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LA BIBLIA A LA LUZ DE NUESTRA REDENCIÓN

Lección 1

LA RAZÓN DE SER DE LA CREACIÓN

El hombre se halla frente a una creación inexplicable de la cual él mismo forma parte. Tal
creación y las rígidas e inquebrantables leyes que la gobiernan, revelan al hombre que
detrás de ella existe un Maestro Diseñador. Por lo tanto, podemos afirmar que éste
Creador diseñó la creación para que pudiera cumplir cierto propósito o razón de ser. El
propósito de la creación parece ser el de proporcionar un medio ambiente adecuado para
el hombre.
De hecho, si sacamos al hombre de la creación, a pesar de sus recursos y bellezas, ésta no
tendría razón de ser. Ahora bien, si Dios creó el universo como el hogar del hombre, debió
haber tenido alguna razón para ello. El hombre, a lo largo de la historia y por todos los
medios a su alcance, ha buscado en vano esta razón; es decir, la razón misma de su
existencia.
El escepticismo apareció porque el hombre fue incapaz de encontrar el motivo o razón de
ser de la creación. La primera inclinación de la ciencia fue volverse atea y materialista,
dando sólo una explicación mecánica del universo. Hoy, sin embargo, a medida que los
científicos han penetrado cada vez más en los misterios y maravillas de la creación,
muchos de ellos han llegado a percibir a Dios, vislumbrando que tras la creación hay un
Creador inteligente. No obstante, la ciencia ha sido incapaz de encontrar el propósito de la
creación mediante un conocimiento meramente sensorial, es decir, mediante un
conocimiento derivado de los cinco sentidos.
La incapacidad del hombre para conocer a Dios se debe a que Dios es espíritu, y el hombre
no puede comunicarse con Él. Dentro de su propia naturaleza espiritual el hombre es un
extraño para Dios; y cada contacto que tiene con la realidad del universo, lo tiene por
medio de su sistema nervioso central y de sus cinco sentidos.
Por la naturaleza espiritual de Dios, el hombre no ha podido establecer contacto con Él
por medio de sus cinco sentidos (vista, oído, tacto, olfato y gusto). Ha aprendido muchas
cosas sobre la naturaleza física o material, la cual es indiferente y muchas veces cruel
hacia la vida humana; pero ha sido incapaz de encontrar a Dios personalmente, así como
la razón que tuvo para crear al hombre. Con esto nos damos cuenta de que el hombre por
sí mismo no puede encontrar a Dios. Entonces, Él debe revelarse al hombre, y ya lo ha
hecho. Dios ya le ha proporcionado al hombre una revelación de Sí mismo, la cual ha
tenido que colocar al nivel del hombre a fin de que éste pueda alcanzarla. Tal revelación

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es llamada “conocimiento por revelación”. Y nuestros espíritus recreados (regenerados o
renacidos) lo obtienen de la Palabra de Dios.
1 Corintios 2 describe esta revelación y nos da la siguiente explicación: “Porque ¿quién de
los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así
tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios” 1 Corintios 2.11. El
hombre, limitado dentro de su conocimiento sensorial, es incapaz de conocer los
pensamientos íntimos de otro hombre. Hay un velo de carne que no puede penetrar con
el sentido de la vista, del oído, o del tacto. No obstante, por medio de palabras, puede
transmitir sus pensamientos íntimos a otro hombre.
Así, Dios, deseoso de que el hombre lo conociera, redactó Sus pensamientos y propósitos
íntimos, en palabras que el hombre puede ver con sus ojos, oír con sus oídos, o leer o
entender por medio de sus sentidos: “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo,
sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo
cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las
que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual” 1 Corintios 2.12-13.
La Biblia es la revelación de Dios al hombre, y puesto que no tenemos ningún otro
conducto por medio del cual podamos conocer a Dios o entrar en comunicación con Él,
nos volvemos a Su revelación para descubrir lo que Él nos ha dejado dicho con respecto a
la razón que tuvo para crear al hombre y al universo.

I. La Tierra, razón de ser de los cielos

Nuestra tierra es tan pequeña en comparación con el tamaño y vasto número de los
cuerpos celestes, que el estudio de la misma sería totalmente absurdo si no fuera porque
ella es el único planeta conocido donde hay vida humana. Génesis 1 nos revela que la
tierra tiene un lugar sorprendente en los planes y propósitos de Dios.
Génesis 1.14-19 declara que la tierra es la razón de ser de todos los cuerpos celestes que
giran en sus órbitas a través del inmenso espacio. Por otro lado, la ciencia sostiene que no
hay planeta, sol, luna o estrella, en todo el vasto universo, que no ejerza su influencia
sobre la tierra.
El sol se encuentra aproximadamente a noventa y tres millones de millas de distancia de
nosotros; y sin embargo, origina las condiciones climáticas de calor, luz, lluvia y vientos,
que convierten a nuestro planeta en un sitio donde pueden existir la vida humana, la vida
animal y la vida vegetal. La pequeña esfera de la tierra, con su preciosa carga de seres
humanos, gira suavemente alrededor del sol, ampliamente protegida por su transparente
capa atmosférica. Una vez más las Escrituras afirman: “...y sirvan de señales para las
estaciones, para días y años” Génesis 1.14.

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Sabemos que las mareas de los océanos y mares son provocadas por los cuerpos celestes,
y que el calor y el frío; las corrientes de aire y las tempestades, también son el resultado
directo de la influencia planetaria. Pueden predecirse las tempestades en ciertos lugares
del continente, por la posición e influencia de ciertos planetas. Un terremoto puede
predecirse también con muchos años de anticipación porque ciertos planetas enfocarán
su influencia en determinado momento sobre un punto determinado de la superficie de la
tierra, y eso causará un cataclismo.
Sabemos, por otra parte, que las heladas y las ondas cálidas se pueden predecir con
muchos meses de anticipación por el conocimiento seguro de la posición de los planetas.
Por estas deducciones vemos claramente que los planetas han sido colocados en los cielos
para marcarnos las estaciones, para servir de señales y para ser compañeros continuos y
servidores constantes de la tierra.
Los astros son los únicos marcadores perfectos del tiempo terrenal. Ningún reloj fabricado
por el hombre nos puede señalar la hora exacta, pero Aquel que conoce el camino de los
astros sabe que cada estrella, sol o planeta, pasarán por cierto punto y en determinado
momento, en el vasto espacio
de los caminos siderales.
La estrella, puede, no haber sido vista durante miles de años, pero aparecerá en el cruce
de los caminos estelares en el tiempo preciso; ni un segundo antes, ni un segundo
después. ¡Oh, maravilla del Arquitecto; prodigio del Creador; poder sustentador de este
gran universo! ¡Cuán emocionante es saber que esta tierra nuestra, tan pequeña—tanto
que miles de ellas podrían caber en el sol—es el centro y razón de ser del universo!

II. La razón de ser de la Tierra es el hombre

Si la tierra es la razón de ser de los astros siderales, ¿cuál es la razón de ser de la tierra?
Génesis 1 nos describe el relato de la creación. Esta consiste de una serie de actos divinos.
Estos actos culminan en la creación del hombre.
Cuando el hombre fue creado, la actividad creadora de Dios tuvo una pausa. El hombre
fue la meta de todo el movimiento creador. La ciencia debe aquí estar de acuerdo con la
relación bíblica de la creación al colocar al hombre en la cumbre de la misma. El hombre
fue la última y la más sublime de las obras de Dios.
La tierra no tiene razón de existir aparte del hombre. La naturaleza inconsciente no puede
disfrutar su belleza, ni estudiar ni utilizar lo que la tierra ha producido. Sólo cuando Dios
puso sobre la tierra al hombre creado a Su imagen, hubo una razón de ser para el
espacioso universo que había sido creado. Dios dotó al hombre de las capacidades
necesarias para disfrutar la belleza de Su obra y para utilizar los recursos de ésta.

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“Porque así dijo Jehová, que creó los cielos; él es Dios, el que formó la tierra, el que la hizo
y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó...” Isaías 45.18. La
Palabra declara aquí que Dios creó esta tierra para ser habitada por el hombre. En Sus
actos creadores, Él satisfizo cada necesidad que el hombre habría de tener en su vida
sobre la tierra.
Era tras era, Él trabajó almacenando tesoros y toda suerte de riquezas para el hombre.
Llenó las entrañas de la tierra con depósitos de hierro, cobre, plata y oro, y los colmó de
incontables variedades de metales, de productos químicos y de elementos generadores de
fuerzas.
Cubrió la superficie de la tierra de montañas, de valles, de hondonadas, de mesetas y
praderas; de riachuelos encantadores y de flores en profusión para que conmovieran de
gozo el corazón del hombre que Dios había hecho. Frutas y vegetales proporcionaron el
alimento a este hombre. El gran originador de las necesidades humanas y del gozo, ya
conocía los anhelos y apetitos del hombre aunque todavía éste no había nacido; y en el
maravilloso plan de la creación, dichas necesidades se tomaron en cuenta para
satisfacerlas.
El hombre es la única criatura que puede disfrutar de su belleza o usar de sus recursos.

III. La razón de ser del hombre es el corazón paternal de Dios

Hemos visto que la tierra es la razón de ser del universo estelar y que el hombre es la
razón de ser de la tierra. No obstante, nuestro problema no ha sido resuelto todavía.
¿Cuál es la razón de ser del hombre? Hasta que sepamos por qué razón Dios creó al
hombre, no sabremos la razón de ser de la creación.
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” Génesis 1.1. En este versículo, la palabra
Dios en hebreo es Elohim. Tal palabra es plural y revela al Dios trino y uno obrando en la
creación. Juan 1.1-3 y Colosenses 1.16 revelan que Cristo tuvo una parte muy importante
en los grandes actos de la creación, y Génesis 1.2 y el Salmo 104.30 muestran la obra del
Espíritu en la creación.
La Trinidad permanece oculta en todo el Antiguo Testamento. Muchos judíos que han
aceptado a Cristo como su Salvador han testificado que uno de los factores que
intervinieron para que comprendieran que Jesús era su Mesías, fue el hecho de que
pudieron vislumbrar la Trinidad oculta en el Antiguo Pacto. Israel, sin embargo, no supo
cómo era la Trinidad. Hasta que Jesucristo, la Palabra Viviente, fue manifestado en carne,
el hombre no conocía que la Trinidad era el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
En Su ministerio de enseñanza, Jesucristo reveló a Dios como Padre. En diversas ocasiones
de la vida de Jesucristo, se manifestó la Trinidad ante los sentidos del hombre. Una de

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ellas fue en el bautismo de Jesús narrada en Mateo 3.13-17. Cuando Jesús fue bautizado el
Espíritu Santo apareció en forma de paloma y descendió sobre Cristo, entre tanto que el
Padre habló desde el cielo diciendo: “Este es mi Hijo amado en el cual tengo
complacencia”.
Mateo 28.19 (la Gran Comisión) revela a la Trinidad formada por el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo. De todo esto, se desprende que en el principio el Padre, el Hijo y el Espíritu,
crearon los cielos y la tierra. Dios, en el principio fue el Dios-Padre. En la eternidad tenía
una naturaleza de Padre. Los que somos padres, sabemos y podemos entender lo que
significa el amor y deseo de un padre para sus hijos. Nuestra civilización está edificada en
torno a este hecho, porque el hogar es la unidad básica de la sociedad.
Efesios 3.14-15 revela que el padre humano es justamente un tipo del Dios-Padre. El amor
del padre humano existe porque, desde la eternidad, Dios era esencialmente un Padre. Es
natural que el corazón paternal de Dios anhelara hijos. Este ardiente anhelo tomó forma, y
Dios planeó crear a un hombre que anduviera con Él, como Su hijo:
Efesios 1.4-5: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que
fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser
adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad”.
Antes que Dios creara el mundo, en Su plan soñado, ya el hombre había sido señalado
para ser Su hijo. El hombre tomaría el lugar de un hijo en el amor del Dios-Padre. Sería la
respuesta al anhelo del Padre. Otros pasajes que revelan que el hombre fue la razón de
ser de la creación, son: Romanos 16.25 y 1 Corintios 2.7. Estos versículos nos enseñan
primordialmente que el hombre fue escogido desde el principio para ocupar el lugar de un
hijo; y que después, Dios creó este universo para que le sirviera de hogar al hijo escogido.
Entre las listas que hemos hecho de los atributos de Dios, siempre hemos incluido Su
omnipotencia, Su omnisciencia y Su omnipresencia, pero hemos pasado por alto el hecho
de que, ante todo, Él es un Dios-Padre.
En conclusión, la razón de ser de la creación es el corazón paternal de Dios. Unos cuantos
pasajes que revelan el cuidado paternal de Dios por sus hijos son: Mateo 6.8, 31-32; 7.11;
Juan 14.23; 16.27; 17.23; Filipenses 4.6-7, 19; 1 Pedro 5.7.
Satanás ha sido muy sutil al cegar nuestro entendimiento a la naturaleza paternal de Dios.
El cristiano común y corriente no ha tenido una verdadera conciencia de Dios como su
Padre. Tal ignorancia se ha debido al hecho de que nuestra mentalidad no ha sido
renovada por la Palabra de Dios. Romanos
12.1-2 y Efesios 4.23 nos enseñan la importancia del estudio de la Palabra para la
renovación de nuestra mente.
El conocimiento sensorial ha tomado el lugar de la Palabra de Dios en nuestra vida.
Jesucristo ha sido manifestado a los sentidos físicos del hombre: “Lo que era desde el
principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos

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contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida” 1 Juan 1.1-2.
Jesucristo, tomó un cuerpo humano por medio del cual fue manifestado al hombre.
La mente humana obtiene su conocimiento a través de los sentidos físicos. Pero, el Padre
nunca se ha manifestado a tales sentidos, ya que es Espíritu. Por lo tanto, la mente del
hombre no puede formar un cuadro mental de Él. Cuando un hombre ha nacido de nuevo,
el conocimiento sensorial pasado de la vida de Jesucristo ha tomado el lugar que el Padre
debió haber tenido en su vida. Debido a que el hombre pudo formar una imagen mental
de Cristo, ha desarrollado el hábito de orar a Cristo, adorándole y alabándole solamente a
Él. La renovación de la mente del hombre por la Palabra de Dios, le da cierta conciencia
del Padre que opera una revolución en su vida.

IV. Los atributos de Dios

En esta revolución, la naturaleza paternal de Dios nos fue comunicada en la creación. Pero
hay otras dos leyes de Su ser reveladas aquí. Una, que Él es un Dios de fe. Y, la otra, que Él
es amor. El amor fue la causa de que creara el universo, y lo creó por fe. Él obra por fe en
Su Palabra.
En el primer capítulo del Génesis hay seis afirmaciones de la fe Creadora (creó: la luz, los
cielos, la tierra y el mar, las plantas, los astros y los seres vivientes). Hebreos 11. 3 revela
que Dios creó este universo por medio de la Fe en Su Palabra. Fue mediante Su Palabra
hablada que la creación llegó a existir.

PREGUNTAS
1. Mencione y explique las dos clases de conocimiento.
2. ¿Cómo ha satisfecho Dios la necesidad humana de Su revelación?
3. ¿Qué pasajes de las Escrituras revelan que la tierra es la razón de ser de los cuerpos
celestes?
4. Explique tanto como sea posible, por qué el hombre es la razón de ser de la tierra.
5. ¿Qué se revela en la palabra Elohim?
6. Mencione varios pasajes de las Escrituras que describan la naturaleza paternal de Dios.
7. ¿Cuál es la razón de ser del hombre? Explique su respuesta.
8. ¿Por qué es que muchos cristianos no tienen fe en Dios como Su Padre celestial y en Sus
promesas para ellos?

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9. Mencione dos atributos de la naturaleza de Dios que se encuentran revelados en la
creación.

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Lección 2
LA CREACIÓN DEL HOMBRE

En la lección anterior, aprendimos que el hombre es la razón de ser de la creación. A la luz


de este portentoso acontecimiento vamos a estudiar al hombre a quien Dios creó para
satisfacer su anhelo de compañía. Génesis 1 nos relata todo el proceso preparatorio que
Dios llevó a cabo antes de crear al hombre.
Primero, planeó un universo para el hombre, y en el centro de dicho universo proyectó un
hogar. El Amor echó los cimientos de este enorme universo, todo lo planeó y proyectó
para que fuese el hogar del hombre. En Génesis 1.25, al terminar Su obra, Dios puso el
sello de Su aprobación sobre ella. Todo quedó listo para satisfacer las necesidades del
hombre. De nada carecía el universo que habría de ser su hogar.
En Génesis 1.26, Dios hace ahora la solemne declaración de que va a hacer al hombre a Su
propia imagen. Sabiendo que el anhelo de compañía emanado de Dios fue la razón de
haber creado al hombre, podemos entender fácilmente que éste no podría hallar la razón
de su existencia, a menos que fuese creado a la imagen de Dios.
A fin de participar de la vida divina, el hombre debía estar dentro de la categoría divina,
dentro de la esfera de la divinidad. Debía ser hecho a la imagen y semejanza de su
Creador. Debía ser creado semejante a la Divinidad lo más exacto posible a fin de ser hijo y
heredero de Dios.

I. El hombre, un ser Triuno

Génesis 1.27 describe la creación del hombre hecho a la imagen de Dios. Adán fue el
primer hombre. Pero, en Génesis 2.7, vemos que por su pecado vino su caída. Después de
su caída, en su condición de muerte espiritual, el hombre no podía saber cuál era la
imagen de Dios sin una revelación divina. Jesucristo, el Verbo Encarnado, revela que el
Padre es un Ser Espiritual (Juan 4.24).
Pablo, en su revelación explica que el hombre es un ser trino formado de espíritu, alma y
cuerpo (1 Tesalonicenses 5.23).
En verdad, el espíritu es el hombre creado a la imagen de Dios. El alma incluye las
facultades del raciocinio, y el cuerpo las capacidades físicas. Dios-Padre creó al hombre a
Su imagen, un ser espiritual con alma y cuerpo. El alma y el cuerpo del hombre lo
capacitan para vivir sobre este universo material que ha sido creado para él. El verdadero
hombre es espíritu. El hombre andaría en compañía del Dios-Padre dentro de su categoría
que es el reino del espíritu. Tu cuerpo no eres tú. Tu mente no eres tú. Tú tienes una
mente y un cuerpo que usas, están a tu servicio. La mente y el cuerpo son simplemente

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los instrumentos de tu espíritu, tu “yo” real. El hombre espiritualmente muerto no
comprende que fue creado a la imagen de Dios para andar con Él. Ello se debe a que todo
lo que el hombre natural conoce acerca de la realidad, lo conoce a través de sus cinco
sentidos físicos. Pero, estos órganos sensoriales del cuerpo pueden recibir sólo un
estímulo de una cosa semejante a su esencia y a la materia que los forma. Por
consiguiente, los sentidos del hombre sólo pueden percibir para él lo físico o material
(nunca lo espiritual).
Existe, de acuerdo con las Escrituras, un reino espiritual así como un reino físico. El Padre,
el Espíritu Santo, los ángeles, Satanás y los demonios, todos ellos son seres Espirituales, y
nuestros sentidos físicos no tienen contacto con este ambiente espiritual.
Efesios 6.1-20 nos revela que hay una lucha espiritual que nos rodea, de la cual nuestros
órganos sensoriales no reciben estímulo. Es decir, nosotros no nos damos cuenta de lo
que está sucediendo en el ambiente espiritual. Tampoco nos damos cuenta por los
sentidos físicos, de la presencia del Espíritu Santo o de los ángeles. Léase: Marcos 16.17-
18; Juan 13.23; 16.7-15; 1 Corintios 3.16; Hebreos 1.14; Santiago 4.7; 1 Pedro 5.8; 1 Juan
4.1-6.
Y como el médico, con el filo de su bisturí, no ha sido capaz de localizar el espíritu del
hombre, los ateos y materialistas han dicho que el cuerpo es el todo del hombre.
Romanos 1:18-21, 28: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad
e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se
conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su
eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo
entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo
conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se
envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido... Y como ellos
no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer
cosas que no convienen.”
El hombre se ha rehusado a creer en Dios y a conocerlo porque no ha podido verlo, oírlo o
tocarlo.
Un pez podría también afirmar que no existe nada fuera del agua, exactamente como el
hombre limitado al conocimiento sensorial, diría que no existe nada aparte de la materia.
Concluimos, pues, que el hombre es principalmente un ser espiritual creado para andar
con el Dios-Padre dentro de su categoría. Comprendemos, que cuando Él creó al hombre,
Dios no tenía cuerpo; no obstante, el compañerismo del hombre fue completo y perfecto
con Él. Esto revela que el cuerpo del hombre estaba subordinado a su espíritu, y que su
espíritu predominaba. El espíritu del hombre gobernaba su mente y su cuerpo. El cuerpo
existe sólo para el espíritu y el alma del mismo. El espíritu opera por medio del alma o
intelecto, y éstos, a su vez, operan por medio del cuerpo físico.

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En la muerte, el hombre y su alma dejan el cuerpo. Cuando el hombre ha abandonado su
cuerpo, éste no tiene razón de existir; por consiguiente, la disolución y desintegración
sobrevienen luego.

II. La voluntad del hombre

Otra característica suprema que el Dios-Padre confirió al hombre fue la voluntad. La


voluntad tiene el poder de escoger, de seleccionar, y determinar las propias acciones.
Dios asumió una gran responsabilidad al crear a un ser con una voluntad. No obstante,
ningún otro tipo de ser podría haber satisfecho la razón de ser de la Creación. Sin esa
voluntad, el ser creado por Dios hubiera sido una máquina, no un hombre... un títere en
vez de una persona. Lo que el Padre desea es compañerismo y éste debe venir del
hombre, no como respuesta a un instinto, sino de su propia selección e iniciativa, como el
resultado de su profundo amor por Dios.
No podría haber compañerismo con un títere. (Léase Lucas 9.23).
La obediencia a Dios es el resultado del amor (Juan 14.15, 21-24).

III. La mente del hombre

Las Escrituras nos dicen que cuando el hombre fue creado tuvo una mentalidad intelectual
de tal naturaleza, que fue capaz de dar nombre a toda la creación animal:
Génesis 2.19-20: “Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave
de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que
Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia
y ave de los cielos y a todo ganado del campo…”
Cuando nos damos cuenta de que hay 500,000 insectos, pájaros, gusanos, peces, reptiles y
otras clases de animales a los cuales Adán puso nombre, podemos entender la gigantesca
capacidad mental que tuvo y que lo facultó para gobernar sobre la creación.
Sabemos que la razón primordial de la existencia del hombre es el anhelo de
compañerismo del Dios-Padre. Por consiguiente, las capacidades mentales y de
inteligencia del hombre fueron de tal naturaleza, que su mente pudo asociarse con la de
su Creador.

IV. La condición física del hombre

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Cuando el hombre fue creado, el plan de Dios fue hacer un ser humano perfecto con una
vida humana sin fin. Su cuerpo no era mortal ni inmortal. La palabra “mortal” significa
“condenado a muerte” o “dominado por Satanás”. El hombre era un ser espiritual eterno,
dentro de la categoría de divino con un cuerpo humano eterno. El cuerpo de Adán era
perfecto y estaba preparado para ser la habitación del sub-gobernante divino.

V. Dominio, autoridad y responsabilidad del hombre

Génesis 1.28: “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y
sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias
que se mueven sobre la tierra.”
Al leer las Escrituras por medio de nuestra mente gobernada por los sentidos, hemos
pasado por alto el lugar de suma importancia que el hombre tuvo en el corazón de Dios. El
hombre fue el objeto del amor y del afecto del Dios-Padre. El Padre se gozó en delegar al
hombre Su poder y dominio sobre las obras que Él había creado. El hombre fue creado
con la capacidad de gobernar el universo.
El Salmo 8.3-6 nos descubre la creación del primer hombre tal como el Dios-Padre
deseaba que fuese y viviese. El versículo 5, en la versión Reina-Valera dice: “Le has hecho
poco menor que los ángeles...”, pero el texto original en hebreo dice “Le has hecho un
poco menor que Dios”. La palabra hebrea usada aquí para Dios es “Elohim” y es la misma
palabra que se usa en Génesis 1.1: “En el principio Dios (o Elohim)...”
La idea del hebreo es “solamente un poco menor que Dios”. Es decir, el hombre fue
creado tan semejante a Dios-Padre como fue posible. El hombre sería el compañero de
Dios y un sub-gobernante divino. Su dominio abarcaba hasta la última estrella y hasta el
último planeta. Era de tan largo alcance como será el poder de Cristo cuando tome las
riendas del dominio del universo.
Hebreos 2.5-8a nos presenta una revelación del dominio de Adán. Hebreos 2.8b revela
que el hombre ya no posee tal dominio. Hebreos 2.9 nos dice que el dominio perdido por
Adán le fue entregado a Cristo por virtud de su sacrificio en favor de los hombres. Y
Hebreos 1.3 nos sugiere la forma en que Adán gobernó la creación de Dios. Jesús retiene
ahora todas las cosas por la Palabra de Su Poder. Adán también gobernó la creación por su
palabra. Su voz fue como la voz de Su creador en su dominio sobre lo creado. Adán poseyó
una autoridad tan completa sobre la creación que tuvo en sus manos el derecho legal de
conferir tal dominio a otro ser: Satanás (en nuestra siguiente lección continuaremos la
ampliación de este pensamiento).

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VI. La responsabilidad del hombre

Es imposible sobreestimar la responsabilidad de Adán. Adán sentía el mismo gozo


entrañable de Dios-Padre por la familia humana todavía por nacer. Dios pudo haber hecho
que existiera toda la familia humana desde luego, al mando de Su palabra, pero no lo hizo
así.
Génesis 1.28 nos dice que Dios hizo a Adán y a Eva Sus compañeros de trabajo para
colocar a la familia humana en el mundo. Dios dio al hombre la capacidad de reproducirse
o de engendrar hijos. Dichos hijos fueron creados primordialmente para el gozo y la gloria
de Dios. En vez de crear a la raza humana por medio de una sola palabra, el Dios-Padre
creó a un hombre y a una mujer. Y les dijo prácticamente: “Les permito dar a luz a mis
hijos; criarlos, educarlos y cuidarlos; enseñarlos a amarme y a responder a mis anhelos”. Y
de esa manera, la tarea verdadera del hombre fue engendrar a los hijos de Dios. Esto
coloca sobre el hombre una responsabilidad que solamente puede medirse por la
eternidad. El hombre engendra personalidades eternas, hijos que vivirán tanto como Dios
vive. El hombre, pues, es el custodio del gozo divino.
Nos hemos detenido a considerar cada detalle en la creación de la raza humana en Adán,
por una razón muy importante: la renovación de nuestra mente.
Hasta el momento en que nacimos de nuevo, vivíamos en el reino de la muerte espiritual.
No habíamos conocido otra cosa más que la esclavitud de ese reino. Durante ese periodo
todos nos familiarizamos con la creación del hombre tal como se nos relató en Génesis 1 y
2, pero nuestro conocimiento fue a través de la mente terrenal que está enemistada con
Dios.
En el relato de la Creación, no pudimos descubrir que el hombre fuese la razón de ser del
universo. Para nosotros el hombre jugó un papel de poca importancia. Nuestro espíritu,
alejado de Dios, no pudo comprender el anhelo que el Dios-Padre tenía de hijos ni Su gozo
al crear al hombre a Su propia imagen para que tuviese dominio sobre la creación. En
lugar de eso, lo que nosotros contemplamos fue a un Dios por el cual no sentimos amor o
íntima amistad; el concepto que teníamos de Dios era el de un Dios-Policía o el de un Dios-
Juez. Pensábamos en la creación del hombre como un fracaso lastimoso; éste no era más
que un pobre y débil gusano hecho del polvo de la tierra. Lo observamos tal como Satanás
quiso que lo observáramos.
1 Corintios 15.45-49 nos habla de dos creaciones, la creación en Adán y la nueva creación
espiritual en Cristo. En Adán, contemplamos al hombre desfigurado por la entrada de la
muerte espiritual, perdiendo su comunión con el Dios-Padre y su dominio sobre la
creación. En Cristo, la muerte espiritual queda destruida y el hombre es hecho una nueva
criatura, libre del dominio de la muerte espiritual como si Adán nunca hubiese pecado.

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Conociendo el porqué de la primera creación, sabremos lo que ésta significa para el
corazón paternal de Dios.
El bajo concepto que tenemos de la creación en Adán nos ha dado un bajo concepto de la
creación en Cristo.

PREGUNTAS
1. ¿Por qué el Dios-Padre creó al hombre a Su propia imagen?
2. (a) ¿Qué clase de ser es Dios? ¿Es hombre?
(b) Dé citas para cada respuesta.
3. ¿Por qué el hombre natural no reconoce la existencia del hombre espiritual?
4. ¿En qué reino debería vivir el hombre?
5. ¿Por qué Dios dotó al hombre de voluntad?
6. ¿Qué incidente revela el tipo de mentalidad que tuvo Adán?
7. ¿Qué clase de cuerpo poseyó Adán?
8. ¿Qué pasajes revelan la autoridad que Adán tuvo antes de la caída?
9. ¿Hasta qué punto fue creado Adán a la semejanza de Dios?
10. ¿Por qué es necesario que nosotros sepamos qué lugar tuvo la primera creación en el
plan de Dios?

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Lección 3
LA TRAICIÓN DEL HOMBRE Y SUS RESULTADOS

Hasta esta parte del curso, hemos abarcado los capítulos del Génesis que incluyen el
período desde la creación del hombre hasta su caída. Para muchos de nosotros, estos
capítulos habían sido solamente una parte de la historia de tiempos idos, capítulos sin vida
y sin interés. Los habíamos estudiado por obligación para adquirir cierto conocimiento
esencial.
Al estudiarlos ahora, a la luz de nuestra redención en Cristo, cobran vida delante de
nosotros. En ellos se desarrolla un drama de gozo, de amor y de fe; y luego de
incredulidad y de tragedia, cuyo centro lo constituyen el Dios-Padre y el hombre. En
dichos capítulos se describe la preparación que el amor hizo para el hombre; la alegría del
Dios- Padre al crear al hombre a Su propia imagen y Su anhelo de hacerlo colaborador
Suyo en el gobierno de la creación, dándole autoridad y responsabilidad. En el gran drama
de la creación se revelan claramente la naturaleza paternal y el amor de Dios. Durante el
reinado de muerte espiritual que siguió al pecado de Adán, a través del cual Satanás
dominó en el corazón del hombre, se perdió el conocimiento de Dios y de Su amor. No fue
sino hasta la venida de Cristo cuando se dio a conocer a los hombres otra vez la naturaleza
paternal de Dios. Todo ello forma un ambiente perfecto para una tragedia.

I. La naturaleza del pecado del hombre

El viejo problema que los teólogos han tenido que considerar en cada generación es este:
¿Cuál fue la naturaleza del pecado original en el hombre? No pudo haber sido el
quebrantamiento de la ley porque hasta entonces no había sido dada ninguna ley tal
como entendemos el término en su relación con la Ley de Moisés. ¿Qué clase de pecado
fue aquel que motivó la encarnación de Cristo y el sufrimiento del Calvario? Habiendo
descubierto que el hombre fue investido de una autoridad tan grande, que poseía una
inteligencia de tal calibre que lo capacitaba para ser el compañero de la Deidad, y que
tenía en sus manos el gozo o las penas de Dios, podemos entender ahora la naturaleza del
pecado que cometió

A. Pecado de alta traición

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El pecado de Adán fue un crimen de “alta traición”. Dios le había conferido autoridad para
gobernar el universo. Tal concesión fue la más sagrada herencia que Dios pudo haber
legado al hombre (Génesis 1.28; Salmo 8.6).
Adán entregó este dominio legal en manos del enemigo de Dios: Satanás. Este pecado fue
imperdonable. Así se ha considerado en todas las épocas la alta traición. La transgresión
de Adán se realizó a la luz resplandeciente de un conocimiento absoluto. Adán no fue
engañado por Satanás. El entendió perfectamente los pasos que condujeron al crimen. Su
esposa, Eva, fue engañada, pero Adán fue el Benedict Arnold de la eternidad (Benedict
Arnold, 1741-1801, militar estadounidense, que destacó durante la primera fase de la
guerra de la Independencia de este país, 1776-1783, pero que más tarde traicionó la causa
de las colonias americanas).
El hombre conocía a Dios. Conocía también a Satanás y sabía el resultado del crimen sin
nombre que cometió (1 Timoteo 2.13-14). Génesis 3.1-7 nos muestra que el engaño
satánico de que fue víctima Eva se debió a su incredulidad en la Palabra de Dios. Satanás,
por medio de la serpiente, puso primero en tela de juicio la Palabra que Dios les había
dado, y luego la contradijo abiertamente.

B. La traición de Adán reconocida por Cristo

Hemos llegado a uno de los rasgos más interesantes del plan de la Redención, el dominio
de Satanás sobre la creación. Ya demostramos cómo Satanás obtuvo esta autoridad; ahora
notemos algunos hechos relacionados con este mismo asunto.
El estudiante cuidadoso de las Escrituras notará la perfecta justicia de Dios. Dios no tomó
ventaja sobre Satanás. Adán había conferido legalmente a Satanás la autoridad con que
Dios lo había investido. Si Dios no hubiera sido perfectamente justo, hubiera desposeído a
Satanás y castigado al hombre. En vez de eso, Su gracia provee lo necesario para la
redención de la humanidad mostrando Su amor al hombre, basándose sobre la justicia
perfecta.
Se recordará que cuando Jesús comenzó Su ministerio, inmediatamente que fue
bautizado, fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Durante la
tentación, el diablo lo condujo a la cima de un monte y le mostró en un instante todos los
reinos de la tierra (Lucas 4.6-7).
Es de notar que Satanás viene a Jesús y le dice que toda potestad y la gloria de los reinos
de la tierra le han sido entregadas a él, y que puede darlas a quien él quiera. Si el diablo le
hubiera mentido aquí a Jesús, y Él no lo hubiera descubierto, entonces no era el Hijo de
Dios Encarnado. Si el diablo hubiera mentido a Jesús y Jesús lo hubiera sabido, la tentación
no hubiera sido real.
Creemos que la Biblia habla la verdad y que la tentación de Jesús fue real. Entonces, Jesús
reconoció que Satanás tenía la autoridad y el dominio sobre los reinos de la raza humana y

15
que podía entregar dichos reinos a quien él deseara. Satanás dijo: “Me han sido dados”.
Sabemos que dicha autoridad no
le fue dada a Satanás por Dios. El Dios-Padre nunca le hubiera conferido a Su enemigo el
dominio sobre Su creación y sobre el hombre, objeto de Su amor. Satanás tentó al hombre
en el huerto del Edén por razón de su odio enconado hacia Dios. Sabiendo lo que el
hombre significaba para Dios-Padre, El enemigo tomó como su objetivo dividir dicha unión
y colocar a la humanidad en un estado de esclavitud y de destrucción, dominada por él. El
diablo sabía que ello sería motivo del más grande sufrimiento para Dios-Padre. No
obstante, en su carácter maligno, no pudo anticipar que Dios sufriría por Su propia
voluntad por causa del hombre hasta traerlo de nuevo a Sí mismo. Los sufrimientos físicos
y espirituales de Cristo en el Calvario revelan el triunfo del amor Divino sobre Su enemigo,
Satanás. Cristo no se sometió a esta tentación; el Amor conquistó y triunfó sobre Satanás.

II. Resultado del pecado de Adán

A. Entrada de la muerte

El resultado del pecado del hombre fue el impedir el plan de Dios. El pecado de alta
traición de Adán trajo la muerte Espiritual a la vida de la humanidad: Romanos 5.12 nos da
una descripción de la muerte espiritual en espera de la oportunidad para apoderarse del
espíritu del hombre. El pecado del hombre deja la puerta abierta para la entrada de esta
naturaleza espantosa dentro de su espíritu.
La mayor parte de nuestra enseñanza con respecto a la caída del hombre se ha
centralizado en la entrada de la muerte física. Ya hemos visto en nuestra última lección
que el hombre en realidad está constituido por el espíritu, y que el hombre estaba
destinado a andar en compañía de Dios, como un ser espiritual. Fue en este espíritu del
hombre creado a la imagen de Dios, donde entró la muerte. Cuando usamos el término
“muerte espiritual” no queremos decir que el hombre dejó de ser un ser espiritual. La
muerte espiritual no es un estado de no-existencia; es un estado de existencia separada y
alejada de Dios y unida a Satanás.
Hay tres clases de muerte mencionadas en las Escrituras: la muerte física, la muerte
espiritual y la segunda muerte.
La muerte física es algo violento y no natural: la separación del espíritu y alma del hombre
de su cuerpo. La muerte espiritual es más violenta y mucho menos natural para la
humanidad. Es la separación del espíritu del hombre de su Dios (Efesios 4.18).

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La segunda muerte es la separación eterna de Dios, y el comienzo de una existencia donde
la naturaleza de Dios ya no es (y nunca más volverá a ser) accesible al hombre (Apocalipsis
20.11-15).

B. La muerte Espiritual, una naturaleza

La muerte espiritual es en realidad una naturaleza. Las potencias verdaderas actuales son
de carácter espiritual: Dios es un espíritu (Juan 4.24), Satanás es un espíritu (Efesios 6.12)
y el hombre es un espíritu (1 Tesalonicenses 5.23).
El hombre, creado a la imagen de Dios y siendo un ser más elevado, depende de un poder
más elevado que él por lo que respecta a su vida espiritual. Debe participar, o bien de la
naturaleza divina, o de la naturaleza satánica. Dios es un Espíritu, y Su naturaleza es vida
(Juan 5.26).
Satanás es un espíritu también, y su naturaleza siendo opuesta a la de Dios, es muerte.
Fue la muerte espiritual, emanada de la naturaleza de Satanás, la que tomó posesión del
espíritu del hombre (Efesios 2.1-5). Hay dos palabras con que se inicia la Biblia: “vida” y
“muerte”. Sin la comprensión de estos dos términos no podemos tener un concepto
coherente de Dios y de Su revelación al hombre: la Biblia. La primera muerte que entró
con la caída fue la muerte espiritual. A Adán se le había dado a elegir.
El Árbol de la Vida hubiera unido al hombre con Dios. El Árbol del Conocimiento del Bien y
del Mal lo unió con Satanás (Génesis 2.9, 16-17).

C. Una muerte doble

Cuando el hombre recibió autoridad sobre el Universo, Dios lo advirtió diciéndole que al
desobedecer moriría. La traducción literal de Génesis 2.17, en la parte final, donde dice
“ciertamente morirás”, es la siguiente: “muriendo, morirás”. Esto revela la muerte doble.
En el mismo momento en que Adán cometió el pecado de alta traición, murió
espiritualmente, pero no murió físicamente sino hasta novecientos treinta años más
tarde. La muerte espiritual llegó a la tierra primero y luego se manifestó en la naturaleza
física, destruyéndola. La muerte física es solamente una manifestación de su causa, o sea,
de la muerte espiritual.
Una vez que el hombre hubo muerto espiritualmente, su cuerpo se hizo mortal,
condenado a muerte. La muerte espiritual llegó a ser universal. Toda la humanidad fue
identificada con Adán en su muerte espiritual. Adán, el padre de la humanidad, la obra
maestra de la creación divina, había muerto espiritualmente. Había fracasado en su
responsabilidad como custodio del gozo de Dios. El hombre a quien él traería a la vida

17
tendría su misma naturaleza. Aquella muerte espiritual se convierte en la naturaleza de
cada hombre que nace en el mundo.
Romanos 5.12, declara que la muerte pasó a todos los hombres. Romanos 5.17-19a, dice
que: “por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores...” Y
Romanos 5.15, declara: “...por la trasgresión de aquel uno murieron los muchos...”
El sueño de Dios no puede realizarse. La humanidad está muerta espiritualmente.

III. Naturaleza de la muerte Espiritual

Hemos visto que la muerte espiritual se asemeja a una sustancia, a una fuerza, a un
hecho, a la vida. La diferencia es que la muerte espiritual emana del diablo, entretanto
que la vida emana de Dios.
Satanás originalmente estuvo con Dios en el Cielo, como uno de los espíritus que
permanecían al mismo lado del Trono; pero se rebeló en contra de Dios, y al hacerlo,
cambió su naturaleza. Sabemos muy bien que en el mundo operan siempre dos fuerzas
espirituales contrarias la una a la otra: amor/odio; gozo/tristeza; fe/duda; bien/mal; etc.
Estas fuerzas en conflicto no pueden proceder de la misma fuente. Todo lo que es santo,
bueno y hermoso procede de la vida, la cual emana de Dios. Todo lo que es diabólico,
malo y corrompido, procede de la muerte espiritual, la cual emana de Satanás.
Entendemos perfectamente que de la naturaleza satánica fluyen el odio, la codicia, el
crimen y toda fuerza impura y mala del mundo. No podríamos entender la condición y el
problema de la humanidad sin saber que la muerte espiritual, causada por la naturaleza
satánica, reina en el espíritu del hombre. Es muy claro que cuando la muerte espiritual
entró a la vida de Adán, su espíritu experimentó un cambio completo. El hombre volvió a
nacer cuando pecó, pero nació engendrado por Satanás; llegó a participar de la naturaleza
satánica y se hizo hijo de Satanás. Léase Juan 3.12; 5.24; 1 Juan 3.12, 14-15; Efesios 2.1-5.
La muerte espiritual, ese monstruo espantoso, se apoderó de la soberanía, del dominio y
del señorío sobre la creación.
Romanos 5.17a dice: “Pues si por la trasgresión de uno solo reinó la muerte...”. La muerte
asumió una personalidad, por el acto de alta traición de Adán comienza a reinar la muerte.
Es en realidad el reinado de Satanás.
Hebreos 2.14 habla de que Satanás retiene la autoridad, el dominio del reino de la muerte
espiritual.
Romanos 5.17a nos dice: “Pues si por la trasgresión de uno solo reinó la muerte...”,
mostrándonos que la muerte “imperó” como soberana.

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Romanos 5.21a dice: “Para que así como el pecado reinó (como soberano) para muerte”.
Aquí tenemos la verdad expresada claramente. La muerte (la naturaleza de Satanás) se ha
apoderado de la soberanía y la creación de Dios, la cual está ahora bajo su dominio.

PREGUNTAS
(Responda lo más ampliamente posible)
1. ¿Cuál fue la naturaleza del pecado de Adán?
2. ¿Fue engañado Adán? Cite algún pasaje.
3. Mencione y explique el incidente del Nuevo Testamento que revela la autoridad de
Satanás sobre la creación.
4. ¿Por qué Satanás deseó traer la muerte espiritual a la vida del hombre?
5. Explique Romanos 5:12.
6. ¿Qué es la muerte espiritual?
7. ¿Cuál fue la “muerte doble” de Adán?
8. ¿Cuáles son los tres principales seres espirituales?
9. Mencione algunos pasajes que demuestren que la muerte espiritual pasó a toda la
humanidad.
10. Mencione el contraste entre los frutos de la naturaleza divina y los frutos de la
naturaleza satánica.

19
Lección 4
EL REINADO DE LA MUERTE ESPIRITUAL

En la lección pasada vimos la entrada de la muerte espiritual en la vida del hombre.


Eso explica el dominio y la persistencia del pecado en su imperio real sobre la humanidad.
El hombre se ha convertido en partícipe de la naturaleza Satánica, que es causante de la
muerte espiritual. El reinado de la muerte espiritual arranca de Satanás. Efesios 2.1-5 nos
revela la condición de muerte espiritual del hombre, como un hijo de la ira, cuya vida es
ordenada por Satanás, quien se ha convertido en el príncipe de la potestad del aire.
No hay razón lógica para explicar la respuesta que el hombre ha dado al pecado,
organizado de manera tan inteligente, a menos que la naturaleza y voluntad de aquél
estén ligados en amistad con éste. El Dios-Padre había dado a conocer Su voluntad al
hombre. Su voluntad era que el hombre comiera del Árbol de la Vida, y que participara de
Su Naturaleza.
Hay tres voluntades en el mundo: la voluntad de Dios, la voluntad de Satanás y la voluntad
del hombre. En la medida en que el hombre dependa de Satanás o de Dios para su vida
espiritual, su voluntad estará en armonía con la voluntad de Dios o con la de Satanás.
Mateo 6.24 nos da la explicación del Nuevo Testamento: el hombre no puede servir a dos
señores al mismo tiempo. Tendrá que amar al uno o al otro. Tendrá que servir a Dios o a
Satanás. El hombre en el Edén rechazó la voluntad de Dios y buscó hacer su propia
voluntad. Pero al querer hacer su voluntad libertándose de Dios, sometió esa voluntad a la
esclavitud satánica. Ahora vamos a estudiar el reinado de la muerte espiritual en la vida
del hombre, creado a la imagen de Dios y a encontrar la única respuesta a la necesidad del
hombre, muerto espiritualmente.

I. Principia el reinado de la muerte espiritual

El dominio de la voluntad satánica sobre Adán comenzó en el momento mismo en que


éste obedeció su voz. ¡Qué horrible despertar fue para el hombre! La naturaleza satánica
se había metido en su espíritu.
Efesios 2.3 nos declara que el hombre es ahora, por naturaleza, un hijo de ira. Génesis 3.8-
13 nos afirma que ya no responde al llamado de Dios. Su compañerismo se ha roto. Ahora
responde al llamado de su nuevo amo, Satanás.
Génesis 3:22-24 nos dice que el hombre está ahora fuera de la ley; que es arrojado fuera
del Edén, y que ya no tiene ninguna base legal para acercarse a Dios: “Y dijo Jehová Dios:
He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que
no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo

20
sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues,
fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada
encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”.
Debemos comprender en todo su significado este proceder divino. Hubiera sido un crimen
irreflexivo el que la naturaleza divina y la naturaleza satánica se hubieran hermanado en
un individuo; por ello se le prohibió a Adán el acceso al Árbol de la Vida. No podemos
imaginar siquiera la clase de ser que hubiera resultado de semejante unión. Es suficiente
saber que esto hubiera imposibilitado la obra de la redención.
Génesis 4.8-9 nos muestra cómo la muerte espiritual se convierte para Adán en una
realidad espantosa. Su hijo primogénito asesina a su hermano y después miente. Las dos
características de Satanás se manifiestan en la vida del hombre. Satanás es asesino y
mentiroso. Adán va a sentir con ansiedad el efecto de su traición. No solamente ha pecado
contra Dios, sino también contra la raza humana todavía por nacer.
Génesis 4.26 nos relata que en la familia humana nace un nieto y Adán le pone por
nombre Enós. Y Enós significa mortal, frágil, condenado a muerte, o gobernado por
Satanás. Le da nombre a su primer nieto recordando con amargura su pecado. En cada
amanecer la perfecta belleza había recreado la vista del hombre; ahora lo que contemplan
sus ojos por todas partes es devastación. Lo que abunda en dondequiera son los gusanos,
las zarzas y las espinas (Génesis 3.17-19).
La voluntad férrea de la muerte espiritual ha esparcido el odio en la naturaleza del reino
animal. Hasta los oídos de Adán llegan gritos discordantes de malicia y de sufrimiento, en
tanto que delante de sus ojos yacen al sol los esqueletos de animales y de insectos. Adán
mismo se envilece bajo la voluntad férrea de Satanás. Se da cuenta de que su naturaleza
ya no está en armonía con Dios. Ha perdido el amor y lo han abandonado el gozo, la
tranquilidad y la paz.

II. La muerte espiritual y el nacimiento de la razón

La muerte espiritual obligó al hombre a dejar de andar en el reino de su espíritu. Hasta


aquí había caminado en el reino del Espíritu con su Creador. Su espíritu había imperado y
gobernado. Había sido el reino de la fe, el reino del poder omnipotente donde la fe dio a
las palabras ser y sustancia. Fue el reino de Aquel que llamó a las cosas que no son como
si fuesen (Romanos 4.17).
Adán había actuado como sub-gobernante de Aquel que hizo los mundos creándolos de la
nada, por fe en Su Palabra (Hebreos 11.3). Ahora que la unión del hombre con Dios ha
sido rota, la suficiencia del hombre también es separada de la suficiencia divina. La

21
palabra del hombre es separada de la Palabra de Dios. El hombre ha caído del reino de la
suficiencia divina al reino de la suficiencia humana. En este reino depende de sus propios
recursos. Los recursos del hombre se limitan a su mente y a su cuerpo. La mente puede
derivar su conocimiento sólo por medio de los sentidos físicos. Los cinco sentidos, vista,
oído, tacto, gusto y olfato, se convierten en las puertas y ventanas de su mente. El hombre
forma su concepto del mundo y de sí mismo por medio de tales sentidos. Ordena su vida
por lo que ve, por lo que oye, por lo que siente, por lo que prueba y por lo que huele. Los
sentidos llevan el material a la mente, y la razón saca sus propias conclusiones del
material de la sensación. La fe ha muerto, lo sobrenatural se ha perdido, y nace la razón.
Romanos 8.7 nos dice que “los designios de la carne son enemistad contra Dios”. La
mente carnal está compuesta del material y de las sensaciones que percibe a través de los
sentidos físicos. En otras palabras, la razón, producto de los sentidos del hombre, siempre
ha estado enemistada con el conocimiento divino que procede de la fe, o de cualquier
otro acto que esté fuera del alcance del hombre, en su esfera netamente humana.
La civilización se convierte en el cultivo de las artes que agradan a los sentidos. No importa
cuán altos sean los propósitos del hombre, éste no puede elevarse por encima del nivel de
sus sentidos. El andar o actuar en el espíritu se ha perdido. El grito del espíritu permanece
sin respuesta. En los albores de la historia humana, la razón adquiere la supremacía.
La historia de la raza humana ha sido una comprobación de 1 de Juan 5.19b: “...el mundo
entero está bajo el maligno”. El pecado ha gobernado como rey en el reino de la muerte
espiritual donde el hombre vive bajo el cruel emperador, Satanás. Cada esfuerzo del
hombre por extirpar el poder del pecado ha fracasado. La educación ha fallado. La historia
confiesa que cada nuevo progreso en la civilización ha sido acompañado de un descenso
de los principios morales. La guerra ha dominado en cada período de la vida de las
naciones; destruyendo la juventud y la fuerza de la humanidad. La guerra ha causado al
hombre sufrimientos indecibles. Su crueldad no es más que una manifestación del
dominio satánico operando en la destrucción del hombre.
El hombre ha sido incapaz de cortar la raíz y la causa del pecado, de la enfermedad y de la
muerte. La plaga de la enfermedad se ha ceñido al cuerpo, marchitando y flagelando a la
humanidad. La muerte es el mayor problema que han encarado hombres de todas las
épocas. La muerte proyecta su sombra sobre cada alegría nacida en los sentidos del
hombre.
El hombre, yaciendo en el seno del maligno, clama en agonía en contra de esta vana lucha
que solamente termina en muerte y condenación sin esperanza.
A pesar de la maldición marchitadora, la creación rebosa de belleza y armonía. Las marcas
y el diseño de un Creador inteligente se manifiestan todavía. No obstante, el hombre no
puede ver ninguna razón para su corto espacio de vida entre el nacimiento y una muerte
sin esperanza. El hombre nace para morir; no trae consigo gozo para sí mismo ni para su

22
Creador. Su espíritu tiene hambre de Dios, pero no puede encontrarle. Su razón le revela
que su Creador no es un Dios de amor; por lo que rechaza la revelación de un Dios-Padre.
Un hombre de ciencia, expresando el sentimiento de la época, al contemplar la vida del
hombre dijo: “El Dios de los cristianos no es un Dios de amor; las Hermanas de la Caridad
son más bondadosas que Él”. El hombre, cegado por su padre espiritual, Satanás, no sabe
que al despuntar la aurora de la historia humana, Satanás, el enemigo de Dios, se convirtió
en el señor de este mundo. No sabe que por la trasgresión de uno, la muerte se adueñó
de la soberanía. La muerte espiritual, la naturaleza satánica, es el terreno en el cual han
crecido el pecado, la enfermedad, la muerte física y toda pena que han ensombrecido la
vida del hombre creado por Dios.

III. La necesidad que el hombre tiene de Vida Eterna

Efesios 4.17-18 nos da una descripción de la humanidad, al entrar la muerte espiritual en


la vida de Adán (Romanos 5.12). El hombre es un extraño a la vida de Dios. Se mueve en el
reino de la razón y en la vanidad de su mente; y esa mente está entenebrecida y cegada
por la muerte espiritual que habita en ella (2 Corintios 4.4).
El hombre, mediante sus propios esfuerzos, está completamente incapacitado para
redimirse de esa condición. Después de que Adán obedeció a Satanás, sometiéndose a él y
entregándole la autoridad que Dios le había conferido, no pudo ya liberarse de esa
condición. Humanamente hablando, un solo hombre había sellado el destino de la raza
humana (1 Corintios 15.22).
Ningún hombre podría haber redimido a la humanidad porque todos habían quedado bajo
el dominio de Satanás. Si habría de efectuarse la redención del hombre, sólo Uno más
poderoso que Satanás tendría que realizarlo para el hombre. Dios mismo tendría que
redimir a la humanidad.
Esa Redención exige mucho más que un simple perdón de los pecados del hombre.
Aunque Dios hubiera perdonado el pecado de Adán y de todos los hombres, la redención
de la raza humana habría permanecido inaccesible. Todavía quedarían en pie el poder y la
autoridad del pecado sobre la vida del hombre. Sería necesario para éste que
continuamente se le otorgara el perdón de sus pecados. Tal fue la condición de Israel.
Hebreos 19.11 nos declara que: “Todo sacerdote se presenta cada día ministrando y
ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios que nunca pueden quitar los pecados”. El
pueblo del Pacto Divino estaba todavía muerto espiritualmente y necesitaba el continuo
perdón de sus pecados, Pacto eran el resultado de esa condición.
Hebreos 10.3 nos habla de un continuo recordatorio de la condición de muerte espiritual
de Israel en la mente de Dios. El simple perdón de los pecados no hubiera terminado con

23
las relaciones que existían entre el hombre y su padre espiritual; Satanás. Esto no hubiera
permitido ningún compañerismo entre Dios y el hombre, ni que el Dios-Padre habitara
nuevamente con él.
La redención debe ser algo más que un simple perdón. Debe ser la dádiva de una nueva
naturaleza, de una nueva vida para el hombre. La redención significó una nueva creación
en el espíritu del hombre. La necesidad del hombre puede ser satisfecha únicamente
recibiendo la naturaleza divina dentro de su espíritu. Ante todo, la muerte espiritual debe
ser destruida por completo en la vida del hombre. La naturaleza satánica debe ser
extirpada totalmente de la naturaleza del hombre a fin de que éste pueda erguirse tan
libre de la autoridad satánica como si nunca hubiera muerto espiritualmente. Romanos
6.6 nos dice que el cuerpo del pecado, que trae la muerte espiritual, debe ser destruido.
Colosenses 1.13 afirma que el hombre necesita ser liberado de la autoridad satánica.
Hebreos 2.14 dice que Satanás, quien impera en el reino de la muerte, debe ser
destronado de su posición como amo del hombre.
Hebreos 2.15 afirma que el hombre debe ser liberado, aun del temor de su antiguo amo
quien lo ha mantenido en la esclavitud. Entonces, quedará libre para recibir la vida divina.
Génesis 3.24 nos dice que Dios había arrojado al hombre del huerto del Edén para que no
tuviera acceso al Árbol de la Vida; mientras estaba muerto espiritualmente.
El hombre tiene necesidad de la vida; de la naturaleza divina; pero Dios no le puede
impartir Su naturaleza hasta que legalmente haga posible para él su liberación de la
naturaleza satánica. El simple perdón divino y la corrección o educación por parte del
hombre, no hubieran podido cortar el pecado de raíz, ni eliminar la muerte espiritual.
Así como Adán, cuando pecó, nació de nuevo por el poder de la naturaleza satánica, el
hombre que es por naturaleza un hijo de ira, debe nacer otra vez y recibir la vida de Dios
(Juan 3.7). Esto le convertirá en un hijo de Dios (Juan 1.12; 1 Juan 5.1). Esta vida de Dios
dentro del espíritu del hombre lo librará de la ley del pecado (Romanos 8.2).
1 de Juan 2.6 afirma que la naturaleza divina proporcionará al hombre la capacidad para
andar con el Padre, así como Cristo anduvo con Él. Jesucristo, aunque fue tentado por
Satanás, pudo andar absolutamente en la voluntad del Padre, agradándole (Lucas 3.22;
Juan 5.30). Esto se debió a que Él no pertenecía al reino de la muerte espiritual, sino al
reino de la vida divina. La vida eterna dentro del espíritu del hombre, hoy también lo
puede convertir en heredero de Dios y coheredero con Cristo (Romanos 8.17). Aquel que
ha nacido de nuevo, está delante del Padre, como Cristo estuvo cuando vivió en la tierra, y
también está libre del dominio satánico y puede agradar al Padre (Juan 17.14-18; 22.23; 1
Corintios 1.30).
La vida eterna libertará al hombre de la ley de la enfermedad (1 Pedro 2.24). Fijémonos en
Romanos 8.11; este pasaje no se refiere a la resurrección. La palabra traducida como
“mortales”, significa en realidad “condenados a muerte”. Por consiguiente, el término

24
“mortal” no puede referirse a la condición de nuestro cuerpo después de la muerte,
porque entonces ya no está condenado a muerte sino destruido por la muerte, y en
espera de la inmortalidad, a la segunda venida de Cristo. La vida eterna, habitando en
estos cuerpos, les impartirá vida y salud.
Al recibir el hombre la vida eterna, se hace posible también que reciba el Espíritu de Dios y
que Dios habite en él (2 Corintios 6.16; Efesios 3.14-21). Esto coloca de nuevo al hombre,
en el reino de la suficiencia divina, el reino donde todas las cosas son posibles (Mateo
17.20). El hombre podrá andar de nuevo en el reino de su espíritu, el reino de la fe, donde
vive por la Palabra de Dios (Lucas 4.44).
La vida eterna satisfará la necesidad del hombre y el grito anhelante del Dios-Padre que
busca compañerismo, pero antes de que se le pueda dar al hombre la vida eterna tiene
que ser declarado justo, y Dios debe tener el derecho legal de trasladar al hombre, de la
familia de Satanás, al seno de Su propia familia.

PREGUNTAS

1. Mencione las tres voluntades que hay en el mundo.


2. Explique Mateo 6.24.
3. ¿Por qué fue el hombre arrojado del huerto del Edén después de que murió
espiritualmente?
4. ¿Qué incidente revela la obra de la muerte espiritual entre los hijos de Adán?
5. ¿Por qué la razón ganó la supremacía sobre la fe?
6. ¿En qué forma la civilización prueba que la muerte espiritual habita en el espíritu del
hombre.
7. Explique por qué el simple perdón de los pecados no satisfará la necesidad del hombre
perdido.
8. ¿Por qué Dios debe efectuar la rendición del hombre?
9. ¿Por qué y cómo la vida eterna satisfará las necesidades del hombre?
10. Explique Romanos 8.11.

25
Lección 5
LA NECESIDAD DE JUSTICIA QUE TIENE EL HOMBRE

El hombre siempre ha acusado a Dios de cometer injusticia al tratar con la raza humana. El
hombre afirma que Dios no es un Dios de Amor o de Justicia porque creó al hombre
sabiendo de antemano que éste caería. El hombre objeta el derecho divino de mandar a
uno al infierno y a otro al cielo.
¿Puede Dios justificarse ante estas viejas acusaciones que se repiten hasta ahora? El Dios-
Padre tuvo el derecho de crear al hombre de la misma manera que un hombre y una
mujer buenos tienen el derecho de dar vida a un hijo. Adán era el amo de sí mismo. No
tenía por qué someterse a Satanás a menos que él mismo lo decidiera. No era Adán el
eslabón perdido, sino la corona de la creación divina, colocada en la luz plena del
conocimiento perfecto.
Hemos visto que el hombre fue creado para disfrutar de gozo y de paz; y que el pecado, la
enfermedad, la tristeza o la muerte no tenían lugar en el plan original de Dios. Las
condiciones actuales de la sociedad y del mundo no son normales. Dios se ha vindicado y
permanece absuelto ante la raza humana porque no dejó al hombre en esta condición,
sino que proveyó la redención, la cual el hombre podría disfrutar por medio de la fe en
Cristo Jesús y la que también traería la respuesta a toda necesidad humana.

I. Un problema triple

La necesidad del hombre solamente se satisface recibiendo la vida eterna, la naturaleza de


Dios. Sin embargo, Dios no puede impartir al hombre Su propia naturaleza ni darle el
privilegio de ser Su hijo hasta hacerlo sobre bases legales. Por consiguiente, y puesto que
el Dios-Padre lleva a cabo la redención del hombre, independientemente de las obras de
éste, el primer problema que encara Dios es la necesidad que el hombre tiene de Justicia.
El Libro de los Romanos que nos da el aspecto legal de nuestra redención en Cristo,
mencionando esta necesidad en el versículo 26 del capítulo tercero. La versión de Torres
Amat dice: “Por donde quiera que se vea, Él es justo en sí mismo y el que justifica a aquel
que tiene fe en Jesús”.
Tal fue el problema. Debía hacérsele Justicia al hombre. Dios debía tener el derecho legal
de declarar justo al hombre espiritualmente muerto e hijo de Satanás. La necesidad que el
hombre tenía de justicia implicaba un problema triple.
Primero, Dios tenía que ser justo al tratar con el hombre. No debía pasar por alto su
transgresión y la pena debía ser pagada.

26
Segundo, Dios debía tratar a Satanás sobre bases de absoluta justicia. Debía redimir al
hombre de la autoridad del diablo sobre bases legales.
Tercero, no sólo debía ser justo con el hombre y con Satanás; sino también ajustar sus
actos a Su propia justicia. La justicia es la base misma de Su trono, y la norma debe no ser
menor. Debe haber bases legales sobre las cuales Dios pueda juzgar rectamente a la raza
humana y obligar a los hombres a pagar la pena del pecado si rechazan el Sustituto del
pecado que Él ofrece.

II. La pena del pecado del hombre

Cuando la justicia presentó su demanda de que el hombre pagara la pena de su crimen, el


hombre no podía pagar ni siquiera los intereses. No había atenuante para el crimen que el
hombre había cometido. Su crimen era un pecado imperdonable puesto que se trataba de
alta traición. ¡La pena del pecado del hombre era el infierno!
Conociendo la naturaleza del pecado del hombre podemos entender mejor la razón de la
existencia del infierno. El hombre es eterno y los ángeles también. Cuando el hombre y los
ángeles se convierten en criminales se hacen criminales eternos. El hombre es un espíritu
y debe haber un hogar eterno para ese espíritu. Cuando el hombre se convirtió en un
espíritu criminal fue necesario que después de la muerte fuera llevado a la prisión para
esperar allí el juicio del Trono Blanco. Después del juicio, en cuyo momento recibió su
sentencia, debía ser remitido a la prisión federal.
El infierno no había sido preparado para el hombre (Mateo 25.41). El infierno había sido
preparado para el diablo y sus ángeles caídos. Dios planeó originalmente que el hombre
viviera sobre la tierra para siempre. La tierra fue hecha con este propósito en mente, y el
hombre poseía un cuerpo humano eterno. Pero cuando pecó y se convirtió en mortal, fue
necesario acondicionar el infierno para confinarlo allí (Ezequiel 18.4; Romanos 6.23).
Siendo un criminal eterno debe haber un lugar de sujeción eterna para él. Debe haber una
prisión; los criminales deben ser segregados. Si se les permitiera vagar indistintamente al
través de la eternidad, desmoralizarían al nuevo cielo y a la nueva tierra.
Nosotros tenemos cárceles, prisiones del estado y prisiones federales para los criminales
que quebrantan las leyes del hombre, con prisión perpetua para los criminales habituales.
¿Podemos en conciencia protestar contra Dios si tiene una prisión en la cual son
encarcelados aquellos que violan las leyes del cielo y que son criminales eternos?
El hombre universal cree en cierta clase de infierno o lugar de confinamiento para un
castigo después de la muerte y este testimonio no es fácilmente rechazado. No hay un
tipo de testimonio tan convincente para un jurado y para un juez como el testimonio de la
conciencia humana universal.

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III. La Justicia de Dios para con Satanás

Dios, al restaurar la justicia al hombre, no debe tomar ventaja sobre Satanás. El pecado de
alta traición de Adán le dio al diablo el derecho legal de enseñorearse de la creación y
hacer del hombre su súbdito y esclavo legal. Dios, en Su omnipotencia, es infinitamente
más poderoso que Satanás, pero debe despojar a éste de su autoridad en tal forma que
sea un acto justo. El plan por promulgarse debe estar basado incuestionablemente sobre
bases legales.

IV. La Justicia de Dios hacia el hombre

Al tratar con el hombre sobre bases de justicia, Dios debe reconocer la trasgresión y ver
que la pena se cumpla. La redención del hombre debe ser legítima, permitiéndole así al
hombre redimido mantener su dignidad sabiendo que fue justificado sobre bases legales.
Cuando el hombre pecó se hizo copartícipe de la naturaleza satánica y como resultado de
su transgresión debía ser encarcelado en el infierno. Alguien debía ir allí y pagar su pena a
fin de que el hombre tuviera vida eterna y se presentara ante Dios como si nunca hubiera
pecado. Esta redención libertará al hombre de la pena de ir al infierno. Si no acepta y
persiste en su unión con Satanás, entonces debe compartir el destino de éste.

V. Lo que la Redención del hombre tiene que incluir

La pena de la transgresión de Adán debía pagarse en forma adecuada para que el hombre
pudiera ser liberado del dominio satánico. Debía también ponerse en las manos del
hombre un arma que fuera al mismo tiempo defensiva y ofensiva. Debía recibir autoridad
por medio de la cual pudiera enfrentarse a Satanás y vencerlo en combate honorable.
Debe concedérsele al hombre la resurrección del cuerpo físico y también la inmortalidad
porque al principio el hombre tuvo un cuerpo humano perfecto. Debe dársele al hombre
un cuerpo inmortal sobre el cual la muerte no tenga ni dominio ni autoridad. Debe haber
una restauración de la tierra a la gloria y a la belleza edénicas; y debe hacerse de tal modo
que nunca vuelva el diablo a dominar de nuevo.
La redención del hombre debe incluir una nueva creación con la vida o la naturaleza de
Dios, con una Justicia perfecta y una perfecta reconciliación o compañerismo, a fin de que
el hombre se sienta en casa con Dios. Dios debe ser capaz de darle el lugar de un hijo en

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Su corazón tanto como en la creación, de tal manera que la justicia, los privilegios de hijo y
el más completo compañerismo sean derechos eternos del hombre. Ninguna redención
que no otorgue estas tres grandes bendiciones satisfará las necesidades del hombre.

VI. Dios mismo debe proveer un Redentor

Esta redención para el hombre que le restaure la justicia, debe emanar de Dios. Ningún
hombre podría satisfacer las demandas de la justicia en pro de la raza humana; porque
todo hombre nacido por reproducción natural es un hombre quebrantado y desvalido en
manos de un enemigo que lo domina y que tiene la autoridad de echarlo al infierno.
Ningún hombre puede permanecer ante Dios por sí mismo, porque toda la raza humana
está bajo acusación. Por lo tanto, no hay ningún hombre que pueda representar a la raza
humana delante de Dios.

VII. Requisitos del Redentor

El Redentor debe ser un hombre. No obstante, este hombre no debe nacer por
reproducción natural, sino debe ser concebido de tal manera que no se convierta en un
súbdito de Satanás. La muerte espiritual no debe morar en la naturaleza de su espíritu.
Debe permanecer delante de Dios así como el primer Adán permaneció en justicia, y debe
poseer el mismo dominio y la misma autoridad. Debe andar sobre la tierra como un
hombre, agradando en forma perfecta al Padre. Debe ser tentado por Satanás como el
primer hombre y la primera mujer, pero no debe someterse a la voluntad de Satanás.
Tal hombre debe entonces actuar como el Sustituto del hombre. El pecado del hombre y
la muerte espiritual deben ser puestos sobre este hombre. Luego, el juicio de Satanás
debe caer sobre él. Debe encarar las demandas de la justicia. Para hacerlo, debe ir al
infierno. Allí debe permanecer, bajo juicio, hasta que toda exigencia legal de la justicia
contra la raza humana haya sido satisfecha. Debe permanecer allí y sufrir hasta que Dios
pueda legalmente absolver a todo ser humano que lo acepte como Salvador y a todo
aquel que confíe en el Pacto de Sangre desde el principio.
No solamente debe este redentor estar libre del dominio de Satanás durante Su ministerio
en la tierra, sino que debe ser más grande que Satanás; Uno que, después de que haya
sido pagada la sentencia, pueda conquistar al diablo, quitándole su señorío y su dominio
legal sobre el hombre. Debe conquistar a la muerte, trayendo vida e inmortalidad al ser
humano quebrantado y en servidumbre.

