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TEO RÍA DE
MERC ADO TEC NIA
DE LAS
ARTES
Ha c ia la te o ría d e l p ro d uc to se nsib le
con la colaboración de
INTRO DUC C IÓ N
Una perspectiva que ha sobresalido en las últimas décadas sobre el análisis del
mundo del arte, es la que realizó el sociólogo francés Pierre Bourdieu dentro de la
teoría de los campos. La propuesta de este autor no sólo reside en analizar las con-
diciones de producción de la obra de arte, sino que a su vez plantea construir “siste-
mas de relación inteligibles capaces de dar cuenta de los datos sensibles”, esquemas
que exponen la lógica de las prácticas en un “mundo social específico” donde existen
leyes definidas que orientan las operaciones de determinados agentes. El mundo del
arte no queda fuera del mundo social; sin embargo, se distingue y se delimita. Se
admite que los agentes de este micro-universo son también sujetos de análisis socio-
lógico al ser tratados como un grupo social que esconde lógicas de funcionamiento.
El papel de la sociología en el arte, según Bourdieu, queda fuera de espectáculos o
voces hermosas; no se define en la exaltación de la obra, sino que deriva en un aná-
lisis exhaustivo de las prácticas y las relaciones entre los agentes del “campo artís-
tico”.
Es así como la principal “apuesta” de Bourdieu para el análisis del mundo del
arte estará anclada a la teoría de los campos. Antes de hacer más precisiones sobre
el campo que nos interesa, es decir, el campo artístico, empecemos por definir los
elementos fundamentales para la compresión general del concepto.
1. DEFINIR AL C AMPO
Como espacio de las diferencias, el campo alberga a agentes que ocupan dife-
rentes posiciones jerarquizadas de acuerdo con la distribución –desigual– de los di-
ferentes “capitales”. Cuando hablamos de “capital” en la teoría bourdieusiana nos re-
ferimos a un bien legitimado, distribuido y disponible de modo desigual; que no se
adquiere de manera instantánea al suponer que los agentes poseen los instrumentos
para su apropiación. En el campo, estos bienes deben ser legitimados para ser un
objeto de interés. Los tipos de capitales son:
38 Este listado se basa en la revisión que realiza Gilberto Giménez sobre la teoría de los campos, lo que
aquí se ha agregado son los elementos propios del campo artístico. Ver Giménez, G. (2002).
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base a los demás tipos de capitales. Por ejemplo, el capital económico puede trans-
formarse en capital cultural, ya que éste depende del ámbito familiar y de la institu-
ción escolar.
Como espacio de los posibles, en el campo, circulan agentes que juegan con
sus posiciones y disposiciones para alcanzar una “toma de posición”. Cada una de las
posiciones depende de la situación actual y potencial en la estructura del campo, el
reparto y la posesión de los capitales controlan la obtención de beneficios específicos.
Las probabilidades de la toma de las posiciones dominantes se localizan en la acu-
mulación o la falta de los diferentes tipos de capital, en este caso, de los productores
y creadores de la cultura y el arte.
categoría actual, por los denominados pro-sumidores 39. Esto puede explicarse en ra-
zón de que a medida que la historia del campo avanza y se introducen innovaciones
estéticas, los códigos de desciframiento de las obras se tornan cada vez más comple-
jos y son más fácilmente compartidos e interiorizados por los mismos agentes que
ocupan el campo. Los intercambios recíprocos entre los productores permiten la
existencia del juego artístico posibilitando una serie de transformaciones en la con-
cepción de lo estético, en las técnicas de producción y en el modo de la presentación
de los productos artísticos.
Sin duda, las distinciones presentadas anteriormente tienen que contrastarse con
la realidad actual, pues si bien el campo de producción restringida tiene aún códigos
muy específicos que son mayormente consumidos por los propios agentes del campo
(productores, creadores, críticos, etcétera) también se han integrado una serie de
estrategias para lograr beneficios económicos, sin perder necesariamente los valores
simbólicos y estéticos de una obra. Por ejemplo, en el campo de la danza contempo-
ránea, la compañía mexicana de danza Delfos se presentó durante sus primeros años
de existencia en un centro de espectáculos. Las coreografías que presentaban en di-
cho lugar eran ni más ni menos las que le habían hecho ganar el más importante
premio de danza en México. Y cabe decir, que aunque fueron criticados duramente
por los demás integrantes del campo de la danza, éstos siguieron posteriormente la
misma estrategia para lograr una estabilidad económica.
