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Debate contemporáneo en torno al realismo científico

Article · October 2016

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Alba Velázquez
University of Malaga
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Facultad de Filosofía y Letras
Trabajo Fin de Grado
Debate contemporáneo en torno al Realismo Científico
Curso 2015-216
Convocatoria ordinaria de Junio

Realizado por: Alba Velázquez Felipe

Tutor: Antonio Diéguez Lucena

1
Resumen

El realismo científico es una posición en filosofía de la ciencia que tiene, al mismo


tiempo, grandes defensores y grandes críticos. En este trabajo se pretende mostrar cuál
es el estado de la discusión entre realistas científicos y antirrealistas. Para llevar a cabo
mi propósito, trataré de dar una definición de “realismo científico”, es decir, enunciaré
qué ideas hay que aceptar para ser etiqueta de “realista”. Asimismo, expondré los
principales argumentos a favor y en contra del realismo científico, y comentaré algunas
de las principales propuestas realistas y antirrealistas que conforman el panorama actual.

Palabras clave: Realismo, Antirrealismo, Filosofía de la Ciencia, Debate, Actualidad.

Abstract

Scientific realism is a position in philosophy of science which has, at the same time,
great defenders and great critics. This paper tries to point out the current state of the
discussion between scientific realists and antirealists. For this purpose, I attempt to give
a definition of “scientific realism. In the same way, I clearly state the ideas that have to
be accepted to serve as tag for “realist”. Equally, I am expounding the main arguments
for and against scientific realism, and I comment on some of the main realistic and
antirealistic contemporary proposals which make up the current overall view.

Keywords: Realism, Antirealism, Philosophy of Science, Debate, Contemporary.

1. Introducción

El propósito de mi trabajo es presentar en qué consiste el debate entre realistas y


antirrealistas científicos. Ambas tradiciones se encuentran presentes en la filosofía
prácticamente desde sus inicios, pero es en la época contemporánea─ desde los años
ochenta hasta la actualidad─ cuándo más intensa ha sido la discusión entre ambos
enfoques.

Para llevar a cabo esta tarea, en primer lugar trataré de definir en qué consiste el
realismo científico. Esta definición la daré a través de las principales tesis de las que
esta tradición se compone. Esto no es una tarea fácil, pues el realismo científico es una
propuesta que acoge posiciones muy variadas, aunque trataré de ir al núcleo de la
tradición. En segundo lugar, analizaré los principales argumentos a favor y en contra. Se
considera como principal argumento el que en su día formuló Hilary Putnam y fue
bautizado como el argumento del “no [hay] milagro” (Putnam, 1975, pág. 73). Como
objeciones, cabe destacar la metainducción pesimista, la infradeterminación de las
teorías por la evidencia empírica y la inconmensurabilidad de las teorías. A
continuación, enunciaré algunas de las más importantes posturas realistas de la
actualidad, que no por ello iguales, pues por ejemplo, el realismo de Mario Bunge es
bastante diferente al realismo estructural. La última parte del trabajo la conforman las
conclusiones, en las que además de incluir mi posición personal en el debate, comento
la importancia que para mí tiene esta discusión, y cómo la filosofía de la ciencia se está
beneficiando de ella.

2
2. ¿Qué es el realismo científico?

Varias veces se ha escuchado la afirmación de que hay tantos tipos de realismo


científico como autores realistas. Dada la pluralidad de enfoques que existen, no es tarea
fácil determinar qué entendemos por realismo científico. Si tuviésemos que extraer las
tesis que todo realista científico debería aceptar, podríamos resumirla en dos
afirmaciones. La primera de ellas es que las teorías científicas no son algo
referencialmente vacío (Iranzo, 2005, pág. 40), y la segunda es que las teorías
científicas son, al menos, aproximadamente verdaderas (Putnam, 1978, pág. 20).

El tipo de compromiso metafísico que se esté dispuesto a asumir en relación con


la cuestión más amplia del realismo en general puede ser relevante para la articulación
de algunas posiciones realistas o antirrealistas. Antes de pasar a desarrollar las
dimensiones del realismo, me gustaría aludir a los tres posibles niveles de compromiso
ontológico que se pueden asumir en relación a la cuestión del realismo en general. El
nivel uno conlleva a un compromiso con los datos de los sentidos. Un segundo nivel
estaría subdividido en dos subniveles que son, por un lado, los datos macroscópicos o
del sentido común, como la existencia de las piedras o los océanos, y por otro lado, el
subnivel de las entidades inobservables, como son los electrones o los campos
magnéticos. Es, precisamente, en este último nivel, donde tiene lugar la discusión entre
realistas y antirrealistas, puesto que, en general, ambos suelen aceptar la existencia de
objetos macroscópicos o del sentido común (Borge, 2015b, pág. 222). Existe también un
tercer nivel que sería el de las entidades abstractas, como los números, las clases o las
proposiciones. A quienes han adoptado el compromiso con este tercer nivel suelen
denominárseles “platonistas” (Kukla, 1998).

