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ESTUDIO BIBLICO TIQUICO 2022

Lunes 16 de enero de 2023

“Samuel Refiere Las Palabras De Dios A Su Pueblo”.

Lección: 1° de Samuel Cap. 8, Versículos 10 al 13. Y refirió Samuel todas las palabras de Jehová al pueblo que le
había pedido rey. Dijo, pues: Así hará el rey que reinará sobre vosotros: tomará vuestros hijos, y los pondrá en sus carros
y en su gente de a caballo, para que corran delante de su carro; y nombrará para sí jefes de miles y jefes de cincuentenas;
los pondrá asimismo a que aren sus campos y sieguen sus mieses, y a que hagan sus armas de guerra y los pertrechos de
sus carros. Tomará también a vuestras hijas para que sean perfumadoras, cocineras y amasadoras.

Comentario: El hombre de Dios y su protesta, 8:9–22. Israel pedía un rey que les gobernara. Realmente la palabra
gobernar significa “hacer justicia” o “juzgar”. Está pidiendo un cambio fundamental en el liderazgo de Israel. Después de
340 años de haber sido librados y guiados por los jueces, ahora quieren una monarquía. Samuel será el último juez. Dios
les dará su rey, pero le dice a Samuel que les advierta sobre la “justicia” que el rey les haría. La palabra “advertir” aquí se
refiere a un testimonio dado solemnemente ante las autoridades. Si querían escoger a un rey debían saber bien cuáles
serían las consecuencias de su decisión y después tendrían que vivir con su elección.
Su rey tomaría a sus hijos como soldados y siervos, para peones y jornaleros, para fabricantes de sus armas y carros (v.
11). Las mujeres servirían en su cocina y el rey se apoderaría de sus tierras sacando lo mejor para sí mismo. Daría presentes
a sus amigos y cobraría tarifas e impuestos. Ellos serían sus siervos o esclavos (que implica exigir un servicio). Es notable
que Samuel está sirviendo como mediador aquí entre Dios e Israel, un verdadero profeta (v. 10), que refiere todas las
palabras de Jehovah al pueblo. Sin embargo, Israel rechaza su declamación diciendo: Más bien, que haya rey sobre
nosotros. Y mucho más tarde el mismo pueblo de Israel rechazó al Mesías, diciendo: No queremos que éste reine sobre
nosotros (Luc. 19:14).
La advertencia termina rehusando de antemano cualquier ayuda de Dios al fastidiarse del rey escogido (v. 18). Tendrían
que vivir con la decisión tomada porque Dios no respondería. Su destino ya estaba sellado y su voz firmaba la sentencia.
No se podría retroceder, aunque quisieran hacerlo más adelante. Aunque Samuel seguía en su ministerio, el pueblo entraba
en una nueva época de su historia. Se abre un nuevo capítulo en los escritos de la nación.

Pensamiento: Rechazar el mensaje de Dios: «Efraín se ha unido a los ídolos; déjalo.» (Oseas 4:17)
Efraín, queriendo decir que todo el pueblo de Israel, las 10 tribus, había sido advertido nuevamente, y de nuevo, y debido
a que no prestaron atención a la advertencia, sino que rechazaron el mensaje de Dios y continuaron en su pecado,
finalmente Dios fue provocado por ellos, y le dijo a su siervo Oseas: «Efraín se ha unido a los ídolos: déjalo.» Él básicamente,
dijo, ya no desperdicien su energía en estas mentes apostatas, su caso se ha vuelto completamente sin esperanza; cese su
trabajo, vaya a otro lugar donde los corazones serán tocados y oídos serán abiertos a la Palabra; déjalo.
La queja de Dios contra Israel la acusó de un espíritu apóstata y de muchas iniquidades. La verdad y la lealtad habían
sido reemplazadas por la mentira y la inmoralidad. La reprensión fue inútil porque fue ignorada. Israel había olvidado la ley
de su Dios y, por lo tanto, fue «destruido por falta de conocimiento» (Oseas 4:6). No sólo el pueblo, sino también los
sacerdotes que alentaban el pecado para su propio beneficio, serían eliminados. «El espíritu de prostitución» hizo que Israel
se apartara de las leyes de Dios (Oseas 4:12).
Nuestro Dios es paciente y lleno de misericordia, pero hay una línea que no debe cruzarse. Es peligroso suponer que
Dios siempre continuará perdonando; para aquellos que se niegan a obedecer y creer, un día Él se convertirá en un «fuego
consumidor» (Hebreos 12:29).
Cada vez que usted se niega a escuchar el mensaje de misericordia, usted se fortalece en la incredulidad. Cada vez que
dejas de abrir la puerta de tu corazón a Cristo, tienes menos ganas de oír Su voz y disminuye tu oportunidad de responder
al último llamamiento de misericordia. Que no sea escrito de ti, como del antiguo Israel, «Efraín se une a los ídolos, déjelo.»
No dejes que Cristo llore por ti como él lloró por Jerusalén, diciendo: «¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la
gallina a sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste! He aquí, vuestra casa se os deja desierta» (Lucas 13:34-35).
Para aquellos que se niegan a abandonar sus malos caminos, las Escrituras contienen muchas advertencias similares.
«Mi Espíritu no luchará para siempre con el hombre, porque ciertamente él es carne.» (Génesis 6:3).
«Déjenlos; son ciegos guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo.» (Mateo 15:14).
«No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os
despedacen» (Mateo 7:6).
«Además, como despreciaron el conocimiento de Dios, él los entregó a una disposición mental reprochable, para practicar
lo que no debían» (Romanos 1:28).

