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Problemes filosòfics II (Grup A 2), professor: Álex Mesa

(05/12/2022)

5. Autoritat i poder.

5.1. Introducció a una noció de poder i violència: Sobre la violència (Hannah Arendt).

- Poder: “corresponde a la capacidad humana no sólo de actuar sino también de actuar


en concierto. El poder nunca es propiedad de un solo individuo, pertenece a un grupo
y existe solamente mientras ese grupo permanece unido. Cuando decimos de alguien
que “tiene el poder” en realidad nos referimos a que cierto número de personas se lo
ha otorgado para que actúe en su nombre”. En el momento en que el grupo que lo
otorga desaparece, también desaparece “su poder””(pp. 59-60).
- Potencia: “designa inequívocamente algo en singular, una entidad individual; es la
propiedad inherente a una persona o objeto y pertenece a su naturaleza, que puede
manifestarse en relación con otras cosas o personas pero es esencialmente
independiente de ellas” (p. 60).
- Fuerza: “en el lenguaje cotidiano (la) utilizamos como sinónimo de violencia,
especialmente si la violencia sirve como medio de coerción, debería reservarse para la
“fuerza de la naturaleza” o “la fuerza de las circunstancias”, es decir, para la energía
liberada por movimientos físicos o sociales” (p. 60)
- Autoridad: “puede aplicarse a personas [...] o puede aplicarse a instituciones [...]. Su
característica principal es el reconocimiento incondicional por parte de aquellos a los
que se les exige obedecer; ni la coerción ni la persuasión son necesarias. [...] La
autoridad exige respeto hacia la persona o hacia la institución. Por lo tanto, el mayor
enemigo de la autoridad es el desprecio, y lo que con mayor seguridad puede
socavarla, es la risa” (p. 61).
- Violencia: “se distingue de la potencia por su carácter instrumental.
Fenomenológicamente está muy cerca de ella, ya que sus instrumentos, como
cualquier otra herramienta, se utilizan para multiplicar la potencia natural hasta que,
en la última etapa de su desarrollo, pueden llegar a sustituirla” (p. 62)

Bibliografía específica:
Arendt, Hannah. Sobre la violencia. Madrid: Alianza Editorial.

Uno:

“Si consideramos la historia en términos de una continuidad cronológica, cuyo progreso,


además, es inevitable, la violencia, bajo la forma de guerra o revolución, puede parecer la
única forma posible de interrumpirla. Si así fuera, si sólo la práctica de la violencia hiciera
posible interrumpir procesos automáticos en el campo de los asuntos humanos, sus
defensores se habrían apuntado un tanto importante. [...] La finalidad de toda acción, en
cuanto diferente del mero comportamiento, es, sin embargo, interrumpir lo que, de otro
modo, habría tenido lugar automáticamente y, por lo tanto, de forma predecible” (p. 47)

Dos:-

“De hecho, una de las diferencias más evidentes entre poder y violencia es que el primero
necesita siempre del número, mientras que la violencia, hasta cierto punto, puede pasarse sin
ellos porque se apoya en instrumentos. Un gobierno de la mayoría sin limitaciones legales, es
decir, una democracia sin constitución, puede ser temible en la supresión de los derechos de
las minorías y muy efectiva para sofocar la disensión sin utilizar la violencia. Pero eso no
significa que la violencia y el poder sean lo mismo.” (pp. 56-57)

“La manifestación extrema del poder es Todos contra Uno, mientras que la manifestación
extrema de la violencia es Uno contra Todos” (p. 57)

“Nada hay más común que la combinación de la violencia y el poder, y nada menos frecuente
que encontrarlos en su forma pura, y por lo tanto, extrema. De esto no se deduce que la
autoridad, el poder y la violencia sean lo mismo.

