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ESTUDIO BIBLICO TIQUICO 2023

SEMANA DEL 09 AL 15 DE ENERO DE 2023

“LA MANIFEÉTACIÓN DEL SACRIFICIO DE CRISTO EN NOSOTROS DESTRUYE EL PECADO”

Lectura Bíblica: Romanos Cap. 6, Versículos 8 al 11. Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con
él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque
en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; más en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos
muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Comentario: (6:8-10) El creyente, posición en Cristo ▬ esperanza Jesucristo, resurrección: tercero, el creyente vivirá
con Cristo ahora y para siempre. Esta es la tercera cosa que el creyente debe saber acerca de su posición en Cristo.
Sabemos y poseemos una absoluta seguridad y confianza de que «Viviremos con Cristo».
La idea es que viviremos eternamente con Él. ¿Qué es lo que nos da tal creencia y esa seguridad absoluta?
▬ 1. Cristo ha vencido la muerte de una vez para siempre. Piense en ello. Cristo ya ha muerto. Ahora tenemos que saber
...
• «que Cristo habiendo resucitado de entre los muertos ya no muere».
• «que la muerte ya no tiene dominio sobre Él».
• «que Él está liberado de la muerte».
«Ahora ha sido manifestada [el propósito y la gracia de Dios] por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó
la muerte y sacó a luz la vida y la Inmortalidad por el evangelio» (2 Ti. 1:10).
«Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio
de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte
estaban toda la vida sujetos a servidumbre». (He. 2:14-15).
«Porque Cristo también padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la
verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu» (1 P. 3:18).
▬ 2. Cristo ahora vive por siempre para Dios. Debemos saber...
• que Cristo murió al pecado una sola vez.
• que Cristo ahora vive en la presencia de Dios para siempre.
• que Cristo vive para Dios; esto es, vive en una devoción y servicio inquebrantable a Dios.
El creyente debe vivir para Dios a través de toda la eternidad, comenzando ya ahora, desde el momento mismo de la
conversión. La muerte ya no tiene más dominio sobe él. Se ha sumergido o ha sido puesto dentro de la vida resucitada de
Cristo. Es una persona eterna ahora; por lo tanto, tiene que vivir para Dios a partir de ahora mismo, como vivirá para Dios
a través de toda la eternidad.
«Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre» (Jn. 16:28).
«Y ya no estoy en el mundo; más éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos
en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros» (Jn. 17:11).
«Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios» (Mr. 16:19).
«Desde ahora el Hijo del Hombre se sentará a la diestra de Dios» (Lc. 22:69).
«La cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales» (Ef. 1:20).
«Y estando en la condición de hombre, se humilló así mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre» (Fil. 2:8-9).
«Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de
Dios» (He. 10:12).
Pensamiento. Esto significa, por cierto. que nosotros también estaremos viviendo continuamente y para siempre en
una devoción y servicio ininterrumpido a Dios.
«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se
pierda, más tenga vida eterna» (Jn. 3:16).
«De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación,
más ha pasado de muerte a vida» (Jn. 5:24).
«Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria
que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo» (Jn. 17:24).
«Porque el amor de Cristo nos constriñe pensando esto: que, si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos
murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos» (2 Co. 5:14-15).
B. El creyente no persevera en el pecado (Parte II): debe vivir su posición en Cristo,6:11-13
(6:11-13) Introducción: el verdadero creyente no persevera en el pecado. Vence y triunfa sobre el pecado. En términos
muy claros este pasaje dice exactamente lo que el creyente debe hacer para vivir en victoria sobre el pecado.
1. Se considera a sí mismo muerto al pecado, pero vivo para Dios (v. 11).
2. Resiste al pecado (v. 12).
3. No presenta los miembros de su cuerpo al pecado (v. 13).

Estudio bíblico I.E.P. Autor hermano Roberto Saldías Roa; https://estudiobiblicotiquico.wordpress.com; WhatsApp +5676426950; correo electrónico rsaldiasroa@gmail.com 1
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(6:11) Pecado ▬ vida victoriosa: el creyente debe considerarse muerto al pecado, pero vivo para Dios (véase Estudio
a fondo l, Consideraos-Ro. 6:11 para su discusión). ¿Cómo hace el creyente para guardarse de andar en el pecado?
▬ 1. El creyente debe considerarse a sí mismo muerto al pecado. Si una persona es un creyente verdadero, entonces está
muerto con Cristo. Dios ha tomado su creencia y lo considera muerto en Cristo, y un hombre muerto no puede hacer nada;
no puede pecar.
Es liberado del pecado.
Lo que ocurre es esto: cuando un creyente cree verdaderamente en Cristo, Dios toma su fe y lo considera muerto en
Cristo. Dios lo libera del pecado y su poder, así como de sus consecuencias y de su castigo. Por lo tanto, el creyente debe...
• contarse a sí mismo como
• considerarse a sí mismo como
• mirarse a sí mismo como
• tratarse a sí mismo como
• acreditarse por
• tenerse por
…muerto en Cristo, como estando libre del pecado y su poder.
Debe recibir esta verdad en su corazón y vida, llegando a estar completamente convicto y convencido de ella.
(Note un punto de gran importancia: el verdadero creyente no es abandonado al poder de su propia mente o pensamientos
para que se convenza a sí mismo de esta gloriosa verdad. No es solamente una cuestión de pensamiento y razonamiento
humano o control mental. Dios nos ha dado al Espíritu Santo para estimular y edificar dentro del creyente la confianza en
la gloriosa verdad. El Espíritu Santo es nuestro «sello››, nuestra garantía, de salvación. Pero este es el tema de otra
discusión, del capítulo ocho. Este capítulo se preocupa de nuestra parte en la lucha por vencer el pecado. Dios nos ayuda
a vencer el pecado por medio del Espíritu Santo, pero nosotros también tenemos una parte. Y es nuestra parte la que se
está considerando en esta parte.)
«Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame» (Lc. 9:23).
«En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él.... Sabiendo esto, que nuestro
viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más
al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado» (Ro. 6:2, 6-7).
«Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo
en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gá. 2:20). '
«Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos» (Gá. 5:24).
«Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios» (Col. 3:3).
«Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él» (2 Ti. 2:11).
«Quien llevó él mismo nuestros pecados en el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la
justicia; por cuya herida fuisteis sanados» (1 P. 2:24).
▬ 2. El creyente debe considerarse vivo para Dios. El verdadero creyente no solamente se identifica con Cristo en su
muerte, también es identificado con Cristo en su resurrección. Dios no solamente cuenta la fe del creyente como su muerte
en Cristo; le cuenta su fe como vida en Cristo. El creyente es contado como resucitado en la resurrección de Cristo. La
resurrección del Señor Jesús se cuenta como la resurrección del creyente. Así como Jesucristo fue resucitado para una
nueva vida, el creyente es resucitado a una nueva vida. Como Cristo fue resucitado para vivir en la presencia de Dios y
para servirle por siempre, así el creyente es resucitado para vivir en la presencia de Dios y para servirle por siempre.
El punto central es que el creyente reciba en su corazón y en su vida la verdad de su vida resucitada. Que el creyente
ahora viva para Dios. Que el creyente ahora sirva a Dios y no al pecado. Que el creyente camine delante de Dios en esta
nueva vida resucitada; que camine sobria, justa y piadosamente en este presente mundo. Que camine...
• contándose a sí mismo
• considerándose a sí mismo
• tratándose a sí mismo
• viéndose a sí mismo
...como vivo para Dios, para servir a Dios desde ahora y para siempre.
«Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven» (Lc. 20:38).
«Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Ro. 6:11).
«Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos,
del Señor somos» (Ro. 14:8).
«Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos» (2 Co.
5:15).
▬ 3. Note una verdad muy gloriosa. La vida del creyente se debe a Cristo y a Cristo solamente. Todo lo que el creyente
conoce -su gloriosa liberación del pecado y la maravillosa victoria de la vida eterna- se debe a la muerte y resurrección de
Cristo.
Note que el creyente que realmente mantiene su mente en la muerte y resurrección de Cristo es el que camina por sobre
el pecado. Es el que camina libre de pecado, el que lo vence en cada paso del camino y glorifica a Dios por la victoria de
su vida justa.