1er Título: La mujer cristiana debe entregar fielmente el mensaje divino en su casa. Versículo 10. Y refirió
Samuel todas las palabras de Jehová al pueblo que le había pedido rey. (Léase: Deuteronomio 6:6 y 7. Y estas palabras
que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando
por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes; ▬ Efesios 6:4. Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros
hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.).

Estudio bíblico I.E.P. Autor hermano Roberto Saldías Roa; https://estudiobiblicotiquico.wordpress.com; WhatsApp +5676426950; correo electrónico rsaldiasroa@gmail.com 1
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Comentario: El gran mandamiento, 6:4–9. Las palabras del v. 4 contienen la confesión de fe más importante del
judaísmo. Esta famosa confesión se llama Shema 8085, un nombre derivado de la palabra heb. que se traduce al castellano
por escucha. Esta confesión de fe, completada con 11:13–21 y Núm. 15:37–41, era recitada diariamente en el culto a
Jehovah y representa la confesión de fe de un judío piadoso. Escucha Israel es un llamado solemne a la congregación de
Israel para adorar a Jehovah. Esta misma declaración aparece en 4:1; 5:1; 9:1, en las exhortaciones de Moisés a Israel. El
Shema tiene cuatro palabras en heb. y puede traducirse de diversas maneras en castellano: Escucha Israel: Jehovah nuestro
Dios, Jehovah uno es o “Jehovah es nuestro Dios, sólo Jehovah”. La primera traducción enfatiza la unicidad de Jehovah.
Jehovah no tiene una asamblea de dioses. Mientras Baal es representado por muchos baales y cada uno asociado con una
ubicación específica, Jehovah es un solo Dios y él tiene que ser el único Dios en la adoración y en la vida total de Israel. La
segunda traducción acepta la existencia de otros dioses, pero enfatiza que solamente Jehovah puede ser el Dios de Israel.
La adoración de Jehovah como único Dios de Israel exige la completa lealtad de la comunidad y demanda de cada israelita
una entrega sin reserva a las demandas del pacto. Amar con todo el corazón, alma y fuerzas significa una entrega total a
Jehovah. En el AT el corazón simboliza la voluntad, el razonamiento y la mente de cada persona. (Ver Hans Walter Wolff,
Antropología del Antiguo Testamento, Ediciones Sígueme, pp. 63–86.) El amor no es una emoción del corazón sino la
decisión de obedecer. Amar a Dios significa someterse a él, obedecer completamente sus leyes. Jesús dijo: “Si me amáis,
guardaréis mis mandamientos” (Juan 14:15; ver Juan 14:21; 1 Jn. 5:2).
Popularmente se cree que el alma es el elemento espiritual de cada individuo, lo que vive después de la muerte. Pero,
en la psicología hebrea, el alma refleja el principio de vida. En el AT, alma (nephesh 5315) representa los sentimientos y
los deseos humanos. Amar a Dios con toda el alma significa que cada israelita tiene que colocar su vida y todos sus deseos
en las manos de Jehovah y permitir que él controle su vida. La palabra fuerzas significa el intenso deseo del ser humano
en servir y obedecer a Dios.
Amar a Jehovah con todas las fuerzas significa la profunda dedicación que una persona demuestra en su relación personal
con Dios. El Shema habla de la entrega total de la vida de cada israelita a Jehovah, del amor mutuo que debe existir entre
el pueblo y Dios, un mismo amor que corresponde al amor que Jehovah ha demostrado por Israel. Cuando un escriba
preguntó a Jesús: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús recitó el Shema, declarando que este es el primer de
todos los mandamientos (Mar. 12:28, 29).
Moisés enfatizó la necesidad de cada israelita de aprender las leyes y mandatos de Dios y enseñar las palabras de Jehovah
a sus hijos. Cada nueva generación en Israel tenía que aprender a obedecer las palabras de Jehovah; cada nueva generación
de israelitas debía aprender a amar a Dios. Día y noche, en casa o en el campo, cada padre tenía que repetir la palabra de
Jehovah a sus hijos hasta que se tornara parte integral de la vida espiritual de ellos.
La orden de atar la palabra en la mano y en la frente es una manera simbólica de enfatizar el continuo recuerdo de la
palabra de Jehovah. Pero, la comunidad judía en el período posexílico tomó este mandamiento lit. El Shema y otros pasajes
bíblicos fueron escritos en pequeños rollos y colocados en cajitas memoriales y atadas en los brazos durante la hora de
oración. Se llama a estas cajitas tephilim o filaterías (Mat. 23:5. Ver la nota de la RVA en Deut. 6:8). Otras cajas fueron
colocadas en los postes de las casas. Estas cajitas son llamadas mezuzah.
Semillero homilético
El mandamiento supremo
Introducción: Aquí tenemos el corazón del judaísmo. Estas palabras eran repetidas por los judíos dos veces cada día.
Nuestro Señor designó el mandamiento de amar a Dios como el más importante. Citó las palabras de Deuteronomio.
El Dios que merece amor. Jehovah es distinto de los dioses del mundo.
Él es uno. Entre los cananeos había muchos baales. Había baales para distintas localidades. Jehovah es distinto. Para el
cristiano sólo hay un Dios verdadero manifestado en las tres personas de la Trinidad. Sin embargo, hay solamente un Dios.
Él es único. Los otros dioses no existen. "Yo soy Jehovah y no hay otro"
(Isaías 45:18b).
Él es justo y bueno. Los países paganos trataron de aplacar el enojo de dioses malos. Israel adoró a Jehovah, un Dios
santo y bondadoso. Dios había librado a su pueblo de la esclavitud. Dios en sus mandamientos protege a las viudas y a los
huérfanos.
El mandamiento de amar a Dios. Es significante que el mandamiento es amar a Dios. El escritor expone aquí en forma
positiva lo que está expuesto en forma negativa en la prohibición de los dos mandamientos del decálogo.
El primero está en contra de tener a otros dioses. El segundo mandamiento prohíbe la hechura de ídolos e implícita en
el mandamiento está la espiritualidad de Dios. Debemos amar a Dios, porque él es un Dios de misericordia. La base del
amor a Dios es su gran amor a nosotros. Debemos amar a Dios con:
Todo nuestro corazón. En el pensamiento hebreo el corazón incluye la mente y la voluntad. No es un sentimiento pasajero.
Toda nuestra alma. El alma es la fuente de vitalidad en el cuerpo.
Todas nuestras fuerzas. Estas palabras hacen más amplia la idea de amar con toda nuestra alma.
Conclusión: Tenemos un Dios digno de nuestra reverencia y amor. Los israelitas, al pensar en el amor de Dios para
Israel, recordaron la acción de Jehovah en el éxodo. Las leyes de Jehovah deben ser obedecidas. Hoy día como cristianos
tenemos la revelación en Jesucristo. El amor, manifestado en el éxodo requería obediencia de los judíos. Cuánto más debe
el amor manifestado en el Calvario requerir la entrega total de los cristianos.

