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Entrevista a Samuel Ruiz

 
Amar a Dios en el pobre
 
 
Pocos creyentes no han oído hablar alguna vez de este obispo que ha recorrido la selva
montado a caballo apoyando a las comunidades indígenas hasta el punto de ser
intermediario en las conversaciones de paz entre el gobierno mexicano y el Ejército
Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Ya en el primer cara a cara, uno comprende
la fuerza de este obispo agarrado a la tierra con las uñas del compromiso con los pobres
y que en el diálogo se manifiesta amable, acogedor y con un extraordinario sentido del
humor.
 
¿Cuál es su opinión sobre la globalización?
-         Aunque la globalización está fundada sobre un desarrollo tecnológico que tiene
cosas muy buenas, sobre todo en el aspecto de comunicación, el sistema
económico neoliberal se montó en la globalización para llegar a hacer un gran
supermercado del planeta, en donde la única cosa que valga es “se vende”. Eso
va arrasando con las diferencias y, segundo y más importante, ya está afectando
a los propios pueblos en donde se está generando. Ya hay pobreza en el Primer
Mundo. El sistema parece tan fuerte como Goliat pero tiene sus puntos débiles.
 
¿Cuáles son esos puntos débiles?
-         Por una parte aumenta la exigencia de crecimiento. Si no crece la producción,
la industria se queda atrás. Pero el crecimiento de la producción exige un
crecimiento del mercado. Y si no existen las demandas, las tienen que crear. Eso
tiene dos contradicciones: por una parte, la utilización de recursos no renovables
que es una amenaza para la supervivencia planetaria. Y por otro lado, que
necesitando más mercado, está disminuyendo por la expulsión de miles de
trabajadores que entran en el dominio de las personas que no tiene capacidad de
compra. Inclusive, si se proponen disminuir el crecimiento de la pobreza,
peligrosísimo para el sistema (no es compasión sino que el bolsillo está
amenazado), entonces los G-7 y los G-8 abren su corazón y el paraguas del
mercado para proteger a la inmensa mayoría. Pero se sabe de inmediato, y ellos
lo conocen muy bien, que no va a ser posible que el mercado abarque a todos
los que antes se llamaba marginados, explotados o aplastados, y hoy ya tienen
otra categoría: excluidos.
-         Pero mientras miramos eso y se genera pesimismo porque se nos hace creer que
éste es el único y definitivo sistema económico, surge del Tercer Mundo,
acompañado ahora del Primer Mundo en sus bases, la discusión de si no es
posible otro mundo, otro sistema, que no tendría las características del actual,
que es egocéntrico, egoísta, dominante, sino que tendría una dimensión de
participación comunitaria.
 
La opción por los pobres es para el cristiano una exigencia evangélica. No sé si
usted cree que la Iglesia ha hecho todo lo que debía en ese sentido...
-         Yo no puedo decir “Sí, la Iglesia lo ha hecho todo” porque sería falso cualquiera
que fuera la intensidad. Siempre hay posibilidad de mayor crecimiento. La
opción por los pobres está públicamente declarada por los obispos de América
Latina después del Concilio. NO es simplemente un slogan sino un compromiso
asumido y definido públicamente. El papa Juan XXIII habló de dos puntos
fundamentales que tendrían que ser tratados en el Concilio: de qué manera puede
la Iglesia hablar de Dios en un mundo ateo y de qué manera los cristianos
pueden dar un testimonio cuando están divididos en distintas confesiones
religiosa. Pero dos o tres días antes de que se abriera el Concilio parece ser que
la visita de algunos latinoamericanos que tuvieron audiencia con el papa
despierta la indicación de un tercer punto luminoso que se tiene que estudiar en
el Concilio: la Iglesia, delante de los pueblos en vías de desarrollo, descubre lo
que es, y lo que debe de ser; la Iglesia de todos, es decir, la Iglesia de los pobres.
En esa sencilla frase, el papa habló de la pobreza estructural, no de la pobreza
individual. De aquella que surge de este sistema que fabrica la pobreza
porque concentra el capital. Segundo, se dice que la relación que la Iglesia
tenga con ese mundo es un criterio para saber si es fiel a su cometido o no.
 
¿Y eso qué supone?
-         Quiere decir que si en un momento dado de la historia, la Iglesia ha tenido una
opción por el pobre, ésta tiene que ser revisable a lo largo del tiempo, porque
puede cambiar no solamente su actitud, sino la situación del mundo, el tipo de
sociedad. Por tanto, la Iglesia tiene que ubicarse en el punto de vista de los
pobres. Con lo cual, sucede que se nos revela con mayor crudeza y claridad lo
que implica esta opción que hizo Jesucristo. Él es el único ser humano que pudo
escoger no solamente dónde vivir, qué lengua hablar, qué tipo de sociedad, en
qué clase social, incluso en qué subclase: de Nazaret, “de donde no puede salir
nada bueno”, allá en los límites de la dominación del Imperio Romano. Y
escogió el mundo de la pobreza, de manera que cuando hace su proclamación
del Reino – “Bienaventurados los pobres”- no habla de una teoría, sino de una
experiencia personal.
-         Y esto sigue teniendo vigencia, a tal grado que Él dijo taxativamente que si
queríamos amarlo a Él, hijo de Dios hecho hombre, teníamos que amarlo en el
pobre. Amar a Dios y amar al hombre no son dos mandatos separados, sino que
Él los juntó en uno solo de manera que amar a Dios es amarlo en el hombre.
Dice san Juan, que aprendió bien esa lección: “Aquel que dice amar a Dios y no
ama a su prójimo es un falso, es un mentiroso, falsa es su religión, porque
¿cómo puede amar a Dios a quien no ve, si no ama a su prójimo al que ve?
 