Estudio bíblico I.E.P. Autor hermano Roberto Saldías Roa; https://estudiobiblicotiquico.wordpress.com; WhatsApp +5676426950; correo electrónico rsaldiasroa@gmail.com 2
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En conclusión, el primer paso del creyente en la victoria sobre el pecado es considerarse muerto al pecado, pero vivo
para Dios. El creyente debe conocer y vivir su posición, la gloriosa vida que Dios le ha dado en la muerte y resurrección de
Jesucristo nuestro Señor. El creyente que conserva su mente y pensamientos en su posición en la muerte y resurrección
de Cristo es el que vencerá el pecado en todo tiempo.

ESTUDIO A FONDO 1
(6:11) Contar ▬ imputar (logizethe): contar; atribuir; acreditar; poner a favor en la cuenta de uno; cargar ala cuenta
de uno; imputar; juzgar; considerar; tratar; computar. Es un término contable; implica anotar algo a favor de un hombre.
acreditarle. Es usado varias veces en Romanos. unas once veces solamente en ei capitulo cuatro de Romanos. Es una idea
de extrema importancia en las Escrituras.
▬ 1. Las Escrituras dicen que Dios imputa la justicia o es puesta a la cuenta del creyente genuino.
«Por lo cual también su fe le fue contada por justicia. Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada,
sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los
muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones resucitado para nuestra justificación
(Ro. 4:22-25).
▬ 2. Las Escrituras dicen que el creyente genuino es sumergido. es imputado como. tenido por. o contado por muerto
en la muerte de Cristo; esto es, su «viejo hombre» es imputado o tenido por crucificado en la muerte de Cristo.
«¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque
somos sepultados juntamente con el para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la
gloria dei Padre, así también nosotros andemos en vida nueva» (Ro. 6:3-4).
«Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido,
a fin de que no sirvamos más al pecado» (Ro. 6:6). (Véase la nota, Pecado-Ro. 6:11 para ampliar la discusión y más
versículos.)
▬ 3. Las Escrituras dicen que por la resurrección de Cristo es imputada, acreditada, o atribuida a favor del creyente una
nueva vida. una vida resucitada.
«Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte. así también lo seremos en la de so
resurrección» (Ro. 6:5).
«Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con ei; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los
muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea mis de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas;
más en cuanto vive, para Dios vive» (Ro. 6:8-10).
Expresado muy simplemente. Dios considera justo al creyente por lo que Cristo hizo. Cristo es visto como «Jehová justicia
nuestra», y se afirma que su justicia es puesta a la cuenta del hombre por medio de la fe (cp. Flm. 18).

Nota: La juventud que experimenta, tal cual, como Cristo en su sacrificio en la cruz del calvario rendición y
negación, recibirá el poder para alejarse, rechazar y vencer el señorío del pecado.

1er Título: La muerte fue vencida por Cristo para que vivamos con Él. Versículos 8 y 9. Y si morimos con Cristo,
creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte
no se enseñorea más de él. (Léase: San Lucas 24:4 al 7. Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se
pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les
dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló,
cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres
pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día.; Los Hechos 2:22 al 24. Varones israelitas, oíd estas palabras:
Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros
por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento
de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte,
por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.).

Comentario: La certeza de la vida de resurrección (6:8): Habiendo explorado los propósitos de morir con Cristo,
Pablo ahora desarrolla la importancia de vivir con él. El “si” aquí en el versículo 8 es una condición de hecho y se puede
traducir, “ya que morimos con Cristo”, asumiendo la realidad de la experiencia de conversión. Como realmente hemos
muerto con Cristo para el viejo yo (v. 6), “confiamos que también viviremos con él”. Como en los versículos 3–4, la
participación en la muerte de Cristo conduce a la participación en su resurrección y en su vida resucitada.
La pregunta, como en el versículo 5, cualquier cosa que signifique ya sea nuestra vida presente con él en este mundo o
la vida de resurrección final que caracterizará la eternidad. Ambos aspectos fluyen de la “nueva vida” en el versículo 4, y
podría argumentar a favor de una idea de ya / todavía no. Aun así, creo que es mejor ver más la experiencia presente en
los versículos 4–5 y el sentido final aquí. Para tomar prestado el lenguaje del versículo 5, el mismo poder que resucitó a
Cristo de entre los muertos también lo hará en nuestra resurrección final, y nuestra vida futura será verdaderamente
gloriosa.