Estudio bíblico I.E.P. Autor hermano Roberto Saldías Roa; https://estudiobiblicotiquico.wordpress.com; WhatsApp +5676426950; correo electrónico rsaldiasroa@gmail.com 2
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Comentario de Efesios 6: Estas amonestaciones no se dirigen solamente a las esposas, los niños, y los esclavos.
También son para los esposos, los padres, y los amos. La gloriosa renovación debe ser experiencia de todos. Así que Pablo,
después de haberse dirigido a los hijos, se torna ahora a los padres, y especialmente a los jefes de hogar, aunque con
aplicación también a las madres. 4. Y padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos. Obsérvese cuán justas son las
exhortaciones. El deber de las esposas no se enfatiza a expensas del de los maridos, ni el de los esclavos descuidando el
de los amos. Así también aquí: la amonestación dirigida a los padres sigue muy de cerca a la dirigida a los hijos. Aunque
es verdad que la palabra “padres” a veces incluye a las “madres” (Heb. 11:23), tal como “hermanos” puede incluir
“hermanas”, y que las instrucciones dadas aquí indudablemente se aplican también a las madres, sin embargo, es difícil
que sea correcto en el caso presente substituir la palabra “padres” (incluyendo a padres y madres) por “padres” (en el
sentido masculino). El hecho de que en el v. 1 Pablo emplee la palabra más común para padres parece indicar que aquí en
el versículo 4 es precisamente el significado masculino. La razón por qué el apóstol se dirige especialmente a ellos podría
bien ser a. porque es sobre ellos como cabezas de sus respectivos hogares que descansa la responsabilidad de la educación
de los hijos; y b. porque ellos, tal vez, en ciertos casos necesitan aún más que las madres la amonestación que aquí se
dirige.
El pasaje paralelo (Col. 3:21) tiene: “Padres, no exasperéis a vuestros hijos”, significando: “No los amarguéis o irritéis”.
Existe muy poca diferencia esencial entre esto y “no provoquéis a ira a vuestros hijos”. El sustantivo análogo es “airado
estado de ánimo” (4:26). Algunas formas en que los padres pueden llegar a ser culpables de este error al criar a sus hijos
son las siguientes:
[1]. Por exceso de protección. Los padres, y también las madres, tienen tanto temor que a los hijitos les pueda suceder
algo, que los encierran con cerca a todos lados: “No hagas esto y no hagas lo otro. No vayas a este lugar, no vayas al
otro”, hasta que este proceso de mimar llega al punto donde casi podemos oírlos decir a su vástago, “No intentes entrar
en el agua hasta que hayas aprendido a nadar”. ¡Pero deben nadar! Por supuesto que los hijos deben recibir advertencia
con relación a grandes peligros. Por otro lado, cierta cantidad de riesgo es necesaria para su desarrollo moral y espiritual.
Si el pajarito permanece en la seguridad de su nido jamás aprenderá a volar. Además, la actitud sobreprotectora tiende a
privar a los niños de confianza y a infundir en ellos el airado estado de ánimo, especialmente cuando se comparan a sí
mismos con otros niños que no reciben este tratamiento especial.
[2]. Por favoritismo. Isaac prefirió a Esaú antes que a Jacob. Rebeca prefirió a Jacob (Gn. 25:28). Los tristes resultados
de tal parcialidad son bien conocidos.
[3]. Por desaliento. He aquí un ejemplo tomado de la vida diaria: “Papá, estudiaré con dedicación y seré medico”, o tal
vez abogado, profesor, mecánico, ministro, o qué sé yo. La respuesta del padre fue: “Más vale que lo olvides. Tal cosa
nunca sucederá”.
[4]. Por no reconocer el hecho de que el hijo está creciendo, y por tanto tiene derecho a ideas propias, y que no es
necesario que sea una copia exacta de su padre para tener éxito en la vida .
[5]. Por descuido. En el conflicto que se produjo entre David y su hijo Absalón, ¿fue el error solamente de Absalón?
¿Acaso no fue también David, en parte, culpable por descuidar a su hijo? (2 S. 14:13, 28).
[6]. Por medio de ásperas palabras y crueldad física directa. Nos hallamos frente a un padre que le gusta hacer gala de
su autoridad y fuerza superior. Reta a sus hijos y les inflige duros castigos físicos, y esto ha llegado a ser un hábito en él.
Los registros de los juzgados están llenos de casos de increíble crueldad hacia niños, niñas, y aun bebés.
Pablo pone lo positivo frente a lo negativo al continuar: sino criadlos tiernamente. Los padres—y también las madres—
deben proveer el alimento a sus hijos, no sólo el material sino también el espiritual y el mental. Deben nutrirlos (véase
sobre 5:29), criarlos tiernamente. “Que sean apreciados tiernamente” (Calvino). Por otro lado, esto no excluye la firmeza:
en la disciplina y admonición del Señor. En Heb. 12:11 esta palabra “disciplina” está usada con referencia a “castigo”,
el cual, aunque en el momento que es administrado puede no ser agradable, es apreciado después y produce excelente
fruto. Cf. 1 Co. 11:32; 2 Co. 6:9; 2 Ti. 2:25. En 2 Ti. 3:16 esta “disciplina” es “para instruir en justicia”. La “disciplina”,
entonces, puede ser descrita como educación mediante reglas y normas, recompensas, y si es necesario, castigos. Se
refiere especialmente a lo que se hace con un niño.
El significado de la palabra traducida “admonición” se ve claro en 1 Co. 10:11. “Estas cosas fueron escritas para nuestra
admonición”, y en Tit. 3:10, “Después de una primera y segunda advertencia (o: admonición), no tengas nada que ver son
una persona que causa divisiones”. Por tanto, “admonición” es la acción formativa por medio de la palabra hablada, sea
ella la enseñanza, de advertencia, o de aliento. Se refiere primariamente a lo que se dice al niño. Parecería que “admonición”
es una forma más suave que “disciplina”. Sin embargo, de- be ser intensa, no sólo una débil observación como, “No, hijos
míos, porque no es buena fama la que yo oigo” (1 S. 2:24). En realidad, se da a entender claramente que Elí “no los
amonestó (a sus hijos)” (1 S. 3:13).
Toda esta disciplina y amonestación debe ser “del Señor”. Tal ha de ser su calidad. Debe ser el equivalente de una
disciplina cristiana, y, por tanto, en su sentido más amplio, ha de incluir indudablemente al dar al hijo un sincero ejemplo
de vida y conducta cristianas. Toda la atmósfera en que esta disciplina se administra debe ser tal que el Señor pueda
colocar sobre ella su sello de aprobación.
En relación a esto, no estaría bien pasar por alto el hecho de que según este pasaje (y cf. Dt. 6:7) ni el estado ni la
sociedad en general ni aun la iglesia es primariamente responsable de formar a la juventud, aunque ellos tienen interés en
ello y tienen un grado de responsabilidad al respecto. Pero bajo la economía de Dios el hijo pertenece antes que nada a los