El hecho de que los explotados, se hayan convertido en excluidos, ¿requiere una
renovación de la Teología de la Liberación o está más vigente y es más
necesaria que nunca?
-         En realidad, no hay que preguntar qué lugar ocupa la Teología de la Liberación
en la práctica posterior, como si hubiera sido primero la Teología y luego la
práctica. No: primero es el compromiso, optar por el pobre, después cuáles son
las causas, posteriormente una reflexión de fe sobre lo que se tiene y se debe
hacer. Y ésa es la teología. A nosotros nos interesa más la liberación que la
teología. Porque la teología para nosotros es el resultado tercero, no el primero.
Claro, se puede hablar de eso separadamente como se hace en Europa: tienes una
teología, la aplicas a la realidad y sale un resultado determinado.... Cosa que no
es lo que pasa en América Latina...Evidentemente que a lo largo de este tiempo,
se ha ido haciendo mucho más fuerte la concreción. Por ejemplo, se describe que
no sólo hay pobres, sino que también hay pobres entre los pobres, que son las
comunidades indígenas aborígenes. Descubrimos que están siendo los motores
de la historia y somos nosotros los que tenemos que llegar a pedirles permiso
para acompañarlos porque fuera de ellos no alcanzamos a entrar en el Reino.
 
Si no actuamos en relación con el pobre estamos fuera de la historia de
salvación....
-         De ellos es el Reino de los cielos . Ellos poseen valores que pueden y deben
poner en acción para que se logre la transformación de la sociedad y avancemos
a la consecución del Reino de Dios. Ésa es la esperanza que está viniendo en
este momento del Tercer Mundo aliado con el Primer Mundo en las protestas
contra el sistema.
 
¿Esas protestas son el camino para acabar con la pobreza?
-         Hay una equivocación grande: los G-7 y G-8 quieren acabar o disminuir el
mundo de la pobreza. Lo que hay que hacer es acabar con la concentración
indebida de la riqueza. Ése es el punto: no es acabar con la pobreza sino con la
riqueza injusta. Tiene que haber un sistema alternativo y se tiene que ir
construyendo. Otros optan porque sea de una forma violenta. Parece que la
práctica histórica nos demuestra que ése no es el camino, sino que el camino
será una transformación más dura, pero más madura; más gradual pero viable.
 
Usted ha firmado el manifiesto que solicita un tercer Concilio; ¿por qué lo cree
necesario y qué temas deberían tratarse, es decir, qué es lo que más le urge a la
Iglesia?
-         Bueno, yo le tengo que hablar con la verdad: no estoy opuesto a un tercer
Concilio. Firmé. Pero no pienso que sea absolutamente necesario. La
experiencia concreta nos dice que el Concilio Ecuménico Vaticano II no ha
llegado a penetrar, ni siquiera a ser conocido en algunos de sus aportes
fundamentales. No es un conjunto de documentos que hay que aplicar, sino que
es una iluminación profética que sigue siendo válida.¿Qué sería muy bueno que
hubiera un tercer Concilio y tendría ciertas consecuencias positivas?, si. Pero no
pienso que sea necesario. ¿Qué temática nueva si no hemos aplicado la
iluminación que hay para la anterior? Lo que pienso es que nos vamos a quedar
ciegos de tanta luz si no aprovechamos la que ya tenemos para poder caminar
hacia el futuro.
 
¿Cuál es la situación actual en Chiapas?
-         cuando se me pregunta qué cosa ha cambiado en Chiapas, yo pregunto qué cosa
ha cambiado en las leyes del mercado.
Hay una corresponsabilidad histórica y no se puede hacer esa pregunta sin decir
estamos afectados y tenemos que hacer que cambie esta situación. No quiero
decir que sean única y exclusivamente responsabilidad de esta situación
estructural las consecuencias de corrupción que se dieron también localmente. Y
en ese sentido hay modificaciones graduales, hay un esfuerzo de transición. Pero
si vemos concretamente, las expectativas que había con la aprobación de los
acuerdos de San Andrés se frustraron porque se pusieron cuatro candados a cada
una de las cosas fundamentales que eran solicitadas. Y era tan sencillo el
asunto... pero tiene sus consecuencias: la aceptación de la legitimidad de su
hábitat, de su lengua, de sus valores, de sus leyes y costumbres, choca contra una
mentalidad unitaria que dice “no hay más ley que la nuestra”. Y es que hay
intereses internacionales. No estamos aislados... Debemos funcionar en una
unidad, en una corresponsabilidad.
 
¿Qué le reclama al ciudadano de a pie del Primer Mundo y en esa responsabilidad
que tenemos todos de lo que pase en el planeta?
- Simple y llanamente que sepan y actúen como hermanos. Que se descubra y se
viva la hermandad. Eso tiene consecuencias en el mercado, en una serie de
normas que afectan al Primer y al Tercer Mundo. Démonos cuenta que tenemos
una corresponsabilidad histórica...Y nosotros, como cristianos tenemos mayor
responsabilidad porque se supone que tenemos la ley amor mucho más clara.
Mientras más luz tenga, tengo mayor obligación de no meter los pies en un
agujero, ¿Verdad?
 
 

(Entrevista realizada por María Ángeles López, para la revista española Reinado Social,
n. 848)

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