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El coa, lenguaje del delito

Dequirusa, loco. Que viene la zapatilla entera cargada de tombos”. Es posible que usted
poco o nada entienda, pero para un delincuente está clarito lo que quiere decir: “Cuidado
compañero. Viene el furgón de carabineros cargado de pacos”.

Tal vez a usted le sean más familiares palabras como “condorearse” (cometer un error);
“no estar ni ahí” (ser indiferente); “mina” (mujer de atributos agradables); o “flaite” (delincuente
de poca monta o persona ordinaria).

El común denominador de estas palabras es que todas pertenecen al coa, el lenguaje del
delito, el santo y seña de los delincuentes. Se trata de una jerga, una extensión de la lengua madre
que vive en ella como un parásito y que es creada por grupos o agrupaciones de personas que
tienen hábitos y propósitos comunes. En forma natural estas agrupaciones tienden a crear un
argot o jerga que los distinga y que vincule a sus miembros, protegiéndolos del resto de la
sociedad. Por lo tanto, la jerga es un lenguaje técnico-profesional, usado por los miembros de un
grupo ya sean médicos, abogados, militares o como en el caso del coa, delincuentes.

Esta jerga es tan antigua como la delincuencia misma. El origen de la palabra coa está en el
término gitano español coba, cuyo significado es embuste o adulación y tendría su origen en el
caló, jerga que los gitanos utilizaban en España. Pero otros dicen que viene de una jerga delictual
española del siglo XV, y sería una deformación de “boca”. Como sea, la palabra coba llegó a ser
coa, cuya definición contemporánea podría ser “el lenguaje que intenta ser creíble”.

Debido a las características de su origen, el coa se basa en las imágenes, sentimientos y


vivencias de una mente criminal, ya sea que se encuentre gozando de libertad, purgando condena
en una cárcel o en una esquina urdiendo su siguiente golpe. El coa encuentra su inspiración en el
dinero, el robar, matar o pelear; en la vida en prisión y las armas; en funciones como comer, beber
y drogarse. Sorprende también la cantidad de expresiones o palabras del coa que hacen alusión al
sexo y los órganos genitales femeninos. Esto se explica por la abstinencia sexual prolongada a que
están sometidos quienes cumplen presidio.

anterior sucede en todas las jergas delictivas: el caliche en México, la giria en Brasil, la
replana en Perú, el lunfardo en Argentina, el argot en Francia y el slang en Estados Unidos, por
nombrar algunos. Según el profesor de gramática y lingüística española de la Universidad de Chile,
miembro de la Real Academia Española (RAE) y de la Academia Chilena de la Lengua, Ambrosio
Rabanales, todas las jergas se llaman criminolalias. “En Hispanoamérica la mayoría de las
criminolalias tienen su origen en España, al igual que nuestra lengua, pero enriquecidas o
aumentadas por otras influencias”.

El profesor Rabanales explica que toda manera de hablar depende de las personas,
considerando sus aspectos culturales, psíquicos y hasta físicos. Por lo tanto, toda lengua traduce
una manera de ser y de sentir. “Obviamente si uno quiere conocer a los delincuentes, una manera
es estudiando su jerga. Por eso los policías, gendarmes y hasta sicólogos deben manejar el coa”.
Para Rabanales, en tanto lingüista, el coa no es ni bueno ni malo, sino una jerga que cumple sus
objetivos para sus usuarios -los delincuentes-. Como tal es un objeto de estudio, “que en general
presenta los mismos fenómenos que el habla culta, como que se acorten algunas palabras, otras
se alargan o suavizan su significado, o lo cambian totalmente, o agregan más significados”.

De todas formas, Rabanales no considera al coa una jerga muy creativa, porque se
alimenta básicamente de la lengua local. Tampoco considera que esta jerga enriquezca el
lenguaje, “porque para casi todos los términos del coa, existe en español un equivalente culto”.
Rabanales considera que puede haber un aporte en cuanto a que algunas palabras del coa son
muy sintéticas: “Enriquecen, en el sentido que por ejemplo la palabra ‘cafiche’ es mucho más
corta que decir explotador de mujeres. ‘Mina’ es más corta que decir mujer objeto de
explotación”. Una técnica novedosa en esta jerga es lo que los delincuentes llaman “hablar al
vesre”. El ejemplo más masificado es la frase “broca cochi” (cabro chico). “El vesrrismo consiste en
invertir o modificar el orden de las sílabas con el objetivo de que no se entienda”, explica el
profesor Ambrosio Rabanales.

TODOS HABLAMOS COA

Pero más allá de si el coa aporta o no al lenguaje, es un hecho que a menudo decimos
palabras que jamás se encontrarían en el diccionario de la Real Academia, pero que entendemos
perfectamente, como “luca” (billete de mil pesos); “copete” (cualquier tipo de bebida alcohólica) o
“cuico” (persona de apariencia acomodada y modales afectados).

