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UNIVERSIDAD NACIONAL DE TRUJILLO

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES


ESCUELA PROFESIONAL DE HISTORIA

PRÁCTICAS PRE PROFESIONALES IV

TÍTULO

ACCIONES POLÍTICAS Y
MANIFESTACIONES SOCIO-CULTURALES
DESARROLLADAS ANTES Y DESPUÉS DEL
TERREMOTO DE TRUJILLO DE 1759

INFORME FINAL
PROYECTO DE INVESTIGACIÓN

ESTUDIANTE

SÁNCHEZ LEÓN, KEVIN ELVER

X CICLO
X PROMOCIÓN

ASESOR:

MG. CASTAÑEDA MURGA, JOSÉ JUAN

TRUJILLO – PERÚ

2021
PRESENTACIÓN

Señores miembros del Jurado:

Cumpliendo con los requerimientos estipulados en el Reglamento de Prácticas Pre


Profesionales de la Escuela Académico Profesional de Historia de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad Nacional de Trujillo; presento ante ustedes el informe final de
investigación titulado:

“ACCIONES POLÍTICAS Y MANIFESTACIONES SOCIO-CULTURALES


DESARROLLADAS ANTES Y DESPUÉS DEL TERREMOTO DE TRUJILLO DE
1759”

La presente investigación tuvo como objetivo analizar las acciones políticas y


manifestaciones socio-culturales que se desarrollaron antes y después del terremoto de
Trujillo de 1759. Se utilizaron fuentes primarias como los Libros de Actas de Cabildo del
Archivo Regional de La Libertad, y fuentes secundarias como libros y artículos que
estudiaban directa e indirectamente el evento catastrófico en cuestión, todo ello ha ayudado
a establecer la reconstrucción hipotética del proceso –espacio y tiempo– estudiado.
A mis padres, Benjamín Sánchez Mostacero y Nery León Reyna

por su apoyo incondicional en mi vida académica.

i
AGRADECIMIENTOS

Esta investigación no hubiese sido posible sin el apoyo de varias personas quienes ofrecieron
las recomendaciones y los consejos pertinentes para desarrollar una indagación prolija de los
sucesos ocurridos en Trujillo en el contexto del terremoto de 1759.

Quiero agradecer al profesor Carlos Hurtado Ames porque fue el primero en brindarme sus
servicios de asesoría a inicios de 2019, fue quien me ofreció una inicial perspectiva de la
investigación que tenía en mente desarrollar sobre un terremoto ocurrido en Trujillo.
Acertadamente me recomendó la lectura de clásicos libros de la historiografía sobre
movimientos telúricos que a la postre fueron de continua consulta en la investigación.

Además, quiero saludar de forma especial al profesor Juan Castañeda Murga, quien fue la
persona que tomó la posta en lo que respecta a la asesoría que se me brindó y que se prolongó
por más de dos años. Dentro de ese tiempo fui testigo del variado conocimiento del profesor
Castañeda por la historia de la ciudad de Trujillo, amante de la época colonial, el cual me
fue transmitido en cada sesión en las que nos reuníamos a charlar de asuntos afines. De igual
forma, los textos (libros, tesis) que me facilitó el profesor fueron de vital importancia ya que
paralelamente sirvieron para tener un panorama de los terremotos ocurridos en otras
sociedades coloniales.

A los docentes de la Escuela Profesional de Historia de la Universidad Nacional de Trujillo


también les va dirigido mi agradecimiento. A la profesora Nelly Cárdenas, quien gracias a
su minucioso análisis de los apuntes entregados ofreció acertadas recomendaciones y
consejos para levantar las observaciones. Asimismo, se reconoce su predisposición cuando
se le solicitó ayuda cuando coincidíamos en el Archivo Regional de La Libertad, allí
aprovechaba la oportunidad para consultarle algunas dudas que se presentaban al transcribir
los documentos dado que la profesora se maneja notablemente en cuestiones de paleografía.

Al profesor Ricardo Morales, quien con sus consejos y apoyo bibliográfico invitaba a
conocer de forma reflexiva la realidad trujillana en su etapa colonial, enfatizando en los
asuntos arquitectónicos y artísticos. Al profesor Juan Torres Venegas, un bibliófilo a carta
cabal que recomendaba la lectura tanto de clásicos griegos y romanos como de intelectuales
europeos de la modernidad que hablaban de la naturaleza de los terremotos. A la profesora

ii
Giuliana Barrera y a los docentes Maxwell Quiroz y Frank Díaz por su apoyo en cuanto a la
metodología de la investigación y consejos para mejorar en la investigación.

De igual forma, quiero agradecer a mis compañeros de la Escuela de Historia, Roy Lezama
García, Sebastián Asencio Portilla, André Hernández Velásquez y Jhunior Caballero Asmat
por compartir ideas e intercambiar material bibliográfico que significó un gran impulso en
cada una de nuestras investigaciones que coincidentemente abordamos la época colonial de
Trujillo.

Quiero agradecer al director del Archivo Regional de La Libertad, Alfonso Acuña Suarez, y
a los trabajadores que lo acompañan por la predisposición y el apoyo cuando asistíamos,
consultábamos y resolvían las dudas que se presentaban con las fuentes primarias utilizadas
y que actualmente se resguardan en el citado repositorio documental.

Kevin Elver Sánchez León

iii
ÍNDICE

DEDICATORIA i
AGRADECIMIENTOS ii
ÍNDICE iv
LISTA DE FIGURAS vi
LISTA DE TABLAS vii
RESUMEN viii
ABSTRACT ix
ABREVIATURAS Y SIGLAS x
INTRODUCCIÓN 11

CAPÍTULO N° 1: Contexto político y socio-cultural de Trujillo (1534-1759) 38


1.1. El espacio de Trujillo 38
1.1.1. Aspectos geológicos y geográficos 38
1.1.2. Urbanismo, abastecimiento de agua y de alimentos 45
1.2. Política, religión y sociedad colonial 54
1.2.1. El advenimiento de los Borbones 54
1.2.2. Estructura eclesiástica y política 56
1.2.3. Sociedad 62
1.3. Los terremotos de Trujillo durante la colonia 67
1.3.1. El terremoto de “San Valentín”, 1619 68
1.3.2. El terremoto del día de los Reyes, 1725 76

CAPÍTULO N° 2: Acciones políticas tras el terremoto de Trujillo de 1759 80


2.1. Trujillo en ruinas 80
2.2. Aplicación de medidas post terremoto 85
2.2.1. El abastecimiento de alimentos 85
2.2.2. El agua, una restauración prioritaria 87
2.2.3. En busca de un refugio 89
2.2.4. Reactivación y remodelación de la economía 94
2.3. La reconstrucción de la ciudad 97
2.3.1. La reparación de los templos religiosos 97
2.3.1.1. La Catedral de Trujillo 98

iv
2.3.1.2. La iglesia de Nuestra Señora del Carmen 101
2.3.1.3. El convento y la iglesia de San Agustín 103
2.3.1.4. Otros recintos religiosos 105
2.3.2. El restablecimiento de las edificaciones públicas y de las
calles 107

CAPÍTULO N° 3: Manifestaciones socio-culturales desarrolladas tras el


terremoto de Trujillo de 1759 113
3.1. El desastre desde la perspectiva de las mentalidades 113
3.1.1. Mentalidad científica de Feijoó de Sosa. Una interpretación
del terremoto de 1759 113
3.1.1.1. Miguel Feijoó de Sosa y los jesuitas 115
3.1.1.2. La biblioteca de un burócrata ilustrado 117
3.1.1.3. Las experiencias “sísmicas” de Feijoó de Sosa 123
3.1.1.4. La disertación de Feijoó de Sosa 129
3.1.2. El miedo a un posible tsunami 140
3.1.3. El temor a la plebe 147
3.2. La religiosidad trujillana 150
3.2.1. Las confesiones 150
3.2.1.1. El caso de los agustinos 151
3.2.2. Las procesiones y las imágenes religiosas 153

CONCLUSIONES 165
FUENTES CONSULTADAS 167
I. FUENTES PRIMARIAS 167
Fuentes Manuscritas y Crónicas 167
Archivos 167
Periódicos 168
Crónicas 168
II. FUENTES SECUNDARIAS 174
Bibliografía 174
Artículos 180
Tesis y Monografías 189
ANEXOS 191

v
LISTA DE FIGURAS

Figura N° 1 Cinturón de Fuego del Pacífico 40


Figura N° 2 Placas Tectónicas 41
Figura N° 3 Posible distribución espacial-urbanística de Trujillo tras
su fundación (1534) 47
Figura N° 4 Acequia vieja de la ciudad de Trujillo (1654) 51
Figura N° 5 Distribución urbana del agua en la ciudad de Trujillo
(1654) 52
Figura N° 6 Demografía de Trujillo en la colonia y en la república
temprana 65
Figura N° 7 Nota al margen de la carta del virrey Conde de
Superunda al Cabildo trujillano tras el terremoto de 1759 84
Figura N° 8 Templos religiosos reconstruidos en Trujillo (1759-fines
del siglo XIX) 108
Figura N° 9 Zonas reconstruidas y refaccionadas de la ciudad de
Trujillo y su periferia tras el terremoto de 1759 112
Figura N° 10 Cuadro “La epidemia de peste de 1679”, nótese a la
Virgen del Rosario y su salida procesional 158
Figura N° 11 Cristo de la Humildad y Paciencia atribuido a Antonio
de Quiróz (Sevilla, 1696) 162
Figura N° 12 Distribución de los sismos destructores (1555-1974) 192
Figura N° 13 Planta de la ciudad de Trujillo (1687) 193
Figura N° 14 Valle de Chimo y planisférica de la ciudad de Trujillo
del Perú (1760) 197
Figura N° 15 Árbol genealógico de la familia Feijó de Sosa 198

vi
LISTA DE TABLAS

Tabla N° 1 Sismos más destructivos en el Perú (siglos XVI-XIX) 69


Tabla N° 2 Indios procedentes de los llanos 74
Tabla N° 3 Indios procedentes de la sierra 75
Tabla N° 4 Sismos registrados en el Perú en enero de 1725 77
Tabla N° 5 Sismos registrados en el Perú el 2 de septiembre de 1759 81
Tabla N° 6 Balance de la destrucción padecida por las iglesias de
Trujillo tras el terremoto de 1759 99
Tabla N° 7 Sismos registrados en Cuzco en 1746 125
Tabla N° 8 Población de indios forasteros y originarios (1754) 194
Tabla N° 9 Parámetros de los grandes terremotos ocurridos en
el Perú (siglos XVI-XIX) 195
Tabla N° 10 Sismos registrados en el Perú en el siglo XVIII 196

vii
RESUMEN

La presente investigación tuvo como propósito dar a conocer el contexto y las


consecuencias que acarreó el terremoto de 1759 en la ciudad de Trujillo, teniendo como
objetivo general, analizar las acciones políticas y manifestaciones socio-culturales que se
desarrollaron antes y después del terremoto de Trujillo de 1759. Ante ello se desprendieron
tres objetivos específicos: explicar el contexto político y socio-cultural de Trujillo (1534-
1759), determinar las acciones políticas ejecutadas después del terremoto de 1759 e
identificar las manifestaciones socio-culturales que se desarrollaron después del terremoto
de Trujillo de 1759. En el desarrollo de la investigación se utilizaron distintas metodologías
de corrientes historiográficas como la historia social, h. política, h. cultural, h. de las
mentalidades, h. local o de las ciudades e historia ambiental (h. de los desastres) todo ello
con el propósito de encontrar el impacto que tuvo el movimiento telúrico sobre Trujillo, una
de las ciudades más importantes del virreinato peruano, es decir, qué tan influyente fue el
sismo en la historia de la urbe. Tras la labor efectuada se concluyó que Trujillo al encontrarse
en una zona sísmica, tenía que convivir con experiencias telúricas como la de 1759 donde
autoridades y miembros del clero regular y secular tomaron las medidas pertinentes para
volver a reconstruir a la ciudad. Por ejemplo, se restauró el sistema hidráulico que tenía la
urbe. Además, la presencia de las mentalidades se hizo presente tras el terremoto, existió el
caso del corregidor Feijoó de Sosa quien discutió acerca de la naturaleza del sismo usando
planteamientos científicos. Por su parte, la gente trujillana, que comenzó a confesarse, se
volcó a las calles para llevar en procesión a figuras católicas (Virgen del Rosario y el Cristo
de la Humildad y Paciencia) en su búsqueda por restaurar el orden social que fue alterado
por el terremoto.

Palabras clave: acciones políticas, manifestaciones socio-culturales, terremoto,


Trujillo.

viii
ABSTRACT

The purpose of this research was to present the context and consequences of the 1759
earthquake in the city of Trujillo, with the general objective of analyzing the political actions
and socio-cultural manifestations that occurred before and after the Trujillo earthquake of
1759. Given this, three specific objectives emerged: explain the political and sociocultural
context of Trujillo (1534-1759), determine the political actions carried out after the 1759
earthquake and identify the sociocultural manifestations that developed after the earthquake.
of Trujillo of 1759. In the development of the investigation different methodologies of
historiographic currents were used as the social history, h. politics, h. cultural, h. of
mentalities, h. local history or city and environmental (h. of disasters) all with the purpose
of finding the impact that the telluric movement had in Trujillo, one of the most important
cities of the Peruvian viceroyalty, that is, how influential was the earthquake in history from
the city. After the work carried out, it was concluded that Trujillo, being in a seismic zone,
had to live with telluric experiences like the one in 1759 where authorities and members of
the regular and secular clergy took the pertinent measures to rebuild the city. For example,
the city's hydraulic system was restored. In addition, the presence of mentalities was present
after the earthquake, it was the case of the magistrate Feijoó de Sosa who discussed the
nature of the earthquake using scientific approaches. For their part, the Trujillo people, who
began to go to confession, took to the streets to carry Catholic figures in procession (the
Virgin of the Rosary and the Christ of Humility and Patience) in their quest to restore the
social order that was altered because of the earthquake.

Keywords: political actions, sociocultural manifestations, earthquake, Trujillo.

ix
ABREVIATURAS Y SIGLAS

Archivo Arzobispal de Trujillo AAT


Archivo del Monasterio de las MM. Carmelitas-Descalzas. Trujillo AMMCDT
Archivo General de Indias AGI
Archivo Histórico de la Municipalidad Metropolitana de Lima AHMML
Archivo Regional de La Libertad ARLL
Cabildo Ca
El Niño-Oscilación del Sur ENOS
Gobierno G
Legajo Leg.
Lima L
Portal de Archivos Españoles PARES
Protocolos Notariales PN

x
INTRODUCCIÓN

El trabajo denominado “Acciones políticas y manifestaciones socio-culturales desarrolladas


antes y después del terremoto de Trujillo de 1759” fue una investigación ambiciosa donde
se abordó al sismo desde una perspectiva histórica. Un movimiento telúrico es un evento que
en cualquier parte del globo terráqueo trae consigo repercusiones no solo en lo político-
económico sino también en lo social y cultural. Innegablemente se acepta que tras un
terremoto el cambio es tal y caótico que es considerado como una situación negativa que ha
afectado a varias sociedades a través de la historia, pero también un sismo de gran magnitud
puede ser una oportunidad para una renovación o una reforma (política, urbanística,
comercial, otros) que se quería aplicar desde antes y que por distintos factores no se llevó a
cabo.

El terremoto de 1759 fue uno de los más significativos en la historia de Trujillo, las secuelas
que dejó a posteriori explican el devenir de esta importante ciudad. En ese contexto, para la
investigación fue necesario el empleo de distintas corrientes historiográficas como la historia
política, la historia social, la historia cultural, la historia de las mentalidades, la historia local
o de las ciudades y la historia ambiental (la última desde una de sus vertientes: historia de
los desastres). Las cuatro primeras por la reacción y la manifestación de la sociedad
(autoridades y civiles) ante el movimiento telúrico, desde la perspectiva del giro lingüístico,
es decir, esas tres corrientes historiográficas demandaron realizar una historia narrativa, pero
no la forma clásica que postuló Ranke de no hacer un examen exhaustivo a los documentos,
sino una más concienzuda donde la investigación fuera mucho más profunda en el análisis
de las fuentes; la quinta corriente como parte del espacio a analizar: Trujillo; y la última
como parte fundamental en su relación con el objeto de estudio en cuestión: el terremoto.

Los terremotos son un tema importante de estudiar porque fueron eventos trascendentales
en la historia de una sociedad, en particular la trujillana, donde no ha tenido la relevancia
necesaria, siempre fueron enfocados desde las ciencias naturales, ha carecido de
investigaciones de tinte histórico. Eso se pudo percibir en la Escuela Profesional de Historia
de la Universidad Nacional de Trujillo donde los estudiantes no habían efectuado
investigaciones relacionadas a los terremotos suscitados en la época colonial y peor aún a lo
largo de la historia de la ciudad de Trujillo. Para tener conocimiento del sismo, fechado el 2
de septiembre de 1759 en la ciudad de Trujillo, el investigador tuvo que remontarse hasta
las noticias descriptivas de la época, las ofrecidas por el corregidor Miguel Feijoó de Sosa,
y en trabajos actuales solo lo mencionan brevemente; por ende, ante el vacío historiográfico
de la temática en cuestión, fue necesario desarrollar una investigación de dicho cataclismo
del siglo XVIII.

El estudio histórico de los desastres es de suma importancia no solo por “historizar” un


evento que haya sucedido años o incluso siglos antes, sino por el análisis histórico de los
factores políticos, sociales y económicos que encaminaron el impacto de dicho
acontecimiento en el derrotero histórico. Por ello es importante contextualizar temporal y
espacialmente todo evento que sea trascendental en la historia de una sociedad.

Trujillo es una de las ciudades más importantes –tanto geopolítica como económicamente–
del norte peruano desde la colonia hasta la actualidad; por ende, fue necesario abordar el
terremoto de 1759, como suceso determinante en el desenvolvimiento de la urbe en la última
fase de la época colonial. De esa forma se percibieron los cambios y las continuidades a la
que estuvo sujeta la sociedad trujillana en su devenir histórico.

El terremoto de 1759 fue uno de los sismos con mayor impacto socioeconómico en la ciudad
norteña del virreinato peruano, es decir, fue un evento caótico cuyos efectos sociales,
culturales y de otras índoles que trajo consigo corroboran lo sustentado. Además, la elección
del terremoto se justificó por que, para el año de 1759 –dentro del denominado Siglo de las
Luces– en Francia se gestó un nuevo pensamiento: la Ilustración, el cual permitió al hombre
sacudirse y renovarse de las estructuras desfasadas del Antiguo Régimen, primero en Europa
y luego en el resto del mundo. La Ilustración postulaba que cualquier fenómeno social,
económico, natural tenía que ser explicado a través de la razón, es decir, dentro de ese nuevo
paradigma se encontraron los terremotos. La investigación tuvo una larga extensión
temporal, comenzó en 1534 –como parte del contexto y los antecedentes al sismo de 1759–
prolongándose hasta 1784, año en que se instauró el sistema de intendencias en Trujillo,
poniendo fin al régimen del corregimiento.

La investigación sobre el terremoto suscitado en el siglo XVIII significó el primer escalón


en ese afán de iniciar una serie de estudios sobre los movimientos telúricos en Trujillo (en
el mejor de los casos que se amplié para toda la costa norte del Perú). De esa forma, la
comunidad académica pudo conocer este pionero trabajo, lo que provocará que a posteriori
se desarrollen una serie de debates en torno a los terremotos. En otras palabras, los

12
académicos discutirán las acciones políticas, la huella que dejó en los estratos sociales y en
la trastocada cultura por este tipo de fenómeno natural. Además, se encuentran los cambios
y las continuidades respecto a los terremotos de “San Valentín” de 1619 y del día de los
Reyes de 1725, realizando una posterior historia comparada teniendo como espacio a
Trujillo. Temporalmente se puede comparar con el terremoto de Lima (1746) y en menor
medida con el de Lisboa (1755). Finalmente, la investigación permitió colocar a la ciudad
de Trujillo en el radar de la comunidad académica sobre los terremotos en el norte y en el
Perú.

Por su parte, para la comunidad en general, procuró ser un texto básico para conocer acerca
de los efectos de un terremoto y la reacción de sus autoridades (tanto laicas como
eclesiásticas) tras la catástrofe, ello permitió saber si es posible tomar algunas medidas
preventivas y aplicarlas para futuros cataclismos. De igual forma, la investigación reforzará
la idea de formar una conciencia en la población, cuestión necesaria en el trujillano y en el
peruano en general. Caso contrario, si no hubiese sido factible resolver el problema en
cuestión, provocaría un vacío historiográfico perenne.

Los terremotos en Trujillo, ciudad ubicada en la costa norte del Perú, no fueron y no son tan
frecuentes como los Fenómenos de El Niño. Lo concreto fue que los terremotos al igual que
dichos Niños, no solo contribuyeron al caos y a los daños materiales que acarrearon, es decir,
generaron un desastre natural, donde se observó de forma cruda el impacto que tuvieron
sobre la propia sociedad, desde las esferas más altas del mundo colonial hasta los sectores
más bajos, esa premisa se visualizó en los terremotos trujillanos de San Valentín (14 de
febrero de 1619), del día de los Reyes (6 de enero de 1725) y el acaecido el día 2 de
septiembre de 1759. Para el caso del primer sismo, se efectuó una discusión en torno a la
reubicación de la ciudad, la cual se encontraba destruida, se llegó a mandar un Decreto Real
en tiempos del Virrey Príncipe de Esquilache, finalmente se resolvió permanecer en el
mismo sitio, otro rasgo peculiar de ese terremoto fue que se desató el 14 de febrero, lo que
permitió que San Valentín sea nombrado como Patrón de la ciudad, consecuentemente se
llevó a cabo una procesión para aplacar la ira divina que había devastado la urbe, esos
antecedentes abrieron una serie de interrogantes para el caso del terremoto de 1759,
surgiendo como problema de investigación: ¿Qué acciones políticas y manifestaciones
socio-culturales se desarrollaron antes y después del terremoto de Trujillo de 1759?.

13
Unido al problema de investigación, es necesario plantear los problemas específicos: a)
¿Cuál fue el contexto político y socio-cultural de Trujillo (1534-1759)?, b) ¿Cuáles fueron
las acciones políticas ejecutadas después del terremoto de 1759? y c) ¿Cuáles fueron las
manifestaciones socio-culturales que se desarrollaron después del terremoto de Trujillo de
1759?

El pronóstico estuvo ligado a las siguientes interrogantes: ¿Qué pudo pasar si no se hubiese
asumido la resolución del problema de investigación?, ¿Qué hubiera sucedido si el problema
no se atiende? La tentativa respuesta fue que no se hubiese logrado llenar un vacío
historiográfico que data de mucho tiempo y que los terremotos hubiesen seguido siendo
estudiados desde las ciencias naturales (la geología, la sismología) y no desde la perspectiva
de las ciencias sociales (la historia) en la ciudad de Trujillo, una urbe neurálgica en el devenir
histórico peruano.

El dilema que habría generado el no resolver el(los) problema(s) de investigación fue más
allá del vacío historiográfico. La comunidad académica local, nacional e internacional no
hubiesen tenido un conocimiento histórico de lo que realizaron las autoridades coloniales,
las medidas que aplicaron, si fueron eficientes o fracasaron en el momento de instaurarlas, o
si se desarrollaron en un corto o tomaron un largo plazo su total ejecución, si existió
corrupción y/o demora en la reconstrucción urbanística por parte de los políticos. Asimismo,
en el caso de la actual sociedad no hubiesen conocido lo que pensaban o cómo fue concebido
el sismo (mentalidad científica), cómo se desenvolvieron o cómo se comportaron sus
ancestros trujillanos ante un terremoto (miedo a un posible tsunami y una inseguridad hacia
la plebe), qué manifestaciones realizaron para sobrellevar la situación (confesiones y
procesiones). Finalmente, la aproximación histórica que se realizó de los hechos acaecidos
antes y después del sismo de 1759 fue importante en el análisis del devenir de Trujillo como
ciudad que se encontraba bajo escombros, sobrepasando los estragos y resurgiendo como la
gran urbe que hoy heredan sus coterráneos, por ello no solo los académicos hubiesen perdido
la oportunidad de conocer el impacto que tuvo aquel fenómeno natural en la ciudad sino
también los propios habitantes que actualmente viven en ella.

La investigación tiene como objetivo general: Analizar las acciones políticas y


manifestaciones socio-culturales que se desarrollaron antes y después del terremoto de
Trujillo de 1759. Los objetivos específicos son: a) Explicar el contexto político y socio-
cultural de Trujillo (1534-1759), b) Determinar las acciones políticas ejecutadas después del

14
terremoto de 1759 e c) Identificar las manifestaciones socio-culturales que se desarrollaron
después del terremoto de Trujillo de 1759.

En lo respecta al marco teórico, primero se tomó en cuenta que los terremotos fueron y son
analizados usualmente desde las ciencias naturales, por ejemplo, la geología, la sismología,
aunque los nuevos planteamientos académicos permitieron romper con ese paradigma;
generando que dichos acontecimientos fuesen abordados desde las ciencias sociales, tales
como la historia, que gracias a la práctica de la interdisciplinariedad, idea original de los
representantes franceses de Annales, fue factible el empleo de otras ciencias y disciplinas
para el desarrollo de la investigación, lo que conllevó que –para el caso del fenómeno natural
que se examinó–, se estudiase desde la historia del medio ambiente, desde la historia política,
la historia social, la historia cultural, la historia de las mentalidades y la historia local o de
las ciudades. Aunque también puede existir una combinación de la metodología histórica
con la arqueológica, tal como lo hizo en Argentina, el arquitecto y arqueólogo Daniel
Schávelzon, quien recogió datos en archivos y examinó los restos que encontró en la ciudad
de Mendoza, tales como los huesos de personas que sufrieron del terremoto de 1861,
localizados en los atrios de las iglesias mendocinas, centrando más su atención a la iglesia
de San Francisco, el arqueólogo criticó una aseveración del imaginario social:

Los muertos del terremoto fueron enterrados en cistas abiertas de estrechas zanjas que atravesaron los
escombros y los pisos, rompiendo fosas más antiguas y reacomodando los huesos. Es tal la cantidad
de huesos enteros o fragmentados de ellos dispersos por doquier, que, como hipótesis inicial, habíamos
asumido que en el interior de la iglesia hubo gente en el momento del derrumbe, el estudio de los
procesos posdeposicionales indica lo contrario, y esa cantidad de restos humanos dispersos se explica
por las constantes remociones y saqueos. Esta conclusión coincide bien con la información histórica
de que no había gente que murió en las iglesias al contrario de lo que el imaginario colectivo afirma1.

Como se apreció en el fragmento, la evidencia arqueológica certifica y confirma lo


mencionado en las fuentes históricas, esa forma holística de analizar un acontecimiento es
el camino que debe seguir todo investigador social.

Virginia García Acosta es una exponente del estudio de los desastres naturales, la
historiadora mexicana no solo ha analizado lo suscitado en torno a los desastres de su país,
sino también ha recopilado varias investigaciones de la realidad latinoamericana de la época
prehispánica, colonial y republicana, por ejemplo los terremotos, las inundaciones, las
sequias, las erupciones volcánicas, los huracanes y los fenómenos de El Niño ocurridos en

1
SCHÁVELZON, Daniel, Historia de un terremoto: Mendoza, 1861, pp. 41-43.

15
países actuales como Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Puerto Rico, Brasil, Argentina,
Perú, Colombia. Para la época prehispánica se rescató dos artículos en torno a la concepción
de los desastres en el espacio andino y maya, Lupe Camino Diez Canseco analizó el primer
caso a partir de la obra de Guamán Poma, mientras que María Isabel Campos Goenaga lo
hizo para el ámbito maya a partir de un huracán suscitado en la península de Yucatán2.

El francés Alain Musset estudió –desde la historia de las ciudades– la problemática que se
instaló en las primeras villas y ciudades fundadas por los españoles afectadas por
cataclismos, sus pobladores se encontraron en una dicotomía, si lo mejor para ellos era
trasladarse a un espacio menos vulnerable o permanecer en el área destruida y plantearse su
reconstrucción desde sus bases3. Dicho estudio permitió asemejarlo con la realidad trujillana
de 1619, cuando la ciudad fue destruida por un movimiento telúrico y sus habitantes se
encontraron con la misma disyuntiva.

Giovanni Peraldo Huertas y Walter Montero Pohly analizan lo acaecido en Guatemala, la


particularidad de la zona fue que continuos terremotos la destruyeron junto a erupciones
volcánicas entre agosto y octubre de 1717, ante tal calamidad fue comprensible y lógico que
«[…] “las gentes se confesaban a gritos en las plazas y calles”; paralelamente, las autoridades
eclesiásticas organizaron procesiones generales en todas las iglesias, sacando de sus altares
todas las imágenes milagrosas, incluido el Santísimo Sacramento»4. Ese estudió permitió
observar cómo una sociedad colonial se aferra a sus creencias religiosas para encontrar una
salvación, en Trujillo se sacaron imágenes religiosas en procesión tras el terremoto de 1619
y de 1759.

María da Guía Santos Gareis junto a otros investigadores sociales, enfocan su análisis a las
sequias desencadenadas en el nordeste del Brasil colonial (1530-1822), el impacto inmediato
fue la escasez de alimentos cultivados, conllevando que el consumo de «[…] “alimentos
silvestres”: harina de macambira, semilla y raíz de mucuna, coco catulé […]», entre otros,

2
Consúltese GARCÍA ACOSTA, Virginia (coordinadora), Historia y desastres en América Latina, Vol. I-III.
CAMINO DIEZ CANSECO, Lupe, “Una aproximación a la concepción andina de los desastres a través de la
crónica de Guamán Poma, siglo XVII”, pp. 139-164. CAMPOS GOENAGA, María Isabel, “Cuando estaban
enojados los dioses. El huracán de 1561: vulnerabilidad ideológica y prevención en la sociedad maya
yucateca”, pp. 165-186.
3
Consúltese MUSSET, Alain, “Mudarse o desaparecer. Traslado de ciudades hispanoamericanas y desastres
(siglos XVI-XVIII)”, pp. 41-69.
4
Consúltese PERALDO HUERTAS, Giovanni y Walter MONTERO POHLY, “La secuencia sísmica de agosto a
octubre de 1717 en Guatemala. Efectos y respuestas sociales”, pp. 312 y 313.

16
sea la prioridad para su dieta alimenticia ante tal desgracia. Otra medida reactiva fue la
migración poblacional hacia zonas provistas de alimentos y el posterior asentamiento,
formando “grupos de invasores” quienes amenazaban a los propietarios y comerciantes de
la zona donde eran acogidos estos “hambrientos”5. En el Trujillo de 1759 igualmente la
cuestión alimenticia fue una inicial preocupación del corregidor Feijoó de Sosa.

Patricia Lagos Preisser y Antonio Escobar Ohmstede se centraron en las respuestas federal,
estatal y potosina ante la inundación de San Luis de Potosí en 1887. Finalmente existen
estudios que abarcaron, tanto la etapa colonial como la republicana, un ejemplo de ello son
los terremotos en San Salvador (1524-1919), en el mismo se aprecia la respuesta de la
sociedad salvadoreña en el período colonial y republicano6. Dichos estudios ofrecieron una
idea de las acciones tomadas para mitigar el impacto de un fenómeno natural con el afán de
reconstruir sus respectivas ciudades con el apoyo de todos los estratos políticos y sociales,
tal como sucedió en Trujillo.

Pablo Rodríguez, para Venezuela, observó que el terremoto de 1812, suscitado en Caracas y
otras zonas del país llanero, significó un impacto en la política de esa área sudamericana, es
decir, la época independentista significó el enfrentamiento de realistas y patriotas. El
terremoto se desató el jueves 26 de marzo de 1812 a las 4:07 minutos de la tarde, pero no
fue cualquier día, era el Jueves Santo que en el calendario católico significó el desarrollo de
misas, procesiones y festividades rendidas al culto de la pasión de Jesús, pero también
significó un aniversario, cuando en 1810, el Cabildo de Caracas decidió desconocer la
autoridad española. Dicho terremoto se interpretó como un castigo divino ante el alzamiento
venezolano contra la corona española, fue así como se dividió la sociedad llanera, mientras
los patriotas, con un joven Simón Bolívar mencionó sobre el sismo: «Si se opone la
Naturaleza, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca». Por su parte,
representantes de la Iglesia vociferaban: «¡Jueves Santo la hicieron! ¡Jueves Santo la
pagaron!»7. En esencia ese terremoto fue un acontecimiento que impidió la estabilidad del
primer gobierno republicano establecido en Venezuela, conllevando a su caída. Además, el

5
SANTOS GAREIS, María da Guía, José Apolinario DO NASCIMIENTO, Aluizio Franco MOREIRA y María
Aparecida DA SILVA, “Aspectos históricos de las sequias en el nordeste del Brasil colonial (1530-1822)”, p.
120.
6
Consúltese LAGOS PREISSER, Patricia y Antonio ESCOBAR OHMSTEDE, “La inundación de San Luis Potosí en
1887: una respuesta organizada”, pp. 325-372. ROMANO MARTÍNEZ, Luis Ernesto, “Implicaciones sociales de
los terremotos en San Salvador (1524-1919)”, pp. 71-96.
7
RODRÍGUEZ, Pablo, “Miedo, religiosidad y política: a propósito del terremoto de 1812”, pp. 238-240.

17
sismo estuvo lleno de misticismo y miedos dada la álgida coyuntura política que vivieron
los venezolanos, tiempo donde la mentalidad de la sociedad estaba en un punto de ebullición,
esa dicotomía –aunque con sus matices– se observó en la mentalidad trujillana dieciochesca,
por una parte, el sismo fue interpretado por su corregidor de forma científica, y por otro lado
sus habitantes aún practicaban rituales religiosos.

Mientras tanto en el caso chileno, su territorio siempre ha sido víctima de los desastres
naturales (terremotos y tsunamis) eso lo señaló el cronista español Diego de Rosales, quien
no solo describió el territorio chileno (por ejemplo, el suelo), sino también hizo mención del
terremoto de Concepción en 1570 y el de mayo de 1647 que se extendió desde «[…] el Reino
de Chile hasta el Tucumán». Pero fue con la obra de Mauricio Onetto Pavez donde se
proyectó un análisis completo de los desastres suscitados en el vecino país del sur, entre lo
rescatable del texto está, el debate en torno si Chile ¿es una tierra de riesgos y catástrofes?,
el autor habló de una “mala fama” que se formó en el imaginario colonial con respecto al
territorio ‘hostil’ chileno, remontando su análisis a la expedición de Diego de Almagro y al
descubrimiento del estrecho de Magallanes8.

Los estudios de los desastres naturales acaecidos en el Perú, especialmente los terremotos,
fue emprendido por Lorenzo Huertas Vallejos, quien desarrolló la historia de los desastres
naturales desde el Incanato hasta lo acaecido en el siglo XX. Susana Aldana desarrolla el
terremoto de 1687 y de 1746 para el caso limeño y las lluvias que azotaron Piura (todo ello
enmarcado en el Perú colonial) distinguió el impacto en la sociedad de esos tres casos y la
posterior respuesta para cada uno de ellos9. Aldana aplicó una historia comparada para
observar las acciones que se tomaron tras sufrir un desastre natural y como se apreció su
objeto de estudio no solo fueron los terremotos sino también las lluvias, incluso no se limitó
a estudiar lo que sucedió en Lima sino también la comparó con una ciudad periférica como
Piura. El mismo método se empleó cuando se estudió el movimiento telúrico de Trujillo de
1759 con el limeño de 1746 y el lisboeta de 1755.

Charles Walker en distintas investigaciones abarcó el sismo limeño de 1746, entre sus
planteamientos destacó el impacto ‘diverso’ que tuvo el desastre en la sociedad limeña, ya

8
ROSALES, Diego de, Historia General del Reino de Chile, Flandes Indiano, p. 109. Consúltese ONETTO,
Mauricio, Temblores de tierra en el jardín del Edén. Desastre, memoria e identidad. Chile, siglos XVI-XVIII.
9
Consúltese HUERTAS VALLEJOS, Lorenzo, Injurias del tiempo; desastres naturales en la historia del Perú.
ALDANA RIVERA, Susana, “¿Ocurrencias del tiempo? Fenómenos naturales y sociedad en el Perú colonial”, pp.
167-194.

18
que el terremoto fue visto como una oportunidad para las clases bajas (castas oprimidas)
para cambiar sus condiciones de vida, mientras que las autoridades observaron en el
movimiento telúrico la ocasión para aplicar las reformas borbónicas que se deseó
implementar en la capital del virreinato, por su parte, las monjas –enclaustradas antes del
terremoto– tuvieron que socializar en la Lima destruida para poder sobrevivir, generando un
impacto psicológico en la sociedad limeña en general10.

Susy Sánchez por su parte, sigue y amplía la temática de los planteamientos de Walker del
citado sismo limeño, por ejemplo, enlazó la rebelión suscitada en Huarochirí en 1750 con el
desastre de 1746, la relación entre ambos hechos podría deberse a que «[…] albañiles y
olleros realizaban oficios afines, por lo que es muy probable que, como consecuencia del
movimiento telúrico, estos gremios hayan estrechado aún más sus contactos en una ciudad
que requería sus servicios»11. Tal como lo señaló Walker, fue una oportunidad para que
algunos sectores de la sociedad sacasen provecho del momento trágico.

Bernard Lavallé para una catástrofe telúrica y volcánica acaecidas en el sur del Perú,
concretamente Arequipa, analizó «[…] las reacciones de los habitantes y de las autoridades
laicas o religiosas […]» de la ciudad, además hizo énfasis en «[…] el recuerdo traumático
conservado por la memoria colectiva así como las transformaciones que éste sufrió en las
representaciones literarias sucesivas que le fueron dedicadas […]»12. El estudio de Lavallé
fue uno de los modelos a seguir, dado que se asemeja al análisis que se realizó al
comportamiento social, especialmente el de los dirigentes políticos tras un fenómeno natural.

Saliendo por un instante de los estudios sobre terremotos, se comentará lo acaecido en Saña,
villa que fue perjudicada por continuas inundaciones (Fenómenos de El Niño) en la colonia.
El arqueólogo Juan Castañeda observó una peculiaridad, mientras que la primera inundación
registrada para esta zona (1578) no significó un traslado de la ciudad a un terreno menos
vulnerable, posteriormente en el caso del Niño de 1720 se concretizó dicha operación,
reubicándola al área denominada Rafán; sin embargo, existían división en la población –el

10
Consúltese WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746 y
Diálogos con el Perú. Ensayos de Historia.
11
MENDIBURU, Manuel de, Diccionario Histórico biográfico del Perú. Siglos XV-XX, p. 352, citado por
SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, Susy Mariela, “Del gran temblor a la monstruosa conspiración. Dinámica y
repercusiones del miedo limeño en el terremoto de 1746”, pp. 111-112.
12
LAVALLÉ, Bernard, “Miedos terrenales, angustias escatológicas y pánicos en tiempos de terremotos en el
Perú a comienzos del siglo XVII”.

19
Cabildo apoyaba el traslado, además dio poder a don Dalmacio Rodríguez de Lozada para
gestionar el pedido ante el virrey; por su parte, la ausencia del clero regular hizo pensar a
Castañeda que estaban probablemente en desacuerdo– con respecto al traslado. Finalmente,
no todos los habitantes lograron ir al nuevo emplazamiento, lo que provocó la presencia de
dos Sañas: Saña la Vieja y Saña la Nueva (Rafán)13, se pudo observar que existieron
discusiones entre las instituciones laicas y eclesiásticas en lo que respecta al traslado de la
ciudad.

Regresando a los terremotos, se encontró a Lizardo Seiner, quien se enfocó en el registro


ejecutado por personajes de la época colonial, es decir, cronistas que listaron los eventos o
vivenciaron las experiencias caóticas. Del primer caso mencionó a Cosme Bueno, quien
obtuvo el «cargo de cosmógrafo mayor del reino» y recopiló los sismos suscitados entre
1530 y 1763. Otro fue José Toribio Polo, éste «enriqueció el trabajo de Bueno; no sólo dio
cuenta de los sismos producidos en la época colonial sino que también [abordó] la época
republicana, abarcando […] los fines del siglo XIX». Por último, se examinó a Enrique
Silgado quien elaboró un amplio registro, abarcando su estudio desde 1513 hasta 1974,
destaca su aporte en el hecho que asignó «[…] la magnitud probable que alcanzaron los
grandes terremotos históricos, […] ocurridos con anterioridad a la implementación del
instrumental sismográfico en el país»14. Mientras que para el segundo caso destacaron José
Eusebio Llano y Zapata como testigo del terremoto de Lima de 1746 y Juan Domingo
Zamácola y Jáuregui, quien vivenció el terremoto arequipeño de 178415. Todos los registros
antes descritos brindaron detalles de los terremotos como la magnitud, la intensidad, el
epicentro y hacía que otros territorios y/o ciudades se liberó el sismo, he ahí la importancia

13
CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Permanecer tras el desastre: la ciudad de Saña después de los Niños de 1578 y
1720”, pp. 85-95.
14
SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Estudios de historia medioambiental. Perú, siglos XVI-XX, pp. 17-18. Véase
BUENO, Cosme, “Catálogo histórico de los virreyes, gobernadores, presidentes y capitanes generales del Perú,
con los sucesos más principales de sus tiempos (1763)”, pp. 127-140. POLO, José Toribio, “Sinopsis de
temblores y volcanes del Perú: siglos XVI-XIX”, Tomo VIII y IX. SILGADO FERRO, Enrique, Historia de los
sismos más notables ocurridos en el Perú (1513-1974).
15
Consúltese las dos cartas de LLANO Y ZAPATA, José Eusebio, “Carta o diario que escribe Don (…) a su mas
venerado amigo y docto correspondiente el Dr. Don Ignacio Chiriboga y Daza, en que con la mayor verdad y
critica mas segura le da cuenta de todo lo acaecido en esta capital del Perú desde el viernes 28 de octubre de
1746, quando experimentó su mayor ruyna con el grande movimiento de tierra (…)” y “Observación diaria
critico-histórico-meteorológica contiene todo lo acaecido en Lima desde el primero de marzo de 1747 hasta el
28 de octubre del mismo (…)”. Además, consúltese ZAMÁCOLA Y JÁUREGUI, Juan Domingo, Relación puntual
y verídica de los estragos que causo en la muy noble ciudad de Arequipa el espantoso terremoto acaecido el
día 13 de mayo de 1784 a que se agregan otras noticias.

20
de su consulta ya que ofreció una primera aproximación de los datos generales que se
extrajeron del terremoto de 1759.

Para el caso trujillano, los terremotos no fueron ajenos a la realidad local, destacaron –en la
época colonial– los acaecidos en los años de 1619, 1725 y 1759, mientras que para la etapa
republicana fue el terremoto de 1970 –cuyo epicentro fue la región sureña de Ancash–; el
arqueólogo Juan Castañeda es uno de los pocos investigadores sociales que examinó los
sismos suscitados en Trujillo como el de San Valentín, catalogado así porque se desencadenó
el 14 de febrero de 1619, se basó en los escritos del fraile agustino Antonio de la Calancha
y del Fray Diego de Córdova y Salinas16. Dicha investigación sirvió para tener una idea de
los antecedentes del terremoto de 1759, cómo las crónicas dada su meticulosidad descriptiva
brindaron detalles que permiten examinar los rasgos de los habitantes de la ciudad ante un
evento trágico.

Para el terremoto de 1759, existe un trabajo referencial, contemporáneo a la época a


investigar, realizado por el corregidor Miguel Feijoó de Sosa, quien además de describir el
evento telúrico acaecido el 2 de septiembre de 1759, también discutió las causas que
provocan los terremotos, se concuerda con el planteamiento de Lizardo Seiner cuando
mencionó que Feijoó da «cuenta de las providencias tomadas en su calidad de corregidor
para remontar la devastación provocada por el sismo […] de 1759». Después de la crónica
del corregidor, fueron escasos los textos que desarrollaron el cataclismo dieciochesco en
cuestión17.

El marco conceptual se centró en las definiciones que se extraen de los autores teniendo en
cuenta las variables usadas en la investigación, esas fueron: las acciones políticas y las
manifestaciones socio-culturales. Es preciso señalar que de las dos variables se analizó tanto
la definición conceptual como la definición operacional.

En lo que respecta a las acciones políticas en su definición conceptual se observó que las
autoridades en la época colonial tras un desastre fueron las encargadas de dirigir los asuntos
públicos, observaron –y ejecutaron– que operaciones eran prioritarias e idóneas para

16
Véase CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo
XVII”.
17
SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Estudios de historia medioambiental. Perú, siglos XVI-XX, p. 24. Véase FEIJOÓ
DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú. En el caso de RIVERA
MARTÍNEZ, Edgardo, copia tal cual el escrito de Miguel FEIJOÓ DE SOSA bajo el título de “Terremotos de
Trujillo de 1619 y 1759”, sin realizar análisis alguno.

21
reconstruir la ciudad. Charles Walker analizó como las autoridades aprovecharon el
terremoto de 1746 para aplicar las reformas borbónicas en la reconstrucción de Lima, aunque
existieron desavenencias para la realización de una reforma urbana total en la ciudad, esa
premisa fue motivo para elegir los planteamientos históricos del investigador
norteamericano. En síntesis, del estudio de Walker interesó conocer cómo se llevó a cabo la
reconstrucción de la ciudad de Lima, eso sirvió para compararla con la realidad trujillana
con la decisión que tomaron sus respectivas autoridades, esa información –las operaciones,
las medidas y las ordenanzas ejecutadas en sesión de Cabildo– se encontró en los Libros de
Cabildo del Archivo Regional de La Libertad18.

La segunda variable de la investigación fueron las manifestaciones socio-culturales. Existen


dos definiciones conceptuales, el de Pablo Pérez-Mallaína quien mencionó que existieron
dos manifestaciones (más relacionado a las mentalidades) tras el sismo limeño de 1746: la
teoría racional y la concepción divina. La otra definición fue de Charles Walker quien
observó que en la Ciudad de los Reyes se realizaron misas y procesiones tras el terremoto
de 1746, todo ello enmarcado en la mentalidad de la sociedad limeña quienes lo concibieron
como parte de la ira divina. Además, el historiador estadounidense analizó los conflictos que
se desarrollaron para dejar de lado el barroco por un colonialismo “ilustrado”. En lo que
respecta a la definición operacional se eligió a Pérez-Mallaína porque desarrolló las dos
concepciones (natural y sobrenatural) como explicación de un sismo19. Ese análisis se
aplicará en el caso de Trujillo, para ello se deberá consultar los Protocolos Notariales del
ARLL y los documentos del Archivo Arzobispal de Trujillo para conocer esa dicotomía de
pensamiento, además de las manifestaciones religiosas y artísticas.

La hipótesis de la investigación fue que el terremoto de 1759 fue un suceso que conllevó a
la devastación de Trujillo –en el plano arquitecto-urbanístico– manifestado en la destrucción
de las edificaciones más fuertes, es decir, el espacio de la ciudad fue afectado. Trujillo
anteriormente había sucumbido ante los terremotos de 1619 y de 1725 pero la urbe resurgió
por el apoyo conjunto de sus autoridades, sus vecinos y sus religiosos. La ciudad fue
protagonista de una decisión política crucial para su devenir histórico, después del sismo de
1619 se discutió si lo adecuado sería asentarse en otro espacio o reconstruirla, en la decisión

18
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, pp. 105-143.
19
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, pp. 31-58. PÉREZ-
MALLAÍNA, Pablo Emilio, Retrato de una ciudad en crisis. La sociedad limeña ante el movimiento sísmico de
1746, pp. 387-441.

22
final por quedarse en el mismo lugar participaron autoridades civiles, religiosas y la elite
trujillana. Del mismo movimiento telúrico se desarrollaron una serie de manifestaciones
socio-culturales como la procesión de San Valentín. Los sismos de Lima (1746) y de Lisboa
(1755) relativamente contemporáneos al de 1759 fueron los antecedentes para el cambio de
mentalidad que se iba a desarrollar en Trujillo destacando la interpretación del propio
movimiento telúrico.

Tras el sismo de 1759, en el ámbito político, las autoridades tanto laicas (corregidor, alcaldes
y regidores) como religiosas (obispo y miembros del Cabildo eclesiástico) tomaron acciones
inmediatas y de largo plazo, tal como lo requería la situación, esas medidas fueron
restablecer el abastecimiento de alimentos, así como el suministro de agua, además la
política que aplicaron sobre los refugios que los damnificados erigieron en la ciudad y en la
periferia, la reconstitución de la economía, finalmente se centraron en la reconstrucción
urbanística, de esa forma buscaron los dirigentes políticos y miembros del clero enfrentar y
superar diversos dilemas que se presentaron en ese contexto sísmico que experimentó la
ciudad, que se encontró destruida urbana, comercial, económica y socialmente.

Por su parte, en las manifestaciones socioculturales, el impacto del movimiento telúrico fue
dramático para todas las castas –españoles, mestizos, indios y negros– de la colonia. Se
buscó respuestas a su desencadenamiento, la mentalidad de la época buscaba una
interpretación científica del evento, esta fue elaborada por Miguel Feijoó de Sosa, sin
embargo, primó la concepción religiosa sobre la racional. Además, existió entre la población
el miedo a un posible tsunami y entre la élite se esparció el temor a la plebe por que cometían
robos. La primacía de lo sacro sobre lo racional se manifestó en las prácticas religiosas
expresadas por medio de confesiones y las procesiones que se llevaron a cabo por las calles
trujillanas de las efigies católicas (Virgen del Rosario y el Cristo de la Humildad y
Paciencia).

La metodología se centró en el método y el enfoque que se empleó en la investigación. El


trabajo tuvo como objeto de estudio al terremoto de Trujillo de 1759, ya que el sismo como
tal fue abordado como un agente histórico que determinó el devenir de la ciudad de Trujillo
en su etapa tardío-colonial. Las variables como se señaló anteriormente fueron: las acciones
políticas y las manifestaciones socio-culturales.

23
La primera categoría, las acciones políticas, se dividió en dos dimensiones, la primera fue la
“aplicación de medidas”, relacionado a las operaciones ejecutadas por el Cabildo civil,
mientras que la segunda dimensión denominada “reconstrucción urbanística” se enfocó en
cómo las autoridades laicas y eclesiásticas enfrentaron la situación crítica y que políticas
ejecutaron para remediar y reponer las edificaciones.

La primera dimensión, “aplicación de medidas”, poseyó cuatro indicadores: abastecimiento


de alimentos, suministro del agua, política de los refugios y política económica, esa forma
de clasificación permitió conocer el accionar de las autoridades de forma especializada, es
decir, su desenvolvimiento en una determinada rama política, por ejemplo, los jueces de
agua y su disposición por restaurar el sistema hidráulico en la ciudad. La segunda dimensión,
“reconstrucción urbanística” se decidió dividirla en dos indicadores: los recintos religiosos,
y las edificaciones públicas y las calles, esos indicadores permitieron observar
detalladamente las decisiones que tomaron los propios vecinos, las autoridades civiles y
eclesiásticas y los religiosos para recomponer las edificaciones destruidas y dañadas por el
sismo.

La segunda variable de la investigación, las manifestaciones socio-culturales, se dividió en


dos dimensiones: las “mentalidades”, donde se abarcó el pensamiento científico, los miedos
y los temores de la sociedad; y en la “religiosidad” se apreciaron las prácticas religiosas de
los trujillanos. Por tanto, los indicadores de las “mentalidades” son: la mentalidad científica,
el miedo a un posible tsunami y el temor a la inseguridad generada por la plebe; todos ellos
se refirieron al pensamiento que tenía la población de Trujillo, aunque es preciso señalar que
en lo que respecta a la mentalidad científica solo se hace referencia a la que había
desarrollado el entonces corregidor de Trujillo, Miguel Feijoó de Sosa, por lo demás se
analizó a la sociedad trujillana y sus miedos, sus temores de algunos acontecimientos post
terremoto. Finalmente, la dimensión denominada “religiosidad” tiene dos indicadores: las
confesiones y las procesiones, en el contexto religioso que existía en la ciudad, ambos
rituales se ponen de manifiesto en la búsqueda de la redención y el perdón de Dios hacia los
pobladores, quienes para cumplir con tal fin usaron imágenes católicas representativas.

