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Si logras cambiar lo que crees, ¡puedes cambiar tu vida! He conocido muchas personas
maravillosas que siguen luchando para controlar su temperamento y sus acciones. No
importa cuánto lo intenten o cuánto esfuerzo, tiempo y recursos inviertan en su lucha;
terminan como un boxeador derrotado, en su esquina con el cuerpo vencido, la moral
destrozada y con la confianza hecha añicos —atrapados una vez más en la culpa, en el
temor y en las adicciones que se niegan a irse—.
Luego, la campana suena anunciando el siguiente asalto. La pelea continúa, y lanzan todo
lo que tienen contra su adversario —izquierda, derecha, izquierda, derecha—. Cuando
parece que están progresando, el oponente comienza a dirigir golpes a la cabeza, y cada
uno viene cargado con una acusación venenosa y condenatoria:
¿Quién te crees que eres? ¿Ya te olvidaste de todos los errores que has cometido?
Las cosas nunca mejorarán. Deberías aceptar que simplemente es así. No funcionará, ¡otra
vez vas a fracasar!
Nadie te ama. Estás completamente solo.
He visto al adversario utilizar esas tácticas engañosas una y otra vez. He visto a muchas
personas intentando salir de la sombra de su pasado o luchando para liberarse de sus
adicciones; y al final, terminan rindiéndose a esas mentiras acerca de sí mismos, de su
identidad, y de su destino. Ése es el poder de creer en forma incorrecta.
El creer incorrectamente encierra a las personas en una celda. No tienen grilletes visibles,
pero sin embargo, al creer en lo incorrecto, hace que se comporten como si estuvieran en
una cárcel de máxima seguridad. Y cada día, se dirigen de manera inevitable a sus frías y
húmedas celdas de adicciones. Se dejan guiar a los calabozos de comportamientos
destructivos. Se han convencido a sí mismas de no soñar jamás con un lugar mejor,
creyendo que no tienen elección más que vivir en desesperación, en frustración y en
derrota.
Creer en lo correcto, por el contrario, es la luz que ilumina la senda a la libertad fuera de esa
prisión.
Amigo, Dios desea derramar un rayo de luz en tu camino, ahora mismo. Cualquier cosa con
la que estés luchando hoy, sin importar cuán insuperables parezcan tus retos, comenzarán
a cambiar para bien cuando comiences a creer en lo correcto.
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Esas victorias por las que has estado luchando por años, pueden ocurrir en un instante
sobrenatural. Lo sé porque he aconsejado y orado por muchas personas que me han
contado que al involucrar a Jesús en su situación, triunfaron sobre años de adicciones —al
cigarrillo, al alcohol y demás adicciones—. Se levantaron una mañana, y el deseo por
continuar con esos malos hábitos ¡simplemente ya no estaba!
Seamos sinceros, en cierta medida todos creemos de forma incorrecta en algún área de
nuestras vidas. Si no me crees, hazte la siguiente pregunta: “¿Cuán frecuentemente me
siento ansioso, preocupado o con miedo de que algo malo me suceda, o a mis seres
queridos?”. Amigo, estas emociones negativas que nos agotan, sólo son indicadores de lo
que realmente creemos de nosotros mismos, de nuestras vidas y de Dios.
De una forma u otra, todos tenemos creencias equivocadas en nuestro corazón, las cuales
deben ser expuestas a la verdad de la Palabra de Dios. Por esa razón necesitamos al
Salvador. Nuestras creencias incorrectas sólo podrán desarraigarse al ser expuestas ante
Su gracia, y a la verdad de Su Palabra.
Es importante que notemos que Jesús le dijo ésto a los judíos de Su época. Gente que
desde pequeños estudiaban y aprendían la ley. Sin embargo, al igual que nosotros en la
actualidad, ellos todavía luchaban con temores, ansiedades, enfermedades y toda clase de
opresión, ataduras y adicciones.
¿Cuál era la verdad a la que Jesús se refería, que al escucharla, haría libres a las personas
de todo lo que fuera destructivo? Ciertamente no podía ser la ley porque estas personas
eran expertos de la ley. Ya obedecían la ley de la mejor forma que podían; y sin embargo,
no encontraban libertad en ella. Amigo, La libertad sólo puede hallarse en Su gracia.