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Comentario de Lucas 24: 4. Mientras ellas seguían perplejas por esto, se pararon junto a ellas dos varones
vestidos con ropas que destellaban como relámpagos.
De repente, dos hombres vestidos con túnicas totalmente deslumbrantes se pararon junto a las mujeres. Mateo menciona
a un ángel (28:3, 5); Marcos, un joven vestido con una túnica blanca (16:5); y Juan, dos ángeles (20:12). Los que hablan
a las mujeres se nos presentan a veces de pie, otras veces sentados. A veces se relata que decían una cosa, otras como
que dicen algo distinto.
Aunque no sabemos cómo hacer armonizar todos estos datos, esto no debe ser un impedimento para la fe. Muy por el
contrario. La diversidad indica que un evangelista no simplemente copió lo que había dicho o escrito otro. Hubo diferentes
fuentes, pero todas eran fidedignas. Además, debe tenerse presente que si fue un ángel el que habló por los dos, el que
informó estaría en lo correcto usando tanto el singular como el plural al referirse al (a los) que hablaba(n). De nuevo, en
cuanto a ángel o joven, este no sería el único caso en las Escrituras en el que ángeles se presentan en forma de hombres
(y véase Heb. 13:2). En cuanto a sentados o parados, ¿es acaso imposible que estos visitantes celestiales estuvieran en un
momento sentados y en otro momento de pie? Y en cuanto a las diferencias en los mensajes dados ¿por qué habría de
considerarse imposible que los mensajeros hablaran más de una vez?
No es extraño que las vestiduras de estos “hombres” brillaran como relámpago, porque ellos pertenecían al y habían
descendido del reino de la belleza, el esplendor y la pureza. Cf. 9:29.
[5–7]. Como las mujeres tenían miedo e inclinaron sus rostros a tierra, los varones les dijeron: ¿Por qué
buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, sino que ha resucitado. Recordad como os habló
cuando estaba todavía en Galilea, que el Hijo del hombre debía ser entregado en manos de hombres
pecadores, ser crucificado y resucitar al tercer día.
No debe sorprendernos que estas mujeres, quienes después de todo no eran sino seres humanos pecadores, tuvieran
miedo y que por temor y respeto inclinaran sus rostros a tierra. Además, no tenían por qué estar aquí para ungir un cadáver.
Sus intenciones eran buenas, pero estaban en un grave error. De modo que los mensajeros celestiales les preguntaron por
qué buscaban entre los muertos al que vivía. Lo hicieron con manera suave, pero con firmeza, haciéndoles recordar las
predicciones que les había hecho el Salvador estando en Galilea, es decir (a) que sería entregado en manos de hombres
pecadores; (b) que sería crucificado; y (c) que resucitaría al tercer día. En cuanto a estas predicciones véanse Mt. 16:21;
17:22, 23; 20:17–19; Mr. 8:31; 9:31; 10:33, 34; Lc. 9:22, 44; 18:31–34.

Comentario Hechos 2: La Palabra de Dios cumplida 2:22–24: Después de citar el Antiguo Testamento (Jl. 2:28–
32) que explica el milagro de Pentecostés que las gentes han visto, Pedro está listo para predicar el evangelio de Cristo.
Quiere que todos sepan que con el derramamiento del Espíritu Santo ha llegado la era mesiánica.
[22]. “Varones israelitas, oigan estas palabras: Jesús nazareno era un varón confirmado por Dios a ustedes
con maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre ustedes por medio de él, como ustedes mismos saben.
▬ a. “Varones israelitas, oigan estas palabras”. Primero, Pedro se ubica en un terreno común, porque tanto el orador
como sus oyentes aceptan las Escrituras como la Palabra de Dios. Luego, se dirige a su auditorio con las palabras varones
israelitas. Esta forma de expresarse no tiene connotaciones nacionalistas ni pretende dejar por fuera a los gentiles. Tampoco
representa ni machismo ni chauvinismo masculino, ni son una variación del saludo, “compatriotas judíos” (v. 14). La palabra
Israel en este contexto es un término religioso que recuerda al auditorio el pacto hecho por Dios con su pueblo. Y que tanto
Pedro como sus oyentes son participantes de ese pacto. Con este saludo, Pedro se aproxima más a sus oyentes y lo usa
para presentar a Jesús de Nazaret.
▬ b. “Jesús nazareno era un varón confirmado por Dios a ustedes con maravillas, prodigios y señales”. Pedro usa el
nombre de Jesús y el lugar de su residencia que son conocidos a las gentes. Jesús era conocido por este nombre (Mt.
26:71; Lc. 18:37; Jn. 18:5, 7). De acuerdo al letrero en la cruz, este era el nombre de Jesús (Jn. 19:19). Pedro describe a
Jesús como a un hombre confirmado por Dios a través de su vida terrenal, como es evidente por los milagros, señales y
prodigios que realizó. La palabra confirmado describe a Jesús como a una persona enviada por Dios y que habla en el
nombre de Dios. Nadie en el auditorio que haya conocido la vida de Jesús puede negar las maravillas de dar vista a los
ciegos, resucitar a los muertos, y predicar el evangelio del reino (c.f. Mt. 11:5; Lc. 7:22). De hecho, estos milagros, prodigios
y señales demuestran a los oyentes que la era mesiánica ha llegado, porque Jesús es el Mesías.
▬ c. “[Estas señales] que Dios hizo entre ustedes por medio de él, como ustedes mismos saben”. En la proclamación del
evangelio, Pedro pone el énfasis en Dios.158 Dice que Dios respaldó a Jesús (v. 22), realizó milagros a través de él (v. 22),
lo entregó a la muerte (v. 23), lo resucitó (vv. 24, 32), y lo hizo Señor y Cristo (v. 36). Este énfasis descansa en un terreno
común porque estos judíos temerosos de Dios (v. 5) reconocen que Jesús no pudo haber hecho todo lo que hizo si Dios no
hubiera estado con él (c.f. Jn. 3:2; 10:38). Por eso Pedro observa: “Como ustedes mismos saben”.
[23]. “Este les fue entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, y ustedes, por
manos de inicuos, lo crucificaron y lo mataron”.
Notemos los siguientes dos puntos:
▬ a. El propósito de Dios. Pedro asume que la audiencia está en pleno conocimiento del juicio y muerte de Jesucristo.
En este versículo usa el pronombre personal ustedes para hacer que sus oyentes sientan la responsabilidad que tienen por
la crucifixión de Jesús. Sin embargo, les habla desde un punto de vista divino: Dios está en completo control de la situación,
aun cuando los judíos trajeron a Jesús a juicio y los soldados le dieron muerte.

