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CAPÍTULO 1

LAS FORMAS DE CAPITAL


Pierre Bourdieu
Richardson, J., Handbook of Theory and Research for the Sociology of Education
(1986), Westport, CT: Greenwood, págs. 241–58

El capital es mano de obra acumulada (en su forma materializada o su forma "incorporada",


encarnada) que, cuando se apropia de forma privada, es decir, exclusiva, por agentes o grupos
de agentes, les permite apropiarse- obtener energía social en forma de trabajo vivo. Es una vis
insita, una fuerza inscrita en estructuras objetivas o subjetivas, pero también es una lex insita,
el principio subyacente a las regularidades inmanentes del mundo social. Es lo que hace que
los juegos de la sociedad, no menos importante, el juego económico, algo más que simples
juegos de azar ofrezcan en cada momento la posibilidad de un milagro.
La ruleta, que alberga la oportunidad de ganar mucho dinero en un corto espacio de tiempo,
un ante el cambio del estatus social casi instantáneamente, y en el que la victoria del giro
anterior de la rueda se puede apostar y perder en cada nuevo giro, da una imagen bastante
precisa de este universo imaginario de perfecta competencia o porfétulo igualdad de
oportunidades, un mundo sin inercia, sin acumulación, sin herencia ni propiedades adquiridas,
en el que cada momento es perfectamente independiente del anterior, cada soldado tiene una
batuta de mariscal en su mochila, y cada premio puede ser alcanzado, instantáneamente, por
todos, para que en cada momento cualquiera pueda convertirse en cualquier cosa.
El capital, que, en sus formas objetivas o encarnadas, lleva tiempo acumular y que, como
capacidad potencial para producir beneficios y reprocharse en forma idéntica o expandida,
contiene una tendencia a persistir en su ser, es una fuerza inscrita en la objetividad de las
cosas para que todo no sea igualmente posible o imposible. Y la estructura de la distribución
de los diferentes tipos y subtipos de capital en un momento dado en el tiempo representa la
inmanente estructura del mundo social, es decir, el conjunto de limitaciones, inscritas en la
realidad misma de ese mundo, que gobiernan su funcionamiento de manera duradera,
determinando las posibilidades de éxito para las prácticas.
De hecho, es imposible explicar la estructura de un funcionamiento d del mundo social a
menos que se vuelva a introducir el capital en todas sus formas y no únicamente en la
única forma reconocida por la teoría económica. La teoría económica ha permitido que se le
foista una definición de la economía de las prácticas que es la invención histórica del
capitalismo;

Publicado originalmente como "Otonomic Capital, Cultural Capital, Social Capital", en Social Inequalities
(Social World, Special Issue 2), editado por Reinhard Kreckel. Goettingen: Otto Schartz & Co., 1983, pp.
183-98. [. . .] Traducido por Richard Nice.
16Pierre Bourdieu

y reduciendo el universo de los intercambios al intercambio mercantil, que está orientado de


manera objetiva y subjetiva hacia la maximización del beneficio, es decir,
(económicamente) de interés propio, ha definido implícitamente las otras formas de
intercambio como no económicas, y por lo tanto desinteresadas. En particular, desafió como
desinteresadas aquellas formas de intercambio que aseguran la transubstanciación por la cual
los tipos de capital más materiales —los que son económicos en el sentido restringido—
pueden presentarse a sí mismos en la forma inmaterial del capital cultural o del capital social
y viceversa. El interés, en el sentido restringido que se da en la teoría económica, no se puede
producir sin producir su contraparte negativa, el desinterés. La clase de prácticas cuyo
propósito explícito es maximizar el beneficio monetario no puede definirse como tal sin
producir la finalidad sin propósito de las prácticas culturales o artísticas y sus productos; el
mundo del hombre burgués, con su contabilidad de doble entrada, no se puede inventar sin
producir el universo puro y perfecto del artista y las actividades intelectuales y gratuitas del
arte para el arte y la teoría pura. En otras palabras, la constitución de una ciencia de las
relaciones mercantiles que, en la medida en que da por sentadas los fundamentos mismos de
la orden que pretende analizar —propiedad privada, beneficio, trabajo asalariado, etc.— ni
siquiera es una ciencia del campo de la producción económica, ha impedido la constitución de
una ciencia general de la economía de las prácticas, ichtrataría el intercambio mercantil como
un caso particular de intercambio en todas sus formas.
Es notable que las prácticas y los activos así rescatados del "agua helada del cálculo
egoísta" (y de la ciencia) son el monopolio virtual de la clase dominante como si el
economismo hubiera sido capaz de reducir todo a la economía sólo porque la reducción en la
que se basa esa disciplina protege de la remisión sacrílega todo lo que necesita ser protegido.
Si la economía se ocupa sólo de las prácticas que tienen un interés económico estrecho como
principio y sólo con bienes que son directa e inmediatamente convertibles en dinero (lo que
los hace cuantificables), entonces el universo de la producción e intercambio burgués se
convierte en una excepción y puede verse a sí mismo y presentarse como un reino de
desinterés. Como todo el mundo sabe, las cosas invaluables tienen su precio, y la extrema
dificultad de convertir ciertas prácticas y ciertos objetos en dinero sólo se debe al hecho de
que esta conversión se niega en la misma intención que las produce, que no es otra cosa que la
negación de la economía. Una ciencia general de la economía de las prácticas, capaz de
apropiarse de la totalidad de las prácticas que, aunque objetivamente económicas, no son y no
pueden ser reconocidas socialmente como económicas, y que sólo pueden realizarse a costa
de toda una obra de disimulación o, más precisamente, de eufemismo, deben esforzarse por
captar el capital y el beneficio en todas sus formas y establecer las leyes por las que los
diferentes tipos de capital (o poder, que equivale a la misma cosa) cambien a uno. 2
Dependiendo del campo en el que funcione, y a costa de las transformaciones más o
menos costosas que son la condición previa para su eficacia en el field en cuestión, el
capital puede presentarse en tres formas fundamentales: como capital económico, que
es inmediatamente y directamente convertible en dinero y puede ser institucionalizado
en forma de derechos de propiedad; como capital cultural, que es convertible, en
determinadas condiciones, en capital económico y puede institucionalizarse en forma de
cualificaciones educativas; y como capital social, constituidos por obligaciones sociales
("conexiones"), que es convertible, en determinadas condiciones, en capital económico y
puede ser institucionalizado en forma de título de nobleza. 3
Las formas de
capital17
Capital cultural
El capital cultural puede existir en tres formas: en el estado encarnado, es decir, en forma de
disposiciones duraderas de la mente y el cuerpo; en el estado objetivado, en forma de bienes
culturales (imágenes, libros, diccionarios, instrumentos, máquinas, etc.), que son el rastro
o la realización de teorías o críticas de estas teorías, problemáticas, etc.; y en el estado
institucionalizado, una forma de objetivación que debe ser apartada porque, como se verá en
el caso de las cualificaciones educativas, confiere propiedades totalmente originales sobre
el capital cultural que se supone que garantiza.
El concepto de capital cultural se presentó inicialmente a mí, en el curso de la
investigación, como una hipótesis teórica que hizo posible explicar el logro escolar desigual
de los niños originarios de las diferentes clases sociales mediante el éxito académico, es
decir, los beneficios específicos que los niños de las diferentes clases y fracciones de clase
pueden obtener en el mercado académico, a la distribución del capital cultural entre las
clases y las fracciones de clase. Este punto de partida implica una ruptura con las
presunciones inherentes tanto a la visión de sentido común, que ve el éxito académico o el
fracaso como un efecto de las aptitudes naturales, y en las teorías del capital humano. Los
economistas podrían parecer merecedores de crédito por plantear explícitamente la cuestión
de la relación entre las tasas de ganancias en la inversión educativa y sobre la inversión
económica (y su evolución). Pero su medición del rendimiento de la inversión escolar
sólo tiene en cuenta las inversiones monetarias y los beneficios, o aquellos directamente
convertibles en dinero, como los costes de la escolarización y el equivalente en efectivo del
tiempo dedicado al estudio; no pueden explicar las diferentes proporciones de sus recursos
que diferentes agentes o clases sociales diferentes asignan a la inversión económica y a la
inversión cultural porque no tienen en cuenta sistemáticamente la estructura de las
posibilidades diferenciales de beneficio que los distintos mercados ofrecen a estos
agentes o clases en función del volumen y la composición de sus activos (véase el esp.
Becker 1964b). Además, debido a que descuidan relacionar las estrategias de inversión
escolares con todo el conjunto de estrategias educativas y con el sistema de estrategias de
reproducción, inevitablemente, dejan pasar la mejor inversión educativa oculta y socialmente
más determinante, a saber, la transmisión doméstica del capital cultural. Sus estudios sobre la
relación entre la capacidad y la inversión académicas muestran que no son conscientes de que
la capacidad o el talento es en sí mismo el producto de una inversión de tiempo y capital
cultural (Becker 1964a, págs. 63–66). No es de extrañar que, cuando se esfuerzan por evaluar
los beneficios de la inversión escolar, sólo pueden considerar el beneficio del gasto educativo
para la sociedad en su conjunto, la "tasa de retorno social" o la "ganancia social de la
educación medida por sus efectos en la productividad nacional" (Becker 1964b, pp. 121, 155).
Esta definición típicamente funcionalista de las funciones de la educación ignora la
contribución que el sistema educativo hace a la reproducción de la estructura social mediante
la sanción de la transmisión hereditaria del capital cultural.
Desde el principio, una definición de capital humano, a pesar de sus connotaciones
humanísticas, no va más allá del economismo e ignora, entre otras cosas, el hecho de que el
rendimiento escolástico de la acción educativa depende del capital cultural previamente
invertido por la familia. Además, la educación económica y social de la cualificación
educativa depende del capital social, de nuevo heredado, que puede utilizarse para respaldarla.

