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Ensayo N° 2, correspondiente a la Unidad IV

Universidad nacional del litoral (UNL)

Facultad de humanidades y ciencias (FHUC)

Cátedra: Filosofía Política y Social

Docentes: Dr. Jorge R. De Miguel

Lic. Julio Sales

Alumno: Facundo Fernandez


Continuidad bélica
(Esbozo de una interpretación del proceso por el cual el Estado “asegura la paz entre sus
habitantes”, entendido como diferente al planteado por Hobbes en El Leviatán1).

Responsabilizándome de los anacronismos que supone someter una obra de hace cuatro siglos a
una óptica actual, determinada acaso por los desarrollos teóricos y los acontecimientos sociales que
median entre la Inglaterra de 1651 y la Argentina de 2021, emplearé un análisis, por fuerza escueto, de
las maneras actuales en que el Estado cumple el fin que Hobbes le asignara como razón de existir.

En primer lugar, Hobbes le asigna ciertas características a la naturaleza humana pura, esto es, previo a
la vida en sociedad velada por una fuerza coaccionante que fundamenta la transferencia de cierto
derecho de parte de los hombres hacia este poder mayor en pos de que asegure la vida en sociedad, es
decir, que vele por la seguridad de sus vidas y propiedades particulares dentro de un conjunto
armónico y pacífico, en la medida de lo posible.

Resta aclarar que, este estado de naturaleza donde cabe la caracterización del ‘hombre natural’ dada
por Hobbes, constituye una hipótesis que sirve de piedra de toque para la fundamentación del Estado,
más no es un hecho empírico justificado.

Los hombres, en estado de naturaleza, estarían librados y obligados a una guerra de todos contra todos
en pos de la supervivencia. Esta discordia es efecto de una causa tripartita: competencia, por la
consecución de fines que al resultar aspiración de más de un individuo suponen contienda;
desconfianza, al saberse amenazado por la inherente intención de otros de arrebatarle lo propio; gloria,
al estar rodeado de pares y pretender resaltar del conjunto en pos de una sumisión tal que asegure su
supervivencia y/o admiración/reproducción.

El filósofo británico arguye que en un momento dado, en virtud de la segunda ley de naturaleza2 que
al hablar de “derecho de todas las cosas” refiere al derecho de naturaleza, que consiste en la libertad
que cada hombre tiene de usar su propio poder como quiera para la conservación de su propia
naturaleza, los hombres renunciarían conjuntamente a este derecho (conservando, por cláusula, cierta
parte de este que le permita usar su poder al abogar por su supervivencia en situaciones límites) en
favor de la instauración, por medio de este contrato, de un poder mayor que asegure a esta sociedad
naciente “[…] defenderlos contra la invasión de los extranjeros y contra las injurias ajenas,
asegurándoles de tal suerte que por su propia actividad y por los frutos de la tierra pueden nutrirse por
sí mismos y vivir satisfechos […]” 3, esto es, “[…] conferir todo su poder y fortaleza a un hombre o a
una asamblea de hombres, todos los cuales, por pluralidad de votos, puedan reducir sus voluntades a
una voluntad”4; en suma, el fin de la instauración de un Estado es acabar con la inseguridad que
supone la bellum omnium contra omnes.

Ahora bien, no podemos negar que, de alguna manera la institución del Estado, de haberse dado así,
constituyó el fin de un estado de guerra generalizado tal como es caracterizado en la idea de estado de
naturaleza mentada por Hobbes. Sin embargo sí, esta pacificación que tiene como fin el Estado, se dio
en aquellos términos alguna vez, no guarda el mismo modus operandi hoy en día.

La actualidad de este mundo globalizado, de economía capitalista, constituye una guerra constante,
maquillada o disfrazada con los discursos más artificiosos y meritocráticos del mercado.

Si la naturaleza del hombre coincide con la que Hobbes le atribuyese y fuese esta personalidad
prepotente del ser humano la que constituyese la causa tripartita de la contienda universal del género,
cabría pensar que aquella renuncia del derecho significó, y significa hoy, la represión en el hombre de
instintos primigenios. Por lo cual, podríamos entender la resolución de los Estados actuales como un
intento de generar las condiciones necesarias para una continuidad bélica, velada por todo un teatro de
vida moderna, que permita cierta liberación de esa energía instintiva contenida en el hombre, en una
suerte de sublimación que evite la rápida vuelta cruda de lo reprimido.

Presentar el argumento que merece esta aseveración requeriría una extensión mayor, pero creo poder
resumir la idea central en el siguiente paralelismo:

La guerra de todos contra todos, en el estado de naturaleza hobbesiano, estaba dada por competencias,
desconfianzas y aspiraciones a la gloria propias de una instancia de supervivencia. Ante la falta de
empatía, la precarización de la vida (dirigida principalmente hacia los sectores subalternados), la
inercia de superar a los pares, el creciente número de las “fuerzas de seguridad”, el aval dado por
cierta parte de la sociedad a la aniquilación de los “inadaptados” a su idea, el ruego de algunos por la
vuelta de regímenes nefastos, la necesidad instalada de generar la mayor cantidad de dinero en pos de
una mejor y más segura vida que conlleva disputarse los mejores puestos de trabajo en una lógica que
no contempla las desigualdades y premia el mérito, entendido como la consecución de fines mediada
por “esfuerzos” que requieren ciertas condiciones materiales para emprenderse, pienso que si esto no
constituye un clima de guerra con diferente forma pero igual sustancia que aquél planteado por
Hobbes, entonces debería replantear mis conceptos.
Notas:

1) HOBBES, Thomas, Leviatan. O la materia, forma y poder de una República eclesiástica y civil,
1651.

2) “[…] que uno acceda, si los demás consienten también, y mientras se considere necesario para la
paz y defensa de sí mismo, a renunciar este derecho a todas las cosas y a satisfacerse con la misma
libertad, frente a los demás hombres, que les sea concedida a los demás con respecto a él mismo”.
(Hobbes, Leviatán. pág. 107)

3) Hobbes, Leviatán. pág. 140.

4) Ibídem.

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