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Ningún ángel puede actuar como redentor del hombre porque un ángel no podría
satisfacer las demandas de Justicia. Ningún hombre podría cumplir las exigencias de la
justicia para ser redentor, a causa de su unión con y de su sujeción a Satanás.
Solamente Dios es más grande que Satanás; por lo tanto, Dios y el hombre deben unirse
en un solo individuo. La Encarnación es la única respuesta a la necesidad de justicia del
hombre. Sólo la unión de Dios y del hombre proveerán un redentor que ande en justicia
como hombre, con la capacidad de pagar la pena impuesta al hombre y de conquistar a
Satanás.
La Divinidad misma debe sufrir por el hombre. Dios había creado al hombre sabiendo que
éste podía caer. La responsabilidad de tal creación descansaba por completo sobre el
Dios-Padre. El debe proveer la redención. El único modo de impartir justicia a la
humanidad es la Encarnación del mismo Hijo de Dios.
El Hijo amado de Dios debe salir del seno del Padre y dejar Su gloria y majestad que ha
disfrutado con Él. Debe venir a la tierra y tomar sobre Sí mismo el cuerpo físico de un
humano. Debe andar como un hijo, agradando al Padre; y debe conquistar a Satanás
durante Su ministerio terrenal y en Su carácter de hombre. Luego, Dios debe tomar la
naturaleza pecadora del hombre, ese monstruo horrible, llamado muerte espiritual, y
ponerlo sobre el espíritu de Su Hijo Santo y Eterno. El Hijo debe ser juzgado, y la ira y la
indignación de la justicia deben caer sobre Él. Cuando haya pagado la pena por el hombre,
será hecho justo, y esa Justicia llegará a ser del hombre.
Fue por un hombre que vino el juicio; por consiguiente, un hombre sin pecado podrá,
sobre bases legales, pagar la pena. De ese modo la raza humana será declarada libre de
culpa y de injusticia si los hombres admiten el dominio del Encarnado.
La conclusión de nuestra lección es la siguiente: la necesidad que el hombre tiene de la
vida eterna demanda justicia; y la necesidad que el hombre tiene de justicia, exige la
Encarnación.

UN ESTUDIO DE LAS ESCRITURAS ABARCADAS EN LA LECCIÓN

Pasajes que revelan la injusticia del hombre:


Romanos 1.18. “Porque manifiesta es la ira de Dios del cielo contra toda impiedad e
injusticia de los hombres”.
Romanos 3.9-10 “Todos están bajo pecado; no hay justo, ni aun uno”.
Romanos 5.16-18 De uno para condenación.
Romanos 5.19 “Los muchos fueron constituidos pecadores”.

Pasajes que revelan que el juicio fue pronunciado contra el hombre:

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Romanos 5.16-18 “Por un delito reinó la muerte por uno”.
Juan 16. 8 “Redargüirá de juicio”.
Juan 16.11 “De juicio, por cuanto el príncipe de este mundo es juzgado”. El juicio de
Satanás se convirtió en el juicio del hombre.
Juan 3.36 “La ira de Dios está sobre él”.

Pasajes que muestran al infierno como lugar de confinamiento:


Salmo 9.17 “Los malos serán trasladados al infierno”.
Apocalipsis 20.13-15 “Y el que no fue hallado escrito en el libro de la vida, fue lanzado al
lago de fuego”.
2 Pedro 2.4 “Sino que habiéndolos despeñado en el Infierno, con cadenas de oscuridad,
los entregó para ser reservados al juicio”.

Pasajes que muestran la incapacidad del hombre para redimirse:


Efesios 2.12 “Sin esperanza y sin Dios”.
Isaías 59.15-16 “Dios vio que no había justicia; que no había ningún hombre que pudiera
actuar en favor del hombre. Por lo tanto, fue Su propio brazo el que trajo Salvación y
justicia al hombre”.
Romanos 3.20 “Porque por las obras de la ley ninguna carne se justificará delante de él”.
1 Juan 3.10 “hijos del diablo”.
Juan 8.24 El que comete pecado es siervo de pecado.
Efesios 2.2-3 Andando de acuerdo con Satanás.
Colosenses 1.13 El hombre bajo la autoridad de Satanás.
Hebreos 2.14-15 Satanás tiene el dominio del reino de la muerte espiritual y el hombre
está esclavizado a él.

Pasajes que revelan que Cristo, el Hijo Encarnado, satisfizo las exigencias de la Justicia
como Redentor del hombre:
En Su ministerio sobre la tierra: Juan 8.29, nos dice: “Porque yo, lo que a Él agrada hago
siempre”.
Como Sustituto del pecado del hombre: 2 Corintios 5.21; Isaías 53.4-6; Romanos 4.25.
Como Conquistador de Satanás: Colosenses 2.15; Hebreos 2.14-15; Filipenses 2.9-10;
Apocalipsis 1.18.

PREGUNTAS
1. ¿Cómo se ha vindicado Dios del cargo de injusticia?

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2. ¿Por qué el infierno fue el castigo de la transgresión del hombre?
3. ¿Qué estaba implicado en el problema de la justicia de Dios hacia el hombre?
4. ¿Qué demandaba la justicia de Dios hacia Satanás?
5. ¿Por qué el hombre no estaba capacitado para redimir a la humanidad?
6. (a) Mencione las demandas que un Redentor debe satisfacer. (b) ¿Cuál debe ser su obra
en favor del hombre?
7. ¿Qué debe incluir la redención del hombre?
8. Describa el compañerismo entre el nuevo hombre en Cristo y Dios.
9. Dé citas sobre:
(a) La injusticia del hombre.
(b) El juicio que fue pronunciado contra el hombre.
(c) La incapacidad del hombre para hacerse justo por sí mismo.
10. ¿Estudió cada uno de los pasajes bíblicos?

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Lección 6
LA NECESIDAD DE UN MEDIADOR PARA EL HOMBRE

En nuestras dos últimas lecciones estudiamos los problemas que Dios encaró al proveer la
Redención para el hombre.
Después de que el hombre hubo muerto espiritualmente, su primera necesidad fue la de
recibir la vida eterna, la naturaleza de Dios. Vimos, sin embargo, que Dios no podía
impartir al hombre Su propia naturaleza excepto sobre la base de la justicia, que es la
segunda necesidad del hombre.
La tercera necesidad del hombre fue la de tener un mediador, alguien que pudiera
acercarse a Dios e intercediera a favor suyo. Recordamos que después de su pecado de
alta traición, Adán fue arrojado de la presencia de Dios. Había perdido ya su comunión y
compañerismo con el Dios-Padre. El hombre permaneció en la injusticia de Satanás (Juan
16.11). No tenía ningún derecho de estar ante la Divinidad y ni siquiera podía acercársele.
El hombre universal, en su condición de muerte espiritual, reconoció que no tenía relacion
con Su Creador. Los templos, los altares y los sacerdocios de todas las naciones son un
testimonio elocuente de la conciencia pecaminosa del hombre, de su temor a la muerte y
al juicio y de su ineptitud para aproximarse a la Divinidad apoyado en su propia justicia.
La India, con sus millones de sacerdotes luchando inútilmente por conducir a su pueblo
hambreado física y espiritualmente, cayendo a tinieblas más profundas todavía, es un
ejemplo revelador de la necesidad que el hombre tiene de un Mediador.

I. La condición del hombre ante Dios

Hemos visto en las lecciones anteriores que el pecado del hombre lo unió y esclavizó a
Satanás. Ahora el hombre se sitúa ante Dios no sólo como un súbdito de Satanás
políticamente (Colosenses 1.13a), sino también como uno que está ligado a él con un lazo
vital (Efesios 2.2; 1 Juan 3.10).
Esta identificación del hombre con Satanás provocó que la condenación y perversidad de
Satanás llegara a ser propiedad del hombre (Juan 16.11).
El hombre se alejó de Dios, fue un extraño para Él (Efesios 4.18). Su mentalidad y
entendimiento fueron ofuscados por el dios de este siglo (2 Corintios 4.4).
Romanos 3.9-18 presenta catorce acusaciones contra la raza humana en su condición de
muerte espiritual (analice este pasaje). La declaración que procede del Trono de Dios es
que no hay ningún justo (Romanos 3.10) y que no hay ninguno que entienda y busque a
Dios (Romanos 3.11).

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Efesios 2.12 describe la condición del hombre espiritualmente muerto. No tiene derechos
en el Pacto Divino; perdió todos los privilegios que Dios le había otorgado. Al ser creado
por la mano de Dios, el hombre había permanecido en justicia, con bases legales para
aproximarse y tener comunión con la Deidad. El hombre perdió todo esto por su traición,
y su condición se describe como sin esperanza y sin Dios.
Adán, que se había regocijado en su compañerismo con el Dios-Padre, sintió,
inmediatamente después de la muerte espiritual, su incapacidad para permanecer delante
de Dios. Eso se ve en Génesis 3.8. El hombre tuvo entonces la necesidad de un Mediador,
uno que pudiera presentarse delante de Dios en justicia y al mismo tiempo representar a
la humanidad y acercarse a Dios para interceder por ella.
Sin esperanza y sin Dios, en un mundo donde Satanás tiene la autoridad de la muerte, la
condición del hombre es ciertamente desesperada. En lo que se refiere a los esfuerzos
puramente humanos, la condición del hombre es sin esperanza. No tiene bases para la
oración; si Dios escucha su oración, es únicamente por Su gracia.
El Padre-Dios en Su amor y en Su deseo de compañerismo con el hombre,
inmediatamente proporcionó los medios por los cuales el hombre pudiera acercarse a Él.
Dios concedió a Adán y a sus hijos un medio para que se acercaran a Él ( Génesis 3.21; 4.4).
Israel se acercaba a Dios por medio del tabernáculo, del sacerdocio y de las ofrendas.
Aparte de la manera designada por Dios, el hombre no tuvo, ni tiene hoy, manera de
acercarse al Dios-Padre.
Desde el momento en que el hombre se alejó de Dios por su caída, hasta el tiempo en que
Cristo se sentó a la diestra del Padre, ningún hombre ha tenido el derecho de acercarse a
Dios excepto por medio de un sacerdocio designado divinamente y por medio de un
sacrificio cruento, o Dios se ha acercado a él mediante sueños, visiones o visitas de
ángeles.

II. La incapacidad del hombre para acercarse a Dios

En la vida de Israel tenemos ilustraciones del intento del hombre por penetrar a la
presencia de Dios antes de que llegara la vida eterna por Jesucristo y la justificación que
tiene como base Su obra consumada. Hay muchos actos de la justicia Divina en el Antiguo
Testamento que son difíciles de entender excepto a la luz de la necesidad que el hombre
tiene de un Mediador.
Levítico 10.1-3 contiene el relato de una de las lecciones que fue necesario que Israel
aprendiera para que se diera cuenta de su condición espiritual ante la Divinidad. ¡Qué final
tan calamitoso tuvo la dedicación del sacerdocio! Aarón y su familia aspiraban aquella
mañana al más alto puesto del favor Divino. El tabernáculo había sido construido. La

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presencia de la Shekinah lo había llenado con Su gloria; la majestad de Jehová se posaba
sobre Israel.
Tras de ellos había una serie de milagros Divinos que los habían señalado como el pueblo
escogido de Dios, y ahora el primogénito de Aarón, heredero al sacerdocio, y su hermano,
son castigados repentinamente con la muerte delante de toda la congregación. ¿Qué la
había ocasionado? Los dos hijos de Aarón se quedaron al mediodía cerca del tabernáculo
del testimonio y en un arranque de jactancia o de curiosidad tomaron incensarios con
carbones encendidos, pusieron incienso en ellos y entraron al lugar Santísimo, violando las
disposiciones divinas al respecto. Nadie sino el Sumo Sacerdote podía entrar allí, y sólo
podía entrar una vez al año... Repentinamente los dos jóvenes vacilaron, tropezaron y
cayeron muertos.
Mientras Aarón permanecía horrorizado, en un choque nervioso y aturdido frente a los
muertos, Moisés exclamó: “Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En mis allegados me
santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado”. Y Aarón mantuvo su paz.
Israel había aprendido que ningún hombre podía aproximarse a Dios sin ser invitado y en
la forma que Él lo había indicado.
En Números 16 encontramos otro ejemplo del intento del hombre de acercarse a Jehová
sin estar autorizado para ello. Es la historia de Coré y su rebelión. Coré y un grupo de jefes
de Israel estaban celosos de Moisés y de Aarón e insistían en que ellos tenían el mismo
derecho de acercarse a Jehová, como lo tenían los sumos Sacerdotes designados por Dios.
Moisés sometió el asunto a prueba delante de toda la congregación. Invitó a Coré y a sus
seguidores a presentarse delante de Jehová con sus incensarios listos para el acto de
adoración. Al acercarse ellos, Moisés advirtió al pueblo que se apartaran de las tiendas de
estos hombres perversos, que se atrevían a acercarse a Dios sin ser invitados, y a su propia
manera. Apenas había dejado Moisés de hablar cuando la tierra se abrió, y Coré y sus
acompañantes, así como sus familias, fueron tragados vivos y descendieron al Seol. Israel
se apartó de la escena con miedo, respeto y reverencia para un Dios Santo como Aquel.
Encontramos también otra ilustración en 1 Samuel 6.19. El Arca del Pacto había sido
capturada por causa del gran pecado de Elí. Había sido llevada a Gat por los filisteos, y
después de una serie de castigos que habían caído sobre las ciudades paganas por causa
de la profanación del Arca, la pusieron sobre una carreta y la mandaron a Bet-semes. Las
vacas que jalaban la carreta se apartaron del camino y se metieron a un campo. Cuando
algunas de las gentes que trabajaban en el campo vieron el Arca, publicaron la noticia
rápidamente por todas partes, y de los alrededores acudieron miles de personas en
actitud reverente y curiosa al mismo tiempo.
Entonces, uno más atrevido que los demás, se acercó y quitó la cubierta del Arca del
Pacto, y por vez primera contempló aquella gente el receptáculo Santo de los Diez
Mandamientos. Pero, repentinamente fueron atacados por una plaga y cincuenta mil de

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ellos cayeron muertos. Respeto, temor y consternación se apoderaron de las gentes que
quedaron vivas, y golpeando sus pechos regresaron a sus hogares.
De nuevo se les había mostrado que nadie puede acercarse a Dios sino por medio de un
Sumo Sacerdote o mediante un sacrificio con derramamiento de sangre. El hombre, por
razón de su naturaleza satánica, no puede ir a la presencia de Dios sin ser invitado.
Necesita un Mediador.

III. El hombre clama por un Mediador

Job dio expresión al clamor del hombre por un Mediador. El tema de su poesía podría muy
bien llevar como título la pregunta de los siglos: “¿Cómo puede el hombre justificarse con
Dios?” El libro de Job es el libro más antiguo de todos los libros de la Biblia. Hay todas las
evidencias de que fue escrito por Jobab, uno de los primos de Abraham, en la época en
que Jacob fue a Egipto. Algunas partes de este libro muestran cuán vital era para el
hombre, en los días de Job, la necesidad de un Mediador.
En Job 4.12-17 tenemos la descripción de un hombre durmiendo en su tienda por la
noche. En visión escucha una voz que le dice: “¿Será el hombre más justo que Dios? ¿Será
el varón más limpio que el que lo hizo?” Tal es el viejo y eterno problema al que se ha
enfrentado el hombre juicioso de todas las épocas. “¿Puede el hombre mortal ser
justificado o absuelto delante de Dios? ¿El hombre caído puede ser puro delante de su
Hacedor?” Nótese la palabra “mortal”. El término mortal se aplica solamente al cuerpo
físico; el término hebreo usado para esta palabra, significa en realidad “condenado a
muerte”, “frágil”; en otras palabras, un súbdito del diablo.
El hombre se hizo mortal cuando quedó bajo el dominio del diablo. El problema es:
¿Puede el hombre mortal, o el condenado a muerte, o el que está bajo el dominio de
Satanás, quedar sin condenación en la presencia de Dios? (Job 9.25-35).
En Job 9, vemos una expresión de Job a la agonía más profunda del alma del hombre
universal. Job yace en su tienda rodeado por aquellos que ama. Abre su corazón con
absoluta libertad expresando el temor que le oprime el alma en su lucha mortal. Nos da
figuras de lenguaje que describen la rapidez con que la vida pasa para los ancianos.
Job continúa: “Si digo, olvidaré mi queja, dejaré mi aburrimiento y me esforzaré: me
conturban todos mis trabajos; sé que no me darás por libre. Yo soy impío, ¿para qué
trabajaré en vano?” Toda esperanza falsa ha huido; Job se encuentra solo con su culpa y
su desesperación. Job nos quiere decir:
“¿De qué sirve que trate de quitar la tristeza de mi semblante y alegrarlo; si tengo miedo
de mis tristezas”?

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Esta es la franqueza de la desesperación. Esta es la inutilidad del saber humano de todo el
mundo: seré condenado. Job sigue clamando: “¿Por qué entonces trabajo en vano?
Aunque me lave con aguas de nieve y limpie mis manos con la misma limpieza, aún me
hundirás en el hoyo y mis propios vestidos me abominarán”.
¡Qué cuadro! “Mis propios vestidos (o el concepto de mi propia justicia) me abominarán;
porque Él no es hombre como yo para que yo le responda y vengamos juntamente a
juicio.” Job sabe que no puede comparecer ante Dios cara a cara porque Dios no es
mortal. Dios no está bajo la esclavitud y la culpa del pecado como él. Entonces, Job
pronuncia las palabras más cargadas de tristeza que hayan salido de los labios de un
hombre: “No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros dos”.
En otras palabras, no hay un Mediador entre nosotros que tenga posición legal ante Dios y
que al mismo tiempo pueda simpatizar y entender, y también representar al humano. Tal
es el grito de Job pidiendo un Mediador; pero no es el clamor de Job solamente, porque
Job ha reunido el clamor de las edades y lo ha dejado escapar en un sollozo sin esperanza.
Con cuánta amargura dice: “Quite de sobre mí Su vara, y Su terror no me espante;
entonces hablaré y no le temeré; porque así no estoy en mí mismo”.
Job 25.4-6 dice: “¿Cómo pues se justificará el hombre con Dios? ¿Y cómo será limpio el
que nace de mujer? He aquí que ni aun la misma luna será resplandeciente, ni las estrellas
son limpias delante de sus ojos; ¿cuánto menos el hombre que es un gusano, y el hijo del
hombre también gusano”?
En la expresión “¿Cómo puede ser limpio el que nace de mujer”?, el escritor tiene en
mente la caída del hombre por medio de Eva. Cuando nos dice que las estrellas no son
limpias a los ojos de Dios, nos está indicando la traición de Adán cuando entregó la
creación en las manos del diablo. Satanás lo había manchado todo para que Dios no
pudiera contemplarlo con gozo.
Al hablar del hombre como un gusano, revela los abismos profundos hasta donde el
hombre había caído. El gusano se refiere a Satanás y a la serpiente antigua, y el hombre
catalogado como un gusano, es espiritualmente un hijo del diablo, sin esperanza y sin
manera de acercarse a Dios. Job ha dado expresión claramente a la necesidad que el
hombre tiene de un Mediador.
Jeremías también reconoció que el hombre tenía necesidad de un Mediador. Jeremías
30.21 dice: “Y de él será su fuerte, y de en medio de él saldrá su enseñoreador; y le haré
llegar cerca, y se acercará a mí: porque ¿quién es aquel que ablandó su corazón para
llegarse a mí? dice Jehová”.
Jeremías comprendió que ningún hombre tenía el derecho de estar en la presencia de
Dios, ni tampoco el poder para hacerlo; y nos dice también que hay Uno que podrá llegar
cerca y podrá presentarse delante de Dios sin ser condenado. Jeremías predice al
Mediador que Dios proveerá para el hombre.

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IV. Requisitos de un Mediador

Ya vimos que la necesidad que el hombre tiene de vida eterna y de justicia, solamente
pueden ser satisfechas mediante la encarnación del Hijo de Dios. La encarnación es la
única respuesta a la necesidad que el hombre tiene de un Mediador. Ningún ser humano
nacido por procreación natural, podía aproximarse a Dios para interceder por el hombre,
en vista de que la muerte espiritual abarcaba a todo el universo.
Los requisitos de un Mediador para el hombre son los siguientes:
1. Debe ser un hombre, porque tiene que representar a la humanidad.
2. Debe poseer la capacidad de entender y de simpatizar con las tentaciones del hombre.

PREGUNTAS
1. ¿Qué cosa en la historia de la humanidad manifiesta que el hombre no tiene una
posición aceptable ante la Divinidad?
2. Dé una descripción de la posición del hombre delante de Dios después de su pecado.
Cite pasajes de la Escritura.
3. ¿Por qué el hombre necesitó de un Mediador?
4. ¿Cuáles fueron los medios de acercamiento a Dios que les fueron proporcionados a
Adán y a su familia?
5. ¿Qué reveló a Israel el incidente que se encuentra en Levítico 10.1-3?
6. Explique los otros dos incidentes en la vida de Israel que muestran la necesidad que el
hombre tiene de un Mediador.
7. ¿Cómo expresó Job la necesidad que el hombre tiene de un Mediador?
8. Cite el pasaje de Jeremías donde se demuestra la necesidad que el hombre tiene de un
Mediador, y explíquelo.
9. ¿Cuáles fueron los requisitos de un Mediador para el hombre?
10. ¿Cómo pudo satisfacerse la necesidad de un Mediador para el hombre?

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Lección 7
LA ENCARNACIÓN PROMETIDA

Al estudiar los problemas que tuvo que encarar el Dios-Padre para proporcionar al
hombre un redentor de la muerte espiritual, vimos que la necesidad que el hombre tenía
de tal redentor demandaba la unión de la Divinidad y de la humanidad en un solo
individuo. La necesidad que el hombre tiene de justicia, de vida eterna y de un Mediador,
solamente podía ser satisfecha por la encarnación del Hijo de Dios.
La encarnación de la Divinidad con la humanidad proporcionaría un sustituto donde
estuvieran unidas la naturaleza Divina y humana; sobre tales bases el Dios-Encarnado
podría actuar como mediador del hombre. Siendo igual a Dios por una parte, y unido con
el hombre por la otra, podría hermanar a los dos. Estando la Deidad y la humanidad
unidas, el Encarnado podrá asumir las responsabilidades de la traición del hombre y
satisfacer las demandas de la justicia Divina, y así tender un puente de unión entre Dios y
la humanidad.

I. La primera promesa de Dios relacionada con la Encarnación

Cuando el hombre cometió el pecado de alta traición, murió espiritualmente. En su estado


de muerte espiritual se describe su condición, como “sin esperanza y sin Dios en el
mundo” (Efesios 2.12). Sin embargo, inmediatamente el amor de Dios comenzó a obrar en
favor del hombre. El Dios-Padre se enfrentó a la condición del hombre con toda equidad.
Sabía que las necesidades del hombre podían satisfacerse solamente sobre bases legales
mediante la Encarnación de Su Hijo. Su amor no escatimó ningún sacrificio como
demasiado grande para restablecer el compañerismo con el hombre.
La misericordia y la verdad se encontraron (Salmo 85.10), y el triunfo del amor dio al
hombre la promesa de un Redentor. En su conversación con Satanás, Dios anuncia al
hombre la primera promesa de la Encarnación (Génesis 3.15): “Y pondré enemistad entre
ti y la mujer, entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza y tú le herirás
en el calcañar”.
Notemos cuatro afirmaciones extraordinarias en esta promesa:
Primera: “Pondré enemistad entre ti y la mujer”. Es decir, habrá enemistad entre Satanás
y la mujer. La historia de la mujer prueba eso. La mujer ha sido comprada y vendida como
si fuera un mueble. Sólo donde el cristianismo ha penetrado al corazón de la gente, la
mujer ha recibido un trato distinto que la ha elevado por encima de la creación animal.

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En países llamados cristianos ella es la heredera de nuestras enfermedades y la víctima de
los tribunales de divorcio. Los médicos nos dicen que el 95 por ciento de los casos que
requieren hospitalización, es de mujeres.
Segunda: “Pondré enemistad entre tu simiente y la simiente de ella”. La simiente de
Satanás es la raza humana no regenerada; la simiente de la mujer es Cristo. Cristo fue
perseguido desde que era un pequeñito por la simiente de Satanás, hasta que finalmente
lo crucificaron; y desde la resurrección de Jesús hasta nuestros días, la Iglesia ha sido
objeto de las persecuciones más enconadas y de la enemistad del mundo.
Tercera: “La simiente de la mujer”. Aquí está la profecía de que una mujer dará a luz un
hijo independientemente de la procreación natural. Cualquier hijo es llamado siempre “la
simiente del hombre” o “hijo del hombre”.
Cuarta: “Y él te herirá en la cabeza y tú le herirás en el calcañar”. “Él te herirá en la
cabeza”, es decir, en la cabeza de Satanás. En todos los idiomas orientales la expresión
“herir en la cabeza” significa “quebrantar el señorío del que gobierna”.
El hombre le había entregado a Satanás su señorío. Satanás acababa de adquirir el
dominio que Dios había otorgado al hombre. Y Satanás va a ejercer ese dominio hasta que
llegue la Simiente de la mujer. Un Hombre va a quebrantar su señorío. “El calcañar”, es la
Iglesia militante en la tierra. Los largos períodos de persecución que ha sufrido la Iglesia
por la simiente de Satanás han quedado registrados como hechos históricos
absolutamente comprobados. Esta profecía es una de las más notables y claras que jamás
se haya cumplido. El Dios encarnado ha venido y ha reducido a la nada a aquel que tenía la
autoridad de la muerte, el diablo, y ha libertado a todos aquellos que por el temor a la
muerte vivían siempre sujetos a servidumbre (Hebreos 2.14).
Este pasaje también tuvo su cumplimiento en la ruda persecución contra Jesús que
culmina con Su muerte en el Calvario; y luego en la persecución contra la Iglesia, que es el
Cuerpo de Cristo, y que hace Su voluntad en la tierra.
Génesis 3.20 dice: “Y llamó el hombre el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era
madre de todos los vivientes”. La palabra “Eva” en hebreo es Javah, que literalmente
significa “la que vive o la que da vida”. Aquí, dice Dios al hombre, que su esposa será la
madre de “Aquel que da vida”, nuestro Cristo.

II. Deseo universal del hombre relacionado con la Encarnación

La enseñanza sobre la encarnación no está en desacuerdo con los anhelos humanos o las
tradiciones de los pueblos. Ha sido creída en alguna forma por todas las razas. El hombre
universal ha anhelado una encarnación. Su espíritu tiene hambre de unión con la

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Divinidad, porque fue creado a la imagen de Dios con la capacidad de participar de la vida
Divina.
Ello se prueba por las distintas costumbres que los hombres han tenido: por ejemplo, el
beber la sangre de los sacrificios humanos, el dar nombres de divinidades a sus reyes, o el
hacer de sus emperadores o reyes, encarnaciones de la Deidad.
Los griegos y los romanos suponían que sus dioses habían sido divinos y humanos, lo cual
demuestra el anhelo del hombre por una unión con la Divinidad. La encarnación no es más
difícil de creer que la creación del primer hombre. Adán fue creado por un acto del poder
Divino; el resto de la raza humana fue engendrado por procesos naturales; pero este
Redentor que nacería de la mujer será formado por un acto especial del poder Divino. Él
es el Dios Todopoderoso y la encarnación es, para Él, una cosa absolutamente posible.

III. Intentos de Satanás para hacer fracasar el plan de Dios

No sabemos hasta qué punto Satanás comprendió el plan de Dios para la redención del
hombre cuando el Redentor le fue prometido a éste. Lo que sí sabemos es que no lo
comprendió completamente, pues de otro modo no hubiera crucificado a Cristo (1
Corintios 2.8). Satanás pensó que la crucifixión significaba la destrucción de la vida de
Cristo, sin darse cuenta que en realidad era el medio de la redención del hombre.
No obstante, Satanás debió haber comprendido el hecho de que iba a venir un Redentor
por medio de la humanidad, el cual quebrantaría su dominio sobre el hombre. Por
consiguiente, trataría de destruir el plan del Dios-Padre.
La obra de Satanás para frustrar el propósito Divino sigue dos derroteros: (1) destruir el
conocimiento de Dios en la tierra; y (2) destruir la línea del Justo (del Mesías) en la
humanidad.
Por estos dos medios haría imposible para el Redentor tomar forma humana. Lo que el
diablo desea es separar al hombre de todo compañerismo con Dios.
El primer intento de Satanás para conseguir su propósito se encuentra en el asesinato de
Abel por Caín (Génesis 4.1-15). Abel había recibido el testimonio de que era justo al
ofrecer un sacrificio de fe, de acuerdo con la revelación que Dios le había dado: “Y Abel
trajo también de los primogénitos de sus ovejas, y de su grosura. Y miró Jehová con
agrado a Abel y a su ofrenda” (Génesis 4.4).
“Por la fe Abel ofreció a Dios mayor sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de
que era justo, dando Dios testimonio a sus presentes; y muerto, aún habla por ella”
(Hebreos 11.4).
Satanás sólo sabía que de Abel vendría el Redentor del hombre; por lo tanto, destruyó su
vida. Al hacerlo, destruyó la línea del Justo que existía entonces.

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Pero, después de esto, Génesis 4.25 afirma que a Adán y a Eva les nace Set. Parece que
Eva comprendió que una línea del Justo había sido destruida y que Set venía a ocupar el
lugar de Abel. Ella le puso por nombre Set, que significa “sustituto”, y dijo: “Dios me ha
sustituido otra simiente en lugar de Abel, a quien mató Caín”.

IV. La Simiente de la mujer

A medida que van pasando las generaciones, la muerte espiritual sigue actuando dentro
de la vida del hombre, alejándolo de Dios y entenebreciéndole la mente (Efesios 4.17-18).
Satanás trata de mantener a la simiente de la mujer tan alejada de Dios, que Él no pueda
enviar a un Redentor por medio de la humanidad. Hasta ahora la única promesa dada
acerca de la encarnación había sido muy general. Por consiguiente, la guerra encarnizada
de Satanás contra la simiente de la mujer es total.
Más tarde, Dios hace la promesa del Redentor en forma más específica y definitiva, y a
medida que vayamos estudiando veremos una obra específica de Satanás encaminada a
destruir la línea del Justo, designado por Dios.
En Génesis 3.15, el Encarnado es llamado la simiente de la mujer, un término muy general.
Pero Génesis 12.3 lo hace más definido, y el Encarnado se especifica con el término “la
simiente de Abraham”. En el Salmo 89.3-4 se le denomina la simiente de David. Vendrá de
la familia de David. Poco a poco se define una familia. Isaías 7.14 lo especifica más cuando
dice: “He aquí que la virgen concebirá, y parirá hijo, y llamará Su nombre Emmanuel”. Dice
“la virgen”, como si ya la hubiera señalado. Se designa aquí a un individuo.
Al estudiar la historia de Israel veremos los esfuerzos de Satanás dirigidos hacia la
simiente de Abraham; luego hacia la simiente de David, y después, su odio enconado y la
persecución a Jesucristo, nacido de la virgen.

GÉNESIS 5

Génesis 5 nos da la genealogía de Noé. Mientras Satanás trabaja para destruir la línea del
justo, Dios está preservando la línea por medio de la cual vendrá el Redentor. Dios está
actuando con miras a la encarnación. Es bueno leer los capítulos cuatro y cinco de
Génesis. Notaremos dos cosas.
Primera: Después de que Caín se destaca ante nosotros por el asesinato de su hermano,
se menciona su progenie un poco, y termina en Lamec, un asesino también (Genesis 4.18-
23).
Segunda: El Espíritu Santo se propone interesarnos en otro hombre, el tercer hijo que les
nació a Adán y a Eva, cuyo nombre es Set (Genesis 4.24-26). Por esta línea vinieron Noé,
Sem, Abraham, Jacob, y, más tarde, Jesús, quien fue la simiente de la mujer que hirió la

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cabeza de la serpiente. Para fijar nuestra atención en Set, la línea del Justo, el Autor Divino
repite, al principio del capítulo cinco, el relato original de la creación del hombre, trazando
la historia de Adán brevemente y luego dando en detalle el linaje de Set.
Esto nos demuestra que sus tratos son ahora con esta línea.

GÉNESIS 6

Génesis 6.1-3 dice: “Y acaeció que, cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre
la faz de la tierra, y les nacieron hijas, vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres
eran hermosas; se tomaron mujeres, escogiendo entre todas”.
Notamos aquí la diferencia bien marcada entre los Camitas y los Setitas, los últimos del
linaje del Justo. Los Camitas edificaron ciudades, inventaron artes e idearon diversiones
para mitigar la maldición del pecado (Génesis 4.21-22). Los Setitas anduvieron con Dios
(Génesis 4.26).En Génesis 4.26 la palabra Dios, en el original es Jehová, el nombre usado
para Dios en el Pacto.
Aquellos que creían y tenían esperanza en Su promesa conocían y amaban ese nombre. Es
de notar que el séptimo en la descendencia de Adán, por la línea de Caín, fue Lamec, un
polígamo, asesino y amante de la violencia (Genesis 4.16-24), en tanto que el séptimo en
la línea de Set fue Enoc, el hombre que tuvo el testimonio de que había agradado a Dios
(Hebreos 11.5) y fue trasladado (Génesis 5.21-24).
En Génesis 6 vemos de nuevo la obra de Satanás para impedir el propósito de Dios. Él
fomenta la mezcla de matrimonios entre los descendientes de Caín y los descendientes
del Justo. Eso da por resultado la corrupción de la descendencia por medio de la cual
vendrá el Redentor, y esa corrupción es de tal naturaleza, que solamente queda Noé como
el único adorador del Dios del Pacto: “Y Jehová vio que la malicia de los hombres era
mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de
continuo solamente el mal” (Génesis 6.5).
Satanás había destruido el conocimiento de Dios en el corazón del hombre. Los
pensamientos de los hombres eran malos continuamente. Solamente Noé conocía y
andaba con el Dios verdadero (Génesis 6.8-9). Si la humanidad hubiera sido dejada en esa
condición, después de la muerte de Noé el conocimiento de Dios se hubiera perdido por
completo. La línea del Justo hubiera sido destruida y la encarnación no habría sido posible.
Aparentemente, Satanás había triunfado en sus esfuerzos, pero el propósito del Dios
Todopoderoso no sería frustrado. Para Él era una cuestión de poca monta el poner fin a la
humanidad en su condición corrompida (Génesis 6.11-13). Si la línea del justo iba a
preservarse y el conocimiento de Él iba a perdurar sobre la tierra, Dios tenía que destruir a
la humanidad y continuar la línea por medio de la cual vendría el Redentor, por Noé.
Si en el pasado no pudimos comprender la obra del Dios-Padre con miras futuras hacia la
encarnación, tal vez nos ha sido difícil entender la destrucción de la humanidad por el

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diluvio. Ahora, entendiendo claramente que la necesidad del hombre solamente podía ser
satisfecha mediante la encarnación, nos damos cuenta de que el diluvio se hacía
imperativo.

PREGUNTAS
1. Explique las cuatro afirmaciones hechas en Génesis 3.15.
2. ¿Por qué el hombre universal anhela la unión con la Divinidad?
3. ¿Cómo prueba la historia, que el hombre universal anhela una encarnación?
4. ¿Cuáles fueron los dos medios que Satanás usó para impedir el plan de Dios relacionado
con la encarnación?
5. Mencione el primer intento de Satanás para destruir la línea del justo.
6. Diga cuál es la diferencia entre Camitas y Setitas.
7. Diga lo que pueda sobre los descendientes de Adán por Caín.
8. ¿Por qué se le da atención especial en el capítulo 5 a la descendencia de Set?
9. ¿Cuál fue el propósito que tuvo Satanás al fomentar los matrimonios entre Camitas y
Setitas, tal como se lee en Génesis 6.1-3?
10. ¿Por qué fue necesario el diluvio?

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Lección 8
EL PACTO CON ABRAHAM

Nos hemos dado cuenta que después de que el hombre murió espiritualmente, su
necesidad de un Mediador, de justicia y de vida eterna, podía ser satisfecha solamente por
la encarnación del Hijo de Dios. En la lección pasada, trazamos la obra de la gracia de Dios
desde el tiempo en que Él dio al hombre la promesa de la encarnación, hasta la época del
diluvio. Dicha obra consistió en la preservación de la línea del Justo, por medio de la cual
vendría el Redentor.
Vimos que Satanás, en sus esfuerzos por hacer imposible la encarnación, corrompió a la
humanidad hasta el punto de que el diluvio se hizo imperativo. Noé, que conocía a Dios,
fue librado juntamente con su familia. Noé preservó la verdadera fe en Jehová y la
transmitió a sus hijos. Recordamos también que hubo dos medios que Satanás utilizó para
estorbar el propósito Divino en la Encarnación. Estos fueron:
(1) trató de eliminar el conocimiento de Dios sobre la tierra; y (2) buscó aniquilar, por
todos los medios, la línea del Justo.

I. La Torre de Babel

Desde que ocurrió el diluvio hasta la construcción de la torre de Babel, Dios era adorado.
No es que todos lo aceptaron, porque muchos perversos se rebelaron contra Él, pero el
conocimiento y la revelación del Dios verdadero estaban tan frescos en sus pensamientos
que no tuvieron ocasión para poner en lugar suyo a otros dioses.
Notamos que en Génesis 9 se había dado un mandamiento para henchir la tierra. En
Génesis 11, leemos que toda la tierra era de una sola lengua y de unas mismas palabras.
La unidad de la raza era una realidad. El arca en que Noé y su familia fueron preservados,
había descansado en Armenia. A medida que los hombres comenzaron a multiplicarse,
esta meseta árida ya no fue suficiente para contenerlos. Los hombres debían, o bien
separarse y llenar la tierra como Dios se los había ordenado, o encontrar un territorio más
fértil si querían permanecer juntos. Se resolvieron por lo último y se trasladaron a las
tierras bajas, ricas y fértiles de la llanura de Shinar (Génesis 11.2).
Decidieron residir allí permanentemente para construir una ciudad y una torre con el fin
de evitar ser esparcidos sobre la faz de la tierra (Génesis 11.4). Jehová descendió y
confundió sus lenguas, lo cual fue causa de que se esparcieron por toda la tierra (Génesis
11.7-8). Desde allí, las corrientes de población se vaciaron en todos los rincones del
mundo. Al noroeste llegaron a Europa; al oeste, a el Asia Menor; al suroeste, a Egipto y

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África; al Sur, a Arabia; al sureste, a Persia y la India; al oriente, a China. Toda esa corriente
migratoria no se hizo en un día; pasaron siglos y siglos antes de que las tierras más
distantes fueran colonizadas.
Una vez que se verificó la dispersión, la adoración y el conocimiento de Jehová fueron
sustituidos por la adoración a las fuerzas de la naturaleza y luego por los ídolos. El
conocimiento sensorial tomó el lugar de la revelación Divina que le había sido dada al
hombre muerto espiritualmente.
Los libros sagrados más antiguos de cada nación y las tradiciones de los pueblos dan
testimonio de lo que dicen las Escrituras en Romanos 1.18-32, con respecto a que las
naciones poseyeron originalmente una revelación de Dios. De tales escritos y tradiciones y
con la ayuda de las inscripciones en los monumentos, tenemos una descripción clara de la
manera en que se pasó de la adoración de un sólo Dios a la adoración de muchos dioses y
de muchos ídolos.

II. El llamado de Abraham

Abraham aparece trescientos sesenta y siete años después del diluvio. Noé vivió todavía
cincuenta años después de que nació Abraham. El mundo había caído en la idolatría.
Abraham vivió entre paganos e idólatras hasta la edad de setenta y cinco años.
Abraham nació y vivió en Ur de los Caldeos, una de las ciudades más grandiosas de la
antigüedad, hasta que recibió el llamado Divino.
Podemos comprender por qué Dios se reveló a Abraham. El conocimiento de Dios estaba
prácticamente perdido. Si había de preservarse la línea del justo por medio de la cual
pudiera Dios enviar a Su Hijo encarnado, tenía que escoger a un hombre que le conociera
para hacer de él una nación que preservara el conocimiento del único Dios sobre la tierra.
Los conciudadanos de Abraham, al igual que su propio padre, eran idólatras. Si en él iba a
fundarse una nación que preservara la revelación Divina para el hombre y el conocimiento
del Redentor de modo que cuando Éste viniera fuese reconocido, se hacía necesario que
Abraham fuera alejado de tales influencias. Hay muchas leyendas que hablan de que
Abraham era perseguido por rehusarse a adorar los ídolos. De modo que al ser llamado
por Dios, sale de Ur de los Caldeos en busca de un lugar donde pudiera fundar una nación
libre de la idolatría (Génesis 12).
Veinticinco años después de que Abraham recibió el llamado Divino, tuvo lugar el más
grande acontecimiento de la historia humana hasta que ocurrió el nacimiento de Cristo.
Este fue el Pacto de Sangre en el que Jehová y Abraham entraron. El Pacto de Sangre
existió antes de Abraham. Pruebas de la existencia de este rito han sido encontradas entre

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pueblos primitivos de todos los rincones de la tierra, y su antigüedad se remonta a
muchos años antes de la época de Abraham.

III. El Pacto de Sangre

Es evidente que Dios entró en un Pacto con Adán desde un principio. Una revelación
común del Pacto de Sangre de Dios debió haber sido dada al hombre primitivo.
Contemplamos la dispersión del hombre en la torre de Babel. Noé evidentemente debió
haber poseído cierto conocimiento del significado del Pacto de Sangre que él trasmitió a
sus hijos, a fin de que las naciones que iban a formarse, surgidas de la dispersión de la
torre de Babel, poseyeran cada una de ellas determinado conocimiento del Pacto de
Sangre. Creemos esto por los hechos siguientes que se revelan en el libro del Dr. Trumbull
titulado El Pacto de Sangre: “Desde épocas muy remotas en cada nación, la sangre parece
haber sido considerada preeminentemente como lo que representaba la vida, y en un
sentido peculiar, la vida misma. La transfusión de sangre de un organismo a otro ha sido
considerada como la transferencia de la vida con todo lo que esa vida incluye. La mezcla
de sangres ha sido vista como el equivalente de la mezcla de naturalezas. Dos naturalezas
así mezcladas por la fusión de sangres, se considera que forman, de allí en adelante, una
naturaleza, una vida, una sola alma. La unión de naturalezas por la mezcla de sangres ha
sido juzgada posible entre hombre y hombre y entre la Deidad y el hombre”.
Un pacto de sangre, un pacto hecho por la mezcla de sangres, ha sido reconocido como el
pacto más íntimo, más santo y más indisoluble que pueda concebirse.
Hay tres razones para que un hombre haga Pacto con otro:
1. Si una tribu muy fuerte vive al lado de una débil y hay el peligro de que la tribu débil sea
destruida, la débil buscará la oportunidad de hacer pacto con la más fuerte para garantizar
su preservación.
2. Si dos hombres de empresa quieren emprender algún negocio juntos y uno de ellos va a
abandonar al país viajando como representante en el extranjero, hará pacto con su
compañero.
3. Si dos hombres llevan una amistad tan grande y tan profunda como la de David y
Jonatán, establecerán un pacto entre ellos.
Desde el momento en que el pacto de sangre se solemniza, todo lo que pertenece a aquel
que hace el Pacto de Sangre queda a la disposición de este hermano de sangre; no
obstante, este hermano nunca pedirá nada a menos que se vea obligado a hacerlo por una
verdadera necesidad.
Otro rasgo característico de un pacto de esta clase, es que tan pronto como el pacto se
establece, los demás llaman a los que han hecho el pacto, “hermanos de sangre”. Ese

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pacto de sangre se mantiene por generaciones; es un pacto indisoluble que las
generaciones no pueden borrar. Si alguien hace un pacto con su amigo, los hijos de las dos
familias están obligados a observarlo.
Si dos hombres en el África hacen tal pacto (así lo dice Stanley, y lo confirma Livingstone),
y si uno de ellos lo rompe, sus parientes más próximos deben darle muerte, porque nadie,
que rompa el pacto de sangre, puede vivir más en el África; aun la misma tierra por donde
anda es maldita. No hay nada semejante entre nosotros que sea tan sagrado como el
Pacto de Sangre de los Africanos. Tanto Stanley como el Dr. Livingstone, aseguran que
nunca supieron de un sólo caso en que se hubiera roto el pacto.
El método de hacer el pacto es prácticamente el mismo en todo el mundo. En algunos
lugares ha degenerado en un rito grotesco, pero es el mismo pacto de sangre. El método
practicado por los africanos, los árabes, los sirios y las gentes de los Balcanes, es el
siguiente: los dos que desean hacer el pacto se juntan con algunos amigos y un sacerdote.
Primero, se intercambian regalos. Luego traen una copa de vino. Entonces, el sacerdote
hace una incisión en el brazo de cada uno de ellos dejando que la sangre caiga en la copa
que contiene el vino. Mezclados el vino y la sangre, beben de la misma copa. Ahora ya son
hermanos de sangre.

IV. El Pacto con Abraham

Ahora, Génesis 17 tiene un nuevo significado para nosotros. Vemos que cuando Dios
apareció a Abraham para establecer pacto con él, Abraham sabía lo que eso significaba.
Dios entraba en un Pacto de sólida amistad con él (el Pacto de Sangre era llamado el Pacto
de Sólida Amistad), por eso Abraham fue llamado el amigo de Dios (Isaías 41.8; 2 Crónicas
20.7; Santiago 2.23).
Abraham es el único ser humano que fue llamado amigo de Dios en el Antiguo
Testamento. El pacto que Dios hizo con Abraham fue constituir a la nación israelita como
el pueblo del Pacto (Génesis 17.7).
Luego Dios dio a Abraham el método de establecer el Pacto (Génesis 17.7-14). El sello del
Pacto era la circuncisión. Todo niño varón era circuncidado a los ocho días de nacido y
dicha circuncisión era la entrada al pacto.
En el mismo día Abraham fue circuncidado, y de allí en adelante llevó en su carne la
evidencia de que había entrado en el Pacto de Sangre de amistad con Dios. Hasta hoy,
Abraham es designado en el oriente como “el amigo de Dios” (Génesis 17.26).
Después de que el pacto formal de sangre quedó establecido entre Dios y Abraham, tuvo
lugar una prueba para comprobar la fidelidad de Abraham a dicho pacto. Esa prueba
también serviría como testimonio a las generaciones futuras de que el cumplimiento del

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pacto por parte de Abraham al circuncidarse, no había sido una ceremonia vacía, sino que
en él había comprometido su vida misma a Jehová.
Génesis 15.6 dice: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”. La palabra hebrea
Heemín que aquí se traduce “creyó”, lleva la idea de una fianza completa del uno para el
otro. Abraham confió de tal manera en Jehová, que estuvo dispuesto a comprometerse
con Él como en el rito del Pacto de Sangre. Por consiguiente, el espíritu de confianza
vehemente y amoroso de parte de Abraham, Dios lo tuvo en cuenta para un pacto de
sangre de amistad mutua.
En Génesis 22.1-19 vemos que la prueba suprema llegó cuando Isaac, el hijo del Pacto de
Sangre que Dios había dado de una manera milagrosa a Abraham, tenía 18 o 20 años de
edad.

V. Abraham sometido a prueba

Génesis 22.1-2 dice: “Y aconteció, después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le
dijo: Abraham. Y él respondió, heme aquí. Y dijo: Toma ahora a tu hijo, tu único, Isaac, a
quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los
montes que yo te diré”. Y Abraham se levantó al instante para responder al llamado de su
Divino Amigo.
Precisamente aquí, es bueno darse cuenta de la idea oriental en una transacción como
esta. Un padre oriental aprecia al único hijo más que a su propia vida; porque para el
padre oriental morir sin un hijo es una idea terrible; cuando tiene al menos un hijo que
tome su lugar, se considera preparado para morir.
Para Abraham, el tener que rendir su propia vida trabajada y gastada ahora que un hijo de
la promesa le había nacido, hubiera constituido una cuestión de poca importancia; pero
tener que entregar a aquel hijo y ser de nuevo un viejo sin hijo y sin esperanza, era otra
cosa. Solamente una fe que no protesta ni pregunta; solamente un amor que no falla ni
fluctúa, podía hacer frente a una situación como aquella.
En todo el mundo los hombres que hacían un pacto de amistad de sangre, estaban
dispuestos a entregar aun aquello que les era más querido que la vida a sus hermanos del
Pacto de Sangre, o a sus dioses.
¿Abraham haría menos por su Amigo Divino de lo que los hombres harían por sus amigos
humanos? ¿Sería capaz Abraham de entregar a su Dios todo lo que los adoradores de
otros dioses estaban dispuestos a entregar en prueba de su devoción? Tales eran las
preguntas que había que contestar ante el mundo.

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Génesis 22.3-10, dice que Abraham fue capaz de tal amistad en su Pacto de Sangre con
Jehová. Y cuando demostró su espíritu de sacrificio voluntario, se le dijo que detuviera su
mano (Hebreos 11.17-19).
Fue entonces cuando el ángel de Jehová llamó a Abraham por segunda vez desde el cielo,
y dijo: “Por mí mismo he jurado”, es decir “Por mi propia vida” (Génesis 22.15-17).
Aquí está el fundamento de dicho pacto hacia Dios. Por ninguna otra cosa podía Dios jurar
sino por Sí mismo. Para el oriental eso significaba: “Juro por mí mismo; si fallo, me
convierto en tu esclavo. Tú eres mi dueño. Me entrego en esclavitud a ti. Puedes hacer
con mi vida lo que quieras”.
Abraham y Dios están unidos. Todo lo que Dios es, pertenece a Abraham; y todo lo que
Abraham es y lo que poseerá, pertenece a Dios en esta relación de Pacto.
Ahora se puede entender por qué Dios dijo muchas veces: “Yo soy Jehová, que guardo los
pactos”.
Él es el Dios que guarda los pactos. Respaldando a Israel, estaba este pacto solemne que
Dios había sellado por Su parte, entregándose a Sí mismo en completa y absoluta
esclavitud a dicho Pacto.

PREGUNTAS
1. ¿Por qué Dios confundió las lenguas de los hombres en la torre de Babel?
2. ¿Por qué fue dado a Abraham el llamamiento Divino que se narra en Génesis 12.1-2?
3. Diga el significado del Pacto de Sangre tal como existía entre los pueblos primitivos.
4. ¿Cuáles eran las tres razones para establecer el pacto?
5. ¿Por qué Abraham fue llamado “el amigo de Dios”?
6. ¿Cuál fue el sello del Pacto con Abraham?
7. ¿Qué significa realmente la palabra en hebreo de Génesis 15.6, traducida como
“creyó”?
8. ¿Cuál fue la prueba a que fue sometido Abraham para probar su fidelidad al Pacto?
9. ¿Qué revela su obediencia al mandato de Dios?
10. ¿Qué significa la frase “Por mí mismo he jurado”, en la promesa que Dios dio?

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Lección 9
EL PUEBLO DEL PACTO DIVINO

Dios entró en una relación de Pacto con Abraham a fin de preservar en la tierra la
revelación de Sí mismo que Él había dado al hombre. Abraham y sus descendientes iban a
ser el pueblo del Pacto Divino: “Y estableceré mi Pacto entre mí y ti, y tu simiente después
de ti y en sus generaciones, por alianza perpetua, para serte a ti por Dios, y a tu simiente
después de ti” (Génesis 17.7).
Por medio de este pueblo del Pacto, Dios iba a enviar al Redentor: “Bendiciendo te
bendeciré, y multiplicando multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo, y como la
arena que está a la orilla del mar; y tu simiente poseerá las puertas de sus enemigos; en tu
simiente serán benditas todas las gentes de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz”
(Génesis 22.17-18).
El pueblo con el cual Dios había entrado en relaciones de Pacto también iría a ser Su
testimonio sobre la tierra. Palestina estaba situada geográficamente de tal modo, que las
civilizaciones antiguas tenían que pasar por ella en sus relaciones comerciales entre sí. El
pueblo del Pacto Divino les daría testimonio de la revelación del Dios viviente y verdadero.

I. Isaac, Jacob y José

Después de darnos la historia de Abraham, el libro del Génesis nos da una breve historia
de sus descendientes inmediatos... Isaac, Jacob y José. Todo el Génesis puede agruparse
alrededor de cinco nombres: Adán, capítulos 1-5; Noé, capítulos 6-11; Abraham, capítulos
12-26; Jacob, capítulos 27-37; y José, capítulos 38-45. Daremos aquí solamente un breve
resumen del carácter de estos descendientes de Abraham en el Pacto de Sangre.
Isaac, el más hermoso de los caracteres del Antiguo Testamento, espíritu tranquilo y
gentil, ha dejado sobre la vida judía una impresión que ningún otro de los padres ha
dejado. Su matrimonio con Rebeca y su amor por ella es una de las historias más
encantadoras de los fundadores de ese pueblo maravilloso.
Jacob es un carácter distinto: perverso, egoísta y astuto. Es dudoso que haya hecho a
alguien feliz. Se encontró con Dios en el vado de Jacob (Peniel = el rostro de Dios) y Dios
puso Su mano sobre él. Jacob fue un hombre diferente desde ese día. Tuvo poder con Dios
y con el hombre. Su vida prueba que Dios puede cambiar las vidas más perversas y
convertirlas en vidas rectas.
José es nuestro príncipe apuesto. En ninguna parte de la literatura hay algo que se
compare con este joven, hombre en toda su integridad, estadista, fundador y preservador

51
de una nación. La fragancia de esta vida se prolonga durante todos los siglos de la historia
de Israel. Muchos muchachos han sido buenos y fuertes por la influencia de esta
personalidad imponente.
A la edad de diecisiete años José fue vendido como esclavo a Egipto (Génesis 37.25-28). A
los treinta años se convirtió en gobernador de ese país (Génesis 41.37-45). Cuando
cumplió los cuarenta años, Jacob llegó a Egipto acompañado de setenta personas (Génesis
46.1-26).

II. Razón para ir a Egipto

El Dios guardador del Pacto recordó Su promesa a Abraham de que haría de él una gran
nación. Para salvar de la destrucción al pueblo de Su pacto, durante el hambre que
asolaba la tierra de Canaán, el Dios del Pacto los llevó a Egipto para que prosperaran y
multiplicaran. “Que ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra, y aún quedan
cinco años en que no habrá arada ni siega. Y Dios me envió delante de vosotros, para que
vosotros quedaseis en la tierra, y para daros vida por medio de grande salvamento”
(Génesis 45.6-7).
Dios usó a José para preservar a Su pueblo. Predominó sobre la obra de Satanás; del mal
Él ha sacado bien al través de todos los siglos: “Así pues, no me enviasteis vosotros acá,
sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón, y por Señor de toda su casa, y por
gobernador en toda la tierra de Egipto” (Génesis 45.8). ¡Qué cuadro tan bello se nos
presenta del cuidado fiel y amoroso de aquel Dios que cuando estableció el Pacto con
Abraham dijo: “Por Mí mismo he jurado”.
Los hijos de Israel prosperaron entre el desahogo y la abundancia y entre el esplendor
suavizante de aquella tierra. Fueron ellos los colonos favorecidos. Se les dio lo mejor de la
tierra. Tuvieron puestos honorables y bien pagados bajo los reyes egipcios (Génesis 47.1-
12, 27). Sobre todo, el favor de Dios era con ellos. El mantenía Su Pacto con Abraham y lo
que había expresado de que su simiente sería una multitud como las estrellas del cielo, y
como la arena que está a la orilla del mar. Su incremento fue maravilloso. Dios estaba
haciendo de ellos una gran nación que sería Su testigo sobre la tierra.
Las Escrituras repetidamente dirigen nuestra atención al crecimiento maravilloso del
pueblo del Pacto Divino: “Y los hijos de Israel crecieron, y se multiplicaron, y fueron
aumentados y corroborados en extremo; y se llenó la tierra de ellos” (Éxodo 1.7).
Durante los 210 años de la permanencia de los hijos de Israel en Egipto, su número
aumentó de 70 hasta 3,000.000. La cronología muestra que pasaron en Egipto 210 años.
Este dato presenta a primera vista una dificultad con otros pasajes de las Escrituras como
Éxodo 12.40 que parece indicar que el período de su residencia en Egipto fue de 430 años.

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Sin embargo, la traducción de la Septuaginta dice como sigue: “La residencia de los hijos y
de sus padres los cuales habitaron en la tierra de Canaán y en la tierra de Egipto”.
Gálatas 3.16-17 arroja luz sobre esta cuestión al mostrar que este período comenzó en la
fecha de la promesa dada a Abraham y se extendió hasta el tiempo en que fueron
libertados los hijos, lo cual da un total de 430 años; Abraham, después de que recibió el
llamamiento de Dios, habitó en Harán cinco años. Entre la entrada a Canaán y el
nacimiento de Isaac pasaron veinticinco años. Desde el nacimiento de Isaac hasta el
nacimiento de Jacob, hay un período de sesenta años. Jacob tenía 130 años cuando entró
a Egipto. Todo este intervalo llega a 220 años; agregando los 213 años a que hicimos
referencia, dan un total de 430 años... los 430 años de residencia desde Abraham hasta la
liberación de Egipto.

III. La persecución del pueblo del Pacto Divino

En la lección pasada vimos que la obra de Satanás consistía en destruir a “la simiente de la
mujer” por medio de la cual habría de venir el Redentor prometido. Ahora, habiéndose
especificado que el Redentor procedería de “la simiente de Abraham”, Satanás trata de
destruir al pueblo del Pacto Divino. Después de un período de 100 años en Egipto durante
los cuales los israelitas se convirtieron en un pueblo poderoso, Satanás busca la manera
de destruirlos. Satanás llenó de miedo el corazón de los gobernantes de Egipto, y de un
temor mal fundado de que los israelitas que eran tan poderosos en número pudieran
unirse a los enemigos de los egipcios en tiempo de guerra (Éxodo 1.8-10). Luego siguieron
consejos de opresión sistemática y de esclavitud, de tiranía y de crueldad (Éxodo 1.10-14).
Sin embargo, el crecimiento de Israel fue parte del plan divino para Su pueblo del Pacto, y
nadie en el mundo podría hacer nada para impedirlo. Mientras más los afligían, más se
multiplicaban y crecían (Éxodo 1.15-22). El trato que los esclavos recibían de los egipcios
era algunas veces demasiado horrible. Las mutilaciones y las torturas de que eran objeto
los israelitas, con la orden de que todo hijo fuera muerto o arrojado al río, eran de un
carácter satánico.
La persecución que Israel sufre es tan grande que pide al Dios del Pacto que los libre. Él
escucha Su clamor y recuerda Su Pacto con Abraham, Isaac y Jacob. El Dios guardador del
Pacto desciende a librar a Su pueblo de la esclavitud: “Y dijo: No te llegues acá; quita tus
zapatos de tus pies, porque el lugar en que estás, tierra santa es. Y dijo: Yo soy el Dios de
tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob” (Éxodo 3.5-8).
Éxodo 2 nos relata el nacimiento de Moisés y todo lo que se refiere a su vida, hasta el
momento en que recibe el llamado de Dios. Notamos aquí dos hechos. El haber escondido
al niño Moisés en el banco del río, acto que ejecutó su madre, y más tarde la renuncia de

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Moisés a Egipto, no fueron actos irreflexivos. Hebreos 11.23-27 nos muestra que ambos
actos se basaron sobre la fe en el Dios guardador del Pacto: “Por fe Moisés, nacido, fue
escondido por sus padres durante tres meses... Por fe Moisés, hecho ya grande, rehusó
ser llamado hijo de la hija de Faraón... Por fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey”.
Éxodo 3 y 4 nos presentan el llamamiento de Moisés incluyendo el relato de la zarza
ardiente; la revelación que Dios le hizo acerca de Sus planes para librar a los israelitas; la
vacilación de Moisés para responder y el permiso concedido para que Aarón le
acompañara. Notamos el poder dado a la vara de Moisés por medio de la cual podía obrar
milagros. Notamos, además, que Dios se manifestó a Moisés no sólo como el Dios
guardador del Pacto, sino también como el Dios obrador de milagros.
Éxodo 4.20-26 revela el lugar tan importante que tuvo el Pacto de Sangre. Moisés había
descuidado la circuncisión de su primogénito; había sido infiel al Pacto. Yendo del desierto
de Sinaí a Egipto con un mensaje de Dios con respecto al primogénito de los egipcios que
no estaba dentro del pacto, le salió al encuentro una providencia pavorosa y se encaró a la
muerte, “le salió al encuentro Jehová, y quiso matarlo”. Parece que tanto Moisés como su
esposa se dieron cuenta de que estaban siendo separados de una participación posterior
en los planes del pacto divino para los descendientes de Abraham, por no haber cumplido
sus obligaciones en el Pacto de Abraham, al no circuncidar a su hijo.
En nuestra siguiente lección seremos espectadores del conflicto más poderoso de la
historia. De un lado, todo el poder, la riqueza y el esplendor de Egipto; sus conocimientos,
su orgullo y la dependencia segura que tenía en sus dioses. Por otro lado, un hombre
pobre, débil, anciano, quebrantado y desacreditado. El único seguidor que tenía era su
hermano Aarón. No es una procesión formidable la que hacen estos dos hombres al pasar
por las puertas del palacio y pedir una audiencia del rey. Y los egipcios festivos y mordaces
deben haber disfrutado de más de una broma a sus expensas. Pero en el fondo había una
sensación de asombro. ¡Ninguna generación había presenciado algo semejante!
Dos esclavos exigiendo libertad, no para sí mismos, sino para tres millones de personas,
exigiéndola una y otra vez después de repetidas negativas del Faraón, el rey-dios de la
civilización más poderosa de ese tiempo. Veremos como la burla desaparece ante la
persistencia de estos hombres, y que el asombro se convierte en miedo. Las mejillas
palidecen y el corazón tiembla al ruido de sus pisadas.
Estos dos hombres del Pacto de Sangre tienen en sus manos el destino de Egipto y dejan
escritas sobre la tierra palabras que siguieron viviendo después de que su grandeza pasó.
Antes de estudiar la salida de los hijos de Israel de Egipto, nos servirá de mucho observar
algunos hechos relacionados con los reyes egipcios.
El príncipe que ascendía al trono de Egipto se transfiguraba a los ojos de sus súbditos. Para
la mente de los egipcios, el Faraón era igualmente hombre y dios. Lenormant escribe:
“Podemos imaginar el prestigio que tal exaltación confería al poder soberano en Egipto”.

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Los egipcios, a los ojos del rey, no eran sino esclavos trémulos obligados por motivos
religiosos a ejecutar sus órdenes ciegamente. Se le tributaba adoración como a la
divinidad. Sus ministros y él ocupaban dos plataformas diferentes.
El Faraón se sentaba aparte y solo. Cuando él hablaba, el asunto quedaba concluido. A él
solamente se dirigían las demandas a dios, y sobre él quedaba la responsabilidad de la
injusticia continua y de la negación de peticiones.
Ahora entendemos por qué el Faraón se presenta como el único hombre en todo Egipto
con quien el libertador de los Israelitas contiende. Palabras como éstas adquieren un
nuevo significado cuando se consideran a la luz de estos hechos: “Para que conozcas que
no hay como Jehová nuestro Dios”...“Y aquel día yo apartaré la tierra de Gosén, en la cual
mi pueblo habita, para que ninguna suerte de moscas haya en ella; a fin de que sepas que
yo (un Yo enfático y no tú,— Yo, no tus dioses) soy Jehová en medio de la tierra. Y yo
pondré división entre mi pueblo y el tuyo” Éxodo 8.10, 22-23.
Dios y Su pueblo están de un lado; Faraón y su pueblo están del otro. Es una competencia
entre el Dios vivo y verdadero y uno que pretende serlo. Dios tiene que romper en
pedazos al ídolo y dejarlo derribado para libertar a Su pueblo.

PREGUNTAS
1. Señale el lugar, geográficamente, que los israelitas tuvieron como testigos.
2. Dé un resumen breve del carácter de Isaac, de Jacob y de José.
3. ¿Cómo usó Dios a José para preservar a Su pueblo?
4. Describa la vida de los israelitas en Egipto antes de su persecución.
5. ¿Quién fue la causa de que los gobernantes de Egipto oprimieran a los hijos de Israel?
¿Y por qué lo hizo?
6. ¿Cómo se explica el porqué los padres de Moisés lo escondieron de niño y por qué
renunció a Egipto?
7. ¿Por qué Dios descendió para libertar a los israelitas?
8. ¿Por qué Dios trató de matar a Moisés?
9. ¿Quiénes estaban implicados en el poderoso conflicto que tuvo lugar en la liberación de
Israel?
10. ¿Por qué Dios tuvo que humillar al Faraón?

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Lección 10
LA LIBERACIÓN DE EGIPTO

Al estudiar el gran drama de la liberación del Pueblo del Pacto Divino, de la esclavitud
egipcia en el relato que se nos da en las Escrituras, notamos muchos acontecimientos que
demuestran su la autenticidad.
La narración que se nos da de la vida en Egipto es una descripción verdadera de cómo
vivían los egipcios en esa época. La autoridad que el Faraón tuvo sobre los esclavos
israelitas, nos proporciona una demostración exacta de la autoridad que él poseyó en este
período de la historia. La parte que juegan los magos de Egipto al realizar prodigios, es una
representación auténtica del poder que el antiguo sacerdocio pagano poseía. El
sacerdocio egipcio era en realidad una corporación investida de poderes mágicos, los
cuales se aplicaban a favor de los vivos y de los muertos.
El relato bíblico referente a cada nombre, incidente y costumbre, revela al verdadero
Egipto de este período. La fidelidad y sutileza del relato muestran que fue escrito por
alguien que conoció bien los hechos. El Éxodo, al referirnos a este drama del Dios del
Pacto obrador de milagros a favor de Su pueblo, revela que en realidad fue escrito por
alguien que conocia los hechos, y no como algunos escépticos pretenden, que fue escrito
por un judío babilónico en el año 400 A.C. Lleva las marcas del antiguo Egipto, al que Dios
juzgó.
Los arqueólogos han descubierto edificios hechos de ladrillo en los cuales fue usado
rastrojo en vez de paja, tal y como lo dice Éxodo 5.12.

I. El primer milagro

En Éxodo 7.1-7, Moisés, obedeciendo a Jehová, se acerca al Faraón para interceder por el
pueblo del Pacto Divino. Éxodo 7.8-13 nos describe el primer encuentro de Moisés con el
Faraón y sus magos. La primera señal dada fue la de arrojar la vara que al instante se
convirtió en una serpiente: “Y echó Aarón su vara delante de Faraón y de sus siervos y se
tornó en culebra. Entonces llamó también Faraón a sabios y encantadores; e hicieron
también lo mismo los encantadores de Egipto con sus encantamientos. Pues echó cada
uno su vara, las cuales se volvieron culebras, mas la vara de Aarón devoró las varas de
ellos” Éxodo 7.10-12.
Algunos pueden maravillarse del poder mediante el cual las varas de los sacerdotes
egipcios se convirtieron también en serpientes. Los espíritus que estaban identificados con
los dioses de los egipcios y a los que ellos hicieron su petición, no los dejaron sin
respuesta. El resurgimiento del espiritismo y el ocultismo en nuestros días, es decir, todos

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los fenómenos que no pueden explicarse como trucos, muestran la obra de Satanás detrás
de esos “milagros”, mayormente cuando tal cosa le proporciona a éste la adoración de los
hombres. El conflicto entre el Hacedor del cielo y de la tierra y los dioses de Egipto
comenzó desde el principio. A la luz de este acontecimiento el milagro ejecutado ante la
presencia del Faraón, tuvo un significado pavoroso. Así como la vara de Aarón se tragó las
varas de los encantadores, así la fe que Dios iba a establecer, se tragaría las creencias
engañosas por las cuales los sabios del mundo buscarían un conocimiento y una grandeza
que los haría a ellos y a sus compañeros esclavos de Satanás.

