Está en la página 1de 6

Un introvertido puede ser: sensible, repudia la violencia y la fealdad, tiene una

conciencia marcada.

Pese a todo, tengo derecho a no renunciar a mi personalidad.

Historia de la época del carácter al de la personalidad:

Dale Carnegie: practicó mucho para ganar los concursos de oratoria.

USA cambió de una “cultura del carácter” (seria, disciplinada y responsable;


importaba más cómo uno se comportaba en privado) a una “cultura de personalidad”
(atrevidos y divertidos; importa más cómo te perciben los demás). Esto porque la gente se
relacionaba con personas que conocían de siempre, ya que vivían en pueblitos y cuando
surgieron las ciudades la gente tiene que interactuar con desconocidos, es decir, ahora
deben causar una buena impresión y venderse a sí mismos.

Pasamos de integridad interior a encanto exterior (qué decir y cómo decirlo).


Ahora se deben tener cualidades que son muy difíciles de adquirir: magnético, fascinador,
impresionante, atractivo, fervoroso, dominador, enérgico, activo, etc. Es por eso que se
admira a los actores, a los ídolos de las multitudes. Ahora pareciera que se debe poner todo
en juego.

Tony Robbins: dice que nuestra disposición fisiológica (con qué actitud nos
plantemos) determina nuestro comportamiento y nuestras emociones. Pareciera que en cada
encuentro constituye un juego en el que se apuesta todo.

Los lideres también pueden ser introvertidos:

Harvard: todos se desviven por parecer comunicativos por incómodo que les pueda
parecer.

Para transformar una empresa no se necesitan personalidades descomunales, sino


dirigentes dispuestos a engrandecer no su propio ego, sino las organizaciones que
administran.
Coronel introvertido: se desconcentraba cuando se relacionaba con mucha gente,
por ende encontraba el tiempo para pensar y recobrar energías. Hablaba sin alzar la voz ni
variar la inflexión o los gestos faciales. Prefería escuchar y reunir información a hacer valer
su opinión o asumir el papel dominante en un diálogo. Todos lo admiraban cuando él
hablaba.

En materia de liderazgo la personalidad introvertida y extrovertida apenas hay


diferencias. En términos de eficacia el extrovertido es mejor con subordinados pasivos (sin
iniciativa) y los introvertidos son más eficaces con subordinados activos, ya que son más
receptivos y menos dominantes de situaciones sociales, es decir, se benefician del talento de
los demás, lo cual es más vigorizante para los subordinados.

Wozniak: las personas más creativas tendían a ser seres introvertidos.

Los extrovertidos tienden a predominar en el ámbito de lo público, los


introvertidos suelen hacerlo en el de lo teórico y lo estético: desarrollo de técnicas artísticas
nuevas, la creación de modelos filosóficos, la escritura de libros trascendentes o la
obtención de avances científicos revolucionarios.

La practica deliberada se hace mejor en solitario (concentración, motivación y


mejorar los puntos débiles).

Las personas más dotadas pasan mucho tiempo a solas, de esta manera pueden
mejorar en extremo sus habilidades.

La estimulación excesiva parece ser perjudicial para el aprendizaje (tanto las


distracciones como la multitarea) y la productividad.

El disponer de un espacio personal es de vital importancia para la creatividad.

La lluvia de ideas en grupo no funciona, es más efectivo en solitario, excepto si es


por internet.

En muchas ocasiones tomamos decisiones erradas por seguir las decisiones u


opiniones de otros por el miedo al rechazo social, cosa que hacemos de manera
inconsciente.
En el ámbito del trabajo en equipo debemos elegir el momento de cuándo querer
cooperar y cuándo necesitamos intimidad para pensar o trabajar para así ser más
productivo.

¿Se nace o se hace con el temperamento?