El estado encarnado. La mayor parte de los bienes del capital cultural pueden deducirse del
hecho de que, en su estado fundamental, se le hace encarnación. La acumulación de capital
cultural en el estado encarnado, es decir, en forma de lo que se llama cultura, cultivo,
educación, presupone un proceso de incorporación, que, en la medida en que implica una
mano de obra de inculcación y asimilación, el tiempo, el tiempo que debe ser invertido
personalmente por el inversor. Al igual que la adquisición de un físico muscular o un
bronceado, no se puede hacer de segunda mano (por lo que se descartan todos los efectos de
la delegación).
El trabajo de adquisición es trabajar en uno mismo (superación personal), un esfuerzo que
presupone un coste personal (sobre paie de sa personne, como decimos en francés), una
18Pierre Bourdieu

inversión, sobre todo el tiempo, pero también de esa forma socialmente constituida de libido,
libidopá, con toda la privación, renuncia y sacrificio que pueda conllevar. De ello se
deduce que las menos inexactas de todas las medidas del capital cultural son las que
toman como norma la duración de la adquisición, tanto tiempo, por supuesto, como esto
no se reduce a la duración de la escolarización y se hace cargo a la educación interna
temprana dándole un valor positivo (una ganancia en el tiempo, una ventaja) o un valor
negativo (tiempo perdido, y doblemente porque se debe dedicar más tiempo a corregir
sus efectos), de acuerdo con su distancia de las demandas del mercado escolar.
Este capital encarnado, la riqueza externa convertida en una parte integral de la persona,
en un habitus, no puede ser transmitido instantáneamente (a diferencia del dinero, los
derechos de propiedad, o incluso los títulos de nobleza) por regalo o legado, compra o
intercambio. Sigue el uso o la explotación del capital cultural presenta problemas
particulares para los poseedores del capital económico o político, ya sean mecenas privados
o, en el otro extremo, empresarios que emplean a ejecutivos dotados de una competencia
cultural específica(por no hablar de los nuevos mecenas del Estado). ¿Cómo se puede comprar
este capital, tan estrechamente vinculado a la persona, sin comprar a la persona y perder así el
efecto mismo de la legitimación que presupone la disimulación de la dependencia?
¿Cómo se puede concentrar este capital —como exigen algunas empresas— sin concentrar a
los poseedores del capital, que pueden tener todo tipo de consecuencias no deseadas?
El capital cultural puede adquirirse, en diverso sentido, dependiendo del período, de la
sociedad y de la clase social, en ausencia de cualquier inculcación deliberada y, por lo tanto,
inconscientemente. Siempre permanece marcada por sus primeras condiciones de
acquisition que, a través de las marcas más o menos visibles que dejan (como las
pronunciaciones características de una clase o región), ayudan a determinar su valor
distintivo. No se puede acumular más allá de las capacidades de apropiación de un
agente individual; declina y muere con su portador (con su capacidad biológica, su
memoria, etc.). Debido a que por lo tanto está vinculado de muchas maneras a la
persona en su pecado biológico y está sujeto a una transmisión hereditaria que siempre
está fuertemente disfrazada, o incluso invisible, desafía la antigua distinción, profundamente
arraigada que los juristas griegos hicieron entre propiedades heredadas (ta patroa) y
propiedades adquiridas (epikteta), es decir, las que un individuo añade a su herencia. Así
logra combinar el prestigio de la propiedad innata con los méritos de la adquisición. Debido
a que las condiciones sociales de su transmisión y adquisición están más encubiertas que las
del capital económico, está predispuesto a funcionar como capital simbólico, es decir, a
ser no reconocido como capital y reconocido como competencia legítima, como autoridad
que ejerce un efecto del reconocimiento, por ejemplo, en el mercado matrimonial y en
todos los mercados en los que el capital económico no es plenamente reconocido, ya sea
en materia de cultura, con las grandes colecciones de arte o grandes fundamentos
culturales, o en el bienestar social, con la economía de la generosidad y el don. Además, la
lógica específicamente simbólica de distinción obtiene además beneficios materiales y
simbólicos para los poseedores de un gran capital cultural: cualquier competencia cultural
dada (por ejemplo, ser capaz de leer en un mundo de analfabetos) obtiene un valor de
escasez de su posición en la distribución de capital cultural y rendimientos beneficios
de distinción para su propietario. En otras palabras, la participación en los beneficios
que el escaso capital cultural obtiene en sociedades divididas en clases se basa, en el
último análisis, en el hecho de que todos los agentes no tienen los medios económicos y
culturales para prolongar la educación de sus niños más allá del mínimo necesario para la
reproducción del poder laboral menos valorado en un momento dado. 6
Así, el capital, en el sentido de los medios de apropiación del producto de la mano
de obra acumulada en el estado objeto que tiene un agente determinado, depende de
su eficacia real en la forma de la distribución de los medios de apropiación de los
recursos acumulados y objetivamente disponibles; y la relación de apropiación entre un
agente y los recursos objetivamente disponibles, y por lo tanto los beneficios que
producen, se media por la relación de (objetivo y/o subjetivo) competitividad entre él y
los otros poseedores de capital que compiten por los mismos bienes, y a través de ella se
Las formas de
capital19
genera la estructura del campo, es decir, la distribución desigual del capital, es la fuente de los
efectos específicos del capital, es decir, la apropiación de beneficios y la facultad de imponer
las leyes de función del campo más favorable al capital y su reproducción.
Pero el principio más poderoso de la eficacia simbólica del capital cultural reside sin duda
en la lógica de su transmisión. Por un lado, el proceso de aprobación -capital cultural
objetivado y el tiempo necesario para que tenga lugar dependa principalmente del
capital cultural encarnado en toda la familia— a través (entre otras cosas) del efecto
Flecha generalizada y todas las formas de transmisión implícita. Por otra parte, la
acumulación inicial de capital cultural, condición previa para la acumulación rápida y
fácil de todo tipo de capital cultural útil, comienza desde el principio, sin demora, sin
pérdida de tiempo, sólo para los hijos de familias dotadas de un fuerte capital cultural; en este
caso, el período de acumulación abarca todo el período de la socialización. De ello se deduce
que la transmisión del capital cultural es sin duda la mejor forma oculta de transmisión
hereditaria del capital, y por lo tanto recibe un factor -tionablemente mayor peso en el
sistema de estrategias de reproducción, ya que las formas directas y visibles de
transmisión tienden a ser más fuertemente censuradas y controladas.
Se puede ver inmediatamente que el vínculo entre el capital económico y el capital
cultural se establece a través de la mediación del tiempo necesario para la adquisición.
Las diferencias en el capital cultural que posee la familia implican diferencias en la
época en la que comienza el trabajo de transmisión y acumulación —el caso limitante
es el pleno uso del tiempo biológicamente disponible, con el máximo tiempo libre
aprovechado al capital cultural— y luego en la capacidad, así definida, para satisfacer las
demandas específicamente culturales de un proceso prolongado de adquisición. Además,
y en correlación con esto, el tiempo durante el cual un individuo determinado
puede prolongar su proceso de adquisición depende del tiempo durante el cual su
familia puede proporcionarle el tiempo libre, es decir, el tiempo libre de necesidad
económica, que es la condición previa para la acumulación inicial (tiempo que puede
ser evaluado como un desventaja para ser conformado).