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padres. Son ellos los que deben velar hasta donde les sea posible para que las agencias que ejercen gran influencia sobre
la educación de los niños sean definidamente cristianas. El centro mismo de la disciplina cristiana es el siguiente: conducir
el corazón del niño al corazón de su Salvador.

2° Titulo: Dolorosas consecuencias por no hacerla voluntad de Dios. Versículos 11 y 12. Dijo, pues: Así hará el
rey que reinará sobre vosotros: tomará vuestros hijos, y los pondrá en sus carros y en su gente de a caballo, para que
corran delante de su carro; y nombrará para sí jefes de miles y jefes de cincuentenas; los pondrá asimismo a que aren sus
campos y sieguen sus mieses, y a que hagan sus armas de guerra y los pertrechos de sus carros. (Léase: Jeremías 2:19.
Tu maldad te castigará, y tus rebeldías te condenarán; sabe, pues, y ve cuán malo y amargo es el haber dejado tú a Jehová
tu Dios, y faltar mi temor en ti, dice el Señor, Jehová de los ejércitos; ▬ San Lucas 12:9. más el que me negare delante
de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.).

CONSECUENCIAS DE TRASNGREDIR LA VOLUNTAD DE DIOS: En esta vida presente


Una vez inmerso en el proceso de frialdad espiritual mencionado, con el tiempo el creyente puede llegar al extremo de
encontrarse fuera de la voluntad divina, en el sentido general, no en el sentido permisivo, ya previsto por Dios. Fue el
mismo apóstol Pablo el que, con temor y temblor, se puso como ejemplo de debilidad: «No sea que habiendo sido
heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado» (1 Co. 9:27). La lección se brinda sola. O seguimos confiando
en Dios y creciendo en grado de comunión con Él, o aun habiendo comenzado el camino, bien podemos retroceder. «Mas
el justo vivirá por fe. Y si retrocediere, no agradará a mi alma» (He. 10:38). Las consecuencias de vivir bajo el
desagrado de Dios, se revelan negativamente. Una de ellas es que la «gracia especial» deja de amparar al creyente, en su
forma condicional, y en buena medida ya no es receptor de sus bendiciones celestiales, en el sentido mencionado. En esto,
la Escritura no advierte en vano: «Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios» (He.
12:15). Éste es motivo por el cual toda rutina se apropia del creyente apartado de Dios, y las cosas del Señor le son una
verdadera carga. El Espíritu Santo se entristece, y por ello no da señales evidentes de fruto espiritual: «No contristéis al
Espíritu Santo de Dios» (Ef. 4.30). Así es como el gozo se apaga, y llega a convertirse en permanente descontento, o
lo que es peor, en raíz de amargura. A la vez, en este proceso de alejamiento, el Señor priva de luz espiritual a aquel que
rechaza su oferta de gracia: «Vendré a ti, y quitaré tu candelero» (Ap. 2:5). Dios es luz, y el cristiano que no mantiene
comunión con Él, por ende, no recibe su luz, ni para entender la Palabra, ni para iluminar a los demás; no resulta
sorprendente que pierda toda visión espiritual, al igual que una vela cuya llama se desvanece. De esta forma también su
ministerio resultará del todo ineficaz: «Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él» (1 Co. 3:17).
Tal cristiano ha roto la comunión con su Salvador, y por consiguiente se hace inútil para la obra; por ello no logra disfrutar
de la vida espiritual con genuina satisfacción. Y, sin apenas distinguir, el poder de Dios se retira del escenario ministerial,
porque «si alguna ministra, ministre conforme al poder que Dios da» (1 P. 4:11).
Las secuelas de encontrarse fuera de los propósitos divinos son verdaderamente tristes. Es verdad que tales cristianos
pueden seguir leyendo la Biblia, orando, cantando ¡Señor te amo!, procurando sus ofrendas… Pero, la realidad intencional
de su corazón es otra distinta. Es la llamada paradoja farisaica con la que Jesús tuvo que enfrentarse: «Porque vosotros
los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad»
(Lc. 11:39).
Por otro lado, el hijo, aun desobediente, sigue siendo hijo: ayer, hoy y mañana, por lo que no pierde su condición de hijo
adoptado establecida por el Padre. Aunque, según los datos bíblicos, de seguir en rebeldía podría perder algo muy preciado:
la comunión con Dios; además de los efectos benéficos derivados de esa comunión espiritual. De la siguiente forma el