Diferencia entre temperamento y personalidad: El primero se refiere a las pautas


emocionales y de conductas innatas y de base biológica que pueden observarse durante los
primeros años de vida, y el segundo, al complejo estofado que resulta después de añadir a la
receta la influencia cultural y la experiencia personal del individuo. Hay quien dice que
aquel constituye los cimientos, y este, el edificio.

Las personas introvertidas nacen siendo hiperreactivos (generalmente), reaccionan


ante cualquier estímulo, como los nuevos olores, visiones o sonidos. Por el contrario los
extrovertidos permanecen indiferentes a la novedad.

Cuanto más reactiva es la amígdala de un niño, mayores serán las probabilidades


de que presente un ritmo cardiaco acelerado, pupilas dilatadas, cuerdas vocales tensas y una
proporción mayor de cortisol (hormona del estrés) en la saliva, y de que se sienta más
angustiado al topar con algo nuevo y estimulador. Al crecer, los críos hiperreactivos
seguirán enfrentándose a lo desconocido en contextos muy diferentes que irán desde la
primera visita a un parque de atracciones al hecho de conocer nuevos compañeros al entrar
en la guardería. Por lo común, percibimos con más facilidad la respuesta que ofrece un niño
ante personas que no conoce: cómo se comportaría el primer día de colegio, si da la
impresión de sentirse seguro en las fiestas de cumpleaños llenas de pequeños que no ha
visto nunca…, cuando lo que estamos observando es, en realidad, la sensibilidad que
demuestra ante lo nuevo en general.

Todo apunta a que la susceptibilidad de sus sistemas nerviosos, de los


hiperreactivos, no está ligada solamente a la percepción de estímulos que provocan miedo,
sino a la percepción en general, por ende, son más sensibles que otros respecto a su
entorno. Los niños hiperreactivos prestan a personas y cosas lo que cierto psicólogo ha
llamado “atención alarmada”. Efectúan un número mayor de movimientos oculares que
otros a din de tomar una determinación. Se diría que interiorizan de un modo más profundo
(consciente o inconscientemente) la información que reciben del mundo.

Los críos hiperreactivos también tienden a mostrarse más profundos a la hora de


pensar sobre lo que perciben y de sentirlo, así como añadir matices adicionales cuanto
experimentan a diario. Esto puede expresarse e modos diversos: inclinación social (meditar
sobre observaciones que hace sobre otros) o si posee un interés en particular se concentrará
en él con una intensidad inusual (como dibujar, por ejemplo).

Además los hiperreactivos sientes más cupa y pesar (cuando hacen (o piensan que
hacen) algo mal) que un hiporreactivo.

Su naturaleza sensible y sus ideas sutiles no encajan en los heterogéneos rigores


del patio de recreo. Es lamentable que estos rasgos (lucidez, sensibilidad ante los matices,
afectividad compleja, etc.) resultan ser dones por demás menos preciados.

Kagan nos ha documentado de manera concienzuda la hiperreaccción como una de


las bases biológicas de la introversión, aunque existen otras vías posibles.

Hay más estudios que respaldan la tesis de que la extroversión y la introversión


poseen una base fisiológica y aún genética, así como otros atributos de relieve de la
personalidad, como la amabilidad o la responsabilidad, son producto de la herencia en un
40 o un 50%.

El mismo autor (Kagan) da una retahíla de factores ambientales que pueden dar
origen a una personalidad introvertida con independencia de un sistema nervioso reactivo o
en conjunción de él. Así, puede ser que un crío disfrute engendrando ideas muevas en
relación con el mundo que le rodea, y tal cosa lo lleve a ensimismarse con frecuencia.
También cabe la posibilidad de que se retrotraiga por causa de una serie de problemas de
salud que lo haga centrarse en lo que está ocurriendo en el interior de su cuerpo.