Hoy por hoy las barreras entre las distintas disciplinas artísticas se hacen cada
vez más débiles. Tenemos productos artísticos que son resultado de proyectos in-
terdisciplinares que conjuntan las artes tradicionales (las bellas artes) y las que se
ubican dentro de las industrias culturales.
Ahora bien, los diferentes sub-campos artísticos (danza, pintura, música, teatro)
tienen una lógica propia, con agentes que comprenden las reglas del juego y que han
incorporado el capital específico de cada campo. Las lógicas sociales, la manera de
ser y hacer en este espacio específico configuran un habitus del bailarín, del pintor y
del músico. Sin la categoría de habitus, lo social incorporado al individuo que posibi-
lita sus representaciones, divisiones y prácticas en el mundo, la categoría de campo
no alcanza su meta explicativa.
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El estudio relacional del campo que toma en cuenta a la historia, las posiciones
jerarquizadas en el espacio y las luchas por la apropiación del objeto más preciado,
nos sirve, en una mirada general, para analizar la lógica de producción, circulación
y consumo de los bienes artísticos. Y, en términos más específicos, puede ayudarnos
a desentrañar las distintas problemáticas que atraviesan las condiciones de produc-
ción del arte; por ejemplo, el trabajo precario de los artistas, su relación con institu-
ciones públicas (impuestos, renta de infraestructura) y privadas (como proveedores
o empleados) o la rentabilidad de proyectos (independientes y artísticos personales
o propios). Si realizáramos un zoom sobre el campo de producción artística para vis-
lumbrar sus actores, sus capitales y procesos, el esquema se plasmaría de la siguiente
manera 40:
40 Este esquema puede dar pie a esquemas más específicos de los sub-campos artísticos (pintura,
El tema que queremos abordar, tomando en cuenta el análisis del campo, es el mer-
cado de trabajo de los artistas. La actividad del artista (al igual que el trabajo do-
méstico) se pensó durante mucho tiempo fuera del conjunto de profesiones ligadas
al trabajo remunerado. La división del trabajo y del tiempo libre en la etapa indus-
trial agregó una serie de representaciones del trabajo "duro" (los obreros) y el tra-
bajo "formal" (las profesiones ligadas al mundo intelectual: las leyes, la arquitectura,
la medicina) así como de las actividades que se relacionaron con el ocio, es decir, las
que se destinaban al disfrute y el goce del tiempo libre, del tiempo que no se labora
(el trabajo artístico). Estas distinciones dejaron al arte fuera de las representaciones
del trabajo remunerado. Aunado a ello, dentro del imaginario social permaneció la
idea del estilo de vida del artista ligado al culto al desprendimiento material y al
desinterés por la vida mundana. En contra de los patrones oficiales de la burguesía,
el artista bohemio mantenía una serie de prácticas que le hacían distinguirse dentro
del espacio social:
“… el estilo de vida del artista, con la fantasía, el retruécano, la broma, las cancio-
nes, la bebida y el amor en todas sus formas, se ha ido elaborando en contra de la
existencia formal de los pintores y escultores oficiales como en contra de las ruti-
nas del burgués” (Bourdieu, 1995).
El trabajo artístico que se representa fuera de los esquemas del trabajo asalariado
derivó en las condiciones de existencia que los artistas tienen que sortear; por ejem-
plo, las largas jornadas de trabajo, los ensayos no remunerados de músicos, bailari-
nes y actores, la falta de contratos formales y de seguridad social y la multiplicidad
de actividades que complementan el trabajo artístico. Y hay que decir de igual forma,
que en el interior del campo artístico existen situaciones que fomentan la precariza-
ción del trabajo artístico. Un ejemplo es la relación que establecen los artistas con-
sagrados y los que recién ingresan al campo, pues en la mayoría de los casos, los
recién llegados pagan la cuota de entrada al campo al trabajar como aprendices en
compañías o grupos artísticos sin recibir remuneración, teniendo como meta obtener
experiencia (capital específico) y acumular capital social (relaciones y contactos en
el campo). Existe una relación dispar entre los consagrados y los recién llegados:
mientras que los primeros ocupan cargos como funcionarios en instituciones cultu-
rales, directores de compañías y administradores de espacios culturales, los segun-
dos no cuentan con un salario regular, ni infraestructura para realizar su labor.
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Un segundo tema importante para entender los espacios de trabajo que pueden
ocupar los artistas, son los apoyos que éstos reciben para la creación de una obra.
