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Brenda Lara Markus

Análisis: Fides et Ratio

Quiero comenzar con una observación acerca del recorrido histórico que su Santidad Juan
Pablo II realiza en su encíclica. Dentro de su exposición de la transformación de la filosofía
y el trabajo que los Padres de la Iglesia realizaron brillantemente durante un largo tiempo,
se habla de la desafortunada interrupción que ocurrió en la Baja Edad Media y abarcó la
Modernidad. Expone que esta fusión y el desarrollo de un acoplamiento entre teología y
filosofía fue severamente dañada por el positivismo y todas las corrientes que llevaron al
ateísmo, nihilismo, existencialismo, etc. Sin embargo, no ha mencionado el período de la
Inquisición que, seguramente, tuvo un fuerte impacto en el tema. Desde mi perspectiva, me
hizo falta esa etapa en esta Encíclica y no desde las culpas o las razones, sino justamente
desde el análisis filosófico, pues probablemente en ello hubo mucha influencia en los
pensadores posteriores para demeritar el pensamiento filosófico e instrumentalizar la
filosofía.

Ahora quiero partir desde esta frase específica del Papa Juan Palo II en esta carta, Fides et
Ratio:

“Si insisto tanto en el elemento metafísico es porque estoy convencido de que es el camino
obligado para superar la situación de crisis que afecta hoy a grandes sectores de la
filosofía y para corregir así algunos comportamientos erróneos difundidos en nuestra
sociedad.”

Una frase puntual y muy importante, pero sobre todo con preeminencia en la
posmodernidad. Aunque hablando de posmodernidad no incluyo a países como el nuestro
que, posiblemente, no hemos terminado de asimilar la modernidad o tal vez aún
conservemos rasgos de la Edad Media en muchas formas de ser y pensar y que
lamentablemente hemos sido alcanzados por un desarrollo tecnológico irresponsable en las
redes sociales, en el que las sociedades sufren carencia en cuestión de formación humana,
que desemboca en una avalancha de corrientes de pensamiento desordenadas y hasta sin
fundamento, sin sentido, solamente desplegada en meras frases en los llamados “memes”
que nada de valor pueden tener y que, sobre todo, desvalorizan por completo tanto la fe
como la razón. En la actualidad sufrimos, lo que llamo “la crisis del copy/paste” en la que
la palaba metafísica, ni remotamente aparece.

Es por ello que, aún sin haber leído esta encíclica, que me ha enriquecido, había
argumentado en trabajos anteriores de educación, que es justamente el pensamiento
metafísico y ontológico el que es absolutamente necesario para re-pensarnos como seres
humanos, re- encontrarnos con lo necesario para solidificar un verdadero pensamiento en la
búsqueda de la verdad. Este enfoque desde la educación debería ser utilizado en la
educación en general, no solamente en la formación eclesiástica. Pero lamentablemente
para lograrlo, es necesario un cambio demasiado profundo y posiblemente primero sea
necesario hacer entender esta necesidad desde los países del primero mundo, pues en los
nuestros somos solamente producto de las olas o modas, en cualquiera de los ámbitos que
podamos señalar y la educación no es la excepción.

La metafísica, como guía primordial del pensamiento, como bien lo dice esta carta, es el
primer encuentro con Dios y la primera guía hacia La Palabra. De hecho, una de las
transformaciones con mayor impacto desde la metafísica sería efectiva desde la educación
pre escolar, y con ello se obtendría cambios visibles de manera más rápida entre las nuevas
generaciones que, lamentablemente, desde la primaria, se ven influenciadas por el
desmedido uso de la tecnología que, aunque empieza a ser parte de nuestra metafísica
actual, no lleva bases racionales claras o, como Heidegger le llamó, no lleva una
“capacidad óntica” en su uso.

Ahora, volviendo al tema de la Carta Apostólica, es posible que hasta ahora vayamos
viendo un poco más de pensamiento tomista, al menos en homilías, porque al parecer ha
habido resistencia para ser acatado, como es también mencionado. Santo Tomás continúa
siendo el mejor referente de esta adecuada forma de acoplar la fe con la razón. No es fácil
esta apropiación para quienes le estudian, por lo que es menos fácil para sociedades
analfabetas, como les llamó Paulo Freire a las sociedades que leer, pero no comprenden. Es
por eso que menciono lo de las generaciones que recién comienzan a formarse, aunque he
de aclarar también que, para ello, es necesaria una formación docente que no ha sido
efectiva para estos niveles aún. Es poco el avance que se ha realizado a nivel
latinoamericano en la docencia pre- escolar en filosofía, no digamos en metafísica.

En cuanto a la cultura, es otro elemento con gran importancia para lograr esta
racionalización de la fe, aunque el proceso es bastante lento, pues existe un “choque de
culturas” y una visión posmoderna de Dios y la religión con influencia nietzcheniana que
ha captado la atención de quienes pretenden iniciar el estudio de fe y razón. Pero también
es importante desde la religiosidad popular que cada vez es más orientada desde la razón,
aunque raya en el escepticismo, pero es más equilibrada, aunque falta el pensamiento en fe,
podría decirse que va más en la duda, pero es un avance.

Otro de los aspectos importantes mencionados es que nada escapa a esta búsqueda de la
verdad, pues la misma Historia es testigo de eso y auxiliar. La Historia de la Humanidad es
la historia de la misma fe, es un caminar en esa misma búsqueda que abarca desde la
metafísica hasta la misma ciencia que, con todo y sus errores, sigue teniendo esencia
metafísica, sigue siendo una fusión que se reconoce limitada al momento de no dar
explicaciones a lo que la experimentación y la razón ya no alcanzan. Este avance científico,
en los últimos años, ha sido mucho más flexible y más apegado a esa única verdad en
cuando reconoce nunca tener la capacidad de alcanzarla, es reduccionismo puro y
éticamente un desafío humano. Justamente hoy vivimos esas consecuencias de la carencia
total de ética en el avance científico, pero que hace más visible aún esa falta del
pensamiento, pero sobre todo del pensamiento metafísico en toda actividad humana para un
empuja a alcanzar la verdad única que es el Creador y el Hacedor de todo cuanto existe, aún
cuando sea material, por medio de la inspiración del Espíritu Santo.

En sus conclusiones, el Papa Juan Pablo II, resalta la complementación inevitable entre
filosofía y fe, una son la otra haría caer en terribles vicios al ser humano, terribles
equívocos que en nada han dado avance en ningún ámbito en lo que hemos observado de la
historia.
Señala también todas esas consecuencias que se han vivido desde las visiones extremistas
de la negación o el detrimento de la una o la otra. Mencionando que desde la filosofía se
puede iniciar el diálogo con quienes no logran compatibilidad con la feo la razón, o no han
alcanzado el placer de la búsqueda de la verdad desde todos los puntos, cayendo en el
negacionismo y hasta en el fanatismo o fundamentalismo.

Pero no puedo dejar de lado el llamado que se realiza al análisis de la Palabra desde la
razón y desde la fe, formas que consigan lograr mejores interpretaciones que se actualicen y
logran también abarcar a más seres humanos que tienen sed en esta búsqueda y que se
rehúsan a estas “mezclas” que se reflejan también en la cultura, pero que, en tiempos de
migración y transculturación, se van cambiando y logrando aceptaciones y diálogos de
mayor relevancia.

Los misterios de la fe van teniendo entonces poco a poco un mayor ámbito para su
comprensión racional o al menos la búsqueda, en las mentalidades actuales, la multiplicidad
de enfoques y posturas más realistas o allegadas a la Verdad.

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