La situación se complica mucho más si tenemos en cuenta que probablemente sean


muchos los genes que entran en juego, y que quizás el factor de la hiperreaccción
descubierto por Kagan no sea sino una de las muchas vías fisiológicas que desembocan en
la introversión. Puede ser que mi introversión provenga al 100% de mis genes, o que no
tenga relación alguna con ellos; o lo que es más probable: que se deba a una combinación
insondable de herencia y experiencia, es la intrincada interacción que se crea entre ambos
factores lo que nos hace como somos.

Santo Grial: En virtud de la teoría de la interacción entre genes y entorno,


quienes heredan determinados rasgos tienden a buscar experiencias vitales que los
refuerzan. Los niños más hiporreactivos, por ejemplo, coquetean con el riesgo desde
que hacen sus pinitos y, en consecuencia, al crecer pueden afrontar si pestañear los
peligros que acosan a los adultos. De mayores poseerán toda clase de experiencias de
las que están privados otros niños. Por el contrario, los niños hiperreactivos tienen
una mayor tendencia a trocarse en artistas y escritores, científicos o pensadores, por
impulsarlos su aversión a la novedad a pasar más tiempo dentro del entorno conocido
(y fértil en lo intelectual) de sus propias mentes. Y parte de ello tiene que ver con cómo
invirtieron su tiempo durante su crecimiento. Si uno se pasa el día enredando de aquí
para allá, tendrá menos horas disponibles para leer y aprender. Todos disponemos de
un tiempo limitado.

Por otra parte, existe toda una variedad de resultados posibles para cada
temperamento. Los niños hiporreactivos y extrovertidos que se crían en el seno de familias
tentas y entornos seguros pueden llegar muy alto y poseer la personalidad arrolladora de un
Richard Branson; pero en manos de progenitores negligentes o en un barrio poco
recomendable, es probable, que acaben por convertirse en delincuentes.

Existe un proceso que se conoce como “interiorización de las normas de


comportamiento de los padres”, el cual es un mecanismo por el que adquieren conciencia
los niños de lo que está bien y mal. Esto ocurre cuando hacen algo inapropiado y sienten el
rechazo de sus educadores. Semejante desaprobación les provoca cierta angustia y dado que
esta resulta desagradable, aprenden a apartarse de una conducta antisocial.

La suerte de los críos más hiperreactivos también se ve influida por el mundo que
los rodea, quizás en mayor medida, de hecho, que la del niño medio (teoría revolucionaria
que David Dobbs denomina «la hipótesis de la orquídea»). En tanto que algunos pequeños
son como dientes de león, capaces de prosperar en cualquier entorno, otros son más
semejantes a orquídeas que, si bien se marchitan con facilidad, pueden llegar a crecer sanas
y hermosas si se dan las condiciones adecuadas. La reactividad del sistema nervioso de
estos últimos los hace propensos a verse abrumados por las adversidades propias de la
infancia, también los lleva a sacar más provecho que otros de un entorno educativo. Dicho
de otro modo: se sienten más afectados por cualquier experiencia, tanto positiva como
negativa.

Los científicos saben de hace tiempo que los temperamentos hiperreactivos traen
aparejados factores de riesgo. Se trata de críos especialmente vulnerables a situaciones de
desafío. Son más proclives que los otros a reaccionar ante ellas con depresión, ansiedad o
timidez. De hecho, una cuarta parte aproximada de los hiperreactivos de Kagan padecen, en
mayor o menor medida, fobia social, forma de timidez crónica e incapacitadora.

En lo que no han reparado los investigadores hasta hace muy poco es en que estos
factores de riesgo presentan un reverso positivo. Es decir: la sensibilidad y la fortaleza son
dos caras de una misma moneda. Los niños hiperreactivos que han recibido cuidados de
calidad de parte de sus padres y un entorno familiar estable suelen presentar menos
problemas emocionales y más habilidades sociales aún que los hiporreactivos. Gozan de un
gran éxito en las cosas que les importan.

MÁS ALLÁ DEL TEMPERAMENTO La función del libre albedrío (y el secreto del arte
de hablar en público siendo introvertido)

También podría gustarte