El profesor Rabanales sostiene algunas hipótesis sobre la masificación de estos términos.


Por ejemplo, que en las poblaciones hay mucho contacto entre los jóvenes y los delincuentes.
“Entonces, el coa recibe influencia de la jerga de los jóvenes, y la jerga de los jóvenes tiene
influencia del coa. Así se van retroalimentando de palabras que se pueden hacer masivas”. Agrega
que también hay muchos jóvenes drogadictos, y la drogadicción está íntimamente ligada con la
delincuencia y su lenguaje.

Rabanales explica una curiosidad. El nombre científico de la marihuana, canabbis sativa,


significa cáñamo sembrable, y es pariente de otro cáñamo más alucinógeno que es el canabbis
indiga, o cáñamo de la India, conocido comúnmente como hachís. Y la palabra hachís dio origen a
“ashachino”, luego derivó a “aschechino” y después, a “asesino”.

Otra fuente de divulgación son los medios de comunicación. Los periodistas, escritores,
locutores y animadores de TV son modelos, en cuanto al habla, para las personas comunes y
corrientes, argumenta Rabanales. “Sucede que si un señor en la televisión dice, por ejemplo,
‘mina’, luego todo el mundo empieza a repetir la palabra, porque para la gente de poca cultura si
algo sale en la televisión, está bien y es importante”.

En todo caso, Rabanales en su calidad de miembro de la RAE y de la Academia Chilena de


la Lengua, señala que para la Asociación de Academias de la Lengua Española la posición frente a
las jergas como el coa, es muy práctica. “En la medida que una palabra del coa u otra jerga se use
mucho, puede terminar incorporándose al diccionario de la Academia. Y la RAE, no señala si son
palabras correctas o incorrectas, a lo más da un juicio de valor”. Y aunque el profesor no recuerde
específicamente algún término, señala que “estoy seguro que existe más de alguna palabra que se
originó en el coa y que finalmente fue aceptada en el diccionario de la RAE”.

HERENCIA DE LA DICTADURA

Para Ricardo Candia, asesor de la presidencia del Colegio de Profesores de Chile y autor de
los diccionarios El coa, o el arte del chamullo y la movida (1998) y El coa y el lenguaje de la calle
(2006), esta jerga está llena de riqueza y creatividad. Su primer diccionario es exclusivamente del
coa y reúne alrededor de tres mil voces. En el segundo hay una mezcla del coa, la jerga juvenil y el
lenguaje de la calle. Esto, según el autor, porque hace treinta años el coa era una jerga estricta y
excluyentemente de los delincuentes. “Pero actualmente está invadiendo a otras jergas como la
juvenil. Por lo tanto, se hace muy difícil diferenciar entre lo que es realmente coa y lo que no”.

Lo anterior, explica Candia, se debe a que el lenguaje está constantemente cambiando y


en el caso del coa, en la medida que se va masificando va adquiriendo distintos sentidos. En
muchos casos va suavizando sus significados, ya que no los está usando el dueño original -que son
los delincuentes-, sino cualquier persona. “Ahora uno puede escuchar a cualquier funcionario
decir públicamente: ‘En esta repartición nos piteamos un condoro’. Pero eso, antes que fuera
masivo, era un término muy duro. ‘Condorearse’ en la cárcel era algo muy grave. Se corría peligro
incluso de la propia vida”.

Ricardo Candia sabe lo que dice por propia experiencia. En 1986 estuvo preso durante tres
meses, cuando era secretario de las Juventudes Comunistas de Temuco. Irónicamente cayó en las
manos de la CNI “porque iba pasando”, como se dice en el coa. “Estábamos en estado de sitio,
porque había ocurrido el atentado a Pinochet, y yo vine a Santiago arrancando de Temuco, porque
habían caído unos compañeros”. Candia fue a un taller donde imprimían El Siglo y El Rodriguista.
Golpearon la puerta, fueron encañonados y junto a otros compañeros fue detenido por la CNI por
supuesta tenencia de explosivos. Entonces vino la tortura y la cárcel.

A pesar de todo, para Candia fue un presidio fecundo. Al llegar a la cárcel un grupo de
presos políticos le enseñó lo que primero tenía que aprender: el coa. Luego se fue haciendo amigo
de los presos comunes. La amistad se profundizó con un asaltante respetado y de mucha
experiencia. “Era un choro ‘bakán’, de pistola en mano. Se juntaba con puros choros ‘parados’ y
vivos, como él”. Este choro invitaba todas las tardes a Candia a compartir un tecito en su celda,
junto a los demás choros. Entonces se fue adentrando en el coa. “Encontré interesante como
hablaban. Así que preguntaba el significado de las palabras y mientras me explicaban, yo
anotaba”. Hasta que llegó un momento en que Candia había reunido alrededor de cuatro mil
términos que se transformaron en la base para su primer diccionario.