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Pedro dice que la muerte de Jesús ocurrió de acuerdo con “el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios”.
La expresión determinado consejo sugiere un plan que ha sido determinado y que es claramente definido. El autor de este
determinado consejo es Dios mismo (véase 4:28). Pedro disipa cualquier duda respecto a si Dios pudo haber actuado
precipitadamente en formular su propósito y entregar a Jesús al pueblo judío. Y agrega el término anticipado conocimiento.
Con esta palabra, apunta a la omnisciencia de Dios por la cual cada parte de su plan está en su pleno y anticipado
conocimiento (1 P. 1:2). En su primera epístola, Pedro escribe que “a [Jesús] se le escogió antes de la creación del mundo”
(1 P. 1:20 NVI). Y finalmente, a través de todos los profetas del Antiguo Testamento, Dios anunció que Cristo habría de
sufrir (3:18).
▬ b. La responsabilidad del hombre. Pedro hace a sus oyentes responsables por la muerte de Jesús. Para ellos, el
mesianismo al que Jesús adueña y su muerte en la cruz son irreconciliables, opuestos y contradictorios entre sí. Ellos saben
que es maldito [por Dios] “todo aquel que es colgado en un madero” (Dt. 21:23; Gá. 3:13). Pero Pedro rechaza este punto
de vista apuntando hacia el determinado consejo y el anticipado conocimiento de Dios.
Aquí hay una tensión no resuelta entre la determinación de Dios de que su Hijo muriera y la responsabilidad del hombre
por perpetrar la acción (véase 3:17–18; 4:27–28; 13:27). Dios mismo entregó a Jesús a los judíos, quienes lo llevaron a la
muerte clavándolo en una cruz. Los judíos no pueden exonerarse de culpa achacando la muerte de Jesús a los romanos, a
quienes llaman “hombres malvados”, porque ellos mismos fueron quienes contrataron a los romanos. Pedro enseña que
los judíos deben reconocer su responsabilidad por la muerte de Jesús (3:15; 4:10; 5:30; 10:39). Deben ver todos los
aspectos del plan de Dios. Por eso les dice,
[24]. “Dios lo levantó, soltándole de los dolores de la muerte, porque era imposible que fuese retenido en
el poder de la muerte.
Pedro afirma el hecho de la resurrección de Cristo. En forma positiva afirma que Dios levantó a Jesús de la muerte.
Enuncia la doctrina apostólica de la resurrección, un tema que se repite mucho en los Hechos. Dios llevó a cabo su plan en
etapas predeterminadas: primero la muerte de Cristo y posterior a ella, su resurrección.
Dios levantó a Jesús soltándole de “los dolores de la muerte”. Una lectura literal para agonía es “dolores de parto”. Pero
¿qué significa dejar libre a Jesús de los dolores de parto de muerte? Algunos intérpretes han sugerido que Pedro, hablando
arameo, usó otra palabra para dolores de parto, tal como cuerdas. Ellos argumentan que el salmista habla de “ligaduras de
muerte” (Sal. 18:4; 116:3; y véase 2 Sa. 22:6). No podemos determinar cuál fue la palabra en arameo que usó Pedro. El
griego, sin embargo, tiene la expresión dolores de parto, que aparece en el discurso de Jesús relacionado con el fin del
mundo (Mt. 24:8; Mr. 13:8). Esta expresión es una figura literaria que no debe ser forzada (compárese la frase las puertas
del infierno [Hades] en Mt. 16:18). Dios liberó a Jesús de la agonía que acompaña a la muerte.
Y Pedro da las razones para la liberación de Jesús de la agonía de la muerte: “porque era imposible que fuese retenido
en el poder de la muerte”. Dios pronunció la maldición de la muerte sobre la raza humana cuando Adán cayó en pecado
(Gn. 3:17–18; véase también Gn. 2:17). Pero Jesús, que no pecó, pero que llevó sobre él los pecados del mundo (Jn. 1:29),
quitó el aguijón de la muerte (1 Co. 15:55–56) cuando él murió en la cruz. Por lo tanto, la muerte no volvió a tener poder
alguno sobre él.
La muerte no puede retener a su víctima—
Jesús, mi Salvador.
—Roberto Lowry

2° Titulo: Cristo crucificó para siempre el pecado en su carne. Versículo 10. Porque en cuanto murió, al pecado
murió una vez por todas; más en cuanto vive, para Dios vive. (Léase: Hebreos 7:26 y 27 Porque tal sumo sacerdote nos
convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene
necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por
los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.; Hebreos 10:12. pero Cristo, habiendo
ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios).

Comentario: El ejemplo de Cristo: la muerte ya no tiene dominio (6:9–10)


La fuerza para vencer al mundo del pecado proviene del conocimiento de que Cristo ha ganado la victoria final sobre el
mal y la muerte, y esto hace que nuestro futuro sea absolutamente seguro en él. Por quinta vez (2:2; 3:19; 5:3; 6:6), Pablo
declara que “sabemos” una verdad central: Cristo es el Señor de todos (5:1, 11, 21), y la muerte “ya no tiene señorío” (mi
traducción de ouketi kyrieuei) sobre él. La vieja era (viejo yo, 6:6) ha terminado, y la nueva era que es la vida gobierna en
Cristo ha comenzado.
Fue levantado como las “primicias” de nuestra resurrección (1Co 15:20, 23), y la muerte ya no nos domina. Jesús “ya no
puede volver a morir”, y nuestra muerte será meramente física ni siquiera temporal, en el momento en que morimos
estaremos en la presencia del Señor (2Co 5:1–10). Las leyendas que después de que morimos merodeamos por un tiempo
en nuestra caja de muerte están equivocadas; estamos “ausentes del cuerpo … presentes con el Señor” (2Co 5:8; véase
Filipenses 1:21–23). Confiamos que “también viviremos con él” (v. 8) porque su resurrección garantiza la nuestra. Nosotros
también conquistaremos la muerte porque en nuestra conversión participamos espiritualmente de su resurrección, y a su
regreso participaremos de manera plena, entrando en la vida eterna.

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Pablo explora esta gloriosa promesa más adelante en el versículo 10, diciéndonos la próxima gran verdad: “murió al
pecado una vez y para siempre; en cuanto a su vida, vive para Dios”. Este versículo dice por qué podemos saber que la
muerte ha perdido su “dominio” sobre Cristo (v. 9). La lógica de este pensamiento se remonta a 5:12–21, al hecho de que,
con la transgresión de Adán, el pecado y la muerte entraron al mundo y lo conquistaron. Ese siguió siendo el caso hasta
que Cristo vino a este mundo, con su muerte venciendo el pecado y su resurrección venciendo la muerte. Este es el medio
por el cual “morimos al pecado” (v. 2)
El punto importante de la primera parte de este versículo es la gran verdad de que no solo conquistó la muerte en su
resurrección, sino que también conquistó el pecado en la cruz, y lo hizo “una vez y para siempre”. Esta idea critica está en
el centro de Hebreos (7:27; 9:12; 10:10) y significa que la muerte de Jesús puso fin al reinado del pecado y la muerte de
una vez por todas. El pecado y la muerte siguen siendo fuerzas malvadas en este mundo, y en Juan en Apocalipsis los
representa como figuras demoníacas (Apocalipsis 6:8; 20:14), pero ya son poderes derrotados, y la victoria ha sido “de una
vez y para siempre”. “Ganado para nosotros por Cristo.
Pablo establece aquí una antítesis deliberada entre el pecado y Dios. El pecado es un enemigo derrotado, y es “el poder
del Padre” (v. 4) lo que resucitó a Cristo. Debido a que el pecado y la muerte han perdido su poder, hay una nueva
profundidad y significado para la “vida”, como se ve en Cristo, quien fue levantado como las “primicias” y “vive para Dios”,
lo que garantiza que nos hemos unido a él en esta nueva vida. Ya no bajo el dominio del pecado y la muerte, puede dedicar
la eternidad a vivir para Dios. Cuando respiró por última vez y entregó su alma a Dios en la cruz, regresó a su gloria
preexistente, y nos allanó el camino para que compartamos este glorioso nuevo reino de la realidad.