Cuando crees de manera correcta en Su gracia y en Su amor hacía ti, los grilletes del temor,
la culpa y las adicciones se caerán.
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En los manuscritos griegos originales, la gracia y la verdad son consideradas como una sola
palabra, porque el verbo “vinieron” figura en forma singular (vino). La gracia y la verdad son
una misma cosa. La gracia es la verdad que tiene el poder para librarte del temor, de la
culpa y de toda adicción: «y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Juan 8:32,
RVC). La verdad de la gracia, y no la verdad de la ley, es la que trae verdadera libertad a tu
vida. La verdad de la ley sólo te ata. De hecho, la esclavitud de la religión es una de las
ataduras más devastadoras que puede agobiar a una persona. Ésta mantiene a las
personas en estado constante de temor, culpa y ansiedad.La buena noticia es que la gracia
vino para librarte de la maldición de la ley. La gracia no es una doctrina o una materia
teológica. Cuando Jesús habló de la gracia, se refería a Sí mismo. La gracia es una
persona. Es Jesús mismo. «La ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad
vinieron por medio de Jesucristo.» (Juan 1:17, RVC). Su gracia es la verdad que tiene el
poder de abrir los cerrojos de tu prisión. ¡Su gracia es el antídoto para contrarrestar
cualquier veneno en tu mente! Cuando tú experimentas el amor de Jesús, y Su dulce amor
y Su tierna misericordia, cada creencia incorrecta comienza a disolverse ante la gloria de Su
amor.
He sido testigo de esa verdad una y otra vez, pues adondequiera que voy, proclamo sin
tapujos el evangelio no adulterado de la gracia, y el inagotable amor de nuestro Señor
Jesús. Cuando una persona empieza a recalibrar lo que cree, a fin de recibir con alegría el
generoso, el excesivo y el sobreabundante amor de Dios, la mentalidad destructiva —las
fortalezas— comenzará a derrumbarse. Y en un instante sobrenatural, dicha persona
quedará libre de hábitos destructivos, de temores y de ataduras. Su gracia no la puedes
percibir de manera lógica, ¡sino por medio de tu corazón!
Había sido una ejecutiva de mucho éxito, pero el estrés del trabajo y el esfuerzo de
mantener su nivel y su imagen la llevaron a consumir, al menos, un litro de alcohol al día,
como medio de escape. Con el paso del tiempo, mantenerse al día con las altas demandas
de su carrera se convirtió en una lucha constante. A causa de la presión de mantener
intacta su apariencia de éxito, cayó en una profunda depresión.
Una cosa llevó a la otra y pronto Kate pasó de ser una adicta al alcohol, a ser dependiente
de una mezcla de fuertes antidepresivos, tranquilizantes, pastillas para el tratamiento de la
hipertensión y píldoras para dormir. Ella me comentó que intentó de todo para dejar la
bebida. Hizo citas con psiquiatras y psicólogos, e incluso asistió fielmente a grupos de
ayuda para alcohólicos. A lo largo de sus interminables citas y reuniones, experimentó algo
a lo que ella llama: “lapsos cortos de sobriedad”; pero sólo le duraban algunos días, cuando
le iba bien.
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Un día, el esposo de Kate decidió invitarla de vacaciones. Esto la llenó aun más de
ansiedad, pues no sabía cómo iba a “saciar” su deseo secreto por el alcohol, mientras
viajaba con su esposo. Hasta ese momento, ella había intentado una y otra vez dejar la
bebida, y ya estaba muy familiarizada con los síntomas de abstinencia que la habían
derrotado una y otra vez. Sus manos temblaban y se sacudían tan fuerte que ni siquiera
podía sujetar una cuchara para poder comer. Se sentía débil, y comenzaba a sudar frío,
vomitaba muchas veces y no podía retener ningún tipo de alimento.
Todos esos síntomas desaparecían con una copa o dos, así que se escabullía a comprar
alcohol cuando se suponía que debía estar en el gimnasio, ¡y lo tomaba en secreto cuando
su esposo estaba trabajando!
Ante los ojos de los demás, Kate parecía tenerlo todo. Sin embargo, ella sabía que se
encontraba atrapada en una prisión de alcoholismo y que no hallaba la manera de salir de
su círculo vicioso lleno de fracaso.