La investigación se ha valido de distintas corrientes historiográficas, tales como la historia


social, cuando se analizó a la población trujillana en el contexto sísmico de 1759; también
la historia cultural cuando se estudiaron las manifestaciones realizadas por la sociedad
trujillana; además la historia ambiental, desde su rama de la historia de los desastres, que

24
implícitamente se abordó en toda la investigación cuando se analizó el terremoto como un
fenómeno que desencadenó un desastre social; finalmente la historia local o de las ciudades,
teniendo como espacio nuclear a la ciudad de Trujillo, se observó como urbanamente la zona
se encontraba bajo escombros lo que propició la reconstrucción de sus edificios, de esa forma
se siguió lo planteado por Camus Gayán, quien mencionó que “el método histórico permite,
por un lado, el estudio de la ciudad como realidad física en la que el tiempo deja sus huellas,
y, por otro, el estudio de la ciudad, más allá de su forma física, como una síntesis de las
ideologías y valores presentes en una sociedad”20. En otras palabras, la ciudad influye tanto
físicamente (arquitectura) como mentalmente (pensamientos) a sus habitantes y ante un
evento “traumático” como un terremoto, la urbe se transforma en un espacio afectado en
esas dos dimensiones señaladas.

En el siglo pasado se habló de una “nueva historia social”, siendo ese renovado modelo
historiográfico parte de lo que se llegó a denominar la “historia total” generándose una nueva
discusión académica, dentro de ello se colocó a la historia social como el pilar de todas las
corrientes, dado que al hablar de lo social se involucra inevitablemente al ser humano, como
se sabe es el protagonista de los sucesos históricos a través del tiempo. Eric Hobsbawm en
su artículo “De la historia social a la historia de la sociedad” vinculó la corriente
historiográfica con la historia de la sociedad, para el historiador británico, la influencia de la
historia sobre las ciencias sociales indica que toda historia es social 21. Así mismo, Le Goff
concordó con el planteamiento del historiador marxista cuando dijo que «toda historia debe
ser una historia social»22.

Metodológicamente, para finales del siglo XX, el estudio histórico de los desastres era escaso
desde la perspectiva social; sin embargo, poco a poco se fue armando un cuerpo
metodológico y un marco teórico propio para el estudio de los desastres. Uno de los métodos
que se siguió en la investigación se vinculó con uno de los trabajos pioneros en la rama, la
de Richard E. Boyer, en su caso él analizó las inundaciones del siglo XVII de la ciudad de
México, pero dichos fenómenos fueron examinados dentro de un contexto social,
económico, cultural y político tanto antes como después de desatarse la inundación, de esa

20
CAMUS GAYÁN, Pablo, “Perspectiva de la “Historia Ambiental”: orígenes, definiciones y problemática”, p.
17, citado por RUBIO DURÁN, Francisco, “Viejos y nuevos problemas: una propuesta latinoamericana de
superación conceptual para los estudios de ambiente y sociedad”, p. 120.
21
REGALADO DE HURTADO, Liliana, Historiografía occidental. Un tránsito por los predios de Clío, p. 343.
22
REGALADO DE HURTADO, Liliana, Historiografía occidental. Un tránsito por los predios de Clío, p. 346.

25
manera comprendió la catástrofe a través de la confluencia de una serie de factores
(naturales, socioeconómicos, políticos y culturales)23.

Dado que la investigación aborda la cultura de la población trujillana en un contexto sísmico,


la religión es un rasgo determinante por las acciones que sus feligreses tomen en su ciudad
recientemente destruida. Por ello fue lógico coincidir con el italiano Raffaele Petazzoni,
experto en estudios religiosos en la historia y en la cultura, planteó que «[…] la religión está
sometida al devenir histórico o es producto de él y, por consiguiente, el fenómeno religioso
forma un todo orgánico con la cultura en la que se inscribe de manera tal que no existen
modelos que de forma constante o invariable sean repetidos por el homo religiosus»24, dicho
de otro modo, la religión junto a la cultura son parte inevitablemente de la historia.

Luego la historia cultural logró emanciparse de la historia social, aquella abarcó una amplia
gama de temas casi similar a esta. La historia cultural es el «[…] resultado de un desarrollo
más bien reciente y está relacionada con una corriente general de interés contemporáneo por
los asuntos culturales, pero vistos cada uno de ellos de manera separada: ideas, mentalidades,
imaginarios y manifestaciones culturales diversas»25. Dichos imaginarios, ideas y
manifestaciones culturales fueron importantes, ya que al identificarlas fue beneficioso para
el desarrollo del presente trabajo que abarcó esos aspectos abstractos que se pusieron en
práctica en la sociedad trujillana colonial.

A partir de los planteamientos y la metodología de la historia social se puede centrar la


atención sobre distintas situaciones que marcan a una población, incluso en acontecimientos
extremos. Por ejemplo, cada sociedad tuvo y tiene una percepción de la muerte, de las
enfermedades (pestes y epidemias), de la práctica de brujería (relacionadas mayormente al
accionar de mujeres)26, de los desastres naturales –tópico analizado– a lo largo de la historia
de la humanidad, lo último cumple con una serie de patrones que brinda dicha corriente. En
el caso de un cataclismo, se puede observar la percepción de la población afectada (si eso
fue una causa natural o divina), el miedo que sentían al instante del fenómeno, el terror ante

23
GARCÍA ACOSTA, Virginia, Historia y desastres en América Latina, Vol. I, pp. 16-17.
24
REGALADO DE HURTADO, Liliana, Historiografía occidental. Un tránsito por los predios de Clío, p. 347.
25
REGALADO DE HURTADO, Liliana, Historiografía occidental. Un tránsito por los predios de Clío, p. 357.
26
DELUMEAU, Jean en El miedo en Occidente, desarrolla estás temáticas en torno al miedo, entre las principales
se tiene el estudio que realiza a la sociedad europea y su reacción ante la peste que estaba asolando al viejo
continente en el medioevo (pp. 155-222), también desarrolla el miedo a la brujería, teniendo como actor
principal el accionar de la mujer y nombra el papel de la Inquisición para eliminar dichas prácticas (pp. 533-
562).

26
las réplicas, negación ante el planteamiento de salir del lugar afectado a una zona
supuestamente más estable y resistente a los sismos, distinguir lo correcto de lo incorrecto
para sobrevivir tras el evento (saqueos y robos), la ruptura de los rituales funerarios.
Francisco Rubio reflexionó en torno a los eventos ambientales de corta duración, esas
catástrofes impregnaron una huella en la mentalidad de la sociedad afectada, reflejado en las
acciones cotidianas de su cultura, concluye Rubio que el carácter eventual de esos
acontecimientos permitió darse cuenta al humano que la influencia del ambiente altera las
estructuras mentales, económicas, sociales y culturales de una sociedad determinada, por
ende el ser humano logra ver cuán vulnerable es ante el embate de la naturaleza27.

Hay que tener en cuenta que la mentalidad es uno de los rasgos más abstractos e
indeterminados que una sociedad posee, puede decirse que es una macro dimensión que
muchas veces escapa a las cuantificaciones y a la estadística (base de la historia económica),
puede ser duradera, por ejemplo, un individuo puede reusarse a ser parte de un cambio
“mental” a la que se encuentra encaminada la sociedad a la que pertenece. Pero una de las
falencias que se distingue al estudiar las mentalidades fue que el investigador no localiza
explícitamente manifestaciones mentales de una sociedad en los documentos de Archivos u
otros repositorios afines, a veces eso provoca que el historiador transite por la tangente y
haga uso de un subjetivismo para comprender una situación o coyuntura en especial.
Entonces en ese marco la pericia del historiador debe ser minuciosa, al querer encontrar
sucesos que determinaron la historia de la sociedad trujillana para percatarse los cambios –
muchas veces imperceptibles– que pasó tras el terremoto.

Una de las obras notables que abordó la cuestión de las mentalidades de forma prolija fue El
gran pánico de 1789. La Revolución Francesa y los campesinos de Georges Lefebvre, en
este clásico libro de la historiografía francesa el autor enfoca su estudio de la Revolución
acaecida en la nación europea desde una perspectiva social, justifica el título de su obra en
todo su contenido, Lefebvre se enfocó en el miedo que tenían los campesinos franceses ante
la coyuntura que estaban viviendo, miedo a quedarse de hambre, a los saqueos y robos de
los bandoleros, a la aristocracia que había orquestado un “complot”, todo ello provocó un
gran pánico que tiene sus variantes en cada localidad debido a que las noticias que llegaban
desde Paris, muchas veces eran tergiversadas que provocaban el desasosiego de los

27
RUBIO DURÁN, Francisco, “Viejos y nuevos problemas: una propuesta latinoamericana de superación
conceptual para los estudios de ambiente y sociedad”, pp. 116 y 118.

27
franceses28. Esta forma de estudiar a uno de los acontecimientos más trascendentales de la
historia también puede ser perfectamente aplicado en una coyuntura caótica como un
terremoto, se repiten algunos rasgos como: tras el desencadenamiento de un sismo se puede
generar una histeria colectiva con noticias de que una ola acecha la costa, el miedo a la
inseguridad ocasionada por los saqueos que realizaban parte del populacho en su afán de
sobrevivir a tal trágica experiencia.

Onetto Pavez observó que una catástrofe es una oportunidad para el historiador de adentrarse
al mundo social que se vio afectado, descubriendo “los elementos de la realidad imaginada”,
es decir, se puede percibir las tensiones, las dificultades, las fragilidades –una suerte de
desnudez social–, las fortalezas que tiene una sociedad para decaer o sobrellevar ante el
trágico suceso29. Esa forma analítica propuesta por Onetto fue aplicada en la investigación
cuando se analizó la labor de las autoridades trujillanas quienes tuvieron que pasar por una
serie de adversidades para regresar a la ciudad a su antiguo esplendor.

El estudio de Lupe Camino Diez Canseco fue un claro ejemplo de cómo un investigador
social se puede aproximar a la mentalidad de una época determinada, en su caso analizó el
mundo andino, ella usó la obra de Felipe Guamán Poma de Ayala, El primer nueva crónica
y buen gobierno, como base para acercarse a la concepción andina sobre los desastres30. Ese
tipo de trabajo usando una crónica o una relación fue revelador e invita a los historiadores a
seguir la misma línea, por ejemplo, existen textos de cronistas como José de Acosta, Bernabé
Cobo que abordaron el origen de los terremotos31. Para la investigación del terremoto de
Trujillo (1759) se utilizó la Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del
Perú de Miguel Feijoó de Sosa para acercarse a la concepción que esta autoridad colonial
tuvo sobre los sismos.

Las mentalidades pueden ser confrontadas, algunos miembros de una sociedad en particular
puede que creyeran que algunos pensamientos y/o concepciones fueron erróneas y/o
desfasadas, que no tuvieron un sustento para ser vistas como algo prioritario e indispensable

28
Consúltese LEFEBVRE, Georges, El gran pánico de 1789. La Revolución Francesa y los campesinos.
29
Consúltese ONETTO, Mauricio, Temblores de tierra en el jardín del Edén. Desastre, memoria e identidad.
Chile, siglos XVI-XVIII.
30
CAMINO DIEZ CANSECO, Lupe, “Una aproximación a la concepción andina de los desastres a través de la
crónica de Guamán Poma, siglo XVII”, pp. 139-164.
31
Consúltese ACOSTA, Josef de, Historia Natural y Moral de las Indias. COBO, Bernabé, Historia del Nuevo
Mundo.

28
en esa sociedad. Conjugado a los terremotos se consultó diversos trabajos al respecto, donde
la mentalidad religiosa y la mentalidad científica se enfrentaron para defender sus propias
propuestas y teorías, en el primer caso se explicó el origen de los terremotos desde un punto
divino, donde Dios ha sido el ejecutor de la catástrofe, en la época colonial el cristianismo
influyó en ese pensamiento. Los miembros de esas sociedades –encabezados por los hombres
del clero– afirmaban que los desastres eran una manifestación clara del enojo, la furia, la ira
–o como se deseó llamársele– que sentía el Todopoderoso ante los pecados, las tentaciones
y las faltas que habían cometido muchos de sus “supuestos” feligreses. Por otro lado, la
mentalidad científica fue más allá de una creencia regida por la fe, los partidarios de la
ciencia fueron y son hombres que tratan de encontrar una teoría científica aplicando métodos
para explicar y corroborar el desencadenamiento de los terremotos, eso permitió la evolución
de algunas ciencias: la sismología, la geología.

El geógrafo francés Alain Musset fue uno de los investigadores que discutió acerca de la
naturaleza de los fenómenos, si fueron un ¿Desastre “natural” o castigo divino?. Musset
enfocó su análisis en las ciudades hispanoamericanas de la colonia. Existió una mentalidad
científica desarrollada por los españoles, cuyas autoridades ante algún temblor pedían a sus
habitantes cavar hoyos para intentar limitar sus devastadores efectos (Santiago de Chile,
1651), en otros casos observaron que su suelo al ser arenoso contribuía a que los temblores
no tuvieran un gran impacto como sucedía con otro tipo de suelos (Ciudad de Panamá;
Concepción, Chile). Bajo el otro punto de vista, Musset percibió que el carácter religioso en
la mayoría de los casos pesó más en las sociedades hispanoamericanas que la explicación
científica, entonces observó que tras un sismo los pobladores se inclinaban ante Dios,
vírgenes y santos para sobrellevar y superar su desafortunada experiencia32.

Para el caso de Valparaíso y Santiago de Chile existe una investigación sobre la discusión
casuística que se realizó entre los chilenos a partir del sismo de 1822. La importancia del
trabajo de Gabriel Cid radicó en que estudió un debate que se desató tras un acontecimiento
catastrófico, el cual fue usado como objeto de estudio para sustentar las teorías –religiosa-
cristiana y científica– que se estaban gestando en Chile, es decir, la mentalidad de esa
sociedad colonial estuvo en una clara transición, aunque los partidarios de la explicación

32
Consúltese MUSSET, Alain, “Mudarse o desaparecer. Traslado de ciudades hispanoamericanas y desastres
(siglos XVI-XVIII)”, pp. 41-69. El subrayado es nuestro, hace referencia a un acápite del texto en cuestión.

29
religiosa realizaron prácticas y rituales sacras, así como críticas al racionalismo de la época
para retomar su posición dentro de la sociedad33.

En el caso peruano existen diversos estudios como el de Susy Sánchez, quien de forma
concisa se enfocó en las mentalidades cuando estudió el terremoto de Lima (1746), analizó
el miedo de su sociedad y sus acciones para reconstruir la ciudad “apelando a la caridad y a
las diversiones”34. Sánchez, en uno de sus artículos, posee un apartado denominado “Un
rosario de pánicos: al mar, a los temblores, al fuego y a los negros” donde enfatizó los miedos
del limeño colonial, fue interesante la reflexión que realizó en torno al pavor hacia los
negros, el accionar de esa casta se pudo dividir entre quienes aspiraban a ocupar el rango de
“reyes” o quienes para sobrevivir tuvieron que robar en desmedro de los fallecidos. José Luis
Lanuza mencionó: «Así, en 1647, inmediatamente después de un terremoto, un negro se
proclamó “rey de Guinea” y proclamó la venganza». Por otro lado, la numerosa población
negra conllevó a un pánico total cuando «[…] se llegó a expresar, los negros y la esclavitud
se entregaron al robo de las desiertas ruinas […]»35. La realidad caótica que distinguió
Sánchez también la encontramos en el contexto trujillano cuando se analizaron los miedos a
un posible tsunami y la sensación de inseguridad ante los robos y los saqueos tras el
terremoto de 1759.

Charles Walker y Pablo Emilio Pérez-Mallaína, fueron dos historiadores que analizaron el
terremoto limeño de 1746 desde distintas aristas, por ejemplo, el accionar de la sociedad
capitalina (las autoridades laicas y eclesiásticas, y la plebe), asimismo examinaron la doble
percepción del evento: como un castigo de Dios (sobrenatural) o un acontecimiento natural

33
Consúltese CID, Gabriel, “¿Castigo divino o Fenómeno natural? Mentalidad religiosa y mentalidad científica
en Chile en torno al terremoto de 1822”.
34
Consúltese SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, Susy Mariela, “La ruina de Lima: mito y realidad del terremoto de 1746”.
“Del gran temblor a la monstruosa conspiración. Dinámica y repercusiones del miedo limeño en el terremoto
de 1746”. “Apelando a la caridad y a las diversiones. Una aproximación de la reconstrucción de la ciudad de
Lima después del terremoto de 1746”.
35
LANUZA, José Luis, Morenada, una historia de la raza negra africana en el Río de la Plata, p. 179, citado
por SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, Susy Mariela, “Del gran temblor a la monstruosa conspiración. Dinámica y
repercusiones del miedo limeño en el terremoto de 1746”, p. 107. ODRIOZOLA, Manuel de, Terremotos.
Colección de las relaciones de los más notables que ha sufrido esta capital y que la han arruinado (...), p. 174,
citado por SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, Susy Mariela, “Del gran temblor a la monstruosa conspiración. Dinámica y
repercusiones del miedo limeño en el terremoto de 1746”, p. 108.

30
en la barroca ciudad limeña que se encontraba en un tránsito hacia la aplicación de las
reformas borbónicas36.

Las mentalidades se encuentran internalizadas en las ideologías, los pensamientos, los


imaginarios (individuales y colectivos), las concepciones, el miedo, el amor, el temor de
diversas categorías como la vida, la religión, la cultura, la sociedad, la muerte. Por ende, el
presente investigador a elegido dicha corriente historiográfica para realizar un estudio
histórico del movimiento telúrico de 1759, encontró en las mentalidades un enfoque distinto
a las ya cansinas posturas políticas y económicas. Las investigaciones antes citadas
brindaron un panorama de cómo puede ser ejecutada la corriente historiográfica en cuestión
teniendo como objeto de estudio a un terremoto, se agregaron otras: miedo a las réplicas o a
un posible tsunami, temor a los saqueos, pavor a una clase inferior, miedo a subsecuentes
enfermedades, formación de una mentalidad científica y una religiosa, en esa última la
sociedad se auxilió en advocaciones católicas y rituales religiosos (procesiones, confesiones)
como un remedio espiritual, e incluso la muerte –el mayor de los miedos– al ser una
posibilidad latente en un contexto sísmico, produjo que los rituales fúnebres se hubiesen
visto trastocados.

La investigación denominada “Acciones políticas y manifestaciones socio-culturales


desarrolladas antes y después del terremoto de Trujillo de 1759” fue un estudio histórico,
por ende, la investigación fue sobre todo documental, ya que como historiador uno recopila
toda la información disponible sobre el terremoto en Archivos, crónicas, libros, artículos y
tesis, luego analiza y procesa los datos encontrados y lo representa en forma de mapas,
esquemas, cuadros, diagramas, para finalmente realizar la discusión pertinente y formular
las conclusiones (encontrándose patrones, semejanzas, diferencias) correspondientes. Esa
premisa fue el eje para desarrollar los objetivos, como se sabe estos últimos se encontraron
estrechamente ligados a la división capitular.

Para el desarrollo del primer objetivo, el estudio se enfocó en el contexto de Trujillo, por un
lado se analizaron los aspectos geológicos, geográficos y urbanísticos de la ciudad, luego se
examinó el escenario político y después el aspecto socio-cultural desde el año de 1534 hasta
1759, por último, se abordaron los sismos de 1619 y de 1725, a partir del uso de fuentes

36
Consúltese WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746. PÉREZ-
MALLAÍNA, Pablo Emilio, Retrato de una ciudad en crisis. La sociedad limeña ante el movimiento sísmico de
1746.

31
secundarias se permitió conocer la realidad de Trujillo antes del sismo de 1759, es decir,
contextualizar la época estudiada (siglos XVI - XVIII) y la respectiva sociedad. Se
examinaron libros y artículos de la Biblioteca de Ciencias Sociales de la Universidad
Nacional de Trujillo, esos textos fueron sintetizados en fichas bibliográficas y se aplicó tanto
el subrayado como resúmenes, extrayendo los fragmentos más importantes para la
investigación.

El método comparativo fue uno de los empleados en el desarrollo del primer objetivo, ya
que permitió conocer cómo otras sociedades se manifestaron ante algún suceso histórico. En
un inicio los historiadores rechazaron el método comparativo, ya que consideraban que su
objeto de estudio era único e irrepetible, pero actualmente se pueden presenciar trabajos que
usan la comparación para encontrar patrones, semejanzas y diferencias en sociedades
cercanas o lejanas. Max Weber, en 1914, respondió al historiador Georg von Below, en un
debate sobre historia urbana, que «[…] estamos totalmente de acuerdo en que la tarea de la
historia es establecer lo que hay de específico, digamos, en la ciudad medieval; pero eso sólo
es posible si antes descubrimos qué es lo que no hay en otras ciudades (antiguas, chinas,
musulmanas)»37. Es decir, la comparación permite al investigador encontrar peculiaridades
que solo se desarrollaron en su objeto de estudio y que en otras realidades no existen. En
esta parte de la investigación se empleó el método comparativo para explicar la percepción
científica sobre el origen de los terremotos que se desarrolló en Lima (1746) y en Lisboa
(1755).

La investigación que está en desarrollo no es experimental dado que el tiempo en el que


transcurrió dicho suceso no permitió aplicar una serie de técnicas. Por ejemplo, realizar una
encuesta o un cuestionario no sería factible dado que los habitantes no se encuentran vivos.
Por tanto, la investigación se enmarcó dentro de lo descriptivo teniendo a la observación
(indirecta) de los sucesos –a través de los testimonios escritos que se encuentran en los
Archivos, libros y artículos–, como la principal técnica que se apoya el historiador.

Para el primer objetivo, la observación se circunscribió en el cotejo de la información entre


varios autores sobre la cantidad que estimaron y las nomenclaturas que emplearon (“gran
terremoto”) de los terremotos trujillanos: José Toribio Polo, Lizardo Seiner y Enrique
Silgado, incluso se extrajeron las tablas que habían elaborado con sus respectivas categorías

37
BURKE, Peter, Historia y Teoría Social, pp. 34-35.

32
(magnitud, hora, epicentro) de los terremotos que ocurrieron en Trujillo anteriormente al de
1759. También de los distintos textos consultados se han extraído los datos demográficos
del Trujillo colonial lo que propició la elaboración de un gráfico que indicó la variación
poblacional a través de la época virreinal.

En el caso del segundo objetivo, se abordó las acciones políticas que ejecutaron las
autoridades trujillanas tras el terremoto de 1759. La recopilación de datos se inició con la
consulta de documentos del Archivo Regional de La Libertad, concretamente la consulta de
los Libros de Cabildo (Actas y otros documentos políticos afines), que fueron necesarios
para encontrar las acciones políticas que se aplicaron, las cartas que envió el virrey al
Cabildo, las sesiones de Cabildo de los alcaldes y regidores donde se percibió cuáles fueron
las prioridades de esas autoridades contemporáneas al movimiento telúrico. Por ello se
coincidió con Virginia García cuando dijo –sobre su experiencia académica en los desastres–
que las Actas de Cabildo son documentos con «[…] gran cantidad de material útil, dado que
en las sesiones que daban como resultado dichas actas se trabajan justamente asuntos
relacionados con cómo enfrentar y manejar en una determinada localidad los efectos
provocados por la presencia de fenómenos naturales peligrosos»38. Otra fuente que se
consultó –indirectamente– fue la Gaceta de Lima, que sirvió para conocer cómo la prensa
escrita capitalina informó sobre el reciente terremoto que había afectado a una de las
ciudades importantes del virreinato.

La Relación de Feijoó de Sosa fue el libro de cabecera usado para conocer las primeras
operaciones ejecutadas tras el terremoto, de la misma crónica se distinguió cuáles fueron las
edificaciones destruidas, sobre todo los templos religiosos que fueron afectados. La
elaboración de una guía de observación permitió sintetizar la información encontrada en la
crónica en datos cuantitativos y/o cualitativos. Por ello cuando Feijoó de Sosa utilizó los
términos: padeció, perdió o perdiendo, quebrantada, arruinada, desplomándose, quería
representar la total ruina de las iglesias; para distinguirlas de las anteriores, usó otras
nomenclaturas: parte de …, cayeron varias … las restantes se hallan maltratadas, la mitad,
quedando la…, bastante demolida; es decir, se hallaron parcialmente dañadas. Como síntesis
permitió representar la información en una tabla, dividiendo los elementos arquitectónicos
destruidos en dos categorías: totalmente (T) y parcialmente (P).

38
GARCÍA ACOSTA, Virginia, Historia y desastres en América Latina, Vol. I, p. 25.

33
Fue factible mapear los templos en su etapa reconstructiva –información extraída del
Archivo Arzobispal de Trujillo (Fábrica de Iglesia) y del Archivo Regional de La Libertad
(Protocolo Notarial de Joseph Hilario de Aguilar)– usando como base el plano de la ciudad
de Trujillo del Perú (Siglo XVIII) del obispo Baltasar Jaime Martínez Compañón. Para
representar las edificaciones públicas y las calles que se restituyeron tras el sismo, se usó el
mapa del Valle de Chimo y planisférica de la ciudad de Trujillo del Perú (1760) de Feijoó
de Sosa.

Para los Fondos antes mencionados, la paleografía y las fichas como parte del análisis
hermenéutico, junto a los resúmenes y a las fotografías se implementaron como técnicas e
instrumentos apropiados para sintetizar la información. De la Biblioteca de Ciencias Sociales
de la Universidad Nacional de Trujillo la consulta de libros y artículos de revistas
permitieron conocer las medidas y el perfil de las autoridades trujillanas del siglo XVIII, fue
por ello que el contenido que se encontró fue sintetizado en forma de fichas bibliográficas y
fueron implementadas las técnicas de los resúmenes y del subrayado. Cuando un grupo de
investigadores encabezados por Hernández mencionaron que «el investigador entiende a los
participantes, no únicamente registra “hechos”. […] Recabar datos sobre los conceptos,
lenguaje y maneras de expresión, historias y relaciones de los participantes», es posible
aplicarlo al mundo histórico-archivístico dado que se encontró una serie de testimonios de
las autoridades y de las personas más importantes de Trujillo, a partir de ello se comprendió
cómo percibieron el desastre, que acciones a corto y largo plazo tomaron para salir de esa
crítica situación, es decir, se analizó profundamente a la fuente desde varias aristas, como
diría Hernández se realizó una labor detectivesca de los documentos disponibles39.

Finalmente, para el tercer objetivo, la atención se concentró en las manifestaciones socio-


culturales que se desarrollaron tras el terremoto de Trujillo de 1759. El uso de fuentes
primarias encontradas en el Archivo Regional de La Libertad fueros necesarias, debido a que
en esos documentos se graficó el accionar de la población de la época y sus manifestaciones
tras el terremoto, dentro de estos se examinaron las escrituras públicas localizadas en los
Libros de Cabildo (1754-1777, N° 15) y los Protocolos Notariales de Joseph Hilario de
Aguilar (1759-1790, Leg. 16). Se consultaron otros repositorios documentales como el
Portal de PARES del Archivo General de Indias. En todos los Fondos Documentales

39
HERNÁNDEZ SAMPIERI, Roberto, Carlos FERNÁNDEZ COLLADO y María del Pilar BAPTISTA LUCIO,
Metodología de la Investigación, p. 368.

34
mencionados, la paleografía fue necesaria para la comprensión de los manuscritos, del
mismo modo que la formulación de fichas junto al uso de resúmenes y fotografías.

Fue vital la consulta de la Relación de Feijoó de Sosa dado que, entre sus páginas se
encuentra la disertación que hizo el corregidor sobre el origen de los sismos, esa fuente de
primera mano permitió la aproximación al pensamiento científico que desarrolló el burócrata
colonial, además fue complementado con los datos de Lohmann Villena y Zevallos
Quiñones, quienes redactaron una edición especial de la vida y obra del corregidor trujillano.
Por ejemplo, Lohmann Villena analizó las obras encontradas en la biblioteca privada de
Feijoó de Sosa, datos que permitieron tener una idea de los libros que utilizó el corregidor y
que le sirvieron de guía para formular su hipótesis sobre los sismos, asimismo la información
recabada permitió elaborar un árbol genealógico del personaje en cuestión, para comprender
su afinidad con el mundo científico40.

En la sección de la religiosidad trujillana, el investigador utilizó imágenes católicas


representativas de otras realidades, esto con el fin de sustentar sus planteamientos al lector
usando ese soporte ilustrativo. Del artículo de Milagros León Vegas se extrajo el cuadro “La
epidemia de peste de 1679”, donde se observó a la Virgen del Rosario contemplando a sus
devotos quienes la sacaron en procesión de la Basílica de Santo Domingo hacia las calles de
Antequera (España), es una imagen representativa de cómo pudo desarrollarse en Trujillo la
procesión de dicha advocación mariana tras el sismo de 1759. De la misma forma y con la
misma finalidad, se sustrajo del anexo del artículo de José Roda Peña, la ilustración del
Cristo de la Humildad y Paciencia (Sevilla), obra atribuida a Antonio de Quiróz41.

El método usado en el desarrollo del segundo y tercer objetivo fue el método hipotético-
deductivo, del cual se siguieron los pasos correspondientes: observación, formulación de la
hipótesis, deducción de las consecuencias a partir de la hipótesis, contrastación de la
hipótesis y por último la confirmación.

Al desarrollar la investigación se tuvo como punto de partida al terremoto de 1759. Como se


observó en las fuentes, Trujillo había sucumbido antes a los terremotos de 1619, 1725,

40
Véase FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú.
LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”. ZEVALLOS QUIÑONES, Jorge,
“Notas sobre trujillanos citados en la “Relación” de Feijóo de Sosa”.
41
LEÓN VEGAS, Milagros, “Sub Umbra Alarum Tuarum: La ciudad de Antequera y la Virgen del Rosario”, p.
381. RODA PEÑA, José, “La obra pía de pobres de la Hermandad Sacramental del Salvador de Sevilla y el Cristo
de la Humildad y Paciencia”, p. 253.

35
incluso fue afectado continuamente por Fenómenos de El Niño. La hipótesis que se formuló
fue que la ciudad logró resurgir de los escombros tras sufrir esos tres grandes terremotos,
especialmente el último (1759), eso fue posible por el apoyo conjunto de sus autoridades, la
Iglesia y de sus pobladores. En lo que respecta a la deducción de las consecuencias, se
circunscribió en dos líneas, la primera de ellas fue que se aplicaron medidas políticas,
económicas, urbanísticas y sociales por parte de las autoridades para reconstruir la ciudad;
la segunda fue que salieron a relucir los miedos de la sociedad trujillana ante la coyuntura
sísmica y se pusieron en práctica manifestaciones religiosas que reordenaron la urbe con el
auspicio de la Iglesia.

En el punto referente a la contratación de la hipótesis, según las fuentes primarias y


secundarias, se examinó y se extrajo la información de que algunas medidas políticas fueron
ejecutadas por las autoridades de forma instantánea (abastecimiento de alimentos, la cuestión
de los refugios) y otras tomaron más tiempo (suministro de agua, remodelación de la
economía) debido a que tuvieron que enfrentarse a distintos problemas y dificultades en el
proceso. Contrastando los estudios que se realizaron para Lima, se encontró que el virrey
Conde de Superunda efectivamente «[…] tomó medidas inmediatas para asegurarle a la
ciudad alimentos, agua y seguridad […]» tras el sismo de 174642. Además, la sociedad
trujillana con su fervor católico comenzó a confesarse y a desarrollar procesiones por las
calles de la ciudad implorando a sacras figuras para abogarlos, todo ello como marco de las
manifestaciones religiosas de aquellos años del siglo XVIII.

Por último, tras finalizar la investigación, el presente investigador se encontró en la potestad


de reafirmar que se llevaron a cabo medidas y operaciones políticas necesarias tras el sismo
para reconstruir la ciudad, asimismo se confirmó que las manifestaciones socio-culturales
que se desarrollaron en Trujillo sirvieron para reordenar la urbe, gracias a la relación
catástrofe-religión. Existen diversos estudios que desarrollaron la referida relación y que
reafirman que lo que sucedió en Trujillo fue parte de toda una macroestructura mental propia
del ser humano, específicamente del hombre colonial católico y no fue un hecho aislado. Fue
Esteban Rodríguez Dobles quien de forma sintética brindó una perspectiva general de la
relación que se intenta sustentar.

[…] la recurrencia a las imágenes de santos y los actos de fe simbólicos (como las procesiones o
sacrificios) conforman una parte de las mentalidades colectivas ejemplificadas por medio de las

42
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, p. 118.

36
creencias religiosas ante la catástrofe, lo que vendría a demostrar, el origen psicológico de estas
prácticas o ritos, dentro de determinados condicionamientos catastróficos que se han dado desde el
principio de la humanidad y de la religión43.

Es válido reiterar que la investigación tiene tres capítulos, el capítulo 1 se enfocó en los
aspectos geológicos, geográficos y urbanísticos de Trujillo, asimismo se examinó el contexto
político y socio-cultural en la que se encontraba la ciudad desde el año de 1534 hasta 1759.
Se comparó los terremotos de Lima (1746) y de Lisboa (1755), los cuales sirvieron como
modelos para estudiar el terremoto trujillano, en el caso del lisboeta para explicar el
significado que tuvo el sismo y en el caso limeño se enfocó en las funciones que cumplieron
sus dirigentes políticos ante el desastre. Finalmente, en el capítulo 1 se abordó los seísmos
de Trujillo de 1619 y 1725, como antecedentes al de 1759, donde se analizó las acciones de
las autoridades y la reacción de la sociedad trujillana en sus respectivas épocas, a través de
las manifestaciones tales como las plegarias y las procesiones.

El capítulo 2 abordó las acciones políticas ejecutadas por las autoridades trujillanas tras el
terremoto de Trujillo de 1759. Dichas autoridades estudiadas fueron tanto del ámbito laico
como del religioso de aquellos tiempos coloniales. Así mismo, se distinguieron los
problemas que se habían desencadenado tras el terremoto, asuntos prioritarios como el
abastecimiento de alimentos, el suministro de agua, la búsqueda de espacios libres para
convertirlos en refugios y la reactivación económica. Asimismo, se examinó cómo se llevó
a cabo la reconstrucción de los edificios civiles y eclesiásticos de la ciudad.

Por último, para el capítulo 3 se centró en las manifestaciones socio-culturales que se


desarrollaron tras el terremoto de Trujillo de 1759, se subdividió entre las mentalidades y las
manifestaciones religiosas, dentro de las primeras se enfatiza la interpretación que Feijoó de
Sosa ofreció sobre el origen de los terremotos, el temor que se tuvo al advenimiento de un
posible tsunami que destruyese aún más la alicaída ciudad, el miedo e inseguridad que se
tuvo a la gente plebeya por los robos que perpetraron. Mientras que para las segundas se
analizó como la religión cumplió un rol protagónico para calmar y tranquilizar a la población
afectada con las numerosas confesiones y usando las figuras religiosas en las procesiones.

43
RODRÍGUEZ DOBLES, Esteban, “Catástrofes y Mentalidades Colectivas. Las creencias religiosas ante las
catástrofes en el occidente del Valle Central (1799-1853)”, p. 49.

37
CAPÍTULO N° 1
CONTEXTO POLÍTICO Y SOCIO-CULTURAL DE TRUJILLO (1534-1759)

Este capítulo tiene como objetivo explicar el contexto político y socio-cultural de Trujillo
(1534-1759). Para ello se plasmarán las características geológicas, geográficas y urbanísticas
que definen a la ciudad, es decir, cómo se encontraba la urbe, su dinámica política-
económica y su relación con las autoridades coloniales y la sociedad en general para
comprender su devenir histórico. La sociedad tendrá un apartado especial donde se estudiará
su composición y las peculiaridades sobre otras de la colonia.

En el afán por conocer que tan significativo fueron los terremotos en el mundo, se pondrá
énfasis a los años anteriores al desastre de 1759, ya que en ese tiempo preliminar se desataron
dos sismos de relevancia, el de Lima de 1746 más cercano a la realidad trujillana y el
terremoto de Lisboa de 1755, que tuvo un impacto en los intelectuales europeos de la época.

En el último apartado de este capítulo se hará mención a los terremotos que ha sufrido
Trujillo a lo largo de la colonia, ya que se tiene conocimiento que el primer movimiento
telúrico de considerable magnitud se presentó en el año 1619 y fue denominado ‘San
Valentín’. De ese terremoto se conocen algunos rasgos importantes como el accionar de las
autoridades laicas y eclesiásticas, las medidas aplicadas a corto, mediano y largo plazo, si
estas fueron improvisadas, necesarias y efectivas, y la participación de la sociedad civil; es
decir, se apreciarán ciertas características que van en sintonía con la línea investigativa del
terremoto de 1759; luego se continuará el análisis con el terremoto de 1725 que afectó a
distintas ciudades de la costa peruana, incluida Trujillo.

1.1. EL ESPACIO DE TRUJILLO

1.1.1. ASPECTOS GEOLÓGICOS Y GEOGRÁFICOS

Trujillo, como toda ciudad peruana costera, se encuentra en el denominado ‘Cinturón de


Fuego del Pacífico’ por tanto, a lo largo de su historia ha sido escenario de terremotos y otros
fenómenos naturales. Esta teoría es manejada por los geólogos (Ver Figura N° 1). Sumado
a ello están las placas tectónicas, que son como una amalgama de tierra que han dado forma

38
al planeta desde su albor, dichas placas son como una suerte de planchas rígidas de roca
sólida, mientras que el término tectónica viene de la raíz griega “construir”. Así, uniendo
ambas palabras da origen al concepto de “tectónica de placas” utilizado en la geología para
hacer referencia que «[…] la superficie de la tierra está construida de placas. De esta forma
la teoría de la tectónica de placas señala que la capa más externa de la tierra está fragmentada
en una serie de placas que presentan un movimiento relativo una respecto de la otra»44.

En el subsuelo peruano existen dos placas, la Placa de Nazca y la Placa Sudamericana, que
afectan a todo el territorio, especialmente a la zona costera (Ver Figura N° 2). Las premisas
anteriormente presentadas fueron necesarias para conocer la realidad geológica del espacio
estudiado, aunque haciendo la salvedad que el estudio de las placas tectónicas es moderno –
como el del ‘Cinturón de Fuego del Pacífico’–, y durante el periodo colonial, especialmente
en los siglos XVII y XVIII dichas nociones eran casi nulas y, además, la sociedad vivía bajo
la influencia del dogma cristiano. Sin embargo, los conocimientos actuales permiten
relacionar la historia de Trujillo con los terremotos. Así, por ejemplo, se puede entender
cómo la presencia sísmica determinó y modificó el espacio de la ciudad.

Fue a partir del terremoto de Lisboa (1755) que el afán por buscar una renovada explicación
a la causa de los terremotos tuvo un nuevo impulso. Cabe señalar que estos fenómenos fueron
descritos desde la Antigüedad bajo un carácter natural, donde confluían ideas “racionales”,
utilizando los elementos de la naturaleza (la tierra, el agua, el fuego y el aire) para
comprender los movimientos telúricos. Eruditos como Aristóteles, Plinio El Viejo y Séneca
desarrollaron en sus diversas obras, teorías racionales sobre la naturaleza de los terremotos,
incluso este tipo de fenómenos fueron relacionados –estrechamente– con las erupciones
volcánicas. La opinión más compartida en aquellos tiempos fue que debajo de la superficie
existían “cavernas subterráneas”, en estas cavidades un impulso de aire o “viento” –que en
realidad eran gases (azufre y nitrógeno)–, con la complementación del agua (dulce o salada)
hacían una combinación letal, desembocando en erupciones volcánicas cuando existía un
orificio por donde desfogar tal concentración de elementos, o en terremotos cuando no
existía un espacio para liberar esa energía45. De esa forma fue como las ideas de la Ilustración
bebió de los pensamientos de los eruditos del Mundo Antiguo, paralelamente se estuvo

44
RODRÍGUEZ, Miroslav, “Tectónica de placas”, p. 120.
45
PÉREZ-MALLAÍNA BUENO, Pablo, Retrato de una ciudad en crisis. La sociedad limeña ante el movimiento
sísmico de 1746, pp. 412-413.

39
FIGURA N° 1
CINTURÓN DE FUEGO DEL PACÍFICO

FUENTE: RODRÍGUEZ, Miroslav, “Tectónica de placas”. En Camilo WERLINGER, Krisler ALVEAL y Héctor ROMO. Biología marina y oceanografía: conceptos y procesos.
Concepción: Gobierno de Chile, Consejo Nacional del Libro y la Lectura 2004, p. 131.

40
FIGURA N° 2
PLACAS TECTÓNICAS

FUENTE: RODRÍGUEZ, Miroslav, “Tectónica de placas”. En Camilo WERLINGER, Krisler ALVEAL y Héctor ROMO. Biología marina y oceanografía: conceptos y procesos.
Concepción: Gobierno de Chile, Consejo Nacional del Libro y la Lectura 2004, p. 128.

41
formando la ciencia, de esta forma ambos factores complementaron el ideal racional que se
quería imponer en Europa.

Desde inicios de la Edad Moderna (S. XVI), la química ya era considerada como una
disciplina científica, a través de siglos se la trató de separar de la alquimia. Nicolas Lémery
(1645-1715) se desempeñó en varias áreas de la ciencia, fue boticario, médico y químico, de
esta última profesión se valió para analizar los terremotos desde una perspectiva científica.
La trascendencia del trabajo del francés fue tal, que en su honra fúnebre –en 1715– el
secretario perpetuo de la Académie Royale de Sciences de Paris, Bernard Le Bovier de
Fontenelle (1657-1757), proclamó que la ciencia de Lémery «[...] rompía casi
definitivamente con la alquimia [...]», es decir, este hombre con sus planteamientos
científicos pudo consolidar la división: química-alquimia46.

Para comprender la teoría físico-química de Lémery sobre diversos fenómenos como los
terremotos, es preciso analizar su obra más importante, Cours de Chymie (Curso de Química,
1675), en donde ahondó su postura. El científico francés aceptó a cinco elementos: el Azufre,
el Mercurio, la Sal (principios activos), el Agua y la Tierra (principios pasivos) como los
pilares para entender el accionar de la naturaleza, él pensó que estos elementos podían
mezclarse, pero también separarse. Además, Lémery «[...] se alejó de la visión animista
clásica de la alquimia para explicar la interacción de las sustancias, y aplicó la filosofía
mecanicista y la teoría corpuscular». Esos dos principios químicos consistían concretamente
en «[...] que la naturaleza ácida de algunas sustancias se debía a la existencia de puntas en
la superficie de estos materiales, mientras que, en los álcalis, las superficies eran porosas; la
interacción mecánica entre ambas sustancias durante la agitación, en la que tenía lugar la
penetración de las puntas ácidas dentro de los poros alcalinos, era la causante de ciertas
operaciones químicas como las fermentaciones y la producción de las sales»47. Ese método
químico junto a su proceso fueron las bases en la que sustentó Lémery su explicación del
desencadenamiento de los terremotos y de otros tipos de fenómenos.

46
GARCÍA CRUZ, Cándido Manuel, “Nicolas Lémery (1645-1715) y su teoría físico-química sobre diversos
fenómenos de interés para las Ciencias de la Tierra”, pp. 312-315.
47
GARCÍA CRUZ, Cándido Manuel, “Nicolas Lémery (1645-1715) y su teoría físico-química sobre diversos
fenómenos de interés para las Ciencias de la Tierra”, pp. 317-318.

42
En su «Explication physique et chymique des Feux souterrains, des Tremblemens de Terre,
des Ouragans, des Eclairs & du Tonnerre» (Explicación física y química de los fuegos
subterráneos, los temblores de tierra, los huracanes, los rayos y el trueno), Lémery registró
su experimento denominado vulcán o volcán de Lémery, éste consistió –al igual que en el
proceso químico anterior– en realizar una fermentación, esta debía ser húmeda, los
componentes que utilizó para representar su experimento ante el público europeo fueron dos:

[...] limaduras de hierro y azufre pulverizado (flor de azufre), [esta] liberaba energía en forma de calor,
y, dependiendo de las condiciones experimentales, se producía un incendio que podía ir acompañado
de una fuerte detonación. La explicación físico-química que daba Lémery estaba basada en su modelo
corpuscular y mecanicista ácido-base, en el cual las puntas ácidas del azufre penetraban en las
superficies porosas del hierro, cuya fricción generaba todas esas manifestaciones energéticas. Esta era
la causa tanto para los incendios subterráneos y los terremotos, que se originaban bajo tierra, como
para los huracanes, los rayos y el trueno que afectaban a la atmósfera [...] 48.

Luego se observó que esta explicación –con sus variantes– viajó hacia América para
comprender los fenómenos naturales, en especial los terremotos, que se libraron en esa parte
del mundo. Lo que se rescató del anterior fragmento fue que el modelo corpuscular y
mecanicista de Lémery, tiene sentido siempre y cuando el científico francés tuvo que aceptar
las nociones de los antiguos eruditos, de que la Tierra poseía “cavidades subterráneas”, era
un planeta horadado, es decir, existían una serie «[...] de canales, pasajes, cuevas, rendijas,
y otros tipos de conductos, por los que circulaba el fuego, el agua o el aire a diferentes
temperaturas», por tanto esas cuevas constituían las vías de escape de la energía mecánica o
térmica que desembocaba en terremotos o en erupciones volcánicas. Esa explicación tuvo
vigencia por un largo tiempo en Europa y el resto del mundo (aproximadamente todo el siglo
XVIII), pero lo trascendental es que Lémery utilizó nociones racionales-científicas,
desligándose de los pensamientos religiosos y del tradicional providencialismo divino,
dando un salto importante para consolidar la ciencia geológica. Nicolas Lémery junto al
inglés Martín Lister, con sus investigaciones influenciaron al naturalista francés Georges-
Louis Leclerc, Conde de Buffon, este último plasmó esas concepciones científicas en su gran
obra Histoire naturelle (1749) de 36 tomos49.

48
GARCÍA CRUZ, Cándido Manuel, “Nicolas Lémery (1645-1715) y su teoría físico-química sobre diversos
fenómenos de interés para las Ciencias de la Tierra”, p. 320. Consúltese LEMERY, Nicolas, “Explication
physique et chymique des Feux souterrains, des Tremblemens de Terre, des Ouragans, des Eclairs & du
Tonnerre”, pp. 101-110.
49
GARCÍA CRUZ, Cándido Manuel, “Nicolas Lémery (1645-1715) y su teoría físico-química sobre diversos
fenómenos de interés para las Ciencias de la Tierra”, pp. 320-323. WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas.
Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, p. 44.

43
Así de complejo fue el panorama en el que se encontraba el mundo, existieron dos posturas
antagónicas. La primera adjudicaba la causa de los sismos a motivos sobrenaturales
(divinos), mientras que la segunda atribuía un carácter natural, basado en posiciones
científicas. Cabe indicar que, debido al nivel cultural y al arraigo de la religión en la sociedad
del siglo XVIII, los partidarios de los planteamientos divinos destacaron sobre los otros.

En ese contexto, los ilustrados franceses interpretaron el sismo luso de distintas formas,
Voltaire en su Poéme sur le desastre de Lisbonne (1756) consideró que la violenta
destrucción de la capital portuguesa tras el terremoto fue un síntoma del mal que reinaba
sobre el “mejor de los mundos posibles”, y en su obra Candide ou l’optimisme (1759) llegó
a plantear –a partir de ese terremoto y en menor medida del de Lima de 1746– el dilema que
existió entre la omnipotencia divina y la miseria humana, representado en los lisboetas
quienes debieron enfrentar la crisis en la que quedó sumida su urbe. Por su parte Jean-
Jacques Rousseau, en una carta fechada en 1756, planteaba que era la sociedad la causante
de la mayoría de los males50. Es decir, en Europa se comenzaba a debatir el hecho de
considerar a un movimiento telúrico simplemente como parte de la acción divina, ampliando
el juicio crítico respecto a la causal del mismo y otorgando un valor protagónico a la misma
naturaleza e incluso a la sociedad; pero esas fueron solo primitivas teorías, tal como
sentencia García Cruz –con respecto a Lémery– casi ninguno de sus planteamientos han
superado la prueba del tiempo, resultando ser incorrectas, pero como todo asunto evolutivo,
sirvieron para que las siguientes generaciones de científicos puedan acercarse y comprender
la geología y sus factores que la determinan. Por ello es interesante conocer si estos nuevos
planteamientos llegaron al virreinato peruano, especialmente a Trujillo.

Trujillo, centro de poder norteño en la época colonial, fue azotado reiteradas veces no solo
por terremotos, sino también por los ENOS (comúnmente denominado Fenómeno El Niño).
Dentro del presente marco de estudio, el historiador José Toribio Polo estimó que en el Perú
desde la conquista hasta fines del siglo XIX se habían producido 2500 temblores. Lizardo
Seiner en su voluminoso Catálogo identificó a 99 movimientos telúricos (entre los siglos
XV-XVII) y a 3304 (S. XVIII-XIX). Esta cifra debe ser analizada al detalle, ya que en
términos geológicos se habla de sismos y terremotos y su nomenclatura depende

50
ALBEROLA ROMÁ, Armando, “Terremotos, memoria y miedo en la Valencia de la Edad Moderna”, pp. 73-
74. O’PHELAN GODOY, Scarlett, “La moda francesa y el terremoto de Lima de 1746”, p. 21.

44
esencialmente de la magnitud de cada movimiento telúrico 51. Silgado Ferro hizo una
recopilación de los sismos ‘más notables’ que se desataron en el Perú (Ver Figura N° 12).
Sobre Trujillo este sismólogo consideró a los terremotos de 1619 y de 1725 como los más
significativos de su historia, por lo cual causó impresión que no mencionara al terremoto de
1759 dentro de esa relación52.

El clima de la villa trujillana tenía una peculiaridad, Feijoó de Sosa informó que anualmente
era «una florida Primavera», es decir, se percibía una templanza climática en esta zona,
puesto que el viento que corría era fresco y apacible, aunque a veces se sentían tempestuosos
al punto de provocar copiosas lluvias. José Ignacio Lecuanda consideró que la temperatura
del espacio trujillano se caracterizó por lo «seco y cálido», aunque concuerda con Feijoó al
mencionar que el frío y el calor que se percibían no eran intensos.

El suelo de lo que hoy es el centro de la ciudad era arenoso, por la causa del viento de las
playas provocando que el piso sea penoso. Según Lecuanda es «muy expuesto a los
terremotos», mientras que las actuales urbanizaciones periféricas están localizadas bajo una
tierra arcillosa. Según los hermanos Vega Cárdenas, la villa trujillana se levantó sobre una
llanura de suave pendiente, en una zona que no se veía perjudicada por algún desborde del
río, cerca del mar, distanciada de los pantanos y suelos salinos, estas medidas fueron tomadas
por los españoles en su afán de favorecer sus propios intereses políticos y económicos53.

1.1.2. URBANISMO, ABASTECIMIENTO DE AGUA Y DE ALIMENTOS

¿Cómo se encontraba distribuido espacialmente Trujillo desde su fundación?, Trujillo fue


fundada sobre un asentamiento prehispánico en noviembre o diciembre de 1534 por Diego

51
POLO, José Toribio, “Sinopsis de temblores y volcanes del Perú: siglos XVI-XIX”, citado por SILGADO
FERRO, Enrique, Historia de los sismos más notables ocurridos en el Perú (1513-1974), p. 7. SEINER
LIZÁRRAGA, Lizardo, Historia de los sismos en el Perú. Catálogo: Siglos XVIII-XIX, p. 11.
52
SILGADO FERRO, Enrique, Historia de los sismos más notables ocurridos en el Perú (1513-1974), p. 8.
53
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 6.
LECUANDA, José Ignacio de, “Descripción Geográfica de la Ciudad y Partido de Truxillo”, fols. 37, 39, 40.
CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo XVII”, p.
159. VEGA CÁRDENAS, Miguel Adolfo y Carlos Alberto VEGA CÁRDENAS, “Historia del abastecimiento de
agua a la ciudad de Trujillo del Perú”, p. 95.