II. Las plagas

Estudiemos ahora la historia de las plagas que destruyeron el poderío de Egipto y


quebrantaron su obstinado corazón. Se había dado una señal cuando la vara fue
convertida en serpiente. La señal fue desafiada por los encantadores, dando por resultado
que el poder de Jehová se manifestara más plenamente. Pero aquella era sólo una señal, y
podría ser olvidada fácilmente. Por lo tanto, Dios tenía que recurrir al juicio.
La primera plaga consistió en convertir las aguas de Egipto en sangre. El Mandamiento
Divino llegó a Moisés: “Ve por la mañana a Faraón, he aquí que el sale a las aguas; y tú
ponte a la orilla del río delante de él” (Éxodo 7.15). El lector observará el mandamiento de
ir a encontrar a Faraón a la orilla del río. Nosotros vemos, desde luego, una gloriosa
idoneidad en ‘el tiempo’ y el lugar que fueron escogidos. El dios del Nilo era una
personificación de Nu, uno de los principales dioses-padre de Egipto y objeto de profunda
veneración en esta parte del país. Sobre él, por lo tanto, Jehová aseguró Su supremacía
por medio de esta plaga. Es probable que Faraón fuese por la mañana a tributar su
adoración a este dios.
Fue, pues, al rey, mientras estaba delante del altar de su dios, a quien el mensaje de
Jehová se dirigió. Tal mensaje era terrible. El dios y sus adoradores, iban a ser juzgados del
mismo modo: “Y Jehová dijo a Moisés: Di a Aarón: Toma tu vara, y extiende tu mano sobre
las aguas de Egipto, sobre sus ríos, sobre sus arroyos y sobre sus estanques, y sobre todos
sus depósitos de aguas, para que se conviertan en sangre, y haya sangre por toda la región
de Egipto, así en los vasos de madera como en los de piedra” (Éxodo 7.19).
Los niños varones de los israelitas habían sido arrojados a las aguas, y ahora Dios
recordaría a los egipcios su pecado. El río de sangre diría la historia de aquel
acontecimiento a la tierra y al cielo, y el horror de su crimen surgiría para acosarlos.
La segunda plaga fue una aflicción bien conocida y temida. Su intensidad fue descrita en
palabras, cada una de las cuales debió haber llegado a los hogares y llenado de
repugnancia y miedo el pecho de todos los egipcios que escucharon el mensaje de Dios

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por medio de Aarón: “He aquí yo heriré con ranas todos tus términos; y el río criará ranas,
las cuales subirán y entrarán en tu casa, y en la cámara de tu cama, y sobre tu cama, y en
las casas de tus siervos, y en tu pueblo, y en tus hornos, y en tus artesas; y las ranas
subirán sobre ti, y sobre tu pueblo, y sobre todos tus siervos” (Éxodo 8.2-4).
Pongamos tras estas palabras la aflicción que bien sabemos estos animales fueron para
Egipto, y la plaga inmediatamente adquiere un significado terrible. Perdemos de vista la
insignificancia del instrumento ante la magnitud del castigo. La plaga de las ranas no fue
solamente un castigo terrible sobre el pueblo, sino también constituyó otra sentencia
sobre sus dioses.
Las ranas fueron siempre una gran molestia en Egipto, y desde el principio se le
encomendó a la diosa Heki que las ahuyentara. Dicha diosa aparece muchas veces con la
cabeza de una rana. Era tan importante el oficio que ella iba a desempeñar, que se
suponía iba a ser una de las diosas supremas de todo Egipto. Ahora el Dios del Pacto de los
israelitas, esclavos de los egipcios, se muestra de nuevo más grande que los dioses de los
poderosos egipcios.
A medida que el corazón del Faraón se endurece, las plagas se multiplican. Éxodo 8.16-19
y Éxodo 8.20-24 relatan lo que se refiere a las plagas de los piojos y de las moscas. Otro
juicio se desató en contra de los dioses de los egipcios, porque las moscas también eran
adoradas en Egipto.
Lo primero que Dios hizo fue una simple señal cuando la vara de Aarón se convirtió en
serpiente. Luego, el malestar personal reveló el poder y el descontento Divino. Pero
ahora, además del daño traído por las moscas, sus vestidos, sus muebles y sus adornos
fueron destruidos. “La tierra fue corrompida a causa de ellas”.
En la quinta plaga Dios va todavía más lejos. Deja caer Su mano sobre una de las
posesiones más valiosas de los egipcios, su ganado. El asunto no iría a terminar cuando
Faraón dijo “No” a las demandas de Dios, o cuando prometió obediencia y luego se negó a
cumplir su promesa. De nuevo fue enviado Moisés con el mensaje “Deja ir a mi pueblo
para que me sirva”; y así se le advierte a Faraón: “Porque si no lo quieres dejar ir y lo
detuvieres aún, he aquí la mano de Jehová será sobre tus ganados que están en el campo,
caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas, con pestilencia gravísima”.
En Éxodo 9.1-5 notamos que la separación entre los egipcios y el pueblo del Pacto Divino
continúa. El ganado de los israelitas no iría a perecer. Hasta ahora sólo las posesiones de
los egipcios han sido afectadas al igual que la mayor parte de sus riquezas. Pero en la
sexta plaga sus cuerpos son los afectados. Son heridos con una enfermedad repugnante y
dolorosa que los encantadores, sus campeones en este conflicto, confiesan que procede
de la mano de Dios, y desde luego se retiran de la contienda. Notemos la misericordia de
Dios en Sus procedimientos. Su misericordia envió al principio castigos leves para hacerlos
volver de los caminos de desobediencia y para salvarlos de la calamidad final y temible.

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Cuando los castigos ligeros fallaron para salvar, el amor deja caer golpes más duros para
ver si estos pueden hacer volver al desobediente del camino que lleva.
En la séptima plaga se opera un avance distinto en la severidad del castigo. Ahora hay
pérdida de vidas y de cosechas: “He aquí, mañana”, así decía el Mandamiento Divino, “a
estas horas yo haré llover granizo muy grave, cual nunca fue en Egipto, desde el día que se
fundó hasta ahora”.
Al anunciarse la octava plaga, la palabra “langostas'' sonó en forma terrible a los oídos de
los egipcios (Éxodo 10.4-6).
Por vez primera ocurre un acto de reconvención en la corte. Los príncipes y los grandes
que rodean al rey y que le reverencian como un dios, se olvidan de la temible distancia
que hay entre ellos y el trono. Poseídos de terror, hacen a un lado su reverenda habitual y
discuten con el Señor de Egipto (Éxodo 10.7): “Y los siervos de Faraón le dijeron: ¿Hasta
cuándo nos ha de ser éste por lazo? Deja ir a éstos hombres para que sirvan a Jehová su
Dios; ¿Aún no sabes que Egipto está destruido?”
Llegamos a la novena plaga. Ésta fue la última apelación de Dios antes de que cayera la
sentencia largo tiempo diferida. Cada hombre estuvo impedido por Dios, para expresarlo
así, durante aquellos tres días espantosos con sus noches. Toda actividad se suspendió.
Todo fue hecho a un lado. Cada uno permaneció solo, el rey, el consejero, el noble, el
sacerdote, el comerciante, el artesano o el campesino.
Cada uno estaba detenido por la mano de Dios y encarado a la grave interrogación
insinuada en el recuerdo de una plaga tras otra, y vuelta a expresar en la percepción de
esta: “¿Puedes tú lanzarte contra el escudo del Todopoderoso?” Esos tres días de
aislamiento inactivo y de temor nos permiten asomarnos a las profundidades de esa
infinita compasión que hubiera salvado a Egipto del último golpe que iría a quebrantar
toda su obstinación y todo su orgullo. Dios mostró también Su supremacía sobre el sol,
uno de los dioses principales de los egipcios.

III. El Pacto de Sangre y sus señales en la pascua

Vendría el tiempo cuando el Señor daría una nueva evidencia de Su fidelidad a Su Pacto
amistoso de sangre con Abraham. De nuevo iba a haber un nuevo comienzo en la historia
de la redención. La simiente de Abraham estaba en Egipto, y el Señor llevaría desde allí la
simiente para darle su herencia prometida en Canaán. Los egipcios se negaron a dejar ir a
Israel al llamado del Señor.
Al estudiar la última plaga que vino sobre los egipcios nos enteramos del significado del
Pacto de Sangre. En el amistoso pacto original de sangre entre Abraham y el Señor, fue
Abraham quien dio su sangre en señal del Pacto.

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Hasta aquí los israelitas no habían tenido que hacer nada para evitar las plagas. Ahora
tenían que rociar la sangre si querían escapar a la décima plaga. El Señor les ordenó que
escogieran un cordero macho y sin mácula, sin defecto. Dicho cordero era un tipo de
Cristo, así que debía ser perfecto. La sangre del cordero, un tipo de la sangre de Cristo,
debía ponerse en los dos postes y en el dintel de cada casa de los descendientes de
Abraham.
“Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis”, dijo el Señor a Su
pueblo. “Y veré la sangre (la señal de mi pacto de sangre con Abraham), y pasaré de
vosotros y no habrá en vosotros plaga de mortandad, cuando heriré la tierra de Egipto”
(Éxodo 12.7-13). El primogénito quedó a salvo cuando fue cubierto por la Sangre. La carne
del cordero escogido iría a ser comida por los israelitas de una manera reverente, tal
como lo requiere esa intercomunicación del rito de la amistad de sangre; y de acuerdo con
una costumbre común de los ritos primitivos del pacto de sangre, en todas partes.
La última plaga quebrantó el corazón de Egipto. La muerte, terrible en dondequiera, hizo
una pausa espantosa en la vida de este pueblo amante del placer. Cuando alguien moría
en Egipto, eso, especialmente, era causa de gran llanto. Puede imaginarse entonces qué
efecto tendría esta última calamidad sobre todo el pueblo. No había una casa donde no
hubiera un muerto. Aquellos que podrían haber llorado con los demás, tenían que
doblegarse bajo su propio dolor: “Y se levantó aquella noche Faraón, él y todos sus
siervos, y todos los egipcios; y había un gran clamor en Egipto porque no había casa donde
no hubiese muerto”. Sin embargo, después de haber visto el dolor de Faraón y de todo su
pueblo a causa de sus muertos, no hemos recapacitado todo lo que implicó este castigo.
Éxodo 12.12 dice: “Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, así en los
hombres como en las bestias: haré juicios y en todos los dioses de Egipto” Notamos la
frase: “Y en todos los dioses de Egipto. Yo Jehová”. Las palabras van dirigidas en contra de
éstos: “así de hombre como de bestia”.
Hemos visto que los animales eran adorados en Egipto, y que también el rey era estimado
como encarnación de un dios y adorado como tal. Ahora Faraón, adorado como divinidad,
es herido y castigado en su propia tierra, y en presencia de su pueblo. Su heredero que
había sido aclamado con honores divinos, yace en la quietud de la muerte. Era imposible
dudar que el golpe venía del Dios del pueblo del Pacto.
Los primogénitos de los israelitas quedaron a salvo. Ninguna de las plagas había tocado al
pueblo del Pacto Divino. Un gran temor oprimió a Egipto. La mano que había golpeado
podía golpear otra vez. Por lo tanto, se les concedió la libertad a los israelitas oprimidos; y
fueron arrojados del país. Faraón ni siquiera esperó a que amaneciera: “E hizo llamar a
Moisés y a Aarón de noche y les dijo: Salid de en medio de mi pueblo vosotros, y los hijos
de Israel; e id, servid a Jehová como habéis dicho: —“Y bendecidme también a mí—. Y los

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egipcios apremiaban al pueblo, dándose prisa a echarlos de la tierra; porque decían:
Todos somos muertos” (Éxodo 12:31-22).

PREGUNTAS
1. Demuestre cómo el relato de las Escrituras nos da una descripción fiel de la vida del
Antiguo Egipto.
2. ¿Cuál fue el primer milagro que se realizó ante la presencia de Faraón?
3. ¿Qué significado espiritual se le puede dar?
4. ¿En qué forma trajo la primera plaga juicio contra uno de los dioses egipcios?
5. ¿Cuál fue la segunda plaga y cuál es su significado?
6. A medida que Faraón se rehusaba a dar libertad a los israelitas, demuestre cómo las
aflicciones fueron mayores.
7. ¿Cómo reveló la novena plaga la misericordia de Dios antes de que enviara la última?
8. ¿En qué forma manifestó Dios Su fidelidad al Pacto?
9. Describa los efectos de la décima plaga.
10. ¿Cómo se manifestó que las plagas fueron enviadas por el Dios del Pacto?

61
Lección 11
EL PUEBLO DEL PACTO EN EL DESIERTO

Tenemos delante de nosotros el evento supremo de que es el Dios guardador del Pacto
quien está libertando a Su pueblo del Pacto. En la Pascua Él reafirmó ese Pacto. Al hacer
frente al desierto y a sus peligros, ellos saben que el Dios guardador del Pacto está con
ellos. Ahora la institución del rito Pascual que brota de la divina amistad sanguínea con
Israel, se va a convertir en una ceremonia permanente entre ellos, como una
conmemoración de su liberación milagrosa de Egipto como el pueblo del Pacto (Éxodo
12.14-20, 43; 13.16).
Éxodo 12.3-8 revela que el Cordero de la Pascua tipifica a Cristo en la cruz. El Cordero
debe ser sin mancha; y tiene que ser separado del rebaño el día 10 del primer mes (año
judaico) y guardarse hasta el día 14, fecha en que ha de ser sacrificado al atardecer (tres
de la tarde). Cristo fue traicionado el día 10, crucificado el día 14, y muerto a las tres de la
tarde. No hay duda de que Él fue el Cordero de Dios.
La señal de este rito se describe así: “Y ha de serte como una señal sobre tu mano, y como
una memoria delante de tus ojos, para que la ley de Jehová esté en tu boca; por cuanto
con mano fuerte te sacó Jehová de Egipto”.
En épocas primitivas, y con mucha frecuencia, cuando dos hombres celebraban el pacto,
se preservaba un registro teñido con la sangre de dicho pacto el cual era colocado dentro
de una cubierta de cuero que llevaba bajo el hombro o cerca del cuello, aquel que había
ganado un amigo para siempre por medio de este rito sagrado de amistad sanguínea. A
través de los siglos los judíos se han acostumbrado a llevar sobre sus frentes como una
corona; y sobre sus brazos como un brazalete, un pequeño estuche de cuero como un
amuleto sagrado; dicho estuche contiene un registro del pacto pascual entre Jehová y la
simiente de Abraham, Su amigo.

I. Una salida muy provechosa

Antes de que principiara el conflicto con Faraón, Dios había dicho a Moisés: “Y daré a este
pueblo favor en los ojos de los egipcios, y sucederá que cuando partiereis, no iréis con las
manos vacías. Al contrario, pedirá cada mujer a su vecina y a la que mora en su casa,
alhajas de plata y oro, y vestidos; y los pondréis sobre vuestros hijos y sobre vuestras hijas;
y despojaréis a los egipcios” (cf. Éxodo 3.21-22).
Muchos han entendido mal el pasaje de Éxodo 12.36. La palabra hebrea “prestaron”
significa “les entregaron de buena gana todo lo que demandaron”. Los israelitas

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solicitaron todas esas cosas de que habla el pasaje. La cuestión era si la petición iba a ser
atendida o se iba a recibir con una negativa airada.
El Dios del Pacto intervino; y dio a Su pueblo favor en los ojos de los egipcios. Ahora los
israelitas eran vistos por sus enemigos bajo una nueva luz; los egipcios les dieron todo lo
que pidieron. Tales cosas constituyeron los despojos de una victoria más gloriosa que
ninguna otra nación conquistadora había conocido. En la historia, el conquistado ha sido
despojado pero en contra de su voluntad. Pero en este caso los egipcios encontraron gozo
en dar regalos a quienes ellos habían dominado.
El pueblo del Pacto que había sencillamente esperado su salvación del Dios del Pacto, salió
de Egipto adornado con los hermosos vestidos y las joyas de aquellos que por tanto
tiempo los habían despojado.
Doscientos años antes de que ocurriera, el Dios del Pacto había predicho este triunfo. En
Génesis 15.13-14, había dicho a Abraham que su simiente sería extranjera y afligida en
una tierra que no era la suya y que El juzgaría a la nación a la cual iban a servir. Además,
les había dado esta promesa: “Y después de esto saldrán con gran riqueza”. Aquí Dios
había anticipado el despojo de los egipcios como el final del doloroso afán de Su pueblo y
como la compensación por su cautiverio y esclavitud.

II. Cambio de ruta.

Durante el segundo día de viaje, los israelitas siguieron la ruta acostumbrada a Palestina.
Esta debió haberlos conducido hasta la orilla del desierto. Al otro lado de esas arenas y a
lo largo de la costa del Mediterráneo quedaba la ruta más corta a Palestina. Unas cuantas
jornadas hacia adelante y habrían entrado al territorio de los belicosos filisteos. Pero aquí
la ruta fue cambiada repentinamente.
Se nos dice que Dios no los condujo por la ruta de los filisteos, aunque el camino era más
corto, por temor de que el pueblo se arrepintiera al ver la guerra y regresara a Egipto, sino
que los condujo por el camino del desierto del Mar Rojo.
Surge aquí una pregunta: ¿Por qué, pues, les fue permitido empezar la marcha por el
camino que parecía más corto y más expedito a la tierra prometida de sus padres? ¿Por
qué les cambió la ruta en forma que tuvieron que volver sobre sus pasos al tercer día y
marchar hacia el sur por el lado egipcio del mar?
Al principio podemos quedar perplejos con la pregunta. Parece como si el plan de Dios
hubiera sido alterado repentinamente; pero una poca de reflexión descorrerá
rápidamente el velo de la Sabiduría Divina. Todo queda explicado en las siguientes
palabras: “y acamparon . . . a la entrada del desierto” (Éxodo 13.20). Dios tenía un
propósito doble. Israel tenía que plegarse a la Voluntad Divina.

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Naturalmente al principio deseaban la ruta más corta. Dios les permitió que la tomaran, y
fue con ellos tan lejos como lo hace con frecuencia con nosotros en nuestra obstinación.
Son llevados a la entrada del desierto; y luego viene la reflexión. No hay nada atractivo en
la fisonomía de esa extensión lúgubre. Comienzan a pensar en los días monótonos de
andar errantes, sedientos y con hambre a través del desierto inhóspito, sin agua y sin
árboles. Luego piensan en la muralla de fieros y decididos enemigos a través de la cual
tienen que abrirse camino una vez que hayan atravesado el desierto. No hubo ninguna
murmuración por la mañana cuando Dios dijo: “Habla a los hijos de Israel que den la
vuelta” (Éxodo 14.2). Esas palabras les produjeron una sensación de alivio.
El Dios del Pacto tenía también otro propósito. El rey estaba observando sus movimientos
con todo cuidado. Dios no iba a permitir a Su pueblo del Pacto salir con deshonra de la
tierra de Egipto; no se les iba a permitir huir. Cuando el Dios del Pacto libra, no es por
métodos humanos. Su liberación es gloriosa en su plenitud, y en su belleza de santidad.
Egipto echará a Israel y los obligará a abandonar el país; por eso la ruta fue cambiada.

III. El paso del Mar Rojo

Se deja a los egipcios que en su codicia egoísta y en su crueldad interpreten el cambio


hecho para su propia destrucción. “Porque Faraón dirá de los hijos de Israel: Encerrados
están en la tierra; el desierto los ha encerrado” (Éxodo 14.3). Para Egipto este movimiento
pareció ser una revelación de debilidad inesperada. Ya no hay más Dios entre los
israelitas, y Egipto podría disfrutar hasta la saciedad la venganza salvaje que anhelaba. Y
dijeron: “Perseguiré, prenderé, repartiré despojos, mi alma se henchirá de ellos, sacaré mi
espada; los destruirá mi mano” (Éxodo 15.9).
La idea que había nacido en el corazón de Faraón parece haberse encendido también
como fuego abrasador en el corazón de su pueblo. Tanto el corazón de Faraón como el de
sus siervos se volvió en contra de los israelitas y dijeron: “¿Por qué hemos hecho esto,
dejando ir a Israel para que no nos sirva?” Parece que todas las tropas que pudieron
reunirse tomaron parte en la persecución (Éxodo 14.6-9). El ejército de Egipto,
cuidadosamente disciplinado, era una de las maravillas del mundo antiguo.
Podemos imaginar el terror que debió haber poseído el corazón de los israelitas en el
momento que se dieron cuenta de que esta terrible maquinaria de guerra se dirigía contra
ellos (Éxodo 14.10). Parece que por el momento, en un acto de loca desesperación, se
olvidaron del Dios del Pacto.
Gritaban a Moisés reprochándole por haberlos llevado hasta ese lugar donde les parecía
encontrar la muerte (Éxodo 14.11-12). Pero luego se dejan oír las palabras de fe de Moisés

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exhortándolos a no tener miedo, porque el Dios del Pacto obraría por ellos ese mismo día
(Éxodo 14:13-14).
Notemos lo que el Dios obrador de milagros realizó. Su respuesta a Moisés fue: “Di a los
hijos de Israel que marchen”. Y entonces se le ordena a este hombre del Pacto que abra
para ellos un extraño camino. Tenía que levantar aquella vara que hasta entonces sólo
había traído juicio sobre Egipto pero ahora habría de ordenar a las fuerzas de la naturaleza
que obraran salvación para el pueblo del Pacto:
“Y extendió Moisés su mano sobre la mar; e hizo Jehová que la mar se retirase por recio
viento oriental toda aquella noche; y tornó la mar en seco, y las aguas quedaron divididas.
Entonces los hijos de Israel entraron por medio de la mar en seco, teniendo las aguas
como muro a su diestra y a su siniestra” (Éxodo 14.21-22).
Las fuerzas de la naturaleza obedecieron Su Palabra. En presencia de este asombroso
milagro echamos una ojeada al pasado lejano, a la época cuando el primer hombre
anduvo en el reino de la potencia de Dios, con autoridad sobre la obra de Sus manos. Tal
autoridad se perdió en la caída.
Veremos solo reflejos de ella aquí y allá bajo el Antiguo Pacto, como en este caso, hasta
que llegue el tiempo cuando el segundo Adán camine en perfecta unión con el Dios-Padre,
y tenga el dominio absoluto sobre las fuerzas de la naturaleza.

IV. La columna de nube

Hemos visto en las lecciones anteriores que ningún hombre podía realmente haber nacido
de nuevo del Espíritu de Dios, hasta que el Dios-Padre tuviese el derecho legal de impartir
Su naturaleza al hombre espiritualmente muerto. Dios no tenía el derecho legal de
impartir su vida a este pueblo del Pacto. Hemos visto también que el hombre natural está
limitado en su conocimiento a lo que percibe por medio de sus cinco sentidos: Dios debe
manifestarse a Israel; Su presencia puede serles conocida sólo mediante sus sentidos
físicos.
Él les hizo notar Su presencia por medio de una columna de nube que apareció el segundo
día (Éxodo 13.21-22). Ellos podían ver la nube; oír y sentir el calor de la nube ígnea
durante la noche. Esta columna de nube no era solamente una manifestación visible de Su
presencia, sino también un medio para cuidarlos. Llegó a ser una extraña protección
contra el intenso calor del desierto durante el día, para después transformarse por la
noche en una fuente gigantesca de calor y luz. Durante el día los refrescaba y
proporcionaba calor durante las noches frías y penosas. Cuando la nube se movía sabían
que era tiempo de levantar el campamento y de seguir adelante. Cuando se detenía, ya
fuese de día o de noche, sabían que tenían que acampar y esperar Su orientación

65
posterior. Esta nube fue para ellos protección, consuelo y guía durante los cuarenta años
de peregrinación por el desierto.
En el momento en que los egipcios los perseguían, esa extraña nube cambió de posición;
estando delante de ellos, se colocó detrás. Permaneció situada entre el campamento de
los egipcios y los israelitas. Para el pueblo del Pacto era luz y calor; para los egipcios,
tinieblas espesas.

V. La marcha por el desierto

Comienza ahora aquel periodo pleno de acontecimientos en la historia de Israel, la marcha


por el desierto. La península del Sinaí es hasta hoy algo así como tierra de nadie. Otras
regiones han sido codiciadas y se ha luchado por ellas, pero ninguna potencia, ni antigua
ni moderna, ha tratado de apoderarse del Sinaí. Sin embargo, es a esa región solitaria y
despreciada a donde son llevados tres millones de esclavos. Tienen espíritu de siervos; son
indisciplinados y están llenos de mordacidad y de una tendencia a censurarlo todo. En
este lugar se va a revelar el Dios del Pacto y va a mostrar Su gloria; y va a levantar de esta
nación esclavizada un pueblo libre de maestros y conductores. Allí, separados de la
idolatría, esta nación que va a preservar la revelación del Dios verdadero, aprenderá a
andar dependiendo de Él. Comenzamos con Israel, en este viaje de suma importancia, y en
nuestro estudio encontraremos que hay lecciones que debemos aprender.
Al tercer día de camino llegan a Mara, donde el agua era amarga. Se habían acostumbrado
a beber el agua dulce del Nilo, famosísima en el oriente, y ahora, en un contratiempo
infantil, explotan en una queja insubordinada, infantil también, en contra de Moisés
(Éxodo 15.22-24). El Dios del Pacto, siempre cuidadoso, convierte las aguas amargas en
dulces. Luego se manifiesta a ellos, no sólo como Aquel que los guiará, que los cuidará y
los protegerá, sino como el Dios que no permitirá que ninguna de las enfermedades de los
egipcios los afecten. Él se les da a conocer como el Dios que los sana (Éxodo 15.26-27).
Dentro de los derechos y privilegios del pacto de sangre, todo lo que Él era, pertenecía a
Israel. Su autoridad y capacidad les pertenecían. Su cuidado, Su protección y Su salud eran
posesiones suyas.
Es algo sorprendente que durante este período del desierto, mientras ellos anduvieron en
el Pacto, no murió nadie, ni mujeres, ni hombres, ni niños. Nadie murió prematuramente
por enfermedad. Él fue el Dios del Pacto que los sanó.

PREGUNTAS

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1. Hable del rito de la Pascua tal y como ésta iría a celebrarse como acto conmemorativo
entre los israelitas.
2. Explique el pasaje de Éxodo 12.35-36.
3. ¿Qué autoridad del hombre, perdida por causa del pecado, se manifiesta en el paso del
Mar Rojo?
4. ¿Por qué Dios tuvo que manifestarse en forma visible a Israel, tal como ocurrió en la
Columna de nube?
5. ¿Qué necesidad satisfizo la Columna de nube?
6. Describa el lugar al cual llevó Dios a Su pueblo del Pacto cuando salieron de Egipto.
7. ¿Por qué el pueblo del Pacto fue llevado a ese lugar?
8. Diga algo sobre el incidente que ocurrió en Mara.
9. Explique el pasaje de Éxodo 15.26-27.
10. ¿Qué significó el acontecimiento del pacto de sangre para usted?

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Lección 12
LA LEY Y EL TABERNÁCULO
(Éxodo 15.27-36.38)

Jehová apareció muchas veces a Israel en forma especial. Cada vez que se comportaron
mal, murmuraron o se rebelaron, Dios se les manifestó en la nube. Dios se les revelaba
por medio de señales; algunas veces eran plagas o serpientes abrasadoras; otras, una voz
que los llenaba de temor y de reverencia.
Éxodo 15.27. Acamparon en Elim, donde había doce fuentes de aguas, y la mano de Dios
fue sobre ellos. Murmuraron en Mara por lo malo del agua, pero no dijeron nada por la
falta de pan. Evidentemente llevaban provisiones abundantes al salir de Egipto. Debieron
haber previsto el viaje por el desierto. Ahora, sus reservas de alimentos llegaban a su fin.
Pronto se descubrió la condición en que se encontraban las tres millones de personas. Al ir
un vecino para pedir algo prestado del otro, se encontraba con que el otro estaba tan
necesitado como él. De esta manera lo terrible de la situación se acentuó sobre ellos con
un efecto hipnótico. La muerte, entonces, les pareció inevitable.

I. El Maná

Marchar hacia adelante haría esa muerte segura. Retroceder, era igualmente imposible.
Perecerían antes de que pudieran volver sobre sus pasos y ganar las fronteras de Egipto.
“Y toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el
desierto. Y les decían los hijos de Israel: ¡Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en
la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, y cuando comíamos pan
en hartura; Pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta
multitud” (Éxodo 16.2-3).
Aquí hubo un caso en el cual este pueblo pudo fácilmente haber buscado la ayuda de Dios.
¿No había probado Él, de muchas maneras, ser fiel al Pacto? La falta de pan era
alarmante, pero Aquel que los había librado milagrosamente de Egipto, que los había
guiado a través del Mar Rojo, que los había dirigido por la nube y que había convertido las
aguas amargas en dulces, podría fácilmente darles pan.
Qué relato tan diferente hubiéramos tenido y qué alegría hubiera causado al Dios del
Pacto si ellos se hubieran acercado a Él presentándole su necesidad, con la certidumbre de
que Aquel que había entrado en las relaciones del Pacto de Sangre, habría satisfecho cada
necesidad. En vez de eso, se alejan de Dios. Se entregan a una murmuración sediciosa.
Habían sido vergonzosamente engañados. Los habían sacado de Egipto, tierra de paz y de

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abundancia, y ahora estaban atrapados en ese terrible desierto para morir todos, jóvenes
y viejos. No obstante, su rebeldía no haría que Jehová se negara a Sí mismo. Él oyó su
murmuración y sus palabras de incredulidad. Entonces les dio la promesa de que les daría
pan y carne para que supieran que Él era Su Dios del Pacto (Éxodo 16.4-12).
Éxodo 16.13-36 contiene el relato del envío del pan y de la carne y las instrucciones para
recogerlos.
Durante cuarenta años, Él, Su Dios del Pacto, los alimentó de esta manera
milagrosamente.

II. Razón de la Ley

Al estudiar la historia de Israel, tengamos presente que ellos son el pueblo del pacto
Divino. Al tercer mes de su viaje llegan al desierto de Sinaí. Ha llegado el tiempo cuando el
Dios del Pacto les va a dar la ley (Éxodo 19.1-8).
Recordemos que ellos no han recibido aún la vida de Dios. Todavía están muertos
espiritualmente, y se les ha de entregar la Ley para que gobierne cada fase de su vida.
Antes de dar la Ley, Moisés es llamado al Monte. Allí Dios reafirma a Moisés Su fidelidad al
Pacto. Ahora Israel debe manifestar si le obedecerá o no, como Su Dios del Pacto. En estos
tres meses se han enterado de la fidelidad de Dios en la parte que le corresponde en el
Pacto (Éxodo 19.8). Israel promete obedecer.
Éxodo 19.9-25 nos da la manifestación de Dios a Su pueblo. Notamos que esta revelación
de Sí mismo fue dada nuevamente al nivel de sus sentidos físicos. Pudieron ver el humo y
el fuego en lo alto del monte y escuchar la voz de la trompeta que cada vez era más
fuerte. No pudieron acercarse al monte por causa de su muerte espiritual.
La ley que les fue dada es la Ley del Pacto. Cuando el Pacto con Abraham se cumplió, ésta
también se cumplió. Hay tres divisiones en esta ley: Los mandamientos que expresan la
Justa Voluntad de Dios (Éxodo 20.1-27; las leyes que gobiernan la vida social de Israel
(Éxodo 21.1-24); y las ordenanzas que gobiernan la vida religiosa (Éxodo 24.12-31). Es
decir, tres elementos formaron la Ley: los Mandamientos, las Ordenanzas y los Sacrificios.
Los Mandamientos eran un ministerio de condenación y de muerte (2 Corintios 3.7-9)...
revelaban la muerte espiritual que reinaba en el corazón del hombre. Las Ordenanzas
proporcionaron al Sumo Sacerdote, un representante del pueblo ante Jehová. Los
Sacrificios fueron una protección por el quebrantamiento de la ley para el Israel
espiritualmente muerto.

69
III. Se da la Ley

Hay tres ocasiones en que se da la Ley:

Primera. Fue dada en forma oral, tal como se registra en Éxodo 20.1-17. Esta fue dada sin
disponer nada para el Sacerdocio ni para los sacrificios y fue acompañada de los Juicios
(Éxodo 21.1-23). Además de normar las relaciones interpersonales entre los hebreos, se
agregaron instrucciones para la celebración de tres fiestas anuales (Éxodo 23.14-19) e
instrucciones para la conquista de Canáan (Éxodo 23.30-33). Estas palabras fueron las que
dio Moisés al pueblo (Éxodo 24.3-8).

Segunda. Moisés fue llamado para recibir las Tablas de Piedra (Éxodo 24.12-18). Moisés
recibe en el monte instrucciones favorables con respecto al Tabernáculo, el Sacerdocio y
los Sacrificios (Éxodo 25.31). Entretanto, el pueblo guiado por Aarón quebranta el primer
mandamiento (Éxodo 32). Moisés rompe las Tablas escritas por el dedo de Dios (Éxodo
31.18; 32.16-19).

Tercera. Moisés hizo las segundas tablas y la Ley fue escrita de nuevo por la mano de
Jehová (Éxodo 34.1, 28-29). Pasajes para leer: Romanos 3.21-31; 6.14-15; Gálatas 2.16;
3.10-14, 16-18, 24-26; 4.21-31; Hebreos 10.11-17.

IV. Razón para construir el Tabernáculo

Éxodo 25.8 expresa que Dios deseaba habitar con Su Pueblo del Pacto. No podía morar en
sus corazones porque no habían recibido todavía la vida eterna; Su presencia debía
manifestarse a sus sentidos físicos. Su adoración a Él debía estar al mismo nivel de sus
sentidos. Debía haber un lugar de habitación físico en el cual Él morara, y donde ellos se
encontraran con Él por medio de un sacerdocio de carácter físico también.
Para construir el tabernáculo Él les pidió ofrendas voluntarias (Éxodo 25.2). Sus corazones
debían estar dispuestos a tener Su Presencia entre ellos (Éxodo 25.9). El Tabernáculo iría a
construirse exactamente como Dios se lo había revelado a Moisés. Desde el tiempo en
que el hombre cayó en la muerte espiritual, Dios comenzó a preparar su redención. Ahora
el Tabernáculo va a ser un tipo de Cristo y la redención que Él efectuó para el hombre. Por
consiguiente, cada detalle debe estar de acuerdo con Su modelo exacto.
Notemos primero algo que es muy sugestivo. Vimos, al estudiar la creación, que Dios nos
dio el relato en menos de dos capítulos; sin embargo, las instrucciones para hacer el

70
Tabernáculo están contenidas en once capítulos. Podríamos pensar que la obra de la
Creación era mucho más importante que la construcción del Tabernáculo, pero, grande
como fue la obra de la Creación, simplemente fue, por decirlo así, la construcción de un
escenario sobre el cual se iría a realizar una obra mucho más grande, la obra de nuestra
redención en Cristo.
Así como en un teatro el actor es mucho más importante que el escenario, de la misma
manera Aquel que realizó aquella obra tan portentosa, es infinitamente más glorioso que
el escenario sobre el cual la realizó.

V. El Tabernáculo, tal y como se erigió

El Tabernáculo propiamente dicho estaba en el extremo occidental del atrio. Tenía


cincuenta y dos pies de largo, diecisiete y medio de ancho y diecisiete y medio de alto.
Estaba dividido en dos compartimientos. El más grande de ellos se llamaba el Lugar Santo;
el más pequeño, el Lugar Santísimo. En el más grande, el Lugar Santo, estaban el Altar de
Oro, el Candelabro de Oro y la Mesa de Oro. En el más pequeño, el Lugar Santísimo,
estaba el Arca y el Propiciatorio.
Una vez que el Tabernáculo terminó de construirse, la única cubierta visible fue la exterior
hecha de pieles de tejón con la anchura de la cortina de pelos de cabra sobre la puerta. El
primer juego de cortinas era de lino fino torcido: azul, púrpura, blanco y escarlata. Sobre
dichas cortinas estaban las de pelos de cabra teñidas de rojo, y sobre todas había una
cubierta de pieles de tejón.
Cuando el Tabernáculo estaba en reposo, la Nube, símbolo de la Presencia Divina,
descansaba en el extremo posterior del mismo, y era como una enorme sombrilla que
proyectaba su sombra sobre el campamento. La nube siempre estaba con ellos. Cuando
tenían que continuar el viaje, ésta se levantaba de lo alto del Tabernáculo e iba en la
dirección que Dios quería que siguieran. Cuando la nube se detenía en algún sitio, ellos
sabían que allí era el lugar donde debían acampar.
En esta forma la nube los guiaba, indicándoles la dirección que habían de seguir; hasta
dónde debían ir y cuándo debían acampar. Dios tenía que manifestarse a sus sentidos
físicos, porque ellos estaban espiritualmente muertos.
El atrio estaba formado por sesenta columnas de madera de acacia las cuales sostenían el
muro de cortinas de lino. El Tabernáculo era comparativamente un edificio pequeño. Fue
diseñado como un lugar donde Dios pudiera habitar en medio de Israel y comunicarse con
su pueblo por medio del Sumo Sacerdote; de modo que no era un auditorio como los que
se acostumbran hoy para las reuniones del pueblo de Dios.

71
VI. La cortina y la cubierta del Tabernáculo

Al estudiar las cubiertas y las cortinas comenzamos por el exterior; si observamos el


Tabernáculo desde afuera, no hay nada interesante en su apariencia. Era un edificio
semejante a una caja larga, sin líneas graciosas o curvas, como si se tratara de acentuar su
falta de atractivo. Las pieles de tejón, nada atractivas, lo cubrían por fuera; pero si
penetramos al interior, qué cambio tan maravilloso.
A ambos lados los tablones cubiertos de oro resplandecen a la luz del candelabro de siete
brazos. Sobre nuestras cabezas se encuentra el techo formado por las hermosas cortinas
de lino fino torcido, con los querubines adornados de azul, púrpura y escarlata. Delante de
nosotros se encuentra el velo; detrás de nosotros la puerta con todos los colores del arco-
iris mezclados. Allí está también el altar de oro del incienso llenando el Lugar Santo con su
aroma. Y la mesa de oro con los doce panes que también emiten un olor fragante.
En estas cubiertas vemos una descripción de Cristo en sus dos aspectos diferentes. Si
contemplamos el exterior del Tabernáculo, no tiene forma ni hermosura; las cortinas de
pieles de tejón ocultan toda su belleza. Isaías 53.2 dice que Cristo no tenía forma ni
atractivo para el hombre natural. Nada había en Él para que el hombre lo deseara. No
tenía nada en común con el hombre. Las pieles de tejón son simbólicas de la severidad de
Su separación de los hombres. Para el ojo natural hubo cierta reserva y austeridad en Él.
No podían los hombres entenderlo o gozarse con Él porque no estaban dentro de Su
ambiente (cf. Juan 4.44; Mateo 16.17)
El era una raíz de tierra seca. La belleza de Cristo estaba escondida. Sólo unos cuantos
amigos íntimos le conocieron; del mismo modo que el azul, el púrpura, el escarlata y el
lino del tabernáculo. Éxodo 16.10 dice: “Yo te calcé de tejón”. Esto sugiere separación del
mal; las sandalias protegen los pies de la tierra, los conservan separados de ella. Cristo
tomó Su lugar en la voluntad del Padre, y todas las fuerzas de los hombres y de los
demonios en la tierra y en el infierno no podrían vencerlo ni estorbarle que hiciera esa
voluntad. La piel de carnero teñida de rojo es simbólica de Su obra mediadora, y de Su
sangre derramada.
Las cortinas interiores estaban colocadas en dos juegos, cinco en cada uno de ellos.
Estaban unidas por cincuenta corchetes de oro que se aseguraban en cincuenta lazadas de
azul, formando, como leemos, un Tabernáculo. Las lazadas de azul y los cincuenta
corchetes de oro eran simbólicos de Su Gracia Celestial y Divina Energía que capacitaron a
Cristo para satisfacer perfectamente las demandas de Dios y del hombre. Estas cortinas
eran todas de una sola medida. El azul, color etéreo, marca el carácter Celestial de Cristo.
Aunque fue verdadero hombre, fue también verdadero Dios. Él anduvo con la conciencia y
la dignidad de Su Misión Divina. Él nunca olvidó quién era o adónde iba. La púrpura es

72
simbólica de Su realeza. Él era el rey de los judíos. Fue recibido en los cielos como
conquistador (Salmo 2; Filipenses 2.9-11). El escarlata representa Su muerte. El verdadero
color escarlata sólo puede ser producido por la muerte (sangre). Su Encarnación, la unión
de Dios y el hombre, no eran suficientes para nuestra redención. Él debía ser hecho sobre
la cruz todo lo que el hombre era. Por Su muerte, Él redujo a la nada a aquel que tenía el
poder de la muerte y libró al hombre del imperio satánico (Hebreos 2.14).
El lino fino torcido es simbólico de Su pureza inmaculada como hombre. Hay profundas
verdades espirituales en la humanidad de Jesucristo. A fin de que Él satisfaciera las
demandas de la Justicia y las necesidades del hombre, le fue necesario hacerse
absolutamente humano; y no obstante ser hombre, sujeto a toda clase de tentaciones
como lo somos nosotros, tenía que agradar al Padre como Su Hijo perfecto. Fue necesario
para Cristo, andar como el primer hombre tuvo que haber andado.

PREGUNTAS
1. ¿Qué debieron hacer los israelitas cuando descubrieron que no tenían alimento?
2. ¿Cómo satisfizo el Dios del Pacto esa necesidad de alimento? ¿Por cuánto tiempo?
3. ¿Por qué fue dada la ley?
4. ¿Por qué se manifestó Dios al pueblo por medio de la columna de humo, del fuego y de
la Nube?
5. ¿Cuál fue el propósito del Tabernáculo?
6. ¿Cómo se reunieron los materiales? ¿Por qué?
7. ¿Por qué fue necesario que el Tabernáculo se hiciera de acuerdo con el modelo dado a
Moisés?
8. ¿Cómo representa a Cristo la cubierta de pieles de tejón? ¿Cómo lo representa la piel
del carnero?
9. ¿De qué eran simbólicas en la vida de Cristo?
10. Demuestre cómo las cortinas interiores representan a Cristo.

73
Lección 13
LA LEY Y EL TABERNÁCULO
(Continuación)

I. La puerta (Éxodo 27.16-19)

Al comenzar con la Puerta, comenzamos donde Dios terminó las instrucciones que le dio a
Moisés para la construcción del Tabernáculo. Él comienza con el Arca y su Propiciatorio, y
de aquí parte hasta que llega a la Fuente de Metal, el Altar de Bronce y finalmente la
Puerta. Comenzamos, pues, donde Dios termina, y esto es muy sugestivo.
La redención es completa, y con la obra completa comenzamos. Al contemplar la pared
del atrio nos damos cuenta que la cosa más prominente es la Puerta. Esta tipifica a Cristo
como la única Puerta o camino a Dios. El hombre espiritualmente muerto está afuera, y
Cristo vino para ser la senda divina para que el hombre regresara a Dios. “Yo soy el
Camino”, dijo Jesús.
Recordamos que en el Jardín del Edén Dios arrojó al hombre de Su presencia. Ahora, Él
mismo provee un camino para que el hombre pueda regresar a Él. Había solamente una
puerta en el atrio. Si fuéramos a mirar al lado sur, al norte o al poniente, veríamos
solamente una larga extensión de lino blanco inviolado. Era sólo lino, pero el forzar una
entrada sería apresurarse a una destrucción segura. El lino estaba allí para marcar los
límites sagrados. Todo el que quisiera acercarse a Dios tenía que hacerlo de la manera
indicada.
Al llegar al lado oriental y ver la puerta, contemplamos el azul, el púrpura, el escarlata y el
lino fino torcido; todo ello simbólico, como lo hemos visto, de Cristo que es la Puerta (Juan
14.6; 10.7-9).
Cualquiera de los hombres de Israel podía entrar por la puerta y traer su sacrificio al altar,
pero solamente un sacerdote podía penetrar por la puerta hasta el Tabernáculo.

II. Los muebles del Tabernáculo

Como lo hemos mencionado ya, al dar las instrucciones a Moisés, Dios comenzó con el
Arca y siguió hasta el Altar de Bronce. Esto es simbólico de la senda recorrida por Cristo. El
hombre no podía aproximarse a Dios. Dios tenía que venir al hombre. Cristo vino de la
Gloria a la tierra; a la cruz, donde encontró al hombre espiritualmente muerto, y

74
finalmente volvió de nuevo al Padre. Así, desde el Arca, que estaba en el Lugar Santísimo,
hasta el Altar de Bronce colocado cerca de la puerta, contemplamos el sendero que Cristo
recorrió desde la Gloria hasta la cruz, donde se identificó con el hombre espiritualmente
muerto y luego regresó de nuevo al Padre. Esto muestra la completa redención realizada
por Cristo a favor del hombre.

III. El Altar de Bronce (Éxodo 27.1-8)

Observemos el Altar de Bronce. Estaba colocado cerca de la puerta. Era el lugar donde
Dios encontraba al hombre espiritualmente muerto. Estaba hecho de bronce y de madera
de acacia, una madera incorruptible. Ello habla del Señor Jesucristo, Aquel que no tuvo
pecado. Esa madera estaba cubierta de bronce. El candelero, el Altar del Incienso, la Mesa
de los Panes y el Arca estaban hechos de oro, pero no el Altar.
El bronce habla de pecado. Fue en el Altar de la Cruz donde el pecado del hombre cayó
sobre Cristo. En la Cruz, Cristo fue abandonado por Dios. El Altar de Bronce muestra la
identificación de Cristo con el hombre en la cruz. Dios descendía desde el Propiciatorio,
que era el trono, hasta el Altar donde encontraba al israelita culpable, quien a su vez había
traído al Altar, en obediencia al mandato de Dios, un sacrificio perfecto.
¡Cuán expresivo era el acto de aquel que traía el sacrificio! Leemos: “Pondrá sus manos
sobre la cabeza del macho cabrío”. Eso era identificarse con el sacrificio, confesando que
merecía morir pero que Dios había preparado un sustituto. Cuando el fuego consumía el
sacrificio ya no quedaba sentencia pendiente contra el pecador, y aquel que había traído
el sacrificio podía retirarse del Altar sabiendo que su pecado había sido perdonado.
Porque Jehová dijo: “Le será perdonado”. En la cruz vemos a Jesucristo tomando el lugar
del hombre, identificándose con todo lo que el hombre era, y el juicio de Dios cayendo
sobre Él.

IV. La Fuente de Metal ( Éxodo 30.17-21)

En el Lugar Santo estaba la Mesa del Pan de la Proposición; doce panes. Un pan es un
emblema del cuerpo de nuestro Señor Jesucristo: “Siendo uno solo el pan, nosotros, con
ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan” (1 Corintios
10.17).
Nosotros “somos muchos”, precisamente como el trigo en el pan. Así como el trigo en la
masa de harina se mezcla para formar un sólo pan mediante el cocimiento, así también
nosotros, sobre la base de la identificación de Cristo con nosotros en la cruz llegando Él a

75
ser lo que nosotros éramos, pagando en el sepulcro nuestra sentencia durante aquellos
tres días terribles con sus noches de separación de Dios.
En la Crucifixión le contemplamos como éramos nosotros. En la resurrección, nos vemos
como Él es. Romanos 6.5-6 dice: “Porque si hemos sido unidos con Él en una muerte como
la suya, lo estaremos también en una resurrección como la suya; sabemos que nuestro
viejo hombre fue crucificado con Cristo, para que el cuerpo del pecado sea desecho, a fin
de que no sirvamos más al pecado” (Versión Hispanoamericana).
Él es el Pan de Vida. Nosotros hemos llegado a ser ahora los portadores de esa Vida al
mundo.

V. El Candelabro de Oro (Éxodo 25.31-40)

Este Candelabro de Oro que estaba en el Lugar Santo, también habla de nuestra
identificación con Cristo en la semejanza de Su resurrección. Aquí vemos la unión de Cristo
con Su Cuerpo (la Iglesia).
Cuando leemos aquellas palabras, “Sus Brazos”, parecería como si el tronco central fuera
el candelabro y los brazos hubieran salido de Él; y recordamos las palabras de Juan 15.5:
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”. La unión con Cristo fue efectuada por medio de
nuestra identificación con Su muerte, sepultura y resurrección. ¿Cómo fue hecho este
candelabro? Hubiera sido comparativamente fácil haberlo fundido, pero Dios le dijo a
Moisés cómo hacerlo. Debía ser labrado a martillo “una pieza labrada”.
Al contemplar al obrero que golpea el metal precioso, nuestros pensamientos se vuelven a
las Escrituras en Isaías 53.5, donde leemos que Cristo fue quebrantado por nuestras
iniquidades. Sólo a fuerza de golpes pudieron ser formados los brazos del Candelabro; y
sólo por la identificación del Hijo de Dios con nuestra Muerte Espiritual; sólo porque Él
pagó la pena que nos correspondía a nosotros, pudimos llegar a ser completamente uno
con Él. Fue por haber sido quebrantado en nuestro lugar, bajo nuestra condenación, por lo
que nosotros podemos tomar Su lugar como hijos de Dios delante del Padre.

VI. La Resurrección revelada

¿Hay algo en este Candelabro que pudiera mostrar de una manera clara que Cristo estaba
retratando nuestra identificación con Él en Su resurrección? Sí, creemos que lo hay. El
Candelabro debía ir adornado con flores de un árbol frutal. ¿Cuál fue el árbol que Dios
seleccionó? Tenía un vasto campo de donde escoger, y escogió el almendro. En Números
17 tenemos el relato de lo que sucedió con la vara de Aarón. Esta, con las otras once, fue

76
dejada delante del Señor toda una noche. Por la mañana, había echado botones, habían
brotado flores y producido almendras.
Nosotros somos las ramas, y llevamos fruto por nuestra unión con Él. Como la vara de
Aarón, el Cristo viviente fue abatido hasta la muerte, sufrió hasta que nuestra pena quedó
pagada. Pero se ha levantado para ser los primeros frutos de los que duermen. Cuando Él
resucitó, nosotros resucitamos con Él.
Debió haber sido una obra muy difícil labrar a golpes de martillo un candelabro tan grande
con sus brazos tan adornados. ¿Por qué no se hizo el cuerpo principal del candelabro y los
brazos separadamente? Hubiera sido mucho más fácil manejarlos; los brazos podían
haberse soldado al cuerpo principal, pero no se hizo así. De haberse hecho de esa manera,
no hubiera sido un tipo verdadero de la unión que existió entre Cristo y Sus santos, la cual
es vital y no artificial.
Así, de una sola pieza de oro se hizo todo el Candelabro. “Una obra de oro puro labrada a
martillo”. El oro es el símbolo de la Deidad. Ya vimos que el Altar y la Fuente de Metal
fueron hechos de bronce, lo cual habla del juicio que cayó sobre Cristo al actuar como
nuestro sustituto del pecado; pero ahora, en la resurrección, se levanta en la plenitud de
Su Divinidad, y nosotros hemos recibido vida, y somos herederos juntamente con Él.

VII. El Altar del Incienso

En el Lugar Santo, delante del velo, estaba el Altar de Oro del Incienso. La palabra “Altar”
significaba un lugar de sacrificios, pero en este altar no se iba a ofrecer ninguno. Ya vimos
que el Altar de Bronce y la Fuente de Metal mostraron la identificación de Cristo con
nuestra Muerte Espiritual y que la Mesa de los Panes de la Proposición y el Candelabro de
Oro muestran nuestra identificación con Él en la resurrección.
Este Altar del Incienso habla de Su Ascensión al Padre. El Altar insinúa Su sangre que ha
sido derramada. Fue con Su propia sangre que Él entró al Lugar Santísimo, en el Cielo,
habiendo obtenido redención eterna para nosotros.
Los materiales de que estaba hecho el Altar reiteran una vez más la verdad acerca de Su
Persona. El oro proclama Su Divinidad. La madera simboliza otra vez Su humanidad. Nos
coloca ante el hecho glorioso de que tenemos a la diestra de Dios, a un hombre (1
Timoteo 2.5). Se nos recuerda aquí la verdad, de que como hombre, Él está intercediendo
y defendiendo nuestra causa en el Cielo.

VIII. El Arca del Pacto (Éxodo 25.1-22)

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El Propiciatorio formaba la cubierta del Arca. A cada extremo había un querubín cuyas alas
extendidas hacían sombra al Propiciatorio. En Romanos 3.24-25 leemos: “Cristo Jesús... al
cual Dios ha propuesto en propiciación”. La palabra que se traduce como “propiciación”,
en la Septuaginta es “Asiento del Perdón”. El versículo anterior se puede leer, entonces:
“A quien Dios propuso para ser Asiento de nuestro perdón”.
Cabría preguntar: “¿Cómo pudo el trono del Dios Santo que aborrece el pecado ser un
Asiento de Perdón y no un Trono de Juicio?” Levítico 16 nos presenta el relato del Día de
la Expiación. En ese día se ponían delante del Señor dos machos cabríos. Luego se echaban
suertes sobre ellos; y habiendo confesado Aarón los pecados de la congregación sobre
uno de los dos, se le dejaba escapar al desierto, a algún lugar inhabitado, y ya nunca
regresaba.
Sin embargo, es con el otro macho cabrío, con el que tenemos que ver ahora de manera
especial. Se hace referencia a él como “para el Señor”. Mientras que el macho cabrío que
se envía al desierto habla de sustitución, éste otro habla de propiciación. Cristo sobre la
Cruz del Calvario realizó una obra sobre la cual Dios puede tratar con misericordia a la
humanidad condenada.
Cristo fue propuesto para ser un Asiento de Perdón donde Dios, y el hombre
espiritualmente muerto, pudieran encontrarse. Veremos lo que se hacía con el macho
cabrío dedicado al Señor, o sea el de la Propiciación. El macho cabrío era matado; parte de
su sangre era llevada al Lugar Santísimo y rociada por el sacerdote siete veces sobre el
Asiento del Perdón. Al contemplar aquel sacrificio quemándose fuera del campamento,
contemplamos en símbolo al Señor Jesús muriendo bajo el juicio de Dios, en favor
nuestro. Pero al contemplarle levantándose de entre los muertos y pasar a las moradas
celestiales con Su propia sangre, tenemos lo que corresponde al tipo de aquel sacerdote
que se encamina hacia el Lugar Santísimo con la sangre del macho cabrío.
Hay algo muy sugestivo en la actitud del querubín sobre el Asiento del Perdón. La primera
vez que se menciona al querubín en la Palabra de Dios, es cuando nuestros primeros
padres son arrojados del Jardín del Edén. Allí, el querubín está asociado con la espada
flamante; pero en la escena que estamos contemplando no hay ninguna espada, nada
que pudiera decir: “Manténganse alejados”.
Notamos luego cómo su mirada se vuelve hacia el Asiento de Perdón, como si desearan
ambos querubines leer el significado de las manchas de sangre puestas allí por el Sumo
Sacerdote. Estas marcas de sangre nos dicen cómo el trono de Dios en Israel se convirtió
en el Asiento del Perdón, y
no en el Trono de Juicio. Aquel que se sentó sobre ese trono vio, en aquella sangre, el tipo
de la sangre de Aquel que no consideró Su igualdad con Dios como algo que debiera
retener; Aquel cuya muerte satisfaría todas las demandas de la Justicia.

78
Por aquella sangre Él podía llegar hasta Israel en la persona de su Pontífice y extenderle el
perdón cuando merecía juicio. Es todavía más instructivo notar dónde fue colocada la ley:
“Y pondrás el propiciatorio sobre el Arca, y dentro del arca el testimonio que yo te daré”
(Éx 25.21 Straubinger).
Sobre aquella ley que ningún hombre espiritualmente muerto podía guardar y que sólo
podía condenarle, estaban las manchas de sangre que le recordaban a Dios la obra de
Justicia de Su Hijo.

PREGUNTAS
1. ¿En qué forma la puerta representa a Cristo?
2. ¿Qué característica notable de nuestra redención en Cristo se encuentra tipificada en el
plan
general del mobiliario del Tabernáculo?
3. ¿Qué significan el Altar de Bronce y la Fuente de Metal?
4. ¿En qué forma los Panes de la Proposición representan el Cuerpo de Cristo?
5. Demuestre cómo el Candelabro de Oro reveló los sufrimientos de Cristo.
6. ¿Cómo representó también el candelabro nuestra identificación en Su resurrección?
7. ¿Qué parte del Arca era el Asiento del Perdón?
8. ¿Por qué pudo el trono de Dios en Israel ser un Asiento de Perdón en vez de un Trono
de Juicio?
9. ¿Qué sugería la actitud de los querubines?
10. ¿Por qué fue puesta la Ley dentro del Arca?

Lección 14
EL SACERDOCIO

El Tabernáculo y sus vasos, así como el sacerdocio y los varios oficios conectados con ellos,
formaban una sola unidad, aunque nosotros los dividimos con el objeto de estudiar cada
porción. El Tabernáculo no hubiera servido sin sus vasos y el Tabernáculo con sus vasos no
hubieran sido de ninguna utilidad sin la familia de sacerdotes constantemente ocupados
en diversas actividades dentro del Lugar Santo
y con los distintos vasos sagrados. Ellos actuaban como mediadores.
Hebreos 8 demuestra que los sacerdotes que ofrecían las ofrendas de acuerdo con la ley,
servían de ejemplo y sombra de las cosas celestiales.
Éxodo 28.1 nos da las instrucciones que le fueron dadas a Moisés con respecto a la familia
sacerdotal.

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Ni Moisés ni sus hijos desempeñaban el oficio de sacerdotes. Esto señala el contraste
entre el sacerdocio bajo la Ley y el sacerdocio del cual Cristo es la Cabeza:
1. La autoridad y el carácter de conductor que tenía Moisés, así como su oficio de
mediador, fueron en él algo separado del sacerdocio, el cual quedaba limitado a Aarón y a
sus hijos; por otra parte, estas dignidades eran distribuidas entre diferentes personas;
mientras que la Epístola a los Hebreos indica que el Señor Jesús en Su resurrección
combinó en Sí mismo los varios oficios y dignidades de Señor, Mediador, Apóstol, Fiador,
Capitán y Pastor.
2. Las palabras del versículo primero son notables: “Y harás que se presente delante de ti
Aarón y sus hijos con él, para que él sea constituido mi sacerdote”. Aarón y sus hijos
formaban un sólo ministerio en el oficio sacerdotal; y Aarón no podía ejercer su servicio a
menos que sus hijos estuvieran con él. ¿No hay en esto una sugerencia de la unión entre
el sacerdocio de Cristo y Su casa, y también del gran objeto de dicho sacerdocio, que
consiste en ser constituido
ministro de Dios con respecto a Su casa? (He 3.1-7).
3. El Sumo Sacerdote, bajo la Ley, tenía compasión de los ignorantes y de aquellos que
andaban extraviados porque tenía conciencia de sus propias debilidades. El hecho de ser
él mismo un pecador lo calificaba para ese sacerdocio (He 5.1-5). El Señor Jesús, por
medio de Su vida humana, fue perfeccionado para el sacerdocio. Él es capaz de simpatizar
porque fue tentado en todo como nosotros, aunque sin pecado. Él sufrió, siendo tentado,
y puede socorrer a los que
son tentados. Los espantosos cuchicheos del enemigo que tuvo que soportar llenaron su
alma de un sagrado aborrecimiento y le enseñaron a sentir compasión por aquellos que
están sujetos a los asaltos de Satanás (He 4.14-16).
4. Los sacerdotes de la casa de Leví fueron constituidos sacerdotes sin juramento, y en
consecuencia, algunos de ellos fueron eliminados del sacerdocio como ocurrió en los
casos de Nadab y Abiú y en la línea de Elí. El Señor Jesús fue constituido sacerdote con
juramento. “Juró el Señor y no se arrepentirá”. La inmutable Palabra de Dios y el
juramento constituyeron al Señor Jesús como el Fiador de un pacto mejor (He 7.20-25).
Hebreos 7.11-17 dice que Aarón fue constituido sacerdote según la Ley del mandamiento
carnal, mientras que Cristo se constituyó en el Sumo Sacerdote, mediante el poder de la
vida sin fin, por el poder eterno y glorioso de la resurrección. La vida recibida de la
muerte, y el haber hecho manifiesta
Su victoria sobre la muerte, lo constituyeron gran Sumo Sacerdote.

I. Las Vestiduras del Sumo Sacerdote

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Procedamos ahora con Éxodo 28.4: “Estas son las vestiduras que han de hacer: Un
pectoral, un
Efod, una sobretúnica, una túnica bordada, una mitra y un cinturón” (Straubinger). Sin
estas vestiduras Aarón no podía ser Sumo Sacerdote. Ellas tipificaban poderes distintos,
responsabilidades y cualidades relacionadas con ese oficio.
Las vestiduras sacerdotales eran consideradas como parte de la obra del Tabernáculo. Las
túnicas del Sumo Sacerdote expresan las funciones y cualidades de éste. Éxodo 28.5-6 y
Éxodo 29.1-2 nos dan las instrucciones para hacer el Efod. Allí se especifican los
materiales, oro y lino fino torcido; los otros, azul, púrpura y escarlata, son colores
dispuestos artísticamente sobre el torzal de lino y entrelazados con oro en todas partes.
La forma en que fue hecho se describe en Éxodo 39.3: “Fabricaron láminas delgadas de
oro, y las cortaron en hilos, para entretejerlos con Jacinto, púrpura, escarlata, y carmesí y
con el lino fino, obra de recamador”
(Straubinger).
Las distintas fases de la varonilidad están tipificadas por los colores. El oro representaba
Su Divinidad. Ambas relacionadas inseparablemente pero cada una era distinta. La vida de
Cristo fue una fusión rara y hermosa de humanidad y Divinidad. No obstante, hubo cierta
distinción misteriosa
entre Su humanidad y Su Deidad. Con una facilidad asombrosa y perfecta, Él pasaba de la
esfera de Su capacidad humana a la esfera de Su Deidad. Él se sentía lo mismo tanto en la
una como en la otra. Ante el sepulcro de Lázaro Él aparece como verdadero hombre y
como verdadero Dios.
El Efod, la gran túnica sacerdotal, estaba íntimamente ligado con las hombreras y el
pectoral. La fuerza de los hombros y los afectos del corazón fueron consagrados a los
intereses del pueblo al que Él representaba. La fuerza omnipotente y el amor infinito de
Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote,
son nuestros continua e indudablemente.
Los hombros que sustentan al universo sostienen al miembro más débil de Su Cuerpo. El
sacerdocio fue algo que Dios proveyó para traer a Israel a Su presencia y conservarlo allí.
Fue algo que Dios preparó para el Israel espiritualmente muerto a fin de que pudiera
aproximarse a Él.
Éxodo 28.15-29 y Éxodo 39.8-21 nos describen el pectoral con los nombres de las doce
tribus engastados en piedras preciosas. La excelencia peculiar de una piedra preciosa es
que mientras más
intensa es la luz, más intenso es su brillo. Estas fueron conservadas en la Divina presencia
con un lustre que no disminuyó y con la misma belleza inalterable como correspondía a la
posición en que la gracia de Dios las había colocado.

81
Cualesquiera que pudieran ser las fallas de Israel, sus nombres resplandecían delante de
Él. Jehová los había colocado en un lugar donde ningún hombre los podía arrancar. Nadie
podía entrar al Lugar Santo para oscurecer su brillo. Cada tribu tenía su lugar y su propia
piedra. Cada piedra tenía su propia gloria peculiar y su belleza. Cada una difería de la obra
sin rivalizar entre sí; y cada una llenaba el
lugar que se le había señalado delante de Dios. Dios pudo crear variedad sin implicar
inferioridad. Y así es con los individuos que componen el Cuerpo de Cristo. Cada uno
refleja a Cristo; y no obstante, Cristo se ve en cada uno con una belleza y una gloria
peculiares en la cual ningún otro se entromete. Cada uno tiene su lugar en el Cuerpo, una
responsabilidad para magnificar a Cristo, que no pertenece a otro.
Ante los ojos del Padre, el Cuerpo brilla con la luminosidad y la Justicia de Cristo. El
hombre no puede verlo, pero Dios puede vernos en Cristo, en Su Justicia y en Su Belleza.
El Gran Pastor de las Ovejas no cesará de llevar sobre Sus hombros y en Su corazón al más
débil del rebaño hasta que al fin le presente sin mancha y sin culpa ante el Padre. Cuando
llegue la mañana de la resurrección, cada uno de los redimidos será como Cristo y se
manifestará con la misma belleza y gloria con que está sostenido representativamente
sobre los hombros del gran Sumo Sacerdote delante de Dios.

II. Las Piedras Conmemorativas

Éxodo 28.12: “Y pondrás aquellas dos piedras sobre los hombros del efod, para piedras de
memoria a los hijos de Israel; y Aarón llevará los nombres de ellos delante de Jehová en
sus dos hombros por memoria” (Éx 39.7; 28.29).
Israel celebraba una fiesta a la cual se aplicaba de una manera peculiar la palabra
“conmemorativa”: La Fiesta de la Pascua. “Y este día os ha de ser en conmemoración, y
habréis de celebrarlo como solemne a Jehová durante vuestras generaciones” (Éx 12.14;
13.9). Tenían, por lo tanto, dos razones constantes para recordar a Jehová: su liberación
de la esclavitud de Egipto por la sangre del cordero pascual, y su aceptación en la
brillantez y la gloria de las piedras preciosas delante del Señor sobre los hombros del
Sumo Sacerdote.
Hay dos actos conmemorativos para nosotros que somos Sus hijos: Nuestra absoluta
redención del reino de las tinieblas por la sangre del cordero (Col 1.13), y nuestra posición
delante de Dios como Sus hijos, manteniéndonos en Su presencia con toda gloria y
justicia.
Así como Aarón no podía entrar al Lugar Santo sin recordar a Jehová del amor y perfección
en los cuales Israel había sido aceptado delante de Él, nosotros tenemos una constante

82
memoria de Él en nuestro gran Sumo Sacerdote quien nos coloca ante Su presencia. Él es
nuestra Sabiduría, nuestra
Justicia, nuestra Santificación y nuestra Redención.

III. El Urim y el Tumim

Éxodo 28.30 refiere que el pectoral estaba hecho de los mismos materiales que el efod y
estaba doblado para formar una bolsa en la cual se ponía el Urim y el Tumim. Éstos eran
piedras preciosas con nombres significativos cuya finalidad nadie ha podido conocer hasta
el presente.
Urim significa “luces”; y Tumim, “perfecciones”. Este contenido misterioso del pectoral
parece dirigir nuestros pensamientos al corazón del Señor Jesús que contiene toda la luz y
toda la perfección; toda la gracia y la verdad; todo el perdón y la justicia. Se nos dice en
Efesios 5.13: “Porque lo que manifiesta todo, la luz es”. El Sumo Sacerdote con el Urim en
su pectoral se convirtió en el canal por el cual Dios manifestaba Sus consejos. El Señor
Jesús da a conocer los consejos y propósitos de Dios.
Él es luz, y en Él no hay ningunas tinieblas, y por medio de Él se nos da a conocer la
voluntad de Dios.

IV. Las Campanillas de Oro y las Granadas (Éx 28.33-35)

Alrededor de los bordes pusieron granadas de tres colores azul, púrpura y escarlata, y
alternando con cada granada una esferita de oro puro. El único adorno de esta Túnica
Celestial eran frutos recogidos de la tierra. El Sumo Sacerdote proclamaba así al entrar al
Lugar Santísimo, que había llegado del mundo, anunciando su carrera terrenal. Las
granadas se mencionan especialmente como fruta de la
Tierra Santa.
Entre cada dos granadas había una campanilla de oro. El sonido áureo estaba combinado
con el fruto rico y jugoso, y cuando el Sumo Sacerdote se acercaba al Lugar Santísimo, sus
pisadas producían una melodía celestial; y cuando regresaba de la presencia cercana de la
gloria al campamento, sus pasos recatados hacían vibrar el sonido que no era de la tierra.
Las campanillas de oro proclamaban su tránsito celestial en el Lugar Santísimo.
Cuando el Sumo Sacerdote se acercaba a Dios, Este debió oír el sonido celestial producido
por sus pisadas, aunque aquel llegara de en medio de un ruido ensordecedor de
mundanalidad y de confusión.

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Su andar, aunque rodeado de estos pecados, tenía que estar relacionado con fertilidad,
para con Dios; y no tendría que ver, en ningún sentido, con las ambiciones, la gloria o la
prosperidad terrenales. Y al salir de la presencia inmediata de Dios, sus pisadas recatadas
debían expresar la misma verdad. Debía regresar a las ocupaciones ordinarias de la vida,
pero haciendo saber que sus pisadas procedían del cielo.

V. La Mitra (Éx 28.29; 39.28)

La palabra “Mitra” se usa para el atavío de la cabeza del Sumo Sacerdote. Se deriva de un
verbo que quiere decir “rodar” o “girar alrededor”; sugiriendo que posiblemente la mitra
del sumo sacerdote iba enredada alrededor de su cabeza. La Mitra que cubría la cabeza
del Sumo Sacerdote era símbolo de su sujeción a Dios y de que se suponía que siempre
estaba en la presencia del Señor.
Nunca debía perder de vista su llamamiento glorioso, pero su vida debía gastarse en el
Tabernáculo, listo para hacer la voluntad de Dios.
El lino fino y blanco de que estaba hecha, es emblema de aquella justicia y pureza que
debe manifestarse en todo aquel que se coloca en la presencia de Dios para interceder
por los demás.

VI. La Plancha de Oro Fino (Éx 28.36-38; 39.30-31)

La plancha de oro se describe antes que la mitra, siendo el objeto de ésta capacitar al
Sumo Sacerdote para usar la plancha de oro delante del Señor. Grabada profundamente
en la plancha de oro estaba la siguiente inscripción: “SANTIDAD A JEHOVA”, sin la cual no
podía aparecer en la presencia del Señor y a favor de Israel. Cuánta verdad contiene esta
breve sentencia. Cuán expresiva es de Aquel,
el único que puede ostentarla: el verdadero Sumo Sacerdote.
La frente es de manera especial la parte del rostro humano en que se retratan el
propósito, la voluntad y la mente. Durante todo Su ministerio terrenal la santidad a Jehová
fue el propósito dominante de la mente de Cristo.
Aarón podía únicamente presentar santidad a Jehová grabada sobre la corona sagrada
que llevaba en
la frente. Cristo es santidad a Jehová. Aarón se presentó delante de Dios sólo para suplicar
a favor de Israel. Cristo no solamente lo hace a favor de Su pueblo, sino que Su pueblo
está unido a Él en Su vida.

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PREGUNTAS
1. ¿Por qué el sacerdocio era una necesidad?
2. Presente al menos tres contrastes o semejanzas que existen entre el Sumo Sacerdote
del Antiguo
Pacto y Jesús, nuestro Sumo Sacerdote del Nuevo Pacto.
3. ¿Qué simbolizan las vestiduras del sacerdote?
4. Explique Hebreos 7.11-17.
5. (a) Diga algo sobre el significado del pectoral con los nombres de las doce tribus
grabados en
piedras preciosas. (b) ¿Qué verdad acerca del Cuerpo de Cristo se revela aquí?
6. ¿Cuáles eran los dos actos conmemorativos de Israel?
7. ¿Qué actos conmemorativos tenemos nosotros que correspondan a aquellos?
8. Explique el Urim y el Tumim.
9. ¿Qué significaban las campanillas de oro y las granadas?
10. ¿Qué significaba la Mitra en la cabeza del Sumo Sacerdote?