El estado objeto. El capital cultural, en el estado objetado, tiene una serie de apoyos que
sólo se definen en la relación con el capital cultural en su forma encarnada. El capital
cultural identificado en objetos materiales y medios de comunicación, tales como
escritos, pinturas, monumentos, instrumentos, etc., es transmisible en su materialidad. Una
colectación de pinturas, por ejemplo, se puede transmitir, así como el capital
económico (si no mejor, porque la transferencia capital es más disfrazada). Pero lo que
es transmisible es la propiedad legal y no (o no necesariamente) lo que constituye la
condición previa para la apropiación específica, a saber, la posesión de los medios o
"consumir" una pintura o utilizar una máquina, que, al no ser más que el capital encarnado,
están sujetos a las mismas leyes de transmisión. 8
Por lo tanto, los bienes culturales pueden apropiarse tanto materialmente —lo que
presupone capital económico— como simbólicamente, lo que presupone capital cultural. De
ello se deduce que el titular de los medios de producción debe encontrar una forma de
apropiarse del capital incorporado que es el requisito previo de la apropiación específica o de
los servicios de los titulares de este capital. Para poseermáquinas, sólo necesita capital
económico; para apropiarse de ellos y utilizarlos de acuerdo con su finalidad específica
(definida por el capital cultural, de tipo científico o técnico, incorporado en ellos), debe tener
acceso al capital cultural incorporado, ya sea en persona o por representación. Esta es sin duda
la base del estatus ambiguo de los cuadros (ejecutivos e ingenieros). Si se subraya que no son
los poseedores (en el sentido estrictamente económico) de los medios de producción que
utilizan, y que obtienen beneficios de su propio capital cultural sólo mediante la venta de
los servicios y productos que hace posible, entonces serán clasificados entre los grupos
dominados; Todo sugiere que a medida que aumenta el capital cultural incorporado en
los medios de producción (y con él el período de realización necesario para adquirir los
medios de apropiarse de él), la fuerza colectiva de los poseedores del capital cultural
tendería a aumentar —si los poseedores del dominante el tipo de capital (capital económico)
20Pierre Bourdieu

no fuera capaz de establecer a los poseedores del capital de cultivo en competencia entre sí.
(Además, están inclinados a competencia por las mismas condiciones en las que son
seleccionados y entrenados, en particular por la lógica de los concursos escolares y de
reclutamiento.)
El capital cultural en su estado objetivado se presenta con todas las apariencias de
un universo autónomo y coherente que, aunque producto de la acción histórica, tiene sus
propias leyes, que trascienden las voluntades individuales, y que, como bien ilustra el
lenguaje, a partir de entonces sigue siendo irreductible a lo que cada agente, o incluso el
agregado de los agentes, puede apropiarse (es decir, a la capital cultural encarnada en
cada agente o incluso en el agregado de los agentes). Sin embargo, no debe
olvidarse de que existe como capital simbólica y materialmente activo, eficaz sólo en
la medida en que sea apropiado por los agentes y implementado e invertido como arma
y una participación en las luchas que se producen en los campos de la producción cultural
(el field artístico, el field científico, etc.) y, más allá de ellas, en el campo de las clases
sociales, luchas en las que los agentes ejercen fortalezas y obtienen beneficios
proporcionales a su dominio de este capital objetivado, y por lo tanto en la medida de
su capital encarnado. 9