45
de Almagro54. La villa55 fue trazada por Martín de Estete, quien siguió los modelos de la
época para la fundación de los nuevos asentamientos coloniales. En el caso de Trujillo se
realizó la traza de damero56, modelo que se oponía a la traza con una geometría curva; es
decir, el damero buscó un crecimiento urbano organizado, «[…] la iglesia se sitúa centrada
y enfrentada a la plaza que se convierte en el centro neurálgico de la composición; de ella,
nacen las dos vías principales que articulan el tejido urbano y que forman esa traza regular,
[…] con una clara vocación de cuadrícula»57. El diseño se remonta al cardus y decumanus
romano58 y al bajo medioevo español, en este último se utilizó en las localidades edificadas
durante la guerra de la reconquista. Fue Nicolás de Ovando, español que participó del sitio
de Granada y vivió en Santa Fe, quien perfeccionó esta traza y luego la llevó a
Hispanoamérica, en Santo Domingo proyectó su modelo que consistía en trazar la urbe de
forma reticular hecho a partir de una plaza central, luego otros españoles expandieron y
replicaron la traza “ovandina” en varias ciudades indianas, hasta llegar a Trujillo, donde
Estete trazó «a cordel y regla» la plaza mayor y las primeras manzanas59.

Trujillo siguió los cánones urbanísticos propuestos por la corona española, de esta forma
toda ciudad debía estar erigida alrededor de una plaza central, donde se encontrarían las
edificaciones que representaban a la Iglesia y el Cabildo. Los solares para la construcción de
casas fueron medidos a lo largo de las calles perpendiculares. Asimismo, los vecinos más
trascendentales recibieron los solares más cercanos a la plaza (Ver Figura N° 3). Es decir, la

54
CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Indígenas entre españoles. Trujillo del Perú 1534-1619”, pp. 4-5. Existe
documentación que respalda lo dicho por Castañeda en torno a que Trujillo se erigió sobre un asentamiento
prehispánico, en la misma encontró términos como “huaca”, “cerro de la cruz” o “paredones de yndios”. ARLL,
PN, Andrés de Obregón, Leg. 51, fol. 44r.; Leg. 03, fol. 310r.
55
Toda villa, según el Padre Velasco, «[…] corresponde a lo que son ciudades en todas las demás naciones»,
entonces si se quiere distinguir ente una ciudad y una villa, esta última no disponía de un Escudo de Armas
otorgado por el Rey. VELASCO, Juan de, Historia del Reino de Quito en la América Meridional, p. 197-198,
citado por SALCEDO SALCEDO, Jaime, Urbanismo Hispano-americano siglos XVI, XVII y XVIII, p. 121.
56
CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo XVII”, p.
160. CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Indígenas entre españoles. Trujillo del Perú 1534-1619”, pp. 5-6.
57
TOMÁS MEDINA, Carmen de, “El origen de la ciudad cuadricular hispanoamericana en las nuevas pueblas
del Bajo medievo español”, p. 149. Consúltese HERRERA, Ligia y Waldomiro PECHT, Crecimiento urbano de
América Latina, p. 11.
58
SAN CRISTÓBAL, Antonio, Trujillo: el barroco en la arquitectura virreinal, p. 6. Acerca del Cardus Maximus
y del Decumanus Maximus, Lucía AVIAL CHICHARRO menciona que estos eran los dos tipos de ciudades que
los romanos organizaban para sus urbes. Breve historia de la vida cotidiana del Imperio romano, p. 138.
59
CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Indígenas entre españoles. Trujillo del Perú 1534-1619”, pp. 5-6. Sobre la traza
de Nicolás de Ovando, consúltese SALCEDO SALCEDO, Jaime, Urbanismo Hispano-americano siglos XVI, XVII
y XVIII, pp. 24-46.

46
FIGURA N° 3
POSIBLE DISTRIBUCIÓN ESPACIAL-URBANÍSTICA DE TRUJILLO TRAS SU
FUNDACIÓN (1534)

FUENTE: ZEVALLOS QUIÑONES, Jorge, Los fundadores y primeros pobladores de Trujillo del Perú. Tomo I.
Trujillo: Edición de la Fundación Alfredo Pinillos Goicochea 1996, p. 15.

47
distribución espacial siguió la normativa, según la cual los vecinos fundadores obtuvieron
un área delimitada y conforme a su rango de importancia, por tal razón se ubicaron cerca de
la plaza central o alejada de la misma. En la citada plaza, Estete mandó colocar el rollo, «el
6 de diciembre de 1534 (según unos) o el 26 del mismo mes (según otros)»60.

A partir de las características geográficas explicadas en el apartado anterior, los españoles


decidieron asentarse en dicho lugar y construir sus propias edificaciones, tanto recintos
políticos como religiosos, todos necesarios para estructurar la naciente urbe. En 1537
mediante una Real Cédula la villa de Trujillo se elevó a la categoría de ciudad. Como se
mencionó líneas arriba, el trazo de Trujillo se realizó siguiendo el modelo ovandino, donde
la plaza mayor representado por el rollo significaba el punto de partida para la formación de
las manzanas –con el pasar del tiempo se llegó a tener 24– en forma de damero, abarcando
400000 m2. Las calles eran derechas y bien delineadas, con un ancho de 13 varas; además
las cuadras o “islas” eran de 130 varas aproximadamente, éstas fueron fraccionadas en tres
solares longitudinales, el área total de 4000 a 5000 m2 era la que cubrían individualmente61.

La plaza mayor desde inicios de la colonia hasta gran parte de la república se convirtió en el
centro neurálgico de la vida de los vecinos trujillanos, ésta fue llamada «la conversación»,
ya que permitía la socialización de sus habitantes y en donde se ejercían diferentes
actividades, desde la comercial-económica por el mercado, pasando por la religiosa puesto
que antes se hacían las procesiones correspondientes, la política al desarrollarse ritos en
honor al Rey, hasta la lúdica con las corridas de toros62.

En el ámbito civil, los primeros vecinos construyeron sus casas con muros altos y almenados;
y la fachada poseía una gran portada con escudo en la parte superior 63. Existió un amplio
espacio para patios, huertos, jardines y caballerizas en la parte posterior de las casas, todo
ello se enlazaba mediante un corredor techado. Los patios tuvieron dos etapas, primero eran

60
CASTAÑEDA MURGA, Juan y Susan RAMÍREZ, Trazos del pasado: la época colonial en La Libertad, p. 14.
El rollo es un símbolo de la jurisdicción de una villa.
61
CASTAÑEDA MURGA, Juan y Susan RAMÍREZ, Trazos del pasado: la época colonial en La Libertad, p. 19.
ZEVALLOS QUIÑONES, Jorge, Semblanza histórica de Trujillo durante el Virreynato (1534-1820), p. 23, citado
por CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo XVII”,
p. 160. FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 8.
CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Indígenas entre españoles. Trujillo del Perú 1534-1619”, p. 6.
62
COLEGIO DE ARQUITECTOS DEL PERÚ. LA LIBERTAD, Trujillo. Guía de arquitectura y ciudad, p. 29.
63
Esquema de la fachada de la casa del conquistador Capitán Diego de Mora. Comunicación personal entre el
Dr. Jorge ZEVALLOS QUIÑONES y Juan CASTAÑEDA MURGA. “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo
del Perú en el siglo XVII”, p. 160.

48
de tierra apisonada o adobes y después fueron empedrados con canto rodado. Por último, los
pisos se hicieron de ladrillo y estuvieron cubiertos con petates y sobre éstos se colocaron
alfombras. En el ámbito religioso, las Iglesias se edificaron con una sola nave, sin coro alto
y con una sola torre campanario. Existieron representaciones de retablos en los muros
interiores con decoraciones de pinturas murales. Mientras que el piso era de ladrillo, bajo
este se enterraban personajes importantes de la comunidad. La piedra era enterrada en el
atrio de las Iglesias64.

Alrededor de Trujillo se erigió una muralla, completándose la ‘perspectiva urbana de la


ciudad’. La construcción se debió a la amenaza de corsarios y piratas como el holandés
Eduardo Davis, que habían saqueado las ciudades hispanoamericanas de Guayaquil, Paita,
Pisco y Saña a través de sus puertos. Ante ese peligro latente, el corregidor don Lorenzo de
Brito en 1683 propuso la construcción de una fortaleza para defender la urbe, cuyo costo
debía de estar a cargo de los mismos vecinos y el corregidor, quien ofreció 1000 pesos. En
1687 se inició la construcción de la muralla a cargo del arquitecto italiano Joseph Formento,
el trazo de la muralla fue copiado de un diseño de Leonardo da Vinci y la obra se culminó
en 1689 con un costo total de 84000 pesos. Sin embargo, dicha muralla fue solo un
ornamento de la ciudad ya que sus muros no eran altos y no hubo ataques de piratas65 (Ver
Figura N° 13).

La arquitectura trujillana antes explicada se debe entender en su conjunto, en ese sentido, el


abastecimiento de agua y de víveres a la ciudad son importantes para comprender la
articulación de la urbe y su respuesta en épocas de carestía o ante algún desastre (Fenómenos
de El Niño o terremotos). Sobre el abastecimiento de agua de la ciudad hay que señalar que
fue posible desde su fundación gracias a la apertura de la ‘acequia vieja’, también
denominada ‘acequia principal’, la cual se encontraba libre de intereses españoles e indios,
enfocado su uso para beber y para su limpieza. La cercanía de la sierra determinó que las
provincias de Trujillo y de Saña tengan ríos con un caudal abundante.

En concreto, para el caso de la ciudad de Trujillo, el río Moche fue un sistema hidráulico
natural que permitió con apoyo de las acequias acceder e irrigar a la urbe con agua. Junto a

64
CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo XVII”, p.
160.
65
VEGA CÁRDENAS, Miguel Adolfo y Carlos Alberto VEGA CÁRDENAS, “Historia del abastecimiento de agua
a la ciudad de Trujillo del Perú”, p. 97. CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de
Trujillo del Perú en el siglo XVII”, pp. 162-163.

49
la acequia principal se encontraban 3 acequias internas, posteriormente se fueron edificando
nuevas acequias, como la del botadero, del colegio –éste último tras la construcción del
Seminario de San Carlos y San Marcelo–. Aparte de dichas acequias se encontraba el
estanque del repartimiento del agua el cual fue un punto nuclear en la distribución del líquido
elemento dentro de la ciudad. Es preciso señalar que dicha acequia vieja fue devastada tras
la inundación que sufrió Trujillo en 1728, a pesar de intentos de caciques, como don
Francisco Solano Chayhuac, cacique principal de Mansiche, para volverla a ponerla en
acción, dicho intento no fue posible porque la reconstrucción que se quería hacer sobre las
quiebras (puntos de desborde) que tenía la acequia resultaban muy costosas. Para el siglo
XVIII, ya no se utilizaba la vieja acequia y en su lugar se construyó una nueva, totalizando
siete acequias en la ciudad66 (Ver Figura N° 4 y 5).

En el siglo XVIII, los vecinos que vivían cerca al estanque de repartimiento de agua
(localizado en lo que hoy es la Plazuela del Recreo), en su afán de aprovisionarse diariamente
de agua, construyeron pozos de cal y ladrillo; mientras que los que se encontraban muy
distantes de dicho estanque se vieron obligados a comprar el líquido elemento a los
aguadores67.

El mantenimiento del sistema de riego –a través de las acequias– era obligación de los
mismos pobladores trujillanos. Son reveladores los testimonios al respecto, en 1623, el
corregidor don Fadrique Cáncer estipuló que los vecinos y moradores limpiasen las acequias
interiores por donde discurría el agua que luego ellos mismos consumían al interior de sus
viviendas, caso contrario estaban obligados a pagar multas de 2000 pesos. Años más tarde
el Cabildo ejecutó otra fórmula en su afán de mantener las acequias, ofreció un monto de
dinero necesario para que se limpie la acequia al mejor postor, en este marco, en 1687,
Joseph Jorge Nevado se ofreció hacer el trabajo por la suma de 300 pesos de a ocho reales68.

66
RESTREPO, Daniel, Sociedad y Religión en Trujillo (Perú) 1780-1790, Tomo I, p. 63. VEGA CÁRDENAS,
Miguel Adolfo y Carlos Alberto VEGA CÁRDENAS, “Historia del abastecimiento de agua a la ciudad de Trujillo
del Perú”, pp. 102-107. CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú
en el siglo XVII”, p. 163.
67
VEGA CÁRDENAS, Miguel Adolfo y Carlos Alberto VEGA CÁRDENAS, “Historia del abastecimiento de agua
a la ciudad de Trujillo del Perú”, p. 97.
68
VEGA CÁRDENAS, Miguel Adolfo y Carlos Alberto VEGA CÁRDENAS, “Historia del abastecimiento de agua
a la ciudad de Trujillo del Perú”, p. 102. CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de
Trujillo del Perú en el siglo XVII”, pp. 163-164.

50
FIGURA N° 4
ACEQUIA VIEJA DE LA CIUDAD DE TRUJILLO (1654)

FUENTE: VEGA CÁRDENAS, Miguel Adolfo y Carlos Alberto VEGA CÁRDENAS, “Historia del abastecimiento
de agua a la ciudad de Trujillo del Perú”. En SERVICIO DE AGUA POTABLE Y ALCANTARILLADO DE TRUJILLO.
El agua de la ciudad de Trujillo. Historia de su abastecimiento. Trujillo: Servicio de Agua Potable y
Alcantarillado de Trujillo (SEDAPAT) 1991, p. 204, citado por QUESADA ZUMARÁN, Arthur, “Del comer y el
beber. Cultura alimentaria en la ciudad de Trujillo (1600-1720)”. Proyecto de Investigación para optar el grado
de bachiller. Universidad Nacional de Trujillo 2013, p. 34.

51
FIGURA N° 5
DISTRIBUCIÓN URBANA DEL AGUA EN LA CIUDAD DE TRUJILLO (1654)

FUENTE: VEGA CÁRDENAS, Miguel Adolfo y Carlos Alberto VEGA CÁRDENAS, “Historia del abastecimiento
de agua a la ciudad de Trujillo del Perú”. En SERVICIO DE AGUA POTABLE Y ALCANTARILLADO DE TRUJILLO.
El agua de la ciudad de Trujillo. Historia de su abastecimiento. Trujillo: Servicio de Agua Potable y
Alcantarillado de Trujillo (SEDAPAT) 1991, p. 102, citado por QUESADA ZUMARÁN, Arthur, “Del comer y el
beber. Cultura alimentaria en la ciudad de Trujillo (1600-1720)”. Proyecto de Investigación para optar el grado
de bachiller. Universidad Nacional de Trujillo 2013, p. 35.

52
Don Juan José de Herrera y Zarzosa, Marqués de Herrera y Vallehermoso, en 1723 decidió
construir un molino azucarero río arriba (el Moche) en su hacienda Menocucho cerca de la
ciudad, para ello cortó el abastecimiento de agua de la urbe por más de 10 días, generando
el descontento de los vecinos por la propagación de enfermedades. El problema fue discutido
en el Cabildo el 29 de noviembre de 1723, pero la postura del marqués –quien era miembro
del Cabildo– prevaleció en desmedro de los vecinos69, es decir, la influencia que tuvo este
personaje de la élite nobiliaria fue tal que el resto de los sectores sociales no podían hacer
nada al respecto, viéndose perjudicados ante la falta del elemento líquido.

La gente de la sierra bajaba a Trujillo para abastecerse de ciertos productos como lana,
medias de seda, cera, fierro y algunas bujerías que se traía de la metrópoli, estos artículos
llegaban a los puertos. Los principales puertos con los que contaba la ciudad para exportar e
importar productos fueron tres, al norte el de Malabrigo, el de Huanchaco más cercano a la
ciudad donde se almacenaban los productos llegados de Castilla y al sur el de Guañape; pero
tras desatarse el terremoto el comercio sufrirá un receso, se evidenciarán en los posteriores
capítulos que sucedió con esas bases portuarias, acaso ¿Fueron de vital importancia como
punto de entrada para gestionar las provisiones que la ciudad requirió tras el terremoto de
1759?70.

Los productos que la ciudad consumía –según Cook y Quesada– se traían de dos valles
costeños, de Moche y de Chicama que proveían maíz, trigo, diversos tipos de frijoles, maní
y caña de azúcar, además de frutas como uvas, plátanos, palta, piñas, manzanas, peras,
duraznos, higos y albaricoques; aunque el segundo estuvo más ligado a la producción a gran
escala (en el siglo XVI al trigo y a las harinas y en el XVII al azúcar); Aldana agrega que de
las serranías se extraía y distribuía esencialmente menestras, papas, garbanzos71.

Además, dentro de la traza urbana, los vecinos se encargaron de formar un mercado local,
consolidando un comercio minorista de alimentos por la creciente demanda de sus
pobladores –denominados por Quesada como productos de comer y beber–, que permitieron

69
COLEMAN, Katharine, “Provincial Urban Problems: Trujillo, Perú, 1600-1784”, p. 399, citado por RIZO-
PATRÓN BOYLAN, Paul y Cristóbal ALJOVÍN DE LOSADA, “La élite nobiliaria de Trujillo de 1700 a 1830”, p.
256.
70
HERNÁNDEZ GARCÍA, Elizabeth, “Articulación y diversificación de la economía del norte en la colonia tardía
(1750-1824)”, p. 155. BUENO, Cosme, Geografía del Perú virreinal (Siglo XVIII), p. 50.
71
COOK, Noble David, La catástrofe demográfica andina, p. 193. QUESADA ZUMARÁN, Arthur, “Pulperos y
pulperías en la ciudad de Trujillo (Siglo XVII)”, p. 14. ALDANA RIVERA, Susana, “Orden y desorden: región y
ciudad entre el virreinato y la república. Trujillo del Perú”, p. 97.

53
unir a las distintas castas de la ciudad. Este historiador, distingue dos tipos de negocios: el
estacionario y el permanente, dentro del primero se encontraba el abasto de nieve, los
vendedores de pan y pescado, y ‘gateras’ (se expendían legumbres, frutas, papas y huevos)
en la plaza mayor; mientras que de forma permanente estaban las personas que disponían de
un local donde ofertaban distintos productos y servicios, estos espacios eras: tambos,
chicherías, tabernas, carnicería, tiendas y pulperías72, quienes tras los trágicos sucesos que
significaron los terremotos sufrieron un claro decrecimiento en sus ganancias mensuales y
anuales.

22222222222222222222222222222222222222222222222222222222222222222222222

1.2. POLÍTICA, RELIGIÓN Y SOCIEDAD COLONIAL

1.2.1. EL ADVENIMIENTO DE LOS BORBONES

El Perú en el siglo XVIII se encontraba bajo dominio español, regido por la dinastía francesa
de los Borbón. En este contexto, cuando se desató el terremoto del 2 de septiembre de 1759,
en el trono español se encontraba Carlos III, quien lo había obtenido días antes del desastre
–exactamente el 10 de agosto del mismo año–. Con fines de aportar a la investigación, se
debe observar también las políticas de su antecesor Fernando VI, quien reinó desde el 9 de
junio de 1746 hasta el 10 de agosto de 1759, quien asumió el trono meses antes de que Lima
fuera devastada por el terremoto más grande de su historia fechado el 28 de octubre de
174673. Como se observó, tanto los terremotos de Trujillo y de Lima se dieron tras el ascenso
de un nuevo monarca en la metrópoli –quedando como un hecho peculiar–, además, durante
el reinado de Fernando VI, Europa fue testigo de un gran terremoto ocurrido en Lisboa en el
día de “Todos los Santos”, el 1 de noviembre de 1755, cuyo epicentro tuvo lugar en la falla
Azores-Gibraltar y duró aproximadamente 2 minutos. El ‘megasismo’ afectó a ciudades de
Portugal y a las del sur de España como Cádiz. Como consecuencia la capital portuguesa
sufrió un incendio además de un tsunami consumándose el desastre74.

72
QUESADA ZUMARÁN, Arthur, “Pulperos y pulperías en la ciudad de Trujillo (Siglo XVII)”, pp. 19-22.
Consúltese QUESADA ZUMARÁN, Arthur, “Del comer y el beber. Cultura alimentaria en la ciudad de Trujillo
(1600-1720)”.
73
Consúltese LYNCH, John, Historia de España, Vol. 5. Edad Moderna. Crisis y recuperación, 1598-1808, pp.
410-438. WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746.
74
TERÁN GIL, Jesús, “El terremoto de Lisboa”, p. 38. ALBEROLA ROMÁ, Armando, “Terremotos, memoria y
miedo en la Valencia de la Edad Moderna”, p. 63.

54
En el virreinato peruano, José Antonio Manso de Velasco, Conde de Superunda, se
encontraba al mando desde 1745 y en 1761 fue reemplazado por Manuel de Amat y Juniet.
Manso de Velasco nació en Logroño (España) y es considerado por los historiadores como
el Virrey Borbón, ya que fue un «hombre de modestos orígenes hidalgos que ascendió
gracias a sus propios méritos en la carrera militar hasta alcanzar las recompensas de los altos
cargos y el ennoblecimiento», además estaba convencido de que a los virreyes se les tenían
que otorgar más poder para mejorar la administración de las posesiones ultramarinas de
España, método característico del modelo borbónico75.

Durante la gestión del virrey Manso de Velasco se libró el terremoto de Lima de 1746 y el
de Trujillo de 1759; sin embargo, la relación de este personaje con los movimientos telúricos
fue una constante a lo largo de su vida. Por ejemplo, cuando sirvió –entre 1737 y 1745–
como capitán general de la Audiencia de Chile, atestiguó el daño producido en Valdivia por
el terremoto de 1737, supervisando la reconstrucción de dicha ciudad y se opuso al pedido
de los locales de abandonar el lugar. Esta experiencia le valió para enfrentar el mismo
problema en 1746 en Lima76, cuando ya ocupaba el cargo de virrey, mencionó:

Uno de los mayores incidentes de mi gobierno fué el terremoto acaecido el dia 28 de Octubre del año
de 1746, á las diez y media de la noche, porque sus consecuencias agitaron mi espíritu á vista de las
innumerables necesidades á que no era posible ocurrir, y de la confusión en que se puso todo el orden
y gobierno de esta capital, que quedó material y formalmente arruinada77.

El sismo de Lima no solo significó un remesón de las edificaciones sino también de la misma
estructura colonial, ya que sus autoridades encabezados por el virrey tuvieron que enfrentar
el abultado gasto fiscal que acarreó la destrucción de la Ciudad de los Reyes y el Callao78;
en 1759 la misma situación caótica se replicó en Trujillo luego de que ocurriese otro
terremoto.

75
PEARCE, A. J., “Early Bourbon Government in the Viceroyalty of Peru, 1700-1759”, p. 18, citado por
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, pp. 107-109.
Consúltese FISHER, John, El Perú Borbónico 1750-1824, p. 43.
76
FISHER, John, El Perú Borbónico 1750-1824, pp. 42, 267. WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima
frente al terremoto y tsunami de 1746, p. 107.
77
FUENTES, Manuel Atanasio, Memorias de los virreyes que han gobernado el Perú, Tomo IV, p. 110.
78
FISHER, John, El Perú Borbónico 1750-1824, p. 42.

55
1.2.2. ESTRUCTURA ECLESIÁSTICA Y POLÍTICA

Hasta este punto se coincide que en sus respectivas jurisdicciones estaban a cargo, Carlos III
en la metrópoli y Manso de Velasco en el virreinato; pero ¿Qué sucedía en la ciudad de
Trujillo?, antes de todo hay que señalar que la urbe administrativamente se encontraba dentro
del Corregimiento del mismo nombre, mientras que bajo los lineamientos religiosos
pertenecía al Obispado de Trujillo (que comprendía 7 corregimientos, pero que tenía bajo su
jurisdicción a 10 provincias eclesiásticas), para fortuna de la investigación, tanto el
corregimiento como la provincia eclesiástica de Trujillo coinciden territorialmente79.

El obispado trujillano fue creado el 15 de junio de 1577 por el Papa Gregorio XIII,
paralelamente a la diócesis de Arequipa, aunque el Obispado norteño no fue erigido hasta
1609 mediante un Breve del Sumo Pontífice Paulo V. El virrey Marqués de Montesclaros –
con la gestión del Cosmógrafo Mayor del Perú, el Padre Diego Méndez– se encargó de
delimitar este Obispado al norte de Lima. No fue hasta 1616, cuando Trujillo recibió a su
prelado, el dominico Fray Francisco de Cabrera, erigiendo la diócesis el 14 de octubre de
1616; durante su obispado, Cabrera tuvo que hacer frente al terremoto del 14 de febrero de
1619. Pasado los años, en el contexto del terremoto de Trujillo de 1759 quien estaba a cargo
de la diócesis trujillana fue Francisco Javier de Luna Victoria y Castro, quien entró a la
ciudad el 27 de junio de 1759 y su mandato se extendió hasta 177780.

La Catedral de Trujillo es el recinto religioso más importante de la ciudad, fue la primera


edificación sacra que los españoles erigieron en su paso por esa parte de los llanos, en 1540
culminaron el edificio primigenio. En total, la Catedral ha sido construida en tres ocasiones,
siendo la causa principal de dichas reconstrucciones los terremotos que azotaban a la urbe
colonial. 1619 fue el año del primero de los sismos que destruyó la obra arquitectónica
original y que propició su reconstrucción por parte del maestro Blas de Cueva (también
sufrió del embate del sismo de 1635)81.

79
RESTREPO, Daniel, Sociedad y Religión en Trujillo (Perú) 1780-1790, Tomo I, pp. 212-213. BUENO, Cosme,
Geografía del Perú virreinal (Siglo XVIII), p. 49.
80
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 42-52, 64.
LECUANDA, José Ignacio de, “Descripción Geográfica de la Ciudad y Partido de Truxillo”, fol. 41. CASTAÑEDA
MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo XVII”, pp. 173-174.
BUENO, Cosme, Geografía del Perú virreinal (Siglo XVIII), p. 49.
81
MORALES GAMARRA, Ricardo, “La catedral de Trujillo: notas para el análisis de su historia”, p. 24.

56
Para 1647, el Cabildo eclesiástico –en vista de los fuertes terremotos que golpeaban a
Trujillo– encabezó el proyecto de construcción del tercer edificio, este se le encargo primero
al maestro Francisco de Soto Ríos. Esta institución religiosa al parecer no solo buscó
construir un templo resistente, sino también uno embellecido, es decir, que gozara de calidad
arquitectónica y que representara su superioridad sobre los otros recintos religiosos que se
localizaban dentro de la traza urbana. En esa línea el obispo Pedro de Hortega Sotomayor
instó al maestro arquitecto de albañilería Soto Ríos a «[…] que las dos torres que se an de
hacer que sean de mexor obra que la torre de San Agustín […]» y el «[…] crucero de media
naranja con su cornisa mexor y mas hermosa que la que tiene la Compañía de Jesús de esta
ciudad […]». En el acuerdo que llegó el obispo con el maestro se estipuló que la cantidad
para hacer la obra sería de 62000 pesos de a ocho reales, la forma de pago del salario se
concertó en 7000 pesos de a ocho reales cada año82.

Pero, ¿Cómo se encontraba distribuido el edificio catedralicio? ¿Qué materiales se


emplearon en su construcción?. Las dimensiones que se estipuló el 21 de marzo de 1647
para su tercera fábrica fueron de 72 varas de largo y 24 de ancho, en esas medidas no se
consideró el grueso de los arcos –5 en total–, 3 de ellos debían de repartirse en el cuerpo de
la Iglesia, asimismo la capilla mayor –hecha de ladrillo– también tenía arcos toscanos. Se
decidió «[…] dejar en la pared correspondiente al medio de los arcos a cuatro altares
compartidos de acuerdo al trazo de la planta con sus nichos de adobe cocido en forma de
arco». Es interesante notar que en la mezcla utilizada por los indios (en cumplimiento de la
mita supernumeraria) en las paredes fue de distintos materiales, se usó una mezcla de cal,
arena y tierra por dentro, mientas que por encima se colocó «yesso descrivillado», la cal fue
el elemento trascendental de la obra, su mezcla propició una obra con mayor y mejor
resistencia, esto no sucedía con el barro que era vulnerable a la humedad y la eflorescencia
de sales83. Esa es la explicación de que algunos edificios de Trujillo fueron más tenaces y
fuertes a la hora de desencadenarse algún seísmo que otros desdichados inmuebles.

En realidad, la obra catedralicia no fue finalizada por Francisco de Soto Ríos, para Morales
ese hecho se sustenta por el fallecimiento del maestro. Por ende, el Cabildo eclesiástico tenía

82
ARLL, PN, Leg. 148, fols. 630-47, citado por MORALES GAMARRA, Ricardo, “La catedral de Trujillo: notas
para el análisis de su historia”, pp. 29-32.
83
ARLL, PN, Leg. 148, fols. 630-47, citado por MORALES GAMARRA, Ricardo, “La catedral de Trujillo: notas
para el análisis de su historia”, pp. 30-32. Morales detalla las otras partes de la «soberbia iglesia catedralicia»
como la denomina, no solo por la obra ejecutada sino también por los gastos que se utilizaron.

57
que buscar a su reemplazante, el proyecto recayó sobre el maestro de 32 años, Francisco
Balboa, quien se encargó de culminar la Catedral, el tiempo que le tomó finalizarla fue de
dos años (1664-1666), bajo su mando se realizaron tres arcos torales y la bóveda del
presbiterio84.

La figura del obispo se complementó con el del Cabildo eclesiástico si se quiere hablar de la
diócesis como un todo, dicho Cabildo era una suerte de miembros que aconsejaban al obispo
en su gestión, los integrantes fueron: el Deán, el Arcediano, el Chantre, el Maestre de
Escuela, el Tesorero, seis Canonjías, tres Racioneros, dos Capellanes Reales, dos
Epistolarios, el Secretario de Cabildo, el Sacristán Mayor. En esos puestos, las familias más
reputadas de Trujillo colocaron a miembros de sus estirpes por varios motivos: refugio para
los hijos de los vecinos y hacendados locales o por el hecho de extender la red de amistades
sobre otras instituciones, en este caso la Iglesia85.

El clero regular estaba conformado por una serie de órdenes religiosas cuyo fin espiritual era
evangelizar a los indígenas del Nuevo Mundo, en Trujillo se asentaron en la ciudad desde su
fundación. En 1535 los primeros conventos –dominico y franciscano– fueron fundados por
Francisco Pizarro. Al respecto, Castañeda con cierto escepticismo menciona:
«Desconocemos si desde el momento de la fundación se asignó solares para las órdenes
religiosas» además afirma que los franciscanos erigieron su recinto religioso en 1540 y los
dominicos en 1550. Por su parte, los mercedarios erigieron el convento de Nuestra Señora
de las Mercedes, sucesivamente llegaron los agustinos, los jesuitas y los betlemitas quienes
construyeron sus respectivos ambientes religiosos dentro de la traza urbana de Trujillo86,
conjuntamente dichas órdenes concentraban un poder político-económico importante dentro
de la ciudad. En el contexto del terremoto de 1619, prevaleció su posición de no reubicarse
a otra locación porque perjudicaba sus intereses económicos.

84
MORALES GAMARRA, Ricardo, “La catedral de Trujillo: notas para el análisis de su historia”, pp. 24, 32-33.
85
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 50-55.
LECUANDA, José Ignacio de, “Descripción Geográfica de la Ciudad y Partido de Truxillo”, fol. 42. RIZO-
PATRÓN BOYLAN, Paul y Cristóbal ALJOVÍN DE LOSADA, “La élite nobiliaria de Trujillo de 1700 a 1830”, p.
273.
86
GONZAGA, Francisco, De origine Seraphicae Religionis Franciscanae…, p. 1316, citado por CÓRDOVA Y
SALINAS, Diego de, Crónica franciscana de las provincias del Perú, p. 72. CASTAÑEDA MURGA, Juan,
“Indígenas entre españoles. Trujillo del Perú 1534-1619”, p. 9. Consúltese también a FEIJOÓ DE SOSA, Miguel,
Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 66-71. LECUANDA, José Ignacio de,
“Descripción Geográfica de la Ciudad y Partido de Truxillo”, fol. 43.

58
Dentro de la ciudad también se edificaron parroquias de indios, como la de Santa Ana y de
San Sebastián. En todas ellas asistían un cura de indios quien velaba por su cuidado y a cada
una de estas parroquias correspondía dos parcialidades. La calle de Santa Ana (donde se
ubicaba la parroquia del mismo nombre que antes fue parte del antiguo camino inca), se fue
convirtiendo en una zona comercial entre los años de 1561 y 1570, por ello la presencia de
indios fue más notoria. Por ejemplo, esa situación motivó que se instalase en dicha calle un
indio platero llamado Gaspar quien tenía medio solar. En la década de 1590, los alrededores
del hospital de San Sebastián que correspondía a otra parroquia de indios, también se
convirtió en la preferida de los indígenas87. Ambas parroquias probablemente se vieron
afectadas por los terremotos que sucedieron en Trujillo, pero es indispensable conocer si
éstas tuvieron una organización igual que las órdenes religiosas –con su respectiva
infraestructura– para su remodelación.

En Trujillo durante la época colonial se fundaron monasterios, esta necesidad surgió por los
mismos vecinos deseosos de que sus hijas ejerzan la ‘profesión religiosa’ (monjas) en
claustros, impulsaron el desarrollo de los conventos para que las mujeres aprendan las
lecciones religiosas dentro de la ciudad y no distantes a la misma. Ante ello los vecinos
colaboraron con 20 000 pesos para la instalación de Santa María de Gracia de Santa Clara la
Real. En 1663, el obispo don Fray Juan de la Calle y Heredia buscó un centro religioso
alterno al de las Clarisas para acoger a las «[…] tantas cristianas, ávidas de dedicarse, en la
tranquilidad claustral, a la devoción y penitencia», incluso dicho prelado ofreció 2 000 pesos
como donativo para construir la iglesia, luego su financiamiento se extendió a 20 000 pesos;
otro benefactor económico fue el vecino don Juan Antonio Victores de Velasco88.

La cuestión de la construcción de un templo carmelita en Trujillo la heredó el obispo Fray


Jaime de Mimbela, quien buscó en el Monasterio de Carmelitas-Descalzas de Quito a las
religiosas pertinentes para que lo ayudasen en dicho proyecto, debido a que algunas de las
monjas que se encontraron internadas en el recinto religioso se habían visto obligadas a
trasladarse a Quito después de que su oriundo monasterio de Latacunga se viera afectado en

87
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 54-55.
ARLL, PN. Juan de Mata, Leg. 10 [15/09/1568], fol. 30r., citado por CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Indígenas
entre españoles. Trujillo del Perú 1534-1619”, pp. 11 y 13.
88
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 71-73.
MARIÁTEGUI OLIVA, Ricardo, “Una iglesia-relicario: El Carmen de Trujillo”, p. 184.

59
1699 por un terremoto89. Es decir, fue probable que esas monjas hubiesen manejado un
concepto de cómo iniciar una fundación desde los cimientos de un centro de culto dada su
experiencia sísmica.

En 1724 se subsanó el problema de la falta de un monasterio para las mujeres trujillanas


cuando se creó el monasterio de Recoletas Carmelitas de Santa Teresa, cuyas monjas
fundadoras vinieron de la ciudad de Quito. Se observó como el obispo Fray Jaime de
Mimbela pudo conseguir en la ciudad norteña a las personas idóneas para la fundación de
un nuevo monasterio en Trujillo. Entonces fue comprensible la propuesta del Cabildo civil
en diciembre de 1724 cuando ordenó que «[…] con todo el aplauso y celebración y que todos
los vecinos pongan mañana en la noche candeladas y luminarias en las puertas y ventanas»
para agasajar a las monjas en su entrada a la ciudad90.

Continuando con el análisis de las instituciones coloniales, dentro de la administración


pública estaba el corregimiento de Trujillo, comandado por un corregidor quien era la
máxima autoridad judicial y tributaria dentro de sus respectivas circunscripciones
territoriales. Entre 1740 hasta 1784, con el advenimiento de las Intendencias, fue elegido por
el rey; sin embargo, para conseguir este cargo se debía realizar un pago que en Trujillo a
mediados del S. XVIII ascendía aproximadamente a 8,000 pesos. Cuando la persona obtenía
el corregimiento podía recuperar su ‘inversión’ bajo una serie de modalidades entre las que
se encontraban su salario, que oscilaba en 3,240 pesos anuales o con el repartimiento de
mercancías a los indios (el corregidor vendía bajo presión ciertos productos a un precio
impuesto por él)91.

Las familias trujillanas más pudientes buscaron que uno de sus miembros ocupara el cargo
de corregidor por el prestigio que proveía además del poder político y las ventajas
económicas que acarreaba. Esa práctica se remontaba desde los Austrias. En el año de 1755

89
MARIÁTEGUI OLIVA, Ricardo, “Una iglesia-relicario: El Carmen de Trujillo”, p. 184. Velasco mencionó que
el terremoto que devastó Latacunga fue el 29 de junio de 1699 (existe una discusión en torno a la fecha exacta
del sismo, Teodoro Wolf afirmó que fue el 20 de junio de 1698). El movimiento telúrico fue profetizado por
el P. José de Cases en 1692, dando cuenta de los estragos que iba a pasar esa población; la cuestión es que
dicha predicción la realizó en un panegírico en la Iglesia de las Carmelitas Descalzas de Latacunga, recinto
que como se explicó fue devastado y cuyas residentes religiosas tras el sismo se dirigieron a Quito. VELASCO,
Juan de, Historia del Reino de Quito en la América Meridional, pp. 78, 83 y 84. WOLF, Teodoro, Crónica de
los fenómenos volcánicos y terremotos en el Ecuador…, pp. 55 y 90.
90
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 13 [1721-1737], fol. 37v. citado por MARIÁTEGUI OLIVA, Ricardo, “Una
iglesia-relicario: El Carmen de Trujillo”, p. 185.
91
RESTREPO, Daniel, Sociedad y Religión en Trujillo (Perú) 1780-1790, Tomo I, pp. 215-216. FEIJOÓ DE SOSA,
Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 31.

60
se designó dicho cargo al obrajero de Angasmarca, General don Martín de Aranda y de la
Torre, quien pudo asegurar un mercado con la circulación de sus productos manufacturados
e importados. Después de don Martin de Aranda, el puesto de corregidor de Trujillo recayó
sobre Miguel Feijoó de Sosa, sin embargo, éste no era oriundo de Trujillo, había nacido en
Arequipa y tuvo que enfrentarse al desastre ocasionado por el terremoto que afectó en ese
año a gran parte de la jurisdicción norteña a la que estuvo a cargo92.

El gobierno civil de una ciudad recayó sobre los Cabildos seculares, compuestos por una
serie de funcionarios públicos, estos eran dos alcaldes ordinarios, un alcalde provincial y
otro de aguas, también había doce regidores, un escribano. De los regimientos hay cinco
oficios: alférez real, alcalde provincial, depositario general, alguacil mayor y fiel ejecutor.
en esa institución se repetía el interés de las poderosas familias de Trujillo por colocar a sus
parientes en esa gama de cargos que tenían disponibles ocupar, entre ellas destacan los clanes
de Herrera y Vallehermoso, del Risco, Cabero, Moncada, Bracamonte, Zurita, de la Huerta93.

Todos estos burócratas coloniales tenían que manejar adecuadamente sus respectivos
despachos, aunque en situaciones críticas no siempre se enfrentaba con el carácter necesario.
Solo con ver lo que pasó en el Cabildo limeño en el contexto del terremoto de 1746 nos
ofreció una idea de las prioridades de quienes integraban el Cabildo. El virrey Manso de
Velasco observó que la institución resultó ser ineficaz ante la crisis, reuniéndose solo dos
veces tras el sismo. La indolencia llegó a tal punto que los miembros del Cabildo priorizaban
el cobro de las rentas en la ciudad. Para cambiar ese descarnado panorama el Conde de
Superunda decidió reunirse con limeños prominentes (Pedro José Bravo de Lagunas y
Castillas, Pedro José Bravo de Rivero, Diego de Hesles y Francisco de Herboso y Figueroa),
leales a la urbe y para la reconstrucción de la Ciudad de los Reyes94.

Sobre el caso trujillano la situación fue compleja, las sesiones anuales de Cabildo
disminuyeron a inicios del siglo XVII, sus miembros se reunieron 15 veces; mientras que

92
RIZO-PATRÓN BOYLAN, Paul y Cristóbal ALJOVÍN DE LOSADA, “La élite nobiliaria de Trujillo de 1700 a
1830”, pp. 266-267. ARCHIVO REGIONAL DE LA LIBERTAD, Catálogo. Corregimiento de Trujillo 1537-1784,
Tomo I, p. 380. LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, pp. 23, 32-33.
Según Lohmann, Miguel Feijoó de Sosa fue investido como corregidor de Trujillo en 1757, mientras que para
Rizo-Patrón y Aljovín de Losada, dicho funcionario ocupó el cargo en 1759.
93
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 31-32.
RESTREPO, Daniel, Sociedad y Religión en Trujillo (Perú) 1780-1790, Tomo I, p. 216. RIZO-PATRÓN BOYLAN,
Paul y Cristóbal ALJOVÍN DE LOSADA, “La élite nobiliaria de Trujillo de 1700 a 1830”, p. 269.
94
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, pp. 107-108.

61
entre 1755 y 1777 –intervalo en donde se observa la influencia del terremoto de 1759– solo
se ejecutaron 8 sesiones al año. Esa baja considerable se unió a las protestas de las mismas
autoridades por la carencia de fondos para ejecutar obras públicas, para buscar una
explicación, Lavallé señaló que, comparada con el resto de la costa, la urbe fue la que más
se había visto afectada por los desastres naturales95, otro motivo pudo ser la incapacidad de
los regidores para afrontar los continuos desastres. Es decir, la élite trujillana ocupaba los
cargos de la administración pública, pero su gestión pasó casi desapercibida o no fue la
adecuada.

1.2.3. SOCIEDAD

Hay que señalar que el solo hecho de analizar a una sociedad en su conjunto contrae una
serie de datos que cada investigador –según su perspectiva– construye su propio sistema
social que lo diferencian de otros planteamientos, es decir, con algunos matices. Para la
época colonial, la sociedad de Trujillo fue jerarquizada, en general se habla de tres grupos
sociales claramente distinguidos: el español, el indígena y el negro, entre ellos existió una
relación vertical, característica de los dominios ultramarinos de la Corona española, Restrepo
es cauteloso al hablar de la sociedad trujillana, sobre todo del empleo de los términos “raza”
y “casta”, el primero aborda lo genético (blanco, indio y negro) y el segundo lo relaciona
con el estatus legal, cultural y socioeconómico, dentro de esto la Corona trató de dividir a
los actores sociales en dos “Repúblicas”, una la de españoles y otra la de indios cada una
con su propia estructura jurídica96.

Zevallos propuso para el caso trujillano una división social en tres sectores: superior, medio
e inferior, de esa forma, el grupo superior estaba compuesto por los encomenderos y las
familias de los funcionarios de la Corona, es decir, aquellos que pertenecían a la red de
contactos que se formó en la administración colonial, estos fueron: los corregidores, los
alcaldes y los regidores del Cabildo, los miembros del clero, los oficiales de la milicia y de
la Real Hacienda, los hidalgos peninsulares, los criollos y los indios nobles, todos ellos

95
COLEMAN, Katharine, “Provincial Urban Problems: Trujillo, Perú, 1600-1784”. LAVALLÉ, Bernard, “Crisis
agraria y cambios en la relación esclavista: Trujillo (Perú) durante el siglo colonial”, p. 48. GUTIÉRREZ RIVAS,
Julissa, “Esclavitud y mano de obra en la costa norte del virreinato peruano, 1700-1814”, p. 323-324.
96
RESTREPO, Daniel, Sociedad y Religión en Trujillo (Perú) 1780-1790, Tomo I, pp. 135-136. CHAMBERS,
Sarah, De súbdito a ciudadanos: honor, género y política en Arequipa (1780-1854), pp. 55-57.

62
dirigían la vida pública de Trujillo. Por su parte, el sector medio estaba conformado por los
chapetones, los pecheros, los criollos y los mestizos sin origen distinguido, los maestros y
los oficiales de labores artesanales. Finalmente, el tercer grupo –el inferior– fue compuesto
por los indios tributarios (lugareños o forasteros), los negros, los mulatos y los zambos, la
servidumbre y los encargados de oficios menores97.

La sociedad trujillana colonial no debe ser entendida como rígida, sin la capacidad de sus
miembros de ascender en la jerarquía social, dentro de la ciudad se encontraron diversos
casos que permitieron afirmar que la movilización social vertical fue posible98; bajo esta
línea está la postura de Castañeda, quien señala que existió una convivencia cotidiana entre
indígenas y españoles, eso se refleja en que los nativos tenían solares dentro de la traza
urbana, luego fueron considerados vecinos de Trujillo, incluso estuvieron vinculados en el
ámbito comercial administrando tiendas cerca de la ‘conversación’ (plaza), de esa forma los
indígenas adoptaron la cultura ibérica transformándose en ladinos, incluso comenzaron a
vestirse a la usanza hispánica (los objetos suntuarios que usaban fueron occidentales),
mientras que otros mantenían la costumbre nativa en la forma de vestir. Ese contexto
planteado en el Trujillo colonial fue inusual en otras sociedades hispanoamericanas,
generalmente los indígenas estaban confinados a las periferias de las urbes, en Lima vivían
en el barrio de Santiago del Cercado99. Fue probable que la convivencia social en cuestión
se halla reforzado con el correr del tiempo, sobreviviendo hasta el siglo XVIII, ya que
Trujillo poco a poco concentró el poder geopolítico del norte –a pesar del florecimiento de
Saña– que se fue consolidando progresivamente.

La demografía trujillana fue variando a través del virreinato. Según Feijoó de Sosa, para el
año de 1551 existieron 8’285,000 indios en el Perú, a dicha cifra llegaron los miembros de
la Real Comisión, el arzobispo de Lima, don Fray Gerónimo de Loayza; el oidor, don Andrés
Siancas; el fray de la Orden de Predicadores, Domingo de Santo Tomás, cabe señalar que
las cifras de los nativos durante los primeros años de la colonia es un asunto que se discute

97
ZEVALLOS QUIÑONES, Jorge, Semblanza histórica de Trujillo durante el Virreynato (1534-1820), p. 23,
citado por CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo
XVII”, p. 167.
98
RESTREPO, Daniel, Sociedad y Religión en Trujillo (Perú) 1780-1790, Tomo I, p. 136.
99
CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo XVII”, p.
165. CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Indígenas entre españoles. Trujillo del Perú 1534-1619”, pp. 1-15.

63
historiográficamente por la complejidad y por las distintas posiciones de los investigadores
sociales al respecto100.

Para tener conocimiento de la primera noticia acerca de los habitantes trujillanos en la


colonia, el historiador tiene que remontarse hasta las visitas que realizaron dos ‘censos’, uno
en 1575, con 4,109 individuos, y el otro de 1604 de 3,264 personas 101; para el año de 1760,
se calculó que 9,289 individuos habitaban la ciudad102; gracias a los datos recogidos en 1785
por el obispo Martínez Compañón, se sabe que existió una población de 5,000 personas
aproximadamente en la ciudad de Trujillo (denominado por Restrepo como el núcleo
administrativo)103; mientras que Hipólito Unanue calculó en 1793 a 5,790 individuos; por
último, a inicios de la república, Robert Proctor asumió que para 1823 existieron unos 10,000
habitantes dentro de la urbe norteña104, totalmente lejano de los 4,600 que arroja otra fuente
en 1824105 (Ver Figura N° 6). Todas las cifras son referencia de cada época que ha vivido
Trujillo en la colonia hasta inicios de la república, desafortunadamente no se tiene una
contabilidad de la población total previa al terremoto de 1759 para compararla con la que
realizó Feijoó en 1760, aunque es revelador el dato que Cook recoge de los planteamientos
de Sánchez-Albornoz referente a los indios forasteros y originarios para el año de 1754,
existieron 12,788 (70%) indios originarios y 5,387 (30%) indios forasteros haciendo un total
de 18.175 indios106 (Ver Tabla N° 8).

100
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 28-29.
Consúltese COOK, Noble David, La catástrofe demográfica andina.
101
GARCÍA IRIGOYEN, CARLOS, Monografía de la Diócesis de Trujillo, Tomo II, p. 9. CASTAÑEDA MURGA,
Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo XVII”, p. 164. Haciendo una
revisión de los informes publicados por Coleman, Cook menciona que el corregidor, Felipe de Lazcano, el 22
de febrero de 1604, probablemente no haya hecho exactamente un “censo”, sino que realizó un resumen de
datos obtenidos anteriormente de tiempos del virrey Toledo. COLEMAN, Katharine, “Provincial Urban
Problems: Trujillo, Perú, 1600-1784”, pp. 376-379. COOK, Noble David, La catástrofe demográfica andina, p.
194.
102
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 29-31.
GARCÍA IRIGOYEN, CARLOS, Monografía de la Diócesis de Trujillo, Tomo II, p. 10. En la misma monografía
se colocó incorrectamente que la cantidad en cuestión pertenece al año de 1701. CASTAÑEDA MURGA, Juan,
“Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo XVII”, p. 166. Castañeda redondeó la
cantidad a 9,000 individuos.
103
RESTREPO, Daniel, Sociedad y Religión en Trujillo (Perú) 1780-1790, Tomo I, p. 171.
104
RIZO-PATRÓN BOYLAN, Paul y Cristóbal ALJOVÍN DE LOSADA, “La élite nobiliaria de Trujillo de 1700 a
1830”, pp. 243-244.
105
GARCÍA IRIGOYEN, CARLOS, Monografía de la Diócesis de Trujillo, Tomo II, p. 10.
106
COOK, Noble David, La catástrofe demográfica andina, p. 137.

64
FIGURA N° 6
DEMOGRAFÍA DE TRUJILLO EN LA COLONIA Y EN LA REPÚBLICA
TEMPRANA

FUENTE: Elaboración propia a partir de FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y
provincia de Trujillo del Perú. Madrid: Imprenta del Real y Supremo Consejo de las Indias 1763, pp. 29-31.
GARCÍA IRIGOYEN, Carlos, Monografía de la Diócesis de Trujillo, Tomo II. Trujillo: Imprenta Diocesana 1931,
pp. 9-10. COLEMAN, Katharine, “Provincial Urban Problems: Trujillo, Perú, 1600-1784”. En David J.
ROBINSON (editor). Social Fabric and Spatial Structure in Colonial Latin America. Michigan: University
Microfilms International, for the Department of Geography, Syracuse University 1979, pp. 376-379.
RESTREPO, Daniel, Sociedad y Religión en Trujillo (Perú) 1780-1790, Tomo I. Bilbao: Servicio Central de
Publicaciones del Gobierno Vasco 1992, p. 171. CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la
Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo XVII”. En Hiroyasu TOMOEDA y Luis MILLONES (editores). La tradición
andina en tiempos modernos. Osaka: National Museum of Ethnology 1996, pp. 164-166. RIZO-PATRÓN
BOYLAN, Paul y Cristóbal ALJOVÍN DE LOSADA, “La élite nobiliaria de Trujillo de 1700 a 1830”. En Scarlett
O’PHELAN GODOY e Yves SAINT-GEOURS. El Norte en la Historia Regional. Siglos XVIII-XIX. Lima: Instituto
Francés de Estudios Andinos 1998, pp. 243-244. COOK, Noble David, La catástrofe demográfica andina. Javier
FLORES ESPINOZA (traductor). Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú 2010, p.
194.