Según Mendoza Niño (2010) en la relación arte y trabajo existen tres hitos: el pa-
tronato o mecenazgo, la búsqueda de autonomía y el mercado. La figura del mece-
nazgo predominó en los siglos XIV y XV. Esta relación del mecenas con el artista
consistía en que el primero daba techo y sustento al trabajador del arte para producir
su obra; sin embargo, la libertad creadora se veía constreñida por los trabajos por
encargo que el mecenas imponía al artista. El segundo y tercer momento marcan el
desprendimiento del artista de su benefactor (aunque esto adquirirá otros significa-
dos con los patrocinios del Estado y de las entidades privadas por excelencia, las
empresas). Es en el renacimiento cuando el artista busca una verdadera autonomía
para la creación de sus obras. En este momento se separan los términos del artesano
y del artista. Aunque los artistas descienden en la escala social ganan el derecho de
crear sus propias reglas en la creación. En el tercer momento, el estado actual, el
mercado se vislumbra como un elemento importante para la creación artística; “el
artista ya no depende de un sujeto sino de un sistema donde la búsqueda de autono-
mía asume nuevas lógicas” (Mendoza Niño, 2010).
La producción cultural
La relación entre el Estado y el arte tiene su parte operativa en las políticas cultura-
les que se implementan como apoyo a la creación y la difusión de la cultura. Estas
políticas son generalmente entendidas como un conjunto de iniciativas y acciones
que toman los agentes –que pueden estar o no en la institución– para promover la
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Entrando en el tema de las políticas culturales podemos señalar que éstas surgen
de diferente manera según las condiciones del país donde se promuevan. Sin em-
bargo, las más de las veces, se realizan políticas –culturales– “de subvenciones” que
consisten en distribuir los recursos financieros –con criterios más o menos defini-
dos– entre los diferentes agentes del campo cultural y artístico. Es durante el sexe-
nio de Salinas de Gortari que se creó el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes
FONCA que actúa como un mecanismo financiero del Estado para apoyar a la pro-
ducción cultural y artística. El FONCA comenzó a funcionar con cuatro programas:
Creadores intelectuales, Jóvenes creadores, Desarrollo artístico individual y Grupos
artísticos. Los financiamientos y estímulos de estos programas que convocan a los
creadores de los diferentes sub-campos artísticos se promueven de manera anual y
las propuestas se someten a un comité de dictaminación y selección. El “Fondo” se
ha convertido en el principal mecanismo para obtener becas y estímulos para la crea-
ción artística generando nuevas dinámicas en cada uno de los sub-campos del arte 41.
Según Sabina Berman (2006), para recibir una beca un creador debe confirmar su
“originalidad” y buena “hechura” ante los miembros de un comité. Lo que cuenta,
además del capital simbólico y social, es el capital propiamente “artístico”, con los
riesgos y la experimentación (innovación) que conlleva la creación.
41Aunque las instituciones a nivel federal son las que más importancia tienen respecto a recursos finan-
cieros en el arte, existen también apoyos de las instituciones de los estados y a nivel local.
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En la actualidad otro actor que destaca en los apoyos para el arte y la cultura
son las empresas privadas, que brindan financiamiento a través de sus fundaciones o
de programas que se enfocan a la promoción cultural. Los patrocinios para la pro-
ducción artística se han convertido en una herramienta clave de financiamiento pues
se pueden obtener recursos de más de una empresa para sostener un proyecto artís-
tico. La principal crítica a estos apoyos es que, al ser atravesada por los intereses
económicos de una empresa la obra pierde su sentido o su valor propiamente artís-
tico. Los acuerdos y límites a los que los artistas lleguen dependerán, en mucho, de
una serie de estrategias que éstos pongan en juego. Sin embargo, la mayoría de los
artistas se ven desprovistos del conocimiento de la lógica del mercado y de sus có-
digos. Si bien el sentido intelectual de la obra (la creación) toma en mayor medida
los códigos internos del campo, en su concretización se traducen o refractan las ló-
gicas y códigos de otros campos (por ejemplo, el económico). Se necesita, en este
sentido, una educación artística que vaya más allá del aprendizaje de las técnicas y
el lenguaje específico de los sub-campo artísticos; que proporcione a los artistas las
herramientas para enfrentar los procesos de producción de la obra, incluidos el fi-
nanciamiento (anterior a la obra) y su difusión (posterior a la obra).