El Estado institucionalizado. La objetificación del capital cultural en forma de


cualificaciones académicas es una forma de neutralizar algunas de las propiedades que deriva
del hecho de que, al ser encarnado, tiene los mismos límites biológicos que su portador. Esta
objeción es lo que hace la diferencia entre el capital del autodidacta, que puede ser
cuestionado en cualquier momento, o incluso el capital cultural del cortesano, que sólo puede
producir beneficios mal definidos, de valor fluctuante, en el mercado de los intercambios de
alta sociedad, y el capital cultural sancionado académicamente por cualificaciones
legalmente garantizadas, formalmente independiente de la persona de su oso. Con la
cualificación académica, un certificado de competencia cultural que confiere a su titular un
valor convencional, constante y legalmente garantizado con respecto a la cultura, la
alquimia social produce una forma de capital cultural que tiene una autonomía relativa frente
a su portador e incluso frente al capital cultural que posee efectivamente en un momento
dado. Instituye capital cultural por la magia colecti, así como, según Merleau-Ponty, el
instituto viviente sus muertos a través del ritual de luto. Sólo hay que pensar en los concursos
(examen competitivo de reclutas) que, de la continuidad de las diferencias
infinitesimales entre rendimientos, produce diferencias agudas, absolutas y duraderas,
como la que se sepa- califica al último candidato exitoso del primero fracasado, e
instituye una diferencia esencial entre la competencia reconocida oficialmente, garantizada y
el capital cultural simple, que se requiere constantemente para probarse a sí mismo. En
este caso, se ve claramente la magia performativa del poder de la instituir, el poder de
mostrar y asegurar la creencia o, en una palabra, de imponer el reconocimiento.
Al conferir reconocimiento institucional al capital cultural que posee un agente
determinado, la cualificación académica también permite comparar los titulares de la
cualificación e incluso cambiarlos (sustituyéndolos unos por otro sucesivamente). Además,
permite establecer tasas de conversión entre el capital cultural y el capital económico garantizando
el valor monetario de un determinado capital académico. Este producto de la conversión del
capital económico en capital cultural establece el valor, en términos de capital cultural,
del titular de una determinada cualificación en relación con otros titulares de
cualificaciones y, de la misma manera, el valor monetario por el que puede
intercambiarse en el mercado laboral (la inversión académica no tiene sentido a menos
que se demuestre objetivamente un grado mínimo de reversibilidad de la conversión que
implica). Debido a que los beneficios materiales y simbólicos que la cualificación académica
gtarantees también dependen de su escasez, las inversiones realizadas (en tiempo y
esfuerzo) pueden resultar menos rentables de lo que se preveía cuando se hicieron (ha
habido un cambio de facto en la tasa conversión entre el capital académico y el capital
económico). Las estrategias para convertir el capital económico en capital cultural, que se
encuentran entre los factores a corto plazo de la explosión escolar y la inflación de las
Las formas de
capital21
cualificaciones, se rigen por cambios en la estructura de las posibilidades de ganancias que
ofrecen los diferentes tipos de capital.

Capital social
El capital social es el agregado de los recursos reales o potenciales que están vinculados a la
posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de conocimiento
y reconocimiento mutuos —o, en otras palabras, a la pertenencia a un grupo —que
proporciona a cada uno de sus miembros el respaldo del capitalde propiedad colectiva, una
"credencial" que les da derecho al crédito, en los diversos sentidos de la palabra. Estas
relaciones sólo pueden existir en el estado práctico, en intercambios materiales y/o simbólicos
que ayuden a mantenerlas. También pueden ser socialmente instituidas y garantizado por la
aplicación de un nombre común (el nombre de una familia, una clase, o una tribu o de una
escuela, una fiesta, etc.) y por todo un conjunto de actos de institución diseñados
simultáneamente para formar e informar a quienes se someten a ellos; en este caso, son
más o menos realmente promulgados y por lo tanto mantenidos y reforzados, a cambio.
Al basarse indisolublemente en intercambios materiales y simbólicos, cuyo establecimiento y
mantenimiento presuponen un conocimiento de la proximidad, también son parcialmente
irreductibles a las relaciones objetivas de proximidad en el espacio físico (geográfico) o
incluso el espacio económico y social.
El volumen del capital social poseído por un agente determinado depende así del
tamaño de la red de conexiones que puede movilizar efectivamente y del volumen de la
capital (económica, cultural o simbólica) poseída por derecho propio por cada uno de aquellos
a quienes está conectado. 13 Esto significa que, aunque es relativamente
irreductible para el capital económico y cultural que posee un agente determinado, o
incluso por todo el conjunto de agentes a los que está conectado, el capital social nunca es
completamente indepen -abollólo porque los intercambios que instituyen el reconocimiento
mutuo presuponen el reconversión de un mínimo de homogeneidad objetiva, y porque
ejerce un efecto multifráncero sobre el capital que posee por derecho propio.
Los beneficios que se obtienen de la pertenencia a un grupo son la base de la solidaridad
que los hace posibles. Esto no significa que se persigan conscientemente como tales, incluso
en el caso de grupos como los clubes selectos, que se organizan deliberadamente para
concentrar el capital social y, de modo así, obtener pleno beneficio del efecto multiplicador
implícito en la concentración y obtener los beneficios de los buques miembros, como todos
los tipos de servicios resultantes de relaciones útiles, y beneficios simbólicos, como los
derivados de la asociación con un grupo raro y prestigioso.
La existencia de una red de conexiones no es un hecho natural, o incluso un dado
social, constituido de una vez por todas por un acto inicial de institution, representado,
en el caso del grupo familiar, por la definición genealógica de las relaciones de parentesco,
que es la característica de una formación social. Es el producto de un esfuerzo interminable en
la institución, de cuyos ritos institucionales —a menudo erróneamente descritos como
ritos de paso— marcan los momentos esenciales y que son necesarios para producir y
reproducir relaciones duraderas y útiles que pueden obtener beneficios materiales o simbólicos
(véase Bourdieu 1982). En otras palabras, la red de relaciones es producto de estrategias de
inversión, individuales o colectivas, conscientes o inconscientes dirigidas a establecer en g o
reproducir relaciones sociales que son directamente utilizables a corto o largo plazo,
es decir, transformar las relaciones contingentes, como las del barrio, el lugar de
trabajo, o incluso el parentesco, en relaciones que son a la vez necesarias y elective, implican
obligaciones duraderas subjetivamente o garantizados institucionalmente (derechos).
Esto se hace a través de la alquimia de la consagración, la constitución simbólica
producida por la institución social (institución como pariente —hermano, hermana, primo,
etc.— o como caballero, heredero, anciano, etc.) y reproducida sin fin en y a través del
intercambio (de dones, palabras, mujeres, etc.) que fomenta y que presupone y produce
conocimiento y reconocimiento mutuos. Exchange transforma las cosas intercambiadas en
signos de reconocimiento y, a través del reconocimiento mutuo y el reconocimiento de la
22Pierre Bourdieu