65
La élite trujillana cumplió un rol trascendental al momento de reconstruir la ciudad no solo
desde sus cimientos sino también las redes económicas (comerciales) que se venía
construyendo desde los inicios de la colonia, tal como lo señala Aldana, este grupo poderoso
además de ser los grandes hacendados, son –a su vez– los grandes comerciantes de la ciudad
y las principales autoridades de la misma ya que se entrometían en la política regional y local

como corregidores y alcaldes respectivamente dentro de Trujillo, por ende estos grandes
señores del Trujillo colonial, en lo económico, se vieron damnificados no solo por sus
propiedades sino también por los bajos réditos que van a conseguir en ese tiempo crítico;
esta élite norteña paso una etapa de transmutación a lo largo del siglo XVIII con la llegada
de españoles advenedizos al virreinato, que en su afán de hacerse de un nombre, buscaron
formar redes sociales con los antiguos clanes de la ciudad. A pesar de ello, Trujillo mantuvo
el dominio en el norte colonial, dentro de estos nuevos peninsulares se encontraban los
Tinoco y Merino, Ganoza y Cañas, de la Vega y Solís, Caceda y Bracamonte, Corral y
Aranda y Matos y Risco, mientras que la antigua aristocracia trujillana estaba conformada
por los Lizarzaburu, Larrea, del Risco, Moncada Galindo, Bracamonte107.

Varios de los antes mencionados, concentraron un poder económico que se reflejan en las
redes comerciales que habían construido desde antaño; estas se extendieron hasta Santiago
de Chile por el sur; hasta Panamá, Nicaragua, México, Jamaica y Cuba por el norte –en este
caso de Centroamérica y el Caribe. Interpretando a Aldana, fueron los norteños en general
quienes armaron esta red comercial, fue factible que, dentro de estos, estén los comerciantes
trujillanos– y hasta Cádiz en la metrópoli, exportando productos como el azúcar, fue allí
donde apareció la figura de don Juan José de Herrera y Zarzosa, el primer marqués de
Herrera y Vallehermoso quien fue el hombre más poderoso en la primera mitad de la centuria
dieciochesca en Trujillo108.

Es claro el poder adquisitivo de la élite trujillana, pero dentro de un marco caótico, el


populacho sobrellevó el desastre de una manera diferente, así para realizar intercambios
mercantiles dentro de la ciudad de Trujillo la práctica del trueque en la gente pobre se

107
ALDANA RIVERA, Susana, “Orden y desorden: región y ciudad entre el virreinato y la república. Trujillo del
Perú”, p. 109. RIZO-PATRÓN BOYLAN, Paul y Cristóbal ALJOVÍN DE LOSADA, “La élite nobiliaria de Trujillo
de 1700 a 1830”, pp. 250-256.
108
ALDANA RIVERA, Susana, “Orden y desorden: región y ciudad entre el virreinato y la república. Trujillo del
Perú”, pp. 94, 95. RIZO-PATRÓN BOYLAN, Paul y Cristóbal ALJOVÍN DE LOSADA, “La élite nobiliaria de Trujillo
de 1700 a 1830”, pp. 250-256.

66
mantenía, tal como lo manifestó el viajero inglés Henry Lister –en tiempos de la república
temprana (1827)– el europeo mencionó que la poca cantidad de monedas que circulaban
dentro de la ciudad conllevó a que un real de huevos tenga el valor de un real (moneda de
cobre) de esa forma se podía adquirir otros productos como hortalizas. Elizabeth Hernández
reconoce que esa práctica fue cotidiana tanto en el mundo urbano como en el rural109, es
decir, los sectores sociales menos favorecidos económicamente tuvieron que ingeniárselas
para salir adelante, si en tiempos normales su situación era vulnerable, en períodos
calamitosos su realidad se agravaba mucha más.

1.3. LOS TERREMOTOS DE TRUJILLO DURANTE LA COLONIA

Trujillo concentró el poder del norte del virreinato del Perú, fue sede de la Caja Real, con
jurisdicción sobre Saña, Piura, Cajamarca y Chachapoyas110. Por ello cualquier evento que
se haya desatado en sus límites, repercutió tanto interna como externamente en distintos
ámbitos (políticos, económicos y socio-culturales). A lo largo de la historia de Trujillo
existieron varios terremotos, para la época colonial historiográficamente se conocen los
movimientos telúricos de 1619, de 1725 y de 1759, aunque existen otros que
esporádicamente se mencionan sobre su existencia, los cuales fueron los ‘sismos’ del 29 de
febrero de 1635111, del 2 de febrero de 1803112 y de 1816.

Por otra parte, hay otros sismos cuyo epicentro fueron ajenos al espacio trujillano pero que
repercutieron en dicha ciudad. Tal fue el caso del terremoto limeño de 1586; que, según el
testimonio del Virrey de la época, don Fernando Torres de Portugal, Conde del Villar el
terremoto del miércoles 9 de julio fue de tal extensión (aproximadamente 1000 km.) que se
propagó «a lo largo de la costa, desde Trujillo a Caravelí. En el interior fue sentido en
Huánuco, en el Cuzco y, posiblemente en otros lugares intermedios. Por 60 días continuos
quedó temblando la tierra en Lima»113. La situación impactante se repitió en los terremotos

109
LISTER MAW, Henry, “Travesía del Pacífico al Atlántico cruzando los Andes por las Provincias
Septentrionales del Perú en 1827”, p. 148, citado por HERNÁNDEZ GARCÍA, Elizabeth, “Articulación y
diversificación de la economía del norte en la colonia tardía (1750-1824)”, p. 122.
110
COLEGIO DE ARQUITECTOS DEL PERÚ. LA LIBERTAD, Trujillo. Guía de arquitectura y ciudad, p. 29.
111
COLEGIO DE ARQUITECTOS DEL PERÚ. LA LIBERTAD, Trujillo. Guía de arquitectura y ciudad, p. 33.
MORALES GAMARRA, Ricardo, “La catedral de Trujillo: notas para el análisis de su historia”, p. 24.
112
MORALES GAMARRA, Ricardo, “La catedral de Trujillo: notas para el análisis de su historia”, p. 40.
113
SILGADO FERRO, Enrique, Historia de los sismos más notables ocurridos en el Perú (1513-1974), p. 19.

67
de 1687, cuando el 20 de octubre Lima fue sorprendida por movimientos telúricos, el
primero a las 4:15 y otro a las 5:30. Este último produjo un tsunami, que afectó el área
comprendido entre Chancay y Arequipa, mientras que en Trujillo solo fue percibido como
un ruido que no conllevo conmoción ni contratiempos a la comunidad norteña114.

1.3.1. EL TERREMOTO DE “SAN VALENTÍN”, 1619

Tras 85 años de fundación, el jueves 14 de febrero de 1619, día del «Glorioso San Valentín»,
a las 11: 30 de la mañana, Trujillo sufrió un terremoto de gran magnitud 115. Según Antonio
de la Calancha éste duró «un breve credo»116, mientras que para Feijoó de Sosa –más de un
siglo más tarde– mencionó que «en menos de un minuto derribó todos sus edificios» 117 de
la ciudad. Por su parte, Silgado Ferro calculó que las coordenadas del epicentro
aproximadamente fueron: latitud sur, 8.0 y longitud oeste, 79.2; mientras que la magnitud
fue de 7.8118 (Ver Tabla N° 1). Así mismo, Seiner calculó que el terremoto tuvo una
magnitud de 7.4 (escala Mercalli)119 (Ver Tabla N° 9). El movimiento telúrico se expandió
en un cuarto de hora más de 500 leguas en dirección norte-sur, mientras que de este-oeste
llegó a sentirse en 60 leguas120, el radio del impacto fue significativo no solo en la ciudad
sino también porque en la sierra se sintió el sismo –no logró sentirse en Lima– la destrucción
se extendió hasta las Villas de Saña por el norte y de Santa por el sur121.

114
SILGADO FERRO, Enrique, Historia de los sismos más notables ocurridos en el Perú (1513-1974), p. 26.
115
CALANCHA, Antonio de la, Crónica moralizada del Orden de San Agustín, p. 489. FEIJOÓ DE SOSA, Miguel,
Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 137. Cabe señalar que para Cosme
BUENO y José Ignacio de LECUANDA, el terremoto que se va a analizar sucedió tres años antes del fijado por la
historiografía, es decir, para estos dos personajes el sismo fue en 1616. BUENO, Cosme, Geografía del Perú
virreinal (Siglo XVIII), p. 50. LECUANDA, José Ignacio de, “Descripción Geográfica de la Ciudad y Partido de
Truxillo”, fol. 40.
116
CALANCHA, Antonio de la, Crónica moralizada del Orden de San Agustín, p. 489.
117
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 137.
118
Entiéndase “magnitud” instrumental como un concepto que se usa para determinar el tamaño o grandor de
un terremoto. SILGADO FERRO, Enrique, Historia de los sismos más notables ocurridos en el Perú (1513-1974),
p. 127.
119
SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Estudios de historia medioambiental. Perú, siglos XVI-XX, p. 19.
120
, Crónica moralizada del Orden de San Agustín, p. 489. FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de
la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 138. SILGADO FERRO, Enrique, Historia de los sismos más
notables ocurridos en el Perú (1513-1974), p. 22. Este último mencionó incorrectamente que Calancha estimó
300 leguas de dirección norte-sur, siendo 500 según el agustino.
121
SILGADO FERRO, Enrique, Historia de los sismos más notables ocurridos en el Perú (1513-1974), pp. 21-
22.

68
TABLA N° 1
SISMOS MÁS DESTRUCTIVOS EN EL PERÚ (SIGLOS XVI-XIX)

Epicentro
Hora aproximado
Fecha Lugar Magnitud
local
Lat. S Long. W

22/enero/1582 11:30 16.3 73.3 Costa Dpto. de Arequipa 7.9

09/julio/1586 19:30 12.2 77.7 Costa Dpto. de Lima 8.1

24/noviembre/1604 13:30 18.0 71.5 Costa de Moquegua y Tacna 8.4

14/febrero/1619 11:30 8.0 79.2 Costa de Trujillo 7.8

31/marzo/1650 14:00 13.8 72.0 Cuzco 7.2

13/noviembre/1655 14:38 12.0 77.4 Frente Isla San Lorenzo 7.4

12/mayo/1664 04:15 14.0 76.0 Ica 7.8

20/octubre/1687 05:30 13.0 77.5 Costa Sur Dpto. de Lima 8.2

28/octubre/1746 22:30 11.6 77.5 Costa Norte Dpto. de Lima 8.4

13/mayo/1784 07:36 16.5 72.0 Costa de Arequipa 8.0

07/diciembre/1806 18:00 12.0 78.0 Frente Pto. de Callao -.-

10/julio/1821 13:00 16.0 73.0 Costa de Arequipa 7.9

13/agosto/1868 16:45 18.5 71.2 Costa de Tacna 8.6

09/mayo/1877 20:28 19.5 71.0 Costa Sur de Arica -.-

FUENTE: SILGADO FERRO, Enrique, Historia de los sismos más notables ocurridos en el Perú (1513-1974).
Lima: Instituto de Geología y Minería 1978, p. 127.

69
La infraestructura urbana sufrió daños irreversibles, demolió los edificios desde sus
cimientos, es resaltante el testimonio del Prior del convento agustiniano, Antonio de la
Calancha, quien mencionó que…

[…] el temblor arruinó desde los Templos más fortalecidos hasta los edificios más livianos, no
valiendo la fortaleza para hacerle resistencia, ni la cal y canto para oponerse a un soplo de viento,
oscureciese el aire con la polvareda; el terror desalentó los ánimos, y el miedo cortó los bríos, con que
se vio en medio del día lo confuso, lo tenebroso y lo espantable de un fracaso, cuando sucede entre
los horrores de la noche122.

Las fuentes documentales coinciden en un caso, el terremoto de 1619 fue uno de los de
mayor magnitud hasta esa época, según las estadísticas antes señaladas; sin embargo, hay
quienes afirman que la ciudad quedó totalmente destruida mientras que otros testimonios
mencionan que Trujillo fue parcialmente afectado. Respecto a las edificaciones religiosas –
infraestructura usada por los europeos para facilitar la catequización en el Nuevo Mundo–,
Feijoó de Sosa sostuvo que algunas paredes y muros de las Iglesias lograron salvarse, y
Lecuanda siguiendo la misma línea comentó que los recintos de la Orden de San Agustín
consiguieron salir ilesos, como la torre de la Iglesia y una parte de la fachada con muros
almenados del convento. Sin embargo, para Córdova y Salinas, el terremoto fue tan
espantoso que «no dejó edificio de casa ni de iglesia» –su postura estuvo ligada con la
predicción hecha por el franciscano Solano–; para los hermanos Vega Cárdenas, el paisaje
urbano fue afectado totalmente por aquel terremoto destruyendo las edificaciones religiosas
entre ellas la Iglesia Mayor (Catedral), los conventos y templos de Santo Domingo, San
Francisco, San Agustín, La Merced y Santa Clara123.

En la sierra, las relaciones de la época mencionaron que el terremoto «abrió montes,


despedazó cerros, rompió en varias partes profundas cavas, escupiendo los ríos que
subterráneos corrían al mar, lagunas de aguas por las bocas grandes que hacían las roturas124.
Esta idea fue seguida y/o complementada por Feijoó, ya que tras el terremoto las
enfermedades se hicieron presente «por haberse infectado el aire con las muchas aperturas
de la tierra», tanto en la costa como en la sierra «vomitando de sus senos un material viscoso

122
CALANCHA, Antonio de la, Crónica moralizada del Orden de San Agustín, p. 489.
123
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 138.
LECUANDA, José Ignacio de, “Descripción Geográfica de la Ciudad y Partido de Truxillo”, fol. 40. CASTAÑEDA
MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo XVII”, p. 160. CÓRDOVA
Y SALINAS, Diego de, Crónica franciscana de las provincias del Perú, p. 542. VEGA CÁRDENAS, Miguel Adolfo
y Carlos Alberto VEGA CÁRDENAS, “Historia del abastecimiento de agua a la ciudad de Trujillo del Perú”, p.
96.
124
CALANCHA, Antonio de la, Crónica moralizada del Orden de San Agustín, p. 489.

70
y pestilencial, envuelto en una agua gredosa»125. Es decir, acorde al planteamiento que
realizó el corregidor, se puede decir que existió una suerte de efecto dominó, primero se
desató el terremoto, luego el ambiente fue infectado (el aire y el agua, esta última arenosa),
después las enfermedades se propagaron, provocando que la salud del poblador fuese
afectada. Las enfermedades se relacionan con lo que señaló Lastres, que en 1619 la ciudad
fue azotada por la peste bubónica; sobre el tema, Cook afirma que existieron una gran
cantidad de ratas, aunque cuestiona la ocurrencia de un brote de la peste en la urbe126.

Se estima que aquel día del sismo de 1619, aproximadamente 350 personas perdieron la vida
y los que ‘sobrevivieron’ se encontraban en un estado crítico, bajo las ruinas de la ciudad
estaban «sepultados gran multitud de hombres y mujeres de toda edad», donde se oían
«gemidos debajo de la tierra, y por no saber adónde se daban, o por no tener ayuda con qué
se buscasen, gemían a voces los vivos, viendo el dolor de no poder socorrer a los sepultados».
El sentimiento agónico que se representó en ese testimonio fue un común denominador en
eventos de esa naturaleza que afecta a todos, sin considerar el sector social al cual se
pertenecía ni la situación económica ni nada de otra índole127.

Tras el terremoto, los heridos al ser socorridos de los escombros se encontraron con un
panorama desalentador ya que no existía quién les cure sus lesiones, aumentando el número
de muertos, mientras que otros quedaron lisiados. La oscuridad de la noche perjudicó la
búsqueda, incrementando la tasa de mortalidad. Los fallecidos fueron enterrados juntos (de
dos o de tres) en los cementerios y claustros porque las Iglesias estaban destruidas128. Se
rompieron con las tradiciones –la concepción de la muerte y los ritos católicos fueron
desestimados por el panorama caótico en la que se encontraba la ciudad– y se reitera que un
título nobiliario no era garantía para ser tratado acorde a los cánones coloniales «en vez de
ataúdes los llevaban, aunque fuesen nobles, en escaleras, en fregadas, o en bateas, no avía
campana con qué tañer a doble, ni Cura, Monezillo, ni Sacristán que acompañase a cada
difunto; cada quien hacía un hoyo, y enterraba sus muertos»129.

125
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 138.
126
LASTRES, Juan B., Historia de la medicina peruana, p. 180, citado por COOK, Noble David, La catástrofe
demográfica andina, p. 111. CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del
Perú en el siglo XVII”, p. 166.
127
CÓRDOVA Y SALINAS, Diego de, Crónica franciscana de las provincias del Perú, p. 542.
128
Entiéndase “cementerio” como las criptas de la iglesia. Conversación personal con Juan Castañeda el 23 de
septiembre del 2019 en la Universidad Nacional de Trujillo, Perú.
129
CALANCHA, Antonio de la, Crónica moralizada del Orden de San Agustín, p. 489.

71
Después de sucedido el terremoto, se instaló un dilema en Trujillo, cuya incorrecta solución
hubiese modificado el devenir de la importante ciudad colonial, se discutió si la urbe debía
ser reubicada a otro lugar por el panorama desolador y destructor que había dejado el sismo
o mantenerla en el mismo sitio, es preciso señalar que tras el terremoto se sintieron réplicas
(entre una, dos o tres veces por hora durante quince días), es claro que esos factores alentaron
a parte de los vecinos a acoger la idea del traslado de la ciudad, el 23 de febrero de 1619
algunos de ellos optaron por informar al virrey, Príncipe de Esquilache, la propuesta de
asentarse en otro lugar, tras ello el virrey designó al obispo Fray Francisco Cabrera, al
corregidor don Luis de Esquivel y a los vecinos feudatarios don Francisco Merino Ferrer y
don Juan de Avendaño y Gamboa para que «acuerden y resuelven y determinen lo que mas
convenga a la restauración de la república y si les pareciese que se mude a otro sitio, tomarán
acuerdo en razón dello», aunque el virrey recomendó de que si se mudase a otro lado la
ciudad, el nuevo emplazamiento no debía estar alejada, el suelo no tenía que ser arenoso, el
agua debía ser accesible a los habitantes. En última instancia, teniendo en cuenta las
recomendaciones, el Cabildo trujillano decidió reubicar la ciudad en la zona de San Juan de
Miraflores130.

Miraflores nunca pudo florecer como el “nuevo Trujillo”, porque el proyecto urbanístico –a
pesar de dictarse ordenanzas para movilizar mitayos de todo el corregimiento para construir
el nuevo emplazamiento– no llegó a concretizarse por la oposición de las órdenes religiosas,
que percibían censos gravados sobre los inmuebles. De haberse efectuado el cambio de
locación hubiese significado empezar de cero para algunas órdenes, además se optó dar un
lapso de tiempo para que las deudas puedan ser pagadas posteriormente, es decir, la
comunidad tenía una prioridad, enfocarse en la reconstrucción de la ciudad que se encontraba
en ruinas131.

El 22 de mayo de 1619 mediante un Decreto del Real y Superior Gobierno, algunos vecinos
retomaron la postura de la reubicación, instando al virrey a que aceptara. Sin embargo, en
ese segundo intento la propuesta fue rechazada por que en las inmediaciones y en mayores

130
ARLL, Ca., L.A., Leg. 5, provisión inserta en la sesión del 11 de junio de 1619, citado por CASTAÑEDA
MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo XVII”, p. 161. VEGA
CÁRDENAS, Miguel Adolfo y Carlos Alberto VEGA CÁRDENAS, “Historia del abastecimiento de agua a la
ciudad de Trujillo del Perú”, p. 96.
131
COLEGIO DE ARQUITECTOS DEL PERÚ. LA LIBERTAD, Trujillo. Guía de arquitectura y ciudad, p. 30. VEGA
CÁRDENAS, Miguel Adolfo y Carlos Alberto VEGA CÁRDENAS, “Historia del abastecimiento de agua a la
ciudad de Trujillo del Perú”, p. 96.

72
distancias de Trujillo, no existían las condiciones favorables para evitar que otro evento de
tal magnitud afectase la “nueva” ciudad132. El virrey al enterarse del fatal suceso ayudó
económicamente a Trujillo con 10 000 pesos en alimento y vestuario, dicha cantidad se
dividió en 4 000 pesos destinados a los pobres de la ciudad, mientras que los 6 000 pesos
restantes se prestarían a quien los devolviera a la Caja Real. Además, el Príncipe de
Esquilache determinó que, de las cajas reales de los corregimientos de Cajamarca,
Conchucos y Guailas, se otorgue a préstamo la cantidad de 30 000 pesos; para los vecinos y
habitantes de Trujillo les eximió del pago al impuesto de la alcabala 133. Para fines de la
reconstrucción de la ciudad se enviaron 800 mitayos, la mitad de ellos -400 mitayos- eran
de origen serrano quienes descendían en los meses de invierno, mientras que los otros
mitayos –de los llanos– trabajaron en los meses de verano134 (Ver Tabla N° 2 y 3).

En aquel entonces, el obispo de la diócesis de Trujillo era don Fray Francisco Cabrera, de la
Orden de los Dominicos, durante su gobierno que duró tres años, un mes y veintidós días, se
encargó de recomponer la Iglesia que estaba bajo su mando, para ello decidió trasladar la
sede episcopal al pueblo de indios de Lambayeque el 27 de marzo de 1619. Sin embargo, no
fue hasta el obispado de su sucesor, Carlos Marcelo Corne –natural de Trujillo e hijo del
maestro de latín Diego del Canto Corne– donde se efectuó la reconstrucción de forma más
concreta, de esa forma el obispo restituyó la sede en Trujillo en marzo de 1622, la Iglesia
matriz funcionaba en una ramada construida en la plaza mayor, ya que el anterior sitio donde
se ubicaba la antigua Iglesia era una montaña de escombros, entonces se decidió limpiar y
allanar este lugar, además de adquirir un espacio más amplio en el frontis de la plaza de la
ciudad con el fin de ampliar el edificio fue entonces que se compró a 800 pesos la casa del
mercader Juan Rafael Olivito, de esa forma se reconstruyó la Iglesia desde sus cimientos135.

Dentro de las manifestaciones religiosas que se desarrollaron en la urbe tras el sismo destacó
la figura de San Valentín, quien fue nombrado por la ciudad como su Patrón para que la

132
CALANCHA, Antonio de la, Crónica moralizada del Orden de San Agustín, p. 490. FEIJOÓ DE SOSA, Miguel,
Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 139.
133
ART, Ca., L.A., Leg. 5, sesión del 30 de diciembre de 1619. LÓPEZ DE CARAVANTES, Francisco, Noticia
general del Perú, citado por CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del
Perú en el siglo XVII”, p. 161.
134
CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo XVII”, p.
161.
135
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 59.
CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo XVII”, p.
174.

73
TABLA N° 2
INDIOS PROCEDENTES DE LOS LLANOS

Lugar de procedencia N° de mitayos

Chimo y Chicama 67

Guañape y Chao 12

Paiján 10

San Pedro de Lloc y Jequetepeque 45

Chepén 13

Yllimo 56

Tucome 78

Chiclayo y Collique 33

Cherrepe 28

Ferriñife 29

Mocupe 29

FUENTE: CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo
XVII”. En Hiroyasu TOMOEDA y Luis MILLONES (editores). La tradición andina en tiempos modernos. Osaka:
National Museum of Ethnology 1996, p. 161.

74
TABLA N° 3
INDIOS PROCEDENTES DE LA SIERRA

Lugar de procedencia N° de mitayos

Caxamarca 180

Guamachuco 83

Conchucos 137

FUENTE: CASTAÑEDA MURGA, Juan, “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo
XVII”. En Hiroyasu TOMOEDA y Luis MILLONES (editores). La tradición andina en tiempos modernos. Osaka:
National Museum of Ethnology 1996, p. 162.

resguarde ante posibles terremotos venideros. Los miembros de los Cabildos laico y
eclesiástico asistieron a la misa y al sermón que se efectuó en aquel entonces, cabe señalar
que las campanas no se oyeron por cinco días debido a que se habían caído y/o quebrado;
otro rasgo importante fueron las procesiones, incluso el mismo día del sismo, San Valentín
fue llevado en procesión por toda la plaza como símbolo para aplacar la ira divina136.

Arthur Quesada al analizar la economía trujillana del siglo XVII a partir del estudio de los
pulperos y sus pulperías, brinda una perspectiva de como afectó el terremoto a este grupo
socio-económico y –dentro de sus límites– se puede aplicar para ver el panorama económico
de Trujillo en esos años posteriores al sismo. Por sesión ordinaria de Cabildo, el 22 de
diciembre de 1620, se pudo conocer que dentro de la ciudad operaron 20 pulperías, pero la
cantidad de consumidores en las mismas es desconocida ya que –según Quesada– no existen
registro de la población trujillana en ese entonces por el desastre ocurrido el año anterior137.
En 1622, las pulperías fueron obligadas –ya se habían reducido a 12, de las cuales cuatro se

136
CALANCHA, Antonio de la, Crónica moralizada del Orden de San Agustín, p. 490. FEIJOÓ DE SOSA, Miguel,
Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 139-140.
137
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 5 [1612-1619], fol. 452v., citado por QUESADA ZUMARÁN, Arthur,
“Pulperos y pulperías en la ciudad de Trujillo (Siglo XVII)”, p. 31.

75
ubicaron en la plaza mayor y las otras ocho diseminadas por el resto de la ciudad138– a pagar
un impuesto para asistir económicamente a los vecinos trujillanos, la fórmula para
restablecer el sistema colonial en la ciudad fue a través de los impuestos que pagaban los
pulperos, que permitió el acrecentamiento de las cajas de ahorro que, finalmente, por gestión
de las respectivas autoridades socorrieron a los vecinos139.

1.3.2. EL TERREMOTO DEL DÍA DE LOS REYES, 1725

Poco más de un siglo después del primer gran terremoto que sufrió Trujillo, la urbe se vio
nuevamente en una situación crítica cuando el 6 de enero de 1725 a las 11: 15 de la mañana
otro terremoto causó estragos en la ciudad norteña del virreinato peruano. La data –acorde
al “calendario católico”– permitió que el terremoto sea conocido como el Temblor del día
de los Reyes ya que se celebró una jornada más de la Pascua de Reyes140.

El sismo fue catalogado por Lizardo Seiner como un “gran terremoto”; se extendió por las
regiones que actualmente se conocen con el nombre de La Libertad, Áncash y Lima, además
se sintió en poblados de la sierra central, según refiere el virrey José de Armendáriz, primer
Marqués de Castelfuerte, el movimiento telúrico afectó a 23 poblados141 (Ver Tabla N° 4 y
10). Se presume que el término: “gran terremoto” fue aplicado por Seiner para referirse al
radio de impacto del sismo, que según las indagaciones fue extendido, por ejemplo, en el
pueblo de Ancash, cercano a Yungay, fallecieron 1500 personas debido a la rotura de una
laguna glaciar en los nevados de la Cordillera Blanca, ese cerro de nieve al desplomarse
provocó la inundación del referido pueblo ubicado en la provincia de Huaylas. Además, solo

138
. ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 5 [1612-1619], fol. 501r., citado por QUESADA ZUMARÁN, Arthur,
“Pulperos y pulperías en la ciudad de Trujillo (Siglo XVII)”, p. 39.
139
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 5 [1612-1619], fol. 501r., citado por QUESADA ZUMARÁN, Arthur,
“Pulperos y pulperías en la ciudad de Trujillo (Siglo XVII)”, p. 32.
140
La hora estipulada por Feijoó (once y cuarto del día) dista de la propuesta por Silgado, éste último menciona
que el sismo se llevó a cabo a las 23:25. FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia
de Trujillo del Perú, p. 140. SILGADO FERRO, Enrique, Historia de los sismos más notables ocurridos en el
Perú (1513-1974), p. 27. BARRENECHEA, Juan de, “Recopilación de los terremotos más memorables que ha
habido en esta América Austral y Europa (…)”, p. XII, citado por SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Historia de los
sismos en el Perú. Catálogo: Siglos XVIII-XIX, p. 95.
141
SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Estudios de historia medioambiental. Perú, siglos XVI-XX, p. 28. Historia de
los sismos en el Perú. Catálogo: Siglos XVIII-XIX, p. 92, ver nota al pie n° 25. FEIJOÓ DE SOSA, Miguel,
Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 140. SILGADO FERRO, Enrique, Historia
de los sismos más notables ocurridos en el Perú (1513-1974), p. 27.

76
TABLA N° 4
SISMOS REGISTRADOS EN EL PERÚ EN ENERO DE 1725

Índice de Hora
N.° Año Mes Día Duración Ciudad Departamento
Confiabilidad local

171 4 1725 enero 6 11.15 s/d Lima Lima

171a 4 1725 enero 6 11.15 s/d Trujillo Trujillo

171b 4 1725 enero 6 11.15 s/d Áncash Áncash

172 3 1725 enero 6 13.30 s/d Lima Lima

173 3 1725 enero 8 08.00 s/d Arequipa Arequipa

FUENTE: SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Historia de los sismos en el Perú. Catálogo: Siglos XVIII-XIX. Lima:
Fondo Editorial de la Universidad de Lima 2016, p. 92.

dos días después –8 de enero– a las 8 de la mañana en Arequipa se desató un terremoto donde
se destruyeron varios templos y la mayor parte de las casas, consecuentemente siguió una
gran polvareda que cubrió la ciudad arequipeña142. Es muy prematuro pensar que ambos
terremotos de 1725 tuvieron alguna conexión geológica, la resolución de esta hipótesis
tendrá que ser trabajada en futuras investigaciones.

En Trujillo, varias de las edificaciones fueron destruidas, un caso peculiar fue el de la Iglesia
del convento del Carmen y San José, ésta recién había sido fundada en 1724. Tras un año, el
terremoto de 1725 arruinó la portada, aunque es el único convento trujillano que ha
sobrevivido con el solar completo143.

Trujillo desde inicios del siglo XVIII pasó por una serie de desavenencias, no solo por los
dos terremotos que tuvo que afrontar (1725 y 1759), sino por las inundaciones que devastó

142
SILGADO FERRO, Enrique, Historia de los sismos más notables ocurridos en el Perú (1513-1974), pp. 27-
28. CÓRDOVA Y URRUTIA, José María, “Las tres épocas del Perú o compendio de su historia”, p. 109, citado
por SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Historia de los sismos en el Perú. Catálogo: Siglos XVIII-XIX, p. 97.
143
CASTAÑEDA MURGA, Juan y Susan RAMÍREZ, Trazos del pasado: la época colonial en La Libertad, p. 117.

77
la ciudad en los años de 1701, 1720 y 1728. Feijoó reflexionó sobre las copiosas lluvias que
padeció Trujillo, dicho «[…] Phenomeno es digno de consideración, que en el rigor del
verano viese esta ciudad su mayor invierno», es decir, en los meses de diciembre, enero,
febrero y marzo, se repitía –no anualmente– por periodos relativamente medianos (en la
actualidad oscila entre 15 y 20 años). La más significativa de las lluvias fue la de 1728, solo
tres años después del terremoto del día de los Reyes, aquel año discurrió por las calles y las
plazas de la ciudad por cuarenta días las cuales iniciaban a las 4 o 5 de la tarde y culminaban
el día siguiente por la mañana, incluso se presenció «[…] truenos y relámpagos» en las 6 o
7 veces que se sintió la inclemencia que pasó a un grado extremo, tras las copiosas lluvias
lo que quedaba en la ciudad era un escenario desolador, «[…] los campos eran unas dilatadas
lagunas, que reconocia la vista sin advertir senda segura, sin el peligro de los muchos
pantanos que se havian formado». La situación hubiese sido peor de no ser por la geografía
de Trujillo, la inclinación que poseyó fue precisa para que discurriera el agua, además el
poder económico de los vecinos trujillanos –antes resaltado– en tiempos de desastres se verá
reflejado por las acciones inmediatas que tomaron, tal como las expresan las palabras de
Feijoó, el pronto «[…] cuidado de los vecinos para el reparo» de la ciudad menguaron su
ruina144.

Las lluvias de 1728 se sintieron en la mayor parte del territorio norteño del virreinato, en
Piura por ejemplo los desastres naturales que sucedieron en el siglo XVIII no fue un
impedimento para la expansión poblacional que venía experimentando la urbe, esto se reflejó
cuando «[…] la población a través de sus caciques, exigen al gobierno colonial la asignación
de tierras que, en última instancia, eran antigua posesión prehispánica»145.

En el primer capítulo, se llegó a la conclusión de que Trujillo está ubicado en una zona
altamente sísmica –el Cinturón de Fuego del Pacífico–, que fue convirtiéndose en un centro
de poder al norte de Lima; fue trazada de forma reticular (damero) y que su erección fue
gracias a sus vecinos (españoles e indios), quienes se movían en el ámbito político (alcaldes
y caciques) y comercial (formación de un mercado urbano y otros expandieron su red a otras
partes del virreinato), los religiosos componían un sector influyente dentro de la sociedad
que conforme avanzó el tiempo abrazó el dogma cristiano, todos esos actores sociales se
vieron damnificados por sucesivos terremotos, el más importante quizá fue el de “San

144
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 157-159.
145
GÓMEZ, José, “El común de indios de Lambayeque, siglos XVI-XVIII”, citado por GUTIÉRREZ RIVAS,
Julissa, “Esclavitud y mano de obra en la costa norte del virreinato peruano, 1700-1814”, p. 322.

78
Valentín” (1619), que removieron las bases de la estructura colonial en los aspectos políticos
y socio-culturales, tal como se ha presentado en la parte final del apartado.

Además, los sucesos trágicos acaecidos en Lima y en Lisboa en los años de 1746 y de 1755,
respectivamente, brindaron un panorama de cómo fueron entendidos los movimientos
telúricos en sus respectivas sociedades (el origen y la naturaleza del evento). A lo largo del
siglo XVIII se observó que Trujillo mantuvo una influencia en la gran región norte, por el
apoyo de las grandes familias que lo integraba no solo una injerencia política en la zona sino
también se expandió hasta la metrópoli y en lo comercial dispusieron de similares contactos
a largo alcance, incluso las órdenes religiosas poseían un poder político-económico relevante
en la dinámica regional, importante para conocer qué tan preparados y que medidas
decidieron tomar cada grupo social al momento de experimentar una situación crítica como
el sismo de 1759.

79
CAPÍTULO N° 2
ACCIONES POLÍTICAS TRAS EL TERREMOTO DE TRUJILLO DE 1759

Este capítulo tiene como objetivo específico determinar las acciones políticas ejecutadas
después del terremoto de 1759. Para ello se iniciará con la descripción del propio
movimiento telúrico, recopilando los datos generales que se han registrado, además se
analizarán las primeras operaciones y medidas que ejecutaron las diversas autoridades desde
el Superior Gobierno hasta el Cabildo civil y eclesiástico.

Luego se mencionarán las medidas concretas que se dictaminaron tras el fatídico 2 de


septiembre de 1759, en el proceso de restauración que pasó la ciudad para nuevamente
alzarse como centro neurálgico del virreinato peruano, entre las medidas dispuestas
estuvieron: procurar el abastecimiento de alimentos; que el agua como elemento líquido
crucial para la sobrevivencia tuvo un carácter prioritario –pero prolongado– en su
restablecimiento; tras la destrucción de viviendas, se edificaron refugios improvisados pero
necesarios para aquellas familias damnificadas que luego tuvieron que pasar por un proceso
de desocupación para reordenar Trujillo; se desarrollaron políticas económicas, tales como
el libre comercio del puerto de Huanchaco con otros puertos del imperio español. Además,
se expondrá la reconstrucción que pasó la ciudad colonial, donde bajo un proyecto
restructurador se buscó que los templos, las edificaciones públicas –incluidas las calles–
resurgieran de los escombros.

2.1. TRUJILLO EN RUINAS

A las once y cuarto de la noche del día 2 de septiembre de 1759, Trujillo sufrió el tercer
“formidable” terremoto de su historia, éste duró dos minutos y el movimiento tuvo una
dirección Sueste Norueste, es decir, el seísmo se expandió desde la villa de Santa (Provincia
de Santa) hasta el pueblo de San Pedro (Provincia de Saña) en la costa, aunque a las once y
veinte llegó a sentirse en la Ciudad de los Reyes «[…] un pequeño ruido, al que se siguió un
movimiento de tierra suave como de undulación […]», cabe recordar que ambas ciudades se
hallaban separadas por 10 leguas; mientras que, en la sierra, tuvo un gran impacto en la
Provincia de Huamachuco, «[…] donde sacudiendose con vehemencia la tierra, se formaron

80
varias roturas en los cerros, causando un estrepito y daño considerable en los cortos pueblos
que experimentaron este furioso movimiento […]»146 (Ver Tabla N° 5).

En la plaza del pueblo de Virú, localizado al sur de Trujillo, sus habitantes al desatarse el
terremoto fueron testigos de un hecho increíble que sucedió concretamente en la cruz –que
se encontraba en el medio de la plaza–, esta estructura fue erigida con una dimensión alta y
fue elaborada a base de algarrobo (madera pesada), se la colocó en una peana (apoyo) grande
de adobes y sin hacer deterioro al hueco en el que se encontraba dicha cruz, saltó más de
ocho varas de distancia147.

TABLA N° 5
SISMOS REGISTRADOS EN EL PERÚ EL 2 DE SEPTIEMBRE DE 1759

Índice de Hora
N.° Año Mes Día Duración Ciudad Departamento
Confiabilidad Local

1018 5 1759 septiembre 2 23.15 02:00 Trujillo La Libertad

1018a 5 1759 septiembre 2 23.15 02:00 Mansiche La Libertad

1018b 5 1759 septiembre 2 23.15 02:00 Huanchaco La Libertad

1018c 3 1759 septiembre 2 23.15 02:00 Lima Lima

1019 4 1759 septiembre 2 21.30 s/d Trujillo La Libertad

1020 4 1759 septiembre 2 23.05 s/d Trujillo La Libertad

FUENTE: SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Historia de los sismos en el Perú. Catálogo: Siglos XVIII-XIX. Lima:
Fondo Editorial de la Universidad de Lima 2016, p. 180.

146
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 140 y 143.
Gaceta de Lima, Número 6, citado por SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Historia de los sismos en el Perú.
Catálogo: Siglos XVIII-XIX, p. 180. Con respecto a la dirección Sueste Norueste, hay un consenso con respecto
al primer punto cardinal (Sureste) que hace referencia a Sureste (SE), pero con Norueste, existen dos posturas,
para Lizardo Seiner significa Noroeste (NO), mientras que para José Toribio Polo es Noreste (NE). Consúltese
SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Historia de los sismos en el Perú. Catálogo: Siglos XVIII-XIX, p. 180, ver nota
al pie n° 65. POLO, José Toribio, “Sinopsis de temblores y volcanes del Perú: siglos XVI-XIX”, p. 337, citado
por SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Historia de los sismos en el Perú. Catálogo: Siglos XVIII-XIX, p. 186.
147
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 152.

81
El corregidor de Trujillo, Miguel Feijoó de Sosa, fue la autoridad máxima de la zona de la
tragedia que tuvo que dictaminar las primeras medidas, según la crónica que escribió el
funcionario, el terremoto causó «una manifiesta ruina» a la ciudad, aunque advertía que no
fue de la misma magnitud que la del terremoto de San Valentín. En cambio, en la Ciudad de
los Reyes, la noticia del sismo de 1759 despertó la alarma de sus habitantes, esto se refleja
en lo publicado por la Gaceta de Lima cuando comparó aquella reciente desgracia de Trujillo
con la destrucción que también padeció dicha urbe el 14 de febrero de 1619, mencionando
que casi se pueden igualar ambos hechos trágicos. Como se observa, ambos testimonios
forman un dilema, el de equipararse o no los daños (usando el factor de la magnitud) de los
movimientos telúricos de 1619 y de 1759; sin embargo, es posible que el corregidor al vivir
en la época y en el espacio en cuestión tenga más crédito a lo que informó la prensa limeña,
aunque por distintos factores esta disyuntiva puede ser más compleja148.

Miguel Feijoó de Sosa tuvo que hacer frente a dos terremotos de forma totalmente distintas,
el de Urcos y el de Lima –serán luego analizados a mayor profundidad en el siguiente
capítulo–, ambos acaecidos en 1746. Sin lugar a dudas el primero de ellos le sirvió de
experiencia para afrontar el nuevo movimiento telúrico suscitado en la zona norte del
virreinato, ya que ocupó el cargo de corregidor como en Trujillo, Lohmann dijo, aquella
«[…] amarga experiencia en su anterior destino en Quispicanchi, [impulso] la capacidad de
iniciativa de Feijó de Sosa [quien] rayó a gran altura en la tarea de aliviar los problemas que
un percance de esta índole trae consigo […]». Por tanto, en su afán por calmar a la población,
decidió enrumbarse hacia la casa del obispo, Francisco Javier de Luna Victoria y Castro,
para que éste pueda consolar a los damnificados desde la plaza. Luego inspeccionó las calles
de la ciudad –simultáneamente tuvo que enfrentarse a las constantes réplicas– concluyendo
que sólo «[…] cinco personas de baxa esfera […]» habían perecido149 (Ver Figura N° 14).

A la mañana siguiente, Feijoó continuó con sus diligencias, entre ellas ordenó a maestros
alarifes a derrumbar las paredes, los balcones, las portadas y los arcos de los portales que se
encontraban en un estado ruinoso, para que estos no sean causa de accidentes y muertes de
más personas, posiblemente esta medida fue tomada por las réplicas que continuaron cada

148
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 140. Gaceta
de Lima, Número 6, citado por SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Historia de los sismos en el Perú. Catálogo:
Siglos XVIII-XIX, p. 180.
149
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 140-141.
LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, p. 33.

82
dos o tres horas en la ciudad (estas se prolongaron trece meses aproximadamente) y lo mejor
era disipar toda amenaza de peligro150.

En términos generales, el terremoto afectó del mismo grado tanto a la población secular
como a la eclesiástica, en el caso del primer grupo sus casas se destruyeron y se convirtieron
en inhabitables, asimismo para el segundo sus templos sufrieron el embate de la naturaleza
que no permitieron la práctica religiosa de ir a misa por parte de sus habitantes. Miguel de
Sandoval, procurador del número de la ciudad de Trujillo acotó: «[…] de la presente comun
ruina, que hemos experimentado, en esta ciudad, con el terrible y nunca experimentado
terremoto, […] no a quedado templo, ni casa que no haya sido despojo, de su violencia […]».
Sin embargo, en las pesquisas que realizó el corregidor a las edificaciones observó que el
impacto del terremoto no ocasionó el mismo daño en todas las estructuras, esto debido a dos
factores: a los materiales que se emplearon en la construcción (por un lado, la cal y el ladrillo,
y por otro, el de tierra) y al tiempo (antiguo o nuevo) en el que fueron erigidas esas fábricas.
Bajo esa premisa, Feijoó de Sosa observó que «todos los edificios de cal, y ladrillo,
principalmente los nuevos, padecieron más que los de tierra […]»151. Pero, qué tan cierto
puede ser la descripción del corregidor, en las próximas hojas se absolverá la duda.

El 10 de septiembre de 1759 el virrey José Antonio Manso de Velasco recibió del Cabildo
secular trujillano la noticia del terremoto acaecido en la ciudad 8 días antes. En Lima, el 25
de septiembre, el Conde de Superunda escribió una carta donde expresó su lamento por el
desastre y «[…] el infaustto contra tiempo que ha dejado amenazados de ruina los templos,
y principales edificios de su resinto [arquitectónico, a consecuencia] del formidable temblor
de tierra […]»152 (Ver Figura N° 7).

El virrey Manso de Velasco agradeció la labor ejecutada por el corregidor y por los alcaldes
ordinarios en esa etapa caótica que tuvieron que afrontar. Finalmente, la máxima autoridad
del virreinato, por las facultades que recaían sobre él, ofreció «[…] los auxilios, y
procedencias mas combenienttes, y seran attendidos los recursos que hicieren en los términos
que haia lugar, y con respecto al logro del alibio que deseó a ese consternado vecindario

150
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 141 y 147.
151
ARLL, PN., Joseph Hilario de Aguilar, Libro 273 [1759], fol. 3r. FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación
descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 141-145 y 151.
152
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fol. 113r.

83
FIGURA N° 7
NOTA AL MARGEN DE LA CARTA DEL VIRREY CONDE DE SUDERUNDA AL
CABILDO TRUJILLANO TRAS EL TERREMOTO DE 1759

«Cartta que respondió a este Cavildo el Excelentísimo Señor Conde de Superunda, Virrey
de estos reinos, a la que se la escrivio por dicho Cavildo, dandole quenta del grande
terremoto de tierra acaesido en esta ciudad y sus contornos el dia 2 de Septiembre de 1759
a las 11 de la noche».

FUENTE: ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fol. 113r.


FOTOGRAFÍA: Autor de la investigación.

84
[…]»153. Sin embargo, hasta el momento no se ha tenido acceso a más documentación para
verificar si el apoyo de Manso de Velasco a Trujillo se llevó a cabo.

2.2. APLICACIÓN DE MEDIDAS POST TERREMOTO

La situación que atravesó la ciudad de Trujillo en aquellos últimos meses de 1759 fue ruinosa
y se prolongó por el resto del siglo XVIII, no solo por las condiciones paupérrimas en la que
se encontraban las moradas de los vecinos y los centros religiosos que requerían de una
reconstrucción –ante ello usaron refugios–, sino también porque se presentaron otros
problemas como el suministro de alimentos que el trujillano común podía adquirirlos en el
mercado y en las tiendas (pulperías) disponibles, el agua al ser un elemento indispensable
para la supervivencia de cualquier sociedad en la historia también sufrió de estragos en su
sistema de abastecimiento en la urbe, así como el dilema de la economía, todas esas
problemáticas se fueron resolviendo poco a poco, algunas tardaron en restablecerse a
comparación de otras conforme avanzaba el tiempo.

2.2.1. EL ABASTECIMIENTO DE ALIMENTOS

El procurador general fue la autoridad que velaba por la economía de la ciudad, además
estaba vinculado a la presencia en la urbe de artesanos y gentes de oficios libres como los
médicos. La figura del procurador fue especial por tratarse de aspectos relacionados a la vida
cotidiana, esta se vio afectada por el terremoto. En lo que respecta a los alimentos, al día
siguiente del movimiento telúrico, el corregidor Feijoó de Sosa había observado que la
ciudad se encontraba abastecida de productos, estos eran abundantes y los precios no se
vieron alterados. El 9 de octubre de 1759, el procurador general don Francisco de Matallana
instó a los Señores Capitulares que se rebaje «[…] de censos en todo fundo y trapiches[,]
casas y obrajes como lo son las haciendas de pan llevar […]»154, es probable que esta medida
la propusiera el licenciado Matallana por la precaria situación económica en la que se

153
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fol. 113v.
154
ALDANA RIVERA, Susana, “Orden y desorden: región y ciudad entre el virreinato y la república. Trujillo del
Perú”, p. 113. FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p.
141. ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fol. 112v.

85
encontraba la ciudad y previendo lo que podía suceder en el transcurso de la emergencia con
la economía de los propietarios de dichas posesiones.

Como bien se recuerda, para el historiador Quesada, en Trujillo existió un comercio


minorista dentro de la ciudad, además agregó que la dieta alimenticia de los habitantes
trujillanos consistió básicamente en el consumo del pan y de la carne155. En el caso del último
producto, existieron lugares donde se expedía carne –especialmente la de vaca y la de
carnero– en la ciudad estas eran las carnicerías, coincidentemente estos sitios fueron
edificados tras el terremoto de 1619. La primera persona que construyó un recinto
especializado para vender este producto fue Gabriel de Rojas (inició con el abasto de vaca),
surgió ante la ausencia de «[…] un establecimiento seguro para poder repartir y pesar la
carne […]», su carnicería se localizó entre la calle de la Iglesia Mayor a la Ermita de Santa
Ana. Al ser la carnicería pionera en Trujillo, fue rudimentaria y se vio reflejado en los
materiales que utilizó Rojas, en realidad consistió en «[…] un cercado de pared y cañas
[…]», lo que conllevó a reiterativas reparaciones tras no soportar el clima de la costa,
indirectamente provocó que otras personas que ofrecían el mismo producto también
construyesen sus propias carnicerías, estas últimas se ubicaron en la salida para Lima, como
se observó el terremoto de “San Valentín” propició la edificación de lugares especializados
en vender la carne156.

Después del terremoto de 1759, la carne concentró la atención de las autoridades trujillanas
al ser uno de los alimentos básicos en la dieta del trujillano. En el año de 1761, sobre el
abasto de carne, se dictaminó en sesión de Cabildo laico que «[…] ninguno pueda matar
carne sin primero pasar a componerse para de perdimiento de la carne y veinte y cinco pesos
de multa […]» para quien desacate la ordenanza. La esencia de la normativa fue para
mantener el orden en la distribución de la carne al ser uno de los dos productos que la
población trujillana veía como indispensable en su régimen dietético157.

En tiempos de crisis, el factor alimenticio se suele convertir en lo más primordial para la


sociedad. El control de la producción, la distribución y el abastecimiento de los productos es

155
QUESADA ZUMARÁN, Arthur, “Del comer y el beber. Cultura alimentaria en la ciudad de Trujillo (1600-
1720)”, pp. 70-87. ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fol. 150v.
156
QUESADA ZUMARÁN, Arthur, “Del comer y el beber. Cultura alimentaria en la ciudad de Trujillo (1600-
1720)”, p. 77.
157
QUESADA ZUMARÁN, Arthur, “Del comer y el beber. Cultura alimentaria en la ciudad de Trujillo (1600-
1720)”, pp. 70-87. ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fol. 150v.

86
una cuestión necesaria para mantener el orden, caso contrario empeoraría más la situación
calamitosa. Esa fue una de las primeras preocupaciones del corregidor Feijoó de Sosa, quien
observó que la situación se mantuvo bajo control al menos en los primeros días tras el sismo
con productos que podían abastecer a la recientemente golpeada ciudad y la especulación de
precios no ganó terreno en esa difícil coyuntura. Luego la vigilancia tenía que ser
formalizada para no llegar al desorden colectivo, en ese contexto se encontró la ordenanza
del Cabildo civil sobre la forma en que debió ser suministrada la carne.

2.2.2. EL AGUA, UNA RESTAURACIÓN PRIORITARIA

El día 7 de enero de 1760 –como era costumbre a principios de todos los años– se desarrolló
una sesión de Cabildo donde se debatían las ordenanzas ediles que debían ser ejecutadas en
la urbe, en dicha asamblea se abordó uno de los asuntos más trascendentales para retomar y
echar a andar nuevamente la vida cotidiana y el comercio que gozaba la ciudad antes del
desastre, el sistema para lograr el abastecimiento de agua a los vecinos. El juez de aguas,
don Matheo Joseph de Sagastegui se encargó de refaccionar los puentes que se localizaron
sobre las acequias e investigar el robo de maderas que servían para restaurar los referidos
puentes158.

En 1761 entraron nuevas autoridades a ocupar los cargos políticos de Trujillo. El que destacó
fue el cambio de timón del corregimiento, Feijoó de Sosa dejó su cargo a don Joseph Antonio
Hurtado y Sandoval quien también se desempeñó de contador mayor del Tribunal y Justicia
Real de Cuentas del Reino. En el Cabildo tomó el cargo de juez de aguas, don Domingo
García de la Huerta, quien el 30 de enero de 1761, mencionó que en toda la urbe no existían
puentes, es un testimonio revelador ya que todo “esfuerzo” por restaurar los puentes no se
llevó a cabo satisfactoriamente el año pasado. Probablemente la investigación que realizó
don Matheo Joseph de Sagastegui no llegó a esclarecer lo que sucedió con esas maderas;
incluso el Cabildo secular debió pagar los gastos de los supuestos reparos que se habían
hecho no solo a los puentes, sino también por la reposición de las acequias159.