Después de varios intentos por vencer su adicción, y sin tener éxito, Kate estuvo a punto de
darse por vencida. Pero Dios tenía otros planes. Él la guió a uno de los líderes de mi iglesia
quien le enseñó a escudriñar la Palabra y a mantenerse orando en el Espíritu. A medida que
escuchaba mis mensajes acerca de la gracia de Dios, Él comenzó a arrancar las creencias
equivocadas que se habían arraigado en su mente y las reemplazó con creencias correctas.
Cuando llegó el tiempo de irse de vacaciones, aún llena de incertidumbre, casi cancela el
viaje a último minuto; pero decidió ir. Le pidió al Señor que la ayudara a mantener su mirada
en Él, en lugar de intentar vencer los síntomas de abstinencia. Estaba determinada a
disfrutar ese tiempo con su esposo y a agradecerle a Jesús por cada bendición, sin importar
que fueran pequeñas.
Kate me contó que durante su viaje, sólo estuvo descansando, orando en él Espíritu, y
escuchando de manera constante mis mensajes en su iPod. Para su asombro, no padeció
ningún síntoma. ¿Y sabes qué? Ya han pasado más de dos años desde ese viaje, ¡y nunca
volvió a tomar una gota de alcohol! ¡Aleluya!
Ella admitió que aunque en ocasiones ha tenido pensamientos de volver a beber, los ha
podido vencer al creer que Dios le ha dado la fuerza para vencer la tentación. Y por Su
gracia, ¡sabe que jamás volverá a tomar una botella!
Admiro a esta joven por tener el valor de compartir su poderoso testimonio conmigo. Oro
para que su testimonio te anime, te inspire y te dé esperanza.
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Cualquiera que sea tu situación, sin importar cuánto tiempo hayas permanecido atado —2
años, 10 años, 30 años—, debes saber esto: Dios puede librarte en un instante
sobrenatural. El que creó el tiempo no está sujeto al tiempo. Jesús fue quien en una fracción
de segundo, transformó el agua en un vino añejo muy fino; y también ¡puede saltar el
proceso natural y acelerar tu liberación de cualquier atadura!
Conozco a muchas personas que durante décadas lucharon contra sus adicciones. Sin
embargo, una vez que tuvieron un encuentro sobrenatural con Jesús, sólo despertaron una
mañana y ya eran libres, sin ninguna necesidad o deseo de volver a comprometer su vida
con su comportamiento negativo. Frank, del estado de Maryland, me escribió para contarme
cómo fue libre de las drogas. Le habían dicho: “Cuando te vuelves adicto, siempre serás un
adicto”. Y lo creyó.
Pero cuando conoció la verdad acerca del amor que transforma vidas, y de la gracia de
Jesús por medio de uno de mis recursos de enseñanzas, ésta destruyó las cadenas que lo
ataban. Y me escribió lo siguiente: «Di un salto de alegría cuando descubrí que sólo debía
¡aceptar la obra de Jesús y Su gracia! Después de treinta años de adicción a las drogas,
pensé que no había esperanza para mí. Pero alabado sea Jesús, ahora soy libre y asisto
con mi esposa a una iglesia donde se predica de la gracia, y ella también fue libre de su
adicción a las drogas».
Jesús tiene la verdad que necesitas y que has estado buscando. Él es el camino, la verdad
y la vida (Juan 14:6). En amor y por voluntad propia, Él entregó Su vida en la Cruz para
liberarte. Todo este artículo trata de esa verdad—transformar lo que crees por medio del
poder de Su sacrificio de amor y de Sus verdades eternas—. Yo me he esforzado para que
tú tengas acceso a estas verdades y las comprendas con claridad. Mientras lees las
palabras, los versículos y las historias de personas reales, quienes han sido liberadas con
sólo creer en estas verdades acerca de Dios y en lo que Él dice de ellos, yo oro para que
tengas un encuentro con la gracia de Dios como nunca antes. Cuando comiences a meditar
en estas verdades, estoy seguro de que empezarás a vivir en libertad antes de lo que te
imaginas. ¡Tu liberación está a tu alcance!