Comentario Hebreos 7: 26 y 27: Después de explicar la cita del Salmo 110:4, el escritor de Hebreos presenta un
resumen totalizador. Da una descripción completa de nuestro único sumos sacerdote Jesucristo, y compara su perfecto
sacrificio con los sacrificios diarios ofrecidos por los sacerdotes levitas. La muerte de Jesús en la cruz fue un evento único
e irrepetible.
[26]. Así es el sumo sacerdote que suple nuestra necesidad—uno que es santo, inocente, puro, apartado de
los pecadores, encumbrado por encima de los cielos.
El escritor ha llegado a uno de los puntos cumbres en su consideración del sacerdocio de Cristo. Mira hacia atrás, hacia
la magnificencia de la posición de Jesús y describe su grandeza por medio de una única palabra: Así. Queda sobrecogido
de reverencia ante la magnitud de la obra de salvación cumplida por nuestro sumo sacerdote celestial. Y luego mira hacia
adelante. El escritor vuelve su atención hacia las necesidades de los creyentes que están en la tierra, y se incluye a sí mismo
en la expresión nuestra necesidad. Toma conciencia de que Jesús no es un sumo sacerdote distante, entronizado en los
cielos, muy alejado de las diarias necesidades de su pueblo. Jesús está eminentemente calificado para ser nuestro sumo
sacerdote.
¿Por qué está Jesús calificado para satisfacer nuestras necesidades? Él no tiene pecado. En cuanto a su carácter, es
santo, libre de culpa y puro. Y en cuanto a su posición, está separado de los pecadores y exaltado por sobre los cielos. El
escritor en lista cinco características.
▬ a. Santo. Jesús es santo. Esto significa que él es como Dios y en todo aspecto libre de pecado. Es
incomparablemente
puro, y, por ser el sumo sacerdote de Dios, él cumple la voluntad de Dios sin tacha. Su principal deseo es glorificar el
nombre de Dios y extender el gobierno de Dios.
▬ b. Inocente. El adjetivo santo tiene que ver con la disposición interna de Jesús; la palabra inocente, sin culpa, tiene
que ver con su vida externa. Nótese el contraste implicado entre Jesús, que es inocente, y los sumos sacerdotes aarónicos,
manchados por los pecados y dignos de culpa. Aarón debía traer “una ofrenda por el pecado para hacer expiación por sí
mismo y por su casa” (Lv. 16:11) antes de poder funcionar como sumo sacerdote a favor del pueblo de Israel. Jesús, por
el contrario, es completamente libre de pecado y por consiguiente libre de culpa y reproche.
▬ c. Puro. El medio ambiente del pecado tiene su modo de afectar a cualquiera que entre en dicho ambiente. El pecado
contamina a la persona a quien toca. Aunque Jesús vivió en la tierra y sirvió a gente pecadora, El mismo permaneció
incontaminado. Se lo puede comparar con un médico que trabaja entre los enfermos en medio de una epidemia, pero que
es inmune a ella. Jesús no está manchado por el pecado.
▬ d. Apartado. La razón por la que Jesús permanece puro, no tocado por el pecado, está en el hecho de su separación.
Jesús ha sido apartado de los pecadores por Dios. Aunque participa plenamente en nuestra humanidad, no participa en
nuestro pecado. Por consiguiente, él es diferente. Aunque era llamado amigo de pecadores (Mt. 11:19), se mantuvo libre
de pecado. Pienso que interpretar la frase apartado de los pecadores como una referencia aplicable solamente a la ascensión
de Jesús es caer en la parcialidad. Por ser nuestro sumo sacerdote celestial, Jesús se solidariza con nosotros en nuestra
debilidad, ya que ha sido tentado tal como lo somos nosotros. Conoce nuestros problemas, porque es uno de nosotros—
en todo menos en el pecado (2:14; 4:14–15).
▬ e. Encumbrado. Ya en Hebreos 1:3, el escritor se refirió a la exaltación de Jesús al describirlo sentado “a la diestra
de la Majestad en el cielo”, En 7:26 el escritor describe la posición de Cristo en términos comprables con lo anterior. Dice
que Jesús ha sido “elevado a alturas más grandes que los cielos”. Pablo también habla de la exaltación de Cristo: “Aquel
que descendió es el mismo que ascendió más alto que todos los cielos” (Ef. 4:10). El significado es evidente: Jesús ocupa
la más alta posición imaginable.

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[27]. A diferencia de los otros sumo sacerdotes, él no necesita ofrecer sacrificios día tras día,
primeramente, por sus propios pecados y después por los pecados del pueblo. El hizo el sacrificio por los
pecadores de su pueblo una vez para siempre cuando se ofreció a sí mismo.
A veces tenemos que hacer uso de una expresión trillada para transmitir una verdad fundamental. Por eso decimos que
el versículo 27 viene después del versículo 26 para indicar que 7:26 sirve de introducción al versículo siguiente. Este simple
hecho es muchas veces pasado por alto, y las explicaciones de 7: 27a son diversas.
Por ejemplo, una explicación es que la frase día tras día significa “año tras año”, Es decir, una vez al año, en el Día de la
Expiación, el sumo sacerdote entra en el Lugar Santísimo. Por consiguiente, la frase se refiere al sacrificio anual de ese día
en particular. Sin embargo, el escritor conoce perfectamente bien las estipulaciones mosaicas, ya que menciona
indirectamente el Día de la Expiación en 9:7, 25 y 10:1, 3. ¿Por qué escribiría “día tras día” cuando en realidad quería decir
una vez al año?
Otra explicación relaciona la frase día tras día con la ofrenda diaria de granos y con los holocaustos ofrecidos por Aarón
y sus hijos (Lv. 6:14–16; Ex. 29:38–42; Nm. 28:3–8). Si bien la explicación tiene su mérito, hay dificultades que la circundan.
La tercera posibilidad es la de interpretar la frase como una referencia a las ofrendas diarias en general y al Día de la
Expiación en particular. Esta explicación incluye todo y, en cierto sentido, se mueve de los sacrificios menores hacia el
mayor de ellos en el Día de la Expiación.
El contraste en 7:27 está planteado entre Jesús y el sumo sacerdote aarónico, y en razón del versículo introductorio (26)
el énfasis recae en lo negativo: Jesús “no necesita ofrecer sacrificios día tras día”, Nuestro sumo sacerdote celestial es
completamente diferente: está libre de pecado, de culpa, de mancha. No necesita ofrecer un sacrificio por sí mismo ni diaria
ni anualmente. Él está apartado de los pecadores. Es santo.
Los sumos sacerdotes designados para representar a gente pecadora estaban ellos mismo manchados por el pecado. Al
llegar ante Dios, ellos tenían plena conciencia de sus propios pecados, los que en efecto hacían nulos sus esfuerzos por
servir a Dios. Para llegar a ser eficientes, ellos tenían que ofrecer sacrificios animales que quitaran sus propios pecados. Y
entonces llevaban ellos ante Dios los sacrificios hechos por el pecado del pueblo. Dios les había dicho que la sangre de un
animal expiaba el pecado. Ellos tenían que admitir, entonces, que estas ofrendas eran una clara indicación de que dichos
sacrificios no podían competir con la enormidad del pecado. El sacerdocio aarónico exhibía los rasgos de la temporalidad y
de una inefectividad elemental. Debía ser reemplazado por un sacerdote que fuera eterno, y por un sacrificio que fuera
efectivo.
Jesús, el Salvador de su pueblo: “hizo sacrificio por los pecados de ellos una vez para siempre cuando se ofreció a sí
mismo”, Él se ofreció a sí mismo porque Dios le pidió que hiciera este supremo sacrificio y expiase de esa forma los pecados
de su pueblo. Dios le había dicho a los israelitas que sacrificasen animales como sustitutos; él dio a su Hijo como el sustituto.
Dios le prohibió a Israel la práctica de ofrecer sacrificios humanos a los ídolos (Lv. 18:21; 20:2–5; 2 Re. 17:17, 19; Ez.
20:31); él mismo ofreció su único Hijo (Jn. 3:16).
Jesús murió voluntariamente en la cruz y por su muerte se presentó como el sacrificio hecho “una vez para siempre”, La
expresión una vez para siempre revela que el sistema levítico ha llegado a su fin. El escritor de Hebreos introduce este
pensamiento y explica sus detalles en un capítulo posterior.