158
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fol. 122r.
159
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fol. 151r.

87
La ciudad contaba con cuatro riegos continuos de agua, estos eran los conductos por donde
se brindaba el servicio de agua a los trujillanos, en realidad eran los nexos entre la “Acequia
Madre” o La Mochica y la “Acequia de la Ciudad”. Para el año de 1761, el embate del
terremoto que dañó gran parte del sistema hidráulico aún se podía evidenciar, como se
observó líneas arriba, las acequias tuvieron que pasar por un proceso de reparación. Sumado
a ello se tiene la queja –que se registró el 25 de septiembre– a cargo de la Reverenda Madre
Priora del monasterio de Carmelitas Descalzas quien pidió que de los cuatro riegos de agua
que existieron en Trujillo, la que pasaba por el monasterio pase por una limpieza, antes de
ello propuso que se haga una inspección del lugar a cargo del señor regidor menos antiguo,
probablemente ese fue el procurador general, don José Antonio de Ochoteco, quien ante su
ausencia, la diligencia fue abordada por el alcalde ordinario don Francisco de Caseda160.

El estanque de la ciudad fue el punto de inicio para la distribución de agua que irrigaba las
viviendas de los vecinos de Trujillo. Por su carácter neurálgico en el sistema hidráulico, el
estanque debió de ser uno de los elementos que de forma inmediata tuvo que pasar por un
proceso de refacción si en caso el terremoto dañó parte de su infraestructura. Sin embargo,
para inicios de 1765 se tiene evidencia que el estanque se encontró parcialmente afectado en
su estructura, se halló sin marcos ni compuertas. El 25 de enero de 1765, el juez de aguas
don Lorenzo Zurita junto al maestro mayor de alarife fueron a inspeccionar el estado
verdadero en el que se hallaba el estanque, para luego tomar las medidas respectivas para su
refacción en las zonas dañadas y cuanto sería el costo que se emplearía para tal
reconstrucción. En la misma diligencia, don Lorenzo Zurita notó que la acequia de la ciudad
necesitaba una limpieza urgente, esa problemática lo transmitió a los regidores quienes «[…]
mandaron se le libren veinte pesos para el mexor reparo de dicha azequia»161.

Para la década de 1770 –tiempo considerable desde el fatídico 1759– se tiene conocimiento
que la situación de la urbe era ambivalente, esto debido a que por una parte se había avanzado
con algunas medidas indispensables en la infraestructura; mientras que otras no fueron
abordadas por las autoridades con el mismo temple, es decir, los estragos que dejo el sismo
aún eran evidentes en las calles de la ciudad. En el caso del sistema hidráulico pasó por un
proceso de restablecimiento como se aprecia con el siguiente testimonio.

160
VEGA CÁRDENAS, Miguel Adolfo y Carlos Alberto VEGA CÁRDENAS, “Historia del abastecimiento de agua
a la ciudad de Trujillo del Perú”, p. 124. ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fols. 169r.-169v.
161
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fols. 220r.-221r.

88
En el año de 1771, el alcalde de aguas, don Juan Francisco de Vicuña, cumpliendo con su
labor verificó que en la ciudad no faltase el agua, de esa forma se quiso inspeccionar el
correcto funcionamiento diario de ese servicio a las viviendas de los vecinos, de esa manera
la falta de agua solo podía justificarse cuando se hacían trabajos de mantenimiento como la
limpieza de acequias. Asimismo, para ese año la ciudad ya contaba con varios puentes de
cal y ladrillos en las acequias162. Por tanto, se puede concluir que el abastecimiento de agua
si bien significó un asunto prioritario, este no se pudo concretar totalmente para beneficio de
los vecinos trujillanos más de una década después.

2.2.3. EN BUSCA DE UN REFUGIO

Las cifras de las pérdidas humanas fueron totalmente bajas para un terremoto, solo
fallecieron 5 personas en el sismo de 1759, teniendo en cuenta las cifras demográficas que
brindó el corregidor Feijoó de Sosa para el siguiente año, 9,289 personas vivían en Trujillo,
ese cálculo es significativo porque representó el 0.053% de la población muerta comparada
al total, es decir, menos del 1% perdió la vida aquel fatídico día163. Sin embargo, el número
de damnificados usualmente corresponde una cifra más elevada a comparación de los
fallecidos. Un damnificado se puede distinguir por las condiciones en la que se encuentra
tras el desastre, es decir, ese individuo no puede costearse sus alimentos, su vestimenta, su
vivienda, en algunos casos no tiene ningún recurso –económico– que le permita superar la
desgracia a la que está sujeto.

En Trujillo, tras sufrir el terremoto de 1759, las familias damnificadas encontraron refugio
en las plazas, las huertas y los campos, esos espacios –antes usados para el ocio, el comercio,
el cultivo– se convirtieron en las nuevas moradas de muchas personas. Como se señaló
anteriormente, dentro de la estructura de la vivienda trujillana existieron patios y huertas que
ofrecieron espacios amplios probablemente eso permitió a sus residentes mantenerse a buen
recaudo. Algo similar ocurrió en 1746 con los corrales de las casas de los ricos limeños, esas
residencias tuvieron una gran dimensión espacial lo que benefició a sus moradores para
ponerse a buen recaudo ante el terremoto. Para tener una idea de ello, el jardín del marqués

162
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fol. 329v.
163
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 29-31.

89
de Ovando permitió que más de 200 habitantes de Lima pudieran refugiarse en aquel
lugar164.

El relato que presentó la Gaceta de Lima en torno a los fallecidos fue revelador, como se
sabe la cantidad que se registró fue de 5 personas fallecidas. La cuestión fue la condición en
la que vivieron esos individuos. En dicho medio escrito limeño se refirió que: «Se sospechó
al principio que huviera habido muchas desgracias, pero fue Dios servido que solo
pereciesen cinco personas, y ellas de humilde condición». Es decir, se pensó que la
intervención divina logró salvar a muchos trujillanos, pero el análisis que se intenta realizar
a ese fragmento va por otro lado, el que hayan muerto específicamente esas cinco personas
brinda una valiosa información, quizá efectivamente la estructura y la forma de construcción
de las viviendas trujillanas fueron capaces de resistir al sismo u ofrecieron un tiempo valioso
para que sus dueños se hallan refugiado, por consiguiente que sus residentes no encuentren
la muerte en esa condición fue factible; caso contrario sucedió con aquellas cinco personas
que pertenecieron a un grupo social bajo, probablemente vivieron en una casa precaria o con
una infraestructura no apta para soportar movimientos telúricos165.

Las fuentes no fueron específicas a las causas de las muertes de cada una de las cinco
personas, pero brindaron una aproximación a los factores que propiciaron aquella cifra de
fallecidos. Existen otros casos que evidencian lo dicho anteriormente, Peraldo y Montero en
su estudio sobre los terremotos del año de 1717 en Guatemala observaron que dichos
desastres impactaron de forma diferente a las clases sociales, basándose en los registros de
las defunciones, se mencionó que la mortandad «[…] especialmente en los barrios de gente
pobre por haberles caído encima las casas y a otras haberles cogido las paredes de los
callejones estrechos, ha sido mucha […]». De esa forma Peraldo y Montero sustentaron su

164
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 141. PÉREZ-
MALLAÍNA BUENO, Pablo, Retrato de una ciudad en crisis. La sociedad limeña ante el movimiento sísmico de
1746, p. 345. OVANDO, Marqués de, “Carta que escribió el Marqués de Obando (...) sobre la inundación del
Callao, terremotos (...)”, p. 50, citado por WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto
y tsunami de 1746, p. 101.
165
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 141. Gaceta
de Lima, Número 6, citado por SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Historia de los sismos en el Perú. Catálogo:
Siglos XVIII-XIX, p. 180.

90
hipótesis de que los guatemaltecos sufrieron de un mismo evento (terremoto) pero con
distintas repercusiones (más fallecidos pobres que de otra clase social)166.

Otro grupo de trujillanos decidieron tomar las playas para construir sus ranchos y sus chozas,
en esos últimos asentamientos los damnificados decidieron construir «[…] unas barracas de
cañas y maderas en lo interior de sus casas […]», fue probable que resolvieron hacer ese tipo
de construcción precario y no el clásico «paredes de adobe» por distintos motivos, el primero
de ellos fue que esas chozas al ser “provisionales” debieron de utilizar una forma de
construcción ligera, eso se complementa con la segunda razón, el temor que la gente tenía
ante un mayor desastre que podría provocar la forma tradicional de erigir sus viviendas si se
desataba otro sismo, finalmente el tercero está relacionado posiblemente a la búsqueda de
los moradores de una armonía colectiva y no estar bajo la incertidumbre de no poder dormir
por las noches en paz por culpa de otro evento catastrófico167.

Lo cierto es que las edificaciones rústicas –dentro y fuera de la ciudad– tuvieron un carácter
provisional para las autoridades. Pero si el investigador se enfoca en la realidad
latinoamericana post sismos, puede encontrar que la “transición urbanística” (de los
escombros a la reconstrucción) le permite observar las diferencias sociales existentes en una
sociedad. Algunas personas que habitaron los ranchos “temporales” tuvieron una situación
más preocupante ya que probablemente no pudieron salir del entorno crítico en el que vivían
cada día. Otros en cambio, como el caso del virrey Manso de Velasco, quien tras el terremoto
de Lima (1746) tuvo que pasar las noches «[…] en una incómoda barraca en la plaza,
compuesta de tablas y lonas», posiblemente su posición como el hombre más poderoso del
territorio peruano le permitió superar el problema de la vivienda en menos tiempo que otros
individuos que no gozaban del mismo poder, recursos ni influencia. En la Guatemala del año
1718, después de sufrir de constantes terremotos entre los meses de agosto y octubre de
1717, las fuentes indicaron que «[…] las casas del centro estaban reparadas y habitables,
mientras que los residentes de los barrios debían vivir en las casas de paja que para tal objeto
fueron construidas»168. Es decir, la posibilidad de que los hombres pudientes podían salir del

166
AGI, G., Audiencia de Guatemala, Leg. 305, citado por PERALDO HUERTAS, Giovanni y Walter MONTERO
POHLY, “La secuencia sísmica de agosto a octubre de 1717 en Guatemala. Efectos y respuestas sociales”, pp.
310-312.
167
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 147-148.
168
MORENO CEBRIÁN, Alfredo, Relación y documentos de gobierno del virrey del Perú, José A. Manso de
Velasco, Conde de Superunda (1745-1761), p. 261, citado por SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, Susy Mariela, “Apelando
a la caridad y a las diversiones. Una aproximación de la reconstrucción de la ciudad de Lima después del

91
momento crítico en el que vivían fue más factible que simples pobladores carentes de
recursos económicos para reconstruir o desplazarse a un lugar adecuado.

Regresando a Trujillo, para el año de 1765 la situación de los residentes que habitaron los
ranchos cambió radicalmente. De todos los ranchos erigidos en la ciudad, las fuentes
documentales demuestran que los se encontraban en la zona del estanque de la ciudad fueron
los primeros perjudicados, bajo esa línea el Cabildo secular dictaminó el 29 de enero que se
retirasen de ese sitio todas las rústicas edificaciones, probablemente esa medida fue tomada
a consecuencia de la pesquisa que realizó el juez de aguas de Cabildo don Lorenzo Zurita,
quien posiblemente observó que no era idóneo tener esos ranchos alrededor del estanque,
otra posibilidad fue que era necesario erradicar esas rústicas fábricas para poder realizar de
forma adecuada las refacciones que necesitaba el estanque de la ciudad. Pero las anteriores
conjeturas se complementan con el hecho de que las autoridades efectivamente observaron
que los ranchos ya no debían coexistir con el estanque por lo perjudicial que significaba para
la ciudad169.

El Cabildo civil decidió que las licencias que aún tenían la gente para ocupar dichos ranchos
ya no fueran consideradas, es decir, fueron desechadas. Las fuentes cuando mencionaron
sobre la existencia de las licencias están demostrando que existió un registro de las personas
o de las familias damnificadas, sin embargo, no se tiene conocimiento exactamente de
quienes, y cuántos fueron beneficiados con dichos permisos. Esa fuente no solo brindó un
contenido superficial de la existencia de unas licencias también ofreció un aspecto
burocrático practicado por las autoridades competentes en aquellos años del siglo XVIII. Lo
concreto es que se dio un plazo de tres días a los residentes para desocupar sus
“provisionales” moradas. La diligencia fue encargada al comisario de la Santa Cruzada,
quien además tuvo que gestionar que hacer con la capilla que existía en la plazuela del
estanque, dado que no había en aquel entonces «[…] urgente motivo para la existencia de
dicha capilla»170.

La medida ejecutada sobre los ranchos en esa parte de la ciudad –y luego repetido a lo largo
del tiempo en las otras zonas– tenía que llegar tarde o temprano, ya que el urbanismo que

terremoto de 1746”, p. 160. PERALDO HUERTAS, Giovanni y Walter MONTERO POHLY, “La secuencia sísmica
de agosto a octubre de 1717 en Guatemala. Efectos y respuestas sociales”, p. 311.
169
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fols. 221v.-223r.
170
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fols. 222v.-223r.

92
gozaba Trujillo y el “orden” que tenía antes del terremoto debió ser restablecido al ser una
de las ciudades con mayor importancia dentro del virreinato peruano. Lo expuesto
anteriormente se reflejó con lo estipulado en 1762, cuando el 12 de marzo en sesión de
Cabildo secular se dictaminó que, en la Alameda de Mansiche donde existía una zanja, la
cual debía pasar por un proceso de limpieza cada año, el costo correría a cargo de los propios
de la ciudad con un monto de 50 pesos171.

El mismo pensamiento de orden lo compartió el Virrey Conde de Superunda cuando ejecutó


los primeros pasos para concretizar su proyecto de reconstruir la ciudad de Lima tras el
funesto sismo de 1746, aunque para ello desarrolló otra estrategia, aprovechó que accedió a
la monarquía hispana Fernando VI, pensó que eso estimularía a la gente a desalojar los
ranchos y las chozas que se habían erigido en la plaza, lo que ocasionaría que sus moradores
se retirasen hacia afuera de las murallas de la urbe o a sus antiguas viviendas dejando libres
los jardines, las plazas y otras áreas. De esa forma las celebraciones de la reciente sucesión
real se realizarían de forma ordenada y adecuada, según las referencias –Noticia Annalica y
El Día de Lima– que recogió Charles Walker, efectivamente Manso de Velasco hizo todo lo
posible y preparó a Lima para festejar aquel ritual real172.

En conclusión, los trujillanos tuvieron que afrontar uno de los estragos que dejó el sismo de
1759, ese fue encontrar un espacio para poder refugiarse, entre los lugares predilectos
estuvieron las plazas, las huertas, los campos y las playas donde construyeron sus ranchos y
sus chozas. Las cifras de fallecidos brindaron una perspectiva a veces ignorada: el factor
constructivo de las casas, dichas residencias donde vivieron esas 5 personas pudieron
influenciar en su deceso, debido a su pobre condición y a los escasos recursos que no les
permitió edificar viviendas que soportasen el terremoto; por ende, se comparte la tesis de
Giovanni Peraldo y de Walter Montero de que los sismos son acontecimientos que desnudan,
ahondan y demarcan aún más las diferencias sociales que existieron en el periodo colonial.
Finalmente, el carácter “provisional” de los refugios son superados cuando las autoridades
decidieron realizar el reordenamiento urbano necesario para salir adelante, eso se evidenció

171
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fols. 177r.-177v.
172
MORENO CEBRIÁN, Alfredo, Relación y documentos de gobierno del virrey del Perú, José A. Manso de
Velasco, Conde de Superunda (1745-1761), p. 265, citado por WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima
frente al terremoto y tsunami de 1746, p. 222. Consúltese ANÓNIMO, El Día de Lima (…). MONTERO DEL
ÁGUILA, Victorino, Noticia Annalica y Estado, que tiene el puerto del Callao, y la Ciudad de Lima, a el año
cumplido de su desolación, y ruyna (…).

93
en el año de 1765 con el desalojo de las rústicas edificaciones que se encontraban alrededor
del estanque de la ciudad de Trujillo.

2.2.4. REACTIVACIÓN Y REMODELACIÓN DE LA ECONOMÍA

La década de 1770 significó un periodo ambiguo para Trujillo, porque el ambiente de


recuperación que percibieron sus habitantes no fue uniforme y rápida como ellos deseaban,
lo que generó que la dinámica comercial y otras actividades socio-económicas que gozaba
la urbe no se hubiesen activado adecuadamente. La economía no fue abordada con un mayor
temple, siendo innegable que la población aún vivió con el recuerdo del terremoto de 1759.

El 16 de noviembre de 1772, en sesión de Cabildo, el regidor don Pedro de Bracamonte


brindó un testimonio revelador ante sus colegas ediles sobre la situación crítica en la que se
encontraba la ciudad. El deterioro y la ruina se expandieron a las haciendas y a las fincas
que estaban bajo jurisdicción del Cabildo laico; por ende, el remedio de los daños tuvo que
correr a cargo de esa institución civil. Ese testimonio es revelador porque la medida de
rebajar los censos planteada por el procurador general don Francisco de Matallana en octubre
de 1759 no tuvo un efecto positivo a largo plazo o no fue ejecutada. Ante el panorama aún
sombrío que reinó en la ciudad, don Pedro de Bracamonte propuso que se destinasen todos
los recursos necesarios173.

La medida económica que se requirió aplicar forzosamente fue nuevamente la reducción de


los censos al 3%, el regidor mencionó que esa política fiscal había sido instaurada en Lima
y en Quito, según Bracamonte esas ciudades no se encontraban en un estado calamitoso
como Trujillo. Cabe recordar que la Ciudad de los Reyes fue devastada en 1746 por un
terremoto, la referencia de Bracamonte que data de 1772 permitió deducir que la capital del
virreinato se hallaba en un estado de recuperación tras el movimiento telúrico. Existe
documentación que corrobora lo indicado por el regidor, en 1761 cuando se dio el cambio
de mando entre los virreyes Conde de Superunda y don Manuel Amat, los informes oficiales
aseguraron que gran parte de Lima estaba reconstruida174.

173
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fols. 112v., 330r.-330v.
174
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fols. 330r.-330v. PÉREZ-MALLAÍNA BUENO, Pablo,
Retrato de una ciudad en crisis. La sociedad limeña ante el movimiento sísmico de 1746, p. 100.

94
La ciudad de Quito fue reiteradamente afectada por temblores (1736, 1740, 1741, 1764) y
terremotos (1755, 1797) a lo largo del siglo XVIII. El sismo de 1755 fue considerado por
Wolf como un “gran terremoto”. Según un antiguo manuscrito del Convento de la Merced
«[…] desde el 26 hasta el 28 de Abril la tierra se agitó con sacudimientos espantosos casi
sin interrumpirse de un momento», incluso la urbe continuaba remeciéndose por 8 semanas
por las réplicas. A pesar de la desgracia, «apenas bastaron dos años para reparar los
detrimentos ocasionados en la ciudad»175.

La afirmación de Bracamonte de que Trujillo se encontró en una situación mucho más


ruinosa que Lima y Quito, además ambas ciudades habían salido de la situación caótica que
les acarreó sus respectivos sismos, le valió de justificación para aplicar la rebaja de
impuestos. Posiblemente las disposiciones que don Pedro de Bracamonte planteó estuvieron
enmarcadas dentro de una estrategia para pagar menos gravámenes, medida que no tendría
oposición alguna, teniendo en cuenta que los miembros del Cabildo civil son los mismos que
poseían las propiedades circundantes a la ciudad y que –deduciblemente– anhelaron una
merma en el cobro de impuestos para que sus usufructos no se perjudicasen y en el mejor de
los casos aumentasen sus ganancias. Entonces el terremoto de 1759 representó la excusa
perfecta para sopesar el interés económico de la élite trujillana sobre el bienestar del Cabildo
laico.

Don Pedro de Bracamonte también observó que el puerto de Huanchaco mostró una clara
dependencia con el del Callao. Él deseó que la relación entre ambos puertos disminuyese,
para ello era necesario cambiar el sistema mercantil, dicha red comercial marítima se
remontó a inicios de la colonia con los reglamentos de los Habsburgo. Bracamonte alegó
que, de no realizar cambio alguno, el estado ruinoso aún se evidenciaría en Trujillo. Entonces
propuso una solución, reclamó que el puerto de Huanchaco gozase de una licencia expedida
por el rey, de esa forma se trató de configurar un comercio directo –exportaciones e
importaciones– del puerto de Huanchaco con los de Chile y de Panamá, para ello «[…] todos
los años a cada uno, dos o tres emvarcassiones con sus frutos sin que sea necesario hacer

175
VELASCO, Juan de, Historia del Reino de Quito en la América Meridional, Tomo III, p. 66, citado por WOLF,
Teodoro, Crónica de los fenómenos volcánicos y terremotos en el Ecuador…, pp. 76, 92-93. FERNÁNDEZ
GARRIDO, Ana, Francisco José GANFORNINA LOZANO, Cinta MARTÍN RODRÍGUEZ y Guadalupe ROMERO
SÁNCHEZ, “La catedral de Quito y el terremoto de 1755”, p. 751.

95
escala en el Callao, y que puedan traer los de aquellos Puertos sin que se les precisse a ida
ni a buelta deven por el que toquen ni lleguen al dicho Puerto del Callao»176.

La propuesta de un puerto libre para Trujillo fue una apuesta arriesgada, en la práctica ya se
estaba ejecutando. En 1760 arribaban desde Panamá y Guayaquil una o dos embarcaciones
pequeñas al puerto de Huanchaco, se importaban quintales de harina, arroz y menestras. La
cuestión era que –según Feijoó de Sosa– los convenios mercantiles no fueron tan
provechosos, la «[…] negociacion es de muy poca entidad, y consideracion, solicitando
unicamente los hacendados de estos Valles en la penuria, y constitucion del tiempo,
mantienen escasamente sus familias, sin esperanzas de otro adelantamiento». En este
fragmento el corregidor intentó demostrar que en 1760 los negocios con otros puertos no
resultaron ser positivos ni productivos, a pesar de ello, las acciones de carácter económico-
comercial que Bracamonte aspiró ejecutar en la urbe eran comprensibles en su contexto,
dado que una reestructuración comercial pudo cambiar la situación en el que se hallaba
Trujillo177.

Finalmente, todos los proyectos de Bracamonte tuvieron el respaldo del Cabildo secular,
reflejado en la aprobación unánime de sus miembros a las medidas expuestas por aquel
regidor, incluso se le proporcionó un poder (documento legal) para que pudiera presentar
sus cargos ante las instituciones de España, como se observó líneas arriba, esa unanimidad
se explicaría porque el Cabildo civil como institución no le causó el mismo interés a los
regidores que el bienestar y la prosperidad de sus propiedades y sus negocios, dichas
residencias en el mayor de los casos se encontraban en un estado calamitoso178.

El tiempo en que las propuestas de don Pedro de Bracamonte fueron discutidas en el Cabildo
civil son una muestra de que algunas políticas, especialmente las económicas, no
representaron una prioridad dentro de la institución edil o no fueron abordadas
profundamente, quizá porque los propietarios o grandes señores de Trujillo realizaron sus

176
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fol. 330v. La propuesta de Bracamonte sobre los
puertos, se encuentra enmarcado en el contexto de la política liberal que los Borbones estaban dispuestos en
aplicar sobre los puertos, para el siglo XVIII, Cádiz –que siguió dominando el comercio con el Perú– perdió
poco a poco su hegemonía al concederse permisos a otros puertos para que traficaran directamente con el puerto
del Atlántico del Río de la Plata y con los puertos del Pacífico de Arica, Concepción, Guayaquil y Valparaíso,
ya que se buscaba consolidar un sistema comercial marítimo más articulado, además esto se refleja con la
disminución de la influencia mercantil que gozó el Callao, para 1778 el comercio limeño se redujo en un tercio.
FISHER, John, El Perú Borbónico 1750-1824, pp. 102 y 119.
177
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 79.
178
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fol. 331r.

96
propios métodos de reconstrucción aplicando sus propias medidas, acorde al daño que
produjo el sismo en sus propiedades y a los recursos que tenían. Más allá de lo tardío en que
podían ser ejecutadas las operaciones, esas medidas significaron que Bracamonte observó la
inoperancia e ineficiencia de las predecesoras autoridades, ese ambiente debió modificarse
por una actitud proactiva, entonces aquel miembro edil al articular la problemática
económica-comercial y proponer soluciones afines y modernas –como el caso de Huanchaco
como puerto libre que fue paulatinamente aplicado bajo el reinado de Carlos III– fue el
aporte que don Pedro de Bracamonte dejó para cumplir la meta común, reconstruir Trujillo
no solamente urbanísticamente hablando sino también económicamente.

2.3. LA RECONSTRUCCIÓN DE LA CIUDAD

Para el año de 1760, Trujillo pasó por una etapa de reconstrucción. Las reparaciones que se
estuvieron realizando desde el año anterior en las edificaciones fueron una “disimulación” –
así lo confesó el corregidor Feijoó de Sosa– ya que la verdadera ruina se hubiese reflejado
si acontecía otro terremoto de mayor magnitud al de septiembre de 1759. Lo mencionado
anteriormente permite visualizar y tener una primera aproximación a la realidad de aquel
entonces, es probable que las medidas adoptadas por las autoridades –incluidas las del propio
corregidor– fueron improvisadas y nada acertadas en lo que respecta a la reconstrucción de
la ciudad, bordando la negligencia con la supuesta “disimulación” que se estaba realizando
a las edificaciones de la urbe. Pero, ¿Qué tan cierto es la hipótesis de la “disimulación” a la
hora de analizar las edificaciones reconstruidas?, esa interrogante será absuelta en las
siguientes líneas179.

2.3.1. LA REPARACIÓN DE LOS TEMPLOS RELIGIOSOS

Feijoó de Sosa mencionó que todos los templos localizados en la traza urbana de Trujillo
fueron construidos usando la cal y los ladrillos como materiales base. Asimismo, de todas
las arruinadas edificaciones son de las iglesias y de los conventos de la ciudad de las que se
tiene mejor y mayor registro de su padecimiento y de su proceso reconstructivo. En la
Catedral de Trujillo sufrieron tanto las bóvedas, las arquerías como las torres lo que conllevó

179
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 147.

97
a la cancelación de la celebración de los “divinos oficios”, mientras que el colegio de la
Compañía de Jesús quedó algo utilizable180.

El corregidor indicó que los pilares y basas de algunos templos religiosos habían sido
dañados, sin embargo, los arcos con sus correspondientes bóvedas no sufrieron perjuicio
alguno. A Feijoó de Sosa le conmocionó el anterior hecho puesto que, al verse afectado los
cimientos, lo lógico hubiese sido que las estructuras elevadas tengan el mismo o mayor grado
de deterioro. Ese no fue el único “fenómeno” que observó el burócrata, algo similar sucedió
con las paredes, las que eran “sencillas” no se vieron damnificadas como si lo fueron las que
tenían una consistencia más “fuerte”, esas últimas se desplomaron, mientras que otro grupo
de paredes –no especificó su contextura– solo sufrieron algunas roturas (formación de
grietas). Asimismo, observó que de las paredes que «[…] no perdieron su equilibrio […]»
de aquellos templos, reflejaron un mayor perjuicio en el interior que en el exterior, se
evidenció que las paredes del interior estaban en una condición ruinosa, «[…] casi
convertidas en polvo»181. Así de complejo y arruinado se encontró Trujillo en septiembre de
1759, los efectos del sismo no fueron igual en todas las edificaciones religiosas, en algunas
el daño fue total mientras que en otras parcialmente se destruyeron su infraestructura (Ver
Tabla N° 6).

Las iglesias de la periferia de la ciudad –de los pueblos de indios (Mansiche, Huanchaco,
Huamán, Moche)– y de los pueblos más lejanos (Virú, Paiján, Chocope, Cao, Santiago,
Simbal y la Hacienda de Facalá), se vieron afectados y padecieron estragos en cada una de
sus construcciones182.

2.3.1.1. LA CATEDRAL DE TRUJILLO

Después de la destrucción, los centros de culto debieron pasar por un proceso de


reconstrucción. La Catedral después del movimiento telúrico de 1759 se vio afectada sobre

180
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 141. Gaceta
de Lima, Número 6, citado por SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Historia de los sismos en el Perú. Catálogo:
Siglos XVIII-XIX, p. 181.
181
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 151-152.
182
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 73, 81 y
143. Gaceta de Lima, Número 6, citado por SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Historia de los sismos en el Perú.
Catálogo: Siglos XVIII-XIX, p. 181.

98
TABLA N° 6
BALANCE DE LA DESTRUCCIÓN PADECIDA POR LAS IGLESIAS DE TRUJILLO TRAS EL TERREMOTO DE 1759

Elementos arquitectónicos destruidos totalmente (T) y parcialmente (P)


Iglesias Arcos /
Bóvedas Torres Naves Media Naranja Claustros Sacristía Retablos
Arquerías
Catedral T T T - - - - -
San Agustín - - - - T P - -
San Francisco - - P - - - T -
Compañía de Jesús T - - P - - - P
Santo Domingo P - - P - - - -
Nuestra Señora de las Mercedes - - T P - - T -
Betlemita - - P P T - - -
Santa Rosa P - - - - - - -
San Lorenzo - - - - T - - -
Nuestra Señora del Carmen P P - - P - - -
Santa Clara - P - - - - - -

FUENTE: Elaboración propia a partir de FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú. Madrid: Imprenta del Real y Supremo
Consejo de las Indias 1763, pp. 141-143 y 152.

99
todo en las zonas altas de su infraestructura. Feijoó de Sosa mencionó que las bóvedas, las
arquerías y las torres fueron las partes arquitectónicas más perjudicadas. Los miembros del
Cabildo eclesiástico anhelaron que dichas torres catedralicias fuesen mejores a la que se
encontraba en la Iglesia de los agustinos. Los arcos y las bóvedas ya habían sufrido estragos
a inicios del siglo XVIII a consecuencia de las fuertes lluvias que cayeron sobre la urbe, lo
que provocó la presencia de rajaduras en esas dos áreas y en los muros, incluso las bóvedas
sufrieron filtraciones de agua. El terremoto de 1725, también perjudicó la infraestructura de
la Catedral, según advertía el maestro español, Toribio Ramírez, el templo se encontraba con
quiebras y menoscabos en su cuerpo, torres y portadas, además las cornisas, las tortas y las
pirámides necesitaban de un reparo urgente e inmediato, pero –según Mesa y Correa– no se
tomó acción alguna, a pesar de que el obispo Bernardo Arbaiza y Ugarte contaba con el
presupuesto de 8000 pesos que solicitaba Ramírez para sanear los daños183.

La parcial destrucción de la Catedral conllevó a que levantar un nuevo edificio desde sus
bases no sea una opción, pero si originó la cancelación de los divinos oficios. Además, el
Superior Gobierno «[…] en virtud de provisión de Fabricas […]», recomendó que la
reconstrucción de las bóvedas y las pilastras fueran hechas a base de madera, los especialistas
en construcción estimaron que el costo por la reparación iba a ser de 84 968 pesos. Fue en
noviembre de 1766, mediante una carta que envió el virrey Amat y Juniet al corregidor de
Trujillo, cuando se estipuló que el arquitecto Cristóbal de Vargas fuera la persona idónea
para encabezar la obra reconstructiva. En la primera visita del arquitecto Vargas –junto a
Tomás Rodríguez Tejada y a Antonio Paredes– a la Catedral, le generó una opinión contraria
a la dicha por el Superior Gobierno, mencionó que la reparación de la cubierta debía
realizarse de cal y ladrillo, luego su propuesta la representó en los planos que trazó184.

El primer rastro documental de que Cristóbal de Vargas se encontraba ejecutando la


reconstrucción de la Catedral data del 4 de diciembre de 1768, se registró que al maestro se
le solicitó reconocer una pila de maderos de cedro y caoba, se había adquirido 4 084 varas a
23 reales cada una. Luego Vargas abandonó Trujillo, –según Luis Enrique Tord– para el año
de 1781 el arquitecto había procedido a restaurar íntegramente el edificio catedralicio,

183
AAT, Fábrica de Iglesia, Leg. 2, Exp. 137 [1754]; DE MESA, José y José CORREA, Iglesia Catedral de
Trujillo, p. 1, citados por MORALES GAMARRA, Ricardo, “La catedral de Trujillo: notas para el análisis de su
historia”, pp. 34-37. FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del
Perú, p. 141.
184
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 44, 45 y
141. MORALES GAMARRA, Ricardo, “La catedral de Trujillo: notas para el análisis de su historia”, pp. 37-38.

100
aunque faltaron reconstruir las torres, dejando la batuta para proseguir con la refacción a
Tomás Rodríguez Tejada, pardo libre, dueño de casa propia en la calle del convento de Santo
Domingo, se casó con Juana del Risco Cribillero con quien tuvo solo una hija llamada Juana
Josefa Rodríguez185.

La misión que tenía el arquitecto Tomás Rodríguez era arreglar las torres, sin embargo, esa
parte del proyecto reconstructivo no se logró culminar, debido a que Rodríguez fue
procesado judicialmente por el incumplimiento de sus labores, no fue la única infracción del
arquitecto pardo ya que sucedió algo parecido con los trabajos que ejecutó en Santa Ana. Lo
concreto es que las torres de la Catedral que se observan en la actualidad fueron erigidas
entre 1782 y 1784, para ello se tomaron en cuenta los sismos que atemorizaban a los
residentes trujillanos, se decidió hacer torres «[…] de poca alzada, un campanario de tambor
octogonal y remates piramidales […]»186.

En lo que respecta a la infraestructura del interior de la Catedral, su decoración fue posible


gracias a la donación de dos retablos (de El Sagrario y de Santa Ana y San Joaquín) que
realizó el mayordomo de fábrica, don Victorio Fernández. Finalmente, en tiempos del obispo
Martínez Compañón, la bóveda paso por un proceso de remodelación, el cual fue registrado
en el plano que mandó realizar de la Catedral187.

2.3.1.2. LA IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN

De todos los templos trujillanos al que le sucedió algo peculiar dentro de la coyuntura
sísmica fue a la iglesia carmelita. En diciembre de 1724 habían llegado desde Quito las
cuatro religiosas (Reverenda Madre Basilia de San Idelfonso, las Madres Bernardina de
Jesús, Ignacia de Santa Teresa y Josefa de San Juan Bautista) quienes se encargaron de

185
ARLL, PN, Leg. 389, fol. 298, citado por MORALES GAMARRA, Ricardo, “La catedral de Trujillo: notas
para el análisis de su historia”, p. 38. TORD, Luis Enrique, “Iglesias de Trujillo”, pp. 221-222. ZEVALLOS
QUIÑONES, Jorge, “Notas sobre trujillanos citados en la “Relación” de Feijóo de Sosa”, p. 107.
186
MORALES GAMARRA, Ricardo, “La catedral de Trujillo: notas para el análisis de su historia”, p. 38. TORD,
Luis Enrique, “Iglesias de Trujillo”, pp. 221-222.
187
AAT, Fábrica de Iglesia, AA, Leg. 3 [1773], citado por MORALES GAMARRA, Ricardo, “La catedral de
Trujillo: notas para el análisis de su historia”, pp. 35, 38-39.

101
fundar el monasterio carmelita en Trujillo con el apoyo del obispo Fray Jaime de Mimbela.
La fundación se autorizó y oficializó el 5 de diciembre de 1724 en sesión de Cabildo188.

Se utilizó cal y ladrillo para la construcción del templo carmelita, su constructor fue «[…] el
General don Mateo Víttores de Velasco, natural de la villa de Druneda, en el Arzobispado
de Burgos, [quien fue] sobrino carnal del […]» obispo don Fray Juan Víttores de Velasco.
El problema fue la inauguración del recinto religioso, las fuentes mencionaron que el 12 de
septiembre de 1759 se consagraría el templo y el día de Nuestra Madre Santa Teresa (15 de
octubre) fue la fecha designada para celebrar la apertura del nuevo monasterio trujillano,
pero no fue posible por causa del sismo, que «[…] la ha dexado del todo arruinada, e
inservible, maltratando juntamente las oficinas interiores […]»189.

En el Archivo del monasterio existe un manuscrito que refleja a detalle la caótica situación
del templo carmelita:

[…] acaeció como a las diez y media de la noche, Domingo, día dos de Setiembre del mismo, el más
terrible y formidable temblor que habían experimentado los vivientes; el cual de tal modo arruinó la
dicha Iglesia, que la dejó inservible y solamente pudieron servir las paredes desde los cimientos hasta
las cornisas; siendo preciso derribar lo que no derribó y dejó maltratado el terremoto, que fueron la
media naranja, arcos y bóvedas, hecho todo a cal y ladrillo, y fue tanto el material de la ruina que
quedó en la Iglesia que causó horror y parecía imposible evacuarla […]190.

El templo carmelita tras ser dañado por el terremoto, necesitó una urgente reedificación de
toda su estructura, la cual fue ejecutada por el citado General Mateo Víttores de Velasco
siendo Priora la Reverenda Madre María Agustina de Jesús y San Joaquín 191. La
reconstrucción fue posible por el apoyo de los vecinos trujillanos y de los habitantes de los
pueblos de Huamán, Moche y Mansiche quienes, al asistir a las celebraciones religiosas de
la ciudad, participaban de las faenas debido a que se sintieron

[…] compadecidos de la desgracia; y quedando desembarazada en seis meses que duraron las dichas
faenas, se comenzó la reedificación el día dieciséis de Julio, toda de madera, desde las cornisas para

188
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 13 [1721-1737], fol. 37r., citado por MARIÁTEGUI OLIVA, Ricardo, “Una
iglesia-relicario: El Carmen de Trujillo”, pp. 184-186.
189
AMMCDT, Manuscritos, citado por MARIÁTEGUI OLIVA, Ricardo, “Una iglesia-relicario: El Carmen de
Trujillo”, pp. 185-186. FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del
Perú, pp. 73 y 142. Gaceta de Lima, Número 6, citado por SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Historia de los sismos
en el Perú. Catálogo: Siglos XVIII-XIX, p. 181.
190
AMMCDT, Manuscritos, citado por MARIÁTEGUI OLIVA, Ricardo, “Una iglesia-relicario: El Carmen de
Trujillo”, p. 186.
191
AMMCDT, Relación Cronológica de Prioras, citado por MARIÁTEGUI OLIVA, Ricardo, “Una iglesia-
relicario: El Carmen de Trujillo”, p. 186. Gaceta de Lima, Número 6, citado por SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo,
Historia de los sismos en el Perú. Catálogo: Siglos XVIII-XIX, p. 181.

102
arriba, media naranja, arcos y bóvedas, y se concluyó, gloria a Dios y a la Santísima Virgen, el día
dieciséis de Junio del sesentitrés, y el día Domingo, veintiséis, de dicho mes, la consagró el Ilustrísimo
doctor D. Francisco Xavier de Luna Victoria, Obispo de esta Diócesis, con toda la solemnidad que
cupo en este paraje y se estrenó el día dieciséis de Julio del mismo año, día en que honra la Orden a
nuestra Madre Santísima del Carmen192.

Según el manuscrito del Archivo carmelita, la reconstrucción se prolongó hasta 1763,


mientras que para Luis Tord fue hasta 1773, quien agregó que tras la reedificación se pudo
vislumbrar una planta con «[…] una sola nave, techo de bóveda y fachada rehundida entre
las torres»193.

2.3.1.3. EL CONVENTO Y LA IGLESIA DE SAN AGUSTÍN

La Orden de San Agustín fue una de las órdenes religiosas más afectadas del sismo de 1759,
Feijoó de Sosa mencionó que la iglesia agustina –a pesar de que fue edificada a base de cal
y de ladrillo– sufrió daños considerables en su infraestructura, perdió su media naranja y
parte de sus claustros. Posteriormente se inició la reconstrucción de su templo, cabe señalar
que los agustinos para el año de 1760 tenían un ingreso de 4770 pesos por concepto de sus
rentas, pero inmediatamente se observará como la gestión de restauración fue más
complicada de la esperada194.

En lo que respecta al convento de San Agustín, el lugar «[…] tenia por suyo propio, un citio,
y solar, heriasso, y sin fabrica alguna, y a las espaldas de el; entro de el resinto de este dicho
Convento, el qual, a mas de no servirle, ni fructificar cossa alguna; antes le puede ser de
algun perjuicio por caer su cerca a la calle // la que se halla oy casi arruinada // y fuera de el,
le sobra mucha extencion, y campo a este dicho Convento […]»195.

A pesar del estado desastroso en el que se encontró gran parte del convento, existió un
fragmento de terreno que el Gobernador don Joseph Alfonso de Lizarzaburu, vecino y
regidor perpetuo de Trujillo, quería adquirirlo. El proceso de la transacción pasó por tres
tratados, el primero dató del 6 de diciembre; el segundo, del 7 de diciembre; y el tercero, del

192
AMMCDT, Manuscritos, citado por MARIÁTEGUI OLIVA, Ricardo, “Una iglesia-relicario: El Carmen de
Trujillo”, p. 186.
193
AMMCDT, Manuscritos, citado por MARIÁTEGUI OLIVA, Ricardo, “Una iglesia-relicario: El Carmen de
Trujillo”, p. 186. TORD, Luis Enrique, “Iglesias de Trujillo”, p. 222.
194
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 68 y 141.
195
ARLL, PN., Joseph Hilario de Aguilar, Libro 273 [1759], fol. 36r.

103
10 de diciembre, todos ellos del año de 1759. Aunque fue en el primero de los tratados donde
se discutió a profundidad las condiciones contractuales de la venta196.

El Reverendo Padre Maestro Fray Manuel Benites –prior y vicario provincial– en


representación del resto de sus compañeros agustinos decidió vender el espacio en cuestión
a don Joseph Alfonso de Lizarzaburu. El lugar medía

quarenta baras de frente inclucibe, fuera de cimientos, desde la esquina, para el centro de el convento;
la qual cae asi a las espaldas de el convento de la Merced, calle real en medio; y desde las dichas
quarenta baras se han de correr línea recta, al fondo de dicho citio; hasta llegar a la acequia de la
servidumbre; y pasada esta, ha de correr el deslinde arrimado a dicha acequia, para el fondo, y centro
de el convento, por un recodo que hace, que ha de quedar a la parte de el citio, hasta llegar a la acequia,
donde retrocede a la servidumbre de lo interior de el Convento, aguas abajo; y esclussa la acequia ha
de salir la linea, a la cerca que hace la calle, quedando accion, al citio de que pueda mecer la acequia,
como un semicirculo, y volberla a sacar a su lugar, dandole agua al citio, para la servidumbre de el;
de cuya línea, ha de servir de deslinde, por la calle de abajo, que va para [ilegible] Y menos la cerca,
hasta venir al fondo propuesto de la calle, por frontera; y el fondo de dicho citio, es de una quadra
entera197.

El área que compró Lizarzaburu valió 2 500 pesos que llevaba un censo a 3% por el valor
de 75 pesos anuales, la tasación de ese terreno fue ejecutada por el maestro mayor alarife de
la ciudad; aunque existió una cláusula que estipulaba que en caso don Joseph Alfonso de
Lizarzaburu o sus herederos quisiesen apropiarse redimiéndola del censo, debían
desembolsar 500 pesos adicionales, es decir, pagar un total de 3 000 pesos. Para beneficio
del regidor perpetuo, los agustinos le dieron «[…] un año muerto […]» para que efectuara
los cambios que creyese necesario al terreno teniendo en cuenta la manifiesta destrucción en
la que se encontraba. En la prórroga que se le otorgó a Lizarzaburu debía derribar los
escombros, luego allanar y «[…] terraplenar el sitio que se hallaba disparejo, hasta ponerlo
en estado de poder fabricar» la casa o las casas para su habitación. En el tercer tratado se
agregó que el comprador en ese ínterin de tiempo también podía cercar la propiedad y
realizar los gastos y costos necesarios para su reconstrucción, finalmente se estipuló que el
año debía comenzar el 1 de diciembre de 1759. Finalmente, los religiosos agustinos
aceptaron las condiciones estipuladas en los tratados haciéndose efectiva la transacción el
10 de diciembre de 1759 a favor de don Joseph Alfonso de Lizarzaburu198.

196
ARLL, PN., Joseph Hilario de Aguilar, Libro 273 [1759], fols. 36r.-39v.
197
ARLL, PN., Joseph Hilario de Aguilar, Libro 273 [1759], fol. 36v.
198
ARLL, PN., Joseph Hilario de Aguilar, Libro 273 [1759], fols. 36v., 37r., 39r. y 40r.

104
En 1765, el escenario era aún sombrío para los agustinos. En sesión de Cabildo civil del 29
de enero del referido año se manifestó que la Orden de San Agustín se encontraba en un
estado calamitoso porque pese a disponer de más de 4000 pesos de sus rentas, el dinero no
fue destinado para la reconstrucción del convento ni de la iglesia. Por ejemplo, existe una
referencia impactante: tras la manifiesta «[…] ruina no se ha puesto un ladrillo ni adobe en
dicho convento […]», mientras que, en la iglesia, la reparación fue financiada por doña
María Ana de Torres y Toledo, mujer de la élite trujillana quien en 1760 era propietaria de
una hacienda ubicada junto al pueblo de Huamán, la propiedad media 2 fanegadas que era
trabajada por 3 negros, donde se cultivaban algunas menestras y alfalfa. Feijoó de Sosa
indicó que los productos que se sembraban en la hacienda eran para «[…] beneficio de su
familia»199.

2.3.1.4. OTROS RECINTOS RELIGIOSOS

La iglesia franciscana –junto al convento– fue seriamente afectada por el sismo ya que su
torre además de la capilla de Nuestra Señora de la Soledad y la sacristía se encontraron
destruidos. La reparación de la infraestructura franciscana se prolongó hasta fines del siglo
XIX200.

La iglesia Santa Rosa de Santa María fue otro de los recintos religiosos que pasó por un
proyecto reconstructivo. Feijoó de Sosa observó que la capilla había perdido casi la totalidad
de sus bóvedas, incluso las paredes quedaron destruidas. La reparación que se realizó a dicha
arquitectura religiosa fue simple, se decidió que tuviera una planta sencilla, una sola nave y
la capilla se encontraría delante de un atrio delantero. La simpleza con la que fue erigida
permitió que pasara por una serie de remodelaciones, sin embargo, la infraestructura que
actualmente se observa es fruto de aquella reconstrucción post terremoto dieciochesco,
aunque hay que destacar que dentro de la capilla existen fragmentos de pintura mural del
edificio primigenio201.

199
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fol. 222v. FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva
de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 97.
200
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 141.
COLEGIO DE ARQUITECTOS DEL PERÚ. LA LIBERTAD, Trujillo. Guía de arquitectura y ciudad, p. 39.
201
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 142.
COLEGIO DE ARQUITECTOS DEL PERÚ. LA LIBERTAD, Trujillo. Guía de arquitectura y ciudad, p. 46.

105
La iglesia de Santa Ana fue una arquitectura religiosa destinada a catequizar a los nativos,
por ende, estuvo dentro de la categoría de “parroquia de indios”, lo peculiar de su caso fue
que se encontraba dentro de los muros de la ciudad, cerca de la Portada de Mansiche. Hoy
en día, la intersección de las calles en la que se encuentra el templo son los jirones Mariscal
de Orbegoso y Zepita. A consecuencia del terremoto de 1759, el recinto fue reconstruido,
tomando un tiempo de 18 años (prolongándose hasta 1777) del que participó el obispo Luna
Victoria para concretizar el proyecto restaurador202.

Como se observó los recintos religiosos padecieron en sus infraestructuras con diferentes
grados de daño, eso se corroboró con las extrañas formas de deterioro que logró distinguir
el corregidor Feijoó de Sosa, claro ejemplo de lo complejo que fue explicar el impacto de
aquel sismo en la urbe colonial, incluso para futuras investigaciones puede ser factible
realizar un análisis minucioso de lo que realmente sucedió con el apoyo de otras ciencias (la
arqueología) para confirmar lo sustentado por el citado corregidor. Lo concreto fue que la
situación ruinosa no fue exclusiva del ámbito urbano de Trujillo, esos deterioros se
expandieron a lugares periféricos y tan lejanos como Virú y Paiján cuyas iglesias padecieron,
eso demuestra que tan amplio fue el radio de impacto que tuvo el terremoto de 1759.

El tiempo que fue usado en todo el proceso reconstructivo de cada estructura religiosa
desveló que tan preparados y financiados estuvieron los miembros del clero regular y secular
en apresurar o ralentizar la erección de sus respectivos templos, aunque existe la variable de
los materiales de construcción empleados por cada recinto antes del terremoto como otro
condicionante que restaría el factor cronológico. Todo parte del terremoto que sucedió en
septiembre de 1759. El primer templo en reconstruirse fue el del Carmen en 1763 según los
manuscritos del monasterio, el de Santa Ana culminó en 1777, mientras tanto, la Catedral se
reconstruyó completamente en 1784, la erección del templo franciscano se prolongó hasta
fines del siglo XIX. Desafortunadamente no se tiene conocimiento de cuando culminaron la
reconstrucción de las iglesias de San Agustín y de Santa Rosa de Santa María.

Los recintos religiosos fueron perjudicados, pero dependiendo de la jerarquía, la importancia


y el poder adquisitivo de quienes los administraron se pudo conocer que tan factible o
imposible fue el proceso de reconstrucción de sus correspondientes infraestructuras. La
Catedral fue el centro de culto con mayor jerarquía, no solo para la ciudad sino para la región

202
COLEGIO DE ARQUITECTOS DEL PERÚ. LA LIBERTAD, Trujillo. Guía de arquitectura y ciudad, p. 49.

106
macro norte del virreinato, representó la sede central del obispado trujillano, su pronta y
urgente reconstrucción era justificada, incluso se observó la preocupación y la intervención
desde el Superior Gobierno para erigir un edificio catedralicio que hiciera frente a los sismos.
Mientras que, en el caso de los agustinos, sus representantes no gestionaron de forma
correcta el caudal económico que gozaron, llegando a plantearse a vender parte de su
convento (adquirido por don Joseph Alfonso de Lizarzaburu), incluso la propia
reconstrucción de la iglesia agustina corrió bajo los gastos de una tercera persona (doña
María Ana de Torres y Toledo) (Ver Figura N° 8).

2.3.2. EL RESTABLECIMIENTO DE LAS EDIFICACIONES PÚBLICAS Y DE LAS CALLES

En la sesión de Cabildo civil del 7 de enero de 1760 también se discutió la cuestión de las
obras públicas, las cuales tomaron la atención de las autoridades para el “beneficio” –en
realidad el restablecimiento– de la ciudad, se debatió en particular lo que se iba a realizar en
la muralla y en la cárcel, estipulándose que el regidor don Joseph Antonio de Ochoteco fuera
quien velase por el cumplimiento de las faenas constructivas que se iban a desplegar en esos
dos sitios203.

Para el año de 1765, la cárcel aún requería de un refaccionamiento en parte de su


infraestructura, para ello el Cabildo civil ordenó que el restablecimiento se ejecutase para
mantener la seguridad que debía de reinar en la ciudad. El 12 de marzo de 1765 se estipuló
que los señores alcaldes velasen por la correcta remodelación del presidio, asimismo se
acordó que el dinero a gastar se adquiriría de las arcas fiscales que disponía la urbe204.