Señor lo expresó a su iglesia: «Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca» (Ap.
3:16). Tal y como ocurrió en aquel tiempo, parece probable que también hoy algunos creyentes sean vomitados de la boca
de Jesús. Pensemos en ello, pues no son tiempos mejores los presentes, los cuales caminan sin retorno hacia la
Apostasía. «Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que
nos deslicemos» (He. 2:1).
Es cierto que todos caemos y fallamos muchas veces, según 1 Juan 1:8. Sin embargo, una cosa es caer y arrepentirse
(a renglón seguido Dios nos levanta), y otra distinta es permanecer caído por largo tiempo. En este último sentido, la
historia nos muestra la trayectoria de creyentes que han mostrado un claro «antes» y un «después» en su vida personal.
No son pocos los que llevan años apartados de la vida espiritual. Otros, pese a seguir en el sistema eclesial, mantienen una
actitud de terquedad, con el consiguiente estado de insatisfacción: no aprenden. En otros no se logra distinguir la acción
del Espíritu Santo; transcurren absorbidos por los entretenimientos de este mundo pasajero. Algunos recibieron una prueba
decisiva de parte de Dios, y no estuvieron dispuestos a aceptarla: se dejaron llevar por la necesidad personal (no entregaron
a su hijo Isaac). Igualmente, con el descarrío de ciertos creyentes, el semblante ya no es el mismo, el gozo desaparece de
un día para otro, la frescura del Espíritu se marchita por el fuerte sol de la prueba… Además, a ciertos líderes se les sube
tanto el cargo eclesial a la cabeza, que con el tiempo se vuelven casi irreconocibles; una especie de enajenación mental se
apodera de sus mentes. Ya lo advirtió en Señor a su pueblo: «Para que no se vuelvan a la locura» (Sal. 85:8).
Ante lo mencionado, huelga decir que ningún cristiano es mejor que otro. Pues aun siendo realistas, y permaneciendo en
la voluntad de Dios, no hacemos bien en descalificar ni menospreciar a ningún hermano en particular. ¡Nadie está libre de

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pecado…!! cita Juan 8:7. Y, como siempre hay lugar para el arrepentimiento y la restauración espiritual, nuestro buen Dios
espera, cual padre paciente, al regreso del hijo pródigo.

Comentario: El poder destructivo del pecado, Jeremías 2:14–19


Estos versículos hablan de las consecuencias de la apostasía. En 2:14, usando preguntas retóricas, Dios afirma que antes
de 722 a. de J.C. Israel no era esclavo o siervo de otra nación más poderosa. Vivía como un país soberano en el Medio
Oriente. No estaba predestinado a caer ante un ejército más poderoso. Al contrario, eran ellos mismos que habían
abandonado al Dios verdadero para buscar la seguridad por medio de alianzas con Asiria y Egipto. La causa de su situación
precaria durante la vida de Jeremías se debe a un verbo que se emplea en los vv. 17 y 19: Abandonaste … abandonado,
habían dejado al Señor su Dios. Israel contrató alianzas primero con Asiria y luego con Egipto. Es como dice el refrán: “Más
vale andar solo que mal acompañado”. Israel ha sido como la esposa que abandona a su marido por un hombre no digno
de confianza (comp. 2:2, 3).
Dios les pregunta en el v. 18 por qué habían pensado que podrían ir a Egipto y beber allí del Nilo, o a Asiria y beber allí
del Éufrates. Esto no tiene razón ninguna cuando tienen agua disponible en su relación con Jehovah. Los dos grandes ríos
eran símbolos del poder nacional de estos países en aquel entonces. Pero no les va a servir. Al abandonar al Señor su
maldad va a ser castigada. Se debe mencionar que la nación de Israel todavía tiene algunas fuentes de agua pura que son
lugares de recreo para el pueblo moderno. Uno es Panian que antes era Cesarea de Filipo y otro es En Gadi al lado del mar
Muerto. No había necesidad de tomar el agua de los vecinos grandes.
El v. 19 resume la situación en el año 620 a. de J.C. El pecado produce una cosecha muy amarga. Su maldad traerá su
propio castigo; sus rebeldías serán causa de su condenación. Pablo usó el concepto cuando dijo: “Todo lo que el hombre
siembre, eso mismo cosechará” (Gál. 6:7, 8). Bien sea en la época de Jeremías o en la época moderna, ¡cuán malo y
amargo es dejar de seguir y obedecer al Señor nuestro Dios! Ni Asiria ni Egipto ofrecían garantías a la pequeña nación de
Judá. Dios pide: Reconoce, pues, y ve cuán malo y amargo es el haber abandonado a Jehovah tu Dios … (v. 19b).