Comentario de Hebreos 10: 11. Día tras día todo sacerdote está de pie y cumple sus deberes religiosos;
una y otra vez ofrece los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados. 12. Pero cuando este
sacerdote hubo ofrecido para siempre un solo sacrificio por los pecados, se sentó a la diestra de Dios.
La cita del Salmo 40:6–8 incluye la obra del sumo sacerdote en el Día de la Expiación y los deberes diarios de todo
sacerdote. “Sacrificios y ofrendas, holocaustos y ofrendas por el pecado” resumen la totalidad del sistema sacrificial llevado
a cabo por el sumo sacerdote y por los sacerdotes. El escritor de Hebreos, por lo tanto, pone de relieve la obra del sacerdote
y la contrasta con los logros redentores de
Cristo. El contraste es completo:
Versículo 11
“Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca
pueden quitar los pecados”
Versículo 12
“pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de
Dios”
Día tras día los ritos del santuario continuaban, puesto que cuando un sacerdote ofrecía el último sacrificio al fin del día,
el próximo sacerdote se ocupaba de la preparación del primer sacrifico de la mañana siguiente. Fluían literalmente ríos de
sangre animal a causa de estos continuos sacrificios, y la sucesión de sacerdotes, que servían según su división y eran
elegidos por suertes (Lc. 1:8–9), parecía ser interminable. En los tiempos previos a la aparición de Jesús habían servido
innumerables sacerdotes y muchos sirvieron durante su ministerio. La obra del sacerdote era esencialmente inútil; tenía
que hacer la misma cosa una y otra vez, y así su tarea nunca se terminaba. Nunca podía sentarse para descansar de su
tarea. Tal como lo dice el escritor de Hebreos, “Todo sacerdote está de pie (bastardillas aña- didas). En el santuario el
mobiliario incluía la mesa, el candelabro, el altar de incienso y el arca, pero no había silla. Además, los sacrificios ofrecidos

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por el sacerdote levítico eran ineficaces en cuanto a liberar al hombre de pecado. La palabra quitar en realidad significa
quitar los pecados que completamente cubren al hombre y de los cuales solamente Cristo puede librarlo.
En contraste con esto, tras ofrecer su único sacrificio para siempre Cristo se sentó porque había terminado con su tarea
redentora y había puesto fin al sacerdocio levítico. Su sacrificio quita eficazmente el pecado y rompe el poder del mismo.
El entró en un período de descanso después de cumplir obra, así como Dios reposó de sus labores una vez terminada su
obra de creación.
Cristo entro en el cielo y tomó su lugar de honor a la diestra de Dios. El tenía pleno derecho a dicho lugar como sacerdote
que había cumplido su tarea de quitar el pecado y como rey que había conquistado el pecado y la muerte. ¡Qué diferencia
entre el sacerdote que cumplía con sus deberes religiosos en el santuario y Cristo, que se sentó a la diestra de Dios!
El sacerdote del Antiguo Testamento comparece tímido e inquieto en el lugar santo, cumpliendo afanosamente su
pasmoso servicio allí, y apresurándose a partir cuando el servicio ha concluido, como de un lugar al cual él no tiene libre
acceso y en el cual nunca se podrá sentir cómodo; Cristo, entretanto, se sienta en eterno reposo y bienaventuranza a la
diestra de la Majestad en el Lugar Santísimo, con su obra consumada, y a la espera de su recompensa.

3er Titulo: Solemne llamado o vivir como creyentes muertos al pecado. Versículo 11. Así también vosotros
consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. (Léase: Colosenses 3:1 al 3. Si,
pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la
mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios;
▬ 1° de Pedro 2:24. quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando
muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.).

Comentario: Esto tiene implicaciones para la vida del creyente (6:11–14)


En los versículos 8–10, la atención se centró en la monumental victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte,
proporcionando la base para una nueva vida en este mundo. Ahora Pablo explora lo que esto significa para aquellos que
encuentran fe en Cristo. Cambia su enfoque de tercera persona del singular (él) a segunda persona del plural (ustedes) y
define los resultados de la muerte y resurrección de Cristo para el pueblo de Dios. Cambia de lo didáctico (enseñanza) a lo
imperativo (mandato).
Con la introducción “de la misma manera”, Pablo compara la gran obra salvífica de Jesús con la vida del creyente. El
mensaje exhorta a los creyentes romanos a seguir caminando. Hay cuatro pasos para vivir una vida de victoria: considérense
muertos al pecado, pero vivos para Dios (11); no permitas que el pecado gobierne en tu cuerpo mortal (12); no ofrezcas
las partes de tu cuerpo para pecar (13a); cede cada área de tu vida a Dios (13b). El resultado de esta vida es la victoria
sobre el pecado, que Pablo proclama en el versículo 14.
Muerto para el pecado, pero vivo para Dios (6:11)
En el primer mandato, Pablo se basa en el versículo 2 y el hecho de que en Cristo hemos “muerto al pecado”. A la luz de
esto, Pablo dice que deben “considérense muertos al pecado”. El verbo “considerar” ( logizomai) es el mismo verbo que en
4:3–4, donde la fe de Abraham fue “contada” o “considerada” como justicia. Nos consideramos muertos al pecado con el
argumento de que estamos unidos con Cristo en su muerte. Él es más que solo el modelo de nuestra propia victoria sobre
el pecado; lo superamos porque somos uno con él (v. 5).
“Considérense” es una orden en tiempo presente, y significa que a pesar de que estamos muertos al pecado, debemos
reconocernos continuamente muertos al poder del pecado en nuestras vidas. Si bien “perdió su poder” (v. 6), sigue siendo
un ejército invasor que intenta recuperar el control y esclavizarnos, por lo que debemos considerarnos al encontrarnos en
tentación, como muertos para él.
El medio por el cual la derrota del pecado se logra para nosotros es el estar “en Cristo Jesús”. La idea de estar “en Cristo”
ocurre más de 150 veces en Pablo, y generalmente hay dos aspectos, principalmente nuestra unión con Cristo y
secundariamente nuestra membresía en su cuerpo, la iglesia. Todos los aspectos del capítulo 6 hasta ahora, sepultados,
crucificados, muertos y vivos, tienen lugar solo “en Cristo”, nuestra unión completa con él.