Por otro lado, es necesario precisar que cuando se desató el terremoto de 1759, se encontraba
comandando el virreinato del Perú, José Antonio Manso de Velasco, pero su gobierno se
extendió solo por dos años más. El Conde de Superunda fue reemplazado por Manuel de
Amat y Junient, quien estuvo en el cargo virreinal desde 1761 hasta 1776, bajo su mandato
se enfocó en la reconstrucción de la Catedral trujillana como se observó en el apartado
dedicado a la restauración de los templos religiosos. Luego, Amat fue sustituido por Manuel
Guirior, Marqués de Guirior, marino español nombrado como virrey del Perú en 1776, cargo

203
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fol. 122r.
204
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fols. 223r. y 224r.

107
FIGURA N° 8
TEMPLOS RELIGIOSOS RECONSTRUIDOS EN
TRUJILLO (1759 - FINES DEL SIGLO XIX)

LEYENDA

TEMPLOS RELIGIOSOS RECONSTRUIDOS

La Catedral de Trujillo

La iglesia y el convento de San Francisco

La iglesia y el convento de San Agustín

La iglesia del Carmen

La iglesia Santa Rosa de Santa María

La parroquia de indios de Santa Ana

FUENTES: Elaboración propia a partir de AAT, Fábrica de Iglesia, Leg. 2, Exp. 137 [1754]; Leg. 3 [1773]. ARLL, PN., Joseph Hilario de Aguilar, Libro 273 [1759], fols. 36r.-
40r.; Leg. 389, fol. 298. ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fol. 222v. FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del
Perú. Madrid: Imprenta del Real y Supremo Consejo de las Indias 1763, pp. 44, 45, 68 y 141. MORALES GAMARRA, Ricardo, “La catedral de Trujillo: notas para el análisis de
su historia”, Tempus. Revista de Historia, año 1, N° 1, pp. 23-46, Trujillo 2012, pp. 23-46. TORD, Luis Enrique, “Iglesias de Trujillo”. En Edgardo RIVERA MARTÍNEZ. Antología
de Trujillo. Lima: Fundación Manuel J. Bustamante de la Fuente, pp. 221-222.
PLANO: MARTÍNEZ COMPAÑÓN, Baltasar Jaime, “Plano de la ciudad de Trujillo del Perú - Siglo XVIII”. En Baltasar Jaime MARTÍNEZ COMPAÑÓN. Códice Trujillo del Perú,
Tomo II, FV. Madrid: Palacio Real, Biblioteca 1782-1785.

108
que desempeñó hasta 1780, anteriormente había tenido el puesto de virrey de Nueva Granada
(1772-1776)205.

En el Cabildo secular –sesión del 16 de abril de 1776– el capitán don Pablo de Diéguez,
procurador general de la ciudad de Trujillo, ante la elección del virrey Manuel de Guirior,
alentó y alertó a los regidores de la prioridad que significaba el asunto de la entrada del
nuevo virrey Guirior a la ciudad, por ello advirtió que en Trujillo era preciso aplicar una
serie de protocolos para que el “ritual de poder” (como indicaría el historiador Pablo
Ortemberg) se realizase de una forma adecuada. Lo ideal era que la urbe se encontrase en un
buen estado, sin embargo, se observó mediante la misma acta de sesión que en la ciudad aún
se evidenciaba los estragos del terremoto de 1759, no de forma explícita, pero es muy
probable que el sombrío panorama en que se encontraba Trujillo fuera consecuencia directa
del sismo206.

La primera acción que se tomó en cuenta fue la adquisición de la artillería de pólvora junto
a los pertrechos, eso serviría para recibir a don Manuel de Guirior, dando inicio a los festejos
por su entrada. Luego la atención debió concentrarse en la urbanidad de Trujillo –las
referencias fueron claves para comprender los padecimientos que aún existían en la ciudad–
. Se debió dar

[...] providencia sobre la limpieza de las calles, se limpien los baluartes; que los vesinos hagan
blanquicin las pare[de]s de las casas de sus pertenensias, sean propias, o alquiladas, que se refaccionen
los puentes. Que se reconoscan las paredes de las cassas, y las que amenasen ruina, que se hagan
reparar. Que se limpien los basureros de la ciudad. Que se prohiva a todo vesino el votar basuras, e
inmundicias en las calles. Que se repare la Calle del Arco refaccionandose, o reponiendose el que
estuvo en ella; y que se haga una pared en frente de Santa Ana donde se halla un muladar. Que se
cuide, y limpie la asequia del Estanque, y que en ella no se voten inmundicias. Que se compela a los
vesinos y moradores de las alamedas de Mansiche y Guaman a que blanquen, y pinten sus paredes, y
claven sus estacas de [ilegible], y cuiden de su regadia, y que dichos vesinos de Guaman abran sanja
por una y otra parte, y las planten de alamos, o sauses, y que lo mismo practiquen los indios. Que se

205
FISHER, John, El Perú Borbónico 1750-1824, pp. 267-270.
206
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fols. 405r.-407r. El concepto “rituales de poder” fue
acuñado por el historiador argentino Pablo Ortemberg para hacer referencia a las fiestas y a las celebraciones
que se llevaron a cabo por las élites de la colonia –posteriormente éstas fueron ejecutadas en la república
(algunas modificadas y otras copiadas tal cual)–. Consúltese ORTEMBERG, Pablo, Rituales de poder (1735-
1828). De la monarquía a la república. El objetivo de los rituales era demostrar el poder del Antiguo Régimen
sobre las sociedades subyugadas, de esta forma, esas ceremonias se convirtieron en parte del folclore de dichas
masas, en el caso de las ultramarinas fue parte de una política imperial –exactamente una forma de propaganda–
para mantener a sus súbditos bajo un régimen de lealtad y de legitimación, las fiestas simbolizaban una forma
de «[…] socializar los imaginarios y valores monárquicos […]» y religiosos. HENAO ALBARRACÍN, Ana María,
“Ceremonias reales y representación del Rey. Un acercamiento a las formas de legitimación y propaganda del
poder regio en la sociedad colonial neogranadina. Cali S. XVIII”, p. 2.

109
reconosca cierta casa de Juan de los Angeles, y se vea si se ha exedido en sus linderos. Que se revajen
los salarios de algunos individuos, que lo tienen de los Proprios de este cavildo. Que se prohiva
absolutamente que la gente pleveya, que tienen el oficio de regatonas salgan a los caminos atravezan
los viveres. Que la carne no se venda a mas de dos reales el cuarto207.

Como se apreció en la fracción del documento edil, los vecinos cumplieron un rol
protagónico, ellos embellecieron la ciudad, refaccionaron sus casas, pintaron (blanqueando)
sus propiedades, incluso la petición no solo debió cumplirse dentro de la traza urbana, se
expandió a los pueblos lindantes como el caso de los vecinos de Huamán quienes debieron
plantar álamos y sauces. El objetivo fue dar una agradable y armónica impresión de la urbe
al recién nominado virrey que tenía que recorrer las calles de Trujillo, de esa forma se
generaría una primera percepción de los territorios que muy pronto iba a administrar y que
se encontrarían bajo su jurisdicción. En la Ciudad de los Reyes, para la celebración de la
procesión de septiembre de 1747 –como parte de las festividades por el reciente ascenso de
Fernando VI– los vecinos también participaron activamente en la limpieza de los escombros
que aún se mantuvieron esparcidos por las calles limeñas208.

Continuando con el análisis del fragmento anterior se debe destacar la información acerca
de que algunos puentes y casas –sus paredes de las últimas– aún necesitaban reparaciones
por lo ruinoso en la que se encontraban. En lo que respecta a la Calle del Arco, también
debió de pasar por un proceso de reparación a lo largo de su calzada. ¿Por qué era importante
realizar dicha restauración en esa calle? La respuesta a la interrogante la tuvo Santiago
Vallejo, quien distinguió que en esa vía se edificó el arco, o los arcos, que permitía(n) «[…]
el paso de los virreyes y dignidades que viniendo por el camino del puerto, o la vía del valle,
eran recibidos solemnemente en la ciudad por las autoridades coloniales»209. Dado el
simbolismo que significó la calle para los eventos político-sociales, la premura de las
autoridades por realizar las urgentes restauraciones en esa parte de la ciudad fue más que
justificada.

Como se recuerda, la muralla había pasado por un proceso de reconstrucción en 1760. Esa
estructura urbana no fue dañada por ataques piratas, pero el terremoto de 1759 impregnó su
huella al destruir parte de su infraestructura. La muralla, que fue erigida por el italiano Joseph

207
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fols. 405v.-406v. El subrayado es nuestro.
208
MORENO CEBRIÁN, Alfredo, Relación y documentos de gobierno del virrey del Perú, José A. Manso de
Velasco, Conde de Superunda (1745-1761), pp. 185-186. ANÓNIMO, El Día de Lima (…), p. 116, citado por
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, p. 223.
209
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fols. 405v.-406v. VALLEJO, Santiago, “Las calles de
Trujillo”, pp. 349-350.

110
Formento entre los años de 1687 a 1689, se vio remodelada a partir de 1760, teniendo a don
Joseph Antonio de Ochoteco, miembro del Cabildo como la persona que encabezó las obras
de reedificación en esa distintiva edificación que poseía muros, arcos y 5 portadas para el
ingreso y la salida de la urbe, estas últimas tenían «[…] los nombres de los pueblos hacia las
que se dirigían los caminos que en ellas se iniciaban: la de la Sierra, la de Moche, la de
Miraflores, el Postigo del Deán y la de Huamán»210. Todas las refacciones que se realizaron
tanto dentro (reparaciones de las casas, las calles y la muralla) como fuera (remodelaciones
y ornamentación de las viviendas de Huamán y Mansiche) de la urbe fueron importantes
para el evento político-social que se llevó a cabo en 1776: la entrada del virrey Guirior a la
ciudad de Trujillo (Ver Figura N° 9).

En el segundo capítulo, se llegó a la conclusión que las autoridades tras el sismo de 1759
tuvieron que pasar por una serie de dificultades para poder restablecer el statu quo que
gozaba la ciudad previa al desastre. La templanza y la participación activa de algunos de sus
integrantes fueron los ejes principales en el afán de cumplir la meta de reorganizar la ciudad
no solo erigirla de sus escombros, sino también aplicando políticas económicas, comerciales
y sociales que consolidasen dicho reordenamiento de Trujillo.

En lo que respecta a la reconstrucción de la ciudad se concluyó que, dependiendo de la


estructura a reedificar existieron diversos responsables en cada restauración. Para el caso de
los templos religiosos, estos estuvieron arruinados, pero sus integrantes fueron
determinantes para su reconstrucción. El obispo Francisco Javier de Luna Victoria y Castro
apoyó la reedificación de la Catedral, la iglesia carmelita y la parroquia de Santa Ana.
Mientras que los agustinos no gestionaron adecuadamente su caudal económico, por ello
decidieron vender parte de su convento. En el restablecimiento de los edificios públicos se
observó que la refacción de la muralla y la cárcel fue fiscalizada por don Joseph Antonio de
Ochoteco; asimismo don Pablo de Diéguez en su afán de realizar una apropiada entrada del
virrey Manuel de Guirior a la urbe en 1776, impulsó al vecindario reparar y embellecer sus
casas, asimismo puso mayor énfasis en la reparación de la calle del Arco por su carácter
simbólico en ese tipo de festividades.

210
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fol. 122r. TORD, Luis Enrique, “Iglesias de Trujillo”,
p. 229.

111
FIGURA N° 9
ZONAS RECONSTRUIDAS Y REFACCIONADAS DE LA CIUDAD DE TRUJILLO Y SU PERIFERIA TRAS EL TERREMOTO DE
1759

LEYENDA

ZONAS RECONSTRUIDAS Y/O


REFACCIONADAS

La muralla

La cárcel

Calle del Arco

Casas del pueblo de Huamán

Casas del pueblo de Mansiche

FUENTE: Elaboración propia a partir de ARLL, Ca., Libros de Actas,


Libro 15 [1754-1777], fols. 122r., 223r.-224r., 405r.-407r.
MAPA: FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, “Mapa del Valle de Chimo y
planisférica de la ciudad de Trujillo del Perú”. En FEIJOÓ DE SOSA,
Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del
Perú. Madrid: Imprenta del Real y Supremo Consejo de las Indias 1763.

112
CAPÍTULO N° 3
MANIFESTACIONES SOCIO-CULTURALES DESARROLLADAS TRAS EL TERREMOTO DE TRUJILLO
DE 1759

Este capítulo tiene como objetivo identificar las manifestaciones socio-culturales que se
desarrollaron tras el terremoto de Trujillo de 1759. De esa forma, primero se expondrán los
efectos del movimiento telúrico desde una perspectiva diferente, desde las mentalidades; lo
que permitirá conocer varios aspectos que muchas veces pasan desapercibidos desde una
visión superficial de los hechos. Se analizarán tres puntos importantes, el primero
relacionado a la interpretación que desarrolló Miguel Feijoó de Sosa sobre el terremoto de
1759, dicho corregidor de Trujillo realizó una disertación sobre la causa de los sismos, pero
para entender al personaje y sobre todo su pensamiento se realizará una pesquisa de tres
factores: la relación con los jesuitas, la biblioteca y las experiencias “sísmicas” de Feijoó de
Sosa. Prosiguiendo con el análisis de las mentalidades, se tratará sobre el miedo que generó
en la población la noticia de un posible tsunami que afectase a la ciudad tras el terremoto y
por último el temor que se desarrolló entre la élite trujillana por el accionar de la plebe,
específicamente el sentimiento de inseguridad a consecuencia de los robos.

La religiosidad trujillana será otro de los puntos a abordar. Trujillo como toda ciudad
colonial fue una ferviente urbe cristiana, por ende, la concepción divina continuó siendo
considerada por gran parte de la sociedad como la mejor hipótesis de la causa del sismo.
Para restablecer el antiguo orden y aplacar la ira de Dios, la población apeló a practicar una
serie de manifestaciones religiosas, dentro de ellas se encontraron las confesiones, las
procesiones y las plegarias. De las confesiones se expondrá el caso específico de los
agustinos.

3.1. EL DESASTRE DESDE LA PERSPECTIVA DE LAS MENTALIDADES

3.1.1. MENTALIDAD CIENTÍFICA DE FEIJOÓ DE SOSA. UNA INTERPRETACIÓN DEL

TERREMOTO DE 1759.

En el primer capítulo se planteó que los terremotos –como otros fenómenos– fueron
sometidos a una renovada discusión entre los intelectuales de la época, sobre todo entre los

113
ilustrados franceses. En realidad, desde antes se propuso que los sismos no tenían un carácter
sobrenatural; es decir, ser explicados desde el dogma cristiano y considerados obra de Dios,
no constituía una correcta argumentación211.

Muchos eruditos europeos plantearon que los terremotos debían ser vistos como parte de la
naturaleza o por las acciones que realizaban previamente las sociedades determinarían el
desencadenamiento de los sismos. Fueron científicos como el francés Nicolás Lémery y el
inglés Martín Lister, quienes con sus investigaciones influenciaron el pensamiento de los
criollos peruanos del siglo XVIII al explicar la naturaleza de los terremotos. Hay que
recordar que esos dos hombres de la ciencia plantearon que «[…] los fuegos subterráneos
causaban vientos masivos y una creciente presión del aire que remecían la tierra […]», esa
teoría fue seguida por José Eusebio Llano y Zapata, quien en dos de sus crónicas sobre el
seísmo limeño de 1746, no solo relató lo sucedido en aquel evento trágico, sino también
recogió la propuesta de los científicos del Viejo Continente: el de los fuegos subterráneos
que provocaban vientos continuos, que junto a una aumentada presión del aire conllevó a
que la tierra tiemble. En el primer capítulo se observó que la teoría en cuestión se remontó
hasta la Antigüedad; es decir, en la capital del virreinato del Perú se estuvo analizando a los
sismos desde otra óptica, desde una explicación con argumentos de carácter natural para
comprender lo que había acontecido a mediados del siglo XVIII212.

En 1750, Immanuel Kant ridiculizaba a quienes examinaban los movimientos telúricos


usando argumentos divinos, alegando que los humanos «[…] nos encontramos de pie sobre
la causa […]», con esa frase zanjó todo cuestionamiento previo; la naturaleza –en ese caso
la tierra– era la que desataría los sucesos trágicos que padecen determinadas civilizaciones
a través de la historia. Sin embargo, a lo largo del siglo XVIII, existieron ambas posturas
(divina y natural), en algunos casos combinaban esas dos posiciones, tal fue el caso del Padre
Josef Cevallos quien postuló –tras el terremoto de Lisboa– «[…] que si bien los sismos son
obra de Dios, al igual que todo en el mundo natural, solamente unos cuantos eran castigos

211
Consúltese CID, Gabriel, “¿Castigo divino o Fenómeno natural? Mentalidad religiosa y mentalidad científica
en Chile en torno al terremoto de 1822”.
212
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, p. 44. Consúltese
LLANO Y ZAPATA, José Eusebio, “Carta o diario que escribe Don (…) a su mas venerado amigo y docto
correspondiente el Dr. Don Ignacio Chiriboga y Daza, en que con la mayor verdad y critica mas segura le da
cuenta de todo lo acaecido en esta capital del Perú desde el viernes 28 de octubre de 1746, quando experimentó
su mayor ruyna con el grande movimiento de tierra (…)” y “Observación diaria critico-histórico-meteorológica
contiene todo lo acaecido en Lima desde el primero de marzo de 1747 hasta el 28 de octubre del mismo (…)”.

114
de la Providencia», de esa forma dejó una puerta abierta a la tesis natural, comprendió el
terremoto desde otra perspectiva213.

Bajo el contexto antes detallado, es relevante analizar la disertación que realizó el corregidor
de Trujillo, Miguel Feijoó de Sosa sobre los terremotos. ¿Qué conocimientos podía tener el
corregidor de Trujillo sobre un terremoto?. Esa pregunta fue compleja de responder, para
ello se debió analizar al personaje en su totalidad, iniciando con la instrucción académica
que tuvo desde pequeño y su relación con los jesuitas. Continuando con la pesquisa del
inventario que se realizó a su biblioteca. Como tercer punto se analizó cómo las experiencias
“sísmicas” que padeció dicho burócrata a lo largo de su vida, impactó e influenció en el
conocimiento de esos fenómenos. Finalmente –usando los tres factores antes mencionados–
se analizará la disertación que elaboró Feijoó de Sosa sobre los sismos.

3.1.1.1. MIGUEL FEIJOÓ DE SOSA Y LOS JESUITAS

Miguel Manuel Feijoó de Sosa nació el 3 de junio de 1718 en Arequipa. Su vida académica
estuvo ligada a los jesuitas. Estudió desde el 25 de junio de 1733 en el Colegio de San Martín,
en donde aprendió Filosofía, Teología, Leyes y Cánones. Posteriormente, estudió en la
Facultad de Cánones y en la de Derecho de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos,
consiguiendo la borla doctoral en la primera de ellas. En el Colegio Real y Mayor de San
Martín conoció a Pablo de Olavide y Jáuregui –quien había conseguido una plaza de colegial
en 1734– su futuro cuñado. Olavide en años posteriores se convirtió en uno de los personajes
más renombrados de la Ilustración española214.

Otra evidencia para relacionar a Feijoó de Sosa con los jesuitas fueron los libros que se
registraron del inventario de su biblioteca. Algunas obras sobre los jesuitas fueron:
Colección de las Aplicaciones… de los bienes… de la Compañía de Jesús e Historia de los
jesuitas del Paraguay (Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay) de
Pedro Lozano215.

213
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, p. 45.
214
LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, pp. 20-24. WALKER,
Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, p. 23. Consúltese MOLINA
GARCÍA, Juan Alberto, “El saber climatológico de los jesuitas en la América española. Siglo XVIII”.
215
LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, pp. 72 y 78.

115
Como se apreció en las líneas anteriores, Feijoó de Sosa fue un personaje ligado al mundo
jesuita, pero lo que queda fue un vacío: ¿Dónde se encuentran los sismos en esta ecuación?.
La respuesta a la interrogante es que los jesuitas no fueron religiosos que solo se encargaban
de catequizar a los indígenas, ellos fueron reconocidos hombres de ciencias sobre todo a
partir del siglo XVIII, pero desde su llegada al Nuevo Mundo impulsaron la educación. En
cada territorio donde realizaban sus misiones, se asentaron y erigieron colegios para impartir
sus conocimientos, además de universidades (actualmente son 130 en el mundo). Durante el
siglo XVIII los jesuitas desarrollaron varias exploraciones en el mundo científico, lo que les
permitió aumentar la producción de literatura apologética de la naturaleza. Posteriormente,
en sus instituciones implementaron departamentos de ciencias y construyeron observatorios
dedicados a la astronomía, la meteorología y la sismología. En general, los jesuitas se
aventuraron por estudiar las ciencias naturales. No es de sorprenderse que dos de los grandes
geógrafos indianos, el Padre José de Acosta y Bernabé Cobo, que intentaron interpretar los
terremotos hayan pertenecido a la Compañía de Jesús216.

Acosta en el Libro Tercero de su Historia Natural y Moral de las Indias abordó la cuestión
de los sismos, exactamente en el capítulo 26 denominado “De los temblores de tierra”. En
dicho apartado se refirió a las “exhalaciones cálidas” que se originaban en las concavidades
de la tierra –no fue otra cosa que la explicación de los eruditos de la Antigüedad–, esas eran
«[…] la principal materia del fuego de los volcanes con las cuales se enciende […]»,
asimismo dichas «[…] exhalaciones, no hallando debajo de la tierra salida fácil, mueven la
tierra con aquella violencia para salir, de donde se causa el ruido horrible que suena debajo
de la tierra y el movimiento de la misma tierra agitada de la exhalación encendida». Sin
embargo, la concepción religiosa prevaleció en el Padre Acosta e hizo una analogía con los
truenos y rayos que afectaban las sierras, y con los temblores que perjudicaban los llanos.
Para el jesuita todo tuvo un propósito, por ello existieron «[…] alguaciles de la justicia divina
para temer a Dios […]». Lo último fue abordado y continuado por Bernabé Cobo. Lo que
quisieron los dos jesuitas fue aconsejar a los cristianos a andar por el camino correcto, el

216
MOLINA GARCÍA, Juan Alberto, “El saber climatológico de los jesuitas en la América española. Siglo
XVIII”, p. 728. SÁNCHEZ-SANTILLÁN, Norma, René GARDUÑO LÓPEZ y David Alberto SALAS DE LEÓN,
“Meteorología: ciencia impulsada por los jesuitas”, p. 99. Para el caso colombiano sobre los jesuitas y su
relación con la sismología, véase GÓMEZ GUTIÉRREZ, Alberto. “Los jesuitas ilustrados y el origen de la ciencia
en Colombia”. Además consúltese UDÍAS VALLINA, Agustín, Searching the Heavens and the Earth. The history
of Jesuit Observatories. “Los jesuitas y la geofísica”. “Las universidades jesuitas y la ciencia después de la
restauración de la Compañía de Jesús (1814-2014)”. UDÍAS VALLINA, Agustín y William STAUDER, “The Jesuit
Contribution to Seismology”.

116
trazado por Dios, de no hacerlo serían víctimas de los truenos, los rayos o los terremotos en
los territorios donde vivían217.

Se intentó demostrar que como Feijoó de Sosa estudió en un colegio jesuita, eso influenció
en su apego a las ideas científicas, dado que los hombres de esa orden religiosa venían
abordando muchas ciencias como la sismología e intentaban explicar los terremotos a lo
largo de la época colonial.

3.1.1.2. LA BIBLIOTECA DE UN BURÓCRATA ILUSTRADO

Para realizar un correcto análisis de la biblioteca de Miguel Feijoó de Sosa fue necesario
tener en cuenta la advertencia de Pablo Macera sobre el uso de las fuentes de una biblioteca.

[…] el hecho de que una biblioteca particular exista un determinado impreso no presupone por parte
de su dueño ni siquiera su obligatoria lectura, y mucho menos su afinidad o identificación con el autor
[…] puede ser que haya disentido o aun discrepado radicalmente de las doctrinas enunciadas en esas
páginas, con todo, el análisis de un fondo bibliográfico es siempre indicador de cierta inquietud
intelectual, denota gustos y aficiones, en fin, es piedra de toque para perfilar una orientación o
descubrir ciertas predilecciones. En todo caso, el mero conocimiento de su volumen cuantitativo
proporciona unos razonables elementos de juicio para inferir la talla intelectual de su poseedor 218.

Ese fragmento fue conciso con respecto a las obras que uno puede encontrar sobre un
personaje de la historia, debe existir un equilibrio en el análisis del historiador, se pueden
crear aproximaciones ya que es casi imposible conocer tal cual lo que un individuo trató de
pensar al leer los impresos que tenía a disposición.

El padre de Miguel Feijoó de Sosa fue Manuel Eugenio Feijó de Sosa. El madrileño aparte
de haberse dedicado a la actividad fiscal –ocupó el cargo de Contador del Tribunal de
Cuentas de Lima en 1723, luego Contador Mayor–, se aventuró a abrir un negocio libreril.
A la muerte de Manuel Eugenio se encontraron en su casa tres cajones de libros, dentro de
ellos existieron 7 ejemplares de la Crónica franciscana de Córdova y Salinas, como se sabe
en esa obra se narró el sismo de 1619. Si bien dichos ejemplares estuvieron en venta, el
hecho de haberse encontrado ese texto entre varias obras permite al investigador realizar una

217
PÉREZ-MALLAÍNA BUENO, Pablo, Retrato de una ciudad en crisis. La sociedad limeña ante el movimiento
sísmico de 1746, pp. 414-415. ACOSTA, Josef de, Historia Natural y Moral de las Indias, pp. 93-94. COBO,
Bernabé, Historia del Nuevo Mundo, p. 101.
218
MACERA, Pablo, “Bibliotecas peruanas del siglo XVIII”, pp. 283-312, citado por LOHMANN VILLENA,
Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, p. 71.

117
serie de conjeturas y cuestionarse si Miguel Feijoó de Sosa estuvo al tanto o no de lo que
había sucedido en Trujillo en 1619 a través de esa crónica. Con la advertencia de Macera
antes formulada –también puede ser aplicada a esta forma de consulta bibliográfica–, fue
probable que la Crónica franciscana al igual que otras docenas de libros hayan sido leídos
por el dueño del negocio o incluso por sus hijos (Miguel Feijoó de Sosa), otra situación que
se haya presentado es que sólo Manuel Eugenio haya leído esas obras y que las haya
transmitido oralmente a sus hijos. Lohmann Villena afirmó que Feijoó de Sosa cuando
redactó su Relación sobre la historia trujillana colonial, había empleado una serie de
documentos oficiales y libros que trataron del acontecer local, dentro de ellos figuraba la
obra de Córdova y Salinas. De esa forma se identificó que Miguel Feijoó de Sosa tuvo
conocimiento del terremoto que destruyó Trujillo en 1619219.

De la biblioteca de Miguel Feijoó de Sosa su primer rasgo que saltó a la luz fue su gran
variedad de obras, de distintas áreas académicas (letras y ciencias). Asimismo, fue posible
que el corregidor haya consultado libros de una biblioteca externa, ya que no existió
evidencia en los inventarios que se realizaron de su biblioteca de algunas obras que cita en
sus textos. Para efecto de la presente investigación, se examinaron dos libros que Feijoó de
Sosa utilizó en las páginas de su disertación sobre los sismos, Anales de Tácito y Mundus
subterraneus de Athanasius Kircher. Lo más probable es que dichos textos no se hayan
localizado en la biblioteca privada, no existen pruebas que refuten lo sustentado. Kircher fue
un jesuita alemán, un ejemplo más de lo que ha venido sosteniendo a lo largo del capítulo,
la conexión que tuvo Feijoó de Sosa con esa orden religiosa desde pequeño; por tanto, existió
una influencia al momento de consultado y luego citar a Athanasius Kircher 220.

Las temáticas de los textos que poseía Feijoó de Sosa –más de medio millar
aproximadamente– no se limitaron a la administración pública (por los cargos burocráticos
que ocupó a lo largo de su vida), sino también existieron libros de derecho (canónico y
público), jurídico, política, literatura, historia (de España, América, Japón, entre otros),
ciencia (física, medicina, matemáticas), geografía y viajes, todos ellos fueron parte de su

219
LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, pp. 21 y 35. Miguel FEIJOÓ
DE SOSA en su Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, cita a Córdova y Salinas en
las pp. 60, 66, 67, 71 y 72. Sobre la ocupación del padre de Miguel Feijoó de Sosa consúltese MAGDALENO
REDONDO, Ricardo, Archivo General de Simancas. Títulos de Indias, pp. 647 y 712, citado por LOHMANN
VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, p. 21.
220
LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, pp. 71-72, ver nota al pie
n° 225. FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 150.

118
gran repertorio de lectura, lo que presupone se encuentra el investigador ante un hombre
inquieto por variados asuntos. Las publicaciones no solo se limitaron al español, también
había material bibliográfico escrito en latín, francés, italiano, portugués e inglés (para
comprender los tres últimos utilizó diccionarios, afirmó Lohmann). Los rasgos visualizados
invitaron afirmar que Feijoó de Sosa fue un hombre ilustrado, un individuo curioso por
conocer el mundo a través de los libros que, para la época estudiada, eran los medios en que
una persona podía alcanzar una sapiencia promedio que le permitían cuestionarse sobre
diferentes tópicos como la naturaleza, la vida, etc. que antes solo se explicaban mediante la
fe divina (a pesar de que tuviera obras de religión, espiritualidad, teología dogmática, moral
y apologéticas). El dato curioso que se desprendió de su vasta biblioteca fue «[…] que no
tuviera ni un ejemplar de su propia Relación [descriptiva de la ciudad y provincia] de
Trujillo»221.

En lo que respecta a los libros que se habían inventariado de la biblioteca del corregidor,
fueron causal de sorpresa los pocos títulos que se encontraron relacionados con los
terremotos o de eventos catastróficos, aunque no hay que negar su afinidad por los textos de
los ilustrados de la época. Se hallaron las obras épicas de Pedro de Peralta Barnuevo,
Historia de España vindicada (Lima, 1730) y Lima fundada o conquista del Perú (Lima,
1732). Peralta, quien nació el 26 de noviembre de 1663, fue un erudito limeño que se
desempeñó entre otras disciplinas a la química, la botánica, la astronomía, la astrología.
Además, experimentó el sismo de 1687, lo concibió como un evento de carácter divino, el
terremoto le inspiró a escribir una serie de poemas como “Delante de una imagen de Cristo
crucificado” y el “Apolo Fúnebre” (este último lo compuso en griego a los 24 años de edad).
Falleció el 30 de abril de 1743, tres años antes de que presenciara el otro gran terremoto de
1746 que destruyó nuevamente la Ciudad de los Reyes222.

La pareja de científicos españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa, también fueron parte del
repertorio de obras que posiblemente consultó Miguel Feijoó de Sosa, dentro del inventario
figuraron las Observaciones astronomicas y phisicas, hechas de orden de Su Majestad en
los Reynos del Peru y las Noticias americanas: entretenimientos phisicos-historicos, sobre

221
LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, pp. 72-80.
222
LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, p. 73. PÉREZ-MALLAÍNA
BUENO, Pablo, Retrato de una ciudad en crisis. La sociedad limeña ante el movimiento sísmico de 1746, pp.
415-416. ROMERO RIVERA, Antonio, “Don Pedro de Peralta y Barnuevo y su obra: contexto económico, social,
político y cultural. Su proyección histórica”, pp. 17 y 24. RIVA-AGÜERO, José de la, Estudios de Historia
Peruana: La Historia en el Perú, pp. 275-277.

119
la América Meridional y la Septentrional Oriental, el último de autoría de Ulloa solamente.
Dichos hombres ilustrados redactaron una serie de textos científicos y políticos (sobre la
corrupción que imperó en Hispanoamérica), en esta ocasión se examinarán los libros del
primer tópico, esas investigaciones se llevaron a cabo bajo el gobierno de Felipe V, quien
junto a su primer secretario José Patiño decidieron incorporar a la citada pareja de españoles
en la expedición que organizó la Academia de Ciencias de Paris, cuyo líder fue el naturalista
francés Charles-Marie de La Condamine223.

Al consultar las dos obras que se inventariaron de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, sólo se
halló una mención de los terremotos en las Noticias americanas donde se afirmó que los
movimientos telúricos fueron un factor en la formación de quebradas, ya que un sismo
provocaba una abertura en las montañas. Por otro lado, de la Relación escrita por Feijoó de
Sosa se corroboró que el corregidor había leído a Jorge Juan tras acusarlo de emitir la fecha
incorrecta y no precisó la expansión de las lluvias torrenciales de 1728 ocurridas en la
jurisdicción de Trujillo224. Fue en la Relación histórica del viaje a la América Meridional
donde los marinos españoles realizaron una exhaustiva explicación sobre los terremotos,
analizaron el caso de Lima, considerándola tierra de temblores.

[…] causan los vientos con su mucha dilatacion; tanto los contenidos en las materias silfureas, y otros
minerales, como los esparcidos en las porosidades de la misma Tierra, quando comprimidos en ellas
y no cabiendo yá en el reducido espacio de sus venas, procuran salir a mayor extension: en lo qual
parece no hay contradicion, y que además de la natural razon, que assi lo persuade, se halla apoyado
de la experiencia; pero falta que apurar en qué manera vuelven a hincharse las venas de la Tierra con
nuevo Ayre, después de haver sucedido un Temblor; por cuyo medio es regular quede evaquada
aquella cantidad, que estaba opresa, y debería passarse mucho tiempo sin que se siguiesse otro […] 225.

La explicación que ofrecieron Jorge Juan y Antonio de Ulloa no es más que una
interpretación de lo que hasta aquel entonces los philosophos comprendieron sobre esos
eventos terrestres. Por tanto, en el fragmento se manifestó nuevamente la presencia de las
concavidades de la Tierra, donde ambos eruditos españoles lo representaron como venas que
el planeta poseía bajo su superficie. Desafortunadamente no se puede comprobar que Feijoó

223
LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, pp. 77 y 79. NUÑEZ,
Estuardo, Viajes y viajeros extranjeros en el Perú (…), pp. 156-157. QUIROZ, Alfonso W., Historia de la
corrupción en el Perú, p. 49.
224
ULLOA, Antonio de, Noticias americanas: entretenimientos phisicos-históricos, sobre la América
Meridional y la Septentrional Oriental, p. 25. JUAN, Jorge y Antonio de ULLOA, Relación histórica del viaje a
la América Meridional, Tomo III, Libro I, Capítulo X, p. 38, citado por FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación
descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 160.
225
JUAN, Jorge y Antonio de ULLOA, Relación histórica del viaje a la América Meridional, Tomo III, Parte II,
Libro I, Capítulo VII, p. 109.

120
de Sosa haya conocido la versión de la pareja de marinos hispanos sobre la naturaleza de los
terremotos. Sin embargo, ha quedado demostrado que el corregidor poseía ejemplares de
obras científicas importantes de los dos personajes en cuestión.

Otro texto que se ubicaba dentro de las obras consultadas por el burócrata arequipeño fueron
los referentes a los volcanes. Bajo esa premisa se registró la Historia del Besubio, texto
escrito en italiano. Pero Lohmann duda sobre a cuál Historia se refería el inventario que
había realizado el escribano de entonces, para ello brindó dos posibilidades, estas fueron:
Dei vulcani o monti ignivomi piu noti, e distintamente del Vesuvio osservazioni fisiche e
notizie istoriche. Di Uomini Insigni di varj tempi, raccolte con diligenza (De los volcanes
más conocidos o montañas de ¿ignivome?, y claramente de las observaciones físicas e
información histórica del Vesubio. De hombres distinguidos de varios tiempos, reunidos con
diligencia) [Livorno, 1779] o De incendio Vesuvii de Iannes Battista Masculis [Napoli,
1633]226. Más allá de que obra sea la que poseyó Feijoó de Sosa entre sus anaqueles, su
importancia radicó en que se habla del Vesubio que es uno de los volcanes más famosos del
planeta por su continua actividad volcánica en la península itálica. Además, los volcanes
fueron concebidos como fenómenos con una estrecha relación con el desencadenamiento de
terremotos.

El análisis que se realizó a la biblioteca de Miguel Feijoó de Sosa se concluyó con los textos:
Theatro Crítico Universal y Cartas Criticas (Cartas eruditas y curiosas) de Benito Jerónimo
Feijóo (1676-1764), quien en vida fuera un monje benedictino e ilustrado, nació en Pereiro
de Aguiar (Galicia, España); como todo hombre ilustre, el contenido de sus dos obras abarcó
diversos campos de estudio, con una tendencia enciclopédica. En el caso del Theatro Crítico
Universal, éste se encontraba compuesto de 8 volúmenes con 121 discursos o ensayos, donde
se abordó sobre derecho, historia, política, economía, física, química, astronomía, filosofía,
matemáticas, literatura, geografía, filología, religión y medicina y otras ciencias naturales.
Las –162– Cartas Criticas (Cartas eruditas y curiosas) que también redactó Feijóo,
divididas en 5 volúmenes, fue una continuación del Theatro Crítico con varios de los mismos
tópicos227.

LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, p. 79.


226

227
LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, p. 79. GARCÍA CRUZ,
Cándido Manuel, “Bases científicas del pensamiento geológico de Benito Jerónimo Feijoo”, p. 199.

121
Como dato curioso tanto Miguel Feijoó de Sosa como Benito Jerónimo Feijóo compartieron
el mismo apellido, según Lohmann Villena el origen de los Feijoó de Sosa se remontó hasta
la península ibérica, exactamente en Portugal y la zona de Galicia, este último fue el lugar
de nacimiento del citado ilustre español; asimismo el bisabuelo de Miguel Feijoó de Sosa
fue Vicente Feijó de Sosa quien era luso; su abuelo Pedro José Feijó de Sosa y su padre
Manuel Eugenio Feijó de Sosa eran madrileños. Sin embargo, Miguel Feijoó de Sosa nació
–al igual que sus hermanos, Manuela Justa y Manuel Mariano– en Arequipa (Ver Figura N°
15). Para futuras investigaciones queda corroborar o refutar el probable parentesco que
hayan tenido Benito Jerónimo Feijóo y Miguel Manuel Feijoó de Sosa228.

Otra coincidencia que se pudo destacar de ambos personajes históricos fue que ambos
personajes fueron dos intelectuales natos. Miguel Feijoó de Sosa fue considerado por
Guillermo Lohmann Villena como una figura partícipe de los cambios y las reformas
llevadas a cabo por los Borbones en América en el último tercio del siglo XVIII, además
destacó su capacidad intelectual, su manejo en la administración pública (sobre todo en el
sistema hacendístico) y un individuo que estuvo presto a seguir los planteamientos llegados
desde la Península por los ilustrados españoles, en su afán de mejorar –y restaurar– a España
a sus mejores tiempos como potencia imperial; por ende se refirió a Feijoó de Sosa como un
burócrata ilustrado del siglo XVIII. Asimismo, para el caso de Benito Jerónimo Feijóo existe
una larga bibliografía de sus trabajos; sus planteamientos gozaron de una gran influencia en
España y en América, como se dijo anteriormente, abarcó diferentes ramas de estudio a la
que se puede agregar la música, la literatura y, en el campo científico, la geología229.

En la ciencia geológica Benito Jerónimo Feijóo brindó una serie de aportes, explicando la
causa de los terremotos y de los volcanes. El propio corregidor en su Relación de Trujillo se
refirió a un tal Padre Feyjóo que comentó sobre el sismo lisboeta de 1755, como un personaje
que «[…] dotó el Cielo de especial facundia, e ingenio sobresaliente para honor de las letras,
y gloria de la Nación Española […]», dicho religioso fue Benito Jerónimo Feijóo. Se debe

228
LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, pp. 20 y 23. Consúltese
ALONSO CORTÉS, Narciso, “Datos genealógicos del P. Feijoo”.
229
LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, pp. 13-14. Consúltese
ÁLVAREZ BARRIENTOS, Joaquín, “Benito Jerónimo Feijoo elabora su imagen como autor”. QUINTANA M.,
Hugo J., “Las cartas musicales de Benito Jerónimo Feijoo y su difusión en Venezuela durante el período
colonial”. GÓMEZ CASTELLANO, Irene, “Benito Jerónimo Feijoo y la controversia europea en torno a los
vampiros”. GARCÍA CRUZ, Cándido Manuel, “Bases científicas del pensamiento geológico de Benito Jerónimo
Feijoo”.

122
tener en cuenta que aquel polígrafo español tuvo conocimiento del terremoto luso porque
intercambió correspondencias con don Joseph Díaz de Guitián, vecino de la ciudad de Cádiz
(desde el 19 de noviembre de 1755 hasta el 13 de enero de 1756), además de otra misiva
enviada a Joseph Rodríguez de Arellano, canónigo de la catedral de Toledo (25 de enero de
1756), todas esas cartas fueron publicadas «[…] originalmente en 1756 en un pequeño
estudio bajo el título de Nuevo systhema sobre la causa physica de los terremotos, y que
luego aparecerían, en 1760, en el tomo V de sus Cartas eruditas y curiosas»230.

La biblioteca de Feijoó de Sosa fue uno de los factores que le permitió formar un
conocimiento sobre los sismos, es decir, a partir de las ideas que los autores plasmaban en
sus libros y que el corregidor tuvo afortunadamente a su disposición le permitió construir un
pensamiento “científico” de las causas de los terremotos.

3.1.1.3. LAS EXPERIENCIAS “SÍSMICAS” DE FEIJOÓ DE SOSA

En 1744, Miguel Feijoó de Sosa contrajo matrimonio con la hermana de Pablo de Olavide,
María Micaela Josefa Antonia de Olavide y Jáuregui, ese casamiento fue beneficioso para
Feijoó de Sosa puesto que la familia Olavide gozaba de un gran prestigio dentro de la élite
limeña, permitiéndole ascender en la jerarquía política colonial. A través de esa alianza
matrimonial se activaron las redes de poder, ya que inmediatamente disponía de un hermano
político como Oidor; de su suegro, don Martín de Olavide y Arbizu, como un comerciante
navarro de una fortuna respetable; de su concuñado Alfonso Santa de Ortega (marido de
María Josefa de Olavide desde 1742), como una de las personas de confianza del Virrey
Marqués de Villagarcía. Entonces la unión Feijoó-Olavide permitió a Miguel –dentro de la
dote se incluyó– tener la plaza de Contador Mayor del Tribunal de Cuentas, aunque más

230
Para comprobar que el Padre Feyjóo –que hizo referencia Feijoó de Sosa en su Relación– fue Benito
Jerónimo Feijóo se siguieron dos argumentos. Primero, porque como antes se postuló, el corregidor de Trujillo
fue influenciado por los ilustrados españoles, entonces dicho monje gallego al ser uno de los más destacados
del siglo XVIII, fue uno de los personajes al que Feijoó de Sosa se refirió en su crónica. Segundo, Lohmann
Villena finiquitó la duda cuando dijo que el burócrata arequipeño –en el contexto por explicar el origen de los
terremotos– admitió «[…] la hipótesis formulada por el sabio benedictino Feijóo de atribuir los sismos a
descargas eléctricas», dicha teoría fue manejada por Benito Jerónimo Feijóo. LOHMANN VILLENA, Guillermo,
“Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, pp. 35 y 36. FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de
la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 153 y 154. GARCÍA CRUZ, Cándido Manuel, “Bases científicas
del pensamiento geológico de Benito Jerónimo Feijoo”, p. 212.

123
adelante le ocasionaría una serie de problemas. Además, María Micaela de Olavide y Miguel
Feijoó de Sosa tuvieron un hijo llamado Manuel José, pero éste falleció de corta edad231.

La vida de Miguel Feijoó de Sosa –al igual que la del Virrey Manso de Velasco– estuvo
unida directa o indirectamente a los terremotos. Feijoó de Sosa heredó el puesto de
corregidor y justicia mayor de Quispicanchis de su padre el General Manuel Feijó de Sosa,
aunque para ello, Robles Maldonado –otro beneficiado para quedarse con la mencionada
jurisdicción cusqueña– incumplió su promesa que realizó el 15 de enero de 1744 de pagar
24 000 pesos en un plazo de un mes, esa infracción facilitó a Feijoó de Sosa obtener el
corregimiento232.

Tras un año de asumir el cargo de corregidor, Feijoó de Sosa fue víctima de un sismo, en
realidad de una serie de movimientos telúricos que iniciaron en la Navidad de 1745 y se
prolongaron hasta diciembre de 1746, los más fatales fueron los terremotos del 9 y 11 de
febrero, todos ellos se suscitaron principalmente en Urcos –pueblo que era capital de
Quispicanchis, jurisdicción que estaba a cargo Feijoó de Sosa– como también en otros
espacios periféricos del Cuzco colonial (Andahuaylillas, Quiquijana, Huaroc, Accos y
Accomayo)233 (Ver Tabla N° 7).

Según Diego de Esquivel y Navia, el terremoto del miércoles 9 de febrero «[…] duró cosa
de una avemaría», este se había desarrollado paralelamente a copiosas lluvias que caían
sobre el lugar, en total ese día se sintieron 11 temblores. Los continuos movimientos de tierra
provocaron que las edificaciones se vieran muy afectadas, los templos se encontraron rajados
y lastimados, asimismo cayeron muchas casas, lo que generó no solo el temor, sino también
la incertidumbre por parte de los vecinos de Urcos, quienes –ante ese panorama sombrío–
decidieron estar «todos los días en la plaza, en toldos y ramadas». Esquivel recogió el
testimonio de un dominicano que había llegado a Urcos el domingo 13 de febrero, señaló
que, a causa de los temblores, el religioso en su travesía, al ir «[…] por la ladera de

231
LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, pp. 24-26.
232
LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, p. 27.
233
LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, p. 29. ESQUIVEL Y NAVIA,
Diego de, Noticias cronológicas de la ciudad del Cuzco, Tomo II, pp. 338-339, 363, citado por SEINER
LIZÁRRAGA, Lizardo, Historia de los sismos en el Perú. Catálogo: Siglos XVIII-XIX, pp. 125-126. SILGADO
FERRO, Enrique, Historia de los sismos más notables ocurridos en el Perú (1513-1974), p. 28.

124
TABLA N° 7
SISMOS REGISTRADOS EN CUZCO EN 1746

Índice de Hora
N.° Año Mes Día Duración Ciudad Departamento
Confiabilidad local

251 4 1746 febrero 9 12.45* s/d Cusco Cusco

252 4 1746 febrero 9 13.00 s/d Cusco Cusco

253 4 1746 febrero 9-17 s/h s/d Urcos Cusco

254 4 1746 febrero 9-17 s/h s/d Andahuaylillas Cusco

255 4 1746 febrero 9-17 s/h s/d Quiquijana Cusco

256 4 1746 febrero 9-17 s/h s/d Accos Cusco

257 4 1746 febrero 9-17 s/h s/d Acomayo Cusco

258 4 1746 febrero 9-17 s/h s/d Huaroc Cusco

259 4 1746 marzo 18 p.m. s/d Urcos Cusco

260 4 1746 abril 28 01.00 s/d Cusco Cusco

261 4 1746 abril 28 s/h s/d Oropesa Cusco

262 4 1746 octubre 7 12.00 s/d Cusco Cusco

263 4 1746 octubre 8 s/h s/d Cusco Cusco

264 4 1746 octubre 17 12.30 s/d Cusco Cusco

265 4 1746 octubre s/f s/h s/d Lucre Cusco

FUENTE: SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Historia de los sismos en el Perú. Catálogo: Siglos XVIII-XIX. Lima:
Fondo Editorial de la Universidad de Lima 2016, p. 125.

125
Mollebamba, se desprendió de la serranía una piedra grande que cogió a una mula suya
cargada y la arrebató y arrojó al río grande»234.

Si bien en la crónica de Esquivel no se hace referencia de la participación de las autoridades


ante los continuos terremotos en Urcos, se observó un patrón en la actitud de la población
que sucedió tanto en ese pueblo cusqueño como en Trujillo, consistió en refugiarse en “la
plaza”, es posible que dicha plaza sea la central en ambas localidades, por tanto es el lugar
neurálgico donde los damnificados solían acudir tras desarrollarse un terremoto y esto se
debió probablemente a las dimensiones amplias que poseían y que dada su espacialidad
generaban una suerte de resguardo a los individuos que acudían a las plazas.

Por otra parte, en ese mismo año de 1746, Lima sufrió el embate de un terremoto en octubre
que significó su destrucción, pero también representó la peor tragedia que le pudo suceder a
la esposa de Feijoó de Sosa y su familia. Por tanto, aquel evento afectó indirectamente la
vida del corregidor. Charles Walker recogió la predicción hecha por la madre Teresa de Jesús
–quien perteneció a la congregación de las Descalzas de San José– sobre lo que le iba a
suceder a la familia Olavide y Jáuregui. Antes de ello hay que señalar que las monjas fueron
un grupo social-religioso peculiar, ligado a los sucesos catastróficos y a las situaciones
enigmáticas como premoniciones. Usualmente antes de que se desarrolle cualquier desastre
natural, existieron signos o señales que una persona o un selecto grupo de individuos
lograron percibir o recibieron un mensaje a través de apariciones o de sueños, Walker opina
que existió una ironía con respecto a este asunto, porque fueron las monjas quienes se les
presentaron esos símbolos para dar aviso a la ciudad –en el contexto del terremoto de Lima
de 1746–, la ironía radica en que…
[…] las monjas –mujeres que se retiran de la esfera mundana y minimizaban las comunicaciones con
esta– quienes nos brinden estas observaciones. Aunque sus voces están filtradas –los testimonios son
casi siempre los de sus padres espirituales o confesores–, sus premoniciones y la profunda
preocupación por las implicancias que podían tener sobre la seguridad de la ciudad, nos ofrece un
testimonio vivido sobre la Lima del siglo XVIII235.

Para ello, existió un debate en torno a, ¿Por qué dichas señales se presentan solo a las
mujeres, concretamente a las monjas?, la discusión fue amplia, desde quienes pensaban que
las mujeres «tenían poderes comunicativos especiales y que encarnaban la auténtica piedad

234
ESQUIVEL Y NAVIA, Diego de, Noticias cronológicas de la ciudad del Cuzco, Tomo II, pp. 338-339, 363,
citado por SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Historia de los sismos en el Perú. Catálogo: Siglos XVIII-XIX, pp.
125-126. LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, p. 29.
235
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, p. 47.

126
cristiana», debido al programa de la Contrarreforma que la Iglesia Católica había iniciado,
como Pierre Chaunu mencionó, fue una «feminización de la religiosidad contrarreformista».
Otros –como el arzobispo Barroeta– postulaban que «las visiones no eran sino un reflejo de
la debilidad y simpleza de las mujeres, él entendió el misticismo femenino como un
infortunado remanente de las prácticas religiosas barrocas y populares que debía ser
extirpado»236.

Regresando a la predicción de la religiosa de más de 100 años, ella había tenido constantes
visiones sobre un desastre que destruiría Lima, la monja le comentó a su confesor que «Dios
estaba a punto de descargar su justicia sobre la ciudad y sus habitantes, pero ella no vería el
castigo pues habría de morir poco antes». Y tal como lo predijo, la madre Teresa de Jesús
falleció 13 días antes de que se desatara el terremoto de 1746. Dentro de sus predicciones se
encuentra la que realizó a la familia Olavide y Jáuregui, hay que precisar que todo partió de
las burlas que vociferó María Joseph de Mercedes –miembro del linaje Jáuregui, su hermana
estaba casada con el próspero comerciante don Martín de Olavide– de las profecías que
mencionaba la monja anciana, ésta al escuchar las mofas exclamó: «¿Te ríes hija? Pues te
certifico en verdad que la primera noticia que oirás después del temblor, será la muerte de
los tuyos»237.

