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La lingüística es el estudio científico del origen, la evolución y la estructura del lenguaje, a fin de deducir

las leyes que rigen las lenguas (antiguas y modernas). Así, la lingüística estudia las estructuras
fundamentales del lenguaje humano, sus variaciones a través de todas las familias de lenguas (las cuales
también identifica y clasifica), y las condiciones que hacen posible la comprensión y la comunicación por
medio de la lengua natural (esto último es particularmente cierto en el enfoque generativista).

El objetivo de la lingüística teórica es la construcción de una teoría general de la estructura de las


lenguas naturales y del sistema cognitivo que la hace posible, es decir, las representaciones mentales
abstractas que hace un hablante y que le permiten hacer uso del lenguaje.

El objetivo es describir las lenguas caracterizando el conocimiento tácito que los hablantes tienen de
ellas y determinar cómo las adquieren estos. Ha existido cierta discusión sobre si la lingüística debe
considerarse una ciencia social o más bien parte de la psicología. En las ciencias sociales la conciencia de
los participantes es parte esencial en el proceso; sin embargo, la conciencia de los hablantes no parece
desempeñar ningún papel relevante ni en el cambio lingüístico, ni en la estructura de las lenguas.
Aunque ciertamente la conciencia del hablante sí tiene un papel en áreas incluidas normalmente dentro
de la lingüística, como la sociolingüística o la psicolingüística, esas dos áreas no son el núcleo principal
de la lingüística teórica sino disciplinas que estudian aspectos colaterales del uso del lenguaje.

Historia

Lingüística precientífica

La ciencia que se ha constituido en torno de los hechos del lenguaje ha pasado por tres fases sucesivas
antes de adoptar el enfoque moderno actual.

Se comenzó por organizar lo que se llamaba la gramática. Este estudio, inaugurado por los griegos y
continuado especialmente por los franceses, estaba fundado en la lógica y desprovisto de toda visión
científica, y no se interesaba por la lengua misma. Lo que la gramática se proponía era únicamente dar
reglas para distinguir las formas correctas de las formas incorrectas; se trataba de una disciplina
normativa, muy alejada de la pura observación, y su punto de vista era, por lo tanto, necesariamente
reducido.

Después apareció la filología. Ya en Alejandría existía una escuela filológica, pero este término se asocia
sobre todo con el movimiento científico creado por Friedrich August Wolf, a partir de 1777, que
continúa hasta nuestros días. La lengua no es el único objeto de la filología, que quiere sobre todo fijar,
interpretar, comentar los textos. Este primer estudio lleva también a la historia literaria, de las
costumbres, de las instituciones, etc.; en todas partes usa el método que le es propio, que es la crítica. Si
aborda cuestiones lingüísticas, es sobre todo para comparar textos de diferentes épocas, para
determinar la lengua particular de cada autor, para descifrar y explicar inscripciones redactadas en una
lengua arcaica u oscura. Sin duda estas investigaciones son las que prepararon la lingüística histórica: los
trabajos de Ritschl sobre Plauto pueden ya llamarse lingüísticos, pero, en ese terreno, la crítica filológica
falla en un punto: en que se atiene demasiado servilmente a la lengua escrita, y olvida la lengua viva. Por
lo demás, la antigüedad grecolatina es la que la absorbe casi por entero.
El tercer período comenzó cuando se descubrió que las lenguas podían compararse entre sí. Este fue el
origen de la filología comparada o gramática comparativa. En 1816, en una obra titulada Sistema de la
conjugación del sánscrito, Franz Bopp estudió las relaciones que unen el sánscrito con el germánico, el
griego, el latín, etc. y comprendió que las relaciones entre lenguas parientes podían convertirse en una
ciencia autónoma. Pero esta escuela, con haber tenido el mérito indisputable de abrir un campo nuevo y
fecundo, no llegó a constituir la verdadera ciencia lingüística. Nunca se preocupó por determinar la
naturaleza de su objeto de estudio. Y, sin tal operación elemental, una ciencia es incapaz de procurarse
un método. (Fragmento del capítulo I "Ojeada a la historia de la lingüística" de la Introducción del Curso
de lingüística general. Ferdinand de Saussure)

Lingüística científica

La lingüística moderna tiene su comienzo en el siglo xix con las actividades de los conocidos como
neogramáticos que, gracias al descubrimiento del sánscrito, pudieron comparar las lenguas y reconstruir
una supuesta lengua original, el idioma protoindoeuropeo. Esto animó a los lingüistas a crear una ciencia
positiva en la que incluso se llegó a hablar de leyes fonéticas para el cambio lingüístico.