Comentario de Colosenses 3: Los creyentes deben ser consecuentes : 1. El ser consecuente requiere que los
creyentes vivan en conformidad con el hecho de que han resucitado con Cristo, quien no sólo es el objeto de la fe de ellos
(capítulos 1 y 2) sino también la fuente de su vida (capítulos 3 y 4). Por supuesto, la línea que divide estas dos verdades
no es rígida. Existe una considerable solapadura. No obstante, hay una diferencia de énfasis.
Existe una íntima conexión entre Colosenses 3 y lo que le antecede. Las primeras palabras de Colosenses 3, a saber, Si,
pues, habéis sido resucitados con Cristo, resumen la idea que ya fuera expresada anteriormente en 2:12, 13, “fuisteis
levantados con él … os dio vida juntamente con él”, y son la contraparte de 2:20, “Si habéis muerto con Cristo a los
rudimentos del mundo…” Se debe recordar que los colosenses eran acosados por el peligro de recaer en el paganismo con
su grosera inmoralidad, etc., como se hace evidente por 2:23 y 3:5 ss. La falsa solución de su problema fue refutada en
los capítulos 1 y 2, en especial en el último. Se indicó que no existe cura material para un mal espiritual, que maltratar el
cuerpo jamás sanará al alma enferma, sino que más bien aumentará su mal, y que individuos engendrados de una manera
celestial no pueden quedar satisfechos con remedios terrenales. Cristo, y él solo, es la respuesta, Cristo en toda la plenitud
de su amor y poder, como ya se intimó en los capítulos 1 y 2, pero que ahora se deja sentado con mucha más claridad y

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en forma más directa (capítulo 3) en una serie de exhortaciones pastorales. De modo que si los colosenses fueron levantados
colectivamente cuando Cristo fue resucitado y con él, en la forma explicada anteriormente (véase sobre 2:12, 13, 20), ¿por
qué van a buscar la salvación o la plenitud aparte de él? ¿Por qué recurrir a cisternas rotas cuando la fuente misma está a
la mano? La resurrección de Cristo, seguida por su ascensión y coronación, garantiza el perdón y provee por la pureza. A
este Salvador ellos se rindieron cuando le abrazaron por la fe. El poder purificador de la sangre y del Espíritu de Cristo les
ha sido señalado y sellado por el bautismo. La provisión de la gracia se mantiene abundante. Ahora mismo (¡no necesitan
esperar hasta el día de la parousía!) son resucitados con Cristo. Poseen dentro de sí mismos la vida de la resurrección. Por
lo tanto, deben experimentar el poder de la resurrección de Cristo en un grado cada vez más alto. Que la unión que tienen
con el Cristo exaltado transforme su vida entera: mente, corazón, y voluntad (Fil. 3:10). De modo que Pablo les exhorta,
diciendo: buscad las cosas que están arriba, donde está Cristo. El verbo buscad implica un esfuerzo perseverante;
por lo tanto, la traducción, “Estén buscando constantemente” no es incorrecta. Además, este buscar es más que un buscar
para encontrar. Es un buscar para obtener (cf. Mt. 6:33; 13:45). No obstante, el énfasis no recae sobre la acción de buscar,
sino en el objeto buscado. Una traducción exacta sería, “Las cosas que están arriba «frase colocada en primer lugar para
darle énfasis» estén constantemente buscando”. El buscar para obtener algo es una actividad común, pero el buscar para
obtener los tesoros debidos no es tan común, y por lo tanto requiere el énfasis. Las cosas que están arriba son los valores
espirituales que están fijados en el corazón del Mediador exaltado y en gloria, desde el cual, sin ningún daño para él, son
derramados sobre aquellos que humildemente los piden y diligentemente los buscan (Mt. 7:7; 1 Co. 12:11; Ef. 1:3; 4:7, 8).
Según lo indica el contexto, el apóstol se refiere a realidades tales como compasión, bondad, humildad, mansedumbre,
longanimidad, paciencia, el espíritu perdonador, y sobre todo amor (3:12 ss.). Con toda seguridad, si los corazones de los
creyentes están llenos de tales bondades, no habrá cabida para los deseos de la carne. Por tanto, aquí está la verdadera
solución.
Los colosenses pueden estar seguros de que su Cristo exaltado tiene tanto la autoridad como el poder para derramar
cualquier gracia que fuese necesaria, porque él está sentado a la diestra de Dios (Sal. 110:1, una frase que Cristo se
la aplicó para sí mismo en Mt. 22:41– 46; 26:64; Mr. 12:35–37; 14:61, 62; Lc. 20:41–44; 22:66–70), vestido de majestad
y honor.
Esta reconfortante verdad acerca de la ascensión de nuestro Señor y de su coronación a la diestra del Padre como una
fuente de bendiciones para su pueblo, fue anunciada en el Antiguo Testamento (Sal. 8, como se interpreta en He. 2:1–8;
Sal. 68:18, como se explica en Ef. 4:7, 8; Sal. 110:1, como ha sido mostrado; Is. 53:12). Nuestro Señor mismo se refirió a
ella (a los pasajes citados en el párrafo precedente, añádase Jn. 14:1–4; 14:13–18; 16:7; 17:5; 20:17). Desde el mismo
principio fue uno de los temas básicos en la predicación de la iglesia (Lc. 24:50–53; Hch. 1:6–11; 2:33–36; 3:21; 5:30, 31;
7:56; Ro. 8:32– 34; Ef. 1:20–23; 4:7, 8; Fil. 2:9–11; 3:20, 21; 1 Ti. 3:16; He. 1:1–3; 1:13; 2:1–8; 4:14–16; 8:1, 2; 9:11,
12, 24; 10:12; 1 P. 3:21, 22; Ap. 1:12–18; 12:5–12).
Aquellos que buscan obtener estas “cosas de arriba” no están cazando fantasmas, sino que están acumulando preciosos
tesoros. No son la clase de gente que se olvida de sus obligaciones aquí y ahora. Por el contrario, son muy prácticos, porque
las gracias que han sido enumeradas los capacitan no sólo para obtener victoria sobre victoria en su lucha contra los deseos
de complacer las tendencias de la carne, sino para ser en forma veraz “sal de la tierra” y “luz del mundo” (Mt. 5:13, 14).
▬ 2. En una forma muy similar, Pablo continúa, En las cosas que están arriba coloquen toda su atención, no en
las cosas que están sobre la tierra. Esta exhortación es muy práctica. Indica que los colosenses son apremiados a
reflexionar en y anhelar vivamente las cosas que están arriba, tal como las definimos anteriormente. Ahora bien, un pastor
que quiera ayudar a su congregación en su lucha contra la inmoralidad, no debe predicar una serie de sermones sobre el
tema la inmoralidad, descendiendo a los sucios detalles. Si lo hace así, sus sermones causarán más daño que bien. En vez
de ahuyentar el mal, estará creando un gusto por él. Lo que debe hacer es predicar un sermón sobre la inmoralidad, y toda
una serie de predicaciones sobre la gloria que hay en servir a Cristo y a su pueblo.
Este método positivo sobre cómo vencer el pecado es característico de la enseñanza de Pablo. Nótese lo que sigue:
“Vence con el bien el mal” (Ro. 12:21);
“Vestíos del Señor Jesucristo y no proveáis para los deseos de la carne” (Ro. 13:14);
“Andad en el Espíritu, y no complaceréis los deseos de la carne” (Gá. 5:16); y
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero … honesto … justo … puro …amable … de buen nombre …
manténganse pensando en estas cosas … y el Dios de paz estará con vosotros” (Fil. 4:8, 9).
La misma verdad se ilustra en Col. 3:12–17. Esta es la única forma efectiva de “hacer morir los miembros que están sobre
la tierra” (3:5–9a), como está claro también por 3:9 a, 10.
▬ 3. Por consiguiente, el apóstol continúa, porque moristeis y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.
Los colosenses están muertos y sepultados en el sentido que ya explicamos en 2:11, 12. Ya no viven más ellos, sino es
Cristo el que vive en ellos. Están muertos a su vieja naturaleza y al mundo gobernado por el pecado. Su vida ligada en el
haz de los que viven con su Señor y Salvador Jesucristo (cf. 1 S. 25:29). Desde la eternidad estaban incluidos en él (Col.
3:12; cf. Ef. 1:4). De parte de Dios, en el tiempo fueron implantados en Cristo por el Espíritu (Jn. 3:5; Ro. 6:5; 2 Co. 3:16;
Ef. 2:22), y como un resultado de eso, de parte de ellos, fueron unidos a Cristo por medio de una fe viva (Gá. 2:20).
Su nueva vida está escondida con Cristo. Está encubierta al mundo (1 Co. 2:14; 1 Jn. 3:2), y es indestructible, eterna
(Jn. 3:16; 10:28; Ro. 8:31–39). Y dado que, en cuanto a la esencia, Cristo está en el Padre y el Padre está en Cristo (Jn.