Ahora que está algo más definido el terreno de la discusión, entraremos un poco
más en los matices de esta tesis. Una posible clasificación, que por supuesto no es la
única, de las distintas dimensiones del realismo científico podría ser la siguiente:

Realismo ontológico. Defiende que las entidades teóricas que postulan las teorías
científicas, correctamente establecidas, existen (aunque excepcionalmente hay
ocasiones en que no es así). Cuando se habla aquí de entidades teóricas, nos referimos a
aquellas entidades inobservables que alguna teoría postula (Diéguez, 2010, pág. 252)

Realismo epistemológico. Las teorías científicas son capaces de


proporcionarnos un conocimiento adecuado, aunque perfectible, de la realidad. Para
aceptar este nivel, es necesario haberse comprometido previamente con el realismo
ontológico, de lo contrario, no tendría sentido afirmar que las teorías científicas nos
proporcionan un conocimiento adecuado, si al mismo tiempo se niega que éstas tengan
una referencia objetiva. No obstante, esta relación no se da a la inversa (Diéguez, 2010,
pág. 254).

3
Realismo teórico. A las teorías científicas se les puede atribuir valor de verdad o
de falsedad (Diéguez, 2010, pág. 253).

Realismo semántico. Se encuentra estrechamente relacionado con la tesis


anterior. Según éste, la verdad o falsedad de una teoría científica depende de su
correspondencia o no con la realidad. Al aceptar esta dimensión, se presupone la
anterior, pero no a la inversa (Diéguez, 2010, págs. 254-255)

Realismo progresivo. Las nuevas teorías contienen más afirmaciones verdaderas


sobre la realidad que las anteriores, es por ello que la ciencia avanza teniendo como
meta la verdad. Este nivel de realismo también presupone la aceptación del realismo
teórico, pero no a la inversa (Diéguez, 2010, pág. 255).

La aceptación conjunta de estas cinco tesis es algo bastante infrecuente, hasta tal
punto es así que podría afirmarse que sólo algunos realistas en sentido fuerte como Karl
Popper o Mario Bunge encajarían su filosofía con todas ellas (Diéguez, 2010, pág. 254)

2.1. Consideraciones a favor y en contra del realismo científico

Uno de los más persuasivos argumentos a favor del realismo científico es el


conocido como el “argumento del no-milagro”─ traducción literal de non miracles
argument (Putnam, 1975, pág. 73) ─. Éste sostiene que la posición realista es la mejor o
la única posible explicación del innegable éxito de la ciencia. Sería un milagro —
sostienen los realistas— que las teorías exitosas no fueran verdaderas o que los términos
teóricos centrales no tuvieran referencia exitosa (Putnam, 1983, págs. 140-141y Boyd,
1984, págs. 58-59). Así lo formula Putnam en su obra “Meaning and the Moral
Sciences”:

“Si hay tales cosas [electrones, espacio-tiempo curvo, moléculas de ADN],


entonces una explicación natural del éxito de esas teorías es que son informes
parcialmente verdaderos de su comportamiento. Y una explicación natural del modo
en que las teorías científicas se suceden unas a otras─ por ejemplo, el modo en que la
Relatividad einsteiniana sucedió a la Gravitación Universal newtoniana─ es que se
reemplaza una explicación parcialmente correcta/parcialmente incorrecta de un objeto
teórico─ digamos, el campo gravitatorio, o la estructura métrica del espacio, o
ambos─ por una explicación mejor del mismo objeto u objetos. Pero si estos objetos
no existen realmente, entonces es un milagro que una teoría que habla de acción
gravitatoria a distancia prediga con éxito los fenómeno; es un milagro que habla de
espacio-tiempo curvo prediga con éxito los fenómenos; y el hecho de que las leyes de
la teoría anterior sean derivables “en el límite” de las leyes de la teoría posterior no
tiene significación metodológica (Putnam, 1978, pág. 19).

El argumento ha recibido numerosas críticas, además de la inducción pesimista


de Larry Laudan. Fundamentalmente se lo acusó de caer en una petición de principio
(Laudan, 1981, págs 242-243; Fine, 1986, págs. 84-85) o de que el supuesto milagro
que el realista pretende explicar, no es ningún milagro (Van Fraassen, 1980, págs. 60-
61; Matheson, 1988, págs 273).

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Pero sin duda, la crítica de la inducción pesimista de Laudan es una de las que
más peso ha tenido. Ésta afirma que, si se trata de un milagro, es un milagro demasiado
frecuente, puesto que la historia de la ciencia nos ofrece una gran cantidad de teorías
que fueron exitosas y que hoy ya hemos abandonado por falsas. Laudan ofrece una lista
de algunas de ellas─ como la teoría del flogisto o el geocentrismo de Ptolomeo─ y
asegura que es capaz de ofrecer media docena de teorías falsas y exitosas por cada
exitosa y verdadera que le ofrezca el realista (Laudan, 1981, pág. 35). En definitiva,
para Laudan no existe una conexión entre la verdad de una teoría y su éxito predictivo.

Las respuestas por parte de algunos autores realistas no tardaron en aparecer. Las
principales réplicas han sido las siguientes (Diéguez, 2010, pág. 263):

Los ejemplos citados de teorías científicas son irrelevantes porque no se tratan


de casos de ciencias maduras. En las ciencias actuales, los controles metodológicos han
aumentado considerablemente, por lo que ya no espera que se den ese tipo de fracasos
en la referencia de los términos teóricos (Hardin y Rosenberg, 1982; Devitt, 1984, pág.
146). Asimismo, las teorías enunciadas por Laudan no son realmente exitosas,
especialmente en lo relativo a hacer predicciones novedosas (Leplin, 1997, cap. 6).