Lección 15
LAS OFRENDAS

I. Las Vestiduras Sacerdotales (Éx 39.27; 28.31-34)

La parte del vestido del Sumo Sacerdote que se menciona como el “Manto”, era mas bien
una túnica.
Derivaba su significado del verbo “cubrir” o “esconder”. Las vestiduras exteriores eran de
un carácter definitivamente representativo, es decir, llevaban los nombres de Israel ante
el Señor. Las Granadas alrededor del ribete inferior de la túnica tenían relación con el
pueblo dando a entender que debían llevar fruto para Dios.
Lo que iba debajo de la túnica parece que no tenía ninguna relación con el pueblo. Era
más bien una prenda de vestir personal del Sumo Sacerdote. Constituía una expiación

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para él. El manto de lino fino blanco era típico de aquella justicia con la cual estaba
cubierto.

II. El Cinturón (Éx 28.4; 39.5)

El objeto del cinturón era fortalecer los lomos para el servicio. Durante Su ministerio
terrenal Cristo se ciñó con tal celo de hacer la voluntad del Padre, que todas las fuerzas
juntas de los hombres y del infierno no pudieron quebrantarlo.

III. Las Ofrendas

Hay dos tipos distintos de ofrendas. Un tipo incluye la ofrenda relacionada con el Gran Día
de Expiación (Levítico 16). El otro tipo incluye las primeras tres de las cinco ofrendas
mencionadas en Levítico 1 al 4, y las otras dos ofrecidas por el Compañerismo
Quebrantado, Levítico 4 al 7. Las
primeras tres eran ofrecidas por dicho Compañerismo.
Hemos visto que la razón de ser de la creación fue el anhelo Divino de compañerismo.
Contemplamos la entrada de la Muerte Espiritual al espíritu del hombre, la cual lo separó
de Dios. Ahora vemos de nuevo este deseo de compañerismo de parte del Dios Padre
manifestado una vez más al pedir del
Israel espiritualmente muerto que le construya un Tabernáculo para que Él pudiese
habitar en medio
de ellos. Él tomó las medidas necesarias para que ellos pudieran acercarse a Él por medio
del Sacerdocio Aarónico y las ofrendas.
De las cinco ofrendas, las primeras tres eran ofrendas de adoración o de compañerismo;
las últimas dos se ofrecían por el compañerismo quebrantado. Vemos que, en ambos
casos, el objeto era el compañerismo (véase carta).

IV. La Ofrenda del Todo Quemada (Lv 1)

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Ley de la ofrenda quemada (Lv 6.8-13). La ofrenda del todo quemada era simplemente
una ofrenda de compañerismo. Era una ofrenda de amor. Era ofrecida por la espontánea
voluntad del individuo. Tenía que ser ofrecida a la entrada del Tabernáculo del testimonio.
El que ofrecía la ofrenda ponía su mano sobre la cabeza del animal que servía de ofrenda.
Este acto lo identificaba con la ofrenda que serviría para hacer expiación por él (Lv 1.3-4).
El israelita espiritualmente muerto no podía entrar en compañerismo con Dios, sin que
primero se le proveyera de cierta protección. Según Levítico 1.5-9, el adorador trae su
ofrenda, la mata y la corta en pedazos. Los Sacerdotes rocían la sangre alrededor del Altar
de Bronce. El adorador puede hacer esto apoyado sobre la base del Gran Día de Expiación.
El Sumo Sacerdote no tiene parte alguna en este acto, solamente los Sacerdotes. Se lavan
los intestinos y las patas de la víctima. Las patas han tocado la tierra contaminada y los
intestinos se han llenado de los frutos de esa misma tierra.
La ofrenda se examinaba tres veces. El que la ofrecía la examinaba para ver si no tenía
ningún defecto.
El Sacerdote la examinaba y Dios también. En este aspecto constituye un tipo de Cristo. El
fue examinado por la Ley y fue encontrado sin falta. Fue examinado por el Sacerdocio que
lo ofreció y no halló falta en Él (por no hallar falta en Él tuvieron que inventar falsos
cargos). Dios no encontró ninguna falta en Él (en varias ocasiones se escuchó la voz del
cielo diciendo: “Este es mi Hijo amado en el cual tengo contentamiento”).
Jesús no encontró falta alguna en Sí mismo. Dijo: “Porque viene el príncipe de este
mundo, mas no tiene nada en mí”. También dijo: “¿Quién de vosotros me redarguye de
pecado?” Estos pasajes demuestran la ausencia de pecado en Jesús, tanto a Sus propios
ojos como a los ojos de Dios y del pueblo.
Levítico 1.9 dice que la ofrenda quemada sobre el Altar era de olor grato a Jehová.
Contenía el olor grato del compañerismo entre Dios y el hombre. Efesios 5.2 nos dice que
el sacrificio de Cristo fue olor suave y grato delante de Dios. Fue así porque dicho Sacrificio
restauró la Justicia al hombre y lo volvió a Dios. Hizo posible el compañerismo entre Dios y
el hombre.
Isaías 53.10 dice: “Con todo Jehová quiso quebrantarlo”. Le era tan caro el hombre a Dios,
que le agradó sufrir, y que Su Hijo sufriera, para que el hombre pudiera tener nuevamente
el derecho de ser Su hijo.

V. La Ofrenda Vegetal (Lv 2)

Esta ofrenda también era voluntaria. Era una expresión de Amor hacia el Dios del Pacto. El
adorador debía llevar una vasija de harina fina. Todo lo vil e indecoroso era quitado. La

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harina fina es un tipo hermoso de la humanidad perfecta de Cristo, y de Su cuerpo, la
Iglesia.
Sobre la harina se derramaba aceite. He aquí un tipo del Espíritu Santo ungiendo a Cristo y
a la Iglesia.
La harina era empapada en aceite. Él no da el Espíritu por medida. También se ponía
incienso sobre esta ofrenda. Luego el adorador llevaba la ofrenda vegetal a un Sacerdote
(el Sumo Sacerdote no aparece aquí.) El Sacerdote tomaba un puñado de la ofrenda con
todo el incienso y lo quemaba sobre el Altar; ofrenda hecha por fuego, de olor grato a
Jehová. El incienso es simbólico de la adoración.
Por lo tanto, todo el incienso se quemaba con la porción de la ofrenda ofrecida a Jehová.
Él lo recibía todo: adoración, amor y respeto.
La ofrenda vegetal es un tipo de Cristo en el Evangelio según San Lucas. Aquí
contemplamos la hermosa humanidad de Jesús. La encarnación es la harina fina mezclada
con aceite. Hubo mucha sal en la vida de Cristo. Esto significa Su maravillosa sabiduría en
toda Su conversación. No había miel, algo típico de la propia indulgencia en el hombre. No
había levadura, nunca una nota falsa; nunca se acomodó él a la ignorancia de la gente. Él
es siempre el fiel Vocero de Dios.
Él dio todo el incienso al Padre. El Padre tuvo toda la Gloria. Fue menester el fuego para
hacer que el incienso exhalara su fragancia. Fue menester la Cruz para revelar la fragancia
y la belleza de Jesús.
Lo que quedaba de esta ofrenda se lo comía el Sacerdote en el Lugar Santo. Esta ofrenda
vegetal es un tipo de nuestra alimentación con la Palabra.

VI. La Ley de la Ofrenda de Paz (Lv 3 y 7.11-36)

En la ofrenda de paz podemos ver la benévola provisión que Dios hizo para restaurar el
compañerismo del hombre con Él. La ofrenda de paz es un tipo diferente de
compañerismo. En la ofrenda vegetal, Dios tuvo Su parte y también el Sacerdote y su
familia. En la ofrenda de paz, el adorador también tiene su parte. A Jehová le toca toda la
grasa del animal. El Sacerdote y su familia y el adorador y su familia tienen su parte. Aquí
tenemos un tipo de compañerismo. Dentro del Atrio Exterior se sentaban el Sacerdote y
su familia y el adorador y su familia, para comer, entretanto que Jehová recibía Su parte.
El juntarse para comer es uno de los tipos más elevados de compañerismo. Uno no puede
comer y disfrutar de su alimento delante de los enemigos.
Apocalipsis 3.20 dice: “He aquí yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oyere mi voz y
abriere la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo”. En este pasaje el acto de

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“comer” es un símbolo para demostrar el compañerismo del Padre y de Cristo con el
hombre, al hacer Su morada con éste.
La Adoración de Israel tenía que ser sobre el nivel de los sentidos corporales; su
compañerismo tenía que ser también sobre el mismo nivel. Solamente podía haber
compañerismo si el hombre deseaba expresar su gratitud hacia su Dios del Pacto. Los
ingratos probablemente no traían ofrendas
voluntarias.
Vemos que el Dios del Pacto no era un déspota. Antes de dar a Israel la ley del Pacto,
repasa ante Moisés Su fidelidad al Pacto demostrada al librarlos de Egipto, y al cuidar de
ellos durante el viaje
de tres meses. Luego les permitió elegir entre andar con Él o no, como Su Pueblo del Pacto
(Éx 19.3-9).
Éxodo 24.1-8 afirma que antes de que la Ley del Pacto se aplicara realmente, el pueblo
tuvo que ratificarlo primero: Dios dio la Ley a Moisés oralmente; Moisés la transmitió al
pueblo el cual dijo: “Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos”. Así
fue en la construcción del Tabernáculo. Tenía que hacerse por medio de ofrendas de
corazones bien dispuestos.
De la misma manera ocurrió con las ofrendas de Compañerismo. Tenían que proceder de
aquellos que deseaban adorarle. El compañerismo en la ofrenda de paz era triple porque
se efectuaba entre Dios, el Sacerdote y el hombre. Tal es el tipo de nuestro compañerismo
hoy. Tenemos compañerismo
con el Padre y con Su Hijo Jesucristo (1Jn 1.3). También tenemos compañerismo los unos
con los otros.

CARTA DE LOS CINCO GRANDES SACRIFICIOS LEVÍTICOS

TIPO DE OFRENDA

Nombre: QUEMADA VEGETAL DE PAZ DE PECADO DE TRANSGRESIÓ

Significado: El más elevado Compañerismo Dios, el Para restaurar Para restaurar


orden de entre Dios y el sacerdote y el el compañerismo ro
compañerismo. hombre. hombre compañerismo
haciendo roto.
fiesta sobre el

sacrificio, un
tipo de

89
Cristo.

Buey para el
sacerdote;
macho
Harina fina,
Buey, carnero, Macho o cabrío para los
aceite, incienso
Animal macho cabrío, hembra del que
y sal Carnero sin manc
ofrecido: tórtola, paloma rebaño o de gobernaban;
(excepto la manada.
o pichón. cabrito,
levadura)
cordero, aves o

harina fina para


el pueblo

Dónde se Puerta del A los hijos de Puerta del Puerta del A Dios y al sacerdo
presentaba: Tabernáculo. Aarón. Tabernáculo. Tabernáculo.

Por quién era Por quien Por quien hub


Por
presentada: Por cualquiera. Por cualquiera. hubiera pecado pecado contra
cualquiera.
contra Dios. prójimo.

Un tipo de Cristo Un tipo de Cristo Un tipo del Un tipo de Un tipo de Je


Rasgos como Hijo, como se creyente que Jesús, nuestro nuestro abogado.
especiales: describe en disfruta abogado.
agradando al
Lucas. privilegios.
Padre.

Dónde se Noé Gn Jacob y Esaú Jacob Ezequías Los filisteos 1


ofreció (cita 8.20 Gn 32.13 Gn 2Cr 22.21- 6.4
bíblica): 31.54 24

VII. La Ofrenda del Pecado y la de la Transgresión (Lv 5 y 6)

El objeto de la ofrenda del pecado y el de la ofrenda de la transgresión era mantener el


compañerismo.
La ofrenda del pecado se ofrecía cuando algún Sacerdote ungido, o alguno de los que
gobernaban o cualquiera del pueblo, habían pecado directamente contra Jehová. La

90
ofrenda de la transgresión era para restaurar el compañerismo roto por alguna
transgresión de un hombre contra su prójimo.
Levítico 6.1-2 nos habla del pecado de alguno mintiendo a su prójimo en cuanto a un
depósito, o un convenio, o un robo fraudulento o cuando hubiere extorsionado a su
prójimo en relación con algo perdido o con un falso juramento. La ofrenda de la
transgresión era, pues, por algo hecho directamente en contra de su prójimo.
Como hemos dicho antes, era posible aceptar estas cinco ofrendas de compañerismo
sobre las bases que se habían sentado en la Expiación, efectuada una vez al año (Léase Lv
5 y 6).

VIII. El Pecado de Nadab y Abiú (Lv 10)

El hecho de que Israel estaba muerto espiritualmente y que necesitaba una expiación,
queda revelado en Levítico 10.1. El Dios del Pacto deseaba compañerismo con Su pueblo,
pero por causa de su condición de Muerte Espiritual, solamente podían aproximarse a Él
por medio de cierta manera designada Divinamente. El hombre espiritualmente muerto
necesitaba de un Mediador.
Las bendiciones de Dios habían descendido poderosamente sobre el pueblo. Después de
la dedicación del Sacerdocio la gloria del Señor apareció al pueblo (Lv 8 y 9). Ahora una
tragedia cae sobre la familia de Aarón. Sus dos hijos, que se atrevieron a acercarse a
Jehová sin ser invitados, y a su modo, son heridos por un fuego que los devora (Lv 10.1-2).
Israel aprende que no se puede acercar a Dios como uno desea.

PREGUNTAS
1. ¿Cómo revelaba el manto la necesidad que tenía el Sumo Sacerdote de una expiación?
2. ¿En qué forma era el cinturón un símbolo de Cristo?
3. ¿Cuáles eran los dos distintos tipos de ofrendas?
4. Mencione las cinco ofrendas de compañerismo.
5. ¿Cómo fue el triple examen por el que tenía que pasar la ofrenda del todo quemada, un
tipo
de Cristo?
6. ¿En qué forma la ofrenda vegetal describe a Cristo?
7. ¿Cómo proveía la ofrenda de paz un medio de compañerismo?
8. ¿Cuál era el objeto de la ofrenda de pecado?
9. ¿Cuál era el objeto de la ofrenda de transgresión?
10. ¿En qué consistió el pecado de Nadab y de Abiú?

91
Lección 16
EL GRAN DÍA DE LA EXPIACIÓN

Levítico 16 nos da las instrucciones para el Gran Día de la Expiación, el cual es un tipo de
Cristo en sus substituciones. Léase todo el capítulo 16 de Levítico con mucho cuidado.
La entrada del Sumo Sacerdote al Lugar Santísimo era uno de los actos más significativos
del Gran Día de la Expiación. Se sacrifica el becerro para la ofrenda de pecado. El Sumo
Sacerdote lleva una vasija con sangre hasta donde está el aguamanil. Allí se lava el cuerpo
con agua y luego se pone las
vestiduras de lino blanco. Toma una vez más la vasija y la lleva al Lugar Santo. Allí toma un
incensario lleno de carbones encendidos y deja caer un puñado de incienso. El humo del
incienso quemado llena el Lugar Santo. Luego descorre la pesada cortina que oculta el
Lugar Santísimo, y en medio de una nube de incienso entra y rocía con la sangre el Asiento
del Perdón (Propiciatorio).
La palabra expiación significa literalmente “cubrir”. El Sumo Sacerdote se estaba bajo una
cubierta de humo de incienso hasta que podía efectuar una expiación con la sangre que
llevaba. Este sacrificio se hacía una sola vez al año para cubrir al Israel espiritualmente
muerto. Al dejar el Lugar Santísimo
se dirige al sitio donde un joven tenía ya preparado el macho cabrío; Aarón pone ambas
manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, confesando sobre él todas las iniquidades
de los hijos de Israel.
Pone todos los pecados y las transgresiones sobre la cabeza del macho cabrío al que se va
a permitir que escape al desierto para ser devorado por las fieras. Notaréis en esto que
Dios hace cierta diferencia
entre lo que Israel es (es decir, Espiritualmente Muerto), y lo que Israel hace (los pecados
que son el resultado de la Muerte Espiritual). Los pecados son puestos sobre la cabeza del
macho cabrío. Jesús quitó nuestra naturaleza pecaminosa y proveyó lo necesario para la
remisión de nuestros pecados
cuando nacemos de nuevo.
El sumo sacerdote al entrar al Lugar Santo para hacer la expiación anual, es una figura de
Cristo, quien penetró al Lugar Santísimo Celestial para realizar la redención eterna. Jesús

92
hizo un solo sacrificio por los pecados para siempre, en tanto que el sumo sacerdote hace
una expiación una vez
al año (He 10.1-21).
En este curso estamos considerando principalmente la redención. Estamos estudiando la
Biblia a la Luz de nuestra redención en Cristo. Ya hemos visto que la redención requería la
encarnación. Por consiguiente, Dios está obrando hacia el tiempo cuando la redención se
convierta en una posibilidad por medio de la encarnación de Su Hijo. El hombre tenía que
ser redimido de la esclavitud de Satanás
para poder ser hijo de Dios.
La razón que Dios tuvo para escoger al pueblo del pacto fue que por medio de este pueblo
pudiera Él preservar la Línea del Justo para que por ella viniera al mundo el Redentor del
hombre. Ya hemos estudiado la celebración del pacto con Abraham, por cuyo medio los
descendientes de Abraham se
convierten en el pueblo del Pacto Divino. Hemos visto, además, la liberación de este
mismo pueblo que estaba sometido a Egipto; liberación que se operó por la mano de su
Dios del Pacto.
Hemos aprendido a apreciar sus derechos en ese Pacto, y lo que significó para Dios al
decir: “Por mi mismo he jurado”. Todos los recursos de Dios eran suyos si guardaban el
Pacto. Hemos estudiado el Tabernáculo donde Dios moraba; el sacerdocio, que actuaba
como Mediador; y las ofrendas, un tipo de Cristo y de Su obra redentora, lo que Dios
proveyó para que ellos tuvieran compañerismo con Él. Ahora, al continuar estudiando la
historia posterior de este pueblo, lo haremos de una manera breve hasta llegar a la
encarnación de Cristo. Sin embargo, no queremos descuidar ninguna porción de la Palabra
y por eso damos en esta lección una cronología dividida en seis partes, del material que se
nos da desde Génesis 1, hasta el nacimiento de Cristo. Creemos que esta cronología se
puede usar como referencia, y confiamos que sea de gran valor para ustedes.

PERIODO I
DESDE LA CREACIÓN HASTA EL DILUVIO, ABARCANDO 1,656 AÑOS.
Época
Hecho o circunstancia Cita
(a.C.)

4004 La creación del mundo. Gn 1.2

Caída de nuestros primeros padres, Adán y Eva, desde su sitio de


✓ santidad y de felicidad, por desobedecer a Dios. Promesa de un Gn 3
Salvador.

93
4002 Nace Caín. Gn 4.1

4001 Nace Abel. Gn 4.2

3875 Abel es asesinado por su hermano Caín. Gn 4.8

3874 Nace Seth. Su padre, Adán, tiene 130 años. Gn 5.3

3382 Nace Enoc. Gn


5.18-19

3317 Ncae Matusalén. Gn 5.21

3074 Muere Adán a la edad de 930 años. Gn 5.5

3017 Enoc es trasladado a la edad de 365 años. Gn 5.24

2962 Muere Seth a la edad de 912 años. Gn 5.8

2948 Nace Noé. Gn


5.28-29

Gn 6.3-
22;
Amenaza del Diluvio. Noé es comisionado para predicar
2468
arrepentimiento durante 120 años. 1P 3.20;

2P 2.5

Muere Matusalén a la edad de 969 años. En el mismo año entra Noé Gn


al arca, siendo de 600 años de edad. 5.27;
2348
Gn 7.6-
7

PERIODO II
DESDE EL DILUVIO HASTA EL LLAMAMIENTO DE ABRAHAM, 427 AÑOS.
Noé con su familia abandonan el arca y ofrecen sacrificios. Noé Gn 9.8-
2347
recibe el pacto de seguridad, del cual el arco iris fue la señal. 18

2234 Se edifica la torre de Babel. La confusión de lenguas y la dispersión Gn 11


de la humanidad.

2233 Nimrod echa los primeros cimientos de la monarquía babilónica o Gn


asiria. 10.8-11

94
2188 Mizraim echa los cimientos de la monarquía egipcia. Gn
10.13

1996 Nace Abram (Abraham). Gn


11.26

PERIODO III
DESDE EL LLAMAMIENTO DE ABRAHAM HASTA EL ÉXODO DE ISRAEL DE EGIPTO, 430
AÑOS.
Gn
Dios llama a Abraham de en medio de la idolatría caldea cuando
1936 11.31;
tiene 70 años de edad.
Hch 7.2

1921 Dios llama a Abraham por segunda vez a Canaán. Gn 12.1-


4

1913 Victoria de Abraham sobre los reyes y rescate de Lot. Gn 14.1-


24

1910 Nace Ismael. Abraham tiene 86 años. Gn


16.15-16

Pacto de Dios con Abram, cambiando su nombre a Abraham; se


Gn 17 y
1897 instituye la circuncisión, Lot es librado; Sodoma es destruida por
19
fuego a causa de sus abominaciones.

1896 Nace Isaac siendo Abraham de 100 años. Gn 21

Gn 22;

1871 Abraham ofrece a Isaac como sacrificio consumido con fuego. He


11.1719;
Stg 2.21

1859 Sara, la esposa de Abraham, muere a la edad de 127 años. Gn 23.1

1856 Isaac se casa con Rebeca. Gn 24

1836 Nacen Jacob y Esaú cuando Isaac tiene 60 años. Gn


25.26

1821 Muere Abraham a la edad de 175 años. Gn 25.7-


8

95
1759 Jacob va con su tío Labán a Siria y se casa con las hijas de éste, Lea y Gn 28
Raquel.

1746 Nace José siendo Jacob de 90 años. Gn


30.23-24

1739 Jacob regresa a Canaán. Gn 31 y


32

1729 José es vendido como esclavo por sus hermanos. Gn 37

1716 José explica los sueños de Faraón y es nombrado gobernador de Gn 41


Egipto.

1706 Los hermanos de José se establecen en Egipto. Gn 43 y


44

1689 Jacob predice el advenimiento del Mesías y muere en Egipto a la Gn 49


edad de 147 años.

1636 Muere José a la edad de 110 años. Gn


50.26

1574 Nace Aarón. Éx 6.20

1571 Nace Moisés. Éx 2.1-


10

1531 Moisés huye a Madián. Éx 2.11-


15

1491 Moisés, comisionado por Dios, libra a Israel de la esclavitud de Éx 3.2


Egipto.

PERIODO IV
DESDE EL ÉXODO DE ISRAEL DE EGIPTO HASTA LA CONSTRUCCIÓN DEL TEMPLO DE
SALOMÓN, 487 AÑOS.
1491 Paso milagroso del Mar Rojo por los israelitas. Éx 14.22

1490 Es dada la Ley en el Sinaí. Éx 19.40

Miriam, la hermana de Moisés, muere a la edad de 130 años. Muere Nm


1452
Aarón a la edad de 123 años. 20.1, 28

1451 Muere Moisés a la edad de 120 años. Josué es ordenado como su Dt 34;

96
sucesor. Los israelitas cruzan el río Jordán. Cesa el maná. Jericó es Jos 1-6
tomada.

1443 Muere Josué a la edad de 110 años. Jos


24.29

1153 Nace Samuel. 1S 1.19

1116 Muere Elí, el Sumo Sacerdote. El arca de Dios es tomada por los 1S 4
filisteos.

1095 Saúl es ungido rey de Israel. 1S 10.1

1085 Nace David. 1S 16.13

1063 David es ungido para ser rey. Le corta la cabeza a Goliat. 1S 17.49

1055 Saúl es derrotado en batalla; desesperado, se mata. David es 1S 31


proclamado rey por Judá.

1048 Isboset, rey de Israel, es asesinado y todo el reino se une bajo el 2S 1


gobierno de David.

1047 David toma a Jerusalén de mano de los jebusitas y la convierte en la 2S 5


ciudad real.

1035 David comete adulterio con Bath-Sheba (Betsabé) y discurre la 2S 11


muerte de Urías, su esposo.

1034 David se arrepiente de su pecado por la reprensión del profeta 2S 12


Nathán, enviado por Dios.

1033 Nace Salomón. 2S 12.24

1023 Absalón se rebela contra su padre; Joab le da muerte. 2S 16.18

1015 David da órdenes de ungir a Salomón como rey; Adonías es 1R 1


derrotado.

1014 David muere a los 70 años de edad. 1R 2

1004 Se termina el Templo de Salomón después de siete años de iniciada 1R 6 y 7


su construcción.

PERIODO V
DESDE LA CONSTRUCCIÓN DEL TEMPLO DE SALOMÓN HASTA LA

97
DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN Y LA CAUTIVIDAD DE LOS JUDÍOS EN BABILONIA, 412
AÑOS.
Comienzo de
su reinado REYES DE JUDÁ REYES DE ISRAEL PROFETAS
(a.C.)

975 Roboam Jeroboam Ahías, Semaías

958 Abías o Abiam

955 Asa Nadab (954) Azarías

953 Asa Baasa Hanani

930 ✓ Ela Jahú

929 ✓ Zimri

✓ ✓ Omri

918 ✓ Acab Elías (910-896)

914 Josafat ✓ Miqueas

897 ✓ Ocozías Eliseo (896-838)

896 ✓ Joram o Jehoram Jahaziel

892 Jehoram ✓

885 Ocozías ✓

884 Atalía Jehú Joiada

878 Joás ✓

857 ✓ Joacaz Jonás (856-784)

839 Amasías Joás

825 ✓ Jeroboam II

810 Uzías o Azarías ✓ Amós (810-875)

784 ✓ Anarquía (11 años) Oseas (810-725)

773 ✓ Zacarías Joel (810-660)

772 ✓ Sallum, Manahem

98
761 ✓ Pekaía Isaías (810-698)

759 ✓ Peka

758 Jotam ✓ Miqueas (758-699)

742 Acaz ✓ Oded

730 ✓ Oseas

726 Ezequías La Cautividad (721) Nahum (720-698)

698 Manasés ✓

643 Amón ✓ Sofonías (640-609)

641 Josías ✓ Jeremías (628-586)

609 Joacaz ✓ Habacuc (612-598)

609 Joacim ✓

598 Joaquín ✓ Daniel (606-534)

598-597 Sedecias ✓

588 La Cautividad ✓ Abdías (588-583)


Babilónica

PERIODO VI
DESDE LA DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN POR NABUCODONOSOR HASTA EL NACIMIENTO
DE CRISTO, 588 AÑOS.
Fecha
ACONTECIMIENTOS HISTÓRICOS Profetas
(a.C.)

588 Destrucción de Jerusalén por los caldeos y cautividad de los


judíos.

539 Babilonia es tomada por Ciro. Ezequiel


(595-536)

536 Decreto de Ciro: Zorobabel y Josué.

534 Fundación del Templo.

529 Artajerjes (Cambises) prohibe la obra.

99
520 Decreto favorable de Asuero (Darío Histaspis) Hageo (520-
518)

518 Esther es proclamada reina Zacarías (520-


518)

515 El segundo templo es terminado.

510 El plan de Amán es frustrado.

484 Jerjes, rey de Persia.

464 Artajerjes Longimano.

457 Esdras es enviado para gobernar a Jerusalén.

445 Nehemías enviado como gobernador.

423 Darío Nothus Malaquías


(432-420)

335 Alejandro el Grande invade Persia y establece el imperio


macedonio o griego.

63 Jerusalén es tomada por Pompeyo y Judea es convertida en


una provincia de Roma.

40 Herodes es hecho rey.

28 Augusto César, emperador de Roma.

19 Muere el poeta Virgilio.

18 Herodes inicia la destrucción del Templo.

4 Nace Juan el Bautista.

4 Nace Jesús, 4 años antes de la era conocida como a.C.

PREGUNTAS
1. ¿Qué fue efectuado para Israel en el Gran Día de la Expiación?

100
2. ¿Hacia qué acontecimiento estaba obrando Dios durante el periodo del Antiguo
Testamento? ¿Por
qué?
3. Diga lo que pueda del Pacto, la razón de su existencia y su significado.
4. Muestre cómo el Tabernáculo, el sacerdocio y las ofrendas, manifiestan el anhelo que
Dios tenía
de compañerismo.

Lección 17
SINÓPSIS DE LOS LIBROS DEL ANTIGUO TESTAMENTO Y PUNTOS RELEVANTES DE LA
HISTORIA DE ISRAEL

I. Números

Este libro lleva ese nombre por contener una recapitulación de la historia de Israel.
Históricamente, Números prosigue el relato donde lo dejó el libro del Éxodo, y es el libro
de la peregrinación por el desierto del pueblo del Pacto, como consecuencia de no haber
podido entrar a la tierra de Cades-
barnea.
Hay algunos que consideran los libros del Antiguo Testamento como algo típico; por
ejemplo: Génesis, el libro de la creación y de la caída; Éxodo, el libro de la redención;
Levítico, el de la adoración y del compañerismo; y Números, el libro de aquello que debe
seguir: servicio y conducta.
Sin embargo, nosotros no vamos a considerar los libros en esta forma de tipología.
Israel estaba espiritualmente muerto, y probado por sus experiencias del desierto, fracasó
completamente. Esto no puede emplearse como modelo de la conducta y de aquella vida
victoriosa del hombre que ha llegado a ser una nueva creación en Cristo Jesús, el cual ha
pasado totalmente el
reino de la potestad satánica al reino de la vida en Cristo Jesús.
Números se divide en cinco partes:
1. El orden del Ejército (Nm 1.1-10.10).
2. De Sinaí a Cades-barnea (Nm 10.11-12.16).
3. Israel en Cades-barnea (Nm 13.1-19.22).
4. La peregrinación por el desierto (Nm 20.1-33.49).
5. Instrucciones finales (Nm 33.50-36.13).

101
Los acontecimientos registrados en Números cubren un período de 39 años.

II. Deuteronomio

El libro de Deuteronomio se divide en siete partes:


1. Resumen de la historia de Israel en el desierto (Dt 1.1-3.29).
2. El restablecimiento de la ley con advertencias y exhortaciones (Dt 4.1-11.32).
3. Instrucciones, advertencias y predicciones (Dt 12.1-27.26).
4. Las grandes profecías finales resumiendo la historia de Israel hasta la segunda venida de
Cristo
y la promesa de que poseerán Palestina (Dt 28.1-30.20).
5. Últimos consejos a los sacerdotes, a los levitas y a Josué (Dt 31).
6. Cántico de Moisés y su bendición de despedida (Dt 32 y 33).
7. Muerte de Moisés (Dt 34). Moisés tenía 120 años cuando murió. Su vista no se había
oscurecido ni su vigor natural había disminuido. Ello se debió a que Moisés era un hombre
del
Pacto (Dt 34.7).

III. Josué

Josué sucedió a Moisés en la dirección del pueblo judío bajo la autoridad de Dios. El
gobierno sigue siendo teocrático. Los acontecimientos relatados en Josué cubren un
período de veintiséis años. El libro se divide en cuatro partes:
1. La conquista de la Tierra Prometida (Jos 1-12).
2. La división de la herencia (Jos 13-21).
3. Discordia incipiente (Jos 22).
4. Últimos consejos de Josué y su muerte (Jos 23-24).

102
IV. Jueces

Este libro toma su nombre de los trece hombres escogidos para librar a Israel en el
período de decadencia y de desunión que siguió a la muerte de Josué. Por medio de ellos
Jehová continuó Su gobierno personal de Israel. El versículo clave que revela la condición
del pueblo judío es Jueces 17.6: “Cada cual hacía lo que era recto a sus propios ojos”.
Hay dos hechos prominentes, el fracaso completo del pueblo del pacto espiritualmente
muerto, y la gracia del Dios del Pacto. El libro relata siete apostasías, siete estados de
esclavitud bajo el dominio de siete naciones paganas, y siete liberaciones. Los
acontecimientos relatados en Jueces abarcan un período de 305 años.

V. Rut

Esta historia debe leerse en relación con la primera mitad del libro de los Jueces, ya que
presenta una descripción de la vida de Israel por esa época. Los acontecimientos relatados
en este libro abarcan un período de 10 años.

VI. 1 Samuel

Este libro contiene la historia personal de Samuel, el último de los jueces. Relata el fracaso
moral del sacerdocio bajo Elí y el de los jueces, al intentar Samuel convertir el cargo en
hereditario. En su oficio profético Samuel fue fiel, y en él comienza la línea de profetas
escritores. De aquí en adelante es el profeta, y no el sacerdote, el personaje más
importante en Israel.
Durante este período, Israel repudió a Dios como rey y quiso tener un rey como las otras
naciones que los rodeaban. Dios les dio un rey, a Saúl.
Este libro se divide en cuatro partes:
1. La historia de Samuel hasta la muerte de Elí (1S 1.1-4.22).
2. Desde la captura del arca hasta el día en que piden un rey (1S 5.1-8.22).
3. Desde el reinado de Saúl hasta el llamamiento de David (1S 9.1-15.35).
4. Desde el llamamiento de David hasta la muerte de Saúl (1S 16.1-31.13).
Estos acontecimientos abarcan un período de 115 años.

103
VII. 2 Samuel

Este libro señala la restauración del orden por medio de la elevación al trono del rey
puesto por Dios, David. También nos relata el establecimiento del centro político de Israel
en Jerusalén.
El libro se divide en cuatro partes:
1. Desde la muerte de Saúl hasta el ungimiento de David como rey sobre Judá, en Hebrón
(2S 1.1-27).
2. Desde el ungimiento de David en Hebrón hasta su establecimiento sobre el reino unido
de Israel
(2S 2.1-5.25).
3. Desde la conquista de Jerusalén hasta la rebelión de Absalón (2S 6.1-14.33).
4. Desde la rebelión de Absalón hasta la compra del lugar para el templo (2S 15.1-24.25).
Los acontecimientos relatados en 2 Samuel abarcan un período de 38 años.

VIII. 1 Reyes

1 Reyes relata la muerte de David, el reinado de Salomón, la construcción del templo, la


muerte de Salomón, la división del reino entre Roboam y Jeroboam y la historia de los dos
reinos hasta el reinado de Joram en Judá y Ocozías en Samaria. Incluye también el
vigoroso ministerio de Elías. El capítulo 17 narra la atrevida hazaña que realizó este
hombre del pacto basado en la Palabra de Dios. Los acontecimientos relatados en 1 Reyes
abarcan un período de 118 años.

IX. 2 Reyes

El libro de 2 Reyes está dividido en siete partes:


1. La última parte del ministerio de Elías y su traslado al cielo (2R 1.1-2.11).
2. El ministerio de Eliseo desde el traslado de Elías hasta el ungimiento de Jehú (2R 2.12-
9.10).
3. Reinado de Jehú sobre Israel (2R 9.11-10.36).
4. Reinados de Atalía y de Joás sobre Judá (2R 11.1-12.21).
5. Reinados de Joacaz y de Joás sobre Israel. Última parte del ministerio de Eliseo (2R 13).

104
6. Desde la muerte de Eliseo hasta la cautividad de Israel (2R 14.1-17.41). Israel fue
llevado cautivo a Asiria por haber quebrantado el pacto. Desde esta cautividad las diez
tribus nunca han sido restauradas a Palestina.
7. Desde el advenimiento de Ezequías hasta la cautividad de Judá (2R 18.1-25.30).
Los acontecimientos relatados en 2 Reyes abarcaron un periodo de 308 años. Durante
este periodo Amós y Oseas profetizaron en Israel; y Abdías, Joel, Isaías, Nahúm, Sofonías y
Jeremías, en Judá.

X. 1 y 2 de Crónicas

Los dos libros de Crónicas juntos abarcan el período desde la muerte de Saúl basta las
cautividades.
Fueron escritos probablemente durante la cautividad babilónica, y se diferencian de los
dos libros de Reyes en una relación más completa sobre Judá y en la omisión de muchos
detalles.
Los acontecimientos narrados en ambos libros abarcan un período de 468 años. Judá
estuvo cautivo en Babilonia durante 70 años.

XI. Esdras

Esdras relata el regreso a Palestina bajo Zorobabel por decreto del rey Ciro, quien puso los
cimientos
del templo en 536 a.C. Más tarde, en 458 a.C., Esdras le siguió y restauró la ley y el ritual.
Pero la mayoría de la nación y de los príncipes optaron por quedarse en Babilonia y Asiria
donde estaban prosperando. Los libros de la post-cautividad tratan de ese remanente que
solo siguió recordando al
Dios del Pacto. El libro se divide en dos partes:
1. Desde el decreto de Ciro hasta la dedicación del templo restaurado (Esd 1.1-6.22).
2. El ministerio de Esdras (Esd 7.1-10.44).
Los acontecimientos narrados en el libro de Esdras abarcan un período de 80 años.

105
XII. Nehemías

Nehemías, uno de los grandes caracteres del Antiguo Testamento, nunca ha recibido el
reconocimiento que realmente merece. Fue el secretario privado del emperador de la
entonces más grande nación del mundo. Era hombre de oración y tenía grandes
cualidades como conductor de
gentes y un espíritu heroico. Era, por otra parte, un hombre de gran valor. Salió de Susán y
llegó a Jerusalén, y con mucha osadía y un valor a toda prueba, reconstruyó la muralla,
restauró la adoración verdadera y dio la ley al común del pueblo. Además, hizo de Israel
una nación apartada de las otras naciones.
Este libro abarca un período de 10 años.

XIII. Ester

El libro de Ester es uno de los más bellos en la literatura del Antiguo Testamento. Aunque
el nombre de Dios no ocurre ni una sola vez en él, no obstante es un libro donde se ve la
mano de Dios como en ningún otro.
Ester se convierte en la esposa favorita del rey Asuero. Por su obediencia absoluta a su tío
Mardoqueo, Ester se constituye en la salvadora del pueblo escogido. No se puede
encontrar en las crónicas del Antiguo Testamento un carácter más bello ni una heroína
más grande. Este libro abarca un período
de 11 años.

XIV. Los Libros Poéticos

Hemos estudiado ya los libros históricos del Antiguo Testamento y ahora continuamos con
el estudio
de los Libros Poéticos. Los libros poéticos son los himnarios de Dios. Aquí encontramos los
anhelos más íntimos del corazón del pueblo de Dios, sus temores, su fe y sus deseos más
vehementes. Job es el primer libro escrito. Fue escrito antes que el libro del Génesis. La
tradición asegura que fue escrito en el año 1700 a.C. Job era pariente de Abraham. Job
reúne los deseos universales de la raza humana y los vuelca en este gran poema de
agonía. Uno de los problemas que encara es: “¿Cómo puede el hombre nacido de mujer

106
justificarse con Dios?” Sugiere la caída en esta expresión. Revelando la magnitud de la
traición del hombre dice: “Ni aún las estrellas son limpias a la vista de Dios”.
Reconoce la necesidad que tiene el hombre de un Mediador y exclama: “No hay entre
nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros ambos”.
Clama Job por la restauración de la justicia. Y en los anhelos de Job contemplamos los
anhelos de todos los hombres expresados a través de sus sentimientos religiosos. Job
soportó las pruebas a que Satanás lo sometió y nunca perdió el favor de Dios. Podemos
ver retratado en este libro todo el plan de la redención. Job comienza en el Jardín del Edén
y continúa al través de los sufrimientos de la prolongada lucha del hombre que sufre. Nos
sugiere la redención que tiene como final del Edén restaurado.

XV. Los Salmos

Los Salmos son propiamente el himnario de Israel. Constituyen las expresiones, los
anhelos, las angustias, las lágrimas y los deseos del pueblo del primer Pacto. Representan,
en algunos aspectos,
las experiencias diarias; y en otros, constituyen profecías de algo que está completamente
más allá de ellos y que solamente se encuentra en la Nueva Creación.
Los libros se dividen generalmente en cinco secciones: 1-41; 42-72; 73-89; 90-106; y 107-
150.
Los salmos imprecatorios son el grito de venganza contra sus enemigos. Dichos salmos
han perturbado a muchas personas devotas, pero cuando tomamos en cuenta que el
pueblo de Israel no era cristiano, que nunca había nacido de nuevo, que solamente eran
judíos bajo la sangre de los toros y de los machos cabríos, entonces podemos entender
mejor cómo pudieron escribirse tales salmos.
Lo maravilloso es que salmos como el 23, el 27, el 37 y el 91, hayan sido escritos por
hombres común y corrientes. Eso prueba la inspiración del Espíritu Santo.

XVI. Los Proverbios

107
El libro de los Proverbios contiene la sabiduría del Antiguo Pacto. Es una interpretación de
la ley en la vida cotidiana. Es lo que es el libro de Santiago en el Nuevo Pacto. Santiago
escribe para las gentes del Nuevo Pacto y les da orientaciones para la conducta diaria.
El libro de los Proverbios debe leerse con mucho cuidado. Si yo pudiera hacerlo, me
gustaría obsequiar a todo joven (hombre y mujer) un ejemplar de los Proverbios
encuadernado en piel. Todos los alumnos de las escuelas primarias debieran tener en sus
manos un ejemplar. Aquel que se empapa de la sabiduría de los Proverbios rara vez caerá
en las trampas de la vida moderna.

XVII. Eclesiastés

Eclesiastés es el libro más peculiar del Antiguo Testamento. Describe el hombre


espiritualmente muerto que trata de encontrar placer en el mundo. Y procura encontrarlo
y satisfacerlo por medio de ambiciones arquitectónicas, construyendo edificios
majestuosos. Procura también encontrarlo en la horticultura, y para el efecto, tuvo para
su recreo los más bellos jardines jamás contemplados por el
mundo hasta entonces. Y procura encontrarlo también en enormes obras públicas; en el
vino, en las mujeres y en el canto, para llegar a la conclusión de que todas las cosas son
“vanidad de vanidades; todo es vanidad”.
En el último capítulo se entona el cántico fatalista del hombre natural, al verse
imposibilitado para lograr los deseos del espíritu humano.

XVIII. El Cantar de los Cantares

El Cantar de los Cantares es el libro de los idilios y sonetos de Cristo y Su Iglesia. Todo el
libro está lleno de bellas figuras de lenguaje. Es un sueño de amor narrado en expresiones
poéticas. Nos describe el compañerismo roto y la soledad del corazón que ha perdido su
amor.
Nos describe también los triunfos de la amistad y del compañerismo cuando el corazón
disfruta de la plenitud de sus privilegios.

PREGUNTAS

108
1. ¿Qué períodos de la historia de Israel abarcan los libros de Números y Deuteronomio?
2. ¿Cuáles son los dos hechos prominentes revelados en Jueces?
3. ¿Quién fue el último de los Jueces? ¿Quién fue el primer rey?
4. Lea 1 Reyes 17, ¿cuál fue el secreto del poder de Elías con Dios?
5. ¿Por qué Israel fue llevado cautivo a Asiria?
6. ¿En qué consistió la obra de Nehemías?
7. ¿Qué problemas de la raza humana trata Job?
8. ¿Qué mensajes hay en el libro de los Salmos?
9. ¿Cuál es el propósito del libro de los Proverbios?
10. ¿Qué se describe en el Eclesiastés? ¿Y en el Cantar de los Cantares?

Lección 18
LA ENCARNACIÓN

Llegamos ahora al estudio del milagro más sorprendente de la creación, el milagro de la


Encarnación.
Ya vimos que si el hombre iba a ser redimido, la Encarnación era inevitable. La necesidad
del hombre exigía la Encarnación del Hijo de Dios. El hombre estaba espiritualmente
muerto, era un hijo de Satanás, sin nada que pudiera acercarlo a Dios.
La Encarnación de la Deidad proporcionaría un sustituto con una Deidad y una humanidad
unidas de tal modo, que el Encarnado pudiera actuar como el Mediador del hombre (Jn
14.6). Además, estando la Deidad y la humanidad unidas, Él, como hombre, podría asumir
las responsabilidades de la traición humana y pagar la pena, satisfaciendo las demandas
de la Justicia para que la raza humana pudiera ser libertada de Satanás (He 2.14; Col 1.13-
14) y le fuera dado el derecho de recibir la naturaleza de Dios (Jn 1.12).

I. La Realidad de la Encarnación

109
El Encarnado no podía nacer por procreación natural. No era posible para Dios entrar en
un niño que hubiera nacido por procreación natural y realizar de ese modo una
Encarnación. Ya vimos que por un hombre, la muerte (la naturaleza de Satanás) entró al
mundo y pasó a todos los hombres, que por un hombre toda la raza humana murió
espiritualmente y fue dominada por esa Muerte Espiritual: “Por consiguiente, así como el
pecado entró en el mundo por un hombre. . . la muerte así pasó a todos los hombres” (Ro
5.12); “Así, por un delito, vino la condenación a todos los hombres” (Ro 5.18).
Si Jesús hubiera nacido por procreación natural y Dios hubiera venido a él, hubiera sido un
hijo de Satanás con Dios habitando en él. Eso no hubiera sido una encarnación. Eso
destruye totalmente la idea de una encarnación perfecta de Dios.
Si, por otra parte, Dios hubiera podido erradicar la Muerte Espiritual del espíritu de algún
hombre convirtiéndolo en una encarnación, podría haber cambiado a toda la raza humana
de la misma manera.
De haberlo hecho así, hubiera constituido una injusticia para Satanás y una injusticia para
Sí mismo; porque el problema del pecado no hubiera sido resuelto y el castigo de la
trasgresión del hombre no hubiera sido aplicado.
El Redentor debía ser uno sobre quien Satanás no tuviera demandas legales ni autoridad.
Esto solamente podría realizarse por un Redentor concebido y dado a luz como lo fue el
Niño de Belén. La primera promesa de Dios sobre la Encarnación es dada en la
conversación que Él tiene con Satanás
un poco después del pecado de Alta Traición que cometió el hombre: “Y pondré
enemistad entre ti y
la mujer; entre tu simiente y su simiente; él te herirá en la cabeza y tú le herirás en el
calcañar” (Gn 3.15).
El Dios-Padre comprende que la necesidad del hombre puede satisfacerse solamente por
medio de la Encarnación de Su Hijo. Y comprende también que el Encarnado no puede
nacer por procreación natural; por eso profetiza que una mujer dará a luz un niño
independientemente de la procreación natural, y que será llamado “la simiente de la
mujer”.
“Dijo entonces Isaías: Oíd ahora, casa de David. ¿ Os es poco el ser molestos a los
hombres, sino que también lo seáis a mi Dios? Por tanto el mismo Señor os dará señal. He
aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Is 7.13-
14).
El niño va a nacer de la Casa de David y el “Señor mismo os dará señal”. Aquí Él usa el
nombre Adonai; el Dios de los Milagros, Él mismo os mostrará un milagro, una maravilla.
Algo fuera de lo ordinario va a acontecer, y nosotros decimos: “¿Qué es?” Él dice: “La
virgen”, como si ya la hubiera señalado, “concebirá y dará a luz un hijo y llamará Su
nombre Emanuel”.

110
Una virgen va a dar a luz un hijo en una forma sobrenatural y le va a llamar Emanuel, Dios
con nosotros o Encarnación. Relaciónese esto con Lucas 1.31-36: “Y he aquí, concebirás en
tu seno, y darás a luz un hijo, y llamarás Su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado
Hijo del Altísimo;
y le dará el Señor Dios el trono de David su Padre; y reinará en la casa de Jacob por
siempre; y de su reino no habrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto?
porque no conozco varón. Y respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre
ti, y la virtud del Altísimo te hará sombra; por lo cual también lo santo que nacerá será
llamado Hijo de Dios”. El hijo, ya lo habréis notado, es concebido del Espíritu Santo. Por lo
tanto, su nacimiento es sobrenatural.
Ella era prima de José, quien a su vez era de la familia de David. Por eso el profeta
exclamó: “Oh, casa de David, ¿os es poco el ser molestos a los hombres, sino que también
lo seáis a Dios? Yo os daré una señal”. Él está señalando a esta hija de David que dará a luz
a ese niño maravilloso, en un
pesebre de Belén, 750 años después. En Jeremías 31.22 Dios declara: “Una hembra
rodeará al varón”. Este Encarnado no podría nacer por procreación natural porque el
hombre es un ser caído y su simiente está sujeta a Satanás. Esta Simiente debe ser de
alguien que no sea súbdito de Satanás, y por ello Este Ser maravilloso ha de ser concebido
del Espíritu Santo, y el seno de la virgen va a servir simplemente de receptáculo de Ese
Santo hasta el día en que sea dado a luz.
Isaías 42.6 dice: “Yo Jehová, te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te
guardaré y te pondré por alianza del pueblo, por luz de las gentes”. Adán fue creado, y el
resto del linaje humano fue procreado por procesos naturales, pero este niño que va a
nacer, será “formado” por un acto especial del poder Divino.
Pablo habla de Su nacimiento en las siguientes palabras tomadas de Filipenses 2.6-8: “El
cual siendo su naturaleza la de Dios, no miró como botín el ser igual a Dios; sino que se
despojó a sí mismo, tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres y
hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta
la muerte, y muerte de cruz” (Versión de
Straubinger).
Nótense las siguientes expresiones: Siendo su naturaleza la de Dios, se desprendió de ella
y tomó la forma de siervo, hecho semejante a los hombres, hallándose en la condición de
hombre. Todo ello sugiere una acción divina distinta y separada, diferente de la
procreación natural. He aquí un ser con el que Dios obra un milagro tomándolo de la
Deidad misma, desde el cielo, y colocándolo en el seno
de una virgen para ser unido a la carne por una concepción única. De nuevo es Pablo
quien dice: “Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y presente no

111
quisiste; mas me apropiaste cuerpo” (He 10.5). Dios apropió y preparó un cuerpo, un
cuerpo especial para este ser llamado el Hijo de Dios.

II. La Pre-Existencia de Cristo

La encarnación presupone que este ser Encarnado tuvo una existencia diferente previa a
Su venida a la tierra. Diecisiete veces en el Evangelio según San Juan se declara que Jesús
fue enviado del Padre y vino a la tierra; y que de nuevo dejó la tierra y volvió al Padre.
Todo el Evangelio según San Juan
tiene como base el hecho de que Jesús vivió una existencia previa con el Padre, y que
mientras anduvo en la tierra recordaba Sus experiencias en el otro mundo, y habló al
Padre de tales experiencias y también se refirió al tiempo cuando Él regresaría para vivir
de nuevo la vida con el Padre.
Juan 17.3-5 dice: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú cerca de ti mismo con aquella gloria
que tuve cerca de ti antes que el mundo fuese”. Cristo, al encarar la crucifixión, recuerda
la gloria que tuvo con el Padre antes de que el mundo fuera. Léanse también Juan 3.16,
8.42, 13.3 y 16.28-30.
Miqueas 5.2 es una expresión profética notable de la preexistencia de Cristo y de Su
venida a la tierra: “De ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el
principio, desde los días del siglo”. Aquí hay uno que va a nacer de la familia de Judá para
ser el Señor de Israel; y sus
salidas han sido desde el principio, desde la eternidad. Él ha viajado por todas partes al
través de las eternidades y ha dejado Sus huellas en los siglos: “En el principio era el
Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Jn 1.1). “En el principio”, es decir,
este Ser existió en el principio, en la eternidad. “El Verbo era con Dios”, este Ser eterno
era con Dios; con Él, en compañerismo y en propósito, obrando juntamente con Él. “Por el
cual asimismo hizo el universo” (He 1.2).
“Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo que es hecho fue hecho” (Jn 1.3).
Vimos en nuestra primera lección que la palabra “Dios” en Génesis 1.1 es “Elohim”,
sustantivo plural que revela a la Trinidad obrando en la creación. En Génesis 1.26
escuchamos Sus palabras: “Hagamos al hombre a nuestra imagen”. A este Ser que se
encarnó para poder ser el Redentor del
hombre, nosotros lo contemplamos en la creación.
“El Verbo era Dios”. Este Ser Eterno que estaba en amistad y en compañerismo con Dios,
era Dios mismo. Poseía la misma naturaleza. Existía en la misma forma, en términos de
igualdad con Dios (Fil 2.6).

112
Juan 1.14 dice: “Y aquel verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros, (y vimos su gloria,
gloria como del unigénito del Padre)”. Este Ser se hizo carne. Se hizo hombre y habitó
entre nosotros. Se hizo humano; fue de tal manera hombre como si nunca hubiera sido
ninguna otra cosa. No obstante,
nunca dejó de ser lo que había sido. Hizo Su hogar entre nosotros y vimos la gloria de
Dios. Él era la imagen del Dios Invisible (Col 1.15).
Él era la representación exacta de Su sustancia (He 1.3 Versión Hispanoamericana). Desde
el momento en que entró la muerte espiritual al mundo, hasta Su nacimiento, Dios obraba
con miras hacia la encarnación, y repetidamente prometió la venida de Cristo, Su
ministerio, Su muerte y Su
resurrección.
Sus Sufrimientos: Gn 3.15; Sal 22.1-8; 31.13; 89.38-45; Is 53.1-12; Dn 9.26; Zac 13.1; 6.7.
Su muerte y sepultura: Nm 21.9; Sal 16.10; 22.16; 31.22; 49.15; Is 53.8-9; Dn 9.26.
Su resurrección: Sal 17.15; 49.15; 73.24; Jon 2.1-10.
Su ascensión: Sal 8.5-6; 24.7; 47.5; 68.18; 110.1.
Sus triunfos futuros: Is 40.10; Dn 2.44; 7.13-14, 27; Os 3.5; Mi 4.1-7.
El Redentor: Job 19.25-27; Gn 48.16; Sal 19.14; Is 41.14; 43.1; 44.22; 59.20-21; 62.11;
63.1-9; Jer
50.34; Gn 22.8; Is 53.7.

III. Unido Eternamente

Notamos aquí que cuando Cristo se hizo hombre en la encarnación, se hizo hombre
eternamente. No tomó la humanidad como un vestido para llevarlo durante treinta y tres
años y despojarse de él después; se hizo hombre para continuar siéndolo siempre. Hoy, a
la diestra del Padre, hay un hombre en el cielo como resultado de la encarnación:
“...Jesucristo hombre” (1Ti 2.5).

IV. El Hombre a la Imagen de Dios

El haber sido posible para la Deidad y la humanidad unirse en una persona por toda la
eternidad, revela el lugar que el primer hombre tuvo en el plan del Dios-Padre. Dios había

113
creado al hombre a Su propia imagen. Sólo un poco menos que Él mismo (Gn 1.26; Sal
8.5).
El hombre había sido creado tan semejante a Dios, que fue posible para Dios y para el
hombre llegar a unirse eternamente en una sola persona. Fue posible que Dios y el
hombre se unieran. Dios puede morar en estos cuerpos humanos nuestros. Dios puede
impartir Su vida y Su naturaleza a nuestro espíritu y morar en nuestro cuerpo, en nuestro
cuerpo humano.
Si Jesús fue una encarnación, entonces la inmortalidad es un hecho. Si recibimos la vida
eterna para nuestros espíritus, tenemos la positiva seguridad de que nuestros cuerpos
serán inmortales cuando el Señor Jesús regrese. Si la encarnación es un hecho, el
cristianismo es sobrenatural. Todo hombre que ha nacido de nuevo es una encarnación. El
creyente es una encarnación como lo fue la encarnación de Jesús de Nazaret. Dios puede
ahora extirpar la muerte espiritual del espíritu del hombre y comunicarle Su vida porque
las demandas de la Justicia han sido satisfechas en Cristo.
No podemos concebir a nadie que desee poner en duda la encarnación. Esta es la única
respuesta al anhelo de Dios que hay en el corazón humano. Es la única solución a los
problemas humanos del pecado, del sufrimiento, de la enfermedad y de la muerte. La
encarnación prueba la pre-existencia de Cristo y es el fundamento y la razón de todas las
manifestaciones maravillosas del poder Divino que
ocurren después. Es la encarnación el milagro básico del cristianismo.

PREGUNTAS
1. ¿Por qué no pudo el Encarnado nacer mediante la procreación natural?
2. Explique Isaías 7.14.
3. ¿Qué revela Filipenses 2.6-8 sobre el nacimiento de Cristo?
4. Explique Juan 1.14.
5. Mencione algunos de los pasajes bíblicos que demuestren la pre-existencia de Cristo.
6. ¿En qué forma existió Cristo antes de la encarnación?
7. Mencione algunos pasajes proféticos de las Escrituras sobre: el nacimiento de Cristo, Su
muerte, Su resurrección, Su carácter como Redentor del hombre.
8. Cuando Cristo se hizo hombre, ¿dejó de ser lo que había sido?
9. Mencione algún pasaje que demuestre que tenemos a un hombre a la diestra del Padre.
10. ¿Qué revela con respecto a la creación del hombre el hecho de que fuera posible para
Dios tomar

114
la naturaleza humana?

Lección 19
LA VIDA DEL ENCARNADO

I. La Plenitud del Tiempo

En nuestra lección última estudiamos la necesidad que el hombre tenía de una


encarnación y las promesas que el Dios-Padre hizo concernientes a la venida del
Encarnado. Gálatas 4.4 afirma que cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a Su Hijo en la
encarnación. Cuando Cristo nació hace 2,000
años, era el tiempo preciso para Su venida.
La civilización griega nos hizo un gran servicio preparando el camino para el cristianismo y
dando al mundo un lenguaje universal, el más hermoso, el más flexible y el más expresivo
que haya conocido la humanidad.
Cuando Cristo apareció, el poder político del mundo estaba en las manos de Roma. Ella
había conquistado y unido bajo un solo gobierno, a toda esa parte del mundo que limitaba
el Mediterráneo.
Nunca la paz había predominado como entonces; nunca la vida y la propiedad estuvieron
tan seguras; nunca el viajar había sido tan fácil. Los romanos fueron grandes constructores
de caminos. En su esfuerzo por conquistar el mundo y por civilizarlo, construyeron
muchos caminos para sus ejércitos.
Se habían establecido líneas de navíos con el oriente, y tanto los caminos como los navíos
se convirtieron en los medios de llevar el Evangelio al mundo.

II. El Anhelo Universal de una Encarnación

Vemos en ello que Dios en Su providencia había arreglado las condiciones necesarias para
que las Buenas Nuevas de la redención pudieran ser proclamadas con rapidez en todo el
mundo. Por otra parte, el mundo romano presentaba, al nacer Cristo, el cuadro más
deplorable de degeneración moral de toda la historia humana.

115
En el mundo entero no había nada que pudiera dar esperanza o consuelo a la humanidad
en tinieblas.
En medio de esta condición de desaliento y fracaso, había un anhelo de liberación. La
esperanza de un Redentor flotaba en el ambiente. La profecía hebrea que había guardado
silencio durante cuatro siglos, había despertado en el judío cierta expectación mesiánica.
Aun la mente pagana deseaba
ardientemente un libertador.
Los magos del oriente que siguieron la estrella representaban el anhelo universal de un
Redentor. Los
ojos del mundo, en su expectación, se volvían hacia Palestina. En la plenitud de los
tiempos Jesús, el Cristo, nacería en Belén de Judea trayendo la respuesta al anhelo
milenario del hombre universal sometido largo tiempo al dominio de la muerte espiritual.
Solamente Dios conocía la apremiante necesidad en el hombre, y solamente Él podía
satisfacer esa demanda. Tal demanda era la encarnación. El hombre de todos los siglos
había deseado con ansiedad e instintivamente, una encarnación. Hay tres cosas que el
hombre natural ha deseado: tener compañerismo con Dios; poseer la vida Divina (eterna)
y tener la fortaleza de Dios. El hombre
primitivo ansiaba vivamente una Encarnación. Cada una de las religiones de la antigüedad
trataba de responder a ese anhelo.
El Dr. Trumbulí, en su libro “El pacto de Sangre”, nos dice lo siguiente acerca del hombre
primitivo y sus anhelos de una encarnación: “Tras la idea de una inspiración lograda
mediante la mutua inter-circulación de sangres que representa a Dios, ha habido en la
mente del hombre primitivo la idea de una posible inter-comunión con Dios mediante un
pacto mutuo con Él por medio de la sangre. Dios
es vida. Toda vida provine de Dios y le pertenece a Él. La sangre es la vida. Por
consiguiente, la sangre como vida, puede ser un medio de unión interna del hombre con
Dios”.
“Así como en el más íntimo y sagrado de los pactos entre hombre y hombre, es una
posibilidad la absoluta fusión de dos naturalezas humanas en una, por medio de un fluir
mutuo de sangre común, así también el más íntimo y sagrado de los pactos entre el
hombre y Dios y la unión recíproca de la naturaleza humana con la Divina, han sido
considerados como una posibilidad por medio del ofrecimiento y la aceptación de una
vida común, tal y como ocurre en un fluir mutuo de sangres”.
“El hombre ha considerado, ya sea su propia sangre o la de un Sustituto, un medio de
inter-unión con Dios o con los dioses. Ha estimado que la efusión de sangre hacia Dios es
un acto de gratitud o de afecto, una prueba de confianza amorosa, un medio de unión
recíproca con Él. Este parece haber sido el concepto primitivo universal de la humanidad.
Y una prueba de la confianza del hombre en realizar su unión recíproca con Dios o con los

116
dioses, por medio de la sangre, ha sido la práctica también universal de la inter-comunión
del hombre con Dios, o con los dioses, demostrada en el comer del cuerpo de la víctima
sacrificada, cuya sangre es el medio de inter-unión divino-humana”.
Todos los pueblos primitivos han bebido la sangre de las víctimas sacrificadas, buscando,
de ese modo, la unidad con Dios. Los dioses de los griegos y de los romanos eran
considerados como encarnaciones. Se les atribuía inmortalidad, y les reputaban como
seres humanos superiores. Muchas veces los reyes de las antiguas civilizaciones fueron
considerados descendientes de los dioses y adorados como encarnaciones.
Hoy, todavía el hombre anhela con vehemencia una encarnación. La educación no ha
eliminado este anhelo del espíritu del hombre. Todas las religiones modernas tratan de
responder a este anhelo.
Aquellos que hoy pretenden ser encarnaciones, son seguidos por muchos. No sólo los
ignorantes buscan una encarnación, sino también la gente educada. Mucha de la gente
intelectual y más educada,
se ha convertido en seguidora de las sectas modernas que enseñan que el hombre es
Divino y que Dios, espontáneamente habita en el hombre y está esperando que el hombre
se de cuenta de ello.
Vemos, pues, que el hombre, desde el momento en que murió espiritualmente, ha sentido
hambre de unirse con la Deidad, ha sentido el vehemente anhelo de encontrar un
hombre-Dios.

III. Dios Manifestado en Carne

¡Cuán desesperadamente necesitaba el hombre la Divina Encarnación! ¡Cuán largos y


penosos fueron
los años de separación entre el hombre y Dios! El hombre, nacido en un mundo
gobernado por Satanás, no conocía a su Creador. Los filósofos, en vano se esforzaron por
conocer Su naturaleza; sólo la encarnación de Jesucristo dio al mundo el conocimiento
verdadero de la naturaleza de Dios.
Desde el momento en que el hombre murió espiritualmente, Dios y el hombre quedaron
distanciados.
El hombre, muerto espiritualmente, estaba incapacitado para conocer la naturaleza de Su
Creador, sin una revelación de Él. El hombre había rechazado la revelación Divina y en su
ceguera mental, ¡cuán falsos habían sido sus conceptos acerca de Dios! El concepto que
una nación tenga de Dios determina el tipo de su adoración y de su vida como nación.
Cuando contemplamos la ignorancia y la miseria indecible de las naciones paganas,
entendemos que ello se debe al concepto sombrío que se tiene de Dios. Dios ha sido

117
concebido en la mente del hombre como un ser fantasmagórico. Como un Dios cruel,
grotesco, inmoral; como algo lejano, como energía impersonal; pero nunca como un Dios
de amor, como el Dios-Padre.
Aun Israel, que poseía una revelación Divina tan clara como Dios pudo dársela al hombre
espiritualmente muerto, no tenía el verdadero concepto de Él cuando Cristo vino al
mundo.

IV. La Necesidad de Israel

El fruto de la concepción que Israel tenía de Dios fue el fariseo: hombre orgulloso, cruel,
carente de bondad, arrogante y egoísta. Israel tenía un concepto tan falso de Dios, que no
fue capaz de reconocerlo cuando Él vivió en medio dc ellos: “Y aquel Verbo fue hecho
carne y habitó entre
nosotros. (Y vimos Su gloria, gloria como del Unigénito del Padre)” (Jn 1.14).
Ha sido nuestra tendencia al pensar en la venida de Cristo a la tierra, como hombre,
detenernos a considerar Su propia negación y Sus sufrimientos. Sin embargo, al conocerlo
mejor, creemos que fue motivo de verdadera alegría para Él (que amaba tanto al hombre
y que deseaba tanto Su
compañerismo), venir a la tierra para morar entre nosotros y darnos un verdadero
concepto de Él. Esto a pesar de encontrarnos alejados y extrañados del creador.
¡Cuán claramente Cristo comprendió esta fase de Su misión! Juan dijo de Él: “A Dios nadie
le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le declaró” (Jn 1.18). ¡Qué
diferente fue Su vida de la vida de los grandes filósofos y maestros religiosos que le
precedieron! Todos ellos se
presentaron como buscadores de la verdad, pero Él vino como la revelación de la verdad
(Jn 14.6).
Cristo reveló al Creador como un Dios de amor, como el Dios Santo a quien el hombre
podía aproximarse. Juan el Bautista, que fue tan severo con los demás, ante la presencia
de este Hombre se postra y dice: “Yo necesito ser bautizado de ti” (Mt 3.14). Este hombre,
el mejor de todos los profetas,
sintió su profunda necesidad ante la presencia del Encarnado; también los más pecadores
de entre los
hombres se sintieron atraídos a Él. Los publicanos y pecadores fueron cautivados por Él,
les placía sentarse y comer con Él (Mt 9.10; Mr 2.15; Lc 5.30; 15.1). Todos ellos jamás
tuvieron miedo de Su santidad; fueron atraídos por Su amor.

118
Los niños se sentaron sobre Sus rodillas (Mr 10.13). Este Encarnado mostró siempre un
gran interés por los niños. Cristo fue el primero que apreció a la niñez. Los niños nunca
habían tenido importancia en ninguna nación pagana. Hasta que el niño se convertía en
hombre y era de valor militar para el estado, su vida valía algo. Nunca había existido un
amor puro y ardiente por los niños. Solamente Cristo logró la elevación de la niñez. El
aprecio que hoy tenemos por los niños se debe a que el “Verbo” se hizo carne y habitó
entre nosotros.
De la misma manera se consiguió la elevación de la mujer. Los privilegios, la libertad y las
bendiciones que la mujer disfruta, se deben a la vida de Cristo y a Sus enseñanzas.