pertenencia a grupos que implica, vuelve a producir el grupo. Del mismo modo, reafirma
los límites del grupo, es decir, los límites más allá de los cuales el intercambio constitutivo
—comercio, conmensalidad o matrimonio— no puede tener lugar. Cada miembro del
grupo se instituye así como un custodio de los límites del grupo: debido a que la
definición de los criterios de entrada está en juego en cada nueva entrada, puede modificar el
grupo modificando los límites de legitima- intercambio de mate a través de alguna forma de
malversación. Es bastante lógico que, en la mayoría de las sociedades, la preparación y la
conclusión de los matrimonios sean las businas de todo el grupo, y no de los agentes
directamente afectados. A través de la introducción de nuevos miembros en una familia, un
clan o un club, toda la definición del grupo, es decir, su fines, sus límites, y su identidad,
se pone en juego, expuesto a la redefinición, alteración, adulteración. Cuando, como en
las sociedades modernas, las familias pierden el monopolio del establecimiento de
intercambios que pueden conducir a relaciones duraderas, ya sean socialmente sancionadas
(como el matrimonio) o no, pueden seguir controlando estos intercambios, permaneciendo
dentro de la lógica de laissez-faire, a través de todas las instituciones que están diseñadas
para favorecer intercambios legítimos y excluir los ilegítimos mediante la producción de
ocasiones (rallies, cruceros, cacerías, fiestas, recepciones, etc.), lugares (con capuchas de
vecinos inteligentes, escuelas selectas, clubes, etc.), o prácticas (deportes inteligentes,
juegos de salón, ceremonias culturales, etc.) que reúnen, de una manera
aparentemente fortuita, a individuos lo más homogéneos posible en todos los aspectos
pertinentes en cuanto a la existencia y persistencia del grupo.
La reproducción del capital social presupone un esfuerzo incesante de sociabilidad,
una serie continua de intercambios en los que el reconocimiento se afirma y reafirma sin
cesar. Este trabajo, que implica el gasto de tiempo y energía, y así, o indirectamente,
del capital económico, no es rentable o incluso concebible a menos que se invierta en ella una
competencia específica (conocimiento de las relaciones genealógicas y de las conexiones
reales y habilidades para usarlas, etc.) y una disposición adquirida para adquirir unad
mantener estacompetencia, que son en sí mismas partes integrales de este capital. Este es uno
de los factores que explican por qué la rentabilidad de esta labor de acumulación y
mantenimiento de capital social aumenta en proporción al tamaño del capital. Ser
causa de que el capital social resultante de una relación sea mucho mayor en la medida
en que la persona que es objeto de ella está ricamente dotada de capital (principalmente social,
pero también capital cultural e incluso económico), los poseedores de un capital social
heredado, simbolizado por un gran nombre, son capaces de transformar todas las
relaciones circunsanciales en conexiones duraderas Son buscados por su capital
social y, debido a que son bien conocidos, son dignos de ser conocidos ("lo conozco
bien"); no necesitan "dar a conocer" a todos sus "conocidos"; son conocidos por más
personas de las que conocen, y su trabajo de sociabilidad, cuando se ejerce, es
altamente productivo.
Cada grupo tiene sus formas de delegación más o menos institucionalizadas que
le permiten concentrar la totalidad del capital social, que es la base de la existencia del
grupo (una familia o una nación, por supuesto, pero también una asociación o un partido), en
manos de un solo agent o un pequeño grupo de agentes y para ordenar a este
plenipotentiario, encargado de plena potestas agendi et loquendi,16 para representar al
grupo, para hablar y actuar en su nombre y así, con la ayuda de este capital de propiedad
colectiva, para ejercer un poder inconmensurable con la contribución personal del agente. Por
lo tanto, en el grado más elemental de institucionalización, el jefe de la familia, la
familia páter , el mayor, miembro más veterano, es tácitamente reconocido como la
única persona para hablar en nombre del grupo familiar en todas las circunstancias
oficiales. Pero mientras que en este caso, la delegación difusa requiere que los grandes den
un paso adelante y defiendan el honor colectivo cuando el honor de los miembros más
débiles se ve amenazado. La delegación institucionalizada, que garantiza la
concentración del capital social, también tiene el efecto de limitar las consecuencias de
los lapsos individuales delimitando explícitamente las responsabilidades- las
responsabilidades y autorizar a los portavoces reconocidos a proteger al grupo en su conjunto
Las formas de
capital23
del descrédito expulsando o excomulgando a las personas avergonzadas.
Para que la competencia interna por el monopolio de la representación legítima del grupo
no amenace la conservación y acumulación del capital que constituye la base del grupo, los
miembros del grupo deben regular las condiciones de acceso al derecho a declararse miembro
del grupo y, sobre todo, establecerse como representante (delegado, plenipotenciario,
portavoz. etc.) de todo el grupo, commitiendo así el capital social de todo el grupo. El
título de nobleza es la forma por excelencia del capital social institucionalizado que
garantiza una forma particular de relación social de manera duradera. Una de las
paradojas de la delegación es que el agente mandado puede ejercer en (y, hasta un punto, en
contra) del grupo el poder que el grupo le permite concentrar. (Esto es tal vez
especialidad cierto en los casos limitantes en los que el agente obligado crea el grupo
que lo crea pero que sólo existe a través de él.) Los mecanismos de delegación y
representación (tanto en los sentidos teatrales como en los jurídicos) que se ponen en marcha,
que con mucha más fuerza, sin duda, cuando el grupo es grande y sus miembros
débiles, como una de las condiciones para la concentración de capital social (entre otras
razones, porque permite que numerosos, variados y dispersos agentes actúen como un
solo hombre y sobre-vengan las limitaciones del espacio y el tiempo) también contienen las
semillas de un malversacióno apropiación indebida del capital que ensamblan.
Esta malversación está latente en el hecho de que un grupo en su conjunto puede ser
representado, en los diversos significados de la palabra, por un subgrupo, claramente
delimitado y perfectamente visibles a todos, conocidos por todos, y reconocidos por todos, los
de los nobiles,las "personas que son conocidas", cuyo paradigma es la nobleza, y que puede
hablar en nombre de todo el grupo, representar a todo el grupo y ejercer autoridad en
nombre de todo el grupo. El noble es el grupo personificado. Lleva el nombre del grupo al que
da su nombre (la metonía que vincula a lo noble con su grupo se ve claramente, cuando
Shakespeare llama a Cleopatra "Egipto" o el King de Francia "Francia", tal como Racine
llama a Pyrrhus "Epirus"). Es por él, su nombre, la diferencia que proclama, que los
miembros de su grupo, los señores, y también la tierra y los castillos, son conocidos y
reconocidos. Del mismo modo, fenómenos como el "culto de la personalidad" o la
identificación de partidos, sindicatos o movimientos con su líder están latentes en la
misma lógica de la representación. Todo se combina para hacer que el significante ocupe el
lugar de lo señalado, los portavoces que de ese grupo se supone que expresa, sobre todo
porque su distinción, su "excepcionalidad", su visibilidad constituyen la parte esencial, si
no la esencia, de este poder, que, estando totalmente establecido en la lógica del conocimiento
y el reconocimiento, es fundamentally un poder simbólico; sino también porque el
representante, el signo, el emblema, puede ser, y crear, toda la realidad de los grupos que
reciben existencia social efectiva sólo en y a través de la representación. 17

Conversiones
Los diferentes tipos de capital pueden derivarse del capital económico, pero sólo a costa de un
esfuerzo de transformación más o menos grande, que es necesario para producir el tipo de
energía efectiva en el campo en cuestión. Por ejemplo, hay algunos bienes y servicios a los
que el capital económico da acceso inmediato, sin costes secundarios; otros sólo pueden
obtenerse en virtud de un capital social de relación -buques (u obligaciones sociales) que no
puede actuar instantáneamente, en el momento apropiado, a menos que se haya establecido y
mantenido durante mucho tiempo, como por su propio bien, y por lo tanto fuera de su período
de uso, es decir, a costa de una inversión en sociabilidad que es necesariamente a largo
plazo porque el retraso temporal es uno de los factores de la transmutación de una deuda pura
y simple en ese reconocimiento de endeudamiento inespecífico que se llama gratitud. A
diferencia de la transparencia cínica pero también económica del intercambio económico, en
la que los equivalentes cambian de manos en el mismo instante, la ambigüedad esencial del
intercambio social, que supone una mala recuperación, es decir, una forma de fe y de mala fe
(en el sentido del autoengaño), presupone una economía mucho más sutil del tiempo.
Por lo tanto, hay que plantear simultáneamente que el capital económico está en la raíz de
24Pierre Bourdieu