Aún así debe admitirse que es especialmente tentador pensar el poder en términos de mandato
y obediencia y, como consecuencia, equiparar el poder con la violencia al debatir acerca de lo
que en realidad es solamente una de las manifestaciones del poder, a saber, el poder del
gobierno.” (p. 63)

“Las instrucciones de manual acerca de “cómo hacer una revolución” en una progresión que
va de la disensión a la conspiración, de la resistencia a la rebelión armada, se basan todas en
el error de que las revoluciones “se hacen”. En un enfrentamiento de violencia contra
violencia, la superioridad del gobierno ha sido siempre absoluta, pero esa superioridad sólo se
mantiene mientras la estructura de poder del gobierno permanece intacta, es decir, mientras
las órdenes son obedecidas y el ejército o la polícia están dispuestos a utilizar sus armas.

[...] Todo depende del poder que haya detrás de la violencia. La dramática desintegración del
poder que tiene lugar en las revoluciones revela instantáneamente cómo la desobediencia
civil -a las leyes, a los gobernantes, a las instituciones- no es más que la manifestación
externa del apoyo y el consenso” (pp. 65-66)

“Nunca ha existido un gobierno basado exclusivamente en la violencia. Incluso el gobernante


totalitario, cuyo principal instrumento es la tortura, necesita una base de poder: la polícia
secreta y su red de información” (p. 67)

“Pasando por un momento al lenguaje conceptual: el poder es esencial en todo gobierno, la


violencia no. La violencia es instrumental por naturaleza; como todos los medios, necesita
guía y justificación para alcanzar el objetivo que persigue. Y lo que necesita ser justificado
por otra cosa no puede ser la esencia de nada. El fin de la guerra, y uso la palabra “fin” con su
doble significado, es la paz o la victoria, pero si nos preguntamos cuál es el fin de la paz, no
encontraremos respuesta. [...] El poder pertenece a la misma categoría [que la paz]; es, se
dice, “un fin en sí mismo”. [...] La violencia puede ser justificable, pero nunca será legítima”
(pp. 68-70)

“[...] Cuando la violencia no está respaldada, ni es refrendada, por el poder, tiene lugar la
conocida inversión en la relación medios-fin. Los medios, los medios de destrucción,
determinan ahora el fin, con la consecuencia de que el fin será la destrucción de todo poder.

En ningún caso es más evidente el elemento autodestructivo inherente a la victoria de la


violencia sobre el poder que en la utilización del terror para mantener la dominación. [...] El
terror no es lo mismo que la violencia; es, más bien, la forma de gobierno que surge cuando
ésta, después de destruir el poder, no desaparece sino que, por el contrario, mantiene el
control absoluto” (p.73)

“En resumen: en términos políticos no es suficiente decir que el poder y la violencia no


son lo mismo. El poder y la violencia se oponen el uno a la otra; allá donde uno domina,
la otra está ausente. La violencia aparece cuando el poder peligra, pero si se permite que
siga su curso, lleva a la desaparición del poder.” (p. 75)

Tres:

“La violencia, instrumental por naturaleza, es racional en la medida en que resulta efectiva en
cuanto a la consecución del fin que debe justificarla. Y dado que cuando actuamos nunca
sabemos con certeza cuáles serán finalmente las consecuencias de lo que hacemos, la
violencia sólo puede ser racional si persigue fines a corto plazo. La violencia no promueve
ninguna causa, ni la historia, ni la revolución, ni tampoco el progreso o la reacción, pero
puede servir para poner de manifiesto agravios y atraer sobre ellos la atención pública. [...] Y
desde luego la violencia, contrariamente a lo que tratan de decirnos sus profetas, es más un
arma de la reforma que de la revolución. [...] Indudablemente, la violencia da resultados, pero
lo hace de forma indiscriminada.” (pp. 102-104)

“Más aún, el peligro de la violencia, aunque ésta se mueva conscientemente dentro de unos
límites moderados de objetivos a corto plazo, siempre será que los medios superen al fin. Si
los objetivos no se consiguen rápidamente, el resultado no será solamente el fracaso, sino la
introducción de la práctica de la violencia en la totalidad del cuerpo político. Toda acción es
irreversible, y en caso de derrota, la vuelta al statu quo es poco probable.” (pp. 104-105)

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