V. Un Dios de Amor

He aquí Uno que demostraba por medio de Su Vida y de Sus Palabras cómo era el corazón
del que sostiene el Universo. La creación por sí misma sólo puede manifestarnos que hay
un Dios omnipotente; pero no puede revelarnos Su naturaleza. Nosotros no pedimos
conocer la omnipotencia de nuestro Creador; eso nos asustaría. No deseamos conocer Su
omnisciencia; no la entenderíamos. No pretendemos conocer su omnipresencia; porque
nuestra imaginación no la comprendería.
Lo que deseamos conocer es la naturaleza de muestro Creador Su actitud hacia nosotros;
si es o no indiferente hacia los humanos o si está interesado en nosotros. Ahora sabemos
cómo es Dios; conocemos ahora cual es Su actitud hacia nosotros porque habitó entre
nosotros como hombre. Dios es como Cristo. El corazón del Creador es como el corazón
que fue quebrantado en la Cruz.
Cierto profesor de la Universidad de Yale dijo: “La cuestión que me preocupa no es la
divinidad de
Jesús, sino si Dios es como Cristo”. ¿No es asombroso que un hombre haya vivido entre
nosotros, de tal manera que al pensar en Dios pensemos en Él en términos de este
hombre? Podemos transferir cualquier cualidad moral de Jesús a Dios, y ello no disminuye
en nada nuestro concepto de Dios. Al
contrario, el más alto concepto que podamos tener de Él, es que Dios es como Cristo. Si
pensamos en Dios en términos distintos a los de Cristo, rebajamos nuestro concepto de Él.
La vida de Cristo ha esculpido sobre las páginas de la historia de la humanidad, las
palabras “Dios es amor” y nadie puede borrar esta frase tan maravillosa. El anhelo
profundo del hombre por una encarnación ha sido satisfecho en Jesús. Dios fue
manifestado en la carne. Dios vivió como un hombre

119
entre nosotros y nosotros conocemos Su naturaleza. Todo lo que anhelamos que Él sea, lo
encontramos en Cristo. Cristo no solamente nos lo reveló como un Dios de Amor, sino
también como un Padre. Ninguna otra religión ha tenido jamás un Dios-Padre.
¡Cuánta conmoción hubo entre los judíos cuando Cristo llamó Padre a Dios! Ellos trataron
de matarlo porque Él llamaba a Dios Su Padre (Jn 5.18). Los siguientes pasajes de Juan
6.46; 7.29; 8.19; 10.15 y 14.20, demuestran que el concepto de Dios, como Padre fue la
idea central del mensaje de Cristo.
Echemos una mirada a la vida de este Encarnado. Fue un hombre en todo el sentido de la
palabra; sin embargo, ¿en qué difiere de los demás hombres? La diferencia entre Su vida y
la vida de los que le rodeaban no estriba en el hecho de que fuese menos humano que
ellos. Estriba más bien en que Él no pertenecía al imperio de la muerte espiritual: “Pues
como el Padre tiene vida en Sí mismo, así también
ha dado al Hijo que tenga vida en Sí mismo” (Jn 5.26 Versión Moderna). Cristo fue el
primer hombre desde que ocurrió la traición de Adán, que pudo hacer una declaración
semejante. Declaró que poseía la vida de Dios Satanás no tenía dominio sobre Cristo
porque Cristo no estaba espiritualmente muerto. Él caminó en perfecta unidad con el
Dios-Padre. Vivió dentro de la esfera de Su omnipotencia. La enfermedad no tuvo dominio
sobre el cuerpo de Cristo, porque la enfermedad es el resultado de la muerte espiritual.
Por la misma razón, el cuerpo de Cristo no fue mortal. La palabra “mortal” significa
“condenado a muerte”. El cuerpo del hombre fue condenado a muerte cuando murió
espiritualmente. La muerte espiritual nunca entró en el espíritu de Cristo. Por lo tanto,
cuando Él anduvo sobre la tierra, Su cuerpo no estuvo sujeto a la muerte. El cuerpo de
este Encarnado no era mortal ni inmortal. Poseía un cuerpo
humano perfecto y eterno, de la misma categoría que el cuerpo que poseía Adán antes de
morir espiritualmente. Hubiera sido imposible para los hombres quitar la vida a Cristo
antes de que Su hora hubiera llegado.
En la cruz, Cristo murió físicamente, porque primero había muerto espiritualmente.
Cuando fue hecho pecado por nosotros (2Co 5.21), en Su espíritu se operó cambio. La
muerte espiritual fue puesta sobre Él, y Su cuerpo se hizo mortal como aconteció con
Adán cuando murió espiritualmente. La palabra hebrea para muerte en Isaías 53.9 está en
plural, demostrando que la muerte de Cristo en la cruz fue una muerte doble. Primero
espiritual y luego física, como el sustituto del hombre.
En la vida de Jesús, el Hijo del hombre, podemos contemplar la vida que el Dios Padre
había proyectado para el hombre. ¡Cuán libre, rica y abundante fue la vida de este
Encarnado! Como hombre, anduvo en la tierra libre del dominio de Satanás. Y porque Él
era una Encarnación, poseía la capacidad de vivir con los hombres, y como hombre,
revelarles a su Creador y también libertarlos de la esclavitud de Satanás.

120
PREGUNTAS
1. Explique Gálatas 4.4.
2. ¿De qué manera revela la historia que los hombres de la antigüedad anhelaban una
encarnación?
3. ¿Busca el hombre actual todavía una encarnación?
4. ¿Por qué los hombres no tenían un verdadero concepto de Dios?
5. Explique Juan 1.18.
6. ¿Qué efectos tuvo la vida de Cristo sobre la niñez y la condición de la mujer en el
mundo?
7. ¿Cómo sabemos que Dios es amor?
8. ¿En qué forma reveló Cristo a Dios como un Padre?
9. ¿Por qué la enfermedad y la muerte no tuvieron ningún poder sobre el cuerpo de
Jesús?
10. ¿Por qué fue Cristo un hombre libre del dominio de Satanás?

Lección 20
LA REDENCIÓN

I. El Objeto de la Encarnación

La encarnación tuvo como finalidad que al hombre se le pudiera otorgar el derecho de


llegar a ser un hijo de Dios (Jn 1.12). El hombre solamente podría convertirse en hijo de
Dios recibiendo la naturaleza Divina. Por lo tanto, Cristo vino para que el hombre pudiera
recibir la vida eterna (Jn 10.10). El hombre recibiría la vida eterna sólo después de haber
sido redimido legalmente de la autoridad de Satanás (Col 1.13-14).
Por lo tanto, el siguiente paso en nuestro estudio, después de la encarnación, es la
redención, que fue realmente el objeto de aquella. Ya hemos visto que las cualidades del
Redentor del hombre requerían un Encarnado. Ahora estudiaremos cómo el Encarnado
redimió legalmente al hombre de la autoridad de Satanás, e hizo posible para él recibir la
naturaleza de Dios.
La redención del hombre es legal. Gira en torno de le ley de la identificación. La
identificación tiene dos aspectos. Incluye la identificación del hombre con Adán y también
su identificación con Cristo.
Todo el plan de la redención gira en torno de esta doble identificación del hombre con
Adán y con

121
Cristo.

II. La Revelación de Pablo

Dios le dio a Pablo la revelación de la obra terminada de la redención y del ministerio


actual de Cristo.
Pablo habla de que le fue dada esta revelación, en los siguientes pasajes:
En Romanos 16.23-26, la llama “mi evangelio” y afirma que es una revelación de
Jesucristo, no de hombre, sino de Dios.
En Gálatas 1.6-17, se nos dice dónde recibió Pablo su revelación. Fue una revelación que
se guardó en secreto, pero ahora le fue manifestada.
En Efesios 3:1-12, Pablo revela que su entendimiento del misterio de Cristo, el cual no
había sido declarado a otras generaciones, se debió al hecho de que él lo recibió por
revelación.
Dentro de esta revelación concedida a Pablo, y como el fundamento básico de ella, estaba
el descubrimiento de la identificación del hombre con Adán y con Cristo. Cuando un hijo
de Dios comprende claramente esta doble identificación, puede estar seguro de que se
han echado los cimientos para la renovación de su mente. Antes de estudiar el
descubrimiento de esta identificación, estudiaremos por qué fue necesario el haber dado
una revelación del rescate Divino después de que Cristo resucitó y ascendió al Padre.

III. Necesidad de la Revelación Paulina

Vimos en la primera lección de este curso que existen dos clases de conocimiento. Una de
ellas es el conocimiento del hombre natural. Esta se deriva de los cinco sentidos del
cuerpo físico. La otra es la que el hombre recibe por el Espíritu Santo. A ésta se le llama
conocimiento por revelación. La Palabra de Dios es dicha revelación.
En la encarnación, la revelación de Cristo dada al hombre, le fue dada al nivel de los
sentidos de su cuerpo físico. Juan dijo: “Lo que hemos oído, lo que hemos visto con
nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y nuestras manos han palpado, concerniente al
Verbo de la Vida...” (1Jn 1.1-2 Versión
Moderna).
El hombre vio con sus ojos físicos a Cristo y las obras que Él hizo. El hombre contempló la
vida del Hijo de Dios que se desarrolló delante de él. Escuchó con sus oídos las palabras
que Él habló y también pudo tocarlo en sus manos. El conocimiento que el hombre poseyó
de Cristo mientras Él

122
vivió sobre la tierra, fue obtenido exclusivamente por sus sentidos físicos. Pero esta
revelación física de Cristo no era suficiente para que el hombre creyese en Cristo como el
Hijo de Dios o para que entendiese la redención que hay en Él.
En Mateo 16.15-17, Pedro declaró que Cristo era el Hijo de Dios. Pero luego Cristo hizo
una extraña afirmación: “No te lo reveló carne ni sangre, mas mi Padre que está en los
cielos”. Lo que Pedro había visto, lo que había oído, y lo que había palpado concerniente a
la vida de Cristo, por medio de
los cinco sentidos de su sistema nervioso (que estaban incrustados dentro de su carne), no
le habían dado este conocimiento. Le había venido como una revelación especial del
Padre; sin embargo, era sólo una revelación temporal, porque cuando Pedro vio con su
sentido de la vista la muerte de Cristo y tal vez tocó Su cuerpo sin vida, toda esperanza
huyó de su corazón.

IV. La Muerte y la Resurrección de Cristo tales y como las vieron los


Discípulos

Los discípulos se dieron cuenta del significado de la crucifixión de Cristo, de Su sepultura y


de Su resurrección, sólo por medio de sus sentidos físicos. Contemplaron a Cristo cuando
fue azotado; vieron los clavos metidos en Sus manos y en Sus pies. Escucharon Sus
palabras: “¿Dios mío, Dios
mío, por qué me has desamparado?” Vieron y tocaron Su cuerpo al ser embalsamado para
ponerlo en el sepulcro.
Vieron también la piedra del sepulcro ya removida y la tumba vacía. Vieron, oyeron y
tocaron el cuerpo resucitado de Cristo. Le vieron ascender al cielo. Este conocimiento
físico, no obstante, no les dio la percepción del significado espiritual de la muerte, de la
sepultura y de la resurrección de Cristo.
En la crucifixión del Señor solamente vieron Su sufrimiento físico. Nada supieron del
sufrimiento espiritual de Cristo cuando Su Espíritu fue hecho pecado. Nada supieron
acerca de dónde se encontraba el espíritu de Cristo o qué estaba haciendo Él durante todo
el tiempo que Su cuerpo físico
permaneció en la tumba. Nada supieron de la conquista de Satanás por Cristo en Su
resurrección.
Nada supieron de la ascensión de Cristo con Su propia sangre al Lugar Santísimo. Nada
supieron del ministerio de Cristo a la diestra del Padre después de que los dejó.

V. Se Necesitaba una Revelación

123
Fue necesario que el Espíritu Santo revelara la redención completa que fue efectuada
dentro del Espíritu de Cristo en Su muerte, en Su sepultura y en Su resurrección. 1
Corintios 2.6-16 habla de esta revelación; esta sabiduría, como es llamada. Versículos 9-
10: “Cosas que ojo no vio, ni oído
oyó... empero Dios nos lo reveló a nosotros por el Espíritu”.
Esta revelación tan necesaria no podía ser dada sino hasta después de Pentecostés,
cuando el Espíritu Santo vino a guiarlos a toda verdad. Ahora que hemos visto la
necesidad de que nos fuese revelada la
redención, estudiaremos la identificación, o sea el corazón mismo del descubrimiento de
la redención.

VI. La Identificación con Adán

Romanos 5.12-21 nos da una descripción clara de la identificación.


Génesis 3 nos relata el pecado de alta traición de Adán, pero durante 4,000 años la
revelación guardó silencio sobre este asunto. Mas ahora Pablo nos declara que la raza
humana estaba identificada con Adán en su transgresión.
Romanos 5.12 dice: “Como el pecado entró en el mundo por un solo hombre, y por el
pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres” (Versión Hispanoamericana).
La muerte que entró en Adán pasó a todos los hombres. Notamos aquí que no es
solamente la muerte física, sino también la muerte espiritual, la naturaleza de Satanás.
Romanos 5.14-17 afirma que esta muerte reinó siempre, aun sobre aquellos que no
habían cometido pecado de alta traición, porque por el uno (Adán), o por medio de la
identificación con él, los muchos habían muerto. Romanos 5.18 dice que por medio de la
identificación con Adán, el juicio vino sobre todos los hombres. El juicio de Adán se
convirtió en el juicio de cada hombre.
En Romanos 5.19 se nos explica que por medio de Adán, o a causa de la identificación con
él, todos los hombres fueron hechos pecadores. Romanos 5.21 dice que “El pecado reinó
para muerte”.
De este modo, Pablo revela que al través de los siglos y hasta el tiempo presente, el
pecado ha reinado en el imperio de la muerte donde Satanás es Señor, por el hecho de
que la raza humana quedó identificada con el primer hombre, Adán.
Hay dos aspectos de la redención; el aspecto legal y el vital o físico. El legal es lo que Dios
hizo por nosotros en Cristo; el vital es lo que Dios hace en nosotros en Cristo. También en
la caída del hombre hay un aspecto legal y otro vital. El legal es lo que Satanás nos hizo en
Adán, y el vital es lo que
Satanás hace en nosotros cuando por naturaleza somos hijos de ira.

124
Vital o físicamente, no estábamos en el jardín, con Adán; pero legalmente, su muerte, su
esclavitud, su juicio y todo lo que la muerte espiritual le ocasionó, llegó a ser nuestro
también. Ahora Dios ha redimido al hombre completamente de todos los resultados de la
traición de Adán por medio de la identificación de la raza humana con Su Hijo. Este es el
mensaje revelado en Romanos 5.12-21.
Si el Señorío de Satanás sobre los humanos se debió a la identificación de la humanidad
con Adán en su crimen de alta traición, es legalmente posible destruir las obras de Satanás
por la identificación de la raza humana con el Hijo de Dios, el segundo Adán.

VII. La Identificación de Cristo con la Humanidad del Hombre

Estudiaremos ahora los pasos por los cuales el Hijo de Dios y la humanidad se identificaron
en el aspecto legal de la redención del hombre. El primer paso fue la identificación de
Cristo con nuestra humanidad. Esto se verificó en Su encarnación (Jn 1.14; He 2.14): “Así
que, por cuanto los hijos
participaron de carne y sangre, El también participó de lo mismo”.
Como vimos ya en nuestra última lección, Él anduvo como el primer hombre debió haber
andado, haciendo la voluntad del Dios-Padre. Esto, sin embargo, no era una completa
identificación con el hombre. No se había identificado con la naturaleza del hombre. Si
Cristo hubiera participado en Su
encarnación de la naturaleza que predominaba en el espíritu del hombre, hubiera estado
espiritualmente muerto durante Su ministerio terrenal. No hubiera podido agradar al
Padre haciendo Su voluntad ni tampoco revelarlo al hombre. Por lo tanto, Su
identificación con la naturaleza espiritual
del hombre se verificó durante Su crucifixión, cuando llegó el tiempo para Él de cumplir el
propósito para el cual había venido al mundo.
Isaías 53.4-6 nos describe la identificación de Cristo con nuestra naturaleza de muerte
espiritual. La traducción directa del hebreo dice como sigue: “Ciertamente Él llevó
nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por
herido de Dios y abatido. Mas Él herido fue por nuestras transgresiones, molido por
nuestras iniquidades, El castigo de nuestro bienestar fue sobre Él, y con sus llagas fuimos
nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas y el Señor cargó en Él la
iniquidad de todos nosotros”.

VIII. La Identificación de Cristo con la Naturaleza Pecaminosa del


Hombre

125
La revelación que Pablo recibió y que nos narra en 2 Corintios 5.21, afirma que Dios
realmente lo hizo pecado por nosotros. Él no solamente llevó nuestros pecados, sino que
la misma naturaleza pecaminosa fue puesta sobre Él hasta que llegó a ser todo lo que la
muerte espiritual había hecho del
hombre.
En la mente de Dios, no es Cristo quien está clavado en la Cruz, sino la raza humana. Así
cada uno de nosotros puede decir con Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado...”
(Gá 2.20). En el jardín no estábamos con Adán vitalmente, pero lo estábamos legalmente.
Del mismo modo, vitalmente no estábamos con Cristo en la Cruz, pero allí estábamos
legalmente. La identificación de la raza humana con Cristo fue tan completa como lo fue la
identificación con Adán. Ahora que la identificación de Cristo con la humanidad era
completa, comenzaron los pasos de la redención.
El primer paso fue pagar la pena que el hombre debía sufrir. El juicio pronunciado sobre el
hombre, cayó sobre Él y fue olvidado de Dios. Isaías 53.8 dice: “Fue arrebatado por un
juicio injusto, sin que nadie pensara en su generación. Fue cortado de la tierra de los
vivientes. Y herido por el crimen
de mi Pueblo” (Versión de Straubinger). El juicio, el golpe, eran para el hombre, pero
Cristo tuvo que recibirlos porque Él y el hombre habían llegado a ser uno.
Él murió bajo el peso de nuestro juicio y nosotros morimos con Él. Y al pagar Él nuestra
pena en el infierno, nosotros estuvimos identificados con Él. El Salmo 88 nos retrata a un
hombre justo en el infierno sobre el cual se descarga la ira de Dios con toda severidad.
Esta cae con severidad sobre Él
porque Él se hizo uno con nosotros por medio de la identificación.
Hechos 2.24-28 nos manifiesta el sufrimiento de Cristo en el infierno. Nos dice que Su
alma no fue dejada en el infierno (v. 27), sino que Dios le levantó, habiendo soltado los
dolores de la muerte. La palabra griega “dolores” significa “sufrimiento intenso”,
señalando que cuando Cristo fue levantado,
Su espíritu fue soltado del sufrimiento intenso que soportó como nuestro sustituto del
pecado. Cristo sufrió hasta que Dios pudo justificar a la humanidad.
1 Timoteo 3.6 revela que Cristo fue justificado en Espíritu. Él, en la identificación, llegó a
ser tan absolutamente uno con nosotros, que necesitó también ser justificado cuando la
pena del hombre quedó pagada. (Rotherham dice que Cristo fue declarado justo en
espíritu).
El siguiente paso en la redención consistió en que aquel que había sido hecho pecado,
fuese engendrado de Dios. Hebreos 1.5, al hablar de la resurrección de Cristo, dice que el
Dios-Padre le dijo: “Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy”. Hechos 13.33 dice: “La cual
Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús como también en el
Salmo segundo está escrito:

126
Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy”.
Jesucristo, una vez que fue pagada la pena del hombre, tuvo que nacer de Dios y pasar de
muerte a vida exactamente como el hombre, porque se había identificado con nuestra
muerte espiritual.
Después de que Cristo fue justificado en espíritu y nacido de Dios, conquistó a Satanás
como hombre.
Es evidente que Satanás trató de retener a Cristo dentro de su autoridad. Y lo retuvo hasta
que Dios pudo declarar justo al hombre.
Romanos 4.25 (Versión de Rotherham) declara: “Quien fue entregado por nuestras
ofensas y resucitado para declararnos justos”. Cuando fuimos declarados justos, la Palabra
de Dios revela que Él fue hecho justo (1 Timoteo 316). Entonces fue engendrado de Dios, y
en el poder de Su Deidad se encaró a Satanás y triunfó sobre él como hombre.
Colosenses 2.15 dice: “Y despojando a los principados y a las potestades, los sacó a la
vergüenza en público, triunfando de ellos en sí mismo”. Los exhibió como Sus conquistas.
Cristo fue el primer hombre que se libertó de las garras de Satanás y triunfó sobre él.
Cuando Él resucitó como hombre, las fuerzas de Satanás fueron colocadas bajo Sus pies
(Ef 1.20-23).

PREGUNTAS
1. ¿Cuál fue el objeto de la encarnación?
2. Cite tres pasajes de las Escrituras que hablen de la revelación dada a Pablo.
3. ¿Por qué fue necesario que se diera una revelación?
4. ¿Qué lugar tiene la Identificación en la redención?
5. ¿Qué le pasó al hombre a causa de su identificación con Adán?
6. Cite cinco pasajes de las Escrituras que hablen de la identificación del hombre con Adán.
7. ¿Por qué Cristo se identificó solamente con la humanidad del hombre en la
encarnación?
8. ¿Cuándo se identificó Cristo con nuestra naturaleza espiritual?
9. ¿Por qué fue necesario para Cristo ser vivificado en el espíritu?
10. ¿Cuándo fue Satanás conquistado por Cristo en su calidad de hombre?

Lección 21

NUESTRA IDENTIFICACIÓN CON CRISTO

En nuestra última lección estudiamos los pasos por los cuales fue efectuada nuestra
redención en Cristo, desde la hora de Su Crucifixión hasta el momento en que resucitó.

127
Cuando Cristo ascendió al cielo con Su propia sangre había obtenido ya la redención
eterna para nosotros sobre la base de Su muerte sustitutiva y de Su resurrección a favor
nuestro: “Mas por Su propia sangre, entró una sola vez en el santuario, habiendo obtenido
eterna redención” (He 9.12).
“Mas Cristo habiendo ofrecido a perpetuidad un sacrificio por los pecados, se sentó a la
diestra de Dios; aguardando lo que resta, hasta que Sus enemigos sean puestos por
escabel de Sus pies. Porque con una sola ofrenda ha hecho perfectos para siempre a los
que son santificados” (He 10.12-14
Versión Hispanoamericana). Cuando Cristo se sentó a la diestra del Padre, el hombre ya
había sido redimido perfectamente porque fue identificado legalmente con Cristo en Su
obra redentora.
Vimos en nuestra última lección que la muerte espiritual del hombre se debió a que había
sido identificado legalmente con Adán en la caída. Ahora estudiaremos los pasos de la
identificación del hombre con Cristo por los cuales quedó legalmente redimido de la
muerte espiritual.
Los pasos son seis:

1. YO FUI CRUCIFICADO CON CRISTO

“Con Cristo he sido crucificado” dice Gálatas 2.20 (Versión Hispanoamericana. La versión
de Valera y otras versiones tradujeron erróneamente este versículo como: “Con Cristo
estoy juntamente crucificado”).
Romanos 6:6 dice: “Sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo para
que el cuerpo del pecado sea desecho, a fin de que no sirvamos más al pecado” (V. H.).
Romanos 4.25 nos dice: “El cual fue entregado por nuestras ofensas (o transgresiones), y
resucitado para nuestra justificación” (V. H.). Él fue entregado a causa de nuestras
transgresiones. En la cruz, Dios le hizo pecado por nosotros. El cargó con nuestra muerte
espiritual y nuestras transgresiones. Se identificó con nosotros en la cruz. Fue nuestro
substituto.

2. YO MORÍ CON CRISTO

Romanos 6.5 dice (V. H.): “Porque si hemos sido unidos con El en una muerte como la
suya”. Y Romanos 6.8: “Mas si hemos muerto con Cristo” (V.H.). Al morir Él, morimos con
Él. Cristo no hubiera muerto físicamente si antes no se hubiera puesto sobre Su Espíritu
nuestra muerte espiritual.
Por lo tanto, como consecuencia de nuestra identificación con Él en la crucifixión tuvo que
sufrir la muerte de Su cuerpo que ya entonces se había hecho mortal, “sujeto a muerte”
como aconteció con Adán cuando murió espiritualmente. Nosotros morimos con Él.
Cuando Su espíritu dejó Su cuerpo

128
físico y fue al infierno, nosotros estuvimos ahí identificados con Él.
Puede haber objeciones con respecto al significado de las palabras de Cristo dichas al
ladrón arrepentido en el momento de la crucifixión. Alguien podría preguntar: “¿Qué
quiso decir el Maestro cuando dijo al ladrón en la cruz: De cierto te digo, hoy estarás
conmigo en el Paraíso?”
El no dijo: “Yo estaré contigo en el Paraíso hoy”. Lo que dijo en realidad fue: “De cierto, de
cierto te digo hoy, te encontraré en el Paraíso”. Jesús no podía ir al Paraíso hasta no haber
pagado la pena de las transgresiones del Antiguo Pacto que estaban cubiertas por la
sangre.

3. YO FUI SEPULTADO CON CRISTO

Romanos 6.4 dice: “Fuimos, pues, por el bautismo sepultados juntamente con Él en
muerte”; y Colosenses 2.12 afirma: “Fuisteis sepultados con Él en el Bautismo” (V. H.) El
bautismo tipifica nuestra sepultura con Cristo; Su cuerpo permaneció en la tumba, pero Su
espíritu sufrió en el infierno
cuando pagó la pena que le correspondía pagar al hombre. Y Cristo pudo adecuadamente
pagar esa
pena y satisfacer las demandas de la Justicia, porque se había identificado con el hombre.
La pena que Él pagó no fue la suya, sino la del hombre con el cual se había hecho uno. En
la mente de Dios éramos tú y yo los que estábamos en aquel lugar de tormento
soportando el juicio que nos correspondía. Sobre la base de esta identificación todo aquel
que recibe la obra redentora de Cristo no necesita ir al infierno, porque queda libre; entre
tanto, todo aquel que rechaza la redención de Cristo, debe ir allí.
Al quedar pagada la pena por el pecado de alta traición, el hombre fue libertado de la
esclavitud de Satanás.
En Romanos 6.1-11, donde se nos habla de nuestra identificación con Cristo en su
crucifixión, en su muerte y en su sepultura, se revelan los siguientes hechos: el cuerpo del
pecado, o el cuerpo de la muerte espiritual, fue destruido (Ro 6.6); el hombre fue
libertado de la muerte espiritual (Ro 6.7)
porque murió en Cristo y pagó adecuadamente la pena que merecía; cuando la pena fue
pagada, el hombre quedó justificado o declarado justo delante de Dios. Nos alegra saber
el significado de la palabra “justicia”.
Sócrates, llamado el padre de la filosofía, pensaba que antes de poder hablar
inteligentemente sobre cualquier asunto debería uno definir los términos que va a usar. La
palabra “justicia” significa “la capacidad del hombre para estar en la presencia de Dios tan
libre de pecado y de condenación como
si nunca hubiera existido en su espíritu la muerte espiritual”.

129
Cuando Dios pudo declarar al hombre justo y legalmente libre de la muerte espiritual,
tuvo el derecho de impartir vida, Su propia naturaleza, al espíritu del hombre. De modo
que, después de que Cristo fue declarado justo en Su espíritu porque nuestra pena había
sido pagada, fue resucitado. La
identificación del hombre con Cristo, que había sido completa en la cruz, continúa, y el
siguiente paso es:

4. YO FUI RESUCITADO CON CRISTO

Colosenses 2.13 dice: “Y a vosotros, los que estabais muertos por los delitos y por la
incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con Él”. Y Efesios 2.5 declara:
“Cuando estábamos aún muertos en los pecados, nos vivificó juntamente con Cristo”
(Versión de Straubinger). Cuando Dios levantó a Cristo de entre los muertos, dijo: “Tú eres
mi hijo, yo te he engendrado hoy” (He 1.5; Hch 13.33).
Él fue el primogénito de los muertos. Fue el primer hombre nacido de la muerte espiritual
a la vida eterna. Fue el primer hombre sobre el cual fue quebrantado el dominio de la
muerte.
Romanos 6.9-10 nos dice: “La muerte ya no puede tener dominio sobre Él; porque la
muerte que Él murió, la murió al pecado una vez para siempre” (Versión de Straubinger).
Cuando se identificó con nosotros en la cruz, la muerte tenía dominio sobre Él, pero al
pagar nuestra pena, ese dominio fue roto y Él quedó Liberado.
Él murió al pecado y fue engendrado de Dios en el reino de la vida. Romanos 8.29 dice:
“Porque Él, a los que preconoció, los predestinó a ser conformes a la imagen de Su Hijo;
para que Éste sea el primogénito entre muchos hermanos” (Versión de Straubinger). Los
“muchos hermanos” fueron
legalmente identificados con Él en Su nacimiento de la muerte a la Vida, pero Él fue el
primero que lo experimentó; fue el primogénito. Al tener vida legalmente con Cristo,
fuimos conformados a Su imagen.
La palabra “conformar” significa hacer algo exactamente semejante. Significa hacer algo
de acuerdo con cierto modelo. Él, al ser hecho pecado, en la crucifixión, fue conformado a
nuestra imagen, la imagen de la muerte espiritual. Cuando Él resucitó, nosotros
resucitamos con Él. Con Él nosotros somos conformados a la imagen de este primogénito.
Todo lo que Él es, lo somos nosotros. He aquí
la razón por la cual somos coherederos con Él. Nosotros fuimos engendrados de la muerte
a la vida con Él.
En Romanos 6.11, Pablo nos dice que debemos tenernos por muertos para el pecado y
vivos para Dios tanto como Cristo ha muerto al pecado y está vivo a Dios. La razón para
ello estriba en que

130
juntos fuimos engendrados de nuevo, y juntos recibimos vida legalmente. Todo aquel que
recibe esta vida de Dios, es, en efecto, engendrado de muerte a vida, cuando
personalmente acepta a Jesucristo como su Salvador.
Nuestra identificación con Cristo en su muerte y en Su resurrección significa en realidad
esto: es como si Adán hubiera ido al Infierno, sufrido el juicio que le correspondía y
hubiera sido libertado; libertado de la esclavitud de la muerte espiritual, legalmente
absuelto de su crimen de alta traición; y como si se le hubiera dado de nuevo el derecho
de recibir la vida eterna y de andar en amistad y compañerismo con Dios.
Si Adán hubiera podido hacer esto, el género humano que fue identificado con él en su
muerte espiritual, jamás hubiera estado bajo el dominio de la muerte; pero Adán, no lo
pudo hacer. Dios, en Su grande amor con que nos amó, envió a Su Hijo para realizarlo. En
Adán toda la humanidad murió
espiritualmente, y como base de la identificación con Cristo en Su muerte, sepultura y
resurrección, toda la humanidad ha resucitado legalmente: “Porque así como en Adán
todos mueren; así también en Cristo todos serán vivificados” (1Co 15.22).
El hombre o la mujer que ha aceptado a Cristo como Salvador y Señor puede andar en
compañerismo
con el Padre tan libre del dominio de Satanás, como si Adán nunca hubiera pecado, o
como sí nunca hubiera muerto espiritualmente. En el nuevo nacimiento, el hombre pasa
de la autoridad de Satanás al Señorío de Cristo: “El nos ha arrebatado de la potestad de las
tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo de Su amor” (Col 1.13 Versión de
Straubinger).
Ello se debe a que cuando Cristo fue liberado de la muerte a la vida, el hombre fue
realmente liberado con Él. Todo lo que Cristo hizo no lo hizo para Sí sino para el hombre.
Después de que Cristo fue liberado de la autoridad de Satanás, el siguiente paso fue
despojarse de las fuerzas satánicas.
La Palabra de Dios nos dice en Efesios 1.20-23 que cuando Dios levantó a Cristo de entre
los muertos lo ensalzó a lo sumo muy por encima de todo principado, y potestad, poder y
señorío, y sobre todo nombre que se nombra no solamente en este siglo, sino en el
venidero.

5. YO FUI LEVANTADO CON CRISTO

“Y juntamente nos resucitó” (Ef 2.6). Nuestra lucha aquí, es contra los principados, contra
las potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra las huestes
espirituales de iniquidad en las regiones celestiales.
Efesios 6.12, dice: “Porque no es nuestra lucha contra la carne y la sangre, sino contra los
principados, contra las potestades, contra los poderes de este mundo en tinieblas, contra

131
los espíritus malos que tienen su morada en los aires” (Versión Española A.F.E.B.E.). Tales
son los gobernantes
a quienes Cristo desarmó y ostentó como trofeos de guerra en la misma sala del trono
satánico: “Y despojando a los principados y potestades, los expuso a pública vergüenza,
triunfando sobre ellos en la cruz” (Col 2.15 Versión Española A.F.E.B.E.).
“Para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, al diablo” (He
2.14).
Otra versión del griego dice: “El dejó sin poder al que tenía el dominio de la muerte, esto
es, al diablo”. Nosotros estuvimos identificados con Cristo en esta victoria sobre Satanás.
Fue sólo por causa de nuestra identificación con Él, que triunfó así sobre Satanás, porque
Él siempre fue más poderoso que el diablo.
Fue por razón de Su identificación con nosotros, que como hombre tuvo que enfrentarse a
Satanás en sus propios dominios y conquistarlo. Él se presentó allí como nuestro
Representante y Sustituto. Su victoria fue la nuestra. Cuando Él despojó a Satanás de su
autoridad, fue como si nosotros mismos lo hubiéramos hecho.
Después de la justificación de Jesús, Satanás ya no tenía dominio sobre Él. Nuestra
identificación con Cristo nos hace tan libres como Jesús lo es.

6. YO FUI SENTADO CON CRISTO

Después de que el Espíritu de Cristo fue liberado del infierno, entró a Su cuerpo,
levantándolo a la inmortalidad: “Con previsión habló de la resurrección del Cristo, que ni
fue abandonado en el infierno, ni Su carne vio la corrupción” (Hch 2.31 Versión A.F.E.B.E.).
Antes de Su ascensión para
sentarse a la diestra del Padre, apareció a Sus discípulos diciéndoles que le había sido
dada toda autoridad en el cielo y en la tierra: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la
tierra” (Mt 28.18).
Como hombre, poseía autoridad sobre los gobernadores del mundo de estas tinieblas
espirituales. Con esa autoridad se sentó a la diestra del Padre. Lo hizo por nosotros y para
nosotros. Hechos 2.34-35dice: “Porque David no subió a los cielos; empero el dice: Dijo el
Señor a mi Señor, siéntate a mi
diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”. En Hebreos 1.13,
tenemos un cántico de alabanza dirigido al Hijo en que el Padre dice: “Siéntate a mi
diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”.
Hebreos 10.13 nos dice que Él está esperando a que Sus enemigos vengan a ser el estrado
de Sus pies. Estudiemos esto en relación con Efesios 1.20-23: “Qué obró en Cristo
resucitándolo de entre los muertos, y sentándolo a Su diestra en los cielos, por encima de
todo principado y potestad y poder

132
dominación, y sobre todo nombre que se nombre, no sólo en este siglo, sino también el
venidero. Y
todo lo sometió bajo Sus pies, y lo dio por Cabeza suprema de todo a la iglesia, la cual es
Su cuerpo, la plenitud de Aquel que lo llena todo en todo” (Versión de Straubinger).
Él puso legalmente todas las cosas bajo Sus pies (esto es, bajo Su cuerpo, la Iglesia) en Su
resurrección, y está esperando hoy que Sus enemigos (enemigos del hombre: Satanás, el
pecado, la enfermedad) sean vitalmente puestos bajo Sus pies. Nosotros estamos
sentados con Él: “Y juntamente con Él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos
en Cristo Jesús” (Ef 2.6 Straubinger). Él está esperando que nosotros, en Su Nombre,
tomemos vitalmente lo que ya es nuestro legalmente, y que en Su Nombre pongamos
todos nuestros enemigos bajo nuestros pies a fin de que reinemos como reyes con Él.
Lean y estudien con mucho cuidado Romanos 5.17. La identificación del hombre con
Cristo ha destruido la obra de Satanás en la humanidad por la identificación del hombre
con Adán.

IDENTIFICADO
(E. W. Kenyon)
En la hora negra de la cruz
con Cristo me identifiqué;
cuando por todos Él murió;
con Cristo me identifiqué.
Cuando Su cuerpo traspasado
hasta el sepulcro descendió,
con Cristo me identifiqué;
a los abismos del infierno
donde Su espíritu bajó,
con Cristo me identifiqué.
En su resurrección, poder y gloria,
con Cristo me identifiqué;
hoy que a la diestra de Dios mora,
también soy uno yo con Él.

PREGUNTAS

133
1. Mencione y discuta con amplitud los seis pasos de nuestra identificación con Cristo
citando pasajes
de las Escrituras para cada uno de ellos.

Lección 22
LAS DOS CREACIONES DE DIOS

En nuestra última lección que trató de la identificación con Cristo, estudiamos los pasos
por los cuales
Dios efectuó una nueva creación en Cristo. Cuando Cristo fue vivificado de la muerte
espiritual, se
levantó, como el primogénito entre muchos hermanos.
Romanos 8.29 dice: “Porque a los que antes conoció, también predestinó para que fuesen
hechos
conformes a la imagen de Su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos
hermanos”. Él fue
el primogénito entre muchos Hijos de Dios.
Él fue el Primogénito de los muertos: “Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi
hijo eres
tú, y yo te he engendrado hoy? Y otra vez: Yo seré a El Padre, y él me será a mí hijo? Y otra
vez,
cuando introduce al Primogénito en la tierra, dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios”
(He 1.5-6). Él fue el primer hombre de todas las épocas de la historia humana nacido de la
muerte espiritual
al reino de la vida: “Y Él es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia; Él que es el principio, el
primogénito de los muertos, para que en todo tenga el primado” (Col 1.18). Él es la cabeza
de una
nueva creación. Él es la cabeza de una nueva especie, de un nuevo tipo de hombres.
Es Él la cabeza de una creación de hombres liberados del dominio satánico. Siempre que
algún
hombre acepta a este Hijo de Dios como Salvador y Señor, pasa de muerte a vida (Jn 5.24).
“De
modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí
todas son
hechas nuevas” (2Co 5.17). Esta nueva creación en Cristo, siendo una creación espiritual,
es tan real
como la creación en Adán. En este estudio vamos a comparar estas dos creaciones.

134
I. La Creación en Adán

La creación del universo y la creación del hombre, como cúspide de la creación, nos
señalan a un
Creador inteligente y omnipotente. Sólo aquel que esté cegado por la terquedad de no
creer en Dios
podrá afirmar lo contrario. Diremos brevemente lo que el hombre debe creer si se rehúsa
a aceptar la
existencia de un Creador inteligente.
He aquí lo primero a que el hombre se enfrenta: existe. Aquí por lo menos está seguro de
su
conocimiento. Como hombre, existe. ¿Pero cómo llegó a existir? Vive en un mundo
rebosante de
vida, pero ¿en qué forma comenzó esta vida? Afirmar que el hombre arranca su existencia
de una o
múltiples generaciones es simplemente dejar la dificultad en donde está.
¿De dónde vino el primer hombre? ¿Cómo comenzó la vida? Hasta el día de hoy la ciencia
no ha
podido dar ninguna respuesta, ni siquiera una hipótesis. La única respuesta que la ciencia
puede dar
es que la vida surgió de la muerte, de la nada. El hombre de ciencia que rechaza a Dios
debe aceptar
como base misma de su creencia una teoría que no sólo carece de pruebas, sino que
contradice todo
lo que hoy sabemos sobre el particular. Todo experimento científico ha demostrado que la
vida no
puede generarse independientemente de otra vida anterior; que la materia inanimada no
puede
convertirse en vida excepto bajo la influencia de materia ya viva, y que la vida es
producida sólo por
la misma Vida.
Aquel que rechaza a un Creador replica que, aunque no pueda probar que haya habido
generación
espontánea, ésta pudo haber tenido lugar hace billones de años. Afirma también que
solamente habría
sido necesario un germen de materia viva. Desde luego, da por hecho que existió este
germen primero

135
de vida. Pero debe creer que dicho germen tenía como algo inherente todas las
posibilidades para el
desarrollo de la vida en cada reino.
Ahora bien, ¿puede un hombre honrado creer que existió un germen vivo de materia que
poseía las
potencias y capacidades para el desarrollo del universo con sus formas de vida altamente
complicadas
e inteligentemente organizadas, en vez de creer en un Creador inteligente? ¿Podremos
aceptar que un
ser consciente e inteligente como el hombre, que se conmueve con el anhelo de la
inmortalidad, podría
haber sido formado de materia inconsciente y desprovista de inteligencia?
¡No! La creación del hombre señala hacia un creador inteligente. La creación de Adán
revela a un
creador sabio y lleno del más tierno amor y cuidado para el hombre. Al estudiar la
creación a través
de los potentes telescopios, descubrimos que los planetas, las estrellas y las nebulosas
fueron
formados de acuerdo con un plan sujeto a orden y leyes; por otro lado, también a través
de los
poderosos microscopios observamos que las mismas leyes y el mismo orden prevalecen
en las formas
infinitesimales de vida, en las cuales se ha puesto el mismo cuidado y diseño que
caracteriza a todas
las formas de vida.
El mismo Creador que pintó con admirable destreza un crepúsculo y un arcoíris, ha puesto
su toque
de brillantes colores en cada pluma de los pajarillos. Y porque el Creador supo que el
hombre sería
curioso y estudiaría la vida a través de poderosos lentes artificiales con sumo cuidado y
reflexión hizo
también la más pequeña forma de vida, con toda delicadeza y hermosura. Algunas formas
de vida son
tan pequeñas que veinte de ellas pueden caber en una sola gota de rocío. Sin embargo,
cada una de
ellas ha sido exquisita y bellamente diseñada.

136
II. El Lugar que el Hombre Tiene

Cabría preguntar: ¿cuál es el propósito de todo este cuidado y de toda esta previsión
manifestados en
la creación entera? La respuesta la encontramos en el Hombre. Cada paso en la creación
señala al
hombre como meta. La tierra, con sus depósitos de carbón, de minerales y de aceite; con
sus campos
floridos, sus frutos, sus vegetales, sus bosques, su ganado y su belleza, es para el hombre.
Nos damos
cuenta de que al preparar el hogar para el hombre, el Creador puso tanta solicitud y
esmeró al diseñar
cada partícula de polvo como al sembrar de estrellas el espacio infinito.
¡Cuánta exactitud, cuánta previsión, cuánto amor se manifiesta en todo lo que Dios hizo
para el
hombre, al cual creó a Su propia imagen para que juntamente con Él señorease en la
creación! La
creación del género humano comenzando con Adán (Su primer hombre), revela el amor
infinito del
Creador por el hombre y el lugar que éste tiene en Sus planes. Pero volvámonos ahora a la
nueva
creación en Cristo para ver lo que nos revela acerca del Creador.

III. La Creación en Ruinas

Ya vimos en nuestro estudio anterior que una catástrofe había arruinado esta creación y la
vida de
aquel que fue creado a la imagen de Dios. La muerte espiritual, la naturaleza de Satanás,
entró al
espíritu del hombre alejándolo de Dios (Gn 3).
En esa condición de muerte espiritual, el hombre debe haber contemplado la creación
maldita por
Satanás y debe haber pensado que Dios, si es que existía, había estado inactivo y
solamente como un
espectador, frente a los acontecimientos terrenales. Las fuerzas de la naturaleza que son
tan benignas

137
para con el hombre, son al mismo tiempo destructivas en grado sumo e indiferentes hacia
la vida
humana. Parece que en cada uno de los elementos hay una bendición y una maldición. El
sol, los
vientos, el agua, y el fuego, son benéficos, pero también, con frecuencia traen sufrimiento
y muerte.
Pero durante el imperio de la muerte espiritual el Creador estuvo muy lejos de
permanecer inactivo.
No estuvo menos activo y previsor hacia el hombre que cuando preparaba el
advenimiento de Adán
a este mundo. A través de los siglos, en la historia de la humanidad, cada paso, cada trato
de Dios con
el hombre, se ha dirigido hacia una meta: hacia la nueva creación, la creación espiritual
del hombre a
quien habría de liberar por completo de la muerte espiritual y del dominio satánico.
No menos previsión, no menos cuidado, no menos amor se prodigaron en los preparativos
de la nueva
creación que los que se habían prodigado en la antigua creación del hombre. Si la primera
creación
revela el amor del Creador por el hombre, ¡cuánto más la nueva!
Si la primera creación nos da un vislumbre del lugar que Dios tiene para el hombre en Su
plan, ¡cuánto
más la nueva! El solo poder creador no hubiera producido esta nueva creación. No
hubiera sido
posible crearla en el paraíso.

IV. La Nueva Creación en Cristo

En nuestra última lección estudiamos los pasos por los cuales fue realizada la nueva
creación.
Solamente el Hijo de Dios al tomar nuestro lugar en la muerte espiritual, al sufrir la pena
que nos
correspondía y al pagar por ella, pudo hacer que la nueva creación fuese una posibilidad.
¿Había
estado inactivo el Dios de la Creación durante los siglos de dolor y de miseria humanos?
No, Él, el

138
Creador, había asumido las responsabilidades del pecado del hombre. El Hijo de Dios,
Aquel que
existía en términos de igualdad con Dios, no solamente se había conmovido ante el
sufrimiento
causado por la muerte espiritual, sino que Él mismo lo había asumido, llevando el castigo y
sufriendo
en lugar de la humanidad para que el hombre no tuviera que sufrir.
La primera creación se verificó en un paraíso y salió fresca de las manos del Creador. La
nueva
creación en Cristo tuvo lugar en el infierno. El infierno había sido preparado para el diablo
y sus
huestes, y en este lugar pavoroso sufrió el Hijo de Dios hasta que las demandas de la
justicia fueron
satisfechas. Entonces fue vivificado y nosotros fuimos legalmente vivificados con Él: “Aun
estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo” (Ef 2.5).
Este fue el lugar donde la nueva creación se efectuó legalmente. Fue allí donde el hombre
espiritualmente muerto, una vez que hubo sido justificado, fue conformado legalmente a
la imagen
del Hijo de Dios: “Porque a los que antes conoció, también predestinó para que fuesen
hechos
conforme a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos”
(Ro 8.29).
Y Cristo se levantó como el primogénito de muchos hermanos porque nosotros fuimos
declarados
justos: “El cual fue entregado por nuestros delitos, y resucitado para nuestra justificación”
(Ro
4.25). Su alma no fue dejada en el Infierno: “Que no dejarás mi alma en el infierno” (Hch
2.27).
“Viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el
infierno, ni su
carne vio corrupción” (Hch 2.31). “Al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte”
(Hch
2.24). Cuando Dios vivificó a Cristo, fue liberado de las intensas agonías que había sufrido
en Su
condición de muerte espiritual. Este fue el origen de la nueva creación en Él.
La primera creación había sido hecha a la imagen de Dios como la corona y el clímax de
toda la

139
creación. La nueva creación fue realizada en el infierno, conformada a la imagen del Hijo
de Dios,
un coheredero con Él. Tal es el precio que el Dios-Padre pagó por la nueva creación. No
podemos
estimar con palabras lo que la nueva creación significa para Él.
Hemos tratado el aspecto legal, de lo que Dios hizo por el hombre en Cristo. El hombre
entra vital y
realmente en la nueva creación al recibir a Cristo en lo personal como su Salvador y Señor
(Ro 10.9-
10). 2Co 5.17 afirma que el hombre es hecho una nueva creación en Él. Estudiemos ahora
la actitud
del Padre hacia la nueva creación en su aspecto actual.
¿Es el Creador en la actualidad indiferente hacia la nueva creación en Cristo? ¡No! Porque
Su interés
está concentrado en la nueva creación. Cada sueño, cada plan para el hombre, sólo
encuentra su
realización en la nueva creación.
Estudiemos ahora lo que Dios ha dicho acerca de la nueva creación. Él declara que la
nueva creación
ha sido hecha justa: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz con Dios...” (Ro 5.1
Straubinger).
También afirma el autor de Romanos que Jesús, el propio Hijo de Dios, es la justificación
del hombre
que ha llegado a ser una nueva creación en Él.
1 Corintios 1.30 afirma: “Mas de Él sois vosotros en Cristo Jesús” (esta es una descripción
de la
nueva creación engendrada por Dios en Cristo), el cual nos ha sido hecho por Dios
sabiduría, y
justificación, y santificación y redención. Sin embargo, estas declaraciones son
insuficientes para
describir la justicia del nuevo hombre que Él ha creado. No pudo haberlo explicado mejor
que cuando
afirma que la nueva creación ha venido a ser la misma justicia de Dios en Él: “Al que no
conoció
pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en
El” (2Co
5.21).

140
La nueva creación está tan libre del imperio de Satanás como lo está Cristo. El nuevo
hombre ha sido
libertado por completo de la autoridad satánica: “Que nos ha librado de la potestad de las
tinieblas,
y trasladado al reino de su amado Hijo” (Col 1.13).
Por lo que a la nueva creación se refiere, Satanás no existe: “Para destruir por la muerte al
que tenía
el imperio de la muerte, es a saber, al diablo” (He 2.14). Satanás es el padre y el amo del
hombre
natural y el gobernador de los dominios de la muerte, pero para la nueva creación, es
como si no
existiera, legalmente hablando.
Romanos 6.1-13 demuestra que la nueva creación es tan libre del imperio de la muerte
espiritual
como Cristo lo es. El primer hombre era un súbdito de Dios, pero el nuevo hombre es un
coheredero
con Jesucristo: “El espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de
Dios; y si
hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Ro 8.16-17).
El Dios-Padre contempla a la nueva creación como contempla a Cristo. El nuevo hombre
no pertenece
al mundo y no tiene más parte en sus relaciones con Satanás que la que tuvo Cristo: “Ellos
no son del
mundo como tampoco yo soy del mundo” (Jn 17.16).
El Dios-Padre ama al nuevo hombre como ama a Cristo. Juan 17.23 dice: “Y que el mundo
conozca
que tú me enviaste, y que los has amado como también a mí me has amado”.
El Padre escucha las peticiones de la nueva creación de la misma manera que escuchó a
Cristo, porque la nueva creación ora en el Nombre de Jesús: “De cierto, de cierto os digo,
que todo cuanto pidiereis
al Padre en mi nombre, os lo dará” (Jn 16.23-24). ¡Cuán ilimitada en poder y autoridad es
la vida
de todo el que ha sido hecho una nueva creación en Él!

PREGUNTAS
1. Explique la siguiente frase en Romanos 8.29 “Para que Él sea el primogénito entre
muchos
hermanos”.

141
2. ¿Qué tiene que admitir el que niega la existencia de un Creador con respecto a la
creación del
hombre?
3. Diga por qué la Creación del hombre señala a un Creador inteligente.
4. ¿Cómo demuestra la creación el cuidado de Dios por el hombre?
5. ¿Qué precio pagó Dios por la nueva creación?
6. ¿Por qué fue necesario hacer una nueva creación?
7. Diga cuán ilimitada en poder y autoridad es la vida del hombre que ha sido hecho una
nueva
creación en Él.
8. ¿Qué tan justo es este nuevo hombre en Cristo?
9. ¿Cuál es la actitud del Padre hacia él?

Lección 23
EL NOMBRE DE JESÚS

Estudiamos en nuestra última lección que Dios había efectuado en Cristo, una nueva
creación. Vemos
también que sobre la base de la redención en Cristo, todo aquel que recibe al Salvador se
convierte
en una nueva criatura, en una persona nueva.
Vimos, en efecto, que cuando una persona recibe a Jesucristo como su Salvador y Señor se
realiza
una nueva creación dentro de su espíritu. La muerte espiritual es arrancada de su espíritu
y él es
liberado por completo del dominio mortal satánico: “Que nos ha librado de la potestad de
las
tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Col 1.13).
Entonces le es impartida a su espíritu la vida eterna, la naturaleza de Dios. Es esta la nueva
creación
que se efectúa; su espíritu es engendrado de Dios: “Todo aquel que cree que Jesús es el
Cristo, es
nacido de Dios” (1Jn 5.1).
“El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida” (1Jn
5.12).
Todo el que se ha convertido en una Nueva Criatura en Él (2Co 5.17), se ha convertido en
hijo de

142
Dios y coheredero con Cristo: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu que
somos hijos de Dios; y si hijos, también herederos; herederos de Dios, y coherederos con
Cristo” (Ro 8.16-17).
2 Corintios 5.17 dice: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron;
he aquí
todas son hechas nuevas”.

I. Necesidad del Nombre

Aunque aquel que ha sido hecho una nueva creación en Cristo es trasladado del dominio
de Satanás,
no obstante, permanece en un mundo gobernado por el diablo.
En 2 Corintios 4.4, Satanás es llamado el dios de este siglo: “En los cuales el dios de este
siglo
cegó”. En Efesios 2.2, es llamado el príncipe de la potestad del aire: “En que en otro
tiempo
anduvisteis conforme a la condición de este mundo, conforme al príncipe de la potestad
del aire, el
espíritu que ahora obra en los hijos de desobediencia”. Cristo lo llamó el príncipe de este
mundo.
Satanás y sus fuerzas todavía tienen la oportunidad de atacar al hijo de Dios por medio de
tentaciones
y pruebas. El aire que nos rodea está lleno de fuerzas hostiles que intentan destruir
nuestro
compañerismo con el Padre Celestial y privarnos de ser útiles en el servicio del Maestro.
Nuestro
Padre ha preparado el arma para que la usemos en esta lucha contra Satanás, y no sólo
para nosotros
mismos, sino también para los hombres dominados por Satanás que nos rodean.
Esa arma es el Nombre de Jesús. Pero antes de estudiar la autoridad conferida a tal
Nombre,
estudiaremos cómo lo obtuvo.

II. La Triple Grandeza del Nombre

143
Hay autoridad en el Nombre de Jesús porque Él heredó Su nombre; porque alcanzó la
autoridad de
Su nombre por medio de conquistas, y porque Su nombre le fue conferido.
En primer lugar, solo podemos medir lo grandioso del Nombre de Jesús al darnos cuenta
que este
Nombre lo heredó de Dios, el Creador: “En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo;
al cual
constituyó heredero de todo, por el cual asimismo hizo el universo, el cual, siendo el
resplandor de
Su gloria, y la misma imagen de Su sustancia... alcanzó por herencia más excelente
nombre que
ellos” (He 1.2, 4).
Como Aquel que es la imagen exacta de la sustancia del Padre, Su misma refulgencia y el
heredero
de todas las cosas, ha heredado Su Nombre y la grandeza de Él de Su Padre. El Poder de Su
Nombre
entonces sólo puede medirse por el poder de Dios.
En segundo lugar, Él logró la autoridad de Su Nombre por medio de conquistas. Col 2.15
afirma: “Y
despojando los principados y las potestades, las sacó a la vergüenza en público, triunfando
sobre
ellos en sí mismo”. El cuadro que se nos presenta aquí es el de Cristo trabado en terrible
combate
contra las huestes de las tinieblas. Este pasaje nos hace entrever la formidable victoria que
obtuvo
antes de que se levantara de entre los muertos.
Es evidente que todas las huestes demoníacas, cuando vieron a Jesús bajo su poder
intentaron
sencillamente hundirlo, abatirlo; y lo mantuvieron en espantosa esclavitud hasta que del
trono de Dios
salió la voz potente del Señor diciendo que Jesús había satisfecho las demandas de la
justicia, que el
problema del pecado estaba liquidado y que la redención del hombre era una realidad.
Cuando esta voz llegó a las regiones tenebrosas, Jesús se levantó, arrojó de sí a las huestes
de
demonios y se trabó en tremendo combate con Satanás, como se describe en Hebreos
2.14: “A fin de

144
que por medio de la muerte paralizara a aquel que tenía el dominio de la muerte, esto es,
al diablo”
(Versión de Rotherham).
En otras palabras, después de que Cristo se hubo deshecho de las fuerzas demoníacas y de
la tremenda
carga de la culpa, del pecado y de la enfermedad que había llevado allí con él, luchó
contra Satanás,
lo conquistó, y lo dejó paralizado, flagelado y derrotado. Las palabras que Jesús usó en
Lucas 11.21-
22 se han cumplido: “Cuando el fuerte, armado guarda su atrio, en paz está lo que posee.
Mas si
sobreviniendo otro más fuerte que él, le venciere, le toma todas sus armas en que
confiaba, y reparte
sus despojos”. Así, cuando Cristo se levantó de entre los muertos, no solamente tenía las
llaves de la muerte y del
infierno, sino que también poseía la armadura en que Satanás confiaba. Había derrotado
al diablo;
había derrotado a todo el infierno y se irguió ante los tres mundos, el cielo, la tierra y el
infierno como
el vencedor indiscutible del viejo enemigo del hombre. Conquistó a Satanás delante de sus
propios
cortesanos, delante de sus servidores en las regiones tenebrosas de los condenados, y allí
se irguió
como el Vencedor y el Señor absoluto.
No es de extrañarnos que recién alcanzadas tales victorias haya dicho a los discípulos:
“Toda potestad
me es dada en el cielo y en la tierra” (Mt 28.18). Él se destaca como el Señor y el
gobernador del
universo. Toda esta autoridad sobre los dominios de Satanás le ha sido conferida a ese
Nombre. El
poder para liberar al hombre de su pecado, de sus enfermedades o de cualquiera otra
influencia
satánica, le ha sido conferido también a ese Nombre.
En tercer lugar, la grandeza de Su Nombre le fue conferida u otorgada. En Filipenses 2.9-
10 leemos:
“Por lo cual Dios también le ensalzó a lo sumo, y le dio un Nombre que es sobre todo
nombre, para

145
que en el Nombre de Jesús se doble toda rodilla, de los que están en los cielos, y de los
que en la
tierra, y de los que debajo de la tierra; toda lengua confiese que Jesucristo es Señor para
la gloria
de Dios Padre”.
Lo que inferimos es que había un Nombre conocido en el cielo y desconocido en todas
partes, y que
ese Nombre se guardaba para conferirse a alguien que lo mereciera; y a Jesús, al que
nosotros
conocemos, al Hijo Eterno de Dios como es conocido en el seno del Padre, le fue dado
este Nombre,
para que ante Él se doble toda rodilla en los tres mundos: el cielo, la tierra y el infierno, y
toda lengua
confiese que Él es Señor de los tres mundos para gloria de Dios el Padre.

III. ¿Por qué se le Dio Este Nombre?

Cabría preguntar ahora: ¿Por qué se le dio este nombre? Notemos este hecho tremendo:
cada mención
que se hace del Nombre que Él heredó, conquistó o se le confirió, demuestra que recibió
la grandeza
de Su Nombre después de que resucitó de entre los muertos.
Hebreos 1.3-7 nos señala que Él heredó Su Nombre cuando fue vivificado de la muerte
espiritual (v.
5). Fue entonces cuando Dios le dijo: “Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy”.
Hechos 13.33 revela que esto ocurrió en Su Resurrección: “La cual Dios ha cumplido a los
hijos de
ellos, a nosotros resucitando a Jesús; como también en el Salmo segundo; está escrito, Mi
Hijo eres
tú, yo te he engendrado hoy”.
Después de Su Resurrección fue cuando Él reveló que le había sido otorgada autoridad
plena en el
cielo y en la tierra.
Efesios 1.19-23 dice que fue colocado por encima de todo poder y dominio.
Filipenses 2.8-10 revela que fue después de Su resurrección cuando se le confirió el
Nombre que es
sobre todo nombre, y cuando el Dios-Padre lo exaltó a lo sumo.

146
Cabría preguntar además: ¿Por que se le confirió este Nombre? ¿Por qué fue investido de
tanta
autoridad y dominio? ¿Fue por Él mismo? Durante casi 2,000 años que ha estado a la
diestra del
Padre, ¿lo ha usado o ha tenido necesidad de Él? Las Escrituras no insinúan nada sobre si
Jesús haya
usado Su Nombre o lo haya necesitado. El gobierna la creación con Su Palabra y existe
sobre una
base de igualdad con Dios.
Cada vez que se menciona en las Escrituras el Nombre de Jesús se hace en relación con Su
Cuerpo,
la Iglesia. Ese Nombre le fue dado para que la Iglesia hiciera uso de Él. Los que tienen
necesidad de
echar mano de Su Nombre son todos aquellos que han sido hechos coherederos con Él y
están aquí
asociados con hombres y mujeres que necesitan ser libertados de Satanás.
Todo lo que Él tiene por herencia, lo tiene en ese Nombre; todo lo que Él ha realizado, lo
ha realizado
en ese Nombre; y ese Nombre es para el hombre. Dios ha hecho esta inversión para la
Iglesia. Él ha
hecho este depósito sobre el cual tiene derecho la Iglesia para tomar lo que necesite y
cuando lo
necesite. El Nombre que contiene la plenitud de la Divinidad, la riqueza de las Eternidades
y la
autoridad sobre todo poder o autoridad conocidos en el cielo, en la tierra y en el infierno,
nos ha sido dado a nosotros.
Si pudiéramos investigar en el cielo, con todo su poder y omnipotencia; si pudiéramos
investigar en
las regiones tenebrosas de los dominios del infierno, con toda su autoridad sobre la
humanidad; y si
pudiéramos investigar en el mundo entero, no podríamos encontrar ningún otro dominio,
ni autoridad,
ni poder más grandes que el Nombre de Jesús.
Tenemos el derecho de usar ese Nombre en contra de nuestros enemigos. Tenemos el
derecho de
usarlo en nuestras peticiones, en nuestra alabanza y en nuestra adoración. Ese Nombre le
fue dado a
Él para nosotros y es nuestro hoy. No ha perdido hasta ahora nada de Su poder.

147
IV. El Uso del Nombre

Estudiemos ahora lo que este Nombre significa para nosotros. Consideraremos primero
las promesas
relacionadas con la oración que Jesús hizo con respecto a Su Nombre.
Tenemos la promesa exclusiva que se nos da en Juan 16.24. Jesús dice: “Hasta ahora nada
habéis
pedido en mi nombre: pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido”.
Jesús dice: “Hasta ahora” nunca habéis orado en Mi Nombre; pero desde hoy pediréis al
Padre en Mi
Nombre, y Él os lo concederá”. Esta promesa es tal vez la declaración más difícil de
entender que
haya salido de los labios del Hombre de Galilea; es decir, que podemos echar mano de Su
Nombre,
de ese Nombre Omnipotente.
El no dice: “Si creéis o si tenéis fe”. Sencillamente nos ha dado Su nombre. Es nuestro, y
con aquello
que es nuestro no necesitamos tener fe para usarlo. Cuando nacimos en la Familia de Dios
llegó a ser
nuestro el derecho y el privilegio de usar el Nombre de Jesús. El nombre de Jesús toma el
lugar de
Jesús al obrar milagros y al librar de la autoridad de Satanás, y coloca a Dios en la escena.
Cuando Cristo estuvo con los discípulos no tenían ellos necesidad del Nombre de Jesús. Él
personalmente satisfizo cada necesidad. Pero cuando llegó el tiempo en que debía
dejarlos, les dijo
que todo lo que pidieran del Padre en Su Nombre, el Padre se los daría.
Jesús nos dio otra enorme promesa con respecto a Su Nombre en Juan 14.12-14. Acababa
de hablar
con los discípulos acerca de Su partida de este mundo. Sus corazones estaban
entristecidos y turbados
por la próxima partida de Jesús. Para ellos, la ausencia de Jesús significaba que todo
acabaría. Su
ministerio sobre la tierra tendría fin, y todas las obras maravillosas que había realizado
para sanar y
rescatar a las multitudes, habrían de terminar para siempre.
Pero ahora Cristo les dice: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo
hago

148
también él hará; y mayores que éstas hará porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis
al Padre
en mi nombre esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo”. Sus obras, les dice,
no van a
terminar. Al contrario, se van a multiplicar.
Cuando Cristo estuvo aquí en la carne, estaba limitado por Su cuerpo humano. Solamente
podía estar
en un lugar al mismo tiempo. Pero al realizarse la redención que convertiría a todo
hombre en un hijo
de Dios, cada creyente ha sido capacitado para hacer lo que Jesús hacía cuando estuvo en
el mundo.
La razón de ello es la autoridad del Nombre. Jesús dijo: “Haréis mayores obras que yo
porque yo voy
al Padre, y todo lo que pidiereis al Padre en Mi Nombre yo lo haré, para que el Padre sea
glorificado
en el Hijo”. Lo que realmente afirma es esto: “Vosotros tomaréis mi lugar aquí en la tierra.
Yo seré
vuestro representante en el cielo, y todo lo que pidiereis en Mi Nombre yo lo justificaré.
Será como
si yo estuviera en la tierra pidiéndolo del Padre.”
Él comprendió que la esencia de nuestro conflicto sería con las fuerzas Satánicas, de modo
que dijo
en Marcos 16.17: “En mi nombre echaréis fuera demonios”. Él nos ha dotado
perfectamente bien
para ocupar nuestro lugar como Sus representantes, dándonos autoridad sobre toda
fuerza e influencia
satánicas. En Marcos 16.18, nos dice que en Su Nombre pondremos nuestras manos sobre
los
enfermos y éstos serán sanados. Los demonios y la enfermedad tienen que obedecer el
Nombre de
Jesús así como obedecieron Sus palabras.
¡Ah! ¡Que nuestros ojos fuesen abiertos! ¡Que nuestras almas se atrevieran a elevarse al
reino de la
Omnipotencia donde el Nombre de Jesús significa para nosotros todo lo que el Padre le
confirió! Es ésta, prácticamente, una cumbre inexplorada en la experiencia cristiana.
Aquí y allá algunos de nosotros hemos experimentado la autoridad de que está investido
el Nombre

149
de Jesús, pero ninguno ha sido capaz de permanecer donde podamos disfrutar de la
plenitud de este
maravilloso poder.

PREGUNTAS
1. ¿Por qué la nueva creación necesita de un arma para usarla en contra de las fuerzas de
Satanás?
2. ¿Cuál es la triple grandeza de Su Nombre?
3. ¿De qué autoridad está investido el Nombre de Jesús como resultado de sus
conquistas?
4. Explique cómo las palabras de Cristo en Lucas 11.21-22 son una descripción de Él.
5. ¿Cuándo se le confirió a Jesús la grandeza de Su Nombre?
6. ¿Jesús necesita hacer uso de Su Nombre?
7. ¿Por quién le fue dado el Nombre? ¿Y por qué?
8. ¿Qué se ha depositado en ese Nombre?
9. ¿Como podemos usar el Nombre de Jesús?
10. ¿Qué posibilidades ve en esta lección para su propio crecimiento?

Lección 24
LA PALABRA, REVELACIÓN DE DIOS AL HOMBRE

Hemos considerado algunos aspectos de nuestra redención en Cristo. Vamos a estudiar


ahora los
medios por los cuales Dios nos ha dado a conocer esa redención. Estudiaremos también la
forma en
que el hombre se convierte en una nueva criatura en Cristo. Nuestro Padre nos ha dado
una revelación
de Sí mismo. Junto con dicha revelación nos entregó también el plan de nuestra redención
en Cristo.
También nos ha revelado lo concerniente a la nueva creación en Cristo. Dicha revelación
no es
solamente un testimonio de Él mismo, sino también un testimonio de la nueva creación,
de sus
privilegios, de su autoridad y de sus responsabilidades.
Esa revelación es Su Palabra, la Biblia. No podemos expresar adecuadamente con palabras
el lugar

150
que la Palabra de Dios tiene en la redención y en la vida de todo hijo de Dios. Es nuestro
propósito,
en estas lecciones, exponer el carácter absolutamente santo de la Palabra del padre y el
lugar vital que
ocupa en la vida de todo cristiano al efectuarse. El pueblo de Dios está empobrecido
espiritualmente
y carece de poder por ignorar Su Palabra.

I. Dios Obra por Medio de la Palabra

Satanás ha combatido en forma sutil y despiadada la Palabra de Dios, porque el Señor


obra por medio
de Ella. Cuando Dios creó el universo, lo hizo por el poder de Su Palabra hablada.
Hebreos 11.3 nos dice que los mundos fueron creados por la Palabra de Dios. Cada hijo de
Dios ha
sido engendrado y ha nacido por la Palabra: “Él de su propia voluntad nos ha engendrado
por la
palabra de verdad” (Stg 1.18). “Ya que habéis sido engendrados de nuevo, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios viva y permanente” (1P 1.23
Straubinger).
Por consiguiente, después de que el hombre se ha convertido en hijo de Dios; el alimento,
la sustancia
y el mantenimiento de su vida espiritual se encuentran en la Palabra de Dios. Mateo 4.4
afirma: “No
con solo el pan vivirá el hombre, mas con toda palabra que sale de la boca de Dios”. Es la
Palabra
de Dios la que nos edifica: “Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el
hacer por
su buena voluntad” (Fil 2.13). Él actúa en nosotros por medio de Su Palabra: “El cual ha
llegado
hasta vosotros, como por todo el mundo; y fructifica y crece, como también en vosotros,
desde el día
que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad” (Col 1.3-6).

151
II. La Lucha de Satanás en Contra de la Palabra

Toda época de decadencia espiritual se ha distinguido por el bajo concepto de la Palabra


de Dios.
Cuando Satanás descubrió que la tortura y el martirio de los cristianos y la destrucción de
Biblias por
el fuego no eran obstáculo para que la iglesia creciera, empleó un método más
afortunado. Dicho
método ha consistido en ataques sutiles a la Palabra a fin de restarle poder y eficacia en la
vida de los
hombres.
Durante mil años antes de la Reforma, no se daba a la Palabra de Dios el lugar que
merecía en los
círculos cristianos. James Lord, en su libro “Fanales de la Historia” señala cómo la filosofía
oriental
usurpó durante 1000 años la autoridad de la Palabra Divina para gobernar y dominar al
mundo
cristiano.
Cuando la Palabra pierde Su lugar también la redención lo pierde y la fe se convierte en
una incógnita
para el hombre. Durante mil años la Biblia fue encerrada en los monasterios, y encerrada
también en
un lenguaje que la gente común no podía entender. Estaba escrita en latín y sólo el clero
tenía acceso
a ella. He aquí la razón de las tinieblas espirituales de la Edad Media. Eso explica la
aparente
inactividad Divina durante ese período de oscuridad. Cuando la Palabra de Dios perdió Su
lugar, Él
también perdió Su lugar en la vida de los hombres. Fue de la filosofía oriental de donde
surgieron las
penitencias, el purgatorio, los monasterios y las cruzadas.

III. El Lugar de la Palabra en la Reforma

Cuando vino la Reforma, ésta se realizó porque la Palabra comenzó a obrar en la vida de
un reducido

152
grupo de hombres. Estos pudieron darse cuenta del lugar que la Palabra debía ocupar y la
entregaron
al pueblo. Fue la Palabra de Dios actuando en la vida de los hombres la que trajo luz y vida
a la
humanidad. La diseminación de Biblias en los hogares y entre la gente del pueblo está
unida
estrechamente a la Reforma.
La Reforma y los bajos costos de impresión hicieron posible que cada hogar tuviese una
Biblia. No
obstante, Satanás no ha cesado de procurar que la Palabra quede inactiva. Cuando no
pudo conservarla
más tiempo encerrada en los monasterios y en un lenguaje que la gente no entendía, la
encerró dentro
de credos y doctrinas humanos.

