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El Nombre de Lima. La Impronta Aimara.
El Nombre de Lima. La Impronta Aimara.
y la impronta Aimara
Carlos Rojas Sifuentes
El origen del nombre de la capital del Perú ha sido motivo de controversia, que no
trataremos de dilucidar en este breve texto, pero se trata de una discusión que se
remonta a los tiempos mismos de la conquista, luego de la fundación española de esta
ciudad, el 18 de enero de 1535.
Sin embargo “los reyes” no fue un nombre que se usase en el habla coloquial. Por
algunos años se utilizó en los documentos oficiales, pero otro nombre hacía referencia
a la ciudad, antes incluso de la llegada de los españoles: Rimaq o Limaq, y que más
adelante, por obra del uso, la brevedad y precisión, terminó convirtiéndose en Lima.
Respecto al nombre, existe la difundida versión, que hace referencia al sonido que
hace el río en su violento discurrir en tiempos de creciente, a cuyas orillas se
estableció la plaza principal española, ya ocupada por el poblado de los Ychma.
Región que contaba con un entramado de canales de regadío para los distintos
señoríos de la zona (Narváez, 2014), algunos de los cuales han llegado incluso hasta
los tiempos actuales: Maranga, Huatica, Surco. El río Rímac, también fue denominado
“río hablador”, por el ruido que hacía en tiempos de creciente (por el choque de las
piedras), sonido que, en el decir del sacerdote jesuita Bernabé Cobo y Peralta, era
escuchado por las noches en todas partes de la ciudad temprana.
Pues bien, la versión que el topónimo Rímaq o Límaq, con que se denominó a la
ciudad, hace referencia al “río que habla”, que menciona Cobo en su Historia de la
Fundación de Lima (1639), repitiendo lo narrado por el cronista Martín de Murúa
(1616), y comparten Raúl Porras Barrenechea y otros historiadores, en realidad
tendría como origen un oráculo preinca, un santuario Ychma, registrado por el
extirpador de idolatrías Cristóbal de Albornoz en 1581, como una piedra redonda que
se encontraba en la llamada “huaca de Santa Ana” por los españoles, lugar sobre el
cual se edificó el hospital de Santa Ana y donde ahora está la Plaza Italia. En ese
sentido, “el que habla” o el “bocón” habría sido el oráculo, y la palabra Límaq se
referiría a esa condición. Sobre el tema Cerrón Palomino (2000) hace importante
referencia desde un “enfoque lingüístico-filológico a partir del conocimiento de la
historia y dialectología de nuestras lenguas mayores: el quechua y el aimara”.
La pérdida del origen del topónimo se condice con los intentos por desaparecer toda
referencia a lugares vinculados a creencias paganas. Entonces se terminó por aceptar
la historia del “río hablador”, la simplificación de la palabra a la moderna Lima, y el uso
de la palabra Rímac para referirse al río, respetando en este caso la vertiente
cusqueña del quechua (luego del Tercer Concilio Limense, entre 1582 y 1583).
Así pues, el uso en el poblado Ychma, que luego sería “De los reyes”, no fue Rímac,
sino Límaq, que luego, por abandono de la consonante final por el uso de los
hispanohablantes, derivó en Lima, y el origen del término no solo está en la
pronunciación de los naturales de esta tierra, sino en la influencia de la lengua aimara
en esta pronunciación.
Esta presencia de la lengua de los “reinos aimaras” (así denominados por los
españoles), y llamados collas por los incas, en regiones de la costa, no es un hecho
circunstancial (tómese en cuenta la influencia de Tiahuanaco y el protoaimara de la
cultura Nazca).
Bibliografía:
Saranyana, J. (2018). El más allá en los concilios limenses del ciclo colonial,
1551-1772, Históricas Digital. Pp. 109-124. México.