Para evitar el fracaso en su referencia de las teorías citadas, ha habido varias


propuestas de utilización de un concepto menos estricto de referencia. Algunas de estas
han sido la “referencia parcial”, la “referencia aproximada”, el “potencial heterogéneo
de referencia” o el “principio de caridad” (Kitcher 1993, págs. 141-149 y Niiniluoto,
1999, págs. 129-132). Al mismo tiempo, se puede sostener que una teoría, pese a que
sus términos centrales carezcan de referencia, puede ser aproximadamente verdadera
(Hardin y Rosenberg, 1982, Niiniluoto, 1984, págs. 182-183 y 1999, págs. 190-192,
Psillos, 1994)

Y por último, se ha argumentado que en el éxito de las teorías citadas los


constituyentes teóricos que incluían términos sin referencia o eran manifiestamente
falsos no jugaron un papel indispensable (Kitcher, 1993, Psillos, 1994 y 1996, y Leplin,
1997, cap. 6).

Todas estas réplicas a la objeción de Laudan tienen, a su vez, sus propias


debilidades. Esto es solo una de las muchas evidencias de que la discusión aún no está
cerrada y de que ninguno de los dos bandos puede proclamarse victorioso sobre el otro.
Si bien es cierto que las respuestas anteriormente mencionadas al argumento de Laudan
tienen debilidades, esto no significa que su objeción haya derribado toda la
argumentación realista, pese a que se trata un argumento bastante sólido. Quizás, las
respuestas más convincentes al argumento de Laudan son las articuladas por Psillos y
Lipton. Para ellos, el realista no puede garantizar que lo que en la actualidad, o alguna
vez en la historia, ha sido tomado como una explicación (aproximadamente) verdadera,
no será considerado como falso en el futuro. Sin embargo, no podemos negar que, en
ocasiones, algunas explicaciones sobre ciertos fenómenos son consideradas más
verdaderas que otras, al menos de forma aproximada (Iranzo, 2001).

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Psillos considera que es posible saber, en cierto modo, que las explicaciones son
verdaderas aproximadamente gracias al conocimiento de fondo que previamente
tenemos de la ciencia, que es quién guía a la hora de seleccionar las mejores hipótesis
aportando “consideraciones explicativas” que nos hacen decantarnos por unas u otras
(Psillos, 1996).

Otro de los grandes retos a los que se enfrenta el realismo científico es a la tesis
de la infradeterminación de las teorías por la evidencia empírica. Su formulación es la
siguiente: toda teoría científica tiene rivales empíricamente equivalentes, es decir, una
misma evidencia empírica puede encajar perfectamente con dos teorías que sean
incompatibles (Devitt, 2011, pág. 287). La primera formulación de este argumento está
representada por la tesis Duhem-Quine. Pierre Duhem sostenía que toda hipótesis se
contrasta siempre con otras hipótesis auxiliares, de modo que si se da alguna
contradicción entre la experiencia y las predicciones obtenidas del conjunto de
hipótesis, es posible que la culpa sea de cualquiera de las dos, y la experiencia no dice
nada sobre la decisión al respecto (Duhem, 1989, pág. 284). En la misma línea, Quine
afirma que nuestros enunciados acerca del mundo externo se someten como cuerpo total
al “tribunal de la experiencia sensible”, y no de forma individual. Asimismo, cualquier
enunciado puede concebirse como verdadero siempre que se hagan reajustes
suficientemente drásticos en otras zonas del sistema (Quine, 1984, pág. 75-77). Es decir,
que si mantenemos un enunciado como verdadero no será debido a la experiencia
únicamente, sino a otros factores pragmáticos que determinarán la decisión. Otro de los
autores que ha defendido esta tesis es Bas van Fraassen, quien ideó un algoritmo que
permite crear, a partir de una teoría dada, un conjunto infinito de teorías incompatibles
pero empíricamente equivalentes a ella, lo que según el filósofo holandés es suficiente
para demostrar que no hay correspondencia entre adecuación empírica y verdad (van
Fraassen, 1980).

Dependiendo de cómo se entienda la equivalencia empírica de la que habla el


argumento, podemos distinguir dos interpretaciones del mismo, una débil y otra fuerte
(Diéguez, 2010, pág. 271). Para la versión débil, la equivalencia empírica de dos teorías
vendría a ser que éstas encajan con la evidencia “disponible hasta el momento”. La
versión fuerte, por su parte, postula que ambas encajarán igualmente con “toda
evidencia posible”, es decir, que ambas afirman lo mismo sobre todos los hechos
observables, tanto los “disponibles hasta el momento”, hasta los que aún están por
suceder (Diéguez, 2010, pág. 271).