IV. Continúa la Lucha Satánica en Contra de la Palabra

Después Satanás hizo que los hombres forjasen credos y doctrinas en torno a la vida y
enseñanzas de
los hombres destacados de la Reforma, estorbando con ello su propio crecimiento y
desarrollo.
Ninguno de los caudillos de la Reforma poseía toda la luz. Dios levantó a estos paladines y
dio a cada
uno sólo una parte de la luz. No obstante, ellos fueron en gran parte el producto de la
Edad Media. Siempre que un hombre se encierre dentro de un sistema doctrinal e impida
que en su vida penetre
más luz de la Palabra de Dios, estorba, por ese solo hecho, su propio crecimiento
espiritual. Eso es lo
que ha causado las divisiones en la Iglesia y la han convertido en un escándalo para el
mundo.
Eso ha impedido también una fiel presentación del cristianismo al mundo, de modo que la
redención
nunca ha disfrutado del ambiente favorable para actuar en la vida de los hombres. Ello ha
dado motivo
a una enconada lucha sobre la Divinidad de Cristo y sobre la autoridad de las Escrituras,
todo lo cual
ha traído como resultado la actual condición.

153
Muchas iglesias en lugar de predicar la Palabra de Dios, predican sermones sobre asuntos
que
consideran más prácticos y más en armonía con la civilización moderna. Por otra parte,
aquellos que
predican la verdad y están considerados como los más espirituales, no tienen un
verdadero concepto
del carácter sagrado de la Palabra de Dios y del lugar que ésta debe tener en sus vidas.
La excesiva familiaridad con la Palabra que debiera habernos libertado de la ignorancia y
de la
esclavitud, la ha usado Satanás para estorbar la actuación de la Palabra en nosotros.

V. El Asentimiento Intelectual y su Origen

El arma más grande que Satanás emplea hoy para hacer la Palabra ineficaz, es el arma del
asentimiento mental. Esta arma es muy peligrosa por ser tan sutil. El asentimiento
intelectual o mental
es difícil de ser reconocido porque llega vestido con el ropaje de la “fe”. Antes de que
podamos
comprender la diferencia entre el asentimiento mental y la Fe, debemos comprender el
significado de
cada uno de éstos términos.

VI. Asentimiento Mental contra Fe

La Fe es el actuar de acuerdo con la Palabra. Creer es actuar intrépidamente teniendo


como base la
Palabra. El asentimiento mental es estar de acuerdo en que la Biblia es la verdad, pero tal
actitud
carece de acción. Tal vez unas cuantas ilustraciones nos hagan entender esta diferencia.
Aquel que
desea ser cristiano y realmente cree, dice lo siguiente: “Yo creo que Cristo fue resucitado
de entre los
muertos. Yo le acepto como mi Salvador y le confieso como mi Señor. Por lo tanto, yo soy
salvo,
porque así lo declara Su Palabra en Romanos 10:9 y 10”. Confiesa que es salvo antes de
recibir el

154
testimonio de sí mismo. Cree que la Palabra es la Palabra de Dios. Por lo tanto, actúa sin
temor sobre
esa base independientemente de sus sentimientos porque sabe que la Palabra no puede
ser
quebrantada. Atrevidamente hace de la Palabra su confesión. No hay un verdadero creer
que no
resulte en confesión.
El que asiente mentalmente y quiere ser cristiano, dirá de manera semejante lo que sigue:
“Creo que
la Biblia es la Palabra de Dios. Creo que Jesucristo es el hijo de Dios. He procurado ser
salvo durante
mucho tiempo. Se lo he pedido, pero no soy salvo.” Esta persona se sentiría insultada si se
le dijera
que no cree; no obstante, su actitud es la del que asiente mentalmente.
Este profesa creer, pero no tiene concepto de actuar sobre la Palabra de Dios. Si hubiera
creído,
hubiera dicho: “La Palabra de Dios es verdadera. Yo creo, por lo tanto, tengo vida eterna”
(Jn 5.24).
El asentimiento mental no produce acción; ni tiene confesión. El asentimiento mental ha
privado a
muchos de recibir la salud. Un creyente dice: “Por sus llagas yo soy curado”. La
enfermedad puede
aparecer en su cuerpo; no obstante, él actúa apoyado en la Palabra, la cual declara que
por Sus llagas
él es curado. Pudiera suceder que después de orar él no experimente la salud; sin
embargo, expresa:
“Yo estoy curado, porque la Palabra de Dios declara que en el Nombre de Cristo los
creyentes pondrán
sus manos sobre los enfermos y éstos sanaran”
El cristiano que asiente mentalmente adopta la siguiente actitud: “Creo que la Biblia es la
verdad. He
creído en las Escrituras durante toda mi vida. Muchos han orado por mí; no puedo
entender por qué
no soy sano”. ¡Cuántos hijos de Dios han estado enfermos por años sin comprender cuál
es su
dificultad y pensando que su asentimiento mental era fe!

155
Muchos cristianos que viven hoy en la esfera del asentimiento mental llevan una vida
espiritual estéril e infecunda. Todos ellos han buscado el poder de Dios en su vida y en la
oración. Pero nunca han
aprendido a vivir por la Palabra. Viven en debilidad, en fracaso y en necesidad porque no
tienen
ningún concepto de lo que significa realmente creer en la Palabra de Dios o actuar
realmente apoyados
en dicha Palabra. La Palabra declara que ellos han sido hechos nuevas creaciones en Cristo
(2Co
5.17); que han sido hechos la misma justicia de Dios (2Co 5.21); que son coherederos con
Cristo (Ro
8.17); que la autoridad de Su Nombre es suya por medio de la oración (Jn 16.23-24) y que
Dios
suplirá todas sus necesidades (Fil 4.19).
Con todo, no tienen conciencia de justicia, ni de la autoridad en el Nombre de Jesús, ni de
Su fortaleza.
Eso se debe a que su actitud ha sido únicamente de asentimiento mental y Satanás los ha
privado de
su herencia en Cristo.

VII. Causa del Asentimiento Mental

La causa del asentimiento mental ha sido nuestra excesiva familiaridad con la Palabra. Tal
vez todos
nosotros hayamos tenido la Biblia en el hogar desde la niñez. Y quizá estuvimos siempre
familiarizados con sus enseñanzas. Muchos de nosotros, aún antes de haber aceptado a
Cristo como
Salvador y Señor, creíamos personalmente que la Biblia era la verdad. No obstante,
nuestra actitud
hacia ella durante todos esos años, era sólo de asentimiento mental. Profesábamos creer
que era la
Palabra de Dios, pero no actuábamos de acuerdo con ella.
Después de que nacimos de nuevo continuó en nuestra vida la misma actitud de
asentimiento mental.
Nos explicaremos mejor. Como niños, nuestra actitud hacia la Palabra de Dios fue de
asentimiento

156
mental. Esta misma actitud continuó en nosotros al través de nuestra vida. Tal vez por
años la Biblia
se quedó en el librero o sobre el escritorio, pero nunca la estudiamos, ocupados como
estábamos en
otras cosas.
No obstante, si alguien hubiera objetado que aquel libro era la Palabra de Dios, nosotros
habríamos
salido a Su defensa con valentía. Quizá muchas veces profesamos nuestra fe de que era la
Palabra de
Dios. Pero si esta actitud hubiera sido algo más que un simple asentimiento mental, la
hubiéramos
estudiado con todo celo buscando continuamente lo que Dios tenía para nosotros en Su
Palabra.
Decíamos que creíamos en ella, pero nuestros hechos revelaban una actitud contraria. No
la
estudiábamos, no hablábamos de ella con frecuencia. Mas tarde, llegó el momento
cuando en realidad
nacimos de nuevo. La Biblia se convirtió en un nuevo Libro para nosotros. Pudimos
entonces
entenderla. Nos dimos cuenta que constituía nuestra ayuda y nuestro alimento mental,
pero ¡cuán
poco nos atrevíamos a actuar de acuerdo con ella!
Vivíamos sin vigor; sentíamos que nuestra vida de oración era impotente. No poseíamos la
capacidad
de testificar y de orar por los enfermos. Vimos también que teníamos necesidad de una
experiencia
más profunda que debía llenar nuestras vidas de poder. Buscamos experiencias, y
recibimos
bendiciones muchas veces, pero comprendimos que la vida de victoria todavía estaba en
el futuro. No
comprendíamos que nuestro problema giraba en torno de nuestro asentimiento mental,
pues no
actuábamos de acuerdo con la Palabra. No comprendíamos que ya Dios había efectuado
en nosotros
aquello que procurábamos ser. No comprendíamos que la autoridad que buscábamos ya
era nuestra.
Memorizábamos pasajes de las Escrituras y los citábamos con frecuencia sin actuar en
realidad de

157
acuerdo con ello. Ante Su Palabra, que declara que Dios ha hecho a Cristo nuestra Justicia
(1Co 1.30),
y que nosotros ya hemos llegado a ser Justicia de Dios (2Co 5.21), nosotros hablábamos de
nuestro
pecado y de nuestra debilidad. Considerábamos como una forma de humildad el
acercarnos a Dios
como gusanos despreciables, confesando y arrepintiéndonos continuamente de nuestra
naturaleza
pecaminosa. Hacíamos más caso del pecado y de su poder, que de la redención que nos
ha hecho
absolutamente justos. La justicia es la capacidad de estar en la presencia de Dios tan libres
de pecado
o de condenación como si el pecado nunca hubiera entrado en el mundo.
La oración consistía en llanto y grito para que Dios escuchara y nos respondiera. No
comprendíamos
que nuestro lugar como herederos con Cristo y la autoridad del Nombre de Jesús nos daba
derechos
legales en la oración. No obstante, conocíamos todas las promesas de la oración. Una de
las traducciones de Santiago 1.26 es la siguiente: “La fe sin las correspondientes obras es
muerta”. He aquí una definición del asentimiento mental. La fe, sin las correspondientes
acciones, es
asentimiento mental, el cual no significa nada para el Padre y nos despoja de nuestra
herencia en
Cristo.
Si yo profeso creer en la Palabra y no actúo de acuerdo con ella, mis actos no
corresponden. El secreto
de una vida de victoria en Cristo que todos pueden poseer, se encuentra en Apocalipsis
12.11. El
autor declara que nosotros vencemos por la sangre del Cordero (lo cual significa la
perfección de
nuestra redención en Cristo) y la Palabra de nuestro testimonio (lo cual implica actuar sin
temor de
acuerdo con la Palabra). Podemos hacer de la Palabra de Dios nuestra confesión en medio
de cualquier
circunstancia.
Nosotros decimos: “Yo soy la justicia de Dios porque Su Palabra así lo expresa. El pecado
ya no

158
tendrá dominio sobre mí. Yo tengo autoridad sobre Satanás. Yo soy sanado por las Llagas
de Cristo.
En todas las cosas soy más que vencedor. Mi Dios suplirá toda necesidad; no estaré en
ansiosa
perplejidad”.
Ante cualquier circunstancia contraria podemos sostener esta confesión. Podemos hacer
nuestra Su
Palabra. Lo que Él declara lo declaramos también nosotros valerosamente porque nos
hemos liberado
del asentimiento mental y hemos aprendido a actuar de acuerdo con la Palabra de Dios.
En nuestra siguiente lección veremos cómo fuimos colocados en un centro de acción para
actuar de
acuerdo con la Palabra.

PREGUNTAS
1. ¿Qué es lo que Dios nos manifestó en la revelación que nos fue entregada?
2. ¿Qué lugar tiene la Palabra en el nuevo nacimiento y en la vida del hijo de Dios?
3. Cuando Satanás se dio cuenta de que el martirio de los cristianos no detendría el
crecimiento de
la Iglesia, ¿qué otros medios empleó?
4. ¿Por qué pareció que Dios estaba inactivo durante la Edad Media?
5. ¿Qué fue lo que hizo la Reforma?
6. ¿Qué fue lo que estorbó el crecimiento de la Iglesia después de la Reforma?
7. ¿Qué método emplea Satanás el día de hoy para que la Palabra de Dios no prevalezca
en nuestra
vida?
8. ¿Cuál es el origen del asentimiento mental?
9. Diga cuál es la diferencia entre asentimiento mental y fe.
10. Muestre cómo el asentimiento mental nos despoja de nuestra herencia.

Lección 25

EL MINISTERIO ACTUAL DE CRISTO

Hemos estudiado, en nuestro curso, la obra de Dios durante el período de 4,000


años que abarca la

159
preparación para la venida de Cristo (Gá 4.4). Hemos estudiado también la vida
terrenal de nuestro
Señor Jesucristo, Su muerte y resurrección por nosotros, por las cuales nos redimió
de la autoridad
de Satanás (He 2.14).
Vamos a estudiar ahora el actual ministerio de Cristo; lo que Él está haciendo por
nosotros ahora; lo
que ha estado haciendo por casi dos mil años. El actual ministerio de Cristo ha sido
ignorado por la
mayoría de los cristianos. Muchos, cuando piensan en que Él dio Su vida por
nosotros, piensan
exclusivamente en Su muerte y en Su resurrección. No saben que cuando se sentó
a la diestra del
Padre comenzó a vivir para nosotros con tanta realidad como había muerto por
nosotros. ¡Cuán pocos
cristianos tienen un claro concepto del actual ministerio de Cristo!
Hay tres aspectos del ministerio de Jesús en favor muestro:
1) Jesús antes de la crucifixión, como el
despreciado “Varón de Dolores” (Is 53.3); 2) Jesús en la cruz como el “Hijo hecho
Pecado” (2Co 5.21); y
3) Jesús sentado a la diestra de la Majestad en las alturas y exaltado con un
“Nombre que es sobre todo nombre” (Fil 2.9-10).
Al repasar nuestros himnos nos damos cuenta de cuán pocos maestros y
compositores han
comprendido el actual ministerio de Cristo. Muchos contemplan a Cristo antes de
la crucifixión como
el Jesús despreciado. Otros lo contemplan solamente en la cruz. Pero sólo un grupo
muy reducido han
podido mirar más allá de la cruz y de la tumba para contemplar al Cristo sentado a
la diestra de Dios.
Él ha dejado de ser el humilde y despreciado Galileo. Ha dejado de ser el Hijo
hecho Pecado, y
abandonado de Dios. Él es ahora el Señor de todo, el vencedor de Satanás, del
pecado, de la
enfermedad y de la muerte. Él es Aquel que tiene toda autoridad en el cielo y en la
tierra (Mt 28.18). Nosotros podemos hoy actuar sin temor, apoyados en Su
Palabra, porque Él se hace Responsable de

160
ella. El es el Fiador de este Nuevo Pacto: “Por tanto, Jesús es hecho fiador de un
mejor Pacto” (He 7.22). El Fiador del Pacto es la Palabra: “Mas ahora tanto mejor
ministerio es el suyo, cuanto es
mediador de mejor pacto, el cual ha sido formado sobre mejores promesas” (He
8.6). El Nuevo Pacto ha sido formado y cimentado sobre la Palabra, y Él (Jesús) es
el Fiador. Este Hombre, que hoy está
sentado a la diestra del Padre, es el Fiador de esta Palabra.
Aquel que tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra hace efectiva cada palabra
en estas promesas.
Estudiemos ahora lo que Él es hoy para nosotros en este Nuevo Pacto.
En la revelación que Pablo recibió, Dios descorrió el velo y nos manifestó el actual
ministerio de Cristo. Él se sentó como nuestro “Sumo Sacerdote”, como nuestro
“Mediador”, como nuestro
“Intercesor”, como nuestro “Abogado” y como nuestro “Fiador” del Nuevo Pacto.

I. Jesús, nuestro Sumo Sacerdote

Hemos estudiado ya el sumo sacerdocio del Antiguo Pacto. El Sumo Sacerdote del
Antiguo Pacto era
un tipo de Jesús, Sumo Sacerdote del Nuevo Pacto.
Una vez cada año el Sumo Sacerdote del Antiguo Pacto entraba al tabernáculo
terrenal con la sangre
de los becerros y de los machos cabríos para hacer la expiación anual por los
pecados de Israel (He
9.25, 10.1-4). Además, Los sacerdotes diariamente ministraban y ofrecían los
mismos sacrificios por
los pecados de Israel (He 10.11).
Cristo entró al Cielo con Su propia sangre habiendo obtenido redención eterna por
nosotros (He 9.12,
23-27). Cuando Dios aceptó la sangre de Jesucristo, manifestó con ello que las
demandas de la Justicia
habían sido satisfechas y que el hombre podía legalmente ser arrebatado de la
autoridad de Satanás y
restaurado al compañerismo con Él. Por el sacrificio de Sí Mismo, Cristo había
quitado el pecado (He
9.26).

161
El crimen de alta traición de Adán ya había sido pagado y expiado por el único
sacrificio de Cristo
por el pecado (He 9.26). Por el sacrificio de Sí mismo, El había santificado al
hombre (He 9.10-14).
“Santificar” quiere decir “apartar”, “separar”. Él había separado al hombre del
reino y de la familia
satánica. Y nosotros llegamos a estar tan separados del dominio satánico como
Jesús mismo (Jn
17.14).
Cuando Cristo se encontró con María después de Su resurrección (Jn 20.17), le dijo:
“No me toques,
porque aun no he ascendido a mi Padre”. Entonces se encaminaba al Padre con Su
propia sangre,
señal de la pena que había pagado, y no podía ser tocado por el hombre. El
ministerio de Jesús como
Sumo Sacerdote no terminó al llevar Su sangre al Lugar Santo; todavía continúa
como ministro del
santuario (He 8.2).
La palabra “santuario” en Hebreos 8.2 significa en el griego “cosas santas”. El sigue
siendo ministro
de las “cosas santas”, y las “cosas santas” son nuestras oraciones y nuestra
adoración. Nosotros no
sabemos adorarle como debiéramos, pero Él toma nuestras peticiones y adoración
tan frecuentemente
imperfectas, y las presenta en forma bella delante del Padre. Estas “cosas santas”
son nuestros
“sacrificios espirituales” que Él hace aceptos delante del Padre. Cada oración, cada
acto de adoración
es aceptado por el Padre cuando se presenta en el Nombre de Jesús: “Vosotros
también, como piedras
vivas, sed edificados una casa espiritual, y un sacerdocio santo, para ofrecer
sacrificios espirituales,
agradables a Dios por Jesucristo” (1P 2.5).
Deberíamos estudiar el ministerio sumosacerdotal de Cristo como se nos describe
en el Libro de los
Hebreos. El es un Pontífice misericordioso y fiel (He 2.17-18). Él es un Pontífice al
que nos podemos

162
acercar con nuestras flaquezas (He 4.14-16). Él es Sumo Sacerdote para siempre
(He 6.19).

II. Jesús, el Mediador

Cuando Cristo se sentó a la diestra del Padre, ya había satisfecho las demandas de
la Justicia y se
convirtió en el Mediador entre Dios y el hombre: “Porque hay un Dios asimismo un
mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1Ti 2.5). Jesús es el
mediador del hombre por dos razones:
Por lo que Él es, y por lo que ha hecho:
Primero: Jesús es el mediador del hombre por virtud de lo que Él es. Él es la unión
de Dios y hombre.
El es el Verbo (“Aquel que era con Dios y era Dios”) y la carne (“...el Verbo fue
hecho carne” Jn
1.14). Él es Aquel que existió sobre la misma base de igualdad con Dios, y que fue
hecho a la
semejanza de los hombres (Fil 2.8-9). Él ha tendido un puente sobre el abismo
entre Dios y el hombre.
Él es igual a Dios e igual al hombre y puede representar a la humanidad delante de
Dios.
Sin embargo, esto no bastaba para una mediación entre Dios y el hombre. El
hombre era un eterno
criminal delante de Dios y se encontraba alejado de su Hacedor (Ef 2.12), bajo el
juicio de Satanás
(Jn 16.11).
Y segundo: Jesús es el mediador del hombre por lo que El ha hecho: “Ahora,
empero, os ha
reconciliado en el cuerpo de Su carne por medio de muerte, para haceros santos, y
sin mancha, e
irreprensibles delante de Él” (Col 1.22). Dios nos reconcilió a Sí por Cristo (2Co
5.18). No
podríamos tener un Mediador entre Dios y el hombre si primero no se hubiera
efectuado una
reconciliación entre el hombre y Dios. El hombre era injusto en su condición de
muerte espiritual. En

163
tal condición no podía acercarse a Dios. Ni tampoco Mediador alguno hubiera
podido acercarse a
Dios en favor del hombre.
Cristo nos ha reconciliado con Dios por medio de Su muerte en la cruz, para
presentar ahora al hombre
delante de Dios, santo y sin mancha. Por consiguiente, el hombre tiene el derecho
de acercarse a Dios
por Cristo, su Mediador.
Desde la caída del hombre hasta que Jesús se sentó a la diestra de Dios, ningún
hombre se había
acercado a Dios excepto por un sacrificio cruento, por un sacerdocio divinamente
designado, o por
visitas de ángeles o sueños. Mediante el ofrecimiento de Su propia sangre como
Pontífice, Él
perfeccionó nuestra redención, satisfizo las demandas de la justicia e hizo posible
para Dios dar
legalmente al hombre la vida eterna, haciéndolo justo e impartiéndole el carácter
de hijo Suyo.
Todo hombre no salvado tiene ahora el derecho legal de acercarse a Dios.

III. Jesús, el Intercesor

Jesús, como Pontífice, llevó Su sangre al Lugar Santísimo para satisfacer las
demandas de la Justicia
que eran en contra del hombre natural. Él, como Mediador, introduce al hombre
no salvado a Dios.
Juan 14.6 afirma que Jesús es el camino a Dios, y que nadie puede acercarse hasta
Dios sino por Él.
Tan pronto como un hombre acepta la obra de reconciliación de Cristo, se
convierte en hijo de Dios.
Entonces comienza Cristo Su obra intercesora por él.
Jesús es el Mediador para el pecador, pero es el Intercesor para el cristiano. Cabría
preguntar aquí:
“¿Por qué un hijo de Dios necesita de alguien que interceda por él?” La respuesta
se encuentra en
Romanos 12.2. En el nuevo nacimiento, nuestro espíritu recibe la vida de Dios. Lo
que necesitamos

164
en seguida es que nuestras mentes sean renovadas. Durante todo el tiempo
anterior a nuestro nuevo
nacimiento, anduvimos de acuerdo con Satanás (Ef 2.1-3). El gobernó nuestra
mente.
Ahora que nuestro espíritu ha recibido la vida de Dios, nuestra mente debe ser
renovada para que
podamos conocer nuestros privilegios y responsabilidades como hijos de Dios.
Efesios 4.22-24 nos
indica la necesidad de una mente renovada. El nuevo nacimiento es instantáneo,
pero la renovación
de nuestra mente es un proceso gradual. Su crecimiento es determinado por
nuestro estudio y
meditación de la Palabra.
Durante este período necesitamos la intercesión de Cristo. Muchas veces
obstruimos el compañerismo
con el Padre porque, ignorando Su voluntad, decimos y hacemos cosas que no le
agradan.
Necesitamos de Su intercesión por causa de la persecución satánica en contra
nuestra:
“Bienaventurados lo que padecen persecución por causa de la justicia” (Mt 5.10).
Esta no es la
persecución de los hombres, sino de los demonios.
Mateo 5.11-12 se refiere a la persecución de que somos objeto por parte de los
hombres. Los
demonios nos persiguen por causa de la justicia. Nos odian y nos temen porque
Dios nos ha declarado justos. Y porque no hemos comprendido plenamente la
autoridad que poseemos, nos hacen tropezar
muchas veces.
A pesar de ello, Él es capaz de salvarnos hasta lo sumo porque vive eternamente
para interceder por
nosotros (He 7.25). Nadie puede hacer cargos a un hijo de Dios porque Él lo ha
declarado justo. No
hay nadie que lo condene porque Jesús vive para interceder por él (Ro 8.33-34).

IV. Jesús, el Abogado

165
Llegamos al Padre por Cristo, nuestro Mediador. Hemos sentido las dulces
influencias de Su
Intercesión a favor nuestro. Pero ahora deseamos conocerle como nuestro
Abogado delante del Padre.
Cuántos cristianos que hoy viven alejados del compañerismo Divino vivirían vidas
victoriosas en
Cristo si hubieran sabido o supieran que Jesús es su Abogado.
Por motivo a que nuestra mente no ha sido renovada y también por causa de la
persecución satánica,
algunas veces pecamos y damos lugar a que nuestro compañerismo con Dios se
interrumpa. Todo
hijo de Dios que suspende su compañerismo con el Padre cae bajo condenación. Si
no tuviera
abogado, estaría en una posición lastimosa.
La Palabra nos dice que si pecamos, abogado tenemos para con el Padre: “Hijitos
míos, estas cosas
os escribo, para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos
para con el Padre, a
Jesucristo el Justo” (1Jn 2.1). En 1 Juan 1.3-9 se nos proporciona el método Divino
para mantener
nuestro compañerismo con Él. Si pecamos suspendiendo nuestro compañerismo
con Dios, podemos
renovar dicho compañerismo confesando nuestro pecado.
El ministerio de Jesús como abogado es una tarea de Él de parte de Dios. No
obstante, Él no puede
actuar como nuestro abogado si no confesamos nuestro pecado. En el mismo
momento en que lo
confesamos, Él lleva nuestro caso ante el Padre. La Palabra declara que cuando
confesamos nuestros
pecados, El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda
injusticia. Dios puede
perdonar nuestros pecados y ser perfectamente justo al hacerlo, porque Cristo los
llevó sobre sí (Is
53.6).
Él es también fiel y está dispuesto a borrar nuestros pecados en el momento
mismo en que los
confesamos; y los borra de tal modo, como si nunca hubieran existido. Es
absolutamente esencial que

166
los cristianos conozcan a Jesús como su Abogado. Muchos que han estado fuera
del compañerismo,
han confesado sus pecados muchas veces sin recibir la seguridad de restauración,
porque ignoraban
que Jesús era su Abogado. No se apropiaban el perdón al confesar sus pecados. No
obraban de acuerdo
con la Palabra, la cual declara que el Padre perdona en el momento mismo en que
hay confesión.
Ningún cristiano debe permanecer con su compañerismo roto más tiempo del que
se necesita para
pedir el perdón de sus pecados. Lo que el Padre perdona, lo olvida. Todo hijo Suyo
no debe
deshonrarlo pensando en sus pecados otra vez.

V. Jesús, el Fiador

Jesús es nuestro fiador personal. He aquí el más vital de todos los ministerios de
Jesús a la diestra del
Padre. Bajo la ley, el Sumo Sacerdote era el fiador del Antiguo Pacto. Si el Sumo
Sacerdote fallaba,
interrumpía las relaciones entre Dios e Israel. La sangre de la expiación perdía su
eficacia.
Bajo el Nuevo Pacto, Jesús es el Sumo Sacerdote y el Fiador del Nuevo Pacto: “Por
tanto, Jesús es
hecho fiador de un mejor Pacto” (He 7.22).
Nuestra posición delante del Padre es absolutamente segura. Sabemos que
durante toda nuestra vida
tenemos a la diestra del Padre a un Hombre que está allí para actuar en favor
nuestro. Él nos está
representando ante el Padre. Él conserva siempre Su posición con el Padre. Y
nosotros, no importa
cuál sea nuestra posición, siempre tenemos a alguien que nos representa ante el
Padre. Nuestra
posición adquiere así una seguridad permanente.

PREGUNTAS

167
1. Señale tres aspectos del ministerio de Jesús.
2. Demuestre cómo el Sumo Sacerdote del Antiguo Pacto era un tipo de Jesús, el
Sumo Sacerdote
del Nuevo Pacto.
3. ¿Qué significó la aceptación de la sangre de Cristo por el Padre?
4. Dé dos razones por las cuales Cristo es el Mediador del hombre.
5. ¿Por qué un hijo de Dios necesita de un Intercesor?
6. ¿Cuáles son las dos clases de persecución mencionadas en Mateo 5.10-12?
7. ¿En qué forma actúa Cristo como nuestro Abogado?
8. ¿Por qué es esencial que todo cristiano conozca a Jesús como su Abogado?
9. ¿Qué significa para usted Jesús como el Fiador del Nuevo Pacto?
10. Mencione cinco aspectos del actual ministerio de Cristo y cite pasajes para
cada uno de ellos.

Lección 26

LA SANIDAD

El asunto de la sanidad es uno sobre el cual ha habido mucha controversia. Existen


hoy al menos tres
diferentes actitudes hacia la sanidad entre los cristianos.
Un grupo enseña que la sanidad no es para nosotros hoy. Y basan su afirmación en
la teoría de que la
sanidad es un milagro y que los milagros no pertenecen a nuestros tiempos sino
solamente al período
apostólico.
Otro grupo afirma que Dios sana hoy en respuesta a una oración especial o a un
acto especial de fe,
y de acuerdo con Su propia voluntad sobre el caso.
Un tercer grupo enseña que la salud del cuerpo es un derecho legal de todo hijo de
Dios, y que recibe
dicha salud para su cuerpo fisco sobre la misma base que recibe la remisión de los
pecados para su
espíritu.
Examinemos ahora estas tres enseñanzas a la luz de la Palabra. Puede demostrarse
fácilmente que la

168
primera actitud es errónea definiendo lo que es un milagro. Un milagro, de
acuerdo con Webster, es “un acto o acontecimiento en los dominios de lo físico o
de lo material que aparentemente se aparta
de las leyes naturales o va más allá de lo que conocemos con respecto a estas
leyes. Es realmente una
intervención de Dios en la esfera de las leyes naturales o en el dominio de la
actividad humana. Es
Dios que se presenta en escena”.
Cada vez que Dios se pone en contacto inmediato con el hombre, ocurre un
milagro. Toda respuesta
a una oración, no importa cuán pequeña sea, y todo nuevo nacimiento, es un
milagro.
Un acto de sanidad por el cual Dios entra en contacto inmediato con el cuerpo
físico del hombre, no
es más milagro que el nuevo nacimiento en el cual Dios entra en contacto
inmediato con el espíritu
del hombre impartiéndole Su propia naturaleza. El hombre le pide a Dios que
realice un milagro más
grande que la curación del cuerpo, cuando le pide que salve su alma; y le pide un
milagro tan grande
como la curación, cuando le ruega que conteste una petición, no importa cuán
pequeña sea.
Decir que los milagros pertenecieron a la época de los apóstoles, sería tanto como
decir que Dios
debe tomar el lugar de un mero espectador o el de una cifra en el mundo que Él ha
creado, desde la época de los apóstoles hasta nuestros días. Podemos fácilmente
descubrir la total falacia de esta
enseñanza. Ahora veamos lo que la Palabra de Dios declara sobre los otros dos
puntos de vista. Si la
segunda actitud es la correcta, entonces la tercera, no lo es.
Si Dios sana solamente en respuesta a un acto especial de fe, y eso nada más
cuando Él lo quiere, la
sanidad no pertenece legalmente al hijo de Dios y no fue incluida en la redención.
Si, por otra parte, la sanidad fue parte de la redención del hombre en Cristo,
entonces pertenece a todo
hijo de Dios y no se requiere ningún acto especial de fe para obtenerla. No hay
necesidad de preguntar

169
si es la voluntad de Dios sanar. Si está en la redención, entonces es Su voluntad.
Ahora
consideraremos lo que la Palabra de Dios dice al respecto.

I. El Origen de la Enfermedad y del Mal

Antes de poder comprender lo que es la sanidad, debemos entender el origen de la


enfermedad, del
mal y de la muerte. Ya hemos visto que como resultado del crimen de alta traición
de Adán, la muerte
espiritual entró al espíritu del hombre. Tal muerte espiritual, que ha imperado en
el género humano,
ha sido el terreno propicio donde ha germinado el pecado, la enfermedad y la
muerte. La enfermedad,
el mal y la muerte en el cuerpo físico del hombre, no son sino la manifestación de
la muerte espiritual
dentro de su espíritu. Si el hombre nunca hubiera muerto espiritualmente, la
enfermedad y la muerte
jamás se habrían apoderado de su cuerpo físico.
Cuando Satanás se convirtió en el dios de este mundo, uno de los resultados de su
dominio fue la
contaminación del aire con gérmenes causantes de las enfermedades los que a
pesar de ser tan
pequeños para ser descubiertos a simple vista, se han constituido desde entonces
en uno de los
enemigos más mortales del hombre.
No puede negarse que en este mundo existe el mal. La existencia del mal ha hecho
que muchas
personas de buena fe se resistan a creer en un Dios de amor; pero es que no ha
entendido que el mal
fue el resultado del imperio de Satanás sobre la humanidad como el príncipe y dios
de este mundo.
Hay filósofos que se han impresionado tanto con el reinado del mal, que han
llegado a la conclusión
de que el principio básico del universo es el mal. Están equivocados: No es el
Creador, sino el

170
usurpador, Satanás, el que ha originado el mal. Las dos divisiones del mal son el
dolor y el pecado.
El dolor puede tener distintas subdivisiones, pero la causa principal del dolor,
conocida y
experimentada por la humanidad, es la enfermedad.
En conclusión, podemos decir que el pecado y la enfermedad son gemelos, nacidos
de la muerte
espiritual. Ambos son obra de Satanás. El pecado es una enfermedad del espíritu;
la enfermedad es
un mal del cuerpo físico.

II. La Actitud de Dios Hacia la Enfermedad

Dios contempla la enfermedad como contempla el pecado, la considera como la


obra satánica sobre
la vida de Su creación, el hombre.
Cristo vino a revelar al Dios-Padre, a manifestarnos Su actitud hacia el hombre.
Observando con
cuidado la vida de Cristo, podemos darnos cuenta de la actitud de Dios hacia la
enfermedad.

III. Cristo fue la Voluntad del Padre

El ministerio de Cristo desde el principio hasta el fin fue un ministerio de doble


aspecto. Trajo paz a
las almas de los hombres y salud a sus cuerpos. La sanidad tuvo un lugar
importante en el ministerio
de Cristo. Durante todo Su ministerio Él libró a todos aquellos que estaban
oprimidos por Satanás.
Tal liberación incluyó la salud para el cuerpo físico. Si la enfermedad no procediera
de Satanás,
hubiera tenido un lugar en el plan original que Dios hizo para el hombre (ver Mt
8.16-17; Mr 1.32-
34).

171
Si este fuera el caso, entonces el ministerio de Jesús hubiera sido contrario a la
voluntad del Padre. Él fue la voluntad del Padre revelada al hombre, y reveló que la
voluntad del Padre era quebrantar el
poder de la enfermedad en el cuerpo del hombre para dejarlo libre de dolor y de
sufrimiento. El
ministerio de Cristo proclamó salud y bendición tanto a la parte física de la
naturaleza humana como
a su aspecto espiritual.
Hay diferentes casos en los cuales se manifestó claramente la actitud de Cristo
hacia la enfermedad.
Uno es el de Lucas 13.10-17. Después de haber sanado en día sábado a una mujer
que había padecido
una enfermedad durante dieciocho años, Cristo fue criticado por los príncipes de la
sinagoga. Su
respuesta fue: “Y a esta hija de Abraham, que he aquí Satanás la había ligado
dieciocho años, ¿no
convino desatarla de esta ligadura en día de Sábado?” Aquí Jesús expresa
claramente que Satanás era
la causa de la enfermedad que había ligado el cuerpo físico de aquella mujer.
Otro incidente es aquel que se encuentra en Marcos 2:1-21. Trajeron a Cristo un
paralítico, y Cristo
se dirigió a él diciéndole: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Cuando los
escribas objetaron la
expresión de Cristo, Él les contestó diciéndoles: “¿Qué es más fácil, decir al
paralítico: Tus pecados
te son perdonados, o decirle: Levántate y toma tu lecho y anda?”
En realidad Cristo está diciendo esto: “¿Qué es más fácil?” ¿Dónde está la
diferencia perdonar los
pecados que son el resultado de la muerte espiritual en el espíritu del hombre, o
sanar la enfermedad
de su cuerpo físico, la cual también es el resultado de la misma muerte espiritual?
En ambos casos
Jesús trata con la esclavitud del hombre causada por Satanás.
Para entender de una manera más correcta la actitud de Cristo hacia la
enfermedad y el lugar que la
sanidad tuvo en Su ministerio, lea usted lo que sigue:

172
IV. La Curación en la Redención

1 Juan 3.8 nos dice que Cristo fue manifestado para destruir las obras del diablo.
Vino a destruir lo
que Satanás había hecho en la humanidad cuando se convirtió en el padre
espiritual del hombre como
resultado del crimen de alta traición de Adán. Vino a reducir a Satanás a la nada en
sus relaciones y
poder sobre el hombre.
Hebreos 2.14 dice que vino a redimir completamente al hombre de los efectos del
pecado de Adán,
identificándose con la humanidad. Estudie cuidadosamente Romanos 5.12-21.
Si la redención del hombre de la muerte espiritual ha de ser completa, debe ser
redención tanto de la
enfermedad como del pecado. Dios comprendió esto, y nos ha mostrado
claramente en Su Palabra
que Él ha preparado lo necesario para la salud de nuestros cuerpos.
En Isaías 53.4-6, Dios nos descorre la cortina al través de los profetas y nos permite
contemplarlo al
tratar con el pecado y con la enfermedad. Literalmente este pasaje dice: “Fue
despreciado y rechazado
de los hombres; varón de dolores y familiarizado con la enfermedad”.
El versículo 4 dice: “Ciertamente Él ha cargado nuestras enfermedades y llevado
nuestras
dolencias; no obstante, le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido”. Fue
azotado de Dios
con nuestras enfermedades. Fue afligido con nuestros dolores. “Fue herido por
nuestras
transgresiones; molido por nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz sobre Él;
y por Sus llagas
somos curados”. El versículo 10: “Con todo eso Jehová quiso quebrantarlo,
sujetándole a
enfermedad; cuando hubiere puesto su vida en expiación por el pecado”.
La antigua versión que traduce “aflicciones y dolores” no es correcta. Toda
traducción literal dice:
“males y enfermedades”. Dios no solamente puso sobre Jesús nuestras
iniquidades, sino también

173
nuestras enfermedades. Él fue enfermado con nuestras enfermedades así como
fue hecho pecado con
nuestros pecados. En la mente del Padre y en la mente de Jesús, y de acuerdo con
la Palabra, nuestras
enfermedades y pecados los llevó el Señor.
Si fueron cargados por Él, es una equivocación nuestra el cargarlos. El
conocimiento sensorial ha
intentado repudiar esto, pero la verdad permanece, la verdad que Dios puso
nuestras enfermedades y
nuestros pecados sobre Jesús.
Jesús no podía ser levantado hasta que el hombre fuera declarado justo (Ro 4.25).
Cuando Él se
levantó de entre los muertos, ya había sido destruido el cuerpo del pecado de la
muerte espiritual (Ro
6.6). El pecado había perdido su poder y también la enfermedad. En hebreo, Isaías
53.10 dice como sigue: “Con todo eso Jehová se deleitó en quebrantarlo; lo ha
hecho enfermo”. Dios hizo a Jesús pecado con nuestros pecados y lo enfermó con
nuestras
enfermedades. Y se complació en hacer eso por una razón: porque ello significaba
salud para el
hombre.
Cristo llevó nuestros pecados y sufrió la pena para que pudiéramos quedar libres
del pecado, de su
poder y de su juicio. Sobre la misma base Él llevó nuestra enfermedad y nuestros
dolores. Los llevó
para que pudiéramos ser libres y no tuviéramos que llevarlos nosotros. Dios lo hizo
el portador de
nuestro pecado y el portador de nuestra enfermedad. El que no conoció pecado
fue hecho pecado, y
el que no conoció enfermedad fue hecho enfermedad.
En el ministerio de Cristo, el Dios-Padre reveló que era Su voluntad sanar al
hombre físicamente.
Ahora, en la redención, Él quebranta el poder de la enfermedad sobre el hombre y
lo deja libre
poniendo enfermedad y dolencias sobre Cristo. Satanás, que tuvo la autoridad en
el imperio de la
muerte espiritual, fue reducido a la nada (He 2.14). En esa victoria, las dolencias y
la enfermedad,

174
obra de Satanás, fueron reducidas a la nada también. Por quebrantamiento de
Cristo, somos sanados
de la ley de la enfermedad.

V. La Sanidad en Nuestros Días

El ministerio de Cristo sobre la tierra tuvo un doble aspecto al afectar


constantemente el espíritu y el
cuerpo de los hombres. Su muerte tuvo también un doble aspecto al llevar
nuestros pecados y
enfermedades. Él es el mismo hoy, y el doble ministerio de bendición para el
espíritu y el cuerpo ha
continuado desde Su ministerio terrenal hasta nuestros días.
El llevó sobre sí la muerte espiritual del hombre para que éste tuviera vida, y en Su
Palabra proveyó
lo necesario para la salvación del hombre. Llevó también sobre sí las enfermedades
del hombre, y en
Su Palabra proveyó asimismo lo necesario para su salud.
En Marcos 16, El dio a Sus discípulos la Gran Comisión. Está para partir al lado del
Padre donde se
hará cargo de Su obra a Su diestra. Sus discípulos van a tomar Su lugar en la tierra.
Sus representantes
van a continuar Su ministerio; van a hacer lo que Él haría si continuara aquí. Por
eso, en Su Comisión
a un mundo por el cual Él murió, revela que habrá de continuar el doble ministerio.
Primero, la comisión es satisfacer las necesidades espirituales de1 hombre: “Todo
el que creyere y
fuere bautizado será salvo” (Mr 16.16). Todo hijo de Dios puede apropiarse para sí
esta parte de la
comisión donde se enseña que la fe en Cristo es esencial para la salvación, y que la
incredulidad lo
excluye a uno de ella.
Luego viene la segunda parte de la Comisión en Marcos 16.17: “Y estas señales
seguirán a los que
creyeren”. La palabra griega “creer” es la misma que se usa en el versículo 16,
excepto que una está

175
en singular y la otra en plural. ¿Qué derecho ha tenido alguno de separar estas
palabras de Cristo que
vienen inmediatamente después de la primera parte de la comisión?
¿Dónde, en Su Palabra, Él implicó que las primeras palabras se referían a todos los
hombres, y que
las últimas solamente a los cristianos del periodo apostólico? Ambas promesas
penden de la misma
raíz ‘creer’. El acto de creer lo lleva a uno a pertenecer a la familia de Dios. El
jugoso racimo de
promesas maravillosas que sigue pertenece a todos aquellos que creen, o a los
creyentes, según la
traducción literal.
El hombre se ha mantenido firme en la primera promesa porque supo cómo usarla;
y se ha deshecho
de la otra porque ignora cómo debe usarse. Cristo llevó las enfermedades del
hombre para que éste
no tuviera que llevarlas, y lo que Él preparó para la salud del hombre se encuentra
en esto: “En mi
Nombre... pondrán sus manos sobre los enfermos y sanarán”.
El ministerio de los discípulos bajo la dirección del Espíritu Santo, tuvo la misma
doble bendición
que el ministerio de Cristo. Una redención completa fue predicada por ellos; el
nuevo nacimiento
para el espíritu y la salud para el cuerpo. Las dos corrientes de bendición que
comenzaron desde el
ministerio personal de Cristo, corrientes de regeneración y de salud, han
continuado desde entonces,
al través del período apostólico y hasta el presente, dondequiera que los cristianos
se han atrevido a actuar de acuerdo con Su Palabra.
Nuestro derecho para sanar que nos fue otorgado en Su Redención, ha sido
investido con la autoridad
de Su Nombre. Hoy, Él espera confirmar esta Palabra tal y como la confirmó en los
días apostólicos
(Mr 16.20).

PREGUNTAS
1. Mencione las tres actitudes actuales con respecto a la sanidad.

176
2. Explique por qué la primera actitud es falsa.
3. Si la tercera actitud es correcta, demuestre por qué la segunda es falsa.
4. Explique claramente el origen de la enfermedad.
5. ¿Cómo revelan la vida y el ministerio de Cristo la actitud del Padre hacia la
enfermedad?
6. Mencione y explique algunos incidentes en el ministerio de Cristo que revelan
que la enfermedad
procedió del imperio de la muerte espiritual.
7. ¿Por qué una redención completa del dominio satánico debe incluir la salud?
8. ¿Por qué tenemos el derecho legal de ser sanados?
9. ¿Qué proveyó Cristo para la continuación de Su ministerio de sanidad?

Lección 27
EL SEÑORÍO DE CRISTO

Una de las verdades más vitales en esta revelación dada al hombre, es que
Jesucristo es el Señor de
todo. En nuestros días, en este Universo, Él tiene la posición de Señor. Su
ministerio como Señor es
tan importante, que no nos atrevimos a incluirlo en la lección 25, en la que
tratamos del ministerio
actual de Cristo. Conocer que Jesús es Señor, es esencial para una vida cristiana
victoriosa; por
consiguiente, vamos a dedicar dos lecciones completas a este estudio.
Como 700 veces en el Nuevo Testamento se le da a Cristo el título de “Señor”. Él ha
reconquistado
el Señorío sobre la creación perdido por Adán. Él es Señor sobre el pecado, sobre la
enfermedad,
sobre la muerte y sobre las fuerzas de la naturaleza. Él mantiene la más alta
posición en el universo.
Sin embargo, la verdad más grande y más dichosa, es que Él se convierte en el
Señor personal del
hombre. En lecciones anteriores hemos visto el derecho que el hombre tiene a la
justicia, a la vida
eterna, etc. En esta lección veremos que todo hombre tiene derecho legal a los
beneficios del Señorío
de Cristo.

177
Estudiaremos este asunto en cuatro divisiones. La primera, Satanás el señor; la
segunda, Cristo el
conquistador; la tercera, Cristo hecho Señor; y la cuarta, Cristo, Señor personal del
hombre.
En el bosquejo anterior tenemos la historia de la Redención en forma breve.

I. El Señorío de Satanás

La Palabra nos revela, y los hechos de la vida dan testimonio de ello, que Satanás
es el señor del
hombre natural, no redimido. Cristo manifestó que reconocía dicho señorío
cuando lo llamó el
príncipe de este mundo: “Porque viene el príncipe de este mundo; mas no tiene
nada en mí” (Jn
14.30).
En la revelación que Pablo recibió, Satanás es llamado el dios de este mundo. 2
Corintios 4.4, dice:
“El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les
resplandezca la luz
del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”. Satanás y sus
legiones son llamados los gobernadores espirituales de este mundo: “Porque no
tenemos lucha contra carne y
sangre, sino contra principados, contra potestades, contra señores del mundo,
gobernadores de estas
tinieblas, contra malicias espirituales en el aire” (Ef 6.12).
El hombre no redimido anda de acuerdo con las leyes de ellos: “En que en otro
tiempo anduvisteis
conforme a la condición de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del
aire, el espíritu que
ahora obra en los hijos de desobediencia” (Ef 2.2). No obstante, al principio,
Satanás no tuvo esta
autoridad sobre el género humano o la creación. Originalmente el hombre fue el
señor. Dios le entregó
el dominio sobre las obras de la creación haciéndolo participe con Él del gobierno
del Universo:
“Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree
en los peces de la

178
mar, y en las aves de los cielos, y en las bestias, y en toda la tierra, y en todo animal
que anda
arrastrando sobre la tierra” (Gn 1.26-31).
Todavía el hombre, aun en su estado más bajo y de sometimiento, lleva dentro de
sí rasgos de su
posición original como copartícipe de Dios en el gobierno del Universo. En sus
descubrimientos en
el terreno de la ciencia, en sus clasificaciones del conocimiento, en su comprensión
y uso de las
fuerzas de la naturaleza, ha demostrado su capacidad mental para asociarse con la
mente del Creador.
Aquel que una vez gobernó la creación todavía demuestra capacidad como
copartícipe de Dios en ese
gobierno, multiplicando y mejorando los productos de la vida animal y vegetal. Ha
hecho brotar las
aguas en abundancia; ha convertido los desiertos en jardines; su ser se ha
conmovido con las armonías
del sonido, de la forma y del color de toda la creación, y las ha reproducido en
oratorios, en el mármol,
en la tela y en la jardinería. Fue el rey con cetro de la naturaleza. Para él la tierra
fue creada y
convertida en un hogar.
Un solo hombre significa más para el corazón de Dios que todo el Universo. Con
todo, este hombre
obedeció la voz de Satanás, cometió alta traición y se convirtió en su súbdito.
Satanás deseaba
gobernar este mundo; codiciaba la posición que el hombre tenía, y la ganó
convirtiéndose en el señor
de éste. Se convirtió en el señor del hombre impartiéndole su naturaleza y
llegando a ser para el
hombre lo que Dios debió haber sido, su padre (Gn 2.15-17; 3.1-24).
Por la entrada de la muerte espiritual, que ya hemos estudiado antes, y por su
imperio sobre la
humanidad, Satanás ha gobernado como Señor (estudie otra vez con todo cuidado:
Ro 5.12-17 y
compare con He 2.14 acerca de “la autoridad de la muerte”).
¡Que diluvio de sufrimiento y de miseria ha traído el imperio de Satanás al corazón
del hombre! Al

179
hombre se le había entregado el dominio sobre las obras de la mano de Dios, y él
puso ese vasto
dominio en las manos de Satanás. De señor se convirtió en esclavo. Aun los reinos
animal y vegetal
han gemido bajo el señorío de Satanás (Ro 8.20-24).
Pero Dios no dejó al hombre en esta condición desesperada para sufrir
eternamente bajo el reinado
de Satanás. En presencia misma del crimen de alta traición de Adán, dio la
promesa de Uno que
legalmente quebrantaría el señorío de Satanás sobre el género humano (Gn 3.15-
18). Ya hemos
estudiado antes el significado completo de esta profecía.

II. Cristo, el Conquistador

Dios no podía anular lo que Adán había hecho y el hombre debía esperar hasta que
llegara el
libertador.
Cristo ha quebrantado el señorío de Satanás sobre el género humano. Ha reducido
por completo a la
nada a aquel que por siglos mantuvo la autoridad en el imperio de la muerte (He
2.14). Hay aquí
algunas cosas sobre las cuales deseamos llamar la atención. Cristo no redujo a la
nada a Satanás por
Sí mismo. Satanás nunca fue señor sobre Cristo. El Hijo de Dios que había existido
en la eternidad
sobre la misma base de igualdad con el Padre, no fue afectado por el crimen de
alta traición de Adán,
el cual convirtió a Satanás en el Señor de la humanidad (Fil 2.2-8).
Aun cuando Él se convirtió en hombre, estuvo libre del dominio satánico, porque
no fue engendrado
por procreación natural. Él era Dios Encarnado, y por razón de Su Divinidad
continuó siendo más
grande que Satanás y que sus gobernadores del mundo. Cristo dijo: “el príncipe de
este mundo viene, mas no tiene nada en mi” (Jn 14.30).
La encarnación de Cristo no estableció ningunas relaciones entre Él y Satanás. Su
humanidad no se

180
sometió al dios de este mundo. Tuvo la misma clase de humanidad que Adán tenía
antes de que
cometiera su crimen de alta traición. Por consiguiente, en la vida de Cristo sobre la
tierra, tenemos el
ejemplo de una vida libre del dominio satánico. Satanás le prestó obediencia: el
mal y las
enfermedades se doblegaron ante Él y todas las fuerzas de la naturaleza acataron
Sus mandatos.
Por lo tanto, podemos ver que Cristo no conquistó a Satanás por Sí Mismo. Lo
conquistó por causa
del hombre. Aunque estaba libre del dominio de Satanás y el hombre no, Cristo
pudo quebrantar el
poder de la enfermedad sobre la vida del hombre y echar fuera demonios, pero la
humanidad
permanecía dentro de la autoridad de Satanás. Los hombres necesitaban ser
liberados de su señorío.
Necesitaban ser liberados de su naturaleza, de la cual surgían el egoísmo, los celos,
el pecado, las
enfermedades y la rebelión contra Dios.
El señorío de Satanás sobre la humanidad y sobre el individuo, debía ser
quebrantado por un hombre;
por lo tanto, sobre la cruz, Cristo se identificó con la muerte espiritual, la
naturaleza de Satanás, y
como Uno unido a nosotros, conquistó a Satanás en favor del género humano: “Al
que no conoció
pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia
de Dios en él” (2Co
5.21).
Nosotros no entendemos la naturaleza exacta de ese combate, lo que sabemos es
que cuando Cristo
resucitó de entre los muertos como hombre, y en nuestro favor, arrojó de Sí a las
potencias y a los
principados que había vencido: “Y despojando los principados y las potestades, los
sacó a la
vergüenza en público, triunfando de ellos en sí mismo” (Col 2.15).
Ignoramos la naturaleza exacta de la traición de Adán por medio de la cual Satanás
se convirtió en

181
señor de la raza humana, pero no ignoramos que cuando Adán encaró a Dios en el
Jardín, ya su
naturaleza había sido cambiada; y en su vida dominaba un nuevo señor, Satanás.
Aunque no sabemos exactamente cómo, sí sabemos que un hombre coronó a
Satanás como Señor de
la raza humana: “Porque a mí es entregada y a quien quiero la doy” (Lc 4.6-12).
Igualmente, no
sabemos exactamente como; pero sí sabemos que un hombre, Jesucristo, por
medio de Su muerte y
Su resurrección destronó a este señor coronado por el hombre, Satanás.
Y cuando Cristo entró al Lugar Santísimo con Su propia sangre, Dios reconoció que
se había
verificado para la humanidad la completa redención de la autoridad y del dominio
satánico: “Mas por
Su propia sangre, entró una sola vez, por todas, en el santuario, habiendo obtenido
eterna redención
para nosotros” (He 9.12).
El primer hombre fue arrojado de la presencia de Dios porque Satanás se había
convertido en su
Señor, y la humanidad entera fue identificada en ese acto (Gn 3.22-24). Entonces
llegó el tiempo
cuando un hombre que fue hecho pecado y que había sido abandonado de Dios,
entró al Lugar
Santísimo y fue aceptado gozosamente, porque el imperio de Satanás sobre el
hombre había sido
reducido a la nada: “En la cual voluntad somos santificados por la ofrenda del
cuerpo de Jesucristo
hecha una sola vez” (He 10.10).
El hombre había sido santificado por la ofrenda de Cristo. Santificar significa
apartar, separar. El
hombre no solamente había sido libertado del dominio de Satanás, sino que
también había sido
apartado de la autoridad satánica como lo estaba Cristo antes de que fuera hecho
pecado. Se había
verificado la remisión de los pecados, resultado de la muerte espiritual: “Pues
donde hay remisión de
éstos, no hay más ofrenda por pecado” (He 10.18).

182
Y el hombre fue declarado perfecto delante de Dios: “Porque con una sola ofrenda
hizo perfectos
para siempre a los santificados” (He 10.14). Cuando Cristo fue aceptado y se sentó
en el Lugar
Santísimo a la diestra de Dios, toda la humanidad se sentó también con Él (Ef 2.5-
6). Cristo es el
conquistador porque ha quebrantado el señorío de Satanás sobre el hombre: “Así
que, por cuanto los
hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para
destruir por la muerte
al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, al diablo” (He 2.14).

Cristo, Coronado Señor

Por esta victoria como hombre sobre Satanás, Dios ha coronado a Jesús como
Señor. Cuando Cristo
se levantó de entre los muertos, se levantó sobre todo gobierno, autoridad, poder
y dominio (Ef 1.12-
22). Estos “gobiernos”, “autoridades” y “dominios” eran de Satanás. Ahora bien,
Cristo fue exaltado
no por Sí mismo sino por el hombre, pues Él siempre fue grande.
Su victoria consistió en lograr la completa liberación del hombre, del yugo, de la
tiranía, del poder y
del dominio que Satanás ejercía sobre su vida. El dominio que una vez tuvo el
hombre no le fue
devuelto directamente a él a fin de que no lo perdiera otra vez. Es decir, el señorío
perdido le fue
entregado a Cristo; Él lo retiene para el hombre. Dios hizo a Cristo Señor: “Sepa,
pues,
ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros
crucificasteis, Dios le ha
hecho Señor y Cristo” (Hch 2.36).
El Ángel dijo: “Venid, ved el lugar donde el Señor fue puesto” (Mt 28.6). Cristo, el
Hijo del hombre,
se había levantado de entre los muertos y había quebrantado el señorío de
Satanás: “Y cuál aquella
supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, por la
operación de la

183
potencia de su fortaleza, la cual obró en Cristo, resucitándole de los muertos, y
colocándole a su
diestra en los cielos, sobre todo principado, y potestad, y potencia, y señorío, y
todo nombre que se
nombre, no sólo en este siglo, mas aun en el venidero” (Ef 1.19-21).
Dios le corona Señor cuando le da un Nombre que es sobre todo nombre y le
confiere con él la
autoridad de Su conquista: “Por lo cual Dios también le ensalzó a lo sumo, y le dio
un nombre que
es sobre todo nombre; para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los
que están en los
cielos, y de los que en la tierra, y de los que debajo de la tierra; y toda lengua
confiese que Jesucristo
es el Señor, para la gloria de Dios Padre” (Fil 2.9).
Todo lo que Él es, como Señor, lo es para nosotros, porque la autoridad de Su
señorío le ha sido
conferida en Su Nombre, y ese Nombre es nuestro, como lo hemos visto en
lecciones anteriores. Él
ha sido hecho Señor por causa de nosotros: “Y sometió todas las cosas debajo de
Sus pies, y lo dio
por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es Su cuerpo, la plenitud de
Aquel que hinche
todas las cosas en todos” (Ef 1.22-23).

PREGUNTAS
1. Mencione tres pasajes de las Escrituras que muestren que Satanás es el Señor
del hombre natural,
no redimido.
2. ¿Cómo adquirió Satanás su autoridad sobre el hombre?
3. ¿En qué forma el hombre muestra todavía rasgos de su posición original como
copartícipe con
Dios en el gobierno del universo?
4. Demuestre claramente por qué Cristo no tuvo que conquistar a Satanás por Sí
Mismo.
5. ¿Qué pasaje de las Escrituras muestra que Satanás nunca tuvo dominio sobre
Cristo?
6. Explique Hebreos 2.14.

184
7. ¿Qué revela Colosenses 2.15?
8. ¿Qué significado hay en el hecho de que Dios aceptó la sangre de Cristo cuando
entró al Lugar
Santísimo?
9. Explique Filipenses 2.9-11.
10. ¿Estudió usted con todo cuidado cada pasaje de las Escrituras en esta lección?

Lección 28

EL SEÑORÍO DE CRISTO
(Continuación)

Continuamos en esta lección nuestro estudio sobre el Señorío de Cristo. En la


lección anterior
aprendimos que Dios había hecho a Jesús Señor: “Sepa pues ciertísimamente toda
la casa de Israel,
que a este Jesús que vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hch
2.36). En esta
lección estudiaremos a Cristo como nuestro Señor personal. Veremos lo que Su
Señorío significa para
nosotros en lo personal.
Él había muerto como el Cordero de Dios. Había sido crucificado en debilidad:
“Porque aunque fue
crucificado por flaqueza, empero vive por potencia de Dios” (2Co 13.4). Cuando
resucitó, resucitó
como Señor.
En su muerte fue como un cordero, conducido al matadero. Por la opresión y por el
juicio fue quitado.
Sin embargo, se levantó de entre los muertos como conquistador absoluto.
Derrotó a Satanás, quien
tenía el señorío sobre el hombre. Lo conquistó delante de sus legiones, delante de
sus siervos, en la
región tenebrosa de los condenados; y en ese lugar terrible se levantó como el
Vencedor y Señor
absoluto. Y el permanece hoy, delante de los tres mundos, el cielo, la tierra y el
infierno, como el
Vencedor absoluto del antiguo enemigo del hombre (He 2.14).

185
No nos maravilla el que, recién obtenidas Sus victorias, haya dicho a los discípulos:
“Toda potestad
me es dada en el Cielo y en la tierra” (Mt 28.18). Él se levantó como Señor, y hoy
no existe potestad
en el cielo, en la tierra o en el infierno, que no se doblegue ante la autoridad de Su
Nombre (Fil 2.9-
10).

I. La Necesidad de Su Señorío

La necesidad personal que tiene el hombre del señorío de Cristo es hoy


prácticamente una verdad
ignorada. Como regla general, se le enseña al hombre no salvado que necesita el
perdón de sus
pecados. Lo que en realidad necesita el hombre no salvado, es un nuevo Señor, un
nuevo Maestro. El hombre natural vive esclavo del pecado y en rebeldía contra
Dios porque Satanás es el Señor de su
vida.
El crimen de Adán consistió en entregarse al señorío de Satanás. Satanás es el
señor en el imperio de
la muerte espiritual: “...al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (He
2.14). La
humanidad se identificó con Adán en su crimen de alta traición (Ro 5.12), y como
resultado de tal
identificación quedó sometida al señorío personal de Satanás.
El hombre vive en el imperio de la muerte espiritual porque Satanás es el señor de
su vida. Toda
exigencia del hombre, sea material, física, mental o espiritual, se centraliza en el
señorío de Satanás
sobre su vida. Todo sufrimiento humano es el resultado del señorío satánico sobre
la humanidad. El
sufrimiento humano puede ser causado por la crueldad y el egoísmo de los demás,
por nuestros
propios pecados, por la enfermedad, por las circunstancias, pero todo eso
pertenece al imperio
satánico.

186
Por lo tanto, la dificultad del hombre se centraliza en la necesidad de un nuevo
Señor. Satanás es un
capataz cruel. Él es quien destruye el alma y el cuerpo en el infierno (Mt 10.28). El
hombre necesita
un Señor-Amor, un Maestro-Amor. El propósito de la lección previa fue demostrar
que sobre bases
legales, el Hijo de Dios destronó a Satanás de su posición como señor del hombre y
como dios de
este mundo: “Para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es a
saber, al diablo,
y librar a los que por el temor de la muerte estaban por toda la vida sujetos a
servidumbre” (He 2.14-
15).
Otra traducción del griego dice así: “Para que Él paralizara a aquel que tuvo la
autoridad de la muerte”.
Las Escrituras son claras al respecto y afirman, que el cruel amo del hombre fue
reducido a la nada.
Todo hombre y toda mujer no salvados que vivan en la esclavitud de la muerte
espiritual, tienen el
derecho legal al Señorío Amoroso de Cristo sobre su vida. El Señorío de Cristo
significa una nueva
naturaleza, una nueva Familia, un nuevo Padre, Cristo murió y resucitó para poder
satisfacer la
necesidad del hombre de un nuevo Señor: “Porque Cristo para esto murió y
resucitó: y volvió a vivir,
para ser Señor así de los muertos como de los que viven” (Ro 14.9).
¡Qué mensaje tan jubiloso, qué nuevas tan alegres tenemos que comunicar al
mundo no salvado! ¡El
mensaje de este nuevo Señor para el hombre! “Porque el mismo que es Señor de
todos, rico es para
con todos los que le invocan” (Ro 10.12). Toda necesidad del hombre puede ser
satisfecha de acuerdo
con las riquezas en gloria en Cristo Jesús. Como la Escritura continúa: “Porque todo
aquel que
invocare el nombre del Señor, será salvo” (Ro 10.13). Por un simple acto en que el
hombre invoque
a este nuevo Señor, el poder y la autoridad de Satanás, el antiguo señor, serán
quebrantados en su

187
vida. Pero, “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo
creerán a aquel de
quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” (Ro 10.14).
Seamos, pues, fieles
en dar a conocer el Señorío de Cristo.

II. Confesar Su Señorío, el Camino a la Salvación

Siendo que la necesidad del hombre solo puede ser satisfecha por el Señorío de
Cristo sobre su vida,
la confesión de ese Señorío es el camino a la salvación. La redención es toda de
gracia. Es la obra de
Dios, no del hombre: “Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de
Dios. No por obras, para que nadie se gloríe” (Ef 2.8-9).
Lo único que le corresponde hacer al hombre es confesar el Señorío de Cristo. Es
este el más alto
orden de arrepentimiento. El arrepentimiento no consiste en llorar o gritar por los
pecados cometidos
en el pasado. Un hombre puede entristecerse por la manera en que ha vivido; no
obstante el imperio
del pecado es el resultado del señorío satánico sobre su vida. El arrepentimiento es
algo mucho más
profundo que eso. El arrepentimiento es volverse del dominio de Satanás, al
Señorío de Cristo. Es
confesar ante los hombres y ante los demonios que estamos siguiendo a un nuevo
Señor y que lo
estamos aceptando en nuestra vida.
En el momento en que alguno invita a Jesús como el Señor de su vida, la autoridad
de Satanás se
reduce a la nada y él es liberado de la esclavitud satánica. Para el hombre que sabe
cuál es su lugar en Cristo, Satanás es como nada, como si no existiera (He 2.14).
Cuando un hombre confiesa el
Señorío de Cristo, pasa de la autoridad de Satanás a la autoridad de Cristo: “Quién
nos ha librado de
la potestad de las tinieblas y trasladado al reino de su amado Hijo” (Col 1.13).

188
He aquí lo que acontece en la vida de un hombre cuando confiesa el Señorío de
Cristo: Es trasladado
de la potestad de las tinieblas al reino de nuestro Señor Jesucristo. Eso significa
que la muerte
espiritual es erradicada de su espíritu. Termina la esclavitud de Satanás. Recibe la
naturaleza de Dios
cuando recibe a Cristo, Se convierte en un Hijo de Dios (Jn 1.12). Un gobernante-
amoroso es suyo
ahora. Se encuentra ya en la familia de Dios y en el reino de Cristo.
Ahora podemos darnos cuenta del por qué el confesar el Señorío de Cristo es el
camino a la salvación.
Miles habrían sido salvados de años de sufrimiento si hubieran sabido esto. El
confesar el Señorío de
Cristo es muy sencillo. Es decir simplemente: “Acepto a Jesucristo como mi Señor y
le invito ahora
mismo a entrar a mi vida”.
Se nos dice en Romanos 10:9-10: “Porque si confesares con tu boca a Jesús por
Señor, y creyeres
en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; pues con el
corazón se cree para
justicia, y con la boca se confiesa para salvación”.
“Con la boca se confiesa para salvación”. Dios está atento a Su Palabra para
realizarla. Cuando un
individuo actúa de acuerdo con ella, confesando el Señorío de Cristo, Dios le
imparte Su propia Vida
y Naturaleza. Su confesión del Señorío de Cristo es el camino al nuevo nacimiento,
el camino a la
Salvación.

III. Los Beneficios del Señorío de Cristo

Así como toda necesidad espiritual del hombre se centralizaba antes en el señorío
de Satanás sobre
su vida, así toda bendición espiritual se centraliza ahora en el Señorío personal de
Cristo sobre la vida
del creyente: “Bendito el Dios y Padre del Señor nuestro Jesucristo, el cual nos
bendijo con toda

189
bendición espiritual en lugares celestiales en Cristo” (Ef 1.3). La persona que ha
aceptado a Jesús
como Señor, es bendecida con toda bendición espiritual.
El verdadero hombre es el espíritu. Toda condición de empobrecimiento en la
humanidad ha sido el
resultado de la muerte espiritual en el espíritu del hombre. Ser bendecido con toda
bendición
espiritual, significa unión con la Divinidad, ser llevado de nuevo al reino de Dios, al
reino de la
omnipotencia. Esto trae como resultado la satisfacción de toda necesidad del
hombre, sea mental,
física o material.
El Señorío de Cristo sobre la vida de un individuo significa que el pecado y la
enfermedad concluyen.
Para el hombre que entiende lo que significa el Señorío de Cristo, el pecado y la
enfermedad dejan
de ser problemas. El Señorío de Cristo significa libertad del imperio del pecado.
Esta revelación
Divina que nosotros tenemos nos da una clara comprensión del problema del
pecado, de su origen,
de su dominio sobre el hombre y de su destrucción.
La Palabra nos enseña que el pecado entró al mundo por un hombre (Ro 5.12).
Romanos 7 nos deja
oír el grito sin esperanza de un hombre espiritualmente muerto que desea
liberarse de la esclavitud
del pecado. Esta fue la experiencia de Pablo antes de nacer de nuevo. Su mente
había sido
desadormecida por la ley, pero el pecado que moraba en él, le impedía observarla
por completo (Ro
7.7-24). El testimonio de Pablo demuestra que él era carnal, vendido al pecado o
esclavo del pecado
(Ro 7.14).
Apareció entonces un Hombre con el propósito de quitar el pecado: “Y sabéis que
Él se ha
manifestado para quitar los pecados, y en Él no hay pecado” (1Jn 3.5, Versión
A.F.E.B.E.). Él fue
sin pecado. No conoció pecado (2Co 5.21). Nunca antes había conocido sus dolores
ni su dominio.

190
Nunca había pasado por la experiencia de Pablo. Pero ahora Jesucristo fue hecho
pecado: “Dios le
hizo pecado por nosotros” (2Co 5.21).
Luego Él murió al pecado. Romanos 6.10 (Versión Española A.F.E.B.E.) dice: “La
muerte no tiene
dominio sobre Él. Porque el morir suyo fue un morir al pecado de una vez para
siempre”. Él quitó el
pecado: “De otra manera sería necesario que hubiera padecido muchas veces
desde el principio del mundo: mas ahora una vez en la consumación de los siglos,
para deshacer el pecado se presentó por
el sacrificio de sí mismo” (He 9.26).
Quitó el pecado y lo dejó como si nunca hubiera existido y ahora en Él no hay
pecado (1Jn 3.5). Y
continúan las Escrituras en el versículo seis: “Cualquiera que permanece en Él, no
peca”. El Señorío
de Cristo significa una total unidad con Él. Significa una unión tan íntima, que la
cohesión de la vid
y los pámpanos fue usada por el Espíritu Santo, como una ilustración de ella. Para
Cristo el pecado
no tiene poder. Él es nuestro Señor. El pecado no tiene poder sobre nosotros como
no lo tiene sobre
Cristo. Reconocer plenamente el Señorío de Cristo es aceptar que el pecado no
tiene ya poder sobre
nosotros.
La tentación para pecar es una fanfarronada del adversario. Hay que tratarla como
tal. Durante Su
ministerio, Cristo no se preocupó por el pecado o por el poder de éste sobre Su
vida. El dijo: “El
príncipe de este mundo viene, mas no tiene nada en mí” (Jn 14.30). Cristo ha
destruido las obras de
Satanás en el corazón del hombre. Esto significa que el pecado ha perdido
totalmente su poder sobre
la nueva creación, porque el pecado tiene su origen en Satanás: “El que hace
pecado es del diablo,
porque el diablo peca desde el principio; para esto apareció el Hijo de Dios, para
deshacer las obras
del diablo” (1Jn 3.8).