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1:18; 10:30; 17:21; 1 Co. 3:23; Col. 1:15), es evidente que Pablo está totalmente justificado al decir, “Vuestra vida está
escondida con cristo en Dios”

Comentario de 1ª de Pedro 2: 24. El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que
nosotros muramos al pecado y vivamos para la justicia; por sus heridas ustedes han sido sanados.
Observamos los siguientes puntos:
▬ a. Manera. El primer punto que notamos es la semejanza que hay entre este versículo y la profecía de Isaías 53. Pedro
sigue la redacción de la Septuaginta, pero aun en español vemos el parecido.
Aquí van tres líneas del capítulo 53:
El llevó nuestras enfermedades (v. 4).
Llevará las iniquidades de ellos (v. 11).
Habiendo llevado el pecado de muchos (v. 12).
En segundo lugar, señalamos que Pedro ve esta profecía cumplida en Jesucristo. Por consiguiente, coloca este versículo
dentro del marco de la vida terrenal de Jesús. Se refiere a la muerte de Jesús en la cruz. En vez de la palabra cruz utiliza
el término madero, que es una expresión idiomática tomada del Antiguo Testamento (Hch. 5:30; 10:39; 13:29). La ley
declara explícitamente”:
“Si alguno hubiere cometido algún crimen digno de muerte, y lo hiciereis morir, y lo colgareis en un madero, no dejaréis
que su cuerpo pase la noche sobre el madero; sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldito por Dios es el colgado”
(Dt. 21:22–23, VRV; véase también Gá. 3:13).
Pedro da a entender que Jesús soportó la maldición de Dios cuando sufrió y murió en la cruz. Enseña que Cristo dio su
cuerpo en sacrificio por nuestros pecados (cf. Jn. 1:29; Heb. 9:28; 10:10). Es decir, Jesús, el que no tenía pecado, se hizo
sustituto por nosotros tan cargados de pecado. Voluntariamente, tomó sobre sí la maldición que fue pronunciada sobre
nosotros y por medio de su muerte la quitó.
▬ b. Significado. ¿Cuál es el propósito de la muerte de sacrificio de Jesús? Pedro contesta: “Para que nosotros muramos
al pecado y vivamos para la justicia”. Pedro dice literalmente: “para que quedemos totalmente alienados de nuestros
pecados”. Por medio de su muerte, Jesús nos ha librado de la esclavitud del pecado, de tal modo que estamos muertos al
pecado y vivos para Dios en Cristo (cf. Ro. 6:2– 13; 2 Co. 5:15; Gá. 2:20). Apropiamos nuestra libertad de la tiranía del
pecado cuando venimos a Dios en arrepentimiento y fe. Y demostramos nuestra vida en Cristo cuando obedientemente nos
sometemos a Dios y hacemos su voluntad.
▬ c. Consecuencia. Pedro termina este versículo con una cita de Isaías 53:5: “por sus heridas ustedes han sido sanados”.
Dado que se dirige a los lectores, Pedro cambia de la primera persona plural a la segunda plural: “por sus heridas ustedes
han sido sanados”. Si bien la traducción tiene el sustantivo plural heridas, el griego tiene la forma singular, que actualmente
significa “una herida causada por flagelación”. Los esclavos que eran castigados injustamente por sus amos sin duda podían
entender bien la descripción del sufrimiento de Jesús. La expresión sanados significa “ser perdonados”. Pedro está diciendo
que los golpes que Jesús recibió antes de ser crucificado y las heridas que se le infligieron cuando estaba crucificado eran
el castigo que Jesús pagó por la redención del creyente. La palabra sanado tiene un significado figurado, ya que “denota
la restauración de la comunión divina por medio del perdón de los pecados, y todos los beneficios que acompañan la
salvación”.

Amén, para la honra y gloria de Dios.

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