El testimonio de la monja fue revelador, ya que, la fatídica noche del 28 de octubre en la


calle de San Antonio, don Martín de Olavide y Arbizu, su mujer y las tres hijas de ellos,
Mariana, Micaela (esposa de Feijoó de Sosa) y Josefa (cónyuge de Santa de Ortega) se
encontraban de visita en la casa de don García José Lasso de la Vega Híjar y Mendoza,
Conde de Villanueva del Soto. Tras no poder salir, solo alcanzaron llegar a la puerta, la
residencia de don García José Lasso se transformó en la última morada de los padres y de
una de sus hijas (Mariana), es decir, ahí fallecieron tres de los miembros de la respetada
familia Olavide –tal como lo pronosticó la madre Teresa–, mientras que las otras dos
hermanas, Micaela y Josefa, lograron ser rescatadas por el Marqués de Ovando 238.

236
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, pp. 54-55.
237
PÉREZ-MALLAÍNA BUENO, Pablo, Retrato de una ciudad en crisis. La sociedad limeña ante el movimiento
sísmico de 1746, p. 393. WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de
1746, p. 73.
238
LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, pp. 26-29. OVANDO,
Marqués de, “Carta que escribió el Marqués de Obando (...) sobre la inundación del Callao, terremotos (...)”,
pp. 50-51, citado por WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746,
p. 23.

127
La esposa de Feijoó de Sosa resultó con una costilla y una pierna fracturada, luego el
Marqués de Ovando suministró a las sobrevivientes «[…] agua de la reina de Hungría […]»,
también denominado agua de romero, el primero en su tipo que fue elaborado a base de
alcohol, su origen se remonta hasta el siglo XIV, su nombre se debe a la reina consorte Isabel
Piast de Hungría (1305-1380), quien utilizó el perfume –elaborado por un alquimista– como
rejuvenecedor, dicha soberana vivió hasta los 75 años de edad, algo inusual en su época239.

La cuestión es, ¿Por qué se les suministró dicho brebaje a las hermanas Olavide? Para ello
hay que tener en cuenta que el romero tiene propiedades medicinales que ayudan a quien lo
consuma tanto a nivel físico como mental. En el caso de su función antiinflamatoria, el ácido
rosmarínico incrementa la producción de prostaglandina E2, este a su vez ayuda a restablecer
el sistema nervioso y hormonal de la persona damnificada. Además, el romero «[…] elimina
posibles espasmos», es decir, cumple una función antiespasmódica que consiste en erradicar
calambres que se puedan presentar en un individuo. «La esencia sola se utiliza también para
preparar el alcohol de romero, con el que se realizan fricciones en zonas doloridas». Todo
ello ha hecho de que el romero sea «[…] considerado tradicionalmente como un tónico [que]
suele utilizarse en casos de estrés, e incluso de depresión leve, gracias al efecto tonificante
del sistema nervioso que se le atribuye». Bajo esa premisa el cuerpo en su conjunto (físico y
mental) se ve fortalecido y hace frente a algún accidente que haya tenido una persona. A
través de esta breve disertación médica se puede explicar la razón por la que el Marqués de
Ovando decidió que las hermanas Olavide ingiriesen el agua de la reina de Hungría.
Posteriormente, el Marqués fue en busca de médicos y –probablemente temiendo lo peor–
de confesores, sin encontrar fortuna ya que no encontró ni lo uno ni lo otro. El terremoto
limeño de 1746 fue otro acontecimiento que le sirvió a Feijoó de Sosa esbozar una
explicación del origen de los sismos en su conocida disertación240.

Feijoó de Sosa también estuvo al tanto de lo que había sucedido en Europa en 1755, aquel
año Lisboa sufrió un terremoto que repercutió en el resto del Viejo Continente. El corregidor

239
LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, p. 29. OVANDO, Marqués
de, “Carta que escribió el Marqués de Obando (...) sobre la inundación del Callao, terremotos (...)”, pp. 50-51,
citado por WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, p. 23.
CRIADO VEGA, Teresa, “Las artes de la paz. Técnicas de perfumería y cosmética en recetarios castellanos de
los siglos XV y XVI”, pp. 867 y 892. LÓPEZ LUENGO, M. Tránsito, “El romero. Planta aromática con efectos
antioxidantes”, p. 60.
240
LÓPEZ LUENGO, M. Tránsito, “El romero. Planta aromática con efectos antioxidantes”, pp. 60-63. FEIJOÓ DE
SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 149-153.

128
recogió el análisis del terremoto en cuestión, gracias a las noticias que le brindaban
individuos instruidos en el asunto, eso le permitió ampliar su discurso entorno a las causas
de los terremotos, en ese caso particular mencionó la duración, la expansión y la causa (el
“fuego eléctrico”), este último factor como el determinante para explicar la celeridad del
impacto en varias zonas de Europa (Portugal y España) y África (Marruecos)241.

Como se observó, Feijoó de Sosa padeció a lo largo de su vida de continuos terremotos. Esas
experiencias “telúricas” (directas e indirectas) que perturbaron al arequipeño permite
visualizar el comportamiento que tomó Feijoó de Sosa como autoridad de uno de los
espacios más importantes del virreinato (corregidor de Trujillo), aunque hay que tener en
cuenta la autocrítica que él realizó sobre su propia labor como corregidor, mencionó que
«[…] los remordimientos que continuamente me pulsan la conciencia por haber sido
Corregidor […] no fui de los peores, ni atesoré caudales, pero tampoco cumplí con las
obligaciones del ministerio»242. Este fragmento es evidente, una confesión de un burócrata
que no cumplió con las expectativas que requería su trabajo. A pesar de ello es muy probable
que las experiencias “sísmicas” de Urcos (1745-1746), de Lima (1746) y de Lisboa (1755)
le permitieron –al menos mínimamente– tomar las medidas y las operaciones adecuadas tras
el sismo de Trujillo (1759), además –conscientemente– formar una propia interpretación de
aquel desastre.

3.1.1.4. LA DISERTACIÓN DE FEIJOÓ DE SOSA

Antes de todo hay que indicar que Feijoó de Sosa había realizado dos disertaciones, uno
sobre el origen de los sismos y el otro sobre las precipitaciones pluviales, este dato lo destacó
Lohmann Villena, quien un tanto escéptico señaló que «A través de su lectura descubrimos
facetas verdaderamente inesperadas en la mentalidad de su autor, quien por sus ocupaciones
y empleos parecería totalmente ajeno a tal género de lucubraciones […]», aunque
inmediatamente después con un tono más optimista indicó sobre las disertaciones que «[…]

241
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 153-154.
ÁLVAREZ MUÑOZ, Evaristo, “Leibniz damnificado por el terremoto de Lisboa”, p. 188.
242
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, “Dictamen del señor […] contador […] sobre que se quite del todo los
Repartimientos de los Corregimientos”, pp. 335-336, citado por LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel
Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, p. 27.

129
no carecen de sensatez y revelan aguzado espíritu de observación y cierta preparación en
esas disciplinas»243.

Personajes contemporáneos al corregidor elogiaron su obra, que antes de ser publicada debió
pasar por un análisis riguroso de su contenido para obtener la licencia real requerida. Esa
empresa la encargó a Manuel de Isurieta y Querejazu, experto en esas materias en la
metrópoli. Isurieta presentó la petición el 30 de junio de 1763 ante el Consejo de Indias,
siendo desestimada el 8 de julio con dictamen fallido. Luego la institución española decidió
tener un punto de vista técnico del texto, esa tarea fue encargada al Cosmógrafo Mayor, el
jesuita P. Christian Rieger, quien expuso comentarios positivos de la Relación el 27 de julio,
en consecuencia, el religioso mencionó: “muy buena y acabada la descripción, como también
que es mui natural la disertación que hace de los terremotos y lluvias”. Esta última parte se
subraya dado que quien emitió esa opinión fue el entonces Cosmógrafo Mayor de Carlos III
en el Consejo de Indias, regido por la Compañía de Jesús, por tanto, su apreciación del texto
es doblemente destacable244.

La primera impresión de Lohmann Villena fue comprensible teniendo en cuenta la profesión


y la labor que ejerció Feijoó de Sosa, sin embargo tras haber analizado los tres factores que
marcaron al personaje en cuestión a lo largo de su vida se puede comprobar que no estaba
muy alejado del mundo científico o en todo caso tenía nociones básicas sobre ese ámbito
académico, para corroborar ello toca examinar la propia disertación sobre la causa de los
terremotos que realizó y así encontrar paralelismos y similitudes con lo antes explicado. Para
ello se iniciará con el dilema que surgió ante la consulta de los textos de Tácito y de Kircher
por parte del corregidor.

Feijoó de Sosa analizó a tratadistas que hablaron sobre el origen de los terremotos, ellos
fueron Tácito con Anales y Athanasius Kircher con su Mundus subterraneus (Feijoó lo
denominó Kirker)245. En el apartado de la biblioteca de Feijoó de Sosa se había realizado un
primer análisis de las mencionadas obras, concluyendo que en el inventario de la biblioteca
no se habían encontrado esos ejemplares, por consecuencia provenían de una biblioteca
privada o externa no identificada.

243
LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, p. 35.
244
LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”, pp. 36-37.
245
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 150, ver
nota al pie (*).

130
La anterior conjetura permitió formular una interrogante: ¿De quién o cómo Feijoó de Sosa
obtuvo o terminó consultando los textos de Tácito y de Athanasius Kircher en su disertación?
Para ello se tuvo que examinar a profundidad los textos de Feijoó de Sosa y de Llano y
Zapata, ¿Por qué de este último?, eso se debió a que ambos personajes señalaron
informaciones históricas y foráneas de terremotos muy similares por no decir iguales de
Tácito y de Kircher lo que permitió formular dos hipótesis. Primero hay que señalar que las
informaciones históricas que se hacen referencia fueron utilizadas para explicar cómo
algunas ciudades pasaron a “sepultarse” o ser “tragadas” por la tierra tras sufrir un
movimiento telúrico. El historiador romano informó que doce ciudades en el Asia habían
sido destruidas a consecuencia de un terremoto (17 d. C.), mientras que el jesuita alemán
comunicó del padecimiento del Castillo de Santa Eufemia en Calabria (1638)246.

Analizando a detalle cada versión de las informaciones, se observó que Llano y Zapata
realizó una mención generalizada en su afán de ejemplificar los hundimientos de ciudades a
través de la historia a consecuencia de los desastres. Mientras que Feijoó de Sosa, utilizó
dichos datos como base para expandirse a más ejemplos y justificar su teoría sísmica, es
decir, amplió su panorama de estudio hacia otros lugares en su afán de sustentar que los
hundimientos de tierra se desarrollaron en diversas ciudades del mundo, encontrando un
patrón o secuencia ante los fenómenos visualizados como se expondrá a detalle en las
siguientes líneas.

Lo mencionado en el párrafo anterior fue una premisa para responder la interrogante antes
planteada de cómo llegaron esos datos a manos del corregidor de Trujillo. Ante ello se
desprendieron dos hipótesis, la primera fue que tanto el erudito limeño como el burócrata
arequipeño habían consultado a una tercera persona, quien en su texto haya hecho referencia
de los textos de Tácito y Kircher. La otra posibilidad fue que Feijoó de Sosa haya leído la
obra de Llano y Zapata –debido a que el erudito limeño publicó su obra en 1747, 16 años
antes que el corregidor (en 1763)–, permitiéndole tener una primera impresión de esos datos
y que luego siguiendo con una pesquisa exhaustiva e interesado en el asunto haya
profundizado con otros textos de terceros. El presente investigador se inclina por la segunda

246
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 150, ver
nota al pie (*). LLANO Y ZAPATA, José Eusebio, “Carta o diario que escribe Don (…) a su mas venerado amigo
y docto correspondiente el Dr. Don Ignacio Chiriboga y Daza, en que con la mayor verdad y critica mas segura
le da cuenta de todo lo acaecido en esta capital del Perú desde el viernes 28 de octubre de 1746, quando
experimentó su mayor ruyna con el grande movimiento de tierra (…)”, p. 7.

131
opción dado que los datos que Feijoó de Sosa consultó y citó se asemejan en demasía a los
ofrecidos por Llano y Zapata en su crónica del terremoto de 1746.

Más allá de la cuestión de cómo obtuvo Feijoó de Sosa los datos de Tácito y de Kircher, lo
que interesó conocer fue que tanto el historiador romano como el jesuita alemán hicieron
alusión en sus respectivas obras sobre la presencia de aberturas en el suelo. Por tanto, el
burócrata colonial buscó, encontró y presentó pruebas irrefutables sobre la existencia de las
“concavidades terrenales” apoyándose en los referidos textos247.

El corregidor oriundo de Arequipa citó los Anales (Libro II) de Cayo Cornelio Tácito,
situándose en la parte del reinado de Tiberio –quien fuese emperador de la dinastía Julio-
Claudia– donde resaltó que un terremoto destruyó 12 ciudades del Asia, ese hecho
catastrófico se efectuó en el año 17 d. C. en horas de la noche. En ese espacio que comprendía
la parte occidental de lo que actualmente es el Asia Menor, Tácito mencionó que las
Campañas se abrieron formándose «[…] corrimientos de tierras se abrían abismos». Los
pobladores de esa zona quedaron sepultados, sin encontrar refugio alguno para
salvaguardarse, es decir, las Campañas romanas fueron los espacios que parte de los
habitantes del Asia encontraron su trágica muerte, la cantidad –una docena según refiere el
también político romano– probablemente alentó al corregidor a proponer que las
concavidades cumplieron un patrón bajo la superficie del suelo, en otras palabras, su
presencia se localizaba a lo largo y ancho del planeta ya que no se afirmó que una sola urbe
fue perjudicada por aquellas aberturas sino una docena, entre ellas se encontraban Sardes,
Magnesia de Sípilo, Temno, Filadelfia, Egeas, Apolónide, Hierocesarea, Mirina, Cime y
Tmolo248.

Por su parte, Athanasius Kircher (1601/02-1680) quien en vida fue un jesuita alemán
reconocido gracias a su obra más importante, el Mundus Subterraneus (Mundo Subterráneo),
utilizó planteamientos científicos, filosóficos y teológicos –adquiridos en su mayoría en el
Colegio Romano– en su teoría sobre el interior de la Tierra utilizando a su vez nociones

247
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 150, ver
nota al pie (*).
248
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 150, ver
nota al pie (*). TÁCITO, Cornelio, Anales, pp. 161-162, ver nota al pie n° 222 y 223.

132
clásicas, además «[…] describe todo un geocosmos de corte organicista con un fuerte
componente teológico»249.

Para que Kircher formara su teoría del Geocosmos debió de nutrirse de diversos tipos de
conocimientos (científicos, filosóficos y teológicos) que le permitieron elaborar una tesis
holística que consistía básicamente en cómo todas las cosas tienen su origen en el mundo
subterráneo. Dentro de toda esa amalgama académica que bebió el jesuita –Europa vivía una
revolución científica en el siglo XVII–, es digno de resaltar a William Harvey quien en su
De motu cordis (1629), dio a conocer el funcionamiento de la circulación de la sangre, ese
dato es importante dado que los primeros geólogos concibieron la Tierra como un cuerpo
vivo que poseía en sus entrañas una circulación de agua250.

Es muy probable que el conocimiento médico-anatómico de Harvey también haya


influenciado en el pensamiento de Kircher al ir fabricando su teoría organicista sobre cómo
funcionaba la Tierra, eso se puede evidenciar cuando el jesuita en el Prefacio de Mundus
Subterraneus, escribió: «Este órgano puede llamarse con toda razón el argumento de esta
obra que titulamos El mundo subterráneo. Un órgano verdaderamente armónico en número,
peso y medida, por plan de Dios trino y providentísimo así dispuesto y adaptado […]»251.

El jesuita alemán se involucró de forma decidida en desarrollar una teoría geológica en 1638
cuando realizó un viaje por Malta y Sicilia que le permitió estudiar el volcán Etna y el cráter
del Vesubio, además experimentó el terremoto de Calabria. Tras finalizar su travesía y
arribar en Roma, comenzó a construir su tesis de tendencia geológica252. Esta proponía que
el globo terrestre estaba parcialmente hueco y que el interior de la Tierra estaba atravesado
por canales, cavidades y cavernas.

Esos canales y galerías explicaban la existencia de las fuentes lejos de los ríos y en las partes elevadas
de las montañas y explicaban también el hallazgo de agua en el fondo de los pozos. […] La presencia
de canales para agua, aire y fuego (hidrofilacios, aerofilacios y pirofilacios) van a ser el fundamente

249
GARCÍA CRUZ, Cándido Manuel, “Nicolas Lémery (1645-1715) y su teoría físico-química sobre diversos
fenómenos de interés para las Ciencias de la Tierra”, p. 321.
250
KIRCHER, Athanasius, “Synopsis de Mundus Subterraneus”, citado por SIERRA VALENTÍ, Eduardo, “El
Geocosmos de Kircher. Una cosmovisión científica del siglo XVII”, p. 35. SEQUEIROS, Leandro, “El
Geocosmos de Athanasius Kircher. Una imagen organicista del mundo en las Ciencias de la Naturaleza en el
siglo XVII”, pp. 771, 776-777.
251
KIRCHER, Athanasius, Mundus Subterraneus, citado por SIERRA VALENTÍ, Eduardo, “El Geocosmos de
Kircher. Una cosmovisión científica del siglo XVII”, p. 21.
252
SEQUEIROS, Leandro, “El Geocosmos de Athanasius Kircher. Una imagen organicista del mundo en las
Ciencias de la Naturaleza en el siglo XVII”, pp. 766-767.

133
del modelo de Kircher y se justifican por la existencia de fuentes termales, fuentes de calor y, sobre
todo, volcanes y terremotos253.

El terremoto de Calabria que vivenció Kircher fue recogido por Miguel Feijoó de Sosa quien
citó el Mundus Subterraneus en la parte donde afirmaba que salió un lago de agua negra tras
el hundimiento de la ciudad de Castillo de Santa Eufemia (Calabria, Italia), la polémica
radicó en que dentro de «[…] las cabernas subterráneas hay muchas, y grandes lagunas […]»,
y que, tras una agitación y una natural desunión de sus partes permitieron que espacios de la
superficie se hundan y se separasen formando islas. La teoría kircheriana sustentaba que los
terremotos –al igual que los volcanes– fueron eventos necesarios y comprensible que
realizaba la Tierra en su afán de encontrar un equilibrio de sus elementos (fuego, agua, aire)
que poseía en sus entrañas, el jesuita clarificó su idea organicista del mundo al realizar una
suerte de analogía con lo que ocurre con el ser humano que realiza el proceso digestivo
culminando en que el intestino «[…] recoge los excrementos, y estas heces crasas y
excrementicias las elimina a través de sus sinuosos volúmenes». Posteriormente el
corregidor con el objetivo de demostrar de que lo señalado por el jesuita alemán no fue un
suceso aislado, mencionó otros casos como el de los 33 pueblos de Frisia que en el año de
1253 se sumergieron; de igual forma señaló que para el año de 1421, padecieron 72 pueblos
de Dordrecht (Holanda)254.

Analizar el pensamiento de Kircher fue uno de los pilares de esta parte de la investigación,
dado que el jesuita fue el máximo representante moderno que graficó con exactitud gran
parte de los ideales antiguos sobre las cavernas subterráneas de la Tierra. Por ende, al ser
citado por Feijoó de Sosa en su disertación permitió visualizar que el corregidor manejaba
los planteamientos científicos de aquel experimentado jesuita. La consulta de los textos de
Kircher debió de ser común y/u obligatoria entre los científicos y eruditos de los siglos XVIII
y XIX, debido a que fue un pionero en explicar de forma sistematizada las causas de los
terremotos. Por tanto, no es de sorprenderse que Kircher haya sido analizado por Feijoó de
Sosa en su disertación, ya que tanto el español Benito Jerónimo Feijóo como el francés
Nicolas Lémery habían utilizado las nociones kircherianas sobre las cavernas subterráneas
en sus propias teorías. Por tanto, puede considerarse a Athanasius Kircher como un

253
SEQUEIROS, Leandro, “El Geocosmos de Athanasius Kircher. Una imagen organicista del mundo en las
Ciencias de la Naturaleza en el siglo XVII”, pp. 773-775.
254
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 150, ver
nota al pie (*). KIRCHER, Athanasius, Mundus Subterraneus, citado por SIERRA VALENTÍ, Eduardo, “El
Geocosmos de Kircher. Una cosmovisión científica del siglo XVII”, pp. 64-65.

134
intelectual de transición que permitió que nociones científicas que se remontaban desde la
Antigüedad hayan visto la luz en tiempos modernos. Por ello es entendible la reflexión que
hizo Umberto Eco del jesuita, a quien lo catalogó como «[…] el más contemporáneo de
nuestros antecesores, el más trasnochado de nuestros contemporáneos»255.

En lo que respecta a la teoría sísmica que manejó Feijoó de Sosa, para su comprensión fue
de vital importancia el rol que cumplió el fuego. El corregidor alegó que, tras pasar por un
proceso de purificación, los pirofilacios –estos eran extensas cavernas llena de fuego que se
suponía existían en el interior de la Tierra– de materias sulfúreas se convirtieron en dicho
fuego, luego provocaba,

[...] violentas irrupciones, como se manifiesta claramente en los bolcanes: Estos, ó están descubiertos, ó
se hallan en el centro de la tierra. Quando semejante oculto incendio rebienta, y forma terribles
movimientos, se ignora la causa del impulso, sino es que la tierra se abra por algunas partes, y descubra
el material que originó el estrago: Estas minas subterraneas tienen su termino en que buelven á llenarse,
y se repiten las mismas ruinas padecidas [...]256.

Lo que describió Feijoó de Sosa líneas arriba, según su perspectiva había ocurrido en Lima
en 1746, cuya ciudad «[…] cada sesenta, o setenta años debe temer su desolación, é
infelicidad» a causa de ese tipo de desastres. Es de resaltar que, para Charles Walker, el
corregidor de Trujillo ofreció una postura diferente sobre las causas del sismo a la de Llano
y Zapata. Pero cuando fue examinada la crónica sobre el terremoto de 1746 se observó que
las posturas no distaban tanto una de otra. Por ejemplo, el erudito limeño señaló que, en la
Ciudad de los Reyes, la tierra se había movido «[…] con tan extraña concussion, [que]
parecía que rotas las Oficinas subterraneas, salían como enemigos de aquella el Agua, Fuego,
y Ayre, para acabar cada uno con su violencia lo que la voracidad del otro perdonasse»257.

En ambas teorías se postuló que en el planeta existía un espacio subterráneo (“minas” en el


caso de Feijoó de Sosa y “oficinas” denominadas así por Llano y Zapata). Sin embargo, la

255
SEQUEIROS, Leandro, “El Geocosmos de Athanasius Kircher. Una imagen organicista del mundo en las
Ciencias de la Naturaleza en el siglo XVII”, pp. 756, 757 y 801. GARCÍA CRUZ, Cándido Manuel, “Bases
científicas del pensamiento geológico de Benito Jerónimo Feijoo”, p. 207; “Nicolas Lémery (1645-1715) y su
teoría físico-química sobre diversos fenómenos de interés para las Ciencias de la Tierra”, p. 321.
256
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 149.
257
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 149. LLANO
Y ZAPATA, José Eusebio, “Carta o diario que escribe Don (…) a su mas venerado amigo y docto
correspondiente el Dr. Don Ignacio Chiriboga y Daza, en que con la mayor verdad y critica mas segura le da
cuenta de todo lo acaecido en esta capital del Perú desde el viernes 28 de octubre de 1746, quando experimentó
su mayor ruyna con el grande movimiento de tierra (…)”, p. 1. WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas.
Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, p. 44, ver nota al pie n° 1.

135
principal diferencia radicó en que, mientras que la disertación del erudito limeño fue una
argumentación netamente sísmica, la del corregidor no fue limitada e intentó también
explicar lo que sucedieron con los volcanes al momento de que estos erupcionaban.

Feijoó de Sosa afirmó que el terremoto de Trujillo se había desarrollado siguiendo patrones,
no fue un evento aislado. Sin embargo, el corregidor observó algunos “fenómenos” que ya
se venía citando desde el capítulo anterior, dichas rarezas fueron: las estructuras superiores
(los arcos con sus correspondientes bóvedas) de algunos templos no tuvieron el mismo
perjuicio que las inferiores (los pilares y las basas) que se encontraron arruinadas. Otra
anomalía fue lo que sucedió con las paredes de algunas edificaciones, las de construcción
más sencilla no decayeron como las fuertes, que en teoría tenían que ser más “resistentes” a
un sismo258.

Para explicar los “extraños” acontecimientos, Feijoó de Sosa mencionó que el terremoto de
1759 «[…] más parece se hacia en el ayre, que no en la misma tierra», bajo esa misma línea,
el entonces corregidor de Trujillo atribuyó la presencia de los truenos, las nubes y los rayos
en la atmosfera a las fuertes concusiones que se desencadenaban en las concavidades. Feijoó
de Sosa aseguró que eso fue lo que pasó realmente con las construcciones urbanas y
periféricas de Trujillo, el ejemplo que este personaje empleó para explicar que todo se
encontraba relacionado fue con el caso de la cruz que «[…] saltó más de ocho varas de
distancia» en la plaza de Virú, para el corregidor fue una manifestación de la «[…] materia
elect[r]ica, u de la naturaleza del rayo»259.

Cuando Feijoó de Sosa se refirió a la velocidad y a la profundidad de un sismo, propuso que


en el caso de,

Los grandes Terremotos que se sienten con gran violencia en todo un Reyno, es quando las materias
ígneas en copiosa cantidad se purifican y agitadas entre sí, causas el correspondiente estrepito; y conforme
se subliman, son mas veloces sus movimientos, y mas, y menos sus operaciones sensibles, segun la
profundidad en que se crian; a que se añade la disposicion en que está el material, de que se compone 260.

Por tanto, el impacto de la velocidad del movimiento de un terremoto depende de la cantidad


y la profundidad en que se efectué la agitación de las materias ígneas. En lo que concierne a
la duración de un temblor, esto depende de las «[…] detenciones invisibles al movimiento

258
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 150-151.
259
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 151-152.
260
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 149.

136
[esos obstáculos] pende que haya intervención manifiesta de instantes, y minutos […] y que
el Temblor que empezó en un Lugar, se sienta en otro con diversidad de tiempos […]». Para
ello, Feijoó de Sosa dirigió sus comentarios a los terremotos más afamados de su época, el
de Lima (1746) y el de Lisboa (1755). Con respecto al primero de ellos, tras el movimiento
telúrico se desató un tsunami, aquella masa de agua no llegó a afectar a la ciudad, la ola llegó
a impactar levemente un cuarto de hora después que, en el Callao, cuyo puerto había quedado
inundado. En lo concerniente al sismo de la ciudad portuguesa, su expansión –afectó zonas
de Europa y África– se debió no solo al epicentro (falla Azores-Gibraltar), sino también –
siguiendo los planteamientos de Benito Jerónimo Feijóo– por causa del “fuego eléctrico”261.

Cuando Trujillo fue azotado por el terremoto de 1759, el corregidor no pudo consultar la
edición de 1760 de las Cartas eruditas y curiosas (Tomo V) en donde Benito Jerónimo
Feijóo realizó una explicación extendida sobre el origen de los seísmos. El propio burócrata
colonial, lamentándose, mencionó que a pesar de su «[…] deseo no ha llegado tan agradable
discurso […]», en referencia de la renovada impresión de las Cartas eruditas y curiosas
(1760) o del Nuevo systhema sobre la causa physica de los terremotos (1756). A pesar de
ello, Feijoó de Sosa mencionó que conoció los planteamientos feijonianos de forma
indirecta, mediante la ayuda de «personas instruidas» en el campo científico262.

Pero, ¿En qué consistía el “fuego eléctrico” de Benito Jerónimo Feijóo?. Cándido Manuel
García Cruz posee un detallado trabajo sobre los aportes del monje benedictino en la ciencia
geológica. En dicha investigación sostiene que el ilustrado español planteó que la Tierra
poseía una virtud magnética, es decir, «[…] la corteza terrestre sería una gran cantera de
piedra imán, o, de otra, esta virtud magnética se distribuía por todo el globo […]», ese primer
planteamiento es importante conocerlo porque luego García Cruz la utilizaría para explicar
la teoría sísmica feijoniana263.

En Theatro Crítico Universal, Benito Jerónimo Feijóo redactó un discurso sobre los aportes
de los eruditos de la Antigüedad, dentro de ellos hay que rescatar lo que mencionó sobre

261
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 153-154.
262
Cabe aclarar que cuando se menciona teoría feijoniana se está haciendo referencia a los planteamientos
“sísmicos” del monje Benito Jerónimo Feijoo. GARCÍA CRUZ, Cándido Manuel, “Bases científicas del
pensamiento geológico de Benito Jerónimo Feijoo”, p. 212. FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de
la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 154.
263
GARCÍA CRUZ, Cándido Manuel, “Bases científicas del pensamiento geológico de Benito Jerónimo Feijoo”,
p. 205.

137
Pherecides (Ferécides de Siros) –griego, maestro de Pitágoras–, quien al probar el agua de
un pozo pudo predecir un terremoto que sucedería luego de tres días, según Feijóo dicho
evento sí ocurrió. De acuerdo a su teoría sísmica, tanto el olor y el sabor del agua son «fruto
de las fermentaciones minerales que se producen en el interior del planeta», por ende, para
el benedictino gallego tan solo esa señal le parecen factibles, desechando otras simbologías
como: «la intumescencia y agitación del mar, la fuga de aves y otros animales terrestres,
algunos fenómenos atmosféricos como columnas ígneas, una línea delgada blanca en el
horizonte, la claridad y serenidad en el aire, o ruidos subterráneos». Al igual que Pherecides,
también Anaximandro –destacado filósofo griego; Cicerón y Plinio El Viejo eruditos
romanos citaron a Pherecides– podía predecir los sismos264.

Como se observó, Benito Jerónimo Feijóo no descartó la presencia de elementos al interior


de la Tierra, tal como sugiere la teoría físico-química de Nicolas Lémery –el planteamiento
del químico francés lo conoció indirectamente, por vía del texto del jesuita Noël Regnault
(1683-1762), Diálogos físicos (Entretiens physiques)–. Sin embargo, la teoría lemeriana
tiene un límite para el monje español, solo es aplicable en terremotos que se originan en poca
profundidad (considerados pequeños), en donde «[…] la incensión de las materias
inflamables contenidas en las cavidades subterráneas [se desarrollan] en la zona más
superficial de la corteza terrestre […]». Para el caso de grandes terremotos como el de Lisboa
de 1755, Benito Jerónimo Feijóo argumentó que el radio de impacto había sido tan amplio,
como se sabe afectó tanto a áreas europeas como norafricanas, por la profundidad en que se
efectuó la incensión de las materias inflamables –ubicarse a una distancia considerable del
centro de la Tierra265.

El monje español también planteó otra teoría para los grandes terremotos, una relacionada a
la electricidad, en realidad es una similar a la formulada por William Stukely (1687-1765)
quien utilizó el fenómeno de la electricidad como causal de los terremotos. La electricidad
había tomado protagonismo en el mundo científico gracias a los experimentos de Benjamin

264
GARCÍA CRUZ, Cándido Manuel, “Bases científicas del pensamiento geológico de Benito Jerónimo Feijoo”,
p. 213. FEIJÓO Y MONTENEGRO, Benito Jerónimo, Teatro Crítico Universal, o Discursos varios en todo género
de materias, para desengaño de errores comunes, Tomo IV, p. 305. Cartas eruditas y curiosas, Tomo V, pp.
277-281.
265
GARCÍA CRUZ, Cándido Manuel, “Bases científicas del pensamiento geológico de Benito Jerónimo Feijoo”,
pp. 213-214. Consúltese LEMERY, Nicolas, “Explication physique et chymique des Feux souterrains, des
Tremblemens de Terre, des Ouragans, des Eclairs & du Tonnerre”, pp. 101-110. REGNAULT, Noël, Entretiens
physiques d’Ariste et d’Eudoxe, Tomo II, VIII, Entretien, pp. 180-197.

138
Franklin (1706-1790). Stukely negó la existencia de las concavidades terrenales, más bien
concibió a la Tierra con un interior sólido y con un estado eléctrico, por tanto, creía que los
terremotos se desataban tras una descarga eléctrica donde participaba un elemento no
eléctrico, es decir, «[…] cuando una nube no eléctrica descarga su contenido sobre cualquier
zona de la tierra altamente electrizada, tiene lugar un terremoto» con las vibraciones que
provocaría en la superficie266. Para Benito Jerónimo Feijóo, la materia eléctrica debía de ser
abundante (sustancias sulfúreas y bituminosas) en el interior profundo de la Tierra. A
diferencia de Stukely, para el benedictino gallego la materia eléctrica puede ser activada por
cualquier causa y que sus vibraciones al contener una gran fuerza provocarían efectos
inconcebibles sobre la tierra ya que se expandirían por largas distancias y carecían de límites,
esa fue la explicación que ofreció Benito Jerónimo Feijóo sobre las causas de los
terremotos267.

Feijoó de Sosa al seguir los planteamientos feijonianos concibió al “fuego eléctrico” con la
siguiente expresión: las «[…] partículas ígneas, sulfúreo, nitrosas, perfectamente depuradas,
que se unan entre sí, que así se concibe el fuego eléctrico en las venas, y centro de la tierra,
y que estas comuniquen al parecer el movimiento á un mismo tiempo […]». Se percibió
como el corregidor de Trujillo sugirió que el centro de la Tierra participaba del evento
eléctrico junto a las “venas” y que el movimiento del fuego eléctrico era instantáneo, eso
último no coincide con la teoría feijoniana quien niega la instantaneidad y la simultaneidad
de ese tipo de eventos, incluso existe una crítica de ese asunto que realizó el monje
benedictino a la disertación del Mons. Isnard. Este dato invita a especular que existieron una
o varias razones que fueron las causantes que conllevaron a lo que podría considerarse un
“error de interpretación”: las informaciones que adquirió Miguel Feijoó de Sosa de los
“individuos instruidos” no eran tan exactos con el pensamiento feijoniano o el corregidor no
comprendió en su totalidad los planteamientos de Benito J. Feijóo268.

Finalmente, Feijoó de Sosa analizó la expansión de los terremotos, para ello usó como
ejemplo a los volcanes que al erupcionar provocaban la expulsión de polvo y de ceniza, pero
la afectación –claro está– no iba a ser la misma en el centro del volcán que en la periferia,

266
GARCÍA CRUZ, Cándido Manuel, “Bases científicas del pensamiento geológico de Benito Jerónimo Feijoo”,
pp. 214.
267
GARCÍA CRUZ, Cándido Manuel, “Bases científicas del pensamiento geológico de Benito Jerónimo Feijoo”,
pp. 214-216. Consúltese STUKELY, William, “On the causes of earthquakes”, pp. 641-646.
268
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 154. FEIJÓO
Y MONTENEGRO, Benito Jerónimo, Cartas eruditas y curiosas, Tomo V, pp. 285-286.

139
para el caso de los sismos –teniendo en cuenta las profundidades de la tierra–, logró
distinguir que los efectos de un terremoto no serían tan perjudiciales a quinientas leguas del
epicentro que en doscientas de ellas269.

Después de analizar la mentalidad científica de Feijoó de Sosa, se llegó a la conclusión de


que éste fue un hombre ilustrado pragmático, que adquirió conocimientos de forma directa
e indirecta de diversos intelectuales y científicos de Europa y de América, el corregidor
estaba presto a utilizar los planteamientos de Tácito, de Athanasius Kircher, de Nicolas
Lémery y de Benito J. Feijóo para formular su hipótesis en torno a las causas de los
terremotos. Posiblemente su naturaleza de individuo ligado a la administración colonial y
sus labores burocráticas lo llevaron a no poder profundizar ni cuestionarse más sobre los
asuntos científicos que estaba abordando. Por ello se entendieron sus últimas líneas que le
dedicó a su disertación, que evoca con sencillez los límites de su conocimiento: «Dexo yá
estos puntos á la indagacion de Physicos experimentales, á quienes asisten mas luces para el
acierto, suplicando al Lector instruido perdone los errores de esta corta disertacion». Bajo
esa premisa, el error que se identificó del corregidor sobre una parte de los planteamientos
feijonianos se comprendió dada su limitación en la materia científica270.

3.1.2. EL MIEDO A UN POSIBLE TSUNAMI

En la geología es sabido que tras un fuerte terremoto es muy probable que luego se
desencadene un tsunami, aunque para ello se tienen que cumplir una serie de factores dentro
de ellos se encuentran la profundidad y el epicentro del propio movimiento telúrico. Más
allá de esas cuestiones científicas, el análisis se centrará en lo social; por ende, el sismo y el
tsunami pueden crear en la población afectada un ambiente de incertidumbre, zozobra y
especulación por verse reiteradamente envuelta en un escenario trágico percibiendo como
villano en última instancia al agua de sus costas.

Las escenas de destrucción por tsunami fueron también representadas en tiempos coloniales
a través de crónicas que permiten tener una idea a los historiadores del impacto que éste tuvo
para la sociedad afectada. Uno de los tantos ejemplos fue lo que sucedió en Lima en 1746,

269
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 155.
270
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 156.

140
quien tras sufrir un terremoto el 28 de octubre a las diez y media de la noche fue luego
amenazada por un tsunami que –para fortuna de los limeños– no llegó a destruir sus calles,
pero el puerto del Callao no corrió con la misma suerte, éste quedó devastado por la ola de
agua que llegó a impactar en tierra a las once de la noche271. Walker usando criterios
científicos señaló que:

A medida que la falla submarina se elevaba, no solo enviaba ondas de choque al suelo, sino que levantaba
abruptamente partes del lecho marino. Este movimiento generó olas que se desplazaron a través del
Océano Pacífico a la velocidad de un avión a reacción, las que parecían ser pequeñas en las profundidades
del océano, pero luego incrementaron su poder y altura al llegar a la costa. Múltiples olas se fusionaron y
alzaron formando una destructiva torre de agua272.

Dichas olas llegaron a sentirse en casi toda la costa americana, por ejemplo, a Acapulco
(México) llegaron inofensivas olas. Sin embargo, la parte central del territorio peruano
(Trujillo por el norte y Pisco e Ica por el sur) se vio altamente afectado por el terremoto y
por el propio tsunami. En lo que respecta al epicentro del desastre: Lima-Callao, la primera
no sufrió daño alguno del tsunami por su ubicación, separada 9.5 kilómetros del Callao, esa
distancia le bastó para que la ola que se había adentrado 5 kilómetros no destruyese la Ciudad
de los Reyes273.

Las poblaciones limeña y porteña –comprensiblemente– no sabían cuán grande iba a ser la
ola que iba a impactar sobre sus edificaciones de por sí destruidas por el terremoto. Entonces
en esos momentos previos, la noticia del tsunami generó una total incertidumbre y un caos
generalizado se apoderó de la sociedad tal como Walker lo evidencia: «[…] el espeluznante
sonido del agua que retrocedía anunciaba el horror justo antes de que un tsunami golpeara
la costa». Por tanto, es válida la analogía que realizó el Conde de Superunda reflejando el
panorama incierto que se vivía comparando al tsunami con un ejército enemigo que viene a
destruir una ciudad, el virrey Manso de Velasco mencionó que Lima pasó a ser «[…] un
lugar de espanto, a la manera que suelen verse en una guerra los lugares cuando entra el
enemigo a sangre y fuego, y convierte en montones de tierra y piedras los más hermosos
edificios»274.

271
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, pp. 19-21.
272
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, p. 20.
273
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, pp. 21-22.
274
MORENO CEBRIÁN, Alfredo, Relación y documentos de gobierno del virrey del Perú, José A. Manso de
Velasco, Conde de Superunda (1745-1761), p. 259, citado por WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima
frente al terremoto y tsunami de 1746, pp. 20-22.

141
En el instante en que la gran ola –las fuentes no se ponen de acuerdo con respecto a su
tamaño, las referencias oscilan desde 24 metros hasta una altura no mayor de 4.5 metros–
tocó tierra se puso de manifiesto los momentos desgarradores que vivieron los habitantes del
Callao. Los testimonios demuestran que acciones tomaron las personas con el afán de
sobrevivir a la inminente tragedia.

Advertidos por el estruendo o la vista de la inminente ola, algunas personas intentaron huir hacia Lima o
buscaron refugio en uno de los nueve bastiones de las murallas periféricas. Otros se aferraron
desesperadamente a la madera o simplemente entraron en pánico, incapaces de insertar sus llaves en la
cerradura o de mover las piernas. Muchos de los marineros que esa noche estaban a bordo de sus naves,
sobrevivieron a la primera ola pero luego fueron derribados y cayeron al mar por la corriente de agua que
volvía de vuelta al mar y las olas posteriores. Las partes de buques, maderos y escombros de la ciudad
remataron a muchos de los que cayeron de las naves, fueron arrastrados al mar, o quedaron engullidos
por la crecida de las aguas. Algunos no tuvieron ni idea de su destino hasta que la ola fatal los aplastó.
[…] Un ferviente creyente en San José se aferró a una gran pintura del santo y flotó hasta un lugar
seguro horas después. Otros usaron las maderas arrastradas por el mar para llegar a la isla de San
Lorenzo o a las playas al sur de Lima. Dos hombres y una mujer terminaron en Miraflores casi
veinticuatro horas después de que la ola golpeara, exhaustos pero dispuestos a confesarse luego de su
angustiosa experiencia. Veintidós personas alcanzaron la cima del bastión de la Santa Cruz en las
murallas y se aferraron a él, protegidos en parte por una gran pintura. Un hombre se subió al asta de la
bandera encima de uno de los bastiones y se arrojó a una canoa a medida que el agua subía. Él sostuvo
haber escuchado muchos pedidos de misericordia, pero una vez que la ola golpeó «los lamentos fueron
repentinamente silenciados. Fue entonces cuando todos perecieron»275.

El fragmento es valioso y rico en datos y detalles de la mentalidad de la época, del instinto


del ser humano por aferrarse a la vida, de las actitudes y los comportamientos que tomaron
ante la desgracia y que hoy en día pueden comprenderse y a su vez pueden ser aplicados ante
una situación similar. Los testimonios evidencian la dicotomía que existió en la actitud que
tomaron los pobladores; en algunos el miedo se apoderó de ellos (entraron en pánico);
mientras que otros, aferrándose a cosas materiales (los nueve bastiones de las murallas
periféricas, unas maderas, una asta de una bandera) o a simbologías –mayormente
religiosas– (una pintura del santo San José, luego estuvieron dispuestos a confesarse)
intentaron salvaguardarse. Es decir, se percibió cómo la mentalidad de un individuo
determinó sus posteriores acciones que lo llevaron o no a superar el embate del tsunami.

En el caso de Trujillo tras sufrir el terremoto de 1759 la probabilidad de desencadenarse un


tsunami no fue ajena. Antes de proseguir, es necesario destacar una hipótesis que planteó
Charles Walker para el espacio del Callao en 1746 que bien puede ser aplicado en el Trujillo

275
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, pp. 26-27. MORENO
CEBRIÁN, Alfredo, Relación y documentos de gobierno del virrey del Perú, José A. Manso de Velasco, Conde
de Superunda (1745-1761), p. 84, citado por WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al
terremoto y tsunami de 1746, p. 27. El subrayado es nuestro.

142
dieciochesco. El historiador estadounidense alegó que «los habitantes del Callao
aparentemente no huyeron inmediatamente tierra adentro una vez producido el sismo. En
esta época la gente no necesariamente entendía la relación existente entre terremotos y
tsunamis, en particular en lugares como Lima, donde los primeros son comunes mas no así
los segundos». Es decir, no existieron planteamientos científicos que sostuvieran la relación
sismo-tsunami en el siglo XVIII que permitiera a los habitantes estar advertidos ante una
inminente doble desgracia. La tesis de Walker se corrobora en el espacio trujillano porque,
tras el terremoto de 1759, la población aparentemente despreocupada se dirigió a las playas
para erigir sus provisionales ranchos en su búsqueda de tener un lugar como refugio tal como
se observó en el anterior capítulo276.

Recapitulando, el Callao fue afectado por el tsunami del 28 de octubre de 1746, pero Lima
no. A pesar de ello, los vecinos limeños conociendo lo sucedido en el puerto estuvieron
embargados por el miedo de ser malheridos por un tsunami, ese pánico fue nutrido por las
divulgaciones de informaciones malintencionadas de que una ola se enrumbaba a la Ciudad
de los Reyes. Llano y Zapata mencionó que el 30 de octubre a las cuatro de la tarde se
esparció «[…] la infausta noticia de que saliendo él Mar de su Centro, venia sobre los
Ciudadanos, para inundarlos con sus ondas», esta información provocó «el llanto de los
niños, los sollozos, y alaridos de las mugeres, los suspiros de los hombres, y los quexídos de
los viejos fueron tantos, que se havia hecho ún nuevo mar de lagrimas la confusion de los
gemídos»277.

En el caso de Trujillo, después de dos días del sismo de 1759, el 4 de septiembre a las 3:30
de la tarde se propagó la noticia de que «[…] se salia el Mar, y corrió casi todo el Lugar
[…]». Dicha información provocó una histeria colectiva, similar a la que había sucedido en
Lima dos días después del terremoto de 1746. En Trujillo, el corregidor Feijoó de Sosa
mencionó que los más precavidos se enrumbaron hacia «las partes mas altas de los cerros»,
haciendo un símil con el caso del Callao (28 de octubre), los porteños se habían dirigido a
los bastiones de las murallas, mientras que los vecinos limeños (30 de octubre) corrieron a

276
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, p. 26, ver nota al
pie n° 6. FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 147-
148.
277
LLANO Y ZAPATA, José Eusebio, “Carta o diario que escribe Don (…) a su mas venerado amigo y docto
correspondiente el Dr. Don Ignacio Chiriboga y Daza, en que con la mayor verdad y critica mas segura le da
cuenta de todo lo acaecido en esta capital del Perú desde el viernes 28 de octubre de 1746, quando experimentó
su mayor ruyna con el grande movimiento de tierra (…)”, pp. 2-3.

143
los «[…] montes, para librarse con las alturas de sus cimas de la inundación de las aguas,
que juzgaban. Apretó tanto la fatiga, que las culpas no se decían, sino se gritaban»278, es
decir, en esas caóticas situaciones se buscó la altura como medio de escape ante la inminente
ola que impactaría sus costas, donde para fortuna de trujillanos y limeños quedaron en
malintencionadas noticias, lo mismo no se puede decir de los porteños que quedaron muy
damnificados por la ola marina.

Feijoó de Sosa ante la confusión y el revuelo que había generado la noticia del supuesto
tsunami se dirigió montado en su caballo a la Plaza de la ciudad donde vociferó a los vecinos,
que se encontraban en ese momento, que el rumor era falso. En su Relación justificó la
negación de tal información indicando que una inundación de la ciudad era poco probable
por dos factores, uno la posición y otro la elevación de la urbe, ambos con respecto a la
distancia que había hasta el mar (3/4 de legua, aproximadamente 3.62 kilómetros)279.

La argumentación de Feijoó de Sosa se basó probablemente en la experiencia telúrica


(indirecta) que adquirió en el año de 1746 en Lima –donde su esposa sufrió graves daños
físicos y psicológicos–. El corregidor acertadamente mencionó que el tsunami que devastó
el puerto del Callao no provocó mayores pérdidas en la capital virreinal, solo «[…] se
percibió un ronco ruido con una ligera mocion […]», acotó que el tiempo (un cuarto de hora
entre el puerto y la ciudad) fue un factor para que Lima no sufriera los estragos de la ola
marina. Además, cómo se explicó en el apartado de la disertación, Feijoó de Sosa sostuvo
que los obstáculos fueron determinantes, debido a que dichas trabas significaron un
impedimento a la ola marina llegar a Lima, menguando su impacto. Por tanto, para Feijoó
de Sosa el tiempo y los obstáculos fueron los elementos que imposibilitaron que la Ciudad
de los Reyes hallase más perjuicio humano y material al iniciado por el terremoto280.

Pero es preciso señalar que, si un tsunami de las mismas proporciones al del Callao se
hubiese desencadenado en Trujillo, el casco urbano de este último se hubiese visto
damnificado teniendo en cuenta la distancia entre el litoral y la propia ciudad. Hay que

278
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 144.
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, pp. 26-27. LLANO Y
ZAPATA, José Eusebio, “Carta o diario que escribe Don (…) a su mas venerado amigo y docto correspondiente
el Dr. Don Ignacio Chiriboga y Daza, en que con la mayor verdad y critica mas segura le da cuenta de todo lo
acaecido en esta capital del Perú desde el viernes 28 de octubre de 1746, quando experimentó su mayor ruyna
con el grande movimiento de tierra (…)”, p. 3.
279
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 144.
280
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 153.

144
recordar que Lima se encontraba –según indicó Walker– a 9.5 kilómetros del Callao, pero el
tsunami solo se había adentrado 5 kilómetros en el territorio. Por tanto, Trujillo que tiene
una distancia de poco más de 3.62 kilómetros hasta su litoral, sobradamente hubiese
lamentado una peor tragedia con el advenimiento de una ola gigantesca 281. Sin embargo,
toda la hipótesis presentada queda en un mero planteamiento ucrónico dado que nunca
impactó ola alguna en la costa trujillana.

Dejando de lado el planteamiento de una historia contrafactual, se retomará el análisis del


misterioso tsunami que supuestamente iba a impactar en Trujillo. Feijoó de Sosa en su afán
de disipar toda duda, atinadamente había enviado sujetos a que revisaran las playas la misma
noche del terremoto, éstos le informaron que la condición del litoral no se había alterado.
Sin embargo, el daño ya estaba hecho, se observó que el caos se había generalizado en la
sociedad trujillana a pesar del intento del corregidor por, decirlo irónicamente, calmar las
aguas. La población tomó sus precauciones (retirarse a las zonas altas) ya que sus «[…]
espiritus estaban tan consternados […]» de verse nuevamente envueltos en una tragedia, esta
vez provocada por una gran masa de agua282. Es decir, la mentalidad del miedo y pánico
alimentada por el rumor de un posible tsunami se impuso sobre las sugerencias y la diligencia
del corregidor, quien afirmaba que no iba a suceder nada, sustentando su postura con datos
(posición, elevación y distancia) y testimonios (de sus informantes) –según su criterio–
irrefutables. Además, el rol de autoridad que cumplió Feijoó de Sosa fue otro factor que
determinó su accionar, es decir, su labor que ocupaba lo obligaba tácitamente a transmitir y
expresar un sentimiento de calma a sus súbditos para recuperar el statu quo tan necesario en
esa crítica coyuntura.

El autor que había divulgado la noticia del tsunami por las calles trujillanas fue un indio del
pueblo de Moche, quien fue atrapado por Feijoó de Sosa e iba a ser ajusticiado severamente
por el corregidor, pero para fortuna del nativo, intermediaron y rogaron varios eclesiásticos
y el propio obispo Luna Victoria para que no fuese castigado. Luego Feijoó de Sosa
reconoció que el indio no tuvo malicia alguna en difundir esa información, alegó que se
encontraba en un estado de temor, es decir, probablemente el oriundo de Moche fue víctima
de un profundo sentimiento de miedo; sin embargo, su torpeza provocó que el populacho

281
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 144.
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, pp. 21-22.
282
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 144.

145
tomara en serio sus divulgaciones, por tanto, generó y aumentó el pánico general que se vivía
en esos días de 1759 en Trujillo283.

El nativo de Moche no fue absuelto de castigo, con el fin de evitar posteriores rumores de la
misma naturaleza, el corregidor dictaminó que el indio fuera paseado «[…] de medio cuerpo
para arriba desnudo, en una mula de albarda, por la Plaza […]». El carácter aplicado por el
corregidor ante la ruinosa situación que experimentó Trujillo en aquel año fue aplaudido por
la Gaceta de Lima, cuyos autores expresaron que: «[…] a cuyo zelo y prontas providencias
debe aquella ciudad quantos consuelos han sido posibles en las urgencias actuales,
atendiendo con la mayor vigilancia al bien público y de cada particular en medio de tan
general calamidad [...]». Es decir, la actitud y la posterior penalidad que tomó el corregidor
con el caso del rumor del tsunami fue necesaria dada la situación crítica con el fin de ir poco
a poco restablecer el orden público en la urbe. Asimismo, Lohmann Villena consideró que
la reprimenda que mandó ejecutar Feijoó de Sosa al indio fue pertinente y justificada, ya que
el corregidor se mostró «[…] riguroso aunque no inexorable […]» ante tal falsa noticia que
vino a desencadenar el alboroto entre los pobladores trujillanos284.