Las respuestas por parte de los realistas científicos han ido dirigidas hacia la
versión fuerte de la tesis, y han sido muy variadas. Algunos realistas han negado
directamente que puedan existir dos teorías totalmente equivalentes en sentido fuerte. El
que se hayan dado casos de indeterminación débil no significa que siempre pueda
construirse una teoría “no trivial” empíricamente equivalente a otra ya existente (Ellis,
1985, pág.65).

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Otra línea de argumentación es la seguida por Leplin. Según él, si la tesis de la
infradeterminación es correcta, también lo son las hipótesis auxiliares usadas para
obtener consecuencias empíricas de una teoría estarían infradeterminadas. No
podríamos decir con seguridad cuáles son esas consecuencias empíricas, por lo tanto,
tampoco sería posible establecer qué dos teorías son empíricamente equivalentes. Pero
en tal caso, la tesis de la equivalencia empírica no vale como premisa para derivar la
tesis de la infradeterminación, ya que ésta la convierte en inoperante (Leplin, 1997).

La última crítica, pero no menos importante, que ha recibido el realismo


científico es la conocida como “la inconmensurabilidad de las teorías científicas”. La
tesis de que las teorías científicas son inconmensurables fue formulada por primera vez
en La estructura de las revoluciones científicas, la famosa obra de Thomas Kuhn escrita
en 1962. En ese mismo año, también fue formulada por Paul Feyerabend, en su ensayo
titulado “Explicación, reducción y empirismo”. No obstante, Quine ya había preparado
el camino para la formulación de esta tesis con sus ideas sobre la indeterminación y la
traducción y la inescrutabilidad de la referencia (Diéguez, 1998, págs. 128-129).

Expondremos, en primer lugar, cómo entiende Kuhn esta inconmensurabilidad.


Dicho concepto se encuentra estrechamente vinculado con otra noción central de su
filosofía de la ciencia, la de “paradigma”. Para que un paradigma se imponga sobre otro,
éste debe ser mejor que el anterior. Este “ser mejor” se basa en la valoración conjunta de
diversos factores, entre ellos destacan su éxito predictivo o su consistencia interna
(Kuhn, 1962, pág. 230). En una obra posterior, Kuhn dice que en la transición de una
teoría a otra, las palabras cambian sus significados o condiciones de aplicabilidad “de
forma sutil” (Kuhn, 1970, pág. 266). Para que este cambio de significado tenga lugar no
es necesario redefinir los términos. Respecto a esto, Kuhn llega a decir que los
individuos que se han adherido a paradigmas distintos sostienen unos puntos de vista
inconmensurables y considera que pertenecen a “comunidades lingüísticas diferentes”,
por lo que sus posibles problemas de comunicación no son más que “problemas de
traducción” (Kuhn, 1962, pág. 270). Tras varias malinterpretaciones de su concepto de
inconmensurabilidad, en una conferencia de 1975, Kuhn aclara lo siguiente: “Al aplicar
el término ‘inconmensurabilidad’ a las teorías pretendía únicamente insistir en que no
existe ningún lenguaje común en el que se pueda expresar completamente a ambas y al
que se pudiera recurrir a una comparación punto por punto (Kuhn, 1977, págs. 157-
158).

Por su parte, Feyerabend lo expresó del siguiente modo: “El conocimiento no


consiste en una serie de teorías autoconsistentes que tiende a converger en una teoría
general; no consiste en un acercamiento gradual hacia la verdad. Por el contrario, el
conocimiento es un océano de alternativas incompatibles entre sí, y tal vez
inconmensurables” (Feyerabend, 1975, pág. 14).

Como vemos, la idea que comparten ambos es que la inconmensurabilidad está


estrechamente relacionada con la imposibilidad de traducción de unas teorías a otras.
Esta intraducibilidad es justificada por cada uno de ellos de formas distintas, pero

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ambos tienen un núcleo común1. Por ejemplo, ambos estarían de acuerdo en afirmar que
las teorías científicas son formas de ver el mundo, y su adopción afecta a la concepción
particular que cada uno tiene del mundo.

Las críticas hacia esta tesis han consistido principalmente en reprochar, tanto a
Kuhn como a Feyerabend, el haber atribuido un carácter irracional y totalmente
relativista a la ciencia. El racionalismo, aquí, debe entenderse como la idea de que no
existen criterios racionales y objetivos para establecer cuándo una teoría es superior a
otra. Y entendemos por relativismo la idea de que las sucesivas teorías no proporcionan
un acercamiento progresivo a una pretendida verdad objetiva (Diéguez, 1998, pág. 137).
El antirrealismo que supone la tesis de la inconmensurabilidad sería de tipo
epistemológico, semántico y progresivo2. Los paradigmas de Kuhn o las teorías
generales de Feyerabend actúan como marcos conceptuales de la realidad, por lo que no
es posible establecer una correspondencia en mayor o menor grado con la realidad en sí
misma (Diéguez, 1998, pág. 143).

