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La comprensión de la música (…) equivale a la capacidad de percibir los nexos musicales (…) Esto

es lo que significa el concepto de audición estructural.

La audición atomista, que se pierde endeble, pasivamente en el encanto del instante, en el sonido
individual agradable, en la melodía fácil de comprender y retener, es preartística.

[Pero]

(…) el todo es algo en devenir, nada abstractamente pensado de antemano, nada rutinario, que
cupiera colmar meramente con las partes.

[Por eso]

Aprehender música adecuadamente exige oír lo que aquí y ahora aparece en relación con lo previo
y, anticipadamente, con lo posterior. Con lo cual el instante del puro presente, el aquí y ahora,
siempre conserva una cierta inmediatez sin la cual la relación con el todo, con lo mediado, se
produciría tan poco como a la inversa.

[Situación histórica]

Para poder hacer frente a la música de entretenimiento inculcada por la industria cultural y
sonoramente aclamada por complacidos teenagers, la educación musical se ha visto obligada a
resaltar unilateralmente la audición del todo, a costa de la articulación de los detalles. (…) Hoy en
día sin embargo, a la vista del ideal neoclasicista e historicista de la objetividad (…) la situación ha
dado un vuelco. La mirada al todo se ha vuelto unilateral y amenaza con dejar que se atrofien los
momentos individuales sin los cuales, no obstante, ningún todo musical vive. (…) Hoy en día (…)
parece urgentísimo posar con insistencia la mirada sobre lo musicalmente individual, como
complemento de la audición estructural y como concreción de ésta.

El giro lo exige el contenido de verdad del movimiento histórico…

[Implicación extraestética de una audición correcta]

De una audición correcta de la música forma parte la conciencia espontánea de la no-identidad del
todo y las partes tanto como la síntesis que los une
La conexión del sentido, el impulso hacia la configuración, no aparece como un anhelo ineludible
por lo eterno, por lo metafísicamente estructural, en una lectura materialista dialéctica de la
historia. Lo que compartiría toda la música, bajo el nombre de lo subcutáneo, sería en definitiva la
conexión de los momentos históricos entre sí, la inmanencia material que los atraviesa. Ella señala
nuevamente un más acá de la materia desplegada, es decir, su identidad en la no-identidad. De allí
que incluso la pérdida del sentido metafísico que la modernidad diagnosticó en los diversos
ámbitos humanos no sea sino un momento del despliegue de la historia. La historia contiene en sí
incluso los momentos de quiebre, de saltos, que impiden su cerrazón total, el retorno de lo
siempre igual y la impulsan en sí, fuera de sí.

El concepto de materia entendido dialécticamente exige pensarlo como historia desplegada. Esto
significa a su vez el reconocimiento de las unidades cerradas históricamente y su negación
determinada históricamente. De allí que la imbricación entre la necesidad y la espontaneidad en el
arte y en la praxis humana en general deba elucidarse en cada momento: la dialéctica histórica se
exige a sí misma corrección dialéctica.

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