que no somos “coleccionadores de antigüedades” y cultivadores de “teologías narcisistas” sino
que tenemos que salir y manchar los pies con el barro de “las periferias del mundo”.

Este jesuita con corazón franciscano puede llegar a ser más que un mero líder espiritual ya que no
sólo le interesa la institución Iglesia sino la humanidad toda, con sus culturas y civilizaciones. Es un
verdadero líder: el Papa de la inclusión.

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