todos los demás tipos de capital y que estas formas transformadas y encubiertas de capital
económico, nunca totalmente reducibles a esa definición, producen sus efectos más
específicos sólo en la medida en que ocultan (sobre todo de sus poseedores) el hecho de que la
parte límite económica es su raíz, en otras palabras, pero sólo en el último análisis,en la raíz
de sus efectos. La verdadera lógica del funcionamiento del capital, los conversiones de un
tipo a otro, y la ley de conservación que los rige no pueden ser inferiores a menos que se
sustituyan dos puntos de vista opuestos pero igualmente parciales: por un lado,
economismo, que, sobre la base de que todo tipo de capital es reducible en el último análisis
del capital económico, ignora lo que hace que la eficacia específica de los otros tipos de
capital, y por otro lado, el semilogismo (nowa- días representados por el estructuralismo,
el interaccionismo simbólico o la etnometodología), que reduce los intercambios sociales a
fenómenos de comunicación e ignora el brutal hecho de la reducibilidad universal a la
economía.
De acuerdo con un principio que es el equivalente al principio del iones conservadores de
la energía, los beneficios en un área se pagan necesariamente por los costos en otro (de modo
que un concepto como el despilfarro no tiene sentido en una ciencia general de la economía de
las prácticas). El equivalente universal, la medida de todas las equivalencias, no es otra cosa
que el tiempo de trabajo (en el sentido más amplio); y la conservación de la energía social a
través de todas sus conversiones se verifica si, en cada caso, se tiene en cuenta tanto el tiempo
de trabajo acumulado en forma de capital como el tiempo de trabajo necesario para
formarla de un tipo a otro.
Se ha visto, por ejemplo, que la transformación del capital económico en capital social
presupone una mano de obra específica, es decir, un gasto aparentemente gratuito de
tiempo, atención, cuidado, preocupación, que, como se ve en el esfuerzo por personalizar un
don, tiene el efecto de transfigurar la importación puramente monetaria del
intercambio y, de la misma manera, el mismo significado del intercambio. Desde un punto de
vista poco económico, este esfuerzo está destinado a ser visto como pura etapa, pero en los
términos de la lógica de los intercambios sociales, es una inversión sólida, cuyos beneficios
aparecerán, a largo plazo, en forma monetaria u otra. Del mismo modo, si la mejor
medida del capital cultural es, sin duda, la cantidad de tiempo dedicado a adquirirlo, esto se
debe a que la transformación del capital económico en capital cultural presupone una
explosión de tiempo que es posible por la posesión de capital económico- Más precisely,
es porque el capital cultural que se transmite efectivamente dentro de la propia familia
depende no sólo de la cantidad de capital cultural, se acumuló al pasar tiempo, que el
grupo doméstico posee, pero también en el tiempo útil (particularmente en forma de tiempo
libre de la madre) a su disposición (en virtud de su capital económico, que le permite
comprar el tiempo de los demás) para asegurar la transmisión de este capital y retrasar la
entrada en el mercado laboral a través de una escolarización prolongada, un crédito que da
sus frutos, si es que lo hace, sólo a muy largo plazo. 20
La convertibilidad de los diferentes tipos de capital es la base de las estrategias destinadas
a garantizar la reproducción del capital (y la posición ocupada en el espacio social) mediante
las conversiones menos costosas en términos de trabajo de conversión y de las loses
inherentes a la conversión en sí (en un estado determinado de las relaciones de poder social).
Los diferentes tipos de capital pueden distinguirse en función de su reproducibilidad
o, más precisamente, de acuerdo con la facilidad con la que se transmiten, es decir, con
pérdidas más o menos y con más o menos ocultación; la tasa de pérdida y el grado de
ocultación tienden a variar en relación inversa. Todo lo que ayuda a disimular el
aspecto económico también tiende a aumentar el riesgo de pérdida (particularmente las
transferencias intergeneracional). Por lo tanto, la inconmensurabilidad (aparente) de los
diferentes tipos de capital introduce un alto grado de incertidumbre en todas las
transacciones entre titulares de diferentes tipos. Del mismo modo, la denegación declarada
del cálculo y de las garantías que caracterizan los intercambios tienden a producir un capital
social en forma de capital de obligaciones que son utilizables a más o menos largo plazo
(intercambios de regalos, servicios, visitas, etc.) implica necesariamente el riesgo de
Las formas de
capital25
ingratitud, la negativa de ese reconocimiento de deudas no garantizadas que tales
intercambios pretenden producir. Del mismo modo, también el alto grado de ocultación
de la transmisión del capital cultural tiene la desventaja (además de sus riesgos
inherentes de pérdida) de que la cualificación académica que es su forma
institucionalizada no es transmisible (como un título de nobleza) ni negociable (como
acciones y acciones). Más precisamente, el capital cultural, cuya transmisión difusa y
continua dentro de la familia escapa a la observación y el control (de modo que el sistema
educativo parece premiar sus honores únicamente a las cualidades naturales) y que tiende
cada vez más a alcanzar la plena eficacia, al menos en el mercado laboral, sólo cuando es
validado por el sistema educativo, es decir, convertido en un capital de las
cualificaciones, está sujeto a una transmisión más encubierta pero más arriesgada que el
capital económico. A medida que la cualificación educativa, invertida con la fuerza
específica del funcionario, se convierte en la condición para el acceso de legitimate a
un número creciente de posiciones, particularmente las dominantes, el sistema educativo
tiende a aumentar a desposeer al grupo doméstico del monopolio de la transmisión
de poder y privilegios- y, entre otras cosas, de la elección de sus herederos legítimos de entre
los hijos de diferentes sexos y rango de nacimiento. Y el propio capital económico plantea
problemas de transmisión muy diferentes, en función de la forma particular que adopte.
Así, según Grassby (1970), la liquidez del capital comercial, que otorga poder
económico inmediato y favorece la transmisión, también lo hace más vulnerable que los
bienes desembarcados (o incluso bienes inmuebles) y no favorece el establecimiento de
dinastías de atellas de larga duración.
Dado que la cuestión de la arbitrariedad de la apropiación surge más bruscamente en
el proceso de transmisión, en particular en el momento de la sucesión, un momento
crítico para todo poder, cada estrategia de reproducción es al mismo tiempo una
estrategia de legitimación destinada a consagrar tanto una apropiación exclusiva como su
reproducción. Cuando la crítica subversiva que pretende debilitar a la clase
dominante a través del principio de su perpetuación al sacar a la luz la arbitrariedad de los
derechos transmitidos y de su transmisión (como la crítica que la Ilustración filosofa
dirigida, en nombre de la naturaleza, contra la arbitrariedad del nacimiento) incorporados en
mecanismos institucionalizados (por ejemplo, leyes de herencia) destinados a controlar el poder
y los privilegios oficiales y directos, los titulares de capitales tienen un interés cada vez
mayor en recurrir a estrategias de reproducción que puedan garantizar una transmisión
mejor encubierta, pero a costa de una mayor pérdida de capital, explotando la
convertibilidad de los tipos de capital. Así, cuanto más se impida o obstaculice la transmisión
oficial del capital, más se determinan los efectos de la circulación del capital en forma de
capital cultural en forma de capital cultural en la reproducción de la estructura social. Como
instrumento de reproducción capaz de disfrazar su propia función, el alcance del sistema
educativo tiende a aumentar, y junto con este aumento es la unificación del mercado en las
cualificaciones sociales que da derecho a ocupar posiciones raras.