191
Si el pecado tiene su origen en Satanás, y si Satanás ha sido reducido a la nada,
podemos fácilmente
entender que las obras de Satanás han sido destruidas y que ya no tiene ningún
poder sobre la nueva
creación. Empero, cabría preguntar: ¿Qué es el pecado para la nueva creación?
Pecado es todo aquello que nos impide andar en compañerismo con el Padre y el
Señor. 1 Juan 1.5-
10 nos revela que aquello que impide que andemos en la luz es el pecado. Andar
en la luz significa
“andar en la luz de Su Palabra”. El Salmo 119.105 declara: “Lámpara es a mis pies
Tu Palabra, y
lumbrera a mi camino”. La Palabra, nuestra Luz, nos revela nuestro lugar en Cristo,
nuestros
privilegios y nuestras responsabilidades. Nos revela nuestro lugar de victoria en
Cristo.
Andar en la luz de Su Palabra es andar en nuestros privilegios y responsabilidades.
El pecado, por
consiguiente, es todo aquello que motiva que la nueva creación ande en fracasos y
debilidades ante
la realidad de que Cristo ha sido hecho nuestra fortaleza. La incredulidad que nos
aparta del reposo y
de la quietud en Él, es pecado; porque “todo lo que no es de fe, es pecado” (Ro
14.23).
Ya hemos visto que el pecado, cualquiera que sea la forma en que aparezca, no
tiene poder sobre la
nueva creación. El Cuerpo de Cristo debe comprender esto librándose de los
engaños del adversario:
“Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera” (2Ts 3.16). Cristo es
el único que puede darnos paz.

PREGUNTAS
1. Describa el Señorío de Satanás sobre el hombre no redimido.
2. ¿Qué clase de nuevo señorío necesitó el hombre?
3. Demuestre cómo todo hombre tiene derecho legal al Señorío de Cristo.
4. Explique por qué es necesario confesar el Señorío de Cristo para ser salvos.
5. ¿Qué experiencias personales nos da Pablo en el capítulo siete de Romanos?
6. Explique claramente por qué el pecado deja de ser un problema para la nueva
creación.

192
7. Diga cómo la enfermedad no tiene poder sobre la nueva creación.
8. ¿Por qué el Señorío de Cristo significa ser liberado de toda necesidad?
9. Explique 2 Tesalonicenses 3.16.
10.¿Buscó usted y estudió cuidadosamente cada uno de los pasajes mencionados
en esta lección?

Lección 29

LA LEY DE LA NUEVA CREACIÓN

Nuestras dos últimas lecciones trataron del Señorío de Cristo quien es la Cabeza de
la nueva creación:
“Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito
de los muertos,
para que en todo tenga el primado” (Col 1.18).
Ya hemos visto que el Señorío de Cristo, nuestra Cabeza, sobre el pecado, sobre la
enfermedad, sobre
Satanás y sobre las circunstancias, significa que somos libres de todo eso como Él
lo es. El Señorío
de Cristo significa que el pecado y la enfermedad ya no son problemas, y ya no
existen para la nueva
creación. No hay necesidad de más luchas con el pecado, de más batallas con el
adversario; sólo
tenemos que actuar sobre la Palabra de Dios.
Al estudiar la historia de la iglesia nos damos cuenta de cuán poco han entendido
de la redención los
grandes conductores espirituales. Durante el periodo de 1,000 años, que duró la
época del
oscurantismo, se perdió, para la iglesia, el significado de la redención en Cristo
independientemente
de las obras. Tal confusión ha ejercido su influencia sobre nosotros desde la época
de la Reforma
hasta nuestros días, hasta el punto de que ha sido difícil para la iglesia comprender
verdaderamente
la redención.
Al leer cualquier libro sobre las experiencias de cristianos famosos del pasado,
podemos ver cómo el

193
problema del pecado y de la debilidad dominaba en su vida, y cuán poco
comprendían la redención.
En el mensaje contenido en la redención, Dios enfáticamente declara que el
problema del pecado ha
sido liquidado. Nos muestra de una vez por todas que Cristo quitó el pecado y que
no hay más
necesidad de ofrenda por el mismo. Él está satisfecho con Su Obra en Cristo (lea y
estudie
cuidadosamente los siguientes pasajes: Hebreos 9.12, 26; 10.10, 14, 18).
La iglesia ha estado luchando con el problema del pecado a pesar de que Dios nos
declara en Su
Palabra que Él ya lo ha resuelto, y que ya no hay necesidad de más ofrenda por el
pecado, y que ya
no es necesario preocuparse por él.
Dios nos muestra que la nueva creación queda liberada aun de la conciencia de
pecado. Nótese lo que
dice Hebreos 10.1-3: “Porque la. ley, teniendo la sombra de los bienes venideros,
no la imagen
misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios, que ofrecen
continuamente cada año, hacer perfectos a los que se allegan. De otra manera
cesarían de ofrecerse, porque los que tributan
este culto, limpios de una vez, no tendrían más conciencia de pecado”.
Nótese que la Palabra declara que los sacrificios bajo el Antiguo Pacto no
perfeccionan a los que los
ofrecen. Nos dice que si fuera así, los adoradores habrían sido libertados de la
conciencia de pecado.
Por consiguiente, Dios no estaba satisfecho (léase He 10.5, 14) y envió a Su Hijo
para que hiciera lo
que la ley y sus sacrificios, no podían hacer; es decir, perfeccionar a aquellos que
ofrecían dichos
sacrificios. Él declara en el versículo 14: “Porque con una sola ofrenda hizo
perfectos para siempre
a los santificados”. Él ha perfeccionado a la nueva creación por una redención
eterna y completa:
“Mas por Su propia sangre, entró una sola vez por todas en el santuario, habiendo
obtenido
redención eterna” (He 9.12).

194
El ha hecho libre a la nueva creación aun de la conciencia de pecado. Satanás ha
hecho a la iglesia
consciente de pecado cuando debiera haber estado consciente de amor. Con la
mente ocupada en el
problema del pecado, la iglesia ha perdido su verdadero objetivo. Con una mente
gobernada por la
conciencia de pecado, la iglesia ha fracasado en tener la mente de Cristo.

I. La Cuestión del Amor

Hay solamente una cuestión importante para la nueva creación, y es “andar en


amor”. Hay solamente
una ley que gobierna a la nueva creación, la Ley del amor. Hay un mandamiento
que ha recibido, el
mandamiento del amor: “Un nuevo mandamiento os doy, que os améis unos a
otros; como os he
amado, que también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos que
sois mis discípulos,
si tuviereis amor los unos con los otros” (Jn 13.34-35).
El único problema que la nueva creación tiene se nos da en Filipenses 2.5-6: “Haya,
pues, en
vosotros, este sentir que hubo también en Cristo Jesús; el cual, siendo en forma de
Dios, no tuvo por
usurpación ser igual a Dios; sin embargo, se anonadó a Sí mismo, tomando forma
de siervo, hecho
semejante a los hombres; y hallado en la condición como hombre se humilló a Sí
mismo, hecho
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.
El autor de la epístola nos manifiesta aquí, que espera que la nueva creación tenga
la misma mente
de Cristo. Esto revela una redención completa. El Dios omnipotente del universo
está diciendo: “Os
he redimido tan completamente del pecado, de la debilidad, de la enfermedad, de
las circunstancias y
de todas las obras del adversario, que espero que vosotros tengáis la misma mente
de mi Hijo. Como
el hombre piensa en su corazón, así es”.

195
Él nos está diciendo: “Yo deseo que vosotros penséis como piensa mi Hijo: que
seáis como Él es; que
viváis como Él viviría si estuviera en vuestro lugar; que actuéis como Él actuaría;
que seáis como Él
sería”. “Que haya en vosotros la misma mente que hubo en Cristo Jesús”. Este es el
problema que la
nueva creación encara; la mente de Cristo se manifestó en una actitud de amor y
humildad. Nosotros
sabemos lo que es el amor por la revelación de Su vida: “En esto hemos conocido
el amor, porque Él
puso Su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los
hermanos” (1Jn
3.16).
Él existió en forma de Dios. Todo lo que Dios era, Él fue. Él era la misma imagen de
Su substancia
(He 1.3). Él pensó como Dios pensó. Vivió como Dios vivió. Amó como Dios amó.
Existió en forma
de Dios. Él era tan perfectamente uno con Dios, que dijo a Felipe: “El que me ha
visto ha visto al
Padre” (Jn 14.9).
El realmente dijo esto: “Felipe, durante los tres años que ustedes han estado
conmigo, han visto al
Padre, la misma substancia de Su Naturaleza. En mis actos, han visto los actos del
Padre; en mis
palabras han escuchado la palabras del Padre; en Mí, han visto al Padre, porque Él
y Yo somos uno”.
Jesús existió en forma de Dios. Todo lo que la palabra “Dios” significa, Él lo fue.
Vivió en absoluta
igualdad con Él. Nuestra mente no puede comprender todo el significado de la
palabra “Dios”, porque
somos hechura de Su mente y de Sus manos, pero “los cielos declaran la gloria de
Dios; y el
firmamento nos muestra la obra de Sus manos” (Sal 19.1).
Nosotros estudiamos el Universo que nos rodea conscientes de que éste es la obra
de Sus manos. La grandeza del universo está más allá de nuestra comprensión.
Nosotros no podemos sondear la
distancia de las estrellas que se encuentran a quintillones de kilómetros de
nosotros. Sabemos que el

196
Creador de esta inmensa obra es más grande todavía. Sabemos que en los
dominios del átomo
invisible se manifiesta el mismo orden inteligente que gobierna el Universo de las
estrellas. Y
sabemos que el Creador es tan inteligente como el orden inteligente de la
creación.
El Universo contiene personas que piensan, sienten, aman, sufren, seleccionan y
determinan. Y
sabemos que el Creador de estos seres personales debe ser personal también. La
Palabra “Dios” eso
mismo significa para nosotros. Todo lo que significa eso es Él. Él es un Dios de
amor, y el amor, lo
obligó a hacer lo siguiente: se despojó de Su gloria. Él, que era igual a Dios, tomó la
forma de siervo.
Fue hallado en la condición y semejanza de hombre. Cambió la forma de Dios por
la forma de un
hombre.
Él, el Creador, tomó la forma de la obra de Sus manos; Él, el Creador, se despojó y
se limitó hasta el
grado de que vivió y anduvo en Su propia Creación. Él, por quien había sido creado
este vasto e
inconmensurable Universo, vino a habitar en este pequeño planeta; nuestra tierra.
Luego, se humilló
a Sí mismo, se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Y Él, que era tan
santo como Dios,
tan intocable por el pecado como Él, fue hecho pecado (2Co 5.21).
El sufrimiento divino causado a Cristo cuando fue hecho pecado, es único. No tiene
analogía. No
podemos medirlo con nada de lo que conocemos. El Pecado de Adán, la naturaleza
pecaminosa que
pasó a todos los hombres, todo lo terrible de ello traspasó el corazón de Dios
mismo.

II. La Fe de Cristo en el Amor

Nos preguntamos, ¿por qué lo hizo así? ¿Por qué tan tremendo sacrificio hecho por
Uno tan grande?

197
La respuesta es: el Hijo de Dios creyó en el amor. Dios es amor. En esto se
manifestó Su amor:
“Porque Cristo, cuando aún éramos flacos, a su tiempo murió por los impíos.
Ciertamente apenas
muere alguno por un justo; con todo podrá ser que alguno osara morir por el
bueno. Mas Dios
encarece Su caridad para con nosotros, porque siendo aún pecadores, Cristo murió
por nosotros”
(Ro 5.6-8). “Porque Cristo no se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito:
Los vituperios
de los que te vituperan cayeron sobre mí” (Ro 15.3).
Los reproches del hombre que había reprochado a Dios, cayeron sobre Él. Los
pecados del hombre
que había pecado contra Dios, cayeron sobre Él. El juicio del hombre cayó sobre Él.
Las
enfermedades, las debilidades del hombre cayeron sobre Él. En esto se manifestó
Su amor. El Hijo
de Dios encaró el problema del pecado, la entrada de éste en el mundo por el
crimen de alta traición
de Adán, y su imperio sobre el género humano.
El sabía que por el sacrificio de Sí mismo podría quitar el pecado. Sabía que podría
sufrir en lugar
del hombre. Sabía que podría reducir a Satanás a la nada en favor del hombre. Él
creía en el amor y
obedeció los dictados del amor. Él conocía la recompensa del amor. Sabía que
experimentaría gran
gozo cuando el amor hubiera triunfado. Conocía los frutos que el amor recogería.
Sabía que el amor
habría de triunfar.

III. El Problema de la Nueva Creación

Ahora el problema, la cuestión que la nueva creación encara, es el mismo


problema que Cristo encaró.
El hombre que se ha convertido en una nueva creación en Cristo, encara la
necesidad del hombre

198
espiritualmente muerto. No le es dado el morir por otros como lo hizo Cristo, pero
su lugar es tan
esencial como lo fue el de Cristo. A la nueva creación se ha encomendado el
mensaje de la redención
para entregarlo a la humanidad: “Y todo esto es de Dios, el cual nos reconcilió a sí
por Cristo, y nos
dio el ministerio de la reconciliación; porque ciertamente Dios estaba en Cristo
reconciliando el
mundo a sí, no imputándole sus pecados, y puso en nosotros la palabra de la
reconciliación; así que,
somos embajadores en nombre de Cristo” (2Co 5.18-19).
La obra de Cristo fue la de efectuar la reconciliación entre Dios y el hombre: “Y por
él reconciliar
todas las cosas a sí, pacificando por la sangre de su cruz, así lo que está en la tierra
como lo que está en los cielos... En el cuerpo de su carne por medio de muerte,
para haceros santos, y sin mancha,
e irreprensibles delante de él” (Col 1.20, 22).
Efesios 2.11-22 también muestra Su reconciliación entre Dios y el hombre. Dios
estaba en Cristo
reconciliando al mundo a Sí, pero nos ha encomendado a nosotros, los nuevos
hombres en Cristo, el
mensaje de la reconciliación. Cristo creyó en el amor e hizo Su parte.
Aparentemente la redención
había fracasado. Cuán pocos han sido alcanzados con el mensaje de la
reconciliación. Pero Dios no
ha fracasado y Cristo tampoco. Es el Cuerpo de Cristo (Su iglesia) el que ha fallado
en llevar el
mensaje de la redención a la humanidad. Si el Cuerpo de Cristo hubiera sido de la
misma mente de
Cristo, la historia del mundo habría sido diferente.
Pablo vio el problema real que encara la nueva creación y nos lo menciona en 2
Corintios 5.13-14:
“Porque si estamos locos, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros.
Porque el amor de
Cristo nos constriñe, pensando esto: Que si uno murió por todos, luego todos son
muertos”. Pablo
creyó en el amor a tal grado, que lo tomaron por loco. La respuesta de Pablo fue:
“El amor de Cristo

199
ha tomado posesión de mi corazón. Comprendo que la muerte de Cristo fue la
muerte de todos”. El
mismo amor que movió a Cristo a morir por el hombre, constriñó el corazón de
Pablo y lo obligó a
vivir por los demás.
La actitud del amor hacia nuestros semejantes es esta: “Los amo como si yo
hubiera muerto por ellos”.
El amor nos hará embajadores tan ansiosos de ganar hombres como si hubiéramos
muerto por ellos
para lograr la reconciliación. Pablo había captado la visión del amor. El gran
imperio romano fue
evangelizado en gran parte por sus esfuerzos. Pablo creyó en el amor y se fue al
mundo pagano como
embajador de Cristo, totalmente consciente de que su mensaje sería una ofensa
para los judíos, locura
para los griegos y un hazmerreír para los romanos.
No obstante, él sabía que sólo el mensaje de la reconciliación en Cristo satisfaría la
necesidad del
hombre. El testimonio del amor es el siguiente: “Y yo con todo gusto gastaré y me
desgastaré
enteramente por vuestras almas” (2Co 12.15 Versión A.F.E.B.E.). Dios está
diciendo: “Yo deseo
que vosotros améis como mi Hijo amó. Vosotros podéis hacerlo porque somos
uno. Mi naturaleza es
vuestra; mi amor es vuestro”. Nos está pidiendo que nos rindamos al Señorío de Su
amor dentro de
nosotros: “Porque el amor de Dios está derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo que
nos es dado” (Ro 5.5).
Efesios 3.16-19 es nuestro, “Que os dé conforme a la riquezas de Su gloria, el ser
corroborados con
potencia en el hombre interior por Su espíritu. Que habite Cristo por la fe en
vuestros corazones:
para que, arraigados y fundados en amor, podáis bien comprender con todos los
santos cuál sea la
anchura y la longitud y la profundidad y la altura y conocer el amor de Cristo, que
excede a todo
conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”.

200
Él nos llena con Su plenitud para que podamos amar como Él ama. En Romanos
15.1-3 se nos enseña
la actitud del amor: “Así que, los que somos más firmes debemos sobrellevar las
flaquezas de los
flacos, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su
prójimo en bien, a
edificación. Porque Cristo no se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito:
Los vituperios de
los que te vituperan, cayeron sobre mí”.
El amor lleva las debilidades del débil como si fueran suyas. Cristo no se agradó a Sí
mismo, sino
que llevó los pecados, las enfermedades y el juicio de los demás. El amor no critica
ni condena, pero
sí obliga a que la nueva creación en Cristo ore por el que está dominado por el
pecado como si él
mismo hubiera sido hecho pecado por su prójimo. El amor nos constreñirá a orar
por los enfermos
como si nosotros fuéramos los que habríamos de sufrir sus enfermedades y sus
dolores. Amar, es
tener la mente de Cristo. El nuevo hombre en Cristo, que toma el lugar de Cristo,
tiene una deuda de
amor con la humanidad: “No debáis a nadie nada, sino amaros unos a otros” (Ro
13.8). Es este el
problema que la nueva creación encara, la deuda de amor que tenemos con la
humanidad.

PREGUNTAS
1. ¿Por qué la iglesia no ha podido ver una redención completa?
2. Cite y explique algunos pasajes donde se demuestre que Dios considera resuelto
el problema del
pecado.
3. ¿Por qué la iglesia perdió de vista el verdadero problema que la nueva creación
encara?
4. Dé una explicación de Filipenses 2.5-6.
5. ¿Cuál es la obra encomendada al Cuerpo de Cristo?
6. ¿Cual es el significado de la confesión de Pablo en 2 Corintios 5.14?
7. ¿Cuál es la actitud del amor hacia los perdidos y los enfermos?

201
8. ¿Como hizo Dios posible para nosotros el amar como Cristo amó?
9. Explique Romanos 13.8.

Lección 30

LA LEY DEL AMOR

En nuestra última lección, vimos que el mayor problema que la nueva creación
encara es el problema
del amor. Veremos ahora por qué es así. Dios es amor (1Jn 4.8). El nuevo
nacimiento que convierte
al hombre en una nueva creación, consiste en recibir la naturaleza de Dios.
Consiste en recibir esta
naturaleza de amor. Por lo tanto, el Espíritu Santo nos dice lo siguiente: “Carísimos,
amémonos unos
a otros; porque el amor es de Dios. Cualquiera que ama es nacido de Dios, y
conoce a Dios. El que
no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor” (1Jn 4.7-9).
La prueba del nuevo nacimiento es la prueba del amor: “Nosotros sabemos que
hemos pasado de
muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano está
en muerte” (1Jn 3.14). Estas son expresiones escudriñadoras de la verdad. Él nos
dice que si un hombre ama, ha sido
engendrado de Dios, le conoce; y que un hombre que no ama, no importa cuál sea
su profesión
religiosa, permanece en muerte espiritual y se halla alejado de Dios.
Si no fuera por el conocimiento del vocablo griego usado para amor aquí, estos
pasajes serían difíciles
de entender; porque estamos familiarizados con cierto tipo de amor que pertenece
al hombre que
nunca ha nacido de nuevo. La palabra que se emplea para amor en el griego es
“Ágape”. Parece que
Jesús acuñó esta palabra cuando expresó la nueva ley que iría a gobernar a la
nueva creación, en las
siguientes palabras: “Un nuevo mandamiento os doy, que os améis los unos a los
otros; como yo os
he amado, que también os améis los unos a los otros” (Jn 13.34).

202
Él deseaba expresar algo y no podía echar mano de ninguna palabra de uso
corriente en griego. Él
había traído al mundo algo nuevo; algo que se había perdido para el mundo desde
la caída de Adán.
Era el amor de Dios que había sido desplazado por el egoísmo en el corazón del
hombre. Allí se había
usado un verbo, pero no el sustantivo “Ágape”.
El hombre tendría que recibir una nueva naturaleza que lo colocara dentro de una
nueva familia y le
diera un nuevo Padre. Tendría que ser gente nueva, una creación nueva, y debía
haber un lenguaje
que se ajustara a este nuevo Reino y a esta nueva Familia. Tendrían que ser
trasladados del reino de
las tinieblas al reino del Hijo, al de Su amor, y en este nuevo reino debían poseer
un lenguaje
conveniente. Debían tener leyes adecuadas también, por eso dice: “Un nuevo
mandamiento os doy...
En esto conocerán todos que sois mis discípulos; si tenéis “Ágape” el uno para el
otro”.
Un nuevo amor manifestaría al mundo que se habían convertido en hijos de un
Dios de amor. Los discípulos, no entendieron el significado de esta nueva palabra
hasta el Pentecostés. Vislumbramos
un poco de ello en Romanos 5.5: “Porque el amor de Dios está derramado en
nuestros corazones
por el Espíritu Santo”. ¿Qué es lo que ha sido derramado? Es el amor de Dios. Es la
manifestación
de la naturaleza Divina dentro de nosotros.
La vida vegetal en el árbol de durazno se manifiesta primero en la hoja, luego en la
flor, y después en
el fruto maduro y delicioso. La naturaleza de Dios, la vida eterna, se manifestará
del mismo modo en
la naturaleza, la conducta y la manera de hablar del hijo de Dios. Cuando alguien
nace de arriba, la
naturaleza del Padre entra a su espíritu. Dicha naturaleza tendrá que manifestarse
en amor. Se trata
del amor Divino que es radicalmente diferente de nuestro amor humano, aunque
opera por medio de
las mismas aptitudes.

203
Cuando nació la iglesia en el Pentecostés, el fenómeno de los judíos que
deliberadamente entregaban
sus propiedades y realizaban otros actos igualmente extraños, fueron las primeras
manifestaciones de
esta nueva clase de amor que había venido a la tierra: “Y la multitud de los que
habían creído era de
un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo algo de lo que poseía; mas todas
las cosas les eran
comunes. Y los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con
gran esfuerzo; y
gran gracia era en todos ellos. Que ningún necesitado había entre ellos, porque
todos los que poseían
heredades o casas, vendiéndolas, traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los
pies de los apóstoles;
y era repartido a cada uno según sus necesidades” (Hch 4.32-35).
Esto era el “Ágape” manifestándose en las vidas de la nueva creación. El poder del
Pentecostés fue
el “amor”. Ahora contrastaremos este amor que emana de la naturaleza Divina,
con el amor del
hombre natural.

I. “Ágape” y “Phileo”

La palabra común griega usada en los días de Jesús, era “phileo”, que significa
“amor humano”, como
el amor de una madre para su hijo, como el amor del esposo para la esposa. Este
era el más alto tipo
de amor que el hombre había conocido.
No había otra palabra que expresara un tipo más alto de amor que “phileo”. Este
amor humano, común
a todos nosotros, es el más hermoso bien de los humanos, pero al más peligroso.
Este amor “Phileo”
es la diosa de los juzgados de divorcios; es la sacerdotisa del sufrimiento humano;
el padre de la
mayor parte de nuestras lágrimas, de nuestras tristezas y de las agonías del
corazón. Se convierte en

204
celos y en crimen con el menor pretexto. Es egoísmo puro; se alimenta solamente
del propio deleite.
Jesús trae una nueva clase de amor, un amor que no busca lo suyo. Esta nueva
clase de amor es la
religión verdadera de la naturaleza esencial de Dios. El amor humano es la
expresión de lo humano;
esta nueva clase de amor es la expresión de Dios. El antiguo amor brota del
corazón natural; el nuevo
amor del corazón recreado. Uno es la manifestación de Dios en el nuevo hombre;
el otro, del hombre
natural. El “yo” es el centro en torno del cual se mueve el “phileo”; el “Ágape”
tiene un nuevo centro.
Este centro es Dios, obrando por medio de la vida de Sus hijos.
No puede haber actualmente manifestaciones del “Ágape” sino al través de
aquellos que han llegado
a ser participantes de la naturaleza Divina. No hay tal cosa como el Ágape sintético.
Es ésta la única
cosa que no se puede duplicar. Es éste el distintivo del cristianismo. Es ésta la
manifestación de Dios
en la carne. Es éste el corazón de Dios latiendo en lo humano.
“Ágape” no es sólo la ley de la Familia de Dios, sino también la vida y el gozo de la
Familia. Esto
hace del cristianismo un modo de vida más bello que cualquiera de las religiones
de la tierra. Hace
de la vida de los santos la vida más dulce y más fragante que cualquiera otra vida.
Su oración bajo la persecución es “Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen”. Exhala la
fragancia del perdón. Es el valor vestido de humildad. Es la fuerza vestida de
bondad. Hace que los
fuertes lleven las cargas de los débiles; que los ricos paguen las cuentas de los
pobres; que los cultos
se conviertan en compañeros de los ignorantes. Es Cristo manifestándose entre los
hombres.

II. El “Ágape” Analizado

205
Sería difícil definir lo que es el “Ágape”. El Espíritu Santo, por medio del apóstol
Pablo, nos ha dicho
de qué está formado. 1 Corintios 13 es celestial. No ha sido tocado por la mente
humana. Es la propia
descripción de Dios y de Su vida obrando por medio del hombre.
Versículo 1: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo “Ágape”,
vengo a ser como
metal que resuena o címbalo que retiñe”. La capacidad para las lenguas es una de
las más apreciadas.
Pero si yo entiendo todas las lenguas de la tierra, y puedo descifrar los jeroglíficos
de los monumentos
erigidos por las naciones olvidadas; y si puedo entender el lenguaje de las huestes
angélicas, pero no
tengo “Ágape,” vengo a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe.
Esto despoja al cristianismo de sus vestiduras verbales y lo deja desnudo. Esto es lo
que nos
proporciona la razón de las iglesias vacías, del fracaso de las escuelas dominicales
para retener a sus
jóvenes, y del fracaso del cristianismo en los negocios y en la vida social. Los
hombres se han
convertido en meros címbalos resonantes y en platillos que retiñen. Ello da la
explicación de por qué
los periódicos religiosos modernos van mendigando subscriptores: platillos que
retiñen, címbalos
resonantes, palabras huecas, palabras, palabras, palabras, siempre palabras, sólo
palabras, palabras
huecas.
Versículo 2: “Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y
si tuviese toda
la fe, de tal manera que traspasase los montes y no tengo “Ágape”, nada soy”. Aquí
se encuentra
otro de los grandes deseos universales del hombre: el don de profetizar, la
capacidad de predecir los
acontecimientos futuros, de conocer la solución de los grandes problemas del
mundo como son las
divisiones entre las naciones, el resultado de la lucha entre el capital y el trabajo, y
la solución del
problema social.

206
Si alguien tuviera la capacidad de predecir el futuro, ningún edificio podría
contener a la gente que
deseara escucharlo. Ningún autor recibiría por palabra la inmensa suma que un
escritor con tal
capacidad demandaría y recibiría. Si alguien poseyera este don maravilloso, pero
no poseyera el
“Ágape”, y así lo dice Dios, y sus palabras no estuvieran empapadas de ternura y de
lágrimas, “no
sería nada”.
“...y si conociera todos los misterios y toda ciencia, y si tuviera toda la fe...” Ahora
Él está tocando
el corazón de todos nosotros. Cómo hemos anhelado tener ciencia; cómo hemos
suspirado por
descorrer la cortina y mirar tras el escenario y leer allí la revelación de los misterios
de la naturaleza
que nos rodea. Cómo hemos luchado por esa fe que mueve montañas, y sin
embargo, un soplo es
suficiente para barrer con nuestros sueños y para cortar la raíz de nuestras
ambiciones.
Tal vez sería una gran bendición el que nosotros pudiéramos acercarnos a la
humanidad con una
comprensión de toda ciencia y de todos los misterios y con una fe que removiera
montañas. No
obstante, Dios dice que si no tenemos “Ágape”, no seríamos nada.
Versículo 3: “Y si distribuyera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y
entregara mi
cuerpo para ser quemado, y no tengo Ágape, de nada sirve” Eso significa que si
alguien fuera capaz
de alimentar a todos los pobres de esta generación; construir bibliotecas y
hospitales en cada ciudad
y pueblo; y consumirse así en un esfuerzo filantrópico, y no tiene “Ágape”, de nada
le sirve.
Ha desperdiciado su vida. Es como si hubiera vaciado agua sobre un montón de
arena.
¿Qué es esto sin lo cual se constituyen en fracasos el esfuerzo, el conocimiento y
los logros humanos?
¡Ah! es el nuevo amor, la revelación del corazón de Dios que Jesús trajo a la tierra.
Es una revelación,

207
pero es algo más, es la vida de Dios derramándose en nuestro corazón,
manifestándose por nuestras
palabras y nuestra conducta. Es el latido del mismo corazón de Dios
manifestándose en una atmósfera
que procede de nuestro espíritu para ser bendición y consuelo a un mundo
necesitado.
Es la respuesta de Dios al quebrantado corazón humano.
Pablo nos dice que el “Ágape” es sufrido y es benigno. El “phileo” puede sufrir,
pero se exaspera
bajo la carga.
El “Ágape” no tiene envidia. El “phileo” siempre se ha manifestado en envidia y en
celos.
El “Ágape” no es jactancioso, no se ensoberbece. El “phileo” siempre se jacta. El
‘yo’ es el centro sobre el cual se mueve. Si se priva al “phileo” del egoísmo, se
derrumbará, porque en ello reside su
fuerza.
El “Ágape” no se porta indecorosamente. El “phileo” ventila sus ofensas en los
juzgados de divorcios;
cultiva celos salvajes y con frecuencia derriba a sangre fría al objeto de su afecto.
El “Ágape” no busca lo suyo. La lucha del “phileo” desde que nace hasta que muere
es por conseguir
y retener lo suyo. Se vuelve desdichado y miserable. Se vuelve deshonesto y
traicionero. Su lema es:
“En el amor y en la guerra todo es válido”. Cree en aquello de “hacerle al otro
antes que el otro te lo
haga”. Es un déspota cruel, pero es lo mejor que este mundo antiguo tuvo desde la
caída de Adán
hasta que Jesús vino.
El “Ágape” no toma en cuenta el mal. El “phileo” siempre está discutiendo y
celebrando el escándalo.
El “Ágape” no se regocija en la injusticia, mas se regocija con la verdad. El “phileo”
no puede
entender esto. Se vuelve al odio y a la venganza a la primera provocación, y
siempre se regocija en la
caída de su enemigo. No puede regocijarse con la verdad si la verdad no lo
complace.
El “Ágape” no se irrita. El “phileo” es demasiado sensible y difícil de manejar. Se
irrita fácilmente,

208
y nos dice que es muy sensible y que no debe ser despreciado. Esa sensibilidad es,
y siempre lo ha
sido, del diablo.
El “Ágape” todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El “Ágape”
nunca sufre
bancarrota. El “phileo” disipa su fortuna en la juventud en una vida desenfrenada,
y antes de llegar a
la fuerza de la madurez, está en peligro de estrellarse contra las rocas del fracaso.
¿Qué es el “Ágape”? Juan nos dice que el “Ágape” es Dios mismo. En otras
palabras, este nuevo
amor que Jesús trajo al mundo es la naturaleza del Gran Creador la cual Él se
propuso que fuese la
naturaleza del hombre y que gobernase el reino animal. Pero con la caída de Adán,
la muerte espiritual
tomó su lugar, y de esta espantosa naturaleza diabólica brotan el odio, la venganza
y la incredulidad.
Un espíritu de inquietud tiene asida a toda la naturaleza.
El hombre y la bestia están dominados hoy por este poder extraño y nada natural;
y no obstante, el
corazón de los humanos y de los animales sollozan por ese “Ágape”, cuando los
fuertes dejen de
alimentarse de los débiles, cuando los pobres dejen de ser explotados por los ricos,
y Dios gobierne
sobre todos. El “Ágape” es la nueva Ley de la Familia Divina, las nuevas creaciones.

PREGUNTAS
1. ¿Por qué la prueba del nuevo nacimiento es la prueba del amor?
2. Defina lo que significa “phileo” y “Ágape”.
3. ¿Cuándo entendieron los discípulos por vez primera el significado de “Ágape”?
4. Haga una exposición de 1 Corintios 13.

Lección 31
EL ESPÍRITU SANTO

En el Antiguo Pacto Dios se había manifestado a Israel como un solo Dios. Fue esta
una revelación

209
sorprendente para el hombre, en una época cuando estaba rodeado de politeísmo.
Luego, después de
muchos siglos, cuando Dios vino a la tierra en la persona de Su Hijo, se manifestó
como el Dios Trino
y Uno.
Al estudiar la vida de Cristo conocemos a los Tres que son Uno. Al principio de Su
vida pública, en
Su Bautismo, la voz del Padre vino desde los cielos: “Este es mi Hijo amado”, y el
Espíritu descendió
en forma visible sobre Él como una paloma (Mt 3.16-17). Aquí se da al hombre una
triple revelación
de Dios a través de sus cinco sentidos.
En las enseñanzas, en la predicación y en la conversación privada de Cristo,
constantemente habló de
Su Padre y de Sí mismo como dos personas distintas, y no obstante, declaradas en
igualdad: “Yo y el
Padre una cosa somos” (Jn 10.30). Y dijo otra vez: “El que me ha visto a Mí, ha visto
al Padre” (Jn
14.9).

I. La Trinidad Revelada

En Sus enseñanzas, Jesús, introduce a un Tercero que también es Dios. En la última


y más larga
conversación que tuvo con Sus discípulos en el aposento alto, la noche anterior a
Su crucifixión,
Cristo dijo: “El Espíritu Santo al cual el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará
todas las cosas
y os recordará todas las cosas que os he dicho” (Jn 14.26). La mayor parte de esta
conversación
trató del Espíritu Santo que había de venir para tomar Su lugar. Este mensaje se
narra en Juan 14 y 16.
Toda la descripción que se hace en la Biblia de los Tres, el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo, presenta
de una manera definitiva y absoluta, ni más ni menos que Tres Personas en la
Deidad. Esto es lo que

210
Wood denomina, en “El Secreto del Universo,” una absoluta Trinidad y una
absoluta Unidad.
En una absoluta Trinidad, cada Uno es distinto de los otros Dos; ninguno de los
Tres podría
posiblemente ser cualquiera de los otros Dos; y ni Dos de los Tres pueden existir
sin el Tercero. Dios
se manifiesta como una absoluta Trinidad; no obstante, es también una absoluta
Unidad. Los Tres son
absolutamente Uno. Cada uno está representado como Dios. Cada uno es la
Totalidad de Dios. La
personalidad no es divisible. Dios no puede ser dividido. Dios es Tres en Uno. Cada
Uno de los Tres es Dios, y cada Uno es la Totalidad de Dios. Los Tres
están representados como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; Tres modos de Seres
que es Dios. No
es primordialmente tres maneras de actuar de Dios, sino tres modos de Ser.
La Palabra nos dice claramente que el Padre es Primero: el Hijo es el Segundo, y el
Espíritu Santo el
Tercero. Eso no significa que Uno es Primero en Deidad, porque Todos son Dios.
Eso no significa
tampoco que Uno es más grande, porque Todos son Infinitos. Tampoco significa
que Uno es Primero
en tiempo, porque Todos son eternos. Eso sólo puede significar que el Padre es
Primero, el Hijo es
Segundo, y el Espíritu es Tercero en un orden lógico.
Las escrituras representan al Padre como el Creador. El Hijo eterno es engendrado
del Padre, y el
Espíritu eterno procede del Padre por medio del Hijo: “Mas el Consolador, el
Espíritu Santo, al cual
el Padre enviará en mi Nombre...” (Jn 14.26). Dios obra por medio del Hijo. En Él y
por Él, efectúa
los actos de creación: “Porque por Él fueron creadas todas las cosas que están en
los cielos, y que
están en la tierra; visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean
principados, sean
potestades; todo fue creado por Él y para Él” (Col 1.16).

II. Cristo Actúa Ahora Entre los Hombres por medio del Espíritu

211
El Espíritu, como el Padre, es invisible; Su principal tarea es revelar al Hijo, y en el
Hijo revela al
Padre. Por consiguiente, Su ministerio, aunque invisible, es para revelar la plenitud
de la Deidad al
hombre y por el hombre. Vivimos en lo que se denomina la dispensación del
Espíritu Santo. Es el
Espíritu Santo el que ha hecho al Padre y al Hijo tan reales para nosotros. Por lo
tanto, conocer al
Espíritu Santo nos es esencial. Deseamos conocer Su Naturaleza, Su ministerio en
nosotros y por
nosotros.

III. Necesidad de un Estudio Definido del Espíritu Santo

Existe hoy una necesidad real de un estudio definido de la persona y del ministerio
del Espíritu Santo.
Se le ha dado muy poca atención al actual ministerio del Espíritu Santo en
comparación con la que se
le ha dado a la vida terrenal de Cristo.
A. J. Gordon, en su libro intitulado “El Ministerio del Espíritu Santo” pregunta: ¿Por
qué no emplear
el mismo método al escribir sobre la Tercera Persona de la Trinidad como el que se
emplea al
considerar a la Segunda Persona? En su libro, él sigue ese método y nosotros
deseamos utilizarlo aquí
en nuestro estudio del Espíritu Santo.
Se ha escrito mucho sobre la vida de Cristo, comenzando con Su encarnación y
terminando con Su
ascensión en el Monte de los Olivos. El Salvador vivió antes de Su encarnación y ha
continuado Su
ministerio desde Su ascensión al Padre; no obstante, ello nos da una impresión
limitada para distinguir
Su vida visible de la invisible.
Así también, al estudiar la Persona y el ministerio del Espíritu Santo, encontramos
ventajoso separar
Su ministerio actual sobre la tierra, de Su ministerio antes y después. Ese
ministerio comenzó en el

212
día de Pentecostés y continuará hasta la segunda venida de Cristo. Cuando Cristo
vino a la tierra como
hombre, tuvo un ministerio que cumplir, y cuando lo cumplió, regresó al Padre. Su
ministerio tenía
un límite de tiempo. Así también, en Su tiempo señalado, el Espíritu Santo vino al
mundo con cierta
misión definida que cumplir.
Este ministerio se está realizando ahora en nosotros y por medio de nosotros y
continuará hasta ser
completado. Pero en el tiempo señalado, Él ascenderá al Cielo.

IV. La Realidad del Ministerio del Espíritu Santo

El advenimiento del Espíritu Santo al mundo y el ministerio que se le señaló aquí es


tan real y tan
definido como lo fue la encarnación y el ministerio terrenal de Cristo.
Ha sido vago y misterioso para nosotros porque no ha habido una revelación del
Espíritu Santo a los sentidos físicos del hombre como la hubo de Cristo. El
ministerio de Cristo requirió que Él se hiciera
hombre a fin de tomar legalmente el lugar del hombre. Por consiguiente, Él fue
revelado a los sentidos
físicos del hombre.
Juan dijo: “Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos
mirado, y palparon
nuestras manos tocante al Verbo de Vida” (1Jn 1.1). Cristo, como hombre, pudo
ser visto y tocado
por el hombre; por lo tanto, Su ministerio ha sido más real para nosotros que el
ministerio y la persona
del Espíritu Santo, con el cual no podemos comunicarnos por medio de los sentidos
físicos. Podemos
formar un cuadro mental de Cristo, pero no del Espíritu Santo.
El propósito del ministerio del Espíritu Santo sobre la tierra, no es el mismo que el
ministerio terrenal
de Cristo. Cristo vino como el sustituto del hombre para pagar la pena de alta
traición de Adán. Eso
demandó que se identificara con el hombre. Por lo tanto, Él nos fue manifestado
como hombre, en un

213
cuerpo como el nuestro. El ministerio terrenal de Cristo fue local. Él pudo estar
solamente en un lugar
sobre la tierra al mismo tiempo. Ahora Él tiene Su posición como Mediador entre
Dios y el hombre.
El Espíritu Santo no podía venir en un cuerpo humano como vino Cristo. Su
ministerio no podría
realizarse de esa manera. Su ministerio no podría localizarse. El vino para impartir
la naturaleza de
Dios al espíritu del hombre. El vino, no en un cuerpo humano, sino para habitar los
cuerpos de
aquellos que han llegado a ser nuevas creaciones en Cristo. No obstante, Su venida
fue tan positiva,
y tan definida, como la venida de Cristo en la encarnación. Él, la Tercera Persona de
la Divinidad,
está realmente aquí sobre la tierra actuando en y por medio del Cuerpo de Cristo.

V. La Venida del Espíritu Santo Predicha por el Señor

La venida de Cristo a la tierra fue predicha por los profetas y por los ángeles. Pero
fue Cristo mismo
quien predijo el advenimiento del Espíritu Santo al mundo, en Sus últimos
discursos a Sus discípulos.
Él predijo la venida de Aquel que era co-igual con Él y El que debía tomar Su lugar
(léanse Jn 14.16-
20; 15.26-27; 16.1-16; Hch 1.4-5; no solamente hay que leer estos pasajes, sino
estudiarlos con
cuidado y meditar sobre ellos).
El Espíritu Santo no vino a cumplir esta Divina Misión hasta el día de Pentecostés.
Él había sido el
Agente Divino en la Creación. En la creación del mundo físico, Él impartió vida,
forma y energía a
la materia muerta e informe para que se desarrollase: “Y la tierra estaba
desordenada y vacía y las
tinieblas estaban sobre la haz del abismo; y el Espíritu de Dios se movía sobre la
haz de las aguas”
(Gn 1.2).

214
Él iluminó e inspiró a los profetas del Antiguo Pacto: “De la cual salud los profetas
que profetizaron
de la gracia que había de venir a vosotros, han inquirido y diligentemente buscado,
escudriñando
cuándo y en qué punto de tiempo significaba el Espíritu de Dios que estaba en
ellos, el cual
preanunciaba las aflicciones que habían de venir a Cristo, y las glorias después de
ellas. A los cuales
fue revelado, que no para sí mismos, sino para nosotros administraban las cosas
que ahora os son
anunciadas de los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado
del cielo: en las
cuales desean mirar los ángeles” (1P 1.10-12). “Porque la profecía no fue en los
tiempos pasados
traída por voluntad humana, sino los santos hombres de Dios hablaron siendo
inspirados del Espíritu
Santo” (2P 1.21).
El Espíritu descendió sobre Cristo en forma de paloma, en Su bautismo (Mr 1.10) y
le ungió para Su
ministerio terrenal: “Y Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del jordán, y fue
llevado por el Espíritu
al desierto... Y Jesús volvió en virtud del Espíritu a Galilea” (Lc 4.1, 14).

VI. Por qué el Espíritu Santo no Había Sido Dado

El Espíritu Santo no había sido dado todavía. No había venido aún a cumplir Su
ministerio real sobre
la tierra. Léase cuidadosamente Juan 7:39: “Y esto dijo del Espíritu que habían de
recibir los que
creyesen en él: pues aún no había venido el Espíritu Santo; porque Jesús no estaba
aún glorificado”.
Notamos que el Espíritu Santo no había sido dado todavía porque Jesús no había
sido glorificado. El Espíritu Santo no podía venir hasta que Cristo hubiera sido
glorificado. Cristo tenía que morir por
las ofensas del hombre; tenía que resucitar cuando el hubiera sido declarado justo
(Ro 4.25) y entrar

215
al Lugar Santísimo con Su propia sangre obteniendo la redención eterna para el
hombre (He 9.12).
Cristo vino para que el hombre pudiera tener vida (Jn 10.10). El objeto de Su
muerte y de Su
resurrección fue el de libertar al hombre del dominio de Satanás (He 2.14) y
hacerle posible recibir
la vida Divina (Jn 1.12).
El Espíritu Santo vino para impartir la naturaleza de Dios al espíritu del hombre en
el nuevo
nacimiento (Jn 3.3-8) y luego llenar a esta nueva criatura (2Co 5.17) con la plenitud
de Dios (Ef
3.19).
El hombre no podía recibir la naturaleza Divina hasta que el Padre hubiera
aceptado la sangre de
Cristo. Cuando Cristo entró al Lugar Santísimo, se sentó a la diestra de Dios (He
9.11-12; 10.12). Él
había quitado el pecado (He 9.26). La aceptación de la sangre de Cristo por el
Padre significó que la
redención del hombre ya estaba completa. Éste tenía ahora el derecho legal de
recibir la naturaleza
Divina. La sangre de Cristo se convirtió en el sello de la redención del hombre.
Cristo llegó a ser el Mediador entre Dios y el hombre (1Ti 2.5). El hombre, un hijo
de Satanás,
disfrutaba del privilegio de acercarse a Dios por medio de su Mediador y recibir la
vida Divina. Ahora
ya podía ser dado el Espíritu Santo. Jesús había sido glorificado y la redención del
hombre era
completa.
Ningún hombre fue nacido de nuevo antes del día de Pentecostés. Los discípulos
no habían llegado a
ser hijos de Dios. Habían sido llamados “amigos” por Cristo (Jn 15.15). Estaban
todavía bajo el
Antiguo Pacto. No comprendían la muerte o la resurrección de Cristo. Esperaban
que estableciera un
reino terrenal aun después de Su resurrección (Hch 1.6).
El Espíritu Santo no fue dado hasta el Pentecostés para revelar estas verdades e
impartir la naturaleza

216
de Dios al hombre. El pasaje de las Escrituras que muestra claramente que los
discípulos no habían
recibido el nuevo nacimiento es Hechos 11.17. El griego dice: “Cuando primero
creímos”. He aquí
su propio testimonio de que nunca habían creído en Cristo como el que cree para
nacer de nuevo,
hasta el día de Pentecostés.

PREGUNTAS
1. ¿En qué incidente del Nuevo Testamento se manifiesta la Trinidad a los sentidos
físicos del
hombre?
2. Explique qué se quiere significar con los términos; “absoluta Unidad” y “absoluta
Trinidad”.
3. Compare el ministerio terrenal de Cristo con el del Espíritu Santo con respecto al
límite de tiempo.
4. ¿Por qué ha sido el ministerio terrenal del Espíritu Santo más indefinido y
misterioso para
nosotros que el ministerio terrenal de Cristo?
5. ¿Por qué el Espíritu Santo no pudo venir en un cuerpo humano como Cristo?
6. ¿En qué pasajes se predice el advenimiento del Espíritu Santo?
7. ¿Cuál fue la obra del Espíritu Santo antes de Su advenimiento el día de
Pentecostés?
8. ¿Por qué el Espíritu Santo no podía venir hasta que Cristo hubiera sido
glorificado?
9. ¿Por qué los discípulos no podían ser nacidos de nuevo antes del día de
Pentecostés?

Lección 32
EL ESPÍRITU SANTO
(Continuación)

I. ¿Qué es el Bautismo del Espíritu Santo?

217
La iglesia, como un todo, no ha entendido claramente que los discípulos no habían
nacido de nuevo
sino hasta el día de Pentecostés. Esto ha conducido a una enseñanza errónea con
respecto al Bautismo
del Espíritu Santo. Estudiemos ahora con todo cuidado lo que las Escrituras
enseñan sobre el ser
bautizados con el Espíritu Santo.
Juan fue el primero en mencionar este bautismo. Él dijo: “Yo a la verdad os bautizo
en agua para
arrepentimiento; mas el que viene tras mi, más poderoso es que yo, los zapatos del
cual yo no soy
digno de llevar; Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mt 3.11). Esta
declaración hecha por
Juan se encuentra también en Marcos 1.8 y Lucas 3.16.
Después de Su resurrección Cristo se refiere a esta promesa hecha por Juan: “Les
mandó que no
partiesen de Jerusalén, sino que esperasen allí la promesa del Padre, la cual (así
decía) habéis oído
de mí. Porque Juan en verdad bautizó con agua; mas vosotros seréis bautizados
con el Espíritu Santo
de aquí a muy pocos días” (Hch 1.4-5 Versión Moderna).
Luego se emplea también el término “bautismo” en Hechos 11.16; lo utiliza Pedro
cuando se refiere
al descendimiento del Espíritu Santo sobre los gentiles, en la misma forma que
descendió sobre los
judíos el día de Pentecostés. La palabra “bautizar” es una palabra griega
intraducible que significa
“sumergir”. Juan simplemente los había sumergido en agua, pero iba a venir una
inmersión en el
Espíritu Santo.
Luego Pablo se refiere al bautismo con el Espíritu Santo en 1 Corintios 12.13:
“Porque por un
espíritu todos somos bautizados en un cuerpo”; y en Gálatas 3.27: “Porque cuantos
habéis sido
bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo” (Versión Moderna). Estos son
los únicos pasajes
en las Escrituras donde se emplean las expresiones “bautizar” o “ser bautizados”
con el Espíritu Santo.

218
Examinemos ahora los textos con cuidado para entender el significado espiritual
del término. Juan
Bautista dijo: “Él os bautizará con el Espíritu Santo” (Mt 3.11). Cristo vino a traer la
naturaleza
Divina al hombre: “Mas a cuantos le acogieron (o recibieron) les dio poder de llegar
a ser hijos de
Dios, a los que creen en su nombre, los que nacieron, no de la sangre, ni de la
voluntad de la carne,
ni de la voluntad del hombre, mas de Dios” (Jn 1.12-13 Versión A.F.E.B.E. Véase
también Jn 10.10).
¿Es este nuevo nacimiento a lo que Juan Bautista se refiere? Examinemos
cuidadosamente este pasaje
para averiguarlo. Juan está comparando su ministerio con el de Cristo. El bautismo
que él trae es
físico; es externo. No toca al espíritu, al hombre verdadero. Es, justamente, un tipo
de la obra que
Jesús va a realizar dentro del espíritu del hombre.
¿Qué tipifica el bautismo en agua? ¿Qué significado espiritual se le da en las
Escrituras? Tipifica el nuevo nacimiento. Tal cosa se nos revela en Romanos 6.14
donde Pablo alude al bautismo de ellos,
en agua, para ilustrar lo que ocurrió en sus vidas por el nuevo nacimiento: “¿O
ignoráis que cuantos
fuimos bautizados en Cristo, en su muerte hemos sido bautizados? Fuimos
sepultados con Él por el
Bautismo en muerte, para que así como Cristo resucitó de entre los muertos por la
gloria del Padre,
así también nosotros caminemos en novedad de vida” (Ro 6.3-4 Versión A.F.E.B.E.).
Ser sepultados con Cristo en agua, tipifica nuestra sepultura con Cristo, en Su
muerte, por medio de
la cual el hombre viejo fue crucificado y quitado. El levantarse del agua tipifica
nuestra resurrección
con Cristo, de la muerte espiritual a la vida eterna, para que podamos andar en
novedad de vida.
He aquí lo que acontece en el nuevo nacimiento: la muerte espiritual es erradicada
del espíritu del
hombre, y la vida eterna, la naturaleza Divina, es impartida al hombre, y entonces
anda en novedad

219
de vida. Después de haber nacido de nuevo, somos bautizados en agua, como un
testimonio de lo
ocurrido en el espíritu.
Es como si Juan Bautista hubiera dicho: “Mi bautismo es externo y físico; es
solamente un tipo de lo
que Jesús hará en el espíritu del hombre. Yo bautizo el cuerpo físico en agua, pero
el sumergirá al
espíritu del hombre en el Espíritu Santo, y de esa inmersión surgirá el nuevo
nacimiento y el hombre
principiará a vivir una vida nueva”.
Este nuevo nacimiento sería el que Cristo iría a dar al hombre espiritualmente
muerto, por lo cual se
les dijo a los discípulos que se quedaran en Jerusalén (Hch 1.5). Recordamos que
en nuestra última
lección dijimos que el Espíritu Santo no podría ser dado, ni podría descender para
convertir al hombre
en un hijo de Dios, hasta que Cristo fuese glorificado.
Examinemos ahora el pasaje de 1 Corintios 12.13 para ver si también se refiere o
no al nuevo
nacimiento: “Porque por un espíritu todos somos bautizados en un cuerpo”.
¿Cuándo llega un
individuo a ser miembro del Cuerpo de Cristo? Cuando nace de nuevo.
Nuevamente nos damos cuenta
que el término “bautismo” se refiere al nuevo nacimiento. El Bautismo dentro del
Cuerpo de Cristo
representa el nacimiento dentro del Cuerpo de Cristo: “Porque cuanto habéis sido
bautizados en
Cristo, os habéis revestido de Cristo” (Gá 3.27 Versión Moderna).
También este pasaje se refiere al nuevo nacimiento: “Y si alguno no tiene el
espíritu de Cristo, el tal
no es de Él” (Ro 8.9).
Se ha enseñado que el bautismo con el Espíritu Santo es una segunda experiencia
porque, como se
mencionó antes, la iglesia en su totalidad no ha comprendido que ningún hombre
podía ser
engendrado de la muerte a la vida hasta que Cristo lo fuera. El hombre tenía que
ser redimido
legalmente de la autoridad satánica antes de que Dios pudiera impartirle Su Vida.

220
Cristo fue el primogénito de los muertos (Co 1.18). Fue el primogénito entre
muchos hermanos (Ro
8.29).
Por consiguiente, ellos consideraban el bautismo que iba a ocurrir, como la
segunda experiencia,
cuando en realidad era la primera.
Veamos ahora lo que en realidad ocurrió el Día de Pentecostés.

II. ¿Qué Ocurrió el Día de Pentecostés?

Los discípulos estaban reunidos en el aposento alto (Hch 2.1-2): “Y cuando hubo
venido el día de
Pentecostés estaban todos juntos en un mismo lugar. Y de repente fue hecho
desde el cielo un
estruendo, como de un viento fuerte que venía con ímpetu; y llenó toda la casa
donde estaban
sentados” (Versión Moderna).
El Espíritu Santo entró al mundo para cumplir Su ministerio especial. Fue una
venida tan precisa
como lo fue el nacimiento de Cristo en el pesebre de Belén. Llenó el cuarto donde
estaban sentados.
¿Que aconteció? El cuarto se llenó con el Espíritu Santo y ellos fueron sumergidos
o bautizados en el
Espíritu Santo.
En cierto sentido el Bautismo en el Espíritu Santo es lo opuesto al bautismo en
agua. En el bautismo
en agua hay una inmersión debajo del agua. En el bautismo del espíritu hay una
“inundación” del
Espíritu Santo venida de arriba. Sin embargo, el resultado es el mismo: inmersión.
Hay diversas frases que se usan en relación con el Pentecostés: “viniendo sobre”,
“descender”, “caer
sobre”, “vino sobre”, “descendió sobre ellos”, etc. El resultado fue la inmersión en
el Espíritu Santo
de la cual surgió el nuevo nacimiento. El Cuerpo de Cristo nació en ese día
memorable.
Así como el pesebre había sido la cuna del Hijo de Dios, así también el aposento
alto se convirtió en

221
la cuna del Cuerpo místico de Cristo. Ciento veinte se convirtieron en nuevas
creaciones en Cristo
ese día. Luego fueron llenos con el Espíritu Santo. Esta es la segunda experiencia:
ser llenos con el
Espíritu, ser habitados por Él.
Hay una enorme diferencia entre ser bautizado, sumergido en el Espíritu Santo, y
ser lleno con Él.
Podemos ilustrar esto así: si se llenara un tanque con agua y un hombre se
sumergiera en ella, él
estaría en el agua pero el agua no estaría en él. Después de que los moradores del
aposento alto
nacieron de la muerte a la vida eterna, por el Espíritu, fueron llenos con el Espíritu:
“Y fueron todos
llenos con el Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas como el
Espíritu les daba que
hablasen” (Hch 2.4).
No podían ser llenos con Él sin haber nacido de nuevo. Cristo dijo que el mundo (o
el hombre
espiritualmente muerto) no podía recibirle: “Al Espíritu de verdad, al cual el mundo
no puede
recibir” (Jn 14.17). El Espíritu Santo únicamente puede hacer Su morada en los
cuerpos de aquellos
que han nacido de nuevo.
Nuestra conclusión es esta: La expresión “bautismo en el Espíritu Santo” se refiere
literal y
bíblicamente al nuevo nacimiento; y la segunda experiencia se refiere a recibir, o a
ser llenos con el
Espíritu Santo para que nuestros cuerpos puedan ser habitados por Él y se
conviertan en Su Templo:
“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”
(1Co 3.16).
Es claro que la iglesia primitiva no empleó el término “bautismo” para referirse a la
segunda
experiencia o a ser llenos del Espíritu. Porque, después del día de Pentecostés, el
término se usó
solamente una vez. Las palabras de Pedro hacen evidente que ellos no habían
empleado el término en

222
la forma en que ha sido utilizado ahora por muchos grupos. Porque al relatar lo
que ocurrió cuando
los gentiles recibieron primero el Evangelio, dice que ocurrió exactamente lo
mismo que cuando ellos
primero creyeron en Cristo, y recuerda las palabras de Juan el Bautista, que Cristo
bautizaría con el
Espíritu Santo.
Así como el Espíritu Santo vino sobre los judíos haciéndolos nuevas creaciones en
Cristo y
llenándolos de Él, así también vino sobre los gentiles cuando primero recibieron a
Cristo. Notamos
aquí que los gentiles no tuvieron que esperar como los judíos hasta el día de
Pentecostés, porque el
Espíritu Santo había venido ya, y “descendió sobre ellos” mientras Pedro les
hablaba.

III. ¿Cómo Recibe Uno el Espíritu Santo?

Las Escrituras enseñan claramente que la recepción del Espíritu Santo ocurre
separadamente y
después del nuevo nacimiento. Pedro dijo: “Arrepentíos y bautícese cada uno de
vosotros en el
Nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu
Santo” (Hch 2.38).
La remisión de los pecados significa el nuevo nacimiento, y en seguida viene la
recepción del don del
Espíritu Santo.
Cristo dijo: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros
hijos, ¿cuánto más
vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que lo pidieren de él” (Lc 11.13).
El Padre
Celestial da el Espíritu Santo a Sus hijos que se lo pidan.
Después de que la ciudad de Samaria recibió a Cristo por la predicación de Felipe,
Juan y Pedro
impusieron sus manos sobre aquellos que le habían aceptado, para que también
ellos recibieran el
Espíritu Santo (Hch 8.14-16).

223
El Espíritu Santo se recibe por Fe: “Esto sólo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis
el Espíritu por
las obras de la ley, o por el oír de la fe?... Para que sobre las naciones viniese la
bendición de
Abraham en Jesucristo: para que así recibiésemos nosotros la promesa del Espíritu
Santo por medio
de la fe” (Gá 3.2, 14 Versión Moderna).
¿Cuál es la evidencia de que el Espíritu Santo ha venido? La evidencia es la Palabra
de Dios solamente. El libro de los Hechos no es un libro doctrinal, sino histórico.
Relata que en distintas
ocasiones, durante 35 años, algunos hablaron lenguas cuando eran llenos con el
Espíritu Santo: el día
de Pentecostés (Hch 2.4), y cuando los gentiles recibieron a Cristo en Efeso (Hch
19.6).
El hablar lenguas se menciona en algunos pasajes de las Escrituras. Pablo habla de
ello en 1 Corintios
14, al escribir a la iglesia en Corinto, para reprenderlos por el abuso de las lenguas.
Hablar en lenguas es una manifestación física. Es una evidencia para los sentidos
del hombre. En
ninguna parte Dios ha prometido un premio a la evidencia sensorial ni nos ha
permitido confiar en
ella. Él es un Dios de Fe. En Sus tratos con el hombre y con la nueva creación, Él
tiene como norma
la ley de la Fe. Nosotros nacimos de nuevo por la fe (Ef 2.8). Vivimos por la fe (Ro
1.17). Todo lo
que recibimos en oración lo recibimos por la fe.
Dios no ha cambiado la ley para normar Sus tratos con nosotros en lo que respecta
a la venida del
Espíritu, porque nos dice en Gálatas 3.2, que recibimos el Espíritu también por fe.
¿Qué es la fe sino
el actuar sobre la Palabra sin la evidencia de los sentidos físicos? Un hombre nace
de nuevo cuando
dice: “Yo tengo vida eterna porque la Palabra lo declara así”. Un hombre es sanado
cuando dice: “Yo
soy sanado porque la Palabra declara que por Sus llagas sois vosotros sanados”.
Tratándose de las necesidades económicas, recibimos la respuesta cuando
decimos: “Mi necesidad

224
está satisfecha porque la Palabra declara: mi Dios suplirá toda necesidad vuestra
conforme a Sus
riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil 4.19 Versión Moderna).
Así también, recibimos el Espíritu Santo cuando decimos: “Yo tengo el Espíritu
Santo porque se lo
he pedido al Padre, y Él ha prometido dar el Espíritu Santo a los que se lo piden”.

PREGUNTAS
1. ¿En qué pasajes se menciona el Bautismo del Espíritu Santo?
2. ¿Qué significa la palabra “bautizar”, en el griego?
3. Explique cómo el bautismo en agua es un tipo del nuevo nacimiento.
4. ¿Qué quiso decir Juan el Bautista cuando dijo que Cristo bautizaría al hombre en
el Espíritu
Santo?
5. Explique 1 Corintios 12.13.
6. ¿Qué ocurrió con los que estaban en el aposento alto cuando éste fue lleno con
el Espíritu Santo?
7. ¿Qué pasajes muestran que el recibir el Espíritu Santo es algo aparte de y sigue
al nuevo
nacimiento?
8. ¿Cómo recibe uno el Espíritu Santo?
9. ¿Ha recibido usted el Espíritu Santo?

Lección 33
EL ESPÍRITU SANTO
(Continuación)

En nuestras dos últimas lecciones estudiamos que el Espíritu Santo, la Tercera


Persona de la Deidad,
entró a este mundo en el día de Pentecostés para cumplir una misión determinada
que se le asignó.
El Espíritu Santo se encuentra hoy en el mundo en forma tan real como lo estuvo
Cristo durante Su
ministerio terrenal, aunque no podemos tener comunicación con Él por los
sentidos físicos.

225
Aprendimos también porqué no podía venir antes del día de Pentecostés, y lo que
aconteció en el
aposento alto aquel día.
En esta última lección acerca del Espíritu Santo, estudiaremos algo más sobre Su
ministerio actual.

I. El Ministerio del Espíritu Santo al Mundo

Cristo enseñó a Sus discípulos que otro Consolador vendría a tomar Su lugar. Si el
Espíritu Santo
toma el lugar de Cristo, sabemos que Él está haciendo lo que Cristo haría si
estuviera aquí. Si Cristo
estuviera aquí en forma corporal como lo estuvo antes de Su ascensión, Su
ministerio consistiría en
revelar al hombre lo que Él hizo por medio de Su muerte y resurrección.
Su propósito sería mostrar a cada individuo que Él fue hecho pecado por el mundo,
a fin de que el
hombre pudiera ser hecho justo. Mostraría también a todo hombre lo trágico que
es rechazar ese
sacrificio de sustitución.
Es así como el Espíritu Santo hace hoy real al corazón humano la obra del Hijo de
Dios. Las
enseñanzas y las revelaciones del Espíritu no son Suyas, son de Cristo (Jn 16.13-14).
Cristo nos dio
el triple método del Espíritu Santo al hacer Su obra real al mundo en Juan 16.7-11.
Fue necesario
que Cristo ascendiese al Padre y que el Espíritu Santo tomase Su lugar aquí en la
tierra porque el
ministerio terrenal de Cristo a través de Su cuerpo físico, hubiera sido muy
limitado. El Espíritu Santo,
sin embargo, puede alcanzar al mundo entero.
Es necesario que entendamos cómo trata el Espíritu Santo con el hombre no
redimido, a fin de que le
dejemos obrar a través de nuestra personalidad. Al estudiar su método de
presentar la obra de Cristo
a los hombres, veremos cuán equivocada ha estado la mayor parte de nuestra
predicación evangelística.

226
En Juan 16.8-11 notamos lo siguiente: el Espíritu Santo convence al mundo de
juicio porque el
príncipe de este mundo ha sido juzgado. ¿Qué tiene que ver el juicio de Satanás
con el hombre?
Mucho, porque el hombre se ha convertido en su hijo y el hogar eterno de Satanás
ha llegado a ser el
hogar eterno del hombre.
Después de que el Espíritu Santo le revela al hombre que es un hijo de Satanás, no
sólo ahora sino
por la eternidad, lo convence también de justicia, porque Cristo ha ido al Padre. El
Espíritu Santo
demuestra al hombre que tiene un Mediador ante Dios, Uno que, con Su propia
sangre, después de
haber preparado una redención eterna para el hombre, entró al cielo en beneficio
suyo.
Muestra al hombre, además, que puede llegar a ser la justicia de Dios y que posee
el derecho legal de convertirse en hijo de Dios. Luego, lo convence del pecado de
rechazar a Cristo, el único camino a la
redención que le hace libre de la autoridad de Satanás; le convence del pecado de
continuar siendo
un hijo de Satanás después de darse cuenta de que puede llegar a ser un hijo de
Dios.
¡Cuán desacorde con el método del Espíritu Santo ha sido nuestra predicación!
Nosotros no le hemos
declarado al hombre que es un hijo de Satanás, ni tampoco le hemos señalado sus
derechos legales a
la justicia y a la naturaleza de Dios. Le hemos predicado la condenación a causa de
los pecados que
ha cometido. Dios no condena a un hombre por razón de lo que hace, sino por lo
que es, y lo convence
de un sólo pecado, el pecado de rechazar a Cristo, de escoger el seguir siendo un
hijo de Satanás.
El Espíritu Santo obra por la Palabra. La Palabra es Su Espada (Ef 6.17). Es por
medio de la Palabra,
la revelación de Dios al hombre, que el Espíritu Santo demuestra al hombre no
salvado su necesidad
de Cristo. Nosotros somos los instrumentos que utiliza el Espíritu Santo porque a
nosotros se nos ha

227
confiado la Palabra de reconciliación (2Co 5.18-19).
Si no sabemos cómo repartir rectamente la Palabra de Dios y presentarla de una
manera inteligente
al hombre no salvado, estropeamos el ministerio del Espíritu Santo. Después de
que el Espíritu Santo
ha convencido a alguien de su necesidad de Cristo, si éste cree en Cristo, el Espíritu
Santo le imparte
la naturaleza de Dios (Jn 1.12). Cristo dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y
para que la tengan
en abundancia” (Jn 10.10).
Cristo vino para hacer posible que el hombre recibiese realmente la naturaleza
Divina, la vida eterna
(1Jn 5.11-13). El hombre que recibe a Cristo, recibe la naturaleza Divina y se
convierte realmente en
hijo de Dios. El bendito y fiel Espíritu Santo es el Mediador por el cual se trasmite
esta vida.
Cristo dijo: “El que no naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de
Dios. Lo que es
nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te
maravilles de que te
dije: Os es necesario nacer otra vez. El viento de donde quiere sopla y oyes su
sonido, mas ni sabes
de donde viene ni a donde vaya así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Jn
3.5-8)
El nuevo nacimiento es un acto secreto: no obstante, es el más grande de todos los
milagros. El
Espíritu Santo hace sombra a aquel que cree en Cristo y le imparte la vida Divina, y
llega a ser una
nueva creación en Cristo (2Co 5.17).
“Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad
de varón, mas de
Dios” (Jn 1.13). Vemos que el Espíritu Santo es quien convence al hombre no
redimido de su
necesidad de Cristo y luego imparte a su espíritu la naturaleza Divina cuando
acepta a Cristo.
Luego, si se invita con inteligencia al Espíritu Santo, Él habita en aquel a quien ha
convertido en una

228
nueva creación en Cristo. El cuerpo del nuevo hijo de Dios se convierte en Su
templo. Durante el
período de residencia del Espíritu Santo sobre la tierra, Su hogar y lugar donde
permanece es el cuerpo
de Cristo. Así como el cuerpo físico de Cristo fue el templo de Dios cuando Él
estuvo en la tierra, así
Su cuerpo, la Iglesia, es el templo del Espíritu Santo durante Su ministerio aquí.
Notemos la comparación. Una traducción literal de Juan 1.14 es la que sigue: “El
verbo se hizo carne
e hizo Su tabernáculo entre nosotros”. El “tabernáculo” se usa en las Escrituras
como el lugar donde
mora Dios entre los hombres. El lugar de habitación de Dios es un templo.
Entonces, cuando Dios
hizo Su tabernáculo en Cristo, el cuerpo de Cristo se convirtió en Su templo. Cristo,
al dirigirse a los
judíos se refirió a Su cuerpo como un Templo. Les dijo que si destruían Su cuerpo,
este Templo de
Dios, Él lo levantaría de nuevo.
Cuando Dios hizo Su tabernáculo entre los hombres, la gloria de la Shekinah reposó
sobre el Asiento
del Perdón. Así también cuando Dios hizo su tabernáculo en Cristo para morar
entre los hombres,
ellos contemplaron Su gloria, como del unigénito del Padre, lleno de Gracia y de
Verdad.
Cuando Dios hizo Su Tabernáculo entre nosotros, en Cristo, se verificó la perfecta
unión de Dios con
la humanidad sin pecado, porque Cristo no había participado de la muerte
espiritual ni estaba bajo su
influencia.
Así también ahora, cuando el Espíritu Santo hace Su morada en el Cuerpo de
Cristo, se verifica la
unión con las nuevas creaciones que han sido liberadas por completo de la muerte
espiritual y de la
autoridad satánica. El nuevo hombre es creado en “Justicia y Santidad de verdad” y
está listo para
convertirse en el Templo de Dios: “En el cual, compaginado todo el edificio, va
creciendo para ser un Templo Santo en el Señor; en el cual vosotros también sois
juntamente edificados para morada

229
de Dios en Espíritu” (Ef 2.21-22).
1 Corintios 6:19 dice: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo,
el cual está en
vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” Con Cristo como la
Cabeza, Dios ha sido
encarnado en la Iglesia. Por causa de la habitación de Dios en Cristo, Él podía decir:
“El que me ha
visto a mí, ha visto al Padre”.
Por vez primera Dios se manifestaba realmente al hombre. Ningún hombre había
contemplado a Dios
antes, pero en Cristo Él fue manifestado al hombre. Cuando Cristo dejó el mundo
para tomar Su lugar
a la diestra del Padre, donde no tendría más trato personal con el hombre, envió al
Espíritu Santo para
que encarnara en Su cuerpo místico, la Iglesia, a fin de que pudiera continuar la
manifestación de
Dios al hombre.
Es el deseo del Padre que el Cuerpo de Cristo por medio del Espíritu Santo sea
lleno de la plenitud
de Dios: “...para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Ef 3.19 última parte).
De hecho se
nos ordena ser llenos con el Espíritu Santo para que Él pueda ser manifestado al
mundo (Ef 5.18).
Cristo no tiene ningún trato con el mundo actualmente, excepto por medio de Su
Cuerpo. No puede
obrar independientemente de éste. Si nuestra vida no está llena del Espíritu Santo
en tal forma que Él
pueda obrar libremente por medio de nosotros, atamos las manos de la Divinidad.
Ésta es la
dispensación del Espíritu Santo. Es por medio de Él que el Padre y el Hijo, actúan. Y
Él actúa en y
por medio del Cuerpo de Cristo. No puede haber una verdadera manifestación de
Cristo al mundo si
Su Cuerpo no está habitado por el Espíritu Santo.
En relación con esta idea, hay una lección muy seria para nosotros en 1 Juan 4.12:
“Ninguno vio
jamás a Dios; si nos amamos unos a otros, Dios está en nosotros, y Su amor es
perfecto en nosotros”.