Entre los filósofos realistas que han respondido al problema de la


inconmensurabilidad se encuentran, entre otros muchos, Scheffler (1967), Putnam
(1975), y más recientemente Niiniluoto (1999). Para responder a los problemas que
suscita la idea de que existe una variación radical de los referentes de los términos de las
teorías científicas, Scheffler argumentó que, aunque un mismo término pueda estar
presente en distintas teorías, éste puede tener un sentido diferente al pasar de una teoría
a otra, aunque el término puede, tener un mismo referente. La posibilidad de que el
referente del término sea el mismo en el contexto de distintas teorías permitiría que los
enunciados de estas teorías pudieran ser comparados entre sí. Putnam argumentó de
modo similar, defendiendo la idea de que la referencia puede mantenerse a pesar de que
los términos sufran algunos cambios conceptuales. Niiniluoto, por su parte, defendió
que el realista científico está obligado a admitir que los significados pueden variar de
una teoría a otra, pero que es posible mostrar que hay continuidad a través del cambio
teórico, y que ésta se debe a la invariabilidad de la referencia.

2.2. Principales posturas en la actualidad

Una vez definido qué es el realismo científico, aunque sea a grandes rasgos, y
cuáles han sido las principales objeciones del bando antirrealista y sus respectivas
respuestas, pasamos a explicar la evolución que ha sufrido esta tradición en las últimas

1 El propio Kuhn, veinte años después afirma esta idea: «Mi uso del término “inconmensurabilidad” era
más amplio que el de Paul Feyerabend; sus posiciones respecto al fenómeno eran más radicales, pero
nuestra coincidencia en aquel tiempo era sustancial» (Kuhn, 1996, págs. 95-96)

2 En el apartado anterior explico la clasificación de tipos de realismo científico (ontológico,


epistemológico, teórico, semántico y progresivo), los cuales tienen sus respectivas formas de
antirrealismo. La tesis de la inconmensurabilidad no aceptaría la existencia de entidades teóricas
postuladas por la ciencia, ni que las teorías científicas nos proporcionen un conocimiento adecuado de la
realidad ni mucho menos que la ciencia progrese teniendo como meta la verdad (Feyerabend es muy
radical en este punto con su relativismo en filosofía de la ciencia).

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décadas a través de la exposición de algunos de los principales defensores del realismo
científico en la actualidad3.

Uno de los grandes contribuyentes al debate actual sobre el realismo científico


es el matemático y filósofo finlandés Ilkka Niiniluoto. Su primera gran contribución fue
una obra que escribió junto a Raimo Tuomela, Theoretical Concepts and Hypothetico-
Inductive Inference (1973). En esta obra empieza a modelar su postura frente al
realismo científico, que será conocida como “realismo científico crítico”.
Posteriormente, dedicó una de sus principales obras a exponer su visión realista de
forma más completa. Lo hace en su obra Critical Scientific Realism (Oxford University
Press, 1999). Aquí, Niiniluoto explica cuáles son los atributos principales que definen su
posición:

Tesis R0: Al menos parte de la realidad es ontológicamente independiente de las


mentes humanas.

Tesis R1: La verdad es una relación semántica entre el lenguaje y la realidad. Su


significado viene dado por una moderna versión (tarskiana) de la teoría de la
correspondencia, y su mejor indicador es dado por la semántica búsqueda utilizando los
métodos de la ciencia.

Tesis R2: Los conceptos de verdad y falsedad son en principio aplicables a todos los
productos lingüísticos de la investigación científica, incluyendo dossiers de
observación, leyes y teorías. En particular, las reclamaciones sobre la existencia de
entidades teóricas tienen un valor verdadero.

Tesis R3: La verdad (junto a otras cuestiones epistémicas) es un objetivo esencial de


la ciencia.

Tesis R4: La verdad no es fácilmente accesible o reconocible, e incluso nuestras


mejores teorías pueden caer a la hora de ser verificada. No obstante, es posible
acercarnos a la verdad y hacer afirmaciones racionales sobre tal progreso cognitivo.

Tesis R5: La mejor explicación para el éxito práctico de la ciencia es la asunción de


que las teorías científicas son de hecho aproximadamente verdaderas o suficientemente
cercanas a la verdad en aspectos relevantes. Por tanto, es racional creer que el uso de los
métodos autocorrectivos de ciencias a largo plazo ha sido, y será, progresista, en el
sentido cognitivo del término (Niiniluoto, 1999, pág. 10).

3 Esta exposición sobre las principales posturas realistas en la actualidad no pretende ofrecer
una visión exhaustivamente completa del panorama actual, en primer lugar, debido a la
extensión permitida en este trabajo, y en segundo lugar, porque el motivo por el cual se
presentan los siguientes autores es ofrecer una visión general de algunas posturas sobre realismo
científico, si el lector desea ampliar su visión sobre algún autor, puede acudir a las referencias
bibliográficas que adjunto de los mismos al final de este trabajo. Por otra parte, los autores que
he seleccionado, al ser algunos de los más influyentes en el debate, tienen una gran
cantidad de obras en las que tratan el tema del realismo científico, lo que yo he tratado de
enunciar es “el núcleo” de su postura en el debate.

