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conciencia marcada.
Tony Robbins: dice que nuestra disposición fisiológica (con qué actitud nos
plantemos) determina nuestro comportamiento y nuestras emociones. Pareciera que en cada
encuentro constituye un juego en el que se apuesta todo.
Harvard: todos se desviven por parecer comunicativos por incómodo que les pueda
parecer.
Las personas más dotadas pasan mucho tiempo a solas, de esta manera pueden
mejorar en extremo sus habilidades.
Además los hiperreactivos sientes más cupa y pesar (cuando hacen (o piensan que
hacen) algo mal) que un hiporreactivo.
El mismo autor (Kagan) da una retahíla de factores ambientales que pueden dar
origen a una personalidad introvertida con independencia de un sistema nervioso reactivo o
en conjunción de él. Así, puede ser que un crío disfrute engendrando ideas muevas en
relación con el mundo que le rodea, y tal cosa lo lleve a ensimismarse con frecuencia.
También cabe la posibilidad de que se retrotraiga por causa de una serie de problemas de
salud que lo haga centrarse en lo que está ocurriendo en el interior de su cuerpo.
Por otra parte, existe toda una variedad de resultados posibles para cada
temperamento. Los niños hiporreactivos y extrovertidos que se crían en el seno de familias
tentas y entornos seguros pueden llegar muy alto y poseer la personalidad arrolladora de un
Richard Branson; pero en manos de progenitores negligentes o en un barrio poco
recomendable, es probable, que acaben por convertirse en delincuentes.
La suerte de los críos más hiperreactivos también se ve influida por el mundo que
los rodea, quizás en mayor medida, de hecho, que la del niño medio (teoría revolucionaria
que David Dobbs denomina «la hipótesis de la orquídea»). En tanto que algunos pequeños
son como dientes de león, capaces de prosperar en cualquier entorno, otros son más
semejantes a orquídeas que, si bien se marchitan con facilidad, pueden llegar a crecer sanas
y hermosas si se dan las condiciones adecuadas. La reactividad del sistema nervioso de
estos últimos los hace propensos a verse abrumados por las adversidades propias de la
infancia, también los lleva a sacar más provecho que otros de un entorno educativo. Dicho
de otro modo: se sienten más afectados por cualquier experiencia, tanto positiva como
negativa.
Los científicos saben de hace tiempo que los temperamentos hiperreactivos traen
aparejados factores de riesgo. Se trata de críos especialmente vulnerables a situaciones de
desafío. Son más proclives que los otros a reaccionar ante ellas con depresión, ansiedad o
timidez. De hecho, una cuarta parte aproximada de los hiperreactivos de Kagan padecen, en
mayor o menor medida, fobia social, forma de timidez crónica e incapacitadora.
En lo que no han reparado los investigadores hasta hace muy poco es en que estos
factores de riesgo presentan un reverso positivo. Es decir: la sensibilidad y la fortaleza son
dos caras de una misma moneda. Los niños hiperreactivos que han recibido cuidados de
calidad de parte de sus padres y un entorno familiar estable suelen presentar menos
problemas emocionales y más habilidades sociales aún que los hiporreactivos. Gozan de un
gran éxito en las cosas que les importan.
MÁS ALLÁ DEL TEMPERAMENTO La función del libre albedrío (y el secreto del arte
de hablar en público siendo introvertido)