No será, sin embargo, hasta la publicación del Curso de lingüística general (1916), compuesto por
apuntes que alumnos tomaron en el curso dictado por el suizo Ferdinand de Saussure, cuando se
convierte la lingüística en una ciencia integrada a una disciplina más amplia, la semiología, que a su vez
forma parte de la psicología social, y defina su objeto de estudio. La distinción entre lengua (el sistema)
y habla (el uso) y la definición de signo lingüístico (significado y significante) han sido fundamentales
para el desarrollo posterior de la nueva ciencia. Sin embargo, su perspectiva —conocida como
estructuralista y que podemos calificar, por oposición a corrientes posteriores, como de corte empirista
— será puesta en cuestión en el momento en que ya había dado la mayor parte de sus frutos y, por lo
tanto, sus limitaciones quedaban más de relieve.

Enfoque estructuralista estadounidense

Tras el estallido de la primera guerra mundial, la falta de comunicación entre continentes imposibilitó un
trabajo lingüístico colaborativo y en consonancia con los mismos objetivos. Los lingüistas y antropólogos
estadounidenses decidieron entonces focalizarse en la realidad lingüística de las comunidades
aborígenes locales ágrafas, cuyas lenguas estaban desapareciendo. Así, expertos como Bloomfield, Boas
o Sapir intentaron redefinir el enfoque sobre el lenguaje Archivado el 18 de septiembre de 2020 en
Wayback Machine., orientado a su relación con el mundo; a esto denominaron "relativismo lingüístico4
".

Enfoques más recientes

En el siglo xx el lingüista estadounidense Noam Chomsky creó la corriente conocida como


generativismo. Con la idea de solventar las limitaciones explicativas de la perspectiva estructuralista, se
produjo un desplazamiento del centro de atención que pasó de ser la lengua como sistema (la langue
saussuriana) a la lengua como proceso de la mente del hablante, la capacidad innata (genética) para
adquirir y usar una lengua, la competencia. Toda propuesta de modelo lingüístico debe, pues —según la
escuela generativista—, adecuarse al problema global del estudio de la mente humana, lo que lleva a
buscar siempre el realismo mental de lo que se propone; por eso al generativismo se le ha descrito
como una escuela mentalista o racionalista. En esta perspectiva la lingüística es considerada como una
parte de la psicología o más exactamente la ciencia cognitiva.

Tanto la escuela chomskiana como la saussureana se plantean como objetivo la descripción y explicación
de la lengua como un sistema autónomo, aislado. Chocan así —ambas por igual— con una escuela que
toma fuerza a finales del siglo xx y que es conocida como funcionalista. Por oposición a ella, las escuelas
tradicionales chomskiana y saussuriana reciben conjuntamente el nombre de formalistas. Los autores
funcionalistas —algunos de los cuales proceden de la antropología o la sociología— consideran que el
lenguaje no puede ser estudiado de forma autónoma descartando el "uso" del lenguaje. La figura más
relevante dentro de esta corriente tal vez sea el lingüista neerlandés Simon C. Dik, autor del libro
Functional Grammar. Esta posición funcionalista acerca la lingüística al ámbito de lo social, dando
importancia a la pragmática, al cambio y a la variación lingüística.

La escuela generativista y la funcionalista han configurado el panorama de la lingüística actual: de ellas y


de sus mezclas arrancan prácticamente todas las corrientes de la lingüística contemporánea. Tanto el
generativismo como el funcionalismo persiguen explicar la naturaleza del lenguaje, no solo la
descripción de las estructuras lingüísticas.

A pesar de no ser exhaustiva, esta lista de problemas, estrechamente vinculados con la Ciencia
Lingüística, permite perfilar una serie de subdisciplinas: Lingüística diacrónica, sociolingüística,
etnolingüística, neurolingüística, psicolingüística y lingüística computacional. Detrás de todas ellas existe
una concepción de la gramática y la manera en que debe ser estudiada, porque, en efecto, cada una
establece grados de generalidad y especificidad, según las influencias de factores externos que sean
admitidas. De ahí que todo lingüista debe tener una formación sólida en gramática, la cual se concibe ya
sea como un conjunto de reglas que rige las combinaciones posibles de los elementos lingüísticos
fundamentales y que producen primero la frase y luego el discurso, ya sea como un sistema de
principios que posibilita conjuntos de reglas con identidad propia que dan lugar a cada uno de los
idiomas conocidos. (En cada uno de los casos, siempre es posible establecer condiciones y filtros que
mediatizan la producción lingüística.) Ahora bien, la gramática no es un bloque homogéneo, sino que
más bien está integrada por varios dominios (o niveles, según la perspeciva), identificados por
características estructurales y mecanismos de combinación distintivos:

 La fonética estudia las propiedades físicas del sonido en la producción del habla o en su
percepción.
 La fonología se concentra en las propiedades abstractas de los sonidos del lenguaje y las leyes
que rigen su combinatoria.
 La morfología analiza la formación de palabras a partir de elementos menores portadores de
sentido. Es el caso típico de los diminutivos (casa, casita; pie, piecito) y de los plurales (menú,
menúes; pared, paredes; orca, orcas). Complementariamente, la lexicología estudia el léxico
como un sistema, siendo la lexicografía una de sus aplicaciones, la cual se encarga de la
compilación y publicación de diccionarios.
 La sintaxis se concentra en el orden de las palabras en la frase, teniendo en cuenta sus límites y
la producción de sentido. Por ejemplo, en el caso del español, podemos mencionar las
condiciones que producen una oración interrogativa: “Carlos dijo ayer que viene mañana”;
“¿Qué dijo Carlos?”; “¿Cuándo dijo Carlos que viene?”; “¿Cuándo lo dijo Carlos?”; “¿Quién dijo
que viene mañana?”, las cuales es posible contrastar con la imposible secuencia en “*¿Quién
qué cuándo dijo?”.
 La semántica investiga el sentido de las palabras (semántica léxica) y cómo se combinan para
producir sentido. Cuando se trata de actos de comunicación y entran en juego tanto el contexto
como el conocimiento enciclopédico, entonces hablamos de pragmática.
 El análisis del discurso se focaliza en el uso del lenguaje en conjuntos lingüísticos coherentes
mayores que la frase.

Cada uno de estos niveles es tan vasto que un especialista en Lingüística puede perfectamente dedicar
su vida académica al estudio de uno solo de ellos.

Áreas de trabajo del lingüista

Las investigaciones lingüísticas arrojan resultados que pueden ser utilizados en áreas muy diversas:
adquisición de una segunda lengua, traducción, edición, logopedia, procesamiento automático del
lenguaje. Es frecuente que los lingüistas trabajen en equipos multidisciplinarios en investigación,
definición de políticas lingüísticas, educación, planificación lingüística o desarrollo de sistemas
lingüísticos computacionales para hospitales o sistemas de navegación. Debido a su
pluridisciplinariedad, la persona especializada en Lingüística tiene a su disposición un horizonte
profesional bastante amplio, como, por ejemplo, las siguientes áreas:

Asesoría lingüística (redacción, documentación, edición, pruebas periciales en contextos jurídicos,


economía de la lengua).

Concepción y creación de material pedagógico de lenguas.

Docencia en primaria y secundaria.

Enseñanza de lenguas.

Lexicografía.

Logopedia y ortofonía.

Planificación y política lingüística.

Procesamiento automático del lenguaje (síntesis de la voz, traducción automática, minería de datos,
tecnologías de la enseñanza y de la comunicación).

Publicidad.

Traducción.
El perfil profesional del lingüista

En el proceso de autoevalución de 2013 del Programa de Posgrado en Lingüística, el perfil del lingüista
fue definido de la manera siguiente:

El profesional en Lingüística está en capacidad de describir, analizar e interpretar datos de cualquier


lengua, en todos sus niveles (fonético-fonológico, morfosintáctico y semántico), mediante la aplicación
de diversas teorías y métodos. Además, sus conocimientos le permiten relacionar la lengua con sus
dimensiones cognitiva y sociocultural. El lingüista puede especializarse en alguno de los niveles de la
lengua, en subcampos de la disciplina (como criollística, lexicografía o lingüística educativa) o en áreas
en las que la Lingüística interactúa con otras ciencias (como sociolingüística, psicolingüística y lingüística
computacional).

De todos los sistemas creados por el ser humano, ninguno es tan complejo, vasto y potente como el
lenguaje. Entre las muchas ciencias que estudian el lenguaje, se destacan:

La filología. Se centra en el estudio histórico del lenguaje y su manifestación en textos escritos,


principalmente filosóficos y literarios, y desde su aparición en el siglo XIX.

La lingüística. Está más orientada al lenguaje hablado y a los modos en que opera en cierto momento de
la historia (aunque también estudia los textos escritos).

Lingüística aplicada

La lingüística aplicada es un área de la lingüística que se nutre de otras disciplinas científicas, o sea, que
es en esencia interdisciplinaria, ya que se interesa por aspectos sociales que atañen al funcionamiento
del lenguaje.

Su desarrollo como disciplina lingüística se dio durante el siglo XX, especialmente en los países de habla
anglosajona y en Europa. Giró en torno a la enseñanza del inglés; pero a partir de la década del 50
asumió un enfoque más vinculado con la educación, la psicología, la antropología, la pedagogía y la
sociología.

Posee una verdadera multitud de enfoques, que pueden organizarse en los siguientes campos
principales de acción:

La adquisición del lenguaje. Estudia cómo adquieren los individuos su lengua materna y cuánto de ello
es natural de nuestra especie y cuánto influencia de la cultura.

La enseñanza de los idiomas. Estudia los procesos de comprensión y adopción de nuevas lenguas por
parte de individuos ya dotados de una identidad lingüística.

Los problemas de la comunicación. Estudia el modo en que el lenguaje opera dentro de un ámbito social
determinado: económico, jurídico, político, etc.
Lingüística histórica

La lingüística histórica o diacrónica es aquella que comprende el lenguaje como el fruto de un proceso
histórico de cambios, incesante, aún en marcha.

Requiere de la comprensión del pasado de la lengua para poder arrojar luces sobre el presente y el
futuro. Su eje temático principal es el cambio lingüístico y para ello es común que acuda también a otras
áreas del saber, como la historia, la arqueología o la genética.

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