Comentario de Lucas 12: 8, 9. Os digo, el que me confiese delante de los hombres, el Hijo del hombre
también le confesará delante de los ángeles de Dios. Pero el que me niegue ante los hombres será negado
delante de los ángeles de Dios.
Los discípulos no deben temer a los hombres. Deben confiar en Dios. Esa es la esencia de la exhortación que se encuentra
en vv. 4–7. En estrecha conexión con esto, v. 8 ahora indica: (a) la recompensa de la confianza que se revela al confesar
a Cristo; y (b) el castigo que acompañará el temer a los hombres, temor que se expresa al negar a Cristo.
Por lo tanto, es claro que, aunque Cristo ya ha dicho algo similar anteriormente (Mt. 10:32, 33), bien puede haberlo
repetido aquí en una forma algo cambiada. En cualquier forma, el dicho encaja muy hermosamente con cualquiera de los
contextos.
Nótese que donde Mateo dice “Yo” (en “yo le confesaré”), Lucas escribe “el Hijo del hombre”, demostrando que la
expresión el Hijo del hombre es como Cristo se designa a sí mismo. Acerca de “Hijo del hombre”, véase también sobre
5:24. Además, nótese que donde Mateo dice “delante de mi Padre que está en los cielos”, Lucas dice “delante de los ángeles
de Dios”. En vista de Dn. 7:10; Mt. 16:27; 25:31, esto no ofrece dificultad alguna. Donde está el Padre, allí están también
sus santos ángeles.
Jesús promete que confesará o reconocerá ante los ángeles de Dios a quienes lo confiesen. Esta palabra confesar o
reconocer muestra que el mensaje llevado por los discípulos no debía ser fríamente objetivo, una mera recitación de
palabras memorizadas. Al contrario, los corazones de estos hombres deben estar en su mensaje. Su predicación debía
consistir en dar testimonio. Debía incluir su testimonio personal (Sal. 66:16). Entonces, Jesús promete que él mismo
reconocerá que estos verdaderos testigos son suyos. Los confesará delante de los ángeles de Dios. En esta conexión, léase
especialmente Mt. 25:34–36, 40. La lección es “Sed atrevidos” en la defensa de la verdad!
Por otra parte, los que lo niegan o repudian serán negados delante de estos mismos ángeles. Véase Mt. 25:41–43, 45.
En este caso Jesús no aparece diciendo “Yo los negaré”. Lo que leemos es “serán negados [o repudiados]”. Este cambio
fue hecho, quizás, para enfatizar más fuertemente la triste suerte de aquellos que serán así rechazados.
¿Qué es la voluntad de Dios?: Cuando se habla de la voluntad de Dios, muchas personas consideran tres aspectos
diferentes de la misma en la Biblia. El primer aspecto se conoce como la voluntad decretal, soberana, u oculta de Dios. Esta
es la voluntad "definitiva" de Dios. Esta faceta de la voluntad de Dios viene del reconocimiento de la soberanía de Dios y
los demás aspectos de la naturaleza de Dios. Esta expresión de la voluntad de Dios se centra en el hecho de que Dios
soberanamente ordena todo lo que sucede. En otras palabras, no hay nada que sucede es que fuera de la voluntad soberana
de Dios. Este aspecto de la voluntad de Dios se ve en los versículos como Efesios 1:11, donde leemos que Dios es el "que
hace todas las cosas según el designio de su voluntad", y Job 42:2, " Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay
pensamiento que se esconda de ti." Este punto de vista de la voluntad de Dios se basa en el hecho de que, porque Dios es
soberano, su voluntad no puede ser frustrada. No ocurre nada que sea más allá de su control.
Esta comprensión de Su voluntad soberana no implica que Dios cause todo lo que suceda. Por el contrario, esto reconoce
que, porque Él es soberano, Él debe por lo menos dar permiso o permitir que pase lo que pase. Este aspecto de la voluntad
de Dios reconoce que, aun cuando Dios permite pasivamente que las cosas sucedan, Él debe elegir permitirlas, porque