Notas
1 Esta inercia, que implica la tendencia de las estructuras de capital a reproducirse en
instituciones o en disposiciones adaptadas a las estructuras de las que son el producto, se
ve reforzada, por supuesto, por una acción específicamente política de conservación
concertada, es decir, de desmovilización y despolitización. Este último tiende a mantener
a los agentes dominados en el estado de un grupo práctico, unidos sólo por la ración
de sus disposiciones y condenados a funcionar como un agregado repetidamente realizando
actos discretos e individuales (como elecciones de consumidores o electorales).
2 Esto es cierto para todos los intercambios entre miembros de diferentes fracciones de la
clase dominante, que poseen diferentes tipos de capital. Estos van desde ventas de
experiencia, trato, u otros servicios que toman la forma de intercambio de regalos y se
dignifican con los nombres más decorosos que se pueden encontrar (honoraria, emolumentos,
etc.) hasta intercambios matrimoniales, el principal ejemplo de una transacción que sólo
puede tener lugar en la medida en que no sea percibida o definida como tal por las
partes contratantes. Es comentado que las aparentes extensiones de la teoría económica
26Pierre Bourdieu
más allá de los límites que constituyen la disciplina han dejado intacto el asilo de lo sagrado,
aparte de algunas incursiones sacrílegas. Gary S. Becker, por ejemplo, que fue uno de los
primerosen tener en cuenta explícitamente los tipos de capital que normalmente se
ignoran, nunca considera nada más que los costos y beneficios monetarios, olvidando las
inversiones no monetarias (entre otras,las afectivas) y los beneficios materiales y
simbólicos que la educación proporciona de manera diferida e indirecta, como el valor
añadido que las disposiciones producen o los beneficios simbólicos reforzadas por la
escolarización (modales corporales o verbales, gustos, etc.) o las relaciones establecidas con
otros estudiantes pueden ceder en el mercado matrimonial (Becker 1964a). Capital simbólico, es
decir, capital—en cualquier forma—en la medida en que sea representado, es decir,
aprehendido simbólicamente, en una relación de conocimiento o, más precisamente, de mala
conducta y reconocimiento, presupone la intervención de la habitus, como una capacidad
cognitiva socialmente constituida.
4 Cuando se habla de conceptos por su bien, como lo hago aquí, en lugar de usarlos en
la investigación, uno siempre corre el riesgo de ser esquemático y formal, es decir,
teorética en el sentido más habitual y generalmente aprobado de la palabra.
5 Esta propuesta no implica ningún reconocimiento del valor de los veredictos escolásticos;
simplemente registra la relación que existe en realidad entre un cierto capital cultural y
las leyes del mercado educativo. Las disposiciones que reciben un valor negativo en
el mercado educativo pueden recibir un valor muy alto en otros mercados, sobre todo,
por supuesto, en las relaciones internas de la clase.
6 En una sociedad relativamente indiferenciada, en la que el acceso a los medios de
apropiación del patrimonio cultural se distribuye de manera muy equitativa, la cultura
encarnada no funciona como capital cultural, es decir, como medio para adquirir
ventajas exclusivas.
7 Lo que yo llamo el efecto Flecha generalizada, es decir, el hecho de que todos los
bienes culturales —pinturas, monumentos, máquinas y cualquier objeto moldeado por
el hombre, en particular todos los que pertenecen al entorno infantil— ejerzan un efecto
educativo por su mera existencia, es sin duda uno de los factores estructurales detrás de
la "explosión escolar", en el sentido de que un crecimiento de la cantidad de capital
culturalccumulado en el estado objetado aumenta el efecto educativo ejercido
automáticamente por el envío. Si se suma a esto el hecho de que el capital cultural
encarnado está en constante aumento, se puede ver que, en cada generación, el sistema
educativo puede dar más por sentado. El hecho de que la misma inversión educativa sea
cada vez más productiva es uno de los factores estructurales de la inflación de las
cualificaciones (junto con factors cíclicos vinculados a los efectos de la conversión de
capital).
8 El objeto cultural, como institución social viva, es, al mismo tiempo, un objeto
material socialmente insti y una clase particular de habitus, a la que se dirige. El
objeto material, por ejemplo, una obra de arte en su materialidad, puede estar separado
por el espacio (por ejemplo, una estatua de Dogon) o por el tiempo (por ejemplo, una pintura
de Simone Martini) del habitus para el que estaba destinado. Esto conduce a uno de los
sesgos más fundamentales de la historia del arte. Comprender el efecto (no confundir
con la función) que la obra tendía a producir —por ejemplo, la forma de creencia que tendía
a inducir— y cuál es la verdadera base de la elección consciente o inconsciente de los
medios utilizados (técnica, colores, etc.), y por lo tanto de la forma misma, sólo es posible si
al menos se plantea la cuestión del habitus sobre el que "operaba".
9 La relación dialéctica entre el capital cultural objetivado —del cual la forma por
excelencia es la escritura— y murió capital cultural se ha reducido generalmente a una
descripción exaltada de la degradación del espíritu por la letra, los vivos por los
inertes, la creación por rutina, la gracia por la pesadez.
10 Esto es particularmente cierto en Francia, donde en muchas ocupaciones
(particularmente la administración pública) hay una relación muy estricta entre la cualificación,
rango, y la remuneración (nota del traductor).
11 Aquí, también, la noción de capital cultural no surgió del puro trabajo teórico, y menos aún de
una extensión lógica de los conceptos económicos. Surgió de la necesidad de identificar
el principio de los efectos sociales que, aunque se pueden ver claramente a nivel de
agentes singulares —donde la investigación estadística opera inevitablemente— no puede
reducirse al conjunto de propiedades que posee individualmente un agente
determinado. Estos efectos, en los que la sociología espontánea percibe fácilmente el trabajo
de las "conexiones", son particularmente visibles en todos los casos en los que diferentes
individuos obtienen beneficios muy desiguales de capital prácticamente equivalente
(económico o cultural), dependiendo de la medida en que puedan movilizar por apoderado la
capital de un grupo (una familia, los ex alumnos de una escuela de élite, un club selecto,
la aristocracia, etc.) que está más o menos constituido como tal y más o menos rico en
Las formas de
capital27
capital.
12 Las relaciones vecinares pueden, por supuesto, recibir una forma elemental de
institucionalización, como en la región de Bearn— o la región vasca, donde los vecinos, pési
besis (una palabra que, en textos antiguos, se aplica a los habitantes legítimos de la
aldea, los miembros legítimos de la asamblea), son designados explícitamente, de acuerdo con
reglas bastante codificadas, y se les asignan funciones que se diferencian según su rango
(hay un "primer vecino", un "segundo vecino", y así sucesivamente), particularmente para las
principales ceremonias sociales (funerales, matrimonios, etc.). Pero incluso en este caso, las
relaciones realmente utilizadas de ninguna manera siempre coinciden con las relaciones que
se instituyó.