Ricardo Candia dice que como él, fueron miles los que pasaron por la cárcel en la dictadura
y aprendieron esta jerga. “Durante los 17 años de dictadura alrededor de 300 mil personas que no
eran delincuentes tuvieron que pasar por la cárcel: políticos, artistas, intelectuales, gente de todo
tipo que al obtener la libertad disemina esta jerga”. Otro punto que destaca es lo que llama “el
intelectual de la delincuencia”, aquel que crea nuevos términos y que cuando se masifican y ya no
le sirven para ocultar sus acciones, crea un sinónimo. “Me sorprendió lo brillante que puede ser un
delincuente. Son personas con una gran capacidad creativa para inventar su lenguaje”.

Candia señala que en la práctica el coa tiene tres funciones. La primera, es que permite a
los delincuentes disfrazar sus comunicaciones, “porque en plena calle un delincuente no le puede
decir a su compañero: ‘Robémosle a la señora que va ahí”. Tiene que decir: ‘Timbra a la juata’”,
explica Candia. La segunda función es que entre los delincuentes el mejor uso del coa proporciona
estatus. “Los más inteligentes, avezados y con experiencia, son los que dominan mejor el coa”. La
tercera función es que el coa entrega identidad. Les permite reconocerse como delincuentes: “Si
se encuentra un ladrón de Arica con otro de Punta Arenas, al usar el coa saben que se dedican a lo
mismo”.

El problema para los delincuentes, explica Ricardo Candia, es que cuando un término del
coa se hace masivo, deja de cumplir las funciones para las que fue creado. Por ese motivo el
mundo del hampa está creando constantemente nuevas palabras. “El coa es un lenguaje muy
fructífero, crea más palabras que la tecnología, la matemática o la filosofía”, destaca Candia.
Agrega que tras cada palabra existe un sutil y sarcástico esfuerzo por crear una expresión diferente
e indescifrable, que valga la pena las horas de encierro. “Estas palabras, mal vistas por muchos,
son quizás lo más chileno que nos va quedando en estos tiempos confusos y globales”.

Como señala Ricardo Candia, el autor de dos diccionarios del coa, son muchos los términos
de esta jerga delictual que han pasado a ser de “uso público”. Pero lo difícil de precisar es cómo se
originaron y cuál era su significado original.

Lo más seguro es que ninguna mujer se sienta ofendida si la llaman “mina”, a pesar que
originalmente designaba a una prostituta. Candia explica que esta palabra surge entre los
delincuentes en la España del siglo XVI. Su significado se relacionaba con las minas de oro, cuyo
símil para los maleantes era “una mujer prostituta explotada para que rindiera dinero al cafiche”.

Y aunque muchas personas atribuyan la célebre frase “no estar ni ahí” al ex tenista
Marcelo “Chino” Ríos, están en un error. Originalmente tenía un sentido mucho más funcional,
explica Candia: cuando un delincuente era llevado al tribunal y era interrogado por el juez,
señalaba que era imposible que hubiese cometido el delito porque simplemente “no estaba ni
ahí”, no podía haber sido él porque ni siquiera se encontraba en el lugar de los hechos. “Negar los
delitos es una conducta típica de los delincuentes. Ellos saben que así sólo hay presunción de
culpabilidad y por lo tanto, es más difícil que los condenen”, explica Candia.

Otra palabra que ha ido cambiando su significado original es “flaite”. Actualmente designa
a un delincuente de poca monta, o a una persona atorrante u ordinaria. Pero en su origen, en el
lunfardo argentino, denominaba a un delincuente de alto nivel. Lo anterior porque en aquella
época para viajar a Europa había dos medios, en barco, que demoraba varios días o en avión, más
rápido y cómodo y por ende más caro. Explica Candia: “Los delincuentes de más dinero y poder
podían volar, o en inglés to fly, que quedó en flaite”.

Hay una palabra del coa de la cual Ricardo Candia asegura haber sido testigo de su
creación: “condoro”. Su significado para cualquier chileno es cometer un error. Candia recuerda
que cuando estaba en la cárcel una de las pocas revistas que ingresaban al penal era Condorito.
“Entonces el reo tomaba la revista, se la ponía bajo el brazo y mientras se dirigía al baño decía:
‘Voy a ir a pitearme este Condorito‘. En otras palabras, mientras defecaba, se ‘pitearía’ o leería la
revista. Entonces, quedó como sinónimo de Condorito el acto de cagar, y cagarla siempre ha
significado echar a perder algo o cometer un error”.

Candia destaca que el reo al que se le ocurrió esa asociación es “un intelectual de la
delincuencia”, y agrega que como el coa siempre busca sintetizar el lenguaje, al poco tiempo ya no
era “pitearse un Condorito” sino simplemente “condoro” o “condorearse”. “Pasó a ser un verbo y
yo creo que como se ha vuelto masivo, en pocos años más va estar en el diccionario de la Real
Academia Española”

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