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siempre tiene el poder y el derecho a intervenir. Dios siempre puede optar por autorizar o detener las acciones y eventos
de este mundo. Por lo tanto, al permitir que sucedan estas cosas, son Su “voluntad”, en este sentido de la palabra.
Mientras la voluntad soberana de Dios es a menudo oculta para nosotros hasta después de que suceda, hay otro aspecto
de Su voluntad que es claro para nosotros: Su voluntad perceptiva o revelada. Como su nombre lo indica, esta faceta de la
voluntad de Dios significa que Dios ha elegido revelar algo de su voluntad en la Biblia. La voluntad perceptiva de Dios es la
voluntad declarada de Dios sobre lo que debemos o no debemos hacer. Por ejemplo, debido a la voluntad revelada de Dios,
podemos saber que es la voluntad de Dios que no robemos, que amemos a nuestros enemigos, que nos arrepintamos de
nuestros pecados, y que seamos santos como Él es santo. Esta expresión de la voluntad de Dios se manifiesta tanto en su
Palabra y en nuestra conciencia, a través de las cuales Dios ha escrito Su ley moral en los corazones de todos los hombres.
Las leyes de Dios, si escritas en la Biblia o en nuestros corazones, son vinculantes para nosotros. Somos responsables
cuando las desobedecemos.
La comprensión de este aspecto de la voluntad de Dios reconoce que, si bien tenemos el poder y la capacidad de
desobedecer los mandamientos de Dios, no tenemos derecho a hacerlo. Por lo tanto, no hay excusa para nuestro pecado,
y no podemos afirmar que al elegir el pecado estamos cumpliendo simplemente el decreto soberano o la voluntad de Dios.
Judas estaba cumpliendo la voluntad soberana de Dios en traicionar a Cristo, al igual que los romanos que le crucificaron.
Sin embargo, eso no justifica sus pecados. Ellos no eran menos malignos o traicioneros, y fueron responsables de su rechazo
de Cristo (Hechos 4:27-28). A pesar de que, en su soberana voluntad, Dios permite que suceda el pecado, aún estamos
responsables ante Él por el pecado.

3er Titulo: Malas decisiones traen resultados nefastos sobre los hijos. Versículo 13. Tomará también a vuestras
hijas para que sean perfumadoras, cocineras y amasadoras. (Léase: Deuteronomio 28:15 Pero acontecerá, si no oyeres
la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán
sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán. y 32. Tus hijos y tus hijas serán entregados a otro pueblo, y tus ojos lo
verán, y desfallecerán por ellos todo el día; y no habrá fuerza en tu mano; ▬ 1ª a Timoteo 4:16. Ten cuidado de ti mismo
y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.).

Comentario: La revocación de las bendiciones, 28:15–19. La maldición del pacto vendría sobre Israel por causa
de su desobediencia. El texto declara que por cuanto Israel no escuchó la voz de Jehovah y no puso en práctica sus
mandamientos y sus estatutos, la maldición del pacto sería invocada sobre el pueblo rebelde. La desobediencia llevaría al
pueblo a abandonar a Jehovah (v. 20) para seguir a otros dioses.
La desobediencia trae en sí la revocación de las bendiciones prometidas en 28:3–6. Las maldiciones mencionadas en
28:16–19 son exactamente el reverso de las bendiciones mencionadas en 28:3–6. Lo que la obediencia da a Israel la
desobediencia se lo quita. El Dios que había sido fiel en cumplir sus promesas (v. 9), el Dios que generosamente provee
para las necesidades de su pueblo (v. 11) y el Dios que es soberano sobre toda la creación (v. 12), es el mismo que declara
sentencia sobre un pueblo rebelde. Jehovah no acepta la desobediencia de su pueblo ni bendice a aquellos que
menosprecian las promesas hechas en el monte Horeb, las mismas promesas renovadas por la nueva generación de
israelitas en el valle de Moab. La lista de maldiciones en este capítulo introduce la consecuencia que vendría sobre la
desobediencia de Israel: plaga (28:22), sequía (28:23, 24), derrota en la batalla (28:25, 26), enfermedades (28:27),
invasión enemiga (28:28–35), exilio (28:36–52), hambre (28:53–57), enfermedades (28:58–61) y desolación (28:62–68).

Opresión, 28:28–34. La desobediencia de Israel produciría opresión mental y emocional. El problema mental y
emocional de Israel afectaría su vida espiritual. Como el ciego es incapaz de ver la luz del día, así será Israel en su vida
diaria. Como un ciego palpando en sus tinieblas, Israel será incapaz de encontrar éxito en su camino (v. 29). Incapaz de
pensar claramente o de luchar contra el error, Israel será oprimido y robado fácil y constantemente. Separado del Señor
por su idolatría (v. 20), Israel sería incapaz de defenderse a sí mismo frente a los opresores. Por causa de su opresión
Israel se tornaría una víctima dócil de sus opresores. Las aflicciones mencionadas en los vv. 30–33 es una inversión de la
promesa dada a los israelitas en 20:5–7. Por causa de la desobediencia de Israel ni aun los derechos de una persona serían
respetados. Su propiedad sería tomada, su esposa sería violada, su fortuna sería robada, sus hijos e hijas serían vendidos
como esclavos, su ganado sería robado, y el fruto de su campo sería comido por otros.
Toda esta aflicción, toda esta devastación, toda esta opresión y todo este tratamiento brutal llevaría una persona a la
locura: y enloquecerás a causa de lo que verán tus ojos (v. 34).

Comentario: 16. Cuida de ti mismo y de la doctrina, persevera en estas cosas. La vida santa y la enseñanza
sana deben ir juntas, si Timoteo (o, en cuanto a esto, cualquier representante apostólico, ministro o anciano, etc.) va a ser
de bendición. De aquí que Pablo amonesta a Timoteo a que continúe enfocando (se entiende, la mente) hacia sí mismo,
esto es, sus deberes, sus dones, su privilegio de ir a las profundidades de la promesa de Dios; particularmente también
sobre la doctrina (la suya y la de otros en el distrito de Éfeso). Debe permanecer, o perseverar en ellas, esto es, en la vida
santa y en la vigilancia con respecto a la enseñanza. La promesa es: “porque haciendo esto te salvarás a ti mismo y
a los que te oyeren”. Desde luego, el hombre no se salva por obras, sino por gracia por medio de la fe (Tit. 3:3; cf. Ef.