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En esta misma obra realiza también otra importante aportación: propone usar el
concepto de “verosimilitud” para definir un concepto absoluto de progreso (Niiniluoto,
1999, pág. 201). Como vemos, una de las cuestiones centrales de nuestro autor es la de
progreso científico, la cual es tratada en su conocida obra Is Science Progressive?
(1984). Aquí, nos dice que “el progreso de la ciencia consiste esencialmente en
reemplazar las primeras teorías por nuevos resultados que son verdaderos o al menos
más cercanos a la verdad que las primeras. En otras palabras, la ciencia progresa
aproximándose a la verdad” (Niiniluoto, 1984, pág. 93).En un artículo anterior, explica
además que “la ciencia progresa hacia teorías cada vez más verosímiles en sistemas
conceptuales que debido a los lenguajes en que son formuladas tienen un gran poder de
unificación” (Niiniluoto, 1979, pág. 256). Es decir, el realismo que defiende Niiniluoto
se basa en una concepción de la ciencia en la que la imagen que ésta nos ofrece del
mundo es verosímil y en la cual existen las entidades inobservables que son propuestas.
La verdad de la ciencia tiene un carácter objetivo, es decir, los enunciados que son
verdaderos serían aquellos que se corresponden con los hechos del mundo real, bien en
su aspecto observable, o también bajo el aspecto inobservable.

Estos dos últimos aspectos que acabo de mencionar─ el observable y el


inobservable─ encajan muy bien con la teoría de Wilfrid Sellars sobre las imágenes del
mundo: la “imagen manifiesta” y la “imagen científica”. Sellars define la imagen
manifiesta de la realidad como el marco desde el cual el hombre ha adquirido su
primera consciencia de sí mismo como parte del mundo, un marco en el que la categoría
y los objetos fundamentales son las personas (Sellars, 1962, pág. 28), mientras que la
imagen científica es el marco desde el cual el hombre se ve en el mundo en cuanto parte
de relaciones causales y cuyas categorías ontológicas fundamentales las establecen las
ciencias (varias imágenes científicas según las disciplinas), y de ahí que “la imagen
científica sea una ‘construcción teorética’ basada en cierto número de imágenes, cada
una de las cuáles apoyada por el ‘mundo manifiesto’” (Sellars, 1962, págs. 28-29).

En esta última imagen, la de la ciencia, el llamado “aparato conceptualizador


humano” se encargará de la “correlación,” “categorización” y “construcción” (Sellars,
1962, pág. 29). Por ejemplo, si vemos un objeto cualquiera, como un libro, nuestro
aparato conceptualizador se ha encargado de subsumir bajo el concepto “libro” a una
serie de objetos observables que poseen unas características comunes (pero no
idénticas). De esta forma se configura la imagen del mundo manifiesto, que por lo tanto,
está compuesta de objetos conceptualizados que han pasado por este aparato
conceptualizador. Por su parte, la imagen científica del mundo es construida también
por nuestro aparato conceptualizador, pero se apoya en los objetos de la imagen
manifiesta, que como hemos dicho son observables, y además postula otros objetos
inobservables, que según Sellars, constituyen la imagen verdadera de la realidad. “La
imagen manifiesta, en la que reposa la imagen científica, es un retrato inadecuado de la
realidad, que solo encuentra un retrato adecuado en la imagen científica, aunque esta
última está en proceso de irse construyendo” (Sellars, 1962, pág. 29).

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Uno de los autores realistas que in duda cabe resaltar en la actualidad es Stathis
Psillos. Sus principales obras en las que expone su visión realista son Scientific
Realism: How Science Tracks Truth (1999) y más recientemente Knowing the Structure
of Nature. Essays on Realism and Explanation (2009). El filósofo griego, que además es
físico de formación, caracteriza su posición realista a través de las siguientes tesis:

Tesis ontológica: existen en el mundo entidades o géneros naturales


independientes de la mente.

Tesis semántica: las teorías científicas son descripciones susceptibles de ser


verdaderas o falsas, tanto sobre la parte observable, como sobre la no observable de sus
dominios. Los términos teóricos de las teorías científicas refieren. Las afirmaciones
teóricas de las teorías científicas no son totalmente reducibles a afirmaciones acerca de
observables.

Tesis epistemológica: estamos justificados a creer que las teorías científicas


maduras, empíricamente exitosas y bien confirmadas, son aproximadamente verdaderas,
y que las entidades postuladas por ellas habitan el mundo (Psillos, 1999, pág. 14).

Psillos ha sido un fuerte defensor, además, de uno de los puntos que defiende en
su tesis semántica: el hecho de que los términos teóricos de las teorías científicas
realmente refieren. Su teoría de la referencia es de tipo causal, porque, según dice “este
tipo de teorías de la referencia presenta grandes ventajas para defender el realismo
científico” (Psillos, 1999, pág. 247).

Su teoría causalista admite que existe continuidad referencial entre una teoría
pasada y su sucesora, en la medida en que ambas se refieren a un mismo agente causal,
sólo que, si la teoría pasada fue rechazada, esto se debe a que ofrecía descripciones
incorrectas acerca de las propiedades de dicho agente causal. Según esta concepción, las
nuevas teorías ofrecen una mejor descripción de la realidad. En este sentido, puede
afirmarse que la ciencia avanza a través de descripciones más correctas de los mismos
agentes causales y que, de este modo, se incrementa nuestro conocimiento del mismo
mundo. Psillos afirma que “en la medida en que las teorías sucesoras son más
verosímiles que sus predecesoras en sus descripciones de la naturaleza de esos agentes
causales, se puede argumentar que la ciencia ha logrado una mejor aproximación a la
estructura causal objetiva del mundo” (Psillos 1999, p.284). Por lo tanto, la teoría
causalista respalda la idea de que, a pesar de que varíe nuestro conocimiento, la
referencia de los términos fundamentales de las teorías científicas permanece a través de
esos cambios, y de este modo, Psillos hace una crítica también a la tesis de la
inconmensurabilidad de las teorías.