En este apartado sobre el miedo al tsunami, se sacaron unas primeras conclusiones. Un


tsunami es un evento que suele desencadenarse tras sufrir un terremoto, sin embargo, ese
dato no fue de conocimiento de los habitantes del siglo XVIII. A pesar de ello, ante alguna
noticia o divulgación de una arremetida de una ola, los individuos se enrumbaron a las alturas
en busca de un refugio inmediato. Pero, muchas de esas noticias fueron falsas como la datada
el 4 de setiembre de 1759 en Trujillo, ante el caos que ocasionó ese tipo de informaciones,
la máxima autoridad (el corregidor Feijoó de Sosa) trató de aplacar la convulsión social y
brindar tranquilidad a sus súbditos. Finalmente, se apreció la forma en la que fue castigado
el indio de Moche que divulgó la infausta noticia, fue una señal del poder de la autoridad
cuyo mensaje fue transmitir a los otros habitantes lo que les iba a suceder si osaban difundir
ingratas referencias que alterasen el orden público.

283
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 145.
284
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 145. Gaceta
de Lima, Número 6, citado por LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”,
pp. 33-34.

146
3.1.3. EL TEMOR A LA PLEBE

Las consecuencias que trae consigo un terremoto siempre va a alterar el orden social, las
personas de los estratos bajos –suelen ser los más perjudicados– son las que enfrentan de
forma más impactante esos fenómenos naturales, ya que su precaria condición socio-
económica les impide afrontar de una manera adecuada la situación adversa, eso genera que
las normas de convivencia o el cumplimiento de leyes en una sociedad afectada se vean
modificadas e irrespetadas, es decir, la constitución o la normativa que impera en un grupo
social es relegado a un segundo plano con tal de sobrellevar y en muchos casos “sobrevivir”
a ese ambiente caótico. Bajo esa premisa surge el miedo por parte de las elites –personas que
ocupaban los cargos más importantes de la sociedad– hacia el populacho por la forma en que
este último va a actuar tras una guerra, una epidemia o –en este caso– un fenómeno natural.

En el caso limeño en 1746, el miedo a la plebe fue más notorio, por ejemplo, se reflejó con
las rejas de las mansiones de Lima que simbolizaban el pánico que tenían las élites a las
masas inferiores (negros y mulatos). Susy Sánchez menciona que el terremoto es un
fenómeno que altera «[…] el ritmo cotidiano de la “convivencia social”», eso se corrobora
cuando se observaron los testimonios registrados en las fuentes, donde mencionan que «[…]
los negros y la esclavitud se entregaron al robo de las desiertas ruinas» de la capital
virreinal285.

Llano y Zapata condenó a las personas que se atrevían a robar, exclamó: «[…] la insolencia
de la plebe y gente baja de esta corte, que ni por miedo de la tierra castigada, ni por temor
de un Dios ofendido, distingue a lo sagrado para sus hurtos, ni de lo humano para sus robos»,
agregó que esos individuos inclinados a practicar latrocinios e insultos eran díscolos y
malvados. Se visualiza una ciudad destruida no solo arquitectónicamente sino también
resquebrajada moralmente y es que la crítica situación vivenciada llevó a una parte de la
población limeña, especialmente a los pobres robar «[…] a los heridos, o retirando las joyas
de los muertos», es decir, no se respetaron los ritos mortuorios de un reciente fallecido286.

285
FLORES GALINDO, Alberto, La ciudad sumergida. Aristocracia y plebe en Lima. 1760-1830, pp. 180-181.
MONTERO DEL ÁGUILA, Victorino, “Desolación de la ciudad de Lima y diluvio del puerto del Callao (…)”, p.
174, citados por SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, Susy Mariela, “Del gran temblor a la monstruosa conspiración.
Dinámica y repercusiones del miedo limeño en el terremoto de 1746”, p. 108.
286
LLANO Y ZAPATA, José Eusebio, “Carta o diario que escribe Don (…) a su mas venerado amigo y docto
correspondiente el Dr. Don Ignacio Chiriboga y Daza, en que con la mayor verdad y critica mas segura le da
cuenta de todo lo acaecido en esta capital del Perú desde el viernes 28 de octubre de 1746, quando experimentó
su mayor ruyna con el grande movimiento de tierra (…)”, pp. 84-85 y 77, ANÓNIMO, “Individual y verdadera

147
Ante el caos que se había propagado en las calles limeñas, el virrey aplicó los resguardos
necesarios para hacer frente a esa ola de crímenes. El Conde de Superunda notó que el pillaje
y el desorden se encontraban estrechamente ligados con la dispersión demográfica, en donde
los vecinos tras ver destruidas sus propiedades se refugiaron en ranchos provisionales
dejando sus viviendas a merced de los ladrones que en primera instancia se habían
organizado tras el movimiento telúrico. Como respuesta, el virrey decidió en enero de 1747,
duplicar el número de alcaldes ordinarios de dos a cuatro, con esta medida Manso de Velasco
quería «asegurar la quietud y paz pública de todo su recinto y [para que se] eviten los robos,
homicidios, y demás delitos que se pueden cometer en su dilatada circumbalación,
asegurando asimismo los bienes[,] caudales y efectos que se hallan en dichas casas
arruinadas y en los ranchos y habitaciones de los vecinos que se han refugiado en las huertas,
campos, y sitios inmediatos a la ciudad»287.

Walker señaló que el virrey «[…] le añadió un tono racial a la ola del crimen pues culpó a
los negros y a la población racialmente mixta de la plebe»288. Ese dato invita a reafirmar la
mentalidad colonial de que los grupos de poder, encabezados por el virrey, visualizaron a la
plebe, en especial a los negros, como una amenaza latente que soslaya su convivencia social.

En lo que respecta a Trujillo después de desatarse el terremoto en el año de 1759, la inestable


situación que vivió Lima 13 años antes, se había replicado de la urbe norteña. Las secuelas
del sismo provocaron en las autoridades trujillanas un miedo hacia la plebe, porque temían
que estas practiquen «[…] vicios, robos, y des[ar]regladas operaciones […]». Con el fin de
erradicar dicha amenaza, el corregidor Feijoó de Sosa publicó un bando para contener
cualquier exceso que se presentase, además nombró a un Juez, quien junto a seis hombres
asalariados (con consentimiento del Cabildo y Regimiento) se encargaron de vigilar y cuidar
la ciudad y los campos que circundaban a la misma para que se mantenga el orden. Esa
información se complementó a la encontrada en los Libros de Cabildo que data del 7 de
enero de 1760, donde a través de sesión de cabildo civil se estipuló que el regidor don Joseph
Antonio de Ochoteco se encargase de cuidar la ciudad en especial la muralla y la cárcel,
además en la misma asamblea edil, don Joseph Antonio de Ochoteco «[…] se ofreció a

relación de la extrema ruyna que padeció la Ciudad de los Reyes, Lima (…)”, pp. 161-162, MONTERO DEL
ÁGUILA, Victorino, “Desolación de la ciudad de Lima y diluvio del puerto del Callao (…)”, p. 174, citados por
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, p. 209.
287
AHMML, L., Libro de Cabildo, Tomo 351 [01/01/1747], f. 156, citado por WALKER, Charles, Colonialismo
en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, p. 210.
288
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, p. 210.

148
ayudar a los señores jueces en las rondas, y otras diligencias con la gente de su compañía
[…]». Asimismo, el corregidor Feijoó de Sosa «[…] proporcionaría todos los auxilios
correspondientes […]» para superar el desorden que estaba provocando la gente plebeya289.

Además, la ciudad necesitaba de un resguardo continúo dado que en la misma asamblea se


reveló la desafortunada noticia de que se habían robado las maderas que iban a servir de
umbrales para los puentes que necesitaban de una pronta reparación. Como se apreció en el
capítulo anterior referente a la restauración del sistema hidráulico, el juez de aguas don
Matheo Joseph de Sagastegui se encargó de realizar las indagaciones pertinentes para dar
con el paradero del ladrón o de los ladrones de las maderas, probablemente en esa tarea
también se interesó don Joseph Antonio de Ochoteco. Sin embargo, las fuentes mencionaron
que, en 1761, los puentes aún se encontraban sin reconstruir, por tanto, se concluye que no
se pudo encontrar a los responsables del robo290. Ese dato invita a afirmar que la ciudad se
encontraba desprotegida y que la labor del corregidor, del maestre de campo y de los demás
funcionarios tuvieron una serie de dificultades para remediar tales atrocidades.

Se comprende la predisposición del regidor don Joseph Antonio de Ochoteco ya que


paralelamente ocupaba el cargo de maestre de campo. Dicho grado en la época de la
conquista, era muy preciado dentro de la milicia indiana ya que equivalía a lugarteniente de
capitán general, dentro de los requisitos que debía tener un maestre de campo era ser una
persona activa, vigilante y minuciosa para que de esa forma pueda ejecutar su función que
era la de castigar a traidores y delincuentes291. Este último dato, corrobora que, desde los
inicios de la colonia, el maestre de campo se encontraba ligado a velar por la seguridad de
los suyos, fue así como heredó ese carácter vigilante en el siglo XVIII el maestre de campo,
quien se encargaba de cuidar las ciudades.

Se puede concluir en este apartado que el terremoto provocó una suerte de efecto dominó.
Primero, la plebe –compuesta por los sectores sociales bajos de la estratificación colonial–
se entregó a los más bajos instintos con el fin de sobrevivir, es decir, se dedicaron a robar, a
hurtar y a cometes latrocinios. Segundo, esas actitudes de “supervivencia” por parte de la
gente plebeya –especialmente de los negros– fue percibida como una amenaza latente en la

289
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 146. ARLL,
Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fols. 121v.-122r.
290
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fols. 122r. y 151r.
291
DEL BUSTO DUTHURBURU, José Antonio, La hueste perulera, pp. 11-13.

149
élite, se desarrolló una mentalidad de miedo por parte de la élite. Por último, los grupos de
poder se juntaron para hacer frente a las personas que realizaban esas prácticas ilegitimas
con el fin de mantener el orden y la seguridad en la ciudad, en el caso de Trujillo, esa labor
la lideró y efectuó el maestre de campo don Joseph Antonio de Ochoteco con el apoyo del
corregidor Miguel Feijoó de Sosa.

3.2. LA RELIGIOSIDAD TRUJILLANA

3.2.1. LAS CONFESIONES

Las manifestaciones religiosas tras el terremoto de 1759 fueron constantes, esto se debió por
que el Trujillo de la época colonial fue una sociedad católica, en ese sentido, el rol del obispo
Francisco Javier de Luna Victoria y Castro concentró la mayor atención, se observó en el
anterior capítulo que este religioso fue socorrido y llevado a la plaza por el corregidor Feijoó
de Sosa. El prelado «[…] ha manifestado su zelo en beneficio de sus Ovejas con el consuelo
Espiritual […]», dichas ovejas fueron los feligreses trujillanos que de un instante a otro
observaron cómo su mundo había cambiado gracias al movimiento telúrico292.

La población con el fin de aplacar la “ira” divina, comenzó a confesarse ante el obispo.
Feijoó de Sosa informó que Luna Victoria escuchaba las confesiones de forma continua e
incesante «[…] ocurriendo á quanto es conducente al alivio; y lo mismo han practicado las
Religiones, á fin de exhortar al Pueblo á penitencia; y se reconoce el fruto en la Religiosidad,
y arrepentimiento que hasta aqui se está viendo […]»293, como se aprecia en el fragmento,
se apeló a la religiosidad de la sociedad trujillana para hacer frente al momento adverso que
estaban pasando sus desdichados habitantes.

El procurador Miguel de Sandoval ofreció un testimonio revelador donde se manifestó la


búsqueda de un ente divino para reordenar o sobrellevar la caótica situación que pasó Trujillo
en esos últimos años del siglo XVIII. El procurador al vender su casa indicó que el censo
que impuso el Real Monasterio de Santa Clara a su propiedad debía rebajarse –no solo para
la nueva dueña, doña María Francisca Cruzate, sino esta figura debía aplicarse para todos
sus “censuatarios”– caso contrario señaló «[…] que se concediere por su Magestad que Dios

292
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 145.
293
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 145.

150
guarde a esta arruinada ciudad», es decir, Sandoval apeló a Dios para que interceda en la
mejora de la urbe colonial, al menos desde el ámbito de la economía294.

3.2.1.1. EL CASO DE LOS AGUSTINOS

La Orden de San Agustín –al igual que todas las órdenes religiosas de la ciudad– se vio
afectada por los terremotos que padeció Trujillo en la colonia. Para el caso del terremoto de
San Valentín de 1619, se tiene como referencia el testimonio del prior del convento agustino
Antonio de la Calancha, por el cual se puede conocer cómo esos religiosos afrontaron aquel
sismo, según lo que escribió Calancha da a entender que las personas pertenecientes a la
orden fueron quienes mejor pudieron enfrentar la situación caótica y tomaron la batuta para
socorrer a las personas tras el terremoto, ellos «[…] sirvieron mucho a Dios aquellos días,
porque los más Religiosos de otras Ordenes se fueron de la Ciudad, o temiendo la furia de
tanto terremoto, o buscando que comer […]», es decir, las demás órdenes religiosas que
coexistían en Trujillo no tuvieron un rol protagónico para sacar de esa situación crítica a la
ciudad295.

Los agustinos para auxiliar a los trujillanos se dividieron en grupos, unos se encargaron de
enterrar a los pobres y a sus bienhechores, otros se dedicaron a confesar a las personas que
se encontraban heridas y para lograr consolar a los tristes, los agustinos predicaban «[…]
por las plaças dando esperanças de piedad, i prometiendo misericordias de Dios […]».
Incluso, la iglesia de San Agustín continuó celebrando los divinos oficios, llamando a los
fieles cristianos a punta de repiques de campanas para que se unan al tradicional ritual
religioso, además los trujillanos de la época tomaron con regocijo el suceso de las campanas
puesto que en la ciudad no se las habían escuchado en cinco días desde que se desató el
terremoto debido a que se cayeron o se quebraron296.

Después de más de un siglo, Trujillo nuevamente se vio afectado por un terremoto, sin
embargo, la predisposición de los agustinos no fue la misma en 1759 que la que gozó en
1619. La orden religiosa no pudo ejecutar adecuadamente los divinos oficios –propios del
mundo espiritual– tal como sucedió tras el terremoto de 1619 cuando los agustinos

294
ARLL, PN., Joseph Hilario de Aguilar, Libro 273 [1759], fol. 3r.
295
CALANCHA, Antonio de la, Crónica moralizada del Orden de San Agustín, p. 489.
296
CALANCHA, Antonio de la, Crónica moralizada del Orden de San Agustín, pp. 489-490.

151
afrontaron de forma decidida los detrimentos que produjo el sismo en la ciudad desde
distintas aristas como lo describió Calancha. Incluso, esa situación de inicios del siglo XVII
distaba de la realidad que vivían los agustinos en 1760, según Feijoó de Sosa, los agustinos
estuvieron enfocados en reconstruir su iglesia, aunque se comprobó que esta fue financiada
por doña María Ana de Torres y Toledo, además es preciso señalar que el total de este grupo
de religiosos fueron entre diez y doce297.

Los agustinos no pudieron realizar de forma adecuada los divinos oficios, en la sesión de
Cabildo del 29 de enero de 1765 se señaló sobre «[…] la grande indecencia con [la] que se
celebra el culto divino en la Iglesia del Convento de Nuestro Padre San Agustín y carencia
total que ay de religiosos que administren al santo sacramento de la penitencia […]», puesto
que solo se contaba con dos sacerdotes, pero su condición de salud impidieron que ejercieran
de forma efectiva esas prácticas religiosas, como la misa. Un sacerdote tenía una avanzada
edad, cada domingo realizaba su sermón «[…] en el Hospital de Bethlem por cierta
capellanía que goza dicho convento […]». Por su parte, el otro sacerdote era sordo,
limitándolo para ejecutar algunos oficios y sacramentos. Además, coexistieron otros
problemas, ambos sacerdotes no tenían licencia de confesores, también de los más de 4000
pesos de renta que disponía el convento se apreció que los clérigos que asistían a dicho
recinto para celebrar «[…] se les niegue el recaudo necesario por no gastar vino ni será, y
que igualmente se á reparado que quando se ofrece dar la comunion es necesario una vela
del Altar donde se está celebrando la misa para pasar con ella al Altar donde está el Depocito
[…]»298.

Finalmente, todo ese ambiente caótico desembocó con la injerencia del Cabildo civil, esta
institución en su afán de encontrar una solución urgente a los distintos problemas que
aquejaban a los agustinos, los regidores dispusieron que «[…] se escriva carta al Real Padre
Provincial por este cavildo para que dé providencia y ponga el remedio conveniente y que
tambien por el Procurador general pase a su Ilustrísimo recaudo politico para que concurra
por su parte a informar a dicho Real Padre Provincial sobre los asumptos ya expresados», de
esa forma al descentralizar y delegar los problemas se buscaba una pronta solución 299. Así
de critico era el contexto en la que vivían los agustinos en la década de 1760, por tanto,

297
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 68.
298
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fol. 222r.-222v.
299
ARLL, Ca., Libros de Actas, Libro 15 [1754-1777], fol. 222v.

152
distaba en demasía del papel protagónico que tuvieron tras el terremoto de 1619 y que
benefició a la sociedad trujillana de aquel entonces.

Las confesiones son un ritual religioso que suele aflorar cuando un individuo está afrontando
una tragedia, cuando se encuentra cara a cara con la muerte, en sus momentos agónicos, es
decir, es una tradición balsámica que permite restablecerse de experiencias extremas tal
como un terremoto que es un fenómeno que facilita la propagación de confesiones entre sus
damnificados entre gritos y dolores. Bajo ese panorama, los sacerdotes cumplieron un rol
importante en la ejecución de ese ritual, en Trujillo, su obispo fue quien socorrió a las
alborotadas almas de los vecinos que buscaban a Dios probablemente para despedirse de este
mundo terrenal o para arrepentirse de sus pecados o malas acciones que hayan cometido en
su vida. Por su parte, los agustinos lideraron ese momento litúrgico tras el terremoto de 1619,
sin embargo, para el sismo de 1759 no pudieron replicar sus acertadas acciones por distintos
factores, dentro de ellos, tuvieron clérigos que sufrían de enfermedades o estaban
incapacitados, además no contaban con la licencia de confesores, de esa forma no pudieron
ofrecer su ayuda en esa coyuntura sísmica.

3.2.2. LAS PROCESIONES Y LAS IMÁGENES RELIGIOSAS

Las procesiones constituyeron un medio para aplacar la “ira” divina, donde los habitantes
perjudicados buscaban a Dios para que éste con su magnificencia les pudiera perdonar por
sus pecados y que cesasen las réplicas –que son muy frecuentes tras un terremoto–. Dentro
del mundo católico hispanoamericano se registraron diferentes casos sobre cómo los
damnificados acudían a las figuras religiosas (santos y vírgenes) para poder sobrellevar su
trágica situación, dichas sacras imágenes eran llevadas por las calles de la reciente ciudad o
villa afectada por un sismo u otro tipo de fenómeno natural. Existieron excepcionales
situaciones, donde confluían dos fenómenos naturales paralelamente. Por ejemplo, Quito
(1575, 1582, 1660, 1661, 1662, 1797) fue afectado de forma simultánea por terremotos y
erupciones volcánicas, estas últimas eran por causa de la gran actividad del volcán Pichincha
que se encontraba cercano a la ciudad. Otro caso fue el de la ciudad de Lima y su puerto, el
Callao (1746), aunque se comprobó que fue solo el puerto el afectado por el terremoto y el
tsunami que devastaron sus murallas y calles.

153
Los pobladores de la ciudad de Quito tuvieron que someterse a continuos terremotos, muchas
veces acompañados de erupciones volcánicas que provocaban literalmente un ambiente
sombrío y lúgubre, debido a que el volcán Pichincha formaba una densa columna eruptiva
que precipitó la ceniza sobre la urbe, esta figura se repitió en los años de 1575, 1582, 1660,
1661, 1662, 1797300. Sin embargo, los quiteños ante el tétrico panorama que experimentaron
no se quedaron atónitos, por lo contrario, se encomendaron a sus imágenes religiosas, las
cuales llevaron en procesión por sus arruinadas calles. El 8 de septiembre de 1575, Quito
tuvo una

[…] noche tan tenebrosa y afligida, que se dice no haberse visto semejante caso, en tal manera que los
animales que pastaban en los egidos, entraban en la ciudad dando bramidos […] con la mucha ceniza que
caía no se conocían unos a otros, todos turbados y llorosos por sus pecados y contritos y humillados se
juntaron en la Iglesia Catedral, a donde la Real Audiencia, Obispo, Cabildos eclesiástico y secular, las
religiones y el resto de la ciudad fueron descalsos en devota procesión, llevando la imagen de la Madre
de Dios de dicha Catedral, sin que lo impidiese la abundancia grande de ceniza que caía, la iglesia de la
Merced, y llegados al dicho convento se hicieron plegarias suplicando a Dios que usase con su pueblo la
misericordia, por medio de intercesión de su Santísima Madre, y esclarecese el día […]301.

Molina González en su pesquisa documental recogió un dato valioso, cuando finalizó el


sermón y la letanía de la misa se decidió realizar la peregrinación, luego vino el factor
climático que culminó con una percepción milagrosa. En efecto, el sol resplandeció en la
ciudad de Quito y luego la presencia de la lluvia permitió que los tejados de las casas se
limpiasen, esto provocó una interpretación providencialista por parte de los quiteños quienes
observaron que sus plegarias, sus rogativas y la propia procesión hizo el efecto deseado
gracias a la intervención de la Madre de Dios y de Virgen de la Merced, ese peculiar
acontecimiento fue concebido como un milagro que favoreció a los desdichados
feligreses302.

Si se adelanta el análisis hasta el 29 de abril de 1755 –tiempo contemporáneo al terremoto


de Trujillo–, fecha en que Quito fue nuevamente destruido por un gran movimiento telúrico
y subsecuentemente alarmado por las réplicas que se prolongaron hasta el 3 de mayo. Los
habitantes de la ciudad nuevamente apelaron a las figuras religiosas como la Virgen de la

300
MOLINA GONZÁLEZ, María Carmen, “Representaciones religiosas en Quito ante los terremotos y las
erupciones volcánicas (siglos XVI-XVIII)”, pp. 109-122.
301
RODRÍGUEZ DOCAMPO, Diego: “Descripción y Relación del estado eclesiástico del Obispado de San
Francisco de Quito”, pp. 265-266, citado por MOLINA GONZÁLEZ, María Carmen, “Representaciones religiosas
en Quito ante los terremotos y las erupciones volcánicas (siglos XVI-XVIII)”, p. 110.
302
MOLINA GONZÁLEZ, María Carmen, “Representaciones religiosas en Quito ante los terremotos y las
erupciones volcánicas (siglos XVI-XVIII)”, pp. 110-111.

154
Merced –que fue utilizada dos siglos antes y había sido catalogada como la patrona de la
ciudad– y la Virgen de la Quinche para realizar un peregrinaje, con el fin de aplacar la ira
divina, para los vecinos quiteños el ritual religioso otra vez funcionó ya que la magnitud de
los temblores había disminuido303.

En lo que respecta a Lima, sus vecinos también se volcaron con imágenes religiosas a las
calles tras sufrir un terremoto. En 1746, los limeños levantaron en procesión una serie de
figuras religiosas, los miembros descalzos de los mercedarios iniciaron con el ritual al sacar
de su iglesia a la Virgen María y a la Virgen de las Mercedes. Posteriormente los fieles
hicieron lo propio con «[…] las imágenes de la Virgen del Rosario, Nuestra Señora del
Aviso, el Santo Cristo de Burgos, el Jesús Nazareno y el Señor de los Milagros. Las urnas
de los tres santos peruanos, Santo Toribio, San Francisco Solano y Santa Rosa, cada uno de
los cuales contaba con alguna historia de un milagro en un terremoto, también fueron
exhibidas»304.

Sin lugar a dudas, los ejemplos que se describieron anteriormente plantean que las vírgenes,
los cristos y los santos fueron usados en el imaginario popular como figuras representativas
que permitieron –desde el ámbito psicológico-espiritual– vencer el atroz panorama a la los
llevó a encarar un sismo. La sociedad trujillana no fue ajena a esa práctica católica, también
había apelado a las procesiones desde antaño, tras el terremoto de 1619 se puso de manifiesto
ese ritual religioso cuando San Valentín fue llevado por las calles de Trujillo, asimismo fue
elegido como Patrono de la ciudad dada la coyuntura del día –14 de febrero– en que se había
desatado el fenómeno natural, en ese caso un santo cumplió el rol protagónico en los desfiles
religiosos del Trujillo de 1619305.

Después del movimiento telúrico de 1759, los habitantes de la ciudad de Trujillo eligieron
otras figuras católicas para rendirles fe, estas fueron cargadas en procesión o colocadas en
capillas. Una de las imágenes sagradas fue la Señora del Rosario, la cual congregó a los

303
ANÓNIMO, Razón de lo acaecido en la ciudad de San Francisco de Quito el día 29 de abril de 1755 hasta
el dos de mayo inclusive, pp. 1-2, citado por MOLINA GONZÁLEZ, María Carmen, “Representaciones religiosas
en Quito ante los terremotos y las erupciones volcánicas (siglos XVI-XVIII)”, pp. 119-120.
304
WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, p. 30. LLANO Y
ZAPATA, José Eusebio, “Carta o diario que escribe Don (…) a su mas venerado amigo y docto correspondiente
el Dr. Don Ignacio Chiriboga y Daza, en que con la mayor verdad y critica mas segura le da cuenta de todo lo
acaecido en esta capital del Perú desde el viernes 28 de octubre de 1746, quando experimentó su mayor ruyna
con el grande movimiento de tierra (…)”, pp. 85 y 107, citado por SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, Susy Mariela, “La
ruina de Lima: mito y realidad del terremoto de 1746”, p. 172.
305
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 139-140.

155
feligreses en la plaza trujillana. En la Ciudad de los Reyes, la Virgen del Rosario también
fue paseada por la urbe y fue catalogada como la “madre de Lima”306.

Serge Gruzinski señaló que las imágenes religiosas femeninas combinaban «[…] lo
imprevisto, lo accidental lo inevitable, siendo la manifestación de acontecimientos de suma
gravedad»307, es decir, en el imaginario colectivo las vírgenes contrarrestaban el caos que se
desataba en las sociedades, tanto Lima como Trujillo afrontaron el mismo escenario caótico
en la segunda mitad del siglo XVIII, los terremotos de 1746 y de 1759 –respectivamente–
fueron su condena pero también su resurgimiento ya que significaron las oportunidades
perfectas para ejecutar las reformas que necesitaban ambas ciudades.

En Lima se presentó una dicotomía entre sus pobladores en 1746, teniendo como
protagonista a la Virgen del Rosario, la cual fue colocada en la Plazuela de Santa Catalina
construyéndosele una capilla de madera. Ante la gran acogida de los feligreses, dicha capilla
se transformó en un santuario y luego fue necesario construir un templo. A pesar de la buena
recepción de algunos limeños existieron malhechores que osaron robar el rosario que tenía
en su mano la Virgen que –paradójicamente– era de la advocación del Rosario308. Se puede
apreciar una diferenciación entre el valor espiritual y el valor material que unos y otros
limeños asumieron de las sacras imágenes para afrontar su situación.

Para tener una idea de las joyas y los aderezos que poseía la Virgen del Rosario, es preciso
analizar la investigación que realizó Milagros León Vegas, quien a partir de la exposición
de 2012 del patrimonio custodiado por la Pontificia y Real Archicofradía de Nuestra Señora
del Rosario de Antequera se propuso estudiar la trascendencia de la mencionada advocación
mariana. Si bien Antequera es una ciudad española se debe destacar la perspectiva histórica

306
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 81 y 147.
SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, Susy Mariela, “La ruina de Lima: mito y realidad del terremoto de 1746”, p. 173.
307
GRUZINSKI, Serge, “El Corpus Christi de México”, p. 169. Gruzinski analizó el rol y la influencia de la
Virgen de los Remedios en la sociedad novohispana, observó que los feligreses acudían a la sacra imagen
femenina en un contexto caótico, tales como inundaciones y epidemias (enfermedades), según la concepción
de los mexicanos obtendrían una pronta y favorable respuesta por parte de la Virgen de los Remedios.
Sustentamos que esa misma realidad e imaginario colectivo se replicó en Trujillo y en Lima, teniendo como
“factor caótico” a los terremotos.
308
LLANO Y ZAPATA, José Eusebio, “Carta o diario que escribe Don (…) a su mas venerado amigo y docto
correspondiente el Dr. Don Ignacio Chiriboga y Daza, en que con la mayor verdad y critica mas segura le da
cuenta de todo lo acaecido en esta capital del Perú desde el viernes 28 de octubre de 1746, quando experimentó
su mayor ruyna con el grande movimiento de tierra (…)”, p. 13. WALKER, Charles, Colonialismo en ruinas.
Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, p. 209.

156
que desarrolló León Vegas y que afortunadamente se acopla a los planteamientos que se
pretende realizar para el caso limeño309.

La historiadora León Vegas se refirió a la exposición de la advocación mariana como un


medio de propaganda de los hermanos de la Real Archicofradía cuyo objetivo fue formar
una memoria colectiva para los ciudadanos de Antequera, quienes debían conocer la historia
de sus ancestros. Los antiguos antequeranos recurrieron a la Virgen del Rosario porque ésta
se encontraba asociada a milagros ante episodios trágicos datados entre los siglos XVII al
XIX. En agradecimiento a la protección brindada por la virgen, los antequeranos
obsequiaban lujosos objetos, como mantos, lienzos que precisamente sobrevivieron al
tiempo y se pudieron exhibir en la exposición del 2012310.

Uno de los lienzos destacables de la Virgen del Rosario de Antequera fue la que protagonizó
cuando se desató la peste bubónica que había afectado la ciudad en 1679. La figura religiosa
fue incorporada en una escena milagrosa, exactamente se encontraba «[…] representada en
la parte alta de la composición frenando la enfermedad, simulada en flechas refulgentes que,
en tan fatídico año, caían sobre esta población» (Ver Figura N° 10). A partir de ese momento,
la Virgen fue considerada «[…] patrona de la ciudad y bienhechora ante cualquier tipo de
amenaza de índole sobrehumana», eso generó que las ofrendas hacia la imagen se
multiplicasen. Como agradecimiento la advocación mariana llegó a tener «[…] andas y
lámparas de plata, joyas y rosarios de piedras preciosas y también una colección de mantos
envidiable», estos últimos se confeccionaban gracias a las donaciones de vestidos que
realizaron las mujeres de la nobleza311.

A partir de la descripción que realizó León Vargas sobre la Virgen del Rosario de Antequera,
permite tener una aproximación de los ornamentos que pudo tener la imagen religiosa en
Lima. En ambas ciudades se la renombró con un título por interceder a favor de los vecinos
perjudicados, en la capital virreinal fue catalogada como la “madre de Lima”, mientras que
en la urbe española se la consideró como la “patrona de la ciudad”. Es posible que la virgen
localizada en Lima tenga los mismos u mejores aderezos que su símil de Antequera, teniendo
en cuenta la importancia e influencia geopolítica y económica de la primera sobre la segunda

309
LEÓN VEGAS, Milagros, “Sub Umbra Alarum Tuarum: La ciudad de Antequera y la Virgen del Rosario”.
310
LEÓN VEGAS, Milagros, “Sub Umbra Alarum Tuarum: La ciudad de Antequera y la Virgen del Rosario”,
pp. 374-375.
311
LEÓN VEGAS, Milagros, “Sub Umbra Alarum Tuarum: La ciudad de Antequera y la Virgen del Rosario”, p.
375.

157
FIGURA N° 10
CUADRO “LA EPIDEMIA
DE PESTE DE 1679”,
NOTESE A LA VIRGEN
DEL ROSARIO Y SU
SALIDA PROCESIONAL

FUENTE: LEÓN VEGAS, Milagros,


“Sub Umbra Alarum Tuarum: La
ciudad de Antequera y la Virgen del
Rosario”. Baetica. Estudios de Arte,
Geografía e Historia, N° 34, Málaga
2012, p. 381.

158
en el Imperio de España. Finalmente, todo el análisis confluye en una reflexión sobre los
robos en Lima, mientras que algunos se encomendaron a la virgen para salvarlos desde la
vía espiritual otros concibieron los adornos y los ornamentos que poseía la imagen como
algo preciado que les permitiese sobrellevar su trágica experiencia.

El 12 de febrero de 1747, Lima celebró nuevamente una peregrinación teniendo como


protagonista a la Virgen del Rosario, también desfilaron por las calles las reliquias
(huesos) de Santa Rosa, San Francisco Solano y Santo Toribio, las cuales estaban
depositadas en urnas de cristal. En la parafernalia pública participaron el virrey Conde de
Superunda, la Real Audiencia y el Cabildo eclesiástico, cuyos miembros se habían
dirigido a la Iglesia de Santo Domingo para extraer a la «[…] milagrosísima Imagen de
Nuestra Señora del Rosario» y llevarla en procesión a la Plaza por la mañana. Finalmente,
la Virgen fue ubicada sobre «[…] el Altar mayor de la Ramada, que sirve de Sagrario
[…]». Llano y Zapata registró un total de 6 000 mil feligreses que estuvieron en la
peregrinación, estos se mortificaban por la ruina de la ciudad, además existieron casi 600
«penitentes públicos», quienes al mando del R. P. Misionero Apostólico Fray Joseph de
San Antonio, perteneciente a la orden seráfica, realizaron 70 sermones por un lapso de
dos días312.

Para el caso trujillano, desafortunadamente no se han encontrado fuentes tan específicas


y detalladas de la procesión de la Virgen del Rosario como la celebrada en Lima, pero se
observan similitudes entre ambos rituales públicos. El corregidor Feijoó de Sosa solo
informó que «los vecinos, constituidos en semejante consternacion, ocurrieron al favor
del Cielo, trayendo a la Plaza a nuestra Señora del Rosario, donde se le hizo una Capilla
Portatil […]»313.

Con respecto a la capilla, el corregidor de Trujillo ofreció una breve reseña, mencionó
que la capilla en su calidad de portátil «[…] se mantuvo como consuelo, y auxilio de las
aflicciones por el tiempo de un mes, en cuyo intermedio los Reverendos Padres de la
Compañía de Jesús, y del Patriarca San Francisco, hicieron unas fervorosas Misiones, á
que asistieron los Cabildos, y todo el Lugar». Es muy probable que en esas prácticas

312
LLANO Y ZAPATA, José Eusebio, “Carta o diario que escribe Don (…) a su mas venerado amigo y docto
correspondiente el Dr. Don Ignacio Chiriboga y Daza, en que con la mayor verdad y critica mas segura le
da cuenta de todo lo acaecido en esta capital del Perú desde el viernes 28 de octubre de 1746, quando
experimentó su mayor ruyna con el grande movimiento de tierra (…)”, pp. 20-21.
313
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 147.

159
religiosas también hayan participado los hermanos de la cofradía de la Virgen del Rosario,
agrupación que en 1638 apoyó el proyecto reconstructivo de la Catedral trujillana que
encabezó el maestro de albañilería y alarife Diego Maroto. Los miembros de la cofradía
desembolsaron “sus limosnas” para que se pueda construir la nave central del edificio
catedralicio, el cual se culminó en 1669314.

Como se observó, en Trujillo desfilaron santos (San Valentín en 1619) y advocaciones


marianas (Virgen del Rosario en 1759). Sin embargo, para cumplir con la trilogía de
figuras religiosas que una sociedad solía encomendarse tras sufrir un desastre, es preciso
señalar que la ciudad también peregrinó a un cristo, exactamente fue la Sagrada Imagen
de Cristo, Nuestro Señor de la Humildad y Paciencia315.

Al realizar la pesquisa del origen de la imagen cristiana en el mundo católico se encontró


que esta surgió del «[…] ciclo pasionista de los preparativos de la Crucifixión» de Jesús,
exactamente cuando éste se encontraba «[…] sedente y silente junto a la columna de la
Flagelación, tras haber recibido los azotes, de manera que el suceso se traslada desde el
Calvario hasta el Pretorio». Según José Roda, fue en el frontispicio de la colección de
grabados titulada la Pequeña Pasión de Alberto Durero en 1511, cuando se comenzó a
popularizar esta figura de Cristo por toda Europa y que luego se expandió al Nuevo
Mundo316.

Las obras artísticas (pinturas, esculturas, etc.) sobre el Cristo de la Humildad y Paciencia
evocaban a un Jesús que está sufriendo por los escarnios cometidos, usualmente la cabeza
se encuentra apoyada sobre la mano evidenciando un signo de dolor pero que también
puede representar fatiga y meditación317. Es decir, la advocación cristiana es parte del Vía
Crucis donde Jesús sufre los padecimientos en su trayecto hacia su muerte, en ese sentido
es comprensible encontrar la imagen en procesiones en Semana Santa o en alguna
festividad de ese periodo del calendario católico como el que se presenta en el siguiente
párrafo.

314
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 147.
MORALES GAMARRA, Ricardo, “La catedral de Trujillo: notas para el análisis de su historia”, pp. 28-29.
315
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, p. 147.
316
RODA PEÑA, José, “Una nueva atribución al escultor Benito de Hita y Castillo: El Cristo de la Humildad
y Paciencia de la Campana”, p. 494.
317
RODA PEÑA, José, “Una nueva atribución al escultor Benito de Hita y Castillo: El Cristo de la Humildad
y Paciencia de la Campana”, p. 494.

160
En Sevilla, la Archicofradía Sacramental del Salvador formó una obra pía de pobres,
dentro de sus reglas institucionales aprobadas en 1543 por el Provisor y Vicario General
del Arzobispado, Juan Fernández Temiño, se destaca la que enfatiza su finalidad como
institución benefactora, esta era atender a «[…] los pobres vergonzantes de la collación
de San Salvador […]» todos los domingos y en tiempos de fiestas otorgándoseles
básicamente limosnas de pan y carne; y de ser posible, ofrecerles pescado, verduras, vinos
y prendas de vestir. Con el objetivo de aumentar las limosnas en 1678, la hermandad
decidió en el Jueves Santo colocar «[…] una mesa cubierta con un paño encarnado […]
presidida por la imagen escultórica de un Cristo de la Humildad y Paciencia, [en ese lugar]
se recogían en un cepillo las limosnas de los cofrades y devotos». La iconografía
pasionista pretendía remover las conciencias de los feligreses, tocándoles el corazón para
socorrer a los pobres (Ver Figura N° 11)318.

En Trujillo, la imagen pasionista fue traída del pueblo de indios de Huamán a la ciudad,
exactamente de su Iglesia donde era venerada. Analizando los antecedentes europeos, la
figura cristiana no estuvo estrechamente relacionada con los desastres naturales como las
anteriores sacras advocaciones. Sin embargo, se puede distinguir una connotación
análoga entre el Cristo y sus devotos trujillanos, ambos sufrieron trágicas experiencias,
mientras que el primero había sufrido de los escarnios por los soldados romanos, los
segundos habían sido doblegados por un terremoto, por ello fue comprensible lo que dijo
Feijoó de Sosa sobre la efigie de la Humildad y Paciencia de Nuestro Señor Jesucristo,
este fue «[…] de particular devoción, y Culto de los fieles» trujillanos319. En conclusión,
se puede entender por qué los desahuciados habitantes de Trujillo acudieron a venerar
específicamente esta imagen pasionista dado que compartieron un sufrimiento no de la
misma forma, pero si en el fondo, por el impacto que tuvo en las respectivas trágicas
experiencias.

En la época colonial, las sociedades hispanoamericanas destruidas por terremotos


acudieron a las imágenes religiosas tales como santos, vírgenes y cristos para poder
menguar la ira divina ya que en el imaginario colectivo estos realizaban acciones
milagrosas. Por tanto, las procesiones fueron los medios para congregar a los fieles que

318
RODA PEÑA, José, “La obra pía de pobres de la Hermandad Sacramental del Salvador de Sevilla y el
Cristo de la Humildad y Paciencia”, pp. 231 y 233.
319
FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú, pp. 81 y
147.

161
se encontraban acongojados por su reciente experiencia, por consiguiente, las
peregrinaciones les dieron un protagonismo ritual a los espacios urbanos destruidos con
el fin de sobrellevar las trágicas consecuencias telúricas, aunque en casos excepcionales
como el de Quito y el del Callao confluyeron dos eventos –además de los sismos–, las
erupciones volcánicas y el tsunami respectivamente se hicieron presente.

FIGURA N° 11
CRISTO DE LA HUMILDAD Y PACIENCIA ATRIBUIDO A ANTONIO DE
QUIRÓZ (SEVILLA, 1696)

FUENTE: RODA PEÑA, José, “La obra pía de pobres de la Hermandad Sacramental del Salvador de Sevilla
y el Cristo de la Humildad y Paciencia”. Ponencia del XIII Simposio sobre Hermandades de Sevilla y su
Provincia. Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla 2012, p. 253.

162
Dentro de la trilogía de efigies religiosas, Trujillo veneró a un santo (San Valentín) en el
año de 1619, mientras que el sismo de 1759 provocó que las calles trujillanas se
convirtiesen en escenario de la peregrinación de una advocación mariana (Virgen del
Rosario) y de un cristo (Cristo de la Humildad y Paciencia). La citada Virgen siempre
estuvo emparentada a este tipo de eventos catastróficos en distintas sociedades del
Imperio de España por el carácter milagroso que le atribuían sus devotos, por tanto, es
natural verla en Trujillo cumpliendo el mismo rol en 1759. Por su parte, el Cristo en
cuestión, probablemente tuvo una aceptación entre los trujillanos por el carácter desolador
que ellos vivenciaron con el terremoto y que se vieron reflejados con la etapa pasional y
mortuoria de Jesucristo tras ser crucificado.

En el tercer capítulo, se llegó a la conclusión de que las mentalidades y la religiosidad


jugaron un papel importante en el imaginario de los trujillanos tras haber sufrido el
terremoto de 1759. Se observó que la máxima autoridad de Trujillo, Miguel Feijoó de
Sosa dedicó su tiempo a tratar de explicar el origen del terremoto que había destruido su
jurisdicción, en el transcurso de esa empresa formó una breve disertación en donde aflora
un respetado conocimiento en la materia sísmica, demuestra ser un leído e instruido
gracias a su relación con los jesuitas y a la biblioteca que poseía, complementariamente
su propia experiencia telúrica le enrumbo a finiquitar su tesis telúrica. Por tanto, en el
Trujillo dieciochesco se desarrolló una mentalidad científica, aunque de forma primitiva,
de uno de sus personajes más influyentes en su historia.

Los miedos, temores y pánicos que son parte de las mentalidades de una sociedad también
se hicieron presente en 1759. Por ejemplo, la infausta noticia del advenimiento de un
tsunami generó entre los residentes trujillanos un pánico generalizado a pesar de los
intentos del corregidor por apaciguar los ánimos y desmentir tal divulgación, no tuvo la
respuesta deseada de sus súbditos, pero aplicó el castigo pertinente para el indio que osó
vociferar tal rumor, de esa forma quiso demostrar su autoridad con el fin de que no
volviese a suceder tal histeria colectiva en la ciudad. Asimismo, entre los trujillanos afloró
un miedo a los continuos robos que se venían produciendo en las casas y calles de la
ciudad, esto se certificó cuando Feijoó de Sosa aplicó acciones correctivas con el apoyo
del maestre de campo don Joseph Antonio de Ochoteco para menguar los ilegales actos,
bajo esa línea dictaminó que un juez, junto a seis hombres asalariados, vele por la
seguridad de la urbe.

163
En el apartado sobre la religiosidad trujillana se observó que las confesiones y las
procesiones tuvieron una percepción balsámica, es decir, fueron medios para el
arrepentimiento y la salvación que deseaban los damnificados en la caótica coyuntura en
la que se encontraron. Por tanto, bajo una concepción católica, los desdichados trujillanos
buscaban a toda costa aplacar la ira de un Dios que los había castigado con la destrucción
de su ciudad con el advenimiento de un terremoto. Por ello, los trujillanos recurrieron a
sacras figuras, como la Virgen del Rosario y el Cristo de la Humildad y Paciencia, para
que estas se manifestasen en forma de acciones milagrosas para así certificar que sus
plegarias fueron escuchadas.

164
CONCLUSIONES

1. Trujillo fue una urbe que pudo reponerse del terremoto de 1759, tal como lo había
hecho anteriormente (1619 y 1725), por el papel que cumplieron sus autoridades, sus
prelados y sus vecinos, quienes a pesar de las dificultades que se les presentaron en el
camino, se volvieron a levantar por el carácter y la actitud que le imprimieron por
ejemplo en la aplicación de medidas políticas urgentes que en algunos casos llevaron
más tiempo (sistema hidráulico) que otras para concretizarlas por factores externos.
El restablecimiento del orden social se complementó con las manifestaciones
socioculturales practicadas por los habitantes quienes buscaron la consolación de sus
alteradas almas con las confesiones y las procesiones, es decir, la gente se encomendó
a Dios y a imágenes religiosas para superar el lúgubre escenario que enfrentaron tras
el 2 de septiembre de 1759.

2. La ciudad de Trujillo al localizarse en el Cinturón de Fuego del Pacífico se enfrentó


a constantes movimientos telúricos en la época colonial. La urbe fue inicialmente
trazada reticularmente (damero) y no fue modificada a pesar de los terremotos, ni se
llegó a trasladar su asentamiento a otro espacio. Con el pasar del tiempo se transformó
en una importante ciudad por la influencia geopolítica que ejerció al norte de Lima
gracias a sus vecinos quienes formaron y consolidaron sus redes de poder (socio-
político y económico) que hicieron de Trujillo una urbe próspera, muchos de ellos
ocuparon los principales cargos civiles (alcaldes, regidores) y eclesiásticos (Cabildo
catedralicio y las órdenes religiosas) permitiendo afrontar y sobrellevar los estragos
telúricos de San Valentín (14 de febrero de 1619) y del Día de los Reyes (6 de enero
de 1725) en la urbe.

3. El papel que tuvieron las autoridades fue determinante para que Trujillo volviese a
resurgir después del terremoto de 1759, el apoyo y las acciones que tomaron las
autoridades locales (alcaldes y regidores), regionales (corregidor), centrales (virrey)
y eclesiásticas (obispo y prelados afines) permitieron demarcar que tan rápido se
reconstruyó la ciudad a pesar de los problemas y las dificultades que tuvieron que
afrontar en el transcurso del restablecimiento. Las principales medidas aplicadas
fueron inspeccionar el abastecimiento de productos, restablecer el sistema hidráulico,
generar políticas sobre los refugios y la reactivación de la economía.

165
4. Se identificó que entre los efectos del terremoto en la sociedad trujillana de mediados
del siglo XVIII fue que convivieron individuos con diferentes pensamientos, tras
verse alterada su mentalidad por la reciente experiencia telúrica. Mientras que el
corregidor Feijoó de Sosa se encontraba redactando su disertación de tinte científico
–con sus limitaciones– sobre las causas de los sismos, paralelamente los trujillanos en
las calles se encontraban venerando imágenes religiosas (Virgen del Rosario y Cristo
de la Humildad y Paciencia) en procesiones con el fin de aplacar la ira divina. Otra de
las secuelas telúricas identificadas fue que el corregidor, junto a otras autoridades,
tuvo que enfrentarse al falso rumor de la llegada de un tsunami y de los robos
atribuidos a la gente plebeya, a pesar de sus intentos por calmar la caótica situación
con castigos y medidas correctivas; la histeria, el pánico, el miedo y la inseguridad ya
se habían instalado en Trujillo.

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190
ANEXOS

191
FIGURA N° 12
DISTRIBUCIÓN DE LOS SISMOS DESTRUCTORES (1555-1974)

FUENTE: SILGADO FERRO, Enrique, Historia de los sismos más notables ocurridos en el Perú (1513-
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192
FIGURA N° 13
PLANTA DE LA CIUDAD DE TRUJILLO (1687)

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edición. Lima: Editor Carlos Milla Bartres 1981, p. 374.

193
TABLA N° 8
POBLACIÓN DE INDIOS FORASTEROS Y ORIGINARIOS (1754)

Unidad Porcentaje de
Originarios Forasteros Total
eclesiástica forasteros

Cuzco 20.711 12.053 32.764 37

Arequipa 3.083 667 3.750 18

Huamanga 8.587 1.933 10.520 18

Lima 17.720 5.371 23.091 23

Trujillo 12.788 5.387 18.175 30

Total 62.889 25.411 88.300 29

FUENTE: COOK, Noble David, La catástrofe demográfica andina. Javier FLORES ESPINOZA (traductor).
Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú 2010, p. 137.

194
TABLA N° 9
PARÁMETROS DE LOS GRANDES TERREMOTOS OCURRIDOS EN EL
PERÚ (SIGLOS XVI-XIX)

Lugar Año Magnitud

Tacna-Arica 1868 8.6

Tacna-Moquegua 1604 8.4

Lima 1746 8.4

Lima 1687 8.2

Lima 1586 8.1

Arequipa 1784 8.0

Arequipa 1582 7.9

Arequipa 1821 7.9

Ica 1664 7.8

Trujillo 1619 7.4

Lima 1655 7.4

Cusco 1650 7.2

FUENTE: SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Estudios de historia medioambiental. Perú, siglos XVI-XX. Lima:
Fondo de Desarrollo Editorial de la Universidad de Lima 2002, p. 19.

195
TABLA N° 10
SISMOS REGISTRADOS EN EL PERÚ EN EL SIGLO XVIII

Año Lugar Magnitud Área afectada

1707 Paruro Terremoto Cusco

1715 Arequipa Gran temblor Arica-Moquegua

1716 Pisco Gran temblor Pisco-Lima

1725 Trujillo Gran temblor Trujillo-Ancash

Chanchamayo-Cusco-
1746 Lima Terremoto
Guañape

1784 Arequipa Terremoto Arequipa

FUENTE: SEINER LIZÁRRAGA, Lizardo, Estudios de historia medioambiental. Perú, siglos XVI-XX. Lima:
Fondo de Desarrollo Editorial de la Universidad de Lima 2002, p. 28.

196
FIGURA N° 14
VALLE DE CHIMO Y PLANISFÉRICA DE LA CIUDAD DE TRUJILLO DEL
PERÚ (1760)

FUENTE: FEIJOÓ DE SOSA, Miguel, Relación descriptiva de la ciudad, y provincia de Trujillo del Perú.
Madrid: Imprenta del Real y Supremo Consejo de las Indias 1763.

197
FIGURA N° 15
ÁRBOL GENEALÓGICO DE LA FAMILIA FEIJÓ DE SOSA

Vicente Feijó de Sosa Doña Ana González de Arteaga

Pedro José Feijó de Sosa y Manuela Díaz Román


González

Pablo Feijó de Sosa Manuel Eugenio Feijó de


Micaela González de Iraola
Sosa

Manuela Justa Miguel Manuel Feijoó de María Micaela Josefa Antonia Manuel Mariano
Feijoó de Sosa Sosa de Olavide y Jáuregui Feijoó de Sosa

Manuel José Feijó de Sosa

FUENTE: Elaboración propia a partir de LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Miguel Feijoo de Sosa: el hombre y su obra”. En Miguel FEIJOÓ DE SOSA. Relación descriptiva de
la ciudad y provincia de Trujillo del Perú. Edición Facsimilar. Lima: Fondo del Libro del Banco Industrial del Perú 1984, pp. 20-26.

198

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