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2:6–8); sin embargo, puesto que la vida santa y la sana doctrina son fruto de la fe, Pablo puede decir que “haciendo esto”
Timoteo se salvará a sí mismo y a sus oyentes.
Es a lo largo del sendero de la vida santa y la diligencia en la enseñanza y en la vigilancia sobre la vida y la enseñanza
de otros que se obtiene la salvación (tanto presente como futura; véase el comentario sobre 1 Ti. 1:15). Además, Dios
promete una recompensa especial a sus ministros fíeles, sí, a todos sus testigos fieles (Dn. 12:3; Mt. 13:43; Stg. 5:20); y
amenaza con severos castigos a los infieles (Ez. 33:7, 8).

PREGUNTA: ¿Cuáles son los principios bíblicos para una buena toma de decisiones?
RESPUESTA: La buena toma de decisiones comienza por discernir la voluntad de Dios. Dios se deleita en revelar su
voluntad a aquellos que están dispuestos a seguir sus preceptos (Salmo 33:18; 35:27; 147:11). Nuestra actitud hacia la
toma de decisiones debería ser la de Jesús mismo, quien afirmó, "pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lucas 22:42;
Mateo 6:10).
Dios nos revela su voluntad principalmente de dos maneras. En primer lugar, a través de su Espíritu: "Pero cuando venga
el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que
oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir" (Juan 16:13; véase también 1 Juan 2:20, 27). Y, en segundo lugar,
Dios revela su voluntad a través de su palabra: "Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino" (Salmo 119:105;
véase también el Salmo 19:7-9; 2 Pedro 1:19).
El proceso de la toma de decisiones incluye hacer un juicio sobre una actitud o acción. Las decisiones son un acto de la
voluntad, y siempre están influenciadas por la mente, las emociones, o ambas. Las decisiones que tomamos en realidad
reflejan los deseos de nuestro corazón (Salmo 119:30). Por lo tanto, una pregunta clave antes de tomar una decisión es
"¿Escojo complacerme, o elijo para complacer al Señor?". Josué establece el estándar: "Y si mal os parece servir a Jehová,
escogeos hoy a quién sirváis…pero yo y mi casa serviremos a Jehová" (Josué 24:15; cf. Romanos 12:2).
Dios ve el panorama completo - el pasado, el presente y el futuro de nuestras vidas. Él nos enseña y nos aconseja
mientras se revela a nosotros a través de su palabra y el Espíritu. Dios nos ha hecho esta promesa: "Te haré entender, y
te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos" (Salmo 32:8; cf. Salmo 25:12). Habrá momentos en
los que la voluntad de Dios puede parecer indeseable o desagradable, cuando nuestro corazón siga nuestros propios deseos
en vez de confiar en Dios. Pero finalmente tendremos que aprender que la voluntad de Dios es siempre para nuestro
beneficio (Salmo 119:67; Hebreos 12:10-11).
De nuevo, la clave principal para una buena toma de decisiones es conocer la voluntad de Dios y no seguir los deseos de
nuestro corazón: "Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte" (Proverbios 14:12; cf.
Proverbios 12:15; 21:2). Mientras ponemos nuestra confianza en Dios y no en nosotros mismos, pronto descubrimos qué
decisiones son agradables para él.
En primer lugar, Dios bendice aquellas decisiones que él inicia y que se alinean con su palabra: "Por el camino de la
sabiduría te he encaminado, Y por veredas derechas te he hecho andar" (Proverbios 4:11; véase también Salmo 119:33).
Segundo, Dios bendice decisiones que cumplan con su propósito y que dependan de su fuerza: "porque Dios es el que en
vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Filipenses 2:13; véase también Filipenses 4:13).
Además, Dios bendice aquellas decisiones que resultan en su gloria: "Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa,
hacedlo todo para la gloria de Dios" (1 Corintios 10:31). Él bendice decisiones que reflejan su carácter, que promueven la
justicia, la bondad y la humildad: "Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente
hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios" (Miqueas 6:8; vea también 1 Corintios 10:31; 1 Timoteo
4:12). Y él bendice aquellas decisiones que proceden de la fe: "Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario
que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan" (Hebreos 11:6).
No debemos olvidar la promesa de Dios de darle sabiduría a sus hijos cuando la piden: "Y si alguno de vosotros tiene
falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada" (Santiago 1:5; cf. 1
Tesalonicenses 5:17). Y cuando oramos por sabiduría, debemos confiar en que Dios responde nuestra oración: "Pero pida
con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de
una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor" (Santiago 1:6-7). La paciencia
también es importante, mientras esperamos el tiempo de Dios: "Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa"
(Hebreos 6:15).
La toma de decisiones es más difícil cuando implica una decisión dolorosa. A veces, la forma correcta de proceder también
nos perjudicará de alguna manera. Ahí es donde necesitamos más gracia. ¿Estamos realmente dispuestos a sufrir por la
gloria de Cristo? "Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento;
pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las
concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios" (1 Pedro 4:1-2).
¿Tomar una decisión hoy? Mira a la palabra de Dios en busca de dirección. Consuélate en la paz que sólo él puede brindar
(Filipenses 4:7). Pide sabiduría, confía en sus promesas, y él guiará tu camino: "Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no
te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas" (Proverbios 3:5-6; ver
también Isaías 58:11; Juan 8:12).

Amén, para la honra y gloria de Dios.

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