En la actualidad, uno de los representantes de las versiones más fuerte del


realismo científico es el argentino Mario Bunge. Como ya he explicado en la primera
parte del trabajo─ en la que desgloso las distintas tesis que definen al realismo
científico─ existen muy pocos autores que sean realistas en sentido fuerte y que acepten

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todas las tesis. Pues bien, Mario Bunge es uno de ellos, y es por ello que me gustaría
incluir su visión sobre esta tradición en el presente trabajo.

Bunge define el realismo de la siguiente forma: "la tesis de que el universo


existe por sí mismo, puede ser explorado y la mejor forma de hacerlo es
científicamente" (Bunge, 2007). Además, califica su postura como “hilorrealismo” (o
hylerrealismo, del griego hyle, material, materia) porque siempre va de la mano de la
tesis ontológica materialista. El realismo del filósofo argentino se define en siete tesis
que expone a lo largo de su obra A la caza de la realidad. La controversia sobre el
realismo (2007)4.

La primera de estas tesis es la ontológica, es decir, Bunge defiende la existencia


de un mundo exterior a los sujetos, y que además existe por sí mismo. Además, dice que
esta tesis ontológica va de la mano de un materialismo, es decir, que existe un mundo
exterior a la mente de los sujetos, y además este mundo es material. Para él, lo que
caracteriza principalmente a los objetos materiales es su mutabilidad, característica que
no poseerían los objetos conceptuales (Bunge, 2007, pág. 358). Así lo expresa: “Los
conjuntos no se mueven, las funciones no metabolizan, los espacios no procrean, las
estructuras algebraicas no pasan hambre, las derivadas no explotan. Por consiguiente las
leyes conceptuales (o formales) son muy distintas de las leyes físicas, químicas,
biológicas o sociales: no describen algo que está ahí, independientemente de que se le
conozca, sino que caracterizan (definen implícitamente)” (Bunge, 1997).

La segunda tesis es la epistemológica, que como ya he explicado en el apartado


anterior, presupone la tesis ontológica. Esta tesis afirma que el universo o la realidad
son cognoscibles, y que el conocimiento que podemos tener de esta es indirecto,
completo y falible. En este último punto, Bunge expresa su desacuerdo con el realismo
ingenuo, según el cual, el acto de conocer no es imperfecto.

El siguiente realismo que defiende Bunge es el semántico. Es bastante similar al


que expone Diéguez (Diéguez, 2010, pág. 252), pero difiere en algunos aspectos. Para
Bunge, el realismo semántico se compone de tres ideas: que algunos enunciados
científicos “significan” hechos, que algunas de estas proposiciones son
aproximadamente verdaderas y que cualquier aproximación a la verdad es perfectible.

En siguiente lugar, Bunge sostiene un realismo metodológico. Esta tesis se


sustenta en dos ideas principales, la primera es la idea de que el método científico es la
forma más acertada de “explorar el mundo”. Así lo explica: “El método científico no es
ni más ni menos que la manera de hacer buena ciencia, natural o social, pura o
aplicada, formal o fáctica” (Bunge, 1997, pág. 49). El otro aspecto de esta tesis es la
llamada “explicación mecanísmica”. Esto es un tipo de explicación científica que
consiste en explicar las regularidades o leyes en ciencia a través de los “mecanismos” de

4 La exposición de estas siete tesis no se hacen en páginas concretas, sino que el autor lo hace a lo largo
de los capítulos 1 y 10 de la citada obra.

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los que éstas surgen. Esta última noción, como vemos, está estrechamente relacionada a
su vez con su materialismo.

Bunge también es un realista fuera del campo de filosofía de la ciencia, así lo


demuestra con la defensa del realismo axiológico (existencia de valores objetivos que
están arraigados en necesidades biológicas y sociales), realismo moral (los hechos
morales existen de forma independiente y además son susceptibles de verdad o
falsedad) y su realismo práctico (existen medios objetivamente más eficientes que otros
para alcanzar determinados fines) (Bunge, 2011, págs. 350-412)5 .

No me gustaría dejar fuera de este trabajo una de las más recientes propuestas
sobre esta tradición: el realismo estructural. Este tipo de realismo surge principalmente
como una respuesta a la objeción de la metainducción pesimista (explicada en el
apartado anterior). Recordemos que esta objeción surge, a su vez, como una respuesta al
argumento realista del “no-milagro”. Pues bien, lo que sostiene el realismo estructural
es que “el conocimiento aportado por las teorías científicas como un conocimiento
acerca de la estructura del mundo, y no sobre su naturaleza” (Borge, 2013, pág. 151).
James Ladyman (1998) y Steve French (2003a y 2003b) distinguen dos corrientes
dentro del realismo estructural, por un lado, el “realismo estructural epistémico” y por
otro el “realismo estructural óntico”. El primero en surgir fue el realismo estructural
epistémico, y lo que le diferencia principalmente de otros tipos de realismo científico
tradicional es que éste debilita el acceso epistémico de las teorías científicas al mundo,
pues este queda limitado a los aspectos estructurales (Borge, 2015a, pág. 88). Por su
parte, el realismo estructural óntico defiende que “el conocimiento estructural del que
las teorías nos proveen agota todo cuanto puede conocerse del mundo, pues esas
estructuras que conocemos son en efecto el elemento último de la realidad” (Borge,
2015a, pág. 107).