Aunado a los problemas que se presentan al interior y fuera del campo, tenemos
que bajo la idea del aparente desinterés material del arte y la cultura se prioriza la
gratuidad de los eventos artísticos y culturales, sin tomar en cuenta que los procesos
de producción artística necesitan de los medios materiales necesarios para su crea-
ción (y re-creación) y que la labor de los artistas debe ser reconocida de manera
material y no sólo simbólica. Con ello no queremos negar la necesidad de una mayor
democratización de la cultura y el arte; lo que intenta subrayar es que los productos
artísticos tienen otros valores económicos agregados a su valor puramente simbólico
o artístico. Existe un desbalance, sobre todo en los productos de las artes escénicas,
entre los recursos financieros que se juegan en la producción y las ganancias obte-
nidas. Este problema traza el requerimiento de un análisis que exprese la compleja
relación entre los productores, las instituciones (públicas o privadas) que financian
el arte y los diferentes públicos que valorizan, según su habitus particular, las obras
culturales.
De esta forma, el análisis del mercado de trabajo de los artistas comprende las
lógicas y problemáticas internas del campo del arte (con sus diversos actores, inclui-
das las instituciones privadas y públicas) y las relaciones o refracciones que este
campo artístico sostiene con el exterior, es decir, con los campos político y econó-
mico y con la diversidad de públicos que co-existen en el espacio social. Si tomamos
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en cuenta la lógica bourdieusiana, tendremos que recalcar que este mercado tiene
también posiciones jerarquizadas que son ocupadas por los artistas en los diferentes
sub-campos; los capitales acumulados con los que cuentan los artistas serán de suma
utilidad para hacerse de un lugar de privilegio en este espacio, con mejores posibili-
dades laborales.
El tema del mercado laboral de los artistas puede ser analizado de manera general
utilizando la teoría de los campo de Pierre Bourdieu. Aún más, esta herramienta
conceptual podría también ir más a detalle en cada uno de los sub-campos artísticos
para averiguar las especificidades que estos presentan. Así, un primer aspecto que se
intentó subrayar en el análisis del espacio laboral de los artistas (dentro y fuera del
campo) fue la representación social de la figura del artista y de su trabajo. Se en-
cuentra que las ideas sobre la profesión del artista fuera del campo laboral ligado a
una fantasía del artista bohemio, tienen consecuencias en el desarrollo de la precari-
zación del trabajo artístico. Sin duda queda aún mucho por trabajar en el fortaleci-
miento de la idea de que el arte es una profesión que tiene o, mejor dicho, debe, ser
remunerada. El asunto está relacionado a la valoración del producto que entrega y
al reconocimiento social y oficial de su especificidad considerando la necesidad de
consolidar los gremios y especializar a las empresas culturales en entidades particu-
lares, al ser los artistas quienes absorben las consecuencias de conformar grupos que
son empresas efímeras, inestables y precarias donde producen capital cultural sin
remuneración de capital económico en un franco desequilibrio ante los demás traba-
jadores con quienes suelen colaborar.
tos desatienden los aspectos laborales. Lo que es un hecho es que aunque estos apo-
yos operan bajo ciertas condiciones, los artistas pueden trabajar con relativa inde-
pendencia creando sus propios proyectos (aunque queden fuera de los beneficios que
trae el trabajo asalariado). En el resultado final, no pueden llamárseles empleos
puesto que son tratamientos de fomento “a la cultura” con lo cual se evade la obser-
vación profesional del artista.
Habría que reflexionar, bajo las premisas anteriores, sobre el trabajo de los ar-
tistas en las actuales condiciones del mercado laboral. Si bien las posibilidades crea-
tivas y de trabajo artístico pueden estar encauzadas a la obtención de becas o de
financiamientos del Estado, tendrían también que explorarse otras alternativas
como la creación de empresas culturales y organizaciones artísticas que puedan, a
través de los conocimientos específicos del campo, ofrecer sus productos "sensibles"
en el "mercado de los bienes simbólicos". Esto con la convicción de que los productos
sensibles deben ser valorados en relación con su función social y su valor monetario.
En este sentido, el marketing cultural puede convertirse en una de las estrategias
para establecer mejores condiciones para el trabajo artístico.
Referencias
Bourdieu, P, (1995). Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario.
Anagrama, Barcelona, España.
Bourdieu, P, (2007). Capital cultural, escuela y espacio social. Editorial Siglo XXI,
México.
http://www.uv.mx/iie/Coleccion/N_3738/B%20Gilberto%20Gimenez%20Introduc-
cion%202.pdf.