13 Manners (cojinete, pronunciación, etc.) podrán incluirse en el capital social en la medida
en que, a través del modo de adquisición al que apuntan, indiquen la pertenencia inicial
a un grupo más o menos prestigioso.
14 Los movimientos de liberación nacional o las ideologías nacionalistas no pueden explicarse
únicamente por referencia a los beneficios estrictamente económicos, es decir, la anticipación
de los beneficios que pueden derivarse de la redistribución de una proporción de riqueza en
beneficio de los nationals (nacionalización) y la recuperación de empleos altamente
remunerados (véase Bretón 1964). A estos beneficios específicamente económicos
previstos, que sólo explicarían la nacionalismo de las clases privilegiadas, hay que
añadir los beneficios muy reales y muy inmediatos derivados de la membresía (capital
social) que son proporcionalmente mayores para aquellos que están más bajos en la
jerarquía social ("blancos pobres") o, más precisamente, más amenazados por el declive
económico y social.
15 Hay todas las razones para suponer que tancializante, o, más generalmente, relacional,
disposiciones se distribuyen de manera muy desigual entre las clases sociales y, dentro
de una clase dada, entre fracciones de diferente origen.
16 Un "poder pleno para actuar y hablar" (traductor).
17 No hace falta decir que el capital social está tan totalmente gobernado por la lógica del
conocimiento y el reconocimiento que siempre funciona como capital simbólico.
18 Debe quedar claro, para disipar un malentendido probable, que la inversión en
cuestión aquí no se concibe necesariamente como una búsqueda calculada de
ganancias, sino que tiene toda la probabilidad de ser experimentado en términos de la lógica
de la inversión emocional, es decir, como una participación que es necesaria y
desinteresada. Esto no siempre ha sido appreciated por los historiadores, que (incluso
cuando están tan alerta a los efectos simbólicos como E. P. Thompson) tienden a
concebir prácticas simbólicas —pelucas en polvo y toda la parafernalia del cargo—
como estrategias explícitas de dominación, destinadas a ser vistas (desde abajo), e
interpretar la conducta generosa o caritativa como "actos calculados de apaciguamiento
de clase". Esta visión ingenuamente maquiavélica olvida que los actos más sinceramente
desinteresados pueden ser los que mejor se correspondan con el interés objetivo. Una
serie de fids, en particular los que más tienden a negar intereses y todo tipo de
cálculos, como los fialds de la producción cultural, otorgan pleno reconocimiento, y
con ello la consagración que garantiza el éxito, sólo a aquellos que se distinguen por la
conformidad inmediata de sus inversiones, una muestra de sinceridad y a conjunción a los
principios esenciales de la materia. Sería completamente erróneo describir las elecciones del
habitus que llevan a un artista, escritor o investigador hacia su lugar natural (un tema,
estilo, manera, etc.) en términos de estrategia racional y cálculo cínico. Esto es a pesar del
hecho de que, por ejemplo, los cambios de un género, escuela o especialidad a otro,
conversiones cuasi-religiosas que se realizan "con toda sinceridad", pueden entenderse
como conversiones de capital, la dirección y el momento de los cuales (del que depende su
éxito a menudo) están determinadas por un "sentido de inversión" que es menos
probable que se vea como tal cuanto más hábil es. La inocencia es el privilegio de
aquellos que se mueven en su field de actividad como pescado en el agua.
19 Entender el atractivo de este par de posiciones antagónicas que sirven como coartada
del otro; uno tendría que analizar los beneficios inconscientes y los beneficios de la
inconsciencia que obtienen para los intelectuales. Mientras que algunos encuentran en
economismo un medio para eximirse excluyendo el capital cultural y todos los beneficios
específicos que los colocan del lado del dominante, otros pueden abandonar el terreno
detestable de lo económico, donde todo les recuerda que pueden ser evaluados, en el
último análisis, en términos económicos, por el simbólico. (Estos últimos se limitan
a reproducir, en el ámbito de lo simbólico, la estrategia mediante la cual los intelectuales y artistas
se esfuerzan por imponer el reconocimiento de sus valores, es decir, su valor,
invirtiendo la ley del mercado en el que lo que uno tiene o lo que se gana define
completamente lo que uno vale y lo que se demuestra, como lo demuestra la práctica de
los bancos que, con la tecnología como la personalización del crédito, tienden a
28Pierre Bourdieu
subordinar la concesión de préstamos y la fijación de las tasas de interés a una
investigación exhaustiva sobre los recursos presentes y futuros del prestatario.)
20 Entre las ventajas adquiridas por el capital en todos sus tipos, la más valiosa es el
mayor volumen de tiempo útil que es posible a través de los diversos métodos de
apropiacióndel tiempo de las personas (en forma de servicios). Puede adoptar la forma de un
mayor tiempo libre, asegurado reduciendo el tiempo consumido en las actividades
canalizadas directamente hacia la producción de los medios de reproducción de la
existencia del grupo doméstico, o de un uso más intenso del tiempo así consumido,
recurriendo al trabajo de otras personas o a dispositivos y métodos que sólo están
disponibles para aquellos que han dedicado tiempo a aprender a usarlos y que (como
un mejor transporte o vivir cerca del lugar de trabajo) hacen posible ahorrar tiempo. (Esto
contrasta con los ahorros en efectivo de los pobres, que se pagan a tiempo, hágalo usted
mismo, caza de gangas, etc.) Nada de esto es cierto para el mero capital económico; es
la posesión de la capital cultural lo que permite obtenermayores beneficios no sólo del
tiempo de trabajo, asegurando un mayor rendimiento del mismo tiempo, sino también del
tiempo libre, y así aumentar el capital económico y cultural.
21 No hace falta decir que las fracciones dominantes, que tienden a poner cada vez más énfasis
en la inversión educativa, dentro de una estrategia global de diversificación de activos y de
inversiones destinadas a combinar la seguridad con un alto rendimiento, tienen todo
tipo de formas de evadir los veredictos escolásticos. La transmisión directa del capital
económico sigue siendo uno de los principales medios de reproducción, y el efecto del
capital social ("una mano amiga", "tirar de cuerdas", la "red de chicos viejos") tiende a
corregir el efecto de las sanciones académicas. Las cualificaciones educativas nunca
funcionan perfectamente como moneda. Nunca son totalmente separables de sus titulares:
su valor aumenta en proporción al valor de su portador, especialmente en las áreas
menos rígidas de la estructura social.

Referencias
Becker, Gary S. Análisis Teórico y Empírico con Referencia Especial a la Educación.
Nueva York: Oficina Nacional de Investigación Económica, 1964a.
––––Capital humano. Nueva York: Columbia University Press, 1964b.
Bourdieu, Pierre. "Los ritos de la institución." Leyes de Investigación en Ciencias Sociales 43
(1982): 58-63.
Bretón, A. "La Economía del Nacionalismo". Revista de Economía Política E72 (1962): 376–
86.
Grassby, Richard. "Capitalismo mercante inglés a finales del siglo XVII: La composición de las
fortunas empresariales." Pasado y presente46 (1970): 87–107.

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