El realismo científico, a excepción del realismo estructural, encuentra en Bas


van Fraassen uno de sus principales adversarios, con su tesis del empirismo
constructivo. Esta tesis se encuentra dentro de las teorías instrumentalistas, las cuales
consideran que las teorías científicas son meros instrumentos predictivos de cálculo,
útiles o inútiles, pero no verdaderas o falsas. Van Fraasen (1987) refina esta idea y
afirma que las teorías científicas no necesitan ser verdaderas para ser buenas teorías.
Define su postura de la siguiente forma: “La ciencia pretende darnos teorías que son
empíricamente adecuadas, y la aceptación de una teoría implica únicamente la creencia
de que es empíricamente adecuada. Este es el enunciado de la postura antirrealista que
defiendo. La llamaré empirismo constructivo” (Van Fraassen, 1987, págs. 11-12).

Una teoría es empíricamente adecuada si “salva los fenómenos”. Es decir, dicha


teoría tiene, al menos, un modelo dentro del cual caen todos los fenómenos actuales. El

5 Estos últimos tipos de realismo no los explico de forma tan exhaustiva debido a que no están
tan relacionados con el tema del trabajo, que es el realismo científico. Para saber más sobre
estas tesis se puede consultar Bunge, M. (2011) 100 Ideas. Buenos Aires: Penguin Random
House.

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realismo científico, concretamente el semántico, acepta que una teoría se considera
verdadera o falsa en función de su evidencia empírica. Van Fraassen rechaza totalmente
esta tesis, y argumenta que la atribución de verdad a una teoría es un fenómeno de la
actividad científica que implica más que una creencia. Cuando un científico acepta una
teoría, él mismo se implica en ese programa de investigación. Van Fraassen cree que a
la hora de aceptar una teoría tiene mucho más peso los intereses personales, como el
querer resolver unas cuestiones antes que otras, a que simplemente ésta tenga
adecuación empírica (Van Fraassen, 1987, pág. 68).

3. Conclusiones

Después de haber hecho una breve exposición de algunas de las posturas más
relevantes en el debate entre realistas y antirrealistas, creo que, en primer lugar, queda
demostrada la afirmación que hago al comienzo de este trabajo que dice que “hay tantas
posturas realistas como autores realistas”, incluso podríamos decir que hay más posturas
que autores, siendo un ejemplo paradigmático de ello Mario Bunge, que llega a sostener
hasta siete tesis realistas. Otra idea que refleja este trabajo es que este debate parece que
nunca va a tener un claro vencedor. Cada postura realista que se formula, ha de
enfrentarse, en primer lugar, a las objeciones clásicas, propósito nada fácil, y a su
misma vez, a menudo, ha de hacer frente a objeciones nuevas, que suelen recibir
respuesta del otro bando, y así sucesivamente. Lo cierto es que, bajo mi punto de vista,
este debate sigue manteniendo viva a la filosofía de la ciencia y la obliga a estar
constantemente actualizada con los nuevos descubrimientos de todas las ciencias
particulares. Así que en este punto, no podría estar más de acuerdo con Ian Hacking
cuando afirma que “Los dos temas de actualidad de la filosofía de la ciencia son uno
epistemológico, la racionalidad, y otro metafísico, la verdad y la realidad” (Hacking,
1996, pág. 137).

Por otra parte, el realismo científico siempre ha sido considerado una tradición
que requiere un fuerte compromiso ontológico, especialmente cuando entra en juego la
existencia de entidades inobservables, pero durante los últimos años, esto está dejando
de ser así. El realismo científico es cada vez algo “más local”. Es decir, para que alguien
se considere realista científico, no es necesario que acepte todas las tesis del realismo,
pues como ya he explicado hay muy pocos autores que hacen esto. El realista, hoy en
día, puede tener un compromiso más débil con la realidad, como por ejemplo, lo tiene el
realista estructural al afirmar que las teorías científicas nos hablan de la estructura del
mundo, y no de la naturaleza de este. Del mismo modo, alguien puede ser realista
científico respecto de la existencia de la curvatura de la luz, pero no serlo de los átomos.
Personalmente, me encuentro convencida por el realismo científico. Es evidente que hay
buenos argumentos tanto para estar a favor como en contra, pero me proclamo a favor
de, al menos, la tesis ontológica y epistemológica.

Por último, y como ya adelantaba con la afirmación de Hacking, el realismo


científico es un tema de carácter metafísico en la actualidad, lo cual está haciendo que

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en congresos y en el mundo académico en general se estén discutiendo temas tan
metafísicos como la “verdad”, la “realidad” o la “adecuación”.

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