230
Si Dios mora en nosotros por el Espíritu Santo, su amor es perfeccionado en
nosotros.
La palabra “perfecto” significa “completo”. La idea es que si Dios mora en
nosotros, Su amor puede
ser completado por medio de nuestra vida. La implicación es que Su amor no
puede completarse
excepto que encuentre expresión por medio de nosotros. Hay algo que le falta
cuando no actúa por
medio de nosotros. Esto es cierto: “La gracia de Dios abundó hacia el hombre en
Cristo. Porque de
Su plenitud tomamos todos, y gracia por gracia” (Jn 1.16).
La gracia es el amor en acción. El amor de Dios ha realizado una redención
completa para el hombre.
Por Su gracia, Cristo ha probado la muerte por todos los hombres. Él ha llevado las
enfermedades y
los dolores de la humanidad entera. No obstante, la palabra de reconciliación que
confiere al hombre
la redención en Cristo, sólo puede ser dada por medio del Cuerpo de Cristo. Dios
ha reconciliado a
toda la humanidad a Sí por medio de Cristo y ha entregado el mensaje de la
reconciliación al Cuerpo
de Cristo (2Co 5.18-21).
Si el Cuerpo de Cristo no está bajo la dirección del Espíritu Santo y si por medio de
Él dicho cuerpo
no toma su lugar en el mundo, el amor de Dios no puede ser expresado. El hombre
jamás ha visto a
Dios, pero si Él puede habitar en el Cuerpo de Cristo como lo hizo en Su Hijo, Su
amor puede
encontrar expresión y llegar a la humanidad.
Su mensaje a nosotros es: “Habitaré y andaré en ellos” (2Co 6.16). Si se lo
permitimos, el mundo
podrá hoy contemplar Su gloria y ver también las obras de Su amor tal y como
fueron vistas cuando
Dios puso Su tabernáculo entre los hombres, en Cristo.

II. El Espíritu Santo, Revelador de Cristo

231
Cuando el Espíritu Santo comenzó Su ministerio el día de Pentecostés, lo comenzó
bajo un nuevo
nombre. Cristo le había llamado el “Paracleto”. Es esta una palabra griega derivada
del verbo que
significa “pedir la ayuda de alguien”.
La tristeza que se había apoderado de los corazones por la muerte de Cristo, se
había convertido en
gozo por Su resurrección. Sin embargo, tendría que ocurrir una separación más
larga al ir Él a tomar
Su lugar a la diestra del Padre. La Tercera Persona de la Trinidad es Aquel que fue
llamado para
ayudarles. Vino a llenar el lugar vacante de su Señor.
¡Cuán grandes esperanzas debieron haber inundado sus corazones! Se habían
conmovido por la
venida del Hijo de Dios a la tierra; y ahora otro de la misma categoría que el Señor,
vendría a morar
con ellos para siempre: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que
esté con vosotros
para siempre” (Jn 14.16).
Cristo va a venir a ellos por medio del Espíritu Santo: “No os dejaré huérfanos;
vendré a vosotros”
(Jn 14.18). El Paracleto va a tomar las cosas que son de Cristo y las va a revelar al
hombre: “Pero
cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad; porque no
hablará de sí mismo,
sino hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que han de venir. Él me
glorificará: porque
tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Jn 16.13-14).
Notamos aquí que el Espíritu Santo no revela un Cristo terrenal al hombre. Es al
Cristo glorificado
que está a la diestra del Padre a quien revela el Espíritu Santo. Él revela al Cristo
conquistador de la
muerte, del sepulcro y del infierno, al que se le ha dado un Nombre que es sobre
todo nombre.
Él nos ha revelado todo lo que del ministerio de Cristo no podía ser revelado a los
sentidos del hombre.
Él es Aquel que dio a Pablo la estupenda revelación del sacrificio sustitucional de
Cristo, de Su

232
conquista de Satanás en el infierno, de Su entrada al Lugar Santísimo con Su propia
sangre, habiendo
obtenido eterna redención para el hombre, y de Su ministerio actual a la diestra
del Padre.
Él nos ha revelado las riquezas de Su gracia (Ef 1.7) y las riquezas de Su gloria (Ef
3.16). Hay diversos
pasajes que nos revelan diferentes aspectos del ministerio del Espíritu Santo. Al
observar el ministerio
de Cristo, que es nuestro ejemplo, encontramos que dicho ministerio fue realizado
en el Espíritu Santo
(léase Mt 12.28; He 9.14; Hch 1.2; Is 11.12).
Encontramos también, que la iglesia primitiva siguió adelante en la potencia del
Espíritu Santo (léase
Hch 4.8, 31; 6.5; 13.2, 4, 9, 52; 15.8, 28; 16.6, 7).

PREGUNTAS
1. ¿Cual es el ministerio del Espíritu Santo para el mundo?
2. ¿Cuál es Su triple método de presentar la obra de Cristo al hombre no redimido?
3. ¿Qué persona de la Trinidad es el Agente Activo en el nuevo nacimiento?
4. ¿Cuáles son los instrumentos del Espíritu Santo?
5. ¿Cuál es hoy la habitación del Espíritu?
6. ¿Por qué es esencial para todo hijo de Dios ser lleno con el Espíritu Santo?
7. Explique 1 Juan 4.12.
8. ¿Por qué Cristo llamó al Espíritu Santo el “Paracleto”?
9. ¿Qué cosa del ministerio de Cristo ha revelado el Espíritu al hombre?
10. Cite pasajes que demuestren que el ministerio de Cristo fue realizado en la
potencia del Espíritu.

Lección 34
LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO

Nuestras dos últimas lecciones trataron del Ministerio del Espíritu Santo. Notamos
que Él vino en el
tiempo señalado para cumplir una misión definida, y que cuando haya realizado Su
ministerio en la
tierra regresará al Padre como lo hizo Cristo.

233
2 Tesalonicenses 2.7 revela que hay un tiempo señalado para que Él se ausente de
este mundo:
“Porque ya está obrando el misterio de iniquidad; solamente espera hasta que sea
quitado de en
medio el que ahora impide”. Este que está impidiendo la obra de Satanás es el
Espíritu Santo, pero
llegará el tiempo en que sea quitado de en medio.
Hay algunas cosas sobre Su regreso o Ascensión al Padre sobre las cuales
deseamos llamar la
atención. En nuestro estudio de Su ministerio durante la actual dispensación,
notamos que cuando el
Espíritu Santo entró al mundo, fue encarnado en el cuerpo místico de Cristo, Su
Iglesia. Desde
entonces, el Cuerpo de Cristo ha sido Su morada: “En el cual vosotros también sois
juntamente
edificados, para morada de Dios en Espíritu” (Ef 2.22).
Deseamos subrayar lo siguiente: cuando el Espíritu Santo deje el mundo, no se
separará del cuerpo,
sino que será dejado en el Cuerpo de Cristo. En esto constituirá el Rapto: La iglesia
será arrebatada
en el Espíritu para ser unida en gloria, con Cristo, la Cabeza de la Iglesia, el propio
Salvador del
Cuerpo.
El Espíritu Santo ha estado formando el Cuerpo de Cristo y Él lo presentará delante
del Salvador
como una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga (Ef 5.27). Escribiendo sobre este
asunto, A. J. Gordon
ha dicho lo siguiente: “El traslado, de la iglesia va a ser efectuado por el Espíritu
Santo que mora en
ella: ‘Mas si el Espíritu de Aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en
vosotros, el que levantó
a Cristo Jesús de los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales por Su
Espíritu que mora
en vosotros’ (Ro 8.11). No es por actuar sobre el Cuerpo de Cristo exteriormente,
sino por la
vigorización interior que el Espíritu Santo efectuará su glorificación. En una
palabra, el Consolador,

234
que en el día de Pentecostés descendió para formar un Cuerpo, en el Rapto
regresará al cielo en ese
Cuerpo”.

I. La Certidumbre del Regreso de Cristo

Eso tendrá lugar en el regreso de nuestro Señor. Antes de terminar este curso
deseamos estudiar los
pasajes bíblicos que se refieren a Su regreso.
En profecía, en parábola y en enseñanza, Cristo reveló que va a venir otra vez.
Como trescientos
versículos del Nuevo Testamento tratan de este grandioso acontecimiento. Las
profecías divinas
nunca dejan de cumplirse. Cada profecía respecto a la primera venida de Cristo se
cumplió en forma
exacta. Y así se cumplirá cada promesa de Su Segunda venida.
Vemos, por ejemplo, el cumplimiento de la profecía de Isaías 7.14, cuando una
virgen concibió y dio
a luz a un Hijo cuyo nombre fue Emmanuel. Cristo nació en Belén en cumplimiento
de lo que se
predijo en Miqueas 5.2. Sin embargo, para que se cumpliese esa profecía, “todo el
mundo” tuvo que
ser “empadronado”. Veinte profecías del Salmo 22 se cumplieron cuando Cristo
murió en la cruz.
Isaías 53 se cumplió cuando Él fue hecho pecado por nosotros.
El Espíritu Santo reveló a los profetas de la antigüedad tales acontecimientos
muchísimos años antes de que Cristo viniese: “De la cual salud los profetas que
profetizaron de la gracia que había de venir
a vosotros, han inquirido y diligentemente buscado, escudriñando cuándo y en qué
punto de tiempo
significaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual preanunciaba las
aflicciones que habían
de venir a Cristo, y las glorias después de ellas” (1P 1.10-11).
Al ver el cumplimiento exacto de todas las profecías acerca de la primera venida de
Cristo, recibimos
el incentivo necesario para escudriñar las Escrituras y aprender de ellas acerca de
Su segunda venida.

235
Al estudiar las profecías que predicen la segunda venida del Señor, vemos que hay
dos fases de dicha
venida:
1. El Rapto, en el cual la Iglesia es arrebatada para encontrarle en el aire; y
2. La revelación de Su venida a la tierra, con Su Iglesia, en ostentación de poder y
gloria, cuando
“todo ojo le verá”. En ese tiempo Él establecerá Su reino terrenal durante mil años.

II. ¿Qué sucederá en el Rapto?

El Espíritu Santo, por medio del apóstol Pablo, nos da una descripción
sorprendente de lo que
sucederá cuando Cristo regrese. Su venida afectará a cada miembro del Cuerpo de
Cristo, ya sea que
estén con el Señor o vivos, en espera de Su regreso: “Por lo cual, os decimos esto
en Palabra del
Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del
Señor, no seremos
delanteros a los que durmieron. Porque el mismo Señor con aclamación, con voz
de arcángel, y con
trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán
primero; luego nosotros,
los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en
las nubes a recibir
al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1Ts 4.15-17).
Nuestro Señor, que ha ascendido al cielo y ha tomado Su lugar como Mediador,
Intercesor, Abogado
y Señor, para bien nuestro, “descenderá del cielo con aclamación”. Todo creyente
que viva escuchará
esa aclamación. Los incrédulos no tienen parte en esto; y la aclamación será la
señal para la
resurrección de los cuerpos de los que han muerto en Cristo. Los cuerpos de los
que están con Cristo
se levantarán primero. Ellos, juntamente con todos los creyentes que vivan, serán
arrebatados (el
griego dice, “en las nubes”) para encontrar al Señor en el aire.

236
Deseamos subrayar aquí, que la resurrección de los cuerpos de los que hayan
muerto en Cristo, será
la que tendrá lugar en el Rapto. No es el espíritu el que será resucitado; los
espíritus de los santos que
se han ido, ya están con Cristo en el Cielo. El espíritu del creyente en Cristo Jesús
no puede morir
nunca y de consiguiente, nunca necesita una resurrección. Los muertos en Cristo
no están en el
sepulcro, sino que viven con Cristo.
1 Tesalonicenses 4.14 nos señala que aquellos que han muerto en Cristo vendrán
con Él en el rapto
a recibir sus cuerpos inmortales y glorificados. El término “nubes” no significa
necesariamente las
nubes del aire. Probablemente significa que nubes de creyentes se levantarán de
cada nación para
encontrar al Señor en el aire. Encontramos la expresión “nubes de testigos” en
Hebreos 12.1.
Notemos el significado en el griego, de la expresión “arrebatados”. Se nos dice que
“ello indica un
acto poderoso y decisivo de Dios que nadie puede resistir y que nadie deseará
resistir. Significa un
“‘tomar por la fuerza”.
El término se emplea en Mateo 11:21 cuando Cristo dice que los hombres de
violencia toman el reino
de los cielos por la fuerza, y en Hechos 23.10 cuando se les ordenó a los soldados
que tomaran a
Pablo por la fuerza.
Qué compulsión tan Gozosa será esa. “Arrebatados para encontrar a nuestro
bendito Señor y Salvador,
a quien no habiéndolo visto, ya lo amamos”. Se operará un cambio en nuestros
cuerpos. Pablo dice
que “...ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de Dios... Mas todos
seremos transformados
en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta” (1Co 15.50-52
Straubinger)
“Porque nuestra vivienda es en los cielos, de donde también esperamos al
Salvador, al Señor

237
Jesucristo: el cual transformará el cuerpo de nuestra bajeza...” (Fil 3.20-21).
Recibiremos realmente
un cuerpo inmortal, glorificado, como el de nuestro Señor. El Espíritu Santo, por
medio de Juan, nos
dice que “Sabemos que cuando Él apareciere, seremos semejantes a Él” (1Jn 3.2).
Hemos sido trasladados de la autoridad de Satanás a Cristo. Ya hemos sido
conformados en espíritu a la imagen
de Cristo (Ro 8.29). Ahora esperamos la redención de nuestros cuerpos, la entrega
de un cuerpo
glorificado como el de nuestro Señor.
Pablo menciona esta esperanza en Tito 2.13: “Esperando aquella esperanza
bienaventurada, y la
manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo”. Cristo habla de
Su venida en
Lucas 17.30-35: “El día en que el Hijo del hombre se manifestará... En aquella
noche estarán dos
en una cama; el uno será tomado y el otro será dejado. Dos mujeres estarán
moliendo juntas; la una
será tomada y la otra será dejada”. También Mateo 24.40: “Estarán dos en el
campo; el uno será
tomado y el otro dejado”. Aquí se revela una separación eterna entre el Cuerpo de
Cristo y el mundo.

III. La Cena de Bodas del Cordero

En el encuentro de Cristo con Su Cuerpo será ocasión de gran regocijo. Él se


encargará de dar la
bienvenida a los miembros del Cuerpo de Cristo. Habrá recompensas. Estas
consistirán en diversos
nombramientos para cargos que habrán de desempeñarse en el milenio. No
sabemos exactamente qué:
“Siendo necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo;
para que cada cual
reciba lo que mereció durante su vida mortal conforme a lo que hizo, bueno o
malo” (2Co 5.10
Versión A.F.E.B.E.).

238
“Mas tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también por qué menosprecias a tu
hermano? porque
todos hemos de estar ante el tribunal de Cristo” (Ro 14.10). A este encuentro se le
llama la Cena de
Bodas del Cordero: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque son
venidas las bodas del
Cordero, y su esposa se ha aparejado. Y le fue dado que se vista de lino fino, limpio
y brillante:
porque el lino fino son las justificaciones de los santos” (Ap 19.7-8).
“Y él me dice: Escribe: ¡Bienaventurados los que son llamados a la cena del
Cordero!” (Ap 19.9).
Esto durará varios años. Las gentes espiritualmente muertas continuarán viviendo
en la tierra.
Entretanto, tendrá lugar en la tierra la tribulación profetizada por nuestro Señor.

IV. La Venida del Anti-Cristo

Será asesorado por Satanás el cual ha sido arrojado a la tierra. Los siguientes
pasajes se refieren a esta
gran tribulación: Isaías 26.16-21; 27.1. Notamos el silencio de las epístolas sobre
este asunto. No se
menciona en ninguna de ellas porque la tribulación mencionada no afectará al
Cuerpo de Cristo.
Parece claro, por las palabras de nuestro Señor en Mateo 24.21-30, que ocurrirá la
más grande
tribulación que el mundo haya conocido, y que vendrá especialmente sobre los
judíos, antes que Él
se manifieste en gloria a Israel.
Durante este tiempo aparecerá el Anti-Cristo. El término “Anti-Cristo” es empleado
exclusivamente
por Juan. Sin embargo, otros pasajes bíblicos aluden a él. Pablo se refiere a él
llamándolo “el no sujeto
a la ley”, “el hombre de pecado” y “el hijo de perdición” (2Ts 2). Daniel habla de él
como un rey que
se engrandecerá por sobre todos los dioses: “Aquel rey hará lo que quiera; se
ensoberbecerá y

239
engrandecerá sobre todo dios; hablará cosas espantosas contra el Dios de los
dioses; y prosperará
hasta que se cumpla la ira; porque lo decretado ha de cumplirse” (Dn 11.36
Straubinger).
Parece que el “Anti-Cristo” será cierta clase de “Cristo”. El prefijo “anti” significa
“en contra” o “en
vez de”. Ambos conceptos pueden estar en una misma palabra. Wescott dice que
el término significa
mucho más que el adversario de Cristo; significa alguien que, con el mismo
carácter, se opone a
Cristo.
Antes de que termine la tribulación no quedará en la tierra ninguno de los
creyentes. Cada persona
será un hijo de Satanás. El mundo será suyo. Vendrá Satanás en forma personal. El
Anti-Cristo será
una encarnación de Satanás e imitará a Cristo en muchos sentidos. Debemos
recordar que lo que
originó la caída de Satanás y cambió su naturaleza, fue el deseo de ser como el
Altísimo: “Tú que
dijiste en tu corazón: Al cielo subiré; sobre las estrellas de Dios levantaré mi trono;
y me sentaré en
el monte de la Asamblea, en lo más recóndito del septentrión; subiré a las alturas
de las nubes; seré como el Altísimo!” (Is 14.13-14 Straubinger).
Él prometió a Adán y Eva que serían como Dios (Gn 3.3). Él desea tomar el lugar de
Dios en la vida
del hombre. Trató aun de conseguir la adoración de Cristo. De modo que en este
período de
tribulación, se sentará en el templo manifestándose como Dios. Parece que los
judíos harán pacto con
el Anti-Cristo por una semana (puede referirse a un período de siete años), éste
permitirá el sacrificio
y la oblación: “El confirmará el pacto con muchos durante una semana; y a la mitad
de la semana
hará cesar el sacrificio y la oblación; y sobre el santuario vendrá una abominación
desoladora, hasta
que la sumación decretada se derrame sobre el devastador” (Dn 9.27 Straubinger).
No obstante, él romperá el pacto a la mitad de la semana y exigirá que le tributen
adoración. Luego

240
vendrá el tiempo de la angustia de Jacob. Todos los que entonces se rehúsen a
adorar a la bestia serán
muertos. Nadie podrá comprar o vender sin la marca de la bestia sobre su mano o
sobre su frente. Se
verificará el más estupendo triunfo de Satanás cuando aparezca como el Anti-
Cristo y se exalte por
encima de cualquiera otro dios, obligando a los hombres a adorarle.
Sin embargo, su triunfo será breve y al final será conquistado por Cristo. Los
pasajes que mencionan
al Anti-Cristo son los siguientes: Apocalipsis 13; Daniel 7.8-20; 21-25; 8.23-24;
11.36- 37.
Continuaremos este estudio en la próxima lección.

PREGUNTAS
1. ¿Qué pasaje de las Escrituras muestra que hay un tiempo señalado para que el
Espíritu Santo deje
el mundo?
2. ¿Por qué el Cuerpo de Cristo saldrá del mundo cuando el Espíritu Santo lo haga?
3. Discuta la certeza del regreso de nuestro Señor Jesucristo.
4. ¿Cuáles son las dos fases de la segunda venida de Cristo?
5. ¿Qué acontecerá con los creyentes que vivan cuando Cristo venga?
6. ¿Qué sucederá con aquellos que hayan dormido en Cristo?
7. ¿Qué ocurrirá en el encuentro de Cristo y de Su esposa en el aire?
8. ¿Cuál será la causa de la Tribulación en la tierra?
9. ¿Por qué las epístolas no mencionan para nada la Tribulación?
10. ¿Cuál es la ambición de Satanás al tomar la forma humana en la persona del
Antí-Cristo?

Lección 35
LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO
(Continuación)

Desde que estudiamos la venida del Encarnado y la redención efectuada en Él y la


celebración de un
Nuevo Pacto en Su sangre, no hemos mencionado para nada al pueblo de Dios del
Antiguo Pacto, los

241
judíos. Sin embargo, al estudiar lo que se refiere al período de la Tribulación,
aparecen de nuevo los
judíos en escena. La Tribulación es él período de angustia de Jacob, la tribulación
más grande que
jamás haya sufrido el pueblo judío. Antes de estudiar la parte que tiene el judío en
la Tribulación, nos
conviene repasar brevemente la historia de los judíos; el cumplimiento de la Divina
profecía en
relación a ellos.
Al estudiar el Pacto que Dios hizo con Abraham y sus descendientes, vimos que el
pueblo del Pacto
iría a servir como testigo de Él sobre la tierra y aunque el compañerismo se halle
descontinuado, por
lo que toca al Pacto con Dios, los judíos, no obstante, siguen siendo Sus testigos. La
historia de este
pueblo es el cumplimiento de la profecía Divina con respecto a él.

I. La Profecía Divina con Respecto a los Judíos

Antes de ver las profecías que se habrán de cumplir en el futuro, examinemos


algunas profecías que
ya se han cumplido.
Dios profetizó por medio de Moisés que los judíos serían esparcidos por el mundo
y que serían
perseguidos en todas partes: “A vosotros, empero, os esparciré entre las naciones,
y les desenvainaré
la espada en pos de vosotros” (Lv 26.33 Straubinger). Esta profecía se ha cumplido
porque ningún
otro pueblo ha sido tan esparcido sobre la tierra como el pueblo judío.
La historia revela que a cualquier parte donde los judíos han ido han tenido que
soportar el exilio, la
cautividad, la confiscación de sus bienes, la tortura y la masacre. La profecía
mencionada no parece
imposible de cumplirse, es decir, que los judíos serían esparcidos y perseguidos,
pero a la luz de esta
profecía hay otras que se refieren a ellos y cuyo cumplimiento nos parece una
imposibilidad.

242
El resultado natural del esparcimiento y de la persecución de los judíos hubiera
sido el que fuesen
absorbidos por las otras naciones y perdieran su identidad. Sin embargo, Números
23.9 se ha
cumplido: “...Es un pueblo que habita aparte, y no se cuenta entre las naciones”
(Straubinger). A
donde quiera que ha ido el judío se le ha reconocido en su calidad de tal, excepto
en casos muy
excepcionales.
Dios también declaró que los judíos aunque esparcidos y perseguidos, nunca se
extinguirían y que Él
tomaría venganza de las naciones que los persiguieran. Jeremías 30.16 afirma:
“Mas cuantos te
devoran serán devorados... los que te despojan serán despojados” (Straubinger).
Los grandes
imperios de Babilonia, Grecia y Roma que persiguieron a los judíos, han
desaparecido. Sin embargo,
dondequiera que hay judíos, están prosperando y mantienen posiciones directrices
y de mucha
importancia en todas las esferas de la vida.
Un escritor dice: “Los judíos, soportando valientemente toda clase de tormentos,
los dolores de la
muerte y los todavía más terribles dolores de la vida, han resistido las
persecuciones más espantosas.
No obstante, naciones poderosas cuyo poder ha abarcado a todo el mundo
habitado, se han
desvanecido; entre tanto que este puñado de gente esparcida, subyugada y
perseguida, sigue
floreciendo después de dieciocho siglos de persecución organizada y en escala
mundial. Y siguen
preservando las leyes y las costumbres que les fueron dadas desde la infancia del
mundo, y
preservando su nacionalidad única en medio de los cambios de los siglos”.

II. Cumplimiento Actual de la Profecía

243
La profecía que se está cumpliendo ahora es aquella que dice que los judíos
volverán a su propia
nación: “Y yo los plantaré en su propio suelo; y nunca jamás volverán a ser
arrancados de su tierra
que yo les he dado, dice Jehová, el Dios tuyo” (Am 9.15 Versión Moderna). Desde
la terminación de
la Primera Guerra Mundial ha regresado un gran número de judíos a Palestina.
Once días después de que la Tierra Santa fue libertada de manos de los turcos,
terminó la guerra
repentinamente. Esta liberación hizo posible el regreso de los judíos.

III. Profecías Futuras con Respecto a los Judíos

La profecía también declara que el Templo sería reconstruido, después del regreso
de los judíos a
Palestina: “Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David y lo
volveré a levantar;
para que el residuo de los hombres busque al Señor y todos los gentiles que son
llamados de mi
nombre” (Hch 15.16-17 Versión Moderna).
En nuestra última lección estudiamos la aparición del Anti-Cristo durante este
periodo (el Rapto ya
habrá ocurrido).
Entonces vendrá el tiempo de la angustia para Jacob. Las naciones del inundo,
aunque felices por
haberse librado de los cristianos, se volverán más crueles contra los judíos a causa
de la prosperidad
de éstos. Las naciones de la tierra, uniendo sus ejércitos, marcharán contra
Jerusalén. Capturarán la
ciudad y cuando todo parezca absolutamente perdido para los judíos, vendrá
Cristo. Esto será lo que
se denomina la Batalla del Armagedón.
Deseamos subrayar que cuando Cristo, con Sus Santos, venga para librar a los
judíos, no se verificará
un combate sangriento entre Cristo y las naciones. Los santos no tomarán parte en
la batalla. 2

244
Tesalonicenses 2.8 nos dice que el Señor Jesús matará al “inicuo”, al “hijo de
perdición”, con el
aliento de Su boca. Lo que se quiere decir es que Cristo matará con Su boca a Sus
enemigos antes de
que Él llegue a la tierra. Una vez que Jerusalén haya sido tomada por sus enemigos,
la presencia de
Cristo los derrotará. Luego, cuando la victoria se haya ganado, Sus pies se
asentarán sobre el Monte
de los Olivos.
Zacarías 14.2-4 nos habla del regreso de Cristo en el tiempo cuando las naciones
estén en guerra con
Jerusalén: “Porque voy a juntar todas las naciones contra Jerusalén en guerra; y la
ciudad será
tomada y las casas serán saqueadas y saldrá la mitad del pueblo en cautiverio, mas
el resto del
pueblo no será cortado de la ciudad. Entonces saldrá Jehová, y peleará contra
aquellas naciones...
y estarán plantados Sus pies en aquel día sobre el Monte de los Olivos” (Versión
Moderna).

IV. La Revelación de Cristo

Esta Revelación de Jesucristo es la segunda fase de Su segunda venida. La cena de


las bodas del
Cordero se habrá efectuado ya y la Iglesia regresará con Él. Este es el tiempo
cuando todo ojo le verá
y cuando los judíos le reconocerán como Su Mesías y se lamentarán por haberlo
rechazado.
Entonces se cumplirá la profecía de Zacarías 12.10: “Derramaré también sobre la
casa de David y
sobre los habitantes de Jerusalén, espíritu de gracia y de suplicación; y mirarán a
mí, a quien
traspasaron; y se lamentarán a causa del que hirieron como quien se lamenta a
causa de su hijo
único; y estarán en amargura por él, como uno que está en angustia por su
primogénito” (Versión
Moderna).

245
Se cumplirá también Isaías 25.9: “Y se dirá en aquel día: ¡He aquí, este es nuestro
Dios, le hemos
esperado; y Él nos salvará! estaremos alegres y nos regocijaremos en esta
salvación” (Versión
Moderna). Los judíos se lamentarán por haber rechazado a Cristo, pero no por
mucho tiempo. La
liberación de sus enemigos terrenales y de sus tinieblas espirituales les traerá
grande gozo al corazón.
Dios ha predicho en muchos pasajes de las Escrituras el gozo de Su pueblo.
Isaías 60.1: “Levántate, resplandece; que ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha
nacido sobre ti”.
Isaías 60.20: “Jehová será tu luz eterna, y los días de tu llanto se habrán acabado”
(Versión
Moderna).
Isaías 60.21: “Y tu pueblo, todos ellos justos; heredarán para siempre la tierra;
renuevos plantados
por mí mismo, obra de mi mano para que yo sea glorificado” (Versión Moderna).
Luego, Cristo establecerá Su reino terrenal.

V. El Milenio

Al Pueblo del Antiguo Pacto Dios le dio una profecía doble con respecto a Su Hijo.
Una fue la profecía
de Su primera venida como el Cordero de Dios que quita el pecado. La otra, acerca
de Su venida
como Rey para establecer un reino terrenal.
Parece que los judíos no hicieron caso de lo que Dios les dijo acerca de la primera
venida y se fijaron
solamente en su aparición como Rey para establecer Su Reino. Es por eso que no
reconocieron o
aceptaron a Cristo como el Hijo de Dios. La Primera venida se ha cumplido; ahora
los judíos y
nosotros estamos esperando que Él aparezca glorificado.
La Biblia habla una y otra vez del tiempo cuando Cristo reinará en la tierra durante
mil años. Cesará
temporalmente el reinado de Satanás. En nuestra última lección vimos que al irse
el Espíritu Santo de

246
la tierra, vendría como cosa natural una Gran Tribulación porque Satanás se
convertiría en el dios de
este mundo sin limitación alguna.
Por otra parte, el fin del reinado de Satanás al ser atado y encerrado durante mil
años sin permitirle
acceso alguno a la tierra, será seguido por una gloriosa era de paz. Satanás es el
autor del pecado, de
la enfermedad, del sufrimiento y de la miseria, y cuando él se desvanezca de la
tierra, todo esto se
desvanecerá también. Hay muchos pasajes que describen el período del milenio.
Citaremos solamente
unos cuantos.
No habrá más guerras, Miqueas 4.2-4: “Y harán de sus espadas rejas de arados, y
podadores de sus
lanzas; no levantará la espada gente contra gente, ni aprenderán más la guerra”
(Straubinger).
“Y no dirá mas el habitante: estoy enfermo; al pueblo que mora. en ella le habrá
sido perdonada su
iniquidad” (Is 33.24 Versión Moderna).
“Entonces serán abiertos los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos serán
destapados. Entonces
el cojo saltará como ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque revientan aguas
en el desierto y
arroyos en el yermo. Y el espejismo se convertirá en laguna verdadera, y la tierra
sedienta en
manaderos de aguas; en la habitación de chacales, donde éstos se duermen, habrá
criadero de cañas
y de juncos. Y habrá allí una calzada y camino; que será llamado camino de
santidad; no lo transitará
el inmundo, sino que Él mismo estará con ellos... Y los rescatados de Jehová
volverán, y vendrán a
Sión con canciones; y regocijo eterno estará sobre sus cabezas; alegría y regocijo
recibirán, y huirá
el dolor y el gemido” (Is 35.5-10 Versión Moderna).
“Porque la tierra estará llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las
aguas cubren el
mar” (Hab 2.14 V. M.).

247
Isaías 65.9: “También yo me regocijaré con Jerusalén, y me gozaré en mi pueblo; y
no se oirá más
en ella voz de lloro, ni voz de clamor” (V. M.).
Durante el milenio, los judíos como nación, seguirán a Cristo y serán los misioneros
del mundo. Los
judíos se convertirán en una grande bendición para toda la tierra: “Si su tropiezo
constituye las
riquezas del mundo y su pérdida las riquezas de los gentiles, ¿cuánto más su
abundancia?”
El centro de la adoración del mundo será Jerusalén y se cumplirá la profecía de
Isaías 2.3: “Y vendrán
muchos pueblos y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios
de Jacob; y Él nos
enseñará en sus caminos y caminaremos por sus sendas; porque de Sión saldrá la
ley, y de Jerusalén
la Palabra del Señor”. Todos los hombres podrán testificar y comprender lo que el
Señorío de Cristo
significará para la humanidad.
Sin embargo, este reino de paz terminará cuando Satanás sea soltado de sus
prisiones. Él reunirá para
la guerra a todos aquellos cuyos corazones no han estado realmente en armonía
con el reino de Cristo aunque hayan estado bajo Su sujeción.
Apocalipsis 20:7-8 nos dice: “Y cuando fueren acabados los mil años, Satanás será
desatado de su
prisión, y saldrá para extraviar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la
tierra, a Gog y
a Magog, a fin de congregarlos para la guerra; cuyo número es como las arenas del
mar” (V. M.).
Jerusalén de nuevo será atacada, pero Dios intervendrá con fuego del cielo, y
Satanás será arrojado
al lago de fuego, y nunca más tendrá acceso a la tierra, o al nuevo cielo y a la nueva
tierra.
Una descripción de lo que acontecerá se nos da en Apocalipsis 20.9-10: “Y subieron
sobre la anchura
de la tierra, y cercaron el campamento de los santos en derredor, y la ciudad
amada; y bajó fuego
del cielo y los devoró. Y el diablo que los había extraviado fue arrojado en el lago
de fuego y azufre,

248
en donde están también la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y
noche por los siglos
de los siglos” (V. M.).
Entonces llegará la eternidad. Ocurrirá la segunda resurrección, la resurrección de
los no creyentes
muertos, y el Juicio del Gran Trono Blanco: “Y vi un gran trono blanco, y al que
estaba sentado
sobre él, de cuya presencia huyó la tierra y el cielo; y no fue hallado lugar para ello.
Y vi a los
muertos, pequeños y grandes, estar en pie delante del trono; y se abrieron los
libros; se abrió también
otro libro, que es el Libro de la Vida; y los muertos fueron juzgados de acuerdo con
las cosas escritas
en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la
muerte y el sepulcro
entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno conforme a
sus obras. Y la
muerte y el sepulcro fueron arrojados en el lago de fuego. Esta es la muerte
segunda. Y cualquiera
que no fue hallado escrito en el Libro de la Vida, fue arrojado en el Lago de Fuego”
(Ap 20.11-15
V. M.).

VI. El Nuevo Cielo y la Nueva Tierra

Cuando esto haya ocurrido, vendrán entonces el Nuevo Cielo y la Nueva Tierra; y el
primer cielo y
la primera tierra pasarán y el mar no será más: “Y vi un cielo nuevo y una nueva
tierra porque el
primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe” (léase Ap 21.1-8
V. M.).
La iglesia entrará entonces a tomar posesión total de su vasta herencia. Pablo nos
dice en Efesios que
en los días por venir el gran Dios-Padre nos va a dar los tesoros y las riquezas que
ha almacenado en
Su gran amor durante la eternidad del pasado para nosotros. ¡Ah, la verdad
gloriosa de los tesoros, de

249
las riquezas y del gozo que pertenecen a la familia de Dios!
Durante siglos de siglos nos vamos a conocer los unos a los otros, a hablar el uno
con el otro y a
disfrutar de las bendiciones celestiales para siempre. Bendita sea la esperanza del
Nuevo Cielo y de
la Nueva Tierra.

PREGUNTAS
1. ¿Cómo es que aún hoy el judío sigue siendo un testigo?
2. Cite tres pasajes proféticos que se hayan cumplido con respecto a los judíos.
3. ¿Qué profecía relacionada con el pueblo judío se está cumpliendo hoy?
4. ¿Qué ocurrirá en la manifestación de Cristo?
5. Cite cuatro pasajes que se refieran a los judíos recibiendo a Cristo.
6. ¿Por qué no habrá pecado ni sufrimiento durante el milenio?
7. ¿Quiénes estarán en el ejército que Satanás reunirá después de que sea
libertado?
8. ¿Cómo salvará Dios a Jerusalén?
9. ¿Qué ocurrirá en la segunda resurrección?
10. Diga lo que pueda del Nuevo Cielo y de la Nueva Tierra.

Lección 36
LAS DOS CLASES DE CONOCIMIENTO

Llegamos al término de nuestro curso. Ha sido un estudio de la redención en


Cristo. Nuestro estudio
del Antiguo Testamento ha tratado de la consumación de esa redención, en la
nueva creación en
Cristo. Nuestro corazón se ha conmovido al estudiar los privilegios de la nueva
creación y la autoridad
con la cual fue investido el Nombre de Jesús y que legalmente nos pertenece.
Ahora, al terminar el curso, encaramos el problema de practicar, en nuestra vida
diaria, lo que hemos
aprendido. El conocimiento que no se ejercita no tiene ningún valor. ¿Podemos
vivir y actuar de
acuerdo con el conocimiento de la redención y de la nueva creación que hemos
adquirido en este

250
curso, así como actuamos y vivimos de acuerdo con el conocimiento del mundo
que nos rodea? La
autenticidad de esta redención depende de la autenticidad de la Palabra.
¿Por qué no se ha dado a la Biblia el lugar que le corresponde como la revelación
de Dios al hombre?
¿Por qué el mundo erudito no la considera auténtica? Sencillamente, existen dos
diferentes clases de
conocimiento: el conocimiento del hombre natural y el conocimiento por
revelación.

I. El Conocimiento del Hombre Natural

Examinemos el conocimiento que tiene el mundo, el conocimiento del hombre


natural. Al examinarlo
vienen a nuestra mente tres preguntas: ¿De dónde procede? ¿Cuáles son sus
limitaciones? ¿Hasta qué
punto es suficiente para resolver los problemas de 1a vida?

II. ¿De Dónde Procede el Conocimiento del Hombre?

La primera pregunta se refiere a la fuente del conocimiento del hombre. Dicha


fuente es el cuerpo
físico del hombre y el universo material que lo rodea. Todo lo que el hombre sabe
acerca de la
realidad, el inmenso caudal del conocimiento que llena nuestras bibliotecas y
nuestros libros de texto,
procede de los contactos del hombre con el mundo físico. Tales contactos se basan
en las percepciones
sensoriales del individuo.
Nos explicaremos mejor. Todo contacto que tiene el hombre con el mundo lo tiene
por medio de sus
cinco sentidos. Los cinco sentidos son parte del sistema nervioso central y son los
siguientes: la vista,
el oído, el tacto, el gusto y el olfato. El hombre no sabe nada de la realidad excepto
aquello que ha

251
recibido por medio de sus cinco sentidos. Uno mismo podría imaginarse lo que un
hombre sabría si
careciera de sus cinco sentidos.
La definición que sigue, tomada de un libro de fisiología atestigua este hecho: “Mas
ningún punto de
vista filosófico sobre el organismo humano, si tal punto de vista es amplio, puede
fallar en designar
al sistema nervioso central, la parte del “Lugar Santísimo”. Sin él, seríamos una
masa de protoplasma
que se multiplica pero que no siente, no ve, no oye, no se mueve. Todo en relación
con el cuerpo sería
vegetativo, exactamente como una planta. La planta no puede ni moverse ni sentir.
Sus procesos de
vida responden a los más primitivos cambios fiscos y químicos en su medio
ambiente inmediato. El
sistema nervioso central nos proporciona cada contacto que poseemos con el resto
del mundo”.
De acuerdo con esta opinión vemos que el hombre no puede saber nada del
mundo, del cielo, del
pasto, del mar y de otros seres humanos, excepto por medio de sus cinco sentidos.
Tomemos por
ejemplo el caso de la señorita Keller. Ella posee solamente tres sentidos: el del
tacto, el del gusto y el
del olfato. Su sentido del tacto se ha desarrollado tanto que por medio de él, y bajo
la dirección de
aquellos que poseían los cinco sentidos, ha adquirido un vasto conocimiento del
mundo y de la vida.
Sin embargo, si fuera posible que una persona naciera sin uno sólo de los sentidos,
tal persona nunca
sería capaz de aprender nada. No podría darse cuenta del mundo exterior. Por ello
vemos lo mucho que depende el entendimiento de la información sensorial que le
proporcionan los cinco sentidos.
Para ayudar a sus sentidos en la investigación de la realidad, el hombre ha
fabricado el microscopio,
el espectroscopio y el telescopio; no obstante, estos instrumentos solamente han
ayudado a sus
sentidos por lo que respecta al mundo físico. Por medio de ellos ha podido estudiar
el Universo y las

252
formas, de vida no visibles para su sentido de la vista. Por medio del microscopio y
del
ultramicroscopio ha podido estudiar las formas más pequeñas de vida. Ha
obtenido conocimientos de
las bacterias y de reinos que de otra manera nunca hubiera podido conocer.
Con la ayuda del telescopio ha podido conocer el universo celeste. A la simple vista
solamente se
pueden ver de dos a cuatro mil estrellas, y con la placa fotográfica, millones. Con el
espectroscopio
ha llegado a conocer y a estudiar la composición de las estrellas.
Hay muchas fuerzas físicas que no podemos percibir con nuestros sentidos, pero el
hombre ha
desarrollado instrumentos que son sensibles a estas fuerzas y que son capaces de
registrarlas.
Podríamos mencionar otros inventos que han ayudado al hombre en una
adquisición del conocimiento
del Universo en que vive. El hombre ha hecho grandes progresos; se ha
familiarizado con las leyes y
los procesos de las fuerzas de la naturaleza. Ha utilizado dichas fuerzas y se ha
hecho obedecer de
ellas; y de ese gran cúmulo de conocimientos adquiridos por sus cinco sentidos; de
todos esos años
de investigación y de estudio, ha edificado la gran civilización que tenemos hoy.
No obstante, repetimos que la fuente de este conocimiento se basa en la
percepción sensorial que el
hombre tiene del Universo, y que sus cinco sentidos se limitan solo al campo físico.
Estos solamente
pueden conocer lo material, y cada contacto del hombre ha sido solamente con lo
material.

III. Limitaciones del Conocimiento Humano

Nuestra segunda pregunta es: ¿Cuáles son las limitaciones del conocimiento del
hombre natural? Lo
que antes dijimos las hace evidentes. Podemos ilustrar las limitaciones de nuestros
sentidos para

253
formarnos un verdadero cuadro de la realidad, por lo siguiente: un ciego que
nunca ha poseído el
sentido de la vista y que nunca haya estado en contacto con personas que sí lo
poseen, podría pensar
que por medio de sus cuatro sentidos tenía un cuadro verdadero del mundo que le
rodea. Este ciego,
sin embargo, nunca sabrá lo que es el color ni lo que es la luz porque no tuvo el
sentido para percibirlos
o para admitir cierta comprensión de esas cualidades de su mente.
Una persona que nunca haya poseído el sentido del oído y que nunca haya estado
en contacto con
personas que lo tienen, pensaría que conoce el universo por los cuatro sentidos
que posee. Nunca
Podría imaginar que el universo está lleno de música.
Más aún, el hombre que disfruta de sus cinco sentidos no posee un verdadero
cuadro de la realidad
del Universo que le rodea. Ya sabemos que los cinco sentidos del hombre lo limitan
solamente al
conocimiento de la materia. Todo artefacto que inventa para ayudar a sus sentidos
a captar una
descripción real del universo, es de carácter físico y solamente le ayuda a adquirir
el conocimiento de
lo físico.

IV. La Razón del Ateísmo y del Materialismo

Es por esto que existen el materialismo y el ateísmo. El hombre ha dicho que no


hay nada en el
universo sino materia y las propiedades de ésta. Ha dicho que el hombre no
sobrevive a la existencia
de su cuerpo porque no hay ninguna cualidad espiritual en el hombre que siga
existiendo después de
que el cuerpo se haya desintegrado. Podemos ver que tal actitud hacia la vida es
muy natural, porque
con los cinco sentidos que limitan por completo al hombre no puede conocer otra
cosa que el mundo
físico.

254
Esta actitud sería tan lógica como lo sería para un ciego el negarse a creer que
existe el color. El
hombre, limitado a sus cinco sentidos, no admite que exista lo espiritual.
Así como a un pez confinado dentro del agua le podría parecer que no existe nada
fuera del agua, así
al hombre limitado por sus cinco sentidos le podría parecer que en este universo
no existe nada, sino la materia.
Dos de nuestras preguntas están contestadas. La fuente de conocimiento en el ser
humano se encuentra
en el sistema nervioso central de su cuerpo físico, y sus límites son el universo
físico y la materia.

VI. Pensamiento Racional y Percepción Sensorial

No deseamos dejar una impresión equivocada al hablar de la fuente del


conocimiento del hombre. El
pensamiento no brota de la percepción sensorial. El hombre tiene capacidades
para pensar, para
razonar, para reflexionar y para memorizar que no se basan en la percepción
sensorial. No obstante,
las potencias mentales del hombre y sus facultades de razonamiento cuentan
únicamente con los
materiales sensoriales para sacar conclusiones.
Los animales tienen percepción sensorial, pero no tienen pensamiento racional. El
pensamiento
racional no surge de la percepción sensorial. Sin embargo, nuestra afirmación es
verdadera: el hombre
no puede conocer nada, excepto que el conocimiento le llegue a la mente por
alguno de sus cinco
sentidos.
Llegamos ahora a nuestra tercera pregunta: ¿Hasta qué punto el conocimiento que
el hombre ha
adquirido por medio de sus cinco sentidos satisface el anhelo que siente por
conocer la realidad?
¿Hasta qué punto este conocimiento es suficiente para responder al problema más
vital que el hombre
encara?

255
Como dijo Voltaire: “El hombre ha sido capaz de medir la distancia de las estrellas,
pero no ha podido
conocerse a sí mismo”. La mayor parte de los problemas que al hombre conciernen
han quedado sin
respuesta. No ha podido encontrar la razón de su propia existencia, y hasta que el
hombre no la
conozca, no puede conocer el propósito o el significado de la vida.

V. El Ansia de Dios en el Hombre

Cuando el hombre estudia la creación por medio de sus cinco sentidos, ve señales
de proyecto y de
inteligencia que lo obligan a creer en un Creador inteligente; y sin embargo, no
puede encontrarle.
Esta búsqueda de Dios ha sido el más grande problema de su vida. Langdon Davies
escribe que el
hambre más grande y la sed más grande del hombre son el hambre y la sed de
Dios. Cree Davies que
el motivo que hay detrás de toda investigación científica ha sido el ansia que el
hombre tiene de Dios.
El hombre ha explorado la Creación; ha deseado adquirir un conocimiento técnico
de la naturaleza
en un esfuerzo para encontrar al Creador.
Cotton ha escrito un libro intitulado: “¿Ha Descubierto la Ciencia a Dios? “Este libro
es una colección
de opiniones de hombres de ciencia modernos que muchos de ellos en la
actualidad han llegado a ser
conscientes de Dios. Dice Cotton que la investigación científica ha sido una
búsqueda de la realidad,
aunque en puridad de verdad ha sido una búsqueda de Dios.
La primera tendencia científica fue dar una explicación mecánica del universo,
dejando a Dios fuera;
pero a medida que la ciencia ha avanzado entiende mejor las maravillas de la
Creación, y comprende
que el gran diseño mecánico del universo debe tener un Diseñador. El autor pensó
que tal vez con el

256
tiempo la ciencia pudiera descubrir a Dios, pero la ciencia nunca podrá descubrirlo
porque Dios es
espíritu, y Él no puede ser encontrado o descubierto por el sentido de la vista, del
oído o del tacto, a
pesar de la ayuda que al hombre le proporcione el telescopio, el microscopio o el
espectroscopio.
Cotton dice que el más grande beneficio que la ciencia podría dar al género
humano sería el encontrar
a Dios, y descubrir que el hombre sobrevive a la muerte. Sin embargo, la ciencia
nunca podrá lograrlo.
El hombre nunca podrá localizar con sus instrumentos físicos el espíritu en el
hombre, o establecer
contacto con él cuando éste haya abandonado el cuerpo. Vemos, pues, que
aunque la ciencia nos haya
dado nuestra civilización; y nos haya proporcionado un vasto conocimiento del
universo celeste; y un
conocimiento de la tierra y de nuestro cuerpo físico juntamente con el cuidado que
debemos tener de
él, ha dejado sin resolución los dos problemas más vitales que todo ser humano
encara. Estos son
demasiado para el conocimiento del hombre natural. Lo más lejos que la ciencia
nos puede llevar es al reconocimiento de un Creador inteligente, y
entonces surge el problema de conocerle. ¿Es razonable que Dios creara al hombre
cuya necesidad
primordial y más grande era conocerle, y que luego lo abandonara entre las
tinieblas de su cuerpo
físico dejándolo completamente incapacitado para conocerlo?
En las primeras lecciones de este curso descubrimos el porqué el hombre se
encuentra alejado de
Dios; por su traición. El hombre, con su cuerpo físico y sus cinco sentidos nunca
puede entrar en
contacto con Dios, y Dios no intenta que el hombre le conozca de esa manera. El
hombre verdadero
es el espíritu creado a la imagen de Dios con la capacidad de conocerle y de tener
compañerismo con
Él. El hombre, tal como salió de las manos de Dios en la creación, le conocía. Cristo
nos reveló que
los que adoran a Dios, le adoran en espíritu.

257
El cuerpo físico le fue dado al hombre sólo como una morada para el espíritu en
este Universo físico.
Dicho cuerpo lo capacita para vivir en la tierra y para establecer contacto con el
mundo físico y
solamente con éste. Era por medio de su espíritu que iría a conocer a Dios y a tener
compañerismo
con Él. Los sentidos de la vista, del oído, del tacto, del gusto o del olfato, tenían
como fin dar a
conocer al hombre el mundo físico que era su hogar. No le fueron dados con el
propósito de que le
revelaran a Dios.
Cuando el hombre murió espiritualmente como resultado de su traición, se
convirtió en un extraño
para Dios y quedó incapacitado totalmente para conocerle. Desde entonces, el
hombre espiritualmente
muerto, se quedó únicamente con los sentidos del cuerpo físico, y con ellos ha
conocido las maravillas
del universo al cual pertenece dicho cuerpo, pero no ha conocido al Creador. Por
ello nos damos
cuenta de que si el hombre ha de conocer a Dios, debe recibir un nuevo
conocimiento, un
conocimiento que no puede llegar por la percepción sensorial; un conocimiento
que el hombre no
puede adquirir por su estudio del Universo físico.
El Creador ha comprendido la necesidad del hombre y le ha dado una revelación
de Sí Mismo. Esa
revelación le fue dada al través de sus sentidos a fin de que el hombre
espiritualmente muerto pudiera
conocer dicha revelación y por medio de ella obtener un conocimiento de su
Creador. Esta revelación
es la Biblia.
En nuestra próxima lección estudiaremos la revelación que Dios ha dado al
hombre.

PREGUNTAS
1. ¿Por qué debemos aprender a actuar de acuerdo con lo que hemos aprendido?
2. ¿Cuál es la fuente del conocimiento del hombre natural?

258
3. ¿Por qué es que todos los inventos del hombre no pueden elevarlo por encima
del mundo
material?
4. Discuta las limitaciones del conocimiento sensorial en el hombre.
5. ¿Por qué han surgido el materialismo y el ateísmo?
6. ¿Por qué el conocimiento sensorial no es suficiente para resolver los problemas
de la vida?
7. ¿Cuál es el ansia más grande del hombre?
8. ¿Por qué la ciencia nunca podrá descubrir a Dios?
9. ¿Cuál es aquella condición del hombre natural que le impide conocer a Dios?
10. ¿Cuál es la única manera en que se puede satisfacer esa necesidad?

Lección 37
LA NECESIDAD DE UNA REVELACIÓN PARA EL HOMBRE

En nuestra última lección estudiamos acerca del conocimiento que el hombre ha


adquirido por medio
de sus sentidos físicos. Vimos sus limitaciones y la necesidad de una revelación
Divina. En realidad
tenemos dos clases de conocimiento: el conocimiento del hombre natural y el
conocimiento venido
de Dios. Podemos ver ahora por qué esta revelación no es admitida por los doctos.
No se le ha dado
el lugar que le corresponde en los libros de texto de nuestros colegios, porque no
pertenece a la esfera
del conocimiento que el hombre ha adquirido por medio de sus contactos físicos
con la materia.
Aun en nuestros contactos del uno con el otro, limitados al conocimiento sensorial,
no podemos
conocer los pensamientos de otro hombre. Sin embargo, éste, por medio de
palabras, nos lo da a
conocer (1Co 2.10-13). De manera semejante, limitados al conocimiento sensorial,
no podemos
conocer a Dios que es espíritu; pero Él nos ha dado en palabras humanas un
conocimiento de Sí
Mismo. El Espíritu ha combinado verdades espirituales con palabras espirituales.

259
I. Autenticidad de la Revelación

No obstante, el problema que se mencionó al principio no ha sido resuelto. Fue


este: ¿Podemos actuar
de acuerdo con la Biblia que nos habla de una redención completa en Cristo, así
como actuamos de
acuerdo con el conocimiento del mundo que nos rodea? ¿Podemos actuar de
acuerdo con esta
revelación como actuamos de acuerdo con el conocimiento sensorial?
Muchos dicen: “Ustedes no pueden probar que la Biblia sea una revelación de
Dios. Ustedes me piden
que actúe de acuerdo con ella, que suponga, antes que nada, que es la verdad;
pero yo no creo nada
si no lo puedo probar”. No es una ciencia muy completa aquella que no cree nada
que no pueda
probar. No tenemos ningún conocimiento en ninguna esfera o dominio de la
ciencia que no esté
basado sobre hipótesis.
La misma duda y la misma crítica que se aplica a esta revelación puede aplicarse al
conocimiento del
hombre natural. No podríamos probar que nuestro conocimiento es exacto. En la
base misma de
nuestro conocimiento del mundo exterior está la suposición de que nuestros
sentidos y memoria no
nos engañan. Aunque nunca podríamos probar la fidelidad de nuestros sentidos en
captar la realidad,
ni por un momento dudaríamos de ello.
Como R. A. Armstrong ha dicho: “Hay precisamente análogas razones para dudar
de si hay un mundo
externo, si existen mesas o sillas, grandes ciudades y campos verdes, grandes
corrientes de agua y
montañas inmensas; estrellas, o luna o sol, que las que hay para dudar de la
existencia de Dios; en
ambos casos la duda es simplemente una duda sobre si nuestras facultades
naturales son instrumentos
fieles que nos dicen la verdad; o sobre si nuestras experiencias aparentes pueden
ser dignas de

260
confianza como reales y efectivas”.
Aunque nunca podríamos probar que nuestros sentidos nos dan un cuadro
verdadero de la realidad y
que todas nuestras experiencias con el mundo exterior no son más que acciones y
reacciones en
nuestro sistema nervioso central, creemos en el mundo externo, porque el hacerlo
da resultado.
Como R. A. Armstrong dice de nuevo: “Estas creencias (se refiere a nuestra
creencia en un mundo
externo, a la veracidad de la memoria, etc.) se justifican por que dan resultado;
porque nunca nos
dejan en la confusión, porque nunca se quebrantan; a medida que los
acontecimientos de la vida se
suceden, mil en una hora y en infinita diversidad, estas creencias encajan en ellos
sin contradicción
alguna; mientras que si por un momento intentamos apartarnos de ellas, nos
precipitamos en una total
confusión. He aquí la más alta evidencia que poseemos”.
Podemos aplicar la misma prueba a esta revelación que tenemos de Dios. ¿Da
resultado? ¿Opera?
¿Podemos actuar sobre su veracidad como actuamos de acuerdo con el
conocimiento que tenemos
del mundo exterior? La Palabra nunca se quebranta. ¿Nunca nos quedamos
confundidos cuando
aceptamos como verdad lo que Él dice? ¿En todas las experiencias de la vida
podemos actuar de
acuerdo con lo que Dios dice que Él ha hecho por nosotros en Cristo?
Si cuando actuamos apoyados en lo que Dios ha dicho, encontramos que la
Omnipotencia aparece en
escena para hacer válida Su Palabra, entonces quedamos justificados al asumir que
ésta es una
revelación Divina. Esta revelación declara que eso sería completamente imposible
si no fuera una revelación de Dios. Que sería absurdo aun considerar su
autenticidad. Su Palabra declara que si un
hombre cree con su corazón que Dios levantó a Cristo de los muertos, y confiesa
con su boca que le
acepta como Señor, será salvo y se convertirá en una nueva creación (Ro 10.9-10).

261
Hemos visto a miles de personas cuyas vidas han sido transformadas
instantáneamente al actuar de
acuerdo con esta Palabra. El poder del pecado ha sido quebrantado en ellos. Han
sido liberados de
hábitos que los habían mantenido en esclavitud años y años. Los viejos deseos han
desaparecido, y
las cosas que antes amaban ahora las aborrecen, y aquello que antes odiaban
ahora lo aman.
La Palabra declara que en el Nombre de Jesús pondremos las manos sobre los
enfermos y éstos
sanarán. Cuando Jesús dijo esto, arriesgó Su reputación, porque si Su Nombre
fallaba en poseer
autoridad, Su Divinidad sería repudiada. Hemos visto que esta declaración de la
Escritura se ha
cumplido en miles de vidas también. El poder de las enfermedades incurables ha
sido quebrantado
por una sencilla oración hecha con la autoridad del Nombre de Jesús. Todos los
días, todas las
semanas, se están realizando estos milagros.
Hace apenas una semana recibimos testimonios de cánceres curados. Cánceres
que por años se habían
estado desarrollando han sido curados completamente en unos cuantos días. La
única explicación es
que nuestra Biblia es la revelación de Dios al hombre.

II. El Andar por Fe

El hecho de que haya dos clases de conocimiento es una de las verdades básicas
que sirven de
fundamento al acto de “andar por fe”. Muchas veces ha parecido difícil el andar
por fe. Nos hemos
preguntado por qué Dios ha puesto la fe como requisito para todo aquello que
recibimos. Muchas
veces esto nos ha parecido fuera de lo natural. Tal cosa ha hecho que las
bendiciones sean
inalcanzables. Parece que las coloca más allá de nuestro alcance.

262
Cuando entendemos claramente que hay dos clases de conocimiento y
aprendemos a distinguir entre
ambos, el andar por fe se convierte para nosotros en el andar natural. Esto puede
explicarse mejor si
leemos Romanos 8. Los primeros ocho versículos de este capítulo son difíciles de
comprender
excepto bajo esta luz. Aquí tenemos el contraste entre dos maneras de andar: el
andar por la carne
(los sentidos) y el andar en el espíritu (por la fe).
El versículo nueve nos revela que el término “carne” se aplica al hombre que no ha
nacido de Nuevo,
porque Pablo escribe: “Vosotros empero no estáis en la carne (lo físico), sino en el
espíritu; si es así
que el Espíritu de Dios habita en vosotros, mas si alguno no tiene el Espíritu de
Cristo, el tal no es
de él” (Ro 8.9 V. M.).
Durante mucho tiempo no pude entender el uso que el Espíritu hace del término
“carne”, mas ahora,
a la luz de las dos clases de conocimiento, ya puedo entenderlo. Aquel que no ha
nacido de nuevo
vive exclusivamente en la esfera de los sentidos físicos.
Ya vimos esto detalladamente en la última lección. Vimos que todo contacto que el
hombre tiene con
el mundo, se verifica por medio del sistema nervioso central. El hombre vive en lo
físico; por la
evidencia de los sentidos, cultiva las artes que agradan a los sentidos. Por razón de
que el hombre
vive en la esfera de lo físico, la civilización no le elevará por encima de ese nivel.
Todo avance en la
civilización ha sido acompañado de un descenso en la moral. Pero este ambiente
no es el ambiente
natural o normal para el hombre.
Recordamos que el hombre fue creado a la imagen de Dios, un ser espiritual. Fue
creado para andar
con Dios, que es un Espíritu. El hombre pertenece al reino de la omnipotencia. Este
es el reino de la
fe. Este es el reino de Aquel “Que llamó a las cosas que no eran, como si lo fueran”.
En ese reino las

263
palabras tienen un poder extraño porque están llenas de la omnipotencia.
Cuando el hombre murió espiritualmente se alejó de Dios, se volvió un extraño
para Él. Dejó de vivir
en el Espíritu. Se apartó de la Capacidad Divina. Entonces comenzó a andar en la
carne, el reino de
lo físico. En Romanos 8 hay una referencia a esta forma de andar. El hombre había
caído de la esfera
de la omnipotencia a la esfera de la capacidad humana. Las palabras perdieron su
poder. El hombre
dependió de su propia capacidad que en realidad era la habilidad de su cuerpo
físico; dependió de sus fuerzas en su lucha por la existencia y en su combate con
las fuerzas de la naturaleza todo lo que
debía saber sobre el mundo en que vive dependía de sus cinco sentidos.
Por ello podemos ver que el andar en la carne o en los sentidos, expresa el modo
de andar del hombre
espiritualmente muerto. Pero nosotros que hemos sido engendrados de nuevo
hemos regresado a
nuestro ambiente legítimo, a nuestra esfera normal. Al ser vivificados
espiritualmente por medio del
acto Divino que confiere a nuestro espíritu la vida Suya, podemos andar de nuevo
en Su reino. Este
es el reino del espíritu, la esfera de la omnipotencia, porque el espíritu del hombre
es uno con Dios;
y el imperio de la fe, donde las palabras llenas de omnipotencia llaman a las cosas
que no son como
si fueran, y son.
Estas son las dos maneras de andar que hemos contrastado en Romanos 8.
Notemos la comparación:
“Por cuanto el ánimo carnal es enemistad contra Dios” (Ro 8.5-7 V.M.). Esta es la
mente que vive
sólo por la evidencia de los cinco sentidos, excluyendo lo espiritual y la vida de fe.
Su fin es muerte
(v.6) porque pertenece a un cuerpo condenado a muerte y no puede revelar a Dios
al hombre para
recibir Su vida.
La mente del espíritu es la mente de aquel que ha recibido la vida de Dios y regresa
a la esfera normal

264
para el hombre. La mente del espíritu es la mente que vive por la Palabra más bien
que por la evidencia
de los sentidos físicos.

III. La Vida del Nuevo Hombre

No queremos despreciar el conocimiento que recibimos por medio de nuestros


cinco sentidos. Lo que
sí, es que ya hemos entrado en contacto con Dios y no podemos depender más de
la habilidad humana,
porque ahora habita en nuestro cuerpo la habilidad de Dios. Pertenecemos a una
nueva creación y
hemos sido liberados de las leyes del pecado, de la debilidad, de la necesidad y de
la enfermedad que
pertenecen a la antigua creación.
Dios ha efectuado la redención del hombre en Cristo quien lo liberta del dominio
de Satanás. Y para
que podamos conocer lo que Él nos dio gratuitamente, nos ha dado esta
revelación: “Porque nosotros
hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el espíritu que es de Dios; para que
conozcamos las
cosas que nos han sido dadas gratuitamente por Dios; las cuales cosas también
hablamos, no con
palabras que enseñan la sabiduría humana, sino que enseña el espíritu Santo,
explicando cosas
espirituales con palabras espirituales” (1Co 2.12-13 V. M.).
El hombre que ha nacido de nuevo vive por esta Palabra. Cristo dijo: “No sólo de
pan vivirá el
hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4.4). Por el término
“pan” Cristo se
refirió a lo físico. El hombre nuevo no está limitado a la evidencia sensorial o al
reino de la debilidad
y de la derrota. Él vive en unidad con Dios y por la autoridad de lo que Dios le ha
revelado en Su
Palabra.
Esto constituye la vida de fe. La fe es actuar atrevidamente de acuerdo con lo que
Dios ha dicho:

265
“Porque ninguna cosa es imposible para Dios” (Lc 1.37). Toda palabra que Dios ha
hablado es parte
de Sí Mismo. Está llena de Su Omnipotencia: “Así es mi palabra que sale de mi
boca; no volverá a
mí vacía, antes hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para lo que la
envié” Is 55.11).
Ninguna palabra que sale de Él fracasará o dejará de realizar aquello para lo cual Él
la envió. No
volverá a Él vacía. Ningún hombre podrá traer Su Palabra a Él diciendo: “Tu Palabra
Falló. No pude
actuar de acuerdo con ella”.

IV. La Mente Renovada

Cuando un hombre ha nacido de nuevo, su principal necesidad es la renovación de


Su mente. Es la
renovación de Su mente la que lo capacita para ya no andar conforme a la vida
vieja: “Y no os
conforméis a este siglo, mas reformaos por la renovación de vuestro
entendimiento, para que
experimentéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro 12.2).
La renovación
de la mente es necesaria a la forma de andar en la nueva creación: “Y que seáis
renovados en el espíritu de vuestra mente, y que os revistáis del hombre nuevo, el
cual según Dios ha sido creado en
justicia y en santidad de verdad” (Ef 4.23-24, Tr. literal del griego).
Antes de que un hombre pueda vivir en la plenitud de sus privilegios, su mente
debe ser renovada. La
mente renovada es la mente que ha aprendido a vivir por la Palabra de Dios. La
mente de la vieja
creación vive por la evidencia de los sentidos; la mente de la nueva, por la Palabra.
Permítaseme ilustrarlo. Un cristiano que anda en compañerismo con Dios tiene
una necesidad
económica que satisfacer. No tiene el dinero que necesita. No ve ningún medio por
el cual pueda
obtenerlo. Si no fuera un hijo de Dios, no tendría esperanza; dependería de sus
propias capacidades.

266
Pero la Palabra dice: “Mi Dios pues suplirá toda necesidad vuestra”. La integridad
de Dios está detrás
de esa Palabra.
Aunque la tierra y el cielo pasen, esa Palabra no puede fallar. Si la mente de este
cristiano ha sido
renovada, tendrá tanto gozo en lo que la Palabra de Dios dice como si ya estuviera
en posesión del
dinero que necesita, porque sabe que Dios hará válida Su Palabra. La Palabra de
Dios significa tanto
para él como la evidencia de los sentidos.
En caso de enfermedad, un hijo de Dios es vencido por sus dolencias físicas, pero la
Palabra de Dios
declara que por Sus llagas somos nosotros curados. Esa afirmación le dará tanto
gozo como los
síntomas reales de la salud, porque la capacidad de Dios está respaldándola.
En conclusión podemos decir que la mente renovada es la mente que vive
totalmente por la Palabra.
En este curso habéis aprendido lo que sois vosotros en Cristo; ahora. vivid por ello
y la capacidad Divina será vuestra

PREGUNTAS
Discuta:
a. La necesidad que tiene el hombre de una revelación.
b. Cómo ha satisfecho Dios esa necesidad.
c. La necesidad de que vivamos por la Palabra.

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